Calle Stuart
Así lo demuestra la calle de Stuart, aunque su nombre original fue calle de Santa
Clara, porque queda al lado del antes convento y hoy Hotel Santa Clara. En el año
de 1856, el cabildo ordenó que la calle llevara el nombre del mártir de la
Independencia Santiago Stuart, fusilado en 1816 por el pacificador Morillo.
Calle del Curato. Se dice que el nombre de esta calle, que es donde Gabriel García
Márquez tiene la casa que le construyó el arquitecto Rogelio Salmona, le viene
porque una vez terminada la iglesia de Santo Toribio, el curato de los sacerdotes
que administraban el templo quedaba en la casa de al lado. Santo toribio de
Mogrovejo es el Patrono de los obispos de América Latina (1538-1606).
Calle de Tumbamuertos
El primer nombre de esta calle fue Nuestra Señora del Pópolo, pero cuenta la
historia que esta estaba en pésimas condiciones, y que se empezó a llamar así
desde que una epidemia azotó a Cartagena y las procesiones que llevaban a los
muertos y pasaban por ahí se caían con todo y muerto.
Esta calle era un paso obligado para llegar al cementerio de San Diego. En esa
época la epidemia del Tablón, acabó con un buen porcentaje de la
población. Muchos entierros pasaron por esta calle y las personas que cargaban el
ataúd, se tropezaban y caían. Los habitantes decían que un duende se divertía
haciendo caer a los muertos, y desde ese suceso, relacionaron la calle como: “allá
donde tumban los muertos”.
Según los cuentos populares cartageneros, en ese callejón una señora dio a luz
un día a siete niños, y el monarca español de la época, admirado por la
fecundidad de la mujer, decidió concederle 50 ducados por cada uno hasta que los
muchachos alcanzaran la mayoría de edad.
Otra versión dice que en esa calle vivía un español de apellido Infante, que tenía
siete hijos y una hija. Según el libro «Plazas y calles de Cartagena», de Raúl Porto
del Portillo, la mujer tenía un amante. Una noche, los amantes furtivos decidieron
escapar, pero alguien avisó a los hermanos y estos salieron tras la muchacha
hasta el embarcadero. Ahí se trabó una descomunal batalla entre los siete
hermanos de la novia que se fugaba y los marineros . Después de una lucha
encarnizada, los siete jóvenes Infante quedaron muertos sobre la borda del
barco. Al día siguiente, siete cadáveres salieron de esa calle rumbo al cementerio.
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cartagena-de-indias/
CALLE DE SANTO DOMINGO: hay tres calles que conducen a la iglesia y convento
de Santo Domingo, la que corre entre la esquina de la calle de Baloco y la plaza de
Santo Domingo (calle de nuestra señora del Carmen) y la que viene de la esquina
de santos (calle de nuestra señora del Rosario o del palenque). En su vecindad vivió
el procer de nuestra independencia doctor José Fernández De Madrid.
Calle Ricaurte
Se dice que en una de sus casas habitaban duendes. La noche que el General
Tomás Cipriano de Mosquera celebraba la victoria de Guaspud, donde habría de
perder el General Juan José Flórez, en las casas contiguas no pudieron dormir a
causa de un gran bullicio, chocar de espadas y copas de vidrio reventadas en el
suelo.
Calle Baloco:
Calle de la Inquisición
Antes del año 1600, la calle fue conocida con el nombre “Nuestra Señora de la
Concepción”, pero instalado el Santo tribunal de la Inquisición, la vía fue llamada tal
y como se le conoce hoy.
Calle de las Damas
….
Calle de La Ronda
Calle de la Amargura
Esta es una de las calles de Cartagena que alberga mitos y leyendas. Se dice que
cuando el Convento de Santo Domingo fue fundado, el diablo se les aparecía todas
las mañanas a los feligreses que se dirigían hacia el templo. Eran tan constantes
las apariciones, que los vecinos se terminaron acostumbrando a él y ya ni siquiera
lo determinaban, por lo que el diablo enfureció y decidió planear una venganza
contra los fieles.
