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AVISO

1
Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de manera
altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y
diseñar de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a conocer a
nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando siempre a los
lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores favoritos.

El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado por


aficionados y amantes de la literatura puede contener errores. Esperamos que
disfrute de la lectura.
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INDICE

2
Sinopsis .............................................................................................. 5

Capítulo 1 ........................................................................................... 6

Capítulo 2 ......................................................................................... 14

Capítulo 3 ......................................................................................... 19

Capítulo 4 ......................................................................................... 26

Capítulo 5 ......................................................................................... 31

Capítulo 6 ......................................................................................... 37

Capítulo 7 ......................................................................................... 41

Capítulo 8 ......................................................................................... 48

Capítulo 9 ......................................................................................... 53

Capítulo 10 ....................................................................................... 61

Capítulo 11 ....................................................................................... 68

Capítulo 12 ....................................................................................... 73

Capítulo 13 ....................................................................................... 79

Capítulo 14 ....................................................................................... 86
Capítulo 15 ....................................................................................... 93

Capítulo 16 ....................................................................................... 97

Capítulo 17 ..................................................................................... 102

Capítulo 18 ..................................................................................... 109

Capítulo 19 ..................................................................................... 115

Capítulo 20 ..................................................................................... 123

Capítulo 21 ..................................................................................... 129

3
Capítulo 22 ..................................................................................... 135

Capítulo 23 ..................................................................................... 142

Capítulo 24 ..................................................................................... 151

Capítulo 25 ..................................................................................... 157

Capítulo 26 ..................................................................................... 164

Capítulo 27 ..................................................................................... 170

Capítulo 28 ..................................................................................... 176

Capítulo 29 ..................................................................................... 184

Capítulo 30 ..................................................................................... 188

Capítulo 31 ..................................................................................... 195

Capítulo 32 ..................................................................................... 200

Capítulo 33 ..................................................................................... 209

Capítulo 34 ..................................................................................... 214

Capítulo 35 ..................................................................................... 220

Capítulo 36 ..................................................................................... 226


Capítulo 37 ..................................................................................... 232

Capítulo 38 ..................................................................................... 236

Capítulo 39 ..................................................................................... 240

Capítulo 40 ..................................................................................... 245

Capítulo 41 ..................................................................................... 249

Capítulo 42 ..................................................................................... 256

Capítulo 43 ..................................................................................... 262

4
Capítulo 44 ..................................................................................... 270

Capítulo 45 ..................................................................................... 278

Capítulo 46 ..................................................................................... 285

Capítulo 47 ..................................................................................... 291

Capítulo 48 ..................................................................................... 298

Capítulo 49 ..................................................................................... 307

Epílogo ............................................................................................ 312

Sobre la Autora ............................................................................... 318

Saga Night Prince ............................................................................ 319


SINOPSIS

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En las manos equivocadas, el amor puede ser un arma mortal.

Durante casi seiscientos años, Vlad Tepesh no se preocupó por nada,


así no tenía nada que perder. Su reputación brutal aseguró que todos
menos los más temerarios se mantuvieran alejados. Ahora enamorarse
de Leila lo ha puesto a merced de sus pasiones. Y un adversario ha
encontrado una manera devastadora de usar a la nueva novia de Vlad
contra él.

Un poderoso hechizo une a Leila con el nigromante Mircea. Si él sufre


o muere, ella también. La magia está prohibida para los vampiros, así
que Vlad y Leila reclutan a un guía poco probable mientras buscan una
manera de romper el hechizo. Pero un antiguo enemigo espera, capaz de
volver a los amigos más cercanos de Vlad y Leila en su contra... y
finalmente destrozar a los amantes para siempre...

.
6
Volar a altas velocidades a través de un bosque es menos peligroso de lo que
parece. Al menos, eso es lo que me dije las pocas veces que abrí los ojos.
Mayormente, los mantuve cerrados. No solo porque era más fácil mantener mi
vínculo psíquico con el hombre que estábamos cazando, sino que tampoco
necesitaba saber cuán cerca estábamos de los innumerables árboles en los que
Vlad nos maniobraba mientras volaba por el campo densamente boscoso.

Sobrevivirás si él golpea uno, me recordé. Ambos éramos vampiros, por lo que


podíamos curar casi cualquier lesión en segundos, pero esperaba no estar a punto
de descubrir cuánto dolería si nos chocábamos contra un árbol a más de ciento
sesenta kilómetros por hora. Ya sabía más sobre el dolor que la mayoría de las
personas y no quería agregar eso al repertorio.

—¿Branson todavía está en la mansión? —dijo Vlad, alzando la voz para que
el viento no pudiera arrebatarle las palabras.

Pasé mis dedos sobre la hebilla del cinturón que había estado sujetando todo
este tiempo. Una vez había pertenecido a Branson, y Branson estaba aliado con
el sobrino/hijastro/nuevo peor enemigo de Vlad, Mircea. Habíamos estado
buscando a Mircea durante meses, pero sin resultados. Branson era nuestra mejor
pista sobre él, y pronto descubriríamos exactamente lo que Branson sabía sobre
Mircea.
Me concentré en el rastro de la esencia que Branson había impreso en la hebilla
del cinturón hasta que afiló mi enfoque interno. Una vez que lo seguí hasta su
origen, mi entorno cambió, adoptando el aspecto de una doble exposición
extraña. Una parte de mí veía el bosque por el que volábamos, mientras que el
resto veía una habitación larga y ornamentada con techos altos y pinturas altas y
elegantes que bordeaban ambos lados de las paredes.

—Sí. Ahora está caminando y sigue revisando su teléfono celular.

Sentí la risa de Vlad mientras vibraba contra mi frente, y mantenía la clara


corriente oculta del gruñido de un depredador.

—No esperará mucho por mi respuesta.

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Con eso, salimos a través de la línea de árboles. Dejé caer mi enlace para poder
ver la estructura imponente que solo había vislumbrado antes a través de mi
conexión psíquica. La casa grande estaba hecha de piedra gris, con el edificio
principal de dos pisos de altura y antiguas torres de vigilancia sobre la entrada
formal. Los árboles altos ocultaban la ciudad más allá, y los vastos terrenos
mantenían alejadas las otras vistas de la civilización, haciendo que pareciera que
nos hubieran dejado atrás en el tiempo varios cientos de años.

Dado que Vlad había nacido en el mil cuatrocientos, debería sentirse como en
casa en este entorno medieval. Como yo solo tenía veintiséis años, no lo hacía.

Vlad redujo la velocidad, dejándonos caer sobre la cuidada parte del césped
que rodeaba la fortaleza.

—Quédate aquí —dijo, caminando hacia la entrada.

Lo alcancé en su lugar.

—¿Qué parte de “hacemos esto juntos” tradujiste como “dejar atrás a Leila”?
—siseé, manteniendo mi voz baja ya que no éramos los únicos con audición
sobrenatural.

Su aura se liberó a través de sus escudos internos. A pesar de que solo había
liberado una parte de su poder, aun así se sentía como si acabara de ser escaldada
inconscientemente. Si yo fuera alguien más, me aterrorizaría enojar al legendario
Vlad Tepesh, lo que significa “Empalador”, también conocido como Drácula,
también conocido como no-lo-llames-Drácula-si-quieres-vivir, pero yo era la
señora Vlad Dracul, muchas gracias. Príncipe sin corona de la oscuridad o no,
Vlad no iba a usar esta mierda conmigo.

—Podemos pelear por ello hasta que Branson nos escuche, o podemos
atraparlo en silencio —continué, estrechando mis ojos—. Tu elección.

El pórtico de arco alto cubriendo la entrada principal de la fortaleza explotó


de repente, lanzando fuego y pedazos de piedra. Lo esquivé por instinto, pero
Vlad caminó directamente hacia el caos ardiente, el fuego se abrió para dejarlo
pasar.

—¿Eso responde a tu pregunta? —preguntó.

Antes de que pudiera responder, surgió una pared de fuego que se extendió

8
hasta abarcar todo el castillo. Supongo que había cambiado de opinión acerca de
ser sigiloso. Peor aún, no podía seguirlo. A diferencia de Vlad, yo no era
incombustible.

—¡Eso es hacer trampa! —grité. No había necesidad de hablar en voz baja


ahora.

Creí que lo oí reír, pero entre el rugido del fuego y el chasquido de la piedra
en la entrada chamuscada, no estaba segura. Maldito sea Vlad y sus ideas arcaicas
sobre mujeres en combate. Él preferiría que yo estuviera bajo guardia en su
castillo en Rumania. Probablemente lo estaría, si un enemigo no hubiera volado
su castillo y me hubiera secuestrado de sus escombros hace meses. De lo
contrario, Vlad nunca habría aceptado volver a cumplir con su mandato de
ninguna-esposa-tiene-permitido-matar.

O, pensé, mirando a la pared de fuego que solo él podía atravesar, parecía que
solo se había retractado parcialmente sobre ello. Mis dientes rechinaron. Podría
pararme aquí y mirar, o podría ser útil. Además, la venganza era un plato que se
servía frío, y yo se la devolvería. Solo tenía que esperar hasta que todo a mi
alrededor no estuviera en llamas.

Froté de nuevo la hebilla del cinturón, buscando la huella de la esencia. Una


vez que la tuve, mi entorno se convirtió en la habitación ricamente amueblada en
la que nuestra presa todavía se encontraba. Branson ya no estaba mirando su
teléfono. Miraba por la ventana con horror las llamas que saltaban hasta el techo.
Branson sabía que solo un vampiro en el mundo podía controlar el fuego de esta
manera, y era el mismo vampiro que lo había atrapado traicionando.

Luego Branson corrió, lo cual esperaba, pero no se dirigió a la puerta. En su


lugar, presionó un panel cerca de una de las muchas pinturas de la habitación.
Una puerta oculta se abrió, se lanzó dentro de una habitación forrada de acero y
cerró la puerta antes de que pudiera cambiar mentalmente los canales.

¡Branson tiene una habitación de pánico!, le envié a Vlad una vez que estuve
sintonizada con él.

Vlad se detuvo en su camino por una escalera larga y curva, dándole una
mirada divertida al segundo piso.

9
—Entonces tiene otra sorpresa.

Sus palabras me llegaron a través de nuestro enlace en lugar de la forma


normal, por lo que el colapso continuo del pórtico debía estar ahogando todo lo
demás. Una vez había odiado mis habilidades psíquicas tanto que había
intentado suicidarme, pero ahora eran útiles. Todavía odiaba revivir los peores
pecados de la gente la primera vez que los tocaba, pero nada importante llegaba
sin un costo.

Un Porsche rojo estallando a través de la pared de fuego me sorprendió


haciendo que dejara caer mi enlace con Vlad. La velocidad del auto lo hizo
derrapar tan pronto como llegó a un terreno cubierto de hierba. Los brillantes
ojos verdes revelaron que el conductor era un vampiro, pero no podía ser
Branson. Se había encerrado en una habitación de pánico.

Este tenía que ser uno de los amigos de Branson. Tal vez él también estaba
aliado con Mircea. Incluso si no lo estuviera, solo alguien que también hubiera
traicionado a Vlad tendría tanta prisa por salir de aquí. Con Vlad ocupado
tratando de entrar a la fuerza en la habitación de pánico, yo era la única persona
que se interponía en el camino de este traidor y su libertad. Perseguí el coche. Si
llegaba a la calzada, estaría jodida. A diferencia de Vlad, yo no podía volar, y el
Porsche podía ir mucho más rápido que yo una vez que estuviera en un suelo
plano y pavimentado.

El coche salió disparado hacia delante con un estallido de velocidad. Maldita


sea, el conductor me debía haber visto. Ahora estaba a solo una docena de metros
de distancia del camino de entrada. Puse todo lo que tenía en una carrera
desesperada. Si llegaba al parachoques del automóvil, podría voltearlo...

Me agaché cuando varias grietas estrellaron contra el parabrisas trasero. Dos


balas silbaron sobre mi cabeza y la tercera me golpeó en el hombro en lugar del
corazón. Dada la quemadura, las balas eran de plata. Por supuesto. Cualquier
otra munición era inútil contra los vampiros.

El dolor hizo que mis poderes se encendieran. Un largo y sofocante látigo salió
disparado de mi mano derecha y lo blandí hacia el auto. La electricidad que
contenía hizo que atravesara el marco del Porsche como si fuera mantequilla. Más
disparos me hicieron girar para evitar otra descarga de balas, y utilicé mi
velocidad para aprovecharla al máximo. Cuando me di la vuelta, mi látigo

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eléctrico se había alargado y azoté el auto con toda la fuerza que tenía en mí.

Se partió en dos, la sección delantera aún avanzó varios metros antes de que
el peso del coche hiciera que se hundiera. Se produjo un incendio, y no pude ver
si fueron esas llamas las que hicieron que el conductor gritara, o si yo había
cortado a través de más del bastidor del coche. Permanecí agachada mientras
daba vueltas alrededor de la puerta del conductor, mi látigo crujió cuando lo
preparé para golpear de nuevo.

—Suelta el arma y sal, o...

No tuve la oportunidad de completar mi amenaza. Llamas se dispararon sobre


el auto, demasiado espesas y numerosas como para provenir del fuego eléctrico.
Entonces Vlad se estrelló a mi lado, el suelo temblando por la fuerza de su
impacto. Me empujó detrás de él y se volvió hacia el coche en llamas.

—¿Le disparaste a mi esposa? —Las llamas se intensificaron. Los gritos agudos


y en pánico me hicieron estremecer por algo más que su ataque a mi audición
mejorada.

Agarré su brazo.

—Detente, podríamos necesitarlo vivo.

Vlad me miró y vio la sangre de la herida de bala en mi hombro. De inmediato,


su brazo se puso tan caliente que mi mano comenzó a prenderse fuego. Lo dejé
ir, y se volvió hacia el coche con una sonrisa que hizo que la discusión fuera inútil.
Conocía esa sonrisa. Significaba que alguien estaba a punto de morir.

Retrocedí unos pasos cuando los gritos desde el interior del coche se volvieron
aún más frenéticos. Cuando los escudos de Vlad cayeron y sentí toda la fuerza
de su ira, no me sorprendió ver que el Porsche comenzaba a brillar tan rojo como
el trabajo de pintura del auto.

Luego, el automóvil se fundió cuando el increíble poder de Vlad convirtió el


metal en líquido fundido. Los gritos se detuvieron. También lo hicieron los
sonidos de cristales rompiéndose y el acero retorciéndose. Pronto, todo lo que
escuché fue un silbido mientras el suelo se incendiaba.

Me acerqué a Vlad de nuevo, esta vez sin dejar caer mi mano a pesar de que
su carne todavía me chamuscaba a través del delgado material de su camisa.

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—Es posible que desees considerar trabajar en tus problemas de manejo de la
ira —le dije en un tono ligero.

Una carcajada se le escapó.

—Así dicen muchos de mis enemigos.

Cuando se dio la vuelta y me atrajo hacia él, su cuerpo ya no era abrasador, y


las emociones que se entrelazaban con las mías ahora se sentían solo ligeramente
locas de rabia; una gran mejora. Me besó, y no me importó que la barba de su
mandíbula cincelada raspara mi cara. En lo único en lo que me concentré fue en
su beso y la ola de amor que se derramaba a través de nuestra conexión, incluso
más poderosa que la rabia que le había hecho derretir un automóvil tan
fácilmente como una persona normal podría encender un fósforo.

Cuando Vlad dejó de besarme, otra emoción se derramó a través del vínculo
que se había formado en el momento en que Vlad me convirtió en vampiro.
Arrepentimiento.

—No debería haber hecho eso. —Dio una mirada frustrada al montón de metal
fundido que ardía—. Sé que es mejor no matar a un enemigo antes de
interrogarlo, pero vi el agujero de bala en tu camiseta y...

—Encendió tu mecha —terminé, dándole una sonrisa torcida—. Le pasa al


mejor de los hombres, me han dicho.
Otra risa áspera.

—Tal vez, pero nunca a mí. —Hasta ti, quedó sin decir, pero no tuve que sentir
sus emociones para saber que lo estaba pensando.

—Anímate —dije, tratando de aligerar su estado de ánimo—. Una vez que


atravieses la puerta de la habitación del pánico, puedes interrogar a Branson
durante días, y nadie sabrá que derramaste tu líquido encendedor demasiado
pronto con este tipo.

Esta vez, su risa contenía toques de verdadera diversión.

—Espero una redención muy grande.

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—Bueno, déjame asegurarme de que Branson no haya intentado correr
mientras estabas aquí —le dije, agarrando la hebilla del cinturón de nuevo. En
unos momentos, vi el interior de una pequeña habitación de pánico. Tenía una
silla individual, un conjunto de paneles de control de dos camas y varias
pantallas que mostraban video en vivo tanto del interior como del exterior de la
mansión.

Branson estaba mirando a la pantalla que nos mostraba a Vlad y a mí junto a


los restos humeantes y deformes del Porsche. Luego miró las paredes de acero
de su habitación de pánico y una expresión de horror cruzó sus rasgos.

—Nos está mirando, y creo que se dio cuenta de que puedes fundir tu camino
hacia su escondite —narré.

Las manos de Vlad estallaron en llamas y le dio a Branson un saludo alegre


mientras articulaba las palabras: Aquí voy.

Los vampiros eran naturalmente pálidos, pero Branson palideció a una


tonalidad que solo había visto en alguien muerto muerto. Vlad comenzó a
caminar hacia la mansión, y observé cómo Branson metía la mano en un cajón.
La alzó con una pistola y, con manos temblorosas, comprobó el cargador para
asegurarse de que estaba cargada. Lo estaba, y por su aspecto, eran balas de plata.

—Tiene un arma llena de plata —le dije a Vlad, que ahora estaba en el frente
de la mansión.

Resopló.
—Branson solo me vio derretir un auto. ¿No se da cuenta de que yo también
puedo derretir un arma?

—Estoy seguro de que puedes —dijo Branson, y aunque Vlad no podía


escucharlo, podía hacerlo a través de mi enlace psíquico. Luego, con mucha
calma, Branson se llevó la pistola al pecho y apretó el gatillo.

—¡Oh, mierda! —grité, viendo a Branson continuar disparándose a sí mismo,


aunque sus movimientos se estaban volviendo rígidos y descoordinados—. ¡Date
prisa, Vlad, se está matando a sí mismo!

Vlad voló el resto del camino, atravesando las paredes para llegar al segundo
piso. Luego, con una expulsión de poder que me hizo caer de rodillas, incluso a

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cien metros de distancia, abrió un agujero fundido en la habitación del pánico. Se
arrodilló junto a la forma boca abajo de Branson menos de treinta segundos
después de mi advertencia.

Aun así fue demasiado tarde. Mi vínculo con Branson se debilitó cuando
comenzó a marchitarse, su cuerpo regresó a su edad original como lo hacían
todos los vampiros cuando la verdadera muerte los alcanzaba. Cuando el enlace
cayó completamente y no sentí nada más que vacío al otro lado de la esencia de
Branson, escupí una maldición.

Branson había sido nuestra mejor oportunidad de encontrar a Mircea. Con él


muerto, estábamos de vuelta en el principio, lo que era que no tenía idea de
dónde estaba Mircea.

Vlad había tenido enemigos poderosos antes, pero Mircea era único. Era un
hechicero poderoso, aunque nigromante era un término más preciso ya que
Mircea podía hechizar a los no muertos y también a los humanos. Eso y un
hechizo que nos unía significaban que Mircea podría encontrarme en cualquier
momento que quisiera. Le di una mirada más al auto humeante y a la mansión
aún en llamas. Sí, no tenía ninguna duda de que pronto tendría noticias de
Mircea. Muy pronto.
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Vlad y yo no hablamos mucho en el vuelo de regreso a Rumania. Él también
tenía sus emociones encerradas, pero pensé que eso era más para excluir a los
pilotos que a mí. También eran vampiros que él había engendrado y, por lo tanto,
podían sentirlo de la misma manera que yo. Pasé varias horas del vuelo mirando
a través de los recuerdos encerrados dentro de los huesos de Branson, otro
beneficio útil de mis capacidades psíquicas, pero no había encontrado nada útil.

Los recuerdos en los huesos eran más erráticos e imprecisos, como tratar de
entender una película si la mirabas hacia atrás a gran velocidad. Todo lo que
pude sacar de sus huesos fue que Branson había estado aliado con Mircea
durante al menos unos meses, lo que ya sabíamos por los espías diligentes de
Vlad. Sin embargo, esos espías no habían podido descubrir dónde estaba Mircea,
y si Branson lo sabía, se había llevado ese secreto a la tumba.

Me había pasado el resto del vuelo tratando de disminuir la gravedad de


nuestro regreso con las manos vacías, pero Vlad había rechazado mis intentos de
optimismo.

Cuando llegamos al magnífico castillo que era una réplica exacta del que Vlad
había destruido hace varios meses, anunció que tenía asuntos que atender y que
me vería más tarde.
Lo conocía lo suficientemente bien como para no discutir. Necesitaba algo de
tiempo para desahogarse, y yo necesitaba tiempo para ducharme y alimentarme,
preferiblemente en ese orden. Asentí a los pocos vampiros que vi mientras subía
los cuatro tramos de escaleras que conducían a nuestra habitación. A pesar de
que no estaban en exhibición como las diversas obras de arte en esta casa, Vlad
tenía a mucha de su gente en guardia aquí, y las personas junto a las que
caminaba me hacían una reverencia cuando pasaba.

Nunca me acostumbraría a eso, pero había intentado pedirles que pararan, y


fue la única petición mía a la que no obedecieron. Muchos de ellos aún
consideraban a Vlad como su príncipe, además del maestro de su línea. Entonces,
como su esposa, conseguía reverencias igual que él, sin importar mi preferencia
en el tema.

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Entré en el cuarto verde medianoche que Vlad y yo compartíamos. Fui
directamente al baño, ignorando la tina de mármol a favor de la gran ducha de
vidrio. Pasé los siguientes minutos disfrutando del agua caliente y los olores
limpios a base de hierbas del champú, acondicionador y gel de baño
especialmente formulados que utilizaba.

Salí de la ducha y me vestí en uno de mis caftanes favoritos cuando un cuchillo


metafísico me golpeó repentinamente en el hombro. ¡La magia apesta!, pensé,
frunciendo el ceño ante la mancha carmesí que apareció instantáneamente en mi
vestido. Te imaginas si hubiera estado usando blanco cuando mi sobrino político
decidiera tallarme.

Hola, Leila, dijo una voz demasiado familiar, sus palabras se deslizaban por mi
mente como si fueran una serpiente.

Hola, Mircea, pensé en respuesta, permitiendo que mi odio hacia él invadiera


mi voz mental. Qué sorpresa tan desagradable.

Escuché su risa como si estuviera en el otro extremo de un teléfono celular. En


cierto modo, lo estaba, excepto que esta era una conexión mágica y todavía no
había descubierto cómo colgarle.

¿No me has echado de menos?, se burló. Qué extraño. La mayoría de las mujeres lo
hacen.
Sí, Mircea era hermoso en una forma de mirar-y-detenerse, completo con ojos
color cobre que obviamente venían de familia. Mircea era el sobrino de Vlad de
sangre y su hijastro por matrimonio, gracias a que la segunda esposa de Vlad se
acostó con el hermano de Vlad, Radu. Pero Mircea también era tan cruel como
era bonito. Tenía este vínculo con él después de que el más poderoso de sus
intentos mágicos de matarme hubiera resultado contraproducente, uniéndonos
de una manera que nadie parecía saber cómo romper.

Escuché sobre Branson, continuó Mircea. Pobre Leila, ¿sigues intentando


encontrarme? ¿No sabes que no tendrás éxito?

Un día lo haremos, envié de vuelta, luchando contra una oleada de frustración


y amargura.

16
Vlad y yo nos vimos obligados a buscar a Mircea de la manera normal porque
de alguna manera él había logrado bloquearme. Podría vincularme con cualquier
otra persona si tuviera la huella de su esencia, pero aunque Vlad me había traído
artefacto tras artefacto de Mircea, no pude vincularme con él. Me estaba
previniendo mágicamente o psíquicamente. Si era lo primero, estaba jodida, así
que decidí creer que era lo último. De esa manera, todavía tenía la posibilidad de
que mis poderes crecieran y lo vencería en su propio juego psíquico.

Tan ingenua, dijo Mircea, terminando sus palabras con un chasquido de


lengua. Me pregunto cómo te aguanta mi padre.

Padrastro, lo corregí de inmediato. O llámalo tío Drac si es necesario, pero Vlad no


es tu padre.

Otro corte místico sobre mis hombros me hizo contener un grito de dolor.
Vaya, él es sensible a eso, me di cuenta, archivando la información para más
tarde. Menos mal que Mircea no podía escuchar mis pensamientos a menos que
se los dirigiera deliberadamente a él. Desafortunadamente, eso significaba que
tampoco podía escuchar sus pensamientos, o podría haber aprendido dónde
estaba.

En unos momentos, el dolor se desvaneció y mi piel se volvió a formar, una


carne suave y sin daño. Esa es una de las razones por las que no pedí ayuda.
Mircea podría lastimarme, sí, pero había límites en lo que él haría. No era porque
tenía conciencia; cada lesión que me infligía tenía que ser tallada en su propia
carne primero.

Esa era la belleza, y la maldición, del hechizo que nos unía. Había obligado a
Mircea a detener su aspecto inductivo de suicidio, por lo que ya no tenía ganas
de cortarme la cabeza. La otra cara era, incluso si Vlad y yo encontrábamos a
Mircea, no podríamos matarlo. No sin matarme a mí también.

