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Porque fuimos médicos del pueblo

Los médicos asesinados durante la dictadura militar en Chile

Comisión de Solidaridad con Médicos Objeto de Represión


Ediciones Cesoc, Santiago 1993

Indice

 Presentación
 Prólogo

EN LA
MONEDA

 Introducción
 Salvador Allende
Gossens
 Jorge Klein
Pipper
 Enrique París
Roa
 Eduardo
Paredes
Barrientos

DE NORTE A
SUR

 Introducción
 Vicente Cepeda
Soto
 Claudio Tognola
Ríos
 Jorge Cerda
Albarracin
 Jorge Jordán
Domic
 Absalon Wegner
Millar
 Jorge Avila
Pizarro
 Héctor García
García
 Eduardo
González
Galeno
 Arturo Hillerns
Larrañaga
 Hernán
Henríquez
Aravena

RESISTENCIA
A LA
DICTADURA

 Introducción
 Bautista Van
Schouwen
Vassey
 Miguel Enríquez
Espinoza
 Carlos Lorca
Tobar
 Iván Insunza
Bascuñan
 Carlos Godoy
Lagarrigue
 Gabriel Castillo
Cerna
 Luis Barra
García
Presentación
LA COMISIÓN DE SOLIDARIDAD CON MÉDICOS OBJETO DE REPRESIÓN se creó el año
1983. dependiendo del Consejo Regional Santiago del Colegio Médico de Chile. Se
constituyó con médicos delegados de las distintas bases del Colegio (capítulos.
jóvenes, jubilados, exonerados) que de una u otra forma también habían sufrido la
represión. La idea de formar esta Comisión, surgió a raíz de la urgente necesidad que
había en ese momento de organizar la defensa o apoyo de los médicos que eran
detenidos o de los que eran perseguidos políticos, exonerados, exiliados. Este apoyo se
hizo extensivo a los familiares directos de los médicos reprimidos y así se llegó a
conocer el drama de los módicos asesinados durante la dictadura militar. El Consejo
Regional propuso entonces a la Comisión dar a conocer en un libro la realidad vivida
por estos colegas, y éste ha sido el principal trabajo de la Comisión en los últimos
años. abocándose a ello especialmente las doctoras Ana Vega, Rubí Maldonado, Laura
Moya y Margarita Romero.

Para llevar a cabo este trabajo, la Comisión se basó en un estudio previo de los casos
hecho por la asistente social señora Elba Raggi y contó con la valiosa colaboración del
sociólogo, señor Diego Vergara y los periodistas, señores Rodi Oñate y Myriam Pinto.

PORQUE FUIMOS MÉDICOS DEL PUEBLO


Los médicos asesinados durante la dictadura militar en Chile.

© Comisión de Solidaridad con Médicos Objeto de Represión


Rubí Maldonado Parada
Ana Vega Pais
Margarita Romero Méndez
Laura Moya Díaz

Investigación, redacción y edición:


Myriam Pinto,
Rodi Oñate,
Diego Vergara

© Ediciones ChileAmérica CESOC


Esmeralda 636, Santiago

Inscripción: Nº 86.517, Abril 1993

Diseño Portada: María Luisa Jaramillo


Fotografía Portada: Escultura de Sergio Castillo en homenaje a los Médicos
Desaparecidos
Diseño y Diagramación: Georgina Valdovinos N.
Impreso en: LOM Ediciones Ltda.,
Maturana nº 9, Santiago

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE


Agradecimientos

La Comisión de Solidaridad con Médicos Objeto de Represión agradece a todos aquellos


que hicieron posible la concreción de esta publicación, especialmente a los familiares y
amigos de los médicos que recordamos, a don Bautista Van Schouwen, a la Fundación
Hilde Marijnissen de Nimega, Holanda y al personal administrativo del Consejo
Regional Santiago del Colegio Médico.

Dedicado

a los 21 médicos asesinados durante la dictadura militar en Chile,

a sus familiares, sus amigos, sus camaradas;

a los alumnos de las escuelas de Medicina asesinados y víctimas de la


represión;

a los médicos que trabajaron en el movimiento solidario nacional e


internacional por la recuperación de la democracia en Chile;

a todo el movimiento que lucha por la promoción y defensa de los Derechos


Humanos en Chile y en el mundo.

«Nunca pensé que esto sucedería en Chile...»

«Necesito saber la verdad.»

(testimonios de familiares de víctimas)

MEDICOS ASESINADOS DURANTE LA DICTADURA MILITAR


Nómina y fechas de obtención del título de médico

 Salvador Allende Gossens (mayo 1933)


 Jorge Avila Pizarro (marzo 1972)
 Luis Alberto Barra García (mayo 1969)
 Gabriel Castillo Cerna (abril 1959)
 Vicente Cepeda Soto (mayo 1969)
 Jorge Cerda Albarracín (marzo 1971)
 Miguel Enríquez Espinoza (mayo 1968)
 Héctor García García (agosto 1956)
 Carlos Godoy Lagarrigue (abril 1964)
 Eduardo González Galeno (mayo 1970)
 Hernán Henríquez Aravena (julio 1964)
 Arturo Hillerns Larrañaga (mayo 1969)
 Iván Insunza Bascuñán (abril 1959)
 Jorge Jordán Domic (mayo 1969)
 Jorge Klein Pipper (mayo 1970)
 Carlos Lorca Tobar (abril 1971)
 Enrique París Roa (abril 1961)
 Eduardo Paredes Barrientos (marzo 1963)
 Claudio Tognola Ríos (mayo 1962)
 Bautista Van Schouwen Vassey (mayo 1968)
 Absalón Wegner Millar (mayo 1969)

PRESENTACIÓN

Han transcurrido más de 18 años desde el 11 de septiembre de 1973, fecha en la cual


una convergencia de intereses logró derrotar a un gobierno legítimo para imponer un
régimen de facto que, a través del ejercicio incontrolado del poder y del intento de
sometimiento de la población, provocó profundos cambios en la sociedad chilena.

Desde entonces, hemos visto diferentes escenarios en la vida nacional. El repertorio y


los personajes han variado, aunque no tanto como para lograr que los nuevos actores
puedan liberarse de obsoletas figuras del pasado que aún se obstinan en ocupar roles
protagonices.

Vivimos una época difícil en la que el cuestionamiento a las viejas utopías se acompaña
de una gran fragilidad de los marcos éticos en todos los ámbitos, casi siempre
subordinados a un pragmatismo inmediatista.

En períodos como éste, las exigencias de una praxis política contingente para aquellos
que hoy participan en el poder, los expone al riesgo de postergar valores permanentes
en nuestra sociedad como lo es la necesidad de establecer los hechos de la historia
reciente, determinar responsabilidades y hacer posible que prevalezca la justicia.

La experiencia de otros países nos enseña que ni las personas ni los pueblos logran
alcanzar la paz cuando en su pasado han quedado deudas de equidad y de justicia que
no fueron asumidas por sus comunidades y por sus gobernantes. Es por ello que el
mirar en el espejo de la historia no busca sólo establecer la veracidad de los hechos,
sino, y fundamentalmente, hacemos cargo de la responsabilidad que nos obliga y que
al mismo tiempo nos permite enjuiciar este pasado.

En nuestro país para que hubiera violación de los Derechos Humanos, se necesitaron
ejecutores directos de la represión política pero también ideólogos, profesionales y
técnicos de aquellos sectores de la sociedad civil que profitó de ese contexto represivo
y en el mejor de los casos guardó silencio.

Revisar lo que ha ocurrido en Chile durante la dictadura militar no tendría sentido si


sólo sirviera para revivir el horror de esos años, y nadie desea quedar petrificado en él,
pero ello es indispensable para guiarnos en la modificación de conductas presentes que
hagan imposible a futuro aquellas que niegan valores universales de la humanidad.

Los médicos hemos recorrido un largo y doloroso camino en el transcurso de este


período, y, a pesar del silencio, poco a poco vamos reconstruyendo nuestra historia
corporativa diseminada en antiguos ejemplares de la revista «Vida Médica», de los
boletines del Colegio Médico de la V Región, Actas del Consejo General de los años
1973 y 1974, así como la prensa de la época.

Los amaneceres y los ocasos en su media luz suelen quitar definición a las formas, las
difuminan y las disuelven unas en otras. También el tiempo suele alterar el perfil de los
hombres y sus acciones, lo que es útil a quienes buscan la protección del olvido, pero
¿será posible olvidar lo ocurrido? ¿Nos será posible olvidar el sufrimiento de los
sobrevivientes, de las esposas y madres, de los hijos de los asesinados? ¿Les será
posible olvidar a las generaciones futuras?

Las instituciones de Derechos Humanos, diversas organizaciones sociales y los


familiares de los detenidos desaparecidos y asesinados durante la dictadura militar han
trabajado incansablemente para establecer la verdad de lo ocurrido con las víctimas
del terrorismo de Estado. Los testimonios de los sobrevivientes, declaraciones de
testigos, análisis documentales y en los meses recientes las confesiones de antiguos
miembros de los aparatos represivos ante los Tribunales, han permitido, a lo menos
llegar a establecer una parte de esta verdad. Avanzar en este proceso de
esclarecimiento y lograr que se imponga la justicia, encuentra aún hoy día tres
grandes obstáculos: la constitución del Poder Judicial, que se manifiesta en la
disparidad de criterios frente a estos hechos, la vigencia del decreto Ley de Amnistía, y
la falta de colaboración de las instituciones militares.

Nuestra sociedad fue traspasada por la crueldad y el temor y en este contexto no es


extraño que haya habido médicos que habiendo sido formados para proteger la vida,
colaboraran con la tortura y la muerte. Ellos fueron los menos, pero suficientes para
indicamos que en la formación de un profesional de la salud, y en la de cualquier
hombre o mujer, más importante que la tecnología para ejercer un oficio es el marco
ético en que se inscribe la relación consigo mismo y con los otros seres humanos.

La colocación de una placa recordatoria en los jardines del Colegio Médico y la


publicación de este libro, como homenaje a los médicos asesinados y desaparecidos
durante la dictadura militar constituyen, en pequeña medida, una contribución a la
deuda de justicia que tenemos con ellos.

Conocimos personalmente a varios de los profesionales incluidos en estos relatos


biográficos que habrían sido más numerosos si hubiéramos incluido a los estudiantes
de Medicina y trabajadores de la Salud y aún más extensos al agregar a los que
sobrevivieron a la tortura, la prisión y el exilio.

Sabemos que nuestro esfuerzo es parcial e incompleto. No es posible condensar en tan


escasas líneas la visión de un grupo de hombres que eligieron ser médicos porque
creían en la vida y en el valor de las personas y que asumieron un compromiso político
porque comprendieron que la práctica de la medicina sólo adquiere coherencia cuando
es capaz de trascender los límites de lo orgánico individual para proyectarse en la
construcción de una sociedad más libre y más fraterna.

Estamos convencidos que el sufrimiento de sus familiares, de sus amigos no tiene


reparación; sin embargo, al compartir con ustedes este intento de rescatar su
memoria, deseamos transmitir particularmente a sus hijos, a los de Carlos, Iván,
Claudio, Enrique, Miguel y todos ellos, lo que sus padres defendieron y seguimos
compartiendo la esperanza y la convicción de que es posible imaginar un mundo más
humano y justo y que vale la pena ayudar a construirlo.
Comisión de Solidaridad con Médicos Objeto de Represión
(junio 1992)

Prologo

Eran 21 médicos. 21 profesionales que en los Hospitales y Consultorios entregaban


salud y solidaridad a sus pacientes. Eran esposos, padres, hijos, hermanos. Hoy no
están o son detenidos desaparecidos. Esa denominación legal que no dice lo que
ocurrió. Detenidos, torturados, vejados por pensar de otra manera a quienes tomaron
el poder por las armas un 11 de septiembre en 1973.

Este libro recoge sus vidas, su historia inconclusa nos dice quiénes fueron. Colegio
Médico rindió un homenaje a su memoria en la placa que recuerda sus nombres, pero
estimó que no es suficiente. Faltaba un testimonio objetivo, faltaba la letra impresa,
que va de mano en mano, que se cuenta, que se comparte, que en su sencillez revela
lo absurdo de esos tiempos, que todos quisiéramos borrar y que es imposible borrar,
mientras no se reconozca la verdad, mientras no se sepa donde están, mientras no
digan los culpables qué hicieron con ellos. 21 médicos y muchos más compatriotas que
corrieron la misma suerte.

No podrá haber justicia mientras cada esposa, madre, padre, hermano o hijo no sepa
qué pasó con ellos. Justicia que nadie piensa tomarse por su mano, pero que es
indispensable aplicar con los mecanismos que la ley otorga.

Pensamos que no puede haber dos clases de ciudadanos en nuestro país. No pueden
existir quienes habiendo cometido asesinatos y torturas, amparados por el Estado, lo
que es doblemente más grave, gocen de impunidad, no reciban la sanción legal que la
sociedad ha creado para el que delinque.

Hoy, en estas páginas, recordamos a nuestros colegas, les rendimos homenaje, no


olvidamos su memoria, pero sentimos que la paz llegará, insisto, cuando sepamos la
verdad. Cuando sus familias luego de darles cristiana sepultura, puedan rendirle el
tributo que los chilenos acostumbramos para con nuestros muertos: una flor, una vela
encendida, una oración, un llanto contenido.

Celebramos esta publicación porque forma parte de la historia del cuerpo médico, pero
también de la historia de Chile.

[firma] Doctor Víctor Maturana L.


Presidente del Colegio Médico de Chile 1992
Romería al Cementerio General en homenaje a los médicos asesinados.
Regional Santiago del Colegio Médico de Chile 1985

EN LA MONEDA

EN LA MONEDA

La muerte que no encuentra explicación, ¿cómo poder creer una muerte así?

«La mente humana no puede encontrar explicación y menos aún justificación a la


muerte sufrida en esas condiciones. Aceptarlo es enfrentarse al horror y la
deshumanización.

(Informe Verdad y Reconciliación, relativo a los efectos familiares y sociales de las mas graves
violaciones a los Derechos Humanos)

La muerte como castigo:

«La mayoría de las víctimas eran autoridades del gobierno depuesto; dirigentes de
organizaciones sociales, dirigentes, militantes o simpatizantes de un proyecto político.
Con su muerte aparece castigándose su adscripción a ese proyecto. Los familiares
viven y sienten este castigo y lo comunican con impotencia cuando nos señalan
quienes eran las víctimas».

(Informe Verdad y Reconciliación, relativo a los efectos familiares y sociales de las más graves
violaciones a los Derechos Humanos).

INTRODUCCION

La Comisión Verdad y Reconciliación que investigó y reunió los antecedentes relativos


a los casos de violaciones de los derechos humanos, a partir del golpe militar del 11 de
Septiembre de 1973, logró construir las acciones de los efectivos de las fuerzas
armadas en el palacio presidencial, «La Moneda», lugar en donde se encontraba el
Presidente de la República, Salvador Allende, junto a un grupo de colaboradores
directos y miembros de su dispositivo de seguridad, conocido como GAP.

Parte del informe, en relación a estos hechos, señala:

«Alrededor de las 13 horas, una vez que ya se había producido el bombardeo del
Palacio de Gobierno, el Presidente Allende solicita a Osvaldo Puccio, Femando Flores,
Ministro Secretario General de Gobierno y Daniel Vergara, Subsecretario de Interior,
que concurran al Ministerio de Defensa con el fin de sostener una reunión con los
Generales que allí se encontraban.»

«Cuando el Presidente es informado que el único acuerdo posible es la rendición


incondicional, solicita salir del Palacio al último grupo que allí queda. Un testigo
presente en la ocasión expresó: «Como a las dos de la tarde Salvador Allende
dijo que esto era una masacre, que nos rindiéramos, que bajáramos con una
bandera blanca, en fila india, sin nada en los bolsillos. Los militares ya habían
entrado al primer piso».

«A las 13:45 horas, al momento de salir por la puerta de calle Morando, las tropas
militares compuestas por efectivos de los Regimientos Tacna, Buin y una unidad de
reserva entraron por los diferentes accesos al palacio de gobierno.»

Agrega el informe oficial: «Según la versión de diferentes testigos, el general a cargo


de la operación ingresó a La Moneda, subió hasta el Salón Independencia y allí
encontró el cuerpo sin vida del Presidente Salvador Allende Gossens. A su lado estaba
el doctor Patricio Guijón, quien testimonia que, aproximadamente a las 14:00 horas,
estando en el último lugar de la fila para hacer abandono del edificio, decidió
devolverse con el objeto de sacar una máscara antigases. Al pasar frente al Salón
Independencia y mirar hacia el interior, pudo observar al Presidente con un fusil
automático en sus manos; en ese momento su cuerpo recibía el impacto de las balas».

SALIDA A MORANDÉ

El grupo que abandonó el Palacio por la calle Morandé fue detenido por las fuerzas
militares. Fueron obligados a tenderse boca abajo en el suelo y tras un chequeo
algunos partieron con destino a sus hogares y otros conducidos al Regimiento Tacna,
en dos vehículos militares.

El informe Verdad y Reconciliación revela al respecto que, una vez en el recinto militar,
el grupo nuevamente fue obligado a tenderse en el suelo, boca abajo, con las manos
detrás de la nuca. Así permaneció prácticamente tres días enteros; desde el día 11 de
septiembre en la tarde, hasta el 13 de septiembre al mediodía. Los doctores Jorge
Klein Pipper, 27 años, Enrique París Roa, 40 años y Eduardo Paredes Barrientos, 34
años estaban en este grupo. Los tres son detenidos desaparecidos.

La prensa oficialista informó que el doctor Eduardo Paredes, ex Director del Servicio de
Investigaciones, había muerto en un enfrentamiento mientras huía en un jeep del
Servicio de Investigaciones. Dos altos generales de la época, (Ernesto Baeza y Pedro
Ewing) insistieron públicamente respecto de esta versión.

No obstante, la Comisión estableció que esta versión resulta inverosímil. Testimonios


se han referido a que algunos de los detenidos en el Palacio de La Moneda y llevados
posteriormente al Regimiento Tacna fueron trasladados hasta la zona militar de
Peldehue, en donde habrían sido ejecutados. Ex policías revelaron la presencia de los
doctores Paredes, París y Klein, en las caballerizas del Regimiento Tacna.

El asalto al Palacio de La Moneda estuvo a cargo del general Javier Palacios y el


entonces coronel Luis Ramírez Pineda, comandante del Regimiento Tacna. Se habla de
otros militares en los hechos del Regimiento Tacna, como, por ejemplo, el teniente
Herrera, el sargento Mendoza, los cabos Gamboa y Martínez y el sub-oficial Aguayo.

Salvador Allende Médico Cirujano


Gossens Salud Pública
Presidente de Chile. 1970-1973
Muerto en La Moneda.
Jorge Klein Pipper Médico Psiquiatra.
Asesor de la Secretaría General de Gobierno.
Detenido Desaparecido.
Eduardo Paredes Médico Internista.
Barrientos Salud Pública
Asesor de la Presidencia.
Director de Chile Films.
Ex Director de Investigaciones.
Detenido Desaparecido.
Enrique París Roa Médico Psiquiatra.
Director Hospital Diurno del Hospital Psiquiátrico.
Profesor de Filosofía de la U. de Chile.
Miembro del Consejo Superior de la Universidad
de Chile.
Detenido Desaparecido.

SALVADOR ALLENDE GOSSENS


Presidente de Chile. 1970-1973
Fecha de Nacimiento: 26 de junio de 1908
Médico-Cirujano. Salud Pública
Inscripción Colegio Médico: 612
MUERTO EN LA MONEDA

«Los muertos en estos años aciagos tienen derecho a una tumba


con nombre, que pueda ser visitada por sus seres queridos. Chile
le debe a todos la misma reparación que hoy entrega a Salvador
Allende».

«Nadie podrá impedir que el pueblo venga a este mausoleo en


busca de consuelo, de inspiración, o simplemente de compañía.
En esta tumba no hay restos, sino semillas.»

Hortensia Bussi de Allende


Discurso en los funerales del Presidente Allende
Santiago de Chile. 14 sept. 1990

Después de 17 años y a 20 años de su elección democrática, el 4 de


septiembre de 1990, se efectuó el funeral del Presidente Salvador
Allende Gossens, quien fuera el vigésimo noveno Presidente
Constitucional de Chile.
COMPAÑERO PRESIDENTE

El 24 de octubre de 1970, luego de obtener la mayoría relativa en las


elecciones presidenciales del mismo año, el Congreso proclama
Presidente, para el período presidencial 1970-1976, al doctor Salvador
Allende Gossens, representante de las fuerzas populares de Chile. La
primera magistratura la asume el 4 de noviembre del mismo año. Tres
años más tarde, el gobierno fue violentamente interrumpido por un
golpe de estado que durante 17 años suspendió el curso democrático del
país.

Salvador Allende proviene de una antigua familia de tradición de servicio


público, la que contribuyó, desde la época de la independencia, al
desarrollo y consolidación de la vida institucional y política de Chile.

Sus antepasados, Gregorio y José María Allende Garcés, participaron en


las luchas independentistas y se distinguieron como oficiales de
0'Higgins.

Gregorio Allende Garcés, amigo de Manuel Rodríguez, alcanzó el grado


de capitán en el Regimiento «Húsares de la Muerte». Fue jefe del
escuadrón y escolta del Director Supremo, Bernardo 0'Higgins, con
quien participó en la gesta independentista y luego, junto a Simón
Bolívar, en las de otros países de América.

José María Allende Garcés, hermano menor de Gregorio, combatió


también, en las luchas liberacionistas del siglo XIX. No hay duda alguna
que ambos legaron a la tradición familiar un espíritu combatiente y
libertario, que recogieron más tarde sus descendientes.

Don Vicente Padín, tatarabuelo de Salvador Allende, ocupó altos cargos


académicos. Fue Decano de la Facultad de Medicina y fundador del
Hospital San Vicente.

Ramón Allende Padín, abuelo de Salvador Allende, destacó como médico


cirujano y tuvo una marcada trayectoria política: en dos ocasiones fue
elegido Diputado por Santiago, y ocupó el sillón de Presidente de la
Cámara. También asume como Senador por Atacama y Presidente de la
Junta Radical; este último cargo lo ocupa durante varios períodos. Tuvo,
además, una brillante actuación durante la Guerra del Pacífico. Sus hijos
Ramón, Guillermo y Salvador continúan la tradición familiar. Este
último. Salvador Allende Castro, padre de Salvador Allende, se perfila
como un destacado abogado. Representó a Chile en la Comisión de
Quejas del Plebiscito de Tacna y Arica, entre otros altos cargos.
Laura Gossens, madre de Salvador Allende, era sobrina de Arsenio
Gossens, inmolado en la matanza de Lo Canas, en el año 1881. por
defender sus ideales de libertad.

De este matrimonio nace Salvador Allende Gossens, en el puerto de


Valparaíso, el 26 de junio de 1908.

Cursa sus estudios en cuatro ciudades: Tacna, Valparaíso, Valdivia y


finalmente Santiago, en el Instituto Nacional. Cuando vivió en el norte
de Chile y siendo muy niño, toma conciencia de los conflictos sociales y
la represión permanente como única respuesta a la demanda de justicia
social. De regreso a Valparaíso manifiesta abiertamente su inquietud
política expresada en ese entonces en largas conversaciones y
reflexiones con diversos sectores de la vida nacional; desde políticos,
intelectuales y profesionales hasta los inmigrantes italianos y españoles
instalados en el puerto, como un zapatero anarquista con el que tenía
interminables discusiones políticas. Ya adolescente se perfila como líder.
En 1926 ingresa a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile y
participa activamente en los conflictos estudiantiles de la Escuela. Allí
alcanza la Vice-presidencia de la Federación de Estudiantes de la
Universidad de Chile, FECH.

En 1932 obtiene el título de médico cirujano, tras aprobar su memoria


sobre el tema «Higiene Mental y Delincuencia», obra con la cual inicia
un importante aporte teórico y práctico en búsqueda de soluciones a los
problemas de la salud social en Chile.

Antes de obtener su título fue ayudante de Anatomía Patológica en las


Escuelas de Medicina y Odontología. También fue profesor de las
escuelas nocturnas para obrero que organizó la FECH. Por esa época
participó activamente en el grupo Avance.

Después, ya como médico, trabajó por algunos años como Anátomo


Patólogo y en la Beneficencia de Santiago (sistema de salud para los
indigentes, previo al Servicio Nacional de Salud). Más tarde, ejerce en
Valparaíso, en la Asistencia Pública y como Anátomo Patólogo. También
se desempeñó como relator oficial de convenciones y congresos
médicos.

Otra faceta importante de su vida que marcó su trayectoria hasta el final


fue su pertenencia desde su juventud a la Masonería. Fue miembro de la
Logia Hiram 65, en donde llegó a ser Venerable Maestro, formando
parte así de la Gran Logia de Chile.

El 12 de noviembre de 1973, los masones rindieron un homenaje


fúnebre a Salvador Allende. El acto se realizó en uno de los templos del
Club de la República. El Venerable Maestro quien intervino como orador
hizo un recorrido de la vida masónica de Allende para luego indicar lo
siguiente:

«Hoy, al rendirle el homenaje postrero, estamos conscientes de


que este hermano, con su muerte, realizó el acto supremo de la
existencia, supremo porque con la muerte, con todas las muertes
llega a hacerse comprensible la vida, y todos los momentos de
ella se impregnan en la prístina claridad del pleno día. El respeto
a la muerte es el respeto a la nobleza de la vida. Es por ello, que
el respeto a este hermano es algo más que la piedad, es algo
más que el temor que a veces nos inspira la presencia de lo
desconocido...»

Se debe recordar que este acto se realizó en circunstancias que el


Estado de Sitio, impuesto en todo Chile, prohibía reuniones e incluso
impedía que más de tres personas pudiesen conversar juntas.

Salvador Allende participa en forma muy activa en la elaboración de las


leyes que dieron vida al Colegio Médico y al Servicio Nacional de Salud.
Entre los años 1950 y 1952 ocupa el cargo de Presidente del Colegio
Médico y a su vez el de Presidente de la Confederación Médica
Panamericana.

Sus ideas se difunden en el Boletín Médico de Chile y otras


publicaciones, entre ellas en su libro «La Realidad Médico Social
Chilena», publicado en 1939, que lo hace merecedor del premio Van
Burén.

Su trayectoria ascendente continúa con el cargo de Ministro de Salud,


durante el período presidencial de Pedro Aguirre Cerda. Contaba
entonces con apenas 39 años de edad.

En esta etapa de su vida conoce a Hortensia Bussi, con quien contrae


matrimonio dando vida a tres hijas: Isabel, Beatriz y Carmen Paz.

HABLA ISABEL

Isabel Allende rememora facetas de la vida de su padre. Reconoce en él


cualidades muy propias y que marcan intensamente su perfil humano.
Una de ellas, la autenticidad. Afirma, por ejemplo, que nunca quiso
pasar o posar por lo que no era.

Simplemente era lo que era.


«Su gran compromiso social y político le orientaban a dedicar
gran parte de su tiempo a la búsqueda de soluciones y de
proyectos para transformar las injustas condiciones de vida de
nuestra sociedad».

Pero, a la par -relata Isabel- tenía la capacidad de disfrutar de la vida...

«Eso fue una gran escuela para nosotras», dice Isabel


recordando que esta conjunta actitud ante la vida se expresó en
su amor a la naturaleza, la charla en tomo a un buen trago, sus
hobbys de coleccionista de objetos de arte, su pasión por la
navegación a vela, su celo en el buen vestir y otras tantas
costumbres y gustos, que a veces fueron punto de críticas para
sus adversarios y ejes de contra-propaganda.

«Recuerdo las vacaciones en la playa Algarrobo», dice Isabel.

«Nos enseñó a nadar y a remar. Compartíamos la aventura de


excursionar por las rocas y frecuentar las caletas. El era amigo de los
pescadores; salíamos con ellos en sus botes...»

«La equitación fue también uno de sus deportes. Era amigo, muy amigo
del campeón mundial de salto, un capitán de Carabineros».

Su sentido del humor es otra cualidad que destaca Isabel y recuerda


algunas bromas...

«En una oportunidad jugó una broma a su amigo, el empresario Luis


Correa Prieto. Estando en su oficina y tras escuchar una conversación
telefónica de éste con otro empresario y que se referia a problemas de
corte financiero, no encontró nada mejor que extender un cheque por
una millonario cifra de dinero a nombre del empresario en cuestión.
Atónito, Correa constató que el cheque era de su propiedad... Allende le
había sacado la chequera mientras hablaba por teléfono».

En otra oportunidad, este mismo amigo financista fue elegido dirigente


de una de las cámaras de empresarios. Para celebrarlo, sus amigos le
ofrecieron una cena. Allende asistió. En ese entonces era Presidente del
Senado. Al hacer uso de la palabra, solicitada por la propia concurrencia.
dijo:

«Seguramente ustedes pensarán que llegó una oveja


descarriada, pero están equivocados. Aquí llegó una oveja roja,
muy lúcida, pero que cree en la amistad y la valora por encima
de todo. Luis Correa es mi amigo y por ello estoy dando
testimonio a esta relación de amistad...»
El discurso resultó tan aplaudido, que uno de los asistentes señaló que
por favor se llevaran al senador porque de lo contrario terminaría por
convencerlos a todos y Allende respondió:

«Ustedes podrán darme créditos para mis campañas, pero yo


seré presidente y terminaré expropiándoles los bancos...»

Y es que no tenía límites para hacer bromas. En una ocasión hizo una
broma a una de las amigas favoritas de Isabel. Se festejaban los
resultados exitosos del bachillerato cuando sonó el teléfono. Era un
señor que se presentaba como funcionario de la Universidad de Chile y
que hablaba de un error en los puntajes dados a conocer y que
lamentaba comunicarlo. La chica que atendió el teléfono estaba a punto
de estallar en llanto; sólo en ese momento Salvador Allende soltó la
carcajada dando evidencia a la broma..

Su calidad humana no está ausente. En su casa había una antigua


empleada a quien llamaban mama Rosa. Ambos se trataban de mamá e
hijo. Un día de compras en la Vega, mama Rosa contó que su hijo era el
candidato a la Presidencia de la República. Nadie le creyó. Al enterarse
Allende de esta situación, acompañó a la mama Rosa en sus compras a
la feria y se pasearon del brazo para la sorpresa de todos.

Poseía una gran vitalidad y vigor, tanto que durante el período de las
campañas, no menos de cuatro a cinco equipos de colaboradores se
turnaban, a fin de seguir su ritmo de trabajo. Dormía alrededor de cinco
horas diarias.

HISTORIAL POLÍTICO

Su interés en el terreno político lo despliega tempranamente. A los 29


años es elegido Diputado por Valparaíso (1937-1939) y a partir de 1945
ocupa diferentes senaturías por Magallanes, Tarapacá -Antofagasta y
Aconcagua- Valparaíso. Durante su ejercicio como senador se
desempeñó como Vicepresidente y posteriormente Presidente del
Senado de la República. A lo largo de su actuación política, sufre
persecuciones y encarcelamientos, relegaciones y destierros. Sin
embargo, su quehacer político jamás mermó.

Como Ministro de Salud creó el Servicio Nacional de Salud y fue artífice


de otras leyes destinadas a favorecer a las mujeres y los niños, entre
ellas, una ley que concedía a la mujer una asignación a partir del quinto
mes de embarazo.
En 1933 participa en la Fundación del Partido Socialista de Chile,
llegando a ser, posteriormente. Secretario General. En 1947, inspirado
en la visión de sus predecesores, el Partido Socialista rechaza como
«esencialmente contraria al socialismo, la concepción totalitaria del
Estado».

El tiempo, más tarde, se encargaría de evidenciar la certera proyección


universal y visionaria de sus planteamientos políticos referidos a la
construcción de un socialismo renovado, democrático y pluralista.

Allende inculcó al interior del Partido Socialista sólidos principios


democráticos, conjugando la acción y teoría, hasta lograr cristalizar una
estrategia orientada a un proyecto histórico: el rescate de las riquezas
básicas, la industrialización, la dignificación del campesinado, la
exigencia de una reforma agraria y lincamientos de cambios profundos
de la cultura y la educación. Su estrategia apunta al cambio social,
valorando permanentemente la democracia y la institucionalidad propia.

VÍA CHILENA AL SOCIALISMO

A partir de 1952 se presenta como candidato a la Presidencia en cuatro


oportunidades. Era el abanderado único de las expresiones asumidas por
alianzas populares como la del Frente del Pueblo en 1952, Frente de
Acción Popular, FRAP, en 1956 y la Unidad Popular, en 1969; un
conjunto de representaciones populares que lo llevan en 1970 a la
primera magistratura. Se abre así un proceso inédito en la historia
política de Chile y el mundo; el acceso al gobierno por la vía
democrática de una coalición de izquierda que aspira a cambios
estructurales y profundos en la sociedad en beneficio de las grandes
mayorías y los mas desposeídos.

Este singular acontecimiento se conoció como la vía chilena al


socialismo, a pesar de que Allende manifestó en más de una
oportunidad que el programa de la Unidad Popular no era «un programa
socialista, ni radical, ni comunista, sino la convergencia de un propósito
común...»

Su vida y su obra no pueden desvincularse de todo el proceso de


evolución política, económica, social y cultural del país.

La comprensión de su ideal y de su accionar político no puede


circunscribirse, exclusivamente, a la experiencia de la Unidad Popular,
que representa más bien la culminación de un largo y complejo proceso
socio-cultural y político. Se trataba de más de medio siglo de una
intensa actividad de elaboración teórica y una práctica coherente con su
pensamiento de avanzada que perseguía la transformación global de la
sociedad chilena en la perspectiva de superar la injusticia social. Toda su
producción intelectual, en el plano ideológico, apunta hacia cambios
sustanciales de la sociedad chilena a partir de una interpretación basada
en el conocimiento y análisis de la historia universal, latinoamericana y
nacional.

Su concepción de la historia lo lleva a apreciar los acontecimientos


sociales en su dinamismo y transformación, en la perspectiva de arribar
a formaciones sociales más humanas. De ahí su constante búsqueda de
un accionar que conduzca a la superación del capitalismo permitiendo
acceder a formas más elevadas de convivencia.

Allende asimila el legado de los más relevantes pensadores de avanzada


de nuestro tiempo y, a partir de esa fuente y del análisis de las
realidades históricas concretas, postula un socialismo humanista,
enriquecido y renovado por la experiencia contemporánea... un
socialismo auténticamente chileno, dentro de una concepción
latinoamericanista.

En síntesis, propone un socialismo totalmente ajeno a la ortodoxia, al


dogmatismo y esquematismo, contrario a cualquier concepción que
propicie dictaduras totalitarias y lo concibe solamente realizable en un
ambiente de plena libertad; un socialismo pluralista, democrático, de
derecho y coherente con las raíces y tradiciones patrias.

Luego de asumir como Presidente de la República. inicia la puesta en


práctica de su proyecto histórico. No logra su objetivo. La sociedad
chilena no alcanza las condiciones que hicieran posible su
transformación en los marcos de una institucionalidad democrática y
plural.

Al finalizar el tercer año de su mandato se conforma una crítica,


compleja y convulsa situación que propicia evidentes condiciones
favorables a un golpe de estado. Ante esta eventualidad. Allende decide
llamar a plebiscito para que sea el mismo pueblo quien decida su
permanencia o alejamiento del gobierno. Los militares irrumpen. La
última decisión de convocar a un plebiscito no alcanza a conocerse.

Allende estuvo dispuesto a posponer su anhelo de cambio social en aras


de la continuidad democrática.

En el palacio de La Moneda, el 11 de septiembre de 1973, resiste cerca


de cinco horas el ataque militar por aire y tierra, defendiendo
legítimamente su mandato constitucional. Cuando el palacio de gobierno
es copado por los militares, se quita la vida, cumpliendo con su decisión
de pagar con su vida la fidelidad a los principios y a su pueblo. Murió a
las 14 horas del 11 de septiembre de 1973.

Un día después, sus restos son trasladados hasta el Cementerio Santa


Inés de Vina del Mar, donde fue sepultado en el más completo
anonimato. Entonces, sólo lo acompañaba su esposa. Hortensia Bussi,
su edecán y una reducida comitiva.

Diecisiete años pasaron para que en un justo acto de reparación moral,


política e histórica, se efectuaran sus funerales oficiales como
corresponde a un Presidente de Chile. Sus restos fueron trasladados
desde Viña del Mar hasta Santiago, en un largo recorrido. Lágrimas,
banderas chilenas y partidarias, brazos y puños en alto testimoniaron el
recuerdo surgido desde el corazón mismo del pueblo de Chile. Una
leyenda colocada en una gran piedra sobre el mausoleo que lo cobija
expresa: «En esta tumba no hay restos, sino semillas».

SALVADOR ALLENDE GOSSENS


Muerto. La Moneda, Santiago, septiembre de 1973.

Salvador Allende, médico, casado y padre de tres hijas. Fue elegido


Presidente de la República el 4 de septiembre de 1970 asumiendo su
cargo el 3 de noviembre del mismo año.

Fundador, militante y dirigente del Partido Socialista. Ocupó los cargos


de Senador, Presidente y Vicepresidente del Senado de la República,
entre otros. La Situación de violencia política que llevó a la muerte del
Presidente Salvador Allende se relata en el Volumen I de este Informe.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)


JORGE MAX PATRICK KLEIN PIPPER
Fecha de Nacimiento: 29 de diciembre de 1945
Médico Cirujano. Becado en Psiquiatría.
Inscripción Colegio Médico: 7.474
DETENIDO DESAPARECIDO.

La ocupación alemana de Austria obligó nuevamente a la familia Klein Pipper a escapar


de la persecución nazi. Habían abandonado Berlín, tras la confiscación de su fábrica de
cristales, instalándose en Viena, ciudad natal de Rodolphe Klein. Tuvieron que partir de
nuevo. Fue entonces cuando la familia decidió instalarse en el pequeño villorrio
Romans Sur Isere, en Francia.

Poco tiempo después del término de la Segunda Guerra Mundial nace en este villorrio
francés, Georges Max Patrick Klein Pipper, único hijo del matrimonio de Rodolphe Klein
y Lotte Pipper, nacida en Wisznitz, Rumania.

En búsqueda de seguridad, tranquilidad y paz, y con en el ánimo de proteger a su hijo,


la familia emigra primero a Canadá y después a América del Sur. Eligen Chile para
radicarse motivados por la hermana de Lotte que vivía aquí. Sus canas siempre
hablaban de la hermosura del paisaje de este rincón del mundo, donde aparentemente
nada sucedía.

En 1953 la familia se instala en el barrio Bellavista y logra vivir buenos tiempos hasta
aquel negro día, el 11 de septiembre de 1973, en que la violencia y el horror recae
otra vez sobre este hogar, cubriéndole nuevamente con el manto de la tristeza y el
dolor, sensaciones que habían intentado dejar en el pasado, huyendo a través de miles
y miles de kilómetros, de mares y montañas.

El 11 de septiembre de 1973, el doctor Jorge Klein salió temprano de su hogar, como


siempre. Llegó hasta el Palacio de La Moneda, donde se desempeñaba como asesor
político de la Secretaría General de Gobierno. Ya iniciado el bombardeo, se comunica
por última vez con su esposa y le dice:

«Nos están bombardeando, pero estamos bien...»

La comunicación se interrumpe. Después del bombardeo, entre las ruinas, el polvo, las
llamas, los heridos, los muertos y el tableteo de las metralletas, los infinitos ruidos y el
silencio posterior, los defensores de La Moneda están en el suelo con las manos en la
nuca.

Entre los detenidos se encontraban asesores, médicos personales, la guardia de


seguridad del Presidente, y algunos miembros del Servicio de Investigaciones. De este
grupo, algunos fueron liberados momentos después de la detención; otros, después de
pasar y permanecer en distintos campos de detención. El doctor Klein, junto a otros
detenidos, entre ellos, los doctores París y Paredes, fueron trasladados hasta el
Regimiento Tacna. Desde allí habrían sido sacados por fuerzas militares, con destino
desconocido. en los días subsiguientes al golpe militar.
El 29 de marzo de 1974 se presentó, ante la Corte de Apelaciones, un recurso de
amparo por 131 personas desaparecidas, desde el 11 de septiembre de 1973, entre las
cuales se contaba el doctor Klein.

La petición fue denegada el 28 de diciembre de 1974. Tras la apelación, la Corte


Suprema, en 1975, nombró un Ministro en Visita. Designado el magistrado Zurita, el
24 de febrero de 1975, se constituyó en el Primer Juzgado del Crimen. Siete meses
después, el magistrado se declaró incompetente. La causa partió a los tribunales
militares. El 1 de julio de 1976, éstos aceptan la competencia y el 9 de agosto del
mismo año, el fiscal instructor cierra el sumario.

El 14 de septiembre de 1976 el proceso se sobresee temporalmente.

HISTORIA Y DESTINO

Tras muchos años, el padre de Jorge Klein logró abrirse un espacio de trabajo propio
en Chile. Instaló una talabartería en la calle Merced. Jorge creció entre pieles,
deportes, la comunidad judía en Chile y durante el verano, largas vacaciones junto al
lago Vichuquén... en resumen una infancia feliz, llena de amigos, cariño, amor y
estabilidad.

Su padre, autoritario, cauto, sobreprotector, deseaba que su hijo manejase su vida al


interior de la colonia judía y ahí se convirtiese en un gran psiquiatra. Le parecía al
señor Klein que Jorge se movía muy confiadamente.

Su madre era una mujer alegre, inteligente, que compartía con su marido una fuerte
afición musical, ambos eran ejecutantes. Ella pensaba que su hijo debía participar sin
temores en la vida nacional y en ese sentido lo estimulaba. Jorge heredó de ella una
actitud conciliadora que fue una de sus características más destacadas y que lo
convirtió en un buen negociador en todo orden de situaciones.

Sus estudios iniciales los cursó en el Colegio Alianza Francesa y luego en el Instituto
Nacional. Siempre se destacó por ser estudioso y buen alumno. En 1962, al terminar la
enseñanza secundaria, se distinguió como Mejor Alumno de la Promoción.

Su amigo de esa época y hasta su muerte. Daniel Rappaport, le dedica estos


recuerdos:

«Soy de las pocas personas que tienen el agrado y el orgullo de ser tu amigo
desde la infancia. Recuerdo los veraneos en LloLleo, las pichangas, las onces
en compañía de tu adorable mama y de tu regañón papá. Las jornadas de
estudio en que tú hacías de profesor particular de todos los que nos
juntábamos a estudiar contigo. Las apasionadas jornadas durante tu
presidencia del Centro de Alumnos. El extraordinario rendimiento de tus
estudios y tus extraordinarias dotes como futbolista.

Tu éxito se extendió en las lides sentimentales. ¡Qué facilidad para enamorar


y enamorarte! hasta que Cupido te doblegó finalmente y te enamoraste
perdidamente de la hermosa brasileña Atice Fausto.

Jorge (Georges para tus padres) te abrazo con emoción y admiración».


Jorge Klein eligió la carrera de Medicina para estudiar en la universidad. Tras postular,
logró situarse en el segundo lugar de admisión. Uno de sus colegas lo recuerda como
un alumno sobresaliente, y dice «quizás pasaba más tiempo explicándonos materias
que estudiando para él...».

Otros recuerdos hablan de él como una persona muy sencilla, muy derecha, muy
alegre.

La psicóloga Marta Bello quien trabajó junto a Jorge en la Clínica Psiquiátrica


Universitaria, en una carta enviada a Vanessa, hija de Jorge, recuerda que lo conoció
en un Simposium de Neurología donde el doctor Humberto Maturana, tal como ella
dice, «nos embelesó hablando de la verdad», la verdad científica, la verdad
filosófica, la verdad de la vida. Es increíble que a tantos años de la
desaparición de Jorge, la verdad sobre sus últimos momentos siga siéndonos
esquiva», expresa Marta Bello y continúa su testimonio en la mencionada carta
dirigida a Vanessa:

«¿Supo quien se creyó dueño de su destino, que tronchaba la vida de un médico, un


hijo, un padre, un amigo ejemplar? Inútil ha sido el odio de sus asesinos. Jorge vive en
su hija y en todos los que lo conocimos. Brillante, profundo, apasionado, tierno, no
hubo persona que lo conociera sin quedar marcada por su personalidad. Para mí fue un
privilegio ser su amiga, haber conocido y compartido su alegría de vivir, su dedicación
al estudio y al trabajo, su fe en los semejantes. Hubo un tiempo en que, como tantos
otros que lloraron a sus desaparecidos, en calles de ciudades lejanas corrí detrás de un
extranjero, porque una manera especial de caminar, una silueta, un gesto, bastaban
para despertar las más locas esperanzas de que él hubiera sobrevivido para hacer
posible ese reencuentro. Hace años dejé de buscarlo y hoy lo tengo conmigo: en el
placer de escuchar a Chico Buarque o a la Piaf, al hablar en francés, al imaginar cómo
hubiera gozado con el proceso de renovación en Europa, al releer un libro de filoso fía
que alguna vez comentamos juntos. Sé que a muchos de sus tantos y buenos amigos
les pasa lo mismo. Es poco más lo que puedo decir y, por eso, tal vez una palabra
inexistente, como las que el gozaba inventando, sea el mejor homenaje y la mejor
definición que yo pueda dar de él. Así es, querida Vanessa, que tu padre, el doctor
Jorge Klein Pipper, desaparecido en La Moneda, el 11 de septiembre de 1973, fue un
hombre con gran sentido del HAMOR».

KLEIN Y LORCA

Klein llegó a la Universidad sin militancia política, pero con un abierto interés por los
problemas sociales del país. Su gran inteligencia y acervo cultural lo llevaban siempre
más allá en la búsqueda del saber. Entre 1964 y 1965 logra definir posiciones
integrándose al Partido Socialista, bajo el estímulo del gran líder de la Facultad de
Medicina, Carlos Lorca Tobar, quien sufriera su mismo destino final: la detención y el
desaparecimiento.

Al interior del Partido Socialista, Klein se destacó rápidamente. Cada vez asumió roles
más importantes como dirigente.

Sus múltiples actividades no le impedían dedicarse a sus deportes favoritos: el ajedrez,


el fútbol y baby fútbol... sin olvidar el esquí, en el que obtuvo varios trofeos y
diplomas.
Su gran pasión era el estudio y la política. Como dirigente destacó como un hombre
íntegro, responsable, con mucho carisma y capacidad de comunicar, capaz de
plantearse en forma clara, nítida y precisa.

Constantemente en crítica y en cuestionamiento permanente en tomo a dar respuestas


a las urgencias sociales se margina de su quehacer partidario hasta desligarse
totalmente del Partido Socialista. Decide ingresar, entonces, al Partido Comunista de
Chile, lo que coincide con el término de sus estudios de Medicina y su decisión de
especializarse en el área de la psiquiatría.

En un homenaje celebrado en la Escuela de Medicina, en 1989, en honor de los


alumnos y ex alumnos asesinados durante la dictadura militar, se hizo especial
referencia a los doctores Jorge Klein y Carlos Lorca. «Ellos estaban por una
revolución socialista, ése era el modelo que les convencía y por el cual
estaban dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias...»

