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ORDIA PRIMA

Revista de Estudios Clásicos

Vol. 6 2007

Editor General
GUSTAVO VENECIANO, Universidad Nacional de Córdoba

Co-editores
JULIÁN AUBRIT, Universidad Nacional de Córdoba
JULIA BURGHINI, Universidad Nacional de Córdoba
MARCOS CARMIGNANI, Universidad Nacional de Córdoba – CONICET
MARIANA CARRO PÉREZ, Universidad Nacional de Córdoba
GUILLERMO DE SANTIS, Universidad Nacional de Córdoba – CONICET
GUADALUPE ERRO, Universidad Nacional de Córdoba
FABIÁN MIÉ, Universidad Nacional de Córdoba – CONICET
CRISTIAN SCHÜLER, Universidad Nacional de Córdoba

ISSN 1666-7743
COMITÉ CIENTÍFICO

Santiago Barbero, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina


Alessandro Barchiesi, Università degli Studi di Siena, Italia
Alain Billault, Université Paris-Sorbonne (Paris IV), France
Paul Cartledge, Clare College, University of Cambridge, United Kingdom
Elisabetta Cattanei, Università degli Studi di Cagliari, Italia
Pablo Cavallero, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Mireille Corbier, Directrice de L’Année épigraphique, France
Paula da Cunha Corrêa, Universidade de Sâo Paulo, Brasil
Stavros Frangoulidis, University of Crete, Greece
Michael Gagarin, University of Texas, USA
Simon Goldhill, King’s College, University of Cambridge, United Kingdom
Joan Gómez Pallarès, Universitat Autónoma de Barcelona, España
Philip Hardie, Trinity College, University of Cambridge, United Kingdom
Stephen J. Harrison, Corpus Christi College, Oxford University, United Kingdom
Karl-J. Hölkeskamp, Universität zu Köln, Deutschland
David Konstan, Brown University, USA
Maurizio Migliori, Università degli Studi di Macerata, Italia
Alba Romano, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Luigi E. Rossi, Sapienza, Università di Roma, Italia
María Isabel Santa Cruz, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Richard Seaford, University of Exeter, United Kingdom
Heinrich von Staden, Institute for Advanced Study, Princeton, USA
Oliver Taplin, Magdalen College, Oxford University, United Kingdom
Alejandro G. Vigo, Universidad de Navarra, España
Francisco Villar, Universidad de Salamanca, España

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PRIMA está catalogada también en Latindex, folio 12539, sitio web: www.latindex.org. ORDIA
PRIMA fue evaluada por el CAICYT (Consejo Argentino de Información Científica y Técnica)
como revista de Nivel 1.

© 2007 by ORDIA PRIMA


© Ediciones del Copista, 2007
Lavalleja 47 – Of. 7
5000 Córdoba – República Argentina

Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Hecho el depósito que marca la ley 11723
CONTENIDOS
Editorial 9
Resúmenes 11
Artículos
MAURIZIO MIGLIORI,
Alcune riflessioni su misura e metretica
(Il Filebo tra Protagora e Leggi,
passando per il Politico e il Parmenide) 19

LEONARD A. CURCHIN,
Boiotians in the Baleares: The Origin of a Greek Myth 83

ANDREA CUCCHIARELLI,
Iambic Love (Horace, Inachia, and Dreams of a Perfect Book) 91

CLAUDIA KLODT,
Selbstentfremdung in der Fremde?
Der Geburtstag des verbannten Ovid (trist.3,13) 105

PAUL MURGATROYD,
Apollo’s Intervention at Valerius Flaccus 4.58ff. 149

Apertura
JOSÉ ANTONIO ALVES TORRANO,
Mito y dialéctica en la tragedia Euménides de Esquilo 159

Artículos de recensión
DIEGO PAIARO,
La «Invención de la Tradición» en Atenas. Algunas reflexiones
en torno a The Athenian Experiment de Greg Anderson 173

LARA NICOLINI,
Una lettura di L. Graverini, Le Metamorfosi di Apuleio.
Letteratura e identità 197
Reseñas bibliográficas
GAGARIN, M. & D. COHEN (eds.), The Cambridge Companion to
Ancient Greek Law (Ilias N. Arnaoutoglou) 213

CLAUSS, J. S., Hesiod’s Cosmos (E. F. Beall) 222

NERI, C., La lirica greca. Temi e testi (Cristian Schüler) 225

KONSTAN, D., The Emotions of the Ancient Greeks:


Studies in Aristotle and Classical Literature
(Claudia Fernández) 228

OBER, J., Athenian Legacies: Essays on the Politics of Going On Together


(P. J. Rhodes) 233

BRACHT BRANHAM, R., The Bakhtin Circle and Ancient Narrative


(Marcos Carmignani) 237

ZIMMERMAN, M., ET AL. (eds.), Apuleius Madaurensis. Metamorphoses,


Books IV 28-35, V and VI 1-24. The Tale of Cupid and Psyche
(Stavros Frangoulidis) 243

VANNINI, G., Petronius 1975–2005: bilancio critico e nuove proposte


(Marcos Carmignani) 246

GRAVERINI, L., W. KEULEN & A. BARCHIESI, Il romanzo antico:


forme, testi, problemi (Stephen J. Harrison) 251

SALZMAN-MITCHELL, P. B., A Web of Fantasies: Gaze, Image


and Gender in Ovid’s Metamorphoses (Eleni Manolaraki) 254

HARRISON, S. (ed.), A Companion to Latin Literature (Joan Gómez Pallarès) 258

CHAPPELL, T., Reading Plato’s Theatetus (María Elena Díaz) 261

PLATÓN, Protágoras (Hernán Gabriel Inverso) 264

REGGIANI, R., Varia latina (Satyrica-epica-tragica-historica)


(Dodici contributi) (Biagio Santorelli) 266

GOWARD, B., Aeschylus: Agamemnon


(Guillermo De Santis) 275

FREDE, D. & B. INWOOD (ed.), Language and Learning. Philosophy


of Language in the Hellenistic Age (Claudia Mársico) 277
MURGATROYD, P., Mythical and Legendary Narrative In Ovid’s Fasti
(Gustavo Daujotas) 280

POCCETTI, P., D. POLI & C. SANTINI, Una storia della lingua latina.
Formazione, usi, comunicazione (Biagio Santorelli) 285

KALINOWSKI, J. P. & G. DE SANTIS, Humanitas. Curso de Lengua


y Cultura Latina I (Boris Eremiev Toro & Miguel Ruiz Stull) 288

LANNI, A., Law and Justice in the Courts of Classical Athens


(Emiliano J. Buis) 292

HOLZBERG, N., Vergil. Der Dichter und sein Werk


(Julián Aubrit) 296

CENTRONE, B. (ed.), Il Libro Iota (X) della Metafisica di Aristotele


(Fabián Mié) 299

Lista de publicaciones recibidas 307


Guía para colaboradores 309
LA “INVENCIÓN DE LA TRADICIÓN” EN ATENAS.
ALGUNAS REFLEXIONES EN TORNO A
THE ATHENIAN EXPERIMENT DE GREG ANDERSON

