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ae Enrique Otte Cartas privadas de emigrantes a Indias 1540-1616 ENRIQUE OTTE CARTAS PRIVADAS DE EMIGRANTES A INDIAS 1540-1616 Con la colaboracion de GUADALUPE ALBI Prélogo de RAMON CARANDE Y THOVAR os FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO. PROLOGO «No dejes para maana lo que puedes hacer hoy»; asi lo dice el refrén, y el refrdn tiene razin. Si lo hubiera escuchado entonces, hoy me veria libre del tormento causado por la conviccién de que no puedo hacer ya lo que dejé de hacer ayer. "Son iristes las experiencias seniles de quienes estamos acostumbrados a gozar leyendo, o escribiendo lo que nos apetece, 0 a caminar sin cansarse, 0 a viajar, 0 @ conversar, ele. 0 a dormir a pierna suelia. Hoy, a mis experiencias las acapara el aburrimiento, con la sensa- Cibn de la interminable pérdida de tiempo, sin ocupacién alguna, sin ganas de emprender ‘trada duronte el dia y sin suetio durante la noche. Cierto que, pese a todos los pesares, sigo disfrtando éptima salud, merced incalculable, compaiiera mia de 98 afios "Retrocediendo, en el tiempo, explicaré el porqué de estas alegaciones que el refran me ofrece. ‘Seria en el aio 1949, 0 en otro inmediato siguiente, cuando en la Universidad me ocu- rrié algo que habria sorprendido a cualquiera en mi lugar. Uno de los escolares, un mucha- tho, Enrique Otte, en quien hasta entonces apenas habia yo reparado, me pedia, humilde- mente, permiso para escribir en alemdn el ejercicio de examen de prueba de curso. Temia no poder escribirlo correciamente en castellano. Sin reparo alguno accedi a su demanda. En alemdn escribid su ejercicio, y obtuvo buena nota. Miquel estudiante, nacido en Madrid de padres alemanes, levaba poco tiempo viviendo en Sevilla, y en cuanto a sus relaciones, a partir de aquel suceso, comenzaron a intensificar- Se: nos velamos con frecuencia y pronto nos hicimos amigos. Me comunicaba, dentro y fuera de la Universidad, lo que estaba haciendo o se proponia hacer. Ponia afan en el trabajo, te- nia ganas de instruirse y de prosperar, y no le faltaban tuces. Dominaba su lengua madre y Se expresaba correctamente en castellano, en francés y en inglés. Su laboriosidad obstinada ) hicida, peculiar de las gentes alemanas (por las que siempre he sentido simpatia). «mayor que la mia» me dijo alguna vez, y, como a mi mismo me ocurre, se sentia muy a gusto en Sevilla, su pueblo, como él ta llama. f ‘Aiios mds adelante (no puedo precisar las fechas) fueron acusdndose nuestras afinida- des. Creo que seria a partir del momento en que me descubria Enrique Otte su aficion al es- tudio de la Historia. Y (si no me hago ilusiones) bien puede ser que yo llegara a ser, cerca de Enrique, el promotor de aquella futura vocacién. ‘Reconozco, como propia machaconeria, el convencimiento de que a mejor tarea de quienes se dedican a la ensefianza consisie en desvelarse para averiguar cual podria ser la wrcacisn de los aprendices que tienen encomendados, 0 ellos mismos se encomiendan. Teualmente he repetido, hasta la saciedad, que el secreto det hallazgo de cualquier vocacién ‘estd en comprobar qué es lo que cada uno de aquelios llegan a hacer bien, o cada vez mejor; ‘aquello que les gusta. De aqui que yo denomine gozoso el trabajo realizado en afanes de nuestra vocacién. Quienes consiguen tanto son para mi, seres privilegiados en cuanto pue- den vivir haciendo lo que apetecen. ‘La vocacién de Enrique Otte no tardé en aparecer. De ta Historia le atraia, en primer término, lo concerniente a las Indias, a partir del Descubrimiento del llamado Nuevo Mun- do (Estos vocablos me hacen recordar un nombre preclaro que ha sabido sacarles jugo y ex- plicar su uso y su sentido. Estoy pensando en el portentoso Antonello Gerbi). Ocioso serd Ueclarar que Enrique no podia esperar de mi gran cosa en aquel campo de trabajo, ni tam- poco le faltarian maestros en Sevilla, excelentes algunos, y menos habrian de faltarle papeles desde que descubriera los que guardaban los archivos. 7 8 ENRIQUE OTTE, Entre los maestros pienso, en primer término, en un profesor alemén que, huyendo de los horrores de Hitler, habla venido a Espana, y fue bien acogido por algunos colegas y se instald en Sevilla, no recuerdo desde qué aflo, pero entre nosotros aprovechs el tiempo estu- diando, ensenando e investigando. Las obras que escribié en Espana fueron publicadas por la Editora Nacional en tiradas demasiado cortas como lo denuncia hoy su rareza y desde que aparecieron vienen ganando autoridad. Los temas tratados por Konetzke, en gran parte novisimos, tenfan pocos cultivadores en nuestra historiografia, y son de tal sustancia que han determinado nuevas preguntas para las cuales, sobre las fuentes, Konetzke obtuvo res- puesta, Era Konetzke disctpulo de Meinecke, muy estimado por sus colegas, en su pats y en el nuestro. Aqut, repito, tuvo buena acogida en la Universidad y fue asiduo cliente del Archivo General de Indias. Pero, reconozcdmosto, la Universidad cometié un error, una tor- za y una injusticia al no hacer con empeno lo necesario para dejar inserto su nombre en el escalafon de catedrdticos universitarios de Espana. __ Me parece decisiva la influencia de Konetzke en la formacién de Enrique Otte y, mas ‘atin, en su trayectoria académica. No puedo decir otro tanio de mi protectorado. En los iltimos aftos de mi cdtedra muy poco pude hacer a su favor y el de su inmediato porvenir. Unicamente un puesto de ayudante de mi edtedra, con problemdtica retribucién. Ni yo ni él, éramos personas gratas, mds bien estdbamos en entredicho y tuvimos que sufrir algunas humillaciones. Desde 1957, aho de mi jubilacidn, seria atin mds dificil que en la Universidad pudiera favorecerle. ‘No por eso dejaba Otte de trabajar seriamente. Las obras que escribe en Sevilla, no to- das publicadas, lo certifican. Persistia su labor en tos archivos. Principalmente en el de In- dias, pero no se cansaba de buscar manuscritos. Acaso no dejara de escudrifar en ninguno de los excelentes, y desatendidos, archivos sevillanos. Recuerdo haberle otdo hablar de ha- Mazgos suyos en el de la Audiencia, especie de fortin inaccesible para los investigadores. Por lo que dije del refrin no pretende esie prologuitlo juzgar las obras del autor. Presu- ‘mo que si me lo pidid, para sus cartas de Indias, serta recordando mi entusiasmo por la co- rrespondencia epistolar de la que tengo dadas pruebas en mis publicaciones. Hace tiempo leia con delectacién la edicion inglesa de muchas menos cartas que las contenidas en este li- bro. Estas son, claro estd, mds legibles y estén perfectamente comentadas, pero como dije antes, del total de la obra de Enrique Otte, me libraré muy bien de criticar teniendo en cuenta la fdbula del raposo que no pudo aleanzar por estar muy altas las uvas de la parra. Espero, tengo por cierto, que Sevilla solicitard su presencia en los ceridmenes que se or- ganizan para festejar el V. Centenario del Descubrimiento de América. Raro serd el Con- greso de Historia de las Indias que no reclame su presencia en Europa y en América. ‘No puedo ocultar mi gozo siempre que pienso en el prestigio de Enrique Otte. Sin hori- zonte en Sevilla, al pasar a Alemania, pronto fue reconocido. Alli se ganaba a pulso, paso a aso, sin pausa y sin prisa, con autoridad auténtica, el puesto que ocupa en la Universidad Libre de Berlin explicando Historia de las Indias. Le pido que me perdone la pobreza de este prologuillo que no da idea de mi carifo y de mi admiracién por aquel muchacho que escribla en Sevilla su ejercicio de examen en alemdn y que, desde entonces, me enorgullece siempre que declara ser discipulo de Ramén Carande. RAMON CARANDE ¥ THOVAR En los expedientes de solicitud de licencia de emigraciGn a Indias del Archivo General de Indias se encuentran 650 cartas escritas por emigrantes espaiioles, pobladores de Indias, a sus familiares 0 deudos, que los nuevos emigrantes adjuntaban a sus solicitudes como piezas de prueba. La mayoria de las cartas, por lo tanto, son cartas de Hamada.) Las 650 cartas fueron escritas por 529 personas, de ellas 51 mujeres, entre las cuales se encuentran nueve damas nobles. Los remitentes eran vecinos o habitantes de 108 lugares, desde el Norte de México hasta el Sur de Chile. Hay pocas villas pequefias o lugares risticos, lo que confirma Ia tesis de que la colonizacién de América era una empresa urbana. Figuran en primer lugar Jas dos capitales de América, México, con 146 cartas, y Lima, con 94. Siguen los centros industriales y portuarios: Puebla, con 38 cartas, Cartagena, con 33, y Potosi y Pana- mé con 29 cada una. Las fechas de las cartas van de 1540 a 1616. Los afios de maxima frecuencia son 1571 a 1594, con cumbres en 1574 (32 cartas), 1580 (28 cartas) y 1577 (27 ‘cartas), lo que confirma que en 1580 comenzé la «madurez» de la colonizacién espafiola de América.) Destinatarios de las cartas eran los familiares y deudos de los emigrantes-pobladores de Indias en Espafia. Figuran en primer lugar, naturalmente, las esposas, con 105 cartas; preva- Jecen en las demés las cartas a sobrinos. Destinos de las cartas, y, por consiguiente, los proba- bles lugares de origen de los emigrantes-pobladores, eran, con la excepcién de una carta, dirigida a La Habana, 189 ciudades, villas y aldeas espafiolas. De 41 cartas, escritas por 37 remitentes, ignoramos el destino. No ha sido posible identificar el destino de 25 cartas, de 17 remitentes.) Entre las 583 cartas por 475 remitentes con destinos identificados®) previ Jecen como destinos las pequeiias villas y lugares. La frecuencia de los 173 lugares identifi- ‘cados de destino por provincias de los 474 remitentes (excepto La Habana) es la siguiente: 3 Badajoz. ‘Toledo ... (1) Las cartas 4¢ encuentran en das series, tituladas «Nueva Expafiae y «Pert» (Indiferente General-LG.- 2048-2075 2077-2107). Otras solicitudes de licencia de emigracide Con carts de llamada se encuentran en las series LG. 1209 ss. y 1374s. 41 de tas 43 cartas de Pucbla, Tlaxcala y Atlixce (niims. 