En esta misma ocasión, el doctor Ennio Vivaldi dijo:

«Esos nombres que hoy recordamos son los que produjo Chile. Es la
expresión de nosotros como sociedad. Eran personas de izquierda y en eso
hay, a la vez, una cierta particularidad y una cierta universalidad. La izquierda
parece ser el lugar que recoge tan naturalmente a artistas, intelectuales, a
jóvenes más preocupados de sus ideales y utopías, poco impresionables y por
nada atraídos por la seguridad del orden establecido...

Había en ellos algo que inescapablemente llamaba a nuestro espíritu, algo


que tocaba la dignidad misma del ser humano...»

Klein y Lorca fueron líderes del movimiento de reforma universitaria.

A partir de los años 70 y 71, Jorge comenzó paulatinamente a dejar la psiquiatría y


pasó a vincularse mas políticamente al gobierno de la Unidad Popular. Se desenvolvió
en niveles muy importantes en el área de las comunicaciones y la informática. Está
considerado como uno de los pioneros en este quehacer en nuestro país.

DISPUESTO A TODO

Jorge Klein nunca eludía los problemas. Por ejemplo, no se detuvo en una oportunidad
cuando enfrentó a un compañero de curso, de apellido Leclerc, quien un día lo insultó
diciéndole «judío de mierda».

Leclerc era mucho más macizo y grande. Klein, sin embargo, se lanzó sobre él
dispuesto a todo. Tuvieron que separarlos.

El doctor Francisco Rivas, embajador de Chile en Canadá durante el gobierno del


Presidente Patricio Aylwin, fue uno de sus grandes amigos. El doctor Rivas, que
escribía bajo el seudónimo de Francisco Simón, le dedicó una de sus primeras novelas:
«El Informe Mancini».

La noche víspera del golpe militar, Rivas y Klein estuvieron juntos hasta altas horas de
la noche. No imaginaban lo que ocurriría al día siguiente.
El doctor Rivas recuerda la conversación sostenida en una oportunidad, en la que un
grupo de médicos reflexionaba acerca de su participación en la actividad política y los
riesgos que ello significaba. Klein dijo entonces:

«No vale la pena continuar esta reflexión, igual te van a matar».

Otro médico, el doctor Patricio Arroyo, quien también estaba en el Palacio de La


Moneda el día 11 de septiembre, contó que cuando el General Javier Palacios ordenó a
los médicos levantarse, el doctor Jorge Klein no lo hizo. Alguien le preguntó por qué no
lo hacía y éste señaló: «No tengo documentos», quedándose tendido en el suelo.

Corrió la misma suerte de los demás funcionarios que allí quedaron.

DEL TACNA AL PELDEHUE

El detective Juan Seoane, que vivió el golpe militar en el Palacio de La Moneda,


recuerda que una vez prisioneros en el Regimiento Tacna, algunos soldados le pedían a
los oficiales que les permitieran matar a los detenidos... gritaban
exasperados: «Teniente, déjeme, yo le rompo la cabeza a este comunista.»

«Era triste, porque evidentemente querían ganarse la confianza de sus


superiores y nada más...»

El mismo Seoane cuenta:

«Había oficiales quebrados, destrozados. Nos daban permiso para sentarnos y


hacer algunos ejercicios. En realidad, todo era desorganizado. No sabían qué
hacer con nosotros».

De acuerdo a las investigaciones y testimonios, el doctor Klein fue enviado a las


caballerizas del Regimiento Tacna y de allí al campamento militar de Peldehue, desde
donde se pierde su rastro.

VANESSA, SU HIJA

La esposa del doctor Klein, Alice Fausto, médico de nacionalidad brasileña, regresó a
su patria junto a la pequeña Vanessa, única hija del matrimonio.

Ella había llegado a Chile para perfeccionarse en psiquiatría. Aquí conoció a Jorge
construyéndose una sólida relación. Juntos vivieron días muy felices, de libertad y de
búsqueda. En una oportunidad fueron capaces de quedarse tres días completos en la
cordillera, abandonados en una vieja citroneta, soportando la noche, el frío, la nieve y
el hambre pero viviendo intensamente.

Alice Fausto recuerda a Jorge como un hombre siempre despierto, con ojos azules
brillantes y una sonrisa fácil y acogedora. Sentía el placer de vivir y compartir, pese a
su gran timidez. Ella dice: «Nos juntó el amor a la vida, a lo bueno, a lo sano y
nos separó la muerte y el odio. Con cerrarlos ojos lo tengo cerca de mí y
siempre lo veo como el compañero íntegro, el amigo confiable con quien se
quiere estar siempre y con quien se crece compartiendo».

El desaparecimiento de Jorge Klein marcó profundamente a Alice. Su padre, médico de


la Organización Mundial de la Salud, OMS, tuvo que ingresar al país, al amparo de esta
organización, para recoger a su hija y nieta y llevarlas de vuelta a Brasil.

Vanessa, con 19 años en 1991, creció con los recuerdos trasmitidos por su madre. Ella
vino a Chile en búsqueda de un acercamiento a los hechos y a su padre. Ha
conversado con los amigos de él. los compañeros de escuela, los colegas;
adentrándose en rincones ignorados y tratando de llenar día a día el vacío, el espacio
que ocupaba su padre.

«Me habría fascinado conocerlo, pero he escuchado tantas cosas lindas, que
me da la impresión de haberlo palpado, de haberlo conocido, de haberlo
tenido cerca... y yo llevo mucho de él; me han dicho que llevo sus mismos
gestos, sus expresiones, su personalidad. Cuando estoy junto a la gente que
lo conoció, ellos me señalan los gestos y las expresiones de mi padre y me las
hacen resaltar. A veces resulta todo muy extraño...» dice finalmente Vanessa.

El padre de Jorge Klein, Rodolphe. después de casi 30 años, volvió a sufrir los efectos
de la persecución, esta vez con la detención y desaparición de su único hijo. El ya
conocía estas prácticas de los años del nazismo en Europa. En búsqueda de Jorge
recorrió los hospitales, los servicios de urgencia, los regimientos, el Instituto Médico
Legal, los ministerios, acudió a la Embajada de Francia... escribió a la Cámara de
Diputados de París, al Presidente de Francia... ya tenía experiencia en estos casos.

El señor Rodolphe Klein falleció en 1989. Hasta sus últimos días durmió en el
dormitorio de su hijo. Lo mantuvieron intacto con las fotografías puestas en las
paredes, sus diplomas de estudio, sus premios deportivos... tal como le gustaba a
Jorge.

Así fue la cortísima vida de 27 años de Jorge Klein, ese niño judío que nace en un
pueblo francés y que muere en este lejano y terrible Chile de 1973; muere entre
nosotros, sus familiares, sus colegas y sus amigos, que esperábamos tanto de su
talento, de su alegría... de su vida.

JORGE KLEIN PIPPER


Detenido Desaparecido. Santiago, La Moneda, septiembre de 1973.

Jorge Klein tenía 27 años, era casado y padre de una hija. De nacionalidad chilena,
había nacido en Francia. De profesión Médico Psiquiatra, tenía estudios posteriores en
Sociología. Se desempeñaba como Asesor de la Presidencia de la República y era
dirigente del Partido Comunista.

Fue detenido por efectivos militares el 11 de septiembre de 1973 cuando salió el último
grupo de personas que se encontraban al interior del Palacio de La Moneda. Trasladado
al Regimiento Tacna, el día 13 de septiembre. Desde esa fecha se desconoce su
paradero.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)


ENRIQUE PARÍS ROA
Fecha de Nacimiento: 5 de marzo de 1933
Médico Cirujano. Psiquiatra
Inscripción Colegio Médico: 5.086
DETENIDO DESAPARECIDO

Enrique París, de ancestros sureños, entró con un año de retraso al


colegio, una escuela primaria de la calle Carmen, en Santiago.

Fue un apasionado jugador de ajedrez, amante de la naturaleza, del


arte, el teatro y la música, campeón universitario en los cien metros
planos, gran lector de poesía e historia, insaciable comedor de
chocolates y tortas de mil hojas.

«Muy regalón de sus padres - recuerda su hermana Rosauna


enfermedad reumática y un poco de mimo, hicieron que ¡a
entrada al colegio se postergara. En la escuela nació su sentido
social que lo acompañó siempre. Aprendió a asociarse, a
compartir y a estar siempre rodeado de gente, compañeros y
amigos.»

Formó parte de los scouts y luego fue explorador; su vida está


prácticamente en constante movimiento... desde el ping-pong al fútbol,
entre otras actividades deportivas.

En realidad, en su hogar no se discutía frecuentemente de política. Sus


padres no pertenecían a ninguna organización, pero sí tenían ideas
progresistas.

Su hermana recuerda:

«En la casa no se hablaba de política directamente; se compartía


un sentimiento de solidaridad y humanismo. Era alero del resto
de la familia; para celebrar y para lamentar, ahí estaba nuestro
hogar. Mi padre era un hombre de gran corazón, nunca permitió
que se castigara a un niño en su presencia; más de una vez. llegó
con algún niño pobre a la casa, lo atiborraba de comida, lo iba a
dejar a su casa y le daba algo de dinero, no mucho, no lo había
en exceso».

De esta casa, de esta familia, rodeado de cariño, llegó Enrique al


Instituto Nacional, donde dio sus primeros pasos orientados a la política.
Faltando sólo un año para terminar la secundaria fue expulsado del
colegio. Con su compañero Raúl Hasbún, habían organizado una huelga.
Terminó sus estudios en el Liceo Barros Borgoño.

Todo esto había de dejar una huella en su espíritu. Era evidente su


interés y vocación por lo social. Cambió sus quehaceres de niño por
actividades de joven y se comenzó a perfilar su destino político que lo
llevó a asumir cargos de importancia como estudiante universitario y
miembro de las juventudes comunistas.

El tío Teddy. amigo de los padres, de origen británico, lo encaminó en la


lectura de Dickens y Mark Twain. Largas tertulias en su casa de campo
cerca de San Vicente de Tagua- Tagua, los conocimientos y las vivencias
de aquel hombre, que distinguía a Enrique con su afecto, deben haber
iluminado más de alguna vez su quehacer.

Cuando decide ingresar a la Escuela de Medicina se terminan los viajes


al campo. En 1954 fue elegido vicepresidente del Centro de Alumnos,
año en el cual se realiza una de las primeras reformas en esa facultad,
luego de una manifestación estudiantil. Posteriormente en 1957, en su
calidad de Secretario General de la Federación de Estudiantes de Chile,
FECH, es uno de los principales dirigentes del «2 de abril», lo que le
significó ser encarcelado por cerca de 15 días. Debió salir del país por un
tiempo (hacia Argentina) y volver más tarde para continuar sus
estudios, desde la clandestinidad. Esto fue posible entonces, gracias al
espíritu de solidaridad y pluralismo reinante en las universidades del
país.

Durante su período universitario, conoce a María Eugenia Horvitz, con


quien contrajo matrimonio antes de graduarse. En 1960 nació Enrique,
su primer hijo, y más tarde Sebastián y María Eugenia.

El doctor Mariano Requena, quien lo conociera en esa época lo evoca


así:

«Lo conocí en la época de estudiante. Fuimos compañeros de ideales


políticos. En ese contexto, tuve la posibilidad de trabajar muchas veces
con él. Esto no solamente como estudiante de medicina, sino que como
académico y colega, en el año 1973, en que nuestra relación se tornó
más partidaria».
El era un hombre inteligente, de gran rapidez mental, gran facilidad de
comprensión y de integrar conocimientos en una globalidad que le
permitía mirar el mundo y la sociedad como un todo. Probablemente,
esta percepción lo lleva a elegir la psiquiatría como especialidad, que
después ejerce en una práctica y acción muy creativa.

LA VOCACIÓN DE MÉDICO-PSIQUIATRA

Desde 1958. antes de haberse recibido como médico, comenzó a


trabajar de «interno voluntario», en la cátedra de psiquiatría, dirigida
por el doctor Agustín Téllez. En 1963, pasó a ser docente de ésta y
posteriormente jefe de Clínica de la cátedra de Psiquiatría de la Escuela
de Psicología de la Universidad de Chile. En 1964 fue nombrado titular
de la cátedra de Técnicas de Rehabilitación Psicológica de esa misma
escuela.

A raíz de un conjunto de investigaciones y estudios que realizara en


torno a la rehabilitación e inserción de los enfermos mentales en su
núcleo familiar, ejerció como asesor del programa de Rehabilitación
Profesional de la Organización Internacional del Trabajo, O.I.T. Otros
trabajos que orientó en este aspecto fueron aquellos que realizó en el
Instituto Nacional de Capacitación Profesional y de otros departamentos
dependientes del Servicio Nacional de Salud, entre los que se cuenta el
Centro de Rehabilitación de Alcohólicos de Ferrocarriles del Estado y el
Centro de Terapia Ocupacional del Hospital Psiquiátrico.

En este contexto, en 1972 pone en práctica uno de los proyectos que


consideraba fundamental para cambiar el tratamiento de los enfermos
mentales, lo que fue el hospital diurno. Este plan tenía como propósito
central integrar al enfermo a su grupo familiar y a la sociedad.

Afortunadamente, estas ideas han sido retomadas últimamente, para


ser llevadas a la práctica en un proyecto que prestigia y valida las ideas
pioneras del doctor Enrique París.

EL HOMBRE Y EL POLÍTICO

Como político, Enrique París demostró una capacidad extraordinaria de


líder. «Lo conocí volcando todo su esfuerzo en el desarrollo de la lucha
política por una Universidad sensible a la realidad nacional y al servicio
de la comunidad a través de la enseñanza, de la investigación y de la
extensión. Logró conjugar su pensamiento e ideales políticos con su
profunda sensibilidad humanista y el conocimiento de la esencia humana
que su especialidad le daba», concluye el doctor Requena, quien agrega:
«Fueron estas cualidades humanas y profesionales las que lo llevaron a
ocupar un sin número de cargos políticos, públicos y académicos».

Efectivamente, Enrique París fue primero miembro del Comité Central de


las Juventudes Comunistas y luego del Partido Comunista de Chile. En la
Universidad de Chile fue el Presidente de los Plenarios de Reforma, a
través de los cuales en 1968 se transformó esa casa de estudios.
Posteriormente y hasta 1973 fue miembro del Consejo Superior de esa
Universidad.

Desde 1972 se desempeñó como asesor del Presidente Salvador Allende


para los asuntos de Educación, Ciencia y Tecnología. En esa misma
época fue elegido miembro del Consejo Regional del Colegio Médico de
Chile.

Por ello mismo, sus familiares y amigos más cercanos, al hacer un


recuento de lo que el doctor París hizo en su vida, dicen: «no podemos
menos que sorprendemos de la cantidad de cosas que hizo de manera
sobresaliente».

Dirigente con capacidad innata, político con gran carisma, académico de


rápida trayectoria, médico de éxito, nunca pensó en el factor económico
que su profesión le podría reportar. «Sus intereses estaban alejados de
esto».

Sin duda, su talento natural le permitía hacer las cosas bien, sin
necesidad de grandes preparaciones ni enmiendas; no habría habido
tiempo para ello. Escribía punteos para sus clases o un discurso en
cualquier intervalo de pocos minutos. Su hermana cuenta que encontró
en un papel cualquiera, un punteo para el discurso de recepción del
sabio, doctor Alejandro Lipschutz, cuando éste decidió ingresar al
Partido Comunista.

DE LA MONEDA AL TACNA

El día del golpe, el doctor París llegó temprano al Palacio de La Moneda.


Alrededor de las 10:30 de la mañana llamó por teléfono a su hogar y a
su madre. Les dijo que la situación era muy grave, pero que se quedaría
para acompañar al Presidente Allende. Era un miembro de la Dirección
del Partido Comunista que estaba dentro de La Moneda.
Según los testimonios de quienes sobrevivieron, cerca de las dos de la
tarde, el Presidente Allende decidió retirarse de la Casa de Gobierno,
puesto que si habían soportado el mortal bombardeo, podría no ocurrir
lo mismo frente a la fuerza del Regimiento Blindado, al mando del
general Javier Palacios, que los rodeaba a esa hora. El Presidente pidió a
sus asesores, guardia personal y detectives que lo acompañaban, que
abandonaran La Moneda por la puerta de calle Morando 80, llevando
una bandera blanca. El Presidente los conminó a hacerlo, manifestando
que su objetivo principal era salvar la vida de todos ellos.

En la puerta de Morandé 80 fueron detenidas, junto al doctor Enrique


París, alrededor de 60 personas. Entre ellos estaban los médicos
Eduardo Paredes, Oscar Soto, Alejandro Cuevas. Arturo Jirón, Danilo
Bartulín, Patricio Arroyo y Jorge Klein, además del Intendente de
Palacio, Enrique Huerta, la secretaria del Presidente, Miria Contreras, el
periodista Carlos Jorquera, el sociólogo Claudio Jimeno, el vice-
presidente del Banco Central, Jaime Barrios, 17 detectives a cargo del
inspector Juan Seoane y una veintena de miembros de la guardia
personal.

«La salida fue a culatazo limpio, empujones e insultos. Una vez


en la calle, nos colocaron contra la pared con las manos en la
nuca y luego nos ordenaron tendernos en el suelo, en medio de
la calle. Teníamos a nuestras espaldas a un pelotón de militares
que nos apuntaban con sus fusiles. Estaba convencida de que ahí
nos fusilarían. Nos registraron, nos quitaron todo lo que
teníamos encima. Lo tiraban al suelo y pisoteaban», según relato
de Miria Contreras.

«Nosotros y los GAP éramos los únicos con conocimientos de


armas y seguridad, pero frente a las Fuerzas Armadas no
representábamos ningún peligro», ha dicho en diversas
oportunidades el detective Juan Seoane. lo que fue reafirmado por
Osvaldo Puccio H. quien expresara que «la presencia nuestra en La
Moneda no era más que un acto de dignidad y no un acto de
guerra». En este operativo, algunos de ellos fueron puestos en libertad
y otros pasaron al Regimiento Tacna.

RASTRO EN PELDEHUE

María Eugenia Horvitz, esposa del doctor Enrique París, manifiesta que
las circunstancias de la detención, secuestro y muerte no han podido ser
investigadas judicialmente. Los diversos procesos entablados han sido
cerrados, utilizando el Decreto Ley de Amnistía de 1978.
La reconstitución de lo ocurrido se ha podido realizar gracias a los
testimonios de los sobrevivientes del Palacio de La Moneda el 11 de
septiembre y de las personas que actuaron en defensa de la vida del
doctor París. El 12 de septiembre de 1973, el entonces rector de la
Universidad de Chile, Edgardo Boeninger visitó el Regimiento Tacna y
comprobó que el doctor París, Consejero Superior de esa Universidad, se
encontraba en ese campo de reclusión. Boeninger pidió que, bajo su
custodia personal y protección de la Universidad, le entregaran al
prisionero. Tal solicitud fue acogida y luego denegada por órdenes de la
Jefatura en tiempo de guerra de la zona de Santiago.

Le aseguraron al rector Boeninger que el prisionero sería trasladado a la


Escuela Militar el día 15 de septiembre, donde podría visitarlo
acompañado de sus familiares. Numerosos testigos que permanecieron
detenidos, entre ellos, el diputado Vicente Sotta y el detective Juan
Seoane declararon que el doctor París fue víctima de torturas en el patio
central del Regimiento. Estos mismos testigos aseguran que fue sacado
de la caballeriza en que permanecía detenido, a las 07 horas del día 13
de septiembre, con destino al campo militar de Peldehue, desde donde
se pierde su rastro.

Según otros testimonios, los prisioneros del Palacio de La Moneda fueron


llevados al Ministerio de Defensa, donde se los mantuvo en el
subterráneo y de allí fueron trasladados al regimiento Tacna. Uno de los
detectives que sobrevivió después de pasar por el Tacna, Quintín
Romero, señaló que el coronel al mando, Luis Ramírez Pineda, estaba
fuera de sí cuando llegaron y los acusaba de haber hecho frente al
General Palacios, a quien según decía, le habían herido una mano.

Con respecto al doctor París, este testigo señaló a la revista «Análisis»,


que hablaban de traer un sacerdote porque Enrique París iba a ser
fusilado. Llegaron los oficiales y le preguntaron si quería confesarse. El
contestó que no, que no era creyente, que no lo necesitaba. «Cuando
trajeron al sacerdote hicieron pararse a París. No se podía parar.
Estaba tullido. Le costó mucho.»

Entonces se lo llevaron y no se le vio nunca más.

Sin embargo versiones en poder de la Vicaría y que en algunos casos


corresponden a personal militar que pidió no ser identificado, indican
que él y otros prisioneros fueron masacrados en Peldehue con armas de
fuego.

BÚSQUEDA INTERMINABLE
María Eugenia Horvitz expresa que los familiares, los amigos y los
colegas de la Universidad recorrieron todos los rincones, los hospitales,
los campos de prisioneros y la Morgue. En octubre de 1973. el abogado
Eugenio Velasco había hecho una investigación acuciosa a nombre de la
Universidad y concluyó lo que luego otros testimonios han confirmado y
cuyos antecedentes reúne el Informe de la Comisión Verdad y
Reconciliación: el doctor Enrique París fue fusilado en muy mal estado
físico, en el campo militar de Peldehue, el mismo día en que fue
trasladado hasta dicho lugar. Habría dejado de existir el día 13 de
septiembre de 1973. A fines de 1973, María Eugenia, junto a sus tres
hijos, de 11, 10 y 9 años de edad, partieron al exilio, a Francia.

La permanencia en este país se prolongó por once años. Su


departamento, situado en las Torres de San Borja, en Marcoleta 77, así
como otros bienes, fueron requisados por decretos emanados de la
Junta Militar. Según diversos testimonios, ese departamento habría sido
usado por familiares del general Pinochet.

La investigación sobre la desaparición y muerte de Enrique París


continúa. La convicción sobre los hechos a que ha llegado la Comisión
Verdad y Reconciliación, se ha basado en el trabajo de los organismos
defensores de los derechos humanos y de sus familiares y amigos. Sin
embargo, todos esperan que las acciones judiciales entabladas hace 19
años puedan prosperar y se conozca el lugar en que se encuentran sus
restos.

RECORRIDO JUDICIAL

Numerosas son las acciones legales que se han interpuesto para


esclarecer los hechos relacionados con la detención y desaparecimiento
del doctor Enrique Paris.

El Colegio Médico ofició al Ministerio del Interior solicitando una


explicación por la detención y desaparecimiento de un miembro de la
orden. La respuesta fue: «Esta cartera ministerial informó que el doctor
París había salido del país».

El 29 de septiembre de 1973 se presentó ante la Corte de Apelaciones


un recurso de amparo, rol 529-73-. Fue rechazado en consideración a
las informaciones vertidas por el general de brigada, Hermán Brady, del
Ministerio de Defensa. Estas informaciones concluían que el doctor París
no había sido detenido por órdenes de los tribunales militares ni
tampoco por órdenes de la autoridad administrativa. Por su parte, el
Servicio de Investigaciones informó el 1 de octubre: «No se registra
detención de las personas mencionadas».

El 15 de noviembre de 1973 su esposa presentó otra denuncia por


presunta desgracia, esta vez en el Segundo Juzgado del Crimen de
Mayor Cuantía. Esta denuncia resultó sobreseída nuevamente por el
tribunal, en virtud de las informaciones negativas de los organismos que
se involucran en su detención.

A pesar de los antecedentes presentados como evidencia de la


detención, tanto los militares como los servicios administrativos se han
negado a reconocerla oficialmente . Por ejemplo, el comandante del
Regimiento Tacna en octubre de 1973, Luis Ramírez Pineda, señaló al
Tribunal: «Dada la cantidad de prisioneros que pasaron por ese
regimiento, no se tomó constancia de la identidad y no se
recuerda ningún caso concreto.» El caso ha pasado de una oficina a
otra.

Los tribunales militares sobreseyeron la investigación en base a la


aplicación de la ley de amnistía de 1978. La Justicia Militar sobreseyó
esta causa sin previa investigación. En su resolución declaró que no hay
antecedentes de delito ni menos responsables.

Aparte de las gestiones ya mencionadas, múltiples denuncias han sido


dirigidas a diversos organismos nacionales e internacionales, entre ellos
la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados
Americanos, OEA, la UNESCO, organismo ante el cual el régimen militar
reconoció la posible muerte del doctor Enrique París, en octubre de
1974, la Cruz Roja Internacional, el Comité Pro. Paz, la Vicaría de la
Solidaridad y, finalmente, la Comisión Verdad y Reconciliación.

LECCIÓN DE VIDA

Evocando su memoria, uno de sus amigos, el doctor Luis Weinstein, nos


ha dicho:

«Enrique nos dejó la lección, el ejemplo de ser vital, abierto a la


vida, de una enseñanza diaria, que ayuda a trascender todo
escepticismo, de confianza en el ser humano...»

«Por eso, el 11 de septiembre estuvo en La Moneda y entonaba


una canción, «Cantemos en pos de la Vida», mientras caían las
bombas y crecían las llamas; ese día se incorporaba a la
memoria de los momentos más nobles en la historia de la lucha
del ser humano por su dignidad».

ENRIQUE PARÍS ROA


Detenido Desaparecido. Santiago, La Moneda, septiembre de 1973.

Enrique París, de 40 años de edad, era casado y padre de tres hijos. De


profesión Médico Psiquiatra, profesor de Filosofía de la Universidad de
Chile y miembro del Consejo Normativo Superior y presidente de la
Comisión de Reforma de la misma Universidad. Director del Hospital
Diurno de Psiquiatría. Asesor del Presidente de la República y Dirigente
del Partido Comunista. Fue detenido por efectivos militares el 11 de
septiembre de 1973 cuando salió el último grupo de personas que se
encontraban al interior del Palacio de La Moneda. Trasladado al
Regimiento Tacna, el día 13 de septiembre, fue sacado junto a los otros
detenidos del Palacio Presidencial en un vehículo militar con destino
desconocido. Desde esa fecha se desconoce su paradero.

(Informe de la Comisión Verdad y Reconciliación)

EDUARDO PAREDES BARRIENTOS


Fecha de Nacimiento: 23 de diciembre de 1938
Médico Cirujano. Medicina Interna. Salud Pública.
Inscripción Colegio Médico: 5.870
DETENIDO DESAPARECIDO

«No sólo lo conozco, sino que soy su amigo y siento una


profunda admiración hacia él... por su cultura, su franqueza, su
sinceridad. Me preocupa mucho su vida y su destino».

Pablo Neruda
París 1972
Así se refirió el poeta Pablo Neruda, al ser consultado sobre Eduardo
Paredes, un año antes del 11 de septiembre de 1973. Una suerte de
anticipación a los hechos; su vida y su destino resultaron violentamente
truncados.

Todos los testimonios se orientan a concluir que el doctor Eduardo


Paredes fue fusilado en el campo militar de Peldehue, el 13 de
septiembre de 1973, junto a un grupo de prisioneros, llevados desde el
Regimiento Tacna.

SU HISTORIA

Eduardo Paredes Barrientos nació el 23 de diciembre, del año 1938. Su


padre recuerda que encontrándose en una reunión partidaria le
anunciaron que su esposa estaba a punto de dar a luz.

Creció, junto a tres hermanas, en el seno de una familia de


profesionales. Su padre, ingeniero civil, llamado Eduardo Paredes y su
madre, Abigail Barrientos, profesora de Historia y Geografía, criaron a
sus hijos en un ambiente de amplio nivel cultural, armonía, solidaridad y
tolerancia.

De su padre proviene la herencia de los ideales y la acción diaria por


establecer la igualdad y la justicia social, pese a que nunca trató de
inculcarle su ideología política.

Sus estudios los realizó en el Colegio St. George y en el Instituto


Nacional, donde concluyó exitosamente la enseñanza media. En 1955,
rindió, con muy alto puntaje, su Bachillerato en Biología. A los 18 años
ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y en 1963
obtiene su título de médico cirujano.

Gracias a una beca que le permite la especialización en


gastroenterología, permanece un año en Francia. Decidido a iniciar su
labor clínica y docente regresa a Chile. Ocupa diversos cargos:
colaborador como médico auxiliar del doctor Francisco Rojas Villegas,
ayudante docente en la Cátedra de Medicina Preventiva y Social del Área
Oriente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y más
tarde, profesor auxiliar de la cátedra, médico de los trabajadores del
cobre en Rancagua y de Ferrocarriles del Estado.

Su quehacer en la medicina lo orientó siempre hacia la medicina social.


Pensaba que como médico internista podía salvar algunas vidas, pero
como médico salubrista, la de miles de seres humanos. Esta opción lo
lleva en 1968 a especializarse en Salud Pública.

Luego de incorporarse al Partido Socialista, asume rápidamente cargos


de representatividad y mayores responsabilidades. En 1968 llega hasta
el Comité Central. Particular relevancia alcanza en el proceso de la
reforma universitaria constituyéndose en un activo agente de ella.

Se destacó, además, en los movimientos gremiales de los médicos y


técnicos de la salud, durante el gobierno del Presidente Eduardo Frei.
Colaboró en la constitución de importantes organizaciones gremiales,
como por ejemplo, la Federación de Médicos de la Universidad de Chile,
FEMEUCH y la Federación de Médicos del Servicio Nacional de la Salud,
FEMESENAS.

AMIGO DE LOS AMIGOS

Su padre recuerda que desde niño, en múltiples ocasiones, intervenía


para reparar injusticias y cuenta, que al ingresar a la Universidad le
solicitó una cantidad de dinero superior a la de su matrícula, a fin de
contribuir en el financiamiento de las inscripciones de los alumnos de
más bajos recursos económicos.

Son muchos los ejemplos que ilustran la generosidad, solidaridad y


sentido de justicia de Eduardo Paredes, conocido como «Coco Paredes».

Todos coinciden en destacar las mencionadas cualidades agregándose


las de inteligencia, vehemencia y consecuencia. También era un
apasionado polemista, aunque respetuoso y tolerante de los criterios
adversarios.

La doctora Adriana García cuenta que lo conoció a los 15 años cuando


era cadete de la Escuela Militar y recuerda:

«Formamos después parte de un grupo de estudio y fiestas durante los


siete años que estudiamos Medicina. El «Coco» era uno de los menores
del grupo y también uno de los más inteligentes e inquietos en todo
aspecto. El era muy atractivo. Tenía unas pestañas que alucinaban a
todas sus compañeras de curso».

Siendo médico en el Hospital San Borja, un colega recuerda que en la


puerta del hospital había un vendedor de pan amasado que un día se
cruzó en su camino y le dijo:
«Doctor, tome este pancito amasado, que se lo hice especialmente para
usted»... El, titubeando un poco, lo aceptó y pretendió pagárselo; se
emocionó cuando el vendedor le respondió: «No doctor, yo fui su
enfermo en la Penitenciaría, acéptemelo, es un obsequio mío, lo hice
con toda «tinca» para usted».

Al contarle esta anécdota -recuerda el amigo- el doctor manifestó que


«el pancito amasado era exquisito».

El doctor Patricio Arroyo expresa: «Las circunstancias quisieron que yo


fuera un testigo muy cercano de parte importante de su vida y de los
momentos más decisivos de ella y, como no podría ser de otra forma,
mantengo un recuerdo muy vivo de su fuerte personalidad, de su forma
de ser, de sus actitudes y gestos, de sus gustos y afectos, y por sobre
todo, de su compromiso vital por la causa del socialismo en Chile».

Su amiga y colega, la doctora Alicia Valdivieso, recuerda a Paredes como


un hombre capaz de compartir las cosas más simples de la vida y de
llevar la amistad más allá de las diferencias políticas. «Era muy alegre,
extrovertido y espontáneo; siendo muy realista, siempre buscaba el
sentido positivo de las cosas».

El doctor Jorge Otte cuenta que su casa está llena de recuerdos de él,
de fotografías de un viaje a Europa, sin plata, durmiendo en los trenes...
y al respecto señala:

«En sus viajes posteriores, siempre nos trajo un recuerdo, como mis
primeros jeans Lee, cotizada prenda rocanrolera y luego del twist, que
nunca aprendimos a bailar. Construimos una sólida amistad, al punto de
compartir la alegría del nacimiento de Raimundo, su primer hijo y la
pena y tristeza por el fallecimiento de Camila, su segunda hija».

El doctor Otte también recuerda que para el 11 de septiembre se


encontraba fuera de Chile. Cuando llegó, el 27 de ese mes, otro amigo
le contó lo sucedido al Coco, con lágrimas en los ojos...

«¿Seguir recordando? ¿Tristezas? ¿Desconsuelo?

No, mejor recordar cómo fue aquel hombre brillante y original, el


amigo, el compañero, nuestro querido amigo».

Todos recuerdan sus atrayentes cualidades personales que le


permitieron trabar amistad con mucha gente y con relevantes figuras
del mundo cultural y político. Así sucede, entre otros, con Pablo Neruda,
Regís Debray y con Salvador Allende, a quien conoce a raíz de su
militancia común. surgiendo una fraternal amistad.
A mediados de 1969 viaja a Corea, junto a Allende, entonces
Vicepresidente del Senado. Vietnam y la Unión Soviética, también
formaron parte de la agenda de viaje. Establecieron estrechas relaciones
con los líderes de esas naciones.

Al asumir Allende como Presidente, le asigna a Paredes la compleja


tarea de hacerse cargo de la Subdirección del Servicio de
Investigaciones. En 1971 asume el máximo cargo de esa repartición
policial, y debe enfrentar serias acusaciones jamás comprobadas. Sufrió
entonces la venganza por parte de los traficantes de drogas a quienes
persiguió sin tregua. El 29 de junio de 1973, fue víctima de un atentado
contra su vida. Su vehículo recibió múltiples impactos de bala de
metralleta, siendo herido en su mano derecha, por la quebrazón de los
vidrios del parabrisas.

Asume la dirección de Chile-Films en 1973, continuando en permanente


contacto con el Presidente Allende.

El 11 de septiembre de 1973 Eduardo Paredes llegó hasta el Palacio de


La Moneda. Tras el bombardeo, es detenido. El doctor Patricio Arroyo
recuerda que durante esta jomada. Paredes permaneció junto al
Presidente Allende. Testigos de su detención por parte de las tropas
comandadas por el general Palacios, son los doctores Patricio Jirón,
Oscar Soto, Danilo Bartulín, Patricio Arroyo y Alejandro Cuevas, entre
otros.

También están los testigos que presenciaron la brutalidad del trato en el


Regimiento Tacna, donde el doctor Paredes fue torturado. Uno de ellos
escuchó de los torturadores: «Este gallo sí que es valiente. A pesar
de los golpes no ha contado nada. Prefiere morir a decir algo».

Fueron los propios militares quienes reconocieron su muerte. El abogado


Miguel Schweitzer, quien actuó como abogado de la familia en lo que se
refiere a la búsqueda, logró que el Ministerio de Defensa admitiese
haber sido informado de la muerte de Paredes. No obstante y pese al
compromiso de la repartición de entregar un certificado que acreditase
tal situación, nunca se logró este reconocimiento oficial y menos aún un
documento escrito.

El mismo abogado, que más tarde llegaría a convertirse en colaborador


del régimen militar, actuando como ministro, reconoció ante la Corte de
Apelaciones, al ministro Rubén Galecio, que la muerte de Paredes le
había sido confirmada en el Ministerio de Defensa por Alvaro Puga.

El diario El Mercurio de Santiago, con fecha 14 de septiembre de 1973,


informó, aunque dio la información como no confirmada, que Paredes
habría muerto en un enfrentamiento. El 18 y 19 del mismo mes, se
publicaron otras informaciones relativas al caso. Estas confirmaban los
hechos y la muerte, de acuerdo a comunicados entregados por el
coronel Pedro Ewing y Federico Willoughby, Asesor de Prensa de la
Junta Militar. No obstante, la Junta Militar, en sí, nunca reconoció
oficialmente la detención.

El Jefe de la Plaza, el general Hermán Brady. en respuesta a una


petición formulada por la madre del doctor Paredes, dijo que no le fue
posible determinar fehacientemente la ubicación del cadáver, si es que
existiese.

Otras publicaciones dieron nuevas versiones respecto de la muerte del


ex Director de Investigaciones originando una gran confusión. Todas las
versiones públicas son incongruentes entre sí. Se habló, por ejemplo,
que habría muerto mientras huía con el detective Osear Aravena, al ser
interceptados por una patrulla de policías uniformados.

SUMARIO CERRADO

La familia realizó innumerables gestiones para que la justicia se


encargara de esclarecer la verdad de los hechos como asimismo dar con
su paradero. El 10 de marzo de 1978 se presentó ante el Segundo
Juzgado del Crimen de Santiago, una denuncia por presunta desgracia y
la comisión de otros delitos. Al día siguiente, la magistrada Raquel
Campusano dictó como única resolución el cierre de sumario, por
encontrarse vigente el Decreto Ley 2191, que otorga la Amnistía para
los delitos cometidos entre 1973 y 1978, a pesar que esta Ley no otorga
la amnistía sin previo reconocimiento de la autoría y culpabilidad. Pese a
esta irregularidad, la Corte de Apelaciones aprobó tal sentencia y por
tanto el caso quedó cerrado.

En septiembre de 1979 otra querella es presentada por la familia, esta


vez en la Corte de Apelaciones. La querella fue en contra de los
militares. El ministro Servando Jordán se declaró incompetente,
ordenando la remisión de la causa al Juzgado Militar de Santiago.

El 10 de enero de 1980 se inicia el caso en los tribunales militares.


Durante los dos años de tramitación se efectuaron tan sólo dos
diligencias: el envío de un oficio al Instituto Médico Legal y otro al
Regimiento Tacna. El primero dio cuenta que el cuerpo de Paredes no
había ingresado al Instituto y el Regimiento Tacna informó que el señor
Paredes no había sido conducido a esa unidad el 11 de septiembre de
1973, ni en los días siguientes, en contradicción total con lo informado
al abogado Schweitzer, por fuentes propias e identificadas del Ministerio
de Defensa.

En septiembre de 1982 el Fiscal Militar cerró el sumario y decretó


sobreseimiento temporal de la causa. En el expediente expresa: «Si bien
con los antecedentes allegados al proceso ha podido acreditarse la
detención de Eduardo Paredes por personal militar no identificado a la
fecha, éstos resultan insuficientes para estimar que su posterior
desaparecimiento sea la consecuencia de un delito».

En enero de 1984 la familia apela de este fallo. El caso llega entonces


hasta la Corte Marcial, tribunal que revoca el sobreseimiento y ordena la
reapertura de la investigación. Las nuevas diligencias apuntan a insistir
en la documentación del Regimiento Tacna, y en las citaciones al
general Javier Palacios, al general Baeza, al comisario Julio Rada y al
general Pedro Ewing.

Nada tuvo su curso.

Los militares no fueron a declarar y el proceso descansa año tras año,


perdido en la marea judicial.

REPRESIÓN A LA FAMILIA

Los hechos ocasionaron graves repercusiones en la familia. Su esposa


Eva Ahlgren, de nacionalidad sueca, y sus padres, han debido arrastrar
el dolor a lo largo del resto de sus días. La familia ha sido objeto de
difamaciones e incluso, su padre sufrió el arresto domiciliario siendo
posteriormente requerido a la Escuela Militar bajo extrañas acusaciones,
sin duda presiones en relación a la insistencia de la familia por saber la
verdad.

Eva Ahlgren y sus dos pequeños hijos, de seis y un año de edad, se


refugiaron en la Embajada de México.

Después partieron al exilio. En el aeropuerto, a punto de abordar el


avión, la policía internacional impidió la salida de los niños porque no
contaban con la autorización del padre. El trámite se prolongó por tres
horas. Dos años estuvieron en México. Posteriormente viajaron a la
tierra natal de la madre, Suecia. Raimundo y Nicolás crecieron día a día
en ese país, alejados de su familia y sus raíces chilenas.

El padre del doctor ve renacer en estos dos niños la savia de su único


hijo hombre, la misma savia que abrirá a Chile hacia caminos nuevos...
en tanto espera que alguna vez se reanuden las investigaciones
judiciales para esclarecer la verdad final del destino del hijo que lo
superó en todo sentido, según sus propias palabras.

JUAN ANTONIO EDUARDO PAREDES BARRIENTOS


Detenido Desaparecido. Santiago, La Moneda, septiembre de 1973.

Eduardo Paredes de 34 años de edad, era casado, tenía dos hijos. Se


desempeñaba como presidente de Chile Films. Médico del Hospital San
Borja, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile,
con postgrados en Francia. Fue subdirector y Director de
Investigaciones. Miembro del Comité Central del Partido Socialista y
asesor de la Presidencia.

Fue detenido por efectivos militares el 11 de septiembre de 1973 cuando


salió el último grupo de personas que se encontraban al interior del
Palacio de La Moneda. Trasladado al Regimiento Tacna, el día 13 de
septiembre fue sacado junto a los otros detenidos del Palacio
Presidencial en un vehículo militar con destino desconocido. Desde esa
fecha se desconoce su paradero.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)


DE NORTE A SUR

«Ni siquiera muertos fueron nuestros».

«A los familiares de las víctimas les fue negada la posibilidad, no sólo de saber por qué
los habían matado, sino también de ver sus cuerpos, enterrar dignamente sus restos,
expresar y compartir su dolor. Al estar imposibilitados de vivir el rito para los muertos,
al estar la muerte asociada al horror y después tener que sobrevivir materialmente en
el miedo, la soledad y la pobreza, estas familias no pudiere» por años entregarse a
asumir la pena de la muerte».

(Informe Verdad y Reconciliación, relativo a los efectos familiares y sociales de las más
graves violaciones a los Derechos Humanos)

«Nosotros creíamos en la legalidad...»

«Nos cambiaron el país...»

«Hemos escarbado la pampa entera buscándolos...»

(Testimonios de familiares de víctimas)

El duelo sin desenlace.

«Ni siguiera sé si está vivo o está muerto».

«La situación de los familiares de detenidos desaparecidos es de un dolor permanente,


sin fin. No hay posibilidad de descanso, la sensación de impotencia va haciéndose
crónica. Con los sucesivos hallazgos, la posibilidad de la muerte como desenlace se
convierte en realidad. Pero subsisten las preguntas ¿Lo tengo que considerar muerto?
¿Cuándo lo mataron? En la medida que no hay respuestas o evidencias que permitan
resolver estas interrogantes, se pone al familiar ante la dramática situación de tener
que ser él quien defina un desenlace. Para la mayoría de los familiares esto se hace
inaceptable. Con ello se agudiza la situación de impotencia e incertidumbre».

(Informe Verdad y Reconciliación,


relativo a los efectos familiares y sociales
de las más graves violaciones a los Derechos Humanos)

«Si los hubieran matado no más, sería menos duro».

«Muchas de las víctimas fueron torturadas. Las familias conocen estos hechos por las
evidencias que ellos mismos vieron en sus cuerpos o por el relato de otros detenidos.
La forma en que murieron pasa así a convertirse en una pesadilla más dura que la
misma muerte. La sorpresa y la incredulidad ante la tortura se asocian para producir
un miedo nuevo: el miedo ante la crueldad de otros seres humanos».

(Informe Verdad y Reconciliación,


relativo a los efectos familiares y sociales
de las más graves violaciones a los Derechos Humanos)

INTRODUCCION

Existe un documento denunciado por el «Report of the Chicago Commission of Inquiry»


fechado el 11 de Octubre de 1973 y firmado por el doctor Augusto Schuster Cortés,
médico militar, quien años más tarde ocupó el cargo de Subsecretario de Salud
durante la dictadura militar. Este documento instruía respecto a las medidas a
adoptarse con las personas que pertenecían a lo que denominó «el contingente de la
Unidad Popular». Estas medidas dependían de una clasificación de estas personas,
ubicándolas en cinco categorías, según su peligrosidad: extremistas, activistas de alta
peligrosidad e inteligencia, activistas ideológicos, militantes y simpatizantes de la
Unidad Popular.

Los tres últimos grupos podían ser recuperables y utilizables para la Restauración
Nacional, pero los extremistas «elementos fanáticos desequilibrados, altamente
peligrosos por su agresividad» y los activistas de alta peligrosidad e inteligencia
«técnicamente dotados y que ejercen una gran influencia sobre sus grupos de
trabajo», son irrecuperables y no deberían permanecer libres o en el país.

El documento enfatiza: «Que quede en claro que estamos en una firme e


inexorable actitud de eliminar a todos los elementos desequilibrantes de
nuestra patria».

El informe de la Comisión Verdad y Reconciliación señala que el grueso de las muertes


y detenciones seguidas de desaparecimiento durante el período posterior a los hechos
ocurridos el 11 de septiembre de 1973, fueron actos que se realizaron contra
funcionarios destacados del régimen depuesto, especialmente de sus más altas
autoridades y de los mandos medios de algunas áreas sociales, como ser CORA,
INDAP, y los sectores de la salud, de la vivienda, de la educación, de las Intendencias,
Gobernaciones y Municipalidades.

«Un muy apreciable número de las muertes de este período son de este tipo y
afectan a las autoridades nacionales y locales del régimen depuesto y a los
líderes y militantes más activos de los partidos que lo sustentaban».

Agrega este documento que en algunas regiones, las muertes se concentran en los
primeros días después del 11 de septiembre y en otras se aprecian, en cambio, como
respuesta a las órdenes de endurecimiento impartidas a mediados de octubre del
mismo año.

Los médicos Jorge Avila Pizarro, Vicente Ramón Cepeda, Claudio Tognola Ríos. Jorge
Cerda Albarracín, Jorge Mario Jordán Domic, Absalón Wegner Millar, Héctor García
García, Eduardo González Galeno, Arturo Hillerns Larrañaga y Hernán Henríquez
Aravena, todos con brillantes trayectorias profesionales en el área de los servicios
estatales de salud, fueron víctimas de la estrategia de represión selectiva. Todos ellos,
además de ejercer la medicina, tenían una característica común: el compromiso social
y su condición de líderes en sus respectivas zonas.

La Comisión Verdad y Reconciliación plantea respecto de estos casos, que responden a


circunstancias de muertes al margen de toda legalidad, constituyendo casos de
violaciones a los Derechos Humanos, en la forma de ejecuciones extrajudiciales o
extralegales, registradas frecuentemente durante los meses posteriores al 11 de
septiembre de 1973. También se refiere a los casos de la denominada Ley de Fuga,
que se aplicaba a quienes, según las versiones militares, intentaban huir, así como a la
intimidación, la práctica de la tortura, el uso indebido de la fuerza, abusos de poder y
desaparición forzada.

La Comisión Verdad y Reconciliación señala en su informe, refiriéndose a la


mencionada Ley de Fuga, que aunque las explicaciones de ésta hubiesen sido
verosímiles, no se habría justificado que se disparara a matar a quienes se habría
podido someter de otro modo.

