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LAS PRÁCTICAS GEOGRÁFICAS: LAS GEOGRAFÍAS FÍSICAS

La decantación de las prácticas, conocimientos y experiencias geográficas a lo largo del siglo XIX, el propio
ritmo de la evolución de estos conocimientos, la tradición existente en la geografía y el acicate de los
postulados teóricos, dominantes en la geografía moderna a finales del siglo pasado, contribuyeron a definir
la estructura formal de la disciplina. La decantación de los diversos saberes geográficos en campos o
disciplinas se producirá dé modo diferenciado en el tiempo.

Algunos de esos campos aparecen definidos pronto y se mantienen después sin grandes alteraciones. Otros
tardarán en fraguar y algunos no han podido hacerlo. Otros muchos experimentan notables cambios a lo
largo del tiempo en su concepción y práctica. En ningún caso se trata de una disciplina configurada de una
vez. Tampoco se trata de disciplinas o ramas de perfil acabado o permanente, aunque, por lo general, han
mantenido, a lo largo del tiempo, la misma denominación.

El esfuerzo fundacional de la geografía moderna determinó, ya en el siglo xix, la división entre dos campos, el
de la Geografía Física, cuya definición o delimitación aparece temprano, como hemos visto, y el de la
Geografía Humana, término éste que aparece en los inicios del siglo xx (1910). Su antecedente inmediato es
la Antropogeografía de F. Ratzel, de 1882.

La geografía física fue entendida como «descripción y explicación física de la superficie terrestre». Se integró
en el ámbito de las ciencias de la Tierra y de modo muy destacado de la geología, en la que se encuentran
algunos de los primeros nombres de geógrafos «modernos», como Richthofen o Davis. En sentido estricto,
no se trata de una disciplina sino de un campo de conocimiento, que engloba disciplinas distintas, cada una
con su objeto propio y método específico. En la práctica geográfica, como veremos, resulta identificada con
la fisiografía o morfología de la Tierra, es decir, con lo que hoy conocemos como geomorfología.

La geografía humana fue concebida como una propuesta innovadora para abordar como eje de estudio las
relaciones del Hombre y el Medio, con la ambición de ser ciencia puente entre las disciplinas de la Tierra y
las sociales o humanas. Surge con pretensión de disciplina. Es la propuesta que avanza Ratzel como
Anthropogeograhie, que J. Brunhes bautizará como Geografía Humana. Es el enunciado que abre el título de
su conocida obra sobre el regadío mediterráneo (Brunhes, 1904). Denominación cuyo éxito supuso el que
desaparecieran o cambiaran de contenido las que se habían empleado con anterioridad para identificarla,
desde Geografía Política a Geografía Económica, además de la empleada por Ratzel.

A lo largo de un siglo largo, la evolución habida muestra una doble tendencia. Se produce el abandono del
proyecto inicial de la geografía humana como una disciplina, ciencia puente y como disciplina específica de
las relaciones Hombre-Medio. Tiene lugar su transformación en simple denominación para el conjunto de las
disciplinas geográficas de carácter social en su objeto. Se mantiene la persistente diferenciación entre los
estudios de geografía física y geografía humana, con una diversificación creciente de los objetos de estudio y
de especialización. La consecuencia es la identificación de cada una con un campo de conocimiento
diferenciado. La Geografía Física se inserta en el de las ciencias de la Tierra y la Geografía humana en el de
las ciencias sociales.

El otro rasgo sobresaliente de la evolución de la geografía en este siglo es el progresivo vaciamiento de la


estructura conceptual y epistemológica introducida por A. Hettner en el primer tercio del siglo xx, aunque
haya permanecido la nomenclatura utilizada por él. La evolución en el tiempo y los nuevos enfoques que se
han producido en el ámbito epistemológico han trastocado el sentido originario, y han vaciado los términos
de su significación teórico-epistemológica. La distinción entre geografía general y geografía regional ha
permanecido como división para identificar por un lado las ramas sistemáticas y por otra la construcción
regional.

Se ha mantenido como una forma de clasificación interna del conocimiento geográfico. En el primer caso
identifica el saber sistemático o especial, es decir, las disciplinas con objetos específicos, frente al saber
corológico o local atribuido a la geografía regional.

Circunstancia que ha supuesto la integración formal en la geografía general de las distintas disciplinas o
campos surgidos en la geografía física y en la geografía humana, que aparecen como partes formales de la
geografía general. Como divisiones formales permiten una aproximación al desarrollo histórico de la
geografía en lo que se refiere a sus objetos de conocimiento.

Geografía física y geografía humana engloban el conjunto de disciplinas de carácter geográfico, las que
algunos denominan ciencias geográficas. Los persistentes esfuerzos por unificar ambos campos e integrar los
distintos conocimientos especializados constituyen un rasgo distintivo de la evolución de la disciplina en el
siglo xx. Una cuestión no resuelta ni en el marco teórico ni en la práctica. Esta nos muestra un amplio
abanico de disciplinas consolidadas que se han desarrollado con ritmos muy diferentes. El proceso es
patente en el caso de la geografía física, caracterizado por el desequilibrio entre las diversas ramas y la
primacía notoria, en el tiempo y la amplitud, de la geomorfología.

1. La hegemonía geomorfológica

El considerable adelanto de la geología como disciplina descriptiva de la superficie terrestre, en el aspecto


conceptual, con una consistente nomenclatura, en la metodología, incluyendo en este apartado el recurso
sistemático a la cartografía cronológica y estructural de las formaciones rocosas, y en los postulados teóricos
relativos a los procesos tectónicos y dinámica superficial, hará de los geólogos un grupo pionero en la
exploración del campo geográfico y de la topografía, antecedente de la Geomorfología, la disciplina más
relevante, por no decir que exclusiva, de la geografía física.

Circunstancias históricas y personales hicieron, de la llamada geografía física, una simple disciplina geológica,
de hecho cultivada en el marco de la geología y desarrollada por geólogos, caracterizados por una leu
marión naturalista amplia. La geografía física se entiende, en la segunda mitad del siglo xix, como una
prolongación de la geología. No deja de ser significativo que a comienzos del siglo xx, la única materia de
geografía física, en España, se imparta en las Facultades de ciencias, incorporada a la geología —en realidad,
sólo en la Facultad de Ciencias de la universidad madrileña existía una cátedra—, denominada de geografía y
geología dinámica.

1. 1 GEOLOGÍA Y GEOMORFOLOGÍA: UN VÍNCULO ORIGINAL

El prestigio de Principies of Geology de Lyell (1797-1875), y sus postulados, así como la incorporación de la
teoría evolucionista, dieron a la geología su perfil moderno. El notable avance de la geología en la primera
mitad del siglo pasado, en los aspectos teóricos, conceptuales, taxonómicos y metódicos, y en la cartografía
geológica, es decir, en el trabajo de campo, constituye el fundamento de la aparición y desarrollo de la
geomorfología.

