net/publication/267927382
CITATIONS READS
0 1,373
1 author:
SEE PROFILE
All content following this page was uploaded by Juan Diego Vaamonde on 07 November 2014.
Editorial
1. César Augusto Cabral [1917-2011]
LUIS MEYER
In Memoriam
3. Homenaje a Cesar Cabral
GUSTAVO TAFET
Originales
4. Factores de riesgo para la sobrecarga
del cuidador familiar: los problemas
conductuales en pacientes con demencia
MARÍA FLORENCIA TARTAGLINI, CAROLINA FELDBERG, PAULA
DANIELA HERMIDA, DORINA STEFANI
Artículo Especial
70. Síntomas posmodernos: lectura laca-
niana de Charles S. Peirce
HUGO RAFAEL MANCUSO
Notas
82. Valoración neuropatológica de la
depresión
GUILLERMO NICOLÁS JEMAR
87. Informaciones
Actualización
Aportes de la teoría de género al análisis del sexismo ambivalente
JUAN DIEGO VAAMONDE La teoría del sexismo ambivalente de Peter Glick y Susan Fiske ha sido
Psicólogo. reconocida como una de las principales contribuciones al estudio psicoso-
Universidad Nacional de cial de esta problemática. Si bien sus postulados fundamentales han sido
Rosario, Rosario, Santa Fe; corroborados a través de numerosas investigaciones transculturales, no
Consejo Nacional de existen estudios que articulen esta teoría con los aportes de pensadoras
Investigaciones Científicas y feministas como Judith Butler o Monique Wittig. Por ello, el presente tra-
Técnicas de la República bajo analiza las bases socioculturales del sexismo a la luz de diferentes
Argentina (Conicet). perspectivas contemporáneas de la teoría de género. Con este propósito,
se delimitan las categorías de sexo y género, y se examinan los tres domi-
nios de las relaciones de género vinculados con el sexismo: el patriarca-
do (dominante y protector), la diferenciación de género (competitiva y
complementaria) y la heterosexualidad/heteronormatividad (hostilidad e
intimidad heterosexual). Para concluir, se subraya la necesidad de futuros
estudios que integren teorizaciones interdisciplinarias, y propicien el abor-
daje de esta problemática desde una verdadera multiangulación metodo-
lógica.
o, de lo contrario, está limitado por él» [4: 54]. La como “prediscursivo”, anterior a la cultura, una
estabilidad de un sexo totalmente binario se hace superficie políticamente neutral sobre la cual actúa
insostenible. En el marco de su teoría, el sexo es un la cultura […] Una de las formas de asegurar de
concepto sociológico o cultural; el sexo configura la manera efectiva la estabilidad interna y el marco
base material o natural del género, pues es el efec- binario del sexo es situar la dualidad del sexo en
to de una concepción que se da dentro de un siste- un campo prediscursivo. Esta producción del sexo
ma social ya marcado por la normativa del género. como lo prediscursivo debe entenderse como el
Esto ha sido desarrollado historiográficamente por resultado del aparato de construcción cultural
Thomas Laqueur [25]. Para Butler, la idea de un nombrado por el género» [4: 55-56].
