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Wickham. Capítulo 9. Una historia nueva de la alta edad media.

Formas de dominación que ejercían los terratenientes sobre campesinos era mediante la exacción
de rentas, el control de los trabajos de los campesinos, la asunción por parte de los señores del rol
de agentes locales del estado, el establecimiento de un dominio político en el ámbito local, la
generalización de unas relaciones de patronazgo de tipo coercitivo, o la simple expropiación de sus
tierras a los campesinos propietarios.
1. Situación de los campesinos al término del imperio romano.
Campesinos conocieron menor número de transformaciones que los aristócratas: eran en esencia
labriegos con una economía de subsistencia y siguieron siéndolo, pese a que cambiaran algunos de
los más relevantes elementos de su entorno externo: sus obligaciones fiscales; sus señores en
algunas ocasiones, intensidad de la explotación que padecían y la posibilidad de procurarse
objetos de artesanía.
Una de las consecuencias de este estado de cosas fue que en la mayoría de los casos el derrumbe
del imperio no constituyo un proceso en que los campesinos experimentaran como un cambio
inmediato y catastrófico. Su resultado no fue ni una liberación ni un sometimiento, al menos al
corto plazo. Constituyo no obstante, una transformación muy profunda en su estructura: los siglos
V y VI, al menos en occidente, muestran la existencia de un cambio sistémico que favoreció a la
sociedad campesina.
Análisis de los debates relacionados con el imperio tardío: en primer lugar, la reactivada polémica
sobre la naturaleza del colonato tardorromano, y en segundo lugar, las discusiones sobre la
naturaleza y difusión del patronazgo tardorromano. Y es que el sistema fiscal del imperio tardío
era lo suficientemente gravoso como para que los emperadores consideraran importante
garantizar su efectividad mediante la creación de unas ataduras por las que la mayoría de los
contribuyentes quedaran sólidamente vinculados a su profesión y su localidad. Notoria utilización
del patronazgo como método para la evasión de impuestos. Ambos factores pusieron en relieve la
importancia del sistema tributario en la constitución de un conjunto de la sociedad rural,
circunstancia cuyas implicaciones inmediatas afectan a la época posterior al lapso de tiempo que
dicho sistema empezó a resquebrajarse.
Jones planteaba que los tenentes de los primeros años del imperio se hallaban con frecuencia
sujetos a contratos de arrendamiento de corta duración y tenían por lo tanto libertad para
desplazarse. Esta situación llego a su fin cuando las reformas fiscales de Diocleciano comenzaron a
consignar por escrito la presencia de los campesinos en determinadas aldeas o fincas, ataduras
que vinculaba a todo el mundo con sus quehaceres hereditarios. En las décadas centrales del siglo
IV, aparecen leyes imperiales que fijan a los tenentes, o coloni, en la tierra. Esta fijación constituía
una ventaja para los terratenientes: medidas fiscales quedaron convertidas en un instrumento
para el predominio de la aristocracia. Poco a poco la posición social de los coloni obligados a
permanecer en unas tierras que en ningún caso poseían cayó en picado, lo que aumento de forma
progresiva la sujeción de los labriegos a los señores hasta asemejar su condición a la de los
esclavos.
No todos los coloni atados a la tierra se vieron sometidos a esta sujeción; aquellos que poseían
algunas parcelas pagaban sus impuestos, y de hecho eran muchos los tenentes que seguían

1 Wickham. Una historia nueva de la alta edad media. Capítulo 9.


Unidad 1. La transición de la antigüedad al feudalismo.
teniendo contratos de corta duración y no estaban sometidos por ley a sus señores. Jones pensaba
que los adscripticii (coloni a los que en el siglo VI se les dio ese nombre) constituían la minoría de
los tenentes, pero los denomino siervos y de esta forma los inserto en la metanarrativa (discurso
totalizante y multiabarcador) de la transformación por la que se pasa de la antigua esclavitud a la
servidumbre medieval, uno de cuyos aspectos, el de la tenencia asociada al sometimiento legal al
terrateniente, hundía al parecer sus raíces en el mundo tardorromano, o al menos encontraba en
el elementos de paralelismo.