La geología se interesaba, con preferencia, por el entendimiento de los glandes movimientos telúricos del
pasado, que conformaban la historia de la Tierra. Sus objetivos se centraban en la formación y evolución de
las grandes cadenas montañosas, en la caracterización litológica y paleontológica de las arras continentales.
Su interés se manifiesta por las grandes formas de relieve, las que tenían que ver con los grandes
movimientos de la corteza terrestre. Son enfoques que distinguen una primera etapa, fisiográfica.

La vinculación de las formas del terreno con las estructuras tectónicas constituye el enfoque que permite el
establecimiento de una taxonomía específica. Configura los inicios de la moderna geomorfología, en su
dimensión fisiográfica, en que se gesta la geomorfología de orientación estructural. El inventario de estas
formas de relieve y la preocupación por identificar los procesos que habían dado origen a las mismas
constituyen las primeras orientaciones de esta rama de la geología. Un enfoque que añade, a la mera
descripción formal, el intento de establecer la génesis y, por consiguiente, los procesos evolutivos
determinantes de tales formas de relieve.

Los geólogos de campo muestran un paralelo interés por las formas de relieve que respondían a los agentes
externos, las que eran producto de la meteorización y de la acción de las aguas corrientes, las aguas marinas
y del hielo. Sus efectos eran conocidos y habían sido estudiados con anterioridad. Los valles fluviales, las
terrazas, las playas, los depósitos deltaicos, la denudación torrencial, lo mismo que la acción glaciar y las
morrenas, eran fenómenos conocidos.

En relación con esas formas y procesos, observados en la práctica geológica de campo, surgen las cuestiones
que tenían que ver con los procesos recientes, a partir del Cuaternario, con las formaciones superficiales,
con la dinámica externa. Los notables trabajos de los geólogos norteamericanos en este campo y de los
alemanes en los Alpes, permitieron el arraigo, en el último cuarto del siglo pasado, de la morfología de la
superficie terrestre, como la denominara A. Penck (1858-1945). De acuerdo con las líneas que había
establecido O. Peschel (1826-1875), un destacado geólogo alemán, se establece el vínculo entre relieve y los
cursos de agua, el hielo, la acción marina, los volcanes, entre otros.

Se definen entonces las dos principales orientaciones de la geomorfología. La primera, más dirigida a
vincular formas de relieve y procesos erosivos de acuerdo con los ambientes dominantes, que dará el perfil
de la escuela alemana. La segunda, más teórica y deductiva, con pretensiones de establecer un modelo
explicativo de la evolución del relieve de carácter cíclico, universal. Ésta identificada con la escuela
norteamericana, que podemos considerar auténtica creadora de la geomorfología.

La contribución de J. Cjivic, en el marco de la orientación germánica, en relación con las formas de relieve y
procesos propios de las áreas calizas, vinculados con el predominio de la disolución química, completa el
panorama de la primera geomorfología. En ese período se establecen los grandes campos de la disciplina: los
relieves de origen fluvial, el relieve marino o litoral, los relieves glaciares, el relieve cárstico. En esos años se
fijan la nomenclatura y taxonomía básicas para identificar formas y procesos.

En consecuencia, la denominada geografía física, identificada con la Topografía y Fisiografía, considerada


como prolongación de la geología, queda vinculada a la acción de los geólogos. La sólida tradición geológica
que caracterizaba el desarrollo de la geografía física en ámbitos como Estados Unidos y Alemania facilitó esa
adscripción.

Geólogos de formación, ocupantes de las primeras cátedras de geografía universitaria en Europa y Estados
Unidos, orientadas hacia la geografía física, se dedicaron, de forma preferente, hacia ese tipo de trabajo.

La notable contribución de los geógrafos alemanes y de los norteamericanos será determinante en la


consolidación de esa tendencia, habida cuenta del peso de su formación geológica y del prestigio de esta
disciplina. La obra de Penck, auspiciada por F. Ratzel, éste zoólogo de formación, publicada en el último
decenio del siglo xix, dedicada a los fenómenos glaciares, es coetánea de las primeras formulaciones de W.
Davis sobre el «ciclo de erosión».

En Estados Unidos el protagonismo de los geólogos es manifiesto, vinculado al prestigio y trabajo de John
Wesley Powell (1835-1902), G. K. Gilbert y H. Gannett. Fueron impulsores de la geología dinámica externa,
identificada con la geografía física. En ese marco se establece la geografía física, en Estados Unidos, a finales
del siglo xix.

W. Morris Davis, (1850-1934) fue profesor de geografía física en la Universidad de Harvard, dentro del
departamento de geología. Astrónomo de formación, será el fundador de la moderna geomorfología.
Propuso un esquema teórico para la interpretación de la evolución del relieve terrestre, interpretación
asociada a lo que él denominará «ciclo de erosión», un proceso vinculado con la acción del agua y los
procesos atmosféricos como principales agentes erosivos.

Un esquema que dominará el desarrollo de la disciplina durante más de medio siglo. No sólo crea lo que será
la escuela geomorfológica norteamericana, sino que una buena parte de la disciplina en Europa se desarrolla
sobre sus planteamientos. En particular la escuela francesa, con geógrafos como E. de Martonne y H. Baulig,
discípulos directos de Vidal de la Blache, que pertenecen a la escuela de W. M. Davis.

En Europa, esa hegemonía inicial de los geólogos y de la geomorfología es un rasgo sobresaliente. Los
geólogos alemanes ocupan las primeras cátedras de geografía en Alemania, como F. von Richthofen, que
había trabajado en China, y A. Penck (1858-1945). Son los impulsores de una geomorfología que, a diferencia
de la norteamericana de W. Davis, tiene un carácter más empírico, más inmediato a la descripción de los
procesos del modelado terrestre, en distintos medios climáticos, más inductivo.

La asociación de las formas de relieve con las condiciones del clima, pasado o presente, constituye un rasgo
distintivo de estos enfoques empíricos, extendidos en el ámbito europeo, sobre todo el germánico.
Orientación reforzada por la que introduce J. Cvijic, sobre los procesos y modelado en rocas calcáreas, a
partir de sus observaciones en los Balcanes. Cvijic promueve la consideración de la biología en el estudio de
las formas del relieve terrestre, a través del modelado específico de carácter calcáreo o carst.

Se puede decir que en el último decenio del siglo XIX, la geomorfología adquiere su perfil moderno y el
nombre que la identificará definitivamente como morfología de la superficie terrestre. Perfil caracterizado
por sus principales campos. La «erosión normal», es decir, el modelado subaéreo de latitudes templadas; el
modelado glaciar, la morfología litoral y cárstica. Y asienta su indiscutible hegemonía en la geografía física y
su no menos manifiesta influencia en la geografía.