En serio, ¿qué sacas de nuestras pequeñas charlas? Continué, agradeciéndole a


Dios que Vlad había perdido su capacidad de leer mi mente tan pronto como me
convertí en vampiro. De lo contrario, escucharía todo lo que estaba pensando y
sabría que Mircea me estaba enviando mensajes mentales y me estaba cortando.

Tal vez lo hago para averiguar por qué significas tanto para Vlad, dijo bruscamente.

17
Hasta aquí, es un misterio. No eres tan hermosa como sus antiguas amantes y eres
malditamente menos inteligente.

Debe ser mi personalidad eléctrica, entonces, dije inexpresivamente, pero por


dentro, estaba intrigada. ¿Por qué seguía conectándose a mi mente para hablar
conmigo? No podría ser sólo el intercambio de insultos. Claro, Mircea solo había
estado en su adolescencia cuando se convirtió en vampiro, pero eso fue hace más
de quinientos años. Más que eso, Mircea solía ser engreído cuando usaba nuestro
enlace para sus ataques físicos y mentales. Ahora, sonaba molesto. ¿Tal vez lo
suficiente como para perder la calma y revelar algo crítico para que lo use contra
él?

Presioné mi ventaja. Esta es la sexta vez que me contactas en los últimos cuatro
meses. Solía pensar que era porque estabas probando nuestra conexión para asegurarte de
que el hechizo aún nos vinculara carne a carne y sangre a sangre, pero no necesitas
hablarme para cortarme. ¿Por qué sigues haciéndolo? ¿Estás aburrido? ¿O simplemente
estás realmente, muy solo?

Te mostraré por qué, dijo con un gruñido.

No me gustó el sonido de eso. Antes de que pudiera responder, dijo: ¿Qué? de


una manera sorprendida, luego de repente dejó caer nuestra conexión.

—Maldito seas —murmuré. No es que pudiera escucharme más. No sabía


cómo podía saber cuándo se había ido realmente, pero era como si una puerta se
cerrara en mi mente.
No importaba, decidí. Mircea probablemente estaba mintiendo sobre lo que
fuera que estaba por “mostrarme”. En cualquier caso, ahora tenía que cambiarme
de ropa y destruir este maldito vestido. Si Vlad lo veía, eso lo enfurecería, y ya se
hallaba lo suficientemente nervioso.

Si yo fuera del tipo vengativo como Mircea, podría volver a llamar su atención
cortando en él de la misma manera que él había tallado en mí. Pero, a pesar de
que mi vestido ya estaba destrozado, no lo hice. Por un lado, podría ser cada vez
más vengativa, pero no era masoquista. Todavía.

Entré en el armario de mi dormitorio. Unos minutos más tarde, estaba


decidiendo entre un vestido azul pálido y uno lavanda cuando un nuevo dolor
estalló en mi pecho. A diferencia de antes, este dolor era tan feroz que caí al suelo.

18
Una vez allí, me encontré jadeando por aire que ya no necesitaba. Reconocí este
tipo de dolor, y el miedo me hizo intentar arrastrarme hacia la puerta, pero mis
miembros dejaron de funcionar. Todo lo que pude hacer fue agitarme en agonía.

Este no era Mircea haciéndome daño con sus habituales y crueles intentos. Era
algo mucho peor.

Hollywood se equivocaba cuando se trataba de vampiros. No metías una


estaca de madera en su corazón para matar a uno. Eso solo daría a los de mi clase
una astilla desagradable y un genio aún peor. En cambio, les cortas la cabeza, los
quemas en cenizas o destruyes su corazón con plata. Por lo que estaba sintiendo,
Mircea acababa de apuñalarse a sí mismo, y por lo tanto a mí, en el corazón con
un cuchillo de plata. La única razón por la que no estábamos muertos era porque
Mircea no había retorcido la hoja. Aún.
19
Intenté llamar a Vlad. Él no podía hacer nada para detener esto, pero una parte
desesperada de mí necesitaba verlo una última vez. Sin embargo, todo lo que
pude emitir fue un susurro jadeante. Vlad podría tener una audición
sobrenatural, pero estaba tres pisos por debajo de mí y había interminables
golpes, ruidos y otros sonidos de la construcción en el ala sur de la mansión.

Todo lo que tenía era mi mente, y aunque se sentía casi tan congelada como
mis extremidades, reuní lo último de mi fuerza para establecer un vínculo con él,
luego solté un grito mental.

¡Vlad!

Una ola de energía llenó la habitación, seguida de una gran cantidad de


emociones que se estrellaron contra las mías. Eso fue más efectivo que una
respuesta para hacerme saber que me había escuchado. Momentos más tarde, vi
una forma alta y oscura moviéndose con una velocidad borrosa hacia mí.

—Leila. —Me levantó, inclinándose tan cerca que su cabello formó un velo de
color marrón negruzco a nuestro alrededor—. ¿Qué…?

Se detuvo cuando mis brazos cayeron, revelando el agujero sangriento


directamente en mi corazón. Una ola de emoción explotó de él, y los efectos de
rebote me golpearon con tanta fuerza que casi me desmayo.
—No —dijo, angustia ahogando la palabra—. ¡No!

Su grito hizo eco a través de cada parte de mí. Vlad me apretó mientras la
pena, el pánico y la desesperación aullaban a través de nuestro vínculo. En medio
del terrible dolor que me arañaba el pecho, sentí un ardor en la cara que no
entendí hasta que se apartó lo suficiente como para verlo.

Líneas rosadas rayaban su cara. Tenían que ser lágrimas, pero no sabía que
Vlad era capaz de llorar. Además, nunca había visto las diminutas gotas de color
naranja que ahora caían sobre su piel antes de quemar mi ropa y cualquier otra
cosa que tocaran.

Me di cuenta de que estaba sudando fuego, y el asombro me recorrió mientras

20
la muerte me arrastraba más en sus manos. Te amo, intenté decir, pero todo lo que
salió fue un jadeo.

Así que lo miré fijamente, tratando de concentrarme en su rostro en lugar de


la frialdad terrible que me abrumaba. Me encantaba la barba incipiente oscura en
su mandíbula, las cejas negras aladas que enmarcaban sus ojos verde cobrizos y
su boca masculina y sensual a la vez. Amaba su largo cabello oscuro y las
cicatrices que cubrían sus manos, y, sobre todo, amaba a su feroz y hermosa alma.
Deseaba poder decirle todo eso, pero el discurso estaba fuera de mi alcance.

Te amo, pensé de nuevo, tratando de forzar las palabras en su mente. De la


nueva ola de emociones que rodó sobre la mía, me había escuchado. Te amo,
repetí mientras mi visión se oscurecía y todo lo demás desaparecía. Siempre…

De repente, esa frialdad insoportable desapareció. Mis extremidades


comenzaron a sacudirse como si siguieran tardíamente las frenéticas
instrucciones que les había dado antes. Vlad se echó hacia atrás, su dolor se
convirtió en un alivio incrédulo cuando ambos observamos una piel nueva y
curativa cubriendo el profundo agujero en forma de hoja en mi pecho.

Mircea debía haber sacado el cuchillo en lugar de torcerlo. El conocimiento de


que no estaba a punto de morir me llenó de tanta alegría que dejé escapar una
risa ahogada. Vlad gritó algo en rumano, luego me besó, magullando mis labios
mientras más sentimientos desgarraban nuestra conexión.
—También te amo. —Su voz vibró cuando se separó para presionar besos
ardientes en toda mi cara—. Para siempre. —Me besó de nuevo antes de
detenerse demasiado pronto—. Salgan —dijo en un tono muy tranquilo.

El sonido de pasos que se retiraban rápidamente me hizo darme cuenta de que


no habíamos estado solos en la habitación. Claro, la gente de Vlad habría sentido
sus emociones de la misma manera que yo, y hace unos momentos, había sido
una vorágine de dolor y pánico. No es sorprendente que hubieran enviado a
varios de ellos corriendo para ver qué estaba mal.

El alivio de Vlad continuó golpeando mi subconsciente, pero ahora estaba


mezclado con una furia cada vez mayor. Sentí que luchaba por controlarla hasta
que levantó sus escudos interiores y bloqueó todo. Dejó escapar un suspiro, y las

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gotas de sudor ardiente que habían quemado pequeños agujeros en todo mi
vestido desaparecieron de su piel. Sin embargo, sus manos seguían ardiendo
cuando se extendió para tocar mi cara.

—Eso estuvo cerca —dijo con voz temblorosa.

—Demasiado cerca.

Incluso con el control de hierro que estaba ejerciendo, él no pudo evitar la furia
de su voz. También estaría furiosa con Mircea más tarde, pero en este momento,
estaba muy agradecida de estar viva para enojarme con la crueldad de su último
ataque.

Los escudos de Vlad estaban arriba, pero no necesitaba nuestra conexión para
saber que todavía estaba haciendo ping-pong entre el alivio y la rabia mortal. Las
olas de energía seguían saliendo de él, y su olor cambió de canela ahumada a
algo que olía más como un incendio forestal. Me preocupaba que estuviera al
borde de la combustión espontánea. Si bien esa era normalmente una forma de
hablar, él era un vampiro piroquinético de siglos de edad con habilidades
asombrosas y un temperamento igualmente impresionante, así que para Vlad,
esa era una posibilidad real.

—Tienes que apagar tu poder —le dije—. Arrasaste esta casa una vez y acabas
de instalar el nuevo cuarto piso.

Su rápida sonrisa suavizó parte de la dureza de su rostro, pero sabía que no


debía creer que la crisis había terminado.
—Vlad. —Empecé de nuevo.

—Estoy bien, pero estás demasiado débil para seguir hablando —dijo.

Hubiera discutido, pero me sentía casi tan cansada como cuando era una
vampiro completamente nueva y el amanecer me dejaba inconsciente. Es por eso
que no protesté cuando me llevó a la cama, gritando una orden en rumano al
mismo tiempo.

En algún lugar del pasillo, oí pasos que se apresuraban a obedecer. Vlad había
ordenado a su gente que saliera de nuestra habitación, pero obviamente no
habían ido muy lejos. Cuando me dejó en la cama y me apartó el cabello de la
cara, el capitán de la guardia de Vlad, Samir, ya había regresado con tres bolsas

22
llenas de sangre.

Le lancé una sonrisa de agradecimiento a Samir. Él y yo habíamos llegado a


ser amigos en los últimos meses. Cuando mordí la primera bolsa, ese líquido rojo
golpeó mis venas como una sacudida de cafeína pura, reviviendo mi fuerza y
haciéndome sentir solo medio muerta en lugar de rodear la tumba como lo había
hecho antes. La segunda bolsa fue aún mejor, persiguiendo a la persistente
turbiedad de mi mente. Después de la tercera, me sentí casi normal otra vez.

Vlad me miró fijamente, verde resplandeciendo alrededor de la rica sombra


cobriza de sus iris.

—¿Mejor?

Asentí, recostándome contra las almohadas. Vlad se volvió hacia Samir.

—Revisa todos los sensores perimetrales, luego doble las guardias. Esto podría
haber sido usado como una distracción táctica.

Samir se inclinó con elegancia y se fue, llevándose con él al resto de la gente


de Vlad. Sin embargo, escuché a Samir ordenar a tres que se quedaran en este
piso, y miré a Vlad con alarma fresca.

—¿Crees que alguien está a punto de atacar?

La boca de Vlad se torció en una sonrisa sin humor.


—Probablemente no. Si ese era el objetivo, habrían golpeado cuando me
consumiera la preocupación por ti. Aun así, no hay que descuidar la diligencia
debida.

Luego tocó el lugar manchado de sangre sobre mi pecho. Una corriente


eléctrica se deslizó dentro de él con el contacto, y me maravillé de lo débil que se
sentía. Estar tan cerca de la muerte me debe haber drenado más que los
pararrayos que normalmente solía descargar mi exceso de energía cinética. La
mirada de Vlad se movió hacia las otras manchas sangrientas en mi vestido. Su
expresión se oscureció, y cuando sus ojos se encontraron con los míos, una nueva
furia ardió en sus profundidades.

Intenté evitar la inevitable pelea.

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—Vlad, estaba a punto de hablarte de eso...

—¿Cuánto tiempo te cortó Mircea antes de que me llamaras? —me


interrumpió.

Estaba tan atrapada, no solo por ocultar esos cortes iniciales de hoy, sino
también las otras veces. El brillo en los ojos de Vlad me advirtió que él también
lo había descubierto.

—Unas seis veces de las que no sabes, pero Mircea nunca hizo nada tan serio
como lo de antes, lo juro.

—Seis veces —repitió. Su mano se hizo más caliente, hasta que me sorprendió
que mi vestido no se incendiara debajo de él—. Y decidiste ocultarme esto ¿por
qué?

—No puedo evitar que Mircea use nuestro enlace de esta manera —contesté,
la frustración se filtró en mi tono—. Tampoco puedo evitar que se burle de mí
mentalmente cuando lo hace, que es algo más de lo que no te había hablado. Pero
puedo evitar que te haga daño. —Mi voz se tambaleó—. Te lo dije antes, estoy
harta de ser el arma que tus enemigos usan para atacarte. Cada vez que no te
contaba sobre los ataques de Mircea, impedía que te hiciera daño. Puede que no
pueda detenerlo todavía, pero puedo asegurarte que no entraré en sus juegos.
Vlad cerró los ojos. Durante casi seiscientos años, había acumulado su poder,
habilidades y reputación brutal para asegurarse de que ni él ni su gente
estuvieran a merced de un enemigo otra vez, y había tenido éxito… hasta que mí.

Admitir que me amaba había hecho todo lo que Vlad me había advertido. A
los ojos de sus enemigos, ahora era la mejor herramienta para usar contra él, y
Mircea no había sido el primero en explotar eso. Como resultado, había pasado
por el infierno el año pasado y, sin embargo, cada herida que otros me habían
infligido había lastimado más a Vlad porque se culpaba a sí mismo.

Cuando volvió a abrir los ojos, su color había cambiado de verde cobrizo a
brillante esmeralda vampírica.

24
—Entiendo por qué lo hiciste —dijo con los dientes apretados—. Pero
prométeme que nunca volverás a ocultarme tal cosa de nuevo.

Si Mircea no me hubiera casi matado hace varios minutos, podría haberlo


rechazado. Pero las apuestas acababan de ser subidas sustancialmente.

—Lo prometo —le dije, sosteniendo su mirada—. Vlad, yo...

El dolor como de cuchillas me golpeó en múltiples lugares, impidiéndome


decir algo más. Me agarré el abdomen, que no hizo nada para protegerme de las
cuchillas que eran mágicas en lugar de tangibles.

Vlad dejó escapar una viciosa maldición cuando sangre fresca se filtró entre
mis manos. Sus escudos cayeron y sus emociones una vez más rompieron el mío.
En medio de las explosiones de rabia, atrapé el pánico apenas controlado cuando
vio a Mircea cortándome mágicamente. ¿Nos apuñalaría a los dos de nuevo en el
corazón, terminando el trabajo esta vez? ¿Mi indulto fue un truco cruel?

Si es así, no había nada que pudiera hacer, así que traté de calmarnos tanto a
Vlad como a mí misma en caso de que no ocurriera lo peor.

—No está tan mal —dije en voz baja. Gracias a Dios, nuestra conexión solo era
en una dirección y Vlad no podía sentir que estaba mintiendo—. No va a
acercarse a mi corazón —agregué.

Los nuevos cortes estaban todos muy por debajo de mi pecho, y luché por no
vomitar ante cada rebanada fresca. Estas no eran los cortes largos y profundos
que Mircea solía escoger. Eran cortos, superficiales y conectados. ¿Qué estaba
haciendo Mircea? ¿Probando la famosa muerte-de-mil-cortes para torturarme?

—Voy a romper mi cerebro pensando en maneras de hacerlo sufrir —dijo


Vlad, con los puños apretados. Luego su mirada se estrechó y se inclinó más
cerca, quitándome el vestido ahora empapado—. Quédate quieta —me ordenó,
sorprendiéndome al agarrar el jarrón de flores de la mesita de noche y tirarme el
agua que contenía. Luego, estiró una sábana seca sobre mí.

Cuando vi que las nuevas manchas de sangre que la estropeaban, pensé:


Primero mi vestido, ahora las sábanas. Mircea ha hecho un desastre en las telas blancas
hoy. Entonces una voz fuerte en mi mente atravesó el dolor. Era Mircea, y sonaba
asustado.

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¡Responde a través de tu carne o me matarán!
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—¿Qué? —dije en voz alta—. ¿Quiénes son “ellos”?

Vlad miró alrededor.

—¿Con quién estás hablando?

—Mircea —dije entre dientes, tratando de enfocarme, pero ahora solo oía
silencio en mi mente.

¿Qué quieres decir?, grité mentalmente, pero aun así no escuché nada en
respuesta.

Vlad me agarró los hombros.

—¿Mircea? ¿Qué dijo?

Negué con la cabeza, haciendo una mueca ante los continuos cortes que ahora
me di cuenta que eran palabras ¿Quién está ahí?, tallado una y otra vez.

—Dijo: “Responde a través de tu carne o me matarán”. No sé a quién se refiere


y no puedo preguntar. Se ha ido ahora.

—¿Ellos? —repitió Vlad, apretando su boca en una línea de acero—. Si esto no


lo está haciendo Mircea, ¿quién es?
Con una mirada hacia mí que logró ser implacable y disculpándose, pasó un
dedo abrasador sobre mi muslo. Dejó un delgado rastro de carne quemada que
se leía tan clara como la tinta. Incluso mientras apretaba mis dientes contra el
dolor, noté con irónica apreciación que la escritura de Vlad era impecable.

Necesito a Mircea vivo. Nombra tu precio ~Vlad Dracul

Los otros cortes místicos en mi estómago cesaron a la vez. Vlad tiró el resto del
agua del jarrón de flores sobre mí, lavando la sangre vieja para que cualquier
nueva respuesta se viera fácilmente. Los dos esperamos en tenso silencio. Si
todavía hubiera sido humana, habría estado conteniendo la respiración.

Los minutos pasaron y nada sucedió. Nunca pensé que me iba a decepcionar

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por no ser cortada, pero casi me estaba moviendo por la agitación mientras mi
piel seguía intacta.

—Intenta enviarles algo más —insté. Puede que no disfrute de esto, pero
necesitaba saber qué estaba pasando.

Vlad me lanzó otra mirada cruelmente tierna, luego comenzó a quemar su


nuevo mensaje. Era mucho más largo esta vez, por lo que necesitó mi abdomen
entero para escribirlo.

Tráiganme a Mircea y serán ricamente recompensados. Mátenlo y los destruiré y a


todos los que les importan.

—Qué manera de adular a quienquiera que sea —murmuré.

Esta vez, no había un toque de suavidad en su mirada cuando me miró.

—Es la verdad.

No necesitaba sentir sus emociones para saber que había querido decir cada
palabra. El lado brutal de Vlad era mi parte menos favorita de él, sin embargo,
era parte de él. Cuando había sido un príncipe humano de Rumania, no había
rechazado un imperio invasor mucho más grande con una retórica florida. Lo
había hecho con pura ferocidad, y sus siglos como vampiro después de eso solo
lo habían endurecido más.

—¿Qué pasa si esto es Mircea y él está jugando con nosotros?

Vlad tocó la mancha sobre mi corazón.


—Un movimiento incorrecto de esa espada, y tú y Mircea habrían perecido.
No lo había pensado antes, pero tiene sentido que no fuera Mircea. Él me odia,
pero no arriesgaría su propia vida tan imprudentemente. Eso significa que
alguien más lo hizo, y Mircea debe haberle dicho a esa persona acerca de su
conexión contigo, y por lo tanto a mí, para salvarse a sí mismo.

Tenía sentido, especialmente considerando el extraño ¿Qué? que había


captado de Mircea justo antes de que eso sucediera. Había sonado como si
alguien lo hubiera sorprendido, y no de buena manera. Aun así…

—Mircea es un vampiro convertido en nigromante que puede desaparecer en


el aire —señalé—. ¿Cómo podría alguien siquiera mantenerlo contenido el
tiempo suficiente para apuñalarlo con plata, si Mircea puede desmaterializarse a

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voluntad?

—Sólo de una manera —dijo Vlad, y su tono acariciante me recordó al sonido


que hacen los cuchillos cuando perforaron la carne—. Mircea está siendo
contenido por personas aún más poderosas que él.

¡La magia apesta!, pensé de nuevo, con mucha más vehemencia esta vez. No fue
suficiente que finalmente derrotáramos al vampiro que se había aliado con
Mircea en un intento de siglos de matar a Vlad. Ahora, también teníamos que
preocuparnos por un grupo de misteriosos brujos. ¿Y cómo los encontraríamos
cuando ni siquiera sabíamos quiénes eran “ellos”?

Cerré mis ojos. No había tenido miedo de mi vínculo con Mircea antes porque
él no podía matarme sin morir él. Ahora, mi vida estaba en manos de personas
de las que no sabía nada, excepto que eran hechiceros poderosos y parecían
querer a la persona que estaba mágicamente atada a la muerte.

—Tenemos que romper el hechizo que me está vinculando a Mircea —dije,


abriendo los ojos—. De una manera u otra.

—Oh, lo haremos. Nunca dudes de eso.

La mirada de Vlad era tan brillante que se parecía a las esmeraldas ardientes
cuando me acarició la cara. Luego su mano descendió y se aplanó cuando llegó
al lugar donde ese cuchillo invisible y mágico me había apuñalado.

—A meros segundos de perderte.


Sus emociones permanecían bloqueadas, pero el músculo que se flexionaba en
su mandíbula junto con su elevada temperatura fue suficiente para hacerme
saber que dentro, todavía era incendiario. Extendí la mano y entrelacé mis dedos
con los suyos, hasta que nuestras manos unidas descansaron sobre mi corazón.

—No me perdiste.

Y no lo había perdido. Hace menos de una hora, pensé que sí. Miré a Vlad,
recordando cómo había tratado de memorizar su rostro porque pensé que no lo
volvería a ver. Ahora, quería algo más tangible que una larga mirada para
recordarme que ambos todavía nos teníamos el uno al otro.

Bajé su cabeza y lo besé. Solo tomó el roce de mis labios sobre los suyos para

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que respondiera. Murmuró algo sin palabras, luego me sacó de la cama
empapada y ensangrentada para ponerme frente a la chimenea. El fuego se elevó
más alto mientras me miraba, hasta que esas llamas naranjas y azules parecían
como si estuvieran tratando de abrirse camino más allá de la rejilla para
alcanzarnos.

—Nadie te va a alejar de mí —gruñó Vlad, y su camisa se desgarró tras un solo


movimiento. Sus pantalones tuvieron el mismo destino, luego su cuerpo fundido
cubrió el mío y me besó.

No pude detener las corrientes que pulsaban hacia él cuando me aferré a su


espalda, y por los sonidos bajos y oscuros eróticos que hacía, no quería que lo
hiciera. Sus manos se movieron sobre mí con el despiadado conocimiento de un
amante que no se conformaría con nada menos que mi total y desinhibida
rendición. Luego sus dedos se burlaron de mí con toques que coincidían con los
movimientos sensuales de su lengua. Después de eso, estaba más que lista para
darle todo lo que quisiera… y para tomar todo lo que necesitaba.

Estiré mi brazo hacia abajo, agarrando su polla mientras me arqueaba debajo


de él. Su gemido vibró contra mis labios mientras frotaba esa longitud gruesa y
dura contra mí, enviando un estallido de sensaciones en mis entrañas. En lugar
de empujar hacia adelante como desesperadamente quería que lo hiciera, él
agarró mis dos manos y las colocó sobre mi cabeza.

—Todavía no —dijo con voz gutural.


Mi sonido de protesta se convirtió en un prolongado gemido cuando se deslizó
hacia abajo, enterrando su boca entre mis piernas. Su lengua era una marca
sinuosa y ardiente que me hizo medio sollozar de placer, y mi mano derecha
disparó cada vez más rayos de electricidad en él cuando mi pasión llegó al punto
de ruptura.

—Por favor. —Me encontré jadeando.

Su risa baja excitó mi carne dolorida.

—Sabes que esa palabra no funciona conmigo.

Estaba demasiado frenética por el deseo para dejarle prolongar esto. Me di la


vuelta, gritando cuando mi movimiento brusco golpeó su boca contra mí y él

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agarró mis caderas para sostenerse allí. Luego, incluso cuando estaba temblando
desde el principio de un orgasmo, forcé su cabeza hacia arriba y me deslicé hacia
abajo al mismo tiempo, hasta que nuestras caderas se alinearon y pude mirar sus
ojos ahora de color esmeralda.

—Ya que odias la palabra, por favor —le dije, con voz áspera por la pasión—.
¿Qué te parece ahora?

Su boca reclamó la mía al mismo tiempo que empujó profundamente dentro


de mí.
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Varias horas más tarde, aterrizamos en un aeropuerto privado en Londres,
Inglaterra. Cuando el nuevo y elegante Learjet se detuvo por completo, dejé
escapar el aliento que inadvertidamente contuve.

Me miró, sus labios se curvaron.

—Con todo lo demás en marcha, ¿estás nerviosa por volar?

—No es la parte de volar lo que me preocupa —respondí con aspereza—. Es


la parte de chocar con la que tengo problemas.

Este avión era nuevo porque Mircea había obligado mágicamente a los pilotos
de Vlad a estrellarse con el viejo. Solo habíamos sobrevivido porque Vlad había
abierto la puerta lateral y nos había sacado volando momentos antes del impacto.
Los vampiros podrían sobrevivir a mucho, pero nadie podía vivir a través de un
avión que golpea el suelo a máxima velocidad.