De los diez casos que presentamos en este capítulo, se ha logrado esclarecer sólo uno,
el del doctor Claudio Rómulo Tognola, hasta agosto de 1990 detenido desaparecido, en
la localidad de Tocopilla, provincia de Antofagasta, en el norte de Chile. Los hechos
ocurridos quedaron al descubierto luego que un piquete de pirquineros, que trabajaba
en la mina conocida como «La Descubridora» o «La Veleidosa» de Tocopilla,
encontrara restos humanos en una de las excavaciones. Tras 17 años, los restos del
doctor Tognola recién descansan en el Cementerio General.

La aparición de su cuerpo sin vida en el mismo lugar en que ocurrieron los hechos,
desmintió la versión oficial respecto de su desaparición, la que se refería a una fuga. Al
respecto, la Comisión Verdad y Reconciliación se formó la convicción de que esta
muerte correspondió a una ejecución de responsabilidad de agentes del Estado.

A fines del año 1991, una orden judicial determinó la inhumación de alrededor de 130
tumbas del patio 29 del Cementerio General de Santiago. Estos cuerpos fueron
enterrados sin identificación. Los informes periciales dieron cuenta que entre los
primeros reconocimientos de identidad, figuraba el caso del doctor Jorge Avila.

Respecto del endurecimiento de octubre, la Comisión Verdad y Reconciliación


estableció que la superioridad del mando central del régimen militar, llegó a
convencerse de que su enfoque de la intervención militar era distinto del que
presumiblemente le daban las autoridades uniformadas de algunas provincias. Estas,
pensaba dicha superioridad, salvo excepciones, no habrían sufrido la dura resistencia
encentrada en Santiago contra el movimiento militar y antes de éste, a menudo
habrían cultivado relaciones amistosas, o por lo menos de convivencia, con los
correspondientes funcionarios provinciales del régimen depuesto. Como consecuencia
de ello, se habría vivido en algunas provincias y continuarían viviéndose situaciones de
«blandura» y aún de lenidad, que podrían estimular un renacer de la resistencia
opositora y que era necesario y urgente corregir, a juicio de la autoridad de entonces.

De estos hechos -continúa el informe- nació la idea de instruir a las autoridades


provinciales en orden a uniformar y hacer más rápido y severo el castigo de los delitos
de carácter político, juzgando en Consejos de Guerra a numerosos detenidos.

En este propósito de endurecimiento se inserta la misión encomendada a un alto


general que recorrió el país, entre septiembre y octubre, con el objetivo abierto y al
parecer oficial, de acelerar y hacer más severos los procesos de los detenidos políticos
instruyendo al efecto a las autoridades regionales.

Las acusaciones apuntan al general Sergio Arellano Stark y su denominada «caravana


de la muerte», cuyo proceso se encuentra radicado en los tribunales de justicia.

El doctor Jorge Mario Jordán Domic, médico general del Hospital de Ovalle y militante
del Partido Comunista fue ejecutado, junto a otras 14 personas que permanecían en la
cárcel de La Serena. El teniente coronel Ariosto Lapostol Orrego, en ese entonces jefe
de plaza de la zona, informó en un comunicado oficial, el ajusticiamiento de estas
quince personas acusadas de "la intención de ocultar armamentos y planificar ataques
a Carabineros, para matar al personal y a los hijos de éstos mayores de ocho años."
(así lo señala el comunicado del jefe de plaza de La Serena)

Los familiares de las víctimas han interpuesto diversas querellas en orden a establecer
responsabilidades de estos hechos ocurridos arbitrariamente, sin derecho a defensa, y
al margen de todo principio ético y de justicia. Los expedientes están en los tribunales
ordinarios o militares, los culpables en la impunidad y la sociedad en la exigencia de
esclarecer la verdad y la justicia.

Vicente Cepeda Médico General de Zona


Soto Funcionario del Hospital de Tocopilla y CODELCO.
Ejecutado

Claudio Tognola Médico Obstetra


Ríos Director del Hospital de Tocopilla
SOQUIMICH y EMPORCHI
Detenido Desaparecido hasta febrero 1990
Ejecutado.

Jorge Cerda Médico General de Zona.


Albarracín Funcionario del Hospital Pedro de Valdivia y
SOQUIMICH.
Ejecutado.

Jorge Jordán Domic Médico General de Zona


Funcionario del Hospital de Ovalle
Ejecutado

Absalón Wegner Médico General de Zona


Millar Director Zonal de la Provincia de Aconcagua.
Ejecutado.

Jorge Avila Pizarro Médico psiquiatra (becado)


Hospital Psiquiátrico de Santiago.
Detenido Desaparecido hasta febrero 1993
Ejecutado.

Héctor García Médico General.


García Funcionario del Hospital de Buin,
Cruz Roja y Bomberos.
Ejecutado.

Eduardo González Médico General de Zona.


Galeno Director del Hospital de Cunco.
Detenido Desaparecido.

Arturo Hillerns Médico General de Zona.


Larrañaga Funcionario de la Dirección
Zonal de Temuco.
Detenido Desaparecido.

Hernán Henríquez Médico Salubrista.


Aravena Jefe Zonal del Servicio Nacional de Salud de las
Provincias de Malleco y Cautín.
Detenido Desaparecido.

U. DE CONCEPCIÓN

LOS MÁRTIRES DE LA ESCUELA DE MEDICINA

DR- RAFAEL T. DARRICARRERE T.

En el monolito ubicado en el Colegio Médico de Chile, entre los nombres de los médicos
víctimas de la dictadura figuran tres, cuyo» nombres también están inscritos en la
placa que develó el 23 de octubre de 1990 el decano de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Chile, doctor Alejandro Goic, en un acto pleno de emoción, en
homenaje a egresado de esa Facultad, de estudiantes y funcionarios víctimas de la
represión.

Los médicos a que se refiere esta nota fueron formados íntegramente en la


Universidad de Concepción. Aquí recibieron las clases magistrales de clínica, en
diferentes disciplinas, de los profesores Ivar Hermansen, Fructuoso Biel, Daniel
Campos, Pedro Araya. Alberto Larenas, Darío Enríquez. Eduardo Skewes. Obdulia
Jiménez, entre otros: y en el caso de Salud Pública, las de Hernán San Martín, Rolando
Merino, Ema Presser, Jorge Peña y de otros profesores que compartíamos la docencia.

La idea central del plan de estudios era que el estudiante comprendiera que un buen
médico no es sólo aquel que domina los aspectos técnicos y científicos de la profesión
sino especialmente aquel que, ademas, tenga clara conciencia de su misión social. Para
este fin, debía reconocer que el «proceso de salud enfermedad» era influenciado por
agentes sociales, culturales y económicos y no solamente por factores biológicos y
ambientales. Por consecuencia, la distribución de la enfermedad es distinta en los
diferentes estratos económicos- sociales que componen las colectividades humanas,
siendo mas vulnerables las clases desposeídas. Que aprendiera, también, que el éxito
de todo acto médico depende no sólo de la aplicación de lodo lo que la medicina tiene
de arte y ciencia, sino también de la expresión de sentimientos de solidaridad y
comprensión frente al dolor del paciente. Este compromiso solidario surgió hace miles
de años. cuando el primer hombre necesitó de otro para sanar heridas, compromiso
que se acrecienta y vitaliza cuando Pedro y María Magdalena asisten al mártir del
Gólgota. compromiso que vivirá por siempre en la música del agua, en la risa del niño.
en la sabia profunda de la humanidad, en la paz de los pueblos, en el amor sin
lágrimas, en el dolor de los oprimidos. Es el compromiso de los profesionales de la
salud con los pobres, con aquellos que no pueden esperar. Por haber asumido este
compromiso con los pobres y oprimidos las vidas de tres jóvenes, de vertientes
ideológicas distintas, formado en la Universidad de Concepción, fueron sesgadas por la
irracionalidad y el odio. Con ellos, parte de nosotros también murió.

Expresamos, ahora, nuestro sentido homenaje a Arturo Hillerns, Hernán Enríquez y


Vicente Cepeda, elevando una oración de perdón para los que desencadenaron estas
acciones y una plegaria para que «NUNCA MAS...»

A las familias de estos jóvenes médicos pedimos perdón por la expresión tan tardía de
solidaridad.

A este mismo grupo generacional pertenecieron Miguel Enríquez y Juan Bautista Van
Schouwen. En posiciones ideológicas tan distintas, en las defensas de ellas, a veces
con demasiada vehemencia, había respeto y lealtad. Al catolicismo acelerado de Arturo
Hillerns se enfrentaba el pensamiento, aún no bien elaborado, de Miguel. Es indudable
que estos jóvenes influyeron notablemente en el movimiento estudiantil.

Abrigamos la esperanza que, como una manera de contribuir a la reconciliación, más


temprano que tarde, queden inscritos en el frontis de la Escuela de Medicina, los
nombres de Arturo, Hernán,Vicente, Miguel y Juan Bautista.

ANALISIS del 25 al 31 de marzo de 1991

VICENTE RAMÓN CEPEDA SOTO


Fecha de Nacimiento: 23 de agosto de 1942
Médico Cirujano. General de Zona
Inscripción Colegio Médico: 7.077
EJECUTADO

Un día apareció un niño muy delgado, muy diminuto para su edad, que miraba con
gran interés los libros de la librería de Raúl Villalobos López, situada frente a la plaza
principal de Iquique. Este observó con curiosidad al niño de no más de siete a ocho
años, que revisaba uno y otro libro muy interesado. Tanto así, que acudió después casi
todos los días.

Con el paso del tiempo, este local tendría una gran significación en la vida de aquel
niño, Vicente Cepeda Soto, el Vicho, como le llamaban sus amigos y familiares.

DE IQUIQUE A IQUIQUE

María Jacoba Soto Soto nació a comienzos de siglo, en la pampa nortina. Hija de un
carpintero que trabajaba en una estación salitrera, viajó junto a su familia, de oficina
en oficina: Peña Chica, Santa Laura y otras que no recuerda.
Bordeando en 1990, los ochenta años, la señora María Jacoba, de estatura pequeña y
cuerpo frágil, refleja en sus manos y su rostro una vida de esfuerzo, trabajo y
sacrificio. Su mente ya no recuerda o quizás no quiere recordar esa vida plasmada en
el sufrimiento. Casi toda una existencia dedicada a sobrevivir, a excepción de un
pequeño y efímero oasis, el período de la vida de su hijo.

La señora María Jacoba ha vivido en Iquique desde hace más de cincuenta años.

A fines de los años treinta se vino a Santiago , en búsqueda de mejores horizontes de


vida. Aquí conoció a un hombre, con el cual hizo planes y construyó sueños para
constituir un hogar. De este amor nació el 23 de agosto de 1942 Vicente Ramón
Cepeda Soto.

Concretados los sueños, construido el hogar y llegado el pequeño hijo al mundo, las
cosas cambian para María Jacoba. El hombre la abandonó dejándola totalmente
desamparada con un niño en los brazos en una ciudad que le era desconocida. Regresó
a Iquique, al hogar de su madre y sus hermanas. Su padre había fallecido
prematuramente víctima del duro trabajo de la pampa.

Arduamente debió luchar María Jacoba ante la responsabilidad de criar y educar a su


hijo en condiciones materiales difíciles y en contra de los prejuicios inherentes a su
situación de madre soltera.

Así, Vicente estuvo rodeado del cariño de su madre, su abuela y sus tías. Su madre
trabajaba de lavandera. Creció entre bateas, tiestos con agua y el barrial del patio.

A medida que se hacía mayor, el Vicho se integraba a las labores de su madre. Le


ayudaba a acarrearlos tiestos con agua, en el tendido de la ropa.

«Siempre hacía bromas» - recuerda la madre- «Soy yo el que trabaja y no veo los
billetes, decía.»

NIÑO EN LA LIBRERÍA

Vicente Cepeda vivió una infancia muy diferente a la de la mayoría de los niños que
llegan a convertirse en médicos, y similar a la de muchos otros niños proletarios.
Además de sus estudios, tenía una obligación más... ayudar a su madre en las labores
de subsistencia.

Desde pequeño fue aficionado a sus cuadernos. «No era el pichanguero de la calle»,
recuerda la madre. Quizás por las labores cotidianas no le quedaban fuerzas para los
juegos.

Más aún, desde aquel día en que se le ocurrió entrar a la librería, varias horas diarias
quedaron invertidas en ese lugar.

«Se le veía leyendo seriamente parado en una esquina. Devoraba y devoraba libros de
manera impresionante», recuerda Raúl Villalobos López.
El mismo señala que al autorizarlo hizo una labor social, ya que el niño le había
manifestado su interés por los libros así como también le había confesado no contar
con los recursos para comprarlos.

«Se notaba un cabro bien curioso, habiloso, inteligente».

Poco a poco las lecturas comenzaron a dar pie para los comentarios y pasaron a
convertirse en temas de conversación con el propietario de la librería. Con el paso de
los años se selló una férrea amistad entre ellos.

Vicente estudiaba en la Escuela Santa María de Iquique, destacándose siempre por sus
notas.

Su padrino, Rafael Lazcano, a través de sus coloridas anécdotas nortinas, le creó


intereses que influyeron más tarde en la elección de la medicina como carrera
profesional.

Con el correr de los años, la escuela secundaria, sus labores de apoyo a su madre, su
inteligencia, sus contactos con jóvenes laicos de Iquique y sus lecturas cada vez más
profundas estructuraron su pensamiento con inquietudes sociales. De ahí, sin duda, ya
más maduro, consideró que la carrera de medicina le permitiría una acción social.

«Recuerdo como si fuera ayer, señala Raúl Villalobos, aquel día en que el Vicho venía
cabizbajo por la calle Tarapacá. Inmediatamente le pregunté cómo le había ido en el
bachillerato. El resultado era la máxima calificación. Lo felicité. Era algo extraordinario,
un gran paso. Pero él triste y preocupado me dijo: ¿Como estudiaré? Yo no tengo
ninguna posibilidad de estudiar. No cuento con lo mínimo para ello».

A partir de ese momento Raúl Villalobos, al que Vicente Cepeda consideraría entre sus
amigos, como su padre, comenzó una ardua tarea de información para ayudarlo.
Certificados, diplomas, informes y otros antecedentes fueron enviados en la
perspectiva de conseguir una beca de estudios.

Vicente ya había sido aceptado en la Facultad de Medicina de la Universidad de


Concepción. Allí obtuvo la beca Enrique Molina. Sus excelentes notas, su bachillerato
con la nota máxima, su situación socio-económica y las cartas de apoyo de sus
profesores del Liceo lo hicieron acreedor de la beca destinada a la provincia de
Tarapacá.

Su madre, mientras tanto, continuó trabajando de lavandera y costurera, aunque


ahora con menor intensidad. Los años ya comenzaban a pesar y su salud daba sus
primeras señas de quebrantamiento.

Ella recuerda que vivía todo el año ansiando los veranos, los meses de vacaciones
cuando su Vicho llegaba del sur, con cosas raras, nuevas.

En Concepción, Vicente se integró a los clanes juveniles de la masonería, donde


participó activamente hasta que la orden masónica decidió cerrarlos a mediados de los
años sesenta. Paralelamente a ellos, comenzó su vida política como miembro del
Partido Socialista, al cual estaría ligado hasta el día en que fue asesinado.
ACTIVO DIRIGENTE

Sus inquietudes sociales en los primeros años de universidad lo llevaron a formar la


Federación Universitaria Iquiqueña, la cual organizaba en Iquique entre otras
actividades, un carnaval a fin de recolectar fondos para obras de beneficencia. El fue
su gestor y máximo dirigente.

Fue un ferviente promotor de la Universidad de Concepción en Iquique. Ramsés


Aguirre, Médico Director del Servicio de Salud de Iquique (1990), recuerda que
muchos de su promoción en el Liceo, partieron con destino a Concepción, luego de las
charlas de Vicente sobre su universidad. El era un hincha de su casa de estudios y
tenía gran facilidad para comunicar y convencer.

Fue compañero de los grandes líderes del MIR, que tendrían más tarde presencia
nacional: Miguel Enríquez y Bautista Van Schouwen.

El, obviamente, fue parte de esa vorágine política que invadió la ciudad penquista. Sus
ideales de justicia se fueron configurando dentro del Partido Socialista, del cual fue un
activo militante.

Sus capacidades intelectuales empezaron a agudizarse con el extraordinario entorno


que ofrecía la Universidad de Concepción en esa época. Una radio de alto nivel, la
expresión teatral con múltiples actividades, una Casa del Arte siempre en ejercicio y el
proceso de reforma universitaria consolidaron la formación intelectual que Vicente
venía estructurando.

En el plano académico, colegas de su promoción lo recuerdan como un excelente


alumno. En la cabana número dos del Barrio Universitario, era el más estudioso. El
tenía una gran responsabilidad. No podía fracasar en ningún ramo, la excelencia era la
condición para renovar año a año la beca. Logró terminar sus estudios y recibir su
título de médico el 20 de mayo de 1969.

NUEVO MEDICO PARA IQUIQUE

En Iquique, Vicente desarrollaba su ejercicio médico cada vez que regresaba para ver a
su madre y a sus familiares durante los veranos. A partir del tercer año ya atendía a
los vecinos, todos de escasos recursos, quienes esperaban ansiosos al futuro médico
para que los examinara y les diera uno que otro remedio que siempre tenía a mano.

Su madre recuerda que cada día alguien lo quería ver. Y él siempre estaba disponible
para asistirlo.

Más tarde, logró reemplazos en el hospital de Iquique, para ganar un poco de dinero y
ayudar a su madre.

María Jacoba señala que su hijo jamás exigió nada, pues siempre tuvo conciencia de
las limitaciones económicas de la familia.

«Con sus primeros pesos me compró un refrigerador y luego otros artefactos de gran
valor que yo jamás hubiese podido adquirir», dice la madre.
DESTINO TOCOPILLA

Luego de recibirse, Vicente Cepeda fue Médico General de Zona en el Hospital de


Tocopilla. También se desempeñaba en el Consultorio Médico de los trabajadores de la
empresa Codelco, en Chuquicamata.

Sus amigos en Tocopilla lo recuerdan acornó un joven de estatura mediana y muy


delgado. Introvertido, aunque jovial, objetivo y consecuente con sus ideas». Un
médico especialmente preocupado por la gente de bajos recursos económicos, con la
cual realizó su compromiso de luchar por un mundo mejor.

Todos los que estuvieron en contacto con él en ese período recuerdan lo enamorado
que estaba de María Cristina, con quien se casó en septiembre de 1970.

Su madre señala que el matrimonio en la iglesia, la entrega del título en la Universidad


así como el bautizo de su hija Verónica Andrea, fueron para ella la realización de sus
sueños de siempre. El se veía radiante de felicidad. Eran años muy lindos.

Tocopilla fue su primer destino profesional y el último. Al momento de su detención y


posterior ejecución, gestionaba su traslado a Santiago para continuar sus estudios y
especializarse en oftalmología. En sus planes estaba el llevar a su madre a vivir con él.

EL DOCTOR ¿UN EXTREMISTAS?

El doctor Vicente Cepeda Soto fue detenido por personal de Carabineros de Tocopilla,
el 12 de septiembre de 1973, en el hospital de dicha ciudad. De allí es enviado a los
calabozos de la Primera Comisaría de ese puerto, permaneciendo allí hasta el 23 de
octubre, fecha en que fue asesinado.

Su esposa se enteró por una emisión de radio de su ejecución.

Luciano Astete, teniente coronel de Carabineros, Prefecto Delegado, Jefe de Zona de


Estado de Sitio en Tocopilla, emitió un comunicado el 25 de octubre de 1973. Este
informe fue publicado por el diario «El Mercurio» de Antofagasta, el día 25 de
octubre de 1973. A una columna, en la página deportiva y con un titular de dudoso
contenido, dice: «Dados de baja 4 Extremistas en Tocopilla».

«Se pone en conocimiento de la población que hoy a las 03:55 horas, en


circunstancias que el vigilante de calabozos de la Comisaría de Tocopilla
procedía a abrir la puerta de una de las celdas para sacar al baño al prisionero
Vicente Cepeda Soto, quien había solicitado autorización para ello, en forma
repentina y sorpresiva, Cepeda, en compañía de los prisioneros Breno Cuevas
Díaz, Julio Brewe Torres y Carlos Gallegos Santis, con quienes compartía
dicha celda agredieron al funcionario, logrando arrebatarle el fusil SIG, sin
alcanzar a hacer uso de él por desconocimiento del manejo y estar el arma
con seguro.

Ante el requerimiento de auxilio del vigilante de calabozo, llegó hasta el sitio


personal de servicio, quien hizo fuego de inmediato sobre los agresores, los
cuales fueron dados de baja en el mismo lugar de los hechos, de acuerdo al
bando Nº 8, del 19 de septiembre último, y el artículo 281 del Código de
Justicia Militar, que castiga con la pena de muerte al que violentare o
maltratare de obra al centinela, guarda o fuerza armada».

Esta versión parece contradictoria, según señala su madre y otras personas que
tuvieron contacto con él en ese período:

El se encontraba detenido y no existía ningún cargo en su contra. Había manifestado y


hecho saber a su madre y esposa, que el no tenía nada que temer, que no había
ningún cargo en su contra y que quedaría en libertad pronto. No se le podía acusar de
nada.

Su físico no era el más indicado como para emprender un escape. Por otra parte, los
que conversaron con él entonces, manifiestan que su estado de ánimo era excelente;
mostraba seguridad plena de que sería puesto en libertad.

El acta de defunción, según certifica la Comisión de Derechos Humanos de Tocopilla,


señala «heridas de bala múltiples en cara anterior del tórax, con compromiso
cardiovascular».

Al día siguiente de la ejecución, una camioneta furgón, con personal de carabineros se


hizo presente en su domicilio para hacerle entrega a la viuda de la argolla matrimonial
y de una cadena y medalla de oro que portaba Vicente Cepeda Soto.

María Cristina, su esposa, sacando fuerzas del dolor, los increpó y les hizo saber que
ellos habían cometido un crimen, que su esposo era una persona que ejercía su
profesión en forma generosa e idealista, a lo cual los uniformados contestaron que eso
lo sabían porque lo conocían.

Amigos solidarios de la familia se encargaron de sepultarlo en el Cementerio de


Tocopilla. Las nuevas autoridades de Codelco dieron dos días para que la viuda
abandonara la casa en que habitaban. Ella debió vivir en casa de amigos enfrentando
la difícil y trágica situación. Regresó a refugiarse en casa de sus padres en Santiago.
Acudió al Colegio Médico para cobrar el pago de la cuota mortuoria, la que le fue
negada en razón de que el doctor Cepeda estaría atrasado en el pago de una cuota.

Hoy, la señora María Jacoba Soto vive sola, con serios problemas económicos y de
salud. Aún no puede comprender lo sucedido. Introvertida, quiere guardar para sí lo
único que le queda de su querido hijo... los recuerdos de días mejores.

Con tristeza concluye: «Dios hará la justicia que yo no puedo hacer»

EJECUCIÓN AL MARGEN DE TODA LEGALIDAD

La Comisión Verdad y Reconciliación se formó la convicción de que la muerte de


Vicente Ramón Cepeda Soto, Breno Cuevas, Julio Brewe y Carlos Gallegos
correspondieron a ejecuciones al margen de toda legalidad, de responsabilidad de
agentes del Estado, en violación de sus Derechos Humanos.
«La inverosimilitud de que los afectados hubiesen intenta» do huir de su
lugar de reclusión, en la forma descrita por la versión oficial, que habría
significado enfrentarse a toda la dotación con una sola arma que, además, no
sabían usar, y en precarias condiciones físicas, tras un mes de detención y
sometimiento a interrogatorios reiterados.»

La Comisión Verdad y Reconciliación, finalmente, señala que de haberse producido el


intento de huida, no parece necesario reprimirlo como se informó que se había hecho,
matando a cuatro detenidos que no sabían usar el arma que habrían obtenido y que
incluso permitieron que el guardia llamara a sus compañeros.

VICENTE RAMÓN CEPEDA SOTO


MUERTO. Tocopilla, octubre de 1973.

Vicente Cepeda, de 31 años de edad, casado, un hijo. Médico y se desempeñaba como


médico cirujano del Hospital de la Planta Termoeléctrica de Tocopilla. Militante
Socialista.

Fue detenido en su lugar de trabajo por Carabineros de Tocopilla el día 20 de


septiembre 1973. Trasladado a la Comisaría de esa localidad y permanece en ese
recinto hasta el día 23 de octubre de ese mismo año fecha en la cual fue ejecutado por
agentes del Estado al margen de toda legalidad.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

CLAUDIO ROMULO TOGNOLA RÍOS


Fecha de Nacimiento: 8 de agosto de 1931
Médico Cirujano. Obstetricia y Ginecología
Inscripción Colegio Médico: 5.193
DETENIDO DESAPARECIDO HASTA 1990.
EJECUTADO

«Tuvieron que pasar quince años, Paola, para que tú emprendieras la


peregrinación al norte, al funesto viaje que terminará cuando encuentres los
huesos de tu padre. Será preciso que caves como un extraviado minero los
filones que enmudecieron cuando el proyecto del camino costero hasta
Iquique se durmió en la Municipalidad, después que fusilaron al alcalde...

«Se necesita valentía para remover las piedras, pero, sí tú no lo hicieras, las
piedras se moverían de horror un día de soterrado espanto ante el olvido. En
alguna mina abandonada, Paola, más allá de las fábricas de harina de
pescado, más al norte aún de las últimas playas populares, tiene que estar el
cuerpo de tu padre...»

El texto corresponde a una carta que le escribiese Elizabeth Acuña, una amiga de la
familia a Paola Tognola y que denominó «Carta a la Hija de un Detenido
Desaparecido».

CLAUDIOS Y CLAUDIAS EN TOCOPILLA

El doctor Claudio Tognola, hijo único, nació en Santiago, en la Comuna de San Miguel.
Su padre trabajó como empleado en la fábrica de Cristalerías Chile y luego en la
industria de materiales bélicos, FAMAE. Su madre se dedicaba exclusivamente a las
actividades del hogar.

Creció entre las clases del Instituto Nacional, las audiciones de música clásica y una
serie de primos, con quienes compartía los juegos, las vacaciones y actividades al aire
libre.

Tras terminar sus estudios de medicina en 1962, se fue como médico general de zona,
a la nortina localidad de Tocopilla. Regresó siete años más tarde al Hospital Barros
Luco, en donde cursó una beca en la Maternidad. Ante la nueva disyuntiva de quedarse
en Santiago o volver a Tocopilla, optó nuevamente por el norte. Emprendió viaje en
1971.

En plena época de la Unidad Popular, el doctor, que siempre manifestó inclinaciones


sociales, adquiere una notoria participación en el Partido Socialista, en donde ocupa en
ese mismo período, el cargo político de Secretario Regional.

Poseía un carácter alegre aunque cuando se enojaba era cosa seria, cuentan quienes le
conocieron...

«Paola, por esa costanera pasaba tu padre en su auto antiguo para visitar a
las puérperas y lo hacía cantando y cantando subía a los domicilios en las
últimas casas de los cerros (aquellas cuyos patios limitan con la línea del tren
que bofa de María Elena). Cantando lo vi yo un mediodía de enero, en la sala
de partos mientras estremecía el aire con su alegría...»

Siempre estaba dispuesto a la atención de sus pacientes, de sus hijos, su familia y sus
amigos.

«Esperaba mi primera guagua en Tocopilla, era atendida por una amiga


médico. Al momento del parto se presentaron problemas y complicaciones. Mi
amiga decidió llamar al doctor Tognola. Media inconsciente, a raíz del dolor, vi
entrar a un hombre, joven, colorín, muy seguro y enérgico. Tuve la sensación
de que todo saldría bien, como efectivamente ocurrió.»
Es el relato de Angélica Rodríguez, quien agrega en su carta testimonio que ese día, el
doctor estaba en una reunión con amigos y sin pensar dos veces acudió al llamado de
asistirla en circunstancias que no era su paciente.

Cuentan en Tocopilla que muchos niños fueron bautizados con el nombre de Claudio o
Claudia, en homenaje al doctor, en un gesto de agradecimiento ante el cariño y
dedicación de éste.

«Paola, a la cárcel llegó tu padre, desconfiado primero, furioso después y,


finalmente cantando. Cantando todos los días, desde el amanecer. De todos
los presos, tu padre era el que causaba más molestias; no tenían acusación
alguna que hacerle y les incomodaba la dignidad de su alegría, los ofendía
riendo. «Están maltratando al que les ha ayudado a nacer a todos sus
cabros», decía. En una ocasión un guardia lo amenazó con desnudarlo si no
dejaba de cantar y él respondió: «Yo pilucho soy médico en cualquier lugar
del mundo; tú sin uniforme eres un huevón calato» A pesar de todo, los pacos
lo querían, celebraban sus chistes, sus salidas ingeniosas, tenía la gracia de
un tocopillano neto...»

DOS VECES DETENIDO

El doctor Tognola fue detenido dos veces; la primera vez en el Hospital, la segunda, el
12 de septiembre de 1973, por orden de la Fiscalía Militar de Tocopilla. Sometido a
proceso, permanece recluido en la cárcel hasta el 4 de octubre de 1973. fecha en que
se pierde su rastro.

Testigos cuentan que vieron ese día sacarlo del penal junto a otros detenidos y subirlo
a una camioneta que se alejó del lugar.

El 5 de octubre, la prensa regional habló de la fuga de cinco prisioneros, entre los


cuales se decía estaba el doctor Tognola. Se registra aquí que el hecho ocurrió en un
operativo, a 15 kilómetros al norte de Tocopilla, en una mina abandonada.

El comunicado oficial emitido por el Jefe de Zona en Estado de Sitio de Tocopilla,


teniente coronel y prefecto de carabineros, Luciano Astete Almendras, y que da cuenta
de los hechos ocurridos, expresa:

«Se pone en conocimiento de la ciudadanía que hoy a las 8:30 horas, en


circunstancias que personal de las Fuerzas Armadas y Carabineros cumplían
una diligencia de la Fiscalía Militar, en una mina ubicada a 15 kilómetros, al
norte de Tocopilla, aprovechándose que este personal desenterraba una gran
cantidad de dinamita, amon-gelatina, los prisioneros Carlos Segovia, Claudio
Tognola, Freddy Navarro y Reynaldo Aguirre, se dieron a la fuga hacia el
interior de la mina y a pesar de gritarles alto en reiteradas oportunidades no
obedecieron la orden de detención, motivo por el cual se disparó sobre ellos.
A causa de ello, dos de los fugitivos fueron dados de baja: Freddy Navarro y
Reynaldo Aguirre. El resto de los prisioneros lograron huir hacía el interior de
la mina... se estima que huyen lesionados.»

La versión oficial resultaba absurda e imposible de creer.'.. una huida en pleno desierto
grande es como nadar mar adentro. Y por ello, justamente, en Tocopilla se rumoreaba
a gritos que todos habían sido asesinados y sus cuerpos sin, vida estarían en el interior
de la mina... Y así se comprobó mucho tiempo después.

Un grupo de pirquineros en búsqueda de oro, en 1974, encontró en el fondo de un


pique de la mina La Veleidosa, situada a 15 kilómetros de Tocopilla, varios cadáveres.
reconociendo entre ellos al doctor Tognola. Sorprendidos por Carabineros, fueron
obligados a dinamitar el pique con sus propios explosivos.

Esta situación originó acciones represivas en contra de estos trabajadores; estuvieron


en la cárcel durante varios meses.

La historia de los pirquineros se conoció diez años después. La prensa habló del caso.
La entonces revista Cauce, publicó en 1984 la historia, bajo el título «El Lonquén de la
Pampa», haciendo una relación con la mina abandonada de Lonquén, lugar en donde
también fueron encontrados cadáveres que pertenecían a personas detenidas
desaparecidas de la zona.

Diecisiete años después, el 3 de agosto de 1990, peritos forenses que cavaron el lugar,
por instrucciones judiciales, dieron con los restos humanos correspondientes a ocho
personas, todos mutilados, destrozados y quemados por la dinamita arrojada sobre
ellos por los pirquineros, que obedecieron las órdenes de carabineros.

La masacre quedó al descubierto. Después de la orden de investigar y desenterrar, la


horrorosa verdad salía con toda su . fuerza desde el fondo de la tierra nortina. Los
cuerpos estaban atascados en un ángulo de la mina, cuya profundidad tiene 400
metros, y allí estaban dispersos y momificados uno sobre otro, por efecto de la cal
existente en la zona.

El pirquinero que logró reconocer al doctor Tognola, no se equivocó. Los informes


periciales confirmaron que uno de los cuerpos efectivamente correspondía al médico
obstetra que recibió con sus manos a tantos hijos tocopillanos, todos ahora jóvenes y
adultos.

«Paola, la tierra que tú ahora socavas, no será jamás igual a la que tu padre
amó. Ya no se juntan en las esquinas los «guachimanes», ni los restoranes
chinos ofrecen sus cenas bailables hasta el amanecer. Los burdeles
clausuraron sus internacionales juergas y la corte de travestís políglotas huye
de la masacre. Y nadie come sandwich de pescado a la hora del lonche, ni
toma té con pétalos de malva a las cinco de la tarde. Pero, si tú has tenido el
coraje de un pampino para decidirte a excavar el desierto, yo tengo el deber
de contarte cómo era el pueblo antes, en la época que tú hacías equilibrio en
un triciclo por sus verticales veredas y observabas los enormes barcos que
descendían hasta el muelle, amenazando aplastar a los transeúntes desde su
altura marítima...»

CARTA DEL MINISTRO

Una vez publicado en la prensa el comunicado oficial emitido por el Jefe de Zona en
Estado de Sitio, el 5 de octubre de 1973, la esposa de Tognola se presentó en la cárcel
con una carta del entonces Ministro de Minería, Arturo Yovanne, sub-director de
carabineros, en la cual se solicitaba la entrega del cuerpo sin vida. El teniente Astete
insistió en la versión de la fuga al tiempo que lanzaba con desdén la tarjeta de la
autoridad. Frente a la insistencia, el personero dijo:

«Yo no tengo nada más que agregar».

Pese a ello, afirmó que entregaría un certificado de la fuga, documento que jamás vio
la luz.

La persecución se dejó caer sobre el hogar de la familia. La esposa recibió cartas con
amenazas,

Todas las acciones legales emprendidas entre 1974 y 1977 no dieron resultados. En
1981, la esposa decidió efectuar un juicio por muerte presunta en el Juzgado de Letras
de Tocopilla. Al intentar recuperar los bienes, sólo logró el auto. La consulta médica del
doctor fue saqueada, sus libros destruidos así como también los útiles de trabajo y
recuerdos de la familia.

Al 11 de septiembre de 1973, el doctor Claudio Tognola era Director del Hospital de


Tocopilla, médico de los trabajadores de la Sociedad Química Minera de Chile,
SOQUIMICH y de la Empresa Portuaria de Chile. EMPORCHI.

Sus hijas Claudia. Verónica y Paola, tenían diez, nueve y siete años respectivamente.
Las niñas vivieron desde entonces en Santiago, con los padres del doctor Tognola en
muy malas condiciones económicas. Rómulo Tognola y su esposa Sara, padres del
doctor, vivieron pocos años luego de la desaparición de su único hijo. La pena, el
desamparo y la tristeza los agobiaron a tal punto, que se dejaron prácticamente morir,
en 1978 y 1979.

«Paola:

«En Tocopilla merodean los fantasmas, pocos quedan allí después del brutal
saqueo de la alegría y un polvo sepia cubre la cara de la ciudad. Tocopilla se
llama un barrio en Suecia, viven allí cinco mil chilenos, juegan fútbol los
domingos y comen pan con pescado a la hora del almuerzo. En España vive la
esposa del boticario, la que sacaron desnuda una noche de su casa y la
hicieron pasearse desnuda por la calle principal. El director administrativo del
Hospital se marchita en Angola y sueña cada noche con la ciudad
embanderada y que en la plaza la banda ejecuta una retreta de cumbias
incesantes...

«Los demás nos hemos dispersado escondiendo en otras geografías el


rescoldo del recuerdo, de la fogata interminable que ardió en nuestros
corazones ante la implantación de la calamidad. Pero no sólo los tamarugos y
pimientos resisten el helado azote nocturno de la pampa. Con las luces del
alba Paola, iremos todos a incendiar las dunas con nuestra búsqueda. El
resplandor iluminará el socavón en que está tu padre oculto. Desde allí se
levantará intacto, gracias al caliche y el olvido no habrá oxidado el cobre de
su pelo. Le pediremos que cante, que cante fuerte; que hable golpeado, que
arremoline la arena con su risa. Un hombre como es él, es ya de todos los
hombres»

LA VERDAD SE IMPONE
La Comisión Verdad y Reconciliación expresó en su informe que la versión oficial, que
en sí era de gran debilidad, quedó desmentida durante 1990, cuando por orden judicial
se excavó la mina La Veleidosa y fueron encontrados e identificados legalmente los
restos de los presuntos fugados, y hasta entonces desaparecidos, en condiciones tales,
que evidenciaban haber sido ejecutados.

Más adelante, el informe señala que la Comisión se formó la convicción de que las
muertes de Freddy Araya, Reinaldo Aguirre, Claudio Tognola, Luis Segovia y Carlos
Garay correspondieron a ejecuciones de prisioneros capturados, de responsabilidad de
agentes del Estado, incurriéndose en grave violación de los Derechos Humanos. Al
respecto, la Comisión concluye que resulta inverosímil que un grupo de detenidos
fuertemente custodiados, más aun si se considera que se pretendía buscar armas y
explosivos, pudiesen haber intentado la fuga, además de que por diversos testimonios
consta que algunos de ellos se encontraban en precarias condiciones físicas, producto
de las torturas que habían recibido durante su reclusión.

Finalmente, el informe expresa que la aparición de los cuerpos sin vida de los
presuntos fugados en el mismo lugar en que ocurrieron los hechos, escondidos en una
mina y con indicios de haber sido ejecutados, desmiente la versión oficial sobre su
huida.

El doctor Claudio Tognola fue sepultado recién en 1990, en el Cementerio General de


Santiago, días después que se lograra detectar su identidad en los restos momificados
en la mina, que de seguro rasguñaron día a día la tierra para demostrarla verdad y
exigir justicia. Falta ahora la justicia.

CLAUDIO RÓMULO TOGNOLA RIOS


Detenido Desaparecido.
Tocopilla, septiembre 1973.

Claudio Tognola de 42 años de edad, casado y con cuatro hijos. De profesión Médico
Cirujano. Militante Socialista.

Fue detenido el día 16 de septiembre 1973. por funcionarios de Investigaciones y


Carabineros de Tocopilla. Conducido a la Comisaría de ese lugar y luego recluido en la
cárcel. Fue ejecutado el 6 de octubre de 1973 por agentes del Estado en el sector de la
mina La Veleidosa cerca de Tocopilla.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)


JORGE ANTONIO CERDA ALBARRACIN
Fecha de Nacimiento: 24 de diciembre de 1943
Médico Cirujano. General de Zona
Inscripción Colegio Médico: 7.540
EJECUTADO

«De 100 niños, uno nace como él; son niños dotados, que sacan todo lo bueno
del padre y todo lo bueno de la madre, si éstos son inteligentes... tú tienes
que sentir orgullo de tener un padre como él... aunque no lo hayas
conocido...»

(Palabras del doctor Ramón Montero dirigidas a Claudia, hija del doctor Cerda.)

ACTIVO CRECER

Jorge Antonio Cerda Albarracín nació en Santiago, el 24 de diciembre de 1943, en la


Comuna de Providencia. Su padre, Manuel Aniceto Cerda, trabajaba como ingeniero
químico en la Fábrica y Maestranza del Ejército, FAMAE. En septiembre de 1973, se
desempeñaba como jefe del Laboratorio Químico. La señora Fresia Albarracín, su
madre, se dedicaba a la actividad comercial.

Jorge Antonio era el segundo hijo de la familia Cerda Albarracín, que tenía cinco hijos.
Sus estudios los hizo en el Liceo José Victorino Lastarria, en donde destacó como
dirigente estudiantil y deportivo. A los 14 años Figura como dirigente del Club
Gavilanes, de la calle Portugal, y es un aficionado a la fotografía. A fines de los años
cincuenta, se integró a la Juventud Socialista. Destaca como di rigente de la Brigada
del Liceo Lastarria. Sus ideales eran también compartidos por su grupo familiar.

Siempre fue inquieto y lleno de ideas y con la motivación de conocer el mundo,


emprendió largos viajes «a dedo» por América Latina. Visitó varios e interesantes
países latinoamericanos constatando las desigualdades sociales que en ellos existían.
Desde pequeño había sorprendido por su gran preocupación por los desvalidos.

Poseía una personalidad carismática y una simpatía avasalladora, cualidades que lo


llevaron a mantener una excelente amistad con personas de distintas corrientes
políticas. Su amplia cultura lo tomaba aún más especial. Podía citar a destacados
pensadores. A Aristóteles, por ejemplo, con la misma soltura que a Descartes, Hegel,
Goethe o Sartre. Se planteaba como un admirador de Ortega y Gasset y de la música
de Vivaldi y Tchaikovsky.
Sus principios y valores se inspiraron en el humanismo .j cristiano. Su constante
preocupación por la justicia social lo motivó, desde muy joven, a interesarse en el área
de las ciencias sociales y económicas. Sin embargo, una vez concluida la enseñanza
secundaria, entró a la Facultad de Odontología. Allí permaneció un año y luego ingresó
a la carrera de Medicina de la Universidad de Concepción.

En esa ciudad, se vinculó rápidamente con las ideas reformistas de aquel entonces.
Más tarde, se trasladó a Santiago, para continuar su tercer arto de Medicina
destacándose como excelente alumno. Estableció una gran amistad con los entonces
dirigentes estudiantiles Carlos Lorca, Jorge Klein y Héctor Pincheira (todos
desaparecidos), constituyendo un entusiasta grupo de intelectuales.

El profesor Hernán Alessandri apreciaba su gran capacidad y amplio nivel cultural.

El doctor Ramón Montero, quien fuera su profesor de Pediatría en la Universidad de


Chile, así lo recuerda:

«Yo lo quise mucho. Era una persona muy vivaz e inteligente, un capo, pues. Muy gallo
en su profesión. Tenía dos requisitos. Tenía todo lo que un médico necesita para
convertirse en un gran profesional: la inteligencia y la intuición. Poseía una sabiduría
fuera de lo común, de 100 niños uno nace como él. A veces lo reté por sus
inclinaciones políticas, pero siempre nos respetamos nuestros pensamientos. El me
quería mucho, aunque yo soy «momio», pero un «momio» con pensamiento limpio y
conciencia tranquila».

En 1971 recibió su título de médico y decidió irse a trabajar al norte del país. Ese
mismo año se casó con Luisa Duran. Tuvieron una hija, Claudia, que bordeaba el año y
medio en septiembre de 1973.

DELACIÓN Y DETENCIÓN

En 1973, el doctor Jorge Antonio Cerda tenía 29 años. Se desempeñaba como Médico
General de Zona en la oficina salitrera, Pedro de Valdivia, en la Segunda Región.

Quienes presenciaron su ejercicio profesional expresan que era muy desinteresado en


lo económico. Atendía gratuitamente a quienes no podían cancelar sus honorarios.
Vivía, prácticamente, para sus pacientes. A ellos se entregaba al cien por ciento. Podía
viajar kilómetros y kilómetros si un enfermo lo necesitaba.

Su preocupación y atención hacia sus pacientes fue puesta a prueba cuando se le


ofreció la candidatura a Diputado. El rechazó la propuesta, porque según él mismo
dijo, su laborera atenderá los enfermos y ejercer la medicina.

El día 11 de septiembre, cuando en Santiago los efectivos de las fuerzas armadas


bombardeaban el Palacio de Gobierno, el doctor Cerda, en Pedro de Valdivia, habló por
la radio local. Formuló un llamado a defender el régimen constitucional del Presidente
Salvador Allende.

Un funcionario del hospital, lo habría denunciado y ese mismo día, a la salida del
establecimiento, fue revisado por un grupo de carabineros, al mando del teniente
Osvaldo Muñoz Sanhueza. quien posteriormente ocupó altos cargos en la institución.
Fue, por ejemplo, Jefe del Consejo Asesor Superior de Carabineros de Chile.
El mismo 11 de septiembre, poco después de llegar a su domicilio particular,
nuevamente fue hostigado por carabineros. Esta vez se le solicitó presentarse ante la
Comisaría. Se le amenazó diciéndole que en caso de no presentarse en un breve plazo,
la localidad minera de Pedro de Valdivia sería bombardeada.

Así fue detenido. Días después fue trasladado hasta la cárcel de Antofagasta. desde
donde fue sacado para ser fusilado en la madrugada del día 20 de Septiembre, día en
que recién fue ratificada la sentencia del Consejo de Guerra. El general de brigada,
Joaquín Lagos Osorio, era entonces el jefe de zona en Estado de Sitio de la Segunda
Región.

FUSILAMIENTO Y CONSEJO DE GUERRA

El primer Consejo de Guerra que se constituyó en Antofagasta, juzgó al doctor Jorge


Antonio Cerda Albarracín y a Carlos Quiroga Rojas, quien se desempeñaba como
Administrador de las Oficinas de la Sociedad Química y Minera, SOQUIMICH. Ambos
fueron ejecutados el 20 de septiembre de 1973, acusados de instalar en la Oficina
Pedro de Valdivia un campamento de entrenamiento de guerrillas.

Los delitos invocados se relacionaron a la infracción a la ley de armas, instigación a la


subversión armada, adoctrinamiento subversivo y espionaje, atribuyéndole, además,
participación en el denominado Plan Zeta. De acuerdo a las acusaciones, el doctor
Cerda junto a un grupo, habría constituido un aparato de seguridad, con el fin de
defender a las salitreras de continuos sabotajes.

Según la acusación del fiscal constituían una milicia armada privada, al margen de la
ley y subversiva del orden público. aunque deja constancia que las fuerzas de
carabineros destacadas en Pedro de Valdivia no fueron atacadas por el supuesto grupo
paramilitar, ni existió tentativa alguna.

La esposa del doctor Cerda, y su hija, entonces de 18 meses, se encontraban en


Santiago en esa fecha. La menor estaba enferma y recibía un tratamiento médico
especializado.

Una vez conocida la detención. Luisa Duran viajó de inmediato al norte. Lo hizo junto a
la madre del doctor, la señora Fresia Albarracín y la tía, Gladys Albarracín. Las tres
llegaron a Antofagasta por la noche del 20 de septiembre.

El día 21 de septiembre, a primera hora, acudieron hasta la Intendencia Regional. No


obtuvieron respuesta alguna.

En los días siguientes, se presentaron en diversas instituciones públicas. Se les


informaba que el doctor estaba bien y que nada le ocurriría. No obstante, ya había sido
fusilado.

El comandante del Regimiento fue incapaz de enfrentarlas y manifestarles la verdad.


Finalmente, por otros antecedentes recogidos, la familia llegó hasta el Instituto Módico
Legal de Antofagasta, donde encontraron su cuerpo sin vida.

Fue el día 23 de septiembre.


El cuerpo presentaba marcas de latigazos, quemaduras de cigarrillos y una herida de
bala en la sien. Había sido fusilado el 20 de septiembre.

