Indice
Presentación
Prólogo
EN LA
MONEDA
Introducción
Salvador Allende
Gossens
Jorge Klein
Pipper
Enrique París
Roa
Eduardo
Paredes
Barrientos
DE NORTE A
SUR
Introducción
Vicente Cepeda
Soto
Claudio Tognola
Ríos
Jorge Cerda
Albarracin
Jorge Jordán
Domic
Absalon Wegner
Millar
Jorge Avila
Pizarro
Héctor García
García
Eduardo
González
Galeno
Arturo Hillerns
Larrañaga
Hernán
Henríquez
Aravena
RESISTENCIA
A LA
DICTADURA
Introducción
Bautista Van
Schouwen
Vassey
Miguel Enríquez
Espinoza
Carlos Lorca
Tobar
Iván Insunza
Bascuñan
Carlos Godoy
Lagarrigue
Gabriel Castillo
Cerna
Luis Barra
García
Presentación
LA COMISIÓN DE SOLIDARIDAD CON MÉDICOS OBJETO DE REPRESIÓN se creó el año
1983. dependiendo del Consejo Regional Santiago del Colegio Médico de Chile. Se
constituyó con médicos delegados de las distintas bases del Colegio (capítulos.
jóvenes, jubilados, exonerados) que de una u otra forma también habían sufrido la
represión. La idea de formar esta Comisión, surgió a raíz de la urgente necesidad que
había en ese momento de organizar la defensa o apoyo de los médicos que eran
detenidos o de los que eran perseguidos políticos, exonerados, exiliados. Este apoyo se
hizo extensivo a los familiares directos de los médicos reprimidos y así se llegó a
conocer el drama de los módicos asesinados durante la dictadura militar. El Consejo
Regional propuso entonces a la Comisión dar a conocer en un libro la realidad vivida
por estos colegas, y éste ha sido el principal trabajo de la Comisión en los últimos
años. abocándose a ello especialmente las doctoras Ana Vega, Rubí Maldonado, Laura
Moya y Margarita Romero.
Para llevar a cabo este trabajo, la Comisión se basó en un estudio previo de los casos
hecho por la asistente social señora Elba Raggi y contó con la valiosa colaboración del
sociólogo, señor Diego Vergara y los periodistas, señores Rodi Oñate y Myriam Pinto.
Dedicado
PRESENTACIÓN
Vivimos una época difícil en la que el cuestionamiento a las viejas utopías se acompaña
de una gran fragilidad de los marcos éticos en todos los ámbitos, casi siempre
subordinados a un pragmatismo inmediatista.
En períodos como éste, las exigencias de una praxis política contingente para aquellos
que hoy participan en el poder, los expone al riesgo de postergar valores permanentes
en nuestra sociedad como lo es la necesidad de establecer los hechos de la historia
reciente, determinar responsabilidades y hacer posible que prevalezca la justicia.
La experiencia de otros países nos enseña que ni las personas ni los pueblos logran
alcanzar la paz cuando en su pasado han quedado deudas de equidad y de justicia que
no fueron asumidas por sus comunidades y por sus gobernantes. Es por ello que el
mirar en el espejo de la historia no busca sólo establecer la veracidad de los hechos,
sino, y fundamentalmente, hacemos cargo de la responsabilidad que nos obliga y que
al mismo tiempo nos permite enjuiciar este pasado.
En nuestro país para que hubiera violación de los Derechos Humanos, se necesitaron
ejecutores directos de la represión política pero también ideólogos, profesionales y
técnicos de aquellos sectores de la sociedad civil que profitó de ese contexto represivo
y en el mejor de los casos guardó silencio.
Los amaneceres y los ocasos en su media luz suelen quitar definición a las formas, las
difuminan y las disuelven unas en otras. También el tiempo suele alterar el perfil de los
hombres y sus acciones, lo que es útil a quienes buscan la protección del olvido, pero
¿será posible olvidar lo ocurrido? ¿Nos será posible olvidar el sufrimiento de los
sobrevivientes, de las esposas y madres, de los hijos de los asesinados? ¿Les será
posible olvidar a las generaciones futuras?
Prologo
Este libro recoge sus vidas, su historia inconclusa nos dice quiénes fueron. Colegio
Médico rindió un homenaje a su memoria en la placa que recuerda sus nombres, pero
estimó que no es suficiente. Faltaba un testimonio objetivo, faltaba la letra impresa,
que va de mano en mano, que se cuenta, que se comparte, que en su sencillez revela
lo absurdo de esos tiempos, que todos quisiéramos borrar y que es imposible borrar,
mientras no se reconozca la verdad, mientras no se sepa donde están, mientras no
digan los culpables qué hicieron con ellos. 21 médicos y muchos más compatriotas que
corrieron la misma suerte.
No podrá haber justicia mientras cada esposa, madre, padre, hermano o hijo no sepa
qué pasó con ellos. Justicia que nadie piensa tomarse por su mano, pero que es
indispensable aplicar con los mecanismos que la ley otorga.
Pensamos que no puede haber dos clases de ciudadanos en nuestro país. No pueden
existir quienes habiendo cometido asesinatos y torturas, amparados por el Estado, lo
que es doblemente más grave, gocen de impunidad, no reciban la sanción legal que la
sociedad ha creado para el que delinque.
Celebramos esta publicación porque forma parte de la historia del cuerpo médico, pero
también de la historia de Chile.
EN LA MONEDA
EN LA MONEDA
La muerte que no encuentra explicación, ¿cómo poder creer una muerte así?
(Informe Verdad y Reconciliación, relativo a los efectos familiares y sociales de las mas graves
violaciones a los Derechos Humanos)
«La mayoría de las víctimas eran autoridades del gobierno depuesto; dirigentes de
organizaciones sociales, dirigentes, militantes o simpatizantes de un proyecto político.
Con su muerte aparece castigándose su adscripción a ese proyecto. Los familiares
viven y sienten este castigo y lo comunican con impotencia cuando nos señalan
quienes eran las víctimas».
(Informe Verdad y Reconciliación, relativo a los efectos familiares y sociales de las más graves
violaciones a los Derechos Humanos).
INTRODUCCION
«Alrededor de las 13 horas, una vez que ya se había producido el bombardeo del
Palacio de Gobierno, el Presidente Allende solicita a Osvaldo Puccio, Femando Flores,
Ministro Secretario General de Gobierno y Daniel Vergara, Subsecretario de Interior,
que concurran al Ministerio de Defensa con el fin de sostener una reunión con los
Generales que allí se encontraban.»
«A las 13:45 horas, al momento de salir por la puerta de calle Morando, las tropas
militares compuestas por efectivos de los Regimientos Tacna, Buin y una unidad de
reserva entraron por los diferentes accesos al palacio de gobierno.»
SALIDA A MORANDÉ
El grupo que abandonó el Palacio por la calle Morandé fue detenido por las fuerzas
militares. Fueron obligados a tenderse boca abajo en el suelo y tras un chequeo
algunos partieron con destino a sus hogares y otros conducidos al Regimiento Tacna,
en dos vehículos militares.
El informe Verdad y Reconciliación revela al respecto que, una vez en el recinto militar,
el grupo nuevamente fue obligado a tenderse en el suelo, boca abajo, con las manos
detrás de la nuca. Así permaneció prácticamente tres días enteros; desde el día 11 de
septiembre en la tarde, hasta el 13 de septiembre al mediodía. Los doctores Jorge
Klein Pipper, 27 años, Enrique París Roa, 40 años y Eduardo Paredes Barrientos, 34
años estaban en este grupo. Los tres son detenidos desaparecidos.
La prensa oficialista informó que el doctor Eduardo Paredes, ex Director del Servicio de
Investigaciones, había muerto en un enfrentamiento mientras huía en un jeep del
Servicio de Investigaciones. Dos altos generales de la época, (Ernesto Baeza y Pedro
Ewing) insistieron públicamente respecto de esta versión.
HABLA ISABEL
«La equitación fue también uno de sus deportes. Era amigo, muy amigo
del campeón mundial de salto, un capitán de Carabineros».
Y es que no tenía límites para hacer bromas. En una ocasión hizo una
broma a una de las amigas favoritas de Isabel. Se festejaban los
resultados exitosos del bachillerato cuando sonó el teléfono. Era un
señor que se presentaba como funcionario de la Universidad de Chile y
que hablaba de un error en los puntajes dados a conocer y que
lamentaba comunicarlo. La chica que atendió el teléfono estaba a punto
de estallar en llanto; sólo en ese momento Salvador Allende soltó la
carcajada dando evidencia a la broma..
Poseía una gran vitalidad y vigor, tanto que durante el período de las
campañas, no menos de cuatro a cinco equipos de colaboradores se
turnaban, a fin de seguir su ritmo de trabajo. Dormía alrededor de cinco
horas diarias.
HISTORIAL POLÍTICO
Poco tiempo después del término de la Segunda Guerra Mundial nace en este villorrio
francés, Georges Max Patrick Klein Pipper, único hijo del matrimonio de Rodolphe Klein
y Lotte Pipper, nacida en Wisznitz, Rumania.
En 1953 la familia se instala en el barrio Bellavista y logra vivir buenos tiempos hasta
aquel negro día, el 11 de septiembre de 1973, en que la violencia y el horror recae
otra vez sobre este hogar, cubriéndole nuevamente con el manto de la tristeza y el
dolor, sensaciones que habían intentado dejar en el pasado, huyendo a través de miles
y miles de kilómetros, de mares y montañas.
La comunicación se interrumpe. Después del bombardeo, entre las ruinas, el polvo, las
llamas, los heridos, los muertos y el tableteo de las metralletas, los infinitos ruidos y el
silencio posterior, los defensores de La Moneda están en el suelo con las manos en la
nuca.
HISTORIA Y DESTINO
Tras muchos años, el padre de Jorge Klein logró abrirse un espacio de trabajo propio
en Chile. Instaló una talabartería en la calle Merced. Jorge creció entre pieles,
deportes, la comunidad judía en Chile y durante el verano, largas vacaciones junto al
lago Vichuquén... en resumen una infancia feliz, llena de amigos, cariño, amor y
estabilidad.
Su madre era una mujer alegre, inteligente, que compartía con su marido una fuerte
afición musical, ambos eran ejecutantes. Ella pensaba que su hijo debía participar sin
temores en la vida nacional y en ese sentido lo estimulaba. Jorge heredó de ella una
actitud conciliadora que fue una de sus características más destacadas y que lo
convirtió en un buen negociador en todo orden de situaciones.
Sus estudios iniciales los cursó en el Colegio Alianza Francesa y luego en el Instituto
Nacional. Siempre se destacó por ser estudioso y buen alumno. En 1962, al terminar la
enseñanza secundaria, se distinguió como Mejor Alumno de la Promoción.
«Soy de las pocas personas que tienen el agrado y el orgullo de ser tu amigo
desde la infancia. Recuerdo los veraneos en LloLleo, las pichangas, las onces
en compañía de tu adorable mama y de tu regañón papá. Las jornadas de
estudio en que tú hacías de profesor particular de todos los que nos
juntábamos a estudiar contigo. Las apasionadas jornadas durante tu
presidencia del Centro de Alumnos. El extraordinario rendimiento de tus
estudios y tus extraordinarias dotes como futbolista.
Otros recuerdos hablan de él como una persona muy sencilla, muy derecha, muy
alegre.
KLEIN Y LORCA
Klein llegó a la Universidad sin militancia política, pero con un abierto interés por los
problemas sociales del país. Su gran inteligencia y acervo cultural lo llevaban siempre
más allá en la búsqueda del saber. Entre 1964 y 1965 logra definir posiciones
integrándose al Partido Socialista, bajo el estímulo del gran líder de la Facultad de
Medicina, Carlos Lorca Tobar, quien sufriera su mismo destino final: la detención y el
desaparecimiento.
Al interior del Partido Socialista, Klein se destacó rápidamente. Cada vez asumió roles
más importantes como dirigente.
«Esos nombres que hoy recordamos son los que produjo Chile. Es la
expresión de nosotros como sociedad. Eran personas de izquierda y en eso
hay, a la vez, una cierta particularidad y una cierta universalidad. La izquierda
parece ser el lugar que recoge tan naturalmente a artistas, intelectuales, a
jóvenes más preocupados de sus ideales y utopías, poco impresionables y por
nada atraídos por la seguridad del orden establecido...
DISPUESTO A TODO
Jorge Klein nunca eludía los problemas. Por ejemplo, no se detuvo en una oportunidad
cuando enfrentó a un compañero de curso, de apellido Leclerc, quien un día lo insultó
diciéndole «judío de mierda».
Leclerc era mucho más macizo y grande. Klein, sin embargo, se lanzó sobre él
dispuesto a todo. Tuvieron que separarlos.
La noche víspera del golpe militar, Rivas y Klein estuvieron juntos hasta altas horas de
la noche. No imaginaban lo que ocurriría al día siguiente.
El doctor Rivas recuerda la conversación sostenida en una oportunidad, en la que un
grupo de médicos reflexionaba acerca de su participación en la actividad política y los
riesgos que ello significaba. Klein dijo entonces:
VANESSA, SU HIJA
La esposa del doctor Klein, Alice Fausto, médico de nacionalidad brasileña, regresó a
su patria junto a la pequeña Vanessa, única hija del matrimonio.
Ella había llegado a Chile para perfeccionarse en psiquiatría. Aquí conoció a Jorge
construyéndose una sólida relación. Juntos vivieron días muy felices, de libertad y de
búsqueda. En una oportunidad fueron capaces de quedarse tres días completos en la
cordillera, abandonados en una vieja citroneta, soportando la noche, el frío, la nieve y
el hambre pero viviendo intensamente.
Alice Fausto recuerda a Jorge como un hombre siempre despierto, con ojos azules
brillantes y una sonrisa fácil y acogedora. Sentía el placer de vivir y compartir, pese a
su gran timidez. Ella dice: «Nos juntó el amor a la vida, a lo bueno, a lo sano y
nos separó la muerte y el odio. Con cerrarlos ojos lo tengo cerca de mí y
siempre lo veo como el compañero íntegro, el amigo confiable con quien se
quiere estar siempre y con quien se crece compartiendo».
Vanessa, con 19 años en 1991, creció con los recuerdos trasmitidos por su madre. Ella
vino a Chile en búsqueda de un acercamiento a los hechos y a su padre. Ha
conversado con los amigos de él. los compañeros de escuela, los colegas;
adentrándose en rincones ignorados y tratando de llenar día a día el vacío, el espacio
que ocupaba su padre.
«Me habría fascinado conocerlo, pero he escuchado tantas cosas lindas, que
me da la impresión de haberlo palpado, de haberlo conocido, de haberlo
tenido cerca... y yo llevo mucho de él; me han dicho que llevo sus mismos
gestos, sus expresiones, su personalidad. Cuando estoy junto a la gente que
lo conoció, ellos me señalan los gestos y las expresiones de mi padre y me las
hacen resaltar. A veces resulta todo muy extraño...» dice finalmente Vanessa.