Los geógrafos de finales del siglo xix y de la primera mitad del siglo xx compartieron una concepción
ambiental cuya gozne fue la geografía física, identificada ésta, en lo esencial, con la topografía, fisiografía o
geomorfología. En Alemania, geógrafos como A. Passarge (1867-1958) y A. Hettner (1859-1941) son
geomorfólogos. En Francia, E. De Martonne (1873-1955), y H. Baulig (1877-1962), discípulos de Vidal de la
Blache, también son geomorfólogos. La formación en geología y geomorfología caracteriza toda una etapa
de la geografía moderna a ambos lados del Atlántico norte, con especial intensidad en los Estados Unidos,
donde permanece hasta la primera guerra mundial. Los geógrafos de mayor influencia en la comunidad
geográfica se adscriben a la geomorfología. ¡

1.2. DEL CICLO DE EROSIÓN A LA MORFOGÉNESIS


W. Davis desarrollaba conceptos y observaciones de J. W. Powell referidos a los agentes y procesos de
erosión, en un medio templado y húmedo. Es decir, conceptos y observaciones vinculados con el trabajo de
los geólogos norteamericanos en la segunda mitad del siglo pasado, cuyos Survey, es decir, los informes
geológicos, integraron estos aspectos, así como observaciones vinculadas con la ocupación humana de los
territorios. Su trabajo, The Rivers and Valleys of Pennsylvania (1889), esbozaba los principios de un enfoque
y un método de raíz positivista, pero de notable avance respecto del empirismo dominante en su época;
tiene carácter deductivo. El «ciclo de erosión» es una teoría sobre la formación del relieve y será, durante
muchos decenios, el principal marco teórico de la geomorfología. La segunda mitad del siglo actual supone
un notable desarrollo de esta disciplina que se traduce en la ampliación de los campos de estudio. Se
produce, sobre todo, un profundo giro metodológico, marcado por el abandono progresivo de la teoría
cíclica de Davis y por el incremento expansivo de una geomorfología analítica y experimental.

Se caracteriza por el ascenso de los planteamientos morfoclimáticos cine vinculan formas y procesos en el
marco de los «sistemas de erosión» o «sistemas morlogenéticos». En resumen, por un acento predominante
en los procesos de carácter estructural y sistémico. La consideración de la erosión en un complejo de
fenómenos y factores relacionados, o sistema, constituye el cambio teórico esencial. Nuevos enfoques
representados, ante todo, por la relevante contribución de Francia.

El desarrollo de una geomorfología climática, alternativa a la geomorfología del cielo de erosión, domina la
segunda mitad del siglo xx. El punto de partida esencial es la valoración de la influencia del clima en los
procesos de modelado del relieve. Los conceptos de morfogénesis y procesos morfogenéticos, en el marco
de un enfoque estructural, adquieren un protagonismo decisivo. Esbozado por A. Cholley, un geomorfólogo
francés, cristaliza en los conceptos de sistema de erosión y sistema morfogenético.

El producto de esta geomorfología ha sido una compleja aportación en que resalta la sistemática descripción
de las formas y procesos en los distintos sistemas morfogenéticos. Una brillante y pletórica escuela francesa,
enriquecida con los trabajos empíricos en los dominios coloniales africanos, desarrolla una renovada
geomorfología climática. Se producen esfuerzos de sistematización teórica, como es el caso de J. Tricart, el
más prestigioso representante de esta «escuela» francesa. Se trata de una geomorfología de base empírica,
que proporcionó a la disciplina la posibilidad de intervenir en relación con las demandas sociales. La
geomorfología aplicada es una derivación consecuente de esta orientación.

Orientación que se aproxima a la que adquiere la geomorfología anglosajona, en relación con el creciente
recurso al análisis cuantitativo, a la metodología experimenta] y al estudio de procesos. En el ámbito
anglosajón se impone, en la trayectoria del pensamiento positivista hondamente arraigado en su cultura
científica, una geomorfología de carácter experimental. Se trata de una disciplina desarrollada en
laboratorio, con una intensa vocación métrica y cuantitativa. Una geomorfología dirigida, de modo
preferente, al análisis de los procesos que modelan el paisaje de la superficie terrestre (Strahler, 1969).

Los resultados más aparentes de esta orientación se corresponden con una microgeomorfología
caracterizada por la producción de modelos referidos a procesos específicos. La evolución de las vertientes
se convierte en un campo de particular atención en esta corriente geomorfológica. En relación con ello se
encuentra el amplio cultivo del Cuaternario y los procesos vinculados con el frío y el hielo. Y una proyección
práctica de estos estudios, equiparable a la que se produce en Francia. Está ausente, en cambio, una visión
global del relieve (Klayton, 1978); es un rasgo distintivo respecto de la escuela francesa.

1.3. GEOMORFOLOGÍA Y GEOGRAFÍA FÍSICA


La autonomía de hecho de la geomorfología respecto de la geología no impide un permanente debate sobre
las relaciones entre una y otra. Un debate en el que aflora la no resuelta cuestión de los límites entre ambas.
Planea la sospecha de que la geomorfología no es sino una parte de la geología. Debate y dudas que se
manifiestan ya desde el siglo pasado y que no llegarán a desaparecer en el presente. El campo
geomorfológico es abordado por geógrafos y por geólogos y se vincula a departamentos de geografía y
geología.

La geomorfología ha logrado una absoluta preeminencia en la geografía física, tanto en el ámbito anglosajón
como en el germánico y francos. En particular en este último, respecto del cual se ha dicho que la
geomorfología «adquirió, entre los años 1930-1960, una posición eminente r incluso dominante, en la
geografía», a lo que se achaca, como secuela, «el insuficiente interés de los geógrafos franceses por los
fenómenos naturales vinculados al aire, el agua y el mundo vivo» (Brunet, Ferras y Tliéry, 1993).

Este predominio ha supuesto la identificación o confusión de la geografía física con la geomorfología. Un


hecho que, como vemos, algunos autores consideran abusivo para el adecuado desarrollo de una
concepción geográfica del medio físico. Al mismo tiempo que apuntan cómo la geomorfología ha absorbido
la mayor parte de los recursos humanos y financieros y de los recursos académicos, expresarlos éstos en
horas de clase, participación curricular, tiempo de formación y de investigación.

Circunstancias que, para estos autores, han motivado el profundo desequilibrio existente entre
geomorfología v demás ramas de la geografía física. Han determinado, probablemente, la escasa o nula
capacidad para configurar una auténtica geografía física. Es decir, una disciplina que integre los diversos
componentes del medio físico de forma más realista en cuanto a la incidencia e importancia de los mismos
en el conjunto. Algunos autores destacan que cuando se trata de integrar la totalidad de las variables que
implican al hombre y el ambiente, la importancia y utilidad del conocimiento geomorfológico resultan
exiguas (Klayton, 1978).

Problemática sensible para los geomorfólogos de mayor relevancia. La propuesta de integración ecológica de
la geomorfología, de J. Tricart, evocando a Humboldt y su concepción unitaria de la Naturaleza, ha tenido
desarrollo limitado. El propio Tricart apuntaba este horizonte, así como las dificultades que presenta la
fragmentación de las disciplinas para poder alcanzarlo (Tricart, 1978).

Las posibilidades de alcanzar una geografía física que responda a las expectativas que la demanda social de
nuestro tiempo están profundamente condicionadas por el estatus hegemónico de la disciplina. Sus críticos
han resaltado la carencia de base teórica, la componente elefantiásica de su desarrollo, y su dudosa
influencia positiva en la evolución de la geografía moderna. Lo señalaban en un significativo debate en
Francia hace una decena de años. Sucede, de forma paradójica, en relación con los problemas más
relevantes suscitados en las relaciones del Hombre con la Naturaleza, en los tiempos actuales.