Diego Paiaro
UBA – CONICET

La lectura del último trabajo de Greg Anderson1 en la cual se pre-


senta una serie de novedosas interpretaciones sobre diferentes cuestio-
nes de la Atenas preclásica nos permitió pensar y desarrollar algunos
puntos críticos que intentaremos desplegar a continuación. Nuestro
modo de exposición consistirá en recortar tres núcleos temáticos
(Sinecismo ateniense, Gobierno popular y Comunidad imaginada) anali-
zados por el autor presentando sus principales argumentos para, poste-
riormente, introducir nuestras consideraciones críticas.
Desde las primeras páginas de su The Athenian Experiment, Greg
Anderson destaca el carácter revisionista de su estudio acerca de la
Atenas anterior a Clístenes presentando las interpretaciones que desa-
rrolla en los diferentes capítulos como un abierto desafío tanto a las
concepciones establecidas por los investigadores modernos como, así
también, a aquellas brindadas por los propios autores de época clásica.
El objeto principal de su investigación es la acelerada y radical transfor-
mación de Atenas que pasa de ser una pólis de mediana importancia,
vulnerable militarmente e inestable políticamente en la última década
del siglo VI a.C.2, a una importante potencia del mundo griego, guiada
por un gobierno estable y de amplia participación popular hacia el 490.
Explícitamente, el propósito que se plantea el autor es “to suggest a new
reading of Athenian politico-cultural evolution in the archaic period, an

__________________
1 ANDERSON (2003); todas las páginas indicadas entre paréntesis en el cuerpo
de nuestro escrito se refieren a esta obra.
2 Todas las fechas son a.C. a menos que se indique lo contrario.

ORDIA PRIMA 6 (2007) 173-196


174 Diego Paiaro

alternative to the more gradualistic approach found in the textbooks


and in the work of most modern authorities” (p. 213).
En relación con las cuestiones metodológicas el autor afirma que su
estudio no sigue conscientemente 3 las prescripciones de ninguna escuela
o teoría general (p. 7) sino que pretende hacer un mix entre las pre-
guntas que se hacen los estudios tradicionales de historia política y las
preocupaciones contemporáneas de la historia cultural. Sin embargo,
algunas líneas abajo realizará, a su propio pesar, una verdadera delimi-
tación historiográfica y metodológica diciendo que: “...I have generally
looked more to the designs and actions of human agents than to the
impersonal, environmental, or structural forces of the longue durée” (p.
8). De este modo, su trabajo se ocupará de la elite encargada de la toma
de decisiones no por una cuestión dogmática de hacer historia de los
grandes hombres sino porque, desde su perspectiva, las transformacio-
nes políticas en Atenas no emergieron de una revolución de masas sino
que fueron producto de la “ingeniería social” desarrollada por algunos
miembros de la elite. Por último, Anderson reconocerá la influencia
que tuvo en su investigación la literatura moderna sobre la formación
de las naciones, especialmente la relacionada con la invención de la tra-
dición y la creación de comunidades imaginadas4.
En cuanto a los aspectos generales del libro, huelga decir que el
correcto manejo de los debates e investigaciones modernos respecto a
__________________
3 Es un hecho sintomático que el propio Anderson plantee que su trabajo no
es, de modo conciente, tributario de paradigma interpretativo alguno. Esta perspecti-
va metodológica, en extremo ecléctica, lleva muchas veces a repetir vicios historio-
gráficos del pasado, tales como la historia de los grandes hombres presente, en parte,
en este estudio o la vuelta a un paradigma objetivista de tipo rankeano como fue pro-
puesto recientemente por RHODES (2003); sobre este último ver nuestra reseña en
PAIARO (2005). Creemos que sigue siendo válida la afirmación de que “...cada uno de
nosotros tiene una aproximación ideológica a la Historia que se traduce en una meto-
dología histórica particular, consciente o inconsciente. Rehusar formular los concep-
tos básicos que empleamos, o incluso rehusar pensar en ellos, da como resultado sim-
plemente la asunción sin capacidad crítica... de la ideología prevaleciente en la que
hemos sido educados”, DE STE. CROIX (1981), 12. Sobre estas cuestiones teórico-
metodológicas y la relación entre el mundo actual y el estudio de la historia antigua
ver la interesante propuesta de PLÁCIDO (1995), 11-81.
4 Sobre la invención de la tradición, ver los trabajos reunidos en HOBSBAWM &
RANGER (eds. 2002). Sobre las comunidades imaginadas, ANDERSON (1993).
Artículo de recensión: La “invención de la tradición” en Atenas 175

la historia ateniense, que demuestra el autor, le servirá como una herra-


mienta relevante a la hora de argumentar en defensa de las hipótesis
planteadas en los diferentes capítulos. En relación con las fuentes,
Anderson mantiene cierta desconfianza hacia los textos que en la época
clásica intentan dar cuenta de la Atenas arcaica, ya que el contexto de
producción de estos se encontraba determinado por la construcción de la
comunidad imaginada ateniense. Pero compensará inteligentemente
dicha desconfianza y algunas lagunas de la documentación textual con
las evidencias de la cultura material y los estudios arqueológicos a ella
vinculados. El libro cuenta con una copiosa bibliografía, importante can-
tidad de notas y un anexo con mapas, ilustraciones y fotografías. Todas
las fuentes antiguas citadas se encuentran transcriptas en idioma original
junto con la correspondiente traducción al inglés realizada por el propio
autor. Una vez planteada la presentación formal del trabajo de
Anderson, pasemos ahora a analizar críticamente la obra centrándonos
en los tres nudos interpretativos que consideramos de mayor relevancia.

SINECISMO ATENIENSE
La primera parte del libro se ocupa del proceso de sinecismo y, por
otro lado, del desarrollo del gobierno popular a partir de las reformas de
Clístenes. Con respecto al primer problema, Anderson busca desafiar la
concepción tradicional del sinecismo ateniense como un asunto progre-
sivo, secular y completamente finalizado en la época arcaica o anterior.
En contra de lo que propone la “mayoría”5 (p. 14) de los observadores
modernos para quienes el proceso de unificación política de Atenas se
dio en tiempos micénicos6 o hacia el final de la Edad Oscura7, nuestro
autor sugiere tres razones que entrarían en contradicción con dicha
__________________
5 La afirmación según la cual la “mayoría” de los investigadores modernos
datan el sinecismo en la época micénica es, a nuestro entender, difícil de sostener; no
así para el final de la Edad Oscura.
6 PADGUG (1972).
7 Sobre la unificación plena hacia fines del siglo VIII, ver HIGNETT (1952), 34-
8; JEFFERY (1976), 84; SNODGRASS (1977); ANDREWES (1982), 360-3; DIAMANT
(1982) y MORRIS (1987), 195. Para una bibliografía actualizada sobre la época del
sinecismo, ver VALDÉS (2002), 12-3 n. 71.
176 Diego Paiaro

