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Según el eminente crítico japonés Kojin Karatani,

el nacionalismo surge de la confluencia y soldadura de diversas


tradiciones culturales: el liberalismo y su insistencia en la libertad,
la democracia y su reivindicación de la igualdad y, finalmente, el
comunitarismo y su énfasis en la solidaridad. Los valores centrales
que instituyen la nación son, pues, la libertad, la igualdad y la
fraternidad.

Añade Karatani que hasta el momento en que estas tradiciones


no se articulan no podría hablarse de una nación. Pero una vez
que se sueldan conforman una unidad que es prácticamente
imposible de revertir. Y la nación es el marco que hace posible la
vida civilizada.
Quizá lo más interesante de sus reflexiones es la
complementariedad entre estas tradiciones. Por ejemplo, un
aumento de la desigualdad económica promoverá la participación
política que, en aras de la democracia y la solidaridad, impulsará
una acción estatal correctiva, la búsqueda de un nuevo equilibrio
entre grupos sociales. Si una sobrerregulación asfixia la libertad, el
resultado será una caída de la inversión y una crisis económica que
llevará a la simplificación legislativa. Y una intensificación
desproporcionada del nacionalismo conducirá a una
empobrecedora hipertrofia del Estado y una consiguiente defensa
de los derechos individuales.

Entonces, la nación es un espacio social en el que surgen


desequilibrios que tienden a generar fuerzas que los neutralizan.
Por tanto, se trata de una forma de organización social que no
descarta el conflicto pero que lo canaliza en una forma que excluye
la violencia.
¿Y qué del nazismo y el comunismo? Desde la perspectiva
de Karatani se tendría que decir que ambas rechazan la
diversidad del clase social. pueblo para interpelar a la gente en
base a los conceptos de raza y clase social.
NACIONALISMO EN LATINOAMERICA:

el concepto de nacionalismo que se está formando en la región muy


distinto del generado en Europa en el siglo XIX y aún entrando el
siglo XX, que dio lugar a tan funestas luchas y disputas que han
retardado el progreso de la humanidad. Por eso, la experiencia
europea en esto - en cuanto la experiencia es también historia de
errores - ha sido y tiene que ser todavía muy útil para que los
pueblos de Latinoamérica se alejen del monstruo que comporta la
deformación del nacionalismo.

Y no es que en Latinoamérica el fenómeno deformante haya


terminado. Por el contrario, subsisten todavía modalidades que,
dentro de una perspectiva optimista, comportan algo así como los
estertores de una etapa muy negativa.

Se puede, por ende, hablar de un nacionalismo negativo; y de un


nacionalismo afirmativo, progresista, que paradójicamente se
internacionaliza: y, tomando un nuevo nombre: Nacionalismo
Latinoamericano no descarta tampoco las distintas vertientes
humanistas que impulsan al entendimiento universal, a la
cooperación, a una interdependencia de pares (iguales no sólo
jurídicamente sino en las condiciones de vida digna para el
desarrollo).

Otro ingrediente del nacionalismo negativo es la predestinación


biológica de cuya noción surgen todas las formas de racismo que
han operado y aún operan en varios países de Europa, en los Estados
Unidos, en el Asia; y que no deja de tener algunos herederos y
albaceas en la América Latina. El darwinismo social, pensando en la
supervivencia de los más fuertes que se supone aporta la biología (lo
que es científicamente discutible), ha alimentado sin duda alguna
aquello de la predestinación biológica.
El nacionalismo, una idea que se nos inculca desde la niñez,
no es sólo una ideología, sino una visión del mundo
ampliamente difundida y firmemente arraigada. Mientras
crecemos, tanto en el hogar como en la escuela, el
nacionalismo se nos presenta como algo que debemos sentir
obligatoriamente: el amor a nuestro país y la cultura por
encima de todo los demás. Nuestros mayores nos enseñan a
amar nuestra bandera y el himno nacional, y a
enorgullecernos de nuestra historia.
Sin embargo, para que exista el nacionalismo, también es
necesario un sentido de pertenencia a una nación. Y por
nación, me refiero a un grupo de individuos (o ciudadanos)
que viven en un territorio definido y se organizan bajo una
estructura legal. No necesariamente tienen que compartir
características similares, como la cultura, el lenguaje, y los
símbolos .
En muchos sentidos, el nacionalismo fomenta el sentimiento
de la propia nación como superior a las demás, lo que
promueve el racismo y la xenofobia. Tales sentimientos
conducen a la condena de la inmigración, y hasta a la
oposición por parte de grupos extremistas hacia la
importación de bienes que no se producen en su propio país.
Si miramos hacia atrás en la historia, veremos que el
surgimiento del nacionalismo ha llevado a catástrofes
globales: la Primera y la Segunda Guerra Mundial, por
ejemplo, representan el epítome de los peligros del
nacionalismo. Aunque no hay nada malo en tener un sentido
de pertenencia a un lugar específico, los políticos han
utilizado el nacionalismo para justificar los conflictos y
disfrazar la injusticia bajo la bandera del patriotismo.