—Probamos a todos para asegurarnos de que no están ligados a uno de los


hechizos de Mircea —me recordó Vlad—. Además, nunca intentará estrellar
nuestro avión mientras todavía estés vinculada a él.

—Con suerte, eso no será por mucho tiempo —murmuré.


No hubo nuevos “mensajes” durante el tiempo que nos llevó volar desde
Rumania a Londres. Sin saber lo que pretendían los captores de Mircea era
frustrante para mis nervios. En el lado positivo, no estaba muerta, por lo que los
misteriosos hechiceros debieron tomar en serio la amenaza de Vlad contra ellos.
En el lado negativo, no nos habían contactado para decir que Mircea iba a ser
entregado con un gran lazo rojo, por lo que cualquiera que fuera “ellos”, no
parecían tener prisa por entregar a Mircea tampoco.

—¿Dónde nos encontraremos con Mencheres? —pregunté cuando Vlad abrió


la puerta interior que se convertía en escaleras.

—Aquí —respondió una voz acentuada desde más allá de esa puerta. Antes
de que tuviera tiempo de recuperarme de mi sorpresa, un hombre del Medio

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Oriente con cabello negro hasta la cintura saltó por la escalera.

Vlad abrazó a Mencheres, una muestra de afecto que reservaba solo para unas
pocas personas en el mundo.

Pero Vlad a menudo se refería a Mencheres como su “sire honorario”, por lo


que no me sorprendió cuando él también aceptó un beso en cada mejilla de
Mencheres.

Luego Mencheres volvió su mirada color carbón en mi dirección, y me


pregunté por qué se había molestado en aplastar su aura a niveles indetectables.
Mencheres parecía un hombre atractivo a principios de sus veinte años, pero
mirarlo a los ojos era como mirar a través de un portal del tiempo en el pasado
antiguo. Él era tan viejo; una de las famosas pirámides en la meseta de Giza había
sido suya.

—Leila —dijo, extendiendo la mano. Lo sacudí porque estaba usando mis


guantes aislantes actuales y, por lo tanto, no podía electrocutarlo de un simple
contacto.

—Gracias por venir —dije, sin agregar, pero no sé por qué estás aquí. Mencheres
no había podido romper el hechizo de Mircea antes, a pesar de que había dado
su mejor esfuerzo. A menos que Mencheres haya tenido un gran avance desde
entonces, no sabía por qué Vlad quería reunirse con él.
—Estaba en Nueva York, así que fue un vuelo corto —dijo Mencheres,
restándole importancia a cómo había dejado todo para reunirse con nosotros
aquí.

—¿Dónde está Kira? —le pregunté cuando Vlad pulsó el botón que hacía que
la escalera se replegara en una puerta.

—Todavía allí —respondió, agitando una mano de manera casual—. No vi la


necesidad de interrumpir su tiempo con su hermana.

Ante la palabra hermana, una punzada me atravesó. Le había prometido a mi


propia hermana, Gretchen, que una vez que el enemigo de Vlad, Szilagyi
estuviera muerto, ella y mi papá podrían volver a una vida normal. Luego tuve

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que retractarme a cumplir esa promesa tan pronto como Vlad había matado a
Szilagyi. A Gretchen no le complacía tener que permanecer escondida
indefinidamente, ni tampoco a mi padre.

Estaba distraída con los pensamientos de mi familia cuando Vlad ordenó a sus
pilotos que despegaran.

—¿A dónde vamos? —pregunté, alcanzando un asiento mientras los motores


volvían a la vida.

—A ninguna parte —respondió Vlad—. Solo lo suficientemente lejos del suelo


como para que nadie nos oiga.

Mencheres se acomodó en uno de los lujosos asientos. Yo también me senté.


Este avión podría apresurarse cuando Vlad lo deseaba, y sus pilotos obviamente
podían adivinar que Vlad tenía prisa.

—¿Quieres un trago? —le pregunté a Mencheres, haciendo un gesto hacia el


mini bar protegido por un panel de vidrio transparente. Solo porque los
vampiros necesitaban sangre para sobrevivir no significaba que nos saltáramos
otras libaciones.

Inclinó la cabeza.

—Whisky, si lo tienes.

Vlad le dio una sonrisa sardónica.


—Por esa elección provinciana, puedo decir que has estado pasando tiempo
con Bones.

Una sonrisa apareció en los labios de Mencheres.

—Si ustedes dos no fueran tan similares, probablemente serían amigos.

Ahogué un resoplido mientras le daba a Mencheres un vaso de whisky. No


sabía por qué a Vlad le disgustaba tanto el co-regente de Mencheres, pero no veía
que lo superara en el corto plazo.

—Basta de eso —dijo Vlad, descartando a Bones con una sacudida de su


mano—. La magia es una de las pocas cosas prohibidas por la ley de vampiros,
pero al igual que Mircea, hay quienes todavía la practican en secreto. Necesito un

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guía en ese mundo, ya mismo.

Mencheres se inclinó hacia adelante, su expresión se volvió muy seria.

—Eres demasiado conocido para entrar y salir inadvertido, y los vampiros que
practican la magia matarán para evitar que sus identidades lleguen a los
Guardianes de la Ley.

Asentí, y me sentí culpable por haberle dicho a Vlad que teníamos que romper
el hechizo de Mircea a toda costa.

—Tiene que haber otra manera…

—No la hay —me interrumpió. A pesar de su tono duro, la mano que puso en
mi brazo fue suave—. Si los hechiceros que retienen a Mircea tuvieran alguna
intención de devolverlo, habrían aceptado mi oferta. Su silencio significa que aún
intentan matarlo, o están pensando en la mejor manera de usarlo contra mí.

No era fanática de ninguna de las opciones, pero no quería que Vlad se lanzara
a circunstancias aún más peligrosas. Sus habilidades lo protegerían de casi
cualquier persona en el mundo de los vampiros, pero en un inframundo secreto
donde reinaba la magia. Ni siquiera su temida piroquinesis era compatible contra
eso.

—Veremos a la reina vudú de nuevo —dije—. Tal vez hay algo en lo que no
pensó antes.
—Sus pistas anteriores fueron en vano, y si hubiera pensado en algo nuevo,
me lo habría dicho.

Su tono se volvió plano.

—A Marie Laveau le encantaría que le debiera una deuda tan impresionante.


Ella acumula favores en la forma en que los codiciosos amasan fortunas.

—¿Quiénes son estos hechiceros y cómo tienen a Mircea? —preguntó


Mencheres en voz baja.

Vlad dejó escapar un sonido frustrado.

—Si lo supiera, estaría en camino de matarlos en lugar de sentarme aquí

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contigo.

Llené los espacios en blanco que la frustración de Vlad había dejado de lado.

—Quienesquiera que sean, iban a matar a Mircea hasta que él demostró su


conexión conmigo. Vlad les ofreció una recompensa si le devolvían vivo a Mircea.
Eso fue hace varias horas, y no hemos escuchado nada desde entonces.

Mencheres cerró los ojos. Después de un silencio prolongado, los abrió y miró
a Vlad.

—Abandoné ese mundo hace más de tres milenios cuando la magia se declaró
ilegal, pero conozco a una persona que tiene vínculos recientes con ella y confío
en que actúe como tu guía. Primero, sin embargo, necesito tu promesa de que no
lo matarás.

Sentí la sorpresa de Vlad cuando sus escudos cayeron y él consideró esto.

—No puedo prometer eso a nadie que me traicione a mí o a Leila —dijo


finalmente—. Aparte de eso, tienes mi palabra.

—No importa lo mal que quieras hacerlo —subrayó Mencheres—. A pesar de


sus muchos defectos, él es querido para mí, y me dolería perderlo.

Mi curiosidad aumentó. Si esta persona no era una amenaza para nosotros,


¿por qué Mencheres estaba tan seguro de que Vlad querría matarlo?
—Aparte de mis condiciones, sí —dijo Vlad, la molestia en su tono enfatizando
que no apreciaba repetirse a sí mismo—. Ahora, ¿quién es?

Mencheres le dirigió a Vlad una mirada sombría y divertida.

—Oh, lo conoces. Y te desagrada incluso más que Bones.

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Aterrizamos en Cheshire, Inglaterra, que afortunadamente solo fue un vuelo
corto desde Londres. Un chófer ya nos estaba esperando, y el conductor
desconocido nos llevó rápidamente a una mansión que parecía sacada del
espectáculo Downton Abbey. El conductor nos dejó y luego se alejó a toda
velocidad, dejándonos frente a las grandes puertas dobles de la mansión.

Se abrieron antes de que Mencheres pudiera llamar, revelando a un vampiro


sorprendentemente hermoso con ojos de color turquesa vívidos y cabello castaño
largo hasta los hombros. Tuve tiempo de notar detalles sobre su rostro y cabello
porque después de una mirada, mantuve mi mirada firmemente dirigida hacia
arriba. Vlad murmuró una maldición incluso cuando el vampiro desnudo dejó
escapar un resoplido agravado.

—Dijiste que era urgente, Mencheres, así que entra.

—Ian —dijo Mencheres en un tono de reproche—. Deberías haberte vestido,


al menos.

Ian bajó la mirada, como si acabara de darse cuenta de que lo único que vestía
era un piercing de plata muy íntimamente colocado.

—¿Ves a una mujer de dos metros de altura en mi cara? —preguntó en tono


de conversación—. No, porque dejé de hacer lo que estaba haciendo y vacié mi
casa como lo pediste, así que lo menos que podrías hacer es no regañarme por no
ponerme un traje.

Me sorprendió tanto la descripción gráfica que no sabía cómo reaccionar.


Encantada de conocerte no parecía aplicable. ¡Siento interrumpir tu cunnilingus!,
probablemente era más apropiado, pero tampoco estaba dispuesta a decir eso.

—Ah, pero ¿quién es esta? —continuó Ian, inclinando su cabeza alrededor de


Vlad para mirarme mejor—. Mmmm, ¿no es impresionante? Si ella es mi premio
de consolación, entonces acepto...

—Es mi esposa —gruñó Vlad antes de que yo pudiera corregir el error—. Y si


tu pene se mueve una vez más mientras la miras, lo quemaré.

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—Vlad, lo juraste —dijo Mencheres en voz baja.

—La castración no lo matará —respondió Vlad de inmediato—. Su vida fue


todo lo que prometí, y sus extremidades pueden volver a crecer.

En lugar de preocuparse, Ian se echó a reír.

—Y yo que pensé que hoy iba a ser aburrido. Ahora, simplemente debo saber
lo que ha traído al infame Empalador a mi puerta, especialmente si es tan
importante, que mi sire te hizo jurar que no me matarías.

Su sire. Le di una mirada sorprendida a Mencheres. Ian no parecía del tipo que
el vampiro reservado elegiría para un miembro de su línea. ¿Y qué había estado
pensando Ian, poniendo plata allí? Puede que ni siquiera se dé cuenta si Vlad
quemara su polla. Tenía que estar ardiendo como el infierno en este momento.

—¿Estás seguro de que no conoces a nadie más? —le dijo Vlad a Mencheres,
sin moverse para entrar a la casa.

—Pocos vampiros son lo suficientemente tontos como para arriesgarse a la ira


de los Guardianes de la Ley al practicar magia, y menos aún están vivos después
de una desobediencia tan temeraria —respondió Mencheres. Ian se encogió de
hombros, sin discutir ninguno de los dos cargos—. Fuera de eso, Ian es el único
en quien confío… después de que me dé su palabra, es decir.

—Mencheres, me hieres —dijo Ian, sonando herido.


—No juegues conmigo. —El nuevo tono de Mencheres me sobresaltó. Nunca
lo había escuchado levantar su voz antes—. Así como conozco a Vlad, te conozco
a ti. Dirigirías mal a Vlad para tu propia diversión, y lo dejarías solo si alguien te
ofreciera un incentivo financiero. Es por eso que prometerás mostrarle a Vlad y
a su esposa la misma lealtad que me mostrarías a mí, y lo jurarás por el amor que
tienes por mí.

La boca de Ian se curvó en lo que solo podría llamarse un puchero.

—No es justo.

—Júralo —insistió Mencheres—. Y antes de seguir discutiendo, ¿cuándo fue la


última vez que te pedí un favor? ¿Realmente me lo negarías ahora?

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—No —dijo Ian, sonando como si la palabra se agrió en su garganta—. Eres
una de las cuatro personas a la que nunca le diría que no. Muy bien, te juro por
mi amor por ti que le mostraré a Tepesh y su esposa la misma lealtad que te
mostraría durante la tarea que sea en la que estés a punto de convencerme a
hacer.

Un voto con condiciones, claro que Vlad también había tenido condiciones.
Además, si tuviéramos éxito, no necesitaríamos la lealtad de Ian después de que
rompiéramos el hechizo que me unía a Mircea.

Mencheres se volvió hacia Vlad.

—¿Ves? —dijo con su habitual calma—. Ahora que eso se ha resuelto,


podemos proceder.

Vlad miró a Mencheres de una manera que me hizo preguntarme si estaba a


punto de tomar mi brazo, darme la vuelta y marcharnos. Sin embargo, finalmente
se encogió de hombros, como si dijera: “Que así sea”.

—Mi voto es nulo si me traicionas o a Leila —le dijo Vlad a Ian, mostrándole
su sonrisa más encantadora—. Y en ese caso, la muerte será una amabilidad en
comparación con lo que te haré.

Ian puso los ojos en blanco.

—Guárdate tus amenazas. Gracias a la promesa que Mencheres me impuso,


no las necesitas. Ahora, ¿en qué tipo de problema mágico intentas meterte? Debe
ser más que lanzar un simple hechizo o Mencheres lo habría hecho él mismo.
Antes de que la magia fuera prohibida, él era uno de los mejores practicantes de
la zona.

—Implica un hechizo, pero no queremos lanzar uno —dijo Vlad—.


Necesitamos romper uno. Para hacer eso, necesitaremos acceso a maestros
hechiceros con una habilidad aún mayor que Mencheres.

Ian lanzó una mirada molesta a su sire.

—Si querías matarme, podrías haber elegido una forma mejor de hacerlo.

—Esto es importante, Ian —dijo Mencheres en voz baja.

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—¿Por qué? —preguntó Ian, volviéndose hacia Vlad ahora—. ¿Te cansaste de
destruir a tus enemigos de la manera más ardiente?

Respondí antes de que Vlad pudiera.

—Estoy unida mágicamente a un nigromante que ha sido secuestrado por


personas que lo quieren muerto. Si él muere, nuestro enlace significa que yo
también muero, por lo que encontrar a alguien más poderoso para romper esa
conexión es nuestra única opción.

Ian me miró. No de la manera pervertida que hizo la primera vez, sino con
frialdad, como si no le importara que cayera muerta a sus pies en ese momento.
Luego miró a Mencheres. En rápida sucesión, el afecto, la resignación y la
irritación saltaron sobre sus rasgos. No sabía qué pensar de esa mezcla, o de la
tendencia admitida de Ian de apostar por lucro o diversión, pero Mencheres
debía confiar en que mantendría su palabra o no estaríamos aquí. Por eso, no
teníamos otra opción que confiar en Ian, también. Por ahora.

Finalmente, la expresión de Ian se convirtió en una alegre arrogancia. Cuando


mostró una sonrisa que subió el volumen de su ya deslumbrante apariencia, en
realidad sentí un aleteo femenino instintivo que instantáneamente aplasté.

—¿Quién quiere vivir para siempre de todos modos? —dijo Ian—. Bien,
entonces, comenzaremos con un bar clandestino mágico en el corazón de
Londres. Y espero que seas tan fuerte como lo es Tepesh, mi encantadora muñeca
de cabello negro azabache, porque esto se volverá peligroso.
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Por “corazón de Londres” Ian se refería a la sección de mala muerte, a juzgar
por los callejones abandonados por los que caminábamos. Si no tuviéramos la
capacidad vampírica de hipnotizar a cualquiera que se nos acercara con
intenciones nefastas, ya habríamos sido asaltados dos veces. Así las cosas, los
aspirantes a atracadores fueron los que perdieron algo. Todavía no tenía la
habilidad de morder el cuello de alguien sin causar daño, pero podía manejar
una muñeca. Vlad también había tenido hambre. Ian no, dijo que había comido
más temprano.

Teniendo en cuenta la descripción de Ian de lo que habíamos interrumpido,


no estaba dispuesta a pedirle que me explicara. Al menos Ian finalmente se había
puesto algo de ropa, aunque su camisa estaba completamente abierta y sus
vaqueros eran tan ajustados que el denim negro parecía pintado.

Mencheres no se había unido a nosotros, así que solo estábamos los tres
caminando por los callejones malolientes y pintados de grafitis. Me hubiera
gustado que Mencheres viniera, pero dijo que era mejor que se mantuviera
alejado ya que tenía muchos enemigos en el mundo mágico debido a su ex
esposa. Vlad e Ian asintieron como si supieran la historia detrás de esa
declaración. Yo no la sabía y tenía curiosidad, pero tendría que esperar hasta más
tarde. Primero, teníamos que encontrar el bar clandestino y, después de media
hora de caminata, empezaba a preguntarme si Ian era demasiado arrogante para
admitir que estaba perdido.

Finalmente, Ian se acercó a lo que supuse que era un bar solo porque no podía
imaginar ninguna otra industria que sobreviviera en esta área. No capté el
nombre porque solo quedaba una letra en el letrero de neón. Dado el repetido
crujido bajo nuestros pies mientras cruzábamos el umbral del bar, me pregunté
si alguna vez se había barrido el cristal roto de esas otras letras.

El interior no era más bonito. Las mesas vacías con sillas destartaladas
ocupaban la mitad del espacio, y una barra que tenía el olor distintivo de la orina
que emanaba de ella ocupaba la otra mitad. El barman levantó la vista de su
conversación con los dos únicos clientes del local, y por las miradas hoscas que

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nos dieron los tres, no estaban contentos de tener nueva compañía.

Luego el rostro del camarero se oscureció cuando Ian saltó sobre la barra. Se
acercó a un congelador grande y de aspecto antiguo que fue empujado contra la
esquina más alejada de la barra. Ian abrió la puerta del congelador y, como se
esperaba, estaba vacía excepto por capas de polvo.

Ian tiró de algo que no podía ver, y la parte posterior del congelador de tamaño
industrial cayó, revelando una habitación pequeña e inmaculada. Ian se metió en
esa habitación, ignorando las continuas protestas del camarero, y luego asomó la
cabeza.

—¿Vienen o no? —nos preguntó.

Vlad saltó sobre el mostrador, una sola mirada provocó que el cantinero se
callara y retrocediera. Seguí el ejemplo, y pronto los tres estábamos empujando
el espacio en la pequeña habitación. Cuando Ian presionó un botón y
comenzamos a descender abruptamente, me di cuenta de que no era una
habitación en absoluto. Era un ascensor.

Después de bajar unos nueve metros, se detuvo. El ascensor no tenía puertas,


por lo que nuestros nuevos alojamientos nos fueron revelados de inmediato, y
miré a mi alrededor con asombro.

Humo de cigarro y el incienso causaban una leve neblina en un área que era
tan lujosa como el bar había sido abandonado. Sofás y sillas de terciopelo estaban
dispuestos alrededor de mesas de juego, una banda en esmoquin tocaba jazz, y
por lo que podía ver detrás de sus numerosos ocupantes, la extensa barra parecía
estar hecha completamente de enormes prismas de cristal de diferentes colores.

Pero eso no fue lo que me hizo mirar fijamente. El voluptuoso repartidor de


blackjack con la baraja de cartas flotando muy por encima de su cabeza fue lo
primero que me llamó la atención, rápidamente eclipsado por las botellas detrás
de la barra de cristal. No había barman, y las botellas salían de los estantes por sí
mismas, ya sea vertiendo su contenido directamente en los vasos de los clientes
o mezclándose con jugos, sodas y otros mezcladores primero.

Mientras observaba, una botella de champán se descorchó, evitando con


pericia la habitual salida burbujeante.

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Luego vertió su contenido de color dorado en un vaso flotante que, una vez
lleno, se acercó a una hermosa mujer que lo tomó sin levantar la vista de su
compañero.

—Bienvenidos a Selenites —dijo Ian, con una sonrisa cínica—. La ubicación


principal de Londres para las élites con inclinaciones mágicas.

—¿Es todo magia, o algo de eso es telequinesis? —susurré. Mencheres podía


hacer todo lo que estaba presenciando. Tal vez Selenites tenía otro vampiro con
telequinesis aquí.

Ian gruñó.

—Mágico. Sin duda somos los únicos vampiros aquí. La mayoría preferiría no
ser ejecutados por los Guardianes de la Ley, y lo harían, si se corriera la voz que
están incursionando en la magia.

—Pero solías venir aquí —dije—. ¿Por qué? —Vlad y yo ciertamente no


estaríamos aquí si no tuviéramos que hacerlo. ¿Por qué Ian se arriesgaría
voluntariamente a una sentencia de muerte solo para pasar el rato en este lugar?

Ian me chasqueó la lengua.

—Nada de eso, encanto. Compartir mis secretos no es parte de nuestro


acuerdo.
A Vlad no parecía importarle el por qué Ian había sido un cliente habitual aquí,
ni compartía mi aprecio por las demostraciones mágicas que nos rodeaban. Su
mirada recorrió la habitación de una manera calculadora.

—Basta de charla. Estamos aquí para hablar con un verdadero hechicero, no


perder el tiempo con aspirantes jugando trucos con cartas y botellas flotantes.

Él no había bajado la voz, por lo que esto causó que más de unas pocas cabezas
giraran en nuestra dirección. Ian le dio un codazo a Vlad, silbando:

—Aquí no puedes intimidar para conseguir resultados. Sigue mi ejemplo y,


por el amor de Dios, no mates a nadie.

Vlad se quedó mirando el codo que todavía le estaba tocando en las costillas.

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Luego le dirigió una sonrisa a Ian que me alarmó y tiré mis brazos alrededor de
Vlad.

—Prioridades, ¿recuerdas? —susurré cerca de su oído.

Pude sentirlo cuando su repentino aumento de poder se redujo a niveles no


peligrosos, y cuando Vlad presionó un beso en mi mejilla, supe que Ian estaba
fuera de peligro. Por ahora.

—Sí, prioridades —estuvo de acuerdo Vlad en un tono ligero. Luego a Ian, le


dijo—: Tócame otra vez, y voy a alimentar a una manada de lobos con tus
extremidades.

Ian negó con la cabeza.

—Ni siquiera puedes pretender ser un poco sensato, ¿verdad? Bien, hazlo a tu
manera. Gentiles hombres y mujeres —dijo en voz más alta—. Mis amigos y yo
buscamos el mejor entretenimiento y el mejor entrenamiento esta noche. Si están
interesados y pueden cumplir con nuestras expectativas, les prometemos una
velada que ustedes y su cuenta bancaria nunca olvidarán.

Si antes hubiésemos despertado el interés de algunas personas, ahora


teníamos las de todos ellos. Los años de desempeño en el circuito de carnaval me
hicieron sonreír como si estuviera completamente cómoda al ser de repente el
centro de atención. Para ser honesta, me sentía más inquieta por no tener a la
gente haciendo una mueca instintiva cuando me miraban por primera vez. La
mayoría de los días, olvidaba que ya no tenía una cicatriz irregular que se
extendía desde mi sien hasta mi mano derecha.

Después de varios momentos, una pareja salió de los espectadores. La mujer


parecía tener unos cuarenta años, y su aire de sensualidad cansada insinuaba que
lo había hecho todo dos veces y estaba buscando a alguien para que la tentara en
la tercera ronda. Agrega eso a rasgos llamativos, cabello castaño rizado,
constitución de una bailarina, y tenías una mujer que estaba acostumbrada a ser
admirada.

También era humana, así que no entendí por qué Ian se tensó cuando se acercó.
Entonces me pregunté si me lo había imaginado cuando él se acercó y le dio un
beso prolongado y con la boca abierta.

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—Elena —dijo Ian una vez que la dejó tomar aire—. Esperaba que estuvieras
aquí esta noche. Y Klaus, amigo, ha pasado demasiado tiempo.

Ian entonces lo besó con la misma cantidad de lengua. Cuando terminó, Klaus
le dio un ligero golpe en la mejilla.

—Sabes que no debes regresar aquí.

—¿No me echaron de menos los dos? —preguntó Ian, sonando dolido.

Elena dejó escapar un resoplido femenino.

—Algunas partes de mí lo hicieron, pero el resto estaba demasiado ocupada


resentida por cómo me estafaste.

—Dijiste que no volviera hasta que estuviera listo para pagarte el triple, y lo
estoy —respondió Ian—. Déjame presentarte a mis amigos. Entre otras cosas, son
el dinero.

—¿Lo son? —Ella avanzó, acercándose y extendiendo su mano hacia Vlad—.


Encantada, estoy segura.

A pesar del odio de Vlad por ser tocado, tomó la mano de Elena con una
sonrisa que ella no habría entendido. Yo sí lo hacía, y casi la compadecí. Vlad
podía quemar objetos sin contacto táctil primero, pero para quemar a las
personas, tenía que tocarlos primero. Ahora, Elena era tan buena como la leña
para él.
Igual que Klaus, después de que Vlad estrechara la mano de su guapo y
moreno compañero. Estaba usando mis guantes aislantes actuales, así que
también les estreché la mano.