Otros autores han planteado la idea de que el colonato era una nueva institución a medio camino
entre la libertad y la servidumbre. Esta noción se ha visto sometida a críticas procedentes de dos
planteamientos distintos: Uno argumenta que el colonato del que hablan las leyes del siglo IV era
una sistematización de unas ya antiguas relaciones de sujeción rural fundadas en el poder de los
terratenientes. El otro dice lo contrario: leyes del siglo IV relativas al colonato se proponían
únicamente especificar la forma en que los campesinos debían satisfacer sus impuestos, pero no
su posición social, y que la sujeción se refiere a la fijación de su vínculo con el estado, no con los
terratenientes. Carrie suponía que el hecho de sujetar a los tenentes no teníapor qué redundar
necesariamente en beneficio de los terratenientes, ya que disminuía su capacidad de maniobra. Si
en algún caso llegaron a ver realmente mermada su posición social, no fue debido a la legislación
del imperio, sino a causa únicamente de los cambiantes parámetros por los que se regían en la
práctica las relaciones entre señores y campesinos, relaciones que mantenían a ambas clases
separadas y que las mencionadas leyes no se proponían abordar.
El debate plantea problemas: El primero es el papel de la propia legislación del imperio, que es la
principal fuente para conocer datos de colonis. Es frecuente que las controversias sobre el
colonato den simultáneamente por supuestas dos cuestiones: que los códigos jurídicos que
recogen las leyes tardorromanas están razonablemente completos, y que dichas leyes se aplicaban
de manera efectiva. Este parecer yerra en su comprensión del modo en que opera un texto legal.
En el imperio tardío resultaba aúnmás difícil conocer la ley, ya que no hubo colecciones jurídicas
públicas hasta la difusión del código de Teodosiano (438) y cuya compilación había sido muy
complicada. Es muy posible que el preciso contenido de la ley solo fuera conocido por un reducido
número de personas, y estas no tenían por qué vivir necesariamente cerca unas de otras. Debe
añadirse además que las leyes imperiales, incluso en los casos de que tales leyes atendían a las
diferencias provinciales, daban por supuesto que la homogeneidad del imperio era muy superior a
lo que nunca pudo haber sido en realidad. Resulta sorprendente que los efectos de las leyes sobre
el colonato sean poco menos que invisibles en la provincia que se cuenta con mejor
documentación, Egipto, donde la mayoría de los contratos de arrendamiento continuaron siendo
de corta duración. Esto muestra que las implicaciones globales de las leyes no adquirieron un
carácter general en toda la extensión del imperio. No se quiere decir con esto que Egipto
permitiera que sus campesinos se desplacen a voluntad: tanto el estado tardorromano como los
terratenientes perseguían a los fugitivos. Parece que estos comportamientos guardaban relación
con el deseo general del estado de mantener a todos los tipos de individuos atados a su profesión
y su localidad, ya sean Curiales o coloni.
Aceptare los planteos de Carrie y Vera (seguir sacando conclusiones propias de la historia
económica y social sobre la base de códigos jurídicos, es como majar agua con un mortero) y
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coincidiré en que cabe considerar que el debilitamiento de la posición social de los campesinos, en
el caso de que se haya producido, si es que se produjo pudo haber sido fundamentalmente una
consecuencia de las leyes del colonato, en parte porque los objetivos de estas últimas eran en
gran medida fiscales, y en parte porque no es posible que pudieran aplicarse a todas las
situaciones rurales, habida cuenta de la especificidad de sus pormenores. Las costumbres locales,
los parámetros que regían la acción social en el ámbito local y las relaciones de poder, revestían
mayor importancia.