En este marco de predominio y hegemonía geomorfológica, el desarrollo y evolución de las otras subramas
de la geografía física aparecen como un fenómeno reciente. En muchos casos apenas consolidado y con
notorias diferencias entre unas y otras. Resulta muy desigual la participación y conceptuación de la
climatología, hidrogeografía y biogeografía.

En todo caso, su desarrollo se ha producido como ramas independientes sin vínculo entre sí. Se ha originado
en relación con las nuevas orientaciones de las correspondientes disciplinas de las ciencias de la naturaleza.
Se ha ahondado la fragmentación inicial de la geografía física. Ha contribuido a consolidar su formulación
como disciplinas propias, en mayor medida dependientes o relacionadas con las correspondientes ciencias
naturales, que con la geografía como campo de conocimiento.

2. Las hermanas pobres: de la climatología a la biogeografía

La evolución será muy distinta en las otras ramas de la geografía física. El desarrollo de las distintas
disciplinas integradas en la geografía física, aparte la geomorfología, se ve condicionado, en general y en
cada caso, por la deficiencia de la información disponible. Las informaciones básicas, en el orden climático, lo
mismo que en el ámbito hidráulico y en el biológico, adolecen de insuficiencia. Son escasas, esporádicas,
dispersas, y se reducen, en muchos casos, a sólo una información taxonómica. El interés por el clima, las
aguas, la vegetación y los suelos no logra cristalizar en una verdadera climatología, ni mucho menos en una
geografía de las aguas o de la vegetación, en el siglo xix.

La climatología rio sobrepasa en el siglo pasado y buena parte del siglo xx el estadio de una estadística
meteorológica y, en relación con ella, i una clasificación climática. El desarrollo de la climatología se ve
condicionada por la debilidad de las informaciones, esporádicas, dispersas, recientes o inexistentes. La
disciplina no excede el marco de la distribución de presiones, temperaturas, vientos, y otras variables
meteorológicas, como la nubosidad y las precipitaciones, a escala mundial y regional.

Considerables desequilibrios en cuanto a la información disponible, en su continuidad temporal, en su


fiabilidad, e incluso en la simple disposición de la misma la caracterizan. Paradójicamente, es en el ámbito
marino y tropical donde se dispone de un más preciso análisis de los fenómenos meteorológicos, en relación
con las tormentas tropicales, el régimen de vientos, la trayectoria y caracteres de los huracanes.

Tampoco la física de la atmósfera permitía atisbar un horizonte más abierto. La meteorología moderna
tardará decenios en elaborar un marco conceptual de interpretación para los procesos que tienen lugar en la
troposfera. La dependencia, muy estrecha, de la climatología, respecto del desarrollo de la meteorología,
condicionará la constitución de una disciplina geográfica del clima que sobrepase la simple clasificación de
las variables elementales.

De forma equivalente sucedía en el campo de la hidrología, carente de observaciones sistemáticas,


prolongadas, densas y continuadas sobre los cursos de agua o sobre las masas de agua continentales. Sólo
las aguas marinas eran conocidas en sus caracteres fundamentales de extensión, profundidad, volumen,
salinidad, movilidad, temperatura y composición gracias a las campañas realizadas en la segunda mitad del
siglo xix por el Lightning en 1868 y el Porcupine (1869-1870).

Será decisiva la gran expedición del Challenger entre los años 1873 y 1876, cuya vuelta al globo proporcionó
una abundante y sistemática información sobre las cuencas oceánicas. Fue publicada en 50 volúmenes
editados entre 1880 y 1895, que comprendían 29.500 páginas, con 3.000 láminas y mapas, constituyendo el
«registro del mayor viaje científico que se haya realizado» (Mili, 1895). Su efecto geográfico, a pesar de la
inmediata reseña de sus resultados, será escaso.

La utilización geográfica de esa información carecía de un adecuado soporte teórico o conceptual. Por otra
parte, la hidrología continental pertenecía al campo de la ingeniería más que al de la geografía. Estaba en
relación con las obras hidráulicas destinadas a la corrección de torrentes, el encauzamiento de los ríos, la
modificación de los cauces y las obras portuarias. Son las que aportan la experiencia empírica primordial en
orden a identificar los principales procesos de la dinámica fluvial y costera. Son los que permiten el análisis
conceptual y teórico de tales procesos. La hidrología continental no sobrepasaba el estadio de la
clasificación, por cuencas, de los cursos de agua, en relación con su longitud y estructura de arterias y
afluentes.

En el mundo de la vegetación el panorama no era distinto, a pesar de que se disponía de una información
mucho más abundante. El desarrollo de la botánica había tenido lugar muy pronto, desde el siglo xvm. Sin
embargo, estaba basado en la identificación y descripción de la flora. Las «geografías» botánicas se
concibieron como exposiciones de la distribución de los taxones vegetales. Tenían un carácter de
localización, de ubicación, de acuerdo con el concepto kantiano de ciencia corográfica.

La geografía botánica, como se le conoce, se desarrolla en el marco de la propia botánica, como una rama de
ésta, más que como una parte de la geografía física, a pesar de la aportación pionera de Humboldt. La
geografía de las plantas o geografía botánica era una rama de la biología vegetal. Sobrepasar esta situación
no ha sido posible hasta que no se han producido enfoques renovados en el campo de la biología, de
carácter más sociológico y, sobre todo, ecológico.

Los avances en fitosociología, los planteamientos evolutivos de la escuela americana, los ecológicos de
Tansley, son posteriores. No ejercerán una influencia significativa en la geografía hasta bien avanzado el siglo
actual, a partir del decenio de 1960. Fecha que marca las primeras elaboraciones geográficas del mundo de
las plantas y la vegetación.

Caracterización que se extiende, en mayor medida, al ámbito de la fauna, considerada como una simple
distribución de taxones. La impermeabilidad teórica y práctica respecto de la geografía es manifiesta. Es
sintomático que alguno de los geógrafos iniciales, como F. Ratzel, tuviera una formación de zoólogo, sin que
ello se proyecte y traduzca en la disciplina. Como en el caso de la botánica, pero en mayor grado, las
zoogeografías se limitaban a una identificación y distribución de los taxones animales.

Los enfoques biogeográficos, desde los planteamientos teóricos de carácter sistémico, basados en el
ecosistema, constituyen una orientación reciente, que penetra en la Geografía sólo en la segunda mitad del
siglo xx. Es a partir de ese momento cuando se configuran las modernas ramas de la geografía física, con
independencia de la geomorfología. Es el período en el que aparecen también los primeros enfoques de
carácter integral, que buscan un entendimiento global del medio físico. La Geografía Física integrada o la
denominada Geografía del Paisaje, desde una consideración física, son un producto de este época reciente.

De forma similar, el estudio de los suelos, con la excepción de Rusia, no se inserta en una perspectiva teórica
más amplía. El esfuerzo de Dokuchaev, el creador de la edafología moderna, por sistematizar la formación de
los suelos en relación con el clima y las formaciones vegetales desde una perspectiva zonal, y en la
trayectoria intelectual de A. de Humboldt, carece de influencia efectiva fuera de Rusia. En parte, por las
dificultades de aplicación fuera de las grandes llanuras euroasiáticas; en parte, por incomunicación científica,
el desarrollo de la edafología será lento, taxonómico y separado de las otras disciplinas.

