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Apocalipsis

El libro de Apocalipsis o revelación ha sido uno de los más leídos y comentados desde su origen. Esto ante todo en las
iglesias antiguas y medievales, muestra de esto es el arte que ha quedado reflejado, tanto románico como bizantino,
desde la figura del Pantocrator, en el cual el Cristo mayestático sostiene en su mano el libro sellado con siete sellos,
según aparece en Apocalipsis 5,8 se convierte en dominante. El libro resulta ser uno de los más enigmáticos por su
lenguaje y simbología, mientras unos lo alaban por su alto grado cristológico y su mensaje de esperanza, otra parte lo
denigran por considerar que este infunde miedo y por tanto poco coherente con el mensaje cristiano, con el mensaje del
reino.
Otro ejemplo es la dualidad existente en la cual donde unos ven el anuncio de los últimos tiempos y otros cuestionan
dicha lectura fundamentalista que ha dado pie a una venida inminente del fin del mundo. De aquí que mientras unos
fomentan una lectura literalista y alienante del texto, otros y sobre todo las comunidades de base latinoamericanas,
descubren en el texto una crítica a los poderes políticos injustos y un profundo mensaje de esperanza.
Hoy en día, estas comunidades perseguidas por su fe y por su fidelidad se sienten en profunda sintonía con Juan y sus
iglesias perseguidas por un imperio injusto, el de Roma. En este sentido aparece hoy en día el libro de Apocalipsis como
uno de resistencia cristiana, , el cual ha sido escrito por un hombre profundamente creyente que pretende ayudar a las
comunidades a superarse de lo que provoca en ellos la persecución que están sufriendo, ayudándoles no solo a
interpretar la historia que les ha tocado vivir, sino a contribuir también a transformar esta historia para que responda al
proyecto del Dios de la Alianza y Padre de nuestro señor Jesucristo.
Para un estudio riguroso del Apocalipsis, hay que tener como punto de partida su dimensión literaria, ya que mediante
ella podemos descubrir lo que el autor pretendió comunicar a su comunidad a través de su escrito. No obstante, esta
dimensión literaria no debe ir separada de su dimensión teológica y del contexto socio-cultural e histórico desde la cual
se origina el escrito. Por tanto, es laudable el hacer un acercamiento al trasfondo histórico – literario del texto el cual
tenga en cuenta los aportes científicos de la investigación para una seria interpretación del mismo.
El libro de Apocalipsis es el último que se encuentra en la Biblia cristiana y del cual todos de algún modo, con diferencias
o similitudes acogen su argumento. El libro está lleno de imágenes y signos los cuales han influenciado en gran manera
la cultura occidental. Prueba de esto es la diversidad de reacciones ante las citas del fin de los tiempos, los siete sellos,
las trompetas y el juicio, los jinetes, el dragón y la mujer, el número sagrado y número de la bestia, la gran prostituta con
la nueva Jerusalén y las bodas del cordero.
Ante esto, lo primero a recordar es que el libro de Apocalipsis es precisamente un libro apocalíptico, por lo cual sólo en
ese contexto puede interpretarse. En la Biblia Hebrea o Antiguo Testamento cristiano existen extensas secciones de tipo
apocalíptico, esto no se limita al libro de Daniel, éstas están presentes en obras de otros profetas como Isaías 25-27;
Ezequiel 1-3; 36;48 y Zacarías 7-14. Dentro de este hecho está el que los libros más apocalípticos de la literatura judía,
como son el libro de Henoc y Jubileos entre otros apócrifos del Antiguo Testamento (canónicos ortodoxos), hayan sido
excluidos tanto de la Biblia Hebrea como de la cristiana, probablemente por su visión fatalística de la historia, ya que
ellos parecen negar la libertad humana. Ante esto, resulta interesante y alegre el que los cristianos hayan escrito y
conservado un texto que precisamente lo titulan Apocalipsis, más aun cuando este se dedica a interpretar el sentido y
meta de la historia humana partiendo de Jesús y entendiendo este desde el contexto israelita.

