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MANUAL DE LITIGACION CIVIL DE LETICIA LORENZO

RESUMEN DE LA INTRODUCCION (Págs.: 15 – 28)

La instalación de procesos con un norte definido en la audiencia oral significó ya llegados los 90 una
necesaria revisión de las estructuras judiciales, las formas de organización y la necesidad de
profesionalizar determinadas áreas, separando la labor de apoyo de la tarea propiamente
jurisdiccional vinculada a la decisión de los casos concretos. Este debate sobre la organización
judicial trascendió el plano de la materia penal, ya que en todos los ámbitos de funcionamiento de
la justicia el diagnóstico comenzaba a compartirse: decisiones que llegan tarde, burocracias
excesivas y mecanismos de trabajo propios del siglo XIX en una era en la que los avances de la
tecnología nos desafían en forma permanente. Este tipo de problemáticas afecta a numerosas áreas
sensibles en cuanto al trabajo judicial: así comenzaron a presentarse cambios de procedimientos y
organización en las justicias vinculadas al tratamiento de los casos de familia; también se dieron
reformas en el ámbito laboral y, en suma, todo ello ha llevado a debatir en un sentido amplio la
necesidad a la reforma de los procedimientos civiles en prácticamente todos los países
latinoamericanos. Un ensayo en tanto constituye un primer intento colectivo de poner en papel las
ideas que vienen debatiéndose sobre la reforma procesal civil y la litigación de los casos. En ese
sentido, se considera importante partir aclarando algunas posiciones que se han de asumir a lo largo
de todo el manual, aun sabiendo que no son aceptadas en forma homogénea en el ámbito del
proceso civil.

La audiencia como centro de la decisión

Ello implica que a lo largo de todo su texto nos referiremos a la actuación de las partes en audiencia,
partiendo de la base de que cualquier decisión que implique un grado de controversia entre las dos
partes en litigio, debe ser resuelta por un juez imparcial en un espacio que reúna a los interesados
frente a sí, con inmediatez y sobre la base de lo que se discuta en ese espacio. Evidentemente ello
no implica la desaparición del papel, de determinadas presentaciones escritas, sino que significa un
cambio en la atención y el eje del proceso: desde el punto de vista jurisdiccional la importancia
central está en lo que se presenta en la audiencia y se resuelve en ese marco, no en los antecedentes
escritos.

La resolución del conflicto como finalidad del proceso

Garantizar el acceso a la justicia de las personas que concurren a los tribunales y entender al sistema
judicial como una herramienta de gestión de la conflictividad en la búsqueda de decisiones pacíficas
que repongan la armonía en las relaciones sociales, son objetivos que creemos centrales para las
reformas a los procesos. También entiende que aquellos casos en los que no haya habido una
resolución temprana y distinta a la controversia en un juicio oral, son casos que terminarán con una
decisión jurisdiccional basada en una declaración oficial de "Verdad": la sentencia. Pero no puede
negarse que la actualidad nos enfrenta con un universo vasto de conflictividad que ingresa a los
tribunales civiles y nos posibilita a la vez un abanico de herramientas para su resolución que obligan
a pensar la finalidad del proceso más allá de la "búsqueda de la verdad" en términos de "búsqueda
de la solución más pacífica posible".
La diferenciación entre “proceso” y “juicio”

