Desde un principio, la bancada de Cambio 21 resolvió tomar democráticamente todas
las decisiones. Esa fue su partida de nacimiento y lo que la diferenciaba de otras bancadas. Cuando la bancada decidió iniciar las conversaciones para incorporar al señor Daniel Salaverry, no tuve comunicación alguna por estar dedicado a mis actividades de trabajo diario. Pero tengo el mayor respeto por la decisión democrática de sus miembros, sea cual fuere, respecto de sus afiliaciones o apoyos a los distintos grupos o candidaturas en el Congreso de la República.
Quiero también agradecer la generosa decisión de la bancada de Cambio 21 y de otros
grupos parlamentarios amigos, de pedir mi retorno a la curul que el pueblo me dio hace tres años. Pero debo decir que no habría aceptado un sueldo, ni asesores, ni despacho, ni oficina. Cuando me enteré de que se debatía mi reincorporación al Congreso sentí una profunda tristeza y nostalgia anticipada de lo que hoy hago. Continuaré, como he venido haciendo, ganándome el pan todos los días con mi trabajo, como todos los peruanos en el mercado o donde Dios disponga. Porque es aquí donde está el pueblo y donde quiero estar, cerca del corazón de las señoras, de la alegría de los jóvenes, de la dedicación de los trabajadores, de la bondad y el consejo de los mayores. He aprendido a vivir en el mercado. He vendido huevos, café de la Selva central, fruta, pintura para barcos, blue jeans, camisas, comida para perros, filtros de agua potable, tortas de chocolate, empanadas, cosméticos en una red digital de mercadeo, como muchos millenials que se pagan la universidad. Desde un principio fue mi decisión aprender a vivir como lo hacen todos, del trabajo madrugador que remunera no solo en algún dinero para vivir, sino en amistad y en auténtica solidaridad. Pero soy, quiera o no, el heredero de un legado, No escogí mi destino. Soy el hijo de Alberto Fujimori. Hago lo que hago por la libertad del Perú de las cadenas que lo atan a una clase política mezquina, sin inspiración y sin grandeza.