Elena apenas me miró. En cambio, miró a Vlad de arriba abajo mientras se


humedecía los labios. Me ericé con posesividad instintiva, aunque para ser justos,
no podía culparla. El saco de Vlad era de color carbón y sus pantalones a medida
tenían un color ceniza más claro, pero su camisa de seda era un tono plateado
que brillaba sutilmente. En lugar de parecer insípido, Vlad parecía que había
invocado todos los colores de humo, lo convirtió en el material más rico y luego
lo colocó sobre su cuerpo musculoso. Cuando combinabas eso con esos
penetrantes ojos de color verde cobrizo, no me extraña que Elena no pudiera

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mirar hacia otro lado.

Klaus también miró a Vlad con interés, aunque a diferencia de Elena, también
exudaba más que un toque de cautela.

—Pareces familiar. ¿Cómo dijiste que te llamabas?

—No lo hice —respondió Vlad, con un tono fríamente agradable.

Elena se puso rígida y Klaus palideció. Ian puso los ojos en blanco y se puso
delante de Vlad.

—No le hagan caso, siempre está de mal humor antes de que le froten la polla.
Ahora, aunque sé que ambos son mágicamente deliciosos, mis amigos
necesitarán una demostración antes de comprometerse para la noche.

Mis cejas se dispararon hacia mi cabello. Encontrar a alguien experto en magia


era importante, ¡pero no habíamos aceptado esto!

Vlad debe haberse sentido de la misma manera. Empujó a Ian a un lado y


murmuró:

—Basta ya de esto. —Luego su mirada cambió a verde brillante cuando miró


a Elena y Klaus, luego al resto de la habitación—. Todo lo que veo son trucos
baratos, pero si alguno de ustedes socialites o aduladores son verdaderos
practicantes, tengo un trabajo para ustedes.

La cara de Elena se sonrojó de un rojo furioso.


—¡Cómo te atreves a insultarme a mí y a mi establecimiento! Tu arrogancia es
la razón por la que tu especie rara vez es bienvenida aquí, vampiro.

—¿Vampiro? —repitió Klaus. Luego su mirada se ensanchó y miró a Vlad con


horrorizado reconocimiento—. ¡Ahora sé dónde te he visto! ¡Eres Vl…!

Eso es todo lo que salió antes de que su cabeza explotara justo sobre sus
hombros, cubriendo a Elena con salpicaduras de restos viscosos en llamas.

—Y aquí vamos —dijo Ian resignadamente.

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Elena gritó y se abalanzó sobre Vlad, quien la tiró a un lado lo suficientemente
fuerte como para romper varios huesos. Un jadeo colectivo surgió de la multitud,
y luego todos cargaron hacia nosotros en masa.

Por un segundo, solo observé con asombro. Ian había dicho que eran humanos,
y por los latidos del corazón que escuchaba, tenía razón. Podrían ser humanos
con inclinaciones mágicas, pero ninguno de ellos parecía tener verdaderos
poderes, entonces, ¿qué pensaban que iban a hacer? ¿Nos aturdirían hasta
dejarnos inconscientes con sus trucos de cartas?

Es por eso que no me quité mis guantes aislantes cuando varios de ellos me
saltaron. El voltaje de mi mano derecha podría matarlos. Tal como estaba, todo
lo que tenía que hacer era esperar hasta que la electricidad los inundara cuando
entraron en contacto con mi cuerpo. Luego mis atacantes se disminuyeron
cuando Vlad comenzó a arrojarlos lejos, algunos golpeando el techo.

—Ve tranquilo, no pueden lastimarme —dije haciendo una mueca cuando vi


a un tipo que se relajaba después de una dura caída al suelo.

Ian también estaba intentando el enfoque no violento.

—¡Este es un malentendido lamentable! —gritó, agachándose ante una serie


de botellas de vino que comenzaron a torpedearlo—. Elena, podemos...
—¡Mató a Klaus! —rugió ella, haciéndole un gesto a la multitud, que se había
detenido en su carrera en grupo después de la implacable respuesta de Vlad—.
¿Qué están esperando? —continuó Elena—. ¡Atrápenlos!

—Imbéciles —murmuró Vlad—. Aun así, esta es la forma más rápida de


averiguar si alguno de ellos tiene una habilidad real.

Habría discutido, pero Klaus había arruinado lo de hacer esto de manera


pacífica. Sin embargo, si hubiera tenido éxito en gritar el nombre de Vlad, bien
podríamos haber tallado un mensaje en mi piel para que los captores de Mircea
supieran que estábamos tras ellos. Además, es probable que a los Guardianes de
la Ley no les costara mucho escuchar eso, y no necesitamos más gente tratando
de matarnos.

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—No les hagas demasiado daño —dije—. Y vamos a separarnos, será más
rápido de esa manera. —Cuando Vlad no se movió de su posición frente a mí, le
di un firme empujón—. Si veo algún indicio de magia peligrosa, te gritaré, ¿de
acuerdo?

—Será mejor que lo hagas—gruñó, sus ojos brillando.

Sonreí lo suficiente para mostrar que mis colmillos estaban fuera.

—Ve.

Lo hizo, aunque después de apartar al primer grupo de personas que cargó


hacia nosotros nuevamente. Entonces fui yo quien se agachó cuando las botellas
de la barra vinieron volando en mi dirección. El vidrio se rompió cuando mis
rápidas maniobras hicieron que algunas golpearan la pared detrás de mí. Mi
victoria duró poco, ya que los sofás de terciopelo que había admirado fueron las
siguientes salvas. Uno me derribó brevemente, aunque otros derribaron a las
personas que intentaban abordarme, así que me ayudaron más que dañarme.

Mi actitud alegre cambió cuando los siguientes artículos lanzados


mágicamente en mi dirección fueron cuchillos. Se acercaron a mí tan rápido como
podía menearme, zigzaguear o quitármelos, y los que evité giraron en el aire
antes de que zumbaran de nuevo hacia mí. Incluso con mi velocidad, dos se
hundieron en mi espalda, y cuando todavía sentía un dolor punzante después de
haberlos sacado, miré más de cerca las hojas.
Trozos de otro metal los cubrían, y ese dolor persistente en mi espalda solo
significaba una cosa.

—¡Plata! —grité, girándome para darle la espalda a la pared antes de que


alguna de esas espadas mortales me golpeara por detrás. Eso dejó a mi frente
vulnerable, pero agarré un grueso cenicero de cristal y lo metí dentro de mi
sostén. Ahora, tenía un área a prueba de cuchillo en mi corazón. Vlad no lo tenía,
sin embargo, y más cuchillos de borde plateado venían aparentemente de la
nada.

Algo brillante llamó mi atención. Un gran grupo de anillos, collares, brazaletes


y otras joyas flotaban a unos metros sobre la barra. Mientras observaba, un collar
salió volando de la garganta de una de mis atacantes y se unió a esa masa. Luego,

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las astillas del paquete de joyas se separaron y se pegaron a los cuchillos de cocina
que estaban flotando en el aire al lado del paquete de joyas.

Si nuestras vidas no estuvieran en peligro, habría admirado la astucia del


lanzador de hechizos. Habla acerca de aprovechar al máximo lo que estaba
disponible. Sin embargo, ese mismo alguien había llevado esta lucha a un nivel
completamente nuevo. ¿Quién era?

No era uno de mis atacantes, decidí, ya que estaban poniendo todos sus
esfuerzos en un asalto físico. Los empujé a un lado con más crueldad de lo que
había hecho antes y miré a mi alrededor buscando al lanzador de hechizos.

Elena estaba en el suelo a unos seis metros de distancia, sus piernas todavía
dobladas en ángulos extraños. Ella no se estaba alejando del caos o haciendo
cualquier otra cosa que una persona normal haría. En cambio, sus manos estaban
levantadas como si suplicara, y debajo de los diversos sonidos de la pelea que
nos rodeaba, capté un indicio de ella murmurando en un lenguaje extraño.

No pude traducir lo que estaba diciendo, pero reconocí lo que estaba haciendo.
Me dirigí hacia ella y luego me detuve cuando una nube de cuchillos de bordes
plateados formó de repente una barrera protectora a su alrededor. Puede que no
pudiera alcanzarla, pero conocía a alguien que podía.

—¡Elena es la hechicera! —grité.

Con la misma rapidez, Ian gritó:


—¡Hagas lo que hagas, no la mates!

Vlad se dio la vuelta sin mirar siquiera a la persona que le golpeó una silla tan
pronto como le dio la espalda.

—Para —le ordenó a Elena, levantando una mano en llamas en advertencia.

Ella escupió una palabra desconocida y levantó sus manos más alto. Vlad
apretó el puño y el cuerpo de Elena explotó como si se hubiera tragado una bolsa
de granadas. Hice una mueca, pero él le había advertido, y eso era más de lo que
normalmente hacía.

Las personas atacándonos lanzaron una mirada horrorizada a los dispersos


restos en llamas de Elena. Entonces todos dejaron de pelear y comenzaron a

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correr hacia el ascensor. Pensé que era miedo por lo que Vlad había hecho, pero
entonces sentí que el terreno comenzaba a moverse. Toda la habitación comenzó
a caer hacia abajo como si se hubiera transformado en un ascensor cuyos cables
habían sido cortados.

—¿Qué está pasando? —grité.

Ian me alcanzó primero, agarrando mi brazo e ignorando la electricidad que


le disparó.

—La muerte de Elena provocó un hechizo que abrió un sumidero de trecientos


metros debajo de nosotros, así que si valoras tu trasero, ¡tenemos que irnos!

Vlad nos alcanzó justo cuando una lluvia de concreto comenzó a llover desde
el techo. Las paredes se agrietaron y se doblaron, también, hasta que parecía que
la habitación también era exprimida por un puño gigante durante su caída libre.
Vlad me aplastó contra él, enormes ráfagas de fuego se dispararon de su otra
mano. Ian lanzó sus brazos alrededor de mi cintura un instante antes de que Vlad
nos empujara hacia arriba.

La fuerza del fuego explotó a través de los trozos de escombros que


amenazaron con arrojarnos a la destrucción de abajo. Tuve que cerrar los ojos de
todas las rocas y cenizas que me cegaban mientras Vlad seguía avanzando hacia
la superficie. No pude contar todos los impactos que sentí en el camino. Uno me
dejó inconsciente brevemente y, más de una vez, el fuego se acercó tanto que
sentí que se derretía parte de mi ropa.
Entonces el dolor cesó y los horribles sonidos de destrucción se atenuaron.
Parpadeé con fuerza, y a través de nubes de humo vi que ya estábamos lejos del
club subterráneo. De hecho, ahora estábamos sobre toda la manzana de la ciudad.
Bueno, lo que quedaba de ella. El sumidero había reclamado mucho más que el
bar de señuelo. Ahora, en lugar de una hilera de edificios estrechamente
agrupados, solo había un agujero humeante del tamaño de un campo de fútbol
de varias pisos de profundidad.

—Les dije que no mataran a Elena —murmuró Ian, su fuerte agarre en mí


causando que aparecieran nuevos moretones más rápido de lo que los viejos
podían curar—. Ella podría haber sido sólo una follada mediocre para mí, pero
ella te jodió lo justo, Tepesh.

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Apenas nos habíamos alejado del sonido de las sirenas de la policía antes de
que Vlad nos dejara caer en medio de una sección de edificios desiertos. Luego
apoyó a Ian contra la pared más cercana y lo levantó de sus pies con una sola
mano en la garganta.

—Mentiste —dijo Vlad, mordiendo las palabras—. Primero nos traes a un


lugar donde sabíamos que no encontraríamos el calibre de hechicero que
necesitábamos, y luego no nos advertiste que la muerte de Elena desencadenaría
un sumidero masivo. Debería matarte ahora mismo por tal traición.

—... no... ición... —dejó salir Ian, las palabras confusas.

El agarre de Vlad en su garganta no se aflojó. Toqué su brazo.

—Al menos déjalo explicar. —Entonces le di a Ian una mirada de


advertencia—. Y más vale que sea bueno.

Después de un momento, Vlad soltó el cuello de Ian.

—Habla.

Ian se frotó la garganta donde una huella de ampollas ahora se desvanecía


mientras su piel se curaba con una rapidez vampírica.
—Para empezar, no te lo dije porque no me diste otra opción.

Me preparé para que Vlad hiciera volar a Ian a otro mundo, pero todo lo que
hizo fue decir:

—Estas pueden ser tus últimas palabras, así que elige bien.

—Estás acostumbrado a ser la persona más poderosa en la habitación, pero en


este mundo, no lo eres —dijo Ian, sonaba muy irritado—. No que tomes mi
palabra por ello. Por eso te llevé a un lugar con más impostores que practicantes.
Sabía que habrías entrado con tu “Soy Vlad el Empalador, se inclinarán ante mí”
y no me decepcionaste. Tampoco escuchaste cuando te dije que no mataras a
Elena, y no habrías escuchado si te hubiera advertido sobre su respaldo de

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seguridad. Además de todo eso —un encogimiento de hombros—, si no
podíamos sobrevivir a la trampa explosiva de una practicante de nivel medio, no
podríamos sobrevivir a los verdaderos hechiceros. Ahora que lo hemos hecho,
quizás sigas mis órdenes en lugar de seguir asumiendo que sabes más sobre este
mundo que yo.

Vlad miró a Ian. Ian le devolvió la mirada, rezumando una mezcla de irritación
y desafío. Por un lado, quería matar a Ian yo misma por su enfoque de
enséñamelo-no-me-lo-digas que casi había terminado con nuestras vidas esta
noche. Por otra parte…

—Tiene razón —dije, lanzándole a Vlad una mirada de disculpa—.


Probablemente no hubieras escuchado si Ian te hubiera avisado por adelantado.
De hecho, yo tampoco lo habría hecho. ¿Cómo sabría que una bruja de nivel
medio podría hacer que el suelo se tragara media cuadra de la ciudad? Ambos
estamos aprendiendo sobre la marcha, por lo que, por ahora, debemos confiar en
que Ian sabe más que nosotros.

Vlad no dijo nada. Al final, le sonrió a Ian. No su sonrisa encantadora “estás a


punto de morir”, sino un destello de dientes que me sorprendió cuando un
depredador reconocía a otro.

—Tienes razón —dijo—. Habría asumido que la cobardía te hizo exagerar las
habilidades de Elena ya que Mencheres tuvo que obligarte a acompañarnos. Pero
dado que confió en ti para esta tarea, supongo que debería haber sabido que
había más en ti que la insípida puta como te presentas.
En lugar de estar insultado, Ian sonrió casi coquetamente.

—Oh, soy toda la puta que puedas imaginar y más, pero tengo otros talentos.
Pocas personas los ven, aunque tú y tu encantadora esposa están a punto de
hacerlo.

—Entonces, por ahora, seguiremos tu ejemplo y nos llevarás a donde se reúnen


los verdaderos hechiceros —respondió Vlad, con un tono sedoso de desafío—.
Una vez allí, veremos si alguno de tus supuestos talentos puede realmente
impresionarme.

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Si hubo alguna buena noticia sobre nuestra desastrosa visita a Selenites, es que
probablemente fuimos las únicas personas que salieron con vida. Además de
diezmar el bar subterráneo, el hechizo de Elena también reclamó la mayor parte
de la cuadra de la ciudad, por lo que el barman humano y los clientes en la barra
de señuelos también murieron. Por lo tanto, era dudoso que alguien supiera que
Ian había aparecido en Selenites con un vampiro que podía manifestar fuego y
otro que podía electrocutar a las personas. Nuestra asociación secreta con Ian
estaba a salvo.

Por otra parte, incluso si se hubiera corrido la voz, nadie creería que éramos
las mismas personas en el estacionamiento de la Casa de los Piratas en Savannah,
Georgia, con Ian la noche siguiente. Para empezar, Vlad ahora parecía un
pelirrojo de cabello corto con cara cuadrada, nariz torcida y ojos azules claros. Su
cuerpo delgado y musculoso también se había expandido a una constitución
robusta, y había perdido más de cinco de altura. Yo también tenía una cara nueva
con cabello rubio largo hasta los hombros, ojos marrones, labios carnosos y un
cuerpo con incluso más curvas que Marilyn Monroe.

Ian había borrado mi admiración por su hechizo que alteraba la apariencia,


diciendo que el “glamour” era solo magia de nivel medio y que los efectos
desaparecerían al amanecer. Ya que el glamour no era una magia rara, nos había
recordado que necesitábamos algo más para disfrazarnos. Algo que nadie
cuestionaría.
—A menos que quieran que los hechiceros que buscan sepan que están
nadando en sus aguas, necesitamos esconder su identidad, ¿de acuerdo? —había
preguntado Ian la noche anterior.

—Por supuesto —había dicho Vlad con impaciencia—. Pero mucha gente me
conoce, como demostró Klaus, y como los vampiros pueden detectar el
maquillaje en el teatro o una máscara, asumo que los verdaderos hechiceros
también pueden detectarlos.

—Oh, fácilmente —había estado de acuerdo Ian.

La mirada de Vlad se había estrechado.

—No me quedaré atrás, si eso es lo que estás insinuando.

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—No lo soñaría —había contestado Ian con una sonrisa.

Esa sonrisa había levantado mis sospechas.

—Sabes una forma de evitar esto, ¿no? —le pregunté.

—Primero, establezcamos que harías cualquier cosa para encontrar un


hechicero lo suficientemente fuerte como para romper el hechizo de tu esposa,
¿sí? —dijo Ian, sin responder a mi pregunta.

—Sí —respondió Vlad sin dudarlo.

—Depende —enmendé. Cuando la sonrisa de Ian se amplió en una sonrisa de


pleno derecho, supe que mis sospechas estaban bien fundadas.

Así que aquí estaba, a punto de desempeñar mi papel como parte de un trío
feliz y cachondo. Como Ian nos recordó, nadie creería que el posesivo homicida
Vlad el Empalador estaría en tal cosa. Demonios, Vlad había volado la cabeza de
un chico solo por agarrarme el culo, y estoy segura de que eso recorrió todos los
círculos de no-muertos porque lo había hecho frente a cientos de personas.

Traté de no concentrarme en lo que venía después, así que me permití disfrutar


de las ventajas inusuales de mi nuevo cuerpo. ¡Así que esto era lo que se sentía
al tener pechos y un trasero de burbuja! Nunca antes había sentido las cosas
rebotar mientras caminaba. Incluso puse un toque adicional en mi paso solo para
sentir que todo rebotaba un poco más.
Vlad captó lo que estaba haciendo, y una sonrisa de lado curvó su nueva boca
más ancha.

—¿Necesito memorizar este hechizo para poder usarlo para nuestro disfrute
privado más tarde?

Antes de que pudiera responder, Ian habló.

—Si crees que esto es impresionante, conozco a un compañero cuya esposa


puede cambiar de forma a un dragón real. Muero de envidia al pensar en follarme
a uno de esos.

Mi mandíbula cayó.

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—En serio, ¿follarías a un dragón?

—Oh, por días —respondió de inmediato—. ¿Te imaginas los videos de


internet? Sería una maldita leyenda.

Había algo muy malo en él, pero esta noche, descubriríamos si los lazos de Ian
con el mundo mágico eran todo lo que había prometido.

—Recuerden sus roles —dijo Ian mientras nos acercábamos a la entrada de la


Casa Pirata. Se empujó entre los dos, uniendo un brazo alrededor de cada una de
nuestras cinturas—. Y hagas lo que hagas, no mates a nadie, Tepesh —agregó.

La respuesta de Vlad fue un gruñido bajo de:

—Dije que no lo haría, ¿no es así?

Sí, pero ahora nuestro verdadero disfraz estaba a punto de comenzar. Respiré
hondo para centrarme.

Hora de la función. Había sido una artista de circo durante años, por lo que no
era ajena a la actuación. Este podría ser un tipo diferente de rol, pero como sea,
podría manejarlo.

Sin embargo, cuando el brazo de Ian se deslizó más abajo alrededor de la


cintura de Vlad, la ira de Vlad perforó sus escudos lo suficiente como para
chamuscar mis emociones. Decir que Vlad estaba irritado por ser tocado era
como decir que Dios estaba un poco molesto por el Diablo. Me detuve a pesar de
que solo habíamos llegado a un par de metros de distancia del auto.
—¿Estás seguro de esto? —dije, sosteniendo la mirada de Vlad.

Se sentía como si el acero fundido cubriera mis emociones con la resolución


detrás de su respuesta.

—Sí.

Ian miró a Vlad, evaluando la situación. Luego, moviéndose tan rápido que
me sobresaltó, agarró a Vlad y lo besó.

La rabia de Vlad frió mis emociones con la intensidad de una docena de


incendios forestales. Pero no apartó a Ian ni lo quemó con las llamas que
prácticamente podía ver bajo su piel. En cambio, inclinó a Ian hacia atrás con la
fuerza de su beso de respuesta. Cuando Vlad lo soltó, Ian le dirigió una sonrisa

58
torcida.

—Supongo que me equivoqué al preocuparme porque tus experiencias


pasadas sean más fuertes que tu fuerza de voluntad.

Estaba tan horrorizada por la casual referencia de Ian al encarcelamiento de la


infancia de Vlad como a su violación que lo abofeteé tan fuerte como pude. Si no
hubiera estado usando guantes de goma gruesos, mi látigo podría haberse
disparado espontáneamente y también haberle arrancado la cabeza. Ian se movió
hacia atrás unos pocos pasos, y un grupo de personas que entraban al
estacionamiento dejaron escapar sonidos de sorpresa mientras nos miraban
boquiabiertos.

Ian se enderezó y me dirigió una mirada fulminante antes de volverse hacia la


multitud y saludarlos.

—A ella le encanta jugar rudo —les dijo—. Es por eso que necesitamos a dos
de nosotros para manejarla, la pequeña zorra feroz.

Una de las chicas soltó una risita de admiración mientras el resto del grupo
desvió la mirada mientras pasaban. Ian les dio otro saludo, luego se volvió hacia
mí.

—Parece que Tepesh no es el único con mal genio —dijo en tono exasperado—
. ¿Tengo que hacerte prometer que no matarás a nadie, también, encanto?
Me puse rígida incluso cuando una parte de mí reconoció que había ido
demasiado lejos. Vlad era más que capaz de defenderse, si hubiera sentido la
necesidad. Al menos nuestra cubierta todavía estaba intacta, incluso si ahora
parecía que yo era una sádica y una fanática del sexo.

—Lo siento —murmuré.

—No lo sientas —dijo Vlad. Sus dedos recorrieron mi brazo y dejó caer sus
escudos el tiempo suficiente para que sintiera una satisfacción creciente en él,
mezclada con los restos de su ira. Le gustó que hubiera exagerado en su nombre,
incluso si no hubiera sido necesario. Luego fijó a Ian con una mirada parecida a
un láser—. No vuelvas a hablar de eso —dijo, su tono agradable desvaneciendo
el olor a humo que comenzaba a emanar de él.

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La sonrisa se borró de la cara de Ian, reemplazada por una expresión que no
había visto antes. En cualquier otra persona, lo llamaría sinceridad.

—No estaba restándole importancia. Los hombres manejan esas cosas de


manera diferente. Algunos sanan y pasan a vivir vidas completamente normales.
Algunos aborrecen el contacto con otros después, y algunos —se encogió de
hombros—, buscan todo el contacto que puedan obtener para demostrar que es
su elección ahora. Simplemente necesitaba saber si tu historial, combinado con tu
disgusto bien documentado del contacto personal, sería un obstáculo para
nuestras metas esta noche.

Ian continuó sosteniendo la mirada de Vlad, y la tensión en el aire cambió. La


ira dio paso a un reconocimiento tácito que me hizo apartar la mirada, sintiendo
de repente que había entrado en una conversación muy personal. Quería decirle
a Ian que lamentaba lo que le había sucedido, que era como interpretaba el
subtexto de sus declaraciones. Pero si tenía razón, Ian no querría mi pena. No, si
se parecía en algo a Vlad, despreciaría la pena porque había convertido el dolor
de su anterior violación en acero que ahora lo hacía irrompible.

Luego, bruscamente como un trueno, la expresión de Ian se transformó en su


habitual sonrisa burlona.

—Pero, dado que establecimos que eres un actor muy convincente, cariño,
¡fantasearé toda la noche sobre esa lengua ardientemente candente! Vamos a
encontrar algunos hechiceros, ¿sí?
—En el restaurante La Casa Piratas —agregué, luchando contra una puñalada
de celos ridículos que me dieron ganas de informarle a Ian que la lengua de Vlad
y todas las demás partes abrasadoras de él eran mías.

—No en la Casa Piratas, encanto —dijo Ian, su sonrisa volviéndose sabia, como
si hubiera adivinado mi oleada de posesividad—. Junto a ella.

Seguí su mirada, pero no vi nada, excepto una extensión de hierba entre el


estacionamiento y la carretera. ¿O se refería a uno de esos edificios más pequeños
a la derecha de la extensión cubierta de hierba?

—¿Cuál es? —dije.

Ian sacó algo granulado de su bolsillo, luego sopló el polvo brillante que

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contenía directamente en mi cara. La nube chispeante entró directamente en mi
nariz y boca, ardiendo mientras se adentraba en mí.

Vlad agarró a Ian y dijo:

—¿Qué fue eso? —Al mismo tiempo que yo espeté:

—¿Qué demonios?

—Ese soy yo pretendiendo ser un caballero —dijo Ian, guiñándome un ojo—.


Las damas primero, ¿no es así como se hace?

—¿Primera para qué? —Comencé, luego me detuve—. Oh —Suspiré.


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Justo en medio de la extensión cubierta de hierba, un edificio parecía formarse
a partir de nieblas que no habían estado allí hace un momento. Tenía que tener
al menos siete pisos de altura y el exterior se veía negro y brillante, como si
estuviera cubierto por capas de la mejor obsidiana. La parte superior se unía
como un obelisco, y una cascada infinita se derramaba desde el techo hasta su
base cubierta de niebla. A través de esa neblina espesa y brumosa en la parte
inferior, vislumbré lo que parecían ser puertas de vidrio ahumado de forma
irregular, y no podía estar segura, pero pensé que vi a un botones con la túnica
de Merlín esperando en la entrada.