El padre de Jorge Klein, Rodolphe. después de casi 30 años, volvió a sufrir los efectos
de la persecución, esta vez con la detención y desaparición de su único hijo. El ya
conocía estas prácticas de los años del nazismo en Europa. En búsqueda de Jorge
recorrió los hospitales, los servicios de urgencia, los regimientos, el Instituto Médico
Legal, los ministerios, acudió a la Embajada de Francia... escribió a la Cámara de
Diputados de París, al Presidente de Francia... ya tenía experiencia en estos casos.
El señor Rodolphe Klein falleció en 1989. Hasta sus últimos días durmió en el
dormitorio de su hijo. Lo mantuvieron intacto con las fotografías puestas en las
paredes, sus diplomas de estudio, sus premios deportivos... tal como le gustaba a
Jorge.
Así fue la cortísima vida de 27 años de Jorge Klein, ese niño judío que nace en un
pueblo francés y que muere en este lejano y terrible Chile de 1973; muere entre
nosotros, sus familiares, sus colegas y sus amigos, que esperábamos tanto de su
talento, de su alegría... de su vida.
Jorge Klein tenía 27 años, era casado y padre de una hija. De nacionalidad chilena,
había nacido en Francia. De profesión Médico Psiquiatra, tenía estudios posteriores en
Sociología. Se desempeñaba como Asesor de la Presidencia de la República y era
dirigente del Partido Comunista.
Fue detenido por efectivos militares el 11 de septiembre de 1973 cuando salió el último
grupo de personas que se encontraban al interior del Palacio de La Moneda. Trasladado
al Regimiento Tacna, el día 13 de septiembre. Desde esa fecha se desconoce su
paradero.
Su hermana recuerda:
LA VOCACIÓN DE MÉDICO-PSIQUIATRA
EL HOMBRE Y EL POLÍTICO
Sin duda, su talento natural le permitía hacer las cosas bien, sin
necesidad de grandes preparaciones ni enmiendas; no habría habido
tiempo para ello. Escribía punteos para sus clases o un discurso en
cualquier intervalo de pocos minutos. Su hermana cuenta que encontró
en un papel cualquiera, un punteo para el discurso de recepción del
sabio, doctor Alejandro Lipschutz, cuando éste decidió ingresar al
Partido Comunista.
DE LA MONEDA AL TACNA
RASTRO EN PELDEHUE
María Eugenia Horvitz, esposa del doctor Enrique París, manifiesta que
las circunstancias de la detención, secuestro y muerte no han podido ser
investigadas judicialmente. Los diversos procesos entablados han sido
cerrados, utilizando el Decreto Ley de Amnistía de 1978.
La reconstitución de lo ocurrido se ha podido realizar gracias a los
testimonios de los sobrevivientes del Palacio de La Moneda el 11 de
septiembre y de las personas que actuaron en defensa de la vida del
doctor París. El 12 de septiembre de 1973, el entonces rector de la
Universidad de Chile, Edgardo Boeninger visitó el Regimiento Tacna y
comprobó que el doctor París, Consejero Superior de esa Universidad, se
encontraba en ese campo de reclusión. Boeninger pidió que, bajo su
custodia personal y protección de la Universidad, le entregaran al
prisionero. Tal solicitud fue acogida y luego denegada por órdenes de la
Jefatura en tiempo de guerra de la zona de Santiago.
BÚSQUEDA INTERMINABLE
María Eugenia Horvitz expresa que los familiares, los amigos y los
colegas de la Universidad recorrieron todos los rincones, los hospitales,
los campos de prisioneros y la Morgue. En octubre de 1973. el abogado
Eugenio Velasco había hecho una investigación acuciosa a nombre de la
Universidad y concluyó lo que luego otros testimonios han confirmado y
cuyos antecedentes reúne el Informe de la Comisión Verdad y
Reconciliación: el doctor Enrique París fue fusilado en muy mal estado
físico, en el campo militar de Peldehue, el mismo día en que fue
trasladado hasta dicho lugar. Habría dejado de existir el día 13 de
septiembre de 1973. A fines de 1973, María Eugenia, junto a sus tres
hijos, de 11, 10 y 9 años de edad, partieron al exilio, a Francia.
RECORRIDO JUDICIAL
LECCIÓN DE VIDA
Pablo Neruda
París 1972
Así se refirió el poeta Pablo Neruda, al ser consultado sobre Eduardo
Paredes, un año antes del 11 de septiembre de 1973. Una suerte de
anticipación a los hechos; su vida y su destino resultaron violentamente
truncados.
SU HISTORIA
El doctor Jorge Otte cuenta que su casa está llena de recuerdos de él,
de fotografías de un viaje a Europa, sin plata, durmiendo en los trenes...
y al respecto señala:
«En sus viajes posteriores, siempre nos trajo un recuerdo, como mis
primeros jeans Lee, cotizada prenda rocanrolera y luego del twist, que
nunca aprendimos a bailar. Construimos una sólida amistad, al punto de
compartir la alegría del nacimiento de Raimundo, su primer hijo y la
pena y tristeza por el fallecimiento de Camila, su segunda hija».
SUMARIO CERRADO
REPRESIÓN A LA FAMILIA
«A los familiares de las víctimas les fue negada la posibilidad, no sólo de saber por qué
los habían matado, sino también de ver sus cuerpos, enterrar dignamente sus restos,
expresar y compartir su dolor. Al estar imposibilitados de vivir el rito para los muertos,
al estar la muerte asociada al horror y después tener que sobrevivir materialmente en
el miedo, la soledad y la pobreza, estas familias no pudiere» por años entregarse a
asumir la pena de la muerte».
(Informe Verdad y Reconciliación, relativo a los efectos familiares y sociales de las más
graves violaciones a los Derechos Humanos)
«Muchas de las víctimas fueron torturadas. Las familias conocen estos hechos por las
evidencias que ellos mismos vieron en sus cuerpos o por el relato de otros detenidos.
La forma en que murieron pasa así a convertirse en una pesadilla más dura que la
misma muerte. La sorpresa y la incredulidad ante la tortura se asocian para producir
un miedo nuevo: el miedo ante la crueldad de otros seres humanos».
INTRODUCCION
Los tres últimos grupos podían ser recuperables y utilizables para la Restauración
Nacional, pero los extremistas «elementos fanáticos desequilibrados, altamente
peligrosos por su agresividad» y los activistas de alta peligrosidad e inteligencia
«técnicamente dotados y que ejercen una gran influencia sobre sus grupos de
trabajo», son irrecuperables y no deberían permanecer libres o en el país.
«Un muy apreciable número de las muertes de este período son de este tipo y
afectan a las autoridades nacionales y locales del régimen depuesto y a los
líderes y militantes más activos de los partidos que lo sustentaban».
Agrega este documento que en algunas regiones, las muertes se concentran en los
primeros días después del 11 de septiembre y en otras se aprecian, en cambio, como
respuesta a las órdenes de endurecimiento impartidas a mediados de octubre del
mismo año.
Los médicos Jorge Avila Pizarro, Vicente Ramón Cepeda, Claudio Tognola Ríos. Jorge
Cerda Albarracín, Jorge Mario Jordán Domic, Absalón Wegner Millar, Héctor García
García, Eduardo González Galeno, Arturo Hillerns Larrañaga y Hernán Henríquez
Aravena, todos con brillantes trayectorias profesionales en el área de los servicios
estatales de salud, fueron víctimas de la estrategia de represión selectiva. Todos ellos,
además de ejercer la medicina, tenían una característica común: el compromiso social
y su condición de líderes en sus respectivas zonas.
De los diez casos que presentamos en este capítulo, se ha logrado esclarecer sólo uno,
el del doctor Claudio Rómulo Tognola, hasta agosto de 1990 detenido desaparecido, en
la localidad de Tocopilla, provincia de Antofagasta, en el norte de Chile. Los hechos
ocurridos quedaron al descubierto luego que un piquete de pirquineros, que trabajaba
en la mina conocida como «La Descubridora» o «La Veleidosa» de Tocopilla,
encontrara restos humanos en una de las excavaciones. Tras 17 años, los restos del
doctor Tognola recién descansan en el Cementerio General.
La aparición de su cuerpo sin vida en el mismo lugar en que ocurrieron los hechos,
desmintió la versión oficial respecto de su desaparición, la que se refería a una fuga. Al
respecto, la Comisión Verdad y Reconciliación se formó la convicción de que esta
muerte correspondió a una ejecución de responsabilidad de agentes del Estado.
A fines del año 1991, una orden judicial determinó la inhumación de alrededor de 130
tumbas del patio 29 del Cementerio General de Santiago. Estos cuerpos fueron
enterrados sin identificación. Los informes periciales dieron cuenta que entre los
primeros reconocimientos de identidad, figuraba el caso del doctor Jorge Avila.
El doctor Jorge Mario Jordán Domic, médico general del Hospital de Ovalle y militante
del Partido Comunista fue ejecutado, junto a otras 14 personas que permanecían en la
cárcel de La Serena. El teniente coronel Ariosto Lapostol Orrego, en ese entonces jefe
de plaza de la zona, informó en un comunicado oficial, el ajusticiamiento de estas
quince personas acusadas de "la intención de ocultar armamentos y planificar ataques
a Carabineros, para matar al personal y a los hijos de éstos mayores de ocho años."
(así lo señala el comunicado del jefe de plaza de La Serena)
Los familiares de las víctimas han interpuesto diversas querellas en orden a establecer
responsabilidades de estos hechos ocurridos arbitrariamente, sin derecho a defensa, y
al margen de todo principio ético y de justicia. Los expedientes están en los tribunales
ordinarios o militares, los culpables en la impunidad y la sociedad en la exigencia de
esclarecer la verdad y la justicia.
U. DE CONCEPCIÓN
En el monolito ubicado en el Colegio Médico de Chile, entre los nombres de los médicos
víctimas de la dictadura figuran tres, cuyo» nombres también están inscritos en la
placa que develó el 23 de octubre de 1990 el decano de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Chile, doctor Alejandro Goic, en un acto pleno de emoción, en
homenaje a egresado de esa Facultad, de estudiantes y funcionarios víctimas de la
represión.
La idea central del plan de estudios era que el estudiante comprendiera que un buen
médico no es sólo aquel que domina los aspectos técnicos y científicos de la profesión
sino especialmente aquel que, ademas, tenga clara conciencia de su misión social. Para
este fin, debía reconocer que el «proceso de salud enfermedad» era influenciado por
agentes sociales, culturales y económicos y no solamente por factores biológicos y
ambientales. Por consecuencia, la distribución de la enfermedad es distinta en los
diferentes estratos económicos- sociales que componen las colectividades humanas,
siendo mas vulnerables las clases desposeídas. Que aprendiera, también, que el éxito
de todo acto médico depende no sólo de la aplicación de lodo lo que la medicina tiene
de arte y ciencia, sino también de la expresión de sentimientos de solidaridad y
comprensión frente al dolor del paciente. Este compromiso solidario surgió hace miles
de años. cuando el primer hombre necesitó de otro para sanar heridas, compromiso
que se acrecienta y vitaliza cuando Pedro y María Magdalena asisten al mártir del
Gólgota. compromiso que vivirá por siempre en la música del agua, en la risa del niño.
en la sabia profunda de la humanidad, en la paz de los pueblos, en el amor sin
lágrimas, en el dolor de los oprimidos. Es el compromiso de los profesionales de la
salud con los pobres, con aquellos que no pueden esperar. Por haber asumido este
compromiso con los pobres y oprimidos las vidas de tres jóvenes, de vertientes
ideológicas distintas, formado en la Universidad de Concepción, fueron sesgadas por la
irracionalidad y el odio. Con ellos, parte de nosotros también murió.
A las familias de estos jóvenes médicos pedimos perdón por la expresión tan tardía de
solidaridad.
A este mismo grupo generacional pertenecieron Miguel Enríquez y Juan Bautista Van
Schouwen. En posiciones ideológicas tan distintas, en las defensas de ellas, a veces
con demasiada vehemencia, había respeto y lealtad. Al catolicismo acelerado de Arturo
Hillerns se enfrentaba el pensamiento, aún no bien elaborado, de Miguel. Es indudable
que estos jóvenes influyeron notablemente en el movimiento estudiantil.
Un día apareció un niño muy delgado, muy diminuto para su edad, que miraba con
gran interés los libros de la librería de Raúl Villalobos López, situada frente a la plaza
principal de Iquique. Este observó con curiosidad al niño de no más de siete a ocho
años, que revisaba uno y otro libro muy interesado. Tanto así, que acudió después casi
todos los días.
Con el paso del tiempo, este local tendría una gran significación en la vida de aquel
niño, Vicente Cepeda Soto, el Vicho, como le llamaban sus amigos y familiares.
DE IQUIQUE A IQUIQUE
María Jacoba Soto Soto nació a comienzos de siglo, en la pampa nortina. Hija de un
carpintero que trabajaba en una estación salitrera, viajó junto a su familia, de oficina
en oficina: Peña Chica, Santa Laura y otras que no recuerda.
Bordeando en 1990, los ochenta años, la señora María Jacoba, de estatura pequeña y
cuerpo frágil, refleja en sus manos y su rostro una vida de esfuerzo, trabajo y
sacrificio. Su mente ya no recuerda o quizás no quiere recordar esa vida plasmada en
el sufrimiento. Casi toda una existencia dedicada a sobrevivir, a excepción de un
pequeño y efímero oasis, el período de la vida de su hijo.
La señora María Jacoba ha vivido en Iquique desde hace más de cincuenta años.
Concretados los sueños, construido el hogar y llegado el pequeño hijo al mundo, las
cosas cambian para María Jacoba. El hombre la abandonó dejándola totalmente
desamparada con un niño en los brazos en una ciudad que le era desconocida. Regresó
a Iquique, al hogar de su madre y sus hermanas. Su padre había fallecido
prematuramente víctima del duro trabajo de la pampa.
Así, Vicente estuvo rodeado del cariño de su madre, su abuela y sus tías. Su madre
trabajaba de lavandera. Creció entre bateas, tiestos con agua y el barrial del patio.
«Siempre hacía bromas» - recuerda la madre- «Soy yo el que trabaja y no veo los
billetes, decía.»
NIÑO EN LA LIBRERÍA
Vicente Cepeda vivió una infancia muy diferente a la de la mayoría de los niños que
llegan a convertirse en médicos, y similar a la de muchos otros niños proletarios.
Además de sus estudios, tenía una obligación más... ayudar a su madre en las labores
de subsistencia.
Desde pequeño fue aficionado a sus cuadernos. «No era el pichanguero de la calle»,
recuerda la madre. Quizás por las labores cotidianas no le quedaban fuerzas para los
juegos.
