Anda di halaman 1dari 22

Conflictos de la identidad sexual en la infancia

RESUMEN

Se ilustran con 5 viñetas clínicas de niños en posición homosexual dos teorías psicogénicas de la
homosexualidad, la de J. Lacan para la homosexualidad masculina y la de H. Deutsch para la
homosexualidad femenina.
Se revisa la bibliografía sobre la etiopatogenia de las identificaciones homosexuales y de las alteraciones
de la identidad de género.

Palabras clave: Homosexualidad. Infancia. Trastorno de identidad de género.

Introducción

El interés de este trabajo, nace de la observación de niños y adolescentes consultantes en un Centro de


Salud Mental Infanto-Juvenil (CSMIJ), en los que destaca una identidad homosexual o conflictos con su
identidad sexual, a pesar de que los motivos de consulta sean otros: trastornos de comportamiento, de
relación con los compañeros, fracaso escolar. No se trata tanto de alteraciones de la identidad sexual
ligadas a patologías graves, como en el caso de las psicosis, sino más bien a las dificultades que surgen
en el niño y adolescente, debidas a dichas identificaciones homosexuales, más o menos en proceso de
fijación o como defensa frente a ciertos conflictos evolutivos, a veces también importantes, como en el
caso de los trastornos de personalidad infantil. Unos y otros casos habrán de ayudarnos a conocer mejor
la dinámica de las identificaciones homosexuales en el período infanto-juvenil.

Justificación

El interés en abordar el tema de las identificaciones, comportamientos y dinámica de la homosexualidad


y los conflictos con la identidad de género durante la infancia-adolescencia, es para que lo tengamos
presente en nuestro trabajo clínico cotidiano, al menos por dos razones que desarrollamos a
continuación: por el origen infantil de la homosexualidad y de otras variantes de la sexualidad, más o
menos conflictivas para el sujeto, y porque las dificultades con la identidad de género tiende a asociarse
con una mayor vulnerabilidad para el trastorno mental.

Origen infantil de la orientación homosexual.

Varios trabajos hacen alusión a la correlación existente entre el comportamiento homosexual del adulto
y sus manifestaciones en la infancia. Una disconformidad latente respecto del género durante la infancia,
correlaciona con una mayor expresión de la homosexualidad en el adulto. De los sujetos que
demostraban homosexualidad latente en el estudio de Australia (2), resultaron homosexuales: el 12-15%
de los varones y el 5-10% de las mujeres. El comportamiento infantil en relación al género (5), relatado
por el propio sujeto o por su madre, parece correlacionar con la homosexualidad posterior.
Un estudio (3) transcultural, muestra diferencias en las conductas infanto-juveniles entre las mujeres que
luego se definen como homo u heterosexuales. Estas diferencias deberemos tenerlas en cuenta para el
mejor reconocimiento de la conducta homosexual femenina, así como para evitar algunos riesgos. Las
lesbianas fueron sexualmente más activas de niñas y se interesaron antes por chicas que las
heterosexuales por chicos. Sin embargo, de mayores, se interesaron más tarde por mujeres que las
heterosexuales por hombres. La atracción de las lesbianas por hombres, fue más temprana que la de las
heterosexuales por mujeres. La edad del primer contacto sexual fue más temprano en lesbianas, teniendo
como compañero sexual en proporción semejante al hombre y a la mujer (existiendo riesgo de embarazo
adolescente en lesbianas), mientras que para la heterosexual, el primer contacto sexual era más frecuente
con hombres. Las lesbianas se definen como homosexuales más tarde que las heterosexuales como tales.
Concluyen los autores que las normas de comportamiento heterosexual impactan en el desarrollo de la
homosexualidad femenina y de la identidad, pero no la obliteran. Phillips (6) encontró que lo que
diferenciaba a las mujeres homosexuales de las heterosexuales, más que el comportamiento, eran algunas
vivencias que se atribuían a si mismas desde la infancia: imaginarse con un carácter masculino, desear
llegar a ser madre, preferencia por los juegos de niños y considerar a un marimacho semejante a un niño.

Los varones homosexuales (4) se diferenciaron de los heterosexuales, por los comportamientos infantiles
tipificados para cada sexo; aunque entre los homosexuales hubo una mayor varianza de comportamientos
que entre los heterosexuales.

Vulnerabilidad para trastorno mental de la persona homosexual.

Algunos estudios destacan que la homosexualidad es un factor de riesgo para la salud mental. Las
lesbianas (7) se muestran más proclives a padecer depresiones, abuso de sustancias e intentos de suicidio
que la población general; parece que posiblemente sea el rechazo social junto a la presencia de otros
factores de riesgo, quienes facilitan esta propensión en ellas. El afán familiar (8) por corregir expresiones
femeninas durante la infancia, llevan a que el homosexual masculino adulto tenga dificultades de
expresar ciertos afectos. El niño con manifestaciones homosexuales, es más vulnerable al trastorno
mental, porque durante la infancia, el rechazo ejercido por sus compañeros y adultos, respecto a
comportamientos propios del género contrario, son muy fuertes. Este riesgo para la salud mental, hace
que los casos nos lleguen a la consulta por diversos motivos, a veces únicamente reactivos a la situación.
En el trabajo clínico no debemos minusvalorar esta cuestión, con frecuencia no dicha, sea con el paciente,
su familia o el entorno escolar, sobre todo en el caso de los adolescentes con una clara identidad
homosexual.

Objetivos

Este trabajo quiere desarrollar un doble objetivo:

1.-Explorar a través de casos clínicos, en la infancia y adolescencia, las teorías psicogenéticas sobre la
homosexualidad.
2.-Previamente realizaré una revisión bibliográfica sobre la epidemiología y factores etio(pato)génicos
de los conflictos de identidad de género, para terminar examinando las teorías psicoanalíticas que
explican la formación de la homosexualidad durante la infancia.

Epidemiología de los trastornos de identidad de género.

Algunos autores como Becker o Fernández Rivas(33), estiman que el conflicto de identidad sexual,
entendido como contradicción entre el propio sexo biológico y la identidad de género (tipo
transexualismo o travestismo), presenta una prevalencia baja en la infancia y adolescencia, aunque está
poco estudiada. En el adulto, parece corroborarse una mayor prevalencia de la transexualidad en varones,
del orden de 2:1 a 8:1, calculándose prevalencias de 1-3 casos cada 10.000 hombres, frente a 1-3/100.000
mujeres. Zucker (1) recoge información desde 1978 a 1995, señalando que los trastornos de la identidad
de género se dan en mayor proporción en niños que en niñas, en una relación de 6.6:1. Una hipótesis
para explicar esta diferente prevalencia, es que a las niñas se les acepta más fácilmente el mostrar
comportamientos de ambos géneros.

Además, en el período infanto-juvenil, más allá del rechazo del sexo biológico, tipo transexual, se nos
plantea si el conflicto entre la identidad sexual (sexo biológico) y de género (modo de ser ligado al sexo),
es permanente o pasajero, egosintónico o egodistónico, lo que nos conduce al tema de la formación de
la identidad ligada al sexo, destacando de entre todas las posibles orientaciones, la homosexual.

Durante la infancia y la adolescencia se va a desarrollar una de las líneas troncales de evolución de la


persona, esto es, el eje psicosexual, con todas sus posibles variaciones, según que la fuente pulsional sea
genital o pregenital (oral, anal, voyeur, frotteur, etc); según que el objeto sexual sea no humano
(zoofilia..) o humano, bien homo o heterosexual (o que una propiedad particular del objeto, como la
edad, sea clave en la elección: paidofilia, gerontofilia, etc.), o que el fin pulsional esté más o menos
ligado a la agresividad (violación, sadismo, masoquismo..); es decir, que la sexualidad humana puede
tomar muchas y complejas expresiones.