—¿Qué estás mirando? —preguntó Vlad, sonando impaciente.

—Eso —dije, señalando el edificio místico.

Lo miró directamente y la molestia rozó mis emociones.

—¿Las chozas al lado del lote vacío? ¿Qué hay con ellas?

—¿Todavía no puede verlo? —le pregunté a Ian—. ¿O no es real y solo creo


que lo veo porque me acabas de administrar una versión mágica de un viaje
ácido?
—Lo primero —dijo Ian con una risa—. Aunque este último existe, y lo
recomiendo altamente.

—Bueno, dale una dosis para que él también pueda verlo —dije, sintiendo la
creciente molestia de Vlad rozando mis emociones.

Ian extendió su mano. Algunos brillos brillantes y granulados todavía estaban


en su palma. Asentí a Vlad, y él no se movió cuando Ian sopló la arena mágica
en su cara.

—Increíble —dijo Vlad momentos después, mirando el edificio negro cubierto


de niebla—. No sentí nada allí antes.

Ian gruñó.

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—Por eso se llama magia, amigo.

Pensé que tenía algo de experiencia con la magia, por ser asesinada dos veces
y actualmente infectada con un hechizo irrompible. Sin embargo, mirando la
magnífica estructura alta, me quedé atónita al absorber el hecho de que algo tan
grande podría estar al descubierto, pero debido a que había sido encubierto,
nadie, ni siquiera un vampiro tan viejo y poderoso como Vlad, sabía que estaba
allí.

Por supuesto, eso planteaba una pregunta obvia.

—¿Qué evita que las personas se topen con esto accidentalmente?

—El mismo hechizo que impide que la mayoría de la gente lo vea —respondió
Ian—. Obliga a todos los demás a mantenerse alejados de la zona. Sin ese polvo
que soplé en tu cara, podrías correr directamente hacia ese edificio, pero te
detendrías cada vez antes de acercarte lo suficiente como para tocarlo.

Parecía imposible, pero estaba redefiniendo mi definición de eso a cada


minuto.

—¿Qué hay en el polvo con el que nos dosificaste?

Ian se encogió de hombros.


—La versión mágica de las drogas que mejoran el rendimiento. Imita las
habilidades que no tienes, engañando al hechizo del edificio para que crea que
eres al menos un practicante de nivel medio.

—¿Sabías que algo de esto era posible? —le pregunté a Vlad.

Sacudió la cabeza.

—Escuché historias, pero las descarté por tonterías.

Ian dejó escapar un resoplido burlón.

—La negación es la mitad de la razón por la que nuestra raza sigue siendo
ignorante de la magia.

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—¿Qué es la otra mitad? —murmuré, todavía lidiando con todo lo que había
aprendido en los últimos cinco minutos.

—Miedo —contestó Ian, su tono implicaba que era obvio—. La misma razón
por la que la mayoría de los humanos se niegan a reconocer que existen vampiros,
ghouls, fantasmas y demonios, a pesar de que hemos hecho un mal trabajo
cubriendo nuestras huellas a veces. Sin embargo, si los humanos pretenden estar
en la cima de la cadena alimenticia, se sienten más seguros. Y si los vampiros
pretenden que la magia es solo humo, espejos y el ocasional hechizo menor,
entonces podemos fingir que no hay nada más grande que nosotros, incluso si
eso no es cierto.

De las emociones de Vlad, él estaba luchando con esta explicación.

—Algunos creían lo contrario —dijo al fin—. O la magia no habría sido


prohibida hace miles de años.

Otro encogimiento de hombros de Ian.

—Control de la población. Los vampiros no podían ser subyugados por


poderosos hechiceros, magos, brujos o brujas si la magia era ilegal y cualquier
vampiro que fuera atrapado practicando fue sentenciado a muerte.

Sonaba bárbaro, pero ciertamente no sería la primera vez que una sociedad ha
criminalizado algo a lo que temía.
—¿Por qué solo vampiros? —pregunté—. Si los Guardianes de la Ley estaban
tan preocupados por la magia, ¿por qué no persiguen también a los practicantes
humanos?

—Lo hicieron —dijo Ian, arqueando una ceja—. Pero reclutaron a otros para
hacer su trabajo por ellos.

Vlad dejó escapar un gruñido cansado.

—Todos los juicios de brujas a lo largo de los siglos. ¿Esa era nuestra gente
manipulando a la iglesia y los fanáticos?

—Así reclaman los sobrevivientes —respondió Ian a la ligera.

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—Y muchos de ellos todavía guardan rencor.

Eché otra mirada al edificio negro, envuelto en niebla y reluciente. Con esa
historia brutal, no solo tendríamos que preocuparnos por los Guardianes de la
Ley o los hechiceros que tenían a Mircea descubrieran nuestra intrusión en el
inframundo mágico. También tendríamos que vigilar los prejuicios
comprensibles que provocaría nuestra falta de latidos. No es de extrañar que
Elena hubiera dicho que normalmente no permitían a “nuestro tipo” en su lugar.

Los vampiros eran para las brujas lo que Cortés había sido para los aztecas.

—¿Reconsiderándolo? —preguntó Ian, aún en ese tono ligero.

—No de mí —dijo Vlad a la vez. Luego su voz se suavizó—. Aunque quizás


deberías quedarte aquí, Leila...

—¿Hablas en serio? —interrumpí—. De ninguna manera, Vlad. Suceden cosas


malas cuando tratamos de hacerlo solos, ¿recuerdas? —Luego me acerqué y lo
rodeé con mis brazos—. Para bien o para mal, somos tú y yo juntos, como en
nuestros votos.

Me acarició la espalda mientras me acercaba más. Sus manos se sintieron


diferentes debido al aspecto que alteraba la apariencia del hechizo de Ian, pero el
calor que irradiaban era singularmente Vlad. Así como la mirada en sus ojos.

Reconocería la determinación inquebrantable y el amor implacable sin


importar de qué mirada me mirara.
—Me recuerda —murmuró Ian, rompiendo el momento—. Uno de ustedes se
equivocará y llamará al otro por su nombre real, lo sé. Afortunadamente, también
tengo un hechizo para eso.

Eché un vistazo al hotel místico. Estaba a solo unos veinte metros de distancia,
y los clientes seguían entrando y saliendo del cercano restaurante Casa Pirata.

—¿Quieres hacerlo aquí?

Ian hizo un gesto con la mano hacia el hotel.

—No pueden vernos hasta que crucemos la línea de protección, y nadie en este
lado de la línea entenderá lo que ve. Además, esto será rápido. Ahora, saca la
lengua.

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Lo hice, sintiéndome un poco tonta ante las extrañas miradas que una pareja
caminando hacia su auto nos dio. Ian me tocó la lengua con el dedo, pronunció
unas palabras extrañas y luego asintió.

—Intenta decir el nombre de Vlad ahora.

—Ángel —dije, luego fruncí el ceño, tratando de nuevo.

—Ángel. Ángel. ÁNGEL. —No tenía sentido. Mi mente decía Vlad, pero mi
boca no escuchaba mis órdenes.

Ian asintió, satisfecho.

—Hasta que levante este hechizo, esa es la única palabra que saldrá de tu boca
cuando intentes decir “Vlad”.

Vlad le dio a Ian una mirada sardónica.

—¿Una palabra de cariño? Qué inesperadamente sentimental de ti.

La sonrisa de Ian se deslizó en una sonrisa.

—Ángel era un vampiro de televisión cuya angustia sin fin solo fue superada
por su devoción a su único amor verdadero. —A medida que la expresión de
Vlad se volvía asesina, Ian agregó—: Tenía un lado oscuro magníficamente
violento, si eso ayuda.
Las manos de Vlad estallaron en llamas, y tenía miedo de que él estuviera a
punto de mostrar su propio lado oscuro magníficamente violento en este
momento. Menos mal que el hechizo de Ian no me había llevado a llamar a Vlad
“Drácula”. No creo que Ian hubiera sobrevivido a eso.

Luego Vlad apagó sus llamas y le lanzó a Ian una sonrisa decididamente tensa.

—No tengo que romper mi promesa para hacerte pagar por eso.

—Es cierto, pero la vida no vale la pena si es aburrida —respondió Ian,


moviendo las cejas como si dijera: “¡Dale, Empalador!”.

Rodé mis ojos. Ian tenía un deseo de muerte o era la persona más temeraria
que había conocido. Vlad se la cobraría, garantizado. Ian tenía que saber eso. ¿Por

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qué lo seguía hostigando?

—Vamos a terminar mi parte de esto —dijo Vlad brevemente—. Y si el nombre


“Buffy” sale de mi boca, será la última palabra que escuches.

Ian suspiró como si estuviera decepcionado, pero tocó la lengua de Vlad y dijo
esas mismas palabras extrañas. Cuando Vlad intentó decir mi nombre después,
todo lo que salió fue “Mía”.

—¿Vamos? —dijo Ian, extendiendo ambos brazos.

Tomé uno de sus brazos y Vlad, después de una mirada cargada de


implicaciones a Ian, tomó el otro. Cuando nos dirigimos hacia el perímetro
cargado de niebla, luché contra las ganas de cantar: “¡Vamos a ver al Mago!” Pero
este no era un camino de ladrillos amarillos, y nuestro destino no terminaría con
un mago falso detrás de una máscara mecánica.

No, los magos que estábamos a punto de conocer eran terriblemente reales.

—Bibbidi-bobbidi-boo —dijo Ian con voz monótona mientras caminábamos


hacia la espesa niebla.

Pude sentir un arrebato de poder cuando cruzábamos la barrera que separaba


el territorio mágico del mundo normal. Cuando miré hacia atrás, ya no podía ver
el estacionamiento, el restaurante o la autopista. Todo lo que podía ver era niebla
detrás de nosotros, y el reluciente edificio negro frente a nosotros.
Ahora que estábamos más cerca, noté destellos de color que aparecían y
desaparecían dentro de la cascada. Era como si alguien periódicamente chorreara
enormes gotas de colorante de alimentos en las cascadas. Miré hacia el techo, pero
no pude averiguar dónde estaba la fuente de la cascada. Entonces fruncí el ceño.
O bien las estrellas habían desaparecido, o la niebla se elevó lo suficiente para
cubrir el cielo con su espesa y oscura bruma.

Miré hacia abajo cuando la niebla a nuestro alrededor se separó, revelando la


entrada del edificio. Me quedé mirando, dándome cuenta de que me había
equivocado con el botones vestido con un atuendo de mago estereotipado. No
había botones. Solo un grupo de esqueletos agrupados, su ropa podrida
ondeando en el viento.

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Eso no fue lo único en lo que me había equivocado. Las “puertas” de forma
extraña no eran puertas en absoluto. Eran hilera tras hilera de dientes cristalinos,
y cuando nos acercamos al edificio, retrocedieron para revelar una enorme boca
abierta forrada de obsidiana.

—¿Se supone que vamos a entrar en eso? —pregunté, horrorizada.

Ian nos miró y sonrió.

—Da un giro completamente nuevo a lo de entrar libremente y por tu propia


voluntad, ¿no es así?
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Apenas registré que Ian acababa de citar una línea de la novela más famosa de
Bram Stoker. En cambio, continué mirando fijamente la enorme boca en la parte
inferior del edificio.

Vamos, entra en las fauces del infierno, se burló mi voz interior, rompiendo su
silencio de semanas. ¿Qué podría salir mal?

Por una vez, tuve que estar de acuerdo con mi odiada voz interna. Enfrentar a
un grupo de hechiceros era una cosa, pero hacerlo en una estructura que fue
diseñada para literalmente comernos era otra. Me encontré clavando los talones
cuando Ian intentó impulsarme hacia la entrada macabra.

Vlad o sintió mi resistencia o vio la expresión de mi cara porque también se


detuvo.

—¿De qué está hecho este edificio, Mia? —preguntó, de alguna manera
logrando sonar despreocupado.

—Dientes —respondí rápidamente. Bueno, no todo el edificio, pero la entrada


sí, ¡y esos dientes eran casi el doble de largos que yo!

—Vidrio —respondió Vlad, y su tono suave se profundizó—. ¿Qué puedo


hacer con el vidrio, Mia?
Era tan extraño escucharlo llamarme por otro nombre; tomó un momento para
que su significado penetrara. Claro, Vlad podría quemar vidrio en un charco
fundido. Si eso fallaba, podría abrir un agujero en el centro del edificio.
Concedido, cualquiera de los dos lo iba a delatar como Vlad el Empalador, pero
tenía razón. Tan aterrador como era esta entrada dentuda, no era nada que él no
pudiera manejar.

Por lo demás, tampoco era nada que yo no pudiera manejar, incluso si un


miedo infantil a los monstruos había salido a la superficie al ver esa boca mágica
cavernosa. Aparté ese miedo y le di al exterior negro brillante una mirada más
calculadora. ¿Qué sucede cuando miles de voltios de electricidad se disparan en vidrio?,
me recordé. Se hace añicos.

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—Vamos a hacer esto —dije en un tono mucho más seguro.

Ian, Vlad y yo entramos en las fauces abiertas con colmillos. Incluso logré no
inmutarme cuando la oí cerrarse detrás de nosotros. Por un momento, el túnel
(¿o la garganta?) se bañó en el tipo de oscuridad que no había visto desde antes
de convertirme en vampiro. Las emociones de Vlad estaban atrapadas detrás de
los mismos impenetrables escudos que aplastaban su aura hasta niveles apenas
detectables, pero su mano se enroscó en la espalda de Ian para rozar la mía.
Luego, esa oscuridad desorientadora se rompió cuando comenzaron a aparecer
orbes de luz al final del túnel, y su brillo nos hacía señas de avanzar.

Cruzamos otra barrera invisible antes de llegar al final del túnel. La magia por
la que pasamos fue un chisporroteo agudo que recorrió mis nervios antes de
disiparse, dejando solo un leve cosquilleo detrás. Me recordó a la electricidad, y
me encontré luchando contra un impulso repentino de vaciar la toma de luz más
cercana de todo su voltaje. Eso aumentaría el poder de mi mano derecha a su
nivel máximo; un beneficio si tuviéramos que luchar para salir de aquí, pero
hundir a toda la estructura en la oscuridad no era una manera de mezclarse.

Giramos a la derecha al final del túnel, luego entramos en una… bueno, no


sabía cómo llamarla. Habitación era una palabra demasiado miserable. Maravilla
estaba más cerca, pero aún no parecía suficiente.

Agua salió disparada desde el perímetro de la base de la habitación con tal


fuerza que cubrió todas las paredes y el techo. Caminar al interior parecía estar
en la parte más baja de una enorme ola de marea. Debido a la increíble potencia
del flujo, no nos mojábamos. En su lugar, solo una leve neblina descendía desde
el dosel zumbando. En el centro del techo, el flujo geiser desapareció en un gran
agujero como si fuera aspirado por un vórtice.

Si las asombrosas paredes acuáticas no fueran suficientes, muchas personas


descansaban en piscinas que salpicaban el espacio expansivo. Para aquellos que
querían mantenerse secos, también había sillas y sofás que parecían estar hechos
de árboles en floración. Una barra larga y curva atrajo mi atención cuando lo que
pensé que eran adornos de mariposa de repente desaparecieron. Las mariposas
dieron vueltas en el aire unas cuantas veces, asemejándose a una nube de pétalos
de colores brillantes, antes de regresar a la barra y cubrirla nuevamente con el
tapiz vivo de sus cuerpos.

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—Esta sección del hotel se llama Atlántida —dijo Ian—. Demasiado
caprichoso para mi gusto, aunque a los recién llegados parece que les encanta.

Me quedé mirando a la gente jugando en una de las piscinas que se elevaban


al menos a nueve metros por encima de nosotros. El fondo era de vidrio
transparente, revelando la inusual apariencia de los nadadores de adentro.

—¿Esas son verdaderas sirenas? —pregunté, tratando de sonar casual.

Ian resopló.

—No. Eso es simplemente glamour, pero ahora sabes cómo empezaron los
rumores de esas criaturas.

—Vayamos a lo que vinimos a buscar —dijo Vlad, su tono brusco


recordándole a Ian que no era un fanático de hacer turismo.

Ian suspiró.

—Siempre directo a los negocios. Cómo lo soportas, encanto, nunca lo sabré,


pero sospecho que la lengua ardiente tiene algo que ver con eso. Ah, me está
dando de nuevo la mirada te-mataré. ¿Cuántas veces debo decirte que no mates
a nadie esta noche? Es como una enfermedad contigo, ¿no es así? ¿Alguna vez
has pasado un día entero sin cometer un asesinato?

—¿Alguien ha pasado todo el día contigo? —murmuré.

Ian chasqueó la lengua.


—Llegarás a amarme antes de que esto termine, lo prometo. Ahora, tomemos
nuestras bebidas y comencemos la búsqueda, antes de que tu adorable esposo se
confunda en el acto.

Fuimos a la barra de mariposas y traté de no notar cómo docenas de alas


hacían cosquillas en mis piernas cuando nos sentábamos. Ian pidió una ronda de
tragos a la cantinera, que no llevaba nada excepto brillo y su propio cabello rubio
colocado estratégicamente a la altura de la cintura. Colocó vasos vacíos frente a
nosotros, y no me sorprendí cuando se llenaron todos solos.

Ian tomó nuestros vasos y los llevó a uno de los divanes de estilo árbol. Con
mucho gusto lo seguí. Una de esas mariposas iba a volar sobre mi vestido, lo
sabía.

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—Salud —dijo Ian, extendiéndonos nuestras bebidas.

Vlad lo miró con recelo. También esperé antes de tomar la mía. Ian agitó su
mano, derramando algo de su bebida con el gesto.

—Estos son inofensivos, aunque tienes razón de ser cauteloso. En un lugar


como este, nunca ordenes un Orgasmo, un Borrador de Mentes o un Sexo en la
Playa a menos que quieras que sucedan exactamente esas cosas.

—Es bueno saberlo —dije en voz baja. Luego tomé un sorbo cauteloso,
sorprendida por los sabores que estallaron en mi lengua. El líquido dorado sabía
a sol cubierto de miel mezclado con lluvia de primavera.

—¿Qué es esto? —pregunté, terminando el resto de un trago. Ian me dio una


mirada divertida—. Se llama Faery’s Brew. Muy potente a pesar de su sabor, así
que si bebes un poco más rápidamente, vampiro o no, pronto estarás tan borracha
que creerás que realmente puedes ver hadas. —Entonces Ian levantó su propio
vaso—. Ashael, soy Ian y necesito verte —dijo antes de tragar el contenido de un
solo trago.

Vlad dejó su vaso sin tocarlo.

—Ese es un brindis muy peculiar, o algo más está pasando.

—Algo más —afirmó Ian, quitándole el vaso a Vlad—. Ashael, ven lo más
rápido que puedas —dijo antes de levantar el vaso de Vlad y drenar su contenido,
también.
—¿Quién es Ashael? —dijo Vlad en un tono engañosamente suave.

Ian hizo una señal a la camarera.

—¡Otra ronda! —gritó. Nuestros vasos se llenaron por sí solos al instante. Ian
levantó uno, dijo—: ¡Ashael! —Y tragó.

—Estás tratando de convocarlo —le dije, adivinándolo—. No sabía que


estábamos buscando a una persona en particular.

—¿Por qué no lo supimos antes? —dijo Vlad, con el borde en su voz dejando
en claro que no apreciaba que lo mantuvieran en la oscuridad.

Ian parpadeó.

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—¿No te lo dije? —Cuando los dos lo fulminamos con la mirada, dejó de
fingir—. Bien, bien, hubiera sido muy aburrido explicarme que conozco a un tipo
que conoce a muchos tipos místicos, pero nadie que busca a Ashael puede
encontrarlo. Decir que se hechizó a sí mismo para ser esquivo es decirlo
suavemente.

—Estamos buscando a alguien que se hechizó para que no lo puedan encontrar


—repetí con incredulidad.

—Sí y no —respondió Ian—. Nadie puede encontrar a Ashael al buscarlo, pero


si vas a uno de los pocos lugares sellados mágicamente que frecuenta, luego
pronuncias su nombre varias veces, puede escucharte, y así te encuentra.
73
Vlad continuó mirando a Ian, y por la mirada en sus ojos, mentalmente estaba
quitando la piel de Ian de una capa a la vez.

—¿Esta persona nos encuentra?

Un movimiento de cabeza.

—Si él está interesado.

—¿Y si no lo está? —preguntó Vlad, con su suave voz burlándose de las


peligrosas corrientes que sentía empujando contra sus escudos.

—Entonces que se deslice a la izquierda y seguimos siendo un trío en lugar de


un cuarteto —respondió Ian, su tono agregando: ¿No es obvio?

Vlad se reclinó en la silla, que crujió bajo su nuevo y robusto cuerpo.

—Entonces no había necesidad de que Mia y yo estuviéramos aquí. —Sus


palabras flotaron en el aire como un veneno que se arremolinaba dentro de los
mejores vinos—. Sin embargo, insististe en que viniéramos. ¿Por qué?

Ian se puso rígido como si se sintiera ofendido, pero estaba empezando a


darme cuenta de que muy pocas cosas lo ofendían.
—¿No querrías estar aquí si Ashael aparece?

—Si lo hiciera, podrías haberle dicho que se reuniera con nosotros en otro
lugar —dijo Vlad—. No, no es por eso que nos trajiste, y como eres
patológicamente egoísta, debe ser porque te beneficia.

—Apoyo.

La palabra salió de mi boca antes de que tuviera tiempo de pensarlo, pero


cuando capté la más pequeña ampliación de los ojos de Ian, supe que había
acertado. Dejé escapar una breve carcajada.

—Tienes enemigos en este mundo. Es por eso que a Mencheres le hizo sentirse
culpable pedirte que nos ayudes, así que ahora que te ves obligado a estar aquí,

74
te aseguras de que no vendrás solo.

El silencio de Ian fue la confirmación.

—Parece que nos necesitas tanto como te necesitamos a ti —notó Vlad en un


tono sombrío y satisfecho.

La boca de Ian se tensó, esa chispa dura rompió su fachada temeraria.

—Por el momento, entonces creo que respaldarme es lo menos que pueden


hacer.

—Podrías habérnoslo pedido —comenté.

La mirada que Ian me dio fue de incredulidad hasta el punto de ser atónita.

—¿Confiar en ustedes? —dijo, como si hubiera sugerido que se prendiera


fuego y saltara a un lago lleno de gasolina—. ¿Por qué?

—No ahora —dijo Vlad, su mirada recorriendo la habitación—. Demasiados


oídos, incluso si la mayoría de ellos son humanos.

Tal vez humano, pero la magia que latía a través de este lugar era tangible.
Incluso si hubiera sido ciega, habría sabido que estaba en un lugar especial. Poder
ver solo significaba que estaba continuamente deslumbrada, si me permitía
seguir mirando alrededor. Pero no estábamos aquí como turistas, incluso si este
era el tipo de lugar que millones de personas pagarían un ojo de la cara para
vacacionar.
—¿Cuánto tiempo tenemos que esperar para ver si Ashael tiene la intención
de responder a tu citación? —pregunté en voz baja.

Ian se acomodó en el sofá.

—Unas pocas horas. Si no se muestra, intentaremos nuevamente mañana, pero


antes de irnos, debemos presentarle nuestros respetos al arquitecto de este nivel.
No debes despreciar a un mago hidra a menos que quieras ahogarte
repetidamente durante los próximos cinco días, como descubrí de la manera
difícil.

—Entonces, eres educable —dijo Vlad, mientras miraba alrededor con un


nuevo entendimiento.

75
—Mago hidra. Ese es alguien que puede controlar el agua, ¿verdad?

Ian le dio a Vlad una mirada malvada antes de responder.

—Sí, la magia elemental es el tema de este hotel. Este nivel es el agua. También
hay un nivel creado por un mago de la tierra, otro por una bruja de aire y uno
gobernado por una hechicera de fuego.

—¿Fuego? —Un brillo interesado apareció en los ojos de Vlad.

Ian le dio una mirada astuta.

—Bajo otras circunstancias, no me encantaría más que enfrentarte a ella para


ver quién ganaría, pero prometí no ponerte en peligro para mi propia diversión.

—¿Quién es ese? —dijo Vlad, asintiendo a un hombre rubio, elegantemente


vestido, que estaba mirando fijamente la parte posterior de la cabeza de Ian como
si pudiera taladrar agujeros en ella.

Ian se dio la vuelta y se estremeció.

—Esto podría ser un problema…

El resto de lo que dijo se cortó mientras volaba hacia atrás como si fuera tirado
por una cuerda gigante. Antes de que Vlad o yo pudiéramos reaccionar, también
fuimos atrapados por esa misma fuerza imparable. Más rápido que un parpadeo,
los tres nos precipitamos hacia el agujero gigante en medio del techo, empujados
por la magia invisible y la fuerza de los innumerables galones de agua que eran
absorbidos por el vórtice junto con nosotros.

Ahora sabía exactamente lo que se sentía ser tirado a un inodoro. Esa es la


única forma en que podría describir el hecho de ser conducida a través de una
enorme tubería interior con una fuerza incontrolable. El agua explotó por mi
nariz, dándome la sensación de ahogarme aunque no necesitaba respirar. Por la
forma enfermiza en que mi estómago se desplomó, estábamos subiendo muy
rápido y la presión del agua era tan alta que no podía quitarme el guante para
manifestar mi látigo para romper la tubería y liberarnos. Del mismo modo, Vlad
no podría usar su fuego. No mientras estuviera bajo el agua.