Más aún, desde aquel día en que se le ocurrió entrar a la librería, varias horas diarias
quedaron invertidas en ese lugar.
«Se le veía leyendo seriamente parado en una esquina. Devoraba y devoraba libros de
manera impresionante», recuerda Raúl Villalobos López.
El mismo señala que al autorizarlo hizo una labor social, ya que el niño le había
manifestado su interés por los libros así como también le había confesado no contar
con los recursos para comprarlos.
Poco a poco las lecturas comenzaron a dar pie para los comentarios y pasaron a
convertirse en temas de conversación con el propietario de la librería. Con el paso de
los años se selló una férrea amistad entre ellos.
Vicente estudiaba en la Escuela Santa María de Iquique, destacándose siempre por sus
notas.
Con el correr de los años, la escuela secundaria, sus labores de apoyo a su madre, su
inteligencia, sus contactos con jóvenes laicos de Iquique y sus lecturas cada vez más
profundas estructuraron su pensamiento con inquietudes sociales. De ahí, sin duda, ya
más maduro, consideró que la carrera de medicina le permitiría una acción social.
«Recuerdo como si fuera ayer, señala Raúl Villalobos, aquel día en que el Vicho venía
cabizbajo por la calle Tarapacá. Inmediatamente le pregunté cómo le había ido en el
bachillerato. El resultado era la máxima calificación. Lo felicité. Era algo extraordinario,
un gran paso. Pero él triste y preocupado me dijo: ¿Como estudiaré? Yo no tengo
ninguna posibilidad de estudiar. No cuento con lo mínimo para ello».
A partir de ese momento Raúl Villalobos, al que Vicente Cepeda consideraría entre sus
amigos, como su padre, comenzó una ardua tarea de información para ayudarlo.
Certificados, diplomas, informes y otros antecedentes fueron enviados en la
perspectiva de conseguir una beca de estudios.
Ella recuerda que vivía todo el año ansiando los veranos, los meses de vacaciones
cuando su Vicho llegaba del sur, con cosas raras, nuevas.
Fue compañero de los grandes líderes del MIR, que tendrían más tarde presencia
nacional: Miguel Enríquez y Bautista Van Schouwen.
El, obviamente, fue parte de esa vorágine política que invadió la ciudad penquista. Sus
ideales de justicia se fueron configurando dentro del Partido Socialista, del cual fue un
activo militante.
En Iquique, Vicente desarrollaba su ejercicio médico cada vez que regresaba para ver a
su madre y a sus familiares durante los veranos. A partir del tercer año ya atendía a
los vecinos, todos de escasos recursos, quienes esperaban ansiosos al futuro médico
para que los examinara y les diera uno que otro remedio que siempre tenía a mano.
Su madre recuerda que cada día alguien lo quería ver. Y él siempre estaba disponible
para asistirlo.
Más tarde, logró reemplazos en el hospital de Iquique, para ganar un poco de dinero y
ayudar a su madre.
María Jacoba señala que su hijo jamás exigió nada, pues siempre tuvo conciencia de
las limitaciones económicas de la familia.
«Con sus primeros pesos me compró un refrigerador y luego otros artefactos de gran
valor que yo jamás hubiese podido adquirir», dice la madre.
DESTINO TOCOPILLA
Todos los que estuvieron en contacto con él en ese período recuerdan lo enamorado
que estaba de María Cristina, con quien se casó en septiembre de 1970.
El doctor Vicente Cepeda Soto fue detenido por personal de Carabineros de Tocopilla,
el 12 de septiembre de 1973, en el hospital de dicha ciudad. De allí es enviado a los
calabozos de la Primera Comisaría de ese puerto, permaneciendo allí hasta el 23 de
octubre, fecha en que fue asesinado.
Esta versión parece contradictoria, según señala su madre y otras personas que
tuvieron contacto con él en ese período:
Su físico no era el más indicado como para emprender un escape. Por otra parte, los
que conversaron con él entonces, manifiestan que su estado de ánimo era excelente;
mostraba seguridad plena de que sería puesto en libertad.
María Cristina, su esposa, sacando fuerzas del dolor, los increpó y les hizo saber que
ellos habían cometido un crimen, que su esposo era una persona que ejercía su
profesión en forma generosa e idealista, a lo cual los uniformados contestaron que eso
lo sabían porque lo conocían.
Hoy, la señora María Jacoba Soto vive sola, con serios problemas económicos y de
salud. Aún no puede comprender lo sucedido. Introvertida, quiere guardar para sí lo
único que le queda de su querido hijo... los recuerdos de días mejores.
«Se necesita valentía para remover las piedras, pero, sí tú no lo hicieras, las
piedras se moverían de horror un día de soterrado espanto ante el olvido. En
alguna mina abandonada, Paola, más allá de las fábricas de harina de
pescado, más al norte aún de las últimas playas populares, tiene que estar el
cuerpo de tu padre...»
El texto corresponde a una carta que le escribiese Elizabeth Acuña, una amiga de la
familia a Paola Tognola y que denominó «Carta a la Hija de un Detenido
Desaparecido».
El doctor Claudio Tognola, hijo único, nació en Santiago, en la Comuna de San Miguel.
Su padre trabajó como empleado en la fábrica de Cristalerías Chile y luego en la
industria de materiales bélicos, FAMAE. Su madre se dedicaba exclusivamente a las
actividades del hogar.
Creció entre las clases del Instituto Nacional, las audiciones de música clásica y una
serie de primos, con quienes compartía los juegos, las vacaciones y actividades al aire
libre.
Tras terminar sus estudios de medicina en 1962, se fue como médico general de zona,
a la nortina localidad de Tocopilla. Regresó siete años más tarde al Hospital Barros
Luco, en donde cursó una beca en la Maternidad. Ante la nueva disyuntiva de quedarse
en Santiago o volver a Tocopilla, optó nuevamente por el norte. Emprendió viaje en
1971.
Poseía un carácter alegre aunque cuando se enojaba era cosa seria, cuentan quienes le
conocieron...
«Paola, por esa costanera pasaba tu padre en su auto antiguo para visitar a
las puérperas y lo hacía cantando y cantando subía a los domicilios en las
últimas casas de los cerros (aquellas cuyos patios limitan con la línea del tren
que bofa de María Elena). Cantando lo vi yo un mediodía de enero, en la sala
de partos mientras estremecía el aire con su alegría...»
Siempre estaba dispuesto a la atención de sus pacientes, de sus hijos, su familia y sus
amigos.
Cuentan en Tocopilla que muchos niños fueron bautizados con el nombre de Claudio o
Claudia, en homenaje al doctor, en un gesto de agradecimiento ante el cariño y
dedicación de éste.
El doctor Tognola fue detenido dos veces; la primera vez en el Hospital, la segunda, el
12 de septiembre de 1973, por orden de la Fiscalía Militar de Tocopilla. Sometido a
proceso, permanece recluido en la cárcel hasta el 4 de octubre de 1973. fecha en que
se pierde su rastro.
Testigos cuentan que vieron ese día sacarlo del penal junto a otros detenidos y subirlo
a una camioneta que se alejó del lugar.
La versión oficial resultaba absurda e imposible de creer.'.. una huida en pleno desierto
grande es como nadar mar adentro. Y por ello, justamente, en Tocopilla se rumoreaba
a gritos que todos habían sido asesinados y sus cuerpos sin, vida estarían en el interior
de la mina... Y así se comprobó mucho tiempo después.
La historia de los pirquineros se conoció diez años después. La prensa habló del caso.
La entonces revista Cauce, publicó en 1984 la historia, bajo el título «El Lonquén de la
Pampa», haciendo una relación con la mina abandonada de Lonquén, lugar en donde
también fueron encontrados cadáveres que pertenecían a personas detenidas
desaparecidas de la zona.
Diecisiete años después, el 3 de agosto de 1990, peritos forenses que cavaron el lugar,
por instrucciones judiciales, dieron con los restos humanos correspondientes a ocho
personas, todos mutilados, destrozados y quemados por la dinamita arrojada sobre
ellos por los pirquineros, que obedecieron las órdenes de carabineros.
«Paola, la tierra que tú ahora socavas, no será jamás igual a la que tu padre
amó. Ya no se juntan en las esquinas los «guachimanes», ni los restoranes
chinos ofrecen sus cenas bailables hasta el amanecer. Los burdeles
clausuraron sus internacionales juergas y la corte de travestís políglotas huye
de la masacre. Y nadie come sandwich de pescado a la hora del lonche, ni
toma té con pétalos de malva a las cinco de la tarde. Pero, si tú has tenido el
coraje de un pampino para decidirte a excavar el desierto, yo tengo el deber
de contarte cómo era el pueblo antes, en la época que tú hacías equilibrio en
un triciclo por sus verticales veredas y observabas los enormes barcos que
descendían hasta el muelle, amenazando aplastar a los transeúntes desde su
altura marítima...»
Una vez publicado en la prensa el comunicado oficial emitido por el Jefe de Zona en
Estado de Sitio, el 5 de octubre de 1973, la esposa de Tognola se presentó en la cárcel
con una carta del entonces Ministro de Minería, Arturo Yovanne, sub-director de
carabineros, en la cual se solicitaba la entrega del cuerpo sin vida. El teniente Astete
insistió en la versión de la fuga al tiempo que lanzaba con desdén la tarjeta de la
autoridad. Frente a la insistencia, el personero dijo:
Pese a ello, afirmó que entregaría un certificado de la fuga, documento que jamás vio
la luz.
La persecución se dejó caer sobre el hogar de la familia. La esposa recibió cartas con
amenazas,
Todas las acciones legales emprendidas entre 1974 y 1977 no dieron resultados. En
1981, la esposa decidió efectuar un juicio por muerte presunta en el Juzgado de Letras
de Tocopilla. Al intentar recuperar los bienes, sólo logró el auto. La consulta médica del
doctor fue saqueada, sus libros destruidos así como también los útiles de trabajo y
recuerdos de la familia.
Sus hijas Claudia. Verónica y Paola, tenían diez, nueve y siete años respectivamente.
Las niñas vivieron desde entonces en Santiago, con los padres del doctor Tognola en
muy malas condiciones económicas. Rómulo Tognola y su esposa Sara, padres del
doctor, vivieron pocos años luego de la desaparición de su único hijo. La pena, el
desamparo y la tristeza los agobiaron a tal punto, que se dejaron prácticamente morir,
en 1978 y 1979.
«Paola:
«En Tocopilla merodean los fantasmas, pocos quedan allí después del brutal
saqueo de la alegría y un polvo sepia cubre la cara de la ciudad. Tocopilla se
llama un barrio en Suecia, viven allí cinco mil chilenos, juegan fútbol los
domingos y comen pan con pescado a la hora del almuerzo. En España vive la
esposa del boticario, la que sacaron desnuda una noche de su casa y la
hicieron pasearse desnuda por la calle principal. El director administrativo del
Hospital se marchita en Angola y sueña cada noche con la ciudad
embanderada y que en la plaza la banda ejecuta una retreta de cumbias
incesantes...
LA VERDAD SE IMPONE
La Comisión Verdad y Reconciliación expresó en su informe que la versión oficial, que
en sí era de gran debilidad, quedó desmentida durante 1990, cuando por orden judicial
se excavó la mina La Veleidosa y fueron encontrados e identificados legalmente los
restos de los presuntos fugados, y hasta entonces desaparecidos, en condiciones tales,
que evidenciaban haber sido ejecutados.
Más adelante, el informe señala que la Comisión se formó la convicción de que las
muertes de Freddy Araya, Reinaldo Aguirre, Claudio Tognola, Luis Segovia y Carlos
Garay correspondieron a ejecuciones de prisioneros capturados, de responsabilidad de
agentes del Estado, incurriéndose en grave violación de los Derechos Humanos. Al
respecto, la Comisión concluye que resulta inverosímil que un grupo de detenidos
fuertemente custodiados, más aun si se considera que se pretendía buscar armas y
explosivos, pudiesen haber intentado la fuga, además de que por diversos testimonios
consta que algunos de ellos se encontraban en precarias condiciones físicas, producto
de las torturas que habían recibido durante su reclusión.
Finalmente, el informe expresa que la aparición de los cuerpos sin vida de los
presuntos fugados en el mismo lugar en que ocurrieron los hechos, escondidos en una
mina y con indicios de haber sido ejecutados, desmiente la versión oficial sobre su
huida.
Claudio Tognola de 42 años de edad, casado y con cuatro hijos. De profesión Médico
Cirujano. Militante Socialista.
«De 100 niños, uno nace como él; son niños dotados, que sacan todo lo bueno
del padre y todo lo bueno de la madre, si éstos son inteligentes... tú tienes
que sentir orgullo de tener un padre como él... aunque no lo hayas
conocido...»
(Palabras del doctor Ramón Montero dirigidas a Claudia, hija del doctor Cerda.)
ACTIVO CRECER
Jorge Antonio era el segundo hijo de la familia Cerda Albarracín, que tenía cinco hijos.
Sus estudios los hizo en el Liceo José Victorino Lastarria, en donde destacó como
dirigente estudiantil y deportivo. A los 14 años Figura como dirigente del Club
Gavilanes, de la calle Portugal, y es un aficionado a la fotografía. A fines de los años
cincuenta, se integró a la Juventud Socialista. Destaca como di rigente de la Brigada
del Liceo Lastarria. Sus ideales eran también compartidos por su grupo familiar.
En esa ciudad, se vinculó rápidamente con las ideas reformistas de aquel entonces.
Más tarde, se trasladó a Santiago, para continuar su tercer arto de Medicina
destacándose como excelente alumno. Estableció una gran amistad con los entonces
dirigentes estudiantiles Carlos Lorca, Jorge Klein y Héctor Pincheira (todos
desaparecidos), constituyendo un entusiasta grupo de intelectuales.
«Yo lo quise mucho. Era una persona muy vivaz e inteligente, un capo, pues. Muy gallo
en su profesión. Tenía dos requisitos. Tenía todo lo que un médico necesita para
convertirse en un gran profesional: la inteligencia y la intuición. Poseía una sabiduría
fuera de lo común, de 100 niños uno nace como él. A veces lo reté por sus
inclinaciones políticas, pero siempre nos respetamos nuestros pensamientos. El me
quería mucho, aunque yo soy «momio», pero un «momio» con pensamiento limpio y
conciencia tranquila».
En 1971 recibió su título de médico y decidió irse a trabajar al norte del país. Ese
mismo año se casó con Luisa Duran. Tuvieron una hija, Claudia, que bordeaba el año y
medio en septiembre de 1973.
DELACIÓN Y DETENCIÓN
En 1973, el doctor Jorge Antonio Cerda tenía 29 años. Se desempeñaba como Médico
General de Zona en la oficina salitrera, Pedro de Valdivia, en la Segunda Región.