La evolución separada de las distintas disciplinas englobadas en la geografía física es el rasgo más relevante.
En relación con él, la notable diferencia en el ritmo e intensidad de esa evolución. La constitución de las
disciplinas físicas de la geografía, con el perfil que hoy presentan, es muy desigual en el tiempo, en su
dimensión teórica, en su integración con el resto de los campos y en su incidencia social.

Sin embargo, constituyen las ramas en las que se ha producido una más acusada integración social. Nuevos
enfoques, derivados de propuestas teóricas renovarlas, han impulsado un cambio sustancial en algunas de
estas disciplinas físicas. Bajo la óptica de los problemas relacionados con el entorno natural se han
desarrollado estos nuevos enfoques. Los riesgos naturales, la influencia antrópica sobre la naturaleza, el
cambio histórico en las condiciones físicas, representan planteamientos que desbordan la dimensión
naturalista de estas disciplinas.

1. La progresiva constitución tic una climatología geográfica

La climatología moderna aparece como una disciplina muy dependiente de la meteorología y física de la
atmósfera, a cuyos avances recientes responde en sus rasgos modernos. Hasta la segunda mitad de nuestro
siglo se reduce, en lo esencial, a una mera identificación de áreas de presión y de distribución de fenómenos
meteorológicos. Estaba condicionada por el deficiente estado de la información sobre tales variables para la
mayor parte de la superficie terrestre (Gil y Olcina, 1997).

Se trataba de una climatología descriptiva y numérica, cuya expresión geográfica se corresponde con las
denominadas clasificaciones climáticas. Estas se orientaron a proporcionar una caracterización de los climas
regionales de acuerdo con los parámetros medios de temperatura, precipitaciones y humedad. En las más
modernas se completó con los datos de la evapotranspiración.

A esta climatología corresponden obras clásicas como las de J. Hann (1839-1921), cuyo Manual de
climatología, publicado en 1883, se mantuvo como un clásico durante decenios, y W. Koppen (1846-1940), el
principal impulsor de la moderna clasificación climática, uno y otro representantes de la escuela alemana; así
como de G. T. Trewartha. Son los representantes de las dos principales escuelas en climatología, durante la
primera mitad del siglo xx. Todos ellos comparten, de modo significativo, el ser meteorólogos de formación.
De tal modo que las climatologías geográficas se desarrollan desde la física y no desde la geografía.

La aparición de una climatología de rasgos modernos, y su inclusión en el ámbito de la geografía, se produce


a partir de los cambios que tienen lugar en la meteorología en el primer tercio de este siglo. Se debe al
notable desarrollo de la meteorología aplicada o predictora y al incremento de información meteorológica a
escala mundial y local desde la segunda guerra mundial. Al mismo tiempo se ha producido un avance
notable en la comprensión teórica de la física atmosférica. Este ha sido el rasgo más des-tacado y de mayor
influencia en la evolución reciente de esta disciplina.

La moderna meteorología surge de la aportación noruega, centrada en la denominada escuela de Bergen, e


identificada con V. K. Bjerknes (1862-1951) y su hijo J. Bjerknes (1897-1975). Los meteorólogos noruegos
elaboraron, en el primer tercio de este siglo xx, una teoría que permitía explicar los movimientos de la baja
atmósfera, en latitudes medias y altas. Con ella es posible abordar los principales fenómenos meteorológicos
que determinan las variables de significación climática: presiones, vientos, temperaturas, precipitaciones. Se
trata de la denominada teoría frontológica.

La teoría frontológica supuso una revolución en el análisis meteorológico de las perturbaciones


extratropicales o ciclones. La clave de la nueva teoría son los conceptos de masas de aire, frentes —en
particular el denominado frente polar—, y de circulación general de la atmósfera. Frentes y masas de aire
introducen una climatología sinóptica ó dinámica que explica, de forma inteligible, los procesos de
frontogénesis y ciclogénesis. Es decir, los mecanismos de formación de los frentes y de las perturbaciones
asociadas con los mismos. Todo ello en relación con el movimiento general de la atmósfera en dichas
latitudes. La teoría frontológica proporcionaba una base teórica para el entendimiento del clima y hacía
posible la predicción meteorológica.
El complemento principal se encuentra en la teoría de la Circulación General de la Atmósfera, cuya
estructura perfila C. G. Rossby (1898-1957) un meteorólogo sueco, en los años de la segunda guerra
mundial. Abordaba los principios físicos de los movimientos de la troposfera terrestre. Establece las
relaciones existentes entre los movimientos atmosféricos que se produce en sus capas altas y los de las
capas inferiores. Son estas relaciones las que están en el origen de las diversas situaciones atmosféricas y las
que determinan los distintos tipos de tiempo que dan realidad al clima en un área.

Teoría vinculada al descubrimiento e interpretación de la denominada corriente en chorro o jet stream que
domina los movimientos atmosféricos en latitudes medias y altas y, en consecuencia, los procesos
meteorológicos de las mismas (Ritter, 1963). Marco teórico que permitió el desarrollo rápido del
conocimiento de la circulación atmosférica y de los principales fenómenos meteorológicos de latitudes
medias y altas. Con posterioridad, la de las latitudes tropicales, así como las relaciones entre ambas y con los
océanos.

La nueva meteorología ha condicionado el desarrollo de la climatología moderna como una disciplina


científica que sobrepasa la simple clasificación de las variables climáticas. La climatología se constituye y
desarrolla en la segunda mitad del siglo xx, período en el que adquiere sus rasgos actuales. Se perfila como
una disciplina que aborda los fenómenos y procesos climáticos en el marco de la circulación general
atmosférica. Esta permite relacionar las distintas situaciones atmosféricas que caracterizan un área
determinada, de acuerdo con los grandes centros de acción que las generan. La sucesión de tipos de tiempo,
asociados a aquéllas, marca los rasgos sensibles del clima, en un lugar o región.

La climatología dinámica o sinóptica permite situar los datos meteorológicos en un marco comprensivo, en
el que la interrelación entre dinámica general y contexto local o regional adquiere una significación
geográfica más precisa.

El cambio de orientación se produce en la segunda mitad de este siglo xx y sólo se consolida a partir del
decenio de 1960, á la par que se esbozan las nuevas direcciones de la investigación climatológica. Es la
climatología que introduce P. Pédelaborde, en Francia, O. G. Sutton en el ámbito anglosajón, H. Flohn en el
germánico y que aparece en las principales síntesis del último tercio del siglo actual (Berry y Chorley, 1972).

El desarrollo más reciente y significativo de la climatología geográfica está en relación con los nuevos
enfoques que vinculan los fenómenos físicos a problemas de carácter social. Están en relación con la
creciente sensibilidad social respecto de las consecuencias o efectos de los procesos naturales. Están en
relación con la creciente sensibilidad social ante la incidencia de la propia sociedad en los equilibrios físicos y
sobre la Naturaleza. Han supuesto el desarrollo de un nuevo perfil para la climatología. Un perfil más
próximo a los intereses de la geografía.