Por tanto, como en la infancia es cuando se está empezando a jugar este desarrollo complejo de la
sexualidad, nuestro interés es el de analizar la psicodinamia de la orientación homosexual, la más
frecuente después de la heterosexual. En nuestros pacientes, estas identificaciones homosexuales, se
muestran casi siempre egosintónicas, aunque participen de conflictos relacionales, estas identificaciones
pueden estar fijadas o formar parte de una defensa frente a otros conflictos, a veces internos y con más
frecuencia relacionales.

Factores etio(pato)génicos de la homosexualidad y de las alteraciones de la identidad de género en


la infancia.

Factores ambientales:
Diferentes estudios señalan que existe una asociación entre factores ambientales y variaciones de la
identidad sexual. Se investigó si ciertos factores favorecen la aparición de la homosexualidad, por
ejemplo, si la presencia de homosexuales en la familia, aumentaba su prevalencia, o si los clásicos
factores de riesgo de la organización familiar, como el divorcio, la enfermedad mental de los padres, los
conflictos relacionales graves, las relaciones incestuosas o el que los niños sean adoptados, tienen
influencia respecto del cambio en la identidad sexual esperada como heterosexual. Veremos al analizar
estos diversos factores, que los conflictos relacionales, en general, pueden trasladarse a conflictos en la
identidad de género.

Presencia de homosexuales en la familia:

De los estudios revisados por P. Cameron (12) se deduce que los hijos de homosexuales, según ellos
mismos, tienden a tener más dificultades familiares atribuibles a que el padre sea homosexual, así como
que, en mayor proporción que la población general, se reconocen como homo o bisexuales. Sin embargo,
el descubrimiento de la homosexualidad de un hermano (13), no influye en la identidad sexual propia.
Los hermanos que eran ambos homosexuales, presentaron similar disconformidad de género durante la
infancia.

Conflictos familiares:

Reckers, (9) mediante el test que lleva su nombre, encontró que los trastornos de identidad de género, se
dan con mayor frecuencia entre los hijos de padres con trastornos psiquiátricos o con conflictiva
relacional. El mismo autor (10) encuentra que los hijos de padres separados presentan, con mayor
frecuencia que la población general, dificultades respecto al género. Zucker (11) y otros discuten si el
orden de nacimiento de los hermanos es un factor importante cara al trastorno de identidad de género.

Sexualidad intrafamiliar:

El estudio de Cameron (14) sobre más de 5000 personas, demuestra que en los grupos homo y bisexuales,
hay una mayor proporción de relatos de incesto, que entre los heterosexuales. La sobreestimulación
erótica en la infancia (15), puede favorecer la homosexualidad del varón.

Adopción, apego y sexualidad:

Blumenthal (16) describe el caso de una niña adoptada que rechaza su identidad sexual femenina, debido
a dificultades en sus relaciones de apego y elaboración de pérdidas. Gilmore (17) observa también el
caso de una niña adoptada y los efectos que el traumatismo de la separación tiene sobre la identidad
sexual. La interacción entre apego, dificultades de separación e identificación homosexual, es uno de los
caminos que exploramos en nuestro estudio.

Factores biológicos:

Se exploran factores biológicos, a la búsqueda de razones que expliquen variaciones respecto de la


identidad de género; ahora se trata de una perspectiva no ambiental sino temperamental.

Genéticos:
El hecho de que nos interesemos por los mecanismos psicológicos de configuración de la
homosexualidad, no obsta para reconocer la presencia de un factor constitucional hereditario, pues como
demostró F.J. Kallmann, estudiando a 40 gemelos homocigóticos, en 37 de ellos ambos eran
homosexuales, mientras que en 23 dicigóticos, sólo 3 de las parejas de hermanos eran homosexuales. En
gemelos (24), parece que la orientación sexual se hereda más que otros modos de ser, pues se observa
que la concordancia respecto a la disconformidad con el género en la infancia, es mayor que la de otros
rasgos habitualmente transmitidos por la familia. Se buscan apoyaturas en la transmisión genética, pero
los estudios (25) sobre la relación entre algunas anomalías del cromosoma X y la homosexualidad, no
son concluyentes. Un curioso estudio de Zucker (26), encuentra que significativa-mente, los niños con
trastorno de la identidad de género, son con más frecuencia zurdos, lo que le hace pensar en la influencia
de factores neurobiológicos. Este mismo autor y otros (27) demostraron que los niños de 8 años con
trastornos de la identidad de género, eran juzgados por fotógrafos, sin conocimiento previo de la cuestión
que se analizaba, como más atractivos que los del grupo control. Lo que les hace pensar en un factor
constitucional. Este juicio lo hacían apreciando el torso y la cara.

Hormonales:

Se postula (28) que un descenso de testosterona en períodos críticos del desarrollo, como es el postnatal,
prolonga la hiperprolactinemia, afectando a núcleos hipotalámicos, que influyen sobre el
comportamiento psicosexual.

Psicodinamia del desarrollo sexual.

Hemos visto que algunos factores ambientales se asocian a la presencia de conflictos en la identidad
sexual. Ahora veremos los mecanismos explicativos de cómo esos factores familiares, a través de la
interacción entre el psiquismo familiar y el individual, permiten comprender los cambios en el proceso
de identificación sexual.

Diferentes artículos de orientación psicoanalítica, nos muestran los mecanismos implicados en los
trastornos o conflictos de la identidad de género en niños, encontrando que ciertas dificultades
relacionales están incidiendo en la identificación sexual. En ocasiones, la identificación sexual desviada
es una defensa frente a un conflicto, mientras que, otras veces, esa identificación está más fijada y el
mecanismo subyacente sirve para explicar el cambio de identidad de género. Parece que es en el período
pre-edípico donde se juega el origen de los trastornos de identidad de género.

Sobre la precocidad de las identificaciones sexuales:

Ajuriaguerra (29) recopila varios trabajos, concluyendo que basta preguntar al homosexual adulto, para
saber que éste se reconoce precozmente. Sin embargo, se trata de un proceso, no de algo fijo desde el
principio, por eso S. Freud dice que, "hasta pasada la pubertad no tomará de forma definitiva el
comportamiento sexual".
G.W. Henry señala que 4 de cada 5 homosexuales, dicen que sus primeras manifestaciones son anteriores
a los 9 años; y 1 de cada 5, reconocen su comienzo en la pubertad. Quedando establecida a los 17-25
años.

La homosexualidad femenina parece ser reconocida más tarde, en un 61% de las encuestadas, contestan
que a los 14 años, como media (según F.E. Kenyon).

Loeb (18) estudia algunos niños que ya en edad temprana muestran síntomas transexuales, que en algún
caso tenía que ver con una identificación con su abuela agresiva, seductora y castradora. El mismo autor
(19) narra el caso de un niño de 5 años con deseo de cambio de género, ligado a un conflicto de apego
simbiótico con la madre, que a través de la transferencia se resuelve cuando el niño logra individuarse y
aceptar su identidad masculina. Meyer (20) nos muestra que en los casos por él observados, los trastornos
de la identidad de género se dan en el período de separación-individuación, asociándose a conflictos
importantes o traumas sufridos en este período. McDevitt (21) estudia los componentes pre-edípicos de
los trastornos de identidad sexual. A partir de un caso se da cuenta que el inconformismo con la propia
identidad sexual, puede ser una formación de compromiso respecto de un conflicto intrapsíquico.

Sobre la identificación con la madre y la dinámica edípica

La reflexión sobre algunos casos nos proporciona un conocimiento de los mecanismos que configuran
el origen de la homosexualidad en el niño, que luego se fijará definitivamente en el adulto.

Chused (22) nos muestra a través de tres análisis de homosexuales, cómo algunos juegos que éstos
realizaban durante la adolescencia, frente al espejo, tienen que ver con una identificación con la madre,
sea madre perdida, madre enfadada, o madre que se desea poseer y dominar. Haber (23) describe el caso
de un niño de 3 años, que mostró deseo de ser niña. Al parecer se relacionó con una dificultad de
identificarse con figuras masculinas (padre emocionalmente ausente, muerte y accidente del abuelo y
del tío). El niño presentó tempranamente un miedo a la pérdida de objeto. Además la madre deseaba,
una hermana durante su infancia, y una hija de adulta; también jugó un papel importante la fantasía
compartida entre madre e hijo, sobre la belleza y poder de las mujeres (madre y abuela).

