Introducción
Escritoras y lectoras siempre lo han tenido difícil. Afirmaciones como “la mujer es
mujer debido a una falta de cualidades” de Aristóteles o “Desde la edad de seis años, la
mujer no crece más que en dimensiones” de Severo Catalina son claros ejemplos de
cómo el hombre ha dejado a la mujer por los subsuelos en todos los niveles sociales,
científicos y cómo no también en la literatura.
Las feministas parecían muy interesadas en la inclusión de las mujeres en los campos
de los que se le había excluido.
La crítica feminista se divide en dos grandes momentos “la primera ola” y la “segunda
ola”.
Virginia Woolf: La fama de V.W reside en su propia obra creativa como mujer
pero también escribió dos textos claves que constituye su principal aportación a
la teoría feminista. Una habitación propia (1929) y Tres guineas (1938). La
principal preocupación de Woolf, como otras feministas de la “primera ola”,
son las desventajas materiales de las mujeres en comparación con los hombres.
Su primer texto se centraba se centraba en el contexto social y la historia de la
producción literaria femenina; y el segundo, en las relaciones entre poder
masculino y las profesiones.
Aunque niega la etiqueta de feminista en ambas obras ofrece un amplio abanico
de proyectos feministas.
La contribución general de Woolf al feminismo, por tanto, es su reconocimiento
de que la identidad de género se construye socialmente y en la crítica feminista
estudió sin descanso los problemas a los que se enfrenta la mujer escritora.
Creían que las mujeres siempre habían encontrado obstáculos sociales y
económicos ante sus ambiciones literarias.
Biología
Experiencia
Discurso
El inconsciente
Condiciones económicas y sociales
Este texto fue un análisis pionero de las imágenes históricas, sociales y literarias
que tenían los hombres de las mujeres., un texto formativo de la crítica literaria
feminista.
Ayudó a establecer las obras, los estudios literarios y la crítica como dominios
especialmente adecuados para el feminismo. Es la forma en que los valores y las
convenciones literarios han sido modelados por los hombres. En narrativa, por
ejemplo, las convenciones de aventura y persecución romántica tienen un
estímulo y una intencionalidad “masculinos”. En segundo lugar, un escritor se
dirige a sus lectores como si siempre fueran hombres. La publicidad ofrece
ejemplos paralelos obvios.
Del mismo modo la lectora pueda encontrarse (de modo inconsciente)
coaccionada para leer como un hombre. Un ejemplo de esta superioridad
patriarcal en la narrativa podemos verla en un pasaje de Henry Miller (“me
arrodillé y enterré mi cabeza en su manguito”) y afirma que “tiene el tono…de
un macho que, con vocabulario masculino, le cuenta a otro una hazaña sexual”.
El libro Kate Millet realizó una poderosa crítica de la cultura patriarcal, pero
algunas feministas creen que su selección de autores fue demasiado poco
representativa.
Podemos decir que esta otra corriente clave de la segunda ola se originó en Francia.
Derivada de la percepción de Simone de Beauvoir de la mujer como el “otro” para el
hombre, diferencia que se manipula social y culturalmente de forma que uno de los
grupos domina al otro.
De modo inevitable las feministas han reaccionado contra la visión de la mujer como ser
“pasivo, narcisista, masoquista y con envidia del pene”. Algunas feministas francesas
han subrayado que el concepto freudiano de “pene” o “falo” es un concepto “simbólico”
y no una realidad biológica.