Cuando se inicia el estudio en el campo del Derecho Penal sustantivo surgen un sinfín de dudas
considerando la enorme cantidad de conceptos y sus definiciones con las que nos encontramos y
en ocasiones tropezamos; esta aparente confusión se presenta sobre todo porque no conocemos
que éstos provienen de sistemas que se han creado para entender el delito, esto es el causalismo,
finalismo o funcionalismo.
Los conceptos de delito, su clasificación y por tanto la teoría misma del delito han venido
evolucionando conforme la sociedad lo ha hecho y conforme aquellos han presentado problemas
que necesitan ser resueltos.
El concepto dinámico del delito a decir de maestro Daniel Carrancá de la Mora [1] según el sistema
se puede asumir de la siguiente manera:
En una primera etapa el delito era visto desde una óptica naturalista:
como un comportamiento humano (acción) que mediante una relación
causal generaba una modificación o alteración del mundo exterior
(resultado material), se ponía énfasis en el nexo causal que se da entre la
acción y el resultado; así pues, se imponía una sanción al
comportamiento que modificaba el mundo exterior.
En un segundo momento, se introducen valoraciones jurídico-culturales,
Causalismo
en cierto sentido el delito dejó de ser un mero nexo causal,
incorporándose la exigencia de un juicio de reproche al sujeto como
contenido de la culpabilidad, es decir además del nexo causa entre la
acción y el resultado se exigía la realización de un juicio de valor respecto
de la culpabilidad del sujeto -determinándose el grado de reproche a
título de dolo o culpa.
Si bien, cada uno de estos sistemas ha determinado una forma de analizar el delito, también lo es
que se complementan en sus conceptos más que excluirse; de ahí que, al analizar un concepto de
la teoría del delito, se tiene que determinar si éste proviene de un sistema causalista, de un finalista
o de un funcionalista.
Esto es, antes de la reforma de 1993-1994 al Código Penal, el sistema adoptado por México era el
causalista, después de ella el finalista y es desde 1999 que se vira hacia el funcionalismo atendiendo
a los problemas sociales de criminalidad que afectan a la sociedad mexicana, encontrando su punto
más importante en las reformas de 2008 y sobre todo con la vigencia del Código Nacional de
Procedimientos Penales; sin embargo, debemos estar ciertos que la reforma penal no resuelve los
problemas que aquejan a la sociedad mexicana como acertadamente lo señala el doctor Sergio
García Ramírez:
uno de los grandes asuntos de la justicia, hoy día y siempre, es la reforma de las leyes, en el entendido que he
destacado que no confundimos Estado de Derecho con Estado de Leyes. No es la abundancia de leyes lo que
constituye al Estado en un Estado de Derecho, o más todavía en un Estado de Derecho justo; es la perfección de
las leyes y su aplicación correcta, puntual y cotidiana.[3]
Nada más apartado de realidad que pretender resolver los problemas en materia de criminalidad
con la norma, ya que el Derecho Penal debe ser la última ratio o como lo señaló Sain Just:
Se necesitan pocas leyes. Allí donde hay muchas, el pueblo es esclavo… Aquél que le da la pueblo demasiadas
leyes es un tirano.[4]