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Justicia A Medias

La Rama Judicial del poder público en Colombia está integrada por la Corte

Constitucional, el Consejo Superior de la Judicatura, el Consejo de Estado y la Fiscalía

General de la Nación; siendo estos entes autónomos e independientes en el proceso de

salvaguarda, administración y gestión de la justicia en el marco de la Constitución, las leyes

y el cumplimiento de las mismas.

Sin embargo, no es desconocido que el sistema judicial colombiano casi desde sus

orígenes presenta una notable crisis particularmente en lo que concierne a la administración

de justicia por incumplimiento de las normas manifestado en la ocurrencia de delitos.

En primer lugar, existe un déficit en los órganos encargados de garantizar la justicia

ya que el número de actos delictivos sobrepasa en gran medida la capacidad del aparato

judicial conllevando a la congestión de procesos pues los funcionarios encargados de

administrar justicia no son suficientes para la cantidad de delitos que se cometen

diariamente en nuestro país ocasionando vulnerabilidades o bien por negligencia o bien por

malos procedimientos. Es cierto que en nuestro país muchos delincuentes andan libres y

muchos inocentes tras las rejas; esto resume la difícil problemática.

Por otra parte la justicia goza de muy poca credibilidad en este país por culpa de la

corrupción en muchos de los procesos judiciales que se adelantan, pues es titular casi diario

ver como aquellos personajes de alto estatus socioeconómico o pertenecientes a las élites de

poder e incursos en actos delictivos se hacen merecedores de beneficios inconcebibles para


la gravedad de sus actos. Escándalos como el cartel de la toga, la asignación manipulada de

procesos judiciales, los sobornos a jueces de la república y en fin un abundante número de

figuras clientelistas y fraudulentas para obtener rebajas y privilegios en las penas; son solo

algunos de los hechos más notorios que hacen que la rama judicial en casi todas sus esferas

no goce de buena imagen y percepción por parte de la ciudadanía del común.

Es tal la decadencia en el sistema jurídico del país que poco y nada han servido

algunas medidas que se han intentado poner en marcha pero que en esencia hasta hoy ha

llevado a que se evite una verdadera reforma judicial de fondo a todos los niveles, este

hecho en gran parte facilitado por la negligencia de las otras dos ramas del poder; la

ejecutiva representada en los órganos del gobierno central y la legislativa asumida por el

Congreso de la República que se muestra complaciente con este caos y no legisla

verdaderamente sobre el tema, quizás porque es este círculo de poder uno de los que más

delitos comete y de los que más se beneficia de las “injusticias de la justicia”.

Siendo propositivos frente a estas dos problemáticas se podría pensar en que frente

al hecho de la congestión judicial se debería además de formar a más y mejores jueces y

administradores de justicia, hacer uso de la tecnología para implementar sistemas

informáticos que ayuden a evaluar y tramitar en menor tiempo los procesos judiciales

dando prioridad a aquellos que ameriten penas privativas de la libertad y buscando una

segunda instancia o forma de aplicación de la justicia un poco más procedimental para

aquellos que se consideren excarcelables en el buen sentido de la palabra; esto obviamente

con un proceso de culturización de la ciudadanía empezando por los más pequeños en


escuelas y colegios frente al conocimiento y respeto por las leyes pero por sobre todas las

cosas el respeto por la vida, lo ajeno y lo público.

En relación a la eficiente prestación del servicio de justicia libre de corrupción, se

podría plantear unos procesos más estrictos y mejor fundamentados desde lo profesional

pero también desde lo ético y moral al momento de escoger a los funcionarios encargados

de impartir justicia en nuestro país buscando igualmente una reestructuración salarial que

les permita contar con beneficios de ley propios para sus cargos como para desestimular las

prácticas clientelistas y de sobornos incluyendo a su vez como en la propuesta anterior una

culturización de los profesionales de la justicia en cuanto a que son ellos quienes tienen a su

cargo el orden social frente a la ley y no es posible que de ellos mismos se propicien

prácticas alejadas precisamente de lo que es la aplicación de la justicia.

Bien dice el adagio popular que “soñar no cuesta nada” y particularmente se guarda

siempre la esperanza de que la justicia sea igual para todos y no el consuelo de unos pocos.

Como ciudadanas nuestro acercamiento a la rama judicial del poder público, se

evidencia en la capacidad y voluntad para cumplir y respetar las normas y leyes de nuestro

país siendo conscientes de las consecuencias que acarrearía el no hacerlo.

A nivel futuro ejercicio profesional como Trabajadoras Sociales, nos asiste la

responsabilidad de promover en ambientes de intervención el respeto y cumplimiento de la

legislación colombiana particularmente en circunstancias de vulnerabilidad social en donde

por lo general se observa un alto índice de delincuencia.

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