LENGUA Y ESTILO

Hoy en día los especialistas coinciden en afirmar que la lengua original de Apocalipsis es el griego, aunque su autor o
más bien hagiógrafo, como mínimo fue bilingüe. La manera de pensar y expresarse del mismo, está bien marcada por
el hebreo o arameo. Por ello “se ha pensado que el autor escribió en griego (el de la koiné) aunque pensaba en hebreo
(Charles). En esto, la lengua y el estilo son tan distintos del resto de la literatura joánica que este, con mucha dificultad
puede ser atribuido sin lugar a juicio al mismo autor.
Por otra parte, los especialistas concuerdan en la consideración del estilo del libro como uno único, donde es típico la
repetición de determinados motivos. Entre estos se encuentra el título “el que es, el que era y el que viene”. La
literatura apocalíptica es una que floreció entre los siglos II a.C. y el I a.C. Algunas de sus características especiales son,
primeramente el lenguaje cifrado, donde el carácter revolucionario y subversivo de los textos apocalípticos obligaba a
sus autores a utilizar un lenguaje críptico, cifrado, entendible o inteligible solo para los miembros de la comunidad
respectiva, más no para algún espía del imperio en turno, el imperio romano.
En cuanto al género apocalíptico y profético, los apocalípticos son o se sienten herederos de los profetas, ciertamente
hay diferencias entre unos y otros. Por ejemplo, los profetas critican la infidelidad del pueblo de Israel y esto responde a
que estos (los profetas) quieren transformarlo dentro de la historia. Por otra parte los apocalípticos tienden a pensar
que la historia ha perdido su sentido, de manera que “Dios debe destruirla, creando un mundo nuevo para justos o
creyentes”.
Por otra parte, los profetas apelan a la libertad y responsabilidad humana, en esto los apocalípticos prometen la
presencia de agentes sobre naturales, los cuales decidirán el futuro de la humanidad. Los profetas buscan influir en la
obra histórica de Dios y buscan la respuesta fiel de los creyentes, en esto los apocalípticos piensan que la hora final ya se
encuentra pre determinada, esto implicaría que los creyentes “solo pueden aguantar el tiempo definitivo para el juicio y
el fin del mundo”.
A pesar de esas diferencias, tengo que establecer y afirmar que la apocalíptica parece ser hija de la profética. En este
sentido los motivos principales de la profecía se encuentran encuadrados en las nuevas circunstancias culturales del
pueblo israelitas a partir de los siglos IV – III a. C. Desembocan en la apocalíptica. Esta a pesar de su distancia frente al
mundo, continúa empeñada en entender o enriquecer la historia humana con el fin de que los fieles se mantengan
firmes en la fe.
En cuanto a la apocalíptica y el esoterismo, empiezo con el dato de que en general, la tradición apocalíptica judía
concibe sus libros como apócrifos o escondidos, propios de sabios que han recibido una revelación especial de Dios y
conocen aquello que debe suceder. El resto de creyentes sólo conocen los textos públicos, entiéndase la Biblia externa
de Israel, los 24 libros de la Ley oficial. En esto siempre está presente el que ni el esoterismo, ni la seudonomia resulta
decisiva para en la apocalíptica.
Entre la apocalíptica y la escatología, la apocalíptica se integra dentro de la visión escatológica del judaísmo, la cual
anuncia y prepara el fin de los tiempos. No obstante, en principio ambas palabras tienden a una separación, ya que la
escatología puede ser más existencial en cuanto vinculada a la comprensión de la finitud del ser humano y la
apocalíptica tiene un carácter más mítico, pues apela a la intervención de poderes sobrenaturales (ángeles y demonios),
los cuales influyen en las grandes catástrofes del tiempo final. Pero luego, al precisar los matices, resulta muy difícil
establecer las diferencias.
Son muchos los autores, en especial los protestantes, que afirman que Jesús no fue apocalíptico en sentido estricto, sino
profeta escatológico, portador de un mensaje moral y escatológico, incluso esto es muy acorde con nuestra mentalidad
moderna. De ser así, esto implicaría que la interpretación apocalíptica del evangelio habría sido posterior, obra de
ciertos grupos cristianos post-pascuales, que abandonaron el lenguaje de Jesús centrado en el reino de Dios y en una
exigencia de cambio de conducta y mentalidad humana, mejor conocido como conversión, para reinterpretar su vida y
mensaje en un contexto previo, de tipo judío, en línea apocalíptica.