datación: en primer lugar, la propia creación de la tradición del synoi-


kismós (que se produciría en torno al fin del siglo VI) indicaría que el
proceso estaba aún lejos de completarse; en segundo término, la debi-
lidad militar ateniense durante el período arcaico no se correspondería
con una entidad política unificada; y por último, sólo hacia finales del
siglo VI se reconoce a todos los habitantes del Ática como miembros
plenos e iguales de la comunidad política. Con respecto a esta última
cuestión, Anderson postula que, si bien en la época de la tiranía pisis-
trátida (546-510) se desarrollan vínculos institucionales entre el centro
(Atenas) y la periferia (Ática), se trata de un proceso que no buscaba
integrar a los pobladores de la periferia en la comunidad de ciudadanos
ni se encuentra presente todavía lo que se podría denominar una con-
ciencia cívica o identidad ateniense compartida.
Esta idea de sinecismo tardío le permite a Anderson plantear una
reinterpretación de la stásis de la época arcaica. El autor busca demos-
trar que los exiliados del siglo VI se trasladaban a zonas marginales del
Ática y no fuera de ella; como por ejemplo la familia de los Alcmeónidas
que habría residido durante sus exilios en la costa sur del Ática. El hecho
de que las fuentes antiguas afirmen lo contrario se debe a que los grie-
gos de época clásica pensaban que Atenas se encontraba unificada
desde tiempos remotos, es decir, se encontraban influenciadas por la
invención de la tradición ateniense.
En este sentido, para Anderson se debe ver en Clístenes un escalón
fundamental en el proceso de unificación y no un reforzador de la
supuesta unidad preexistente. Sus reformas no serían una reformula-
ción de la comunidad política previa sino la creación de una nueva, y
constituirían el primer intento sistemático de crear lazos institucionales
entre el centro y la periferia. A la vez, los habitantes de esta adquirían,
sólo a partir de la reorganización clisténica, derechos políticos de ciu-
dadanía inéditos. Pero restaba aún la construcción de un imaginario
común de los atenienses.

Si bien consideramos correcta la crítica desarrollada por Anderson a


aquellas concepciones que ven en el sinecismo un proceso gradual, evolu-
tivo y lineal, estimamos que, aún conservando esa crítica, se puede plan-
tear una interpretación alternativa. Al igual que nuestro autor, creemos
que la versión de la unificación de Atenas por un acto voluntario de Teseo
Artículo de recensión: La “invención de la tradición” en Atenas 177

es una sublimación mítica8. Sin embargo, la solución a este problema


planteado por las fuentes no puede consistir en reemplazar un acto volun-
tario de tiempos mitológicos (el de Teseo) por otro más cercano a la
época clásica (el de “Clístenes y sus asociados” propuesto por Anderson).
En contraste, creemos que se debe entender el sinecismo ateniense como
un proceso complejo de unidad y dispersión, donde conviven tendencias
centrífugas y centrípetas e intereses contrapuestos que sólo después de un
sinuoso y conflictivo camino culminó por dar lugar a la unidad del Ática9.
La interpretación planteada por Anderson del sinecismo como un
proceso guiado por una elite burocrática que, al igual que las nacientes
burguesías europeas de la modernidad, busca construir la comunidad de
los atenienses, lleva a que el autor no tome en cuenta el hecho de que el
sinecismo tanto en el Ática como en toda Grecia es inseparable de la for-
mación y surgimiento de la pólis. La ciudad-estado, como forma de
organización sociopolítica, se desarrolla junto a otros procesos como el
aumento poblacional, la organización del territorio, la coordinación de
la aristocracia, el paso de la autoridad del basileús a las magistraturas
colegiadas, etc.10 Es así que el sinecismo ateniense, liderado por Atenas
y su chóra11, se podría interpretar como la expansión y/o generación de
comunas aldeanas que, a partir del aumento poblacional12, desarrollan
__________________
8 Esta versión del sinecismo se puede encontrar en TUCÍDIDES II, 15 y
PLUTARCO, Teseo, XXIV.
9 Aquí seguimos básicamente a PLÁCIDO (2001); VALDÉS (2002), 110.
10 VALDÉS (2001), 130-3; (2002), 113.
11 El propio TUCÍDIDES (II, 15) indica que antes de Teseo el basileús de Atenas
ejercía cierto poder sobre las demás pólis del Ática por lo menos en tiempos de ame-
naza exterior. Sobre el liderazgo de Atenas en el “primer sinecismo”, ver VALDÉS &
PLÁCIDO (1998), 91, 100; VALDÉS (2001), 128, 150, 154; (2002), 110-3.
12 Si bien fueron debatidos profusamente algunos detalles, en la actualidad el
aumento poblacional es ampliamente aceptado por los especialistas. Para SNODGRASS
(1980), 21-4, la población del Ática se multiplicaría por siete en el siglo VIII. Contra
esta interpretación, ver MORRIS (1987) y WHITLEY (1991), 162 y ss., para quienes se
trataría de un cambio en la selectividad de los enterramientos propio del fin de la
sociedad aristocrática. SNODGRASS (1991), 15-6, acepta las críticas de Morris pero
continúa postulando el crecimiento poblacional. A su vez, OSBORNE (1998), 91-111,
integra el crecimiento poblacional con los cambios en las prácticas funerarias. A favor
de la existencia de aumento poblacional desde fines del siglo VIII, ver el reciente tra-
bajo de POMEROY et. al. (2001), 100.
178 Diego Paiaro

una suerte de colonización interna que garantizaría el acceso a la tierra a


importantes sectores de la comunidad13. En este sentido, creemos de uti-
lidad la perspectiva desarrollada por Ian Morris para quien en el origen de
la pólis griega se produce una generalización de las pautas de la comuna
campesina. Dicha explicación permite, por un lado, dar cuenta del carác-
ter no jerárquico e igualitario del estado griego antiguo que se asemejaría
a una corporación campesina en gran escala y, por otro lado, comprender
el hecho de que el estado sea concebido, desde Homero a Aristóteles,
más como una estructura segmentaria que como una jerárquica14. Sin
embargo, esto no implica desconocer el intrincado juego de contradic-
ciones que se dan en este contexto. Por un lado, entre los áristoi del Ática
quienes se encuentran sumergidos en un proceso de centralización-dis-
persión que, si bien daba cierta cohesión a la aristocracia, también gene-
raba enfrentamientos con fracciones aristocráticas regionales que no
querían ser centralizadas15. Por otro lado, el campesinado que, aprove-
chando las contradicciones al interior de la aristocracia, encontraba un
espacio de reivindicación y desarrollo de su conciencia de clase16 que
derivará en el surgimiento de una clase hoplita de soldados-ciudadanos
__________________
13 Atenas también lideró el proceso de colonización: “Archaeological evidence
strongly supports the case that Attica was unified through internal colonisation from
Athens itself”, WHITLEY (1991), 59. Del mismo modo, WHITEHEAD (1986), 8-9;
VALDÉS (2002), 113.
14 Sobre la pólis como corporación campesina, ver MORRIS (1994), 53; (1991),
26; del mismo modo, OSBORNE (1990), 268, 277, y (2003), 186-7, donde habla de la
ciudad como una aldea ampliada. La Atenas clásica fue donde esta generalización de
las pautas aldeanas adquirió mayor despliegue; de hecho, fue caracterizada como una
sociedad campesina, WOOD (1988), 126 y ss., cuya “excepcionalidad radical” estaría
dada por el hecho de que el estado no subordina a la aldea sino que la incorpora como
base de su funcionamiento; cf. WOOD (1988), 101-7, 126 ss.; (2000), 244-5. Ver tam-
bién el reciente aporte a la cuestión con bibliografía actualizada de GALLEGO (2005),
22-34 y 47-50.
15 VALDÉS (2001), 177-9; (2002), 114-8, interpreta el banquete y la imitación
de los héroes guerreros de la edad de hierro como la expresión de una aristocracia
cohesionada; por otro lado, el empleo de la cerámica protocorintia expresaría el des-
contento de ciertas fracciones nobles del Ática.
16 LÉVÊQUE (1978), 6, dirá que “... desde finales del siglo VII por lo menos no ha
cesado de ver cómo el demos toma conciencia de su fuerza y se enfrenta a los eupátri-
das, poseedores de grandes riquezas en tierras”. Sobre el desarrollo de la conciencia
de clase del dêmos que permitiría romper con las relaciones clientelísticas a las que
Artículo de recensión: La “invención de la tradición” en Atenas 179