L. Bender, estudió niños de 4 a 12 años, distinguiendo tres grupos:

- Aquellos que hacen una identificación homosexual, porque viven como inadecuada la otra imago
parental.

- Identificación con el progenitor del sexo contrario, por ser odiado o temido el del propio sexo.

- Aquellos que se crían sin padres y tienen dificultades para identificarse con una figura de importancia
para él.

S. Lebovici (30) y L. Kreisler, creen que la identificación materna y la pasividad, son señales de alerta
que anteceden a la homosexualidad fijada.
Stoller (30), que estudia el travestismo infantil a la edad de 2 años, describe como manifestaciones
precoces, el afeminamiento, la desvalorización del pene y la belleza del niño, junto a una madre que
permite la separación de la persona pero no de su feminidad, mediante un exceso de contacto o
promiscuidad cutánea, de forma que el niño con su cuerpo parece llenar la frialdad narcisista de la madre.
Describe una madre insatisfecha en general y sexualmente del marido, aunque tenga orgasmos, de forma
que el padre cuenta poco en la unión/separación madre-hijo. Stoller (31) estudia otros comportamientos
homosexuales, como el travestismo, subrayando el comienzo precoz, a los 1-2 años, en gestos y elección
de ropas. Rehuyen la actividad y agresividad de los varones, prefiriendo la dramatización, lectura,
conversación...Saben que tienen pene, pero les gustaría ser chicas. La precocidad del afeminamiento, la
desvalorización del pene y la belleza del niño, son para Stoller señales precoces.

Teorías sobre la génesis de la homosexualidad:

Ana Freud nos proporciona unos factores que componen una teoría de la homosexualidad:

- Tendencias de la constitución.

- Mantenimiento de esquema narcisista primario.

- Erotización de fase anal pasiva.

- Fijación anaclítica (el sexo es secundario a la dependencia personal).

- Envidia del pene.

- Sobreestimación del pene en fase fálica (impide al chico aceptar un objeto castrado).

- Complejo edípico negativo. Mientras que empuja a la heterosexualidad:

- Complejo edípico positivo y fálico.

- Miedo a la castración (en contra del Edipo negativo).

- Asco frente a fase anal.

Hay otros factores que pueden inducir a la homosexualidad, como un hipererotismo infantil mal
encauzado, por ejemplo debido a la seducción de un pederasta. Temores fantasmáticos de los padres
respecto a sus propias tendencias homosexuales. Búsqueda de afecto, en niños carenciados, etc..

Este conjunto de factores y mecanismos parecen estar bien sintetizados por J.Lacan. Veamos la
explicación de J.Lacan (32) sobre el triple mecanismo de la homosexualidad masculina.

1.-"Una fijación afectiva a la madre, fijación en relación con la cual es fácil comprender que determine
la exclusión de toda otra mujer".
2.-"La ambivalencia narcisista con la cual el sujeto se identifica al objeto de amor con su propia imagen
especular".

3.-"En el trasfondo del psiquismo, la intervención realmente castradora a través de la cual la madre ha
canalizado su propia reivindicación viril".

La homosexualidad femenina fue es tudiada por H.Deutsch, señalando los siguientes mecanismos:

1.-En la prepubertad, la niña es atraída por otra niña doble de su yo (elección narcisista).

2.-Identificación con el agresor, en casos en que lo era su padre.

3.-Nostalgia de la madre (homosexualidad que reproduce una relación materno-filial).

Material y Método.

Se examinan cinco casos clínicos que nos servirán para confrontar las teorías psicogénicas de las
conductas homosexuales masculina y femenina en niños y adolescentes. El estudio de casos únicos es el
que consideramos adecuado para comprender los mecanismos que intervienen en el proceso de
organización sexual.

Las viñetas de los casos clínicos se muestran en el apartado siguiente, que se deben consultar según se
van citando en el texto de la discusión con las letras (a,b,c,d,e).

Resultados y discusión.

En la relación vincular inconsciente de la madre con el niño con identificación homosexual, se observa
una madre para quien el hijo es todo suyo (caso a) o un hijo para quien la madre lo es todo (o lo único
que tiene, o su agresora) (caso b); al mismo tiempo aparece un padre amenazante, temido y castrante o
un padre descalificado, menospreciado o castrado. En el mismo niño suelen estar presentes estas dobles
imagos, si bien suele predominar alguna de ellas (en lo real o en lo imaginario). Esta vivencia de peligro
que amenaza su narcisismo, le empuja a elegir su imagen propia como objeto de amor (b). (punto 2 de
Lacan).

Para la madre fálica, el niño es suyo, a veces el niño siente que para existir, vivir o desear, ha de ser el
falo o deseo de la madre (b) (punto 3 de Lacan).

Por eso, en algún caso la angustia de castración está todavía demasiado ligada a la de separación (caso
c), mostrando en su evolución homosexual, huellas de aquel proceso (angustia de separación, fijación a
objetos transicionales que se transforman en fetiches, ligados a un deseo sexual parcial como fijaciones
anales...). La identificación homosexual es una forma de crear un puente que salta sobre la angustia de
separación. (punto 1 de Lacan).
Para lograrse la desvinculación fálica, la madre debe permitir al hijo pensar que el padre puede poseer
el falo, así como pensar que ella misma no lo posee, incluso con el dolor de saber que, aceptar esta
castración, además conlleva la pérdida-separación del hijo. La aceptación de la falta simbólica, mediada
por la castración simbólica, pone fin o punto y aparte, al proceso de separación de la unión dual, que
marca y registra el espacio simbólico de la separación (para C. Le Guen, es con la aparición del extraño
cuando se inicia este proceso, que se cerrará con la presencia castradora o limitadora, cortante, decisiva,
del padre (recordar a J. Oury en déscision) (punto 1 de Lacan).

Si la madre no da ese permiso superyoico, la madre favorece que el superyó arcaico se proyecte sobre
un padre temido-castrador-vengativo, del que se huye por temor a una desmesurada castración; pueden
darse varios mecanismos que favorecen la identificación del niño con la madre: ‘tu eres mío' o ‘yo soy
tuyo' como modo de evitar el sufrimiento de una pérdida (por ejemplo debido a una muerte inoportuna
de la madre), puede convertirse también en ‘yo soy como tú', una mujer, como principal identificación
secundaria .(punto 2 de Lacan). Las dificultades en la separación pueden ser más graves, de forma que
el niño puede encontrar unas defensas que preserven, en mayor o menor grado, su identidad: frente al
‘yo es tú' psicótico, puede alcanzarse el ‘tu y yo lo tenemos todo' de la unión dual, o que mediante el ‘no
puedo irme con otra', salve la identificación primaria a costa de modificar la identificación sexual.

La imago del padre puede estar deformada por la realidad práctica o por la realidad psíquica imaginaria,
en parte debido a la relación madre-hijo, lo que da como resultante una identificación homosexual (tanto
para superar una angustia psicotizante o de simbiosis, como para evitar la angustia de castración-
aniquilación real, los pacientes con organizaciones límite se encuentran también en el centro de este
torbellino, pero no logran poner fin a la inestabilidad identificatoria, de ahí que el polimorfismo sea
mayor, y la integración del yo es mucho menor; la homosexualidad, en algunos casos, es una salida de
los conflictos de la separación, que pueden proteger al sujeto de la inestabilidad propia de yo de las
organizaciones límite, porque separa sexualidad de amor, integrando al yo y canalizando las pulsiones
parciales hacia la genitalidad.

El padre no aparece ante el niño como la paradoja entre padre total y padre castrado en sentido simbólico,
como portador de que la diferencia de sexos es inevitable, sino que se desmiente esta articulación, de
forma que aparece como un padre-madre total, o un padre violento-vengativo, castrador por ser castrado
(caso d).