149-154, 156-176 y 178-191) ya han sido publicadas (Cartas Privadas de Puebla del siglo XVI», Jahrbuch fr Geschictte von Staat, Wirtschafl nd Gesellschaft Lateinamer- Kas -JOLA-Band 3, Koln Graz, 1966, pigs. 0-87, y Anuario de Historia, ato IX, México, 1977, pgs. 189-266). Adem&s than sido publicadas las carts siguientes: Nims. 27, 51, 59, 226, 276, 423, 471, 528, 583 y 391 («Die curoptischen Sied- Ter un die Probleme der Neten Well», IOLA, Band 6, Koln Graz, 1969, pigs. 1-40, una traducciGn espaiola se esté pu- blicando en México), y los miims. 554 y 597 («Semblanza Espiritual del Poblador de Indias, siglos XVI y XVIb», Verhand- fungen des XXXVIIL Intemationalen Amerikanistenkongrestes, Band III, Stutigart Manchen, 1971, pigs. 441-449). Ade- ids se han publicado, en James Lackhaet and Enrique Otte: «Letters and People of the Spanish Indies, The Sixteenth Century», Cambridge, 1976, la carta mim, 20 en facsimil, espattol ¢ inglés, y en inglés, con comentario, las cartas mms. 27,51, 89, 149, 162, 170, 174, 181, 226, $28 y 391. (2) Las canas se han ordenado por lugares de procedencia y por orden cronolégico, pero se han respetado los expe- “dientes, ordenande las distintas eartas dentro de ellos cronol6gicamente. Para facilitar Ia lectura, se ha adoptado ta orto- ‘grala edema (@) James Lockhart and Start B. Schwartz: «Barly Latin America. A history of colenial Spanish America and Bra- ile, Cambsidge, 1989, pg. 122. (G) Aguilar, Aknaguer, El Arroyo de Mérida, Carcieée, Castro Pérez, Concedo, El Corral, Geres (7), Hinajos, Horca- Jo, eubee, Melgar, Mosedo de las Caballeros, El Vinillo y Zarit. (3) Se han usado Made (Pascual Madoa: «Diccionario geogrético-estadistico-histérico de Espana y sus posesicnes de Ul- rama», 16 tomes, Madrid, 1845-1850) y el «Atlas ngcional de Espafiae, Instituto Geografico y Catastral, Madeid, 1965, 2 ENRIQUE OTTE Palencia... o Qeee ee eee enue 3 3 4 6 3 4 Valladolid ... t 2 CASTILLA LA ViidA 46 = 9.73% Leén.. 2 6 4 12 = 254% or provincias, son los siguientes: Sevilla: Alcald de Guadaira, Azaaledzar, Carmons, Espartinas, Estepa, Fuentes (La Campona). Guadalcanal, Osuna, El Pedroto, Sevilla, ‘Ayamonte, Lepe, Mopuer. » Cidiz: Cadiz, Jerez de la Frontera, Medina Sidonia, Saaldcar de Barrameda, - Cérdoba: Baena, Betalcdzar, Cordcba. - Jaén: Alcalé la Real, Bucra, Jan, Ubeda, Villarveva del Arzobispo.- Granade: Granada, Mecina-Bousbar6a, Yétor. » Mélage: Anteyuera, Malaga, Roma (7) Se ha adoptado et modelo de Peter Boyd-Bowman: «Indice geobiogrético de euarenta mil pobladores espafioles (de América en et siglo XVIs, tomo J, 1473-1519, Bogotd, 1964, pig. XXXVIL. (Véase también el segundo vohumen, 1520-1539, México, 1968), (Edicin delt. Len etree) “4 ENRIQUE OTTE 1,05% 0.63% 0.63% 0.21% 021% 0.21% = ~ 474 = 100,00 hay que tener en cuenta que cl destino de 116 cartas, de 97 re- mitentes, era Sevilla, y, como es I6gico, debido al alto porcentaje de Ia poblacién flotante, es seguro que muchos remitentes no procedian de la ciudad. Lo mismo sucede con la cifra de Castilla La Nueva, ya que el alto nimero de cartas dirigidas a Madrid (54, de 43 remitentes) se explica por el hecho de encontrarse en la ciudad la corte.®) ‘Teniendo en cuenta el caso de Madrid, los porcentajes de regiones de los remitentes de las cartas se asemejan bastante a las cifras halladas en la documentaci6n sevillana referente a la emigracién, que para el perfodo 1560-1579 da a Andalucia el primer lugar, con 37'2%, seguido de Castilla la Nueva, con 19°0%, Extremadura, con 18°7%, Castilla la Vie} 11°3%, Leén, con 4°5% y Vascongadas, con 29%. Los porcentajes para los ailos 1493-1559 y 1570-1600 son parecidos, figurando Extremadura en segundo lugar en los afios 1493-1559. Los grupos profesionales. Una exploracién de las profesiones y estratos sociales se dificulta debido a que las cartas son de carécter familiar, en las cuales prevalecen las noticias familiares, y que los emigrantes en la mayoria de los casos callaban sus actividades y en qué habfan ganado dinero, Es tipica en este sentido Ia contestacién de un emigrante-poblador de Lima que escribe a su padre en una aldea cereana de Madrid: «Preguntiis a qué he ganado lo que Dios fue servido de darme y qué oficio ha sido. Yo lo he ganado en labranzas que he hecho en el pueblo de Origancho media legua de esta ciudad de Los Reyes, y es en cantidad de veinte mil pesos de a nueve reales,(11) los nueve mil tengo en barras y reales, y las tierras que tengo me han costado otros. siete mil pesos, y en esclavos y ganados y otras cosas de casa tengo lo demas» (511). En. algunas cartas se gana la impresién de que los emigrantes-pobladores intencionadamente ca- Maban sus actividades. Por otro lado los emigrantes-pobladores pertenecfan a todas las capas _ sociales excepto las més bajas. La falta de fracasados y vagabundos se explica por el hecho de que los emigrantes slo escribfan cuando habian ya obtenido una situacién econémica holgada que les movi6 a lamar a parientes. Encontramos en los emigrantes-pobladores todas las profesiones militares y civiles. Un tipico soldado es Gaspar Mejia, que relata sus andanzas en las guerras con los Chichimecas, sin que sepamos si obtuvo encomienda: MURCIA CANARIAS . peewee «Yo sali de México quince dias antes de Navidad, y me entré ta tierra adentro, porque yo no quise ponerme a cosas bajas, y he venido a una tierra que se dice Zacatecas, que esté ochenta leguas de México, de tie- ra despoblada, y de guerra, que desde que salf de México hasta entrar (8) La corte tambiéa se encontré a veces, en Valladolid, pero nos hemos decidido en todos Hos casos de indicacion el destino wen la corte» por Madi. (9) Peter Boyd-Bowman: «Pattems of Spanish Emigration to the Indies until 1600», The Hispanic American Histo- tical Review, Vol. 56, Number 4, Ducham, November, 1976, pag. 58: (10) Tod. Los demas trabajos del autor referents alos distintos periods 20m mencionados en id. pig. $80, neta 1. (11) Bxiste una gran confusion de las unidades monetarias. Se mencionan ducados, a 375 maravedis, ¥ pesos de Aistintos reales (de a 34 maravedis): Pesos de tipuzque, de a & reales, 0 sea, 272 maravedis, de 9 reales, de 10 reales (257). De Honduras: «En- vienme su sobrino, le daré hasta 30.000 pesos de oro» (260). «Yo tengo dias ha 30,000 pe- 808 de oro aparejados para enviar a esa villa (Valencia de San Juan)» (261). Alvaro Zambra- no dice desde México: «Valia lo que tenia cuando v.m. se queria ir seis mil y 500 pesos... lo jue me queda son catorce mil pesos» (3). Diego Diaz Galiano, desde México: «Vuestra tia tiene més de diez mil pesos» (23). Inés de Solis, desde México: «De mi marido quedaron como ocho a diez mil pesos en posesiones y haciendas» (61). «Mas de 15.000 ducados vale su hacienda» (70). «Compré una casa razonable en 8.125 pesos, unas casas muy buenas, casi las mejores de esta ciudad», escribe Francisco Palacio desde México (96), Manuel Pérez. de Rojas escribe desde Panamé: «La hacienda que tengo es toda raices, porque silo en casas y negros debe de haber més de treinta mil ducados, y en ganados y barcos y otras cosas habré otro tanto» (287). El bachiller Jiménez Cuadrado, también desde Cartagena: «Eché la mayor parte de mi hacienda en casas y otras que labré ... que con aquella venida del inglés perdi mucho, por- que me derribaron unas casas...ne cost6 més de nucve mil pesos la burla» (348), De Tama- lameque: «Me he casado con una sefiora viuda, hermosa, principal y rica... tiene cinco mil pesos de oro... vale mi hacienda y la que tengo a cargo de cuatro sobrinos de mi mujer més de veinte mil pesos, y tres pueblos de indios que rentan dos mil pesos cada un afio» (359). El capitén Alonso Rodriguez de Villaenizar, habitante de Caceres: «...son tres mil pesos de renta, que son més de 4.000 ducados, y pan para sustentar la gente de mina, que son cua- renta piczas... y dandome Dios diez. afios de vida, son 40,000 ducados, 4.000 ducados cada afio» (366). De Anserma: «Tengo dado a un vecino de esta gobernacién ocho mil pesos para que con clos granjee» (383). Francisco Suarez Perea, desde Almaguer: «Vale la hacienda de nuestro tio de sesenta mil pesos arriba, y la de nuestro hermano de treinta Rodriguez, desde Lima: «Loores a Dios yo tengo de cincuenta mil pesos de plata arriba, sin deber de ellos cosa alguna» (490). Francisco Néiiez, desde Guamanga: «Dios me ha dado plata, y en cantidad, sea Dios loado, de treinta yo vivo en esta tierra rico y hon- radamente» (531). Del Cuzco: «Tengo diez quince mil ducados» (536). Sebastidn de Vera, més de veinte mil ducados» (550). Juan Sanchez de Galvez, igualmente desde Arequip «Yo tengo, gracias sean dadas a Dios, més de sesenta mil ducados» (561). Gonzalo Valdés, que salié disgustado de Espafia, ¢ iba anénimo, para que no le conocieran, alcanzé 30.000 ducados (568). Alvaro Ramirez, desde La Paz: «Mi hacienda vale mas de sesenta mil ducados» (579). Nueve cartas corresponden a (ir ndustriales) sobre todo los industriales de pafios de Pue- bla. Juan de Brihuega tenia un obraje con doce telares de pailos «con la gente que es menes- ter en Gl, y tengo cuatro negros y una negra». Pide a su hermano que venga, para regir las perchas y'el batén «porque apenas hallamos ac oficiales que entiendan» (161). Macario de Anzures tenia una estancia de pastel, colorante que gast6 en su tinte y obrador. Lamenta también que «ac4 se hallan muy pocos oficiales para batanes» (163). Diego de Pastrana, CARTAS PRIVADAS DE EMIGRANTES A INDIAS 19 como los dems originario de la Alcarria("®),fue igualmente sefior de un obraje (160). Maria de Carranza pidid «dos oficiales teyedores de cordellate, y que peinen, y otro oficial de cere- ro» (181), Solamente aparece en las cartas un sefior de ingenio de azucar, Alvaro Ramirez, de La Paz (579), y una mujer, doa Beatriz de Contreras, que se dedica a la pesqueria de perlas, de la isla venezolana La Margasita, que escribe: «Quedarianme como de ocho 0 diez mil pesos en negros de sacar perlas, que es la granjeria de esta tierra» (634). Cuatro cartas corresponden a transportistas» Francisco de Leén escribe desde México a su madre: «Seftora madre, yo he mercado aca"una recua de treinta y scis mulas y cuatro ne- g70s, lo cual me, costé seis mil pesos» (20). Otro hombre