Esta nueva sensibilidad social ha convertido en centros de interés social los procesos físicos vinculados con el
clima. Han contribuido a ello las situaciones extremas que han afectado a amplias áreas mundiales, durante
este período reciente, con rasgos catastróficos en muchos casos, el descenso de las precipitaciones en el
Sahel y otras regiones, con su secuela de hambre, migraciones y cambios sociales.

Fenómenos meteorológicos de gran incidencia espacial, como precipitaciones de gran intensidad y volumen
en períodos reducidos, como las denominadas «gotas frías», de habitual presencia en el marco
mediterráneo español, entre otros, con fuerte impacto ambiental, han estimulado un creciente interés sobre
este tipo de fenómenos y sus consecuencias.
La sucesión o alternancia de períodos de intensas precipitaciones con otros de sequías, así como la
frecuencia mayor o menor de este tipo de situaciones, han suscitado el interés creciente por el denominado
«cambio climático». De ahí la expansión de los estudios dedicados a esta cuestión y el interés por las
variaciones históricas del clima desde el Cuaternario (Lamb, 1982).

En un contexto equivalente se ha producido el desarrollo de una climatología orientada hacia la incidencia


humana en el clima local y hacia los factores que regulan estos climas locales. Y una climatología específica
de las áreas espaciales de pequeña dimensión, microclimas, o de ámbitos específicos, caso del suelo (Geiger,
1965). Desde el clima urbano, inducido por da presencia de las aglomeraciones urbanas modernas, que
supone una modificación sensible de los rasgos regionales del clima, cuyo estudio se inicia en Gran Bretaña;
hasta los diversos microclimas naturales, generados por factores físicos, o relacionados con las situaciones
de confortabilidad.

La expansión de los estudios sobre el clima ha supuesto el desarrollo de nuevas perspectivas para la
disciplina. La excepcional mejora en las condiciones de información meteorológica sobre el conjunto de la
superficie terrestre, referida tanto a las áreas continentales como a las marinas y a la propia atmósfera,
gracia a los modernos procedimientos —técnicas e instrumentación— meteorológicos ha impulsado el
cultivo de esta disciplina. La indudable dependencia de la climatología respecto de la meteorología no ha
impedido el que se haya constituido como una rama bien asentada en el campo geográfico, en el que
muestra una notable vitalidad y capacidad expansiva, dada el indudable vínculo de los fenómenos climáticos
con la organización del espacio.

En consecuencia, se han multiplicado los campos de interés geográfico de la climatología. Desde la


perspectiva histórica, en lo que atañe a las variaciones en el tiempo de los factores y elementos del clima, en
relación con el cambio climático y la posible incidencia en él de las actividades humanas. Desde la creciente
preocupación social por los efectos de los fenómenos climáticos en el espacio geográfico, en particular en lo
que concierne a los efectos negativos, o riesgos naturales de carácter climático. Desde la perspectiva del
adecuado uso de los recursos suscitados por el clima.

La moderna climatología ofrece un amplio campo de confluencia con los enfoques geográficos, que explica el
desarrollo creciente de esta rama en el mundo de la geografía (Gil y Oleína, 1997). Preocupaciones y
enfoques que han supuesto y estimulado una creciente asociación del estudio del clima con el de las aguas. Y
que han motivado un notable desarrollo de la hidrología geográfica.

4. La tardía definición de la hidrogeografía

El tratamiento de las aguas en geografía ha sido, durante mucho tiempo, un remedo del que se le otorgaba
en la hidrología, una rama física, y en la ingeniería hidráulica. Ha carecido, por ello, de una conceptuación
geográfica adecuada, en lo que atañe a las aguas continentales y, en mayor medida, en lo que concierne a
las aguas marinas. En consecuencia, la hidrología continental se redujo en la geografía a una simple
enumeración de las cuencas y de los diversos sistemas fluviales.

El componente hidrogeográfico se limitaba a una colecta de datos sobre origen, longitud y ordenación de los
cursos fluviales, completadas con dimensiones y profundidad en el caso de las aguas lacustres, y
profundidad, corrientes y, en su caso, salinidad, en las aguas marinas. La principal aportación, desde una
perspectiva geográfica, fue la consideración de los fenómenos de escorrentía, en particular los de ausencia
de la misma o endorreísmo. Enfoque derivado de la vinculación de las aguas corrientes con los factores
fisiográficos, que aparece en las referencias a las áreas endorreicas y su relación con los factores
geomorfológicos y climáticos.

El cambio en estas condiciones se apoya en la mejora en la información sobre los caudales y en el paralelo
perfeccionamiento de los datos climáticos. Uno y otro gracias a las grandes obras hidráulicas y a la política
de aprovechamientos hidráulicos, así como la extensión de la red de estaciones meteorológicas y de aforos.
Este cambio permitió, avanzado el siglo actual, el replanteamiento de la hidrología continental y su moderna
conceptualización. Labor debida a R. E. Horton (1875-1945), un ingeniero hidráulico norteamericano, que
enunció los principios básicos de la hidrología moderna.

El conocimiento preciso de los caudales, de su variación temporal y cíclica, de sus valores extremos, permitió
asentar el concepto de régimen fluvial. Hacía posible su vinculación con las condiciones de alimentación.
Permitía una catalogación y clasificación de los ríos de acuerdo con esas variaciones. La búsqueda de las
relaciones del caudal y sus variaciones con los factores que las condicionaban, de orden climático y
geomorfológico orienta el desarrollo geográfico de esta disciplina. La hidrología continental adquiría su
forma moderna, la que cristaliza hacia los años cincuenta en las obras de geógrafos como M. Pardé y E. de
Martonne.

Es un planteamiento esencialmente físico de la dinámica fluvial que ha caracterizado la disciplina, en su


dimensión geográfica, hasta fechas recientes. Consiste en el estudio de los regímenes fluviales y sus factores
determinantes. Se completó con el análisis de los fenómenos hidráulicos extraordinarios, vinculados a dichos
regímenes, caso de los estiajes y avenidas. Configura el perfil y la orientación de la geografía en este campo
hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo xx (Pardé, 1932).

La renovación de estos enfoques geográficos respecto del agua, como en el caso de la climatología, se ha
producido como consecuencia de la conciencia social de su importancia. Las sociedades modernas han
generado una creciente demanda de este recurso básico. Al mismo tiempo han adquirido conciencia de los
problemas de su disponibilidad limitada. Y cada día es más manifiesta la notable incidencia del hombre sobre
la dinámica y calidad de las aguas continentales y marinas. Las aguas y los procesos hidráulicos desbordan su
dimensión física para convertirse en elementos determinantes de una grave problemática social. El uso y
gestión del agua tienen dimensión social.

Los nuevos planteamientos abordan la cuestión del agua como un problema de recursos, en el marco del
ciclo hidrológico y del balance del agua en la Tierra, conceptos fundamentales de la nueva hidrología. Y en
relación con ello, la incidencia de la dinámica hidráulica como un factor de riesgo, bien por exceso, bien por
defecto, así como los problemas derivados de la gestión de un recurso que es renovable pero que es
limitado.