«sexo natural», organizado en base a dos posicio-
nes opuestas y complementarias –masculi- Para la norma social heterosexual, la estabilidad e
no/femenino–, es un dispositivo mediante el cual el inteligibilidad del género depende de una alinea-
género se ha estabilizado dentro de la matriz hete- ción entre sexo, género, deseo y práctica sexual,
rosexual que caracteriza a nuestras sociedades. La vínculo lineal e ideal que es cuestionado constan-
autora no sostiene la inmaterialidad del cuerpo temente por el cuantioso número de personas que
desde un idealismo ingenuo, sino que insiste en que se apartan de esta legalidad impuesta. La matriz
el acceso a la materialidad del cuerpo se da a través cultural exige a estos individuos que corrijan sus
de las instituciones y los discursos sociales que nos «desviaciones» o que, al menos, no las muestren,
atraviesan. El cuerpo es un instrumento o medio al sobre todo aquellas identidades en las que el
cual se asocia un conjunto de significados culturales género no es consecuencia del sexo y otras en las
referidos al género. De allí que defina el cuerpo que las prácticas del deseo no son consecuencia
como una construcción. ni del sexo ni del género [4]. El género aparece así
como un concepto necesario para la aparición y el
Independientemente de la inmanejabilidad biológi- desarrollo de un conjunto de técnicas de normali-
ca aparente del sexo, el género se construye cul- zación/transformación de la vida [29]. Para quie-
turalmente [4, 5]. El género no es el resultado cau- nes no alcancen el estándar heterosexual, para
sal del sexo ni tampoco es tan aparentemente rígi- quienes no se amolden a la normalidad del géne-
do como este último. Por lo tanto, la relación bina- ro, la matriz cultural promueve la formación de acti-
ria normativa sexo-género queda potencialmente tudes prejuiciosas, y la puesta en marcha de prác-
refutada por la posibilidad de que el género sea ticas de exclusión. He aquí el punto de unión con
una interpretación múltiple del sexo. En efecto, la teoría del sexismo ambivalente hacia las muje-
Butler plantea al género como performatividad. La res: el sexismo hostil se dirigirá a aquellas mujeres
performatividad es una práctica social, una reitera- que se aparten de los roles tradicionales de géne-
ción continua, en la que la normativa de género se ro –feministas, mujeres de carrera, líderes–, mien-
negocia socioculturalmente. Bajo esta óptica, el tras que el sexismo benévolo tendrá como blanco
género es una actuación reiterada y obligatoria en aquellas mujeres que cumplan debidamente con
función de unas normas sociales que nos exce- esos roles –amas de casa, madres dedicadas–, y
den. Los enunciados de género –es decir, los que las premiará suministrándoles afecto, sustento y
se pronuncian en el momento del nacimiento, protección [12].
como «es una niña» o «es un niño», pero también
los insultos homofóbicos, «maricón» o «marima- Para resumir, habida cuenta de los aportes cita-
cho»– no son enunciados de carácter descriptivo dos, podría afirmarse que la categoría sexo refiere
sino performativo. Vale decir, invocaciones o cita- a la materialidad corporal con la que nacen los
ciones ritualizadas de la ley heterosexual o hetero- seres humanos, con características comunes aun-
normatividad, que explicaremos en detalle más que no universales que distinguen a hombres de
adelante. La actuación genérica estará siempre mujeres (genitales externos e internos, cromoso-
signada por un sistema de recompensas y casti- mas, hormonas, etcétera). Aun así, la diferencia
gos. En la performatividad del género, los sujetos biológica del sexo recibe una interpretación cultu-
se ven obligados a «actuar» el género en función ral, incluso antes del nacimiento. Esta interpreta-
de una (hetero)normativa que promueve y legiti- ción usualmente normativa de ciertos rasgos alude
ma, o que sanciona y excluye. al género como construcción simbólico-cultural. El
sexo configura entonces la base material o natural
«[El] género no es a la cultura lo que el sexo es a del género.
la naturaleza; el género también es el medio dis-
cursivo/cultural a través del cual la “naturaleza «El “sexo” no es pues sencillamente algo que uno
sexuada” o “un sexo natural” se forma y establece tiene o una descripción estática de lo que uno es:
será una de las normas mediante las cuales ese socialización de hombres y mujeres, llevándolos a
“uno” puede llegar a ser viable, esa norma que desarrollar rasgos y valores disímiles [23, 28].
califica un cuerpo para toda la vida dentro de la
esfera de la inteligibilidad cultural» [5: 19]. Aunque predominante, el patriarcado no es inmu-
table. Esto se evidencia en la considerable diversi-
En cada cultura, la norma de género define aque- dad transcultural que existe en relación con la des-
llas características que se consideran femeninas y igualdad de género [34]. En culturas poco jerárqui-
aquellas que son distinguidas como masculinas. cas, la lucha por el estatus masculino se halla mini-
Debido a que tales características se hallan lejos mizada, mientras que en culturas fuertemente
de ser universales, se comprueba que dicha asig- jerárquicas la lucha por el estatus entre los hom-
nación es una construcción social, una interpreta- bres se encuentra exacerbada, junto con el sexis-
ción social de lo biológico, que legitima el binaris- mo hacia las mujeres. En este sentido, el patriar-
mo y la asociación varón-masculino por un lado, y cado acarrea importantes implicancias para el con-
mujer-femenino por otro. Esta normativa genérica tenido del sexismo hostil y del sexismo benévolo.