de México escribe que compré una recua y unas casas (69). Un tiombre de Puebla tenia ocho carros (177). Oimos de un hombre de Veracruz que sirve a sus carretas y criados en Ilevar las haciendas de un mercader «a tie- rra adentro» (196). mae 29 cartas corresponden a artesand& Varias son de artesanos textiles de Puebla, Sastres de Puebla dicen: «Tenemos tienda de pafios, con cinco 0 seis obreros». Les iba muy bien, por los precios mas altos que en Castilla: «Alla nos daban por un ferreruclo y un sayo ocho reales, acd nos dan treinta y dos, y por un judén estofado nos dan tres pesos, que son veinte y cuatro reales, y por uno de mujer dan dieciseis reales» (170). Una raz6n de la prosperidad de los artesanos textiles era el clima. Sebastiin Carrera escribe desde Lima a su mujer: «To- dos se visten las ropas hechas aca, y no dura un vestido mas de un aio, porque es el polvo tanto que come la ropa. Y por tanto vale mucho el oficio de_v.m. » (425). Un sedero de México eseribe que tenia seis esclavos que le devanaban seda (78). Dos cartas corresponden a barberos, ambos de México. Uno afeité a los frailes agustinos, a 120 pesos por afio. Ade- feité en otros conventos. Posteriormente los agustinos le dieron 150 pesos (42 y 126). i$ cartas corresponden a curtidores, considerado como «principal oficio» (53). Alonso Ortiz, de México, tenia ocho indios y un negro, y no hacia mas de «solicitar a décima» y vender y comprar. Alquilé una teneria a 90 pesos de tipuzque, y otra después por 100 pesos de minas. No encontraba indios de su oficio, pagindoles a 30, 20, 15 y 10 pesos. Compro tun negro por 350 pesos. Tenia la carniceria de Suchimilco por la mitad, y vendieron los cueros al pelo, a dos pesos cada cuero, y los compraron a once reales, o sea, 374 maravedis. ‘«Es carniceria donde caen tres mil novillos, y esta a tres leguas de México». En un afio gand horros 500 pesos (51-54). Un zapatero de Guatemala dice que los parientes de su mujer le preguntaron si queria usar el oficio. Al decir que queria poner tienda, le dieron 100 duca- dos. Puso con ello la tienda y empleaba tres oficiales y un aprendiz (243). Otra carta es de un zapatero de La Habana (639). Las oportunidades de artesanos eran grandes: «Se gana mejor de comer que no en Espafia, especialmente en el oficio de la panaderia» (208). «Si su hermano sabe acabadamente el oficio de alquimista, véngase también aca a mi costa, que yo Je prometo que en tres afios tenga ocho mil pesos» (178). Una mujer de México escribe: «He puesto a Bartolomé a bordador y lo toma muy bonitamente» (82). Juan Sedefto escribe a Diego Lépez, cerrajero en La Puente del Arzobispo: «Su oficio de v.m. es muy bueno para esta tierra, que ganaria muy bien de comer, si viniese a ella» (334). Una mujer de Yucatin escribe: «Mi marido era pintor y dorador de muchas obras de retablos en monasterios € igle- sias» (209), De Cartagena: «En esta tierra no se usa el oficio de guadamecilero, pero arriba en el Peru sin (337). Ademas tenemos cartas de un gorrero de Cartagena y de un calcetero de Lima (356 y 476). Un hombre de Lima trabajé como platero y se convirtié en mercader (515). Cinco cartas se refieren a canteros y maestros de obras. Juan Salcedo de Espinosa tra- bajaba como maestro del pueblo «que se hace en la verita de Buitrén, y las atarazanas del rey y para los descargaderos y para hacer un puente en el rio de la Veracruz» (132). Alonso Martinez Lépez era maestro mayor de la catedral de México y del conyento de Santa Inés (147), Cosme Rodriguez era maestro de obras de Santo Domingo de Tehuantepec (212), un cantero de Tunja hizo una iglesia, con ayuda de cuatro esclavos (369) y Pedro Sinchez era maestro de obras de la catedral de Popayan y de la parroquia de Santiago de Cali, cobrando 2,000 pesos por la parroquia y 11,000 por la catedral (407). Un simple obrero parece haber sido Antonio Torijano, de Puebla, que escribe: «Quedo en molino y batin de Macario An- zures, donde gat 1en partido» (175). Entre los. figuran el obispo de Quito, don Fray Pedro de la Pefia (391), el maes- treescuela de Lima (472), el dean de Tlaxcala, Toms de la Plaza (164), un canénigo de Mi- choacan (224-225), otro de Campeche, que antes lo habia sido en La Habana, ganando 700 (13) Sobre ello detaladamente Enrique Otte: «Cartas privadas de Puebla.» 20 ENRIQUE OTTE ducados, mientras ahora ganaba 800 (637), el chantre de Leén de Nicaragua don Alonso del Pozo (266), el provincial de Michoacdn fray Pedro de Aguirre (229), el tesorero de Popayan (406) y los curas y vicarios de Trinidad de Sonsonante (255), del Nombre de Dios (304-305), de Lima (460, 468 y 481), del Cuzco (551) y de Potosi (591). El procurador de Nueva Espaiia fray Gabriel de Santa Josefa pidid en la corte el envio de dos docenas de reli- Bi0s0s, porque «aca toman pocos el habito, y de dos aiios a esta parte han muerto treinta y tantos religiosos» (74), Todos elogiaron las Indias por sus oportunidades. Alonso Zamora es- cribe a su mujer desde Bogota: «Venga con vos Bartolomé de Ortega, y deje el ser fraile, que ac cantar misa, que tendra cada afio de renta quinientos ducados y mas, que para clérigos es muy buena tierra las Indias» (319). Hernando Juarez de Vinuesa, capellin de Quito, es- cribe que fue vicario en Baeza, con mil pesos de renta cada aio (394), y en otra carta de Lima se dice: «En esta tierra ganan muy bien de comer los clérigos» (474). El clérigo de Oruro, licenciado don Pedro de Alarcén, dice a su hermana que de 50 esclavos le quedaban 28, afiadiendo: «Ya tengo hecho testamento, y registro de mi hacienda, y hallo que, en ven- diendo los esclavos, tendré ciento y veinte mit pesos ensayados» (610) ‘También los médicOs-jenian grandes oportunidades en Indias, Miguel Hidalgo escribe desde Cartagena a su suegro doctor Juan Martinez, médico: «Esta tierra es propia para v.m., que andan las barras de plata y oro bien al grueso... son millares los que aqui ganan dos 0 tres cirujanos 0 boticarios, que médico no hay en tres meses que dura la flota» (343). En otra carta, escrita el mismo dia, le dice: «Los médicos son aqui tan tenidos que admira, y sus ganancias, que no se puede encarecer,.. Aqui en una flota gana un médico diez mil pe- sos» (345). Una carta del licenciado Juan de Godoy, médico en Guamanga, a su madre es prueba de su-prosperidad (530) Los abogados) igualmente ganaban mucho. Un emigrante-poblador de Quito dice: «En estas partes los asnos ganan de comer, cuanto mas los letrados» (394). Tenemos cartas de abogados de México (113), de Orizaba (201), de Cartagena (343 y 348), de Panama (276 y 280) y de Cali (408). Era importante que los abogados fueran licenciados. Un emigrante- poblador de Panama escribe a su hijo que hiciera el examen de licenciado, ya que «en esta ciudad en la Audiencia Real de ella a ninguno reciben por abogado siendo bachiller, sino que ha de ser licenciado» (283), Entre los demas oficios liberales figuran un catedratico de México, fray Juan de Mora (59) y varios miisicos\Don Alonso Larido de Bonilla escribe de México a Juan de Villaru- bia, presbitero, cantor de la catedral de Cadiz: «En esta catedral le reeibirain con trescientos pesos de salario cada aiio, y con otros ciento y sesenta y cinco del capellin del coro, y yo le daré otra capellania de ciento y diez, y mi casa y mesa y mula en que se pasee todo el tiem- po que fuere su voluntad, y vienen a ser éstos casi seiscientos pesos, sin otras inteligencias que se offecen, y yo procuraré que se le dé otra capellania» (130). También los escribanos ganaban mucho. Un escribano del Nombre de Dios escribe que solicité el oficio de Panama en 4.000 pesos de plata ensayada (315-317). Un emigrante- poblador de Quito dice: «Por la pluma vienen a valer los hombres, pueden estar seguros que nunca les faltaré» (399), y un hombre de Lima dice: «Vale acd mucho un buen escribano» (475). En otra carta, de Saruma, se dice: «En estas partes valen mucho los escribanos reales y ganan bien de comer» (612). Las Indias ofrecian muchas oportunidades a buenos mayordomos o administradore’. Andrés Gomez escribe desde México: «Yo estoy acomodado con el sefior Juan de Ribera, que es un hombre muy principal y muy rico, y tengo a cargo una estancia suya, donde yo soy el sefior de todo» (90). Pedro Gomez de Montejo escribe, igualmente de México, a don Luis Felipe de Castilla, en Madrid: «Habra dos afios que me vine a esta ciudad de México con mi casa, para que, ofreciéndose, yo mas acuda al servicio de v.m., adonde me va mucho mejor que no en las minas, que ya me parece que han dado lo que tenian que dar... Los va- sallos de v.m. estan todos con salud» (123). Pablo Dominguez escribe, igualmente de Méxi- co, a su mujer: «Don Pedro es a quien yo servi seis aftos de la otra yez... es de los mas prin- cipales y mas ricos de este lugar. El y yo estamos solos con mas de treinta esclavos que tic- ne. El no cuida de su hacienda sino yo» (148). Gregorio de Quintana escribe dele Panuco- Zacatecas: «Habra dos afios que esté a mi cargo estas haciendas, y danme de partido mil pe- sos cada aio... Bien vale mi hacienda mas de cinco mil pesos... Yo he de dar cuenta ahora de dos afios, que por cierto que tengo que dar cuenta de mas de 200.000 pesos... Ahi van unas cartas de un mozo que tengo por mayordomo de una hacienda que est a mi cargo... También me sirve Hernando de Castro... y doyle cada afio doscientos pesos de oro de mi- nas; puisele en que me guardase una mina... He tenido muchas haciendas a mi cargo, y quito CARTAS PRIVADAS DE EMIGRANTES A INDIAS 2 y pongo muchos hombres» (235). Un gorrero de Cartagena se hizo cargo de los negocios del Compadre de su mujer, y le escribe: «Le he hecho cortesia en la encomienda, que, habién- dole de llevar cinco por ciento, no le llevo mas de dos por ciento, por ser nuestro compa- dre» (356). Entre los funcionarios figuran la carta de un virrey, el de la Nueva Espafia don Lorenzo ‘Suérez de Mendoza;-condé de Coruiia (85), y del gobernador de Cartagena Francisco Bafios de Lugo (326). Gaspar de Arciniega residid en Oaxaca, como corregidor de la provincia de Ucila (206); Bartolomé Pérez Guillermo era teniente de Zinapécuaro