Cuando la presión se disipó bruscamente y sentí aire frío en lugar de oleadas


húmedas dolorosas, me sentí aliviada… hasta que no vi nada más que niebla

76
entre yo y el suelo debajo. La tubería me debía haber escupido sobre el techo del
hotel, y la velocidad me había alejado de cualquier cosa que agarrar.

El instinto me hizo agitarme en un intento loco y caricaturesco de frenar mi


descenso, pero luego fui atrapada en el aire y empujada contra un cuerpo grande
y caliente. En el tiempo que le tomó a Vlad bajarnos al piso con seguridad,
descubrí que la cascada infinita caía del techo a los desagües en la base del
edificio que debían conducir al piso Atlántida. Allí, era devuelta al techo para
que pudiera caer y reponerse en un bucle interminable y repetitivo.

Habría admirado el diseño, excepto que todavía estaba tosiendo. Tener mis
pulmones repentinamente inundados con galones de agua dolía. Vlad me dio
unos cuantos golpes en la espalda que ayudaron a expulsar lo último, y luego
apartó un mechón de cabello húmedo de mi cara.

—¿Estás bien ahora?

—Sí —dije, tratando de sonreír—. Supongo que así es como la gente mágica
muestra a los invitados no deseados la puerta.

—Un maldito grosero es lo que es —murmuró Ian entre toses propias. Estaba
a una docena de metros de distancia, y cuando se puso de pie, sus pantalones de
cuero ceñidos chirriaron debido a la inundación—. Aun así, esperaba algo mucho
peor.

La última palabra apenas había salido de su boca cuando repentinamente


caíamos de nuevo. No sabía cómo la Tierra sólida podía cambiar repentinamente
al aire, pero eso es lo que sucedió. Golpeamos el fondo del pozo unos cuarenta y
cinco metros más abajo. Vlad me agarró y trató de volarnos a través de la niebla
que cubría el nuevo agujero, pero cuando lo alcanzamos, el vapor brumoso era
de alguna manera tan duro e impenetrable, que rebotamos en lugar de
atravesarlo.

—Esto si me convence más —dijo Ian sombríamente mientras él también


intentaba y no volaba a través del techo brumoso.

El suelo comenzó a cambiar, y algo que parecía raíces de árboles brillantes se


arrastró desde el suelo. Cuando uno de ellos se acurrucó alrededor de mi tobillo,
la quemadura aguda y distintiva que dejó no fue causada por nada de madera u
orgánico. En cambio, era metal.

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O, más concretamente, plata.

—¿Un pozo de muerte ineludible con raíces de plata? —Ian casi sonaba
admirado—. Te superaste a ti mismo, Blackstone.

—Me alegra no haber decepcionado —dijo una voz suave desde arriba.

Levanté la vista y, a través de la niebla que de alguna manera era


inquebrantable, vi al hombre rubio y agradable de la sala Atlántida. Se arrodilló
al borde de nuestro pozo, con una media sonrisa muy satisfecha mientras nos
miraba. Por los latidos constantes en su pecho, era humano, pero obviamente era
más que solo humano. Era un hechicero. Y uno poderoso, considerando todo lo
que acababa de hacer.

Vlad me agarró, manteniéndome fuera del alcance de otras raíces plateadas


que buscaban, y luego fijó su mirada más peligrosa en el hechicero rubio.

—Libéranos en este momento.

Blackstone dejó escapar un divertido resoplido.

—Los trucos mentales no funcionan en mi especie, vampiro, y no tengo


intención de liberar a nadie. Hice esta trampa para este propósito exacto, y ahora
tengo la intención de sentarme y verlos morir a todos.

—Vamos, Blackstone —dijo Ian en tono persuasivo—, incluso tú debes estar


de acuerdo en que esto es un poco excesivo.
Cejas rubias se alzaron.

—Me dejaste a merced del demonio más poderoso que he encontrado para
salvar tu propio pellejo. Si estuviera siendo excesivo, te dejaría vivir durante los
mil o más años que le tomaría a la Tierra empujar tu cuerpo a través de sus
profundidades hasta que te quemaras hasta morir cuando alcanzaras su núcleo.

Me estremecí. Bueno, entonces estábamos tratando con alguien poderoso y


psicóticamente empeñado en vengarse. Estando casada con Vlad, tenía
experiencia con ambas cosas.

—Tu problema es con Ian, pero ni siquiera me conoces a mí ni a mi esposo —


dije, y le di a Blackstone una sonrisa amistosa—. Déjanos ir, entonces haz lo que

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quieras con él.

—Muchísimas gracias, encanto —espetó Ian.

Agité una mano.

—Por lo que dijo Blackstone, lo mereces, así que deja de quejarte y toma tu
castigo como un hombre.

—¡Pequeña harpía sin corazón! —dijo Ian, boquiabierto.

Solo agité mi mano de nuevo con desdén, pero lo que realmente estaba
haciendo era sacándome el guante. No, realmente no tenía la intención de dejar
a Ian a su perdición, incluso si pensaba que el hechicero tenía un rencor válido.
Si pudiéramos pasar el campo de fuerza de niebla, podría hacer carne picada de
Blackstone con mi látigo. Sin embargo, con lo lejos que estábamos ahora, mi látigo
no podía alcanzar a Blackstone, incluso si pudiera penetrar en la niebla, y como
Vlad todavía no lo había tocado, no podía quemarlo.

—¿No estás olvidando algo? —agregó Ian, pateando inútilmente cuando una
de esas raíces plateadas se acurrucó en su pierna y luego se dirigió a su
pantorrilla—. Me necesitas —terminó.

Vlad miró al hechicero que controlaba esas mortíferas raíces plateadas, luego
miró a Ian.

—Tal vez todo lo que necesitamos ahora es a él.


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—¡Asqueroso ingrato! —dijo Ian con un gruñido mientras la raíz plateada se
hundía en su muslo a continuación. Otra comenzó a deslizarse hacia arriba por
su otra pierna, y una tercera llegó peligrosamente cerca de la ingle de Ian. Por el
momento, sin embargo, habían dejado de perseguirme a mí o a Vlad, por lo que
el hechicero estaba considerando lo que habíamos dicho.

—Vamos, ni siquiera sabes quiénes somos, así que tampoco es inteligente


matarnos —dije, apartando la mirada de Ian para fijarme en Blackstone—. Podría
ser más problema de lo que vale.

—¿Y quién eres tú para que me interese salvar sus vidas? —preguntó
Blackstone, sin sonar muy preocupado.

—Nuevos miembros de la línea de Mencheres —respondió Vlad de


inmediato—. Ambos menos de un año no muertos.

Instruí a mis rasgos para que mi sorpresa no se viera. ¿Por qué Vlad diría eso?
Su reputación era más temible que la de Mencheres, y ¿no dijo Mencheres que él
también tenía enemigos en el mundo mágico? ¿Y si Blackstone era uno de esos
enemigos?

La boca del hechicero rubio se frunció como si se hubiera tragado algo agrio.
—Bebés vampiros —dijo, sonando despectivo y resignado—. No deberían
estar cerca de un lugar como este, y mucho menos con Ian. ¿No les advirtió su
señor sobre él?

Vlad se encorvó, de alguna manera logrando parecer culpable y tímido.

—Lo hizo, y sabemos que no deberíamos haber venido, pero Ian juró que nos
mostraría el espectáculo de nuestras vidas.

Una vez más, me alegré por todos mis años actuando en el circuito del carnaval
o me hubiera quedado boquiabierta con Vlad. Incluso su voz había cambiado.
Desaparecido sus habituales tonos profundos y dominantes. Ahora, en realidad
logró sonar asustado y conciliador, y si se encogía más de hombros, se rompería

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la clavícula.

Blackstone dejó escapar un molesto suspiro.

—Demasiadas personas me vieron forzarlos a salir, y su sir los considera


demasiado jóvenes para ser responsables de sus acciones. Muy bien, es su noche
de suerte.

Con eso, Blackstone dijo unas pocas palabras y movió sus dedos de una
manera que apenas parecía mágica, pero al mismo tiempo, una abertura apareció
en la neblina como acero sobre nosotros. Ian trató de saltar, pero aún más raíces
lo enredaron. Blackstone le lanzó una mirada interrogante, luego se inclinó y nos
tendió la mano.

—Salten, como hicieron antes. Los agarraré y los levantaré.

La sonrisa de Vlad mostró todos sus dientes cuando me agarró con firmeza y
saltó, con la otra mano extendida. Cuando Blackstone la agarró, Vlad dejó que
nos sacara todo el camino fuera de la zanja, y luego disparó fuego de sus manos.

El grito de Blackstone se cortó cuando su boca se llenó de llamas, e hice una


mueca cuando ambas manos del hechicero explotaron, dejando solo tocones
carbonizados al final de sus brazos.

—¡Bien hecho, magnífico bastardo! —gritó Ian—. ¡Ahora, acaba con él! Su
magia se detendrá cuando esté muerto.
Vlad lanzó un vistazo detrás de nosotros, asegurándose de que nadie acudiera
en ayuda de Blackstone. Luego empujó al hechicero de rodillas.

—Debes ser el mago de la tierra del que Ian nos habló, ¿sí? —Cuando
Blackstone lo miró, Vlad dejó que las llamas que cubrían sus manos se
aumentaran—. Puedo curarte dándote mi sangre, o puedo quemarte hasta morir.
Decide cuál preferirías.

Después de otra mirada, Blackstone asintió, su boca estaba demasiado


chamuscada para responder de otra manera. Si hubiera sido un humano normal,
probablemente estaría muerto, pero su magia era fuerte.

—Todavía estoy siendo apuñalado por plata mientras estoy atrapado en un

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hoyo —gritó Ian, pero Vlad lo ignoró.

—¿Conoces a un hechicero llamado Mircea? Es un vampiro, muy guapo, con


cabello negro rizado y ojos de color cobrizo.

Blackstone negó con la cabeza. El agarre de Vlad se apretó donde solía estar
la mano del hechicero hasta que se rompió otro poco a fuego lento.

—No me mientas —dijo en un susurro aterrador.

El hechicero negó con la cabeza con más vehemencia. Vlad suspiró.

—Eso sería demasiado fácil, ¿no? ¿Supongo que no sabes algo sobre hechizos
de sangre?

Un encogimiento de hombros que parecía decir: Algo. Vlad se inclinó más


cerca.

—¿Qué hay acerca de un hechizo que une a dos personas en carne a carne y
sangre a sangre, tan fuerte que matar a una persona mata a la otra persona
también?

Los ojos de Blackstone se abrieron de sorpresa. Vlad hizo otro sonido


decepcionado.

—No, no esperaba que supieras. Solo te limitas a las cosas en las que eres
mejor, ¿no? —Ante un gesto de aceptación del hechicero, Vlad dijo—: Yo
también. —En un tono de conversación. Luego su agarre se apretó y un brillo rojo
inundó a Blackstone. El hechicero gritó sin ruido y yo esperaba una explosión,
pero sorprendentemente, Vlad lo dejó ir—. Espera, no puedo matarlo —dijo,
como recordando algo—. Ian me hizo jurar que no mataría a nadie esta noche.

—¡Te libero de ese juramento! —gritó Ian.

—Oh, pero tengo un problema real —dijo Vlad con burla despiadada—. De
hecho, es como una enfermedad para mí, ¿verdad?

—¡Estaba equivocado! —gritó Ian—. No es una enfermedad, es un don


malditamente maravilloso. ¡Ahora, pon en práctica ese don antes de que no sea
más que una cáscara con pinches de plata!

Vlad le lanzó una mirada satisfecha.

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—Esas raíces siguen abriéndose camino a través de ti, ¿verdad? Eso debe ser
doloroso. ¿Qué dijiste que querías que volviera a hacer?

—¡Mátalo! ¡Mátalo, por el amor de Dios, mátalo! —rugió Ian—. Leila, encanto,
no te quedes ahí, ¡haz algo!

Dudaba que Vlad dejara que el hechizo terminara su trabajo letal, y después
de todas las burlas, incitaciones y trucos de Ian, merecía un poco de su propia
medicina. ¿No le había dicho a Ian que si él seguía presionando a Vlad, lo
lamentaría?

—Oh, no puedo razonar con él cuando está así —dije—. Como dijiste, a veces
ni siquiera puede fingir estar cuerdo.

Vlad me dio una sonrisa apreciativa, pero cuando el nuevo grito de Ian sonó
mucho más agonizante, apretó su puño y Blackstone explotó. Deseé que hubiera
habido otra forma de detener el hechizo, pero parecía que era la única que
lamentaba la muerte necesaria de Blackstone.

—Finalmente —dijo Ian, sonando exhausto y aliviado.

Una sonrisa lobuna curvó la boca de Vlad.

—Parece que tienes razón… simplemente no puedo pasar un día entero sin
asesinar a alguien.

—¿No eres gracioso? —respondió Ian en tono hosco—. Y ahora que tú y la


señora se han divertido, tal vez puedan ayudarme. Estas pequeñas raíces
desagradables se me han metido en más lugares de los que incluso alguien con
mis gustos puede disfrutar.

Me incliné sobre el borde del pozo. Además de las muchas raíces que se habían
abierto camino a través de Ian, una parecía estar muy cerca de su corazón. Sin
embargo, las raíces habían dejado de moverse, y la niebla que había actuado
como una cubierta indestructible había comenzado a disiparse. Ian tenía razón;
el hechizo de Blackstone había muerto junto con él, aunque sería difícil sacar a
Ian con toda esa plata atascada en él.

Ian debió haber adivinado lo que estaba pensando porque dijo:

—Necesitarán derretir la plata en ambos lados para que pueda extraer las

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piezas restantes.

Puse mi mano en la niebla, probando para asegurarme de que pudiera


penetrarla. Sí, lo que quedaba ya no era esa cáscara impenetrable. Ahora solo se
sentía pegajoso, como capas de telarañas.

—No tan rápido. —El tono duro de Vlad atrajo mi atención hacia él, y me
detuve en lugar de saltar al pozo—. Tenemos algunas cosas que resolver primero.

Ian dejó escapar un ruido de dolor.

—¿Más juegos?

—Nada de juegos. —Vlad caminó alrededor del borde del pozo como un
depredador dando vueltas alrededor de su presa—. Nos has recordado
constantemente que te necesitamos desde que Mencheres te obligó a ayudarnos,
pero esta noche demostraste que también nos necesitas a nosotros. Así que no
hay más verdades a medias, pruebas, o burlas incesantes. Si te saco de ese pozo,
aceptas jurar ser nuestro aliado en su totalidad.

Ian nos fulminó con la mirada.

—¿Y si no lo hago? ¿Romperás tu promesa a Mencheres al matarme?

—No tendría que hacerlo —le dije, también cansada de ver a Ian colgarnos a
ambos de un gancho metafórico—. Si te dejamos, alguien de ese monstruoso
edificio mágico te encontrará, y ya que hay un mago de la Tierra muy muerto a
tu lado, no creo que vaya a salir bien.
Ian me dio una mirada sucia.

—Muy cruel, muñeca. ¿No eres la compañera perfecta para él?

—Lo es —dijo Vlad inmediatamente—. Y tengo la intención de permanecer


juntos por mucho tiempo. Ahora, ¿tenemos una verdadera asociación, o te
dejamos aquí para que te pudras?

Ian permaneció en silencio durante tanto tiempo, que comencé a preocuparme


por ser atrapada por las mismas personas sobre las que acaba de mofarme de Ian.

—Hay algunas cosas en las que no puedo ayudar —dijo finalmente Ian—. Son
una parte tan importante de mí como tu fuego es para ti, Tepesh.

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Vlad se encogió de hombros.

—Puedo entender eso. Pero jura cambiar sobre lo que tienes control, y júralo
por tu amor por Mencheres.

Ian hizo un ruido melancólico.

—Esperaba que me dijeras que lo jure por mi honor.

Vlad dejó escapar una carcajada.

—No en esta vida.

—Muy bien. —Ian se inclinó tanto como lo permitían las raíces plateadas que
lo sujetaban—. Por mi amor a Mencheres, juro que los honraré tanto a ti como a
Leila como mis verdaderos compañeros, y mantendré mi insolencia, engaño,
groserías y granujadas en general hasta el mínimo posible.

—Eso fue hermoso —dijo una voz desconocida, mientras un aplauso irónico
comenzó detrás de nosotros.

Me giré, arrancándome el guante. Las manos de Vlad ya estaban encendidas


con llamas, y solo el grito de Ian de “¡Paren, es Ashael!” nos impidió lanzar
látigos y chorros de fuego al extraño que de alguna manera había logrado
acercarse a nosotros sigilosamente.

Un hombre alto, afroamericano nos miraba fijamente. Su traje de ébano y su


camisa blanca como la nieve eran lo suficientemente formales como para llevarlos
a un baile, y mostró una marcada falta de preocupación cuando miró a Ian, con
plata en un foso, luego a las llamas que cubrían las manos de Vlad, y finalmente
a el látigo infundido de electricidad que colgaba de mi mano derecha.

—¿Vine en un mal momento? —preguntó Ashael con voz seca.

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—Llegaste cinco minutos demasiado tarde —dijo Ian, sonando muy molesto—
.Un poco antes, y estos dos no me hubieran quitado un juramento del que sé que
me arrepentiré.

Ashael sonrió, arrugando líneas casi invisibles cerca de sus ojos. Tenía el
cabello muy corto y un toque de barba ensombrecía su mandíbula. Yo lo habría
encasillado a mediados de los cuarenta, excepto que no tenía ningún latido. No
humano, obviamente, pero no se sentía como un vampiro. Ghoul, decidí, luego
cambié de opinión cuando Ashael hizo un gesto con la mano y las raíces
plateadas que perforaban a Ian comenzaron a salir corriendo de su cuerpo como
si fueran serpientes huyendo de un incendio.

De acuerdo, no un ghoul porque la telequinesis no era uno de sus poderes. Si


no era humano, ghoul o vampiro, ¿qué era?

—Eso está mucho mejor —dijo Ian, dando un saludo a Ashael. Luego salió
volando del pozo, tambaleándose durante un minuto cuando aterrizó—.
¿Supongo que no tienes sangre fresca contigo?

—Ay, no —dijo Ashael a la ligera.

La mirada de Vlad era para el desconocido, quien le devolvió la sonrisa con


una agradable casualidad que profundizó mi inquietud. Ashael tenía que saber
quién era Vlad; el fuego que cubría sus manos era una señal reveladora de
muerte. Sin embargo, nuestro nuevo compañero parecía tan relajado como si se
encontrara con amigos en un bar, y Vlad ni siquiera se había molestado en apagar
las llamas en sus manos.

—Deberíamos encontrar un lugar privado para hablar —dijo Ashael,


asintiendo hacia el hotel—. Estamos obligados a ser interrumpidos aquí.

Vlad todavía lo miraba fijamente. Luego inhaló profundamente por la nariz, y


me sobresalté cuando me tiró detrás de él más rápido de lo que nunca lo había
visto moverse.

—Azufre —siseó, ráfagas de fuego disparándose desde sus manos ahora—.

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¿Has convocado a un demonio, Ian?

Ashael dio una mirada desapasionada a las llamas.

—Puedes apagar esas, Empalador. Son leche materna para mi clase.

Me quedé estupefacta. Después de muchos años recogiendo impresiones


psíquicas, sospeché que existían demonios, pero nunca pensé en ver uno, y
mucho menos en conocer a uno.

Ian se interpuso entre Vlad y Ashael, haciendo gestos con las manos como si
se defendiera de cualquier discusión.

—Tu reacción es la razón por la que no te lo dije. Nunca lo habrías apoyado, y


Ashael es tu mejor oportunidad para encontrar a Mircea o romper el hechizo de
tu esposa.

—¿Pensaste que confiaría en un demonio? —El tono de Vlad era más que
peligroso. Era la muerte hecha aire.

—¿Confiar? —Ian resopló—. Por supuesto no. Pero hacer un intercambio, sí.
Los demonios están siempre en el mercado por un negocio rentable, y tienes
grandes riquezas, Tepesh.

Ashael miró a su alrededor.

—Alguien viene —dijo en un tono suave—. Así que me voy, con o sin ustedes.
—Con —dijo Ian con prontitud—. No más trucos, como juré —dijo, primero
sosteniendo la mirada de Vlad, luego la mía—. Esta es verdaderamente su mejor
oportunidad, se los juro.

La reacción de Vlad al descubrir que Ashael era un demonio reflejaba mis


propios pensamientos sobre el tema. Nunca podríamos confiar en la criatura
digna que parecía una versión un poco más fuerte de Idris Elba. Pero, como Ian
había dicho, lo que los demonios carecían de confiabilidad, podrían compensar
con avaricia, y Vlad tenía muchas cosas extravagantes y mucho dinero.

—Hemos llegado hasta aquí —dije en voz baja, luego sonreí con humor
sombrío—. Y no tenemos nada más que hacer esta noche.

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Vlad dejó escapar una breve carcajada.

—Puedo pensar en muchas cosas que preferiría hacer, pero los problemas
únicos requieren soluciones únicas.

Ian dio un suspiro de alivio, luego puso su mano sobre el hombro de Ashael.
Ashael puso una mano sobre el mío y la otra sobre el de Vlad. Al instante, un
color verde enojado se derramó de la mirada de Vlad.

—No. —Comenzó.

Eso es todo lo que salió antes de que un whoosh le robara las palabras. Todo se
hizo borroso con un movimiento increíble, recordándome el viaje salvaje y
enfermizo cuando el edificio mágico nos había succionado. Esta vez, no había
agua. Solo una ráfaga de aire, sonido y luz que dejaron puntos brillantes en mi
visión cuando finalmente pude volver a ver.

Ya no estábamos cerca de ese edificio mágico y amenazante. De hecho, estaba


bastante segura de que ya no estábamos en Georgia ya que el cielo ya no era
negro como la medianoche. En cambio, estaba rayado con los últimos rayos del
atardecer. También teníamos una gran vista de la desaparición del sol detrás del
horizonte, porque estábamos en el techo de un hotel de gran altura que daba al
océano.

Y este no era el techo normal de hotel. Parecía un patio de lujo y un club de


campo combinado, completo con un personal impecablemente vestido que no
mostró sorpresa ante nuestra repentina aparición. Ashael asintió y, de inmediato,
se llevaron cortésmente a los otros clientes que estaban sentados alrededor de un
elegante pozo de fuego de vidrio triturado. Luego se inclinaron ante Ashael con
la misma deferencia que el personal de Vlad mostraba.

—¿Dónde estamos? —dijo Vlad.

—¿Y qué acabas de hacer? —agregué, aún tratando de procesar que de alguna
manera me había desmaterializado y rematerializado.

Ian dio una mirada apreciativa alrededor.

—Estamos en Los Ángeles, si reconozco el horizonte, y Ashael nos


teletransportó aquí. —Se encogió de hombros como si ambos no fueran un gran
problema—. Así es como los demonios se mueven, y si uno te controla, también

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pueden llevarte con ellos.

Teletransportación. ¡No era de extrañar que no hubiéramos oído a Ashael


acercarse a nosotros antes! Con ese truco, él podría sorprender a cualquiera.

Ashael se acercó y se sentó en una de las sillas de estilo contemporáneo que


estaban dispuestas para enfrentar el océano.

—¿Quién más quiere una bebida? —preguntó—. Tomaré mi habitual —le dijo
al asistente más cercano, quien hizo una reverencia y luego se apresuró a salir.

—Un bourbon para mí —canturreó Ian—. ¿Leila?

—Nada —le dije, sin sorprenderme cuando Vlad también se negó. Ian podría
estar actuando como si Ashael fuera un viejo amigo, pero esto no era una visita
social para el resto de nosotros.

En unos instantes, el asistente volvió con dos botellas y dos copas. Primero
sirvió la bebida de Ashael, y no pude evitar ver la botella. ¿Cuál fue la bebida
elegida por un demonio? Whisky Balvenie Scotch de malta triple, envejecido
cincuenta años, según la botella.

—Por favor, siéntense —dijo Ashael, asintiendo a las sillas junto a él.

Su sonrisa hizo que pareciera una petición, pero un destello rojo en sus ojos
hizo que el miedo se deslizara por mi columna vertebral. Sin una sola palabra
amenazadora, Ashael fue más intimidante que nadie que hubiera conocido, y me
había topado con monstruos reales en mis cortos veintiséis años.
Sin embargo, todos ellos solo podían lastimarme en esta vida. Con ese único
destello rojo, Ashael me recordó que su especie podría atormentarme más allá de
la muerte. Preferiría tirarme de la cornisa más cercana que sentarme a su lado. El
hundirse de cabeza en un edificio de gran altura era probablemente más seguro.

Aun así, lo necesitábamos, así que estaba tratando de formular una forma
educada de rechazar cuando una hoja grande e invisible de repente me cortó de
la ingle al esternón. Me incliné por la instintiva necesidad de evitar que mis
entrañas se derramaran en el suelo, gritando mientras una humedad enfermiza
corría por mis manos agarradas.

En medio del horrible dolor, fui consciente de dos cosas: Vlad me agarró por
la espalda, sus manos ardientes tratando de cauterizar la enorme herida, y un

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gemido de respuesta en mi mente que no era parte de mis propios gritos
incontrolables.

¡Haz que lo haga, Leila! ¡Oh, por favor, tienes que obligarlo a hacerlo o nos matarán!