Por otro lado, tampoco se trata de que las leyes resulten inservibles. Constituyen una guía que nos
proporciona información acerca de los cambios experimentados por los valores y la retórica del
imperio. Esta última nos sirve de orientación tanto para captar las percepciones relacionadas con
la dependencia social como para comprender el cambio social. Las leyes pueden constituir un
verdadero elemento de negociación en el ámbito de las relaciones sociales locales, al menos si el
estado es una fuerza activa en la zona.Además, incluso en el caso de que pocos adeptos
conociesen los detalles de la legislación del imperio, no hay duda de que todo el mundo sabía que
el movimiento de los coloni estaba sujeto a restricciones legales. Los legisladores habían fracasado
si les hubiera dado por proponerse en algún momento crear de la nada las estructuras locales: las
leyes no tienen poder suficiente para lograrlo, en cualquier caso no antes del siglo XX. No
obstante, existe una dialéctica entre las leyes y la sociedad civil. La letra de las leyes es susceptible
de ser utilizada estratégicamente, en particular si es favorable a los poderosos, y en la práctica
esto es lo que hicieron las leyes sobre los coloni.
En la medida en que se las juzgara validas, y en el supuesto de que los tribunales, siquiera fuese
ocasionalmente, les prestasen atención, las leyes de este tipo constituían un grave problema para
los campesinos, que veían dificultada su capacidad de negociación con los terratenientes.
Aquí encontramos, en la práctica, un factor por el que la caída del imperio sí que termino
afectando directamente a los campesinos, ya que su desaparición hizo que cayeran en desuso las
leyes que ataban a la tierra a los individuos legalmente libres y los colocaban bajo la autoridad de
terratenientes concretos, redujo las ventajas del sistema tributario y debilito las instituciones
judiciales que tenían capacidad coercitiva para hacer cumplir esas leyes.
No estamos en condiciones de afirmar que podemos seguir con algún detalle la pista de estos
acontecimientos en el Occidente a fines del siglo V y principios del VI, pero al menos debemos
señalar que la mayor parte de la legislación romano germánica no abordaba el asunto de la
fijación de los tenentes a la tierra, ya que el tema había dejado de ser una cuestión candente para
los legisladores. Esto no significa que los reinos romano germánicos los tenentes tendieran a huir
de los terratenientes. Sus destinos pasaron a depender de su inclinación natural hacia la
autonomía o la dependencia, así como del poder que ejercieran sus señores en el ámbito local.
Ni la España visigoda, caso más importante en que se oponen a nuestro planteamiento, socava la
validez de estas afirmaciones. Pese a que promulgaron leyes sobre los fugitivos (siglos VI y VII) y
muy afirmados en adaptar procedimientos legislativos tardorromanos y mostrar un deseo de
controlar la movilidad rural, tampoco puede decirse que estas normas sean iguales a las leyes
contra los coloni, sino que son leyes que controlan a los individuos carentes de libertad (servi o
mancipia). Hacia siglo VII, España era una región poblada por campesinos dependientes, que la
mayoría carecía de libertad. De ahí la circunstancia de que estas leyes den la impresión de ser un
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equivalente de las leyes que los romanos aplicaban a los coloni. El hecho que los reyes visigodos
trataran de emplear en la fijación de los servi los mismos métodos que habían usado los
emperadores romanos para atar a los coloni muestra que ni la condición de colonus tendía por sí
misma, y de forma natural, a convertirse en servidumbre ni la legislación romana relativa a la
fijación de tenentes libres sobrevivió a concretas circunstancias imperiales que las habían creado.
La cuestión del patronato en el imperio romano encaja en cierta medida con la del colonato, al
menos por lo que respecta al tema tributario. En latín clásico, patrocinium significa patronazgo o
protección. Sin embargo, las leyes contrarias a esta práctica (360 y 415) vinculan explícitamente
las formas ilegales de patronato con la evasión de impuestos. Estas leyes conciernen a Egipto, y su
información completa gracias a uno de los discursos de Libanio (391) y relativo a la prostasia (la
voz griega para la noción de patronazgo). En dicho discurso queda claro que los campesinos sirios
no solo era capaces de procurar congraciarse con un patrón para evitar el pago de impuestos sino
también para eludir el abono de la renta a sus propios terratenientes.