El nacionalismo es el hermano
bien vestido del racismo
El concepto de sentirse orgulloso de un accidente geográfico
siempre me ha eludido. No siento que celebrar mi lugar de
nacimiento me dé identidad o me haga más o menos persona.
Tampoco siento afinidad por ver un pedazo de tela pintada en
un mástil y no lo identifico como parte de mí.

Sé que este es un sentimiento poco popular y que puede


percibirse como algo hostil, pero a decir verdad, yo soy el que
siente que las fronteras y el patriotismo son algo hostil, pues
creo que su único propósito es segregar grupos y enfatizar las
deficiencias de otras naciones. Siento que el nacionalismo
nace de la necesidad de las personas de encubrir su
carencia de cualidades individuales por lo que adoptan las
virtudes de su nación como propias. Esto lleva a ciertas
personas a buscar su identidad fuera de sí y a identificarse con
la personalidad colectiva.
“ElNacionalismo es una enfermedad infantil.
Es el Sarampión de La Humanidad” ------ ALBERT
EINSTEIN.

Las celebraciones de identidad nacional parecen primitivas,


absurdas y en algunos casos peligrosas, pues el nacionalismo
puede transformarse muy rápidamente en un “nosotros
estamos bien y ellos están mal” que usualmente termina en
conflicto y en guerra basada en “hay que acabar con ellos”.
Podría decirse que el nacionalismo es una mentalidad de
pandillas llevada a escala global, en la que la búsqueda de
identidad individual no hace más que separar a la misma
especie en diferentes bloques según ideología, color o
costumbres y celebrar esa forma de pensar me parece
estúpido.

Entiendo que, en la actualidad, el establecimiento de fronteras


impuestas según raza, forma de pensar, religión y abundancia
o escasez de recursos territoriales es un mal necesario, pero
creo que es un concepto que perderá relevancia con el
tiempo, pues poco a poco nos hacemos más conscientes de
que somos una misma especie con diferencias mínimas sin
importancia. Cada vez tenemos más compasión por los
inmigrantes, de las víctimas inocentes de la guerra y de
aquellos que son marginados simplemente porque nacieron
en un país en conflicto ideológico con otro. Poco a poco
somos más… humanos.
“Cuantas menos razones tiene un hombre para enorgullecerse
de sí mismo, más suele enorgullecerse de pertenecer a una
nación” - Arthur Schopenhauer

La necesidad de establecer países y fronteras nace de la


escasez de recursos y el sistema actual está totalmente basado
en esta limitante. La tecnología nos ha ayudado a generar
cada vez más abundancia, lo que nos permitirá cambiar
drásticamente nuestra forma de organización social y nos dará
la posibilidad de establecer un sistema más inclusivo, eliminar
las fronteras y declarar al planeta como el hogar de toda la
humanidad, pues ya no tendremos la necesidad de acaparar y
robar recursos para sobrevivir.

Sé que en nuestra era esta ideología parece totalmente


utópica, muy inocente y hasta risible, pero confío en que el
humano cambiará radicalmente su forma de actuar una vez
que la abundancia se haga presente y se dé cuenta de que
compartir deja mucho más que acumular.

La naturaleza es holística y se compone de un todo, tenemos


que abandonar la idea de que somos pequeños conjuntos de
individuos persiguiendo sus intereses personales y dejar de
enorgullecernos de ello, tenemos que darnos cuenta de que
formamos parte de un solo planeta y que en realidad todos
somos el mismo individuo formado por experiencias
diferentes.

Propongo un futuro en el que se eliminen las fronteras y


donde se declare al planeta como propiedad de todos sus
habitantes. Que nuestra nacionalidad sea humana, nuestro
país el mundo y nuestra religión sea el bien.

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