Ser docente en Venezuela: preceptor, maestro, profesor; en cualquiera de sus jerarquías, especialidades, modalidades y categorías es una de las más dignas profesiones e incluye uno de los roles más relevantes del aspecto laboral y social. En líneas generales, un docente es un
profesional que debe dedicar toda su vida a la formación moral, académica, intelectual, psicológica, político-cultural y hasta religiosa del individuo, desde la Educación Inicial hasta la profesional. En una oportunidad, José María Mar tínez, director del Núcleo Escolar Rural
(N.E.R) Nº 425, del estado Barinas manifestaba que el docente en la comunidad debe ser ante todo modelo de honestidad, formalidad, responsabilidad, equidad, edu cación, moralidad y honradez; debe ser líder absoluto en su comunidad, pero debe complementar los valores
de su personalidad y los principios de su formación con los de otras profesiones porque además de maestro, debe hacer de: enfermero, médico y psicólogo, para reconocer y solucionar pequeños desajustes de salud del estudiante; padre o madre sustituto para escuchar
inquietudes o problemas de sus estudiantes con la obligación de resolverlos de manera oportuna y satisfactoria, consejero para orientar a padres, madres, representantes y comunidad en general sobre situaciones conflictivas.
El desempeño de la labor docente implica gran responsabilidad en el diseño, aplicación y reorientación de estrategias didacto-instruccionales que conduzcan a la construcción del conocimiento por quien se interesa en aprender. Otro aspecto incluido dentro de tan complejo
sistema es la evaluación de los aprendizajes, lo cual se logra con la aplicación de elementos científicos para la observación, contraste y comprobación de logros obtenidos donde el profesional de la docencia debe poner a prueba su objetividad, equilibrio, honestidad,
conciencia, experiencia y algunos factores asociados al ámbito socioeconómico y cultural del discente.
El desempeño docente
Es muy importante indicar que el docente recién egresado del régimen universitario debe sortear muchas trabas del sistema para lograr ser empleado del Ministerio de Educación o Ministerio del Poder Popular para la Educación como corresponde a su denominación actual;
debe pasar algún tiempo realizando suplencias de docentes que dejan temporalmente su cargo debido a enfermedades, pre/postnatalidad, comisiones de servicio, cambio de actividad laboral u otra. Con cierto esfuerzo puede lograr un contrato fijo con el Ministerio para ejercer
la profesión, donde ha de pasar más de cuatro años para alcanzar la titularidad del cargo. En la ejercicio de la profesión deberá llevar cantidades considerables de trabajo a su hogar destinado una considerable cantidad de horas para completar su labor y cumplir con las
aspiraciones del grupo de estudiantes/representantes. Luego de unos años de ejercicio, puede correr con la “suerte” de ser asignado a áreas de una coordinación pedagógica; en tal caso, a las primeras de cambio, el profesional puede sentir que su trabajo es más descansado sin
imaginarse que en adelante deberá multiplicar esfuerzos para cumplir sus metas, dedicar el doble del tiempo para asistir a cursos y talleres de mejoramiento profesional; dirigir actividades curriculares para la formación del grupo de docentes/estudiantes que están bajo su
responsabilidad; organizar actividades orientadas a la concienciación social del entorno comunitario y laboral; preparar, organizar y ejecutar actividades de promoción institucional, participar en eventos organizados por las autoridades educativas y entes representativos del
municipio; estar atento a cualquier eventualidad o requerimiento de parte de sus superiores sin importar hora, días festivos, asuetos, vacaciones, e incluso, en algunos casos, será necesario sobreponerse a estados de salud precaria para cumplir con tan importante obligación.