forma parte del núcleo del sexismo como proble- En relación con las actitudes hacia las mujeres, la
mática psicosocial, anclada en sociedades propia- manifestación ideológica del patriarcado es el
mente patriarcales. paternalismo, la justificación de la dominancia
masculina. De acuerdo con Glick y Fiske [13, 14],
El patriarcado: la extensión social del poder el componente hostil de esta ideología es el pater-
masculino nalismo dominante, la creencia de que los hom-
El concepto patriarcado alude al sistema social bres deberían tener más poder que las mujeres, y
normativo y organizador que permite vincular las el concomitante miedo ante la posibilidad de que
relaciones dentro de la familia con las relaciones ellas usurpen tal poder. Esa actitud puede encon-
sociales más amplias, centrando la atención en las trarse tanto en la esfera pública (por ejemplo, en la
relaciones de poder [18, 20]. Apoyándose en argu- convicción de que las mujeres se quejan demasia-
mentos biologicistas sobre la diferencia entre los do de la discriminación en los lugares de trabajo)
sexos, este sistema explica la subordinación feme- como en la íntima (por ejemplo, la creencia de que
nina en términos «naturales» y hasta «inevita- en una relación de pareja heterosexual es el varón
bles»: la mujer, ser pasivo e inferior, pertenece al quien debería tomar las decisiones más importan-
espacio privado doméstico; el hombre, ser fuerte y tes). Este paternalismo dominante resulta modera-
superior, está destinado al trabajo y al espacio do por su contracara benévola: el paternalismo
público. El estatus femenino, si bien varía de cultu- protector, la creencia que establece que los hom-
ra en cultura, presenta una constante: la subordi- bres deberían proteger y aprovisionar a las muje-
nación política de las mujeres como grupo a los res, en quienes dependen. Este tipo de paternalis-
hombres [24, 31]. mo también tiñe los dos ámbitos, el público y el pri-
vado. Ejemplo de lo primero es la opinión de que,
Teorías tanto evolutivas como sociológicas en un accidente o situación de emergencia, se
han explicado la prevalencia transcultural del debe rescatar primero a las mujeres; ejemplo de lo
patriarcado. Psicólogos evolutivos [21] sugieren segundo, la creencia de que el varón es el princi-
que las diferencias en la capacidad reproductiva pal proveedor y protector de la familia. A este res-
generaron una selección natural de hombres pecto destaca Wittig [36] que la solución al patriar-
intensamente orientados a la obtención de recur- cado no sería el matriarcado, pues ambos siste-
sos y estatus social. Otros especialistas cuestio- mas suponen que la base de nuestra sociedad
nan la importancia relativa de esa selección evolu- está en la heterosexualidad. El matriarcado no es
tiva. Eagly y Woods [9] señalan que, aún cuando menos heterosexual que el patriarcado: lo que
el dimorfismo sexual expresado en términos de muda es sólo el sexo del opresor.
mayores tamaño y fuerza favoreció en principio a
los hombres, y les permitió establecer una posición Diferenciación de género y sexismo
social dominante, en la actualidad la dominancia Todas las culturas conocidas realizan distinciones
masculina se perpetúa mediante la división gené- sociales entre los sexos, y atribuyen a la identidad
rica del trabajo. La industrialización ha modificado y al rol de género una importancia destacada [17].