Calle Cabal
Está situada entre la Plaza de la aduana y la calle del Candilejo , a finales del año
1898 el cabildo dispuso que la via citada se llamara calle Antonio de Real, pero
ninguna autoridad ha ordenado tal orden
calle de candilejo
calle roman
….
Esta calle fue conocida con el nombre de la iglesia, seguramente por cercanía a la
catedral más tarde fue llamada del cementerio de la iglesia, porque era costumbre
en aquellos tiempos enterrar a los difuntos que habían vivido en jurisdicción de cada
parroquia y en la iglesia de la catedral les daban sepultura.
Calle de los Santos de Piedra
A pesar de que se ha intentado llamar a esta vía de distintas maneras, desde los
tiempos de la colonia el pueblo siempre se ha referido a ella con el mismo nombre.
En algún momento de la historia el Concejo Municipal ordenó que esta calle llevara
el nombre del ilustre mártir de la independencia, coronel Pantaleón Germán Ribon.
Alrededor de 1570 se le dio el nombre de Calle de La Catedral y luego se le atribuyó
el de El Faro. Finalmente, desde el año 1681 hasta 1712, luego de que se ordenara
la elaboración de una serie de efigies de piedra para adornar la Catedral con las
formas de los santos San Pedro, San Pablo, San Gregorio y San Sebastián, la calle
adoptó el nombre que aún conserva en la actualidad.
CALLE DEL COLEGIO: El colegio era el Real Colegio de San Carlos Borromeo, su
nombre oficial de esta calle es Calle de nuestra señora de Begoña, como devoción
a la Santísima Virgen.
CALLE DEL COLISEO: esta vía se ha conocido por los nombres: calle de Nuestra
Señora de Belén, Calle del Colegio, Calle del Teatro y Calle del Coliseo. Este
nombre ha perdurado hasta nuestros días.
Durante los tiempos de la colonia en Cartagena este lugar era conocido como la
Calle de Nuestra Señora de las Carretas. Según algunos testimonios en esta vía se
reunían todas las carretas que operaban en la ciudad, pero otros le atribuyen el
nombre a la terminología militar, donde la palabra “carreta” significa galería. De esta
manera las carretas servían para llegar a salvo hasta la muralla cuando las plazas
sufrían algún tipo de ataque. Con el transcurso del tiempo la gente fue adoptando
el nombre con el que actualmente se le conoce.
Calle del Tablón
Calle Gastelbondo
Calle la Mantilla
Calle de la Soledad
Hoy están repletas de puestos de chucherías y comida. Su nombre fue tomado del
célebre visitador español que fue gobernador de la provincia de Cartagena en 1536,
don Juan de Badillo, quien vivió en ambas vías. Encarceló a Pedro de Heredia y lo
sometió a un tortuoso proceso judicial.
CALLE DE SAN AGUSTÍN: Fue llamada por muchos años como calle de nuestra
señora del consuelo o de San Agustín Chiquita, nombres derivados de la Capilla y
Convento de San Agustín de gran importancia durante la era Virreinal.
Calle de la Universidad
Esta calle ha tenido varios nombres. Primero se llamó calle Rafael Calvo, por orden
del ayuntamiento se estableció que llevara el nombre de este destacado y meritorio
hijo de Cartagena, quien vivió muchos años en esta vía. Luego, a raíz de la
fundación de la primera escuela pública de niñas, llamada “La Igualdad” adoptó el
mismo nombre, y hoy es llamada Calle de la Universidad en honor al Alma Mater de
Cartagena.
CALLE DEL CUARTEL: nombre oficial calle de Nuestra Señora de La Divina
Pastora y llamada calle del cuartel por el cuartel del regimiento fijo, creado por el
orden del Virrey D. Manuel Guirior en 1773.