compuesta de campesinos libres propietarios de un klêros17. Con res-


pecto a esta última cuestión, la revolución hoplita supondrá una trans-
formación en la ética guerrera que durará siglos18 y que resultará funda-
mental ya que los valores aristocráticos de la proeza individual serán
desplazados por la necesidad de orden y solidaridad que la formación
de tipo hoplita impone a cada uno de sus miembros que pasan a ser
iguales e intercambiables entre sí; de este modo, un cambio en la estra-
tegia militar termina por fortalecer la cohesión política del conjunto de
los hoplitas, es decir, de los pequeños y medianos propietarios de la
Grecia arcaica19. De este modo, si bien Anderson está en lo correcto al
destacar los elementos regionales de la stásis de principios del siglo VI20,
__________________
estaba sujeto respecto de los nobles, VALDÉS (2001), 179. Lejos de estar restringida a
Atenas, esta autoafirmación del campesinado es un fenómeno presente en la totalidad
de la Grecia arcaica; AUSTIN & VIDAL-NAQUET (1986), 60, dan cuenta del desarrollo
del sentimiento comunitario (y de la noción de ciudadano) como producto de la
mayor importancia del campesinado gracias a la revolución hoplita. Asimismo,
HANSON (1995), 181-221, muestra cómo el ascenso de este sector social se encuentra
presente en el igualitarismo agrario que opera como la ideología subyacente del
gobierno constitucional griego de la temprana polis.
17 Ver MORRIS (1994); asimismo, tanto DONLAN (1997), 40, como RAAFLAUB
(1997), 57, y HANSON (1995) asignan un papel fundamental a la clase de granjeros
medio hoplitas en el desarrollo de la temprana pólis.
18 El éthos hoplítico y la identificación entre el ciudadano, el propietario y el
hoplita recién comienzan a ser cuestionados, concretamente, durante la Guerra del
Peloponeso y, posteriormente, en el siglo IV con la revolución sub-hoplítica iniciada
por el general ateniense Ifícrates y sus tropas de peltastas mercenarios durante la gue-
rra de Corinto (395-386 a.C.), ver FORNIS (2004), 74, 84-5. En el mismo sentido, ver
OBER (1985), 1-3, quien plantea que como producto de la derrota ateniense en la
Guerra del Peloponeso se opera, en las últimas décadas del siglo V y las primeras del
IV, un importante cambio teórico y práctico en la estrategia, la táctica y la tecnología
guerrera; entre los cambios que supone esta “revolución militar”, destaca la estrategia
de ataque a las bases económicas (agrícolas) del estado enemigo (que condiciona la
nueva mentalidad defensiva ateniense y supone el abandono de la estrategia de
Pericles a cambio de un nuevo sistema de defensa fronteriza del Ática al cual está
dedicado el trabajo), la introducción de la infantería liviana formada principalmente
por mercenarios y algunas innovaciones tecnológicas para el asedio de ciudades.
19 Sobre este aspecto de “el universo espiritual de la pólis”, ver VERNANT (1992),
73-6.
20 VALDÉS (2001), 168-70, propone la posibilidad de sinecismos locales previos a la
unificación total bajo el liderazgo de ciertas familias prominentes. La procedencia regio-
180 Diego Paiaro

creemos que el enfrentamiento social recientemente aludido no puede


estar ausente en la interpretación de la Atenas arcaica.
En resumen, estamos frente a un proceso que se encuentra lejos de ser,
como propone Anderson, un acto repentino de “ingeniería social” moto-
rizado por la voluntad de “construir” una comunidad política. A nuestro
entender, esta perspectiva sobrestima la capacidad operativa del aparato
estatal ateniense21 a la vez que presenta como simple un fenómeno que se
caracteriza por su complejidad como queda evidenciado en la accidenta-
da historia que llevó a la definición de las fronteras del Ática22. Por otro
lado, también pudimos ver que estamos frente a un proceso secular, que
incluso se puede dividir en etapas23, que se encuentra jalonado por con-
tradicciones políticas, sociales y regionales y que de ningún modo puede
ser el resultado de la acción planificada de un Great Man y su séquito.

GOBIERNO POPULAR
Luego de exponer su reinterpretación del sinecismo ateniense,
Anderson se ocupa del desarrollo del gobierno popular a partir de las
reformas de Clístenes. En el contexto de los debates de fines del siglo V
acerca del modo de gobierno tradicional (pátrios politeía), Clístenes era
percibido como el restaurador de la democracia ancestral suspendida
__________________
nal diferenciada de facciones de la clase dirigente está presente en las fuentes: HERÓDO-
TO I, 59; ARISTÓTELES, Constitución de los atenienses, 13, 4-5; PLUTARCO, Solón, 13.
21 Esta sobrestimación se repite a lo largo de la obra. Pareciera que Anderson no
tiene en cuenta la simplicidad de un aparato estatal que carecía de burocracia, no
imponía tributos estables a la tierra ni contaba aún con los ingresos proporcionados
por el imperio. Sobre esta cuestión, ver FINLEY (1974), 211-4; ISAGER & SKYDSGAARD
(1992), 140, 142; FINLEY, WINTON & GARNSEY (1983), 33-4; cf. THOMAS (1999), 60,
81-3, quien plantea que las ciudades-estado carecían de aparatos burocráticos organi-
zados y que, incluso, Atenas empleó formas extremadamente simples para llevar a
cabo el registro de la recaudación de tributos.
22 Sobre el complejo proceso de definición de la frontera del territorio del Ática,
PLÁCIDO (2001), 194.
23 VALDÉS (2001), 134 y 151, divide al sinecismo ateniense en dos etapas: el sine-
cismo de la “primera pólis” de Atenas (s. IX) llevado a cabo con finalidad principal-
mente defensiva y el sinecismo “de Teseo” (entre fines del s.VIII y principios del VII)
que reúne a los nobles en la ciudad y crea el Consejo del Areópago y puede conside-
rarse como el momento de unificación real y completo a todos los niveles.
Artículo de recensión: La “invención de la tradición” en Atenas 181

por la tiranía y no como uno de sus fundadores junto a Solón o Teseo.