La homosexualidad es una solución económica al dilema edípico precoz, pues concentra en la identidad
sexual las crisis de integración del yo, tal como la despersonalización, extrañamiento...que surgen de la
separación, al tiempo que evita las angustias de castración, ambas quedan suturadas con el cambio
identificatorio, aunque a costa del desmentido de la castración.

En el paciente caso (a), que padece de parálisis histéricas, éstas se desencadenan cuando se encuentra
reprimiendo su deseo homosexual y se enfrenta a la seducción de una chica que le propone relaciones
heterosexuales. En este caso la histeria es una defensa contra el deseo heterosexual que encubre el
homosexual; como en el caso Dora de S. Freud.

La identificación sexual se produce a partir de los dos años, durante el proceso de separación y por tanto
influido por éste. En ese período ya se consolidó la identificación primaria del yo-corporal, que
proporciona unidad y continuidad al sentimiento de si mismo; junto al proceso de identificación sexual
también se construye el de la diferenciación generacional. Como los procesos de identidad corporal y
sexual son tan próximos (quizás la identificación sexual es la más precoz de las identificaciones
secundarias), junto al de identidad intergeneracional, es por lo que los roles sexuales vienen tan ligados
a lo gestual, al cuerpo, al estilo musical o melodía de la imagen inconsciente del cuerpo.

Para el caso de la homosexualidad femenina, el caso (e) nos ejemplifica las teorías de H.Deutsch, pues
vemos la añoranza que la niña tiene de la madre, con la que reproduce, desdoblándose, la relación
sexuada de ser niña para la mujer, así, establece la relación maternal de ser madre para la niña, no
pudiendo identificarse como mujer sexuada y madre al mismo tiempo, dado que la imago de la madre
no ha permitido desarrollar esa doble representación, que la niña busca por otros caminos, como es a
través de la terapia (imagen maternante en la transferencia), o con su tía casada y con hijos, figura que
solicita como sustitutiva de la madre, en la que conscientemente no reconoce ninguna falla. Este
desdoblamiento de las identificaciones actuadas, también aparecen en sus dibujos. En este caso podemos
observar la evolución de esta identificación homosexual, que no está fijada, que en parte se traslada a la
transferencia conmigo (en una de las sesiones efectuó una introyección de lo que le interpretaba a partir
de nombrar el contenido de los dibujos que realizaba, profusión de corazones más o menos rotos,
introyección que gestualizaba mediante los brazos que recogen trozos de cosas que se hubieran
derramado sobre la mesa, repetidamente, guardándoselo en si, y que en realidad fue una verdadera
reedición de una identificación con un objeto de amor primario, cuando sobre este tema dibujaba; es
posible que aunque provenga de una fijación anterior, este momento transferencial reedite la
identificación con alguien de un sexo opuesto, lo que se acompañó más tarde de la expresión en el Centro
donde reside, de su disconformidad con el sexo propio, de forma más o menos provocativa.

Casos Clínicos

· (Caso a). Una madre sin hijos, adopta a un sobrino cuando el niño tenía 1-2 años, debido a que su
madre era toxicómana y negligente (recordemos las formas de contacto patológicas en las familias de
toxicómanos). ¿Qué deseo hubo en la madre respecto del niño, de la tía adoptante y de su marido; qué
fue del padre del niño?. La tía protege y acapara al niño frente a su hermana. En el discurso manifiesto
parece haber una armonía parental adoptiva; el marido deja que su mujer tenga este hijo sin participar.
El hijo muestra una angustia de pánico, ante cualquier proximidad del padre biológico, parece indicar la
proyección de un superyó persecutorio por parte del niño sobre el padre real-biológico. Esta reacción
del hijo parece consecuencia de una alianza entre madrastra e hijo:

1.-La madrastra y el hijo se alían para defenderse del padre y dejarlo fuera de la unión madre-hijo, lo
que además sirve para proteger al hijo (se trata del mito de Zeus y Rea su madre, frente al padre Crono;
mito sobre la sucesión de generaciones y la angustia de devoración y castración).

2.-Esta alianza se repite en el caso c; El paciente ve una y otra vez la película de la sirenita; una sirena
se enamora de un chico, pero su padre le prohíbe esa relación (debido a su identidad real de medio pez,
es decir, que no es del todo humana); sin embargo, la madrastra (bruja) le promete que esa relación será
posible (cambiar una cola por dos piernas), siempre que se alíe con ella frente al padre.

· (Caso b). Se trata de un paciente adolescente, de 15 años, que actualmente admite su condición de
homosexual, y recuerda de su infancia escenas repetidas con su madre, tendida en el suelo o en la cama,
borracha, teniendo que cuidarla (limpiarla y acostarla) con temor a que se muriera, al tiempo que
recuerda que por aquella habitación pasaban a veces hombres.

Juan recuerda que le dejaban solo con su madre. Dice que nadie le quería. El padre, violento, estaba
ausente, y la madre a veces le pegaba y le llamaba maricón; del mismo modo le insultaba su hermano,
dos años mayor que él; mientras que con el hermano 3 años menor, se llevaba mejor.

Los padres se separan definitivamente cuando Juan tiene 11 años. A partir de los 6 años, recuerda ahora
que se sentía mejor con las niñas, le gustaba ser como ellas, tranquilas, con sus juegos, prefiere hablar a
realizar juegos de acción; a partir de los 8 años empeora en la escuela, teniendo que repetir dos cursos.

El motivo de consulta a los 14 años, es por una fuga del hogar y amenazas de suicidio, precisamente
cuando tiene que ir a casa de su madre; con el compañero de la madre también se lleva mal (éste
compañero de la madre ha estado ingresado en el Hospital por crisis paranoides a raíz de la transmisión
mediática de un atentado terrorista).

El padre biológico, que también le ha tratado mal, nos llama en varias ocasiones para pedir hora, pero
no consigue venir a la consulta, por no tener que oir que su hijo es homosexual y sentirse culpable de
haber hecho algo mal.

Si bien Juan nunca destacó en los estudios, sí logra sublimar a través del teatro, de la cocina y la
peluquería, que estudia y practica.

También se ha enamorado de chicos, pero le cuesta mucho descifrar el deseo de ellos (en este período
se pinta el pelo, compra botas a lo Jane Jackson..); parece que exagerar el lenguaje extraverbal le ayuda
a aclarar el metamensaje. Le gustaría ser como Winnie Huston o Jane Jackson. Últimamente está feliz,
porque ha invitado al chico que le gusta a comer a casa.

Parece que desde pequeño estableció una fijación a la madre, como único punto de agarre cuando sintió
que nadie le quería y que estaba solo. Se identifica a si mismo como objeto de amor, se cuidará a él como
cuidó a su madre. La madre parece consolarse con el alcohol, se basta a si misma. El marido acaba
separándose, después de mucho tiempo de intentar limitarla. Su nuevo compañero, también es agresivo,
paranoide, ambos padres son autoritarios pero incapaces junto a la madre de articular acuerdos, normas,
reglas entre ellos.

· (Caso c). El paciente tiene 9 años, acude por ser muy movido, tener conductas extrañas, rechaza los
juegos de niño por ser bruscos, se muestra seductor y amanerado; le gusta cambiarse de vestido y tener
otro pelo, ser admirado. Tiene miedo a los cambios. Bruxismo nocturno. Se calma oliendo un trozo de
bata o bailando (objeto transicional o identidad sexual gestual femenina).

Muestra dificultades, desde los dos años hasta la actualidad, en separarse de algunos objetos, como el
chupete o los trozos de bata de su madre, que desde los 8 meses guarda y lleva siempre consigo, que
ensucia y huele reiteradamente (placer anal-retentivo desplazado al olfato). Esta incorporación olfativa,
parece sustituir a la incorporación oro-degustativa del comer-llenarse (pues no come y se adelgaza);
disfruta chupando, pero no comiendo. Parece haber un clivaje entre la necesidad de comer (sentimiento
de hambre y llenado) y el goce de oler y chupar. No puede incorporar, pero no puede poner freno al
autoerotismo oro-olfativo. El fetiche o amuleto le sirve más para desmentir la separación que la
castración. La masturbación olfatoria a veces se acompaña de noche de pequeñas emisiones de orina.