Se la denominó así por haber vivido en ella el célebre don Sancho Jimeno, general
español que defendió el castillo de Bocachica cuando el barón de Poitiers atacó a
Cartagena el 13 de abril de 1697.
CALLE DE DON SANCHO: su nombre oficial es calle de nuestra señora de La
Merced. Es posible que su nombre se deba al legendario Don Sancho Jimeno de
Orozco, quien fuera gobernador en 1693, 94 y 95.
Calle de la Merced
Su nombre proviene por que en el lote del terreno que ocupa el Teatro de Heredia,
existió la Iglesia de la Merced
Calle Estanco del Aguardiente
En la época de la colonia, el alcohol y el tabaco eran privilegio de los españoles. En
esta calle, se encontraba el único estanco del aguardiente autorizado y es esta
edificación la que le da el nombre a la calle. En los años posteriores funcionó en sus
instalaciones el colegio de la presentación, eternizado en la obra de Gabriel García
Márquez, por ser el colegio donde estudió Fermina Daza, la protagonista del amor
en los tiempos del cólera. En su patio, se encuentran túneles que usó algún virrey
en la colonia, para llegar hasta una bóveda del Castillo San Felipe de Barajas.
Cabe aclarar que en el Caribe colombiano se hace una chicha que es dulce a
base de maíz, arroz, avena, guanábana, tamarindo, entre otros. Distinta a la
chicha que se consume en el interior del país, especialmente en el departamento
de Boyacá, que es un brebaje fermentado con resultados embriagantes.
No hay certeza si en verdad existió tal casa que comercializaba esta bebida, lo
cierto es que el nombre de la calle es oficial, y ostenta la casona donde hoy
funciona nuestra Sede Centro.
Con una arquitectura colonial, balcones bien conservados y dos enormes puertas
o portales, la sede de la Chichería se convierte en un escenario propicio para el
estudio, con salones aclimatados y cómodos que están listos para recibir a los
estudiantes de esta Escuela de Verano.
calle de la moneda
La primera oficina para acuñar monedas en Cartagena de Indias fue fundada por
el capitán Alonso Turrillo de Yebra, en 1620, en una casa de alquiler. Diez años
después el Cabildo autorizó construir una Casa de la Moneda, propiamente dicha,
en el barrio San Diego.
Las crónicas aseguran que durante el sitio impuesto a Cartagena en 1815, en esta
Casa se fundió el sepulcro de plata de los frailes Agustinos, con un propósito no
esclarecido al día de hoy. Dicho sepulcro pesaba ocho mil onzas y era una de las
más valiosas reliquias religiosas que salían en la procesión pascual del Viernes
Santo.
Hay en esta calle una casa que es reconocida como "tenebrosa". Allí vivió Miguel
Cuero, un tipo muy avaro y rico que heredó su fortuna de unos parientes. Este
personaje resolvió un día cambiarse el apellido a Quero, puesto que a su madre
antes la llamaban "Cuero de gato curtido", y esto como que le causaba vergüenza.
Dedicado a cuidar su preciado tesoro, una noche escuchó ruidos en su casa y
acudió a ver qué pasaba. Llegó hasta el baúl donde guardaba sus haberes y
comenzó a contar todas las piezas, una por una. En esto estaba, cuando la pesada
tapa del baúl le cayó encima de la cabeza y así terminó sus días el avaro de Miguel
Quero.
Al cabo de un tiempo el olor del cadáver alarmó a los vecinos que avisaron a las
autoridades, quienes entraron a la fuerza en la casa hallando el cuerpo inerte
hinchado de gusanos. Pronto surgieron leyendas alrededor de la casa. Tarde de
noche no había quien osara siquiera pasar frente a la casona.