Mircea. Tenía que ser él, aunque no había reconocido su voz. Todas las veces
anteriores, él había sonado como el hombre cruel y presumido que era. Ahora
estaba tan aterrorizado, su voz había subido varias octavas, hasta que sonaba
como un niño.

¡Entonces haz algo!, respondí, luchando para superar el dolor y concentrar mis
pensamientos para que me escuchara. ¡Dime dónde estás y quiénes son “ellos”, y
vamos a detener esto!

Mircea podría haber respondido, pero otro golpe brutal en mi sección media
vació mi mente de todo, excepto el impulso animal de alejarme del dolor o matar
a la persona que me lo infligió. Cuando me curé lo suficiente como para superar
esa respuesta sin sentido, escuché a Mircea sobre las directivas roncas de Vlad
diciéndole a un asistente que me diera sangre.

¡… no puedo!, estaba diciendo Mircea. ¡Incluso si Vlad pudiera superarlos, él lo


haría peor que esto si tuviera la oportunidad!

Apreté los dientes, empujando a un lado la muñeca que una persona


desconocida presionaba en mi boca. Alimentarme ahora sería una gran
distracción y no sabía cuánto tiempo tenía para razonar con él.
No importa lo que Vlad pueda querer hacer contigo, siempre y cuando estés atado
conmigo, no puedeo, le espeté mentalmente. Él ni siquiera puede darte un revés sin
lastimarme, por lo que te irá mucho mejor bajo el cuidado de Vlad que con las personas
que nos acosaron dos veces por diversión.

No lo hicieron por diversión, respondió Mircea de una manera ominosa. Lo


hicieron porque quieren que Vlad sepa que no dudarán en torturarte y matarte.

¿No podrían simplemente enviarle un mensaje de texto?, pensé sarcásticamente,


luego un escalofrío me atravesó y no tenía nada que ver con mi drástica pérdida
de sangre. ¿Por qué querrían torturarme o matarme? Ni siquiera los conozco.

No, pero tú eres el timón, dijo Mircea sombríamente. Y Vlad es el barco que quieren

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dirigir.

Me estremecí más por eso que por las nuevas sensaciones de ardor, mucho
más pequeñas, que me picaron el abdomen en muchos lugares. En comparación
con ser destripada una y otra vez en rápida sucesión, estos no eran nada. ¡Haz
que lo haga, Leila! Mircea había dicho cuando me contactó por primera vez. ¡Oh,
por favor, tienes que obligarlo a hacerlo o nos matarán!

—Déjame ir —dije en voz alta, empujando el agarre de hierro que me rodeaba.


Cuando Vlad no se movió, dije en voz más fuerte—: ¡Déjame ir! Creo que me
están escribiendo algo.

Los brazos de Vlad cayeron al instante. Me quité la blusa empapada de sangre


y tiré de mi falda hacia abajo. Como había adivinado, las palabras ahora se
estaban formando en mi abdomen. Quienquiera que estuviera haciendo esto
había seguido el ejemplo de Vlad porque ahora los estaban quemando en lugar
de cortarlos en mi piel. Cuando un brillo brillante atrapó los últimos rayos del
sol y continuaron doliendo mucho después de haberse curado, solté un gruñido
de dolorosa apreciación.

Los captores de Mircea también estaban frotando plata líquida en las heridas.
Ahora, su mensaje no se desvanecería hasta que elimináramos toda la plata,
dándole a Vlad suficiente tiempo para leer su demanda, y obviamente se lo
escribieron a Vlad ya que no estaba en inglés. De hecho, no reconocí el idioma en
absoluto.

—¿Y bien? —pregunté con impaciencia—. ¿Puedes leerlo?


Conmoción cruzó los rasgos de Vlad, respondiendo a mi pregunta antes de
que él hablara. Luego me tensé cuando la furia más salvaje se convirtió en mis
emociones a continuación, hasta que caí de rodillas porque mi cuerpo no podía
manejar la pura intensidad de lo que Vlad estaba sintiendo.

—No puedo verlo, ¿qué dice? —Escuché a Ian exigir a través del abrumador
asalto a mi subconsciente.

Cuando Vlad habló, su voz tenía un tono anonadado.

—Dice… dice: “Mata a Samir y danos pruebas de su muerte o Leila muere”.

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—¿Samir? —repetí, el horror me llenó—. ¿No Samir, el capitán de tus
guardias?

—¿Quién más? —respondió Vlad, su voz ahora estaba llena de una emoción
que no podía nombrar.

Me sorprendió el tartamudeo.

—P-pero no puedes. Samir es nuestro amigo. ¡Lleva más de quinientos años


contigo!

Ashael silbó. El sonido levantó mi cabeza y lo miré, pero el demonio no me


estaba mirando. Estaba mirando a Vlad.

La expresión de Vlad se había retorcido de frustración y dolor cuando me vio


ser destripada una y otra vez, pero ahora se endureció en un vacío que realmente
me asustaba. Nunca antes había estado tan frío, como si estuviera muerto por
dentro. Si sus escudos no se estuvieran agrietando, enviando explosiones de
emociones parecidas a géiseres a las mías, habría jurado que estaba muerto por
dentro.

Pero él no lo estaba. Otra rabia inductora de masacres rugió a través de nuestra


conexión, tan fuerte que me llevó varios momentos sentir la desesperanza debajo
de ella, como picos que se clavaban en el alma de Vlad. Siguió la crueldad en su
forma más primordial, luego el ardor de la amargura y, finalmente, la agonía de
la pérdida recordada.

Esa agonía creció, hasta que cubrió todo lo demás. Cuando terminó, Vlad se
sentía como una tierra chamuscada en el interior, y cuando esa oscuridad
carbonizada me tocó, retrocedí. Entonces el vínculo entre nosotros se cerró de
golpe. La pérdida abrupta fue como si me hubieran arrancado la mitad de mí, y
de alguna manera, eso es exactamente lo que acababa de suceder.

—Quédate quieta —ordenó Vlad, su mano extendiéndose sobre mi estómago.


Su calor se encendió y me ahogué con un grito cuando sentí que mi carne se
ennegrecía y se ampollaba. Su agarre se apretó, manteniéndome inmovilizada en

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el suelo, y en unos momentos, el dolor se desvaneció. Cuando miré hacia abajo,
la directiva asesina incrustada de plata había desaparecido.

—No puedes hacerlo —le dije, mi voz era áspera—. Traicionar y matar a tu
amigo te destruirá.

—¿Y perderte no lo hará? —dijo con una risa sombría.

—Encontraremos otra manera —insistí.

Me puso de pie, quitándose la chaqueta. Estaba empapada con la misma


sangre que tenía mi camiseta completamente mojada, y él me la quitó y la arrojó
al suelo como si estuviera sucia. Mi sostén la siguió en un montón mojado,
dejándome en topless durante los pocos segundos que le tomó a Vlad quitarse su
propia camisa y colocarla sobre mí. Colgaba hasta mis muslos, y me quité la falda
escarlata sin que me lo pidieran.

—Gracias —dije, sin importarme que me hubiera desvestido en una azotea


llena de extraños durante este intercambio.

Su mano se posó debajo de su camisa anterior para descansar en mi estómago.

—Cualquier cosa por ti.

Empezó a acariciar mi abdomen. Me incliné más cerca, pero luego uno de sus
dedos de repente se calentó, dejando un camino ardiente a su paso.

—¿Qué estás haciendo? —Jadeé.


No habló, pero una mirada a su mirada dura y plana y lo descubrí. Traté de
alejarme y su agarre se apretó, su otro brazo era una jaula de la que no podía
escapar mientras seguía chamuscando su respuesta a los captores de Mircea en
mi carne.

No podía decir lo que dijo, pero sea lo que sea, fue breve. Cuando terminó, me
agarró con fuerza, sin soltarme hasta que su respuesta se desvaneció de mi carne.

—Maldita sea, Vlad. —Lágrimas obstruyeron mi garganta, pero no eran por


dolor físico. Eso había desaparecido junto con las palabras en mi estómago—. ¡No
puedes hacer esto!

Con mi cara presionada en su cuello, escuché y sentí su burla.

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—Lo he hecho mucho peor, y por menos razones. Sigues olvidando eso de mí,
Leila.

Abrí la boca para discutir, luego la cerré. Teníamos una audiencia, y una
indigna de confianza en ella. De hecho, ya habíamos revelado demasiado a este
grupo. No estaba dispuesta a darles más municiones.

Lucharemos por esto más tarde, prometió mi mirada a Vlad. Tenía que haber una
manera de evitar matar a Samir sin también firmar mi sentencia de muerte.

Vlad retrocedió hasta que estuvimos de pie hombro con hombro, pero
mantuvo un brazo doblado a mi alrededor. El demonio se hallaba sentado
exactamente donde había estado, su mano alrededor de su vaso como si estuviera
a punto de tomar una bebida. Ian se había levantado en algún momento, y en
realidad se veía un poco pálido cuando su mirada se movió entre Vlad y yo.

—No me dijiste que el hechizo con el que estaba ligada podía hacerle eso —
dijo Ian en voz baja.

—¿Por qué lo haría? —respondió Vlad, con un destello verde en sus ojos.

Fue entonces cuando un hecho importante me golpeó tardíamente. Sí, fui lenta
en el sorteo, pero en mi defensa, muchas cosas habían sucedido en el corto tiempo
desde que fuimos teletransportados por el demonio.

—Te pareces a ti otra vez —dije, pasando mis dedos por el cabello oscuro de
Vlad, luego tocando la barba incipiente que sombreaba su mandíbula—. Y he
estado diciendo tu nombre en lugar de Ángel, además, también debo parecerme
a mí otra vez —agregué, sintiendo que mi cabello era largo otra vez en lugar de
corto. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Supongo que tratar de evitar que
más de mis tripas salpiquen mis pies ha sido una verdadera distracción.

Vlad frunció el ceño, mirando a Ian.

—No me di cuenta de que estabas haciendo nada para romper esos hechizos.

—Él no lo hizo. Lo hice cuando los traje aquí —dijo Ashael, solo ahora
levantándose de su silla—. Quería saber exactamente con quién estaba tratando,
y deshacer un poco de glamour, así como también ese otro pequeño hechizo que
es un asunto pequeño para mi clase.

96
—¿Los demonios hacen magia? —Este día empeoraba cada vez más.

La pequeña sonrisa de Ashael se convirtió en una sonrisa de pleno derecho.

—Por supuesto. ¿Quién crees que la inventó en primer lugar?


97
—Así que… los demonios inventaron la magia. —¿Por qué estaba repitiendo
lo que había dicho, como si hacerlo pudiera cambiar algo?

Ashael continuó sonriendo.

—¿Quién más? Los humanos no pudieron haberlo concebido, y los vampiros


y ghouls llegaron después cuando Cain fue maldecido.

Se me escapó un bufido.

—¿Crees en la historia de que los vampiros fueron creados cuando Dios


maldijo a Caín para que bebiera sangre para siempre después de matar a su
hermano, Abel? Yo no. Si eso fuera cierto, ¿por qué ningún vampiro en la tierra
se ha encontrado con Caín?

—Tal vez porque hace mucho tiempo, alguien mató a Caín y todos los que le
eran leales —casi ronroneó Ashael.

—No estamos aquí para debatir la historia de la creación de vampiros —dijo


Vlad brevemente—. Si tu tipo inventó la magia, entonces romper cualquier
hechizo debería estar muy bien dentro de tu alcance, ¿sí?

El demonio se encogió de hombros despreocupadamente.


—Quizás.

Estreché mi mirada. Ian había dicho que los demonios siempre estaban en el
mercado para un intercambio rentable. ¿Ashael realmente no sabía la respuesta?
¿O solo estaba actuando inseguro para aumentar nuestra desesperación y así
aumentar sus honorarios? Había visto esa táctica de negociación antes de mi viejo
amigo prestamista del circo.

Vlad también lo había visto antes. Le sonrió a Ashael como si esta situación no
tuviera riesgos de vida o muerte.

—Leila tiene un hechizo en ella, como lo has visto claramente. Lo quiero roto.
¿Puedes hacerlo o me llevo mis inmensas riquezas, como las llamó Ian, a otra

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parte?

Ashael se levantó, acercándose a mí. Vlad no lo detuvo cuando el demonio se


acercó a mí, pero su aura crepitaba de ira. Tal vez por eso el demonio no me tocó.
En su lugar, pasó su mano por el espacio justo delante de mí.

—Este hechizo no está limitado por un objeto inanimado como la mayoría —


dijo Ashael. Sonó sorprendido, y un surco apareció entre sus cejas—. Está unido
a otra persona. Veo rastros de vampiros y hechiceros aquí… no, espera. Más que
un brujo. El vampiro al que estás vinculada es un nigromante.

Ahogué mi jadeo. No le habíamos dicho eso a Ashael. Ni siquiera le habíamos


dicho eso a Ian. ¿Cómo lo había descubierto el demonio?

—Sí —dijo Vlad, sin mostrar la sorpresa que sentía—. Y como dije, quiero
romper el hechizo.

Ashael dejó caer su mano y sus ojos brillaron rojos. También perdió su actitud
fría y elegante y de repente parecía molesto.

—La única forma segura de romper este tipo de hechizo es matar al


nigromante que lo lanzó.

—No podemos —respondió Vlad con fuerza—. También la mataría a ella.

—Eso también funcionaría —murmuró el demonio.

Las llamas brillaron alrededor de Vlad, tan repentinas y rápidas, fue como si
su aura se hubiera incendiado. Igual de rápido, esas llamas desaparecieron.
—¿Te estás burlando de mí?

—¿Me estás amenazando? —replicó Ashael en respuesta.

La temperatura en el techo se disparó unos treinta grados y el nuevo calor no


venía de Vlad. Me tensé. El demonio había dicho que el fuego era la leche materna
para su clase. ¿Qué pasaría si Vlad no fuera el único en este techo que fuera
piroquinético?

Ian se interpuso entre ellos.

—Vamos —dijo de manera persuasiva—. Esta situación podría hacer que uno
de ustedes sea muy feliz y el otro muy rico, así que guardemos la violencia para
más tarde, ¿eh?

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La mirada de Vlad nunca dejó la cara del demonio. Ashael tampoco se movió,
pero la temperatura comenzó a bajar a niveles normales.

—Ya ves lo que esto significa para mí —dijo finalmente Vlad—. ¿Realmente
no hay otra manera de romper este hechizo?

La mirada de Ashael brilló.

—Hay una manera…

—No —interrumpió Ian—. Eso no…

La mano de Vlad se disparó, aplastando la garganta de Ian para cortarlo.

—¿Estabas diciendo, Ashael?

—Una venta simple —respondió el demonio en un tono mucho más ligero—


. Tu alma a cambio de la libertad de Leila del hechizo.

—Joder, no —estallé, agarrando el brazo de Vlad—. ¡Ni siquiera lo pienses! Te


lo juro, si lo haces, me sacaré el corazón. ¡Lo digo en serio! Haces ese trato y me
lo sacaré, por lo que no estarías salvándome. ¡Estarías garantizando mi muerte!

El miedo me hizo respirar para decir las palabras antes de que Vlad pudiera
estar de acuerdo con algo tan horrible, y mi agarre en su brazo era tan feroz, que
clavé mis dedos unos centímetros en su carne.

—Lo digo en serio —dije de nuevo.


Vlad soltó a Ian, que se quejó:

—… oco desagradecido… astardo… —Tan pronto como él pudo hablar.


Luego Vlad finalmente rompió su competencia de miradas con el demonio, pero
no pude leer la mirada que me dirigió. ¿Eso era ira? ¿Frustración? ¿Diversión?
¿Los tres?

—No iba a decir que sí, Leila. Todavía no estamos allí. —Cuando abrí la boca
ante el ominoso “todavía”, él presionó un dedo en mis labios—. Escuché tu
advertencia, y te creo. Ashael —dijo, volviéndose hacia el demonio—. Si eso es
todo lo que tienes para ofrecer, entonces lo rechazo.

—¿Estás seguro? —dijo Ashael, su tono suave se profundizó con promesa—

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.No sabes el poder que desatan tales juramentos. Podría haber liberado a Leila
antes del siguiente tictac del reloj.

—No significa no —le espeté, furiosa por sus continuos intentos de condenar
a Vlad—. ¡Vete a gorronear almas a otro lado!

Los ojos del demonio brillaron rojos otra vez.

—¿Gorronear?

—Eso fue grosero —dijo Ian, lanzándome una mirada acusadora—. No está
bien que ella te insulte simplemente por tu especie. ¿Criticaría a un león porque
come gacelas? No, porque es un maldito león y comer gacelas es lo que hacen, al
igual que hacer contratos de alma es lo que hacen los demonios.

—El fanatismo se vuelve aburrido —asintió Ashael—. Y los demonios no


gorronean, nosotros negociamos. Hay una gran diferencia.

Tenía mucho que decir a eso, pero cerré la boca.

—¿Si hemos terminado aquí? —dijo Vlad, alejándose con intensión.

Ian le dio un codazo a Ashael de una manera amistosa.

—Lo dudo. Ya que no puede obtener el premio real que está buscando, va a
aumentar el precio monetario de sus servicios, ¿no es así? —Cuando el demonio
vaciló, Ian lanzó una carcajada—. ¡Chico listo, lo sabía! Por eso admiro tanto a tu
clase. Yo también apostaría a un recargo por insulto. Enséñale a cuidar lo que
dice.
Miré a Ian con incredulidad.

—¿De qué lado estás?

—El mío, siempre —respondió, y el demonio se echó a reír.

—Ah, Ian, si no tuvieras colmillos, juraría que eres uno de los nuestros.

Ian se inclinó como si ese fuera el mayor cumplido. Ashael se rió de nuevo,
luego nos miró a Vlad y a mí con mucho menos humor.

—Como dije, sin un contrato de alma, no tengo el poder de romper su hechizo,


y ningún otro demonio lo hará.

Pude escuchar un ruido de rechinamiento cuando la mandíbula de Vlad se

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apretó.

—Entonces hemos terminado aquí —dijo, caminando hacia el borde del


techo—. Ian, quédate o vete, no me importa.

—Espera.

La sola palabra evitó que Vlad saltara sobre el borde del techo, pero no vino
de Ian. Vino de Ashael.

Vlad se volvió, arqueando una ceja. La sonrisa del demonio era como la de un
tiburón.

—Puede haber otra manera.

—¿Y esa es? —insistió Vlad cuando Ashael no continuó.

El demonio levantó su hombro medio encogiéndose de hombros.

—Su magia.

—¿De quién? —pregunté, apenas ocultando mi consternación ante la idea de


continuar con otra búsqueda mágica sin sentido.

Ashael me miró como si fuera lenta.

—Tuya.
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—¿Mía? —dije.

Al mismo tiempo, Vlad dijo:

—No me hace gracia. —En un tono que sonaba como grava afilada.

Ashael dejó escapar un elegante resoplido.

—No te hagas la inocente. Cuando estudié tu aura, pude ver la magia en ti, y
no tiene nada que ver con ese hechizo.

Ian me lanzó una mirada interesada.

—Escondiendo un gran secreto, ¿verdad, encanto? Muchacha traviesa, y aquí


pensé que habíamos aceptado la honestidad en todos los aspectos.

—¡No estoy ocultando nada! —Mi brazo se extendió en dirección a Ashael—.


Él está mintiendo. No tengo ninguna magia.

Otro resoplido del demonio.

—No, simplemente vibras por la electricidad porque estás emocionada de


verme.

Oh, así que lo había entendido mal.


—Eso no es magia; es un efecto secundario al tocar una línea eléctrica caída
cuando tenía trece años. —Ese accidente con la línea eléctrica también me había
dado mis habilidades psíquicas. Antes de eso, había sido completamente normal.

Ashael ladeó la cabeza, mirándome.

—No lo sabías —dijo finalmente—. Qué curioso. ¿Tú lo sabías, Empalador?

Esperaba que Vlad dijera, ¿Saber qué? en su habitual manera molesta,


imperiosa. Pero no lo hizo. En cambio, Vlad me miró de una manera que me hizo
retroceder varios pasos.

—No —susurré—. No crees esto, ¿verdad?

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—Lo sospeché —respondió, rompiéndome—. Ningún humano se acerca a
aprovechar tu nivel de habilidades. O tendrías que ser mágica, o tenías sangre de
vampiro en algún lugar de tu linaje.

Ashael gruñó.

—No solo magia; ella es una verdadera bruja con un beneficio adicional de
poder legado. Esa es una combinación tan rara para las brujas como el legado de
Caín es para los vampiros.

Todavía no podía creer lo que estaba escuchando.

—Pero no soy una bruja. E incluso si alguien en mi árbol genealógico hubiera


sido alguien más, ¿cómo lo sabrías tú?

—De la misma manera que sabes qué color es amarillo y cuál es rojo —
respondió Ashael en un tono suave—. Naciste con la habilidad de ver y
diferenciar colores. Nací con la capacidad de ver y diferenciar la magia del aura
de una persona, ya sea que esa magia esté infundida por un hechizo, heredado u
otro.

No debería sonar demasiado increíble para ser verdad. Después de todo, veía
los peores pecados de la gente si los tocaba con mi mano derecha desnuda. Pero
todavía no podía creer que el demonio solo pudiera mirarme y saber más sobre
mí o mi familia que yo.

—¿Cómo podría usarse la magia de Leila para romper el hechizo? —preguntó


Vlad, siguiendo adelante mientras yo todavía luchaba con incredulidad.
Ashael se acercó. Luego hizo esa cosa rara, sentir el aire alrededor de mí otra
vez.

—Aquellos nacidos con magia verdadera son raros. No solían serlo, pero la
mayoría de los verdaderos nacidos fueron asesinados hace siglos en las grandes
purgas de brujas. Sin embargo, un verdadero nacido con magia heredada es aún
más raro. Solo me he encontrado con otra persona con ambos. Si no me falla la
memoria, ella fue una de los Ani-kutani.

Me estremecí, y Vlad se dio cuenta.

—¿Estás familiarizada con lo que eso significa? —me preguntó.

104
—Soy un cuarto cherokee —contesté. La mirada de Vlad se volvió aguda.
Correcto, él sabía mucha historia, pero obviamente no mucho de la tradición de
los nativos americanos—. Los Ani-kutani solían ser un poderoso sacerdocio
gobernante Cherokee. Nadie sabe cuánto tiempo reinaron, pero se rumorea que
fueron los antiguos constructores de montículos de los Apalaches. La leyenda
dice que los Ani-kutani eventualmente se volvieron tan corruptos y odiados que
toda su línea fuera masacrada por los cherokee alrededor del siglo XIII. A día de
hoy, la mayoría de los cherokees aún desprecian su memoria.

La mirada de Ashael brilló.

—Sin embargo, lo más probable es que seas una descendiente directa de los
Ani-kutani. Eso es lo que obtienes cuando dejas la aniquilación a los humanos.
Por lo general, alguien se ablanda y se queda con un bebé. —Puntualizó su crítica
de la misericordia de la humanidad con un resoplido desdeñoso—. Con toda esa
magia increíble en tu línea de sangre, ¿nunca notaste nada especial en tu familia?

No me gustaba el desdén en su tono, como si no me hubiera dado cuenta si a


mamá le gustaban los sombreros puntiagudos o si montaba en escobas.

—A menos que cuentes el hecho de que mamá tenía un verdadero talento para
la jardinería, no, no había nada inusual en ella.

—¿Cómo murió? —preguntó Ashael sin rodeos—. Apuesto a que hubo algo
inusual en eso.

Mi mano se estremeció cuando el dolor y la culpa me causaron una descarga


eléctrica.
—Sí. Intentó apartarme de la línea eléctrica que accidentalmente toqué y eso
la mató.

Satisfacción se extendió sobre las características del demonio.

—Tanto tú como tu madre experimentaron el mismo voltaje mortal, sin


embargo, viviste y ella murió. ¿Nunca te preguntaste por qué?

—¡Por supuesto que sí! —espeté—. ¿Cuál es tu punto?

Una ceja gruesa se arqueó.

—Aquellos con magia verdadera pueden usar sus poderes heredados para
mejorar sus habilidades, pero aun así tienen que aprender esas habilidades

105
primero. Sin embargo, la magia heredada permite una transferencia instantánea
de poder totalmente funcional.

—¿Qué tiene esto que ver con la muerte de mi madre? —le pregunté con
impaciencia.

Ashael volvió a pasar su mano delante de mí. Ahora sabía lo que estaba
haciendo. Estaba explorando mi aura para ver los diferentes tipos de magia
ocultas debajo de ella.

—Se llama magia heredada porque se pasa de un familiar a otro. También


cambia según las necesidades de la persona que lo recibe. Eres una verdadera
bruja, pero eso no te habría salvado cuando tocaste esa línea eléctrica. Solo una
repentina e increíble infusión de magia lo haría. Tu madre debe haberte puesto
su legado mágico ese día. Cuando lo hizo, no solo salvó tu vida, sino que también
transformó toda la tensión mortal que absorbiste en una parte funcional de ti.

Lo miré fijamente. Tan rápido como podía rechazar lo que estaba diciendo,
también tenía sentido. Los médicos nunca habían podido explicar por qué había
vivido y mi madre había muerto cuando las dos estuvimos expuestas a las
mismas corrientes letales. De hecho, había estado expuesta a ellas más tiempo
que ella. Me había quedado atrapada en esa línea eléctrica durante un par de
minutos antes de que todas las chispas que se disparaban de mí alertaran a mi
madre de que algo horrible estaba sucediendo en el patio trasero. Sin embargo,
no solo había sobrevivido, también había mantenido todas mis funciones
cerebrales y, finalmente, recuperé la movilidad completa, dos cosas que todos
mis médicos habían dicho que eran imposibles al principio.