y Ucareo (226). El doctor Céspedes de Cérdenas era alcalde en la corte de la Audiencia Real de México, y fue proveide corregidor de las villas del maryuesado del Valle, con 2.000 ducados de salario, més los 3.000 pesos como alcalde (60). Tenemos cartas de los receptores de las Audiencias Reales de México (41) y de Quito (393), del depositario del pan del pésito de México (que ‘ganaba mil pesos de salario cada afio) (19), del alférez de México Gaspar de los Reyes (98), del alcalde del crimen de la Audiencia Real de Lima, el licenciado Esteban Marahén (462), del oidor de la Audiencia Real de La Plata licenciado Juan de Lapidana (573), del Tenedor de Bastimentos de la armada en El Callao (516), del escribano de gobernacién y del cabildo ¥ del «despacho de las canoas que bajaban y subian al Nuevo Reino de Granada», en Mom- ps (360) y de varios oficiales reales: Alonso de Funes, tesorero real de Acapulco (214) y el Contador real de Medina de las Torres (382). Un emigrante-poblador de México habla de un paisano a quien el virrey dio un alcaldia mayor, con 2.000 ducados cada afio (78) y Luis Diez de Morales escribe a su mujer desde Pascaro que el virrey le dio una comisién para vi- sitar como juez las provincias de Cotabambas y Omasuyos, con cinco pesos ensayados cada dia. Se ocupé seis meses en ello, ganando 700 pesos, ocupando después el cargo de teniente general de un corregidor. Con estos servicios piclié el corregimiento de Cajamarca, Anda- guailas 0 Parinacocha, afiadiendo después: «En tres 0 cuatro aiios ganaremos més de treinta mil pesos con el ayuda de Dios, y nos volveremos a Castilla» (557). ‘Los cargos oficiales dieron mucho honor, pero més importante era la ganancia. Asi el escribano del cabildo de Potosi Antonio de Salas calificé su cargo, «por ser el mejor oficio que hay en este reino, de mucha ganancia y calidad», y lo pidi6 en propiedad, ofreciendo 3.000 0 4.000 ducados por ello. Afiade que, si se vende, costard 14.000 pesos. Un afio des- pués escribe a su hermano que renunciaria el cargo, «cosa de mucho honor, aunque no mu- Cho aprovechamiento» (600-601). También parece haber calculado més la ganancia que el honor Diego de Rojas Antesana, que desde Potosi pidié uno de nueve cargos, algunos de los cuales estaban «en buena tierra» (602). Los motivos de la emigracién. Las actividades profesionales no eran mas que un medio para conseguir la verdadera meta: tomar parté en la explotacién de las riquezas de América. Por ello, el oficio no era impres- Gindible-Hernande-de- SHG; en carta'a sirhermmiiia, desde Panamé, dice del marido de ella, sastre en la corte: «Al sefior vuestro 1 seo mucho ver y conocer, por las bue- nas nuevas que me han dado, que es hombre de bien, y le ruego yo de mi parte que se ven: ga luego, que aunque yo no tuviere lo que tengo, con su oficio, porque me ha dicho Francis co Herndndez que es muy buen ofici ingo de comer. Mas, bendito Nuestro Sefior, no seré menester, que lo que yo tengo os lo dejaré todo, sefiora hermana» (281). Diego Diaz Galiano escribe desde México a su sobvino, oficial en la Audiencia Real de Sevilla: «Venido ‘acé no habréis menester oficio» (22). En car santo Domingo se dice: «Juan Garcia venga barbero en la nao y no traiga propuesto de usar en esta tierra el oficio» (644). Naturalmente, lo que més impulsa a los emigrantes 4-6} lin da. Inero Esto se ve, $o- bre todo, en cartas escritas desde los grandes centros econ’ In minero de Potosi dice: “Hay tanta abundancia de plata que no hay miseria de cosa. YOquerrfa nos abajésemos por alld hacia Lima, do esta el seftor virrey, ajer esta tan codiciosa para estos hijos de plata que Ia semana que no pesa doscien sos en plata no esté en su seso» (590). Un ganadero de San Martin dice: «Yo no he entrado en México en nueve afios, ni he salido de esta tierra, adonde estoy siempre procurando de recoger algo» (240), Para lograr la ti dad era ii ‘ue quiere trabajar no fe fallan reales» (207). ‘0s hombres que se aplicar@ trabajar en esta tierra medran mis en un afio que all en toda su vida» (381). «Llegamos empefiados en mis de cien ducados, mas en cuatro meses Jos ahorramos» (170). Aparte el ganaclero de San Martin, a muchos impulsaba una gran mo- ENRIQUE OTTE vilidad: «En esta tierra nunca esti un hombre en un cabo, sino siempre andando de aqui para alla» (487). Una de las causas de la prosperidad era‘la gran fertilidad de muchas tierras americanas De México se dice: «Esta tierra es muy sanay muy abastecida de pan'ycarne y frutas de Espaiia y de la tierra y se gana en ella muy largo de comer» (39), De Cartagena se dice: «No se puede encarecer la grosedad de esta tierra» (345). Un emigrante-poblador escribe desde Lima: «Cogemos quinientas (sic) fanegas de pan de una fanega, sin lover gota en todo el aflo, que os parecer cosa de milagro, sino todo de regadio» (471). Otro hombre de Lima dice: «Esta tierra es la mejor que hay en el descubierto, rica, fertilisima de pan, carnes, pes- cados, frutas cuantas hay en Espaiia. Es tierra que jamas Ilueve, ni trucna, ni hay tempesta- des, ni hace mucho frio ni mucha calor... y con no llover se cria todo lo que digo abundan- tisimamente, porque hay rios que bajan de las sierras, que ¢s donde Ilueve, y con acequias riegan todo lo que quieren, y para mayor fertilidad envia Dios a las noches una mollinita muy menuda, como rocio, conque se refresca toda la tierra. En fin, ella es tal que ningun hombre la veri que no olvide a Espana» (446). Otro hombre de Lima dice: «Es la mejor ti ra que calienta el sol en cristianos, porque no saben qué cosa es hambre ni frio, y tierra muy sana de todo, que no hay mas que derramar el trigo y echarle el agua, y hacerse un fiaveral de grano, que de una fanega cogen cincuenta fanegas. Y es tierra que nunca Ilueve ‘en todo el afto» (425). Francisco Rodriguez escribe desde Trujillo a su hermano: «Deseo se viniese a esta tierra, por ser la mejor que calienta el sol, que nunca en ella hace frio ni ¢ lor, nunca lueve jamds. Es muy bien proveida de pan, que hay tanto trigo que se provee de aqui el reino de Tierra Firme de harina. Hay en ella muchas carnes de vacas, carneros, puercos y cabras, muchas frutas de membrillos, granadas, higos y uvas y otras muchas de esta tierra» (519). Particularmente rica era la tierra de Puebla. Todos los labradores elogian la alta calidad del suelo. «Si aca quisiérades ser labrador, aprovecharos ha el trabajo mejor que no alli, porque es la tierra fértil y abundosa, y se coge pan dos veces en el aito, y es una tierra tempiada, que no hace frio ni calor demasiado» (172). Juan Cabeza de Vaca, de México, tras elogiar la fertilidad del suelo, afirma que, en_con- secuencia, no hay pobreza: «én esta tierra no se sabe qué cosa es hambre, porque se coge trigoy maiz dos veces al-afio, y hay todas las frutas de Castilla, y muchas mas de la tien donde no se echa de menos a Espafa, y asi la gente pobre lo pasa mejor en esta tierra que no en Espaiia, porque mandan siempre y no trabajan personalmente, y siempren andan a caballo» (127). En consecuencia, en las tierras fértiles los precios de los articulos agricolas eran baratos Algunas cartas revelan precios. En Puebla, en 1576, 16 libras de vaca valian un rea ocho libras de carnero y ocho panes igualmente un real, y una fanega de trigo de tres a cua- tro reales (170). En Zacatecas, en 1573, los precios eran atin mas bajos: 30 libras de vaca, 16 de carnero y ocho panes valian un real (233). También en Puebla, en 1576, una yaca va~ lia 18 a 20 reales, y un carnero cuatro reales (172). En El Cuzco, en el mismo afo, una vaca, que antes habia costado cien ducados, valia tres, y un carnero, que solia costar 30 du- cados, habia bajado a tres cuatro reales (549). En cambio, en Bogota, en 1591, una fanega de trigo costaba tres pesos, 0 sea, 28 reales. Sélo la vaca era barata, a dos reales y medio una arroba, y el arrelde de carnero un real y medio (323). El hacendado de San Martin es perd vender su trigo, en 1569, a 24 reales la fancga (240). Los salarios en’ los pocos casos en que nos son conocidos eran altos: En Puebla, en 1576, un obrero ganaba seis reales al dia, mas la comida: si cosia por piezas, ganaba de ‘ocho'a diez reales (170). Otro obrero de ‘Puebla ganaba en 1606 cuatro reales (187). En Guatemala, en 1580, se ganaban igualmente.cuatro reales y la comida (243). El que trabaja~ ba por su cuenta ganaba en Cartagena, en 1580, 12 y 15 reales al dia, «y otros dias veinte sin tener tienda. Que si la tuviera, no hubiera dia que con un mancebo 0 dos no se yanara cuatro © cinco ducados» (332).(' También los sueldos anuales parecen haber sido relativa- mente elevados. Un mercader de Lima pagaba a su joven jefe de tienda 300 pesos (437). Un mozo de una chacara de coca del Cuzco ganaba como jefe de personal 250 ducados (549). Otro duefio de una hacienda de coca del Cuzco pagaba a cada uno de sus mozos 400 y 500 pesos (535). Como ya hemos dicho, el administrador de una mina de Panuco-Zacate se evaluaba en 200.000 pesos, ganaba mil pesos anuales y un joven mozo 200 pe sehen toot tesa eis teioor tery mle ata hch Unni hy eaton ts CARTAS PRIVADAS DE EMIGRANTES A INDIAS. 