En cierta ocasión, un "valiente" que se fumaba un cigarro frente a la casa para
calmar el susto vió como alguien le pedía candela desde el balcón, y privado quedó
el tipo al ver una mano larga y huesuda que le arrebataba de la propia boca el
cigarrillo. Una vez llegó un antioqueño con el propósito de erradicar de una vez por
todas a los fantasmas y pidiendo permiso se alojó en la mansión. Esa misma noche,
después de acostarse, el paisa escucha unos ruidos y acude armado de revólver a
ver qué pasaba. Pasó una sombra delante suyo y el hombre descargó seis tiros de
una vez. Y estupefacto vió como le devolvieron las seis balas mientras una
fantasmal voz decía: "A mi no me hacen daño tus balas; ahí te las devuelvo".
Dicen que el antioqueño quedó loco luego de este suceso y terminó sus días
recluido en un manicomio.
En esa calle vivía un señor y pocas casas después de su residencia vivía una
familia de apellido Villareal. De las hijas de Fernández sobresalía una niña llamada
Constanza donosa inteligente bondadosa y bonita. Jerónimo Villareal se enamoro
perdidamente de ella. Una mañana, muy temprano varios miembros de la familia
Fernández y Villareal se vieron cara a cara. Las espadas salieron a relucir y se armo
una gran batalla. Cuando del templo de santo Toribio se dejo oír la campanilla del
monaguillo que marchaba detrás de un sacerdote que portaba el santísimo el cual
iba a visitar a un enfermo grave vecino de la calle. Cuando los contrincantes se
dieron cuenta de que el viatico pasaba inmediatamente suspendieron la pelea y
todos marcharon detrás del sacerdote y este les dio un platica cristiana. Los
Fernández y los Villareal sintieron dentro de su pecho algo nuevo que los lleno de
inefable regocijo. se miraron unos a otros sonrieron se acercaron y se estrecharon
las manos . Desde aquel momento la paz cobijo a las dos familias y la calle teatro
de la refriega se llamo “el santísimo”
Según los cuentos populares de los cartageneros y dentro de su argot propio, “se
cuenta que en ese callejón una señora dio a luz a Siete niños, y un monarca español
de la época, admirado por la fecundidad de la mujer, decidió concederle 50 ducados
por cada uno hasta que los muchachos alcanzaran la mayoría de edad”.
Otra versión dice que en esa calle vivía un español de apellido Infante, que tenía
siete hijos y una hija. Según el libro Plazas y calles de Cartagena, de Raúl Porto del
Portillo, “la niña era el espejo de Venecia de un viejo arruinado. Una noche, los
amantes furtivos decidieron darse a la fuga (se salieron a vivir), pero alguien avisó
a los hermanos y estos salieron tras la muchacha hasta el embarcadero. Ahí se
inició una descomunal batalla entre los siete hermanos de la novia que se fugaba y
los marineros. Después de una lucha encarnizada, los siete jóvenes Infante
quedaron muertos sobre la borda del barco. Al día siguiente, siete cadáveres
salieron de esa calle rumbo al cementerio”.
Desde ese momento, la mayoría de las calles de la Ciudad Vieja empezaron a ser
bautizadas por el cabildo con nombres de advocaciones de la Santísima Virgen.
Sin embargo, los fueron cambiando por los de importantes vecinos que habitaban
en ellas o por causas difíciles de explicar. Ese ocurre con las dos versiones de la
calle de los Siete Infantes.
Según los cuentos populares cartageneros, en ese callejón una señora dio a luz
un día a siete niños, y el monarca español de la época, admirado por la
fecundidad de la mujer, decidió concederle 50 ducados por cada uno hasta que los
muchachos alcanzaran la mayoría de edad.
Otra versión dice que en esa calle vivía un español de apellido Infante, que tenía
siete hijos y una hija. Según el libro Plazas y calles de Cartagena, de Raúl Porto
del Portillo, la niña era el espejo de Venecia de un viejo arruinado .
Una noche, los amantes furtivos decidieron escapar, pero alguien avisó a los
hermanos y estos salieron tras la muchacha hasta el embarcadero. Ahí se trabó
una descomunal batalla entre los siete hermanos de la novia que se fugaba y los
marineros . Después de una lucha encarnizada, los siete jóvenes Infante quedaron
muertos sobre la borda del barco. Al día siguiente, siete cadáveres salieron de esa
calle rumbo al cementerio.