el rol de la fuerza física, y ha permitido a las muje- No hay duda de que el género constituye una de
res desafiar con éxito esa dominancia masculina. las distinciones grupales fundamentales, una de
No obstante, las diferencias en los papeles socia- las dimensiones más primarias de la categoriza-
les se han perpetuado a través del sexismo, plas- ción social. Llega incluso a obrar a modo de clasi-
mado en ideologías de género que afectan la ficación automática, afectando profundamente las
interacciones entre adultos [10]. Mucho antes de Además, sus roles convencionales tienden a com-
que las diferencias físicas pongan de relieve la plementarse: el trabajo hogareño de ellas permite
diferencia biológica entre los sexos, hay interaccio- que ellos se concentren en sus carreras. Esta
nes y tratamientos específicos que moldean y interdependencia de los roles convencionales de
refuerzan las identidades y los roles de género de género genera lo que Glick y Fiske llaman la dife-
niños y niñas; como dice Butler, la materialidad del renciación de género complementaria, la creencia
cuerpo es tomada por el género. de que las mujeres son «el mejor sexo», pero sólo
si se ajustan a roles de género tradicionales de
Si bien las diferencias sexuales son la base sobre bajo estatus (por ejemplo, asumiendo el rol de per-
la cual asienta una determinada distribución de sonas puras, delicadas y maternales). Tal diferen-
papeles sociales, esa forma de asignación no se ciación de género es parte constitutiva del sexismo
desprende «naturalmente» de la biología, sino que benévolo. En sintonía con esto, Wittig [36] expresa
es un hecho social. Lamas [23] cita un ejemplo que la creencia de que «ser mujer es maravilloso»
ilustrativo: la maternidad juega sin duda un papel instituye y define las mejores características que la
importante en la asignación de tareas, pero no por opresión patriarcal ha garantizado a este colectivo.
parir hijos las mujeres nacen sabiendo planchar y
coser. La diferenciación binaria entre género mas- De acuerdo con Lamas [23], si bien la posición
culino y género femenino establece estereotipos social de las mujeres, sus roles, sus actividades,
rígidos, que condicionan los papeles y limitan las sus limitaciones y sus posibilidades varían de cul-
potencialidades de las personas, al estimular o tura en cultura, lo que se mantiene constante es la
reprimir los comportamientos en función de su diferencia entre lo considerado masculino y lo con-
adecuación al género. Recientemente Gómez siderado femenino, es decir, el género. La posición
Suárez [16] realizó un estudio sobre los modelos de la mujer no está determinada biológica sino cul-
socio-sexuales en distintos pueblos indígenas, y turalmente, pero la estructuración del género cons-
arribó a conclusiones similares a las apuntadas. tituye un hecho social de tanta fuerza que llega a
ser pensado como natural. Desde sus inicios, la
Los estereotipos sobre las mujeres, a partir de teoría del género ha cuestionado esta naturaliza-
argumentos naturalistas, racionalizan su supuesta ción de la desigualdad de género.
falta de idoneidad para posiciones de alto estatus.
En ese sentido, Glick y Fiske [13, 14] proponen el «Ya no se puede aceptar que las mujeres sean
concepto de diferenciación de género competitiva, “por naturaleza” […] lo que la cultura designa como
un componente del sexismo hostil vinculado con la “femeninas” […] Se tiene que reconocer que las
creencia subyacente acerca de la supuesta inferio- características llamadas “femeninas” (valores,
ridad de las mujeres en dimensiones relacionadas deseos, comportamientos) se asumen mediante
con la competencia (así, por ejemplo, la idea de un complejo proceso individual y social: el proceso
que en general ellas no podrían ganar una posi- de adquisición del género» [23: 111].
ción de alta jerarquía en una competición justa).
Más allá de lo dicho, es cierto que los estereotipos Heterosexualidad y heteronormatividad
femeninos no son uniformemente hostiles. Eagly y La heterosexualidad es definida habitualmente
Mladinic [8] han demostrado que existen más este- como la atracción sexual hacia personas del sexo
reotipos favorables acerca de las mujeres que «opuesto», y puede o no incluir la práctica de la
acerca de los hombres. Los aspectos favorables relación erótica heterosexual. Ahora bien, la hete-
de los estereotipos femeninos proceden de los rosexualidad excede el hecho de ser una mera
roles sociales y reproductivos disímiles de hom- orientación erótico-sexual. Su lógica ha teñido a
bres y mujeres. A las mujeres se las asocia con las una multiplicidad de sociedades y culturas, y ha
tareas domésticas y con la crianza de los hijos, sido utilizada como un sistema de control y domi-
funciones que para la mirada estereotipada reque- nio sobre cuerpos y prácticas diversas. Esto evi-
rirían rasgos expresivos, como calidez y compren- dencia que la sexualidad no es independiente del
sión. De hecho, las mujeres están subrepresenta- poder, y puede ser manipulada como herramienta
das en posiciones de alto estatus o de liderazgo, de dominación. Al respecto, Wittig asevera:
las cuales requieren rasgos operativos como la «Cuando planteo el término “heterosexualidad” me
independencia y la autoconfianza, usualmente encuentro ante un objeto no existente, un fetiche,
pensados como rasgos masculinos. En lo que res- una forma ideológica amorfa que no se puede asir
pecta a las dimensiones de competencia u opera- en su realidad, salvo en sus efectos, y cuya exis-
tividad de los estereotipos de género, los varones tencia reside en el espíritu de las gentes de un
son vistos más favorablemente que las mujeres. modo que afecta su vida por completo, el modo en
que actúan, su manera de moverse, su modo de grosa para los hombres [14].