En contra de esto está el que Jesús fue y ha sido al mismo tiempo un profeta mesiánico y un vidente apocalíptico, un
sabio moralista y un teólogo escatológico. Por tanto se debe trazar un camino entre su evangelio y el Apocalipsis de
Juan.
En cuanto a la apocalíptica y literatura, al estar esta relacionada con la profecía, el esoterismo y escatología, la
apocalíptica es un fenómeno literario peculiar de la cultura israelita. Contiene elementos relacionados con el dualismo
iranio, la filosofía griega y los mitos religiosos del entorno sirio y babilonio. No obstante, en un sentido más preciso, la
literatura expresa la experiencia literaria propia de un pueblo que sabe interpretar su realidad con sabiduría humana y
describirla con dramatismo, empleando fuertes imágenes sobrenaturales para conocer mejor lo existente en el mundo y
poder contribuir a cambiarlo.
En este sentido, los autores apocalípticos muestran un gran interés por el conocimiento de las realidades profundas,
tanto de la vida y de la historia. Estos por una parte suponen que todo se termina, en cuanto al orden actual de la
historia, no obstante al mismo tiempo son capaces de penetrar el orden superior de la realidad, en clave de
contemplación angélica o sabiduría transformadora.
Los profetas antiguos eran hombres de la palabra proclamada, por tanto no escriben, más bien hablan, no necesitan
libros ya que exponen la palabra de Dios. Por el contrario, el apocalipta redacta lo que ha visto, estos son literatos,
hombres del libro y de esa forma crean una cultura de sabios escribas y lectores que forman la minoría perseguida pero
pensante de la sociedad. Ese carácter literario de la apocalíptica no debe exagerarse, ya que los mensajeros del juicio de
Dios o de su reino, Juan el bautista y Jesús, no han escrito, sino que han proclamado su mensaje abiertamente.

HERMENÉUTICA

El texto de Apocalipsis ha dado pie siempre a diversas interpretaciones las cuales se sintetizan en cuatro corrientes,
primeramente la interpretación histórico-temporal, esta se esfuerza por explicar Apocalipsis desde el punto de vista
histórico-social de la comunidad y época en que fue escrito. Por tanto, esto hace referencia a hechos históricos
concretos y ocurridos a finales del siglo I. Segundo, la interpretación historicista que cree descubrir en Apocalipsis un
anuncio anticipado de acontecimientos históricos hasta el momento actual y por último la interpretación idealista o
atemporal que sostiene que Apocalipsis no hace referencia a ningún suceso histórico, sino que pretende expresar los
principios básicos en los cuales Dios actúa en la historia.
Los símbolos es uno de los rasgos más señalados en el lenguaje utilizado en la literatura apocalíptica y la cual contribuye
a convertirla en una cifrada. Dichas imágenes a menudo están tomadas del Antiguo Testamento, estas suelen contener
imágenes complicadas que a menudo resultan barrocas, inspiradas en la naturaleza donde se caracterizan los animales o
plantas, o del arte en donde notamos por ejemplo estatuas. A esto se le añade que el punto de partida del apocalipsis es
el sueño, el cual en el mundo bíblico es interpretado como una revelación de Dios.
Por otra parte, el lenguaje simbólico tiene la ventaja de universalizar el mensaje. Por tanto, aunque los símbolos se estén
refiriendo en principio a una realidad que está viviendo el autor, este ayuda a tomar conciencia de que su mensaje es
válido para todas las épocas. Esto se hace evidente en el momento en que Apocalipsis utiliza algún simbolismo tomado
del Antiguo Testamento, en donde se aplicaban a los imperios de turno ya que amenazaban al pueblo de Israel.
Por otra parte está el uso de colores como símbolo. Dentro de estos el blanco puede significar la victoria o la gloria de
los elegidos que participan de la vida de Dios, por otra parte también tiene su significancia en la eternidad del personaje,
en este caso el “Hijo del Hombre”, el cual es pintado con unos cabellos que “eran blancos como la lana blanca, como la
nieve” (1,14). En cuanto al rojo de fuego color sangre, el mismo es símbolo del asesinato o violencia.