El docente, universalmente, –salvo excepciones contadas– recibe un salario indigno para tan loable labor, entendiendo que todas las personalidades públicas: profesionales de todas la s carreras, políticos, sacerdotes, militares, empleados públicos y de servicios múltiples en
muchas etapas de su vida han sido formados por docentes. Da escozor en la piel cuando se compara lo que gana un docente venezolano con lo que gana otro tipo de profesional que ostente un título académico del mismo nivel universitario y provoca vergüenza si la
comparación se hace entre los montos que ambos profesionales reciben por concepto de vacaciones y aguinaldos. Vale decir que en Venezuela, el trabajo docente es bastante mal remunerado, a pesar de haberse alcanzado pequeños logros a través de las Convenciones
Colectivas y de algunas consideraciones emanadas del gobierno nacional; no obstante, el docente venezolano recibe por su ejercicio un pago que no se corresponde con el trabajo que realiza, ni con la importancia de su rol social. A decir verdad, el docente debe sortear muchas
dificultades para sacar adelante su familia porque lo poco que devenga es insuficiente para cubrir los gastos de alimentación, vestido, medicinas, servicios públicos, entre otros. Son contados los docentes de este país que cuentan con satisfactorias comodidades y aquellos que
tienen bienes de fortuna es porque cuando ingresaron a la docencia ya los poseían; si bien es cierto que hay oportunidades de adquirir vivienda, vehículos y préstamos personales, pero para lograrlos hay que llenar una serie de requisitos burocráticos y someterse a la
interminable espera del correspondiente turno de una larga lista de espera, tanto es así, que en el caso de vivienda y vehículo es probable que el solicitante deba renovar los requisitos motivado a la prescripción de los consignados al inicio. Asimismo, existe un servicio de
previsión social (IPASME) que, a pesar de los aportes del afiliado, funciona a medias en algunas unidades de las regiones central, oriental y zuliana, siendo pésimo el servicio en el resto del país; igualmente, el docente cuenta con una póliza de hospitalización cirugía y
maternidad (HCM). Para recibir los servicios de esta póliza se requiere completar una serie de prerrequisitos injustificados y burocráticos; es decir, un ministerio que al momento de emplear al docente exige al aspirante del cargo gran cantidad de documentos académicos, de
vida, referencias, informes de salud, etc. debería tener a disposición, de manera organizada y oportuna, en su banco de datos toda la información personal de sus trabajadores, la cual, bajo necesidad, podría aportar desde su centro de operaciones a las clínicas, hospitales,
centros de salud… de manera que se procese cualquier emergencia o intervención médica planificada sin retardos, pero no es así.
Así pasa el tiempo de vida útil el docente venezolano, llevando a cuestas un cargamento de responsabilidades y penalidades hasta el cumplimiento de sus años de servicio. Cabe señalar que en el territorio nacional existen tres dependencias docente, a saber: nacional, estadal y
municipal, cada uno con su respectiva Convención Colectiva. Hasta el año 2009 el docente de cualquier dependencia debía trabajar hasta cumplir los veintiocho años de servicio para recibir el 100% de los beneficios sociales, aunque podía jubilarse desde los veinticinco años
de ejercicio, pero con este tiempo sólo recibía un porcentaje menor establecido en la Convención Colectiva del Magisterio. Actualmente, desde los veinticinco años el docente puede solicitar su jubilación sin menoscabo de recibir el 100% de tales beneficios.
En cuanto a los beneficios establecidos en las correspondientes convenciones colectivas hay diferencias inexplicablemente grandes entre las diferentes dependencias, siendo el sector ‘Nacional’ el más afectado. Al revisar el pago de prestaciones sociales que la mayoría de los
estados y municipios del país hacen a sus docentes, se encuentran inconsistencias sorprendentes como el caso en que un maestro(a) estadal recibe un pago por sus servicios en la educación que supera al de un maestro(a) nacional a razón del doble o más; esta misma
incongruencia se observa en el pago mensual, donde el docente Nacional recibe un salario menor al de su homólogo estadal/municipal, aunque está establecido en la normativa venezolana que “… a igual trabajo, igual paga” , de la misma manera, el docente dependiente del
nivel central ve con desgano, impotencia e injusticia el retardo del pago de sus prestaciones sociales. Luego de recibida la Resolución donde se indica al funcionario que ha sido jubilado, éste debe esperar entre cuatro y seis años para ver en su cuenta bancaria los pocos fondos
financieros que le corresponde por los servicios prestados a la república, mientras que la mayoría de los estados entregan simultáneamente, en un acto especial (solemne) la Resolución y el cheque por el monto total correspondiente a las prestaciones sociales de sus docentes.
Son grandes detalles que dejan entrever fisuras del sistema de remuneración al docente; situación que algún día deberá ser reparada para garantizar el bienestar social de uno de los grupos de trabajo más oprimidos del país.
Se podría decir que esto es todo, pero no. El docente activo tiene una serie de beneficios socio-laborales diferentes a los que posee el sector ‘jubilado’. Para no entrar en tanto detalle sólo se hace mención a que el docente activo recibe un aporte para gastos de alimentación que
le cubre aproximadamente el 50% del valor de la cesta básica de alimentación. El docente jubilado no recibe ni un céntimo por este concepto, a pesar de ser una persona que dio toda su vida a la formación de las nuevas generaciones de ciudadanos, pero para los gobernantes y
Es fácil entender que una persona jubilada se encuentra en un estado de edad madura o avanzada, generalmente con problemas de salud digestiva, circulatoria o de otra índole, que requiere de un régimen alimentario específico para cubrir su nutrición adecuada y controlar sus
padecimientos hasta alcanzar el máximo nacional de la esperanza de vida. No se comprende por qué este personal ha sido abandonado al respecto y no se le otorgan compensaciones suficientes para cubrir los gastos de medicamentos y alimentación. El docente jubilado es una
persona sufrida que necesita más atención del Estado, de sus exalumnos que hoy (también mañana) ocupan curules y cargos de alto nivel en nuestra querida República Bolivariana de Venezuela.
¡Saludos!, Amigos Lectores,
J. Catimbo