pensar. Por tanto he de vérmelas con un objeto a
la vez real e imaginario […] La heterosexualidad Las ideologías de género convencionales se apo-
[…] [es] la norma social. Es el contrato social. Es yan con fuerza en el heterosexismo o prejuicio en
un régimen político» [37: 4-5]. favor de las personas heterosexuales, es decir, en
la creencia de que los individuos heterosexuales
La heterosexualidad crea una de las fuentes más de uno o de otro sexo son superiores. Esa creen-
fuertes de intimidad e interdependencia entre el cia se manifiesta en la discriminación abierta o sutil
hombre y la mujer. No todas las personas, pero sí que se ejerce hacia las personas no heterosexua-
la mayoría, valoran una relación heterosexual les [26]. Estas ideologías de género heterosexistas
romántica como uno de los factores más importan- instituyen tal tipo de relación como norma, y como
tes para alcanzar la felicidad [14]. Es probable que la gratificación personal más elevada para hom-
la heterosexualidad, como norma cultural enraiza- bres y mujeres. En ese sentido, las relaciones
da en la reproducción humana, continúe siendo un románticas heterosexuales pueden inspirar
gran determinante de la ideología de género. pasión, intimidad y devoción. La hostilidad hetero-
sexual tiene así su contraparte benévola: la intimi-
Desde una perspectiva evolutiva, Smuts [33] dad heterosexual, un componente del sexismo
sugiere que la unión en la pareja heterosexual evo- benévolo que se liga con la creencia de que las
lucionó como estrategia femenina para combatir la relaciones románticas heterosexuales son esen-
amenaza de la violencia sexual masculina. Al for- ciales para que hombres y mujeres alcancen la
mar alianzas exclusivas, la mujer ganó potencial- verdadera felicidad [14].
mente recursos que su compañero le proporciona-
ba y la protección de éste, ante la amenaza de Tanto la hostilidad como la intimidad heterosexual
agresión sexual por parte de otros individuos. El se sustentan en la heteronormatividad. Desde una
hombre, a su vez, recibía los beneficios del acce- perspectiva sociopolítica, la heteronormatividad, o
so sexual por lo menos a una mujer, y la certeza heterosexualidad obligatoria, constituye un régi-
de la paternidad (siempre, claro, que su compañe- men social, político y económico que el patriarca-
ra le fuera fiel, y que él pudiera protegerla de los do impone mediante diversos mecanismos médi-
ataques de terceros). Por otro lado, ciertos análisis cos, educativos, religiosos y culturales. El sistema
de la psicología social llegan a la misma conclu- patriarcal presenta así a la heterosexualidad como
sión: en una sociedad donde la violencia sexual es el único modelo válido de relación sexoafectiva y
moneda corriente, las mujeres buscan la protec- de parentesco necesario para el funcionamiento
ción de un hombre formando relaciones románti- armónico de la sociedad y, como afirman Glick y
cas exclusivas [19]. Esta observación es comparti- Fiske, para alcanzar la felicidad verdadera.
da incluso por feministas radicales, como Carole
Vance y Gayle Rubin. Por lo tanto, la violencia «Instituir una heterosexualidad obligatoria y natu-
sexual y las relaciones íntimas de parejas hetero- ralizada requiere y reglamenta al género como una
sexuales parecen ir de la mano. relación binaria en la que el término masculino se
distingue del femenino, y esta diferenciación se
Pero si bien el emparejamiento ofrece a las muje- consigue mediante las prácticas del deseo hetero-
res cierto grado de protección, puede también sexual. El hecho de establecer una distinción entre
ponerlas en riesgo de violencia por parte de su los dos momentos opuestos de la relación binaria
mismo compañero. Esto se debe en parte a que, redunda en la consolidación de cada término y la
dada su dominancia social generalizada, los hom- respectiva coherencia interna de sexo, género y
bres suelen ver a las mujeres en términos de obje- deseo» [5: 81].