El trapo que la madre va recortando de su vieja bata conservada sin lavar en el armario, es un resto de
objeto transicional que le da seguridad, le sirve de amuleto, y, como el fetiche, es un objeto
desangustiante, seguro, que proporciona goce sexual parcial olfativo anal. Esta relación de objeto nace
en el proceso de la separación (la angustia de separación dura un año en la guardería, comenzando a los
dos años), es un objeto táctil, pero sobre todo olfatorio; el olfato es un sentido donde el dentro y fuera se
confunden más fácilmente. El trapo retiene al objeto materno, conjurando parcialmente la angustia de
separación, representa a las heces que se pierden como objeto interno o parte misma del cuerpo que se
desprende, que se despeña, recuperando olfativamente las emisiones del cuerpo; el trapo es una esponja
(de sudor, orina, suciedad del cuerpo y de lo que toca..). La erótica anal recupera al objeto que se pierde
como resto no metaforizado (no puede metaforizar la separación, debido a esa fijación parcial; no puede
tragar porque no metaforiza el tragar-llenarse de comida en tener plenitud; de forma que lo real y lo
imaginario se solapan). Este goce anal retentivo es la fase previa a la fálico-uretral, de ahí los
comportamientos obsesivoides que le defienden, junto con el fetiche, de la angustia de castración, que
se evita. El fetiche desmiente la separación (reconoce que la hay pero se niega a percibirla, colocando el
sistema simbólico en un nivel de transicionalidad). Por eso, incorporar la comida puede significar
destruir al otro, devorarlo, poseerlo y en este proceso aniquilarlo; una fuerte pulsión oral incorporativa
parece revelarse en que de bebé, si no le daban lo que quería o se lo quitaban, se golpeaba
continuadamente la cabeza. En el único dibujo que espontáneamente hace la figura humana masculina,
dibuja a drácula. Lo masculino se identifica con una agresividad oral, mientras que lo femenino con lo
olfatorio anal-retentivo. La sirenita tiene rostro y pechos de mujer, pero cola de pez, cola que oculta el
tener o no tener cola.

· (Caso d). Los dilemas sobre el padre castrador-castrado, aparecen en el caso Fernando, cuando el chico
adolescente se levanta por las noches y se dirige a la habitación del padre, para tocarle los genitales. O
como en el caso Manuel, cuyo padre les ataca porque descubre que ‘mi madre y yo queremos castrarle';
el caso Fernando de algún modo piensa: ‘yo soy el que por deseo de mi madre ejecutaré o he ejecutado
(de ahí la necesidad de comprobación) la castración del padre'.

· (Caso e). Se trata de una niña de 10 años que acaba de ingresar en un Centro de protección del menor,
debido a una negligencia crónica de parte de su madre. A pesar de la deficiencia en los cuidados
maternos, la niña añora con una intensidad extraordinaria a su madre, de forma que en las visitas que
quincenalmente le permiten, se pasan ambas llorando toda la entrevista, sin poder hablarse, más que de
imprecisas promesas de volver a estar juntas en casa.

La niña acude a la consulta porque presenta conductas de rebelión y protesta, inadaptación al Centro, a
la escuela, sordera que luego se comprobó que era un síntoma conversivo, llanto, dificultades para
dormir; todo ello se enmarcaba en un sentimiento de negación de que su lugar de vida actual no era su
casa. Posteriormente ha mostrado conductas de tipo sexual con las chicas mayores y de cuidado maternal
con los niños pequeños. Además, a raíz de que le tienen que cortar el pelo por tener piojos, dice que
prefiere tenerlo corto como un chico, porque ella quiere ser un chico. Sus aficiones son el baloncesto, la
bicicleta y el fútbol, no le gustan las muñecas, aunque sí cuando era más pequeña. Tiene dificultades
actuales para mantener cualquier juego que le requiera pararse y pensar, aunque se comunica bien a
través de dibujos que comenta y le interesa que sean interpretados. Hasta el momento aparece una
dificultad por separar lo bueno de lo malo, el ángel del demonio, quienes se transforman rápidamente
entre si (como ocurre con sus conductas), se articulan con dificultad, como dos influencias contrarias.
Su casa aparece cerrada, despoblada, habitada por sus objetos transicionales o de juego, como son la
bicicleta, el balón y un objeto que condensa a tres, es una cesta de basquet, que al mismo tiempo es la
calavera, el balón y el bebé; veremos como se despliega esa condensación a lo largo del tratamiento.

Conclusiones

En primer lugar constatamos a través de nuestros casos clínicos, las hipótesis psicodinámicas de J.Lacan
y H.Deutsch, sobre los mecanismos de formación de las identificaciones homosexuales masculina y
femenina. Las identificaciones homosexuales pueden funcionar como mecanismos compensatorios de
algunos conflictos que surgen en el proceso de separación-individuación.

Es de interés diferenciar las conductas homosexuales sin otras complicaciones psicopatológicas, en la


infancia o adolescencia, de aquellas alteraciones de la identificación sexual dentro de un trastorno
psiquiátrico. Si hoy en día no consideramos a la homosexualidad como un trastorno psiquiátrico en el
adulto, y sabemos que este proceso psicosexual comienza en la infancia, será de la mayor importancia
no pretender curarla o negarla, en definitiva, hacer de ella un conflicto que puede llevar al sujeto a un
trastorno psiquiátrico, sino que conviene intentar que en el ámbito psicosocial cotidiano de desarrollo
del niño o del adolescente, como son la familia o la escuela, pueda aceptarse al niño con conductas
homosexuales tal como es, eso sí, descartando que esas conductas o identificaciones no formen parte de
una defensa frente a otros conflictos, o sean parte de un trastorno psiquiátrico. Una vez que se descarta
otro conflicto o trastorno psiquiátrico, que puede manifestarse a través de conductas más propias del otro
género, será de interés para la salud mental del niño, seguirle a distancia, por si aparecen otras señales
de alarma o factores de riesgo de trastorno psiquiátrico, sin empecinarse en remodelar sus
identificaciones de género, que por otra parte pueden modificarse espontáneamente a través de los
cambios propios del proceso evolutivo.

Como hemos visto, ciertos factores de riesgo familiares hacen más conflictivas las identificaciones
sexuales de los hijos, por eso hemos de atender a esos factores de riesgo, pero sobre todo, porque no sólo
se asocian a una mayor presencia de variaciones en la identidad sexual, sino, y sobre todo, porque
correlacionan con una mayor presencia de trastornos psiquiátricos, tal como se ha demostrado a partir
de innumerables investigaciones.

Podría ser interesante, durante la adolescencia, habida cuenta de la soledad que constatamos en algunos
chicos adolescentes homosexuales que nos consultan, que pudieran acudir a grupos de auto-apoyo e
información homosexual, centros integrados en asociaciones reconocidas socialmente, con quienes
intercambiar vivencias; o que hubiera grupos de padres de chicos homosexuales, por si quieren compartir
sus experiencias.

¿De qué estamos hablando?

A los niños se les asigna un sexo al nacer en función de sus genitales externos o cromosomas. En
general esta asignación de sexo se correlaciona con la identidad sexual de los niños (es decir, se
sienten del sexo que son). Pero, hay niños en los que esta identidad no se correlaciona con el sexo
asignado, o bien sus comportamientos sociales o manera de expresarse en casa y en la sociedad no es
la que se espera para su sexo. Son niños que, ya desde muy pequeños, tienen comportamientos más
parecidos a los del otro sexo que al suyo. Varoncitos que quieren vestirse, comportarse y jugar como
niñas o al revés.

Nos encontramos frente a un grupo de situaciones que pueden recibir varios nombres, tales como
“disforia de género”, “trastornos de la identidad sexual”, “transgénero”, “transexualidad,
“comportamientos variantes de género”, etc

Hay también casos de estados intersexuales o genitales ambiguos debido a alteraciones en los
cromosomas o en las hormonas. Aunque constituyen situaciones algo diferentes, tienen algunos
aspectos comunes, como los interrogantes que plantean en la vida cotidiana, así como su tratamiento
médico y social. Aunque no nos vamos a dedicar a ello en este artículo.

