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LA DIRECCIÓN REVOLUCIONARIA

Por Miguel Ángel Aguirre


Autor del libro: “La Dirección revolucionaria. Preguntas que todo
directivo debería formularse para ejercer una dirección eficaz”
Director y profesor de ENAE (Escuela de Negocios y Administración de Empresas)

Dicen que el hábito hace al monje. Deduciendo en este caso que hábito se refiere
a la vestidura, traje, atavío o prenda.

Yo diría que el hábito hace al líder. Pero el hábito entendido como práctica o rutina.
Todos los postulados, teorías, paradigmas y técnicas que conocemos, de nada
sirven si no se llegan a convertir en hábito. Y este se consigue a base de práctica,
dedicación y esfuerzo.
Pero para lograrlo hace falta algo más. Un profundo conocimiento de uno mismo,
confianza y sobre todo, ganas y deseo de poner en práctica lo aprendido. Siendo
constantes y perseverantes en nuestro deseo de perfeccionar y mejorar como
líderes pero sobre todo, como personas. Anteponiendo los intereses del equipo a
los nuestros.

Todos conocemos, incluso en primera persona, a colegas que han asistido a


infinidad de cursos y seminarios sobre liderazgo, dirección de equipos o
habilidades directivas. Sin dudar de la eficacia de estos cursos ¿Durante cuánto
tiempo aplicamos lo aprendido? ¿Qué incidencia tiene en la organización? ¿De
qué forma beneficiará a nuestros colaboradores?

Para algunos, es solo una moda pasajera. Durante unos días lo intentan, pero en
algunos casos abandonan a mitad de camino. Otros perseveran, ponen en
práctica, mejoran, ensayan y perfeccionan, pulen, retocan y corrigen sin cesar.
Solo así conseguirán el efecto deseado.

Como usted sabe, mandar es fácil. Liderar es otra cosa.


Un título no es garantía de nada y menos cuando de lo que se trata es de
modificar conductas, o generar nuevas costumbres y habilidades relacionadas con
la dirección eficaz.

El primer paso para poder aplicar lo que nos enseñan es conocernos bien a
nosotros mismos ¿Cree usted conocerse en profundidad? ¿Conoce cuáles son
sus debilidades y fortalezas? ¿Se considera ejemplar como mando o líder?

“Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás


peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una
batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo,
correrás peligro en cada batalla. (SUN TZU)”

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Conocernos en profundidad nos ayudará a adaptar las técnicas y principios
aprendidos a nuestro estilo de mando. Es evidente que no somos robots a los que
puedan programar en un curso o seminario y ya estamos listos para la batalla.
Cada individuo es diferente y también lo es su forma de aplicar las enseñanzas
recibidas. A veces es más fácil utilizar el sentido común que la técnica.

Dicen que los líderes pueden cambiar el mundo. Tal vez sea cierto, no lo dudo.
Pero la verdadera revolución debe empezar por nosotros mismos, contagiando a
todos y cada uno de nuestros colaboradores como si de una plaga se tratara.
Es en ese sentido en el que debemos de ser revolucionarios. Estimulando,
provocando y ejecutando el cambio. Primero en nosotros como individuos y a
continuación en las personas que nos rodean. El efecto dominó.

He tenido la suerte de poder formar y entrenar a un buen número de directivos y


mandos intermedios durante más de diez años y la principal dificultad con la que
tropezamos es lograr producir un cambio de hábitos o de costumbres que sea
duradero.

Muchos de mis alumnos manifiestan verdadero interés en mejorar sus habilidades


como mandos y ello se refleja durante las primeras semanas del curso,
compartiendo con compañeros y profesores su experiencia en la aplicación de los
principios aprendidos en clase. Pero ¿Cuánto tiempo durará este interés?
¿Continuarán aplicando, mejorando y perfeccionando sus habilidades? Eso,
difícilmente podemos saberlo a no ser que realicemos un seguimiento posterior a
la finalización del curso. Esa etapa, solo depende de ustedes.
Si fuera tan fácil, el mundo estaría plagado de verdaderos líderes y no de jefes.

Cualquier cosa que nos propongamos, con el debido entrenamiento podemos


convertirla en hábito.

Las teorías surgen, o al menos así debería ser, de la práctica. Del análisis y
estudio de personas que han conseguido hacer del liderazgo un arte. Y como arte,
al servicio de su equipo, organización y clientes. Pero ¿de qué sirven todas las
teorías sobre dirección y liderazgo sino se ponen en marcha? La respuesta es
evidente.

Construyan sus propias teorías si lo desean. Perfeccionen sus habilidades.


Aprovechen los conocimientos de los expertos. Adapten las teorías a su propia
realidad empresarial.

Probablemente la mayoría de ustedes trabaja en pequeñas y medianas empresas


cuyos recursos económicos, materiales y personales son ilimitados. No podemos
aplicar lo que muchos libros nos enseñan. Así pues, tenemos el equipo que
tenemos y lo único que podemos hacer en algunos casos es pulir un grupo de
individuos hasta conseguir un equipo de alto rendimiento. Y eso, ya es todo un
éxito si lo conseguimos.

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Los verdaderos líderes consiguen en sus equipos el famoso efecto “banco de
peces”. Todos trabajan en la misma dirección, sincronizados y reaccionan a los
cambios de la misma manera, siendo difícil identificar quién fue el primero en
iniciar el movimiento.

Sean revolucionarios. Provoquen el cambio desde arriba. Sean tenaces y


constantes y lo demás vendrá solo. Ustedes son los responsables de facilitar la
adaptación al cambio. Sean visionarios. Por eso, también se les paga.

No desfallezcan en sus propósitos porque sólo los tenaces y perseverantes lo


consiguen. El resto se queda en el camino lamentándose o echando la culpa a los
demás.

Por supuesto que ser un líder eficiente no garantiza el éxito de una empresa pero
sin duda que en algo ayuda.

La famosa globalización y la velocidad con la que se producen los cambios e


innovaciones nos obliga a formarnos y reciclarnos continuamente intentando
conseguir un perfecto equilibrio entre destrezas, conocimientos técnicos y
habilidades interpersonales. La selección natural aplicada a la empresa hace el
resto. Solo los mejores consiguen despuntar y prevalecer.

Como dijo algún famoso gurú, ahora no son los grandes los que se comen a los
pequeños, son los veloces los que se comen a los lentos. (Jason Jennings y
Laurence Haughton).
Debemos de ser rápidos en anticiparnos y detectar tendencias. En provocar
cambios en lugar de ser meros espectadores y en romper las reglas si es
necesario.

Ser revolucionarios como directivos o líderes implica producir cambios profundos y


perdurables. No conformarnos con lo establecido. Ver las cosas desde otra
perspectiva. Ser creativos. Hacernos preguntas continuamente y encontrar las
respuestas. Observar nuestro entorno desde una cierta distancia y ser objetivos.
No hacer las cosas porque siempre se han hecho así o porque es la costumbre.

Y recuerden. Cualquier cambio que realicen por pequeño o insignificante que les
parezca, tiene sus consecuencias. Es la suma de pequeños cambios lo que
produce verdaderos resultados duraderos. Lo importante es ser capaces de
provocarlos.

Mi reconocimiento a todas aquellas personas que, tal vez como usted, tienen un
profundo y sincero deseo de mejorar y aprender cada día y lo que es más
importante, compartir con los demás su conocimiento.

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