En el primer aspecto, la moderna hidrología se ha centrado en ciclo hidrológico y el balance del agua, a
escala terrestre y a escala regional. Uno y otro son los determinantes directos de las disponibilidades de
agua. Enfoque que supone la integración de climatología e hidrología. El balance hídrico aparece como un
aspecto de la hidrología desde mediados de este siglo (Tre- wartha, 1955). Adquiere un notable desarrollo
con los trabajos de M. I. Budyko, cuyas orientaciones marcan la evolución de la disciplina, en los decenios
posteriores (Budyko, 1958). La aplicación de modelos matemáticos, empíricos o teóricos, a la evaluación del
balance hídrico, constituye un rasgo relevante de estas nuevas orientaciones desde la década de 1960.
La segunda perspectiva corresponde con los modernos enfoques sobre los riesgos naturales. Está vinculada
al protagonismo maniñesto que las aguas superficiales y marinas tienen en buena parte de los
acontecimientos catastróficos que afectan a las comunidades humanas. El exceso repentino o continuado, la
escasez crónica o circunstancial, su incidencia en la dinámica atmosférica, como sucede con la denominada
corriente del Niño, tienen una implicación creciente.

El agua forma parte del amplio campo de los riesgos naturales, un área de particular significado en el ámbito
geográfico anglosajón, en el que se inicia, desde la segunda guerra mundial. Campo que ha adquirido un
gran desarrollo en los últimos decenios, hasta convertirse en un enfoque privilegiado de la hidrogeografía
moderna.

Las inundaciones, relacionadas o no con fenómenos climáticos puntuales, representan un componente


destacado de este tipo de riesgos, por sus elevados costos sociales y económicos. Por su significación
geográfica han merecido la atención de los geógrafos desde hace varios decenios, en particular en ámbitos
de especial gravedad de sus efectos, como es el caso de España (López Gómez, 1958; Capel, 1994).

La escasez, vinculada con la prolongación de determinadas situaciones atmosféricas, ha sido también un


elemento de creciente atención. Genera estiajes profundos en los cursos de agua y produce alteraciones en
el sistema fluvial, con descenso de los niveles piezométricos y secado de fuentes, entre otros efectos. Sus
consecuencias son catastróficas en grandes áreas terrestres en las que este fenómeno es probable, como
sucede en las grandes franjas subdesérticas. Su incidencia en áreas en las que constituyen accidentes
ocasionales y donde las disponibilidades de agua suelen ser abundantes ha avivado la sensibilidad social
sobre el fenómeno. Es el caso del Reino Unido en 1976, cuyo verano resultó ser el más seco de un largo
período de 250 años de registros, y de los Estados Unidos en el año siguiente.

Por último, el agua aparece cada vez más como un recurso limitado, condicionado por la fragilidad del
sistema hidrológico. La aparente abundancia de las aguas en la ecosfera terrestre queda recortada por la
escasa disponibilidad de aguas dulces. La elevada incidencia de la degradación producida por el hombre,
alterando los caracteres de este recurso y dificultando o impidiendo los procesos de depuración y
recuperación natural ha venido a ser el factor más alarmante. La gestión del agua aparece como un
problema relevante en la medida en que la contaminación afecta tanto a las aguas continentales como a las
marinas, tiene efectos múltiples y conlleva un elevado y creciente costo económico.

El efecto de las actividades industriales y agrícolas sobre el ciclo y calidad de las aguas superficiales y
subterráneas, la de las aglomeraciones urbanas sobre la calidad de las aguas superficiales, y la
transformación de muchos de los cursos de agua en simples colectores de aguas residuales, aparecen como
cuestiones sobresalientes de las nuevas perspectivas de la geografía de las aguas.

Es un marco que tiene un vínculo puramente tangencial con la hidrología anterior. Planteamiento más
prometedor desde la perspectiva geográfica, que ha adquirido un notable desarrollo en los últimos años. Al
vincularse a problemas de directa implicación social, ha estimulado una sensible integración con la geografía
humana y con otras ramas de la propia geografía física. Trayectoria en la que se aproxima a la evolución
habida en el campo de la biogeografía.

5. Un cambio sustancial: de la geografía botánica y de la fauna a la biogeografía

La biogeografía es la formulación moderna de un segmento de la geografía física. Engloba lo que antaño se


conocía como geografía botánica y zoogeografía. Durante muchos años, estas dos disciplinas, escasamente
desarrolladas en el ámbito geográfico moderno, han sido ramas de la botánica y la zoología. Fueron
concebidas y planteadas en relación con la distribución espacial de los diversos taxones de la flora y
animales. En consecuencia, suponían una simple enumeración de los correspondientes a cada área zonal,
regional o local. Ese mismo alcance tiene en las obras geográficas del siglo xix e inicios del xx, a pesar del
antecedente pionero de A. de Humboldt, cuyo Ensayo sobre la Geografía de las Plantas aparece en 1805.

El desarrollo de los modernos enfoques fitosociológicos que se producen en la botánica, vinculados a la


escuela europea, con J. Braun Blanquet y H. Gaussen, y a la norteamericana representada por F. E. Clements,
determinará la evolución de la geografía botánica en la primera mitad del siglo xx. Los nuevos presupuestos
botánicos significaban un cambio fundamental del centro de atención en la investigación.

Suponían el paso de la taxonomía específica hacia la consideración de los conjuntos vegetales y hacia los
procesos de desarrollo de éstos. Se avanzaba desde la mera descripción florística a los factores de orden
climático y geomorfológico que condicionan el desarrollo de la vegetación. Se contemplaban las relaciones
establecidas entre los distintos taxones vegetales dentro de dichos conjuntos. Adquiría un perfil más
próximo a los enfoques geográficos.

Los conceptos de asociación vegetal y de formación vegetal para identificar la agrupación de la flora de una
localidad, y para caracterizar la fisonomía de la misma, son una aportación de esta nueva concepción de la
disciplina. Asociaciones y formaciones están determinadas por factores de carácter físico, en particular
climáticos. Se manifiestan a distintas escalas: zonas, reinos, regiones, provincias, sectores y distritos, hasta lo
local. Son concebidas como el resultado de la adaptación de las plantas a las condi-ciones naturales
dominantes. Zonas, dominios o regiones, provincias, constituyen marcos físicos relevantes desde la
perspectiva botánica. Los factores físicos, así como la influencia humana, adquieren una significación directa
en el estudio del mundo vegetal.

De forma complementaria, los botánicos americanos introdujeron un enfoque evolutivo. Significaba la


incorporación de una perspectiva dinámica, centrada en el estudio de la vegetación y de sus procesos de
cambio. Concebían la vegetación en un marco evolutivo.

Permitía considerar los procesos de adaptación al medio de las plantas. Los conceptos de invasión,
colonización, competencia, completaban el marco teórico de la escuela americana. Se trataba de una
aproximación renovadora y mucho más fértil desde la perspectiva geográfica. Los conceptos de serie y de
clímax se incorporan al análisis y permiten captar y explicar la dimensión cambiante, natural o inducida por
el hombre, de la vegetación. Y formulaban la relación directa de la dinámica vegetal con los fac-tores
ambientales a través del concepto de equilibrio o climax.