Conviene tener claros algunos conceptos en relación con este tema:

- Sexo biológico: el sexo que se asigna al nacer en función de los genitales externos.

- Género: Es el conjunto de funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad


considera apropiados para los hombres y las mujeres. Cuando estos comportamientos no se adecuan al
sexo asignado nos encontramos con los comportamientos variantes de género. Estos comportamientos
pueden ser transitorios o permanentes.

- Identidad sexual o de género: Es la vivencia interna e individual de cada persona en relación con su
sexo, es decir, de qué sexo se siente. Esta identidad se suele establecer entre los 2 y 4 años. Cuando el
niño no se siente identificado con el sexo asignado nos encontramos con la disforia de género o las
personas trans-género o transexuales (términos todos sinónimos).

- Orientación sexual: Indica hacia qué sexo nos sentimos atraídos. Aquí nos encontramos la
homosexualidad, heterosexualidad, bisexualidad, etc... Esta orientación se suele establecer a partir de
la adolescencia y no tiene nada que ver con la identidad.

Muchos niños con comportamientos variantes de género no tienen un conflicto con su identidad
sexual, pero, hay un grupo que sí lo tienen; en este caso hablamos de niños trans-género. Y aunque la
diferencia entre ambas entidades a veces se difumina, los niños trans-género no sólo quieren jugar,
disfrazarse y relacionarse como lo hace el otro sexo sino que quieren que se les trate, se les llame, se
les identifique con el otro sexo. Estos niños, muchas veces, muestran rechazo a sus genitales

¿Cómo se desarrolla la identidad sexual? ¿Por qué ocurre?

- A partir del primer año de vida, el niño empieza a ser consciente de si es una niña o un niño.

- En torno a los 8-10 meses empieza a descubrir sus propios genitales.

- Entre 1 y 2 años, los niños se hacen conscientes de las diferencias entre niñas y niños y antes de
cumplir 3 años ya saben decir “soy una niña” o “soy un niño”.
- A los 4 años, esa identidad de género ya está del todo establecida y saben que son y van a seguir
siendo siempre un niño o una niña.

Durante todo este proceso los niños van aprendiendo las “conductas de género” o sea, las “cosas que
hacen las niñas” o “lo que hacen los niños”. También diferencian perfectamente lo que se
consideran juegos o juguetes “de niño” o “de niña”. Perciben lo que ocurre en su entorno. No solo
en su casa, con la familia cercana, sino en la vecindad, los libros o los medios de comunicación.

- En la etapa escolar los niños y las niñas suelen querer jugar con otros menores de su mismo sexo.

No se sabe con seguridad cual es la causa de la disforia de género. Sin embargo la mayoría de expertos
coincide en un origen biológico o ambiental y no una consecuencia de la forma de actuar de los padres
o del entorno. Los padres no causan que un niño sea trans-género o tenga comportamientos variantes
de género.

¿Cómo puedo saber si mi hijo tiene “disforia de género”? ¿Podría ser sólo un juego?

Responder a esta pregunta puede ser complicado y normalmente es el tiempo lo que nos ayudará a irla
contestando.

Es frecuente que haya niños que de una manera pasajera muestren interés por juegos propios del otro
sexo o se disfracen o se relacionen con personas del otro sexo. Sin embargo cuando este interés y
comportamientos se mantienen en el tiempo ya no podemos hablar de una fase.

Si el niño prefiere juegos y roles del otro sexo pero no insiste en ser del otro sexo tenemos un niño con
comportamientos variantes de género.

Si el niño, además de comportarse, insiste en que es y que quiere que se le reconozca y se le trate como
del sexo contrario y este deseo se mantiene en el tiempo, probablemente nos encontremos ante una
disforia de género.

Los niños con una disforia de género van a expresar desde muy pronto que son del otro sexo o su
deseo de ser del otro sexo de muchas maneras. Hay cuatro comportamientos especialmente
significativos que nos pueden ayudar a hacer el diagnóstico:

 mirar su comportamiento en el baño (niñas que hacen pis de pie o niños sentados);
 aversión a ponerse el bañador propio de su sexo;
 el tipo de ropa interior seleccionada;
 y deseo intenso de jugar con juguetes del otro sexo.

Si estos 4 comportamientos están presentes y además el niño insiste en que es del otro sexo y esta
insistencia se mantiene en el tiempo, probablemente nos encontramos ante un niño transexual.

Identidad y orientación sexual en el niño y en el adolescente: guía para profesionales de salud


Definición de sexualidad
Una definición amplia, dada por Silber, establece que la identidad sexual abarca todos los factores
cognitivos, emocionales y sociales que dan a la persona el sentido de sí misma. Así de importante es la
sexualidad y así es el concepto que debemos transmitirles a nuestros adolescentes, aunque no resulte
fácil.

La identidad sexual comprende una identidad de sexo, es decir, si es niño o niña, la que se adquiere
alrededor de los tres años; pero también comprende un papel sexual, que abarca las expectativas
sociales y culturales que se atribuyen a este sexo. Este papel sexual se puede adquirir entre los 5 y 7
años. Está también la personalidad, en la que confluyen todos los rasgos individuales y de
predisposición, y, finalmente, la orientación sexual, muy importante de tener en cuenta si recordamos
que comprende conductas físicas y atracciones emocionales y eróticas hacia los demás.

El camino hacia la identidad sexual no es continuo ni constante, ni progresivo; más bien es como una
margarita a la que se le van abriendo los pétalos uno por uno, no siempre en el mismo orden.

Para llegar a esta identidad sexual, el niño debe cumplir varios objetivos durante su infancia, pubertad,
adolescencia y juventud, y, posiblemente, durante parte de su vida adulta:

 tomar conciencia de que es una persona sexuada y sexual;


 construir una imagen corporal sin distorsiones;
 lograr la ausencia de conflictos y confusiones sobre cuál es su orientación sexual;
 incorporar lo afectivo como elemento enriquecedor del vínculo sexoerótico, tema olvidado por
nuestros jóvenes debido a la influencia de los medios de comunicación;
 lograr una progresiva satisfacción en la vida sexual;
 desarrollar un sentido de responsabilidad hacia sí mismo, la pareja y la sociedad. En este punto,
es necesario recordar que la base de la ética está en considerar que cuando un acto no perjudica ni a
uno mismo ni a los demás, éticamente es bueno, pero cuando un acto puede perjudicar a uno mismo o
a alguien más, éticamente es malo. Transmitir esta idea básica de ética a los adolescentes es fácil, es
posible y debemos hacerlo;
 superar sentimientos de culpa o vergüenza, o dificultades habidas en la niñez con respecto al
propio cuerpo;
 cortar paulatinamente los lazos con los padres, poco a poco ir desenganchando y rompiendo la
dependencia;
 reconocer aquello que es eróticamente placentero y aquello que es desagradable.

Este es el esquema de identidad sexual que se debe aprender y enseñar. Es importante, en el último
punto, descubrir el valor de la intimidad. Se dice que hay crisis de valores, lo que es discutible: hay
crisis de algunos valores, por ejemplo, el valor consumo en los jóvenes no está en crisis; en cambio, la
crisis del valor intimidad sí existe.

Para entrar en el tema de la orientación sexual se presenta el caso clínico de un adolescente que podría
llamarse Juan (no es su nombre verdadero), que fue atendido por primera vez en 1991, a la edad de 16
años. Presentaba dolores abdominales intensos y había sido objeto de estudio por parte de varios
especialistas; incluso se le realizó una apendicectomía, que fue blanca, tras lo cual continuó con sus
problemas de ansiedad, estrés y dolores abdominales, y ya sin apéndice. Cuando consultó por primera
vez llegó como suelen llegar los adolescentes al médico, es decir, a rastras. La madre, con cara de
desánimo, dijo que su hijo tenía algo horrible que contar y que ella no quería escuchar, y se marchó.
Juan, llorando y muy deprimido, habló de sus ideas suicidas, dijo que no se sentía bien consigo mismo
y, al final de la tarde, después de una hora y media de entrevista, confesó que tenía sentimientos
homosexuales y que no quería aceptarlos.

