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S​obre los derechos del hombre en la revolución francesa.

Una aproximación desde la


obra de Edmund Burke.

Luis Ángel Narváez Gómez


Universidad de Antioquia

Como es bien sabido, la revolución francesa representa un hito en la historia de la humanidad


y marca una transición política con repercusiones que resuenan hasta nuestros días, debido a
que construyó de un proyecto de nación que sentó las bases para los Estados modernos y
estableció una serie de derechos inherentes a las personas, que se extendieron alrededor del
mundo y que tuvieron una gran influencia en acontecimientos políticos posteriores; al tiempo
que repercutió en gran parte de la obra filosófica e intelectual que se desarrolló en la época.
Una de las respuestas que recibió la revolución francesa fue la corriente política conocida
como ​contrarrevolución, ​una crítica que se basó en el trabajo intelectual de personajes como
Edmund Burke en gran Bretaña y Joseph de Maistré en Francia. Sobre el primero, el presente
trabajo busca explicar su argumentación acerca de los perjuicios de lo acontecido en éste
periodo, a partir de su principal obra: ​Reflexione de la revolución en Francia,​ un texto de
1790 que ha sido considerado como la carta fundacional del conservadurismo clásico inglés
y una forma particular de entender la política como actividad pragmática e histórica. Se
pretende explorar la concepción sobre los derechos del hombre que el autor sostenía, y de
esta forma contrastarlo con la idea de derechos de los revolucionarios franceses de tal modo
que se pueda entender su crítica hacia los hechos de 1789. Además, se utilizarán aportes de la
amplia bibliografía disponible sobre Burke y su pensamiento político para ofrecer
perspectivas diferentes y enriquecer el tema en cuestión.

El error fundamental en Francia.


¿Donde radica, según Burke el problema de los derechos naturales promulgados en la
revolución francesa?. La respuesta está en su propia condición de ​"derechos promulgados".
Antes de continuar es preciso hacer varias aclaraciones que permitirán entender la anterior
afirmación y que buscan ofrecer un contexto claro para acercarse de manera más adecuada a
los razonamientos del autor de estas ​Reflexiones. Ésta obra es escrita en el año 1790 por el
político y filósofo inglés Edmund Burke, un ​whig ​nacido en Dublín que defendió de forma
férrea la tradición a través de su crítica del colonialismo británico en América e India por
pensar que se atentaba con milenios de cultura autóctona en estas regiones, al mismo tiempo
que demostró ser partidario de la economía de libre mercado y la jerarquización social. A
través de su escrito más famoso, ​Reflexiones de la revolución en Francia ​condena los
acontecimientos ocurridos al otro extremo del canal de la mancha y compara las instituciones,
los derechos y los procesos políticos de su país y los de Francia, con la intención de mostrar
que la forma de gobierno inglesa basada en la tradición es más adecuada que el régimen
implantado por la Asamblea Nacional francesa.
Y es que el parlamento revolucionario utilizó lo que autores como Donald Livingston, Robert
Eccleshall o Antonio Rivera han llamado un ​racionalismo filosófico, esquemas de ingeniería
social y ​una ​metafísica revolucionaria respectivamente, es decir, la intromisión de esquemas
abstractos en la política para moldear los hechos anticipándose a su ocurrencia. Es esta
tendencia "utopista" lo que se critica principalmente en la obra de Burke, ya que según éste,
los estados no pueden ser arreglados con anterioridad a través de modelos imaginarios que
que han de producir un resultado caótico al momento de ser llevados al escenario tangible de
la realidad. De esta forma, el autor hace una marcada diferencia entre la política como teoría
y praxis, lo cual orienta su argumentación a lo largo del libro y plantea los principios básicos
de su pensamiento político.
De acuerdo a lo anterior, los derechos naturales de los hombres no pueden ser el producto de
la razón de unos pocos, creados de la nada, definidos como abstracciones universales y
permanentes, sino que corresponden a procesos de transformación política que se presentan a
lo largo del tiempo y durante varias generaciones, plasmando las concepciones de justicia
mantenidas por los individuos donde su principal criterio para ser aceptadas y mantenidas es
precisamente la perdurabilidad. Para Burke, evoluciones históricas configuran los derechos
de los hombres y los hacen cada vez más óptimos para las sociedades que los ejercen, por
ende, la tradición y la cultura de los pueblos tiene influencia directa en la forma en que
aquellos son entendidos y valorados. En consecuencia, una idea de derechos universales
como los establecidos en Francia, creados a partir de estos esquemas de abstracción resulta
inaplicable y desconoce las condiciones históricas de las naciones.
Ahora bien, en Francia se instauró un régimen completamente nuevo con la finalidad de
superar siglos de injusticias producidas por una monarquía absoluta que desconocía cualquier
reivindicación del pueblo. En el antiguo régimen, la división social favorecía a unos pocos
mientras que el poder político se concentró en la nobleza, mientras que la soberanía se
levantaba en la idea del derecho divino del rey. Todos estos ​vicios ​provocaron que explotara
la necesidad de fundar una nueva nación bajo la voluntad general y en donde el poder
soberano emanase del pueblo, los derechos fueran de todos y la razón moldeara un tipo de
sociedad libre, igual y propietaria. De este modo, se debían cimentar desde cero las bases
para un Estado justo y políticamente incluyente que permitiera el progreso social a partir de
la acción de hombres en igualdad de condiciones, capacidades ilimitadas y dispuestos a
mejorar las condiciones de vida en pro de la felicidad general.
Es la felicidad heredada de la revolución y el progreso ilimitado lo que Edmund Burke pone
en tela de juicio en su ​reflexiones​, ya que estaba convencido de que el cambio en las
sociedades era un proceso natural que atendía a circunstancias espontáneas y procesos
históricos externos al hombre, por lo cual advierte que las novedades implantadas
súbitamente son ​antinaturales ​y derivan en consecuencias desastrosas para los Estados. Las
revoluciones debían ser parteras de la estabilidad y no condicionantes de nuevas revoluciones
que desataran la guerra y la anarquía, es decir, debían tener un sentido ​evolutivo ​que
conservara los aspectos fundamentales de la estructura social.
Los principios que rigen a las comunidades están sintetizados en los derechos y deberes que
sus integrantes han ejercido a lo largo del tiempo y que han sido objeto de sucesivas
transformaciones, esto implica que las leyes y las libertades son la piedra angular del pacto
social. Estos razonamientos son los que según el autor son desconocidos por los
revolucionarios franceses, los cuales no toman en consideración lo que han hecho muchos
antes que ellos, "depositando todas sus esperanzas en descubrimientos nuevos" (Burke,
1990). Así las cosas, los derechos naturales no pueden ser establecidos en un acto
fundacional, sino a través de la sociedad civil que ha sido creada para el beneficio de los
hombres y todo lo que de ella emana representa ventajas para sus integrantes. Toda la
beneficencia que emana de la sociedad civil está contenida en las leyes que la rigen, por ende
la obediencia a ley es la forma de garantizarse la felicidad.