La acuñación por Tansley del concepto de ecosistema supuso la posibilidad de abordar el estudio de la
vegetación y de la fauna en un marco teórico y conceptual radicalmente nuevo. El ecosistema supone el
entendimiento de los seres vivos en un marco complejo o sistema en el que los componentes abiólicos y
bióticos se encuentran en relación. La interdependencia y los flujos de materia y energía entre unos y otros
representaba un cambio sustancial en la concepción del entorno natural, de indudable di-mensión
geográfica.

El desarrollo de la ecología moderna se sustenta en una concepción teórica de carácter sistémieo que
permite hacer inteligibles las complejas relaciones de los seres vivos entre sí y con su sustrato mineral. El
estudio de la biomasa, de los ciclos naturales, de las relaciones tróficas, permitió un gran avance en la
comprensión del mundo vegetal y animal, del mundo terrestre y del acuático.

Representaba, en cierto, modo, la posibilidad de cristalización del proyecto de geografía física que Humboldt
planteaba como una disciplina integral, distinta e independiente de las ciencias específicas con las que se
relaciona. En principio facilitaba un entendimiento unitario del conjunto de los seres vivos, desde una
perspectiva geográfica, a través de la ecología. El ecosistema permitía definir el perfil de la biogeografía.

La dependencia de la geografía de las disciplinas biológicas, botánica y zoología, ha sido una constante. Lo
esencial de los estudios de este tipo han sido realizados por botánicos y ecólogos, y las líneas dominantes,
conceptuales y metodológicas, las han aportado los mismos. La presencia de los geógrafos ha representado,
durante mucho tiempo, una mera incursión en un campo bien delimitado y consistente.

Desde esta perspectiva, la geografía vegetal no ha dejado de ser una rama de la botánica. Y la biogeografía
aparece como una disciplina vinculada con la botánica y la biología. Una «ciencia geográfica», según los
botánicos, en cuanto se ocupa de la «distribución de los seres vivos sobre la Tierra» (Rivas-Martínez, 1984).
De ahí la escasa fundamentación teórica y metodológica de la biogeografía como disciplina geográfica
(Simmons, 1980).

Sin embargo, en los últimos decenios se ha producido un notable desarrollo de esta disciplina cuya
implicación geográfica es manifiesta. El desarrollo más reciente de la biogeografía aparece unido,
precisamente, a los nuevos enfoques vinculados al ecosistema y al de paisaje. Estos enfoques representan
un intento de integración del medio físico situando a las plantas como elemento central, y considerando el
aspecto o fisonomía del conjunto, es decir el paisaje, como objeto o unidad de análisis y de observación.

El nuevo concepto, de carácter sistémieo, introduce una forma de aproximación al medio que integra los
diversos elementos o factores físicos, desde el relieve, los suelos y el clima, hasta la acción antrópica. En la
geografía, es el geógrafo alemán K. Troll quien primero formula una biogeografía de este tipo. En Francia,
corresponde a G. Bertrand el esbozo de lo que se denominará geografía del paisaje, a partir de 1968. Se
corresponde con el planteamiento de los geógrafos soviéticos en ese mismo momento y con el tipo de
trabajo de los geólogos y biólogos del CSIRO australiano. El concepto clave es el de geosistema que permite
identificar y delimitar la unidad de paisaje en relación con todos los componentes, abióticos y bióticos, que
lo integran.

Por otra parte, se perfilan nuevas orientaciones que tienen una dimensión geográfica. La biogeografía
anglosajona se orientó hacia los análisis his- ! tóricos de la dinámica vegetal, en relación con el proceso de
ocupación y uso del territorio pór parte de las comunidades humanas. De forma complementaria se planteó
la gestión de los ecosistemas, de acuerdo con las múltiples demandas e influencias que la sociedad
contemporánea manifiesta respecto de los ecosistemas existentes. Los efectos de las actividades humanas
en su situación y dinámica, vinculados con las evaluaciones de impacto ambiental, la administración de las
comunidades bióticas, bien para su conservación, bien para su uso como espacios de recreo o utilización, de
acuerdo con su capacidad de acogida o soporte, se incorporaron al interés de los geógrafos, lo que supone
una orientación de trayectoria aplicada, de mayor tradición en el ámbito cultural anglosajón, pero de
indudable significación geográfica, equivalente al que resulta del nuevo enfoque como recursos naturales.
En un mundo en el que el uso de la Tierra por el Hombre ha alcanzado una dimensión planetaria, el
componente biótico representa una fracción particular y excepcional por su valor como recurso básico en la
supervivencia humana y en el equilibrio natural. El papel de la productividad orgánica primaria como recurso
primordial y la fragilidad de las cadenas tróficas hace de la biosfera un espacio de especial relevancia
geográfica.

Supone un punto de enlace o confluencia de la biogeografía con las otras disciplinas geográficas físicas,
sobre todo con la climatología e hidro- geografía. Aparecen como las que en mayor medida pueden
integrarse en una concepción geográfica unitaria, en torno a problemas, en los que la distinción entre
geografía física y humana sea irrelevante y en los que la aproximación global resulta en alto grado
prometedora.

A pesar de ello, la situación objetiva y actual es la de una serie de disciplinas con escasos nexos internos y
con perfiles específicos. Geomorfología, climatología, hidrogeografía y biogeografía componen cuatro
campos diferenciados, con más vínculos con las disciplinas naturales correspondientes que entre sí. La
geografía física carece de entidad si por tal entendemos una disciplina unitaria, con una conceptuación y
metodología propias, inserta en un marco teórico definido. La geografía física es sólo una denominación
tradicional y cómoda.

Tras esa denominación se encuentran cuatro disciplinas independientes, cada una con una evolución
separada, con enfoques distintos, con presupuestos teóricos y metodológicos diferentes. El proyecto de
Humboldt de una «descripción física del globo» no ha conseguido cristalizar en la geografía moderna,
aunque este horizonte siga planteado en la mente de algunos geógrafos con preocupaciones teóricas y
epistemológicas. Las propuestas de una geografía física integrada, como L'Ecogéographie que formulaba
Tricart, no han logrado consolidación.

No obstante, lo que se aprecia como una evolución positiva es la progresiva tendencia al desarrollo de la
geografía física en tomo a problemas geográficos. Es decir, en tomo a problemas de carácter social
relacionados con la transformación social de la naturaleza. La presencia de estos enfoques vinculados a
problemas supone una tendencia hacia la incorporación del trabajo de los geógrafos físicos a cuestiones
referidas a la organización social del espacio.

Representa el abandono de un perfil de disciplina naturalista y de carácter fragmentado o especializado.


Conlleva, en alguna manera, la pérdida del carácter de subdisciplina física. Significa una aproximación y
confluencia con las propuestas desarrolladas en las geografías humanas, en el marco de problemas sociales
relevantes. Una orientación demandada desde la geografía actual

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