En una segunda oportunidad, ya más tranquilo, habló sobre su historia sexual y señaló que a los 13
años, en plena pubertad, comenzó a tener fantasías homosexuales; después intentó tener relaciones
heterosexuales, que fueron un fracaso, y sólo mantuvo relaciones de amistad con muchachas. Tuvo un
primer contacto homosexual en la escuela, a los 14 años, lo que le abrió los ojos y le hizo comprender
que era distinto a los demás; entonces comenzó con humor depresivo, sentimientos de culpabilidad e
ideación suicida en aumento. Con relación a sus sueños eróticos, el 70% era de contenido
homosexual.

En cuanto a su familia, con su padre había una relación muy distante y casi no se hablaban y la madre
tenía una actitud sobreprotectora. Su historia escolar era la de un muchacho muy inteligente, pero, a
partir de los 14 años, disminuyó el rendimiento escolar y comenzó con dificultades en la
concentración, síntoma evidente de depresión, y este humor depresivo.

Se decidió hacer una exploración psicológica. Como master en psiquiatría infantojuvenil, acostumbro
a realizar la exploración psicológica en estos casos, ya que si a un adolescente como Juan, después de
dos sesiones, se le indica acudir al psicólogo para que lo explore, seguramente rechazaría la
sugerencia. Por eso es importante que las personas que se dedican a adolescencia aprendan algo de
psicología y, después de 20 años de experiencia, puedo decir que no es tan difícil como parece.

Se exploró al paciente con el MMPI, con un test de depresión y con la entrevista estructurada de Puig
Antich, que es muy útil. Se encontró en este muchacho inestabilidad emocional, gran aprensión,
dependencia, humor depresivo, problemas en la relación social, baja autoestima y sentimientos de
inutilidad muy grandes.

Como tratamiento se utilizó un antidepresivo, psicoterapia, que realicé yo mismo para no perder al
paciente, y apoyo familiar, pero sólo por parte de su madre, pues el padre nunca quiso saber qué
pasaba con su hijo. En aquel momento se utilizó clorimipramina (no había experiencia con los
inhibidores de la serotonina), y el tratamiento tuvo éxito.

En cuanto a su familia, hubo rechazo por parte del padre y del hermano; con la hermana había
complicidad y la madre tenía sentimientos ambivalentes de incomprensión y aceptación. La evolución
tuvo altos y bajos, tanto que hubo que establecer un pacto, ya que Juan amenazaba con suicidarse.
Quizás lo que ocurrió no se deba hacer, pero la medicina es un arte y debemos aprender a hablar y
transmitir, y no a basarse tanto en técnicas de imagen. Así que con Juan pacté que cuando fuera a
suicidarse me llamara por teléfono y nos juntáramos a tomarnos una última cerveza, después de lo cual
podría despedirse e irse tranquilo a suicidarse. Me llamó en tres ocasiones, pero no se suicidó.

En la actualidad, ha aceptado perfectamente su condición de homosexual, terminó la carrera de


trabajador social y está en un país europeo ejerciendo su profesión. Está totalmente integrado y de vez
en cuando me escribe cartas en que me explica su situación y me agradece siempre las tres cervezas
póstumas que nos habíamos tomado.

No le pude enseñar la carta de Freud a su madre porque no la tenía en aquel momento. En el año 1935,
la famosa carta a una madre americana había descrito que la homosexualidad no supone ningún vicio
ni ninguna degradación, y que no se trata de una enfermedad, sino de una variante de la función
sexual.

Cuando se habla de un tema tal, se debe dejar claro que no se habla de una enfermedad, sino de una
variante en la orientación sexual que es objeto de rechazo o de falta de aceptación por parte de la
sociedad, por lo que conlleva un riesgo de enfermar y de sufrir inadaptación o inadecuación.

Remafedi, que es uno de los médicos que más ha estudiado el tema de la homosexualidad en
adolescentes, refiere que a los doce años 25% de los adolescentes tienen dudas sobre la orientación
sexual, lo que va disminuyendo con la edad hasta llegar a 8%, aproximadamente, a los 18 años. El
predominio de la atracción homosexual seguiría una curva distinta, que parte de 2%, a los 12 años, y
llega a 6% a los 18 años. Con relación al nivel socioeconómico, sería más alta la atracción homosexual
en niveles muy altos que en niveles muy bajos, lo que se explica por una mayor aceptación en estos
grupos, pero yo no comparto del todo esta aseveración.

Es interesante saber que, aunque al pensar en homosexualidad se imaginan cosas morbosas, la realidad
es que las personas homosexuales tienen un alto porcentaje de relaciones heterosexuales, con 60% de
relaciones heterosexuales contra 40% de relaciones homosexuales, que entre los heterosexuales
también se da un pequeño porcentaje de relaciones homosexuales y que en los bisexuales habría un
predominio de las relaciones heterosexuales.

Desarrollo de la identidad homosexual


Esta catalogación, debida a Troiden, propone cuatro fases, aunque no se deben seguir, forzosamente,
una tras otra; se trata de cuatro fases que pueden coexistir en alguna etapa, pueden retrasarse o incluso
saltarse alguna.

 La primera fase es de sensibilización, en la cual el niño o la niña se siente distinto, y ocurre


durante los primeros momentos de la pubertad.
 La segunda fase es la de confusión de la identidad, que es la que más interesa a los médicos de
adolescencia, porque comprende toda la etapa adolescente, y es la que más va a repercutir en la posible
psicopatología.
 Luego viene la de asumir la identidad.
 Finalmente, viene la aceptación.

Aceptación de la identidad homosexual


Se da en varias etapas: negación, reparación, evasión y redefinición.

 Negación: “no lo soy, es imposible que yo sea homosexual, de ninguna manera”.


 Reparación: “voy a ver si me curo, si lo supero, entonces voy a tener experiencias
heterosexuales”. El fracaso conduce a problemas de tipo depresivo, de ansiedad y de falta de
autoestima.
 Evasión: “¿cómo puedo evadir el problema para no pensar en ello?”

- Hay una evasión activa: ante situaciones comprometidas, se va y desaparece.


- Inhibición ante intereses o conductas asociadas a homosexualidad, por miedo, como el caso de un
niño que, cuando se hablaba de este tema, sentía calambres.
- Fobia al hablar del tema.
- Evasión frente al sexo opuesto para evitar ser descubierto, por lo tanto evita sitios donde se pueda
encontrar con un compromiso especial.
- Negarse ante cualquier información sobre homosexualidad, tener actitudes o acciones anti
homosexuales. Esta es una forma de evasión frecuente.
- Inmersión heterosexual, con el afán de curarse.
- Abuso de sustancias como forma de evadirse, sea hachís, cocaína o LSD.

 Redefinición: cómo me defino definitivamente.

- Estrategia del caso especial: “tengo una atracción, pero sólo es contigo”.
- De temporalidad “es una fase de mi vida, pero se pasará”.
- Estrategia de situación: “esto me pasa cuando he bebido demasiado o cuando he fumado hachís”
- Estrategia de bisexualidad “yo puedo con todo, soy bisexual”.

Estas cuatro fases son muy importantes, porque van a aparecer en la etapa de adolescencia, en la cual
tratamos a nuestros pacientes.

Después de tratar a Juan, aprendí algo muy claro: al hacer la historia clínica jamás se debe preguntar a
un niño si tiene novia o a una niña si tiene novio. Se le debe preguntar si tiene pareja, con lo cual se da
a entender que se puede aceptar cualquier opción en la identidad sexual.