Un funcionario del hospital, lo habría denunciado y ese mismo día, a la salida del
establecimiento, fue revisado por un grupo de carabineros, al mando del teniente
Osvaldo Muñoz Sanhueza. quien posteriormente ocupó altos cargos en la institución.
Fue, por ejemplo, Jefe del Consejo Asesor Superior de Carabineros de Chile.
El mismo 11 de septiembre, poco después de llegar a su domicilio particular,
nuevamente fue hostigado por carabineros. Esta vez se le solicitó presentarse ante la
Comisaría. Se le amenazó diciéndole que en caso de no presentarse en un breve plazo,
la localidad minera de Pedro de Valdivia sería bombardeada.
Así fue detenido. Días después fue trasladado hasta la cárcel de Antofagasta. desde
donde fue sacado para ser fusilado en la madrugada del día 20 de Septiembre, día en
que recién fue ratificada la sentencia del Consejo de Guerra. El general de brigada,
Joaquín Lagos Osorio, era entonces el jefe de zona en Estado de Sitio de la Segunda
Región.
Según la acusación del fiscal constituían una milicia armada privada, al margen de la
ley y subversiva del orden público. aunque deja constancia que las fuerzas de
carabineros destacadas en Pedro de Valdivia no fueron atacadas por el supuesto grupo
paramilitar, ni existió tentativa alguna.
Una vez conocida la detención. Luisa Duran viajó de inmediato al norte. Lo hizo junto a
la madre del doctor, la señora Fresia Albarracín y la tía, Gladys Albarracín. Las tres
llegaron a Antofagasta por la noche del 20 de septiembre.
Los restos del doctor fueron trasladados a Santiago. Fueron sepultados en forma muy
privada.
PROCESO IRREGULAR
«Los antecedentes allegados al proceso revelan sin lugar a dudas, que los
reos nombrados son altamente peligrosos para la seguridad de las Fuerzas
Armadas, Carabineros y orden público y atendida la condición intelectual y
preparación cultural de cada uno, lo que a la vez constituye un riesgo
permanente de pérdidas de vidas humanas, que es necesario impedir a
cualquier costo...»
Otro argumento que expresa la Comisión Verdad y Reconciliación se refiere a que fue
procesado y condenado de acuerdo al procedimiento y penalidad de tiempo de guerra,
en circunstancias que los eventuales delitos habrían sido cometidos con anterioridad a
la declaración del estado de guerra.
El proceso en su contra llevado por el Consejo de Guerra fue apresurado. Duró menos
de siete días, apenas a una semana del levantamiento militar y con apremio jurídico
del procedimiento penal de tiempos de guerra. Los inculpados no tuvieron acceso a
ninguna defensa real.
REPRESIÓN FAMILIAR
Una vez en Santiago, Luisa Duran y la familia directa del doctor Cerda fue amenazada
y perseguida. Grupos de civiles movilizados en camionetas seguían todos sus pasos.
Muy atrás en el tiempo quedaban los momentos en que don Miguel inculcaba una
férrea disciplina a sus hijos. Se levantaba junto con ellos a las seis de la mañana para
empezar el día con una gimnasia diaria. A las siete de la mañana, después de la ducha,
todos desayunaban. Este era el momento en que el padre aprovechaba para leer a sus
hijos trozos escritos por los grandes novelistas, estudiosos e investigadores. Quería
que sus hijos crecieran vinculados a la vida real.
El doctor Cerda, durante su detención, logró escribir y hacer llegar a su madre una
carta, que ella recibió más tarde de manos del capellán de carabineros, Gregorio
Zenteno. Se trata de una caña de despedida para sus seres queridos y de la vida. La
carta es un testimonio de los últimos momentos de un hombre, condenado a no vivir
más en este mundo, por sus ideales de justicia e igualdad social.
Querida madre:
Qué doloroso debe ser para tí lo que está ocurriendo. Sé que usted es una
mujer extraordinaria y que sabrá enfrentar este gran dolor.
Salude a todos como si los fuera a ver mañana. Dígales que los quise
entrañablemente.
Para Usted un abrazo final, que da un hijo que siempre quiso a su madre
como a nadie en el mundo.
Antonio.
(la carta no fue fechada)
Su madre. Maya Domic, relata que el 5 de octubre de 1973, una vez concluida la visita
carcelaria, ambos se despidieron esperanzados, sin la mínima sospecha de que jamás
volverían a verse.
Once días después, el 16 de octubre, a las 16 horas, junto a otros 14 presos políticos,
el doctor Jorge Mario Jordán Domic fue fusilado en los patios del Regimiento Arica, de
La Serena.
SU VIDA
Participó en la revista del Liceo. Su facilidad como escritor quedó así en evidencia,
como también sus aptitudes para el dibujo. La música, especialmente en el aspecto de
la composición, fue además uno de sus intereses.
El doctor Cesar Krug, uno de sus amigos de liceo y luego de universidad, lo recuerda
así:
«Conocí a Jorge durante 19 años. Confieso que durante los primeros años de
nuestra amistad nació en mí una cierta envidia hacia el... tenía una letra
maravillosa, excelente ortografía, facilidades de expresión escrita; era
siempre el mejor alumno de la clase de castellano.»
Su padre recuerda que desde niño manifestó una personalidad especial. Era fácil
entretenerlo con revistas, diarios o cuentos, incluso aprendió a leer espontáneamente,
interesándose de inmediato en un libro de astronomía, que pasó a convertirse en su
tema predilecto de conversación mientras cursaba, apenas, el primer año básico.
Siendo universitario prefería pasar los fines de semana al interior de su hogar para leer
y escribir poesía, además de escuchar su música predilecta, la música clásica y los
tangos, que solía interpretar en reuniones y fiestas
El mismo año en que se gradúa, se casa con Amari Herrera Bocca y forman una
hermosa familia al nacer sus hijos Jorge y Milko en 1970 y 1973 respectivamente.
Jorge optó por comenzar su vida laboral como Médico General de Zona. Se trasladó
con su familia a Ovalle, en donde trabajó en el hospital hasta un día después del golpe
militar, en que fue puesto bajo arresto domiciliario.
MEDICO FUTBOLISTA
«Tenía una especial capacidad para sentirse uno más con el personal. Yo he
sido médico, pero siempre sentí esa deferencia entre el doctor y el resto de
los trabajadores. En su caso, él formaba parle de un todo, se entregaba a tal
punto de ser uno más, de ser uno más del todo.»
Su padre continúa el relato:
MEDICO MILITANTE
De ascendencia yugoeslava, el abuelo del doctor Jorge Jordán era un inmigrante que
arribó a Chile a principios de siglo; sus inquietudes sociales y de entrega al servicio
público lo llevaron a constituirse como Presidente de la Comunidad servo-croata del
Cono-Sur. Su padre es un prestigiado médico-psiquiatra, que influyó directamente en
su formación política y profesional. Era un activo militante de izquierda, al igual que el
padrino de Jorge, el doctor Gustavo Mujica.
El doctor Jorge Jordán ingresó a las Juventudes Comunistas para luego militar en las
filas del Partido. Ocupó altos cargos de importancia durante su trayectoria política.
Al momento del golpe militar, desempeñaba el cargo de Secretario Regional del Partido
Comunista de Ovalle. El 11 de septiembre de 1973, fue llamado por las autoridades
militares a presentarse en la Comisaría de Carabineros de Ovalle. El concurrió
voluntariamente a la dependencia policial, en donde se le comunicó que debía
permanecer en su hogar con orden de arraigo.
Así permanece hasta el día 14 de septiembre, en que fue trasladado desde su casa
hasta la Comisaría, donde es sometido a todo tipo de humillaciones y vejaciones,
según los testimonios presentados.
La represión se había hecho sentir también en él. Había sido despedido del Hospital
Psiquiátrico, en donde se desempeñaba como Director y tenía prohibición de salir fuera
de la ciudad de Santiago.
La madre tuvo que enfrentar la difícil situación familiar, un doble problema; su esposo
despedido de un día a otro de su trabajo, con arraigo en Santiago y su hijo detenido en
el norte de Chile.
«Se supo que fue torturado diariamente por un experto en artes marciales,
traído directamente desde Santiago. En este período le obligaron a firmar
documentos con confesiones descabelladas, todas obtenidas después de
golpes y torturas. Se le veía en muy mal estado físico. Así fue trasladado
hasta La Serena».
DIRECTO AL PELOTÓN
El 16 octubre de 1973 a las 13 horas, se vieron en las afueras del regimiento varios
vehículos militares, todos conducidos por boinas negras. Después de un inusual
movimiento que llamó la atención de los civiles presentes, se estacionaron frente a la
cárcel. Minutos más tarde, se vio salir a 15 prisioneros políticos, con los brazos en alto
y apuntados con metralletas.
El abogado Gustavo Rojas que en ese momento pasaba frente a la cárcel, logró
conversar con uno de ellos, quien expresó que los llevaban a declarar a la Fiscalía
Militar.
En los momentos de los hechos, el auditor de guerra. abogado Francisco Alvarez Mery,
se encontraba en Santiago. con los expedientes de tres de los fusilados que ya habían
sido condenados a presidio, puesto que las condenas debían ser confirmadas por el
juez militar de la capital.
PROTESTA INTERNA
El 18 de octubre de 1973 por la mañana, los hermanos de Jorge Peña. aquel querido y
recordado músico, director de la orquesta de niños, concurrieron hasta el Cementerio
de La Serena, lugar en donde se rumoreaba que los restos sin vida de los quince
fusilados de La Serena habían sido arrojados a una fosa común.
CARAVANA DE LA MUERTE
Por declaraciones posteriores del propio teniente coronel Ariosto Lapostol y otros
antecedentes que han visto la luz, se ha comprobado que estos fusilamientos están
vinculados al paso por esta ciudad de una comitiva especial enviada desde Santiago,
comandada por el general Sergio Arellano Stark.
Agrega el informe que la ejecución se realizó al margen de todo proceso legal, y que
participaron agentes del Estado. Expresa, además, que casi no medió tiempo entre la
revisión de los casos y la ejecución, lo que hace imposible que en ese lapso se
desarrollara un Consejo de Guerra ajustado a derecho.
Dejó a dos pequeños hijos. Jorge de tres años y Milko recién nacido. Ambos asumieron
concretamente el asesinato de su padre cuando ya eran jóvenes, a raíz del hallazgo de
los cadáveres. Hoy estudian en la Universidad.
El doctor no vio crecer a sus hijos, ni tampoco a los pequeños pacientes que pensaba
atender, tras su programado viaje a Colombia, donde había obtenido una beca para
especializarse en malformaciones faciales.
Sus restos no han tenido sepultura cristiana, sus familiares no saben exactamente
dónde depositarle recuerdos, flores y sirios, aunque todos los sirios de La Serena, se
han encendido una y otra vez por él y por los otros compañeros abandonados en la
fosa común.
Jorge Jordán, de 29 años, era casado, tenía dos hijos. Era médico y ocupaba el cargo
de médico general del Hospital de Ovalle. Militante del Partido Comunista.
La vida cotidiana resultaba muy difícil para esta familia. Muy temprano
por la mañana, la madre dejaba a los niños en el colegio. Pasaba por
ellos en la tarde, a las 20 horas, cuando ella abandonaba su trabajo en
una notaría de Temuco.
«A pesar de la ausencia paterna, en nuestro hogar crecimos en medio
de risas y sonrisas, juegos, paseos al campo, días escolares, las típicas
pestes infantiles, navidades con hermosos pinos naturales y muchos
juguetes a su alrededor,» recuerda su hermana Adriana.
Así era él; todo lo que asumía lo hacía con gran entrega y
responsabilidad.
Agrega que jamás le vio una expresión de rencor, tanto es así, que a
pesar de las opiniones contrapuestas sobre la realidad del país, él nunca
se alteraba.
DETENCIÓN Y MUERTE
La versión oficial señaló que ambos trataron de quitar las armas a sus
guardias e intentaron fugarse.
«Es inverosímil que dar muerte a los afectados haya sido la única forma
de evitar su presunta huida, puesto que iban desarmados y bajo fuerte
vigilancia de los efectivos del Regimiento de Infantería Nº3 «Yungay» y
estando la patrulla inmediata al recinto penitenciario, que disponía de
personal capacitado para prestar ayuda en la supuesta captura de los
evadidos. También, cabe destacar que se ha podido acreditar que los
prisioneros habían sido llevados encadenados a la Fiscalía Militar, como
mayor medida de seguridad, y no se ve motivos para suponer que no
fueran devueltos al penal en la misma forma, a menos que se quisiera
prefigurar de algún modo su supuesta huida.»
«Jamás pensé que podrían matar a una persona que no había hecho
daño a nadie. Recuerdo sus últimas palabras. Aquel «me iré pronto. No
tienen nada en mi contra, saludos a todos los compañeros del hospital».
Otro testimonio resalta una vez más, las cualidades del doctor Wegner.
Es el de un prisionero común, que por la misma época estaba detenido.
Beatriz, expresa que por las noches siente la presencia del doctor y la
de su hermano, también víctima de la represión.
«Ellos me acompañarán mientras yo viva, les converso para que
¡VIVAN! y se haga justicia, por ellos y por todos los caídos...»
Son las palabras de la señora Aída Avila, tía del doctor Jorge Avila, una anciana mujer
cuya vida tomó un inesperado rumbo a partir de la relación establecida con su sobrino,
con sus ideales y con las consecuencias del golpe militar de septiembre de 1973. El
doctor Jorge Avila fue asesinado a los 27 años, siete días después del 11 de
septiembre de 1973, y un día después de que él se presentara voluntariamente ante
carabineros, respondiendo a una citación escrita.
SU HISTORIA
Hijo de Guido Avila Rodríguez y Raquel Pizarro Corón, Jorge nació en Santiago, el 25
de julio de 1946. Apenas contaba con once años cuando quedó sin padre ni madre. Su
padre había fallecido cuando tenía dos años y su madre, cuando apenas se empinaba
en los once años. Sus tíos, Aída Avila y Manuel Tapia, lo asumen como hijo propio. Su
único hermano también había fallecido.
Sus primeros estudios los realizó en el Liceo Manuel Barros Borgoño. Luego continuó
en el Internado Nacional Barros Arana. Durante su etapa estudiantil, destaca siempre
como alumno brillante, con los primeros lugares. Aún se conserva el Diploma de Honor
que le otorgó el Internado Nacional Barros Arana, en diciembre de 1959, que acredita
la obtención del primer lugar de toda la promoción. Su profesor jefe del Internado
Barros Arana, señaló en el informe de personalidad de 1963: «Se espera de este
alumno un excelente bachillerato».
PREOCUPACIÓN SOCIAL
Su prima, María Elena Pizarro, lo recuerda como aquel primo con el cual creció y
compartió experiencias comunes:
Los días domingos salía a vender el diario «El Siglo», puerta a puerta, como
un apóstol difundiendo su credo».