De la libertad, la propiedad y otros derechos declarados en la revolución francesa.


Los revolucionarios franceses exaltaron la importancia de los derechos que promulgaron en
su constitución, principios universales que reivindicaban la dignidad humana, la justicia y la
razón. Sin embargo, la crítica de Burke cuestiona de forma precisa estos derechos humanos
que, en palabras suyas, "perdieron en medio de su triunfante esplendor todo sentido natural de
lo justo y de lo injusto". En cuanto a libertad se refiere, ésta debía ser acorde a las normas del
gobierno y al orden público, no debía transgredir el principio que rige la sociedad ya que, el
control que se ejerce sobre los hombres, al ser producto de su libre decisión de asociarse bajo
el gobierno civil, también debe ser contado como parte de su libertad. El arbitrio y el
libertinaje con que la asamblea nacional levantó su nuevo Estado resultan extremadamente
problemáticos para Burke en la medida que se desconoció cualquier límite de su propio
poder.
Más aún, la "usurpación" de las propiedades de la iglesia representan en estas ​Reflexiones la
destrucción del contrato social original, ya que sobre uno de los principios sobre los que éste
se configuró fue precisamente el de la protección a la propiedad privada. Sobre la propiedad,
el autor vendrá a decir que según los principios que rigen su adquisición y conservación, su
esencia característica es ser desigual, por lo que ningún razonamiento abstracto ha de
justificar su violación. "Los hombres tienen derecho a vivir bajo esas normas; tienen derecho
a hacer justicia entre sus conciudadanos; tienen derecho a los frutos de su trabajo y a los
medios de hacer que su trabajo fructifique; tienen derecho a poseer lo que adquirieron sus
padres. Todo lo que un hombre pueda hacer por su cuenta sin violar los derechos de los
demás tiene el derecho de hacerlo para sí mismo. Todos los hombres tienen iguales derechos,
pero no tienen derecho a cosas iguales" (Burke, 1790). Con esta consigna las ​Reflexiones de
la revolución en francia ​afirman la convicción de su autor de que los hombres son desiguales,
no debido a características cognitivas sino a la diferencia de ambientes y contextos en los
cuales se desarrollaron. Son estos contextos y circunstancias en las que crecen los hombres
las que forjan su carácter y determinan sus alcances, de ahí el hecho de que Burke crea en la
necesidad de que la sociedad civil debe estar organizada jerárquicamente, donde las personas
más aptas para gobernar son las que están más capacitadas por los conocimientos y por la
experiencia. Por ende, condena la idea de igualdad de la Asamblea Nacional por "pretender
nivelar a los hombres arrasando con las diferencias" (Burke, 1790).
Las diferencias políticas fundamentales también van en contra del derecho universal de
igualdad francés, ya que son las contradicciones y las constantes disputas entre intereses
distintos los que mantienen equilibrado el poder político, tal como ocurre en el sistema
inglés, el cual Burke utiliza como ejemplo durante todo el texto. En esa medida, la igualdad
entre los hombres nunca puede remitir a igualdad para gobernar, ya que esto supondría una
pérdida de la cautela que es esencial a la hora de tomar las decisiones que guíen a una nación.
A fin de cuentas, como menciona Antonio Rivera, la Asamblea Nacional, pese a su discurso
de gobierno general y soberanía popular, se vio en la obligación de seleccionar un cuerpo
representante de entre los cuales, la mayoría eran propietarios alejados en cierta medida del
pueblo llano, decisión comprensible puesto que de lo contrario la actividad del gobierno
hubiera representado un caos absoluto. (Rivera, ​El enemigo de la metafísica revolucionaria)​ .

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