Los restos del doctor fueron trasladados a Santiago. Fueron sepultados en forma muy
privada.

La revista «Ercilla» consigna el 10 de octubre de 1973 la constitución de los Consejos


de Guerra a lo largo del país y señala que el primer caso conocido fue el que en
Antofagasta juzgó al médico Jorge Cerda Albarracín.

Con posterioridad, algunos prisioneros que compartieron sus momentos de detención


relataron a la familia las circunstancias y el estado en que se encontraba durante el
encarcelamiento. Los testigos señalan que se veía muy sereno, con una actitud digna.
Levantaba el ánimo a sus compañeros de prisión, a quienes organizó en diversas
actividades a fin de enfrentar juntos las difíciles condiciones. A pesar de que fue
torturado enfrentó su muerte cantando el «Venceremos».

PROCESO IRREGULAR

La sentencia impartida por el Consejo de Guerra el 19 de septiembre de 1973, en la


causa rol 347-73, en contra de Jorge Cerda Albarracín y otros, correspondiente al
Primer Juzgado Militar de Antofagasta. señala lo siguiente:

«Los antecedentes allegados al proceso revelan sin lugar a dudas, que los
reos nombrados son altamente peligrosos para la seguridad de las Fuerzas
Armadas, Carabineros y orden público y atendida la condición intelectual y
preparación cultural de cada uno, lo que a la vez constituye un riesgo
permanente de pérdidas de vidas humanas, que es necesario impedir a
cualquier costo...»

Mas adelante se menciona:

«Luego de recurrir a deferentes artículos de los Códigos de Justicia Penal y


Justicia Militar para justificar las sanciones, se declara que se condena a los
reos a las siguientes penas: Jorge Antonio Cerda Albarracín, a tápena de
muerte, y Carlos Desiderio Quiroga Rojas, a la pena de muerte.»

La Comisión Verdad y Reconciliación expresa su convicción de que la ejecución se hizo


al margen de todo proceso y argumenta que los afectados no contaron con una debida
defensa, enterándose sus familiares cuando ya habían sido ejecutados. Respecto de las
acusaciones, menciona que en el fallo examinado, no aparecen debidamente probadas
y la negativa de los acusados de haber participado en los hechos que se les imputaban,
fue desechada sin ponderarla.

Otro argumento que expresa la Comisión Verdad y Reconciliación se refiere a que fue
procesado y condenado de acuerdo al procedimiento y penalidad de tiempo de guerra,
en circunstancias que los eventuales delitos habrían sido cometidos con anterioridad a
la declaración del estado de guerra.

En un documento titulado Errores u Omisiones observadas en la Causa Rol 347-73, del


Juzgado Militar de Antofagasta, que justifica la revisión del caso, se menciona:
«... que el doctor Cerda fue detenido sin que mediara resistencia alguna de su
parte, ni se registró intento de fuga posterior a su detención».

El proceso en su contra llevado por el Consejo de Guerra fue apresurado. Duró menos
de siete días, apenas a una semana del levantamiento militar y con apremio jurídico
del procedimiento penal de tiempos de guerra. Los inculpados no tuvieron acceso a
ninguna defensa real.

La defensa de los acusados ante el Consejo de Guerra, al parecer, estuvo a cargo de


un oficial, cuyo rol sólo consistió en la observación y la aprobación de las resoluciones
y las penas establecidas por el Fiscal Militar. Los inculpados concurrieron al Consejo de
Guerra con la vista vendada y esposados, infringiéndose de esta forma el artículo 188
del Código de Justicia Militar.

No se admitió escrito de reconsideración o súplica por parte de algún abogado


defensor. Circunstancias atenuantes, como la irreprochable conducta anterior de los
acusados no fue ni siquiera alegada en ese momento. Ello supone una infracción en el
proceso de la defensa, concretamente lo referido en la norma del artículo 191, inciso
tercero del Código de Justicia Militar, por no alegarla o bien al mismo desarrollo del
Consejo de Guerra por no resolver una cuestión propuesta.

REPRESIÓN FAMILIAR

Una vez en Santiago, Luisa Duran y la familia directa del doctor Cerda fue amenazada
y perseguida. Grupos de civiles movilizados en camionetas seguían todos sus pasos.

Su hermano. Miguel Cerda, fue arrestado y torturado en los recintos carcelarios de La


Serena. La madre, la señora Fresia, en un gesto desesperado, amenazó con suicidarse
si su otro hijo no se asilaba inmediatamente. Era requerido insistentemente por los
militares, en su calidad de Secretario Juvenil de la Presidencia de la República. Dos de
sus hijos, Franklin y César, partieron entonces al exilio.

Su padre, el señor Miguel Cerda Zambrano falleció a mediados de la década del


ochenta. Tras la detención de su hijo le sobrevino un enfisema pulmonar y
posteriormente el mal de Parkinson, situación que afectó aún más, el ya debilitado
estado emocional de cada uno de los integrantes de la familia, dividida entre los que se
quedaron en Chile y los que debieron partir forzosamente al exilio.

Muy atrás en el tiempo quedaban los momentos en que don Miguel inculcaba una
férrea disciplina a sus hijos. Se levantaba junto con ellos a las seis de la mañana para
empezar el día con una gimnasia diaria. A las siete de la mañana, después de la ducha,
todos desayunaban. Este era el momento en que el padre aprovechaba para leer a sus
hijos trozos escritos por los grandes novelistas, estudiosos e investigadores. Quería
que sus hijos crecieran vinculados a la vida real.

El doctor Cerda, durante su detención, logró escribir y hacer llegar a su madre una
carta, que ella recibió más tarde de manos del capellán de carabineros, Gregorio
Zenteno. Se trata de una caña de despedida para sus seres queridos y de la vida. La
carta es un testimonio de los últimos momentos de un hombre, condenado a no vivir
más en este mundo, por sus ideales de justicia e igualdad social.

Querida madre:
Qué doloroso debe ser para tí lo que está ocurriendo. Sé que usted es una
mujer extraordinaria y que sabrá enfrentar este gran dolor.

Le ruego que ayude a Luisa y a mi Claudita y que todo cuanto pueda


corresponderme o tenga, quede para ellas.

Salude a todos como si los fuera a ver mañana. Dígales que los quise
entrañablemente.

Para Usted un abrazo final, que da un hijo que siempre quiso a su madre
como a nadie en el mundo.

Antonio.
(la carta no fue fechada)

JORGE CERDA ALBARRACIN


Muerto. Antofagasta, septiembre de 1973

Jorge Cerda de 30 años de edad, era casado y tenía


una hija. Médico del Hospital de la Sociedad Química
Minera de Chile (SOQUIMICH), en la localidad de
Pedro de Valdivia. Dirigente del Partido Socialista.

Fue detenido por Carabineros en Pedro de Valdivia el


12 de septiembre de 1973 y enviado a la Cárcel de
Antofagasta. El 20 de septiembre fue ejecutado en
cumplimiento de una sentencia de Consejo de
Guerra en el recinto en el cual permanecía detenido.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

JORGE MARIO JORDÁN DOMIC


Fecha de Nacimiento: 15 de septiembre de 1944
Médico Cirujano. General de Zona
Inscripción Colegio Médico: 7120
EJECUTADO.

Estando prisionero en la cárcel de La Serena, en octubre de 1973, los familiares que


lograron ingresar al recinto policial, pese al estado de incomunicación de los entonces
prisioneros de guerra, lo encontraron siempre de buen ánimo. Todos estaban
optimistas; el doctor Jordán no había cometido ningún delito y por lo tanto tendría que
salir en libertad de un momento a otro.

Su madre. Maya Domic, relata que el 5 de octubre de 1973, una vez concluida la visita
carcelaria, ambos se despidieron esperanzados, sin la mínima sospecha de que jamás
volverían a verse.

Once días después, el 16 de octubre, a las 16 horas, junto a otros 14 presos políticos,
el doctor Jorge Mario Jordán Domic fue fusilado en los patios del Regimiento Arica, de
La Serena.

SU VIDA

El doctor Jordán nació el 15 de septiembre de 1944, en la ciudad de Santiago. Fue el


menor de dos hermanos, ambos hijos del matrimonio formado por Jorge Jordán y
Maya Domic.

Su niñez transcurrió en un ambiente especial, grato y cálido. En contacto con la


naturaleza, en el faldeo de la Cordillera de los Andes, lugar en donde estaba el Hospital
Colonia El Peral, más conocido como Open Door. Allí, su padre se desempeñaba como
médico-siquiatra. Ocupaban, junto con las familias de otros dos colegas, las casas
particulares del antiguo fundo de la Beneficencia.

Dado el aislamiento, por los escasos medios de locomoción de ese entonces, el


desarrollo de los niños y de Jorge, en particular, tuvo connotaciones especiales. En el
hospital vivían aproximadamente mil enfermos mentales de ambos sexos, además de
alcohólicos y drogadictos, todos ellos con tratamientos de rehabilitación social y laboral
sustentada en los pilares del afecto y el respeto.

En continua convivencia con la naturaleza virgen y otros sectores sociales segregados,


como los campesinos y el personal del servicio hospitalario, los niños crecieron en este
ambiente, que obviamente, influyó en sus posiciones ideológicas, centrándose
especialmente en los valores de servicio al hombre.

Jorge se destacó siempre en la escuela. Su precocidad lo llevó a poner a sus profesores


en duros aprietos, en varias oportunidades. Cursó desde el segundo año básico en el
Liceo Experimental Manuel de Salas donde completó brillantemente sus estudios
secundarios.

Participó en la revista del Liceo. Su facilidad como escritor quedó así en evidencia,
como también sus aptitudes para el dibujo. La música, especialmente en el aspecto de
la composición, fue además uno de sus intereses.

El doctor Cesar Krug, uno de sus amigos de liceo y luego de universidad, lo recuerda
así:

«Conocí a Jorge durante 19 años. Confieso que durante los primeros años de
nuestra amistad nació en mí una cierta envidia hacia el... tenía una letra
maravillosa, excelente ortografía, facilidades de expresión escrita; era
siempre el mejor alumno de la clase de castellano.»
Su padre recuerda que desde niño manifestó una personalidad especial. Era fácil
entretenerlo con revistas, diarios o cuentos, incluso aprendió a leer espontáneamente,
interesándose de inmediato en un libro de astronomía, que pasó a convertirse en su
tema predilecto de conversación mientras cursaba, apenas, el primer año básico.

Más tarde su biblioteca se convertiría en su lugar favorito. Lector incansable de Chejov,


Balzac, Sartre y otros grandes notables de las letras.

Siendo universitario prefería pasar los fines de semana al interior de su hogar para leer
y escribir poesía, además de escuchar su música predilecta, la música clásica y los
tangos, que solía interpretar en reuniones y fiestas

El 25 de mayo de 1969, a los 24 años, se gradúa de médico en la Universidad de Chile.

El mismo año en que se gradúa, se casa con Amari Herrera Bocca y forman una
hermosa familia al nacer sus hijos Jorge y Milko en 1970 y 1973 respectivamente.

Jorge optó por comenzar su vida laboral como Médico General de Zona. Se trasladó
con su familia a Ovalle, en donde trabajó en el hospital hasta un día después del golpe
militar, en que fue puesto bajo arresto domiciliario.

MEDICO FUTBOLISTA

Junto a sus condiciones intelectuales, el doctor Jordán Domic se mostró también


aficionado a los deportes, especialmente el ajedrez y el fútbol; jugaba como centro-
delantero del equipo del curso y luego del hospital.

En La Serena era un personaje muy conocido y muy querido por su característica de


médico futbolista. El 15 de abril de 1973 el diario de Ovalle lo destaca en la sección
denominada Figura de la Semana, dedicándole un espacio que señala:

«El doctor Jordán no es el consultor cómodo, aislado en su estudio, por el


contrario, es una pieza vital del equipo del Club Deportivo Ovalle, con
dedicación y abnegación encomiable, está preocupado de los entrenamientos,
del estado físico de los playeros, de su alimentación, de su estado anímico y
otros problemas que puedan mermar su rendimiento.»

Pero el doctor futbolista no sólo se preocupaba de jugar bien y atender médicamente a


sus compañeros de juego, sino también vigilaba el estado de salud de sus rivales, de
los jugadores del otro equipo, a quienes asistía como médico. El artículo termina
diciendo: «Es un deportista de corazón. Se ha integrado a la comunidad
destacándose como un profesional ejemplar, humanitario y cordial.»

Su padre recuerda las cualidades de grandeza y calidad humana de su hijo Jorge. Su


actitud como médico la evoca con admiración.

«Tenía una especial capacidad para sentirse uno más con el personal. Yo he
sido médico, pero siempre sentí esa deferencia entre el doctor y el resto de
los trabajadores. En su caso, él formaba parle de un todo, se entregaba a tal
punto de ser uno más, de ser uno más del todo.»
Su padre continúa el relato:

«Era un hijo ejemplar, abnegado y querido por sus pacientes, de gran


vocación democrática, se distinguió como líder durante los años del gobierno
del Presidente Salvador Allende».

MEDICO MILITANTE

De ascendencia yugoeslava, el abuelo del doctor Jorge Jordán era un inmigrante que
arribó a Chile a principios de siglo; sus inquietudes sociales y de entrega al servicio
público lo llevaron a constituirse como Presidente de la Comunidad servo-croata del
Cono-Sur. Su padre es un prestigiado médico-psiquiatra, que influyó directamente en
su formación política y profesional. Era un activo militante de izquierda, al igual que el
padrino de Jorge, el doctor Gustavo Mujica.

Jorge entonces, se desenvuelve en este ambiente de tradición módica y compromiso


social. Recibe, además, la influencia de profesores activamente involucrados con los
procesos políticos sociales de Chile. Durante la época de estudiante en el Liceo Manuel
de Salas, tuvo el privilegio de ser alumno de las destacadas pedagogas María Marchant
y Olga Poblete.

El doctor Jorge Jordán ingresó a las Juventudes Comunistas para luego militar en las
filas del Partido. Ocupó altos cargos de importancia durante su trayectoria política.

Al momento del golpe militar, desempeñaba el cargo de Secretario Regional del Partido
Comunista de Ovalle. El 11 de septiembre de 1973, fue llamado por las autoridades
militares a presentarse en la Comisaría de Carabineros de Ovalle. El concurrió
voluntariamente a la dependencia policial, en donde se le comunicó que debía
permanecer en su hogar con orden de arraigo.

Así permanece hasta el día 14 de septiembre, en que fue trasladado desde su casa
hasta la Comisaría, donde es sometido a todo tipo de humillaciones y vejaciones,
según los testimonios presentados.

El 23 de septiembre es transferido a la cárcel de La Serena, por orden de la Jefatura de


la Plaza, para ser sometido ajuicio. Allí queda a disposición del fiscal de carabineros,
Manuel Casanga.

En la cárcel de La Serena, había encarceladas más de setecientas personas, en


circunstancias que su capacidad es para no más de doscientas. Todos los días se
observaba a furgones de carabineros trasladando detenidos al Regimiento Arica. En
dicho recinto funcionaban las Fiscalías y los Consejos de Guerra.

La familia buscó ayuda en lo más próximo, la propia familia; concretamente, en el tío


materno de Jorge, el señor Uros Domic Bezic, entonces coronel de ejército y jefe del
servicio de Inteligencia Militar, SIM, quien les indicó que se debía cumplir con las
órdenes superiores, asegurándoles que no habría mayores problemas.

Su padre, día a día, desesperaba.


El no pudo viajar a la ciudad de La Serena y por lo tanto no ingresó nunca a la cárcel
para verlo.

La represión se había hecho sentir también en él. Había sido despedido del Hospital
Psiquiátrico, en donde se desempeñaba como Director y tenía prohibición de salir fuera
de la ciudad de Santiago.

La madre tuvo que enfrentar la difícil situación familiar, un doble problema; su esposo
despedido de un día a otro de su trabajo, con arraigo en Santiago y su hijo detenido en
el norte de Chile.

Viajó, a Ovalle en dos oportunidades, circunstancias en que las autoridades policiales


le negaron la autorización para visitarlo en la cárcel. En su tercer viaje logra, por fin,
acceder al ansiado reencuentro. El doctor se encontraba, esta vez, en la cárcel de La
Serena.

Convencido de no haber cometido ningún delito, ni haber transgredido la ley y por


tanto, convencido de que no le podían acusar absolutamente de nada, el doctor Jordán
Domic se veía tranquilo y optimista.

El mismo tranquilizaba a su madre, manifestándole que saldría pronto en libertad.

Su esposa y otros familiares, constataron que durante su permanencia en la Comisaría


de Carabineros de Ovalle, fue sometido a torturas y apremios físicos. Al respecto, su
padre afirma:

«Se supo que fue torturado diariamente por un experto en artes marciales,
traído directamente desde Santiago. En este período le obligaron a firmar
documentos con confesiones descabelladas, todas obtenidas después de
golpes y torturas. Se le veía en muy mal estado físico. Así fue trasladado
hasta La Serena».

Mientras permanecía en la cárcel de La Serena fue notificado de que sería nuevamente


trasladado hasta el Regimiento Arica, a fin de abrir su proceso militar.

DIRECTO AL PELOTÓN

El 16 octubre de 1973 a las 13 horas, se vieron en las afueras del regimiento varios
vehículos militares, todos conducidos por boinas negras. Después de un inusual
movimiento que llamó la atención de los civiles presentes, se estacionaron frente a la
cárcel. Minutos más tarde, se vio salir a 15 prisioneros políticos, con los brazos en alto
y apuntados con metralletas.

El abogado Gustavo Rojas que en ese momento pasaba frente a la cárcel, logró
conversar con uno de ellos, quien expresó que los llevaban a declarar a la Fiscalía
Militar.

No fue así. Aquel prisionero jamás imaginó el destino final.

Los llevaban a enfrentar la muerte.


En aquel grupo, junto al doctor Jordán Domic, se encontraba el Director de la Orquesta
Sinfónica Infantil de La Serena. Jorge Peña, y el abogado Roberto Guzmán, quien
estaba en esa ciudad por un comparendo en el Juzgado del Trabajo; los profesores
universitarios Jorge Osorio y Mario Ramírez, el Secretario Regional de la CUT, Carlos
Alcayaga, el supervisor Marcos Barrantes, el agricultor Manuel Marcarían, el técnico
agrícola Víctor Escobar, el técnico forestal Oscar Aedo, el obrero Hipólito Cortés y los
campesinos Gabriel Vergara. Oscar Cortés, José Araya y Jorge Contreras.

El tiempo demostró que se trató de un asesinato masivo. Algunas de las víctimas se


encontraban cumpliendo penas de presidio, otros estaban siendo procesados y en el
caso del doctor Jordán, ya había sido notificado de la fecha de inicio de su proceso.

En los momentos de los hechos, el auditor de guerra. abogado Francisco Alvarez Mery,
se encontraba en Santiago. con los expedientes de tres de los fusilados que ya habían
sido condenados a presidio, puesto que las condenas debían ser confirmadas por el
juez militar de la capital.

PROTESTA INTERNA

El secretario del Consejo de Guerra, abogado de carabineros Francisco Bonilla, al


percatarse de la total irregularidad de los procedimientos empleados, intercedió en
favor de los presos políticos. Esta actitud le costó la salida de la institución.

El 18 de octubre de 1973 por la mañana, los hermanos de Jorge Peña. aquel querido y
recordado músico, director de la orquesta de niños, concurrieron hasta el Cementerio
de La Serena, lugar en donde se rumoreaba que los restos sin vida de los quince
fusilados de La Serena habían sido arrojados a una fosa común.

Comprobaron con horror la presencia de numerosos cadáveres, imposibles de


reconocer por la profundidad de la sepultura. Los cuerpos aún no mostraban señal
alguna de descomposición.

El teniente coronel de ejército, Ariosto Lapostol Orrego, Jefe de Plaza de Coquimbo, en


comunicado oficial trató de explicar las razones del fusilamiento. En el documento se
les acusa de ocultar armas, municiones y explosivos, con el objeto de atacar a
carabineros de Ovalle; de participar en escuelas de guerrillas y Plan Zeta, todas
acusaciones jamás comprobadas.

CARAVANA DE LA MUERTE

Por declaraciones posteriores del propio teniente coronel Ariosto Lapostol y otros
antecedentes que han visto la luz, se ha comprobado que estos fusilamientos están
vinculados al paso por esta ciudad de una comitiva especial enviada desde Santiago,
comandada por el general Sergio Arellano Stark.

El mismo 16 de octubre de 1973 y cinco horas antes de producirse los fusilamientos,


dicha comitiva, conocida públicamente como «caravana de la muerte», arribó a la
ciudad de La Serena.
Al respecto, el Informe de la Comisión Verdad y Reconciliación acredita la presencia de
esta comitiva con facultades para revisar la situación de los detenidos en el lugar.

Agrega el informe que la ejecución se realizó al margen de todo proceso legal, y que
participaron agentes del Estado. Expresa, además, que casi no medió tiempo entre la
revisión de los casos y la ejecución, lo que hace imposible que en ese lapso se
desarrollara un Consejo de Guerra ajustado a derecho.

En el supuesto hecho de haberse celebrado dicho Consejo de Guerra, el informe indica


que no existió derecho a defensa de los acusados, toda vez que no hubo ni presencia
de abogados ni posibilidad alguna de efectuar descargos. Incluso, Roberto Guzmán,
uno de los prisioneros ejecutado junto al doctor Jordán, había sido condenado, el 27 de
septiembre de 1973 por un Consejo de Guerra a una pena de cinco años. El 26 de
junio de 1975 cuando ya había sido ejecutado, se modificó la sentencia y su condena
fue rebajada a 541 días.

No se ha podido obtener copia de la sentencia judicial o de cualquier pieza procesal


referida al juicio que habría sido realizado en contra de los quince prisioneros
ejecutados.

Jorge Jordán Domic fue asesinado a los 29 años.

Dejó a dos pequeños hijos. Jorge de tres años y Milko recién nacido. Ambos asumieron
concretamente el asesinato de su padre cuando ya eran jóvenes, a raíz del hallazgo de
los cadáveres. Hoy estudian en la Universidad.

El doctor no vio crecer a sus hijos, ni tampoco a los pequeños pacientes que pensaba
atender, tras su programado viaje a Colombia, donde había obtenido una beca para
especializarse en malformaciones faciales.

Sus restos no han tenido sepultura cristiana, sus familiares no saben exactamente
dónde depositarle recuerdos, flores y sirios, aunque todos los sirios de La Serena, se
han encendido una y otra vez por él y por los otros compañeros abandonados en la
fosa común.

JORGE MARIO JORDÁN DOMIC


Muerto. La Serena, octubre de 1973.

Jorge Jordán, de 29 años, era casado, tenía dos hijos. Era médico y ocupaba el cargo
de médico general del Hospital de Ovalle. Militante del Partido Comunista.

El 16 de septiembre de 1973 fue detenido y conducido al Regimiento de La Serena.


Desde allí fue trasladado a la Cárcel de la misma ciudad. Fue ejecutado el día 16 de
octubre de 1973, junto a otros detenidos, por agentes del Estado.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación).


ABSALON WEGNER MILLAR
Fecha de Nacimiento: 16 de julio de 1942
Médico-cirujano. Salubrista
Inscripción Colegio Médico: 7.063
EJECUTADO

«Mi hermano mayor no fue cualquier niño, adolescente, alumno,


amigo, médico, hijo, esposo, padre, hermano: fue «él»,
ABSALON DEL CARMEN WEGNER MILLAR.»

Absalón Wegner Millar nació en Temuco, el 16 de julio de 1942. Era el


mayor de tres hermanos. Eugenio y Adriana le seguían. Cuando tenía
seis años, sus padres se separaron. Su madre enfrentó sola la
responsabilidad de educar a sus niños, sacar adelante a su familia y su
hogar.

El era jovial y transparente, con inquietudes y amor por la vida y sobre


todo por el ser humano. Como hijo mayor asumió una actitud de mucha
responsabilidad con su madre, su abuela y sus dos hermanos. Ello lo
empapó de fortaleza al punto de no expresar sus propios dolores y
tribulaciones.

El doctor Carlos Zúñiga, que fuera su compañero de curso, se refiere así


al recordarlo:

«Quienes le conocimos supimos de su inmensa sensibilidad, que marcó


su vida entera y de la cual no daba cuenta habitualmente enferma
explícita».

La vida cotidiana resultaba muy difícil para esta familia. Muy temprano
por la mañana, la madre dejaba a los niños en el colegio. Pasaba por
ellos en la tarde, a las 20 horas, cuando ella abandonaba su trabajo en
una notaría de Temuco.
«A pesar de la ausencia paterna, en nuestro hogar crecimos en medio
de risas y sonrisas, juegos, paseos al campo, días escolares, las típicas
pestes infantiles, navidades con hermosos pinos naturales y muchos
juguetes a su alrededor,» recuerda su hermana Adriana.

Junto a una abuela cariñosa pero severa, estaba la madre llena de


energía, trabajadora ejemplar y optimista, que volcó todo su amor y su
fuer/a en sus tres hijos. Absalón, el hijo mayor era prácticamente su
mano derecha.

Fue siempre un excelente alumno en el colegio, buen compañero,


alegre, solidario, preocupado del resto y buen deportista. Sin hacer
jamás alarde, su personalidad lo hacía destacar, ganándose el respeto,
la admiración y el afecto de aquellos con los cuales establecía
relaciones. Muy vital, se esforzaba por realizar una actividad
multifacética y en cada una, por su autoexigencia, destacaba de modo
natural.

Sus estudios los realizó en el Instituto San José y en el Liceo de


Hombres de Temuco. En ese período destacó como deportista. Obtuvo
varios premios como basquetbolista, su deporte predilecto. Fue
campeón, junto a su equipo, en la competencia de los liceos de Chile,
realizada en 1959.

Estando en el Liceo, y a través del deporte, se reencontró con su padre,


que era presidente de un club deportivo de Temuco. Se ubicaron en un
estadio. A partir de entonces, el padre visitó frecuentemente a sus hijos.

Sus motivaciones sociales surgieron tempranamente durante su vida


estudiantil. Sus condiciones y capacidad de liderazgo lo llevaron a
ocupar cargos de dirigente, recibiendo siempre el apoyo de sus
compañeros; fue secretario general del Centro de Alumnos del Liceo de
Hombres de Temuco.

El rector de este establecimiento educacional, don Daniel Rodríguez


Fuentes, recuerda:

«Llamaba la atención este alumno por su increíble seriedad para la


edad, su reconocida capacidad y especialmente su responsabilidad.»

«Los profesores lo respetábamos y lo estimábamos porque teníamos la


certeza que había siempre verdad en sus palabras, Parecía hecho para
asumir responsabilidades destinadas a personas mayores», agrega el
rector.
Otro de sus profesores, don Hernán Retamal Méndez, que llegó a ocupar
el cargo de rector del Liceo Nº 20. Presidente Aníbal Pinto, lo recuerda
como un estudiante «muy serio, respetuoso, dedicado a sus estudios y
muy ponderado en sus actuaciones».

Su amigo, el doctor Reinaldo Cordini, cuenta:

«Luego de dar el bachillerato partimos a Santiago, donde tras un


frustrado intento de ingresar a la Escuela de Medicina nos encontramos
en el Instituto Médico Legal, trabajando para así tener más
conocimientos y repostular a la carrera. Por segunda vez fracasa su plan
de ingresar a la Escuela de Medicina. Entonces decidió entrar a la
carrera de Biología en el Pedagógico de Santiago».

Eramos muy jóvenes y nos dedicábamos básicamente a estudiar. Pero


surgió lo inevitable en aquellos tiempos... la necesidad de responder
como sujeto protagonista al proceso y luchar por lograr
transformaciones sociales. Eran los tiempos de la revolución cubana, la
figura de Ernesto Guevara tenía gran influencia en el pensamiento
estudiantil de izquierda, se auguraban momentos de cambios, de una
distinta concepción política en todo el continente, la guerra de Vietnam,
la política europea y los movimientos de liberación en África, no podían
dejar indiferentes a estos jóvenes universitarios chilenos».

En 1962 ingresó a la Escuela de Medicina. En ese período vivía solo en


una pensión. Luego llegaron sus hermanos a vivir con él. Su hermana
Adriana recuerda que ella y Eugenio llegaron a Santiago ese mismo año.
Viajaron solos en tren. desde Temuco. Absalón los esperaba en la
estación Central de Santiago y luego los llevó a la pensión. Adriana
expresa:

«Absalón era mi apoderado en el liceo, se preocupaba de mis notas, de


mis estudios y también de Eugenio. Tres años después, Eugenio decidió
suspender sus estudios y regresar a Temuco. Absalón se sintió frustrado
y responsable de esta decisión. Creo que fue la única vez que vi llorara
mi hermano mayor...»

En 1968, su madre se traslada a Santiago y vuelve a reunirse la familia.


La madre había jubilado.

Desde muy joven, su pasatiempo favorito fue la lectura. Tenía una


biblioteca muy completa; le gustaba recorrer librerías de libros usados,
buscando alguno que le interesara. Leía a los clásicos, ensayos, filosofía
y política.
Permanentemente buscaba llevar a la práctica, más allá de sus estudios,
acciones de contenido social, sensibilizado por las injusticias y
desigualdades que diariamente comprobaba.

Durante los años de estudiante de medicina, siempre participó en los


trabajos de verano. Ya en tercer año, según recuerda la doctora Ana
Vega, partieron a Quellón, Chiloé, en donde participaron en un plan de
vacunación rural.

«Una tarde, después de la jornada de trabajo, en una localidad cercana


a Quellón, cuando nos disponíamos a regresar, llegó angustiada una
mujer cuyo hijo pequeño había sufrido quemaduras profundas al caerse
en un brasero y debía ser atendido urgentemente en el hospital. Sin
vacilar, Absalón dejó de lado su cansancio y corrió, junto con el monitor,
los 9 kilómetros de regreso al hospital en una verdadera maratón, con el
niño llorando de dolor en sus brazos. Absalón poseía mucha sensibilidad,
puesta siempre al servicio de todos».

El doctor Carlos Zúñiga, recuerda que para un terremoto registrado en


el norte del país, Absalón participó desde el Centro de Alumnos, como
un pilaren la ayuda solidaria que organizó la escuela.

Entre sus primeros trabajos, destaca su accionar en la zona de Til Til,


Lampa. Colina y Batuco. Organizaron un centro de atención módica.
Absalón vivió alrededor de un mes en esta zona
y posteriormente se sentía tan ligado y responsable, que continuó sus
visitas periódicamente al centro asistencial.

Así era él; todo lo que asumía lo hacía con gran entrega y
responsabilidad.

ACCIÓN SOCIAL Y POLÍTICA

Abierto a las demandas de su tiempo, asumió su compromiso político


ingresando a las Juventudes Comunistas. Durante largo tiempo había
rehusado las proposiciones de compañeros para ingresar a esta
organización política, respondiendo que no se sentía preparado para
comprometerse en algo tan importante. Dudaba de que pudiera hacer
un aporte real.

Sus camaradas lo recuerdan como un líder. El intervino. en los últimos


años de la década del 60 en todos los trabajos de la reforma
universitaria que se venía gestando en las universidades chilenas y que
triunfa en el año 1968. La Facultad de Medicina tuvo una gran
preponderancia, liderada por el doctor Alfredo Jadresic, junto con los
profesores Moisés Brodsky, Héctor Orrego y Manuel Almeyda, entre
muchos otros. Jorge Klein, Enrique París, Carlos Lorca, Iván Insunza,
entre los médicos jóvenes, participaron intensamente en la vida de la
Facultad. Absalón ocupó un rol importante, codo a codo con ellos.

En muchas oportunidades, fue el hombre del consenso en el quehacer


estudiantil y universitario, ello a raíz de sus innatas cualidades y
capacidades para escuchar a los demás, esforzarse por comprender sus
puntos de vista y acercar posiciones entre unos y otros gracias a su
autoridad moral.

Carlos Zúñiga lo recuerda como un hombre comprometido con sus


ideas, con gran seguridad en sus convicciones.

«Tenía siempre una respuesta adecuada a todas las interrogantes. Nos


reuníamos para analizar y reflexionar acerca de temas contingentes;
rara vez estábamos de acuerdo, pero el dialogo era muy enriquecedor.
Era una persona que influía en su entorno».

Agrega que jamás le vio una expresión de rencor, tanto es así, que a
pesar de las opiniones contrapuestas sobre la realidad del país, él nunca
se alteraba.

En los últimos años de universidad, conoció a una joven nutricionista,


Juanita Contesse González, con quien se casó. Tuvo dos hijas: Mónica y
Patricia, quien nació después de su muerte.

El doctor Wegner, luego de recibirse, trabajó en Purranque, localidad


ubicada en el sur del país. En ese pueblito nació Mónica. Su hermana
Adriana, matrona de profesión, señala que la llamó para que estuvieran
juntos en ese momento tan importante.

«Aún recuerdo su felicidad, al contemplar a su niñita recién nacida».

Absalón vivió poco tiempo en Purranque, pese a ello, se hizo de muchos


amigos. Lo invitaban frecuentemente a almorzar. A veces, las
invitaciones coincidían y almorzaba tres veces al día para no defraudar a
nadie.

Todo el pueblo lo quería.

En 1972, realizó en la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, un


curso de perfeccionamiento.
«Lo recuerdo con su figura alta y su aspecto serio, reposado. Sus lentes
le daban un aire intelectual y su forma pausada de hablar lo ratificaba»
dice el Dr. Jaime Serra, compañero de Absalón en este curso de Salud
Pública. «Siempre me llamó la atención su solidez intelectual y sus dotes
de analista. Pero era también un silencioso organizador que no dejaba al
azar el curso de las acciones». Continúa el Dr. Serra: «En ese año 72 se
iniciaban los intentos por articular la desestabilización del gobierno. Eran
tiempos duros y difíciles, el Colegio Médico propiciaba una huelga que
había dejado parcialmente abandonados los hospitales. Con Absalón
acudimos voluntariamente a atender enfermos al Hospital Barros Luco.
Hubo muchas otras ocasiones en que simultáneamente estuvimos,
apoyando y defendiendo la medicina social».

ACCIÓN EN SAN FELIPE

A partir del 2 de febrero de 1973, asume el cargo de Director de la


Tercera Zona de Salud. Aconcagua, con sede en San Felipe. Al momento
del golpe militar ocupaba dicho cargo. Una resolución emanada de la
entonces Dirección General de Salud, puso término a su cargo como
Director Zonal. Otra resolución, esta vez con fecha 5 de noviembre de
1973, dictamina su contrato como Médico General de Zona en el
Hospital de Copiapó. Paralelamente el decreto 177, con fecha 20 de
septiembre de 1973. emitido por la Intendencia de Aconcagua, terminó
con sus funciones como médico a contar del mismo 11 de septiembre de
1973.

El doctor Jaime Serra, explica que en los días inmediatos al golpe, el


doctor Wegner reunió al personal y les explicó que dejaba el cargo.
Recordó los principios que habían inspirado su trabajo y abandonó el
lugar en medio de lágrimas silenciosas de los trabajadores.

Su labor en el hospital de San Felipe fue ampliamente reconocida por


todos aquellos que estuvieron a su lado. Olga Cerda, quien fuera su
secretaria en dicho período relata:

«Durante el tiempo que trabajé con él, demostró tener un espíritu de


justicia, de respeto a la carrera funcionario, respaldando a funcionarios
idóneos y no accediendo a las solicitudes arbitrarias de algunas
personas que solicitaban la salida de aquellos funcionarios que no
pertenecían al gobierno de la Unidad Popular. Como Director realizó una
labor beneficiosa para toda la comunidad, fue un excelente jefe».

Noemí Riveros, funcionaría de la III Zona de Salud. recuerda que en una


oportunidad estaba en una reunión con la doctora Moran. Directora de
Zona, cuando por aquellas cosas del destino, tal como lo expresa, sale
de la reunión encontrándose con un señor alto, delgado, joven y muy
agradable, que se daba vueltas y vueltas en espera de que alguien lo
atendiera.

«Al preguntarle qué necesitaba, me respondió que buscaba a la doctora


Moran. Le expliqué que ella estaba en una reunión, recomendándole que
volviese en una hora más o bien me dijera el recado. Ante mi sorpresa,
respondió que era el doctor Wegner, el nuevo director. Lo anuncié de
inmediato».

Los trabajadores lo recuerdan como una persona muy humana, de trato


fino y delicado con todos.

«Lo vimos siempre en una actitud muy cariñosa hacia su esposa. Se


notaban muy enamorados».

Beatriz, la persona que le abrió las puertas de su hogar recién llegado a


San Felipe, dice:

«Hoy al escuchar las Cuatro Estaciones de Vivaldi, pienso que Absalón


Wegner podría estar aquí, como yo, pero el odio y la injusticia segaron
su valiosa vida... en estas líneas quiero dar mi testimonio del que fuera
un amigo, el mejor director del Hospital de San Felipe.»

El doctor Armando Sierralta expresa que si Absalón viviera, se hubiera


destacado en el campo político. Era un intelectual.

«Jamás vi en él rencor hacia nadie».

Ya en los días previos al golpe militar, el doctor Wegner manifestó su


preocupación por la violenta situación que vivía el país. No pasó mucho
tiempo para que estas preocupaciones se transformaran en una dolorosa
realidad.

DETENCIÓN Y MUERTE

Después del golpe militar, el doctor Wegner viajó a Santiago. Quería


aclarar su eliminación del registro de funcionarios del Servicio Nacional
de Salud, SNS. Con posterioridad, decidió regresar a San Felipe para
trasladar sus cosas. Al poco rato de llegar a su casa, un grupo de
carabineros rodeó la residencia y lo obligó a entregarse, cosa que él
hizo. Fue detenido y llevado a la cárcel de San Felipe.
El día 13 de diciembre de 1973, fue trasladado al Regimiento de San
Felipe para ser sometido a interrogatorios, junto al joven Rigoberto
Achú, hijo de un militar que prestó 30 años de servicio en la institución.

Cuando eran llevados de regreso, fueron baleados en plena vía pública a


media cuadra de distancia de la cárcel.

La versión oficial señaló que ambos trataron de quitar las armas a sus
guardias e intentaron fugarse.

Una funcionaria del hospital, que visitaba diariamente al doctor,


recuerda que una mañana muy temprano la visitó una señora que
trabajaba llevando almuerzos a diversas casas. Ella le informó que en
dicha madrugada habían asesinado al doctor.

«La casa en donde vivía quedaba a una cuadra de la cárcel. Yo sentí


todas las balas esa noche, la casa quedó pasada a pólvora. Acordonaron
el lugar y dieron orden de que nadie podía salir, ni asomarse a la calle.
Solamente escuchábamos el movimiento de los vehículos...»

Anteriormente, ya habían sido fusiladas seis personas cuyos cuerpos no


habían sido entregados a sus respectivas familias. Ellos fueron: Farud
Aguad, Artemio Pizarro. Wilfredo Sánchez, Mario Alvarado, José Fierro y
Pedro Araya. El doctor Wegner tenía antecedentes de estos casos y en
una de las visitas, se lo comunicó a Berta Manriquez. viuda de una de
las víctimas. Le dijo que no buscara más, porque su marido, junto a
otras personas, habían sido muertos, encontrándose sus cuerpos en la
morgue del Hospital de San Felipe. Le advirtió que arriesgaba su vida al
revelar esta información e incluso le recomendó retirar rápidamente los
cuerpos. Luego de largos trámites, las viudas lograron dar con el
paradero de sus familiares, cuyos cuerpos estaban completamente
destrozados, en la morgue, tal como había indicado el doctor.

LE DISPARARON POR LA ESPALDA

La Comisión Verdad y Reconciliación considera inaceptable la versión


oficial respecto de la muerte del doctor Wegner, entregada por el Jefe
de Zona en Estado de Sitio, de la Provincia de Aconcagua y Comandante
en Jefe del Regimiento de Infantería nº3 «Yungay», que expresa que
cuando los detenidos eran trasladados de regreso a la cárcel desde la
Fiscalía Militar, el vehículo en que viajaban quedó en panne a sólo 60
metros del establecimiento penal, debiendo continuarse el recorrido a
pie. En ese momento, uno de los prisioneros habría aprovechado la
situación para «violentar» el arma de servicio de un conscripto, y el otro
para darse a la fuga, siendo ambos muertos instantáneamente.

Más adelante, la Comisión expresa que no pudo aceptar esta versión,


atendidas, principalmente, las siguientes circunstancias:

«Es inverosímil que dar muerte a los afectados haya sido la única forma
de evitar su presunta huida, puesto que iban desarmados y bajo fuerte
vigilancia de los efectivos del Regimiento de Infantería Nº3 «Yungay» y
estando la patrulla inmediata al recinto penitenciario, que disponía de
personal capacitado para prestar ayuda en la supuesta captura de los
evadidos. También, cabe destacar que se ha podido acreditar que los
prisioneros habían sido llevados encadenados a la Fiscalía Militar, como
mayor medida de seguridad, y no se ve motivos para suponer que no
fueran devueltos al penal en la misma forma, a menos que se quisiera
prefigurar de algún modo su supuesta huida.»

La Comisión agrega la existencia de testigos presenciales que señalan


que los detenidos eran custodiados por una patrulla del ejército camino
a la cárcel y que en determinado momento, sin que existiese intento
alguno de fuga, los funcionarios militares les dispararon por la espalda,
rematándolos posteriormente con otros disparos. Los mismos testigos
declararon, además, que los cuerpos fueron subidos inmediatamente a
un vehículo, y que personal de Gendarmería salió en los mismos
instantes del recinto carcelario con baldes de agua, para lavar los
rastros de sangre en la vereda.

Respecto de la versión oficial, el informe expresa que no resulta


verosímil la versión del intento de huida por parte del doctor Absalón
Wegner, ya que por antecedentes y testimonios reunidos, quedó
demostrado que se trataba de una persona que no intentó nunca eludir
a las autoridades militares. Después de los hechos del 11 de septiembre,
permaneció detenido por un día en la cárcel de San Felipe, y una vez
que fue dejado en libertad continuó viviendo en la zona, llevando una
vida pública y trabajando en el mismo servicio, a pesar de haber
contado con los medios para huir sin que nadie se lo impidiese, por no
existir cargos en su contra, los que no fueron conocidos ni siquiera
después de su segunda detención.

EN CADA UNO DE NOSOTROS

Las gestiones realizadas por monseñor Enrique Alvear entonces Obispo


de San Felipe, permitieron la entrega del cuerpo sin vida del doctor
Wegner. Los militares no querían entregarlo. Finalmente accedieron,
dando una orden de entierro inmediato. La esposa del doctor estaba
embarazada de tres o cuatro meses. El no alcanzó a conocer a su
segunda hija.

Adriana, su hermana, recuerda el período de detención:

«Fu&iacue; varias veces a la cárcel y me daba cuenta que era el mismo


de siempre, sereno, reposado, alegre y confiado, muy natural. Nunca le
escuché un reproche en contra de nadie. El nos consolaba y nos
tranquilizaba con suaves palabras. Durante el tiempo que permaneció en
el recinto carcelario, fue siempre muy correcto y solidario. Organizó en
la cárcel un equipo de basquetbol y ayudó al médico de dicho lugar.
También aprendió a realizar trabajos artesanales, especialmente, la
confección de alfombras.»

Una trabajadora del hospital relata que intentó visitar al doctor en la


cárcel en varias oportunidades hasta que una vez lo pudo hacer. Cuenta
que el doctor se puso muy contento al verla. Le preguntó por todos. Ella
le aseguró que volvería a visitarlo. Pero esto no pudo ser. Cuando ella
volvió, ya no estaba.

«Jamás pensé que podrían matar a una persona que no había hecho
daño a nadie. Recuerdo sus últimas palabras. Aquel «me iré pronto. No
tienen nada en mi contra, saludos a todos los compañeros del hospital».

Otro testimonio resalta una vez más, las cualidades del doctor Wegner.
Es el de un prisionero común, que por la misma época estaba detenido.

En una carta que este prisionero escribió dice así:

«Fue un honor para mí conocerlo y compartir sus alimentos y útiles de


aseo; el crimen cobarde que se cometió contra él, nos remeció a todos,
lloramos muchos días de impotencia y desesperación...

Si el espíritu de los seres buenos y especiales se queda en un lugar in


visible, yo quisiera que él sienta que vive en cada uno que compartió
parte de su vida en la cárcel. Yo aún lloro por él, con lágrimas de
hombre y espero que la justicia castigue a los culpables... y el doctor
Wegner esté descansando».

¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ?

Beatriz, expresa que por las noches siente la presencia del doctor y la
de su hermano, también víctima de la represión.
«Ellos me acompañarán mientras yo viva, les converso para que
¡VIVAN! y se haga justicia, por ellos y por todos los caídos...»

La señora Elina, su madre, no resistió estos hechos. Ella falleció en abril


de 1977, después de soportar una enfermedad incurable durante 10
meses y de tratar de sobrellevar la enorme tristeza de haber perdido a
su adorado hijo mayor.

Su hermana aún registra el impacto cuando le toca vivenciar los


espacios propios de Absalón, los amigos, la escuela.

«Todo lo que he palpado, escuchado y leído en estos pocos días, me


hace comprender que el paso de mi hermano por esta vida peregrina,
aunque fue sólo por 31 años, dejó muchas huellas...

«A través del cristal de su urna, descubrí en su rostro querido, una


mirada llena de sorpresa y pienso que en sus últimos segundos sólo
alcanzó a preguntar...

«¿Por qué? ¿Por qué?»

ABSALÓN DEL CARMEN WEGNER MILLAR


Muerto. San Felipe, diciembre de 1973.

Absalón Wegner de 31 años de edad, estaba casado y tenía 2 hijos. Era


Médico General de Zona en el Hospital de San Felipe. También trabajaba
en el Sanatorio de Putaendo y servía el cargo de Director Zonal de Salud
de la Provincia de Aconcagua. Militaba en el Partido Comunista.

Fue detenido a fines de noviembre de 1973, siendo recluido en la Cárcel


de San Felipe. Desde allí fue sacado el día 13 de diciembre del mismo
año, para prestar una declaración ante la Fiscalía Militar del lugar. Al
regreso, fue ejecutado cerca de la Cárcel, por personal militar del
Regimiento de Infantería nº3 «Yungay», acusado de intento de fuga,
versión oficial que esta Comisión acreditó de falsa.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)


JORGE AVILA PIZARRO
Fecha de Nacimiento: 25 de julio de 1946
Médico Cirujano. Becado en Psiquiatría
Inscripción Colegio Médico: 7.936
DETENIDO DESAPARECIDO hasta 1993
EJECUTADO

«Me resulta difícil reconstruir lo que fue su actividad laboral y política.


Quienes podrían hacerlo son sus amigos y compañeros más directos, pero la
mayoría de ellos están muertos, detenidos desaparecidos o en el exilio...»

