DE LOS EXÁMENES
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b n efecto; a pesar de la oposición de mis com-
pañeros, yo otorgué las calificaciones más genero-, ;_:,l,
saa. A los medianos, sobresaliente; a los torpeslj;i:;,d
"notablemente aprovechado". Es cierto que "SO-
bresaliente verdadero" no había ninguno; y "no-
tablemente aprovechado" , tampoco. Pero no
me remuerde la conciencia. Estoy perfectamente
seguro de que ni yo con mi generosidad ni mis
compañeros con su rigor libramos al mundo de
un solo médico malo. Salieron de aquella Escuela
. de Medicina armados con su título académico co-
rrespondiente al cabo de los cursos reglamenta-
rios todos los que fueron después notabilidades
verdaderas y todas las verdaderas calamidades. La
sociedad pagó entonces, como sigue pagando aho-
ra, las consecuencias de sus métodos pedagógicos
absurdos:
Descuido en la enseñanza y rigor en los exáme-
nes: es decir: un mal sobre otro.
A cuyo vicio yo opongo mis argumentos vie-
jos:
Mejor método en la enseñanza para que sea
eficaz.
Y absoluta supresión de los exámenes, perfec-
tamente inútiles.