2 Un minero de Caceres ganaba 400 ducados, y un labrador 200 (366). Una mujer de servicio del Cuzco ganaba 400 pesos de a 9 reales (553). En consecuencia de la relativa prosperidad de las Indias no sorprende que los emigran- tes pobladores velgn can desprecs ‘a su Vieja patria. La palabra que constantementé aparece en las cartas es la. a ‘Diaz Galiano scribe: «salir de esa miserable Espafia que, por bien que trabajéis, viviréis muriendo» (22). «En esa tierra hay tantas miserias y trabajos que no hay quien se pueda valer por ella» (266). «Me dicen que esti esa tierra tan trabajosa de pechos y de alcabalas y de tantas pobrezas que no se pueden sustentar los hombres» (369). Ren esa tierra no podras medrar nada, sino siempre servir, y mas quien no sabe oficio, ni leer ni escribir, no sé yo qué puede ser sino venir a ser lacayo o rascamulas, y en esta tierra, aunque no lo sepan, no falta en qué ganar de comer y cien pesos cada afio» (75). También Medinaceli, y que tiene una hija casada y cuatro por casar, y un hijo. Parécenme muchos hi- jos para acomodarlos con los cémodos de los sefiores de Espafia, que yo también sé algo de Esto, pues el servirlos y ver lo poco que hay en ellos me hizo venir donde estoy... estando yo tn Sevilla, sirviendo Francisco de Orozco al sefior marqués de Almanzan de su mayordomo, Sendo alli asistente, y aunque nos hacia mucha merced, me parecié y le parecié a Francisco {de Orozco poco para cumplir con sus obligaciones, donde nos determinamos de pasar a esta ‘ciudad de México, donde nos ha hecho Dios mucha merced» (112). Por primera vez en_la historia el hombre europeo puede contemplar el viejo mundo, comparindolo con su_nucva.tierra, yl que ve es un abismo. Resultado es ur grant ‘orgullo: ies viven los hombres no con taito descuido como por allan (153), «Por acd ‘to se estiman los hombres que tienen las partes que vos tenéis en tan poco como vos os ha- béis estimado» (162) y una enorme jactancia. El minero de San Martin dice: «Gastaré yo mas carne en Ia semana que toda esa villa de Aranzueque» (240). De Guatemala: «Lo que Sobran a mis esclavos me holgaré comeréis vos y mis sobrinos» (251). De Zacatecas: «En Geta tierra vale un dia de trabajo més que ciento en Espafia» (233). De Cartagena: «Os val- Gria a vos mas de un aio que alla veinte» (328). De Panama: «Poseo yo més que todo mi pueblo junto» (272). De Lima: «La came es de balde,oro y plata no hay que decir, que es Pomo tierra, La mejor tierra que Dios ha criado en el mundo... Es una gloria esta tierra, que ho falta mas del paraiso para ser cielo toda ella» (471). «Valdra mis el trabajo de un afio aca que el de cuatro alla» (604). «Aca ganariades mas en un mes a yuestro oficio que alld en tin aho» (172). De Lima, en 1582: «Esta tierra esta muy loca de plata, porque nunca estuvo tan pujante como ahora» (474). Claro, también hay voces negativas. De México, en 1569: «El dia de hoy se pasan tantas ne- satiate trabajos-Ch estas partes. como en exis» (21). De México, en 1577: «Esta tierra Gst muy diferente de lo que solia, y muy al revés de lo que alld piensan» (48). Una carta de México, de 1576, habla de los «grandes gastos que hay en esta tierra, imposiciones y nueva alcabala, que ya'no son Indias sino en el nombre, y ya no hay a qué ganar la vida como hasta aqui, Anda una pestilencia entre los naturales tan general y terrible que ¢s la mayor lastima del mundo, y en la provincia de Tlaxcala, donde yo resido, han muerto mis de 80.000 personas, y'en nuestra hacienda se nos murieron mds de 200 personas... Anda la peste de presente aqui en México muy terrible, La riqueza de ella eran estos indios, porque, Romo son tantos, hay servicio y quien trabaje, y como han muerto tantos, ha parado todo» (72). De Lima, en 1560: «Habra cinco 0 seis meses hubo en este reino gran enfermedad de fomadizo y dolor de costado, que murié mucha gente, asi de espafioles como de negros ¢ in- dios, fuc como pestilencia» (429). De Lima, en 1577: «El dia de hoy mucho més perdidas estan las Indias que Espatia» (447). Parte de los males se atribuia a 1a mala fe de algunos. De México: «Hay poca cristian- dad para cost dé dineros ‘fan (26). De Panama: «En esta tierra todos procuran su negorion 293). De Quite: «Por aca se usa mucho abrir pliegos y hurtar cartas» (393). Sobre todo se atribuia el malestar de algunos a la pereza de los hombres: «Hay pocos que se den al trabajo, porque és la Gerra tan ear qe aunque no trataje et hombre, no le falta de co- mer y vestir, y ain algunos granjean mejor su vida holgando que otros trabajando» (446) Uilay mucha gente perdida, mis que en Espafia, y es por no se querer aplicar, que el que Quiere ser hombre de bien, aunque es poco el salario que dan, puede pasar con ello honrada thente» (487), Se condena la pereza, que «no mantiene mas que pobreza y suciedad» (568) En este reino NO han menester os hombres lerdos, sino que sean para todo y sepan cuan- tos oficios hay, porque de otra manera también hay aca trabajo como alli» (571), Se-conde -* ENRIQUE OTTE, na el despilfarro: Un emigrante-poblador de México dice a su hermana en Sevilla que no se deben (70). La carta servia como prueba en los expedientes de licencia de salida (473). Las licencias se dicron en el Consejo de Indias, pero de acuerdo con un emigrante-poblador de México a mujeres solteras se dieron las licencias en la Casa de la Contratacin de Sevilla (49). El Con- sejo de Indias ponfa muchas dificultades en la concesién de las licencias (501). Habia que probar no ser de los prohibidos —moros ni judios—, «ni de Trujillo de Céceres, ni casado ni fraile» (223). En caso de dificultad, los j6venes debian solicitar las licencias como mozo, paje o criado de un caballero, como grumete (93, 192, 292, 426, 446, 476). «Pasen, que sea por criados de otros, que asi pasan los mas» (637). Caso de ser rechazada la solici- tud, era sin embargo posible la salida. «Espantéme que haya sido por falta de licencia, pues sin tenerla a trueco de muy poco dinero vienen los que quieren, arrimandose a un capitén de una nao» (227). Miembros de 1a baja nobleza debian traer las ejecutorias de hidalguia, «porque aqui valen muy mucho Jos hidalgos de solar conocido» (61). «En esta tierra los que 28 ENRIQUE OTTE son limpios y no tienen manchas los tienen por noble gente» (464). «Traiga la ejecutoria de su hidalguia, porque acd es mas necesario que alld» (477). «En esta tierra los que son lim- pios son muy respetados y tenidos en mucho» (532). El viaje. Mas dificil que conseguir la licencia era vencer el miedo al cambio. Un emigrante-poblador amonesta: «LOS cojos ¥ los mancos envian aqui a sus hijos (78). Sobre todo se atribuye a los parientes la falta de valor. La palabra que constantemente aparece es «pusilinimen. Pe- dro de Cantoval escribe a sus hijos: «No sedis pusilanimes, sino que pues os lo mando lo hagais y no otra cosa, aunque penséis morir» (14). Otro padre a su hijo: «No seas tan pus Kdnime, ni tengas los pensamientos tan humildes> (296). Cristobal Vivas a su hermana res- pecto a su hijo: «No sea pusilanime, que no puedo creer sino que por miedo de la mar deja de venir, pues donde cada un afio tantos millares de gentes vienen, también podia el venir» 363). El miedo al mar fue para muchos el motivo més destacado de a resistencia al viaje. Inés de Solis dice: «Y6 no me he -atrevido'a pasar fa mar por catisa de las grandes tormentas de ellas, y los grandes trabajos que cuando pasé traje» (61). «Los grandes trabajos y peligros en que nos hemos visto en la mar, fos grandes peligros y tormentas... cierto pensamos pere- cer en la mar, porque fue tan grande la tempestad que quebré el masiel de la nao» (73). «Mi irido ¢s hombre muy delicado y muy enfermo y teme mucho la mar» (77). Pero en los de- mids casos los viajes se elogian, «Es la mejor mar que hay en el mundo, porque pasado de la Gran Canaria llaman el Golfo de las Damas, por ser la mar tan buena» (243). «Es el viaje mejor a la venida que a la ida, que es todo tres meses de trabajo de venir sentada en la nao» (154), «Trajimos tan buen tiempo por la mar que por pasatiempo tendria andar en ella» (170), «Es viaje de muchos trabajos, por ser negocio de la mar, y que hay peligro y riesgo en é1, aunque, gloria a Dios, a muchos dias que no ha habido desgracia en las flotas, porque ya el’ viaje estd muy cursado y hay muy diestros pilotos» (240). «No se os ponga por delante trabajo de camino, ni os amedrente la mar, pues la venida a esta provincia (Guatemala) es tan segura, cuando los navios que van a la Nueva Espafia los come la mar de tormenta, los navios que vienen a esta provincia vienen a popa y a viaje seguro y muy cierto, y sin traba- jo» (256). «Creo que no osa venir de miedo de! charco, que no tema le pasar, que todo es comenzar (228). «Mas ficilmente se va y viene por la mar, que por tierra» (396). «Muchos pasan a estos reinos sdlo por ver mundo» (440), «Pasard algin trabajo hasta embarcarse, que después vendra v.m. como por el rio de Sevilla a Sanlicar» (524) La navegacién de la mar de} Sur naturalmente era distinta. «La navegacién de esta mar del Sur no es en naos tan gruesas como las del mar del Norte. La nao en la que pasamos la mar del Norte yo medi su largor, y tenia de largo pasados de setenta y cinco pasos... Las naos de esta mar del Sur no son tan grandes, ni la mar es tan brava como la pasada» (455), «De Panama a Lima fue un viaje de grandisimo trabajo, donde pensé morir de hambre y sed Por muchas veces, porque a tres dias que salimos del puerto hubimos de arribar cuatro le- guas de él en una isla Taboga, porque nos ibamos anegando. Estuvimos en esta isla quince dias...anduvimos 40 leguas, y porque otra vez nos ibamos anegando hubimos otra vez de arribar en un puerto que se llama Mariave... compré una gallina que me costé cuarenta rea- les, el pan era de maiz, y a mi haciame gran dafio. De Paita a Lima hay doscientas leguas, pero son peores de andar que todo lo demas, y ciusalo ser siempre los vientos contrarios. En fin, toda la gente, en llegando a Paita, se va por tierra... veniamos holgado por el cami no, comiendo muchas gallinas, porque no hay otra cosa, las cuales valen a real, y cada cua. tro pollos un real» (487). Los grandes puertos de Iegada eran Veracruz y Nombre de Dios/Portobelo. Pero en una carta de Potosi se indica que para llegar al Alto Peri también se podia ir por el Brasil. «Si fuere por el Brasil, me hallaréis en Buenos Aires con plata, para pagar los fletes y costas del camino hasta llegar aqui. Y si por Nombre de Dios, en Cartagena en Panama estard plata... Aunque yo mas querria fuese el viaje por el Brasil, por ser los puertos y el camino mds sanos y poder venir con mais regalo» (606). También el viaje de la China era largo y dificultoso. «Partié de la China a primero de julio de 88 y legé a Acapulco a tres de febrero, donde murieron en el viaje, por ser largo, 43 personas» (102). En lo demas habia que ser fatalista: «No tengiis miedo a la mar, que el que ha de morir en el agua consigo lo trae de adonde, que Dios es grande y misericordioso» ay). CARTAS PRIVADAS DE EMIGRANTES A INDIAS 29 «Y no miréis que hay agua en el camino, que