Son las palabras de la señora Aída Avila, tía del doctor Jorge Avila, una anciana mujer
cuya vida tomó un inesperado rumbo a partir de la relación establecida con su sobrino,
con sus ideales y con las consecuencias del golpe militar de septiembre de 1973. El
doctor Jorge Avila fue asesinado a los 27 años, siete días después del 11 de
septiembre de 1973, y un día después de que él se presentara voluntariamente ante
carabineros, respondiendo a una citación escrita.

SU HISTORIA

Hijo de Guido Avila Rodríguez y Raquel Pizarro Corón, Jorge nació en Santiago, el 25
de julio de 1946. Apenas contaba con once años cuando quedó sin padre ni madre. Su
padre había fallecido cuando tenía dos años y su madre, cuando apenas se empinaba
en los once años. Sus tíos, Aída Avila y Manuel Tapia, lo asumen como hijo propio. Su
único hermano también había fallecido.
Sus primeros estudios los realizó en el Liceo Manuel Barros Borgoño. Luego continuó
en el Internado Nacional Barros Arana. Durante su etapa estudiantil, destaca siempre
como alumno brillante, con los primeros lugares. Aún se conserva el Diploma de Honor
que le otorgó el Internado Nacional Barros Arana, en diciembre de 1959, que acredita
la obtención del primer lugar de toda la promoción. Su profesor jefe del Internado
Barros Arana, señaló en el informe de personalidad de 1963: «Se espera de este
alumno un excelente bachillerato».

Y efectivamente fue así. Jorge Avila ingresó a la carrera de Medicina de la Universidad


de Chile en 1964, con excelente puntaje.

PREOCUPACIÓN SOCIAL

La historia de Jorge Avila resulta fundamental en la estructura de su personalidad y


actitud ante la vida. De gran conciencia y esfuerzo comprende desde muy pequeño que
su vida dependería siempre de él mismo y de su propio empeño; ello lo toma
abnegado, de gran tesón para enfrentar cualquier actividad.

Su prima, María Elena Pizarro, lo recuerda como aquel primo con el cual creció y
compartió experiencias comunes:

«Eramos adolescentes y ya trataba de convencerme. El era de izquierda y yo


de nada; entonces me llevó a la Universidad Católica a ver el «Acorazado
Potemkin», me leía poemas suyos o de sus poetas favoritos, fuimos a la toma
de la Casa Central de la «U». Quería mostrarme los caminos que él había
descubierto.

Los días domingos salía a vender el diario «El Siglo», puerta a puerta, como
un apóstol difundiendo su credo».

El doctor Raúl Berdichevsky, fue amigo de él desde la tercera preparatoria. Lo recuerda


así en esa etapa:

«Cuando aún tenía pantalones cortos, su mirada era seria, el ceño fruncido, la
responsabilidad con que atendía sus deberes escolares, lo hacía aparecer
mucho más maduro. Un día le vimos aparecer de corbata negra y con una
gruesa banda negra en la manga de su temo. Sabíamos que quedaba sin
padre ni madre y al cuidado de sus tíos. Retraído, cabizbajo, se concentra en
sus, estudios donde se destaca como uno de los mejores alumnos, a lo que se
agrega una gran sensibilidad por lo artístico y lo poético».

El doctor Berdichevsky continúa:

«Amigo leal y generoso, detrás de la mirada seria y la tozudez, había una


gran alegría de vivir, que tuve la suerte de compartir»

Todos sus amigos lo recuerdan como muy buen compañero, destacándose por su
seriedad y alta responsabilidad. Era de gran facilidad de palabra, obstinado, estudioso
y entusiasta en todos los ámbitos de su quehacer. Con estas características, asumió un
rol protagonice en las actividades universitarias de los años 60. En la Universidad
estudió con beca y tras recibir su título, continuó los estudios para especializarse en
psiquiatría.
Silvia Lagos, tecnóloga-médica, quien fuera largamente su compañera, recuerda:

«Conocía Jorge durante su época de estudiante y mantuvimos una relación


muy estrecha de compañeros y amigos. Lo recuerdo con su chaqueta de
marino (que nunca pude saber cómo consiguió), su boina que sujetaba su
pelo negro y liso, grandes anteojos y un maletín donde transportaba libros.
De gran curiosidad intelectual, estudia los más variados temas, música,
filosofía, pintura, antropología. Recuerdo cuando se iba al cerro San Cristóbal,
cargado de pinturas y botellas, donde reproducía extraños dioses o símbolos
de la cultura azteca...»

Llegar a ser poeta y revolucionario eran algunas de sus metas; cuando se produce la
revolución estudiantil de mayo en París, Jorge cubre las murallas de la Facultad con las
consignas más hermosas y ardientes de los estudiantes universitarios franceses. Sin
embargo, además de ser un intelectual era un hombre de acción que con la misma
pasión y vehemencia con que pronunciaba inflamados discursos en la asamblea de la
Facultad, colaboraba en la formación del FER, como organizador o en las poblaciones
marginales asistiendo a los más pobres...

«Era excéntrico, anticonvencional, rebelde, poeta, revolucionario,


consecuente, audaz, estudioso, con una gran disciplina interior y con la
convicción muy sólida que para lograr sus objetivos contaba con su
inteligencia, perseverancia y energía...

«Tenía una fuerte personalidad. Era controvertido» polémico, pero también


tierno, cálido y sensible al dolor humano...

«Fue un joven de una generación rebelde, que creyó en utopías y que


atreviéndose a salir de las normas, vivió plenamente y con ganas la angustia,
el dolor y la alegría de vivir».

VOCACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA

La influencia de su madre se observa fuertemente en sus rasgos y características. Ella,


enfermera universitaria, de amplia cultura, desplegó hasta sus últimos días, una larga
actividad laboral y política al servicio de los más desposeídos. El doctor Avila también
muestra vocación asistencial. Su profesión la orienta al servicio de la medicina social.

El efervescente movimiento político y social de la década de los años 60 lo encuentra


en pleno período universitario. Luego de diferencias menores con el Movimiento de
Izquierda Revolucionario, MIR, participa activamente en el Frente de Estudiantes
Revolucionarios, FER. No obstante en el momento del golpe militar, él era
independiente de izquierda.

Otra gran pasión que desarrolla, es la docencia. Se desempeña como ayudante de la


Cátedra de Salud Pública y de Psiquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad
de Chile. La intensa actividad del día no le resta fuerzas para continuar en acción. Por
las noches escribía poemas, sobre todo cuando regresaba de su trabajo en las
poblaciones populares. Este quehacer lo intensifica, luego que irrumpen las huelgas de
los médicos, que encabezaban los opositores al gobierno de la Unidad Popular.
El mismo día del golpe militar, participa en una asamblea en la que con vibrante
vehemencia y pasión denuncia el significado de la acción militar y la injusticia que se
desencadenaba. Esta actitud profundizó los ánimos de rencor entre sus adversarios,
tanto así, que uno de sus propios colegas del hospital lo delató, denuncia que le
significó una citación por parte de carabineros y luego su muerte.

La doctora Laura Moya recuerda que ella estaba presente en esa asamblea convocada
por los trabajadores del hospital, con motivo de los trágicos acontecimientos que
estaban ocurriendo en el Palacio de La Moneda. En dicha oportunidad, el doctor Avila
pronunció su discurso. Al respecto, la doctora Moya recuerda:

«Con gran esfuerzo se equilibró sobre una silla inestable, dio fuerza a su voz
y habló de la injusticia del golpe militar...»

Este discurso le valió el requerimiento para presentarse a la Novena Comisaría de


Carabineros, ubicada en la calle Dávila, del barrio de Recoleta, el día 17 de septiembre
de 1973.

Una vez levantado el toque de queda, el doctor Avila fue como siempre a trabajar al
Hospital Psiquiátrico. Allí se percató que tanto su tarjeta como la del doctor Raúl
Berdichevsky habían sido retiradas del reloj control de asistencia. Una patrulla militar
allanó el establecimiento hospitalario. Al día siguiente, el doctor Claudio Molina Fraga,
quien trabajaba en el hospital como médico, era designado director del
establecimiento. Los hechos ocurridos motivaron una conversación del doctor Avila con
el nuevo director.

LA DETENCIÓN

Sin tener nada que ocultar y en un comportamiento abierto y honesto, se presentó


ante carabineros de la Novena Comisaría, a las 13:00 horas del 17 de septiembre de
1973. Daba entonces cumplimiento a la citación. Nunca sospechó que la simple
defensa de sus convicciones, propias de la convivencia democrática, pudiera resultar
motivo de persecución.

Acompañado de su esposa, la doctora Ana Ximena Schwartzman, concurrió al recinto


policial. Esposado y a punta de metralletas lo trasladan subrepticiamente hasta su
domicilio. A cargo del capitán Suzarte y de un teniente de apellido Del Canto, su
domicilio es allanado. Requisan afiches, libros y textos de medicina. De regreso a la
comisaría, el doctor queda en calidad de detenido, a cargo del mayor Zúñiga; a su
esposa, se le ordena volver a la casa.

Ese mismo día, el doctor Avila se comunica telefónicamente con su familia. Expresa
que será trasladado al Estadio Nacional. Sus parientes acudieron hasta el recinto
deportivo con ropa de abrigo y alimentos. Durante tres meses, entregaron y les
recibieron alimentos y ropas a su nombre. Un día, un oficial les informó que en el
estadio no había ningún prisionero bajo el nombre indicado en los paquetes de
alimentos y cigarrillos.

Era la primera alerta. Lo buscaron en uno y otro recinto policial, en uno y otro
campamento de prisioneros. Los familiares conversaban con los detenidos que
obtenían la libertad, mostraban su foto y preguntaban si lo habían visto, con la
esperanza de que alguien lo mencionase o al menos entregase una mínima pista que
condujera a determinar su paradero.

Ninguna pista surgía. La familia entonces acudió a revisar las nóminas de los fallecidos
que instaló el Servicio de Identificaciones.

Siempre en su búsqueda, lograron identificar una ficha ¿el Instituto Médico Legal, con
sus huellas digitales. Se trataba de un hombre, cuyo cuerpo estaba en el Cementerio
General, en el patio 29 como NN. Con este antecedente, el Registro Civil de
Independencia otorgó un certificado de defunción a fines de 1973. En él se establece
que el doctor Avila falleció en la vía pública a causa de heridas de bala en el tórax y
cráneo a las once y media de la mañana del 18 de septiembre de 1973; es decir, un
día después de quedar arrestado en la Comisaría de Carabineros.

No obstante, en el Estadio Nacional, los alimentos destinados a él eran recibidos y más


aún, muchos oficiales visitaban permanentemente el hogar del doctor para referirse al
estado en que éste se encontraba, según ellos, en el Estadio Nacional.

Todo era una farsa. La verdad se impuso con los años.

El Instituto Médico Legal informó que los restos de la persona NN fueron trasladados al
Cementerio General el 3 de octubre de 1973. A raíz de este antecedente, se envió un
oficio a dicho establecimiento solicitando información al respecto. El 26 de abril de
1984, el funcionario Eliazar Robles Meza respondió que «revisados los archivos de
esta repartición desde el primero de enero de 1970 hasta el 31 de diciembre
de 1983, se ha podido constatar que no aparece inhumada en este cementerio
la persona antes individualizada».

Durante todos los años de incertidumbre, la familia interpuso múltiples recursos de


amparo, a través del Comité Pro Paz, la Vicaría de la Solidaridad y a título personal.

El proceso que se caratuló bajo el número 706-33, tuvo como respuesta un «no ha
lugar», por parte de la Quinta Sala de la Corte de Apelaciones.

Por largo tiempo, los familiares creyeron que el doctor Jorge Avila se encontraba
detenido en el Estadio Nacional. La premeditada desinformación concertada por los
victimarios, desvió la investigación respectiva.

Según los familiares, el capitán Suzarte, que estuvo a cargo del allanamiento
domiciliario, les manifestó en una oportunidad que «en ese período era muy común la
expedición de certificados de defunción falsos». Otro personero, que también se acercó
al hogar, les aseguró que el doctor estaba con vida y se excusó de dar mayores
informaciones aduciendo que no tenía autorización para dar mayores antecedentes
acerca de su paradero.

Esto sucedía en junio de 1974.

En septiembre del mismo año, llegó un rumor a oídos de la familia. Se refería a que el
doctor estaba detenido en el Regimiento de Rupanco, en el sur del país y que pronto
saldría en libertad.

Respecto de la detención y de lo sucedido, María Elena Pizarro señala:


«Hemos tenido que vivir odos estos años con el peso de la culpa que sentimos
porque le dijimos que se presentara. Nosotros que lo queríamos, le dijimos,
¡PRESÉNTATE!»

«Ha sido muy duro sobrellevar esto, pensar en lo ingenuo que éramos. Jamás
pudimos imaginar siquiera, semejante brutalidad, tanto horror; pero hemos
vivido todos estos años recordando día a día lo ocurrido y esperando que esto
nunca más se vuelva a repetir en este país. Denunciamos lo sucedido donde
podemos y contamos todo, para recordarles a aquellos que quieren olvidar. El
recuerdo, hacer recordar, es lo único que podemos hacer por él, por ellos...»

NUNCA MAS HEMOS DESCANSADO

Su tía, que lo adoptó como hijo, debió someterse a intensas terapias y tratamientos
psicológicos. Vive en precarias condiciones económicas. El tío no logró sobreponerse a
los hechos. Enfermó y falleció poco tiempo después.

Los primos más cercanos tuvieron que someterse también a tratamientos psicológicos
y finalmente partir rumbo al exilio.

Su esposa, la doctora Schwartzman, viuda a los 22 años, luego de agotar todos los
medios para encontrarlo, partió también al exilio, de donde regresó muchos años
después.

El año 1990, sus parientes creyeron identificarlo en una fotografía publicada en un


periódico de la capital. Ahí se reprodujeron antecedentes sobre los campos de
concentración de la época inicial del régimen militar. El material fotográfico
correspondía a «El Libro Negro de la Dictadura», publicación alemana difundida en
1974. En esa foto aparecería el doctor Jorge Avila, tras los barrotes de algún portón
del Estadio, mirando hacia el lente del fotógrafo seguramente pocas horas antes de
morir.

Sin embargo esto tampoco correspondía a la realidad. Sólo a mediados de 1991, tras
la inhumación de alrededor de 130 tumbas del patio 29 del Cementerio General, los
informes periciales dieron cuenta que entre los primeros reconocimientos de identidad
figuraría el doctor Jorge Avila. Esto fue confirmado por el Instituto Médico Legal recién
en Enero de 1993, comprobándose lo que los familiares habían logrado descubrir hace
10 años.

Silvia Lagos nos dice:

«La noticia de su identificación me causó un gran alivio, después de tantos


años de angustia, de esperanza y decepción, Sin embargo creo que la tarea
aún no concluye» ya que mientras no se esclarezcan las circunstancias y los
responsables de su muerte, no sólo en el caso de Jorge, sino de todos los
desaparecidos no podemos hablar de paz ni reconciliación»

JORGE AVILA PIZARRO


Muerto. Santiago, septiembre de 1973.
Jorge Avila, de 27 años de edad, casado. Médico Cirujano, se encontraba realizando
una beca en psiquiatría en el Hospital Psiquiátrico de Santiago. Era militante del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Detenido el día 17 de septiembre de 1973 en la 9ª Comisaría de Carabineros de


Santiago, presentándose voluntariamente. Ese día fue trasladado al Estadio Nacional,
lugar en que se negó su detención. El 18 de septiembre de 1973 fue ejecutado por sus
captores, apareciendo su cuerpo en el Instituto Médico Legal, remitido por una Fiscalía
Militar, y posteriormente enterrado en el Patio 29 del Cementerio General, sin
conocimiento de su familia.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

HÉCTOR VICTORIANO GARCÍA GARCÍA


Fecha de Nacimiento: 2 de noviembre de 1924
Médico-Cirujano. Internista
Inscripción Colegio Médico: 4178
EJECUTADO

«A mi marido lo mataron la misma mañana en que fue detenido... todas las


diligencias que hacíamos en su búsqueda resultaron la burla más cruel,
espantosa e inhumana...»

María Dolores Gracia Olano, hija de refugiados españoles, expresa así lo sucedido a su
esposo, el doctor Héctor García García, detenido en el Hospital de Buin, el día 13 de
agosto de 1974 a las 9:30 horas y asesinado una hora más tarde. El doctor García fue
detenido por efectivos militares y llevado al Regimiento de San Bernardo.

SU HISTORIA

Héctor García, descendiente de familia de agricultores y el menor de cinco hermanos,


nació en la ciudad de Valdivia.

En una oportunidad, él tuvo que escribir su propia biografía y en ella dijo:

«Mis padres eran hijos de propietarios campesinos de un antiguo afincamiento de la


provincia de Valdivia. Ellos, siguiendo la tradición familiar, se dedicaron a la labor
agrícola hasta la muerte de mi padre, en 1955. Empecé a estudiar mis preparatorias
en 1930, en el Instituto Salesianos de Valdivia.
«En 1936 ingresé al primer año de humanidades en el Liceo de Valdivia. En 1940 me
trasladé a terminar mis estudios al Internado Nacional Barros Arana, terminando en
1941.

«Rendí pruebas de bachillerato correspondientes a la mención biología, matemáticas y


letras en 1942. Ingresé a continuación a la Escuela de Ingeniería, como alumno
irregular y a la de Medicina como regular.

«En el año 1944 me trasladé a Concepción para continuar mis estudios en dicha
Universidad.»

Por dificultades económicas, debió abandonar sus estudios. Se dedica a diversas


actividades, por ejemplo, trabaja en Ferrocarriles del Estado, en la Caja de Empleados
Públicos, como representante de laboratorios para la distribución de muestras médicas
y en fin configura una larga trayectoria laboral.

En su autobiografía señala acerca del trabajo:

«Cualquier trabajo es bueno. No importa lo que el hombre hace, sino cómo lo


hace. Esto implica honestidad y dedicación como condiciones elementales
para el éxito.»

MEDICO PARA TODOS

Una vez que reanuda sus estudios universitarios y durante una práctica médica en la
Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, conoce al doctor Marcos Donoso,
entonces director del Hospital de Buin. Se incorpora a dicho establecimiento
hospitalario en 1958. Inicialmente, se desempeña como médico general y a partir de
1964, en la función de Jefe de Servicio de Rayos.

En Buin se entrega por entero a su quehacer profesional, desplegando una apasionada


vocación solidaria desde variadas y múltiples actividades. Por más de 15 años es
médico ad-honorem de la Cruz Roja, en donde asume como Director Médico y recibe
un sin fin de diplomas y medallas. En esta misma calidad, desempeña funciones en la
Casa de la Caridad Don Orione de Alto Jahuel, en el Asilo de Ancianos de Maipo y en
consultorios de las localidades rurales de Valdivia de Paine y Linderos.

El nombre del doctor Héctor García es parte de la historia de Buin y no sólo por su
desempeño como médico, sino por innumerables acciones sociales que se cuentan a su
haber, entre ellas la creación de la sala-cuna, su quehacer como médico en el Cuerpo
de Bomberos y en el Club Deportivo Lautaro, y la extraordinaria labor en el Rotary
Club.

Desde su juventud militó en el Partido Socialista y como representante de su partido


fue regidor de Buin. elegido con las más altas mayorías desde 1967.

Además, llegó a ser Venerable Maestro de la Logia Francmasónica «Avance Lautaro»,


del valle de Buin.

A todo ello se suman los reconocimientos recibidos por su abnegado apoyo y atención
a los sectores más necesitados.
HOMBRE MUY ESPECIAL

Una de las asistentes que trabajó por largos años junto al doctor García, lo recuerda
como un hombre de gran talento, culto y tolerante. Fue precisamente su espíritu de
tolerancia, el que le permitió ganar un amplio espacio de amigos de creencias y
tendencias políticas diversas.

El doctor España, ex Alcalde de Buin, militante del Partido Demócrata Cristiano lo


recuerda así:

«Nos entendimos desde el primer momento y a partir de entonces, nos unió


una gran amistad. Héctor era un hombre extrovertido y muy trabajadora
pesar de pertenecerá corrientes políticas deferentes a las mías, siempre nos
entendimos, y en las cosas del bien común, traba/amos en total acuerdo».

El mismo doctor España agrega:

«En ese período yo era alcalde y él era regidor. En el plano profesional era un
buen médico, muy dedicado a su profesión y de un gran espíritu de
cooperación. Poseía una gran capacidad de líder, lo que, posiblemente,
determinó su detención y posterior ejecución».

Quienes fueron sus pacientes, son unánimes en señalar sus méritos, entre los que
destacan sus grandes cualidades como clínico, su buen trato y calidad humana.

Hijo, esposo, hermano y padre amante de sus seres queridos, siempre mostró gran
preocupación por la suerte de sus familiares. Entre sus hermanas, había una no
vidente, la que estuvo siempre bajo su protección y ayuda. Cuidó a su madre, que
padeció de un cáncer durante largos años, hasta su muerte. Todas sus actividades
extralaborales y sus aficiones al mundo de las artes y la ciencia, las abrió hacia toda su
familia, compartiéndolas día a día.

NADA QUE OCULTAR

Después del golpe militar de 1973, consciente de su conducta irreprochable, continuó


su ritmo habitual de vida. A pesar de las advertencias formuladas por sus amigos en el
sentido de que podría correr peligro, él insistió en que nada tenía que ocultar y temer,
ya que no había realizado ninguna actividad que pudiera considerarse punible, ni
antes, ni en el nuevo contexto político que se vivía por entonces.

No obstante, transcurridos once meses del régimen militar, fue detenido, sin orden de
arresto alguna, e inmediatamente ejecutado, sin cargo ni juicio.

El 13 de agosto de 1974, el doctor Héctor García llegó al Hospital de Buin visiblemente


nervioso y cansado.

Un grupo de ocho personas de civil y dos carabineros se habían presentado a las cinco
de la madrugada en su domicilio con el fin de interrogarlo... Las preguntas versaron
sobre una presunta reunión que se realizaría en la localidad, la distribución de unos
panfletos y un supuesto viaje programado para el extranjero.

Testigos cuentan que los efectivos policiales que llegaron esa noche hasta su hogar,
discutieron la posibilidad de llevarlo inmediatamente detenido para continuar el
interrogatorio en una dependencia policial. Finalmente, decidieron postergar todo para
otra ocasión.

Al día siguiente acudió como siempre, a su lugar de trabajo. Ese día llegó a las 8:32.
La tarjeta del reloj control marca su llegada, constituyéndose en una prueba que
acredita su ingreso al Hospital de Buin. Testigos que presenciaron los hechos,
recuerdan que se le veía alterado por los acontecimientos ocurridos en su casa en la
madrugada, e incluso solicitó a una de sus asistentes un calmante y una laxa de café.

Eran apenas las 9:30 horas, cuando los efectivos, esta vez de ejército, irrumpieron
violentamente en sus oficinas, conminándole a acompañarlos hasta un lugar que no
mencionaron. El trato era agresivo, hasta grosero, dicen los testigos.

El doctor García solicitó entonces autorización para informar a sus familiares, petición
que fue denegada.

En medio de la consternación de sus compañeros de trabajo y de sus pacientes, fue


sacado del Hospital, apuntado por fusiles y metralletas y subido a un jeep descubierto.

El personal del Hospital, testigo de la detención, recuerda esos momentos con


aflicción. Estaban ciertos que esta partida implicaba la posibilidad de no verlo nunca
más, de acuerdo a los hechos que se sucedían a lo largo del país.

Presagiaban lo peor. No desconocían la violencia ejercida por los militares. A esas


alturas, ya se sabía bien de situaciones de detención y desaparecimiento.

El doctor García fue llevado de inmediato al recinto militar de Cerro Chena,


dependencia del Regimiento de San Bernardo, junto a Jorge Lamich, también
socialista, que corrió la misma suerte.

Minutos después de su detención, personal del Hospital de Buin puso en antecedentes


de lo ocurrido a su esposa. Ella acudió de inmediato a un general de ejército en retiro.
amigo de la familia, y haciéndose acompañar de él y del abogado Gilberto Moreno,
partió al Regimiento de San Bernardo. Allí fueron atendidos, a las 10 de la mañana,
por un capitán que no se identificó, pero que se desempeñaba como ayudante del jefe
del recinto militar, quien manifestó desconocer los hechos.

Luego acudieron bástala Gobernación de Buin. El capitán de carabineros Nelson Bravo,


quien en esos momentos sustituía al Gobernador titular, los recibió. La diligencia no
tuvo resultado alguno. El capitán expresó desconocer absolutamente lo ocurrido. El
entonces Alcalde de Buin, de apellido Amengual, con quien también se entrevistó la
esposa, restó importancia a la detención y aseguró que todo se resolvería
positivamente.

ASESINARON AL DOCTOR
Al día siguiente, el 14 de agosto de 1974, a las 14 horas, se tuvo conocimiento de su
muerte. Fue el capitán Nelson Bravo, quien informó a Cándido Gracia Olano, cuñado de
la víctima, que debía pasar a retirar las pertenencias del doctor. Sin darle mayor
explicación, el oficial se limitó a entregar la documentación y la argolla matrimonial.

A insistencia de Cándido Gracia, el capitán finalmente accedió a informar que el doctor


había sido ultimado por «intento de agresión a un conscripto y fuga».

La versión de su muerte, de la cual no existe constancia en ningún documento, carece


en absoluto de credibilidad. Un testigo de la detención, comentó al respecto:

«Un hombre de su envergadura, con las manos atadas y con diez,


ametralladoras a su alrededor, es imposible que tratara de escapar. Además,
el balazo en la frente y el otro precordial, demuestra que se trató de un
asesinato a mansalva».

Cándido Gracia, por su parte, expresa serias dudas de la versión oficial que habla del
intento de agresión y fuga.

«Ello resulta incompatible con el temperamento de la víctima, que era un


hombre de trato dulce, tranquilo, quejamos tuvo altercado con nadie.» El
mismo insiste, también, en el hecho de que en una reyerta no se dispara entre ceja y
ceja y al corazón.

Además, hay que considerar que al momento de la ejecución, el doctor contaba con 50
años y poseía una salud muy frágil. Sufría de diabetes, de la enfermedad de Menier y
de hipertensión arterial.

Antes de la detención, corría una serie de rumores en su contra; rumores que salieron
a la lux sólo después de conocerse la muerte y que se referían, por ejemplo, a que él
habría tratado de envenenar el pan de Buin y que poseía una imprenta clandestina en
el subterráneo de su casa, pese a que ésta ni siquiera tenía subterráneo. En resumen,
se había orquestado una campana en su contra.

Sus restos fueron enviados al Instituto Médico Legal de Santiago, en donde se


confirmó que habían sido remitidos desde el Regimiento de San Bernardo. El
certificado de defunción extendido el 15 de agosto de 1974. estipula que el deceso se
produjo a las 10:30 horas, del día 13 de agosto de 1974, debido a heridas de bala en
la región toráxica y en la región frontal del cráneo.

Los familiares que se encargaron de rescatar su cuerpo constataron claras evidencias


de tortura. El cuerpo mostraba hematomas en todas partes. Las manos se presentaban
destrozadas, sin uñas y quemadas; además en su cuello se advertían quemaduras.

La Comisión Verdad y Reconciliación señala que el 13 de agosto de 1974 fueron


muertos Héctor García y Jorge Lamich. Expresa que fueron golpeados y ejecutados en
el Cerro Chena de San Bernardo, en presencia de la tropa.

Más adelante, el informe agrega que el gobierno militar informó a la Comisión


Interamericana de Derechos Humanos que Lamich había sido muerto, al igual que
otras tres personas, en diferentes fechas y circunstancias, como resultado de
enfrentamientos con «policías o agentes de seguridad», atribuyéndoles a dichas
personas «actividades delictuales, subversivas o de sabotaje». Nada se dijo
sobre las causas de muerte del doctor García.
La Comisión Verdad y Reconciliación concluye que ha llegado a la convicción de que
ambos fueron ejecutados por personal del ejército, sin que haya existido
enfrentamiento alguno en que estuviesen comprometidos, por lo cual son víctimas de
violaciones a los Derechos Humanos, que comprometen la responsabilidad del Estado.

EL PUEBLO LO DESPIDE

El velatorio y el funeral del doctor García fue masivo. El pueblo de Buin, sus amigos,
sus pacientes, sus colegas, sus compañeros de trabajo y acción social lo acompañaron
hasta su última morada.

La masiva presencia se convirtió en una de las primeras expresiones de protesta ante


la injusticia imperante en el país. Pese a las condiciones represivas, la gente del pueblo
salió de sus casas para rendir un vivo homenaje a un querido, ilustre y respetado
vecino.

El 16 de agosto de 1974 tuvo lugar el funeral. La policía entorpeció e incluso negó el


paso del séquito fúnebre por el centro de la ciudad. Además, la policía exigió a muchos
de los allí presentes la documentación y controlaba las patentes de los vehículos.

El hostigamiento y acoso represivo no se detuvo ahí. El hogar de la familia fue


nuevamente allanado. El 20 de agosto de 1974, su viuda presentó un recurso de
amparo en su favor y en el de sus cuatro pequeñas hijas: Pamela, María Emilia,
Andrea y Cecilia.

La muerte del doctor García provocó profundos e irreparables daños en la familia.


Significó la insustituible ausencia paterna para sus hijas, que al momento de los
hechos contaban con apenas 14, 10, 7 y 6 años de edad; graves alteraciones nerviosas
en su esposa y la total indigencia para su hermana no vidente.

Las respuestas a muchas interrogantes quedaron siempre truncas, manifiesta la


familia. Pero, pese a los esfuerzos por difamarlo, nunca han dejado de realizarse en
Buin, oficios religiosos y homenajes a su memoria, a la memoria

del colega, amigo, regidor, rotario, bombero, hermano, padre, apoderado, colaborador
de instituciones religiosas, de clubes deportivos; en fin, diversos homenajes al que
fuera el ilustre vecino y Regidor de la localidad de Buin.

Sea éste un homenaje más, para un hombre víctima de la irracional violencia y la


mano asesina.

HÉCTOR VICTORIANO GARCÍA GARCÍA


Muerto. San Bernardo, agosto de 1974.

Héctor García de 50 años de edad, era casado y tenía cuatro hijos. Era médico del
Hospital de Buin, de la Cruz Roja y de Bomberos y militante del Partido Socialista.
El día 13 de agosto de 1974 fue detenido en el Hospital de Buin por militares
pertenecientes a la Escuela de Infantería de San Bernardo. Fue llevado al mismo
recinto donde fue ejecutado junto a otras personas.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

La relación con su madre era muy afectiva y de gran responsabilidad. Tanto es así, que
antes de partir a Cuneo. hizo instalar una peluquería para que su madre la
administrara, de manera que tuviese ingresos económicos suficientes.

TREN DE LA SALUD

El dirigente, doctor Manuel Almeyda, recuerda al doctor González, como un hombre


muy trabajador y de una gran capacidad de entrega.

«Conocí a Eduardo durante su internado en el Hospital José Joaquín Aguirre,


donde le correspondió trabajar bajo mi dirección. Puedo dar testimonio de su
dedicación y acuciosidad en el trabajo y estudio, que le permitieron
distinguirse por sus conocimientos adquiridos y por la responsabilidad en el
desempeño de su labor profesional...

Pocos años después, volvía encontrarme con él en Cuneo, cuando yo recorría


la zona sur en el Tren de la Salud, en el verano de 1973.
Allí conocí su pensamiento político y su compromiso con la construcción
socialista que se acometía. Pude advertir el gran prestigio del que gozaba
como político y como médico en la zona. Visité el hospital y revisando las
fichas clínicas, con satisfacción, comprobé que mi alumno seguía siendo tan
dedicado, acucioso y responsable en Cunco, pueblo pequeño de la provincia
de Cautín, como en el hospital Clínico de la Universidad de Chile».

La esposa del doctor González, Natacha Carrión, también de profesión médico,


trabajaba junto a él.

La doctora Haydée López, entonces Directora Zonal de esa zona de salud, señala que
sus recuerdos del doctor González se remontan por allá por el año 1968. Ese año llegó
a Cunco junto a su esposa Natacha.

En Cunco, el hospital estaba en muy malas condiciones, pero existía una vieja y
ruinosa casona, a punto de derrumbarse. La primera actividad del doctor fue movilizar
a todo el pueblo, a los campesinos y propietarios de fundos. para exigir la construcción
de un nuevo hospital. Consiguió el sitio de esta casa abandonada y aunando esfuerzos
logró la construcción de un hospital de emergencia.

Otro rol que cumplió fue su quehacer en los asentamientos campesinos de la zona.
Formaba monitores de salud. Les enseñaba curaciones de heridas, colocación de
inyecciones y en fin, todo lo básico, de manera que pudiesen asistirse en aquellos días
de invierno cuando las permanentes lluvias y crecidas de ríos aíslan los poblados.

Una de sus colaboradoras cercanas, que además trabó una gran amistad con el
matrimonio, conoció sus grandes virtudes, como también las de su esposa. Dice: «El
matrimonio, además de trabajar juntos en el quehacer de la salud, se
mostraba siempre disponible para integrarse a cualquier tipo de labor que se
les solicitara. Así es como ellos participaron en las tareas de salud de los
comités campesinos, por ejemplo. En este medio fueron siempre requeridos
por sus grandes condiciones humanas. Poseían la virtud de no hacer
diferencias entre la gente...»

«Instauraron un sistema de trabajo centrado en los valores de igualdad y


justicia social. Y ello lo palpaban los campesinos directamente. Se nutrían de
la expeirencia y el conocimiento del doctor, para luego colocar en práctica
este saber, logrado gracias a la abierta relación entre el profesional y los
hombres de la tierra. Obviamente, esto incomodaba a. los patrones y dueños
de los fundos, que veían a este matrimonio como activistas contrarios a sus
intereses».

Muchos testimonios demuestran que Eduardo y Natacha, como tantos otros médicos
de ese período, ejercieron la medicina no sólo tratando la enfermedad, sino buscando
solucionar sus causales sociales.

MÉDICOS Y CAMPESINOS

El 11 de septiembre de 1973, sorprendió a la pareja de médicos en pleno trabajo junto


a los campesinos. Estos visualizaron la gravedad de los hechos acontecidos. Les
propusieron trasladarlos hasta la frontera con argentina. Algunos relatos que
construyen la historia en Cunco, señalan que los carabineros de la zona también
ofrecieron su colaboración para sacarlos del sector.

No obstante todos estos ofrecimientos, ellos decidieron continuar con la orden que les
habían impuesto inicialmente y que era presentarse para firmar un registro en la
Comisaría de Cuneo. Tenían que hacerlo mañana y tarde. También tenían que soportar
que su domicilio particular fuera vigilado permanentemente por personal militar.
Natacha esperaba su segundo hijo. Estaba en los últimos meses de su embarazo.

El 14 de septiembre de 1973 fueron detenidos por personal de Carabineros en el


mismo hospital de Cuneo, hecho presenciado por los trabajadores del hospital. Su
pequeño hijo quedó solo en la casa. Fue el chofer de una ambulancia quien lo trasladó
hasta la casa de la nana, donde permaneció hasta que su abuela materna se lo llevó y
lo cuidó durante dos años, mientras su madre estuvo presa.

HELICÓPTEROS A TEMUCO

Un helicóptero de la base aérea de Maquehue en Temuco, con personal de la fuerza


aérea de Chile, fue a buscar al doctor González a la Comisaría de Cuneo para
trasladarlo a Temuco. Antes de partir, le preguntaron si quería algo y él
respondió: «Ver a mi hijo César».

Y lo vio. Fue la última vez que pudo mirar a su pequeño hijo.

El estaba mal a causa de los golpes. Su contextura era frágil. Su propia esposa le curó
las heridas.

Una vez en Temuco, el matrimonio prisionero fue separado. Ella fue a dar a la cárcel
de mujeres, condenada a tres años y 61 días de cárcel, y de él nunca más se supo.

Una nebulosa cubre la llegada a Temuco. Se puede decir con certeza, que permaneció
en la base aérea de Maquehue. Su hermano. Alejandro, lo constató el día 19 de
septiembre de 1973. Cuando fue a preguntar por Eduardo, lo atendió un señor que
respondió que nunca estuvo en dicho recinto ninguna persona con el nombre indicado.
Pero en ese preciso momento, se acercó otro militar de la FACH, que dijo: «Lo que
pasó con su hermano es que se les pasó la mano, y usted no haga más
preguntas; retírese de aquí inmediatamente, porque si no le puede ocurrir lo
mismo...»

Otro testimonio entregado por el hijo de una de las pacientes del doctor González dice:
«al doctor lo arrojaron al lago Collico, y antes le abrieron el vientre con un corvo para
evitar asi que emergiera a la superficie».

Ese fue el destino de muchos campesinos y mapuches de la región.

Algunos amigos del matrimonio, regresaron a Cunco para indagar y obtener más
información sobre lo ocurrido en la zona, días después del golpe militar. Civiles, al
parecer, hicieron denuncias en contra del doctor González. Incluso se dijo que
funcionarios del mismo hospital, proporcionaron información respecto del quehacer en
el recinto hospitalario.
Hasta ahora, las gestiones realizadas no han dado resultados positivos. Un recurso de
amparo quedó interpuesto en la Corte de Apelaciones de Temuco. La señora Marta
Galeno, madre del doctor, solicitó a los tribunales abrir un sumario y una exhaustiva
investigación. Pedía a la justicia oficiar al Ministerio del Interior. Defensa, Jefe de Zona
en Estado de Sitio, Jete del Comando de Aviación de Temuco, a fin de que indicaran
causales de la detención y el lugar en que se le mantenía. Solicitaba, también, oficios a
postas y hospitales de la región, oficios a la Dirección de Inteligencia Nacional y al
Instituto Módico Legal...

La denuncia por presunta desgracia presentada en el Juzgado de Letras, no logró


establecer su paradero.

NO HE PERDIDO LA ESPERANZA

Su madre se ha quedado con los recuerdos y aquellas palabras que siempre Eduardo le
mencionaba: «A nosotros nos costó tanto luchar por la vida, por qué no vamos
entonces a ayudar a otros pobres.» Muy afectada por el desaparecimiento de su
hijo, vive con una gran amargura, efectuando todo tipo de acciones para encontrarlo y
aún pensando que está en algún lugar: «una madre nunca pierde la esperanza»,
señala.

El Informe de la Comisión Verdad y Reconciliación, expresa haber recibido


antecedentes de testigos que acreditan la presencia del doctor Eduardo González en la
Base Aérea de Maquehue y agrega que se formó la convicción de que fue víctima de
una grave violación a los Derechos Humanos por parte de agentes del Estado,
responsables de su detención y posterior desaparición.

El doctor Eduardo González tenía 31 años a la fecha de su detención.

MANO A MANO CAMPESINA

Natacha Carrión, su esposa, vivió su segundo embarazo en la cárcel de mujeres y ahí


nació su segundo hijo. Fue ayudada en el parto, por una matrona que también estaba
en calidad de prisionera. Ambas, tras las murallas de la cárcel, fueron capaces de
hacer emerger la vida. En silencio, dieron protección entre sus brazos a esa pequeña
vida que lograba vencer el horror y la muerte.

Fueron los campesinos quienes cuidaron a Natacha durante su permanencia en la


cárcel. Ellos se organizaban para llevarle alimento, abrigo y ropita para la guagua.
Hasta una estufa recibió cuando el pequeño niño nació.

Dos años después, Natacha y sus dos hijos salieron al exilio. Partieron con destino a
Bélgica, desde donde no volvieron.

EDUARDO GONZÁLEZ GALENO


Detenido Desaparecido. Temuco, septiembre de 1973.
Eduardo González de 31 años, casado, padre de dos hijos, el menor póstumo. Médico,
Director del Hospital de Cunco y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR). El 14 de septiembre de 1973 fue detenido en su lugar de trabajo, junto a su
cónyuge, por efectivos de la Fuerza Aérea de Chile. Trasladado a la Tenencia de
Carabineros de Cuneo y desde allí llevado en un helicóptero de la Fuerza Aérea a la
Base Aérea de Maquehue, donde fue visto. Desde entonces, permanece desaparecido.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

ARTURO ENRIQUE HILLERNS LARRAÑAGA


Fecha de Nacimiento: 16 de diciembre de 1943
Médico Cirujano. General de Zona.
Inscripción Colegio Médico: 7.091
DETENIDO DESAPARECIDO

Arturo Enrique Hillerns desempeñó el cargo de Jefe del Programa de Salud Rural de la
Novena Zona de Salud, con base administrativa en Temuco. hasta el 11 de septiembre
de 1973. Ese día. él y su esposa fueron suspendidos de sus funciones laborales.

Al día siguiente, el 12 de septiembre, el doctor Arturo Hillerns, fue requerido por un


bando militar. Las radios trasmitieron el llamado para que se presentara, junto a otros
funcionarios de reparticiones públicas. De acuerdo al llamado, debían presentarse en el
Regimiento Tucapel de Temuco.

El doctor respondió a tal convocatoria y se presentó.

Interrogado respecto de sus funciones en el Servicio Nacional de Salud, se le manifestó


que no había cargos en su contra y que podía abandonar la ciudad, si así lo deseaba.

«No teníamos la intención de dejar Temuco. Nada temíamos. Nunca habíamos


hecho nada incorrecto», expresa la esposa, Maritza Eltit.

Tres días después, el 15 de septiembre de 1973, aproximadamente a las dos de la


madrugada, el domicilio de la familia Hillerns fue allanado por una patrulla de
carabineros de la Segunda Comisaría de Temuco. Alrededor de 20 efectivos policiales
participaron en el operativo, efectuado sin orden de autoridad competente y sin
mayores explicaciones. En la casa vivía el matrimonio, los suegros (don Emilio Eltit y
su esposa Inés Spielman) y Jaime Eltit, hermano de Maritza.

ME LLEVAN LOS LIBROS


Los policías registraron toda la casa e interrogaron a todos los que allí estaban esa
noche. Preguntaban por el paradero de Jaime Eltit, cuñado del doctor Hillerns. Algunos
de los policías salieron de la casa llevándose libros de medicina. Ante tal circunstancia,
el doctor les preguntó por qué se los llevaban.

De inmediato, uno de los oficiales le pidió la identificación y tras pronunciar su nombre


en voz alta. el uniformado le respondió que también era buscado y que debía
acompañarlo.

Cuando el doctor Hillerns preguntó por la orden de arresto, otro efectivo gritó: «¡Esta
es!», apuntándole con su metralleta.

Arturo tuvo entonces que vestirse rápidamente, esta vez custodiado por dos policías,
mientras otros dos aconsejaban a la esposa no tener miedo, asegurándole que nada
sucedería. Le dijeron además, que lo trasladarían hasta la Segunda Comisaría y que
saldría en libertad tras la firma de un documento.

Fue subido a un camioneta blanca, sin patente. Ocurrido el secuestro, la familia intentó
comunicarse con el resto de los familiares. No fue posible. La línea telefónica de la casa
había sido cortada por los policías.

Entre los carabineros que participaron en el operativo, se identificó al teniente Osvaldo


Muñoz.

LA BÚSQUEDA

En cuanto se levantó el toque de queda, Maritza Eltit se presentó en la Segunda


Comisaría de Carabineros. El guardia de tumo le aseguró que no registraban ningún
detenido de apellido Hillerns. El doctor Plácido Flores, médico de la institución de
Carabineros, hizo indagaciones e incluso verificó en las celdas. Regresó muy alterado,
afirmando que no estaba.

El mismo doctor Flores fue a hablar con el fiscal, quien respondió: «El secuestro fue
hecho por extremistas disfrazados de Carabineros»

Luego vino la búsqueda. Visitaron diversos recintos de detención; incluso el Regimiento


Tucapel. No había información alguna. Entretanto, Jaime Eltit había estado bajo arresto
domiciliario en Santiago desde el 13 de septiembre, siendo trasladado a Temuco. en
calidad de detenido, el 7 de octubre. Los familiares lo visitaron en el Regimiento
Tucapel, desde donde también desapareció.

Al día siguiente del allanamiento y detención del doctor Hillerns, es decir, el día 16 de
septiembre de 1973. el diario Austral de Temuco traía en sus páginas una inserción
con el Bando Nº1 de la Comandancia de la Guarnición de Temuco. Informaba que el
doctor Hillerns se había fugado cuando era trasladado de su domicilio al grupo Número
3 de Helicópteros de la FACH. Lo firmó el entonces coronel de ejército. Pablo Iturriaga
Marchesse.

Nadie creyó ni nadie cree en la versión de la fuga, sobre todo por los antecedentes
respecto de la personalidad de la víctima y la fuerza desplegada en el secuestro.
Resulta revelador, que las autoridades de la época no hayan continuado las
investigaciones sobre esta supuesta fuga. No hubo, con posterioridad a la fecha de la
detención, ningún allanamiento ni gestión en contra de los familiares. Tampoco
investigaron la comisión de delito.

La Comisión Verdad y Reconciliación, expresa que le resulta inverosímil la versión


oficial y dice:

«A esta Comisión le consta que el doctor Hillerns fue detenido por cerca de
una veintena de efectivos policiales, seguidos de varios vehículos, en horas de
toque de queda y en un momento en que la ciudad estaba fuertemente
custodiada, elementos todos que hacen altamente improbable que el detenido
intentara una fuga y más aún que hubiera tenido éxito en ella».

La Comisión Verdad y Reconciliación concluye que se ha formado la convicción que


Arturo Hillerns fue detenido por agentes del Estado y hecho desaparecer por éstos, en
un acto de grave violación a sus derechos humanos.

COMPROMISO DE SERVICIO

Todas las personas que tuvieron alguna relación más o menos estrecha con Arturo, lo
recuerdan como un hombre generoso, solidario, hogareño y con una actitud ante la
vida, de compromiso y entrega.

Arturo Hillerns estudió Medicina en la Universidad de Concepción, donde fue dirigente


de la Federación de Estudiantes; coetáneo de Luciano Cruz, Miguel Enríquez y Bautista
Van Schouwen, muchas veces discrepó con ellos porque entonces él era demócrata
cristiano. Pero también compartió con ellos muchas luchas con metas comunes, pues
en esos tiempos se podía discrepar, sin ser enemigo de quien pensaba en forma
diferente.

Llegó a Puerto Saavedra con un equipo de trabajo, aún antes de recibirse, a fines de
1967. Permaneció ahí hasta 1972. Se casó en ese período con Maritza Eltit, quien era
la asistente social del equipo. En el año 1969 obtuvo su título de médico.