Relación entre evasión de impuestos y crisis del imperio. La década de 440 no fue una década de
crisis, al menos en la Galia: lo que hace Salviano, al igual que Libanio, es lanzar invectivas contra la
situación marcada por una corrupción constante, no por un desmoronamiento fiscal. El
patronazgo para evadir impuestos era una consecuencia de la existencia de una carga tributaria,
su contrapunto negativo: se trataba de una forma de poder rural cuya existencia dependía de que
perdurara la estructura del estado, y si era ilegal se debía a que contrariaba los intereses de este.
Con esto no quiero decir que la dominación rural que ejercían los aristócratas locales no pudiera
existir sin estado. Lo que ocurría es que esa forma de dominación rural, la de una relación de
patronazgo capaz de brindar protección a los campesinos respecto de los efectos negativos del
poder público, carecía de sentido una vez desaparecido ese poder. Esa es la razón de que en el
entorno romano del Afrodito del siglo VI, se observe que los campesinos tienen en frente si al
menos dos sistemas de patronato, en lugar de uno solo: el primero se centra en el peligro del
estado y en otro en la amenaza de los terratenientes privados. Si los campesinos disponían de
astucia y buena fortuna podían enfrentar al uno con los otros. No hay duda de que tenían que
prestar atención a ambas fuerzas.
Una vez que el estado hubo dejado de tener una función local, el único poder que quedaba era el
del dominio de los terratenientes. Por consiguiente, los sistemas de patronazgo orientados a
brindar protección respecto del poder del estado no habrían sobrevivido más que en el caso de
que el impacto coercitivo de los estados sucesores en el ámbito local hubiese manifestado el
suficiente vigor como para hacer necesaria la creación de sistemas de sostén frente a ellos.
Una vez que el sistema tributario dejo de tener una importancia estructural global, ceso
igualmente el principal elemento de la presencia pública en la campiña, con lo que a partir de ese
momento no habría ya más que una sola especie de poder local con capacidad para dominar a
todos sus habitantes, el de los señores.
De este modo, lo que tenían en común las dos cuestiones del colonato y las leyes sobre el
patronato era el sistema tributario.
La estructura fiscal afectaba de forma muy significativa a la posición social de los agricultores, pero
también a las relaciones sociales entre campesinos y terratenientes. Desde el punto de vista de los
campesinos, si desaparecía la función recaudadora del estado, el principal cambio subsiguiente era
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doble: primero tenían que pagar menos a potentados ajenos a su localidad; y segundo se
simplificaban los marcos que determinaban el patronazgo y el poder político en la esfera local.
Pese a que el destino de la recaudación fuese de la misma importancia para las estructuras del
estado, tuvo efectos importantes en el campesinado.
Cuando se desencadenan una revuelta a gran escala, ejemplos históricos se desarrollan en el
marco de la resistencia a los estados: luchas contra el servicio militar, contra las leyes relativas a la
posición social, y contra el sistema impositivo. Esta es la razón por las pocas revueltas campesinas
en la alta edad media. Campesinos tendían a rebelarse cuando observaban síntomas de debilidad
en las estructuras de dominación en que se hallaban inmersos y por ello el doble motivo de que la
insurrección parece de hecho practicable en este tipo de circunstancias y de que esas señales de
debilidad socavan la hegemonía ideológica de sus dominadores, ya se trate de las aristocracias o
del estado. Lo que define a estas insurrecciones es el hecho de que, pese a no tener metas bien
definidas, representaban una amenaza para el orden social constituido, factor que las diferencia
de las rebeliones militares o aristocráticas, de índole más estándar, que tachonan la historia
antigua y medieval.
Bagaudas no solo se oponían al orden social local, sino al de la totalidad del imperio, y más en
calidad de campesinos que de terratenientes. Por esas razones, autor considera que la mayoría de
los rebeldes bagaudas eran campesinos y sus objetivos obedecían a móviles campesinos, no
aristocráticos.
