Hay algo que puede afirmarse sin reservas: la existencia humana depende del agua.
Tanto la geosfera como la atmósfera y la biosfera están ligadas a ella. El agua
interactúa con la energía solar para determinar el clima, y transforma y transporta las
sustancias físicas y químicas necesarias para toda forma de vida en la Tierra. Aunque se
puede afirmar que el agua es uno de los recursos más abundantes de la Tierra, se sabe
que la proporción disponible con seguridad para el consumo humano no llega al 1% del
total.
Por lo tanto, el agua es un recurso indispensable pero cada vez más escaso y valioso.
La competencia entre la agricultura, la industria y las ciudades por los limitados
suministros de agua ya está restringiendo las actividades de desarrollo en muchos
países. A medida que las poblaciones se expandan y las economías crezcan, la
competencia por este escaso recurso se intensificará, y con ella, también los conflictos
entre los usuarios del agua.
El sector agrícola es, con mucho, el que absorbe la mayor cantidad de agua a nivel
mundial. Más de las dos terceras partes del agua extraída de los ríos, lagos y acuíferos
del mundo se utilizan para el riego. Ante el aumento de la competencia, los conflictos,
la escasez, el desperdicio, la utilización excesiva y la degradación de los recursos
hídricos, los responsables de las políticas están volviendo cada vez más la vista hacia la
agricultura como la válvula de seguridad del sistema. La agricultura no sólo es el sector
que consume más agua en el mundo en términos de volumen; también representa, en
comparación con los otros, un uso de bajo valor, poco eficiente y muy subvencionado.
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Cada día, el ciclo hidrológico renueva los recursos mundiales de agua dulce por medio
de la evaporación y la precipitación. La pluviosidad mundial anual sobre la superficie
terrestre es de 110000 km3, pero alrededor de 70000 km3 se evaporan antes de llegar
al mar. Los restantes 40000 km3 están potencialmente disponibles para su
aprovechamiento humano. El consumo mundial de agua dulce se cifra actualmente en
4000 km3, o sea, tan sólo el 10% del suministro renovable anual.
Estas cifras parecen indicar una abundante disponibilidad de agua para el consumo
humano; sin embargo, un examen más detenido revela una situación más complicada.
Los 40000 km3 de agua disponible están distribuidos de manera muy desigual, y las dos
terceras partes de ellos se pierden en anegamientos. Esto deja un saldo de unos 14000
km3 como suministro relativamente estable. De esta cantidad disponible, una buena
parte ha de ser dejada seguir su curso natural a fin de salvaguardar los pantanos, los
deltas, los lagos y los ríos.
Las actividades humanas generan escasez de agua de tres maneras: por el crecimiento
de la población, por la utilización errónea del agua y por la falta de equidad en el
acceso a ellas. El crecimiento de la población contribuye a la escasez de agua
simplemente porque el suministro de agua disponible debe repartirse entre un
número cada vez mayor de personas. Cada país tiene una cantidad más o menos fija de
recursos hídricos internos, que se definen como el caudal medio anual de los ríos y
acuíferos generado por la precipitación. Con el tiempo, esta reserva interna renovable
va dividiéndose entre un número cada vez mayor de personas, hasta que sobreviene la
escasez de agua.
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En el mundo actual, la agricultura sigue consumiendo la mayor parte del agua. A nivel
mundial, absorbe alrededor del 70% de la extracción total de agua. El restante 30%
corresponde a los usos domésticos e industriales. La Figura presenta las tendencias
registradas en la utilización mundial de agua a partir de 1950. En total, el consumo
mundial de agua se ha casi multiplicado por diez en un siglo. La proporción
correspondiente a la agricultura, que ascendía al 90% en el año 1900, disminuyó a un
62% en el año 2000. Durante el mismo período, el consumo industrial ha pasado de un
6 a un 25%, y el urbano del 2 a casi el 9%.
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España es el país europeo más árido y que más recursos hídricos dedica a la irrigación.
Según datos del Ministerio de Medio Ambiente el sector agrario usa cerca del 70% del
total de agua captada en España. Esto, en parte, se debe a que la agricultura española
goza de importantes ventajas comparativas como resultado de su localización respecto
a grandes mercados, la disponibilidad de suelo, las horas de sol y sus infraestructuras.
Estas ventajas se ven disminuidas por una gran desventaja: la agricultura española
debe hacer frente a una disponibilidad limitada de agua con un régimen irregular de
precipitaciones (estiaje, desacoplamiento del régimen anual con los calendarios de
riego, fenómenos torrenciales, etc.) y sequías recurrentes. En esas condiciones,
disponer de cantidades suficientes de agua se convierte en un elemento estratégico
que garantiza la viabilidad de muchas explotaciones agrícolas.