Ejemplo de esto es que en 17, 4 se nos dice que la prostituta (símbolo del imperio romano) “estaba vestida de púrpura y
escarlata, resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas”, con esto el autor evoca a que tomemos conciencia de que
este lujo está hecho a consta de sangre de los cristianos, empobrecidos y perseguidos por su fidelidad a los valores de
Jesús, esto se sustenta en 17,6 “vi que la mujer se embriagaba con la sangre de los santos y con la sangre de los
mártires”. En esa misma línea, se nos dirá que la serpiente (símbolo de satanás) es roja. El caballo pintado de negro
viene a simbolizar el sufrimiento que comporta la inflación y el gris amarillento de 6,7-8 simboliza la peste y la muerte.
En cuanto los números, éstos son una de las claves fundamentales para poder interpretar el pensamiento apocalíptico,
ya que ponen de manifiesto la sistematización propia del género apocalíptico. El autor los emplea cuantiosamente en su
obra, el número 7 sale 54 veces, el 12 sale 23, el 4 sale 16, el 3 sale 11 veces, el 10 se encuentra 10 veces y el 1,000 sale
6 veces.
Ante esto, sin duda el número más importante en Apocalipsis es el siete. Éste “significa la plenitud y la vez, es utilizado,
junto con el número doce, para simbolizar un motivo teológico fundamental que el autor quiere que quede bien patente
para la comunidad: la Alianza de Dios con su pueblo, una alianza a la que él se mantiene fiel siempre”. Entre otros está el
tres el cual simboliza la plenitud y es la cifra que suele utilizarse para Dios en el mundo bíblico.
Concluyo esta sección de hermenéutica señalando lo siguiente, todos los símbolos en Juan, tienen una función
eminentemente religioso política, pues con ellos se le está dando al lector una “Buena Noticia” (14,6), la misma es que el
imperio injusto que está persiguiendo a los cristianos caerá y por otro lado, sirve de advertencia al lector para que
mantenga siempre viva la alerta y la militancia cristiana. En este sentido, una vez caiga Roma, Babilonia puede volver a
resurgir en otro imperio que “el monstruo, el dragón” renace sin cesar en un mundo injusto, y esto constantemente
hasta que no se haya hecho realidad el triunfo pleno de Dios.
CONSTRUCCIÓN DEL APOCALIPSIS
La autoría de Juan como autor del Apocalipsis, su identificación con Juan Zebedeo y con el discípulo amado, inspirador
del cuarto evangelio, es bastante improbable y me atrevería decir que hasta imposible. Más bien parece que el autor del
Apocalipsis era un judeocristiano que emigró de Palestina en los años de guerra y convulsiones del 67 al 73 d.C.,
integrándose de una comunidad cristiana de Asia, probablemente de Éfeso. Sin duda fue profeta y guía de profetas, esto
conforme al mismo texto en 19,10; 22,9 y aceptó la herencia de Pablo, fundador y principal promotor de la iglesia
efesina en los años 52 al 55 d.C. Pero que al mismo tiempo se mantuvo fiel a su herencia apocalíptica judeocristiana.
Este, fue universal al igual que Pablo, no obstante, pensó que la Iglesia corría el riesgo de volverse una secta gnóstica.
Por eso se sintió obligado a proclamar su voz de alarma, presentando de esta manera al imperio romano como “la bestia
y prostituta”. Redacta su libro en torno al 96 d.C. en circunstancias eclesiales y políticas distintas a las de Pablo. Con el
fin de mantener firme la herencia judeocristiana y paulina, el autor asume el lenguaje apocalíptico, recreándolo a
manera cristiana.
Este no habla como erudito, sino como uno desterrado de unas comunidades que al parecer prefieren otra forma de
entender y vivir el evangelio. Este escribe desde Patmos y dirige sus epístolas a las “iglesias de siete ciudades de Asia”,
una región del Asia menor (actual Turquía). En esto, más que el aspecto geográfico, importa más el histórico-político,
como indica el texto en 13;17 al tratar de “Bestias y Prostitutas”. El texto parece surgir en un momento de crisis para las
iglesias, en tiempo de Domiciano, al fin del siglo I d.C.