cuando Dios quiere, tan presto se muere uno en Ia tierra como en el agua» (185). «No se le ponga delante el decit que se ahogan en Ia mar, que a esto no viene la muerte sino cuando Dios es servido, y que los que estin en tierra no viven para siempre, sino que también se mueren» (251). Muchos dicen a los parientes que tomen una camara. Francisco de Leén dice a su ma- dre: «Vs. mds. procuren hacer buen matalotaje, y una cdmara que sea buena a trueque de cincuenta ducados, porque vengan todas a su placer» (20). «Una buena camara de las ordi- ias son siete pies de ancho y ocho de largo» (283). Un hombre escribe a su novia: «Fleta- is una cdmara, la primera de la parte de babor, que es a mano izquierda, y si os pareciere pequeiia, fletaréis otra junto a ella y haréis la una con la otra» (288). Otro dice que su espo- sa tome «la cimara de popa» (301). Pero un hombre tan avaro como Sebastidn de Pliego es- cribe a su mujer: «No habéis de tomar camara, ni camarote, sino un rancho como a los de- més», afladiendo que «no paga fete la criatura que mamap (173-174) Muchos daban_instrucciones.precisas sobre cl avituallamiento. Lo mas importante era el agualy El flete incluia media azumbre por persona y dia (173). «Agua es lo que mas ha me- nestér en el navio» (31). En un caso se indica que se deben tomar doce botijas de agua (173). Igualmente importante era el pan. En un caso se indica un quintal de bizcocho por persona (173). En dos casos, sin duda de familias, se habla de seis quintales de pan, «en sus barriles quintalefios» (181, 631). Se afladen: «una docena de gallinas, carne de puerco, acei- te, vinagre, una libra de azafran, dos libras de canela, dos de clavos y dos de pimienta» (631). Otro escribe «Cuatro jamones de tocino de Ronda, cuatro quesos, doce libras de arroz, garbanzos, habas, especias, vinagre y aceite, cuatro botijas de cada cosa, tasajos de carnero y vaca» (183). «Toda la fruta seca que pudiere meter en el navio meta, porque vale mucho por la mar, y algunas gallinas, si pudiere, y vinagre y aceite y vino y atin» (39). «Un quintal de pasas, tres jamones de tocino, almendras, azticar, una arroba de pescada, otra de tollo, un celemin de garbanzos, avellanas, vino dos arrobas, de vinagre otras das, y una arro- ba de aceite» (174), «Compre de Ronda cuatro jamones de tocino, cuatro quesos, doce libras de arroz y garbanzos y habas, especias, vinagre y aceite, cuatro botijas de cada cosa, tasajos de carnero y de vaca» (181). «Frutas y pescados y gallinas y conservas, muchos perniles de tocino, cocido en vino algunos, y muchos quesos, ajos, mucho arroz, garbanzos, pasas, espe- cias, bizcocho, sardinas» (288). «Traeréis el servicio de hierro, calderas y sartenes, cucharas y asadores, toda la ropa blanca y lienzo que pudiéredes... tres 0 cuatro libras de azafrin, otras tres 6 cuatro de pimienta y clavos y canela, algunas piernas de carnero hechas cecina bien curada, y una docena de queso muy bueno, y en Sevilla compraréis una docena de ja- mones de Aracena y algunas aves, y para cada persona que trajéredes un quintal de bizco- cho, que sea blanco y muy bueno, tna arroba de aceite y otra de vinagre, una docena de bo- tijas de vino, aceitunas, almendras, pasas, higos, avellanas, nueces, garbanzos, arroz, mie!, azticar y conservas, que todo es menester por la man» (376) Las mujeres no debian ir solas, sino «en un camarote con otras mujeres honradas, como cada dia vienen a esta tierrra (127). A la hermana se escribe: «Procuren venirse en’buena compaiia con alguna mujer honrada, y en buena nao» (497). «Miren por mi hermana Ma- ria y tengan cuenta con ella por la mar, porque es muy bellaca la gente de la man» (40). «Las mujeres de la edad de v.m, pierden mucho punto en la navegacion de Indias, si no son muy cuerdas» (19), Pero también los hombres debian tener cuidado. A un hermano se dice: «No vengais sin una persona para servicio y defensa vuestra, donde no fuera criado sea deu- do, porque os importa mucho por amor de los grandes peligros que hay de la mar a esta parte» (386). También se dan in is sobre los vestidos de las mujeres. El rico minero de Nochtepec exige mucho para su hija, heredera de sus minas: «Tres vestidos de seda, las basquifias de terciopelo y raso, guarnecidos como se usa, muy pulidos, para la mar un vesti- do de grana, basquifia y turca, sus dos mantos de seda, finos chapines de terciopelo, sombre- ro de tafetén pespuntado con’ su medalla de oro y sus plumas, su capotillo de damasco ne- gro guarnecido, con su pasamano de oro, que venga muy galano, sus tocados los que ella quisiere, de suerte que v.m. la envie bien aderezada y galana, porque acd tiene fama de her- mosa, y ha de haber muchos a la mira, También le compre v.m. una cadena con su agnus dei, que traiga al cuello, y algunas sortijas pulidas, y un diamante, porque aca no los hay, y una muceta galana, con su pasamano de oro, sus zarcillos galanos... El sillén para mi hija ha de ser de terciopelo guamecido, porque ha de ser sillén y angarilla, porque asi se usa acd, la gualdrapa de terciopelo, con su fleco de seda». Ademés quiere para ella la mejor camara que hubiere (215). Andrea’ Lopez de Vargas, de México, igualmente da indicaciones precisas 30 ENRIQUE OTTE, para sus hermanas: «Para cada una una saya y ropa de tamete (estamefia?) con un pasama- no de oro las ropas y las sayas, con tres franjas de oro, y para con esto un jubén de telilla para cada una. Un manto de lustre para cada una. Para cada una una ropa y saya y jubon de tafetén negro guarnecido con sus soguillas. Y en lo que toca a camisas y gorgueras y to- ‘cas traigan las que le pareciere que han menester» (49). «Dos pares de vestidos, uno de color y otro de terciopelo negro, una saya de terciopelo, una turca y jubén de raso todo Mano, y el ¥estido de camino colorado de saya entrapada con un pasamanillo de oro» (247). «No traiga manto de anascote, que no se usa por aci, sino es de burata, no cosa de paiio, digo de sayas, sino para la mar, y una ropilla de balleta» (42). «Un manto de tafetin con su ribete de ter- ciopelo, y una ropa de tafetin, y una basquiiia de raso negro y un jub6n nuevo y otro vesti- do blanco... También traeréis la mas ropa blanca que pucliéredes» (86). «Una turca de paiio de color y un sombrero grande y un capote negro, que estas tres ropas ha menester para des- de la Veracruz a México» (8). Un hombre de Chiapa dice: «Los trajes que trajéredes sean honrosos, de seda y de oro, porque conviene asi» (254), De Panamé se escribe al hijo: «No traigdis ninguna cosa de paito, porque es pesado para esta tierra, vos traed capa de ropa, vuestra mujer un par de sayas de tafetin de raso guarnecido y buen manto de burato. Vues- tro vestido sea de raja y el de ella de tafetin raso, porque acd no se usa otra cosa por el ca- lor de la tierra» (283). Alonso Zamora escribe a su mujer que traiga dos vestidos de tafetin negro y otros dos de raso pardo (319), De Cartagena: «Vistais a todos muy honestamente de dos pares de vestidos, uno de camino y otro de fiesta, y a mi madre con su monjil de bayeta negra, y otro de paiio fino y tocas en rosas y de viuda principal», afiadiendo «pues sabéis que donde una persona no es conocida, le hacen honra por el habito» (351). Alonso Ram- jo: «Si vi tra mujer, hacerle es de vestir lo siguiente, y més, si més pudiéredes: una basquiiia di ypelo, con su jubGn de raso muy bien guame- cido, otra de tafetin, un manto de burato de seda, una sobreropa de damasco, todo de las colores que ella quisiere, y un capotico de grana, © manteo muy bien guarnecido, y un som- brero de terciopelo, con un cordén o trenza de oro para de camino. Para vos haréis un ves- tido negro del mejor pafio que hallarédes, y unos imperiales de terciopelo y un jubén de raso y una gorra de terciopelo y dos o tres pares de medias de carisea y otro vestido de un paiio verdeoscuro o del color que a Vos os diere inds gusto para de camino» (376), cro en Sevilla, desde Lima: «Los dineros que ‘a vam, envian son solamente para vestidos porque para el flete y todos los demas gastos ha- Maré en Tierra Firme, y asi vam. hard vestios, para si y para todas esas sefloras, y sino pu- diere ser de terciopelo, sea de tafetin, porque en esta fierra no se usa otra cosa. Los mantos seran de burato de lustre. Vendrén en pi y entienda v.m. que en estas partes no tienen més a la persona de como la ven aderezado, y asi v.m. cumple no acordarse de que ha sido jectero de Lima escribe a su mujer: «Comprad buenas camisas y buenas tocas y un manto de lustro, porque nO se usa otra cosa en esta ciu- dad, por pobre que sea la persona, y otras menulencias y de servillas y chapines, muy bue- nos aderezos de cabeza, porque se usa mucho» (476). Otro hombre de Lima. escribe a su hermana: «Os compre tres pares de vestidos, y dos mantos de seda, de manera que vengdis muy honradamente» (496). En muchos casos se aconseja la compra de ba escribe a su mujer en Madrid, desde Cartag moza, y €s lo mejor que vn. puede tracr, porque alld le costarén cincuenta ducados, y die- ciséis de licencia para aqui, y acd valen tresci venta y cuatrocientos pesos de a diez reales, cuanto més que los ha menester para su servicio, porque acé no se puede servir como en Espaiia. Y el negrito, si v.m. bre de Cartagena dice que envia 100 pesos de ph Para que os vengais sirvienclo» (352). ‘Ademés se hacian pedidos a los nuevos emigrantes. Sobre todo se piden lienzos: «Todo lienzo que pudiere, porque séptirr ac ex de bakle en Castilla, azafran, especias, hilo, sillas jinetas» (17). «Lienzo de hilo ¢ hilo portugués porque ac no se puede sufrir lienzo» (192). «Lo emplee todo en lienzos delgados, en ruanes y holandas» (181). Era importante traer algdn caudal empleado para empezar a tratar. «Si no fuere que puedan traer a esta tierra mil ducados empleados con que empezar a tratar, no vengan por ninguna cosa» (456). El catedritico de México pidié biblias de Salamanca «y si hay mucho Tienzo en esa ticrra de lo casero y bueno que en ella se hace, se ganard también en ello, y sera principio para comenzar» (59). «No dejéis de traer algin vino y aceite entre las desis mercaderias, porque al