En España la precipitación media anual es de unos 670 mm, lo que supone un volumen
total de agua de 340 km3. De esa cantidad sólo un 35%, unos 117 km3, puede
considerarse como dotación real de agua aprovechable, ya que el resto se pierde por
evapotranspiración. Ello significa que los recursos naturales disponibles por habitante
y año están en torno a 3000 m3, valor superior a los 1100-1300 m3 mínimos necesarios.
Por otro lado, en la zona norte, de clima atlántico, llueve durante todo el año; en
cambio, en el resto del país, de clima mediterráneo, el reparto anual e interanual de
las precipitaciones es muy irregular. Las lluvias se concentran en primavera y otoño,
generalmente, y son escasas en verano. Además los últimos años han sido algunos de
los más secos de este siglo. La irregularidad de la distribución de la lluvia en el espacio
es, tanto o más que en el tiempo, la verdadera raíz del problema del agua en España.
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Es por ello que en España, al igual que en otros muchos países en los que existe
escasez de agua pero el clima es muy apto para la agricultura, comienza a partir de los
años 50 la explotación de los acuíferos subterráneos, debido principalmente a los
avances tecnológicos en esta materia.
Hasta hace pocos años, en España se reconocían oficialmente como acuíferos a una
serie de formaciones geológicas de alta permeabilidad. Estos acuíferos oficialmente
reconocidos ocupan una superficie de 180000 km2, aproximadamente, lo que supone
un tercio del territorio español. Sin embargo, los trabajos de caracterización
hidrogeológica realizados en el marco de los requerimientos de la Directiva Marco del
Agua (DMA) reconocen la existencia de “masas” de agua subterránea en otro tipo de
formaciones geológicas tradicionalmente no contempladas, como son las rocas
plutónicas y metamórficas, de permeabilidad moderada, pero de gran importancia
estratégica para la vida de población rural dispersa por el territorio. Teniendo en
cuenta estos acuíferos menos permeables, la recarga anual a los acuíferos en España
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Entre el 70 y el 80% del agua subterránea que se bombea en España es usada para
regadío. Este dato es prácticamente idéntico en la mayor parte de los países
desarrollados en climas áridos y semiáridos. El espectacular aumento de los bombeos
de aguas subterráneas en España ha sido llevado a cabo, fundamentalmente, por la
iniciativa privada de miles de agricultores. Las aguas subterráneas bombeadas sirven
para regar aproximadamente un millón de hectáreas. Se estima que las aguas
subterráneas dedicadas a la agricultura representan el 20% del total del agua usada en
dicho sector. Sin embargo, ese 20% del agua da servicio al 30% de la superficie total de
regadío de España, lo que significa que los regadíos basados en aguas subterráneas son
más eficientes que los regadíos basados en aguas superficiales. Las razones para
explicar esta mayor eficiencia radica en el hecho de que los bombeos de aguas
subterráneas son operados y mantenidos de manera completamente privada por los
agricultores, con recuperación total de costes, mientras que los regadíos basados en
aguas subterráneas dependen de infraestructura pública altamente subvencionada por
el estado, lo cual desincentiva la eficiencia y la optimización del recurso.
Por otra parte, las aguas subterráneas son la fuente de abastecimiento del 35% de la
población española. Según datos de 1999, y con la excepción de Noruega cuyo
potencial hidrogeológico es muy limitado, España presenta el menor porcentaje de uso
de agua subterránea para el abastecimiento de grandes ciudades (19%), según datos
del Ministerio de Medio Ambiente. Sin embargo, la cantidad de agua subterránea
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usada para abastecer pequeñas ciudades y núcleos rurales es muy superior. El 70% de
los abastecimientos de núcleos de población menores a 20000 habitantes se alimentan
de aguas subterráneas. Más allá de las cifras medias globales, el uso doméstico de las
aguas subterráneas es crucial en algunas regiones (51% en las cuencas mediterráneas
de Andalucía, 49% en las islas Canarias y 43% en la cuenca del Júcar). Por otra parte,
los abastecimientos de la población rural dispersa, sobre todo en el noroeste húmedo
(Galicia, León, Asturias, Cantabria y País Vasco) dependen casi en exclusiva de las aguas
subterráneas aunque no existen datos oficiales fiables, dado que se trata de una
miríada de pozos y manantiales no inventariados. Cabe resaltar que dicha población
rural dispersa “olvidada” por los datos oficiales puede representar hasta el 30% de la
población total, como es el caso de Galicia.
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La provincia de Jaén presenta una gran riqueza de aguas subterráneas alojadas en los
acuíferos. En términos absolutos la provincia tiene más de 3100 km de materiales
permeables que pertenecen a alguna unidad hidrogeológica, lo que representa el 23%
de la superficie provincial. El conjunto de acuíferos dispone de unos recursos
renovables anualmente superiores a los 3730 hm /año. Es de destacar, que una parte
de los abastecimientos municipales se sustentan únicamente en la explotación de las
aguas subterráneas, siendo en la actualidad imposible plantear otra fuente de
abastecimiento alternativa.