Ante esto resulta interesante el que a pesar de que otros cristianos querían mantener la paz con el imperio romano, esto
conforme a lo leído en 1ra Pe 1,1, el Apocalipsis va a afirmar que esa paz es imposible. Por tanto, insiste en la
resistencia, ya que tal relación sería un riesgo de “contaminación (idolocitos, porneia) para las iglesias.”
En el fondo del Apocalipsis existe un contexto y conflicto de índole económico y social. Primeramente, el cristianismo no
es puramente un entusiasmo emocional, más bien un tipo integral de cultura, expresada en comida y vinculación social.
En este sentido está en juego la vida entera de la iglesia, no un dogma institucional. Por tanto, el libro de Apocalipsis no
puede encerrarse solo en un plano espiritual, dado que sus problemas son también culturales y económicos.
A pesar de que todo es religioso el Apocalipsis, entiéndase sus símbolos de Dios, visión del cordero degollado y la nueva
Jerusalén, al tratarse de un asunto social, los cristianos de Asia deben vincularse como iglesia y romper el círculo de
opresión que traza Roma y esto sin convertirse en un grupo purista de identidad espiritualista. No obstante, las visiones
del Apocalipsis sirven para alimentar la resistencia de los cristianos, ayudándolos a mantener su fidelidad mesiánica en
las nuevas circunstancias socio-culturales.
En la eclesiología del Apocalipsis existe un sustrato judeocristiano, estos son; anciano, templo y bodas. Los cristianos de
Juan no son antijudíos, sino que se creen “auténtico Israel mesiánico, abierto de forma escatológica a todos los
pueblos”. De esta manera, el Apocalipsis mantiene dos combates, por una parte, el exterior contra Roma y el interior,
contra los heterodoxos de su comunidad. Algunos exégetas antiguos y modernos son del pensamiento que para haber
actuado así, el Apocalipsis ha rejudaizado el mensaje de Jesús en formas de patriarcalismo fuerte, nacionalismo fanático
y miedo vengador.
Ante esto está la realidad de que, aunque no se puede resolver del todo el tema, al menos hasta el momento, hay que
afirmar que el Apocalipsis ofrece un modelo de vida cristiano muy significativo. Estos junto a Pablo y el evangelio de
Juan, los sinópticos y Hebreos. Dentro de una posible unilateralidad el Apocalipsis va a recuperar un elemento esencial
de Evangelio, la promesa del Reino de Dios y la resistencia en un contexto adverso.

SIETE ACTOS
Las cartas o epístolas eran la mejor manera que tenían los cristianos que estaban lejos para la comunicación entre sí y la
mutua animación en la fe. En el primer acto, las cartas a las siete iglesias, en la primera visión (1,9-20), se presenta a
Juan como el narrador y este nos dice que se encuentra desterrado a causa de la Palabra de Dios en una isla del
archipiélago del Egeo llamada Patmos. Acto seguido indica que la soledad le hace caer en éxtasis el día del Señor,
domingo, y tiene una visión. En esta aparece el actor principal, Jesucristo, vestido con un manto largo (como un
sacerdote), con un cinturón de oro (como rey) y con el pelo blanco (como Dios). Éste, el “Hijo del Hombre” tiene en su
mano siete estrellas que son las siete Iglesias. Siendo el siete símbolo de la perfección y la totalidad, esto representa la
totalidad de las iglesias, o sea todas las iglesias (carácter universal). Todas las cartas siguen un mismo esquema, se
nombra a la iglesia, se anuncia que Cristo envía la carta, se examina la conciencia y se promete el bien.
En la segunda visión (4,1-8,1) comienza el segundo acto. Éste presenta como escenario la corte de Dios. En esta corte
está Dios en su trono, rodeado de veinticuatro ancianos, el número 24 es la suma de las 12 tribus de Israel, antigua
alianza y los doce apóstoles, nueva alianza, por tanto, la totalidad de la alianza. El anciano es estimado por su sabiduría,
por su experiencia de vida y como buen consejero. Acto seguido presenta a los cuatro vivientes, los cuales en Ezequiel
son símbolo de toda la creación ya que luego el cristianismo los aplicaría a los cuatro evangelistas. Estos cuatro vivientes
entonan el conocido Santo, Santo, Santo de Isaías que es empleada en la liturgia eucarística.