Bagaudas aparecieron en el siglo III y en el V, tras estallar sendas crisis políticas en el ámbito local,
en momentos en que el orden social se había visto socavado por la guerra civil y las invasiones. En
este contexto resulta mucho más fácil que los gravámenes fiscales y las injusticias, que los
campesinos venían considerando como algo ineludible, pudieran haber empezado a presentar a
sus ojos las características de una situación susceptible de ser vencida mediante actos de
resistencia. Se trataba de levantamientos contra el régimen imperial debilitado pero que aún
conservaba capacidad operativa. Tampoco fueron consecuencia de que los bagaudas hubieran
optado por secundar a los barbaros. Sin embargo, las acciones de los bagaudas señalan que la
carga fiscal era algo a lo que los campesinos podían oponerse en caso de que la hegemonía
ideológica del estado romano se encontrara debilitada. Esto encaja a la perfección con el otro gran
conjunto de alzamientos campesinos contra el estado: las revueltas egipcias de raíz fiscal ocurridas
entre 720 y 830.
Los bagaudas no lograron romper su aislamiento en occidente. Carecen de sucesores conocidos en
las frecuentes épocas de desorden que habrán de jalonar el siglo siguiente.
Las revueltas campesinas fueron, al igual que la táctica de asociarse con un patrono para eludir el
pago de impuestos, una de las consecuencias indirectas de un sistema que aún conservaba su
capacidad funcional, no un indicio de su inminente desaparición.
El sistema fiscal de Occidente comenzó poco a poco a desorganizarse. Hacia siglo VII había pasado
a convertirse en una institución marginal o desaparecido por completo. Esto libero de una pesada
carga a los campesinos y redujo las restricciones legales del sistema de patronazgo en que se
hallaban inmersos, y lo simplifico.
Algunos historiadores como Goffart han llegado a la conclusión de que los principales beneficiarios
de estos cambios fueron de hecho los terratenientes. Si en la esfera de lo particular, los
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aristócratas asumieron la tarea de hacer cumplir las obligaciones tributarias que aún se
conservaban y las transformaron en simples ventajas añadidas a su propio señorío, en términos
generales, esos mismos aristócratas, junto con autoridades locales a ellos supeditadas, se
encontraron bien situados para hacerse cargo de las marchitas infraestructuras de la magistratura
pública. Esto fue lo que ciertamente sucedió en algunas ocasiones. Sin duda la consecuencia fue,
muy a menudo, que los campesinos libres se vieron más sometidos y es posible que llegaran a
perder la poca autonomía que aún les quedaba, y a veces hasta su condición legal de individuos
libres.
Además, el verdadero problema de suponer que el fin del imperio se produjo simplemente porque
los aristócratas se hicieron con el poder radica en la conclusión genera a las que nos conduce un
estudio comparativo de las aristocracias puesto que, en general, y con la notable excepción de la
Galia franca, las aristocracias posromanas fueron más pobres que sus predecesoras. Es posible que
algunos de sus miembros se beneficiaran a título individual de la crisis política y fiscal. Pero en
general hemos de concluir que la crisis y la confusión, junto con la involución y la descentralización
política, no favorecieron a la aristocracia en términos de clase, ya que en el ámbito local la nobleza
tendió a perder riqueza y poder que a ganarlos.
Cuanto menos tierras tengan los aristócratas, mayores serían las probabilidades de que los
campesinos tuviesen más propiedades en sus manos, y tanto más grande seria el margen de
maniobra para la acción autónoma de estos nuevos propietarios, que en calidad de tales, también
tendría que entregar sus excedentes a terceros, en concepto de pago fiscal. Tenentes
dependientes debieron haber conocido unas condiciones de vida más cómodas que en tiempos
del imperio, puesto que hay síntomas de que en el mundo posromano la intensidad de la
explotación a los tenentes se redujo.
Por consiguiente, en torno al siglo VII era frecuente que labriegos dependientes pagasen menos y
campesinos propietarios muy poco o nada. Aumento mucho este tipo de propietarios y la
involución del estado dejo la vía más expedita para la existencia de una considerable autonomía
del campesinado.

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