Según Anderson, para el siglo IV, esta concepción se había “oficializa-
do” en un relato histórico de la democracia ateniense según el cual esta
no era fruto de innovaciones recientes sino de carácter ancestral. Esa
forma de pensar el desarrollo de la democracia fue, en parte, retomada
por investigadores modernos y es contra ella que nuestro autor busca-
rá argumentar. Respecto del estado soloniano, nos dirá que, en concor-
dancia con su tesis del sinecismo tardío, era poco probable que quienes
vivieran más allá de Atenas fueran enrolados en el cuerpo de ciudada-
nos; por otro lado, también cuestionará la validez histórica de la boulé
argumentando que esta se trataría de un invento oligárquico del año
411 que trataría de presentar la propia práctica como una vuelta a la
constitución ancestral (en esa época se pensaba que la boulé creada por
Solón se reunía en una construcción datada por los estudiosos moder-
nos alrededor del año 500). De este modo, Anderson terminará por
concluir que Solón lejos se encontraba de ser el reformador radical pre-
sente en los estudios modernos y las fuentes antiguas. Según el autor,
entonces, la política de mediados del siglo VI continuó siendo una
competencia abierta y pacífica (y no una guerra civil endémica como se
propuso tradicionalmente) monopolizada por la elite en la cual el
dêmos no juega ningún papel. Se deberá esperar hasta los sucesos de los
años 508/507 para que se dé un verdadero ensanchamiento de la arena
política a través de la ekklesía, la boulé, el ostracismo, etc. A diferencia
de la etapa anterior, desde ese momento en adelante, los líderes de la
elite competirán ahora dentro de los marcos seguros y regulados de las
nuevas instituciones para atraer el voto del dêmos.
Anderson buscará fundamentar estas hipótesis a través del análisis
físico, arquitectónico y cultural del Ágora y la Acrópolis. A diferencia de
las construcciones del “viejo régimen” desarrolladas por miembros de
la elite en su competencia por el poder (p.e. el Altar de los Doce Dioses
emprendido por los pisistrátidas), la creación de espaciosos lugares de
reunión para la Asamblea, el Consejo, etc. son una explícita evidencia
de una nueva era de participación política de las masas y responsabili-
dad colectiva en la vida pública. Sin embargo, a través de las construc-
ciones que emprenden “Clístenes y sus asociados” se buscará “disimu-
lar” las innovaciones y establecer un vínculo con la tradición política del
pasado; en consecuencia, predominará el estilo dórico y se conservarán
182 Diego Paiaro

la mayoría de los monumentos preexistentes. Esto explicaría la confu-


sión de los propios griegos en pensar al Ágora (y a la democracia) como
más antigua de lo que en realidad era. De igual modo, la Acrópolis, que
a lo largo del siglo VI florece por la competencia entre miembros de la
elite, entre los años 508-490 acusará las marcas del “nuevo orden” y
reflejará la “creación” de un “imaginario histórico ateniense” que resal-
ta la relación (ficticia y deliberadamente “inventada”) del nuevo orden
con el viejo.
Este modo de entender la última etapa de la Atenas arcaica lleva a
Anderson a rechazar explícitamente la interpretación de Ober quien,
por su parte, caracteriza este proceso histórico ateniense como una
“revolución popular” en la cual Clístenes no juega un papel indepen-
diente sino que se encontraría subordinado a las masas24. En contraste,
para Anderson la forma de desenvolvimiento de la política ateniense en
el siglo VI impediría pensar a los ciudadanos ordinarios organizándose
y desarrollando una agenda política propia y diferente de cualquier líder
de la elite. De hecho, para el autor, la historia de Atenas se diferencia de
otros cambios políticos radicales a lo largo de la historia ya que el “expe-
rimento ateniense” fue “ordenado” y careció de violencia, terror y acti-
vismo popular si se exceptúa, obviamente, el sitio a la Acrópolis.
Sumado a ello, inteligentemente Anderson plantea que la interpreta-
ción de Ober no puede explicar por qué si, en el sitio de la Acrópolis se
encontraba un momento crucial del desarrollo de la democracia, este
hecho no ocupó un lugar importante en la simbología democrática pos-
terior que prefirió centrarse en la figura de los tiranicidas. De este modo,
para el autor, el gobierno popular se establece sólo con las reformas de
Efialtes en el 462/461 mientras que la Atenas de Clístenes sería, toman-
do las palabras de Raaflaub, una “república de hoplitas y farmers”25 que
al igual que el sinecismo “...was not the spontaneous creation of a popu-
lar revolutionary fervor […] Rather, it should be seen as a massive,
ingenious, and artfully self-conscious exercise in social engineering, the
product, in short, of a vision from above, not bellow” (p. 81).
__________________
24 OBER (1996), 34-52 .
25 RAAFLAUB (1996), 147. Acerca de la polémica entre este y Ober sobre la
“revolución ateniense”, ver, aparte de los trabajos ya citados, RAAFLAUB (1998a) y
(1998b) y OBER (1998).
Artículo de recensión: La “invención de la tradición” en Atenas 183

Creemos pertinente introducir ahora algunos comentarios acerca de


las interpretaciones de Anderson sobre el surgimiento del gobierno
popular. Por un lado, estimamos que la concepción que esgrime, según la
cual la política, en tanto participación institucional, se encuentra restrin-
gida a la elite ateniense durante el siglo VI, pasa por alto lo expuesto más
arriba acerca de la relación entre sinecismo y surgimiento de la pólis: dicho
proceso se caracterizaba, entre otras situaciones, por el ascenso político
del dêmos que se dio en primer lugar, con la obtención del derecho de ciu-
dadanía por parte del campesinado medio hoplita en el siglo VII26 y, en
segundo término, con las reformas de Solón que permiten liberarse (y
liberar su propiedad) al sector campesino caído en dependencia respecto
de los eupatrídai al tiempo que brindan acceso al cuerpo de ciudadanos
con la categoría de thêtes a aquellos carentes de parcelas agrícolas27. De
este modo, podemos decir que hacia fines del siglo VI, la multitud (plê-
thos) llevaba más de un siglo de experiencia en la lucha política frente a la
aristocracia28 y de participación activa en las instituciones de la pólis29
__________________
26 Que también le permite el acceso a magistraturas menores, ver ARISTÓTELES,
Constitución de los atenienses, IV, 2.
27 Sin embargo, este acceso a la ciudadanía no implicó igualdad de derechos
políticos (ya que el acceso a algunas magistraturas continuaba siendo restringido a las
clases censales superiores) así como tampoco eliminó la desigualdad social. Sobre
esto último, ver FOXHALL (1997).
28 FINLEY (1982), 114, destaca la importancia de la lucha del campesinado para
la obtención de su libertad personal, su derecho a la tierra y su pertenencia a la pólis.
Asimismo, POMEROY et. al. (2001), 127, dirán que “La historia política de la época
arcaica es la lucha de las clases media y baja por la consecución de una participación
igualitaria en el gobierno de la polis”. Por otro lado, no sólo hubo enfrentamientos
entre el campesinado y la aristocracia; el desarrollo de relaciones clientelísticas en el
ámbito del dêmos desde el siglo VII en adelante evidenciaría el peso real que la parti-
cipación del campesinado estaría alcanzando ya que los líderes aristocráticos se deben
apoyar en él para impulsar sus carreras políticas; ver FINLEY (1986), 67. Sobre el clien-
telismo, ver GALLANT (1991), 159 y ss., y OBER (1989), 192-247, donde se da cuenta
de la persistencia del fenómeno en el siglo IV.
29 Desde las reformas de Solón, los campesinos hoplitas (zeugîtai) ejercen cier-
tos cargos electivos y los campesinos pobres (thêtes) intervienen en los tribunales, eli-
gen magistrados y los controlan. Esta participación debió darse en términos reales y
no meramente formales como lo demuestra el hecho de que el intento de Cleómenes
e Iságoras de disolver la boulé será el detonante para el levantamiento del dêmos que
puso sitio a la Acrópolis; ver HERÓDOTO, V, 72.
184 Diego Paiaro

