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Llorar

Tengo la teoría de que con el tiempo las lágrimas van disminuyendo en cantidad. Entre episodio
habrá menos y menos. Será porque me creo convencida de que tenemos una cantidad limitada para
cada circunstancia y poco a poco se nos van agotando. No se puede llorar eternamente por algo,
pero de ser así el caso, algo tendremos descompuesto. Me fio de la finitud de mis lágrimas por purita
credulidad. Tiene un mes y una semana desde que dejé mi país. La historia es la siguiente: no hay
historia. Todo es una serie de decisiones que ahora sólo sé recordar como puntos sin conexión
directa o seguimiento alguno. Vivir me está resultando muy improvisado, no tengo más planeación
que la de cada mañana y al finalizar el día quién sabe qué será. Lo único de lo que estoy segura es
del sistema categorial con el que ahora cargo: trabajadora ilegal. Post construction cleaning, se le
denomina. Meses atrás estaba segura de todo, quizá más meses de los que estén pensando.
Estamos en diciembre, mi seguridad tuvo fecha de caducidad el 19 de septiembre del 2017. Fecha
del terremoto. Los escombros siguen en las calles de mi estado, poco se ha hecho o más bien nada.
Es invierno y hay familias durmiendo bajo lonas. Quise huir de mí, pero olvidé que soy lo único que
tengo y siempre me acompaña.

Contenido discursivo de la imagen

A mediados de este año compré mi lente 50mm. He tenido preferencia por ese Angulo de visión
desde que empecé a tomar fotos. Me siento cómoda en la calle y aseguro que la obligación de
acercarme es llamativa al momento de relacionarme con los espacios y el contenido de estos.

Cuentos

Yo no sé hacer cuentos puesto que todas las historias que intento crear llegan hasta mí y no hay
cosa más aburrida que mis resoluciones de vida pues desconozco lo que es concluir algo.

Extrañar

Descubrí una nueva cuestión. Querer, querer en serio y no sólo querer ser querido, es no querer
extrañado. Extrañar duele y siempre es necesario no generar dolor a los nuestros.

La nave del olvido

Moviendo los labios en en el cuarto, sola, mi sombra proyectada en la pared. No me atrevo a cantar
porque arriba vive la familia que nos renta. 6 m2, el calentador encendido. Quisiera cantar a todo
pulmón como en casa. Audífonos, celular y Spotify. Sombra. Manos proyectadas. La luz es tenue, mi
lámpara alumbra poco pero es más bonita que la blanca. Esta tiene pantalla de cristal.

Un concierto en silencio

Boleros

Son las 3am. La cancioncita Quizá Quizá Quizá estaba en mi cabeza así que decidí escucharla. La
primera opción de Spotify fue la hecha por Los Panchos. El sonido, ese “algo” era la Ciudad de
México; ese es el tono que tiene la vida ahí. Comencé a llorar y me constó entender la raíz de la
cuestión. No era la letra, era poca la atención que le estaba prestando. Se trataba del puestito afuera
de metro Niños Héroes donde se vendían discos de bolero, tango y rancheras. Estaba afuera de una
Michoacana, siempre tocando música y con un señor o señora sesenteros o de más edad, casi
siempre con el periódico debajo del brazo y el cabello cano. Era parte de mi trayecto de todos los
días durante el año en el que viví en Av. Morelos Col. Magdelena Mixhuca, Delegación Venustiano
Carranza. Puerta de la casa, caminar, cruzar la calle, sentir el frío de la mañana, entrar al metro,
empujar personas, sentir el calor de las personas, bajar, caminar, escaleras automáticas, la tienda
naturista a la izquierda, seguida de un Domino’s, caminar, rampa, audífonos de 20 pesos, pasillo,
bajar, subir, abordar la línea 3 dirección Indios Verdes, bajar en Niños Héroes, caminar, torniquete,
escaleras, frío, el puesto de discos está siendo montado, caminar, el edificio extraño que un articulo
de Vice hizo famoso a mi izquierda, a mi derecha todo son puestitos de garnachas hasta que cruzo
la calle, ahí hay una estatua de la diosa Irene, más adelante Tribunal Superior de Justicia, cruzo la
calle, hay una especie de fábrica abandonada, cruzo la calle, hay un centro cultural o galería a mi
derecha, camino más y llego al trabajo. Fruta recién picada atascada de yogurt y granola, atole y
tamales,

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