presente valen mucho en esta tierra» (79), «Emplea los dineros en claves negros para el viaje. Juan de Cérdo- «En Sevilla compre un negro y una negra ia «para que compre un negro O una negra, CARTAS PRIVADAS DE EMIGRANTES A INDIAS a1 vinos, que sean de Guadalcanal 0 de Cazalla, muy buenos» (212). «Traed cincuenta botijas de vino, con los sesenta ducados, y valen aca’ mil pesos, vino de Guadalcanal o de Cazalla» G19). El minero de Panuco escribe: «Procura de traer algunas mercadurias, adonde son ne- gros y azogue» (235). Tambien otros pedian esclavos (283). Camas de guadameciles eran muy apreciadas. «Tres camas de guadameciles y cojines de figura de muy buena estofa y un par de antepuertas y una muy buena alfombra y cosas de calderas hechizas» (154). De Lima Se piden «algunas camas de guadameciles, porque aca tienen valor» (443), «Traed en un ca- jon ocho cueros de Cérdoba, plateados de figuras grandes» (254). «Una cama de guadams les, nueve varas de raso pardo 0 naranjado, una vara de terciopelo pardo o morado, una pieza de burato de seda, otra de seda y lana, diez varas de tafetin negro, dos varas de raso hegro y unas almojadas y una delantera de cama» (157). Un hombre de Cartagena escribe a Su mujer que traiga una cama de tafetén carmesi, y no de damasco, y otra cama de ruin de cofre (329). ‘Naturalmente también se pedian instrumentos profesionales. El barbero de México pi- dié una caja dorada guamecida con dos pares de tijeras y un espejo y un pentinol y un es- carpidor de marfil y dos de palo, dos molejones colorados y seis bacines de cuello buenos (43). EI industrial textil de Puebla pide 50 0 60 libras de anil y SO 0 100 pares de cardas desde Cérdoba (159). El locero de Puebla pide ade los mejores colores que hubiere, azul y verde, porque tengo azulejos que hacer» (186). El zapatero de La Habana pide hormas de chicareria y 30 libras de hilo de suela, 200 pares de corchos labrados, 2.000 brocas y una cajeta de sedas (639). El conquistador pide una cota de malla con sus brazos y manoplas y un par de espadas de las de Toledo, con sus dagas (467), ‘Alonso de Villadiego hace de Lima un pedido grande de telas de Segovia, holandas, ter- ciopelos, sedas, pasamaneria de Toledo, tafetanes y medias cortas de seda (479). Celedén Favalis escribe, también desde Lima: «as mercadurias que son buenas para esta tierra son mercadurias de Milan... mazos de cristalinas, los cuales tienen cada mazo diez millares, y valen en Espaiia cada diez millares cuatro reales, y comprados por junto valen muy baratos, ¥ no hay mazo ninguno que aca en el Perti no Se venda por tres o cuatro pesos ensayados. Son tambien buenas mercadurias para acd medias de seda y sedas de colores, como no sean negras ni pardas ni blancas. Véndese también acd muy bien los penachos negros, y no han de tener ninguna cosa de color, porque no los quieren, y yo prometo a v.m. que, si las plu- mas de peso que dejé en casa estuvieren aderezadas y yo las tuviera acd, que yo enviara a v.m, muy buen dinero de ellas, porque vale cada penacho por junto a doce reales y a peso ensayado, que es muy buen precio... Véndese también por muy buen precio sombreros de Segovia, los cuales han de veni forrar, y si, cuando yo vine, trajera no mas de ciento, los vendiera a seis pesos cada uno. En fin cualquier cosa que viene de Castilla se vende por buen precio, como no sean cosas de broma ni avalorio, lo cual solia valer aqui muchisimo». Aiiade: «El que viniere como traiga mercadurias, por pocas que sean, lo pasara bien, pero el que no, ha de sudar mas de seis aiios hasta alcanzar con qué poder tratar, porque en esta tlerra sélo esta la ventura de un hombre en tener seiscientos pesos por lo menos, con que poderlo hacer, que el que con esto no supiere granjear no lo sabra con seis mib» (487). Otro hombre de Lima dice: «Procura todo el dinero que tuviéredes traerlo empleado en ropas de seda, que acd cuestan caras, y cosas de camisas y lienzo, que al fin cuesta mas barato alli» (497). ‘Antes de embarcar se prevenia contra los peligros de 1a estancia en Sevilla: «Es mala gente de Sevilla mucha de ella, y viven de rapiia» (151). Los recién Ilegados debian tener cuidado en los puertos malsanos. «No hay flota que no dé pestilencia, que en la flota que nosotros venimos se diezmé toda la gente, que no quedé la cuarta parte» (56). «Dejando los peligros de la mar, las enfermedades de la tierra, que en la flota en que venimos murié las dos partes de la gente que vino» (57). «Veracruz es tan peligroso que de 300 pasajeros que en 6 navios Iegaron se han muerto los 200» (3). «Vera- Cruz es tierra enferma y no se detenga alli, si fuere posible, una hora» (125). «No comas fru- tas por los puertos, porque caeréis malo» (15). También de México: «En esta tierra todos los que vienen de Espafia les da una chapetonada, que se mucren mas del tercio de la gente que .e» (75). «Estuvimos en Nombre de Dios mas de un mes, y aunque veniamos con gran miedo, por ser alli donde suele morir infinita gente, que en ninguna parte me hallé mejor que alli. Pero yo comi poca fruta, que es lo que mas daio sucle hacer» (487). «En Nombre de Dios, si acaso alguno viniere por desgracia, se guarde de mujeres y de andar por el pue-~ blo de noche o a mediodia, por las calores que hacen y aguaceros, que si de esto no se guar- da el que viene de Espaiia morira, como hacen todos los que son desarreglados» (590). 32 ENRIQUE OTTE La vuelta a la patria. El emigrante que escribe a sus familiares, frecuentemente lleva mucho tiempo en América. De los que declaran el numero de afios de su estancia en el Nuevo Mundo, la mayoria, diez, Ievaba mas de once aiios —dos declaran 30 alos y uno 40— mientras que nueve vivian desde scis meses hasta diez, aitos en América (31, 40, 41, 61, 69, 123, 259, 351, 399, 486, 495, 513, 528, 533, 552, 558, 568, 592, 612). El gran amor por la patria chica motivo el de- seo de muchos de volver a Espafia, sobre todo en los viejos: «Es cosa comiin los que esta- mos-enresta tierra, aunque mas buena Sea, darnos deseo de a nuestra y algin dia se le anto- Jara volver» (207). «Nosotros tenemos voluntad, siendo Dios servido, de no envejecer en esta tierra, porque, Dios queriendo, en teniendo un poco de resuello, nos iremos con el ayu- da suya, porque, aunque esta tierra es buena para ganar de comer, no lo es para envejecer en clia, porque ‘es tierra donde se tiene poco contento para poder estar en cella, sino es, mientras se gana para poder ir a esa buena de Castilla... Sera parte para que co- bremos animos para irnos con mas brevedad a esa buena tierra, que es lo que nos desvela acordamos de ella, porque ésta no es para en ella permanecer» (47). Sobre todo era grande el deseo-de-morir‘en_Espaiia. Una viuda escribe: «No permitais que yo esté en ésta tierra sola y desamparada, sino Ilevarme a tierra adonde yo muera entre los mios, porque después de la salvacion ninguna otra cosa mas deseo» (73). Al hijo se escribe: «... el mucho deseo que tengo de que Nuestro Sefior me dé tanta gracia que pueda ir con bien a dar sepultura a este cuerpo delante yuestros ojos, que ahora no deseo otra cosa después de a salvacion, que tornarme con bien a esta tierra, que como lo soy ya, por tener sesenta y un aflos, apetezco el natural, como es razén» (491).«Los que vivimos en partes tan remotas no vivimos con otro deseo sino de gozar de Dios y morir en nuestras tierras» (526). «Morir en esas partes es la cosa que por mi es mas deseado en esta vida» (3). Un hombre de Potosi escribe: «Deseo mucho morir en tierra de cristianos, rodeado de quien tanto quiero» (606). Pero habia que ir con dinero: «Los hombres que vienen a esta tierra no pueden ir a Castilla sin plata, porque les afrentardn todo el mundo» (483). Los infelices también deseaban regresar a la patria, Una viuda de México dice: «... tan mala tierra como ésta es. Que cierto no podré yo contar de ella ningun bien, pues perdi en ella a mi marido, y yo ni tengo hora de salud ni de contento» (79). Muertos los padres y parientes, disminuia el deseo de volver a la patria. Andrea Lopez de Vargas escribe a sus hermanas. «Aunque en las cartas pasadas escribi que yo me habia de ir, me he resfriado, pues ha llevado Dios a nuestra madre, y faltindome ella se me ha quita- do la voluntad» (49). «Pues todos son muertos, no pienso pasar alli en toda mi vida» (22). Otra mujer de México dice: «Estoy muy penada de la muerte de mi seflora madre, porque, si deseaba ir a Espaiia, era por solamente verla» (82). En la mayoria de los casos, debido a su bienestar, los emigrantes renuncian a la vuelta a Espafta. «Aunque fuera yo de veinte y-cinco-afios, y fuviera veinte ¥ cinco mil ducados, no ‘dejara esta tierra por irme a ésa, por ser de la suerte que es, que procuro acabar mis dias aqui» (488). Francisco Niifez, desde Guamanga, culpa de ello al rey de Espaita: «Dicen que en registrando las haciendas, en nombre del rey las toman en Castilla... por mi digo que, aunque Dios me ha dado’ plata y en cantidad, sca Dios loado, de treinta mil pesos, real mio por ahora no se ha de ver en Castilla... Yo vivo en esta tierra rico y honradamente, é quién me mete que vaya a Espafia, como vos decis, y que me tome el rey mi hacienda y me vea pobre? A pobre y necesitado bueno esté San Pedro en Roma» (531). Desde Potosi: «... si volviera a Espaiia fuera pisaterrones como antes» (590). No debe intervenir en esta decision el hecho de que Espaiia cs la patria. Diego de Sal- dafia requiere a su mujer para que venga a América, «considerando que en cincuenta dias de nayegacién trocais sayal por brozas... ni se os ponga por delante vuestra patria, pues lo ‘que se debe tener por tal es donde se halla el remedio» (351) Indios y negros. La actitud hacia el indio y el negro es despectiva, 0, en el mejor de los casos, patriarcal. «De estos indios no hay que fiar, y nos dan mucho trabajo, y es menester siempre andar encima de ellos» (177). «Es tan mal servicio el de los indios» (498). El duefio de una chacara de coca en El Cuzco dice de-sus indios: «Son de poco trabajo y menos andado y grandes ladro- nes y mentirosos» (549). «Los negros lo que pueden hurtar no lo perdonan» (527). «Mi