Edad de desarrollo de la homosexualidad


Suele ocurrir en edades de adolescencia:

 interés por el mismo sexo entre los 13 y 16 años


 primera actividad con el mismo sexo, entre los 15 y 20 años
 primera relación amorosa, entre los 21 y 24 años.
 ruptura con la heterosexualidad, entre los 23 y 28 años, o sea, entre la juventud y la edad
adulta. En las muchachas, todo esto suele ser más tardío.

El adolescente que descubre su orientación homosexual va a tener dificultades importantes en su vida,


primero en la propia familia, como el caso de Juan en que el padre jamás quiso saberlo, y luego en la
escuela, el instituto y la sociedad. La propia sociedad está orientada a la heterosexualidad. También la
religión. La salud también está amenazada, por el riesgo de contraer enfermedades de transmisión
sexual. Juan explicaba que, por ser una actividad que se hace a escondidas, no es como la heterosexual.
Además existe el riesgo psicológico.

Las estadísticas de Remafedi muestran que los homosexuales tienen:

 fracaso escolar en 28%


 problemas debidos a la identidad sexual, en la escuela o en el instituto en 69%
 intento de suicidio en 31%
 abandono de la casa en la adolescencia, en casi 50%
 abuso de sustancias en 50% de los casos
 tratamiento por profesionales de la salud mental, tres cuartas partes y esto a pesar de que no se
trata de una enfermedad, sino de una variante en la orientación sexual.

Todo esto se debe a que la sociedad es muy homofóbica, tiene miedo a la homosexualidad, miedo a
que se note, miedo hacia la atracción homosexual, miedo a ser homosexual. La respuesta de la
sociedad es que se trata de un crimen inmoral contra la naturaleza. Sin embargo, es preciso señalar que
95% de los incidentes de abuso sexual los cometen personas heterosexuales, por lo que no queda claro
por qué se asocia la homosexualidad con los abusos sexuales.

Al visitar un parque vi cómo registraban a la gente que entraba y se me ocurrió preguntar al muchacho
por qué los registraban. Respondió que era para detectar a los delincuentes y homosexuales. Esta es
una idea que persiste en la sociedad: al adolescente que descubre de pronto su homosexualidad le
cuesta estar en este mundo.

Hay muchas imágenes sociales heterosexuales para discutir y validar. En los papeles familiares, por
ejemplo, están definidos padre-hombre y madre-mujer; hay estereotipos familiares y sociales muy
claros y definidos en la heterosexualidad.

En la homosexualidad, en cambio, los estereotipos son de personajes ridículos, que viven en el


ostracismo, abusos físicos, cuyos finales son trágicos, que acaban solos, solteros, con SIDA, suicidas.
Existen estereotipos sociales de personas homosexuales, como ciertos artistas famosos, que han
declarado abiertamente su homosexualidad, y un director de teatro de fama internacional, pero se trata
de estereotipos sociales inaccesibles para el adolescente, y esto hay que tenerlo en cuenta.

Hace muchos años, cuando me interesé en el tema de la homosexualidad (que debo decir que comenzó
con Juan, ya que él me despertó una noción de sexualidad que desconocía en aquel momento), yo
estaba ayudando a las enfermeras en el banco de sangre y vino un joven a hacerse una extracción.
Estaba muy nervioso, entonces yo le dije: -Relájate, muchacho, que no va a pasar nada, ¿por qué no
piensas en tu novia o en una modelo guapa, quizá en Cindy Crawford?, y él me respondió: -No quiero
pensar en mi novia, ¿ por qué no puedo pensar en Richard Gere? Esto me hizo pensar que estamos
hablando de personas normales y cuántas interrogantes y conflictos van a encontrar en nuestra
sociedad.

Recomendaciones para médicos de atención primaria


La anamnesis es importante y fundamental para establecer una buena relación. A Juan se le citó en una
tarde sin muchas consultas, para que pudiera hablar tranquilamente y sin prisas.
Se debe preguntar siempre por orientación sexual en términos sencillos, sin presumir el sexo de sus
compañeros de citas. Empezar por el motivo de preocupación de su identidad sexual: cuáles son sus
sentimientos, sus fantasías, sus experiencias, interesarnos por sus preocupaciones externas en este
momento, como la familia, la escuela, el sistema de apoyo, etc.

Se deben evitar los juicios de valor. Recuerdo a un teólogo que dijo, en una conferencia, algo que me
impresionó: “Dios nos ha dado dos ojos, dos orejas y una sola boca, para que observemos mucho,
escuchemos mucho y hablemos menos”. Es importante, entonces, escuchar sin prejuzgar y aliviar la
culpabilidad. Juan vino culpable, dijo en algún momento: “La naturaleza me ha sentenciado con esta
desgracia”.

Se debe explicar que se trata de una variante de la sexualidad no patológica. No se debe intentar
cambiar la orientación sexual, porque esto aumentaría el sentimiento de culpa y la baja autoestima, ni
hay que minimizar la preocupación del adolescente diciéndole que ya se le va a pasar y que no se
preocupe.

Discutir el tema de la homosexualidad no convierte al adolescente en homosexual. Cuando se hace


prevención, es necesario hablar con el adolescente de todos los temas de la sexualidad.

No es obligatorio definir la orientación sexual de manera rápida cuando un adolescente consulta por
primera vez; siempre se les debe pedir que tengan paciencia y asegurarles que no hay ninguna prisa.
Recordemos que había 25% de indefinidos en las estadísticas de Remafedi a los 12 años.

Los médicos, enfermeras y psicólogos debemos proponer y dar seguridad al adolescente. Se debe dar
claridad, decir las cosas por su nombre, no andar con subterfugios, sino con franqueza e información
específica, y toda la que haga falta.

El trabajo con la familia es importante, porque el adolescente va a vivir con sus padres y hermanos, por
lo tanto se requiere mantener sesiones de trabajo con la familia. Cuando yo propongo una sesión de
trabajo con la familia, se lo explico antes al adolescente, diciéndole que creo que sus padres lo pueden
ayudar; lo invito a participar de la confección de la entrevista y si hay algo que al adolescente no le
gusta lo sacamos y mantenemos la confidencialidad. Entonces se debe buscar la manera de hablar con
los padres para hacerles entender que su hijo es su hijo y no va dejar de serlo por ser distinto.

Debemos comprender los sentimientos de la familia, sus sentimientos de culpa: “¿qué hemos hecho
para merecer esto, qué hice mal?”. Muchas mamás cuentan que cuando estaban embarazadas deseaban
una niña y creen que esto es un castigo de Dios o que fue porque tomaron demasiado caldo o huevo de
gallina, o porque lo vistieron de niña una vez, etc. Por eso se deben comprender y sacar los
sentimientos de culpa, de vergüenza y de tristeza, se debe discutir el tema de la culpabilidad con los
padres y darles información correcta, fijándose bien en qué información se entrega y cómo se les
entrega.

Los adolescentes homosexuales tienen los mismos problemas emocionales que los demás, y quizás
algunos más, por el rechazo que su condición puede causar en la sociedad.

Es importante discutir con la familia las creencias dicotómicas en lo bueno y lo malo: lo que es bueno
es lo más abundante, lo que es malo es lo menos abundante; bueno sería la heterosexualidad y malo
sería la homosexualidad; se debe discutir esta creencia dicotómica.

Interesarse por las creencias religiosas de esta familia es importante; en el caso de que existan
creencias religiosas muy rígidas, por ejemplo dentro del sistema católico, se pueden mencionar los
grupos gay que hay dentro de la iglesia católica. Por ejemplo, en España hay una asociación que se
llama Éxodo, y en Chile debe haberlas también, que ofrecen apoyo dentro de sus creencias religiosas.

Es preciso analizar el tema del SIDA y explicar que la epidemia se está extendiendo entre personas
heterosexuales y no homosexuales. Así, el grupo gay es el que ha tenido más conciencia de las
medidas de protección ante el tema del SIDA.

Se debe ofrecer consejos y recordar constantemente a los padres que su hijo siempre se va a sentir
amado y afectado por ellos, porque son sus padres.

Anda mungkin juga menyukai