El nombre de esta calle, que es donde Gabriel García Márquez tiene la casa que le
construyó el arquitecto Rogelio Salmona, le viene porque una vez terminada la
iglesia de Santo Toribio, el curato de los sacerdotes que administraban el templo
quedaba en la casa de al lado.
Esta calle era un paso obligado para llegar al cementerio de San Diego. En esa
época la epidemia del Tablón, acabó con un buen porcentaje de la población.
Muchos entierros pasaron por esta calle y las personas que cargaban el ataúd, se
tropezaban y caían. Los habitantes decían que un duende se divertía haciendo caer
a los muertos, y desde ese suceso, relacionaron la calle como: “allá donde tumban
los muertos”.
Para mediados de 1876 Cartagena fue asolada por una terrible epidemia que
llamaron "El Tablón", que no fue otra cosa sino lo que hoy conocemos como un
resfriado muy fuerte. La peste acabó con bastante gente en la ciudad. Hubo casas
donde no sobrevivió nadie.
Cuando los vecinos del barrio de San Diego iban a enterrar a sus difuntos tenían
que pasar por esta calle y hubo la casualidad que en dos o tres veces, por el pésimo
estado de esta vía, los que cargaban el muerto cayeran con todo y ataúd por el
suelo.
Y desde ese año de 1876 cada vez que alguien quería dar una dirección de la calle
decía: "allá en la calle donde tumban los muertos". Y según dicen que a los vecinos
hasta se les ocurrió que en esa calle había alguna clase de duende que festejaba
cuando hacía caer a los fúnebres transeúntes.
Mas que historias son grandes legados, a Calle de la Carbonera, la cual inicialmente
se llamaba "Nuestra Señora de Campeche" y luego tomo el nombre de La
Carbonera ya que en una de las casas (Actualmente marcada con los números 38-
73) se almaceno el carbón que los campesinos traían para la venta en la ciudad. No
había donde depositar la gran cantidad de carbonilla y se veían en la necesidad de
regarlo por el patio, contribuyendo a la elevación del terreno y a que toda la calle se
vistiera de negro. (Cotelco- Traviata).
Description
La construcción actual data de 1930 y estuvo abierta hasta 1972; pero la primera
plaza que se levantó en la zona se hizo en 1893, por Carlos Vélez Daníes y su
hermano Fernando. Después de la Guerra de los Mil Días esa primera plaza fue
desmontada y en 1908, según el libro Nomenclator Cartagenero de Donaldo
Bossa Herazo, los visionarios hermanos Vélez Daníes construyeron una segunda
plaza también en la Serrezuela. Los vestigios que quedan de esta plaza todavía
reflejan su estilo rabe y neomudejar en los capiteles, arcadas y zócalos, en los
balcones y en los acabados. La plaza que actualmente se cae es la tercera.
Aunque la hierba y el monte hayan penetrado entre las rendijas de la madera que
ya est podrida por la humedad y reseca por el sol, esta plaza de toros se sostiene
gracias a la sencillez con que fue construida y a la historia que guarda en la arena
y sus tendidos.
Al pasar por la Cárcel de San Diego, en la calle del Campo Santo, un vecino me
cuenta que una vez, hace muchos años, dos reclusos entraron en su casa. Se
metieron por el techo, lo obligaron a callar y se escondieron bajo una cama para
luego huir por la puerta principal. Se fugaron.
Y recuerda también cuando presenció una golpiza de ‘padre y señor nuestro’ a un
detenido. “El señor estaba tomando licor con una dama en Bocagrande, pero a la
hora de la verdad, cuando ya iban a acostarse, se dio cuenta de que no era una
mujer, era un travesti. Ese era el detenido”, recuerda. Tiene infinidad de
anécdotas, como muchos vecinos, sobre el reclusorio que alteraba al barrio con
fugas y motines constantes.