La doctora Haydée López, quien fuera su amiga y durante un tiempo su jefe directa, en
la Zona de Salud de Malleco Cautín, señala:

«Arturo creció y se formó en un ambiente cristiano. En la Universidad formó


parte de una comunidad que se mantuvo hasta después de graduarse; había
en ella médicos y otros profesionales que tenían como opción común, el
compromiso con los más pobres. El llegó a Puerto Saavedra con su
comunidad, y a pesar de tratarse de un grupo de relaciones muy igualitarias y
horizontales, él se destacaba por su carisma y su entrega. Para Arturo, la fe
cristiana no era una fórmula ni un rito, sino que ella se expresaba en un
compromiso de servicio a los demás, sin limitaciones. De partida, entregaba
atenciones técnicamente eficaces, oportunas y respetuosas de cada persona;
atendía enfermos y se multiplicaba para trabajar con grupos campesinos
haciendo educación y formación en salud. Con su comunidad, usaron el
método de Pablo Freiré para enfrentarlas necesidades de salud y bienestar
detectadas en la realidad campesina mapuche».
Un amigo y colega, el doctor Jorge Barudi que lo reemplazó en Puerto Saavedra,
recuerda:

«Con posterioridad al golpe militar, luego de ser detenidos en el Hospital de


Puerto Saavedra, fuimos trasladados hasta la cárcel de Temuco. En el trayecto
subieron a muchas otras personas, entre ellos, el director del Hospital de
Carahue, doctor Luis Alberto Barra y los médicos de Nueva Imperial, doctores
Miguel Ángel Solar y José Venturelli.

«En la cárcel de Temuco se nos encerró en celdas separadas. Nos


incomunicaron. Antes de entrar en esta fase de la detención, por intermedio
de uno de los guardias, envié un mensaje al doctor Hillerns para explicarle
nuestra situación. Le pedimos ayuda para contactar a mi padre, abogado, con
la esperanza que pudiera intervenir a nuestro favor. Arturo recibió la nota y
me hizo llegar un poncho para cubrirme. Ese gesto, que consolida al hombre
en su imagen de plenitud solidaria, me sacó de ese ambiente, de ese mundo
siniestro en el cual estaba. Me logró conectar a la vida».

¿POR QUE?

La señora Elena Larrañaga Opazo, madre del doctor Hillerns realizó en dicha época
innumerables gestiones judiciales para dar con el paradero de su hijo. También, en su
desesperación, reunió gran cantidad de testimonios de amigos y personalidades que
conocieron de cerca al joven médico. Esperaba que esta documentación tuviera valor
frente a las nuevas autoridades.

Entre otras tantas acciones, la madre interpuso un recurso de amparo, que fue
denegado por la Corte de Apelaciones de Temuco. (21-9-78).

Tras las declaraciones que formulara el Ministro del Interior del régimen militar y que
se referían a que correspondía a los tribunales de justicia investigar la verdad concreta
respecto de los hechos ocurridos y denunciados, la señora Elena Larrañaga volvió a
interponer un recurso de amparo, animada por esas declaraciones

No obstante, los tribunales se negaron a tramitar el amparo. Aducían el tiempo


transcurrido entre los hechos y la presentación del escrito.

Este razonamiento por parte de la justicia, originó una serie de críticas en el


movimiento de promoción y defensa de los Derechos Humanos. Seguramente ha sido
la primera vez que una Corte de Apelaciones se haya inhibido del conocimiento de un
recurso de amparo, dando como argumento la distancia de tiempo entre los hechos y
la petición de investigar.

La Corte Suprema puso las cosas en su lugar y el tribunal, por tanto, conoció el
amparo. La resolución, sin embargo, no fue más allá. El comisario, mayor Osvaldo
Muñoz, informó al tribunal que no obraban en su poder antecedentes ni conocimientos
sobre lo solicitado.

Otra de las acciones de la señora Elena, tiene que ver con su recolección diaria, cual
hormiguita, de testimonios que de acuerdo a su esperanza, podían influir para obtener
la libertad de su hijo. Entre estos testimonios, destaca el del padre Pedro Azocar
Chavez, SSCC, párroco universitario de Concepción, quien resume la acción social
ejercida por el doctor en los más diversos ámbitos y dice.

«Arturo, siendo estudiante de Medicina, ingresó a la Asociación Universitaria


Católica, AUC, en el año 1962. Desempeñó diversos cargos y
responsabilidades hasta llegar a ser su Presidente Diocesano en los años
1966 y 1967. Durante sus años de estudios de Medicina, organizó y dirigió el
Policlínica ubicado en la localidad de Agüita de la Perdiz, en Concepción.
También realizó y organizó servicios médicos en Isla Mocha y participó en la
atención de un club de abstemios de Hualpencillo».

«Obtenido su título de médico, se desempeñó en la localidad de Puerto


Saavedra, estableciendo postas rurales para la atención de campesinos y
reducciones indígenas».

«Su proyecto de vida, estaba ligado a la liberación y ala salud integral de su


pueblo y no a ganar dinero o hacer carrera como médico», agrega el padre
Pedro Azocar.

SALUD PARA MAPUCHES Y CAMPESINOS

Durante el período en que el doctor Hillerns fue Director del Hospital de Puerto
Saavedra, trabajó arduamente para lograr ampliar los servicios de la salud hacia el
sector de los campesinos y mapuches.

El doctor Jorge Barudi, señala:

«A pesar de que el hospital sólo disponía de 30 camas, contaba con un


personal altamente calificado. Ellos habían sido formados por el doctor
Hillerns, Dicho hospital no tenía luz eléctrica. Las dificultades eran grandes,
pero nos encontrábamos en una especie de mini sociedad donde se hacía
realidad lo que nosotros habíamos esperado; es decir, las posibilidades de
trabajar en un colectivo donde las personas pudieran ser respetadas en sus
diferencias, valoradas en sus capacidades, y con posibilidad de participación
democrática en la gestión del hospital y en el desarrollo de los programas de
salud».

«Es importante decir que el doctor Hillerns era conocido y se hablaba de él,
sobre todo, por haberse comprometido en la entrega de sus servicios como
médico a los sectores más populares y postergados», expresa el doctor Barudi.

Arturo Hillerns tuvo un liderazgo marcado entre los médicos generales de zona.
Organizó y fue presidente de un colectivo de médicos zonales, de Concepción a
Llanquihue.

En su breve permanencia en Puerto Saavedra, logró establecer una gran vinculación


con organizaciones populares de campesinos. Ello le trajo la animosidad de sectores
latifundistas, que lo acusaron de activista. En 1972 fue detenido por carabineros. En
esa ocasión, su casa fue saqueada por la policía. Al no comprobarse ninguna de las
acusaciones, quedó en libertad.

Su colega. Gloria Vásquez, quien fuera muy amiga de él, recuerda:


«Era de una personalidad dulce, tierna, atractiva, un caballero, una persona
de trato distinguido, cortés, simpático y además muy atractivo. Nadie podía
odiarlo. Su carácter tenía una condición de «ángel». El se destacó como
médico con un sentido tremendamente social. No era un político neto. Era un
hombre al cual todos le tenían cariño, especialmente por su capacidad de
escuchar a todos y entregarse a quienes le rodeaban cotidianamente».

El doctor Barudi agrega:

«Nunca dejó de ser el médico de todos. Recuerdo como anécdota, que en el


momento de mi detención, uno de los poderosos que acompañaba a la
patrulla de Carabineros, dijo: desgraciadamente, el doctor Hillerns y ustedes
dos nos salieron subversivos, siendo buenos médicos».

Una semana después del golpe militar, llegó hasta el Hospital de Puerto Saavedra un
anestesista, procedente de Temuco. Era un medico de la Armada. No llegó solo. Lo
acompañaban alrededor de ocho carabineros y dos o tres civiles. Un día, el grupo
procedió a llamar y reunir al personal del hospital en uno de los pasillos del recinto.
Con las metralletas apuntando, uno de los civiles rompió las murallas, arrancó los
decomurales. pateó las puertas y abrió los cajones de los escritorios.

La violencia ejercida llegó hasta los niños de la guardería del hospital, que lloraban
desconsoladamente. No se permitió asistirlos. El anestesista se sentó en el lugar
correspondiente al director y con el teniente de carabineros al lado, interrogó uno a
uno a todos los trabajadores allí presentes. La primera en pasar, fue la doctora Gloria
Vázquez a quien le dijo:

«Desde este instante está usted suspendida.» «¿Puedo hacer una


pregunta?,» dijo la doctora, a lo que el teniente contestó un rotundo NO...

Ese día despidieron a varios de los trabajadores del hospital. Se ponía así punto final a
la obra del doctor Hillerns: una gran organización de salud, basada en el trabajo
conjunto de los trabajadores de la salud y monitores de salud, que salían del mismo
pueblo y que estaban preparados para enfrentar los problemas más frecuentes y
atender las urgencias, especialmente durante los largos meses de invierno, meses en
que los campesinos e indígenas quedan totalmente aislados del hospital.

HILLERNS HIJO, MEDICO

El matrimonio compuesto por el doctor Arturo Hillerns y la asistente social Maritza Eltit,
tuvo un solo hijo, el que a la fecha de la detención de su padre, tenía tan sólo cuatro
meses. Madre e hijo debieron exiliarse. Vivieron diez años en México.

Nuevamente en Chile, eligieron volver a Temuco. A los 18 años, Arturo Hillerns hijo,
continuaba los pasos de su padre al ingresar a la carrera de Medicina, en la
Universidad de Valdivia.
ARTURO ENRIQUE HILLERNS LARRAÑAGA
Detenido Desaparecido. Temuco. septiembre de 1973

Arturo Hillerns de 29 años. era casado y tenía un hijo. Médico de la Dirección Zonal del
Servicio Nacional de Salud, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR). Fue detenido el 15 de septiembre de 1973 en su domicilio, en horas de toque
de queda, por efectivos de la Segunda Comisaría de Temuco. Desde entonces no se ha
vuelto a saber de su paradero.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

HERNÁN ARTURO HENRIQUEZ ARAVENA


Fecha de Nacimiento: 27 de septiembre de 1937
Médico Cirujano. Salubrista.
Inscripción Colegio Médico: 5.841
EJECUTADO.

A medianoche del día 24 de septiembre de 1973, en la ciudad de Temuco, el doctor


Hernán Henríquez fue arrancado violentamente de su hogar y semi desnudo, arrojado
al piso de una camioneta descubierta, que su esposa vio alejarse rápidamente...

PROFESORES Y DOCTORES
Fue hijo de un modesto matrimonio de profesores provincianos, fíeles a las viejas
tradiciones del profesorado chileno, con amplia formación, muy dedicados al trabajo e
integrados a las organizaciones locales. Hernán recibió de ellos una sólida formación
educacional; siempre vivió en este medio, muy activo en el quehacer social, científico y
cultural, que le despertó inquietudes que lo llevarían, más tarde, a inclinarse por los
estudios científicos y posteriormente a ingresar a la Facultad de Medicina de la
Universidad de Concepción.

Su interés por la medicina social proviene del ejemplo de sus padres. Ellos mantenían
estrechos contactos con los sectores populares. Esta misma línea de acción se
profundiza, luego de integrarse al efervescente movimiento estudiantil por la reforma
universitaria, gestado al interior de la Universidad de Concepción.

Además, por aquella época, los planes de estudio de dicha facultad incluían el trabajo
en terreno, desde los primeros cursos. Todos estos factores, lo condujeron hacia una
sensibilización social y un compromiso cada vez más profundo, que lo llevan a ingresar
al Partido Comunista de Chile.

La doctora Haydée López lo recuerda así:

«Lo conocí por allá por los años 1966-1967. El llegó al Hospital de Angol,
desempeñándose allí como médico cirujano. Era muy trabajador, muy médico
del hospital. Rápidamente sus capacidades fueron observadas; las mismas
que lo llevaron a asumir los cargos de ayudante, sub-director y finalmente
director del Hospital de Temuco.»

Estando en este cargo, se vino a Santiago para especializarse en el área de la Salud


Pública. Una vez realizado este curso, regresó a Temuco a fines de 1972, asumiendo
como Zonal para las Provincias de Malleco y Cautín.

Pese a este alto cargo, recuerda la doctora Haydeé López, él era muy sencillo, de una
humildad casi extrema.

«No era un gran dirigente político, pero sí un líder en su trabajo. Tenía


capacidad de mando, de organizador y planificador al interior del servicio. Era
un funcionarlo, pero un funcionario eficiente y ordenado.»

En los meses previos al golpe militar, tuvo que realizar prácticamente milagros para
mantener en funcionamiento el servicio hospitalario, frente a las reiteradas huelgas y
presiones de los sectores opositores al gobierno del Presidente Allende.

El, al igual que otros jóvenes médicos, vieron en esta situación un desafío permanente
que puso a prueba sus capacidades, su creatividad y su compromiso social.

DETENIDO EL DOCTOR

Al 11 de septiembre de 1973, se desempeñaba como Jefe del Hospital de Temuco y


Jefe de la Décima Zona de Salud.

Ese día, él permaneció en su oficina, e incluso entregó su cargo voluntariamente el 12


de septiembre, al designado nuevo director, el doctor Jorge Verdugo Álvarez.
El 13 de septiembre, a través de un bando militar, fue llamado a presentarse a la
Intendencia de la Región. El respondió a tal llamado. Se presentó: Fue interrogado,
sumariamente por el coronel Pablo Iturriaga. No se le formularon cargos. Al parecer,
dicho llamado correspondió a una denuncia interpuesta por terceros.

Esa misma noche, a las cuatro de la madrugada, efectivos de carabineros allanaron su


domicilio. Se lo llevaron detenido. Al día siguiente fue trasladado a la cárcel de Temuco
y al subsiguiente, se le devolvió a casa bajo arresto domiciliario.

El lunes 24 de septiembre, a medianoche, los carabineros nuevamente se hicieron


presente en su casa. Desde allí fue sacado violentamente y a medio vestir. Llegaron
hasta el domicilio un total de seis personas, que vestían uniformes de carabineros y
que se movilizaban en una camioneta abierta no propia de los vehículos que utiliza
normalmente esa institución.

El doctor Henríquez había recibido una citación para comparecer ante la Fiscalía Militar
de Temuco el día 25 de septiembre de 1973, a fin de prestar declaraciones. Pero fue
secuestrado desde su hogar un día antes.

Su esposa, Ruth Kries, también de profesión médico cirujano, trató de intervenir. Fue
encañonada y amenazada. Testigos del hecho son los vecinos de la casa, ubicada en
una calle céntrica de la ciudad de Temuco: el doctor Flavio Zepeda y su esposa
Carmen, y el señor Tiburcio Saavedra y su cónyuge.

A partir de entonces, la doctora Kries inició la interminable peregrinación en búsqueda


de información acerca del paradero de su marido.

Desde las primeras horas del manes, acompañada de sus familiares, inició las
averiguaciones. Extraoficialmente, ella fue informada por un oficial de la fiscalía militar,
que se encontraba detenido en dependencias de la Fuerza Aérea. No obstante, ahí
negaron su detención.

La esposa visitó en dos oportunidades al doctor Jorge Verdugo Álvarez, visitas en las
cuales éste, junto a un funcionario de apellido San Martín, le afirmó que no había
cargos en contra del doctor Henríquez, aduciendo que: «como funcionarlo no tenía
fallas y que su honorabilidad era a toda prueba».

La Segunda Comisaría de Carabineros, le informó que efectivamente su esposo fue


detenido por personal de esa Unidad y que había sido transferido al Regimiento de
Infantería Número 8, Tucapel.

En este recinto militar, fue informada que no existía ninguna persona detenida con el
nombre de Hernán Henríquez. La misma información le fue dada en el Servicio de
Investigaciones, la Fuerza Aérea y Servicio de Prisiones.

Ante tales circunstancias, la doctora Kries regresó a la Segunda Comisaría de


Carabineros. Esta vez, sin embargo. se desconoció totalmente lo mencionado en
relación a la detención de su esposo, señalándole que nunca había estado allí.

El 26 de septiembre, la esposa obtuvo una entrevista con el comandante de la Fuerza


Aérea de Temuco. Concurrió acompañada de un hermano del afectado. El personero
les dijo que él solo sabía que el doctor Henríquez estaba muy implicado en las
actividades extremistas de la zona y que era uno de los principales impulsores del plan
destinado a eliminar a los oficiales y sus familias.
Ella tuvo, a esta altura de la entrevista, la impresión que no se investigaban hechos en
forma más o menos objetiva sino que tenían ya un juicio formado. Posteriormente.
esta autoridad les dijo que en realidad ignoraba el paradero del doctor y que
solamente sabía que estaba bajo arresto domiciliario; en seguida insinuó claramente,
que los que lo habían sacado de su domicilio pudieron haber sido personas disfrazadas
de carabineros.

El entonces fiscal, Alfonso Podlech Michaud, famoso por su frase «el mejor comunista
es el comunista muerto», contestó a la doctora Kries, cuando ella le consultó por su
marido, que «los enemigos de la patria no tienen derecho a tumba». 17 años más
tarde, en una entrevista a un diario santiaguino, refiriéndose a este mismo hecho,
dijo: «Lo que ocurre es una cosa muy simple: el comunismo, que está muy
bien organizado y que tiene expresiones, incluso aquí en la región, está
utilizando una serie de elementos, con el objeto de distorsionar la verdad y
transformarse en enjuiciadores. Ellos son ahora, inocentes palomas...»

A raíz de estas declaraciones, alzó su voz el ex alcalde de Curacautín, Gustavo Weiss,


que aseveró que el ex fiscal Podlech. en aquella época, tomó parte activamente en la
represión en las provincias de Cautín y Malleco, participando. incluso, en sesiones de
tortura.

Otro médico, que permaneció detenido en calidad de incomunicado en la Cárcel de


Temuco en el mismo período, aseguró, tras ser liberado, que escuchó en varias
oportunidades llamados que mencionaban al doctor Hernán Henríquez.

Personas que también pasaron por la cárcel de Temuco, dicen que fue requerido por la
Fuerza Aérea, siendo sometido a intensos interrogatorios en la base aérea de
Maquehue. En ese lugar concretamente, fue visto por el doctor Amado Mostajo. que en
ese entonces estaba detenido y que posteriormente, partió al exilio.

El doctor Hernán Henríquez padecía de una úlcera gástrica. Estando detenido habría
sufrido una hemorragia digestiva, por lo que tuvo que ser trasladado al hospital de
Pitrufquén, donde fue sometido a una intervención quirúrgica. Los compañeros de
prisión aseguran que enfermó a raíz del trato recibido.

El 6 de octubre de 1973 se publicó en el diario Austral de Temuco y en el diario El


Mercurio de Santiago, el bando Número 8 de la comandancia de la Guarnición de
Temuco. En este bando se declara, que en el recinto Número 3 de helicópteros de la
base aérea de Maquehue, fueron muertos Hernán Henríquez Aravena y Alejandro
Flores Rivera.

Según el bando, ambos trataron de organizar una fuga desde el lugar de la detención,
con ayuda del exterior. No fue detenida ninguna otra persona. Se informó, también,
que los cuerpos sin vida de ambos «extremistas» fueron enterrados, sin precisar el
lugar de ello.

En relación a este suceso, en aquella época no se interpuso recurso de amparo, ni se


realizó ningún tipo de gestión ante la justicia. Tras las constantes amenazas recibidas,
luego de sus numerosas indagaciones para dar con el paradero de su esposo, Ruth
Kries se asiló en la Embajada de Alemania y partió al exilio junto a sus cuatro hijos,
que entonces tenían siete, cinco, dos años y una guagua de meses.

Los padres del doctor, sin poder entender lo sucedido, quedaron prácticamente
paralizados de horror ante tal brutalidad. Pese a que esta familia era connotada y muy
querida en Temuco, nunca recibió explicaciones por parte de las nuevas autoridades. A
ellas acudieron en varías ocasiones. pero ni siquiera fueron escuchados. El padre murió
pocos años después, sin poder sobreponerse jamás.

El Obispo Bernardino Piñera y el Cardenal, monseñor Silva Henríquez, realizaron


múltiples gestiones, ninguna de las cuales arrojó resultado positivo.

La Comisión Verdad y Reconciliación, en su informe oficial emanado en el año 1991,


rechazó la versión de la autoridad y adujo cuatro argumentos:

«No resulta creíble que estando detenidos en un recinto militar, sin visitas e
incluso sin que se hubiese reconocido a sus parientes su permanencia en ese
lugar, los prisioneros hubiesen acordado un plan de fuga con personas al
exterior del recinto...»

«Las deterioradas condiciones físicas en que se encontraban los detenidos,


producto de las torturas a que habían sido sometidos y la estricta vigilancia
militar del recinto y los alrededores, hacen improbable la posibilidad de llevar
a cabo una acción de fuga...»

«Dada la fuerte vigilancia militar de la zona en ese período, resulta


inverosímil que los supuestos cómplices del exterior hubieran escapado sin
ser capturados».

Por último, la Comisión Verdad y Reconciliación señala que el doctor Hernán Henríquez
y Alejandro Flores Rivera, entonces funcionario del Hospital Regional de Temuco y
Presidente Regional de la Federación Nacional de Trabajadores de la Salud, FENATS,
fueron sacados por efectivos de la Fuerza Aérea, el mismo 2 de octubre, desde la base
de Maquehue con destino desconocido.

Tras este informe, la Comisión Verdad y Reconciliación expresa que le asiste la


convicción que Alejandro Flores y Hernán Henríquez fueron ejecutados por agentes del
Estado y víctimas de violaciones a sus derechos humanos.

RETORNO DESDE ALEMANIA

Tres de los hijos siguieron el ejemplo de su padre. Estudiaron medicina. En 1989


retomó desde Alemania Daniel Henríquez, y al poco tiempo se vino Ernesto, el menor.
Los hermanos mayores permanecen en Alemania.

Daniel expresa que lo sucedido, para él, es algo muy lejano. Tenía tan sólo dos años,
cuando ocurrió la desaparición de su padre.

«Yo escuchaba. Recuerdo que algunas veces tratamos de preguntarle a mi


mamá lo que había pasado, pero ella se ponía a llorar y eso, para nosotros,
era algo traumatizante. Así, el tema pasó a convertirse en tabú. Mis hermanos
tenían la película más clara...»

Mi familia en Chile y los amigos de mi padre, me han hablado de él. Me han


dicho que era flaco, flaco, muy flaco, muy tranquilo y muy mesurado. Pensaba
mucho antes de emitir una opinión...»
Mi niñez fue como una caja negra. No recuerdo nada,.. es raro...»

Poco después de llegar a Chile, Daniel entró a estudiar la carrera de Medicina en


Concepción. Pero no pudo responder a la exigencia universitaria. Había llegado hacía
poco y sufría, por tanto, los efectos del desarraigo, los efectos de ser un niño chileno
que creció en Alemania y que conocía muy poco o casi nada de Chile. Partió a Temuco
a vivir con su abuela. Conoció entonces los lugares por donde pasó su padre; la casa
desde donde lo secuestraron, la cárcel, los regimientos.

Daniel conversaba con quienes pudiesen proporcionarle información, hasta que hizo
crisis. Una vez repuesto, retomó el camino que se había trazado. Estudiar Medicina y
continuar al servicio de la salud en Chile

Recientemente, en 1989, los familiares pudieron obtener el certificado de defunción del


doctor Henríquez. Lo entregó el Registro Civil e Identificación de Temuco. En el
documento se especifica que falleció en un recinto militar de Temuco, a causa de
herida de proyectil. Se constata como fecha de muerte, el 5 de octubre de 1973.

Sus restos, no fueron entregados nunca a la familia. Sin embargo, sus familiares más
cercanos visitan constantemente el Cementerio de Temuco. No saben en qué lugar
preciso descansan sus restos, pero presumen y sienten que en algún lugar de allí,
está.

En 1990 el Colegio Médico de Temuco efectuó un homenaje en memoria de los


médicos víctimas de la represión militar en la zona. El acto se realizó en la casa en que
vivía el doctor Henríquez y desde donde fue secuestrado para ser posteriormente
asesinado.

Un año antes de que se cumpliera el plazo legal de prescripción de los delitos, la


familia Henríquez interpuso una querella en los tribunales de Temuco. Los
antecedentes pasaron a Valdivia y luego llegaron a Santiago. El caso quedó radicado
en la Corte Suprema.

La doctora Kries aún en Alemania, proyecta algún día volver a Chile; quiere volver a
Temuco y abrir un gran consultorio en la casa que habitaron, que lleve el nombre del
doctor Hernán Henríquez, para rendir así un homenaje a este valioso hombre, mientras
se hace justicia.

HERNÁN HENRÍQUEZ ARAVENA


Muerto. Temuco, octubre de 1973.

Hernán Henríquez de 38 años, era casado y tenía cuatro hijos. Médico cirujano. Jefe
Zonal del Servicio Nacional de Salud de las Provincias de Malleco y Cautín. Militante del
Partido Comunista. Se presentó voluntariamente a la Fiscalía Militar, quedando bajo
arresto domiciliario. Posteriormente fue detenido y trasladado a la Base Aérea
Maquehue. Ejecutado el 2 de octubre de 1973 por agentes de Estado.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)


RESISTENCIA A LA DICTADURA

«No eran terroristas ni antisociales».

«Las autoridades del país, en sus declaraciones oficiales, se refirieron a las personas
muertas o desaparecidas como delincuentes, terroristas, antisociales, sujetos
peligrosos para la sociedad. La prensa incorpora ese lenguaje, presume la culpabilidad
de estas personas y parte de la sociedad va incorporando estos conceptos, despojando
a las víctimas de su calidad de tales. Las familias reportan que la existencia de esta
denigración oficial y la imposibilidad de defender públicamente a sus seres queridos
constituye un daño difícil de reparar, ya que ha repercutido fuertemente en los hijos y
en la imposibilidad de vivir comunitariamente el duelo por muerte o ausencia».

(Informe Verdad y Reconciliación, relativo a los Derechos Humanos)

INTRODUCCIÓN

Cinco médicos detenidos desaparecidos, como consecuencia de violaciones a los


Derechos Humanos y dos médicos muertos víctimas de la violencia política en el país,
configuran en este tercer capítulo el efecto represivo sobre los médicos, que después
del golpe militar respondieron organizadamente ante los hechos acaecidos en Chile.

Los partidos de izquierda, que constituyeron la base política del gobierno de la Unidad
Popular, fueron inmediatamente desarticulados. El Decreto Ley No 77, de 1973,
aduciendo que «sobre el nuevo gobierno recae la misión de extirpar de Chile el
marxismo», prohibió, «por considerarlos asociaciones ilícitas, a los partidos Comunista,
Socialista, Unión Socialista Popular, Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU,
Radical, Izquierda Cristiana, Acción Popular Independiente y todas aquellas entidades,
agrupaciones, facciones o movimientos que sustentasen la doctrina marxista o que por
sus fines o la conducta de sus adherentes sean sustancialmente coincidentes con los
principios y objetivos de dicha doctrina».

No obstante, desde la clandestinidad se articularon igualmente redes políticas, que los


servicios secretos de seguridad persiguieron y reprimieron con facultades
prácticamente omnímodas, lo que les permitía atentar contra los derechos básicos de
las personas y emplear su poder para ocultar sus actuaciones y asegurar su
impunidad.

POR ENCIMA DE TODA LEY

Bautista Van Schouwen, alto dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria,


MIR, fue sacado violentamente de una casa parroquial y Gabriel Castillo secuestrado,
según los antecedentes, en el trayecto de su casa a su consulta médica.

Los casos de los doctores Carlos Lorca, Carlos Godoy, e Iván Insunza reúnen valiosas
pruebas acusatorias que inculpan al organismo policial secreto de seguridad, conocido
como DINA, que dirigió el general Manuel Contreras. Ante la justicia se presentó una
querella para esclarecer estos casos junto con el de otros 67, todos en la condición de
detenidos desaparecidos. Sin embargo, este proceso fue cerrado en virtud de la
jurisdicción y competencia de tribunales.

El Informe de la Comisión Verdad y Reconciliación señala que entre el período 1974-


1977, y sin perjuicio de la actuación de otros servicios de inteligencia, la represión
política estuvo a cargo, principalmente, de la Dirección de Inteligencia Nacional, DINA,
y enfatiza que en este período se dio el mayor número de desapariciones forzadas de
personas, método de eliminación practicado por la dictadura.

Los casos de detenidos desaparecidos del período 19741977 responden a un patrón de


planificación previa y coordinación central que revelan, en su conjunto, una voluntad
de exterminio de determinadas categorías de personas, aquéllas a quienes se atribuía
un alto nivel de peligrosidad política.

La acción represiva de los servicios de seguridad se dirigió preferentemente, en contra


del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, el partido Socialista y el partido
Comunista.

VÍCTIMAS DE LA CONTIENDA POLÍTICA

La Comisión Nacional Verdad y Reconciliación, señala en el capítulo destinado a


personas que cayeron o perecieron víctimas de enfrentamientos armados o en un
sentido general, víctimas de la situación de contienda política, que
«independientemente de la opinión que merezcan las ideas o las acciones políticas de
los que así cayeron y aunque tal muerte, en enfrentamiento, no puede calificarse en
rigor como violaciones a los derechos humanos, no cabe tampoco exigirle a nadie, ni
racional ni moralmente, que no se defienda frente a una captura que fundadamente
cabe temer, traerá aparejada la tortura y la muerte».

Este es el caso de Miguel Enríquez.

Con respecto al caso de Luis Alberto Barra, debemos señalar que se encuentra fuera
del mandato de la Comisión Verdad y Reconciliación. Esta no consideró como víctima
de la contienda política a quienes participaban en un asalto armado, u otro acto ilícito
similar, aunque se haya cometido bajo pretextos políticos y perecieran en el
intercambio de fuego con las fuerzas de orden que acudieron a aprehenderlos.

Sin embargo la Comisión de Solidaridad con Médicos Objeto de Represión lo incluye


aquí, ya que todo su accionar se desarrolla como respuesta a los hechos ocurridos bajo
el régimen militar.

Bautista Van Schouwen Médico General.


Vassey Miembro del Comité Central del MIR
Detenido Desaparecido.
Miguel Enríquez Espinoza Becado en Neurocirugía.
Secretario General del MIR.
Muerto en operativo militar.
Carlos Lorca Tobar Médico Internista.
Miembro de la Comisión Política del Partido
Socialista.
Diputado.
Detenido Desaparecido.
Iván Insunza Rascuñan Médico Internista.
Militante del Partido Comunista.
Detenido Desaparecido.
Carlos Godoy Lagarrigue Médico Salubrista.
Militante del Partido Comunista.
Detenido Desaparecido.
Gabriel Castillo Cerna Médico Psiquiatra.
Simpatizante Comunista.
Detenido Desaparecido.
Luis Alberto Barra García Médico General.
Militante del MIR.
Muerto en enfrentamiento
BAUTISTA VAN SCHOUWEN VASSEY
Fecha de nacimiento: 3 de abril de 1943
Médico Cirujano. Medicina
General Registro Colegio Médico: 6.812
DETENIDO DESAPARECIDO.

La mañana del 13 de diciembre de 1973, fuerzas de seguridad allanaron la Parroquia


de Los Capuchinos, ubicada en la calle Catedral, en pleno centro de la ciudad de
Santiago. El sacerdote de dicha parroquia, Enrique White, fue conminado a desalojarla
iglesia justo en momentos que efectuaba un bautizo. El padre White, junto a Patricio
Munita y Bautista Van Schouwen, ambos militantes del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, MIR, que permanecían en aquel recinto, fueron detenidos.

El padre White permaneció ocho días prisionero en un lugar secreto de detención.


Estuvo los ocho días encapuchado.

Casi dos meses después de desesperada búsqueda, la familia Munita encontró el


cuerpo sin vida de su hijo. Estaba en el patio de los NN del Cementerio General y
presentaba notorias evidencias de maltrato y torturas.

Desde esa misma fecha, Bautista Van Schouwen está desaparecido. Era un joven
médico, de 31 años en ese entonces, casado, padre de un hijo de 3 años y miembro de
la Comisión Política del MIR.

BAUTISTA Y "BAUCHI"

Su padre, don Bautista Van Schouwen, ingeniero químico, trabajó en las minas
salitreras del norte y a fines del año 1939, llegó a Santiago para estudiar inglés y así
poder trabajar en una compañía petrolífera en Argentina.

No obstante, este proyecto no se concretó. Al poco tiempo, en sus vacaciones, viajó a


Curacautín donde conoció a Carlota Vassey, hija de británicos establecidos en Chile.

En 1942 se casaron y partieron al norte, instalándose esta vez, en la localidad salitrera


de Peña Chica, donde trabajó como químico.

«Nunca lo hemos pasado mejor en la vida», señala don Bautista, quien recuerda
que en ese poblado sólo vivían 75 personas. Había sólo un cine, que cambiaba cada día
la película y cada día asistían los mismos espectadores. Ni siquiera había hospital, así
es que Bautista nació en la casa.

«Todo era como una manzana chica» continúa el padre. «Venía gente de
otras salitreras a compran Había mucho movimiento».

El mismo recuerda que un hombre tocaba una campana a cada rato. Así avisaba las
llamadas telefónicas y otros acontecimientos. Ese hombre se llamaba simplemente
Peñaroli; «él se encargaba de avisamos en el cine, si Bauchi despertaba. Vivía
como a diez metros de nuestra casa y del cine.»

Otro personaje de aquella oficina salitrera, era un viejo jardinero de apellido


Valenzuela, que hacía muchos esfuerzos para lograr vencer la naturaleza del gran
desierto, la tierra y el polvo.
El jardinero Valenzuela, quien era muy ilustrado, contaba viejas historias de lo ocurrido
en oficinas salitreras como La Coruña, San Gregorio y en la Escuela Santa María de
Iquique. Todas esas historias también las recibió Bauchi, contadas por su padre.

Después de la salitrera Peña Chica, se trasladaron a Bellavista y luego a Victoria, esta


última, la más importante. Contaba con diez mil habitantes, un teatro y una gran
pulpería (negocio único que pertenecía a la misma empresa).

«Los niños corrían por todas partes y veían como todo se resolvía con
fichas».

La salitrera estaba cerca de Iquique y toda la actividad cultural que pasaba por
Iquique, llegaba también a Victoria donde vivían los mineros. Allí llegó también Neruda
y muchos artistas.

Bauchi tenía nueve años. cuando sus padres abandonaron la Oficina Victoria. Se
instalaron luego en Concepción, llevándose del norte su marca indeleble: la amplitud
de la pampa en apertura de pensamiento, la permisividad en capacidad de aceptación,
el esfuerzo convertido en espíritu de lucha.

En 1954, Bauchi pasó las vacaciones con su familia de Curacautín. Tenía diez años. En
dicha oportunidad escribió a su madre:

«Mis primeras palabras de esta carta es saludarla y que pase un feliz


cumpleaños en unión de mi papito, que nosotros haremos votos por su
mejoría. El día 14 nosotros nos comeremos un pollo arvejado en su nombre
porque aquí hay arvejas pa' que le cuento de buenas que están. El día dos de
febrero salimos a caballo, galopamos mucho, corrimos mucho.

Mañana saldremos otra vez y yo voy aírenla Gamuza y el Carlos en el


Rocinante. Estos paseos son con la tía Amelia. No crea que estos paseos son
solos, y a sabe que mi tío Pedro no nos deja andar solos. Siempre el Carlos es
desordenado para el caballo, yo soy mas caballerito, yo creo que salía mi
papito.

Cuando llegue a Concepción voy a cantarles unas canciones. La Batelera y


Juan Churrasqueado. Yo sé bailar la cueca, pero el Carlos es más lo que
chacotea y tandea. Nos hemos bañado mucho. Saludos por allá. Me despido de
usted mamita, con un beso y un abrazo de su hijo Bautista».

BAUCHI EN CONCEPCIÓN

Cursó sus estudios secundarios en Concepción. Ahí se vincula al movimiento social


emergente, favorable a las luchas de los trabajadores del carbón y de las industrias en
Huachipato; un ambiente político y social efervescente.

Samuel, uno de sus compañeros de liceo, lo recuerda así:

«... el Joven Van Schouwen, por su forma recatada y seria para los años que
tenía, estudiaba múltiples materias y devoraba libros que después analizaba
profundamente. Era un experto en música clásica y tenía una nítida tendencia
a la filosofía. Su sentido humanista, poco común para un joven que no tenia
problemas de recursos económicos lo hacían interesarse y acercarse a los que
sí los tenían... él vibraba con el quehacer de los más pobres y hacia ellos se
abría diariamente».

«Creo que dócilmente pueda darse otro Bautista»

El mismo amigo y compañero de estudios, recuerda que a Bauchi le gustaba dibujar y


pintar rostros. En una oportunidad participó en un concurso de pintura y ganó el
primer premio.

Era un buen orador, buen conversador; además bailaba muy bien.

En 1966, su hermano Carlos lo describe así en una carta a su padre:

«A mis hermanos los tengo siempre presentes: a Bauchi, respetuosamente


por las cosas de hombre que tiene, a su risa, sus actitudes de niño. Creo que
Bauchi es un poema, donde se confunden las cabás con los bucles. Amo su
lealtad y pureza de espíritu. Sus inquietudes y su hombría. Pienso, también, al
igual que yo, le queda mucho por andar y ver, mucho por amar, por odiar,
pero tensa está en él la cuerda que lo lanzará hacia el HOMBRE».

INQUIETUD SOCIAL Y POLÍTICA

El grupo de jóvenes con quienes se reunía en el colegio, entre los cuales estaban
Miguel Enríquez y Luciano Cruz, era atraído por la llamada Revolución en Libertad, que
surgía como consigna desde la Democracia Cristiana. Estuvieron ahí como
observadores, pero no lograron identificarse. Miraron entonces a las juventudes
comunistas que tampoco los convenció plenamente. Decidieron optar por la juventud
socialista.

La invasión de Estados Unidos a la República Dominicana en 1956 y el triunfo de la


revolución cubana en 1959, los convenció para adoptar posturas más radicales.

En 1964 deciden no participar más en partidos de la izquierda tradicional y en agosto


de ese mismo año fundaron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR.

En 1967, Bautista es elegido Presidente del Centro de Alumnos de la Escuela de


Medicina de la Universidad de Concepción. Destaca por su arduo quehacer en el
proceso de reforma universitaria.

Al concluir el año académico y al pronunciar el discurso de despedida, Bauchi dijo:

«Si el motivo de la existencia del médico, es en última instancia, aplicar una


terapia adecuada para mejorar al hombre de una enfermedad y reincorporarlo
a la sociedad y sieso terapia más eficiente es aquella que elimina los actores
etiológicos, no puede el médico, precisamente por ello, eludir y dejar de
manifestarse ante la causa última y primaria de las enfermedades más
comunes: la condición social del individuo o colectividad».

«El sufrimiento en sí no es meritorio. Es una evidente acusación a la sociedad


que no hayamos aprendido a aplicar la ciencia y el esfuerzo social al problema
del sufrimiento innecesario...»
«Ello nos está diciendo, entonces, que el médico ya no es más un curandero o
un alma caritativa, o un hombre que despacha recetas, aislado en su
consultorio, cual castillo de marfil».

«Vosotros compañeros, que conocéis de cerca la realidad de las condiciones


sociales de la gran mayoría de nuestro pueblo, seréis médicos integrales,
únicamente, cuando os transforméis en portavoces de los sufrientes...»

«Diré finalmente, que para configurarnos en médicos cabales, tendréis que


jurar el voto hipocrático tres veces. Una vez, en público, aquí; y las otras en
forma privada con vuestra conciencia, durante el transcurso de vuestra vida y
al final de ella, cuando ya haciendo un repaso tranquilo de vuestros actos,
digáis: lo he cumplido o no. Una vez, enferma simbólica, aquí; las otras dos
veces en forma real, dependiendo de lo que hagáis y cómo lo hagáis, porque
no se es médico perjurarlo, sino por cumplirlo».

SOCIEDAD ENFERMA

En 1968 Bauchi se casa con Inesita, la hermana de su gran amigo Miguel Enríquez.
Trabajaba en el servicio de Neurología del Hospital Regional de Concepción y como
médico general en los hospitales de Santa Juana y Arauco. A fines de diciembre de
1968 decide renunciar a su trabajo asistencial. Fundamenta su decisión diciendo:

«Es la sociedad la que está enferma, voy a tratar de curarla a ella»

En 1969 el gobierno de entonces, declaró al MIR como un referente político ilegal.


Bauchi y la plana mayor del movimiento pasan a la clandestinidad. El profundo
compromiso con su causa trastorna su entorno familiar. Su hijo nace en ese período.

Desde la clandestinidad, un día salió un ave voladora. una carta destinada a la madre
de Bautista, la señora Carlota, quien siempre guardó sus cartas como el más valioso
tesoro.

«Querida madre:

«Tú me preguntas ¿Cómo es posible todo esto? La respuesta es muy sencilla,


haber palpado y haberse impregnado de la libertad de hacer y de pensar en el
seno mismo del ambiente social, primario e inicial, cual es la familia o más
precisamente nuestra familia y de la cual tú y mi padre eran los rectores y
orientadores principales. De haber vivido inmerso en la realidad misma de
una relación de amor profundo, no tradicional y barato, y del cual tú fuiste
agente principal. Justamente porque he conocido y me he formado al calor de
una relación de amor, más humana, más verdadera y distinta, es que creo que
la relación de amor en el resto de la humanidad -hoy ausente de ella- puede
darse y debe darse aún a costa de todos los sacrificios que ello lleve
consigo.»

Uno de sus amigos, P. Silva, recuerda que un día le escuchó decir: «Amo a mi hijo,
mi sueño es educarlo, pero considero que yo sería egoísta en pensar sólo en
él y no luchar por todos los niños en conjunto. Este tipo de modelo social y
político entrega niños desnutridos, descalzos, que pierden su infancia por
trabajo prematuro. A aquellos que les gusta tanto este modelo de sociedad,
son los verdaderos terroristas».
En 1970, luego que asume el Presidente Salvador Allende, se dicta la amnistía para el
MIR.

Su madre dice: «Era un revolucionario en muchas cosas importantes, pero era


un conservador en la apariencia, siempre bien peinado, caballero y correcto.
Teníamos discusiones con él, pero nunca llegamos a enojarnos.»

Otro compañero de partido de esa época, el dirigente Roberto Moreno, lo recuerda:

«La primera vez que pude medir la coherencia de la justicia que había en él,
fue cuando luego de una fuerte discusión mía con otro compañero, él fue el
único que se despidió de mí, el único que me dio su apoyo. En esos
momentos, comprendí su calidad humana. Este afecto que se generaba hacia
su persona, era producto de cómo él entregaba mucho cariño al prójimo».

PREOCUPACIÓN ANTICIPADA

Poco antes del golpe militar, se casó por segunda vez, con Astrid Heitmann.

A principios de septiembre de 1973, Bauchi se veía muy preocupado e hizo un análisis


de la situación a sus padres, anticipándose a los hechos. Fue la última vez que lo
vieron.

Días después del 11 de septiembre, el diario El Mercurio incluía en sus páginas una
inserción que hablaba de una recompensa por la captura de prófugos
marxistas...«Será recompensada con 500.000 escudos, más el dinero que tenga el
sujeto». A continuación se detallaba una lista de 17 personas, entre las cuales figuraba
Bautista Van Schouwen.

Por segunda vez en la clandestinidad, cambió constantemente de domicilio. En una


oportunidad, estando en un entretecho donde tuvo que permanecer varios días, sufrió
un cólico renal y se desmayó en reiteradas ocasiones por el intenso dolor.

El departamento de sus padres fue allanado en cuatro ocasiones y cinco veces la casa
de campo. Allí se realizó todo un operativo militar, con más de doscientos efectivos.

Hubo muchos robos, que fueron denunciados.

«Curiosamente, estos allanamientos terminaron el 13 de diciembre de 1973,


coincidiendo con la fecha de detención de Bautista», dice su padre.

Estando sus padres en Santiago y gracias a diligencias de la Iglesia, el sacerdote White


fue liberado. Este relató al Obispo, monseñor Fernando Ariztía, los hechos de la
detención.

La autoridad militar negó la detención. Los padres de Bauchi peregrinaron entre


hospitales, recintos carcelarios, morgues y luego pasillos de los tribunales de justicia.

Dos recursos de amparo fueron denegados. Poco antes de tramitarse el segundo


recurso de amparo la casa del secretario del abogado patrocinante fue allanada por
efectivos militares. El mismo día de la presentación del escrito judicial, el diario El
Mercurio dijo:
«El Ministro infrascrito ha venido observando con preocupación el elevado
número de recursos de amparo... eso induce a la opinión pública nacional e
internacional a formarse una imagen desfigurada de la realidad, como por
ejemplo, que en nuestro país se oculta a los detenidos y no se respetan las
atribuciones del poder judicial...»

Más adelante se expresa: «Es factible que elementos adversos al actual régimen
estén haciendo uso ilegítimo de este derecho y hagan subir artificialmente las
estadísticas respectivas, mediante la simulación del desaparecimiento de
personas o utilizando nombres ficticios».

A comienzos de 1974 periodistas extranjeros lograron grabar una entrevista a una


enfermera del hospital militar. Su testimonio fue publicado en el diario francés
«Liberation», en abril de 1974. Ella declaró haber visto a Bautista Van Schouwen,
quien llegó en grave estado debido a las torturas. En ese hospital, cuyo director era el
Dr. Patricio Silva Garín, fue tratado por varios médicos del recinto, que ella nombró.

Su padre Hospital cuenta que a mediados de julio de 1974, frente a la Embajada de


Chile en Bonn, Alemania, un grupo de personas inició una huelga de hambre para
saber de su paradero. Al tercer día. la agregada cultural chilena en la misión
diplomática. Lucía Gevert, informó que Bautista estaba preso y que tendría que
someterse a una operación quirúrgica, en algún hospital de Santiago. Los huelguistas
se retiraron del lugar. La funcionaría diplomática ocupó, mas tarde, el cargo de
embajadora del régimen militar en Bonn, Alemania.

El 8 de agosto de 1974. el Ministerio del Interior comunica a los Van Schouwen que su
hijo se encuentra a disposición de la Primera Fiscalía Militar de Santiago. El documento
está firmado por Raúl Benavides Escobar.

Jorge, el hermano de Bautista, entretanto, es detenido.

El 13 de agosto de 1974, el diario El Mercurio publica: «Bautista Van Schouwen,


elemento extremista, fue detenido el 13 de diciembre de 1973. Actualmente
se encuentra recluido en un recinto carcelario del país».

A raíz de esto, sus padres se dirigieron a la Primera Fiscalía Militar, donde se les dijo
que jamás tuvieron conocimiento de ese prisionero. Lo mismo sucedió en la Segunda y
Tercera Fiscalía. Aconsejados para acudir hasta el. SENDET, Secretaría Nacional de
Detenidos, llegaron hasta esa dependencia. Los atendió el Comandante Correa, quien
confirmó que efectivamente Bautista se encontraba prisionero, pero que por falta de
transporte aéreo, debían esperar su traslado a un lugar de confinamiento. El mismo
personero después desmintió tal versión.

En el Ministerio de Defensa, el General Arellano Stark negó tener conocimiento del


asunto y saber de dónde habría salido esa información. El 17 de octubre de 1974, el
general Arellano Stark envía una nota explicativa, «se trata de un error. El que se
encontraba detenido y a disposición de la Primera Fiscalía Militar era Jorge
Van Schouwen Vassey...»

El 13 de febrero de 1975, el diario El Mercurio publica nuevamente una lista de


dirigentes del MIR, esta vez hablando de aquellos que partieron al exilio. Entre ellos
menciona a Bautista. Sus padres entonces intentaron hablar con el director del
periódico; no fueron recibidos. En cambio, el periodista que escribió la información,
declaró que la fuente había sido el gobierno militar. El mismo agregó que sabía de la
detención de Bautista, el 13 de diciembre de 1973.