La provincia de Jaén cuenta con una población próxima a 649000 habitantes; esta
población se reparte en 298 núcleos que se estructuran en 97 municipios. La
homogeneidad que se observa en los rasgos culturales, geográficos, económicos y
sociales en distintos ámbitos, permiten la agrupación de los municipios en una serie de
comarcas bien definidas: Alto Guadalquivir, Sierra Mágina, La Loma, Sierra de Segura,
Cazorla y Las Villas, Sierra Sur, La Campiña, El Condado y La Comarca Norte.
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Hasta hace unos pocos años el único acuífero explotado en la comarca de la Loma de
Úbeda era el denominado acuífero de Úbeda, de escasa extensión y baja
productividad, del que apenas se aprovechaban unos 3 hm3/año entre descargas
naturales y explotaciones por bombeo, siendo el principal cultivo de la zona el olivar
tradicional de secano.
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El regadío es la técnica de cultivo más rentable en olivar, por lo que en los últimos años
se ha producido un incremento notable del número de hectáreas regadas. Sin
embargo, las disponibilidades de agua para riego son muy limitadas, por lo que en la
mayoría de los casos no hay más remedio que aplicar riegos deficitarios, que exigen un
grado de tecnificación para conseguir la máxima rentabilidad del agua aportada.
En esta provincia el olivar es el cultivo que proporciona una máxima rentabilidad social
y económica por cada metro cúbico de agua empleada. La cuenca del Guadalquivir
sufre un importante déficit estructural, incrementado actualmente con la demanda del
olivar. En parte podría ser debido, al uso poco eficiente del agua en muchos de los
cultivos, instalaciones de riego obsoletas que no permiten optimizar el uso del agua, y
probablemente también a la falta de embalses de regulación y almacenamiento, ya
que en los años de lluvias abundantes, grandes volúmenes de agua van al océano
Atlántico.
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El riego de olivar con aguas subterráneas, cada vez más extendido en la provincia (unas
60000 ha), puede paliar en parte este déficit, siempre que la gestión de los regantes
sea responsable y evite la sobreexplotación de los acuíferos.
El método de riego que mejor se adapta a los olivares es el sistema de riego por goteo
o gota a gota. Cada gota que sale del emisor se absorbe inmediatamente en el suelo,
para formar siempre, en el mismo lugar, un bulbo húmedo en el suelo del cual las
raíces del olivo pueden absorber agua para su desarrollo.
El diseño de los sistemas de riego por microaspersión y goteo, desde un punto de vista
ingenieril y agronómico, tiene como objetivo fundamental mantener un volumen de
dimensiones adecuadas de la zona radicular de las plantas bajo un nivel de humedad
cercano a Capacidad de Campo. La distribución y el nivel de humedad del suelo deben
adecuarse de tal forma que la relación entre los factores agua-suelo-planta optimice el
uso del recurso, el rendimiento de la planta en términos de producción y desarrollo, y
maximice el beneficio neto a la empresa agrícola considerando restricciones
medioambientales.
El riego por goteo y microaspersión presenta numerosas ventajas algunas de ellas son
comunes a otros métodos de riego, sin embargo existen algunas que le son exclusivas.
En general las pérdidas que presenta el método son mínimas. Las perdidas por
conducción en un sistema bien instalado son nulas ya que el agua se conduce por
tuberías. La evaporación desde el suelo es reducida ya que al estar el emisor sobre el
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suelo, las fuerzas capilares tienden a absorber el agua muy rápidamente, además que
el área humedecida es pequeña como para producir altos niveles de evaporación bajo
un diseño adecuado que evite escurrimiento superficial. Finalmente los niveles de
percolación profunda son muy pequeños en un sistema bien diseñado, aunque bajo
ciertas condiciones se requiere para lixiviar sales.
Como hemos visto en el punto anterior, son reconocidas las ventajas que aporta la
instalación de un sistema de riego; más aún si dicho sistema es presurizado y de alta
tecnificación, como lo son los sistemas de goteo. Sin embargo, un costo muy
importante asociado a estos sistemas, lo constituyen las necesidades de mano de obra,
muchas veces especializada, necesarias para el manejo del sistema, lo cual adquiere
mayor preponderancia a medida que se aumenta la superficie a regar.
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Así mismo, el control de la extracción de las aguas subterráneas, permitirá reducir los
riegos de la sobreexplotación de los acuíferos, proporcionando en tiempo real
información fiable del estado de dichas reservas y permitiendo mantener tanto su
equilibrio, como el de las aguas continentales, cuyo consumo para agricultura quedará
reducido.
Mejora
Revalorización ergonómica del
terrenos trabajo
BENEFICIO BENEFICIO
ECONÓMICO SOCIAL
Protección aguas
Mejora producción continentales
BENEFICIO
TÉCNICO
Compatibilidad Compatibilidad
con sistemas con riegos alto
predicción rendimiento
meteorológica
Información en
Compatibilidad
tiempo real para
estudio del sistemas control
calidad de cultivos
proceso
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