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¿CÓMO EVANGELIZAR

CORRECTAMENTE?
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Es importante conocer qué aspectos se deben incluir en una presentación


completa y bíblica del Evangelio.

Transportándonos desde el aspecto académico al aspecto práctico sobre el


testificar, debemos preguntarnos, si es que deseamos presentar el
Evangelio tan claramente y exactamente como nos sea posible: ¿qué
puntos necesito estar seguro que debo incluir en la presentación del
Evangelio?

Podemos encontrar la respuesta en una lista base de seis verdades que son
claramente y profundamente enseñadas en la Palabra del Dios. De hecho,
al ver esta lista de verdades y con sus sub-puntos, trataremos de dejar que
los pasajes bíblicos hablen por sí mismos.
La Santidad de Dios

La primer cosa que debemos dejar en claro en la presentación del


Evangelio es que Dios es un Dios Santo que demanda un temor y respeto
reverentes “el principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Salmo
111:10; cf. Job 28:28, Prov. 1:7; 9:10, 15:33, Miq 6:9).

Mucho del evangelismo contemporáneo falla en este punto y en lugar de


esto se comienza con declaraciones engañosas acerca del amor de Dios y
el plan que tiene para cada uno. Para los no creyentes pecadores es
eternalmente desastroso. Debemos responder a tal pensamiento con un
énfasis apropiado en las verdades bíblicas referentes a la santidad de Dios.

Porque Dios es perfectamente santo, Su ley demanda una perfecta


santidad. “Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os
santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo;… seréis, pues, santos,
porque yo soy santo.” (Lev 11:44-45) “¿Quién podrá estar delante de
Jehová el Dios santo?” (1º Sam. 6:20, cf. Jos 24:19)

El Nuevo Testamento también demanda santidad. “Sin santidad, nadie


verá a Dios” (Heb 12:14). “Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy
santo” (1ª Ped 1:16)

Un Dios santo odia el pecado, y por lo tanto los pecadores no pueden estar
delante de Él. “… porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito
la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación
de los que me aborrecen,” (Ex. 20:5) “Por tanto, no se levantarán los malos
en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos.” (Sal. 1:5)

La realidad del pecado del hombre

La segunda cosa que se necesita para una buena presentación del


Evangelio es la realidad del pecado del ser humano.

Desafortunadamente, mucho de los métodos evangelísticos populares de


hoy no enfatizan o ignoran el aspecto del pecado. Ellos ofrecen
“salvación” como un simple escape de la condenación, como un camino a
una vida satisfecha con relaciones maravillosas y la promesa de un perdón
total. Estos son genuinos resultados de la salvación, pero si lo presentamos
como una apelación primaria en nuestra testificación estaremos fallando
al no poder tratar con el pecado, y nuestro mensaje esta seriamente
alterado.

Ofrecer la salvación a aquellos que no entienden la seriedad del pecado


nos hace no menos mejores que los profetas falsos en los días de Jeremías:
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no
hay paz”. (Jer 6:14)

Toda la gente, sin ninguna excepción, ha pecado. El apóstol Pablo citando


el Antiguo Testamento, lo deja innegablemente claro:

“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No
hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es
su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus
labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se
apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus
caminos; Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante
de sus ojos.” (Rom 3:10-18)

Por causa del pecado, la verdadera paz es imposible para los no creyentes.
“Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse
quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para
los impíos.” (Isaías 57:20-21)

Debido al pecado, los pecadores merecen la muerte. “Porque la paga del


pecado es muerte…” (Rom 6:23) “Entonces la concupiscencia, después
que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da
a luz la muerte.” (Santiago 1:15)

Los pecadores no pueden de ninguna manera ganar su salvación. “Si bien


todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo
de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades
nos llevaron como viento.” (Isaías 64:6, cf. Rom 3:20, Gal. 2:16).

El pecado deja a toda la gente desamparada “Y él os dio vida a vosotros,


cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,” (Efes 2:1)
“Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que
no haya de saberse” (Luc. 12:2). Véase también Romanos 2:16, Hebreos
9:27 y Apocalipsis 21:8.

La persona y la obra de Jesucristo.

El Evangelio enfatiza también quien es Cristo y que es lo que El ha hecho


por los pecadores. Si desea ser un testigo efectivo, usted se esforzará
siempre en mantener estas verdades en balance.