«Cuando aún tenía pantalones cortos, su mirada era seria, el ceño fruncido, la
responsabilidad con que atendía sus deberes escolares, lo hacía aparecer
mucho más maduro. Un día le vimos aparecer de corbata negra y con una
gruesa banda negra en la manga de su temo. Sabíamos que quedaba sin
padre ni madre y al cuidado de sus tíos. Retraído, cabizbajo, se concentra en
sus, estudios donde se destaca como uno de los mejores alumnos, a lo que se
agrega una gran sensibilidad por lo artístico y lo poético».
Todos sus amigos lo recuerdan como muy buen compañero, destacándose por su
seriedad y alta responsabilidad. Era de gran facilidad de palabra, obstinado, estudioso
y entusiasta en todos los ámbitos de su quehacer. Con estas características, asumió un
rol protagonice en las actividades universitarias de los años 60. En la Universidad
estudió con beca y tras recibir su título, continuó los estudios para especializarse en
psiquiatría.
Silvia Lagos, tecnóloga-médica, quien fuera largamente su compañera, recuerda:
Llegar a ser poeta y revolucionario eran algunas de sus metas; cuando se produce la
revolución estudiantil de mayo en París, Jorge cubre las murallas de la Facultad con las
consignas más hermosas y ardientes de los estudiantes universitarios franceses. Sin
embargo, además de ser un intelectual era un hombre de acción que con la misma
pasión y vehemencia con que pronunciaba inflamados discursos en la asamblea de la
Facultad, colaboraba en la formación del FER, como organizador o en las poblaciones
marginales asistiendo a los más pobres...
La doctora Laura Moya recuerda que ella estaba presente en esa asamblea convocada
por los trabajadores del hospital, con motivo de los trágicos acontecimientos que
estaban ocurriendo en el Palacio de La Moneda. En dicha oportunidad, el doctor Avila
pronunció su discurso. Al respecto, la doctora Moya recuerda:
«Con gran esfuerzo se equilibró sobre una silla inestable, dio fuerza a su voz
y habló de la injusticia del golpe militar...»
Una vez levantado el toque de queda, el doctor Avila fue como siempre a trabajar al
Hospital Psiquiátrico. Allí se percató que tanto su tarjeta como la del doctor Raúl
Berdichevsky habían sido retiradas del reloj control de asistencia. Una patrulla militar
allanó el establecimiento hospitalario. Al día siguiente, el doctor Claudio Molina Fraga,
quien trabajaba en el hospital como médico, era designado director del
establecimiento. Los hechos ocurridos motivaron una conversación del doctor Avila con
el nuevo director.
LA DETENCIÓN
Ese mismo día, el doctor Avila se comunica telefónicamente con su familia. Expresa
que será trasladado al Estadio Nacional. Sus parientes acudieron hasta el recinto
deportivo con ropa de abrigo y alimentos. Durante tres meses, entregaron y les
recibieron alimentos y ropas a su nombre. Un día, un oficial les informó que en el
estadio no había ningún prisionero bajo el nombre indicado en los paquetes de
alimentos y cigarrillos.
Era la primera alerta. Lo buscaron en uno y otro recinto policial, en uno y otro
campamento de prisioneros. Los familiares conversaban con los detenidos que
obtenían la libertad, mostraban su foto y preguntaban si lo habían visto, con la
esperanza de que alguien lo mencionase o al menos entregase una mínima pista que
condujera a determinar su paradero.
Ninguna pista surgía. La familia entonces acudió a revisar las nóminas de los fallecidos
que instaló el Servicio de Identificaciones.
Siempre en su búsqueda, lograron identificar una ficha ¿el Instituto Médico Legal, con
sus huellas digitales. Se trataba de un hombre, cuyo cuerpo estaba en el Cementerio
General, en el patio 29 como NN. Con este antecedente, el Registro Civil de
Independencia otorgó un certificado de defunción a fines de 1973. En él se establece
que el doctor Avila falleció en la vía pública a causa de heridas de bala en el tórax y
cráneo a las once y media de la mañana del 18 de septiembre de 1973; es decir, un
día después de quedar arrestado en la Comisaría de Carabineros.
El Instituto Médico Legal informó que los restos de la persona NN fueron trasladados al
Cementerio General el 3 de octubre de 1973. A raíz de este antecedente, se envió un
oficio a dicho establecimiento solicitando información al respecto. El 26 de abril de
1984, el funcionario Eliazar Robles Meza respondió que «revisados los archivos de
esta repartición desde el primero de enero de 1970 hasta el 31 de diciembre
de 1983, se ha podido constatar que no aparece inhumada en este cementerio
la persona antes individualizada».
El proceso que se caratuló bajo el número 706-33, tuvo como respuesta un «no ha
lugar», por parte de la Quinta Sala de la Corte de Apelaciones.
Por largo tiempo, los familiares creyeron que el doctor Jorge Avila se encontraba
detenido en el Estadio Nacional. La premeditada desinformación concertada por los
victimarios, desvió la investigación respectiva.
Según los familiares, el capitán Suzarte, que estuvo a cargo del allanamiento
domiciliario, les manifestó en una oportunidad que «en ese período era muy común la
expedición de certificados de defunción falsos». Otro personero, que también se acercó
al hogar, les aseguró que el doctor estaba con vida y se excusó de dar mayores
informaciones aduciendo que no tenía autorización para dar mayores antecedentes
acerca de su paradero.
En septiembre del mismo año, llegó un rumor a oídos de la familia. Se refería a que el
doctor estaba detenido en el Regimiento de Rupanco, en el sur del país y que pronto
saldría en libertad.
«Ha sido muy duro sobrellevar esto, pensar en lo ingenuo que éramos. Jamás
pudimos imaginar siquiera, semejante brutalidad, tanto horror; pero hemos
vivido todos estos años recordando día a día lo ocurrido y esperando que esto
nunca más se vuelva a repetir en este país. Denunciamos lo sucedido donde
podemos y contamos todo, para recordarles a aquellos que quieren olvidar. El
recuerdo, hacer recordar, es lo único que podemos hacer por él, por ellos...»
Su tía, que lo adoptó como hijo, debió someterse a intensas terapias y tratamientos
psicológicos. Vive en precarias condiciones económicas. El tío no logró sobreponerse a
los hechos. Enfermó y falleció poco tiempo después.
Los primos más cercanos tuvieron que someterse también a tratamientos psicológicos
y finalmente partir rumbo al exilio.
Su esposa, la doctora Schwartzman, viuda a los 22 años, luego de agotar todos los
medios para encontrarlo, partió también al exilio, de donde regresó muchos años
después.
Sin embargo esto tampoco correspondía a la realidad. Sólo a mediados de 1991, tras
la inhumación de alrededor de 130 tumbas del patio 29 del Cementerio General, los
informes periciales dieron cuenta que entre los primeros reconocimientos de identidad
figuraría el doctor Jorge Avila. Esto fue confirmado por el Instituto Médico Legal recién
en Enero de 1993, comprobándose lo que los familiares habían logrado descubrir hace
10 años.
María Dolores Gracia Olano, hija de refugiados españoles, expresa así lo sucedido a su
esposo, el doctor Héctor García García, detenido en el Hospital de Buin, el día 13 de
agosto de 1974 a las 9:30 horas y asesinado una hora más tarde. El doctor García fue
detenido por efectivos militares y llevado al Regimiento de San Bernardo.
SU HISTORIA
«En el año 1944 me trasladé a Concepción para continuar mis estudios en dicha
Universidad.»
Una vez que reanuda sus estudios universitarios y durante una práctica médica en la
Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, conoce al doctor Marcos Donoso,
entonces director del Hospital de Buin. Se incorpora a dicho establecimiento
hospitalario en 1958. Inicialmente, se desempeña como médico general y a partir de
1964, en la función de Jefe de Servicio de Rayos.
El nombre del doctor Héctor García es parte de la historia de Buin y no sólo por su
desempeño como médico, sino por innumerables acciones sociales que se cuentan a su
haber, entre ellas la creación de la sala-cuna, su quehacer como médico en el Cuerpo
de Bomberos y en el Club Deportivo Lautaro, y la extraordinaria labor en el Rotary
Club.
A todo ello se suman los reconocimientos recibidos por su abnegado apoyo y atención
a los sectores más necesitados.
HOMBRE MUY ESPECIAL
Una de las asistentes que trabajó por largos años junto al doctor García, lo recuerda
como un hombre de gran talento, culto y tolerante. Fue precisamente su espíritu de
tolerancia, el que le permitió ganar un amplio espacio de amigos de creencias y
tendencias políticas diversas.
«En ese período yo era alcalde y él era regidor. En el plano profesional era un
buen médico, muy dedicado a su profesión y de un gran espíritu de
cooperación. Poseía una gran capacidad de líder, lo que, posiblemente,
determinó su detención y posterior ejecución».
Quienes fueron sus pacientes, son unánimes en señalar sus méritos, entre los que
destacan sus grandes cualidades como clínico, su buen trato y calidad humana.
Hijo, esposo, hermano y padre amante de sus seres queridos, siempre mostró gran
preocupación por la suerte de sus familiares. Entre sus hermanas, había una no
vidente, la que estuvo siempre bajo su protección y ayuda. Cuidó a su madre, que
padeció de un cáncer durante largos años, hasta su muerte. Todas sus actividades
extralaborales y sus aficiones al mundo de las artes y la ciencia, las abrió hacia toda su
familia, compartiéndolas día a día.
No obstante, transcurridos once meses del régimen militar, fue detenido, sin orden de
arresto alguna, e inmediatamente ejecutado, sin cargo ni juicio.
Un grupo de ocho personas de civil y dos carabineros se habían presentado a las cinco
de la madrugada en su domicilio con el fin de interrogarlo... Las preguntas versaron
sobre una presunta reunión que se realizaría en la localidad, la distribución de unos
panfletos y un supuesto viaje programado para el extranjero.
Testigos cuentan que los efectivos policiales que llegaron esa noche hasta su hogar,
discutieron la posibilidad de llevarlo inmediatamente detenido para continuar el
interrogatorio en una dependencia policial. Finalmente, decidieron postergar todo para
otra ocasión.
Al día siguiente acudió como siempre, a su lugar de trabajo. Ese día llegó a las 8:32.
La tarjeta del reloj control marca su llegada, constituyéndose en una prueba que
acredita su ingreso al Hospital de Buin. Testigos que presenciaron los hechos,
recuerdan que se le veía alterado por los acontecimientos ocurridos en su casa en la
madrugada, e incluso solicitó a una de sus asistentes un calmante y una laxa de café.
Eran apenas las 9:30 horas, cuando los efectivos, esta vez de ejército, irrumpieron
violentamente en sus oficinas, conminándole a acompañarlos hasta un lugar que no
mencionaron. El trato era agresivo, hasta grosero, dicen los testigos.
El doctor García solicitó entonces autorización para informar a sus familiares, petición
que fue denegada.
ASESINARON AL DOCTOR
Al día siguiente, el 14 de agosto de 1974, a las 14 horas, se tuvo conocimiento de su
muerte. Fue el capitán Nelson Bravo, quien informó a Cándido Gracia Olano, cuñado de
la víctima, que debía pasar a retirar las pertenencias del doctor. Sin darle mayor
explicación, el oficial se limitó a entregar la documentación y la argolla matrimonial.
Cándido Gracia, por su parte, expresa serias dudas de la versión oficial que habla del
intento de agresión y fuga.
Además, hay que considerar que al momento de la ejecución, el doctor contaba con 50
años y poseía una salud muy frágil. Sufría de diabetes, de la enfermedad de Menier y
de hipertensión arterial.
Antes de la detención, corría una serie de rumores en su contra; rumores que salieron
a la lux sólo después de conocerse la muerte y que se referían, por ejemplo, a que él
habría tratado de envenenar el pan de Buin y que poseía una imprenta clandestina en
el subterráneo de su casa, pese a que ésta ni siquiera tenía subterráneo. En resumen,
se había orquestado una campana en su contra.
EL PUEBLO LO DESPIDE
El velatorio y el funeral del doctor García fue masivo. El pueblo de Buin, sus amigos,
sus pacientes, sus colegas, sus compañeros de trabajo y acción social lo acompañaron
hasta su última morada.
del colega, amigo, regidor, rotario, bombero, hermano, padre, apoderado, colaborador
de instituciones religiosas, de clubes deportivos; en fin, diversos homenajes al que
fuera el ilustre vecino y Regidor de la localidad de Buin.
Héctor García de 50 años de edad, era casado y tenía cuatro hijos. Era médico del
Hospital de Buin, de la Cruz Roja y de Bomberos y militante del Partido Socialista.
El día 13 de agosto de 1974 fue detenido en el Hospital de Buin por militares
pertenecientes a la Escuela de Infantería de San Bernardo. Fue llevado al mismo
recinto donde fue ejecutado junto a otras personas.
La relación con su madre era muy afectiva y de gran responsabilidad. Tanto es así, que
antes de partir a Cuneo. hizo instalar una peluquería para que su madre la
administrara, de manera que tuviese ingresos económicos suficientes.
TREN DE LA SALUD
La doctora Haydée López, entonces Directora Zonal de esa zona de salud, señala que
sus recuerdos del doctor González se remontan por allá por el año 1968. Ese año llegó
a Cunco junto a su esposa Natacha.
En Cunco, el hospital estaba en muy malas condiciones, pero existía una vieja y
ruinosa casona, a punto de derrumbarse. La primera actividad del doctor fue movilizar
a todo el pueblo, a los campesinos y propietarios de fundos. para exigir la construcción
de un nuevo hospital. Consiguió el sitio de esta casa abandonada y aunando esfuerzos
logró la construcción de un hospital de emergencia.
Otro rol que cumplió fue su quehacer en los asentamientos campesinos de la zona.
Formaba monitores de salud. Les enseñaba curaciones de heridas, colocación de
inyecciones y en fin, todo lo básico, de manera que pudiesen asistirse en aquellos días
de invierno cuando las permanentes lluvias y crecidas de ríos aíslan los poblados.
Una de sus colaboradoras cercanas, que además trabó una gran amistad con el
matrimonio, conoció sus grandes virtudes, como también las de su esposa. Dice: «El
matrimonio, además de trabajar juntos en el quehacer de la salud, se
mostraba siempre disponible para integrarse a cualquier tipo de labor que se
les solicitara. Así es como ellos participaron en las tareas de salud de los
comités campesinos, por ejemplo. En este medio fueron siempre requeridos
por sus grandes condiciones humanas. Poseían la virtud de no hacer
diferencias entre la gente...»
Muchos testimonios demuestran que Eduardo y Natacha, como tantos otros médicos
de ese período, ejercieron la medicina no sólo tratando la enfermedad, sino buscando
solucionar sus causales sociales.