En el tercer acto sobre las siete trompetas, en las primeras seis, los ángeles ante la presencia de Dios, van tocando las
trompetas que desencadenan grandes desastres sobre la tierra. En la quinta trompeta aparecen sobre la tierra
montones de langostas que nos recuerdan la plaga de langosta de profeta Joel. No obstante las calamidades se suceden
con la sexta trompeta, este es el momento en que son convocados unos terribles jinetes. Luego aparece nuevamente un
libro, solo que esta vez es distinto del anterior, el primero hacia referencia al antiguo testamento (libro de los siete
sellos). Este otro aparece como uno más pequeño y más importante. Se presenta al ángel que lo trae como uno que
tiene las mismas características de Dios, su rostro como el sol, es poderoso. Su mensaje se refiere al misterio de Dios y
ha de ser cumplido antes que suene la séptima trompeta.
Este se refiere o trata del evangelio, el cual es más importante que el Antiguo Testamento y por el que se transmite el
Reino predicado por Jesús. La séptima trompeta no provoca calamidades ni desgracias, esta trae uno voz del cielo, una
canción de acción de gracias la cual simboliza la nueva oportunidad, de aquí la cita del Arca de la Alianza, símbolo del
Pueblo de Dios.
En el cuarto acto, Juan (autor) tiene una visión don una mujer vestido de sol, coronada de doce estrellas y con la luna
bajo sus pies. En este acto la mujer es el personaje central, una corriente la ha entendido como la madre de Jesús y/o
una personificación de la Iglesia. Esta destaca la figura del cordero, que será quien nos libre del dragón, aunque ahora
sea todavía un niño, de ahí la intervención del ángel para protegerlo. Este dragón simboliza el mal, el pecado, la opresión
que estaban ejerciendo los romanos sobre el pueblo de Israel.
En este acto aparece el ángel Miguel, el cual viene a defender a la mujer. Éste representa a Dios en la batalla contra el
dragón, en este caso el imperio romano. La lucha es ganada por Miguel, no obstante a la mujer se le dan dos alas, las
cuales son símbolo del poder divino. El acto llega a su fin con el anuncio de los ángeles del juicio final y este como
resultado de todas las batallas anteriores, ahora el imperio opresor de Roma pasa a ser llamado Babilonia, el imperio
que había esclavizado a Israel en el Antiguo Testamento.

En el quinto acto nos encontramos ante una referencia a Moisés, que nos prepare para el cántico del Cordero, esto
tomado del Éxodo en clara alusión al paso de los israelitas por el mar rojo. En este acto el paso se hace por las
calamidades, de las cuales el pueblo sale victorioso gracias a la intervención de Dios.
En el sexto acto el texto nos desvela algunos símbolos, las siete copas son los emperadores romanos, los cinco reyes son
los cinco emperadores, los diez reyes son el conjunto de los diez primeros emperadores romanos hasta Vespasiano, por
tanto, los diez cuernos son los diez emperadores. El acto llega a su final con la unión de Dios con los hombres por medio
de las bodas y el banquete final que se van a celebrar a continuación.
En el séptimo acto, se presenta el combate final, es el último enfrentamiento entre el bien y el mal donde el mal ha sido
vencido definitivamente por Jesucristo. La Jerusalén celestial es el paraíso del primer libro de la Biblia, no obstante, esta
vez no existe el encuentro con la serpiente, símbolo de una unión que no se logró en el Génesis (textual) y donde será
una boda la garantía de esa unión perpetua.
En resumen, el Apocalipsis puede parecer el libro más oscuro, fuerte, violento y agresivo de toda la Biblia. No obstante,
en un sentido más profundo, es el más consolador de todos los libros que se han escrito sobre el mundo. En este Dios
ofrece su victoria de amor a los justos perseguidos, por otra parte, el sufrimiento de la historia se convierte en gozo
pascual, cánticos de boda, en vida y plenitud que nunca acaba. Por tanto, los buenos cristianos se han consolado
siempre leyendo, meditando y explicando el Apocalipsis.

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