Jesús es completa y eternamente Dios “En el principio era el Verbo, y el


Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho,
fue hecho… Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de
verdad.” (Juan 1:1-3, 14, cf. Col. 2:9)

Jesús es el Señor de todo. “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo


sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre
de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra,
y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.” (Fil. 2:9-11, cf. Hech.10:36, Apoc. 17:14).

Jesús se convirtió en hombre. “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó


el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí
mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;” (Fil.
2:6-7)

Jesús es completamente puro y sin pecado. “el cual no hizo pecado, ni se


halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con
maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al
que juzga justamente;” (1ª Ped. 2:22-23, cf. Heb. 4:15, 1ª Jn.3:5)

El sacrificio expiatorio de Cristo por el pecado hace posible la salvación


de los pecadores “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado,
para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2ª Cor. 5:21)
“en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según
las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda
sabiduría e inteligencia” (Efes. 1:7-8) Otros versículos relevantes que
usted puede compartir sobre estos puntos son Colosenses 1:20, Tito 2:14,
1ª Pedro 2:24 y Apocalipsis 1:5.

Jesús se levantó del sepulcro. Los ángeles en Su tumba declararon a las


mujeres quiénes habían venido con las especias y los perfumes: “y como
tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis
entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado.
Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo:

Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres


pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se
acordaron de sus palabras” (Lucas 24:5-8; cf. 1ª Cor. 15:3-4). “El cual fue
entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra
justificación.” (Rom. 4:25; cf. 1:4).

Las demandas de Dios a los pecadores

Para aquellos que genuinamente se quieran salvar, es inadecuado que ellos


simplemente “hagan una decisión por Cristo” u orar la “oración del
pecador” para escapar del infierno y tener una mejor vida. Mas que esto,
Dios requiere que la gente abandone completamente todo lo que ellos
confían y se conviertan a Jesucristo como su Señor y Salvador. Esto
envuelve tres profundos cambios en su corazón y actitud.

La gente debe arrepentirse de sus pecados. “Por tanto, yo os juzgaré a cada


uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor.
Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la
iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones
con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
¿Por qué moriréis, casa de Israel? Porque no quiero la muerte del que
muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.” (Ezeq. 18:30-
32) “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia,
ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”
(Hechos 17:30; cf. 26:20).

La gente necesita convertirse de la idolatría y seguir a Cristo. “Porque ellos


mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os
convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1ª
Tes 1:9) “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a
sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” (Lucas 9:23; cf. V.62; Juan
12:26).

La gente debe confiar en Cristo como Señor y Salvador. “que si confesares


con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le
levantó de los muertos, serás salvo.” (Rom. 10:9; cf. Hech. 16:31)

Cuidadosamente considerando el costo de seguir a Cristo.

Otra realidad que es crucial incluir en nuestra presentación del Evangelio


es una mención clara del costo que implica seguir a Cristo. Aunque se
enfatiza que la salvación es absolutamente gratis e incluye todo lo que
necesita la gente para su vida espiritual, tenemos también que decirles
acerca del costo de ser discípulo como resultado de la salvación.
Obedeciendo al Señor, como si estuviésemos en el ejército, puede costar
nuestra libertad, perder ciertas relaciones, perder nuestra independencia, y
puede que hasta nuestras vidas. Un evangelista cuidadoso, como un buen
reclutador, contará la historia completa para hacer a sus reclutas
potenciales. Cristo mismo no vaciló en decir a la gente acerca del costo
del discipulado:

“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos,


y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi
discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi
discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se
sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para
acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda
acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo:
Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar
a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer
frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede,
cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide
condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a
todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. (Lucas 14:26-33; cf. Mat
10:34-38; Marc. 8:35-37; Juan 12:24-25)

Es innecesaria una respuesta Tardía


Después de haber presentado cuidadosamente los cinco componentes del
Evangelio anteriores, es tiempo de que amable, sincera y urgentemente
animar apropiadamente a su oyente a que sinceramente abrace el mensaje.

Por ningún motivo usted nunca debe empujar a ninguna persona a una
respuesta precipitada a su predicación. Sin embargo, usted debe dejarle
claro que el Evangelio contiene más que una colección de buenas ideas
que la persona pudiera siempre reconsiderar de acá o de allá.

“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está
cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y
vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el
cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7). “Así que, somos
embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de
nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2ª
Cor. 5:20; cf. 6:1-2)

Autor: John MacArthur.

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