por lo que sí estaría en condiciones de organizarse y desarrollar una


agenda política propia más allá de la elite y sus líderes. Si bien cierta-
mente la Atenas clisténica es una “república de hoplitas y farmers”, ello
de ninguna manera implica que la política se encuentre restringida a la
elite. Por el contrario, se trataría del punto de partida para la, en térmi-
nos de Ellen Meiksins Wood, “innovación radical” de la democracia ate-
niense (que como bien afirma Anderson siguiendo a Raaflaub sólo se
desarrolla completamente con las reformas de Efialtes30) que consistió
en la integración, y la no subordinación, de la aldea en el aparato estatal31.
Por otro lado, creemos que la crítica que esbozamos para la inter-
pretación que realiza Anderson sobre el proceso de sinecismo se aplica
plenamente a su concepción sobre el modo en que se desarrolla el
gobierno popular: el autor sobrestima el papel “Clístenes y sus asocia-
dos” (y podríamos generalizar diciendo del hombre en la Historia) sin
percatarse de las fuerzas sociales y de las delimitaciones estructurales
que se encuentran operando por detrás de estos actores concretos. En
este sentido, a pesar de presentar su interpretación como novedosa,
Anderson repite, al atribuirle semejante carga determinativa a Clístenes,
un tópico presente en la historiografía clásica sobre el período32. A pesar
de sus divergencias, tanto para Ober como para Anderson, la coyuntu-
ra en que se dan las reformas clisténicas son un punto de inflexión en la
historia de Atenas, pero mientras que para el primero se trata de una
transformación social profunda comparable a la Revolución Francesa
de 1789, para el segundo es un hito en la “construcción” de la comuni-
dad (imaginada) ateniense.
__________________
30 FORREST (2000), 280, dirá al respecto que “it was not until March 463 that we
have any serious evidence that the word demokratia was in the air or before 462 that
any action was taken under that slogan”. Del mismo modo, RHODES (2003), 19, para
quien, mientras que el lenguaje utilizado en las reformas de Clístenes era el de la “igual-
dad”, sólo con Efialtes la acción reformadora se piensa a sí misma como democrática.
31 Véase más arriba la nota 14.
32 OBER (1996), 32, afirma que desde los tempranos 60 el modelo del Great Man
fue utilizado por los historiadores de la Grecia antigua para explicar el accionar de
Clístenes. A modo de ejemplo, ver dos estudios clásicos sobre el desarrollo de la demo-
cracia y la Grecia arcaica que destacan el liderazgo de Clístenes: FORREST (1988), 167,
dirá que “Clístenes..., con el decidido apoyo del demos, fue capaz de derrotar a Iságoras
y a un contingente espartano que este había llamado en su ayuda ...”; por su parte
Artículo de recensión: La “invención de la tradición” en Atenas 185

COMUNIDAD IMAGINADA
El tercer nudo problemático que abordaremos es el intento que rea-
liza Anderson por presentar al resultado de las reformas de Clístenes, es
decir, a la Atenas clásica, como una “comunidad imaginada”. El autor
afirmará que la escala geográfica y poblacional ateniense constituye un
fenómeno extraordinario respecto del resto del mundo griego de modo
que, mientras la mayor parte de las póleis pueden pensarse como “socie-
dades cara a cara”, las dimensiones de Atenas harían impensable el
conocimiento mutuo de los habitantes por lo que tal caracterización no
tendría sentido. De esta excepcionalidad se desprende que Atenas “was
no so much a city-state as a region-state, a polis without real parallel or
precedent among its contemporaries” (p. 3). En reemplazo a la noción
de “sociedad cara a cara”, nuestro autor prefiere hablar acerca de la
Atenas que nace luego del impulso reformador de Clístenes como una
“comunidad imaginada” utilizando el concepto empleado por Benedict
Anderson para dar cuenta de la formación de la “conciencia nacional”
en el contexto de configuración de los estados-nación de la modernidad.
A partir del análisis de la reorganización del Ática, de las transfor-
maciones en la estructura militar, de los festivales y de la memoria
colectiva, Anderson buscará demostrar cómo Clístenes y su séquito
“construyen” la “comunidad imaginada” de los atenienses. Para el
autor, el “experimento” ateniense debía generar un importante cambio
en la conciencia con el objetivo de que los libres nacidos en el territo-
rio ático adopten la idea de comunidad política. Con relación a ello, la
racionalidad detrás del nuevo sistema de tribus se encontraría en la
intención de neutralizar la influencia del localismo en favor del desa-
rrollo de una conciencia colectiva ciudadana. De este modo, cada una
de las phylaí era concebida como un microcosmos de la comunidad
política que albergaba en su seno a ciudadanos de las tres diferentes
zonas geográficas del Ática. A través de la asignación de un héroe a cada
tribu y de su carácter hereditario, se intentará presentar la nueva orga-
__________________
MURRAY (1981), 242, afirma que “Clístenes... propuso a continuación reformas
importantes, expulsó a Iságoras y en pocos años apartó a los espartanos y a sus aliados
de las pretensiones de intervenir”. Recientemente, el propio FORREST (2000), 281,
dirá: “Cleisthenes was not a democrat; he belived that he could exploit popular dis-
content to his own political advantage”; el subrayado es nuestro.
186 Diego Paiaro

nización como tradicional e incluso como ancestral. Esta dialéctica


entre lo viejo y lo nuevo (también presente en la arquitectura del Ágora
y de la Acrópolis) se da puesto que “it seems that Cleisthenes and his
associates preferred, wherever possible, to preserve the legacy of the
past and to reuse old spaces, monuments, and practices to serve new
purposes” (p. 133).
Con relación a la concepción del sinecismo como producto de un
deliberado acto burocrático por parte de Teseo, Anderson propondrá
que esta tradición requiere para ser “creada” cierta autoconciencia polí-
tica; es así que, en concordancia con su teoría del sinecismo tardío, no
existiría ninguna causa para que la tradición de Teseo sea “inventada”
antes de fines del siglo VI. Solidario con esta explicación, sería el hecho
de que sólo para esta época la figura de Teseo cobrará relevancia en
Atenas (p.e. en la cerámica ática que recién hacia el 550-510 buscará
darle al héroe una identidad ateniense). Durante la tiranía, la reivindi-
cación de la figura de Teseo y su deliberada asociación a Atenas eran
una forma de desarrollar la competencia al interior de la elite entre las
diferentes póleis griegas; sin embargo, el héroe no era relacionado toda-
vía con el sinecismo. Según Anderson, esta relación data de la época de
las reformas cuando se constituye en el indiscutido “héroe nacional” de
los atenienses (razón por la cual no será asignado a ninguna de las diez
nuevas tribus). Nuevamente, “Clístenes y sus asociados” buscaban un
precedente del pasado lejano para justificar la verdadera unificación a
través del sistema de dêmos, tritías y tribus.
Con respecto al ejército organizado a partir del nuevo sistema de tri-
bus creado por las reformas clisténicas, Anderson propone que, lejos de
ser la recuperación de una práctica previa suspendida en época de la
tiranía, era el primer intento estatal de instituir un mecanismo de movi-
lización militar regular del ejército ciudadano. Basándose en el trabajo
de Frost33, nuestro autor afirmará que no existió hasta la época de
Clístenes un procedimiento estandarizado para reclutar una milicia ciu-
dadana en Atenas (como lo demostraría la respuesta “espontánea” de
los atenienses frente al sitio de Cilón en el siglo VII) y, en sintonía con
su tesis del sinecismo tardío, agregará que el ejército no era integrado