ha- cienda anda en poder de negros, los cuales, como soy viejo, ya no me tienen miedo, y todos CARTAS PRIVADAS DE EMIGRANTES A INDIAS 3 hurtan» (241), «Se me han muerto y huido al monte cinco negros, y los dos de ellos me ayudaban ya a trabajar, y atin a ganar de comer» (276). Igualmente despreciativa era la actitud hacia los mestizos: «No querria de mi enemigo mayor venganza que verle casado en esta tierra con mestiza» (235). Constituye una excep- cidn el mercader del Tidnguez de México: «Caséme en esta tierra con una mujer muy a mi Voluntad. Y aunque alld os parecer cosa recia en haberme casado con india, aca no se pier- de honra ninguna, porque es nacién la de los indios tenida en mucho». El mismo dice que le sal la vida una mujer de color moreno, afiadiendo: «La debo mas que a mi misma ma- re» (27). ‘También hacia los criollos el emigrante sentia desprecio, segun revela una carta de Pas- to: «Un cuftado mio que tiene mas de tres mil ducados de renta en unos indios, que, aunque escriollo de la tierra, es muy virtuoso. Tiene diez y siete afios, y muy gentil hombre» (413). La religiosidad. El emigrante a Indias es de una profunda religiosidad. «La hoja en el arbol no se mueve sin ta-volumtad de Diow» (03), Mira qu otuntad de Dios» (52). «Mira que eramor wmi Dios florece, que todo lo demas fenecex (178). Lo_mas importante $3 ts. propia salvacisn, «Lo primero’ que se ha de considerar es lz salvacTonrdeTas amas; que To demas todo €s perecedero y se ha de acabar» (554). El cristia no vive en el temor del infierno. El chantre de Le6n dice: «Yo soy cristiano y temo de irm« irinernos (260). Er encomendero del valle de Casma dice a sus parientes, tras explicar quc cobraba pocos tributos a sus indios: «Paréceme que dirdn allé que eso que doy a los indio: {que fuera mejor darlo a mis parientes. A estos hijos debo que me han servido treinta y tan tos afios, y es deuda de vida, y si no lo diese irme ya al infierno. Y a mis parientes estoy obligado a hacer lo que pudiere por ellos, pero si no lo hiciese no me iria al infierno po lion (528). ‘La muerte ocupa mucho el pensamiento del emigrante: «Por momento los hombres nen dolencias y se mueren como chinches» (155). Un hombre de Guatemala escribe a st madre: «Tenga cuenta con visilar muchas veces la sepultura de mi padre, que, si en ella m enterrase, me habia de ir a la gloria» (242). También los bienes temporales vienen de Dios: «Que la hacienda Dios la da a quien S! Divina Majestad es servido» (508). «Los vencidos hemos de pasar y estar por leyes de los vencedores, y pues toda esta vid ¢s una guerra» (72). «De los hombres es errar y del diablo perseverar» (246). Un hombre d Lima escribe: «Para mi no he menester nada mas que un saco de sayal y meterme en uw eerie eat eee este mundo, sino que andamos peregrinando en él ( adversidades, armente las muertes_de_los_seres queridos son Ievadas co: estoicisme-ensilano, sabre todo por las mujeres «Fue Dios servido de llevarselo, y ciert que Tuera para mi, si Dios fuera servido, harto mas contento que juntamente con él aqui dia me enterraran, para no verme viuda y desamparada, y tan lejos de mi natural» (75). «E Hevarme Dios en este tiempo un hijo que tenia de Macias, que era todo mi consuelo y descanso, mozo de mas de 25 0 26 afios. Doy muchas gracias a mi Dios, que en esta vida n he tenido ventura de gozar alguna cosa, que parece que todos los trabajos me vienen junto: que estoy tan desconsolada» (36). «Haber llevado Nuestro Sefior a nuestra querida madn que lo he sentido de manera que pensé morirme, y considerando que son cosas hechas px la voluntad de Dios, Nuestro Seftor, me he reportado, sea Su Divina Majestad servido de t nerla en su santo reino» (49). «Nuestro Sefior ha sido servido de llevar de esta vida a su pi dre y madre y todos tus tios y tia, mis hermanos. Sea Nuestro Seftor loado por siempre ji ‘mis, amén. Nuestro Sefior sabe la pena que con tales nuevas yo recibi, mas como son cos: que no pueden dejar de ser no hay mis que dar gracias a Nuestro Sefior» (58). También la pérdida de bienes temporales se atribuye a Dios: «Perdi mas de un cuent de maravedis, Dios sea loado por todo, yo estoy saneado conmigo y con Dios, que yo hic io que era obligado... Ha sido mi Dios servido que haya perdido por la mar y por la tien gran cantidad de hacienda, y otros han perdido mucho mas, Dios sea loado con todo» (21). Parte de los bienes se designan para obras pias. «La Hermita de Nuestra Sefiora tan bign fure-atzat aenque mi sehr tradre) 16 To mandé» (288), «Envié 3$ ducados, porat con los 55 escuidos que estén alla, haya para hacer un retablo, y una_limpara que cues cien ducados, diez ducados para aceite en la iglesia de San Pedro de Escoriaza. Asimisn 34 ENRIQUE OT envio una fuente de plata labrada que pesa 16 marcos y medio, y una medalla de oro con la historia de Sant Joseph, que pesa 29 pesos y medio» (310). La virtud. La maxima norma del emigrante a Indias fue la Vida virtuosa:)Vemos aqui un eco del men- saje de Erasmo, condensado en su obra «El Enquiridion 0” Manual del Caballero Cristiano», gue ensefia el camino de la virtud. Sabemos el enorme éxito de la obra en Espaita ¢ Indias La primera edicién castellana de 1526 se agot6 inmediatamente, y fue preciso hacer en el mismo afio una segunda tiradal". En febrero de 1528 un mercader vasco despacho cuatro ciemplares del «Enquiridion» a la ciudad de Nueva Cidiz de la isla de Cubagua'"®), En julio un mercader burgalés de Santo Domingo recibe de su socio de Sevilla un ejemplar del libro, y en marzo del ato siguiente el licenciado Delgadillo pide desde México un ejemplar. En los fos siguientes, las obras de Erasmo ingresan en las bibliotecas de! obispo Juan de Zumarra- ga, de Diego Méndez, de un chantre y un sastre de México y del gobernador del Rio de la Plata Pedro de Mendoza('”), En el «Enquiridion» Erasmo condensa su mensaje de la vida de Cristo. Predica un cris- tianismo interior que prescinde de los dogmas, de las ceremonias y de las reglas, y que ense- fia a tener en poco alas cosas visibles», es decir «el amor a la riqueza, a los honores y a los placeres». El «miles christianus» debe vivir bien, cultivando las virtudes y aborreciendo los Vicios. «Pero hay que saber orientarse en cuanto a las cosas moralmente indiferentes, como son salud, fuerza, don de agradar, autoridad, gloria, nacimiento, dinero. Si el dinero’ no es- torba para hacer bien, si, por el contrario, esti en las manos del hombre como en las de un tesorero de Dios y fluye incesantemente hacia los pobres, entonces muy bien. Pero si no, que se arroje al mar, como hizo Crates, el fildsofo tebano». Seguin Erasmo, el error de esti: mar las cosas exteriores y literales més que las interiores y espirituales es una «comtin pesti- lencia que anda entre todos los cristianos», Por faltar a la ley de Cristo, «la cristiandad se ve desgarrada por guerras perpetuas, los hombres se hallan lanzados sin reposo y sin escripulo en una loca persecucién de la riqueza, y lo profano y lo sagrado estin entregados a odiosas discusiones». Los mas responsables de esta lamentable situacién son los jefes laicos y espiri- tuales de la cristiandad. Los principes, victimas de «malas codicias» y ambiciones, perpe- tan las guerras con su prictica de alianzas dindsticas y matrimonios reales. Los ministros de Cristo, lejos de despreciar las cosas visibles, viven entregados a afanes de honores y rique~ zas. Desconocemos el efecto que las obras de Erasmo, en el momento de su aparicién, sur- tieron sobre los hombres de las Indias. Pero parece seguro que en la segunda mitad del siglo XVI, es decir atin después del tristemente célebre Indice de 1559, que marcé el fin del men- saje piblico de Erasmo, siguieron ejerciendo influencia, Por lo menos es esto lo que parecen indicar las cartas de los emigrantes a Indias. EI mensaje de Erasmo, al llegar al Nuevo Mundo, hubo de enfrentarse con la realidad de la vida material. En Europa, el mensaje era principalmente un desafio a los gobernantes y las clases dirigentes de la sociedad. Fue una voz a favor de los pobres y de los oprimidos. Muchos de estos pobres y oprimidos buscaron y hallaron en América un remedio para su miseri Todo el «Enquiridion» tuvo por fin enseflar a alcanzar la virtud, concepto que se presu- Pone en la obra y que es citado 19 veces en el texto, «Estrecho es el camino de la virtud cristina, y muy pocos van por él, mas no hay otro que nos lleve a la vida»), «El camino de la virtud es a los principios aspero»'?!). «La flaqueza se ha de esforzar, porque, si has co- menzado a tomar el camino estrecho de la virtud, ni estés dudando de pasar adelante»2). «Ningtin hombre puede firme y constantemente conservar en si la virtud, si no tiene muy fundado y raigado en su entendimiento un cierto y determinado conocimiento de qual es en la verdad lo bueno y honesto y qual es torpe y deshonesto»®3), «No es otra cosa virtud sino una ciencia 0 verdadero conocimiento de las cosas, quales se deben huit, quiles se deben (12) Enrique Otte: «Semblanza Espiritual del Poblador de Indias..», p. 442, también para lo siguiente (18). Enrique Otte: «Las perlas del Caribe: Nueva Cadiz de Cubaguam, Caracas, 19177, p. 387, (19) Marcel Batailion: «Erasmo y Espafan, 2 edicidn, México, 1966, pp. 807 ss. también para lo siguiente (20) Erismo: «El Enquinidion o Manual del Caballero Cristianon, edicion de Dimaso Alonso, prologo de Marcel atailon, Madrid, 1932, p. 299. 21) "Id, p. 172, (22) dp. 198 (23) dp 297 CARTAS PRIVADAS DE EMIGRANTES A INDIAS 35 desear».24) «Saber y tener firmemente que sola la virtud ¢s muy buena y deleitosa, muy dul- ce y sabrosa, muy agradable y hermosa, muy honesta y honrosa, y finalmente muy provecho- ‘sa y de grande excelencia, y que, por el contrario, el vicio es dnico mal y tormento y una cosa vergonzosa y datos» Para Erasmo, honra y virtud son sindnimos: «Y si algunas cosas te contentan de las que son de Wi calidad... y ‘aquella honra que se le debe a la virtud y otras cosas de esta cali- dad». EI emigrante lo ve de la misma manera. Domingo de Oria escribe @ sus hijas:

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