Pero no todo proceso civil culminará con un juicio, por lo que encontraremos determinados
conflictos que pueden sostenerse a través de un trámite escrito aún en el marco de un diseño
procesal para la oralidad. Dado que esos tres puntos señalados reaparecerán a lo largo de todo el
texto de este Manual, nos interesa dejarlos claros desde el inicio, reconociendo a la vez que existen
visiones discordantes sobre cada uno de ellos. Tanto la Convención Americana de Derechos
Humanos como la Convención Europea de Derechos Humanos y el Pacto de Derechos Civiles y
Políticos establecen en lo que se ha llamado "Cláusula genérica" los requisitos centrales a cumplir
en el marco de un proceso debido, cualquiera sea la materia sobre la que este verse. En este punto
es importante retomar la diferencia que hacemos entre juicio y proceso: es una de las razones que
nos lleva a sostener que cumplir esas cuatro exigencias no significa diseñar un proceso exactamente
igual para todos los tipos de conflictos que pueden llegar a las distintas áreas de conocimiento
judicial. La flexibilidad en el diseño del proceso, posibilitando por ejemplo la resolución de aquellos
casos que no presenten controversia o que admitan una composición menos confrontativa que la
propia del juicio, es lo que posibilitará que los casos reciban una respuesta adecuada a sus
características particulares. A lo largo de este texto veremos cómo, más allá de una columna
vertebral unificada y construida a partir del respeto por el derecho a un juicio justo, con audiencias
orales y resuelto en un plazo razonable por un tribunal imparcial, hay determinados matices que
pueden presentarse en razón del litigio específico de la causa que se trate. Ello genera una serie de
derivaciones sobre lo que los jueces podrán o no hacer en los procesos a las que nos iremos
refiriendo a medida que avancemos en el texto. Que los tiempos para la toma de la decisión no se
excedan más allá de lo razonablemente tolerable en virtud a la complejidad de los casos, la cantidad
de involucrados, las dificultades del litigio o las particularidades que requiera la toma de la decisión
específica. Las audiencias testimoniales son tomadas por funcionarios subalternos del sistema, que
traducen los dichos de testigos y/o peritos y elaboran actas que son adjuntadas al expediente; esas
actas serán finalmente "La prueba" que tomará en consideración el juez a la hora de decidir un caso.
En este contexto es evidente que los abogados litigantes trabajan para la construcción prolija de un
expediente que apunte hacia la decisión que pretenden. Se aclara que un sistema de audiencias no
equivale a "Un sistema en el que desaparece el papel"; muchas actuaciones de las partes continúan
siendo escritas, pero varía la finalidad de las mismas: en un sistema de expediente, la finalidad del
escrito es aportar información para que el juez tome una decisión; en tanto, en un sistema de
audiencias, la función del escrito es darle a las partes el soporte previo necesario de información
para poder prepararse y llegar a la audiencia a argumentar en forma efectiva sobre el caso y los
pedidos en consideración. Esto no repercute solamente en la configuración de los espacios
laborales, sino que también impacta en la organización de los estudios jurídicos de los litigantes que
intervienen en casos civiles. Esto es: a revisar en forma permanente los expedientes de los casos
que el estudio litiga para verificar las novedades y el grado de avance de los procesos. Esto genera
que a las audiencias realizadas por funcionarios del juzgado a cargo de la toma de declaraciones y
confección de actas, concurran eventualmente y a los efectos de cumplir con la formalidad
abogados que no conocen el caso, el contenido del testimonio ni la utilidad de la declaración para
el caso que se está llevando adelante; así, estos actos suelen convertirse en un interrogatorio a cargo
del funcionario, en que los abogados litigantes tienen una escasa o nula intervención y cuya utilidad
para el litigio resulta bastante secundaria. En primer término porque los espacios de "Procuración"
de los casos en términos de revisión de legajos se reducen a cuestiones meramente administrativas;
ello implica que el avance del proceso depende de la asistencia a las audiencias, la argumentación
en favor de la posición que se sostenga y la persuasión al juez para que tome una decisión en uno u
otro sentido. A través de los distintos apartados de este texto, intentaremos abordar los desafíos
que un sistema oral impone a los abogados litigantes. En primer lugar nos referiremos a las
habilidades requeridas en los abogados para la presentación de los casos ante el juzgador;
posteriormente desarrollaremos las herramientas propias de la producción de la prueba; pasaremos
luego a vincular la garantía de control de la prueba con las herramientas concretas de que disponen
los litigantes en un proceso oral; y finalmente nos referiremos a la valoración del caso y la proyección
de una sentencia. La Cuarta Parte del Manual está orientada a presentar otras herramientas que no
debemos descuidar en el contexto de procesos civiles orales: la negociación como instrumento
diario del trabajo de los abogados; el juicio por jurados en sus diferentes variantes como un formato
que necesariamente debemos considerar y evaluar en los cambios procedimentales de la región; y
la organización, tanto de tribunales como de estudios, como un tema que aun siendo tangencial al
litigio puede volverse clave para buenos o malos resultados.

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