MÉDICOS Y CAMPESINOS
No obstante todos estos ofrecimientos, ellos decidieron continuar con la orden que les
habían impuesto inicialmente y que era presentarse para firmar un registro en la
Comisaría de Cuneo. Tenían que hacerlo mañana y tarde. También tenían que soportar
que su domicilio particular fuera vigilado permanentemente por personal militar.
Natacha esperaba su segundo hijo. Estaba en los últimos meses de su embarazo.
HELICÓPTEROS A TEMUCO
El estaba mal a causa de los golpes. Su contextura era frágil. Su propia esposa le curó
las heridas.
Una vez en Temuco, el matrimonio prisionero fue separado. Ella fue a dar a la cárcel
de mujeres, condenada a tres años y 61 días de cárcel, y de él nunca más se supo.
Una nebulosa cubre la llegada a Temuco. Se puede decir con certeza, que permaneció
en la base aérea de Maquehue. Su hermano. Alejandro, lo constató el día 19 de
septiembre de 1973. Cuando fue a preguntar por Eduardo, lo atendió un señor que
respondió que nunca estuvo en dicho recinto ninguna persona con el nombre indicado.
Pero en ese preciso momento, se acercó otro militar de la FACH, que dijo: «Lo que
pasó con su hermano es que se les pasó la mano, y usted no haga más
preguntas; retírese de aquí inmediatamente, porque si no le puede ocurrir lo
mismo...»
Otro testimonio entregado por el hijo de una de las pacientes del doctor González dice:
«al doctor lo arrojaron al lago Collico, y antes le abrieron el vientre con un corvo para
evitar asi que emergiera a la superficie».
Algunos amigos del matrimonio, regresaron a Cunco para indagar y obtener más
información sobre lo ocurrido en la zona, días después del golpe militar. Civiles, al
parecer, hicieron denuncias en contra del doctor González. Incluso se dijo que
funcionarios del mismo hospital, proporcionaron información respecto del quehacer en
el recinto hospitalario.
Hasta ahora, las gestiones realizadas no han dado resultados positivos. Un recurso de
amparo quedó interpuesto en la Corte de Apelaciones de Temuco. La señora Marta
Galeno, madre del doctor, solicitó a los tribunales abrir un sumario y una exhaustiva
investigación. Pedía a la justicia oficiar al Ministerio del Interior. Defensa, Jefe de Zona
en Estado de Sitio, Jete del Comando de Aviación de Temuco, a fin de que indicaran
causales de la detención y el lugar en que se le mantenía. Solicitaba, también, oficios a
postas y hospitales de la región, oficios a la Dirección de Inteligencia Nacional y al
Instituto Módico Legal...
NO HE PERDIDO LA ESPERANZA
Su madre se ha quedado con los recuerdos y aquellas palabras que siempre Eduardo le
mencionaba: «A nosotros nos costó tanto luchar por la vida, por qué no vamos
entonces a ayudar a otros pobres.» Muy afectada por el desaparecimiento de su
hijo, vive con una gran amargura, efectuando todo tipo de acciones para encontrarlo y
aún pensando que está en algún lugar: «una madre nunca pierde la esperanza»,
señala.
Dos años después, Natacha y sus dos hijos salieron al exilio. Partieron con destino a
Bélgica, desde donde no volvieron.
Arturo Enrique Hillerns desempeñó el cargo de Jefe del Programa de Salud Rural de la
Novena Zona de Salud, con base administrativa en Temuco. hasta el 11 de septiembre
de 1973. Ese día. él y su esposa fueron suspendidos de sus funciones laborales.
Cuando el doctor Hillerns preguntó por la orden de arresto, otro efectivo gritó: «¡Esta
es!», apuntándole con su metralleta.
Arturo tuvo entonces que vestirse rápidamente, esta vez custodiado por dos policías,
mientras otros dos aconsejaban a la esposa no tener miedo, asegurándole que nada
sucedería. Le dijeron además, que lo trasladarían hasta la Segunda Comisaría y que
saldría en libertad tras la firma de un documento.
Fue subido a un camioneta blanca, sin patente. Ocurrido el secuestro, la familia intentó
comunicarse con el resto de los familiares. No fue posible. La línea telefónica de la casa
había sido cortada por los policías.
LA BÚSQUEDA
El mismo doctor Flores fue a hablar con el fiscal, quien respondió: «El secuestro fue
hecho por extremistas disfrazados de Carabineros»
Al día siguiente del allanamiento y detención del doctor Hillerns, es decir, el día 16 de
septiembre de 1973. el diario Austral de Temuco traía en sus páginas una inserción
con el Bando Nº1 de la Comandancia de la Guarnición de Temuco. Informaba que el
doctor Hillerns se había fugado cuando era trasladado de su domicilio al grupo Número
3 de Helicópteros de la FACH. Lo firmó el entonces coronel de ejército. Pablo Iturriaga
Marchesse.
Nadie creyó ni nadie cree en la versión de la fuga, sobre todo por los antecedentes
respecto de la personalidad de la víctima y la fuerza desplegada en el secuestro.
Resulta revelador, que las autoridades de la época no hayan continuado las
investigaciones sobre esta supuesta fuga. No hubo, con posterioridad a la fecha de la
detención, ningún allanamiento ni gestión en contra de los familiares. Tampoco
investigaron la comisión de delito.
«A esta Comisión le consta que el doctor Hillerns fue detenido por cerca de
una veintena de efectivos policiales, seguidos de varios vehículos, en horas de
toque de queda y en un momento en que la ciudad estaba fuertemente
custodiada, elementos todos que hacen altamente improbable que el detenido
intentara una fuga y más aún que hubiera tenido éxito en ella».
COMPROMISO DE SERVICIO
Todas las personas que tuvieron alguna relación más o menos estrecha con Arturo, lo
recuerdan como un hombre generoso, solidario, hogareño y con una actitud ante la
vida, de compromiso y entrega.
Llegó a Puerto Saavedra con un equipo de trabajo, aún antes de recibirse, a fines de
1967. Permaneció ahí hasta 1972. Se casó en ese período con Maritza Eltit, quien era
la asistente social del equipo. En el año 1969 obtuvo su título de médico.
La doctora Haydée López, quien fuera su amiga y durante un tiempo su jefe directa, en
la Zona de Salud de Malleco Cautín, señala:
¿POR QUE?
La señora Elena Larrañaga Opazo, madre del doctor Hillerns realizó en dicha época
innumerables gestiones judiciales para dar con el paradero de su hijo. También, en su
desesperación, reunió gran cantidad de testimonios de amigos y personalidades que
conocieron de cerca al joven médico. Esperaba que esta documentación tuviera valor
frente a las nuevas autoridades.
Entre otras tantas acciones, la madre interpuso un recurso de amparo, que fue
denegado por la Corte de Apelaciones de Temuco. (21-9-78).
Tras las declaraciones que formulara el Ministro del Interior del régimen militar y que
se referían a que correspondía a los tribunales de justicia investigar la verdad concreta
respecto de los hechos ocurridos y denunciados, la señora Elena Larrañaga volvió a
interponer un recurso de amparo, animada por esas declaraciones
La Corte Suprema puso las cosas en su lugar y el tribunal, por tanto, conoció el
amparo. La resolución, sin embargo, no fue más allá. El comisario, mayor Osvaldo
Muñoz, informó al tribunal que no obraban en su poder antecedentes ni conocimientos
sobre lo solicitado.
Otra de las acciones de la señora Elena, tiene que ver con su recolección diaria, cual
hormiguita, de testimonios que de acuerdo a su esperanza, podían influir para obtener
la libertad de su hijo. Entre estos testimonios, destaca el del padre Pedro Azocar
Chavez, SSCC, párroco universitario de Concepción, quien resume la acción social
ejercida por el doctor en los más diversos ámbitos y dice.
Durante el período en que el doctor Hillerns fue Director del Hospital de Puerto
Saavedra, trabajó arduamente para lograr ampliar los servicios de la salud hacia el
sector de los campesinos y mapuches.
«Es importante decir que el doctor Hillerns era conocido y se hablaba de él,
sobre todo, por haberse comprometido en la entrega de sus servicios como
médico a los sectores más populares y postergados», expresa el doctor Barudi.
Arturo Hillerns tuvo un liderazgo marcado entre los médicos generales de zona.
Organizó y fue presidente de un colectivo de médicos zonales, de Concepción a
Llanquihue.
Una semana después del golpe militar, llegó hasta el Hospital de Puerto Saavedra un
anestesista, procedente de Temuco. Era un medico de la Armada. No llegó solo. Lo
acompañaban alrededor de ocho carabineros y dos o tres civiles. Un día, el grupo
procedió a llamar y reunir al personal del hospital en uno de los pasillos del recinto.
Con las metralletas apuntando, uno de los civiles rompió las murallas, arrancó los
decomurales. pateó las puertas y abrió los cajones de los escritorios.
La violencia ejercida llegó hasta los niños de la guardería del hospital, que lloraban
desconsoladamente. No se permitió asistirlos. El anestesista se sentó en el lugar
correspondiente al director y con el teniente de carabineros al lado, interrogó uno a
uno a todos los trabajadores allí presentes. La primera en pasar, fue la doctora Gloria
Vázquez a quien le dijo:
Ese día despidieron a varios de los trabajadores del hospital. Se ponía así punto final a
la obra del doctor Hillerns: una gran organización de salud, basada en el trabajo
conjunto de los trabajadores de la salud y monitores de salud, que salían del mismo
pueblo y que estaban preparados para enfrentar los problemas más frecuentes y
atender las urgencias, especialmente durante los largos meses de invierno, meses en
que los campesinos e indígenas quedan totalmente aislados del hospital.
El matrimonio compuesto por el doctor Arturo Hillerns y la asistente social Maritza Eltit,
tuvo un solo hijo, el que a la fecha de la detención de su padre, tenía tan sólo cuatro
meses. Madre e hijo debieron exiliarse. Vivieron diez años en México.
Nuevamente en Chile, eligieron volver a Temuco. A los 18 años, Arturo Hillerns hijo,
continuaba los pasos de su padre al ingresar a la carrera de Medicina, en la
Universidad de Valdivia.
ARTURO ENRIQUE HILLERNS LARRAÑAGA
Detenido Desaparecido. Temuco. septiembre de 1973
Arturo Hillerns de 29 años. era casado y tenía un hijo. Médico de la Dirección Zonal del
Servicio Nacional de Salud, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR). Fue detenido el 15 de septiembre de 1973 en su domicilio, en horas de toque
de queda, por efectivos de la Segunda Comisaría de Temuco. Desde entonces no se ha
vuelto a saber de su paradero.
PROFESORES Y DOCTORES
Fue hijo de un modesto matrimonio de profesores provincianos, fíeles a las viejas
tradiciones del profesorado chileno, con amplia formación, muy dedicados al trabajo e
integrados a las organizaciones locales. Hernán recibió de ellos una sólida formación
educacional; siempre vivió en este medio, muy activo en el quehacer social, científico y
cultural, que le despertó inquietudes que lo llevarían, más tarde, a inclinarse por los
estudios científicos y posteriormente a ingresar a la Facultad de Medicina de la
Universidad de Concepción.
Su interés por la medicina social proviene del ejemplo de sus padres. Ellos mantenían
estrechos contactos con los sectores populares. Esta misma línea de acción se
profundiza, luego de integrarse al efervescente movimiento estudiantil por la reforma
universitaria, gestado al interior de la Universidad de Concepción.
Además, por aquella época, los planes de estudio de dicha facultad incluían el trabajo
en terreno, desde los primeros cursos. Todos estos factores, lo condujeron hacia una
sensibilización social y un compromiso cada vez más profundo, que lo llevan a ingresar
al Partido Comunista de Chile.
«Lo conocí por allá por los años 1966-1967. El llegó al Hospital de Angol,
desempeñándose allí como médico cirujano. Era muy trabajador, muy médico
del hospital. Rápidamente sus capacidades fueron observadas; las mismas
que lo llevaron a asumir los cargos de ayudante, sub-director y finalmente
director del Hospital de Temuco.»
Pese a este alto cargo, recuerda la doctora Haydeé López, él era muy sencillo, de una
humildad casi extrema.
En los meses previos al golpe militar, tuvo que realizar prácticamente milagros para
mantener en funcionamiento el servicio hospitalario, frente a las reiteradas huelgas y
presiones de los sectores opositores al gobierno del Presidente Allende.
El, al igual que otros jóvenes médicos, vieron en esta situación un desafío permanente
que puso a prueba sus capacidades, su creatividad y su compromiso social.
DETENIDO EL DOCTOR
El doctor Henríquez había recibido una citación para comparecer ante la Fiscalía Militar
de Temuco el día 25 de septiembre de 1973, a fin de prestar declaraciones. Pero fue
secuestrado desde su hogar un día antes.
Su esposa, Ruth Kries, también de profesión médico cirujano, trató de intervenir. Fue
encañonada y amenazada. Testigos del hecho son los vecinos de la casa, ubicada en
una calle céntrica de la ciudad de Temuco: el doctor Flavio Zepeda y su esposa
Carmen, y el señor Tiburcio Saavedra y su cónyuge.
Desde las primeras horas del manes, acompañada de sus familiares, inició las
averiguaciones. Extraoficialmente, ella fue informada por un oficial de la fiscalía militar,
que se encontraba detenido en dependencias de la Fuerza Aérea. No obstante, ahí
negaron su detención.
La esposa visitó en dos oportunidades al doctor Jorge Verdugo Álvarez, visitas en las
cuales éste, junto a un funcionario de apellido San Martín, le afirmó que no había
cargos en contra del doctor Henríquez, aduciendo que: «como funcionarlo no tenía
fallas y que su honorabilidad era a toda prueba».
En este recinto militar, fue informada que no existía ninguna persona detenida con el
nombre de Hernán Henríquez. La misma información le fue dada en el Servicio de
Investigaciones, la Fuerza Aérea y Servicio de Prisiones.
El entonces fiscal, Alfonso Podlech Michaud, famoso por su frase «el mejor comunista
es el comunista muerto», contestó a la doctora Kries, cuando ella le consultó por su
marido, que «los enemigos de la patria no tienen derecho a tumba». 17 años más
tarde, en una entrevista a un diario santiaguino, refiriéndose a este mismo hecho,
dijo: «Lo que ocurre es una cosa muy simple: el comunismo, que está muy
bien organizado y que tiene expresiones, incluso aquí en la región, está
utilizando una serie de elementos, con el objeto de distorsionar la verdad y
transformarse en enjuiciadores. Ellos son ahora, inocentes palomas...»
Personas que también pasaron por la cárcel de Temuco, dicen que fue requerido por la
Fuerza Aérea, siendo sometido a intensos interrogatorios en la base aérea de
Maquehue. En ese lugar concretamente, fue visto por el doctor Amado Mostajo. que en
ese entonces estaba detenido y que posteriormente, partió al exilio.