to o propiedad, con lo que el afecto puede derivar
en violencia. Además, la sexualidad de las mujeres Así, para Butler [4], tanto la univocidad del sexo
ha sido considerada peligrosa por largo tiempo, como el marco binario para sexo y género son fic-
debido a su potencial de alterar las posiciones de ciones reguladoras, que refuerzan y naturalizan
poder. De allí el estereotipo de la mujer sexual- los regímenes de poder convergentes de la opre-
mente atractiva, peligrosa o femme fatale. Por sión masculina y heterosexista. Esto, a su vez, ali-
ende, la atracción sexual promueve no sólo la inti- menta el prejuicio sexista y homofóbico, al tiempo
midad sino también la hostilidad heterosexual que promueve prácticas de discriminación y exclu-
hacia las mujeres, un componente del sexismo sión. Debe destacarse aquí el aporte de Wittig [35].
hostil que fusiona al sexo con el poder, y expresa En su teorización sobre la heteronormatividad, esa
la creencia de que la sexualidad femenina es peli- autora propone el constructo pensamiento hetero-
sexual o heterocentrado, que para ella representa ologías sobre el género, buscando terminar con la
un conglomerado de diversas disciplinas, teorías, situación de opresión de las mujeres y otros gru-
corrientes e ideas de carácter opresivo, que insti- pos subordinados al patriarcado heteronormativo.
tuyen la relación heterosexual como obligatoria, En esta línea, el presente trabajo ha delineado
formulando leyes generales que valen para todas posibles articulaciones entre la teoría del sexis-
las sociedades, todas las épocas y todos los indi- mo ambivalente y la teoría de género, situando
viduos. En tal sentido afirma que la sociedad hete- el foco en las bases socioculturales de ese
rosexual está fundada sobre la necesidad del otro fenómeno. Las futuras investigaciones en el
diferente en todos los niveles. No podría funcionar campo del género deberían contribuir al estudio
sin la diferencia, sin la existencia de los dominados del sexismo en sus diferentes niveles de análi-
y las dominadas. «Porque la sociedad heterose- sis: individual, social e histórico-cultural. Para
xual no es la sociedad que oprime solamente a las ello será menester realizar intentos por integrar
lesbianas y a los hombres homosexuales; oprime teorizaciones provenientes de distintas discipli-
a muchos otros diferentes, oprime a todas las nas, utilizando metodologías diversas. Tal pos-
mujeres y a numerosas categorías de hombres, tura crítica y permeable a nuevas perspectivas
todos los que están en la situación de dominados» teórico-metodológicas es propia de la investiga-
[35: 5]. La filósofa francesa afirma que para salir de ción científica seria y comprometida. El uso de
esta opresión se debe romper el contrato hetero- enfoques cuantitativos y cualitativos y, sobre
sexual, aquellas pautas heterosexistas socialmen- todo, de multiangulaciones metodológicas cui-
te impuestas que no cuestionan el binarismo gené- dadosamente implementadas, permitirá echar
rico, y sostienen la oposición entre el hombre y la luz sobre esta problemática de antigua data. Es
mujer como el elemento fundante de toda cultura. el compromiso de nosotros y nosotras, comuni-
dad científico-académica, dedicar esfuerzos al
Conclusión desmantelamiento de la lógica heteronormativa
La teoría de género tiene la intención política de como sistema social basado en la opresión,
investigar cuáles son las fuerzas sociales y cultu- lógica que tanto daño sigue ocasionando, a
rales que construyen, moldean y modifican las ide- pesar de los avances en investigación social.
two faces of Adam: Ambivalent sexism and polar- género desde los griegos hasta Freud. Madrid:
ized attitudes toward women. Pers Soc Psychol Crítica;1994.
Bull. 1997; 23:1323-24. 26. Moya M. Actitudes sexistas y nuevas formas
13. Glick P, Fiske ST. The Ambivalent Sexism de sexismo. En Barberá E, Martínez-Benlloch I,
Inventory: differentiating hostile and benevolent editores, Psicología y género. Madrid: Pearson;
sexism. J Pers Soc Psychol. 1996; 70: 491-512. 2004.