Después del encarcelamiento. Jorge quedó bajo arresto domiciliario por diez meses. A
veces iban los militares a la casa dos o tres veces en la noche y en la madrugada.

En una oportunidad, uno de los militares a cargo de las visitas a los detenidos, dijo a
don Bautista: «Cómo puede ser que usted, una persona profesional, no haya
sabido educar a sus hijos...»

Tras pedir un sobreseimiento para Jorge, todavía bajo arresto domiciliario, éste es
expulsado de Chile. Partió a Canadá.

En 1981 la junta militar decretó la prohibición de ingreso al país a los padres de


Bautista, en represalia a las denuncias hechas por ellos de los crímenes perpetrados en
Chile por la Junta Militar. Ellos habían viajado a Canadá para ver a su hijo Jorge. Los
padres reclamaron por esta nueva arbitrariedad de la dictadura en todos los tribunales
internacionales; producto de esta presión, en 1984 fueron autorizados para entrar
nuevamente a Chile.

En marzo de 1975 un periodista recién liberado de las cárceles militares chilenas,


entregó en México a un tribunal, una fotografía de Bautista Van Schouwen, tomada
durante su hospitalización en el Hospital Naval de Valparaíso, a principios de ese año.

Por ese tiempo, el agente de seguridad Osvaldo Romo, se jactó de haber participado
en el operativo de detención de Bautista.

En 1978 un agente de la policía secreta de seguridad, DINA, testimonió en la Vicaría de


la Solidaridad, que Bautista había sido recluido en Colonia Dignidad, asignándosele el
número 55. Allí todos eran detenidos bajo otras identidades. Este agente apareció
muerto en la vía pública, días después de haber hecho estas declaraciones.

Con fecha 24 de agosto de 1978 el Vicario General de Santiago y varios Obispos


auxiliares, envían al Ministro del Interior de la Junta Militar, una nómina de treinta
detenidos desaparecidos. En esta lista se incluye el nombre de Bautista Van Schouwen.
Entonces, la Iglesia como institución, se pronunció por la necesidad de conocer el
resultado de las investigaciones que el gobierno había prometido efectuar, en relación
a los antecedentes de los casos enviados.

Nunca hubo respuesta alguna.

Su esposa Astrid dice:

«Era un hombre alegre, con mucho optimismo. Llegaba a casa sonriendo,


decía HOLA y parecía que con ese ¡hola! llegaba la luz. Las veces que lo vi
después del golpe, estaba preocupado y triste pero con increíble fuerza. El
siempre me decía que el golpe venía, pero nunca se imaginó que podía llegar
a los extremos que llegó. Tal vez no concebía que un ser humano, un
chileno... pudiese llegar a esto. Aún en esa situación, hacía planes para el
futuro y nunca perdió la fe de que los militares pagarían algún día sus
crímenes».

BAUTISTA VAN SCHOUWEN VASSEY


Detenido Desaparecido. Santiago, diciembre de 1973.
Bautista Van Schouven, de 30 años de edad, era casado, padre de un hijo. Médico
Cirujano, miembro de la Comisión Política y del Comité Central del Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR).

Detenido el día 13 de diciembre de 1973, en la iglesia de Los Capuchinos en Santiago,


por Carabineros y personal de civil, junto a tres personas más. Desde el día de su
detención permanece en calidad de detenido desaparecido.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

MIGUEL ENRIQUEZ ESPINOZA


Fecha de Nacimiento: 27 de marzo de 1944
Médico Cirujano. Becado Neurocirugía
Inscripción Colegio Médico: 6.883
MUERTO EN ENFRENTAMIENTO

Miguel Enríquez nació y se educó en la ciudad de Concepción. Procede


de un excepcional grupo familiar de clase media, con grandes
inquietudes culturales e intelectuales, principal fuente de su opción
política y conciencia social.

Su madre era muy preocupada de su familia, pero también inquieta e


interesada en participar en múltiples actividades. Edgardo Enríquez
Frodden, padre de Miguel, es un connotado personaje de la vida
universitaria, académica e intelectual de Concepción; un hombre que se
ha desarrollado en muchos ámbitos. De profesión médico, se
desempeñó como tal en la Marina en Talcahuano; luego fue académico
universitario hasta llegar a ser Rector de la Universidad de Concepción,
y más tarde Ministro de Educación del gobierno de la Unidad Popular.
Sus intereses eran múltiples; amante de la fotografía, la buena oratoria,
la buena conversación y los amigos, lo que generó un clima afectuoso al
interior de su hogar y su familia.

Sin duda alguna, en el seno mismo del calor familiar, se encuentran las
principales influencias ideológicas en los hijos de don Edgardo Enríquez.
El revela que sus hijos compartieron con todos aquellos que acudían
hasta el hogar; personajes del mundo político, académicos
universitarios, estudiantes, sacerdotes; gente interesante de todos los
sectores de la vida nacional. «A todos ellos mis hijos escucharon y
cuando mayores conversaron largamente con esas
personalidades, sobre diversos temas».

Miguel Enríquez creció en ese medio. Esta influencia da sus primeras


señales cuando contaba con apenas doce años. A esa edad, ya conocía
las obras de Shakespeare y leía cuanto libro caía en sus manos. Sus
padres tenían una cuenta abierta en la librería universitaria, a fin de que
sus hijos pudieran adquirir los libros que quisieran.

La realidad misma de Concepción también fue una fuente de influencia


ideológica; una zona con enormes y evidentes contradicciones,
conflictos sociales y laborales, una zona en donde las pesqueras, las
minas de carbón, las empresas textiles, los trabajadores portuarios y los
pobladores urbanos y campesinos, confluían en la exigencia de justicia
social.

Siendo estudiante secundario, participó activamente en diferentes


organizaciones sociales y políticas en búsqueda de una identidad propia
que finalmente no encontró en nada de lo que se había establecido.

Entonces, con un grupo de sus compañeros, entre los que estaban


Bautista Van Schouwen, Luciano Cruz y su hermano Edgardo, formaron
inicialmente un grupo de estudio y trabajo, y luego, después de largas
reflexiones y debates, dieron origen al Movimiento de Izquierda
Revolucionario, MIR. Miguel Enríquez fue su Secretario General hasta su
muerte.

Uno de sus compañeros de estudio y partido relata:

«Miguel sobresalía del resto de todos nosotros. Profundamente


estudioso, conocía a los mejores exponentes de la ideología
marxista, como también los escritos de los más connotados
historiadores, sociólogos y economistas. Era un excelente
polemista. Demolía a sus detractores».
Como dirigente del MIR, tuvo la genialidad de adelantarse a su
tiempo, siendo profundamente crítico de la experiencia socialista
de los países del este, como también de la teoría foquista.
Implemento la teoría de organizar al conjunto del pueblo,
impulsando la organización de los sectores más pobres. Acuñó el
término «los pobres de la ciudad y del campo.»

Era un profundo conocedor de las personas; se preocupaba de


preguntar de todo y conocer los problemas de cada uno de sus
amigos, a los que estaba siempre dispuesto a aconsejar y dar
apoyo.»

MIGUEL Y EDGARDO

Habla el padre, don Edgardo Enríquez, refiriéndose a sus hijos Miguel y


Edgardo, este último detenido desaparecido.

«Los vi nacer. Con su madre los cuidamos, les enseñamos sus


primeros pasos y a balbucear sus primeras palabras.
Participamos activamente en su educación. Dirigimos sus
lecturas, corregimos sus naturales faltas.»

Después del asesinato de Miguel Enríquez, el padre recobró entre los


numerosos documentos y papeles escondidos para que no cayeran en
las manos uniformadas y fueran a dar a las hogueras de la dictadura,
una hoja escrita por Miguel el día primero de enero de 1962. Se leía:

«Juro que viviré sin temor ni pusilanimidad, siguiendo sólo los


dictados de mi conciencia, sin temor al ridículo, al que dirán o a
la opinión ajena. Si no fuera constitucionalmente valiente, me
haré valeroso por la vía racional».

Tenía 17 años cuando escribió esto, y siempre vivió de acuerdo a este


pensamiento. Por eso, aún amando la vida tan intensamente, la expuso
cada vez que su razón le indicó que era necesario.

Su padre explica que a través de este escrito, encontró respuestas a las


dudas planteadas respecto de si había procedido bien o mal en educar a
sus hijos con los resultados obtenidos.

«Sin duda, me dije, si los hubiéramos formado hipócritas,


disimulados, acomodaticios, aduladores, falsos, apolíticos e
independientes, transadores y cobardes, a lo mejor todavía
estarían vivos y quizás hasta muy bien colocados social,
económica y políticamente. Pero me pregunté: ¿Era ese el tipo
de hijos que yo y Raquel soñamos cuando éramos novios?. No
fue culpa mía, continué mi raciocinio, ni de su madre, ni de
Miguel, Edgardo y Bautista (refiriéndose a Van Schouwen), que
el ser valientes, decididos, honestos, veraces defensores de su
derecho a ser libres, a pensar y creer, a luchar por la justicia y el
bienestar de las mayorías, por la educación, la salud, la vivienda
para todos y no solapara los privilegiados, haya pasado a ser un
delito en Chile, después del golpe militar de 1973.»

MIGUEL COMBATIENTE

En Cuba existe un hospital que lleva el nombre de Miguel Enríquez. Se


encuentra en La Habana y fue el propio padre de Miguel quien inauguró
este nuevo establecimiento hospitalario.

En dicha oportunidad, don Edgardo señaló:

«Era apenas un niño cuando ya orientó su vida hacia objetivos


mayores. Una fría mañana a comienzos de octubre, poco antes
de irse a la escuela, vino corriendo hacia mi. Padre, me dijo, con
gran agitación, ahí al frente, en esos sitios desocupados hay
varios niños durmiendo. Pasaron allí toda la noche

¿Por qué, padre? ¿Es que no tienen casa? Al contestarle que


seguramente era así, se le llenaron de lágrimas sus ojos. ¿Cómo
voy a vivir tranquilo?, me dijo. ¿Cómo voy a poder dormir en mi
cama, si a pocos metros hay niños durmiendo en la calle?

Desde ese ata en efecto, ya no pudo vivir como los demás niños.
Esa mañana de octubre, nacía Miguel Enríquez Espinoza, el
luchador».

Desde su época de estudiante secundario, se perfiló como un notorio


dirigente estudiantil. Muy conocida fue en Concepción una de sus
apariciones públicas. Siendo estudiante de primer año de Medicina, con
apenas 16 años, en una asamblea el rector tuvo pésimas expresiones
sobre los estudiantes, a los cuales calificó de «mediocres» y de aspirar a
un título universitario sólo para lograr seguridad económica. En dicha
asamblea estaba presente todo el alumnado, el Honorable Consejo
Universitario y una buena cantidad de profesores.

El Presidente de la Federación de Estudiantes, alumno entonces de


quinto año de leyes, contestó y solicitó a las autoridades universitarias
que los perdonaran en atención a su juventud e inexperiencia. A
continuación, Miguel pidió la palabra y exigió al rector que retirase lo
que había dicho.

El rector preguntó: «¿Quién es usted? ¿Acaso un ser superior?»

En medio de las risas generales y sin perder la calma, Miguel replicó:

«No soy un mediocre. Lo he demostrado al egresar de sexto año


de humanidades y aprobar mi bachillerato. Formo parte de ese
uno por ciento de cada generación escolar que alcanza en Chile
tal situación. Además, señor rector, una comisión especial de
profesores, de su universidad, después de estudiar mis
antecedentes y de interrogarme por cerca de una hora, me
seleccionó en uno de los primeros lugares entre cerca de mil
postulantes, para primer año de medicina. No soy, pues, un
mediocre y he venido aquí para estudiar medicina, para servir a
mis semejantes, no para aprovecharme de ellos».

Durante su época de universitario son innumerables, imposibles de


contar, sus intervenciones y participaciones brillantes. En una
oportunidad, a raíz de la visita del senador Robert Kennedy a
Concepción, le advirtió en un perfecto inglés, que no asistiera a una
reunión convocada al Foro Universitario para encontrarse con los
estudiantes. No fue escuchado y el senador Kennedy sufrió una violenta
contramanifestación.

Convertido ya en líder, viajó por innumerables países. A pesar de sus


múltiples actividades, logró terminar sus estudios de medicina a la edad
de 23 años.

Con ocasión de los exámenes para obtener su título de médico, enfrentó


comisiones con examinadores reaccionarios, algunos de los cuales
hicieron todo lo posible para perjudicarlo y finalmente negarle el título.
Durante el examen de clínica obstétrica, ante un auditorio contrario, en
gran medida, a los ideales de Miguel, «ese equivocado y joven
dirigente» como se escuchaba, demostró conocer los últimos adelantos;
tanto es así que terminó recomendándole a su profesor examinador que
leyera la última edición de la obra de un famoso obstetra. en la cual se
planteaba el tratamiento propuesto por Miguel a determinada
enfermedad, con fundadas razones científicas y experimentales.

«Señor profesor, en el capítulo tal del tratado, usted encontrará


lo que le estoy diciendo. Pero cuide de que sea la última edición,
la de hace seis meses y no la anterior que parece que es la que
usted posee». Obviamente, todo el auditorio aplaudió entusiasmado y
Miguel obtuvo, con la máxima distinción, su título.

Tenía 24 años recién cumplidos.

Más tarde, en el concurso nacional, obtuvo una beca en el Instituto de


Neurocirugía, donde se formó con el Profesor Alfonso Asenjo y el doctor
Héctor Valladares. Trabajaba intensamente en su especialización,
cuando el gobierno de entonces puso en la marginalidad al MIR.
debiendo abandonar definitivamente, la práctica de la medicina.

A pesar de ello, cuenta su padre, nunca dejó de lado el interés y los


estudios de medicina. «La última vez que lo vi, poco antes del
golpe militar, me mostró los libros de medicina que había
adquirido, para «mantenerme al día», dijo.»

En dicha oportunidad manifestó a su padre: «así como están las


cosas en el mundo actual, solamente por la vía revolucionaria
será posible lograr el bienestar y la liberación de las mayorías.
Es a esa labor, a la que debo dedicar toda mi alendan y lo hago
poniendo en ello todo mi espíritu y voluntad, todo el calor de mi
vida».

Su padre recuerda que Miguel era implacable con los flojos y remolones,
con los patrones que explotaban a sus obreros y empleados, con los
profesionales preocupados de hacer dinero, especialmente con los
médicos pendientes de comprar el último modelo de automóvil, con los
arbitrarios, los oportunistas, con los que perdían el tiempo y las
posibilidades. Odiaba la injusticia, la crueldad, la torpeza, la ignorancia y
la hipocresía política.

En la última carta de Miguel a sus padres, hablaba de su compañera


Carmencita, y de su felicidad porque ella esperaba un hijo
suyo. «Vamos a derrotar a los carniceros» decía en ella, decidiendo
organizar y continuar la lucha desde el interior de Chile. No quiso irse.
Se negó siempre.

CARTA AL CARDENAL

En abril de 1974 Miguel Enríquez, en su calidad de Secretario General


del MIR, envió una carta al cardenal Raúl Silva Henríquez. En este
documento informaba a la autoridad eclesiástica, que no tenían plan
alguno en contra de su persona, como lo expresaba la junta militar.
En dicha carta, expresa además:

«Nosotros, separados de usted por importantes diferencias


ideológicas, somos parte de los perseguidos de hoy, luchamos
por los humillados y ofendidos de siempre, y hoy por la
restauración de las libertades democráticas, la defensa del nivel
de vida de las masas y el respeto a los derechos humanos, de
cuya violación sangrienta y sistemática por parte de la dictadura
gorila, han sido víctimas varias decenas de nuestros compañeros
y familiares».

En otro párrafo, la carta manifiesta que sólo la resistencia derrocará a la


dictadura instaurada, afirmando que «el MIR, pese a los golpes
recibidos, se ha reorganizado y funciona bajo nuevas condiciones con
suficiente regularidad».

MARCOS Y JAVIERA

Amaba con ternura conmovedora a Javiera y Marcos, sus dos hijos. Don
Edgardo cuenta cómo Javiera, a pesar de los pocos años que vivió con
Miguel, le recuerda. Un día, la chica reveló a su abuelo que soñaba
todas las noches con su padre. Miguel. «¿Sueñas con él cada vez.
que te duermes?» preguntó el abuelo. «No, no es así, es que
todavía no me he dormido cuando recuerdo las veces que
estuvimos juntos y él jugaba conmigo, se tendía a mi lado, en el
suelo o en mi cama, me explicaba todo, me leía, me abrazaba y
besaba».

Su hijo. Marcos no tuvo la oportunidad de conocerlo por su corta edad,


pero a través del contacto con los abuelos, lo ha ido conociendo y
acercándose a él. Además, la misma familia y los amigos de Miguel le
dicen : «Este gesto, esto que has hecho es de tu padre, es igual a
él..»

Marcos expresa que tiene una visión confusa de su padre, confesando


que para muchos y para él también, hoy es un mito. «Me emociono
mucho cuando veo sus fotografías, más aún cuando aparece
junto a mi hermana Javiera». Marcos agrega que admira mucho a su
padre. En un intento de reconstruir los hechos y entender la historia, un
día acudió hasta la casa azul de Santa Fe, en la comuna de San Miguel
en Santiago; la casa en la que ocurrió el enfrentamiento con las fuerzas
policiales y donde murió Miguel, el 5 de octubre de 1974.
Allí conversó con los vecinos y pudo darse cuenta del aprecio que se
había ganado Miguel entre ellos.

«Todos los que vivían en su entorno le saludaban y conversaban


con él, lo veían pasear con su esposa embarazada y jugar en el
patio con las niñas y Pillán, el perro».

LA CASA DE SANTA FE

«Miguel Enríquez murió combatiendo, luchando por sus ideales y la


causa de los oprimidos y postergados», dice su padre. Así fue. El
enfrentamiento con las fuerzas policiales, el 5 de octubre de 1974. se
prolongó por dos horas. Luchó contra cientos de soldados, numerosos
carros blindados y helicópteros. Herido por las bombas y las balas,
cuenta su padre, siguió combatiendo. Su compañera embarazada yacía
en el suelo, también gravemente herida. Le hablaba, trataba de
reconfortarla, pero seguía disparando, resistiendo.

El testimonio de su padre señala que un día después de ocurrido todo,


por gestiones personales de un obispo católico, «nos entregaron su
cuerpo desnudo y destrozado (no sé todavía si sus asesinos se
jugaron sus ropas ensangrentadas a la suerte o se las disputaron
como trofeos de guerra). Tenía diez heridas de bala, la última
entró por el ojo izquierdo y le destruyó

el cráneo. Al verlo, con el resto de su cara serena, dije a mi


mujer, su madre: «quienes le dispararon, sabían que aunque
desfiguraran su hermoso rostro y destruyeran su cerebro
privilegiado, no lograrían jamás borrar la imagen que se ha
formado en el pueblo, ni sepultar sus generosos y sabios
pensamientos inspirados por sus elevados y dignificadores
ideales».

Sus vecinos del barrio intentaron defenderlo hasta el último momento,


para que no fuera asesinado. Le gritaban a los policías que había un
error, que era un buen vecino. Uno de ellos, por ejemplo, se negó a
facilitar su casa a los efectivos de seguridad para que fuera punto de
tiro. Esto le significó persecución y posteriormente la salida al exilio.

La Comisión Verdad y Reconciliación señala que gran parte de las


detenciones que se dan en este período (1974) se vinculan a los
esfuerzos de la DINA por ubicar a Miguel Enríquez. Este objetivo se
convierte en el principal y da lugar a una cadena de detenciones,
asesinatos y desaparecimientos.
El informe relativo concluye que Miguel Enríquez pereció víctima de la
situación de violencia política, ya que murió resistiéndose a ser detenido
por un organismo del que cabía esperar, fundadamente, la tortura y la
muerte.

VIVES ENTRE NOSOTROS

Los funerales de Miguel Enríquez tuvieron lugar el 7 de octubre de 1974,


a las 7:30 de la mañana. Sólo fueron permitidos ocho miembros de la
familia, todos rodeados de un impresionante operativo policial. Había
policía armada y carros blindados, en todas las bocacalles y lugares
estratégicos del recorrido. Más de 100 carabineros armados con
ametralladoras rodeaban a la familia, sumados a otros centenares de
policías de Investigaciones. Don Edgardo, prisionero en el campamento
de Isla Dawson había sido trasladado a Santiago bajo arresto
domiciliario, y fue llevado también al entierro.

En el cementerio se escucharon sólo las palabras de su madre, que con


voz entera, en momentos en que depositaba el único ramo de flores
autorizado, dijo con gran coraje y orgullo:

«Miguel Enríquez Espinoza, hijo mío, tú no has muerto. Tú sigues


vivo y seguirás viviendo para esperanza y felicidad de todos los
pobres y oprimidos del mundo».

MIGUEL ENRÍQUEZ ESPINOZA


Muerto. Santiago, octubre de 1974

Miguel Enríquez de 30 años de edad, era casado y tenía tres hijos. Era
médico y era Secretario General del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) y líder del Partido.

El 5 de octubre de 1974 Fuerzas de Seguridad montaron un operativo


para detenerlo, en la calle Santa Fe 2705, de San Miguel.

Se produjo un enfrentamiento en el que Miguel Enríquez cayó muerto y


su acompañante quedó herida.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)


CARLOS ENRIQUE LORCA TOBAR
Fecha de Nacimiento: 19 de noviembre de 1944
Médico Cirujano. Medicina General
Registro Colegio Médico: 7.810
DETENIDO DESAPARECIDO.

El 25 de junio de 1975, a eso de las cuatro de la tarde, los habitantes de


la calle Maule, ubicada en el sector centro sur de Santiago, observaron
un gran despliegue policial. Se trataba de un operativo, en donde cerca
de 40 hombres portando metralletas y pistolas descendieron de diez
automóviles, llevándose a dos personas: Carolina Wiff, asistente social y
Carlos Lorca, médico y alto dirigente del Partido Socialista.

ACTIVA HISTORIA

Carlos nació en Santiago, el 19 de noviembre de 1944, en la Maternidad


del Hospital Salvador. Sus estudios secundarios los terminó en el
Instituto Nacional y como médico se recibió en la Universidad de Chile.

Fue un alumno muy aplicado, muy serio, de resultados escolares


excelentes. Era el mayor de los hermanos, cuatro hombres y una mujer,
la menor, que falleció víctima de un encefalitis cuando Carlos cursaba el
Segundo año de Medicina.

Uno de sus hermanos lo recuerda como muy vehemente en sus ideas.


Siempre tenían acaloradas discusiones. Carlos sabía fundamentar muy
bien sus ideas y propuestas. Desde su adolescencia, dio mucha
importancia a dos grandes valores: deber y orgullo; ésto lo hacía a
veces muy exigente. Una vez, por ejemplo, perdió sus útiles médicos y
un señor se los fue a devolver a la casa. El no proporcionó propina en
señal de agradecimiento. Al preguntarle por qué no lo había hecho,
respondió: ése es su deber.

Su infancia fue feliz, en medio de muchos niños, juegos en la calle,


pichangas; tenía una gran influencia entre sus amigos. Poseía dones de
liderazgo natural.

Su interés por los problemas sociales empezó a manifestarse siendo


adolescente. Comentaba con su familia primero, las injusticias que le
indignaban.

En 1965 mientras participaba como censor en un barrio popular, durante


sus primeros años de medicina, un hecho lo impresionó profundamente.
Entró en uno de esos conventillos o callejones en donde existen decenas
de puertas, una junto a la otra. Buscaba la información golpeando una y
otra puerta, cuando un compañero de la facultad abrió una de éstas. Su
compañero vivía allí, en un par de piezas, en donde los muebles y las
ollas se mantienen suspendidos al cielo raso para lograr un espacio. Más
tarde, ayudaría a este compañero facilitándole libros y apuntes.

El mismo año, entró a la Juventud Socialista. Sus actividades políticas


fueron progresivamente intensificándose: llegó a ser Presidente del
Centro de Alumnos de la Facultad de Medicina y posteriormente vocal de
la FECH.

Durante sus años de estudiante universitario se volcó casi


exclusivamente a las tareas del frente estudiantil. Su labor sistemática
en el Grupo Gramma, en el que militaba, lo llevó a ser elegido
representante de los estudiantes ante el Consejo de la Facultad de
Medicina. Eran los inicios de la lucha por la reforma universitaria. En
aquellos años fue adquiriendo el perfil de líder con singulares virtudes:
brillante, trabajador, claro, directo, con fluidez de pensamiento y
sencillez de vida.

En 1968 fue elegido Presidente del Centro de Alumnos de la Facultad de


Medicina, de la Universidad de Chile. Era el representante de todas las
fuerzas de izquierda. Al año siguiente, asume como delegado estudiantil
ante el Consejo Superior de la misma universidad. En 1969 es elegido
vocal de la Federación de estudiantes de la Universidad de Chile y en tal
carácter asume la Secretaría General de ese organismo estudiantil.
Por esa época viaja a Buenos Aires, respondiendo a una invitación de la
Federación Universitaria Americana, FUA. Posteriormente, en esa misma
calidad de dirigente, es invitado a muchos países.

Su madre recuerda:

«Reconocían en él cualidades humanas e intelectuales, incluso


aquellos que no compartían sus ideas políticas, entre quienes
contaba con buenos amigos. Jesús Val, que luego partió a
Estados Unidos, fue uno de ellos. Con él jugaba por teléfono al
ajedrez, tardes enteras.»

Carlos reconocía a cada cual el derecho a tener sus opiniones, aunque


fueran contrarias a las suyas. No obstante, era un buen polemista y
defendía sus ideas con eficacia.

Tuvo una relación particular con algunos grupos religiosos. Con


sacerdotes y religiosas elaboraba proyectos y planes para los
consultorios populares.

Cada vez se fue haciendo más crítico de la medicina oficial y tradicional,


interesándose por la medicina social. Junto con este proceso, cada vez
profundizaba más en la necesidad de transformar la sociedad.

En varias ocasiones se planteó la posibilidad de abandonar la carrera de


medicina y volcarse a la sociología. «La sociedad tiene más
necesidad de medicina que los hombres aislados y los hombres
se enferman sobre todo por las condiciones sociales en que
viven», afirmaba.

Su capacidad de dirigente y organizador le fue haciendo cada vez más


popular. Aunque tímido, poseía una gran fuerza de voluntad. Se
mezclaban en él la seriedad y el estudio con la ternura y la sensibilidad.

Era un gran lector. Poseía una gran biblioteca. Se interesaba


preferentemente por la filosofía, el arte y la literatura política. «Su
fascinación era la lectura y los postres de leche», dice su madre.

Tras recibirse el 15 de abril de 1971, trabaja en el Hospital Trudeau.


Paralelamente, inició su formación en psiquiatría la que no alcanzó a
completar debido a su intensa e incesante actividad política.

En agosto de 1971 fue designado por unanimidad. Secretario General de


la Juventud Socialista. Entonces trabó amistad con el Presidente
Salvador Allende.
En las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, Carlos Lorca fue
elegido Diputado por la provincia de Valdivia.

LORCA PERSEGUIDO

Después del golpe militar, fue llamado a prcsentarse ante el Ministerio


de Defensa. Conociendo los métodos represivos utilizados perla junta
militar, decidió no presentarse y pasar a la clandestinidad
constituyéndose en uno de los miembros de la dirección clandestina del
Partido Socialista.

Esto significó que la represión se desalara contra su familia. Su esposa,


Gabriela Bravo,pese a sus siete meses de embarazo, fue sometida en
varias oportunidades a interrogatorios. Uno de sus hermanos fue
detenido y abandonado en un calabozo sin comer ni beber durante cinco
días. Otro hermano fue herido en una pierna y obligado a partir al exilio,
al igual que el resto de la familia.

Su hijo Ricardo, nació en noviembre de 1973. Logró verlo muy pocas


veces, antes de su detención y desaparecimiento.

Carlos Lorca trabajó intensamente en pro de la constitución del frente


antifascista. Continuó al mismo tiempo trabajando como médico,
visitando enfermos e integrando grupos de salud en los barrios
populares de Santiago. Cambiaba constantemente de domicilio porque
era intensamente buscado por la policía.

Siempre rehusó los ofrecimientos de asilo. Argumentaba que «no


podría vivir con ese cargo de conciencia».

DETENCIÓN NO RECONOCIDA

El 25 de junio de 1975, fecha de la detención, fue violentamente


introducido junto a Carolina Wiff. en un automóvil Fiat modelo 125 de
color rojo que partió y aceleró rápidamente. Fueron testigos de los
hechos la señora Yolanda Abarca, don Luis Oliva, don Juan Casanga, la
señora Lidia González y don Manuel Aguilera.

Doña Yolanda y don Luis. ambos residentes en el domicilio en que se


produjo la detención, señalaron en parte de sus declaraciones
notariales: «El día de la captura del doctor Lorca, yo me
encontraba en mi casa. Hasta allí llegaron miembros de
seguridad, que violentamente se instalaron a esperarlo. Cerca
del mediodía llegó el doctor Carlos Lorca junto a su
acompañante, siendo inmediatamente detenidos. Los
mantuvieron ahí hasta las 4 de la tarde, hora en que se realizó el
operativo para sacarlos».

El 1 de julio de 1975 se interpuso un recurso de amparo en su favor, en


la Corte de Apelaciones de Santiago, rol 80675. Se solicitaba oficiar al
Ministro del Interior y al Director de la DINA averiguando sobre la
detención de Carlos Lorca.

El 9 de julio de 1975 el Ministro del Interior informó que Carlos Lorca no


se encontraba prisionero.

El 15 de julio de 1975 se presentó un nuevo escrito solicitando que se


oficiara a la Presidencia de la República, a fin de que informara si se
había ordenado a la DINA la detención del afectado.

El 14 de septiembre de 1975 el recurrente acompañó la declaración


jurada de un testigo, reiterando que se oficiara a la DINA, organismo
que no respondió jamás.

El 25 de septiembre del mismo año la Corte rechazó el recurso de


amparo.

El 11 de junio de 1976 un grupo de juristas franceses presentaron un


nuevo recurso de amparo en favor de Carlos Lorca y otros detenidos
políticos.

La Corte de Apelaciones contestó: «no ha lugar».

En ese mismo mes, un grupo de abogados españoles interpuso un


recurso de amparo en favor del afectado y otras personas. La justicia
respondió con otro «no ha lugar».

El padre de Carlos efectuó numerosas gestiones en Estados Unidos;


incluso sus peticiones llegaron al Departamento de Estado y al
Parlamento de ese país.

El 5 de julio de 1978 el Arzobispo de Santiago, monseñor Raúl Silva


Henríquez, hizo entrega al Ministro Sergio Fernández, de una nómina de
54 personas detenidas desaparecidas, entre las que se incluía al doctor
Lorca. Se solicitaba la adopción de las medidas necesarias para
esclarecer estos hechos, que con angustia y dolor requerían sus
familiares.
No obstante, ni las gestiones administrativas, ni las judiciales ni las
realizadas ante organismos internacionales como la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas, entre otros, dieron resultado
alguno.

EN VILLA GRIMALDI

El ex prisionero político. Héctor Riffo Zamorano, declaró ante el grupo


ad-hoc para Chile de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas: «Cerca de las 14 horas, pude escuchara un gran número
de vehículos que entró en un recinto en donde nos
encontrábamos detenidos. Estos autos hacían sonar sus bocinas
a la vez que se escuchaban gritos eufóricos que señalaban
«¡Lorca! ¡Lorca!».

El mismo testimonio agrega: «el 3 de julio de 1975 mientras barría


el patio como me habían ordenado, pude acercarme a una puerta
metálica de un calabozo y por un orificio que dejaba el paso de la
cadena que cerraba dicha puerta, pude ver que en su interior,
amarrado a una litera, se encontraba Carlos Lorca Tobar.»

Lautaro Videla Moya, ex preso político, afirma en una declaración jurada


haber visto a Lorca sometido a tortura, en Villa Grimaldi, en julio de
1975. También Luis Gómez González, detenido en esos mismos días,
declaró haberlo visto cojeando visiblemente de su pierna derecha.

Sergio Gajardo Gómez, detenido el 9 de julio de 1975 por la DINA y


llevado a Villa Grimaldi, expresa que vio ese día a un hombre que no era
capaz de hablar y con evidentes signos de haber sido torturado
salvajemente. El 12 de julio, aproximadamente a las cinco de la
mañana, ese mismo hombre le habló a Sergio Gajardo y le dijo: « No
bebas agua, yo soy Carlos Lorca, si sales vivo de aquí, di que me
encuentro detenido». Aproximadamente a las 12 de ese mismo día,
vio que le acercaron una máquina de escribir y un cuestionario sobre
materialismo histórico, preguntándole si necesitaba los lentes, a lo que
Lorca dijo que sí.

Pero no solamente ex detenidos confirmaron su detención, sino también


colaboradores de la DINA.

El 3 de septiembre de 1975 dos ex agentes de organismos de seguridad


identificados como Marta Angélica Aguilera y el otro sólo como Julio,
enviaron una carta al general Pinochet quejándose de medidas tomadas
injustamente contra ellos. Entre otras cosas, en esta carta revelaban
que bajo órdenes del general Manuel Contreras, cumplieron
estrictamente las instrucciones de torturar al prisionero Carlos Lorca.
Esta carta fue reproducida en la revista peruana MARKA, el 4 de marzo
de 1976.

Existe, además, el testimonio de Juan Muñoz Alarcón, el encapuchado


del Estadio Nacional, ex militante socialista, que se transformó en
colaborador de los servicios de seguridad después del golpe de estado, y
quien acudió en tres oportunidades a la Vicaría de la Solidaridad para
entregar su testimonio, antes de que fuera asesinado, el 23 de octubre
de 1977. Juan Muñoz aseguró que 112 dirigentes políticos de la Unidad
Popular estaban en Colonia Dignidad y que algunos dirigentes estaban
vivos, en malas condiciones físicas, «muchos de ellos al borde de la
locura, porque el tratamiento por el cual han pasado, ha sido
muy duro. Me refiero en especial a Carlos Lorca y a Exequiel
Ponce. Están en Colonia Dignidad, en pabellón dos».

Antes de ser asesinado, este colaborador de la DINA entregó


importantes informaciones acerca del funcionamiento de los servicios de
seguridad y lugares de centros de tortura. Señaló que a los detenidos se
les hace desaparecer todo signo de su identidad verdadera,
asignándoles una nueva. Cuando las instancias jurídicas o los familiares
piden información, los organismos de seguridad responden que las
personas cuyas identidades se mencionan, no han sido nunca detenidas.

Hasta la fecha, las acciones judiciales y administrativas efectuadas, no


han arrojado resultado alguno sobre lo ocurrido al doctor Carlos Lorca.

Múltiples e infructuosas fueron todas las diligencias realizadas para


localizarlo y todas las esperanzas que pusieron sus familiares en sus
gestiones se vieron sucesivamente frustradas.

En noviembre de 1975, una clínica universitaria de Alemania, ofreció un


puesto al profesor Carlos Lorca. Esta institución hizo llegar la oferta a la
madre del doctor y copias al general Augusto Pinochet y a la Embajada
de Alemania en Chile.

No hubo respuesta. Sólo el silencio brota desde los recintos y cárceles


de tortura. A pesar de este silencio manifiesto de dolor, las
efervescentes consignas, llamados y gritos juveniles, no sólo al interior
del Partido Socialista, sino también en las universidades y poblaciones,
son la conciencia viva de que Carlos Lorca está presente.
CARLOS ENRIQUE LORCA TOBAR
Detenido Desaparecido. Santiago, junio de 1975.

Carlos Lorca tenía 30 años de edad y estaba casado.

Era Médico, miembro de la Comisión Política del Comité Central del


Partido Socialista. Había sido Diputado por Valdivia.

Fue detenido junto a otra persona el día 25 de junio de 1975 en la vía


pública por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
Posteriormente fue visto en «Villa Grimaldi». Hasta la fecha, Carlos
Lorca permanece desaparecido.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

IVAN INSUNZA BASCUÑAN


Fecha de Nacimiento: 9 de julio de 1933
Médico Cirujano. Medicina Interna. Gastroenterología.
Inscripción Colegio Médico: 4.557
DETENIDO DESAPARECIDO

«Una fría, noche de invierno de 1933, llegaste a este mundo,


asistido por una partera que los escasos medios económicos en
que nos debatíamos entonces, apenas permitían sufragar. Era de
mal talante y de muy rudimentarios conocimientos, que hicieron
sufrir mucho a tu valiente madre»
«Fue, hijo, como un presagio de lo que había de ser tu destino,
que se fue plasmando en una existencia azarosa, difícil, llena de
escollos, que sólo pudiste sortear con relativo éxito, gracias a tu
gran carácter, a tu inteligencia sobresaliente, a tu honestidad sin
tacha y a tu simpatía personal, acentuada con el correr del
tiempo»

«En la noche aciaga del 4 de agosto de 1976, agentes


tenebrosos y emboscados del gobierno, incansables en su
morboso afán de nuevas víctimas, te secuestraron y jamás
volvimos a saber de tí, pese a nuestra desesperación, al dolor
horrible que ello nos significaba, al sinfín de diligencias
frustradas que se iniciaron con ¡ajusticia para tratar de ubicarte,
con resultados estériles»

Quien entrega este testimonio es el padre de Iván Insunza, don Alfonso.


Sus palabras expresan el dolor más profundo por la detención y
desaparición de su hijo.

MEDICINA SOCIAL

Iván Insunza es el segundo hijo de un grupo de seis hermanos. Tanto su


padre como su madre. Violeta Rascuñan, provienen de la clase media.
Con grandes esfuerzos, lograron la educación para todos sus hijos.

Iván, como todos sus hermanos, estudió en la escuela pública.

Desde la época de la escuela primaria, Iván manifestó gran interés por


conocer los problemas sociales y expresarlos de alguna manera. Escribía
poesía.

Su niñez transcurrió entre los versos, los juegos y el deporte.

Ingresado a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, despliega


sus intereses sociales canalizándolos a través de las Juventudes
Comunistas.

Formaba parte de un gran grupo de amigos; entre otros, estaba allí


Enrique París. Integraban la nueva generación de médicos, preocupados
por la medicina social.

El doctor Luis Weinstein, recuerda que recibió a Iván en la Escuela de


Medicina, en su calidad de Secretario del Círculo de Estudiantes:
«Han pasado cuarenta años, pero todavía recuerdo su expresión
resuelta y a la vez, desorientada, la confusión por el nuevo
contexto, la decisión del que tiene un compromiso... Le
adscribimos el nombre de «Pájaro». Pasó el tiempo, su entrega,
su sentido ecuánime, muy maduro, su trato cordial, dejó atrás
ese nombre, que tal vez nadie recuerde».

AVANZAR HACIA LA META FINAL

En el Hospital José Joaquín Aguirre se especializa en gastroenterología.


Una vez finalizada esta etapa, ingresa a trabajar en el Hospital San
Borja, en donde realiza actividades de investigación y docencia.

Su padre recuerda así este período de la vida de Iván:


«Fuiste alumno aventajado, lleno de ambiciones legítimas e
inquietudes que no te permitieron permanecer indiferente ante
el dolor y la miseria ajena; llevándote esa sensibilidad casi
imperceptiblemente, por las rutas del marxismo que abrazaras
con pasión a medida que te adentrabas en él, convencido que
esa posición doctrinaria sería la única que te haría vislumbrar el
progreso y el bienestar de las clases desposeídas, respetando
siempre otras posiciones ideológicas y confesiones religiosas.»

«Paralelamente, y con el propósito de aliviar las tribulaciones


del prójimo, iniciaste con mucho esfuerzo los estudios de
medicina en los cuales te destacaras no sólo por tu amor y
dedicación hacia la misma, sino por tu carisma, tu rectitud, tu
lealtad hacia los compañeros de estudio que permitieron
convertirte en uno de sus mejores persone ros, ayudándolos
mediante el dominio de tus conocimientos, de tu calidad de
ayudante de cátedra, a salir adelante en sus afanes de avanzar
hacia la meta final.»

PUÑOS EN ALTO

El doctor Luis Weinstein recuerda así a Iván Insunza:


«En lo humano, el militante tenaz y responsable delataba a cada
rato su rica afectividad, su profunda sensibilidad, que le permitía
captar el sentir del otro. Tenía un discreto tartamudeo y
aderezaba sus argumentos con un «huevón», reiteración
indistinta para toda clase de situaciones, que siempre daba una
nota de calidez a sus intervenciones. Era especialmente
simpático escuchar la terminación «on», fruto de su autocensura
en sus diálogos con las compañeras.»
El mismo doctor Weinstein, agrega que era muy amigo de los amigos, y
cuenta lo que una vez sucedió en una asamblea, a raíz de una huelga de
estudiantes convocada por la Federación de Estudiantes de Chile,
motivada por críticas al programa de estudios, en particular, a la
exigencia de una tesis de grado, que resultaba muy difícil de realizar en
medio de los problemas económicos y académicos de los últimos años
de la carrera.

«Así, todo el Centro de Estudiantes, dirigido por la izquierda, con


una mayoría comunista, tuvo un gran consenso para plantear el
cese de las actividades docentes, al grito multitudinario de
«trompas, útero y vagina, Escuela de Medicina...» seguido de
«Cachumbo, Cachumbo, Cachumbo, la memoria se derrumba»...
Inesperadamente, en una asamblea muy concurrida, un
estudiante que había sido «compañero de ruta» de nosotros,
leyó un documento agresivo y delirante, en que se pretendía
probar que la huelga, lejos de responder a las inquietudes de los
estudiantes, era una conspiración comunista, asociada a diversas
maniobras nacionales e internacionales. Fue una verdadera
ducha fría para todos, especialmente para los que habíamos
hecho la propuesta dentro de un trabajo que siempre fue
autónomo y sólo relacionado con ese problema. Terminaba de
hablar el compañero de la paranoia inaudita, cuando vemos a
Iván, de físico mucho más débil que el orador, levantarse como
un celaje y propinarle al inesperado contrincante un fuerte golpe
en la cara... El gesto fue tan genuino, tan explicable en las
circunstancias que se estaban viviendo, que todos entendimos
inmediatamente a Iván y asumimos colectivamente su crítica.
Así era Iván; valiente, leal y oportuno».

El doctor Mariano Requena, otro amigo, complementa este pasaje de la


historia de Iván. Señala que tras la bofetada, el estudiante afectado, en
concordancia con su mentalidad nazista, desafió a Iván a un duelo con
armas.

«Iván me pidió que fuera su padrino y que dijera que las armas
nuestras serían sólo los puños. El duelo finalmente no se
realizó».

El doctor Requena recuerda también, que una vez ocurrido el golpe


militar, fue detenido y dejado bajo arresto domiciliario. La primera visita
que recibió, fue justamente la de Iván Insunza. El sabía el riesgo que
corría, pero igualmente se atrevió a ir. «Recuerdo que en los
primeros meses del golpe militar, los arrestos domiciliarios
servían para conocer todo el movimiento y la red de amigos,
conocidos y compañeros del detenido».
MEDICO EXONERADO

El 11 de septiembre de 1973, el doctor Insunza se desempeñaba como


médico jefe del Servicio Médico Nacional, SERMENA. A raíz del golpe,
fue sometido a sumario administrativo y exonerado del servicio público.
Entonces, se vio en la obligación de ejercer la medicina privada.

Igualmente continuó su quehacer político. Cuando fue secuestrado,


estaba a cargo de los profesionales del Partido Comunista, junto con el
doctor Carlos Godoy y el arquitecto Alejandro Rodríguez; estos dos
últimos, también fueron detenidos y desaparecidos.

LA DETENCIÓN Y LA BÚSQUEDA

El día 4 de agosto de 1976 como de costumbre, Iván atendió en su


consulta particular de calle Monjitas, hasta las 21:30 horas.

Su secretaria testificó que habiéndose retirado ella quince minutos antes


que él. al salir de la consulta, encontró a un hombre de mediana edad.
vestido con una chaqueta de cuero. Este trató de detenerla, pero recibió
una orden contraria de otro sujeto. Anteriormente había recibido
numerosas llamadas telefónicas amenazándolo.

Esa noche, el doctor se dirigió al domicilio de Maite Barrios, familiar y


paciente, domiciliada entonces en la comuna de Macul, de donde se
retiró una hora más tarde. Partió en su renoleta rumbo a casa, lugar al
que no llegó. Los dueños de casa aseguraron posteriormente haber visto
un automóvil, tipo americano, con dos personas en su interior.
estacionado a unos 30 metros de su domicilio, cuando el doctor salió.

Ese mismo 4 de agosto de 1976 desapareció el doctor Carlos Godoy.

Cuando la familia de Iván constató que no había llegado a su casa,


salieron en su búsqueda: Carabineros. Asistencia Pública,
Investigaciones... interminable búsqueda, que llegó hasta las más altas
autoridades de justicia, luego que el padre de Iván lograra obtener una
audiencia con el Presidente de la Corte Suprema, para requerir
antecedentes sobre el destino de su hijo. El personero le aseguró que el
doctor no estaba detenido, luego que en su misma presencia telefoneara
al Director de la DINA, el general Manuel Contreras, quien contestó que
el señor Insunza no estaba detenido.
El mismo general le expresó al Presidente de la Corte Suprema, que
tenía antecedentes que Insunza servía de enlace-correo entre Chile y
Argentina, con el ex diputado Jorge Insunza Becker, su primo. Por
último, añadió que lo más probable era que estuviese en el vecino país,
en Mendoza, junto a un pariente.

Esta declaración del general Contreras, revela un reconocimiento


implícito de que Iván era vigilado por efectivos de seguridad a su cargo.

Todas las acciones legales y administrativas interpuestas por sus


familiares, fueron infructuosas.

El 6 de agosto de 1976 se interpuso un recurso de amparo en la Corte


de Apelaciones, bajo el rol 706-76, el que fue rechazado por el tribunal
con fecha 17 de agosto de1976.

El Ministro del Interior de entonces, informó que el doctor Iván Insunza


no se encontraba detenido, por lo que el 7 de septiembre de 1976, la
Quinta Sala de la Corte de Apelaciones no dio lugar al recurso de
amparo.

El 10 de agosto de 1976, sus padres demandaron protección al Colegio


Médico. Cien días más tarde, la institución gremial envió una respuesta
señalando que habiendo efectuado todas las diligencias pertinentes ante
el Ministerio del Interior, Dirección de Inteligencia Nacional, DINA, y
Ministerio de Justicia, se concluye que no hay antecedentes para pensar
en una detención, enfatizando que hay «fundadas sospechas de que
pudo abandonar el país...»

Esta posibilidad se ha reiterado en diversas circunstancias, sin que se dé


fundamento alguno. El delegado chileno. ante Naciones Unidas, Sergio
Diez, aseveró en octubre de 1976 y febrero de 1977, que el doctor
Insunza, junto con el doctor Godoy, solicitaron visa para viajar a
Canadá.