__________________
33 FROST (1984).
Artículo de recensión: La “invención de la tradición” en Atenas 187

por ciudadanos de todas partes del Ática hasta la última década del siglo
VI. El nuevo régimen inaugurado por Clístenes impondrá la novedosa
costumbre de traer a las bajas de los frentes de batalla para que sean
enterradas en Atenas a cargo del erario público sin importar su rango o
status. Esta práctica es, para Anderson, un símbolo del nuevo ejército
ciudadano, del gobierno popular y del establecimiento de una comuni-
dad imaginaria; en resumidas cuentas “collective rule was manifest in
collective burial” (p.152).
El análisis de las fiestas será otra herramienta usada por Anderson
para sustentar sus hipótesis; de ese modo, intentará darle un significa-
do específico a cada una de las distintas etapas de las Grandes
Panateneas en tanto simbolización de diferentes cualidades de los ate-
nienses, de su estado y de su régimen político. Los antiguos, y muchos
investigadores modernos, pensaban que esta fiesta presentaba su forma
híbrida desde tiempos ancestrales; sin embargo, para nuestro autor, las
Grandes Panateneas sólo constituían un pequeño sacrificio antes del
560 y su evolución posterior se encuentra vinculada con el desarrollo
político ateniense a partir de las reformas de Clístenes. El mismo tipo
de análisis recibirán las Dionisias Urbanas, los Misterios de Eleusis y la
Brauronia que tendrían como objetivo, según la interpretación de
Anderson, operar a favor de reforzar los lazos entre el centro y la peri-
feria de la pólis ateniense.
Por último, Anderson propone que el cambio político operado
intentará racionalizarse como una vuelta al pasado y no como una rup-
tura con él; de este modo, el sitio a la Acrópolis que podría constituir
un hecho fundamental en un relato que intentase sustentar un orden
basado en la responsabilidad popular nunca recibió un monumento ofi-
cial o una ceremonia conmemorativa. Incluso los logros de Clístenes
son pasados por alto; en contraste, quienes van a ser tratados como fun-
dadores del nuevo orden son los tiranicidas Harmonido y Aristigón. El
suceso protagonizado por estos dos personajes, caracterizado como de
poca importancia por Anderson, en manos de los “habilidosos creadores
de mitos” se convierte en uno de los hechos definitorios de la historia ofi-
cial de la democracia ateniense. Esta paradoja presente en la representa-
ción ideológica de la democracia se explicaría por el hecho de que los
antiguos atenienses concebían el régimen político del siglo V como una
restauración de la politeía suspendida por los pisistrátidas tiempo atrás.
188 Diego Paiaro

Finalmente, hacia las conclusiones, Anderson comparará el caso ate-


niense, por un lado, con la creación del principado romano (donde la
inestabilidad se resolverá con la concentración de los derechos políti-
cos en una persona) y, por el otro, con la construcción de las naciones
modernas. En cuanto a Clístenes, dirá, en oposición a las tesis tradicio-
nales, que este no estaba guiado por el ideal democrático (más allá de
que sus reformas fueran las semillas de la futura democracia) sino por
la “idea nacional”.

Desarrollaremos ahora algunas cuestiones que surgen de este tercer


nudo problemático empezando por la negación de Anderson a caracte-
rizar a la Atenas clásica como una “sociedad cara a cara”. El intento de
Finley de describir la vida de la pólis a través del concepto desarrollado
por Peter Laslett34 abrió paso a un largo debate historiográfico que con-
tinúa hasta nuestros días. Tiempo después, Robin Osborne, cuestionará
la caracterización de la pólis ateniense como una “sociedad cara a cara”
a causa de sus dimensiones excepcionales. Sin embargo, reconocerá que
el concepto puede tener utilidad para describir la situación de los dêmoi
rurales del Ática35. De igual modo, Josiah Ober propondrá que, a nivel
local (dêmos), las relaciones cara a cara funcionarían como un factor
estabilizador de la contradicción entre la masa y la elite36. Recientemen-
te, en un trabajo que guarda algunos puntos de contacto con el aquí ana-
lizado37, Cohen descarta la posibilidad de pensar a Atenas como una
“sociedad cara a cara” tanto a nivel de la pólis (debido a sus dimensio-
__________________
34 El concepto original de “sociedad cara a cara” referido a las aldeas inglesas de
época preindustrial en LASLETT (1956); (1987). Los primeros intentos de aplicarlo a
la pólis: FINLEY (1980); (1986), 109.
35 OSBORNE (1985), 65. Cf. HANSEN (1991), 60, para quien el hecho de que un
promedio de no más de 6.000 ciudadanos sobre 30.000 asistan regularmente a la
asamblea impide hablar de la Atenas clásica como una “sociedad cara a cara”.
36 OBER (1989), 31-5. Sin embargo, al nivel de la pólis los mecanismos media-
dores serán otros, como por ejemplo la retórica, la ideología, etc.
37 Anderson reconoce la similitud que el trabajo de Cohen guarda con el suyo
pero afirma que la edición de Cohen tan cercana a su The Athenian Experiment le
impidió considerar profundamente sus hipótesis (n.3, p.280). Ambos autores inter-
pretan la historia ateniense a través de los instrumentos conceptuales brindados por
el análisis moderno sobre el surgimiento del estado nación y descartan, a su vez, la
caracterización de Atenas como pólis. Sobre esto último, ver mas adelante la nota 44.
Artículo de recensión: La “invención de la tradición” en Atenas 189

nes que se podrían comparar con las de algunas naciones modernas)


como al interior de los dêmoi del Ática (que se caracterizarían por la
heterogeneidad y la poca estabilidad de su población)38.
No hay dudas de que las dimensiones geográficas y el desarrollo de
la población del Ática en el siglo V impiden el conocimiento mutuo de
los ciudadanos por lo que necesariamente debió existir un vínculo ima-
ginario entre los atenienses. Sin embargo, creemos que el concepto de
“comunidad imaginada” propuesto por Anderson, así como por otros
estudiosos antes que él39, resulta algo problemático. El propio autor
reconoce que “it should also be stressed that political life in and around
the institutions of central government in Athens remanded in many
ways a face-to-face affair” (n.2, p.219). A ello se debe agregar que esta-
mos frente a una sociedad que se basaba en una cultura oral40 y agonís-
tica41 como se puede percibir en el teatro o en los encuentros entre ciu-
dadanos en el Ágora reflejados en los diálogos platónicos o en las come-
dias aristofánicas. De hecho, la oralidad adquirió un rol central en las prác-
ticas políticas ya que durante el siglo V la palabra hablada ocupaba un sitio
de privilegio en los tribunales, el consejo y la asamblea42; de allí, la impor-
tancia que adquieren las nociones de isegoría y parresía43. Más importan-