El doctor Hernán Henríquez padecía de una úlcera gástrica. Estando detenido habría
sufrido una hemorragia digestiva, por lo que tuvo que ser trasladado al hospital de
Pitrufquén, donde fue sometido a una intervención quirúrgica. Los compañeros de
prisión aseguran que enfermó a raíz del trato recibido.
Según el bando, ambos trataron de organizar una fuga desde el lugar de la detención,
con ayuda del exterior. No fue detenida ninguna otra persona. Se informó, también,
que los cuerpos sin vida de ambos «extremistas» fueron enterrados, sin precisar el
lugar de ello.
Los padres del doctor, sin poder entender lo sucedido, quedaron prácticamente
paralizados de horror ante tal brutalidad. Pese a que esta familia era connotada y muy
querida en Temuco, nunca recibió explicaciones por parte de las nuevas autoridades. A
ellas acudieron en varías ocasiones. pero ni siquiera fueron escuchados. El padre murió
pocos años después, sin poder sobreponerse jamás.
«No resulta creíble que estando detenidos en un recinto militar, sin visitas e
incluso sin que se hubiese reconocido a sus parientes su permanencia en ese
lugar, los prisioneros hubiesen acordado un plan de fuga con personas al
exterior del recinto...»
Por último, la Comisión Verdad y Reconciliación señala que el doctor Hernán Henríquez
y Alejandro Flores Rivera, entonces funcionario del Hospital Regional de Temuco y
Presidente Regional de la Federación Nacional de Trabajadores de la Salud, FENATS,
fueron sacados por efectivos de la Fuerza Aérea, el mismo 2 de octubre, desde la base
de Maquehue con destino desconocido.
Daniel expresa que lo sucedido, para él, es algo muy lejano. Tenía tan sólo dos años,
cuando ocurrió la desaparición de su padre.
Daniel conversaba con quienes pudiesen proporcionarle información, hasta que hizo
crisis. Una vez repuesto, retomó el camino que se había trazado. Estudiar Medicina y
continuar al servicio de la salud en Chile
Sus restos, no fueron entregados nunca a la familia. Sin embargo, sus familiares más
cercanos visitan constantemente el Cementerio de Temuco. No saben en qué lugar
preciso descansan sus restos, pero presumen y sienten que en algún lugar de allí,
está.
La doctora Kries aún en Alemania, proyecta algún día volver a Chile; quiere volver a
Temuco y abrir un gran consultorio en la casa que habitaron, que lleve el nombre del
doctor Hernán Henríquez, para rendir así un homenaje a este valioso hombre, mientras
se hace justicia.
Hernán Henríquez de 38 años, era casado y tenía cuatro hijos. Médico cirujano. Jefe
Zonal del Servicio Nacional de Salud de las Provincias de Malleco y Cautín. Militante del
Partido Comunista. Se presentó voluntariamente a la Fiscalía Militar, quedando bajo
arresto domiciliario. Posteriormente fue detenido y trasladado a la Base Aérea
Maquehue. Ejecutado el 2 de octubre de 1973 por agentes de Estado.
«Las autoridades del país, en sus declaraciones oficiales, se refirieron a las personas
muertas o desaparecidas como delincuentes, terroristas, antisociales, sujetos
peligrosos para la sociedad. La prensa incorpora ese lenguaje, presume la culpabilidad
de estas personas y parte de la sociedad va incorporando estos conceptos, despojando
a las víctimas de su calidad de tales. Las familias reportan que la existencia de esta
denigración oficial y la imposibilidad de defender públicamente a sus seres queridos
constituye un daño difícil de reparar, ya que ha repercutido fuertemente en los hijos y
en la imposibilidad de vivir comunitariamente el duelo por muerte o ausencia».
INTRODUCCIÓN
Los partidos de izquierda, que constituyeron la base política del gobierno de la Unidad
Popular, fueron inmediatamente desarticulados. El Decreto Ley No 77, de 1973,
aduciendo que «sobre el nuevo gobierno recae la misión de extirpar de Chile el
marxismo», prohibió, «por considerarlos asociaciones ilícitas, a los partidos Comunista,
Socialista, Unión Socialista Popular, Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU,
Radical, Izquierda Cristiana, Acción Popular Independiente y todas aquellas entidades,
agrupaciones, facciones o movimientos que sustentasen la doctrina marxista o que por
sus fines o la conducta de sus adherentes sean sustancialmente coincidentes con los
principios y objetivos de dicha doctrina».
Los casos de los doctores Carlos Lorca, Carlos Godoy, e Iván Insunza reúnen valiosas
pruebas acusatorias que inculpan al organismo policial secreto de seguridad, conocido
como DINA, que dirigió el general Manuel Contreras. Ante la justicia se presentó una
querella para esclarecer estos casos junto con el de otros 67, todos en la condición de
detenidos desaparecidos. Sin embargo, este proceso fue cerrado en virtud de la
jurisdicción y competencia de tribunales.
Con respecto al caso de Luis Alberto Barra, debemos señalar que se encuentra fuera
del mandato de la Comisión Verdad y Reconciliación. Esta no consideró como víctima
de la contienda política a quienes participaban en un asalto armado, u otro acto ilícito
similar, aunque se haya cometido bajo pretextos políticos y perecieran en el
intercambio de fuego con las fuerzas de orden que acudieron a aprehenderlos.
Desde esa misma fecha, Bautista Van Schouwen está desaparecido. Era un joven
médico, de 31 años en ese entonces, casado, padre de un hijo de 3 años y miembro de
la Comisión Política del MIR.
BAUTISTA Y "BAUCHI"
Su padre, don Bautista Van Schouwen, ingeniero químico, trabajó en las minas
salitreras del norte y a fines del año 1939, llegó a Santiago para estudiar inglés y así
poder trabajar en una compañía petrolífera en Argentina.
«Nunca lo hemos pasado mejor en la vida», señala don Bautista, quien recuerda
que en ese poblado sólo vivían 75 personas. Había sólo un cine, que cambiaba cada día
la película y cada día asistían los mismos espectadores. Ni siquiera había hospital, así
es que Bautista nació en la casa.
«Todo era como una manzana chica» continúa el padre. «Venía gente de
otras salitreras a compran Había mucho movimiento».
El mismo recuerda que un hombre tocaba una campana a cada rato. Así avisaba las
llamadas telefónicas y otros acontecimientos. Ese hombre se llamaba simplemente
Peñaroli; «él se encargaba de avisamos en el cine, si Bauchi despertaba. Vivía
como a diez metros de nuestra casa y del cine.»
«Los niños corrían por todas partes y veían como todo se resolvía con
fichas».
La salitrera estaba cerca de Iquique y toda la actividad cultural que pasaba por
Iquique, llegaba también a Victoria donde vivían los mineros. Allí llegó también Neruda
y muchos artistas.
Bauchi tenía nueve años. cuando sus padres abandonaron la Oficina Victoria. Se
instalaron luego en Concepción, llevándose del norte su marca indeleble: la amplitud
de la pampa en apertura de pensamiento, la permisividad en capacidad de aceptación,
el esfuerzo convertido en espíritu de lucha.
En 1954, Bauchi pasó las vacaciones con su familia de Curacautín. Tenía diez años. En
dicha oportunidad escribió a su madre:
BAUCHI EN CONCEPCIÓN
«... el Joven Van Schouwen, por su forma recatada y seria para los años que
tenía, estudiaba múltiples materias y devoraba libros que después analizaba
profundamente. Era un experto en música clásica y tenía una nítida tendencia
a la filosofía. Su sentido humanista, poco común para un joven que no tenia
problemas de recursos económicos lo hacían interesarse y acercarse a los que
sí los tenían... él vibraba con el quehacer de los más pobres y hacia ellos se
abría diariamente».
El grupo de jóvenes con quienes se reunía en el colegio, entre los cuales estaban
Miguel Enríquez y Luciano Cruz, era atraído por la llamada Revolución en Libertad, que
surgía como consigna desde la Democracia Cristiana. Estuvieron ahí como
observadores, pero no lograron identificarse. Miraron entonces a las juventudes
comunistas que tampoco los convenció plenamente. Decidieron optar por la juventud
socialista.
SOCIEDAD ENFERMA
En 1968 Bauchi se casa con Inesita, la hermana de su gran amigo Miguel Enríquez.
Trabajaba en el servicio de Neurología del Hospital Regional de Concepción y como
médico general en los hospitales de Santa Juana y Arauco. A fines de diciembre de
1968 decide renunciar a su trabajo asistencial. Fundamenta su decisión diciendo:
Desde la clandestinidad, un día salió un ave voladora. una carta destinada a la madre
de Bautista, la señora Carlota, quien siempre guardó sus cartas como el más valioso
tesoro.
«Querida madre:
Uno de sus amigos, P. Silva, recuerda que un día le escuchó decir: «Amo a mi hijo,
mi sueño es educarlo, pero considero que yo sería egoísta en pensar sólo en
él y no luchar por todos los niños en conjunto. Este tipo de modelo social y
político entrega niños desnutridos, descalzos, que pierden su infancia por
trabajo prematuro. A aquellos que les gusta tanto este modelo de sociedad,
son los verdaderos terroristas».
En 1970, luego que asume el Presidente Salvador Allende, se dicta la amnistía para el
MIR.
«La primera vez que pude medir la coherencia de la justicia que había en él,
fue cuando luego de una fuerte discusión mía con otro compañero, él fue el
único que se despidió de mí, el único que me dio su apoyo. En esos
momentos, comprendí su calidad humana. Este afecto que se generaba hacia
su persona, era producto de cómo él entregaba mucho cariño al prójimo».
PREOCUPACIÓN ANTICIPADA
Poco antes del golpe militar, se casó por segunda vez, con Astrid Heitmann.
Días después del 11 de septiembre, el diario El Mercurio incluía en sus páginas una
inserción que hablaba de una recompensa por la captura de prófugos
marxistas...«Será recompensada con 500.000 escudos, más el dinero que tenga el
sujeto». A continuación se detallaba una lista de 17 personas, entre las cuales figuraba
Bautista Van Schouwen.
El departamento de sus padres fue allanado en cuatro ocasiones y cinco veces la casa
de campo. Allí se realizó todo un operativo militar, con más de doscientos efectivos.
Más adelante se expresa: «Es factible que elementos adversos al actual régimen
estén haciendo uso ilegítimo de este derecho y hagan subir artificialmente las
estadísticas respectivas, mediante la simulación del desaparecimiento de
personas o utilizando nombres ficticios».
El 8 de agosto de 1974. el Ministerio del Interior comunica a los Van Schouwen que su
hijo se encuentra a disposición de la Primera Fiscalía Militar de Santiago. El documento
está firmado por Raúl Benavides Escobar.
A raíz de esto, sus padres se dirigieron a la Primera Fiscalía Militar, donde se les dijo
que jamás tuvieron conocimiento de ese prisionero. Lo mismo sucedió en la Segunda y
Tercera Fiscalía. Aconsejados para acudir hasta el. SENDET, Secretaría Nacional de
Detenidos, llegaron hasta esa dependencia. Los atendió el Comandante Correa, quien
confirmó que efectivamente Bautista se encontraba prisionero, pero que por falta de
transporte aéreo, debían esperar su traslado a un lugar de confinamiento. El mismo
personero después desmintió tal versión.
Después del encarcelamiento. Jorge quedó bajo arresto domiciliario por diez meses. A
veces iban los militares a la casa dos o tres veces en la noche y en la madrugada.
En una oportunidad, uno de los militares a cargo de las visitas a los detenidos, dijo a
don Bautista: «Cómo puede ser que usted, una persona profesional, no haya
sabido educar a sus hijos...»
Tras pedir un sobreseimiento para Jorge, todavía bajo arresto domiciliario, éste es
expulsado de Chile. Partió a Canadá.
Por ese tiempo, el agente de seguridad Osvaldo Romo, se jactó de haber participado
en el operativo de detención de Bautista.
Sin duda alguna, en el seno mismo del calor familiar, se encuentran las
principales influencias ideológicas en los hijos de don Edgardo Enríquez.
El revela que sus hijos compartieron con todos aquellos que acudían
hasta el hogar; personajes del mundo político, académicos
universitarios, estudiantes, sacerdotes; gente interesante de todos los
sectores de la vida nacional. «A todos ellos mis hijos escucharon y
cuando mayores conversaron largamente con esas
personalidades, sobre diversos temas».
MIGUEL Y EDGARDO
MIGUEL COMBATIENTE
Desde ese ata en efecto, ya no pudo vivir como los demás niños.
Esa mañana de octubre, nacía Miguel Enríquez Espinoza, el
luchador».
Su padre recuerda que Miguel era implacable con los flojos y remolones,
con los patrones que explotaban a sus obreros y empleados, con los
profesionales preocupados de hacer dinero, especialmente con los
médicos pendientes de comprar el último modelo de automóvil, con los
arbitrarios, los oportunistas, con los que perdían el tiempo y las
posibilidades. Odiaba la injusticia, la crueldad, la torpeza, la ignorancia y
la hipocresía política.
CARTA AL CARDENAL
MARCOS Y JAVIERA
Amaba con ternura conmovedora a Javiera y Marcos, sus dos hijos. Don
Edgardo cuenta cómo Javiera, a pesar de los pocos años que vivió con
Miguel, le recuerda. Un día, la chica reveló a su abuelo que soñaba
todas las noches con su padre. Miguel. «¿Sueñas con él cada vez.
que te duermes?» preguntó el abuelo. «No, no es así, es que
todavía no me he dormido cuando recuerdo las veces que
estuvimos juntos y él jugaba conmigo, se tendía a mi lado, en el
suelo o en mi cama, me explicaba todo, me leía, me abrazaba y
besaba».
LA CASA DE SANTA FE
Miguel Enríquez de 30 años de edad, era casado y tenía tres hijos. Era
médico y era Secretario General del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) y líder del Partido.
ACTIVA HISTORIA
Su madre recuerda:
LORCA PERSEGUIDO
DETENCIÓN NO RECONOCIDA
EN VILLA GRIMALDI
MEDICINA SOCIAL
PUÑOS EN ALTO
«Iván me pidió que fuera su padrino y que dijera que las armas
nuestras serían sólo los puños. El duelo finalmente no se
realizó».
LA DETENCIÓN Y LA BÚSQUEDA
Habla su padre:
«Han transcurrido diez años, desde entonces, y sólo una gran
tristeza y pena nos embarga. No sabemos su destino final,
Mientras tanto, se ha enseñoreado en nuestros espíritus el
rencor y el odio hacia los autores materiales e intelectuales del
oprobio que no podremos jamás superar».
Estando en esta situación y en el contexto político del mes de enero de 1974, el doctor
Godoy escribió una carta que dirigió a su hermano radicado fuera de Chile.