14. Glick P, Fiske ST. Ambivalent sexism. In: Zanna 27. Parsons T. El sistema social. Madrid: Biblioteca
MP, Editor, Advances in experimental social psy- de la Revista de Occidente; 1976.
chology. San Diego: Academic Press; 2001. 28. Pratto F, Walker A. The bases of gendered
15. Glick P, Fiske ST, Mladinic A, Saiz JL, Abrams power. In Eagly H, Beall, Asternberg R, Eds. The
D, Masser B, et.al. Beyond prejudice as simple psychology of gender. 2nd ed. New York, NY:
antipathy: hostile and benevolent sexism across Guilford Publications; 2004.
cultures. J Pers Soc Psychol. 2000; 79:763-75. 29. Preciado B. Biopolítica del género.
16. Gómez SuárezA. El sistema sexo/género y la etni- Conversaciones feministas (2).Buenos Aires: Aji
cidad: sexualidades digitales y analógicas. Revista de Pollo; 2007.
Mexicana de Sociología. 2009; 71(4): 675-713. 30. Recio P, Cuadrado I, Ramos E. Propiedades
17. Harris M. Cultural anthropology (3ª ed.). New psicométricas de la Escala de Detección de
York: Harper-Collins; 1991. Sexismo en Adolescentes (DSA). Psicothema.
18.Hearn J. Men, gender equality and gender 2007;19:522-28.
equality policy. In: Özbilgin MF, Editor, Equality, 31. Rubin G. El tráfico de mujeres: notas sobre la
diversity and inclusion at work. A research com- «economía política» del sexo. En: Lamas M, Editor,
panion. Northampton, MA, USA: Edward Elgar El género: la construcción cultural de la diferencia
Publishing, Inc.; 2009. sexual. México DF: PUEG/UNAM y Porrúa; 1996.
19. Jackman MR. The velvet glove: paternalism 32. Sibley CG, Overall NC, Duckitt J. When women
and conflict in gender, class, and race relations. become more hostilely sexist toward their gender:
Berkeley, CA: University of California Press; 1994. The system-justifying effect of benevolent sexism.
20. Jelin E. Mujer, género y derechos humanos. En Jelin Sex Roles. 2007; 57:743-54.
E, Hershberg E, editores. Construir la democracia: dere- 33. Smuts B. Male aggression against women: an
chos humanos, ciudadanía y sociedad en América evolutionary perspective. In: Buss DM &
Latina. Caracas: Nueva Visión; 1996. Malamuth NM, Editors, Sex, power, and conflict.
21. Kenrick DT, Trost MR, Sundie JM. Sex-roles as New York: Oxford University Press; 1996.
adaptations: an evolutionary perspective on gen- 34. Swim JK, Hyers LL. Sexism. En Nelson TD,
der differences and similarities. In: Eagly H, Beall A editor. Handbook of prejudice, stereotyping and
, Sternberg R, editors. The psychology of gender discrimination. New York, NY: Psychology
(2ª ed.) New York, NY: Guilford Publications; 2004. Press - Taylor & Francis Group, LLC; 2009.
22. Knaak S. On the reconceptualizing of gender: 35. Wittig M [1978]. El pensamiento heterosex-
Implications for research design. Sociol Inq. 2004; ual y otros ensayos. Madrid: Egale; 2006.
74(3):302-17. 36. Wittig M [1980]. Nadie nace mujer. En: Ca la
23. Lamas M. La antropología feminista y la categoría Dona. 1981, [consultado noviembre 2009].
«género». En Lamas M, Editora, El género: la cons- Disponible en: http://www.caladona.org/grups/uplo-
trucción cultural de la diferencia sexual. México DF: ads/2007/01/Nadie%20nace%20mujer.doc
PUEG/UNAM y Porrúa; 1996. 37. Wittig M [1987]. A propósito del contrato
24. Lamas M. Género, desarrollo y feminismo en social. Ponencia presentada en Columbia
América latina. Pensamiento Iberoamericano (2ª University. [consultado noviembre 2009].
época). 2007; 1:133-52. Disponible en: http://www.caladona.org/grups/uplo-
25. Laqueur T. La construcción del sexo. Cuerpo y ads/2008/09/monique-wittig-el-contrato-social.doc