__________________
38 COHEN (2000), 104-29. Basándose en trabajos de FOXHALL (1992) y OSBORNE
(1991); (1992) y (1995), quienes estiman que aproximadamente el 10% de las unida-
des domésticas poseían entre un tercio y la mitad de la tierra arable, Cohen propone
que, como contrapartida a esta elite absentista propietaria de parcelas dispersas y frag-
mentadas, existe una parte importante de la población que se encontraría en situación
de movilidad permanente a causa de los arrendamientos de corto plazo. Como conse-
cuencia, estos arrendatarios encontrarían muy limitadas sus posibilidades de establecer
vínculos con los demás habitantes de la aldea por lo que no se podría hablar de una
“sociedad cara a cara” al interior del dêmos. Sin embargo, la interpretación de Cohen no
tiene en cuenta la parte de la tierra que no estaba en manos de la elite y que, según
Foxhall y Osborne, se encontraría en manos de pequeños propietarios. Estos, según
nuestro parecer, constituirían una importante base estable para la organización aldeana.
39 Ver OBER (1989), 33 y COHEN (2000), 12.
40 Cf. THOMAS (1999).
41 COHEN (1995), 61-85.
42 La escritura de la ley no se contraponía a la oralidad asamblearia sino que esta-
ría subordinada ella. Ver GALLEGO (2003), 112-3. Para THOMAS (1999), 65-76, las ins-
cripciones cumplen un rol publicitario respecto de las decisiones de la asamblea.
43 Sobre esto último ver GALLEGO (2003), 102-7.
190 Diego Paiaro

te aún, lejos de ser un fenómeno ideológico, la pertenencia a esta supues-


ta “comunidad imaginada” tenía implicancias socioeconómicas concretas
y reales: el pleno acceso a los derechos de ciudadanía y la participación
política (en la asamblea, los tribunales, el consejo, etc.) permitía a los
campesinos atenienses protegerse de la explotación al limitar la coacción
extraeconómica que podía ser ejercida sobre ellos44. Por último, creemos
que la importancia que Anderson le asigna a Clístenes, a la “comunidad
imaginada” y a la “invención de la tradición” le impide ver el contexto
social en el que estaban inmersos los fenómenos que estudia. El propio
Hobsbawm advertía sobre la existencia de este peligro: “... el estudio de
las tradiciones inventadas no se puede separar del análisis general de la
historia de la sociedad, ni se puede esperar avanzar más allá del simple
descubrimiento de tales prácticas si no se integra en un estudio de más
alcance”45. Es así que no estaría errado caracterizar el estudio de Anderson
como tributario de una perspectiva modernista46 de la política ateniense.
__________________
44 Ver WOOD (2000), 247-8. Esta situación pone de relieve la importancia que
la instancia política tiene en las sociedades antiguas, la cuestión es compleja e impo-
sible de ser tratada aquí, al respecto ver PARAIN (1986), ZELIN (1979), VERNANT
(1982), PADGUG (1981), GODELIER (1989), 240-59 y HINDESS & HIRST (1979), 83-
111. El intento de abandonar la caracterización de Atenas como pólis por la de, en el
caso de Cohen, “nación” (éthnos) o, en el caso de Anderson, “estado-región” (region-
state) pierde de vista, desde nuestra perspectiva, la centralidad que la política adqui-
rió en las sociedades antiguas y, especialmente, en la democracia ateniense, cf. COHEN
(2000), 3-10, ANDERSON (2003), 2-3. Si bien por razones de espacio no podemos
extendernos sobre este problema, basta decir que Anderson no define claramente el
concepto de region-state ni sus implicancias. Para una defensa reciente del concepto
de pólis como ciudad-estado, ver HANSEN (1991), 55-64; (1997a) y (1997b).
45 HOBSBAWM (2002), 19.
46 El término se aplicó generalmente con relación a una de las posturas en los deba-
tes sobre la economía de la antigüedad. Nos referimos, específicamente, a la controver-
sia entre los enfoques modernistas y primitivistas de la economía antigua. La disputa era
ya clásica hacia mediados del siglo XX y mereció un balance por parte de Édouard Will
acerca de los “tres cuartos de siglo de investigaciones sobre la economía griega” que se
habían sucedido hasta ese momento, ver WILL (1954); del mismo modo, el texto diez
años posterior de VIDAL-NAQUET (1992), 58. Sintéticamente podemos decir que se
desarrollaron dos polos extremos entre los cuales aparecen un conjunto de interpreta-
ciones intermedias. Uno de los extremos, el modernista, sostendrá que la economía
antigua fue esencialmente similar a la economía capitalista y centrará sus análisis, prin-
cipalmente, en el desarrollo del mercado, de la moneda, de la producción artesanal
Artículo de recensión: La “invención de la tradición” en Atenas 191

A modo de cierre, debemos decir que, si bien The Athenian Experi-


ment desarrolla explicaciones e interpretaciones que poseen ciertas debi-
lidades, como intentamos poner de manifiesto en este trabajo, es justo
reconocer que estamos ante uno de los más importantes y serios intentos
de modificar radicalmente las concepciones historiográficas establecidas
sobre Clístenes y sus reformas. Podemos estar seguros que el trabajo de
Anderson se encuentra destinado a generar una serie de polémicas en el
ámbito académico ya que algunas de las opiniones consensuadas por la
mayoría de los historiadores son en este libro fuertemente cuestionadas
a partir de un ingenioso tratamiento de las fuentes así como también de
los debates actuales en la historiografía de la Grecia antigua.47
__________________
sanal, del sistema bancario, etc. En contraposición, la corriente primitivista se preocu-
pará por diferenciar la economía antigua de la moderna; para ello, por un lado, deses-
timan la importancia que los modernistas asignan al mercado, al sistema monetario, a la
producción “industrial”, etc. y, por otro lado, propondrán que la economía era en lo
esencial la oikonomía, esto es, la administración del oîkos. La polémica continúa hasta
nuestros días y la producción bibliográfica al respecto es extensísima por lo que abar-
carla en este trabajo sería imposible; ver el resumen de los puntos centrales y la evolu-
ción histórica de la cuestión desde el siglo XIX en AUSTIN & VIDAL-NAQUET (1986),
17-23. MEIKLE (1995), 174, relaciona el surgimiento del enfoque modernista de la eco-
nomía antigua con el desarrollo de la corriente económica neo-clásica y marginalista en
el último cuarto del siglo XIX que, a diferencia de los economistas políticos clásicos
como Adam Smith, tratan de universalizar hacia el pasado el modelo económico capi-
talista contemporáneo. Por otro lado, BURKE (1992), 199-200, llama “la nueva orto-
doxia” al enfoque primitivista (para oponerlo a la “vieja ortodoxia” modernista) que
emergería durante la segunda mitad del siglo XX de la mano de los trabajos de Moses
Finley y que cuenta en la actualidad con un amplio consenso más allá de que se plan-
teen algunas correcciones a aspectos específicos del modelo. Lo que nos interesa res-
catar es el hecho de que consideramos que una concepción modernista de la economía
es solidaria con el hecho de pensar a la pólis ateniense de modo análogo a un estado
moderno como lo hace Anderson; los estudios de COHEN sobre la economía (1992) y
sobre la “nación” ateniense (2000) apoyan nuestra hipótesis.
47 Agradezco a Julián Gallego, Mariano Requena y César Fornis quienes leyeron
diversos manuscritos de este trabajo y me brindaron valiosísimos comentarios sobre
las diferentes problemáticas aquí abarcadas. Los errores que persisten son de mi
exclusiva responsabilidad.
192 Diego Paiaro

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