La carta escrita por el doctor, sin duda evidencia un nuevo lenguaje; aparece hablando
de Vicente y de los otros, pero en realidad hablaba de su caso, su experiencia y los
hechos que ocurrían en Chile.
La doctora Rubí Maldonado, que estuvo con él en esos días, recuerda así al doctor
Godoy:
Tres años más tarde, precisamente el 4 de agosto de 1976. fue detenido. Ocurrió
después de abandonar el hospital de San Bernardo, a las 16:30 horas, para dirigirse al
Policlínico Escolar del Liceo San Francisco de La Granja, en el paradero 25 de Santa
Rosa, donde también trabajaba.
Nunca llegó, nunca más se supo de su paradero y nunca más se encontró el automóvil
AX 330, de color verde, patente LOG-11, en el cual se movilizaba. Entonces tenía 39
años y tres hijos.
Dos días después del secuestro, el 6 de agosto de 1976, quedó interpuesto en la Corte
de Apelaciones un recurso de amparo. Respondiendo a oficios emanados de este
tribunal. el Ministro del Interior, el Prefecto de Investigaciones y la Dirección General
de Carabineros, informaron no tener ningún detenido bajo este nombre.
El «no ha lugar» del tribunal se hizo sentir hasta en la Corte Suprema, que confirmó la
resolución de los jueces de la segunda instancia.
A fines de 1976 una ola de rumores corrieron por calles y pasillos. Se hablaba de que
los doctores habían sido llevados a Argentina, que habían sido vistos en el norte de
Chile, en los campamentos de prisioneros y en las casas de tortura.
La esposa y su familia hicieron todos los esfuerzos por dar con su paradero. Todas las
puertas fueron golpeadas, todas las posibilidades se agotaron.
La señora Alicia Godoy, esposa del general César Mendoza, integrante de la Junta
Militar de Gobierno, informó en una oportunidad a la familia que el doctor Godoy
estaba en 4 Alamos desde agosto y que luego se esclarecería su situación.
El mismo día de la detención del doctor Godoy, fue detenido el doctor Iván Insunza.
Jamás se les volvió a ver.
«Yo tenía ocho años cuando mi padre desapareció. Han pasado más de
catorce. Hoy me recuerdo de ruidos, olores, sabores y sensaciones... y
muchas imágenes, aunque muchas de ellas nebulosas.
«Recuerdo que los domingos íbamos a comprar el diario, el papá con olor a
jabón, bien peinado, porque era temprano; o escuchaba la citroneta desde la
esquina y corría a abrir la reja de la casa, ansiosa. Ya no olía ajaban, sino a
hospital, pero traía un paquetito, nunca lo olvidaré, con pasteles de San
Bernardo; olía a manzana, caminaba con soltura y su barba me hacía
cosquillas. Su parka y su gorro, sus zapatos con su pisar y sus camisas con su
cuerpo. Recuerdo sus manos anchas y cálidas y la manzana que le quitaba a la
mamá cuando veíamos televisión en el living.
«Sus uñas cuadradas y redondas, limpias y deseosas de jabón. Creo que se
me representa como un montón de fotografías, imágenes sueltas,
disgregadas, que emergen y se visitan cósmicamente.
El tío de Claudia, que vive en París, estuvo de paso por Chile. En esa oportunidad, ella
pudo reconocer en él, muchos gestos de su padre.
LÍDER DE VERDAD
Carlos Godoy Lagarrigue nació y creció en una familia en la que fue el hijo menor.
Tenía 10 y 13 años de diferencia con sus hermanos.
Cuentan que Carlos era muy sensible, soñador y alegre. Desde muy pequeño
manifestó sus deseos de ser médico.
Tenía apenas siete años, cuando su padre falleció. Sus hermanos mayores lo
asumieron como hijo.
Estudió en el Colegio Suizo y en el Liceo Manuel de Salas, donde llegó a ser Presidente
del Centro de Alumnos y al egresar, recibió la Orden al Mérito Manuel de Salas, en
1954. Recientemente, el más pequeño de sus hijos, Garlitos, obtuvo también estas
distinciones en el mismo liceo.
A los 14 años, el doctor Godoy formaba parte de una célula de las Juventudes
Comunistas.
«Ese fue mi primer encuentro con Carlos Godoy Lagarrigue, de quien llegué a
ser amigo inseparable, compartiendo penas y alegrías de nuestra vida
estudiantil, durante los siete años de universidad y aún después de recibidos.
«El curso tenía un equipo de fútbol. Recuerdo reñidos partidos contra otros
equipos, ganando o perdiendo, siempre empujados a gritos y garabatos por
Carlos, el alma del equipo.
" Un día llegó contando: Conocía una chiquilla estupenda, hija de refugiados
españoles; cuando se enoja dice ¡Caracoles!. Se llama Dolores -la Lola-, su
compañera de toda la vida y madre de sus tres hijos. Lola contribuyó a la
domesticación de Carlos, siempre respetando su manera de ser como «un
niño grande y juguetón». Su otra compañera inseparable, fue la política.
Después que obtuvo el título de médico, trabajó como anestesista en la Maternidad del
Hospital Félix Bulnes. Nunca se interesó por salir del país, pese a que tuvo varias
posibilidades para especializarse.
En 1970 volvió a Santiago, donde trabajó como epidemiólogo e hizo un Post Grado en
Salud Pública en la Escuela de Salubridad de la Universidad de Chile. Luego fue
designado Encargado de Medicina Rural del Servicio Nacional de Salud, al mismo
tiempo que dictaba clases en la
Pedro, Carlos y Claudia, sus hijos, crecieron escuchando los discos de su padre como
para acercarse más a él. En sus juegos figuraba el rescate de su padre de manos del
enemigo y Claudia miraba incansablemente por los vidrios de la ventana, como
queriendo anticiparse y convertirse en la portadora de la gran noticia: su regreso.
Los discos y las esperas quedaron en el pasado. Hoy miran también hacia adelante,
aunque sin perderla esperanza de saber la verdad y ver la justicia.
Carlos Godoy, de 39 años de edad, casado, tres hijos. De profesión Médico. Fue funcionario del
Departamento Técnico en la Dirección del Servicio Nacional de Salud y militaba en el Partido
Comunista.
Detenido por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) el día 4 de agosto de 1976
en el trayecto comprendido entre el Hospital Parroquial de San Bernardo y el policlínico escolar
San Francisco. El afectado fue trasladado a «VillaGrimaldi», lugar donde fue visto por última vez.
Su automóvil no pudo ser ubicado y desde esa fecha, se ignora el paradero del doctor Carlos
Godoy.
DETENIDO DESAPARECIDO
Quien escribe así es Claudia, la única hija del doctor Gabriel Castillo, médico
psiquiatra, detenido desaparecido desde el día 11 de octubre de 1976, a los 43 años.
Claudia, hija de su primer matrimonio, contaba por ese entonces con apenas dieciséis
años. Ella tenía una relación muy de amigos con su padre. Recuerda que él se veía
muy preocupado en ese tiempo, e incluso a veces prefería no sacarla a pasear los fines
de semana para que nada le sucediera. La regatoneaba con chocolates, largos paseos,
poemas y cuentos. Claudia, por su corta edad, no alcanzaba a entender e interpretar
las preocupaciones y problemas que percibía en él.
El doctor Castillo vivía solo en su casa de La Reina Alta. Seis meses antes de su
detención y desaparición se había separado de su segunda esposa.
En horas de la tarde, la hija llegó hasta la casa paterna y luego acudió a la Comisaría
de Carabineros. Por ser menor de edad, su denuncia no fue acogida. Más tarde, volvió
a Carabineros con su abuela, la señora Daniela Cerna Riquelme y luego lo
interminable: la constante búsqueda.
El doctor Gabriel Castillo había sido detenido anteriormente en el año 1975 y dejado en
libertad. Poco antes de su segunda detención y desaparecimiento, intervino
públicamente en una misa que se realizó en la Parroquia Universitaria, en memoria del
ex canciller Orlando Letelier, asesinado en Washington. El se sintió muy afectado; era
el psiquiatra de la madre de Orlando Letelier.
La señora Daniela Cerna Riquelme, su madre, falleció en 1984. Hasta sus últimos días
de vida, interpuso ante los tribunales acciones legales que pudiesen dar con el
paradero de su hijo. Desde oficios a Policía Internacional para que dieran cuenta
acerca de una eventual salida del país, hasta requerimientos al Instituto Médico Legal
para que informara sobre el ingreso allí del cuerpo de Gabriel Castillo. También se
dirigieron oficios al Ministerio del Interior, preguntando por una posible orden de
arresto y pidiendo se citara a declarar a las últimas personas que estuvieron con él.
Las solicitudes siguieron su curso pero no se llegó a ningún resultado. El caso continuó
sin esclarecerse.
En diciembre de 1982 la señora Cerna envió una carta al Presidente del Colegio Médico
de la época. En dicho documento, ella da cuenta de la búsqueda de su hijo por los
hospitales, sanatorios, morgue, policía, carabineros, iglesias, y expresa que la única
respuesta que recibió, fue de parte de la policía civil que reconoció la detención del
doctor Castillo.
En la misma carta, la madre solicita el apoyo del Colegio Médico para encontrar alguna
solución «para el caso de mi hijo desaparecido. Estoy sumamente preocupada
por esta situación y hallándome completamente enferma y sola, acudo a Vd.
también por medicación...» La recomendación médica que tenía, era una
intervención quirúrgica. No podía hacerlo. Estaba sola, desamparada y no tenía
recursos económicos.
Esta carta fue escrita desde lo más profundo del corazón, tal como ella misma la
calificó.
Gabriel Castillo poseía una cuenta en dólares en Suiza, que fue transferida a su
segunda esposa, después de su desaparición.
La causa caratulada rol 8197-77 del Segundo Juzgado del Crimen, logró recopilar una
serie de informaciones relativas a personas que estuvieron cerca del doctor. No
obstante todos estos antecedentes, a juicio del tribunal no eran suficientes, cerrándose
el caso. Posteriormente, el 23 de junio de 1980 se interpone una querella por
secuestro, atribuyéndose esta acción a un grupo de la DINA, la policía de seguridad.
En dicha querella, el tribunal señala que tanto las autoridades civiles como militares
consultadas, han respondido de manera evasiva o negativamente. A pesar de
nombrarse un Ministro en Visita para que investigase los hechos, no hubo resultado
alguno y el caso se encuentra sobreseído.
Claudia, ahora madre de dos hijos, profesora, relata que a veces cuando camina por
las calles de Santiago, entre el tumulto, cree encontrar a su querido padre... «Veo
algún cuerpo, una silueta que se asemeje a él y creo que puede ser...
entonces lo sigo y lo persigo hasta verle el rostro y comprobar que no es»,
dice al tiempo que se asoman dos grandes lágrimas en sus ojos.
VALOR DE LA PALABRA
El doctor Jorge Bianchi, compañero de curso y amigo de Gabriel Castillo, recuerda que
en largas conversaciones Gabriel le contó de su difícil infancia . Era hijo de campesinos
de la zona de Los Angeles, donde inició sus estudios. Poco después, su madre se
trasladó con él a Santiago, trabajando en diversas casas particulares. Ninguna de estas
casas fue un hogar para Gabriel. Se sintió marginado, discriminado y maltratado. Por
estas razones se fugó en varias ocasiones en las que vagaba por las calles de
Santiago, hasta que era devuelto nuevamente al lado de su madre.
Los cambios de trabajo de su madre y estas fugas, hicieron que su educación se viera
interrumpida innumerables veces. Pero era un lector voraz. Tenía grandes ansias de
aprender y de saberlo todo. Fue así un autodidacta que logró una cultura excepcional.
Muchas son las anécdotas que le ocurrieron en ese tiempo, pero quizás la más increíble
es la de las charlas sobre diversos temas que daba a los marginados bajo los puentes
del Mapocho, en sus días de vagancia. Estos le escuchaban con admiración y lo
consideraban un genio.
«Lo más notable», dice el doctor Bianchi «es que Gabriel no tenía trazas, ni
resabios de este ambiente en el que se formó. Tenía un aspecto distinguido,
vestía con elegancia. Sus modales, su dicción y su vocabulario eran los de una
persona con gran educación. Su madurez era otra característica que lo
diferenciaba entre los jóvenes alumnos de Medicina. Se había casado a los 22
años y trabajaba junto con estudiar. Vivía con su esposa, en un pequeño
departamento del Barrio Bellavista, que era tan acogedor que servía de punto
de reunión para muchos compañeros de curso; allí estudiaban, escuchaban
música, conversaban. Gabriel tenía una gran inteligencia, un gran sentido del
humor. Además, hacía buenas caricaturas con leyendas de quienes lo
rodeaban, como profesores y compañeros. Inventaba también muchas
actividades a las que arrastraba a sus compañeros, como un operativo médico
que organizó en una población al norte de Santiago».
Políticamente, sus ideas eran de izquierda con claras simpatías por el Partido
Comunista, pero nunca habría militado en ningún partido, siendo más bien
independiente y dedicado a su profesión. En el último tiempo, antes de su detención,
vivió un gran acercamiento a la Iglesia Católica. Conversó muchas veces con el padre
Percival Cowley, en la Parroquia Universitaria. En ésta y otras parroquias, al igual que
en otros lugares públicos, rogaba o predicaba abiertamente contra la violencia ejercida
por el régimen militar.
Gabriel Castillo, de 43 años de edad, casado y con una hija. De profesión médico psiquiatra,
militaba en el Partido Comunista. Detenido el día 11 de octubre de 1976 en la vía pública por
agentes de seguridad que se lo llevaron con rumbo desconocido. Desde esa fecha, no se han
vuelto a tener noticias acerca de su paradero.
INFANCIA. ESTUDIOS
«El flaco Barra era un gran amigo, sencillo, directo, alegre. Podía
pasar horas tocando la guitarra y cantando, especialmente,
zambas argentinas. En esa época en que había una gran
politización, él se mantenía al margen de las peleas. Estaba
preocupado de organizar la atención de salud en su zona, con
mucha sensibilidad social. Sin embargo, sus simpatías por el
gobierno le significaron el odio de los latifundistas, que incluso
trataron de matarlo en su oficina del hospital.»
DETENCIÓN Y EXILIO
Poco después salió al exilio a Perú, donde vivió con el doctor Barudi y la
doctora Vásquez, que habían llegado antes con sus hijos. También
estaba el doctor Solar y su familia. Entre todos construyeron
nuevamente un hogar. Luis Alberto era especialmente cariñoso con los
niños.
RETORNO Y MUERTE
Volvió a fines de 1979, pero pasaron largos meses antes que pudiera
insertarse en el trabajo partidario. En ese período, su sobrevivencia fue
muy difícil. No podía ejercer como médico y no podía visitar a su familia
por razones de seguridad. Incorporado después a la acción en el MIR,
RECUERDO DE VALENTINA