La representación diplomática de Canadá en Chile, desmintió lo señalado


por la autoridad del régimen militar. El 26 de abril, en un comunicado
oficial, la embajada de Canadá dijo: «nunca el doctor Iván Insuma
recurrió personalmente a nosotros para obtener una visa a
Canadá; sin embargo, tenemos pendiente una solicitud de visa a
su nombre presentada por la hermana, el 24 de septiembre de
19 76, es decir, después de su desaparición.»

Un informe emanado de los Servicios de Inmigración y Extranjería y que


fue dirigido al Segundo Juzgado, en la causa Rol 7-302-8 expresa que el
señor Insunza no registra anotaciones de viajes que indiquen que haya
hecho abandono del territorio nacional.

Al momento de su detención, el doctor portaba un certificado de un


depósito en la financiera «Finanza», que fue retirado no se sabe por
quién. El 6 de agosto, el padre de Insunza avisó a la financiera que
detuviese el pago de dicho documento. Del Juzgado emanó una orden
para que tal financiera no cancelara el documento y tomara los
antecedentes personales de la persona que tratase de cobrarlo. No
obstante, el documento fue cobrado el 3 de septiembre de 1976, en una
sucursal de la ciudad de Viña del Mar, por un señor que firmó como Juan
Camus. Efectuadas las investigaciones, se determinó que la firma del
endoso correspondiente al doctor, entonces desaparecido, era auténtica,
de acuerdo al peritaje caligráfico, y que el carnet exhibido por el
cobrador, número 3.575.201-2 resultó ser falso y correspondía a una
mujer, que no fue habida por los servicios policiales.

Después de un juicio en contra de la financiera, la familia logró


recuperar el dinero. El automóvil Renault, que manejaba la noche de la
detención, no fue nunca más encontrado.

El cúmulo de afirmaciones contradictorias y sin fundamento, confirman


lo realmente ocurrido a Iván Insunza, a saber, su detención y posterior
desaparecimiento, de responsabilidad de agentes de seguridad.

Por último, cabe advenir que ya en julio de 1976 (en declaración de


DINACOS del 17 de julio), el Gobierno había reconocido la existencia de
una «investigación en curso referida a la acción subversiva clandestina
del Partido Comunista» y, más aún, la detención de «un grupo
importante de ...dirigentes comunistas clandestinos», cuyos nombres
nunca ha dado a conocer. Ese año. hubo muchos militantes y dirigentes
del Partido Comunista detenidos.

La causa en que se fueron acumulando los antecedentes, Rol 7-302-8


fue sobreseída por el juez el 29 de Abril de 1978. Sin embargo se apeló
y fue nuevamente abierta por no encontrarse agotada la investigación.
En este momento está en Fiscalía Militar sobreseída temporalmente en
espera de nuevos antecedentes.

«VIVIMOS UNA GRAN TRISTEZA»

El doctor Insunza, tenía 43 años cuando fue detenido. Se había


separado de su primera esposa y había formado una nueva familia con
Ana María Araya Bozzo. Del primer matrimonio nació Iván Alfonso y de
su segunda pareja, Felipe, a quien no alcanzó a conocer.

Su hijo mayor, así lo recuerda: «La enseñanza fundamental que me


ha dejado mi padre, ha sido precisamente el luchar hasta el final
por lo que se ere» verdadero, por lo que se considera justo».

Habla su padre:
«Han transcurrido diez años, desde entonces, y sólo una gran
tristeza y pena nos embarga. No sabemos su destino final,
Mientras tanto, se ha enseñoreado en nuestros espíritus el
rencor y el odio hacia los autores materiales e intelectuales del
oprobio que no podremos jamás superar».

«Como corolario de estos diez años de sufrimiento, un nuevo


hijo tuyo, .engendrado poco tiempo antes de tu
desaparecimiento y nacido de mujer con quien te unía el amor,
retoño que no pudiste conocer, viene a menudo a visitarnos;
tiene hoy poco más de nueve años y su apostura, viveza e
inteligencia nos hace recordar tus años de infancia y un gran
consuelo pareciera invadirnos al evocar tu presencia, que nos
fuera ignominiosamente arrebatada».

El doctor Luis Weinstein, escribió una semblanza que tituló: «Iván, el


pájaro, el amigo, el ejemplo moral».
«No está con nosotros, porque estaba pro fundamente
comprometido con nosotros. Militó toda la vida en su partido, sin
la menor sombra de sectarismo, militando en la vida. Dio ese
gran puñete, pero sabía que su lucha por un mundo mejor era
larga y ardua. Tenía la transparencia del que no tiene intereses
pequeños, del que vive cada día como imagina la sociedad del
futuro. Era capaz de hablar con sencillez, porque era capaz de
dar su vida por la salud de la mayoría. Por eso, para muchos de
nosotros, el recuerdo de Iván pasa la prueba del tiempo y se
asocia a la esperanza en el desarrollo humano, a la idea de
justicia».

IVÁN SERGIO INSUNZA BASCUÑAN


Detenido Desaparecido. Santiago, agosto de 1976.

Iván Insunza de 43 años de edad, casado, dos hijos. De profesión


Médico Cirujano, era militante del Partido Comunista.
Detenido el día 4 de agosto de 1976, luego de realizar una visita
domiciliaria, por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA)
que lo trasladaron hasta «Villa Grimaldi», lugar donde fue visto por
última vez. El afectado desapareció conjuntamente con el automóvil que
conducía. Se desconoce el paradero actual del doctor Iván Insunza.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

CARLOS GODOY LAGARRIGUE


Fecha de Nacimiento: 9 de febrero de 1937
Médico Cirujano. Salud Pública
Inscripción Colegio Médico: 5.780
DETENIDO DESAPARECIDO

Después del 11 de septiembre de 1973 al doctor Carlos Godoy se le impidió trabajar en


el Servicio Nacional de Salud, desde donde fue exonerado sin cargo alguno. Cinco
meses después, en febrero de 1974, el doctor San Martín, Director del Hospital
Parroquial de San Bernardo, le ofreció trabajar en un reemplazo, puesto que el aceptó.
Anteriormente, había postulado a varios cargos en diversos hospitales, sin obtener
resultados positivos. Entonces tuvo que dedicarse a la artesanía instalando en su
propia casa una pequeña industria artesanal de tejidos, que él mismo comercializaba.

Estando en esta situación y en el contexto político del mes de enero de 1974, el doctor
Godoy escribió una carta que dirigió a su hermano radicado fuera de Chile.

En dicha carta, decía:


«Ha terminado la pesadilla de 1973 y debe iniciarse la de 1974. En noviembre
inicié una carta. La censura familiar impidió que la terminara y os la enviara.
Hemos vivido tantas cosas que debieran recordarse en el futuro, que es
recomendable escribir... pero ustedes comprenderán que el ánimo no nos
acompaña. Hoy, en el día del balance, con tan mal ánimo como siempre y
recordando a los que faltan en esta triste diáspora de chilenos, intentaré
nuevamente escribir.

«Comienzo por las formalidades. Estamos bien físicamente, algo más


delgados. Los niños pasan de curso, la mujer aún trabaja en la U, como en el
colegio. ¿Cuánto durará eso?. No lo sabemos, pero se supone que terminado
el año escolar, colocadas las notas, promovidos los niños, se necesita menos a
¡a profesora y... (el doctor Godoy insinúa que su esposa será despedida).

«La experiencia en salud no es mucho menos grave, 16 médicos desahuciados


definitivamente, muchos en... centenas suspendidos o cesantes, decenas en la
emigración, (cifra que tiene que crecer). Se cierran consultorios, salas de
hospital, por falta de recurso humano y mientras tanto varios de los médicos
amigos de ustedes, suspendidos. Les contaré algunas cosas de nuestro amigo
común, Vicente; él me las ha contado y no peco de infidente si os las cuento.
Después de estar trabajando 4 días en un hospital volvió a la casa extenuado,
los cirujanos operaban 20 horas diarias, la sangre se terminó el primer día, el
mismo personal se vio en la necesidad de donar su sangre. im morgue se
llenaba de cadáveres, muchos de ellos muertos en pabellón o recuperación
inmediata. Las heridas a bala de guerra eran un «problema nuevo para la
cirugía chilena». La entrada de las tropas fue disparando; lógicamente, en el
hospital no había armas, de todos modos, durante quince minutos se disparó.

«Algunos días después, aquel personal que tan sacrificadamente había


cumplido con su deber, fue detenido y muchos de ellos permanecen aún
relegados. Creo que eso se llama Pago de Chile. A Vicente lo han suspendido
con sueldo, pero sin perspectivas de reincorporarse en Servicio Fiscal alguno.
Seguramente por estos días le deben tener el decreto de cesantía. Hace
algunos días estuve con él, se ve de buen ánimo, aún cuando pasa por
períodos de depresión. Espera, estudia un poco más de inglés y medicina y lee
literatura, por lo demás, yo hago más o menos lo mismo. Por ahora no habla
de salir del país, dice que le ha entrado un patriotismo, un cariño al terruño,
que no piensa emigrar; le impresiona mucho la experiencia de España 1939 y
cree que esa tragedia no puede repetirse...»

La carta escrita por el doctor, sin duda evidencia un nuevo lenguaje; aparece hablando
de Vicente y de los otros, pero en realidad hablaba de su caso, su experiencia y los
hechos que ocurrían en Chile.

La doctora Rubí Maldonado, que estuvo con él en esos días, recuerda así al doctor
Godoy:

«Al 11 de septiembre de 1973, yo era alumno de Medicina, en el Hospital


Barros Luco Trudeau. Llegamos al hospital, como todos los días, a atender a
los enfermos con los pocos médicos que no estaban en paro.

«Entre el humo de La Moneda bombardeada y los disparos a las poblaciones


cercanas, esperábamos ansiosos la llegada de algún dirigente estudiantil para
que nos informara de lo que pasaba y sobre cómo debíamos actuar. Nadie
llegó, hasta que apareció el doctor Carlos Godoy, con otros dos jefes del
Ministerio de Salud.

«Durante todos esos días, hasta que levantaron el toque de queda,


permanecimos en el hospital atendiendo a los enfermos y recibiendo
innumerables heridos y muertos. Entre todo este caos, estuvimos tranquilos
porque todo el tiempo el doctor Godoy estuvo dándonos ánimo y organizando
el trabajo.

«Especialmente se dio tiempo de acoger al grupo de estudiantes de las


juventudes comunistas, a los que llamaba sus pollos, para darnos consuelo, y
sobre todo, prepararnos para enfrentar a la dictadura que se venía encima,
situación que ninguno de nosotros ni siquiera podía imaginar.

«En esos días, sentados en un rínconcito de la cocina del hospital, él nos


enseñó a usar un lenguaje nuevo, a protegernos y cuidarnos, a querernos, y
sobre todo a seguir luchando, cosas que muchos de nosotros seguimos
haciendo durante los 17 años siguientes, llevándolo a él en nuestra acción,
siempre.»

DETENCIÓN EN SAN BERNARDO

Tres años más tarde, precisamente el 4 de agosto de 1976. fue detenido. Ocurrió
después de abandonar el hospital de San Bernardo, a las 16:30 horas, para dirigirse al
Policlínico Escolar del Liceo San Francisco de La Granja, en el paradero 25 de Santa
Rosa, donde también trabajaba.

Nunca llegó, nunca más se supo de su paradero y nunca más se encontró el automóvil
AX 330, de color verde, patente LOG-11, en el cual se movilizaba. Entonces tenía 39
años y tres hijos.

Las semanas previas a su detención, se había visto nervioso y preocupado. La policía


secreta de seguridad llegaba hasta el hospital. Era seguido; su casa estaba siempre
vigilada y rodeada de automóviles y hombres extraños. En repetidas ocasiones recibió
llamadas telefónicas anónimas para lograr información acerca de sus actividades y su
itinerario. Esto cesó dos días antes del secuestro.

La detención del doctor Carlos Godoy, nunca fue reconocida oficialmente.

Dos días después del secuestro, el 6 de agosto de 1976, quedó interpuesto en la Corte
de Apelaciones un recurso de amparo. Respondiendo a oficios emanados de este
tribunal. el Ministro del Interior, el Prefecto de Investigaciones y la Dirección General
de Carabineros, informaron no tener ningún detenido bajo este nombre.

El «no ha lugar» del tribunal se hizo sentir hasta en la Corte Suprema, que confirmó la
resolución de los jueces de la segunda instancia.

Poco después de su detención, se congeló su cuenta corriente en el Banco del Estado


de San Bernardo, invocándose, «órdenes superiores». Nunca se reabrió, aún en contra
de una orden del tribunal.
En 1976, la Junta Militar respondió respecto de este caso en Naciones Unidas, que
tanto el médico Carlos Godoy, como Iván Insunza, habían solicitado visas para viajar a
Canadá. La Embajada de Canadá en Chile desmintió lo señalado.

En otra oportunidad, el régimen militar expresó entre sus observaciones al informe


emanado de un grupo de trabajo de Derechos Humanos, que el doctor Godoy no
registra antecedentes de estar o haber estado detenido, desconociendo así los hechos
de que daba cuenta dicho informe.

Mas aún. en las observaciones elevadas, el gobierno militar se comprometía a realizar


gestiones para ubicar a los médicos citados.

A fines de 1976 una ola de rumores corrieron por calles y pasillos. Se hablaba de que
los doctores habían sido llevados a Argentina, que habían sido vistos en el norte de
Chile, en los campamentos de prisioneros y en las casas de tortura.

La esposa y su familia hicieron todos los esfuerzos por dar con su paradero. Todas las
puertas fueron golpeadas, todas las posibilidades se agotaron.

La señora Alicia Godoy, esposa del general César Mendoza, integrante de la Junta
Militar de Gobierno, informó en una oportunidad a la familia que el doctor Godoy
estaba en 4 Alamos desde agosto y que luego se esclarecería su situación.

En el Tribunal de San Bernardo se interpuso una querella por secuestro. En la ocasión


fueron llamados a declarar agentes de la DINA. los que nunca se presentaron. El
Ministerio de Defensa, por su parte, desconoció anteceden' tes sobre los mencionados
agentes de seguridad.

El proceso se encuentra actualmente sobreseído en la Corte de Apelaciones Pedro


Aguirre Cerda.

El mismo día de la detención del doctor Godoy, fue detenido el doctor Iván Insunza.
Jamás se les volvió a ver.

HABLA CLAUDIA, SU HIJA

«Yo tenía ocho años cuando mi padre desapareció. Han pasado más de
catorce. Hoy me recuerdo de ruidos, olores, sabores y sensaciones... y
muchas imágenes, aunque muchas de ellas nebulosas.

«Recuerdo muy bien el ruido de la citroneta doblando la esquina, las carreras


para abrazarnos...

«Recuerdo que los domingos íbamos a comprar el diario, el papá con olor a
jabón, bien peinado, porque era temprano; o escuchaba la citroneta desde la
esquina y corría a abrir la reja de la casa, ansiosa. Ya no olía ajaban, sino a
hospital, pero traía un paquetito, nunca lo olvidaré, con pasteles de San
Bernardo; olía a manzana, caminaba con soltura y su barba me hacía
cosquillas. Su parka y su gorro, sus zapatos con su pisar y sus camisas con su
cuerpo. Recuerdo sus manos anchas y cálidas y la manzana que le quitaba a la
mamá cuando veíamos televisión en el living.
«Sus uñas cuadradas y redondas, limpias y deseosas de jabón. Creo que se
me representa como un montón de fotografías, imágenes sueltas,
disgregadas, que emergen y se visitan cósmicamente.

«A hora debo aceptar normas, leyes y ciencias, y aún no me resigno. A no


poder llevarle el desayuno a la cama, a no sentir su olor, porque es lo que más
recuerdo.

«Recuerdo su mirada, pero no sus ojos. Recuerdo sus palabras, pero no su


voz, recuerdo sus pisadas, pero no sus pies, recuerdo sus caricias y sus
naturales coscorrones, pero no sus manos; recuerdo su esencia de persona».

El tío de Claudia, que vive en París, estuvo de paso por Chile. En esa oportunidad, ella
pudo reconocer en él, muchos gestos de su padre.

LÍDER DE VERDAD

Carlos Godoy Lagarrigue nació y creció en una familia en la que fue el hijo menor.
Tenía 10 y 13 años de diferencia con sus hermanos.

Su padre, hijo de Domingo Godoy, Ministro del Interior de Balmaceda, fue un


connotado hombre público, ingeniero, profesor y Decano de la Facultad de Ingeniería,
fundador del Liceo Manuel de Salas, Rector de la Universidad de Chile, Ministro de
Estado bajo el gobierno de Juan Esteban Montero, entre otros cargos de importancia.

Cuentan que Carlos era muy sensible, soñador y alegre. Desde muy pequeño
manifestó sus deseos de ser médico.

Tenía apenas siete años, cuando su padre falleció. Sus hermanos mayores lo
asumieron como hijo.

Estudió en el Colegio Suizo y en el Liceo Manuel de Salas, donde llegó a ser Presidente
del Centro de Alumnos y al egresar, recibió la Orden al Mérito Manuel de Salas, en
1954. Recientemente, el más pequeño de sus hijos, Garlitos, obtuvo también estas
distinciones en el mismo liceo.

A los 14 años, el doctor Godoy formaba parte de una célula de las Juventudes
Comunistas.

En la universidad también era un activista, y de esos que movían conciencias y


respuestas a convocatorias. El doctor Eduardo Fritis, recuerda:

«El 2 de abril de 1957 en mi primer día de clases en la Escuela de Medicina,


encontré a un estudiante delgado, desgarbado, que se dirigía a los recién
llegados a la facultad para invitarlos a una manifestación callejera de repudio
al gobierno del General Ibones. Con voz firme y gran convicción, nos
explicaba la necesidad de participar. Con un mechón rebelde de cabellos
sobre la frente, la camisa afuera, calzando sandalias, nos convenció y
comenzamos la marcha. Entre gritos y pancartas, tallas y susto,
experimentamos la sensación de estar formando parte de algo grande y
desconocido. Al llegar a los puentes del río Mapocho, los militares nos
dispersaron a balazos. Allí cayó asesinada la compañera de enfermería, Alicia
Ramírez.

«Ese fue mi primer encuentro con Carlos Godoy Lagarrigue, de quien llegué a
ser amigo inseparable, compartiendo penas y alegrías de nuestra vida
estudiantil, durante los siete años de universidad y aún después de recibidos.

«El curso tenía un equipo de fútbol. Recuerdo reñidos partidos contra otros
equipos, ganando o perdiendo, siempre empujados a gritos y garabatos por
Carlos, el alma del equipo.

" Un día llegó contando: Conocía una chiquilla estupenda, hija de refugiados
españoles; cuando se enoja dice ¡Caracoles!. Se llama Dolores -la Lola-, su
compañera de toda la vida y madre de sus tres hijos. Lola contribuyó a la
domesticación de Carlos, siempre respetando su manera de ser como «un
niño grande y juguetón». Su otra compañera inseparable, fue la política.

«Sus compañeros lo recordamos con cariño y admiración, muy candentes de


que su vida fue un ejemplo de honestidad y que la ofrendó por aquello que
hoy falta tanto y que es el amor por sus semejantes, especialmente por
aquellos más débiles y desvalidos»

Después que obtuvo el título de médico, trabajó como anestesista en la Maternidad del
Hospital Félix Bulnes. Nunca se interesó por salir del país, pese a que tuvo varias
posibilidades para especializarse.

En 1964 se fue a Melipilla a trabajar de General de Zona. En esa localidad rural,


impulsó un amplio trabajo que le permitió llegar a más de cien mil personas dispersas
en los campos. Organizó postas rurales e instauró el sistema de atención gratuita, que
incluía hasta la atención dental. Además, fue Jefe de Obstetricia del Hospital de
Melipilla.

En 1968 publicó el libro «Equipo de Salud y Medicina Integral en la Posta de Alhué»

En síntesis, desplegó un rol preponderante en el desarrollo e implementación de


programas médicos rurales combinando el esfuerzo y la práctica, con sus convicciones
e ideales.

A raíz de este quehacer, el doctor se convirtió en un hombre conocido en los medios


campesinos y agrícolas; tanto es así que fue candidato a diputado por esa zona. Lo
presentó el Partido Comunista. No logró ser elegido, pero obtuvo un gran respaldo
popular.

En 1970 volvió a Santiago, donde trabajó como epidemiólogo e hizo un Post Grado en
Salud Pública en la Escuela de Salubridad de la Universidad de Chile. Luego fue
designado Encargado de Medicina Rural del Servicio Nacional de Salud, al mismo
tiempo que dictaba clases en la

Escuela de Medicina de la Universidad de Chile. Permaneció en este cargo hasta el 11


de septiembre de 1973.

Pedro, Carlos y Claudia, sus hijos, crecieron escuchando los discos de su padre como
para acercarse más a él. En sus juegos figuraba el rescate de su padre de manos del
enemigo y Claudia miraba incansablemente por los vidrios de la ventana, como
queriendo anticiparse y convertirse en la portadora de la gran noticia: su regreso.

Los discos y las esperas quedaron en el pasado. Hoy miran también hacia adelante,
aunque sin perderla esperanza de saber la verdad y ver la justicia.

CARLOS ENRIQUE GODOY LAGARRIGUE


Detenido Desaparecido. Santiago, agosto de 1976.

Carlos Godoy, de 39 años de edad, casado, tres hijos. De profesión Médico. Fue funcionario del
Departamento Técnico en la Dirección del Servicio Nacional de Salud y militaba en el Partido
Comunista.

Detenido por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) el día 4 de agosto de 1976
en el trayecto comprendido entre el Hospital Parroquial de San Bernardo y el policlínico escolar
San Francisco. El afectado fue trasladado a «VillaGrimaldi», lugar donde fue visto por última vez.
Su automóvil no pudo ser ubicado y desde esa fecha, se ignora el paradero del doctor Carlos
Godoy.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)


GABRIEL CASTILLO CERNA
Fecha de Nacimiento: 4 de diciembre de 1932
Médico Cirujano. Psiquiatría
Registro Colegio Médico: 5.494
DETENIDO DESAPARECIDO

DETENIDO DESAPARECIDO

Tierra, renace, estalla en mil estrellas


devuelve la vida que acoges
entre tu vientre inmóvil,
incógnito, desconocido.
Despierta padre mío
lentamente, así como las vidas
que fugitivas buscaban de tí
no te escondas entre las sombras
asoma tus manos llenas de poesía,
de vida, de esculturas, de música.
Qué difícil es caminar de pronto
buscarte ahí donde tantas veces
vimos estallar los volcanes
donde el agua recorre mi cuerpo como si me abrazaras
cómo mostrarte que renaciste
en mi vientre que latió una y mil veces llamándote
donde mis pasos inertes se movían al ritmo
de mil pensamientos que volvían y se iban
como las olas que asustadas golpean
la roca hasta convertirla en arena milenaria,
deforme, inanimada.

Brota padre mío


renace en espigas
háblame de tus cosas
a través del viento que susurra
y se desvanece entre mis dedos
que quieren cogerte como la greda
y modelarte nuevamente
para que así abraces a tus nietos
que sin saberlo,
llevan tu mirada penetrante, sincera,
llena de conocimientos de esta vida
que para ellos aún existe.
Me duele la despedida
pero más me duele el no poder habernos despedido.
Pero se que esto es un sueño
una mentira y que despertaré de pronto
entre tus noches secretas
y podré acariciar tu rostro con mis manos
como un ciego palpando tus rasgos uno a uno
y así renaceremos juntos
porque desde que tu desapareciste
una parte de mí está muerta,

Quien escribe así es Claudia, la única hija del doctor Gabriel Castillo, médico
psiquiatra, detenido desaparecido desde el día 11 de octubre de 1976, a los 43 años.

Claudia, hija de su primer matrimonio, contaba por ese entonces con apenas dieciséis
años. Ella tenía una relación muy de amigos con su padre. Recuerda que él se veía
muy preocupado en ese tiempo, e incluso a veces prefería no sacarla a pasear los fines
de semana para que nada le sucediera. La regatoneaba con chocolates, largos paseos,
poemas y cuentos. Claudia, por su corta edad, no alcanzaba a entender e interpretar
las preocupaciones y problemas que percibía en él.

El doctor Castillo vivía solo en su casa de La Reina Alta. Seis meses antes de su
detención y desaparición se había separado de su segunda esposa.

Al día siguiente de su desaparición, tenía programado un paseo a la playa Las Cruces.


Iba a ir con su hija. Ella lo llamó a la consulta para ponerse de acuerdo, pero para su
sorpresa, la secretaria le manifestó su preocupación. El doctor no había llegado en
todo el día, no había llamado y no estaba ubicable en ninguna parte. Había dejado sin
atender a sus pacientes.

En horas de la tarde, la hija llegó hasta la casa paterna y luego acudió a la Comisaría
de Carabineros. Por ser menor de edad, su denuncia no fue acogida. Más tarde, volvió
a Carabineros con su abuela, la señora Daniela Cerna Riquelme y luego lo
interminable: la constante búsqueda.

El doctor Gabriel Castillo había sido detenido anteriormente en el año 1975 y dejado en
libertad. Poco antes de su segunda detención y desaparecimiento, intervino
públicamente en una misa que se realizó en la Parroquia Universitaria, en memoria del
ex canciller Orlando Letelier, asesinado en Washington. El se sintió muy afectado; era
el psiquiatra de la madre de Orlando Letelier.

Durante el acto litúrgico formuló un llamado a vencer el miedo y el temor y a actuar en


defensa de los derechos humanos que se violaban permanentemente en el país .Con
toda seguridad, en dicho oficio religioso había agentes de la policía secreta.

Nadie fue testigo de su detención. En los requerimientos judiciales interpuestos ante


los tribunales de justicia para esclarecer este caso, se pidió información a los
organismos de seguridad. Ninguno reconoció haberlo detenido.

En los informes proporcionados por la defensa a la justicia se afirma que la mayoría de


las detenciones practicadas durante el año 1976, fueron realizadas en la calle o en
algún lugar donde no hubiese testigos. Los secuestros realizados en esta forma fueron
tantos, que quedó en evidencia el nuevo método que empleaban los organismos
represivos. Por esa misma fecha, entre el 1 de junio y el 1 de octubre, fueron
encontrados 18 cadáveres en las aguas del río Maipo. todos ellos desnudos y con sus
manos y pies atados con alambre.

La señora Daniela Cerna Riquelme, su madre, falleció en 1984. Hasta sus últimos días
de vida, interpuso ante los tribunales acciones legales que pudiesen dar con el
paradero de su hijo. Desde oficios a Policía Internacional para que dieran cuenta
acerca de una eventual salida del país, hasta requerimientos al Instituto Médico Legal
para que informara sobre el ingreso allí del cuerpo de Gabriel Castillo. También se
dirigieron oficios al Ministerio del Interior, preguntando por una posible orden de
arresto y pidiendo se citara a declarar a las últimas personas que estuvieron con él.
Las solicitudes siguieron su curso pero no se llegó a ningún resultado. El caso continuó
sin esclarecerse.

En diciembre de 1982 la señora Cerna envió una carta al Presidente del Colegio Médico
de la época. En dicho documento, ella da cuenta de la búsqueda de su hijo por los
hospitales, sanatorios, morgue, policía, carabineros, iglesias, y expresa que la única
respuesta que recibió, fue de parte de la policía civil que reconoció la detención del
doctor Castillo.

En la misma carta, la madre solicita el apoyo del Colegio Médico para encontrar alguna
solución «para el caso de mi hijo desaparecido. Estoy sumamente preocupada
por esta situación y hallándome completamente enferma y sola, acudo a Vd.
también por medicación...» La recomendación médica que tenía, era una
intervención quirúrgica. No podía hacerlo. Estaba sola, desamparada y no tenía
recursos económicos.

Esta carta fue escrita desde lo más profundo del corazón, tal como ella misma la
calificó.

Gabriel Castillo poseía una cuenta en dólares en Suiza, que fue transferida a su
segunda esposa, después de su desaparición.

La causa caratulada rol 8197-77 del Segundo Juzgado del Crimen, logró recopilar una
serie de informaciones relativas a personas que estuvieron cerca del doctor. No
obstante todos estos antecedentes, a juicio del tribunal no eran suficientes, cerrándose
el caso. Posteriormente, el 23 de junio de 1980 se interpone una querella por
secuestro, atribuyéndose esta acción a un grupo de la DINA, la policía de seguridad.

En dicha querella, el tribunal señala que tanto las autoridades civiles como militares
consultadas, han respondido de manera evasiva o negativamente. A pesar de
nombrarse un Ministro en Visita para que investigase los hechos, no hubo resultado
alguno y el caso se encuentra sobreseído.

El sufrimiento en Claudia es perceptible, pero también su fuerza y sus ganas de vivir.


Cuenta que lloró tres meses seguidos tras los hechos ocurridos. Después creció con el
dolor transformado en fuerza para seguir viviendo y lograr algún día esclarecer la
verdad. Siempre busca nuevos antecedentes a fin de lograr que la investigación pueda
llegar a un término, sobre todo ahora que la Comisión Verdad y Reconciliación asegura
que de acuerdo a sus antecedentes, el doctor fue detenido por agentes de seguridad.

Claudia, ahora madre de dos hijos, profesora, relata que a veces cuando camina por
las calles de Santiago, entre el tumulto, cree encontrar a su querido padre... «Veo
algún cuerpo, una silueta que se asemeje a él y creo que puede ser...
entonces lo sigo y lo persigo hasta verle el rostro y comprobar que no es»,
dice al tiempo que se asoman dos grandes lágrimas en sus ojos.

VALOR DE LA PALABRA

El doctor Jorge Bianchi, compañero de curso y amigo de Gabriel Castillo, recuerda que
en largas conversaciones Gabriel le contó de su difícil infancia . Era hijo de campesinos
de la zona de Los Angeles, donde inició sus estudios. Poco después, su madre se
trasladó con él a Santiago, trabajando en diversas casas particulares. Ninguna de estas
casas fue un hogar para Gabriel. Se sintió marginado, discriminado y maltratado. Por
estas razones se fugó en varias ocasiones en las que vagaba por las calles de
Santiago, hasta que era devuelto nuevamente al lado de su madre.

Los cambios de trabajo de su madre y estas fugas, hicieron que su educación se viera
interrumpida innumerables veces. Pero era un lector voraz. Tenía grandes ansias de
aprender y de saberlo todo. Fue así un autodidacta que logró una cultura excepcional.
Muchas son las anécdotas que le ocurrieron en ese tiempo, pero quizás la más increíble
es la de las charlas sobre diversos temas que daba a los marginados bajo los puentes
del Mapocho, en sus días de vagancia. Estos le escuchaban con admiración y lo
consideraban un genio.

«Lo más notable», dice el doctor Bianchi «es que Gabriel no tenía trazas, ni
resabios de este ambiente en el que se formó. Tenía un aspecto distinguido,
vestía con elegancia. Sus modales, su dicción y su vocabulario eran los de una
persona con gran educación. Su madurez era otra característica que lo
diferenciaba entre los jóvenes alumnos de Medicina. Se había casado a los 22
años y trabajaba junto con estudiar. Vivía con su esposa, en un pequeño
departamento del Barrio Bellavista, que era tan acogedor que servía de punto
de reunión para muchos compañeros de curso; allí estudiaban, escuchaban
música, conversaban. Gabriel tenía una gran inteligencia, un gran sentido del
humor. Además, hacía buenas caricaturas con leyendas de quienes lo
rodeaban, como profesores y compañeros. Inventaba también muchas
actividades a las que arrastraba a sus compañeros, como un operativo médico
que organizó en una población al norte de Santiago».

Políticamente, sus ideas eran de izquierda con claras simpatías por el Partido
Comunista, pero nunca habría militado en ningún partido, siendo más bien
independiente y dedicado a su profesión. En el último tiempo, antes de su detención,
vivió un gran acercamiento a la Iglesia Católica. Conversó muchas veces con el padre
Percival Cowley, en la Parroquia Universitaria. En ésta y otras parroquias, al igual que
en otros lugares públicos, rogaba o predicaba abiertamente contra la violencia ejercida
por el régimen militar.

El doctor Castillo salió de su domicilio en la comuna de La Reina y no llegó a su


destino, su consulta médica. Nunca más se ha logrado tener noticias acerca de su
paradero.

Muy temprano había decidido ser psiquiatra y era partidario de la escuela


psicoanalítica, perteneciendo al Instituto de Psicoanálisis.

Trabajó en la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile y como Profesor de Higiene


Mental en la Escuela de Psicología de la Universidad Católica de Chile. Desde este
trabajo, participó activamente como gestor y profesor de los cursos de extensión, que
realizaba periódicamente la Universidad Católica.

Numerosos cursos de perfeccionamiento se suman en su currículum. Constancia de ello


quedó, por ejemplo, en una entrevista que le hiciera la periodista Lucía Gevert. para el
diario «El Mercurio» de Santiago, el 21 de noviembre de 1971, después de su
participación en un curso sobre conducta humana, organizado por la Universidad de
Chile. En ella habla de dos aspectos que rigieron su vida y por cuya defensa fue hecho
desaparecer: cómo disminuir la violencia y de cuánto él valoraba la comunicación y la
palabra como medios de relación entre los seres humanos.
GABRIEL CASTILLO CERNA
Detenido Desaparecido. Santiago, octubre de 1976.

Gabriel Castillo, de 43 años de edad, casado y con una hija. De profesión médico psiquiatra,
militaba en el Partido Comunista. Detenido el día 11 de octubre de 1976 en la vía pública por
agentes de seguridad que se lo llevaron con rumbo desconocido. Desde esa fecha, no se han
vuelto a tener noticias acerca de su paradero.

(Informe Comisión Verdad y Reconciliación)

LUIS ALBERTO BARRA GARCÍA


Fecha de Nacimiento: 23 de marzo de 1942
Médico Cirujano. Medicina General.
Registro Colegio Médico: 7.026
MUERTO EN ENFRENTAMIENTO.

El 28 de noviembre de 1986, año en que las fuerzas opositoras


desplegaban diversas acciones para poner fin al régimen militar, que ya
contaba a su haber trece años, los informes de prensa dieron cuenta de
un enfrentamiento ocurrido en la vecina localidad de Peñaflor, al oeste
de Santiago. En ese enfrentamiento murió el doctor Luis Alberto Barra
García.

INFANCIA. ESTUDIOS

Luis Alberto Barra nació en Concepción el 23 de marzo de 1942. Su


padre era ferroviario y su madre profesora.
Su hermana lo recuerda como un muchacho alegre, optimista, que le
gustaba salir en carpa con sus amigos, tocar la guitarra, cantar y hacer
deportes.

Ya un poco mayor, empezó a preocuparse por los problemas sociales y


era muy receptivo a las opiniones e historias de un tío que le mostró la
existencia del mundo de la política.

Continuando con su recuerdo, su hermana dice: «Sé que él era un


idealista, que le sacaba de quicio cualquier situación injusta;
siempre pensó que la injusticia social era solucionable con la
colaboración de todos. Decidió estudiar medicina y dedicarse a la
medicina social. Pensó que así podría colaborar con los sectores
más desposeídos, tal vez influenciado en parte por los esfuerzos
que nos costó a los tres hermanos alcanzar una profesión».

Ingresó a la Escuela de Medicina en la Universidad de Concepción en un


tiempo de gran efervescencia político cultural, de reformas y de gran
actividad del movimiento estudiantil. Fueron sus compañeros, entre
otros, Miguel Enríquez y Bautista Van Schouwen.

Cuando recibió su título de médico, le escribió una carta a su madre a


quien quería enormemente. La carta es tan hermosa, tan profunda, está
escrita con tanto sentimiento, que es uno de los mayores tesoros que su
madre guarda.

Ya a estas alturas, su simpatía por el gobierno de la Unidad Popular lo


había separado políticamente de su familia, ya que el resto era
«momio», según su hermana. Sin embargo, no había conflicto entre
ellos porque priorizaban los lazos familiares.

Luis Alberto tenía una manera de ser que lo impulsaba al cariño, a la


solidaridad, a estar al lado del que lo necesitara sin importar lo que
pensaba. Ejemplos de esto hay muchos en su quehacer como estudiante
de medicina, recién recibido y sobre todo en los cinco años en que
trabajó como médico, y director del Hospital de Carahue.

En este lugar, la gente que lo conoció lo recuerda con especial afecto


reafirmando las opiniones de su hermana; así lo demuestra el
testimonio del dentista de Carahue en esos tiempos:

«El flaco Barra era un gran amigo, sencillo, directo, alegre. Podía
pasar horas tocando la guitarra y cantando, especialmente,
zambas argentinas. En esa época en que había una gran
politización, él se mantenía al margen de las peleas. Estaba
preocupado de organizar la atención de salud en su zona, con
mucha sensibilidad social. Sin embargo, sus simpatías por el
gobierno le significaron el odio de los latifundistas, que incluso
trataron de matarlo en su oficina del hospital.»

En Carahue y la zona que le correspondía, realizó un incansable trabajo


de organización en salud, siempre relacionado con los otros médicos
generales de esa zona que tenían la misma concepción de trabajo en
salud. Arregló el pequeño hospital, logrando incluso, incorporarle un
pabellón quirúrgico. Hizo grandes adelantos para la salud, organizando
postas y preparando encargados de salud entre los propios campesinos.
Notable fue su trabajo con los mapuches, con los que llegó a establecer
fuertes lazos de amistad, aprendiendo incluso a hablar su lengua.

Por ese tiempo, tratando de encauzar sus inquietudes sociales y


buscando soluciones a la miseria y a la injusticia que veía a diario, en
una zona llena de conflictos por la presencia en el mismo lugar de una
gran masa de campesinos desposeídos y de otro grupo con mucho
dinero, influencia y poder, ingresa a militar en el MIR.

El 11 de noviembre de 1973, tras el golpe militar, fue detenido en el


hospital y trasladado a la cárcel de Temuco en un camión descubierto.
Junto a él, iban varios campesinos y otros médicos de la zona como los
doctores Miguel Ángel Solar, Jorge Barudi y José Venturelli. El camión,
que recorrió la zona buscando gente para detener, fue visto por
numerosas personas que guardan esta imagen como la última de
aquellos médicos que los apoyaron tanto en la búsqueda de mejores
condiciones de vida para ellos y sus hijos.

DETENCIÓN Y EXILIO

En la cárcel de Temuco el doctor Barra fue incomunicado. Sin embargo,


el doctor Barudi, incomunicado también en una celda contigua, recuerda
cómo se daban ánimo, con golpes en la pared o con alguna palabra
suelta cuando eran sacados a los interrogatorios, al Regimiento Tucapel.

Su hermana recuerda también este período:

«Empecé a saber cosas terribles, que mostraban la venganza


que se estaba ejerciendo sobre el grupo perdedor, situaciones
que no lograba entender, propias de películas de terror. Yo
visitaba, cuando me permitían, a mi pobre hermano, tan idealista
en un mundo tan loco. El nunca se quejó, pero dentro del
desmejoramiento progresivo que veía en él, a veces lo
encontraba más decaído. Después supe que en esas ocasiones, lo
habían sometido a apremios/isleos o «interrogatorios».
«En una oportunidad desapareció durante tres días. Sus
compañeros de cárcel pensaban que lo habían matado, como
había ocurrido con otros que no volvían del interrogatorio, con la
explicación de que «se habían escapado»; lo busqué con
desesperación. Llegué incluso, al Comandante del Regimiento,
que después de una fuerte discusión, me dijo: «Vaya mañana a
la cárcel, su hermano estará ahí». Y ahí estaba, molido a golpes.
Había vivido un infierno, sometido a vejaciones increíbles por
gente que gozaba haciendo sufrir y torturando a otros seres
humanos. Me di cuenta que tenía que sacarlo luego de ahí o
terminarían con su vida. No dejé puerta sin tocar pidiendo ayuda
y finalmente por presiones nacionales e internacionales, como la
Cruz Roja, logramos sacarlo con la condición que saliera del país.
Mi hermano estaba triste. Ya no era el mismo que antes de vivir
esta horrorosa experiencia. Su estado físico no era bueno, pero
sobre todo había cambiado anímicamente».

Poco después salió al exilio a Perú, donde vivió con el doctor Barudi y la
doctora Vásquez, que habían llegado antes con sus hijos. También
estaba el doctor Solar y su familia. Entre todos construyeron
nuevamente un hogar. Luis Alberto era especialmente cariñoso con los
niños.

Cuando ya tenían hecho un proyecto de trabajo, el gobierno peruano


expulsó, en abril de 1974, a todos los chilenos refugiados. Partió con sus
amigos a Europa. Ellos se quedaron en Suecia y el doctor Barra decidió
seguir a Cuba, donde se especializó en cirugía y aprendió materias
militares pensando en retomar al país, plan que llevó a efecto a fines de
1979 cuando ingresó a Chile clandestinamente.

Mucho tiempo después, la doctora Vásquez recibió una carta de él, en la


que decía que estaba feliz de haber vuelto a Chile y de haber elegido el
camino de lucha contra la dictadura. Le contaba que las restricciones
materiales eran críticas, pero estaban compensadas por el amor de la
gente que lo rodeaba.

RETORNO Y MUERTE

Volvió a fines de 1979, pero pasaron largos meses antes que pudiera
insertarse en el trabajo partidario. En ese período, su sobrevivencia fue
muy difícil. No podía ejercer como médico y no podía visitar a su familia
por razones de seguridad. Incorporado después a la acción en el MIR,

inició un trabajo de educación de salud, elaborando manuales y


preparando compañeros para la protección y tratamiento de los efectos
de la represión, que en esos momentos era aplicada masivamente en las
poblaciones y manifestaciones de protesta contra el régimen militar.

Participó después, en la implementación logística de la guerrilla de


Neltume, ayudando a la retirada de sus compañeros después del fracaso
de esa experiencia.

Por todo esto, la persecución en contra de su grupo se torna cada vez


más fuerte y aproximadamente en marzo de 1985, el doctor Barra
recibe la orden partidaria de abandonar el país. Su vida corría peligro. El
rechazó esta orden, pues estaba convencido de que ésta era la mejor
forma que tenía de luchar contra la dictadura militar, lo que era su
deber moral.

En este período de su vida, lo conoció el doctor Cardin, que dice de


él: «El flaco Barra amaba a todas las mujeres, le gustaba el café
express, los chistes, los patos malos y sobre todo los niños.
Gozaba cuando sabía de algún acto de resistencia a la dictadura,
porque decía que y a estaba bueno de morir con las manos
atadas a la espalda, de morir en la tortura sin decir nada,
valientemente, pero siendo incapaz de luchar activamente por lo
que se creía justo.

«Era un gran militante, muy abierto y comprensivo con sus


subordinados, pero muy estricto con él mismo y muy disciplinado
con la dirección partidaria, aunque discrepara de sus órdenes.

«El 28 de noviembre de 1986, vimos unas fotos en el diario, con


su cuerpo tendido en el suelo y nos dio mucha pena porque el
Flaco tenía el sentido de camaradería muy en alto. Después de
vivir tantas cosas juntos, yo sabía que si me pasaba algo, él se
las iba a jugar por mí. Además, su compromiso no era abstracto.
El estaba ahí, era capaz de ser amigo de los amigos de uno, de
los hijos de los pobladores donde vivíamos, de involucrarse en la
vida de los demás.

«Tuve un nudo en la garganta por largo tiempo cuando murió,


pero después pensé que el Flaco hubiese estado conforme
consigo mismo de morir en esa forma: peleando, luchando por lo
que creía justo».

RECUERDO DE VALENTINA

También lo recuerda en ese período Valentina Alvarez, presa política,


quien fue su compañera. «El 6 de mano de 1985 me llevaron a
conocer a un nuevo compañero que se integraba a trabajar con
nosotros. Era Luis Alberto Barra a quien conocimos por Pepe, su
nombre político. Lo divisé de lejos y de inmediato supe que sería
él. Caminamos y conversamos largo rato y lo encontré distinto a
los otros compañeros, por su actitud, por sus gestos, su voz, su
sonrisa, siempre muy preocupado, muy atento, muy simpático.
Tuvimos que vivir juntos por el trabajo y así nos conocimos más,
nos enamoramos y formamos una pareja real.

«Por razones de seguridad había cosas que no nos decíamos y


así no supe hasta el final de nuestra relación, que él era médico.
Sin embargo, conversábamos largas horas contándonos cosas de
nuestros sentimientos y de nuestras historias, obviando algunos
detalles. Así, me contaba de su niñez, de sus hermanos, de su
tío. Se había conseguido una guitarra y me cantaba canciones de
Serrat y otras muy antiguas, que yo aprendí para cantarlas con
él. Me escribió innumerables cartas con sus pensamientos, que
ya no tengo porque no me las entregaron en la Fiscalía Militar.

«También me enseñaba a mí y a muchos otros compañeros, todo


lo que él sabía, sin jamás desvalorizar a nadie, mostrando una
enorme capacidad de ser uno más, a pesar de las diferencias de
edad, de preparación política e intelectual.

«Otra cosa que me gustaba era su capacidad de relacionarse con


los niños. Les hablaba como a personas grandes, los entretenía y
era capaz de hacerse cargo directamente de ellos si alguna vez
alguien necesitaba esa ayuda. No se hacia ningún problema si
tenía que mudar o alimentar a una guagua.

«Pero lo que guardo como lo más valioso de él, es el recuerdo de


su consecuencia frente a la vida. El pudo quedarse en el
extranjero, ejercer su profesión, ganar plata, vivir tranquilo. Sin
embargo, optó por un camino totalmente distinto, lleno de
riesgos, sabiendo que podía perder la vida. No se olvidó nunca,
de que en su país había gente que no tenía qué comer, gente que
era apaleada por los pacos, porque reclamaban el derecho a una
vivienda, a un trabajo y a la salud. Y a pesar de esta vida tan
dura que eligió, él era un hombre cálido, que siempre valoró y
disfrutó de las cosas más sencillas, más pequeñas, como un
gesto, una mirada, una sonrisa, una caricia, un beso.

«El día del enfrentamiento yo estaba con él. Aunque estaba


herido, él seguía muy calmado indicándome lo que debía hacer.
Esto me tranquilizó y me permitió hacer todos los esfuerzos por
sacarlo a él y al otro compañero herido, del lugar. No lo logré de
todos modos y Luis Alberto murió mientras intentábamos salir en
un camión. Eso fue terrible para mí, pero ese dolor tan grande
me hizo sentir menos largos los días que pasé en la tortura.
Incluso sentía que Luis Alberto estaba ahí, a mi lado y me seguía
dando fuerzas y tranquilidad.

«Pensé que no iba a resistir su pérdida, pero su recuerdo para


mí ya no es una tortura, es una alegría por todo lo que vivimos
juntos, por haber podido compartir con él parte de su vida, que
fue la de un gran hombre, un gran militante, un gran compañero
y amigo.

«Pepe cayó en un enfrentamiento, pero no podemos olvidar el


por qué del enfrentamiento y el por qué personas como él, tienen
que asumir una lucha contra determinado sistema, porque
tampoco pueden quedarse ahí sin decir nada, viviendo en un
mundo de atropellos y de violaciones a los Derechos Humanos.»

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