Desde entonces, no podía contar las veces que me había preguntado por qué,
¿por qué había vivido, pero mi madre había muerto? También me había
preguntado sin cesar por qué me había despertado de ese horrible accidente con
un nuevo y extraño voltaje corriendo a través de mí y visiones aún más
aterradoras de los pecados de otras personas. Ahora, por fin, parecía que tenía
esas respuestas, y solo años de endurecerme por varios dolores me impidieron
romper en sollozos.

Siempre me había sentido responsable de la muerte de mi madre porque no


habríamos estado en ese estado propenso a las tormentas si no le hubiera contado

106
que mi padre la había engañado. También me había culpado a mí misma porque
mamá no habría muerto si me hubiera quedado dentro de la casa después de la
tormenta en lugar de intentar rescatar a un perro de lo que supuse que solo eran
ramas de árboles caídas. Ahora, sabía que iba mucho más profundo.

Mamá no me había agarrado por un pánico sin sentido cuando me vio pegada
a esa línea eléctrica, como todos habían creído. Si el demonio tenía razón,
entonces ella me puso las manos encima para transferir su magia heredada a mí.
Si lo pensó con claridad, habría sabido que tocarme mientras estaba enganchada
a la línea eléctrica la mataría, pero tomó una decisión deliberada de dar su vida
por la mía.

Quería caer sobre su tumba llorando de asombro por su coraje y auto-sacrificio


mientras también le gritaba por hacerlo. Quería preguntarle por qué nunca me
había contado sobre la magia verdadera, los legados o cualquier otra cosa que
acababa de enterarme de este demonio engreído, y por qué tampoco se lo había
contado a mi padre. Seguro que él no lo sabía, no con la forma en que se había
asustado por el descubrimiento de los vampiros, y Gretchen no lo sabía. Si mi tía
lo hubiera hecho, entonces ella había llevado sus secretos a la tumba hace unos
años.

Me sorprendió alejarme de esos pensamientos cuando el aura de Vlad se


encendió. No se sentía como su explosión habitual de energía. En cambio, se
enroscó a mi alrededor como una nube cálida y hormigueante, envolviéndome
desde la parte superior de mi cabeza hasta la parte inferior de mis pies. Era tan
personal como un abrazo amoroso sin que él moviera un músculo, y supe por
qué lo hizo cuando habló.

—Ve al punto, Ashael. Si bien es interesante, nada de lo que nos has contado
nos da ninguna indicación de cómo podría usarse la magia de Leila para romper
el hechizo sobre ella.

Las palabras bruscas habrían picado si no estuviera todavía envuelta dentro


del capullo de su aura. Cómo me gusta que Vlad parezca un imbécil
despreocupado incluso mientras me consuela secretamente.

Ashael sonrió.

107
—Te dije esas otras cosas gratis, pero eso, Empalador, te va a costar.

—¿Cuánto? —preguntó Vlad rotundamente.

Ashael inclinó la cabeza, su sonrisa se volvió astuta.

—No voy a negociar contigo hoy. No estás lo suficientemente motivado.


Además, solo crees a medias lo que ya he dicho. Ve, verifica el resto y hablaremos
del precio después de eso.

Ahora el aura de Vlad se encendió con tal ira que el abrazo reconfortante
anterior se convirtió en la picadura de mil látigos diminutos e invisibles. El
demonio agitó una mano desdeñosa, empeorándolo, pero antes de que Vlad
pudiera siquiera hablar, Ashael desapareció.

Todavía estaba parpadeando hacia el espacio vacío frente a mí cuando Vlad


comenzó a pasearse alrededor del techo.

—No te molestes en buscarlo —dijo Ian—. Los demonios aman sus actos de
desaparición, y recuerden; nadie puede encontrar a Ashael si lo busca.

—Entonces lo llamaré —casi rugió Vlad.

Ian gruñó.

—Puedes convocarlo toda la noche y todo el día, pero si él no quiere hablar


contigo, estarás perdiendo el tiempo.
Vlad continuó su paseo con pasos largos y enojados. Sentí que mi cabeza
estaba a punto de explotar por todo lo que había aprendido, por eso me sorprendí
un poco al escucharme decir:

—Entonces hagámoslo. —En un tono muy tranquilo.

Vlad dejó de pasearse.

—¿Hacer qué?

—Averiguar si Ashael tiene razón sobre mí. —Dejé escapar una breve
carcajada—. No puedo ser la única que no quiere creerle a ese demonio. Con
algunas indagaciones, podemos averiguar si alguno de los familiares de mi

108
madre todavía está vivo. Si lo están, quizás tengamos suerte y uno de ellos sepa
sobre este legado mágico.

—Y si tienes mucha, mucha suerte —intervino Ian—, esa misma persona


también podría saber la posible información para romper el hechizo que Ashael
intenta cobrarte tan generosamente.

Vlad le dio a Ian una mirada plana.

—Realmente no crees eso.

—No lo hago —Ian estuvo de acuerdo con una risa—. Pero me he equivocado
antes. Creo que fue un martes.
109
Mi madre no había hablado mucho sobre su herencia cherokee. Tampoco mi
tía Brenda. Sabía que mamá y tía Brenda habían pasado su infancia en las tierras
cedidas a los indios cherokee en Carolina del Norte, pero eso era todo. No es que
hubiera mostrado mucho interés en averiguar más. Cuando era niña, todo lo que
me había interesado era la gimnasia. Me había entrenado obsesivamente,
ganando competición tras competición hasta que finalmente tuve la oportunidad
de formar parte del equipo olímpico de los Estados Unidos.

Luego, después del accidente de la línea eléctrica, todo en lo que podía


concentrarme era en cómo mi vida había sido destruida. Mamá estaba muerta,
papá estaba emocionalmente distante y, además de las nuevas visiones psíquicas
terroríficas, también me había convertido en un conductor de corriente eléctrica
andante. Avancé seis años infernales hasta que me convertí en un miembro de
circo con mi ahora mejor amigo y figura paterna, Marty, y pasé exactamente cero
tiempo pensando en mi herencia nativa americana.

Ahora, sí, necesitaba verificar si era descendiente de magia de los antiguos


Ani-kutani, pero también me avergonzaba de nunca haber explorado mis raíces
cherokees. Mis ojos azul pálidos y mi piel clara causaban que la mayoría de las
personas me consideraran caucásica, pero no lo era, y tenía más que mi cabello
negro y lacio para mostrarlo. Mucho más, si el demonio tenía razón y todas mis
increíbles habilidades eran el resultado directo de mi herencia cherokee, también.

Por eso, aunque Vlad gruñó porque nos costó toda la tarde mientras
esperábamos a que ella llegara en avión, no iba a ser la única Dalton que acudiera
a la Franja Oriental de los cherokees en busca de respuestas. La herencia de mi
hermana también estaba aquí, y no solo la de la posible verdadera bruja,
descendiente de los Ani-kutani.

—¿Qué pasa contigo y las reuniones en los casinos? —Fueron las primeras
palabras de Gretchen cuando entró a nuestra habitación. A pesar de su largo
vuelo y la madrugada, el maquillaje de mi hermana era impecable y su cabello
aún contenía ondas artificiales que lo hacían parecer aún más lleno.

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—Esta fue la opción más segura —le dije—. Hay tanta gente entrando y
saliendo, solo somos más rostros en una multitud.

Gretchen miró alrededor de nuestra bonita suite de dos habitaciones con un


leve desdén.

—Para el registro, me gustan las villas en Caesar’s Palace en Las Vegas mucho
más que este lugar.

Puse los ojos en blanco y la abracé.

—Odias estar en la versión de Vlad de custodia protegida, pero obviamente te


has acostumbrado a sus lujosos estándares de vida, ¿eh?

—Ya que soy una reclusa, al menos las cárceles deberían ser buenas —
respondió con aspereza. Pero me sostuvo unos segundos más de lo que solía
hacer, incluso con mi electricidad dándole descargas. Su sarcasmo era sólo un
espectáculo, como de costumbre. Ella me extrañaba. Simplemente no sabía cómo
decirme eso.

Así que fui primera.

—Estoy muy contenta de verte —le dije cuando finalmente la dejé ir—. Te
extrañé.

—¿Lo hiciste? —dijo con tal sorpresa que dolió. ¿Realmente había sido tan
mala como hermana?
Sí, mi voz interior de repente rugió. ¡Eres una hermana horrible! Dejas que
Gretchen te encuentre medio muerta en una bañera llena de sangre de un intento de
suicidio cuando tenías dieciséis años, ¡y eso es solo para empezar!

Apreté la mandíbula con la fuerza suficiente para oír el chasquido del


cartílago. Había tenido esa crítica interna malvada desde que me había
despertado de mi accidente. Últimamente, había sido mucho más silenciosa, pero
no había desaparecido por completo. Tal vez nunca lo haría.

No puedo tener más de una voz en mi cabeza a la vez, le respondí bruscamente. Ya


que necesito escuchar a Mircea si alguna vez vuelve a aparecer, ¡TÚ necesitas callarte!
Luego, una vez más bajo el control de la esquizofrenia, volví a Gretchen.

111
—Por supuesto que te extrañé. Si las cosas no fueran tan peligrosas, nos
estaríamos viendo mucho más.

Sus bonitos rasgos se arrugaron en una mueca, haciéndola lucir más joven que
sus veintitrés años.

—Cierto, todavía estás en guerra. Supongo que debería haber sabido que tu
marido no elegiría este lugar sobre su castillo para una celebración de victoria.
¿No pueden apresurar las cosas? Me gustaría volver a vivir mi propia vida en
algún momento de este siglo. —Luego, con un poco menos de ceño fruncido,
Gretchen se volvió hacia Vlad—. Hablando de eso, holis, cuñadito Drac.

—¡No lo llames así! —dije con un jadeo.

—¿Qué? —dijo con exasperación—. No es como si “Drac” es la otra palabra.


Es solo un apodo.

—Uno que nunca volverás a usar —dijo Vlad con una voz engañosamente
suave.

Una risita vino de la suite al lado de la nuestra. Estaba tranquilo en esta hora
previa al amanecer, con la mayoría de los huéspedes del hotel finalmente
dormidos en sus habitaciones. Eso facilitó que un vampiro escuchara a
escondidas, si uno no era lo suficientemente educado como para ocuparse de sus
propios asuntos.

—¡Me encanta! —gritó Ian—. Ahora debo conocer a la pequeña mujer que te
llamó Drac a la cara.
—No —dije en voz alta, pero no me sorprendí cuando Ian apareció en nuestra
suite momentos después.

—Hola —dijo en un ronroneo, mirando a Gretchen de arriba a abajo de una


manera que levantó mis pelos de punta—. ¿Cómo te llamas, dulzura?

—Su nombre es No —dije de inmediato.

Gretchen miró a Ian, abriendo y cerrando la boca mientras sus ojos azules se
abrían en proporciones casi cómicas. Correcto. Las miradas de Ian eran
deslumbrantes. Es curioso lo fácil que fue para mí olvidarlo con su personalidad
molesta.

—Hooooola —Gretchen finalmente respiró—. No escuches a mi hermana.

112
Para ti, mi nombre es Infiernos, Sí.

—¡Gretchen! —espeté—. Este tipo es probablemente una placa de Petri para


enfermedades de transmisión sexual aún por descubrir.

—No lo soy —respondió Ian, tomando la mano de Gretchen y besándola, lo


que la hizo reír sin control—. Soy un vampiro, por lo que las enfermedades no
pueden sobrevivir en mí.

—Ian. —Vlad envió su aura en un estallido concentrado que hizo que Ian
retrocediera como si hubiera sido golpeado—. No —terminó Vlad.

Gretchen se dio la vuelta y miró a Vlad. Él le devolvió la mirada, y tenía más


de seis siglos de pruebas de batalla, ni-siquiera-lo-pienses en su mirada. Muy
rápidamente, ella dejó caer la suya.

Con un poco de decepción, Ian soltó la mano de Gretchen.

—Mejor así, encanto. Como dulces mortales pequeñas como tú para el


desayuno, y lo digo literalmente.

Los ojos de Gretchen se ensancharon de nuevo. Ian le lanzó una sonrisa


maliciosa, luego la puerta del dormitorio se abrió una vez más y Marty entró,
llevando tantas maletas apiladas una encima de la otra que casi ocultaron su
cuerpo de un metro veinte.
—¿Podrías haber empacado más ropa, Gretchen? —gruñó Marty, dándome
una mirada de disculpa mientras las dejaba caer al suelo—. Estos bolsos son la
razón por la que ella me ganó en llegar antes a tu habitación de hotel.

Me incliné de inmediato para darle un abrazo a Marty, sonriendo mientras él


me apretaba con fuerza lo suficiente como para sacarme el aliento.

—Te extrañé, niña —murmuró cuando me soltó.

Apenas había terminado de decirle a Marty que también lo había extrañado,


cuando Ian dijo:

—¿Y quién es este chico guapo? —En el mismo tono ronco que había usado
con Gretchen.

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—También alguien con quien no tienes suerte —le respondí con aspereza—.
Marty es mi mejor amigo, y es hetero.

Ian me dio una mirada exasperada.

—No puedo follar a tu hermana, no puedo follar a tu amigo, no puedo follarte


a ti, no puedo follar a Vlad. Si quisiera estar tanto sin sexo y miserable, me casaría.

—No estás aquí para tu propio entretenimiento —dijo Vlad en un tono


cortante.

La boca de Ian se curvó hacia abajo.

—Y bien que lo sé. Maldito Mencheres, me obliga a hacer una promesa de la


que no puedo renunciar.

—Sí, es realmente trágico tener que honrar tu palabra —le dije, luchando
contra poner los ojos en blanco—. Anímate, Ian —continué—. Todo lo que
tenemos en la agenda de esta tarde es un viaje a la Frontera Qualla. No
deberíamos necesitar tu experiencia mágica allí, para que puedas quedarte aquí
y encontrar un alma pobre con la que ponerte desagradable.

—Si solo pudiera —dijo Ian con sentimiento—. Pero tengo que…

—Es suficiente.

La advertencia en la voz de Vlad me sobresaltó.


—¿Qué está pasando? —pregunté en un tono agudo.

—Me arrastraste aquí para un viaje de estudios a nuestro pasado cherokee —


dijo Gretchen, sonando impaciente—. Sé que es casi la madrugada y todavía estás
lidiando con la nueva enfermedad de vampiro al amanecer, pero no puedes
haber olvidado eso.

La ignoré porque no había estado hablando con Gretchen. Todos los demás
aquí sabían eso, especialmente el hombre con el que me había casado.

—Vlad —dije, sacando su nombre para enfatizar.

De repente, el aire vibraba con energía apenas contenida. Esos pulsos


invisibles azotaron mi piel como la picadura de arena durante una tormenta en

114
la playa.

—Me voy por un corto tiempo. —El tono frío de Vlad estaba tan en
desacuerdo con lo que estaba sintiendo de su aura. ¿A dónde iba, y por qué no
iba yo con él?

Entonces la respuesta me golpeó con el impacto de una herida de bala.

—No —susurré. Luego más fuerte—: No. No puedes. Samir es tu amigo. ¡No
puedes matarlo, encontraremos otra manera!

—Leila. —La voz de Vlad era completamente desapasionada—. No te


molestes en discutir. Ya está decidido.
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Antes de que Vlad terminara de hablar, Marty e Ian me agarraron. Estaba
atrapada dentro de los puños de los dos vampiros fuertes antes de que pudiera
quitarme los guantes.

—¿Qué dijiste? —exigió Gretchen airadamente—. ¿Vas a matar a Samir? ¿Por


qué?

Los ojos de Vlad se iluminaron de verde cuando se giró hacia Gretchen.

—Silencio. Siéntate.

Gretchen se sentó justo en el suelo sin otra palabra. Continué luchando, pero
Marty tenía mis piernas atrapadas en un abrazo de oso e Ian tenía mi parte
superior del cuerpo casi inmovilizada. Otras emociones comenzaron a
derramarse en mi furia al ser cegados de esta manera. El trastorno de estrés
postraumático por el que había estado luchando durante meses había regresado,
y cada nueva e inútil lucha solo alimentaba mi pánico irracional. Aun así, luché
más fuerte cuando Vlad caminó hacia la puerta.

—¡No hagas esto, Vlad, por favor!


Hizo una pausa y me miró. Sus ojos se habían desangrado a su color bruñido
normal, y por un momento, vislumbré profunda tristeza en ellos. Luego se
endurecieron como el cobre cubierto de hielo.

—Debo hacerlo.

Se fue sin otra palabra. Ian puso una mano en mi boca cuando le grité, y lo
mordí hasta que corrió sangre.

—Estrategia equivocada —murmuró Ian—. Disfruto del dolor, por lo que


entre morderme y los rayos de electricidad deliciosamente agonizantes que emite
todo tu cuerpo, me estás haciendo toda la mañana.

Dejé de morderlo. Por el ruido decepcionado que hizo, no había estado

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bromeando. También retiró su mano de mi boca lentamente, como si me diera la
oportunidad de morderlo de nuevo. Genial, no había impedido que Vlad se
fuera, por lo que todas mis luchas tuvieron éxito en hacerme entrar en pánico, en
hacer feliz a Ian y lastimar a Marty. Estaba furiosa con ellos por la emboscada
sorpresa, pero no quería lastimarlos realmente.

Además, si mi voltaje se saliera de control, podría matar a uno de ellos sin


querer.

—Déjenme ir —dije, tratando de calmarme para que ya no disparar


electricidad peligrosa por cada poro.

—Todavía no —respondió Ian con gravedad—. Necesito un poco de ayuda


aquí sosteniéndola —gritó en voz más alta.

Momentos después, escuché otra tarjeta metálica que se usaba en la puerta de


la habitación de nuestro hotel. Bien, Vlad había vuelto. Podría pensar que el
asunto estaba resuelto y que Samir estaba casi muerto, pero no había empezado
a abandonar esta lucha...

No fue Vlad. En cambio, un vampiro muy alto, muy rubio, llenó el marco de
la puerta. Por un momento, todo lo que hice fue mirar, mis emociones
balanceándose como un péndulo.

No había visto a Maximus desde que matamos a Szilagyi y nos encontramos


con Mircea en esa antigua prisión turca subterránea. Maximus había salvado
nuestras vidas ese día de una secuencia de autodestrucción mortal que Szilagyi
había iniciado, como había salvado mi vida antes del horrible ataque de napalm
de Szilagyi en el castillo de Vlad. Esos y muchos otros actos valientes habían
compensado con creces la breve deslealtad de Maximus a Vlad sobre mí, y lo
consideraba un amigo muy querido.

Pero. . .

Miré a Maximus, y un miedo frío e insidioso se apoderó de mí que era tan


irracional como injusto. No fue culpa de Maximus que Szilagyi me hubiera
tratado tan brutalmente cuando había sido su cautiva. Maximus me había
salvado de una tortura aún peor mientras pretendía ser el aliado de Szilagyi, y
no habría podido transmitir psíquicamente mi ubicación a Vlad si no fuera por
Maximus. Sin embargo, solo mirarlo me hizo sentir un doble ataque del mismo

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trastorno de estrés postraumático que había luchado tanto por superar, y cuando
se acercó para ayudar a sostenerme como lo había solicitado Ian, un torrente de
recuerdos regresó, atrapándome con la misma ansiedad que sentí la última vez
que fui restringida por la fuerza.

El círculo de hombres a mi alrededor se convirtió repentinamente en la roca gris de


una celda subterránea. Luego sus manos se convirtieron en abrazaderas metálicas que
mordían mis muñecas, brazos, piernas y tobillos. Esa no era la peor parte. Una vez más,
vi a un cruel vampiro de cabello platino sosteniendo un cuchillo curvo con un lazo parcial
en el mango. El torturador contratado de Szilagyi sonrió cuando se acercó. Me retorcí
hasta que la sangre corrió por cada pinza que me restringía, pero no podía escapar…

Al azar, fragmentos de diálogos irrumpieron en la pesadilla que me mantenía


en su implacable control. Eran débiles en comparación con el eco de mis propios
gritos y el horrible recuerdo de mi carne cortada y arrancada de mi cuerpo, pero
aun así los escuchaba.

—Algo está mal.

—Ahí va el poder.

—¿Leila? ¡Chica, tienes que parar eso!

—¿Dónde hay un sangriento maestro del fuego cuando lo necesitas?

—Intenta dejarla ir, ver si eso ayuda.

—No, sólo está empeorando.


—¡Está consumiendo demasiada electricidad!

—Aléjense, yo me encargaré de esto. ¡Dije, retrocedan!

El color explotó repentinamente en mi mente, rompiendo el recuerdo y


lanzándome al presente. Me caí hacia adelante solo para alejarme con un grito de
dolor. ¿En qué me acabo de quemar?

La alfombra, me di cuenta. Todavía estaba ardiendo a pesar de que los


aspersores en la habitación del hotel disparaban agua en todas direcciones.
Sacudí la cabeza, sintiéndome como si me estuviera despertando de una resaca
particularmente mala, y luego miré a mi alrededor conmocionada.

La electricidad en la habitación estaba apagada, el humo y el agua de los

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aspersores obstruían el aire, la alfombra se quemaba en múltiples lugares y el
techo parecía como si un niño hubiera disparado fuegos artificiales que se
abrieron camino hasta el piso sobre nosotros. Ian, Maximus y Marty estaban
empapados, y su ropa tenía docenas de diminutos agujeros de quemaduras.

Y no sabía cómo sucedió esto.

—¿Dónde está Gretchen? —dije, llena de un pánico diferente cuando no la vi


por ninguna parte.

—Está en el primer piso esperando en el mostrador de recepción —respondió


Marty, dando golpecitos en el lado de su ojo para enfatizar—. Utilicé estos, así
que ella no irá a ningún otro lugar.

Señalé la destrucción que nos rodeaba.

—Y, um… ¿supongo que de alguna manera soy responsable de esto? —No
recordaba haberlo hecho, pero ¿qué otra explicación había?

—Muy bien —dijo Ian al instante—. Comenzaste a disparar electricidad desde


tu cuerpo como si te hubieras transformado en un relámpago viviente. Nos
quemó a nosotros, a la alfombra y al techo, y luego se volvió verdaderamente
destructivo...

—Eso es suficiente —dijo Marty secamente.

—Difícilmente —respondió Ian—. Si ella no sabe de lo que es capaz, no puede


comenzar a controlarlo. Como estaba diciendo, luego aumentaste tu electricidad
desviando más voltaje de las tomas de corriente. Ni siquiera necesitabas tocarlas,
las corrientes se propagaban y se alimentaban de ti como si estuvieran invocadas.
Lo seguiste haciendo hasta que dejaste sin corriente a todo el maldito hotel.
Después de eso, estabas tan cargada que nadie podía tocarte sin incendiarse.
Pensé que estabas a punto de detonarte y volarnos a todos al infierno, así que te
lancé un hechizo de realidad. Afortunadamente, te sacó del trance loco en el que
te hallabas.

No podía comenzar a procesar lo que escuchaba.

Sí, antes había extraído electricidad, pero solo cuando tocaba una toma de
corriente. Además, solo había recargado mi mano derecha, no todo mi cuerpo.
¿Mis habilidades habían crecido hasta donde mi mano ya no era mi única arma

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mortal? Al escuchar a Ian decirlo, sí.

No estaba lista para lidiar con las ramificaciones de eso, así que empecé con la
última información.

—¿Un hechizo de realidad? ¿Eso es una cosa real?

Ian resopló.

—Sí, y es algo que deberían lanzar regularmente en las escuelas, pero el


mundo de los vampiros no es el único lugar donde la magia está prohibida.

El agua de los aspersores continuó empapándonos a los tres. Me pasé una


mano por el cabello empapado para apartarlo de mi cara.

—¿Niña? —dijo Marty de forma vacilante—. ¿Estás bien?

No pude detener mi risa incrédula.

—¿Te refieres a que mi marido se fue corriendo a asesinar a su buen amigo


para salvarme? ¿O estás hablando de mi recién descubierta capacidad de
volverme nuclear a nivel eléctrico si se presenta un caso grave de trastorno de
estrés postraumático?

—Ambos —dijo Marty con cautela.

El sol acababa de salir; podía sentirlo en el repentino agotamiento que me


invadió. Pero caí de rodillas por más que el cansancio de un-nuevo-vampiro-al-
amanecer. A pesar de tener suficiente poder para cortocircuitar todo un hotel, no
pude hacer nada para salvar a Vlad de hacer algo de lo que siempre se
arrepentiría.

—No estoy ni de cerca bien —murmuré.

—Tienes que estarlo. —La profunda voz de Maximus atrajo mi atención hacia
él. Me miró fijamente, con una mirada gris oscuro penetrante—. Lamento mi
presencia y que esta situación desencadenara un episodio así, pero tienes que
superar el peor de tus recuerdos porque no tenemos mucho tiempo.

—¿Para qué? —pregunté, incapaz de detener la amargura que se deslizó en mi


tono. Vlad probablemente ya se encontraba en su jet privado, volando hacia un
hombre inocente que no tenía idea de que el príncipe al que había servido

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durante casi quinientos años iba a matarlo. Si esto me estaba rompiendo por
dentro, tenía que estar matando a Vlad. Pero todavía lo haría por mi culpa.

Maximus me había advertido una vez que todo lo que Vlad amaba, lo destruía.
Si me preguntabas, Maximus se había equivocado. Antes de que esto terminara,
yo podría terminar destruyendo a Vlad.

—Para detener lo que sea que verdaderamente buscan los captores de Mircea
—dijo Maximus, su suave voz logró aterrizar con el peso de mil ladrillos—. En el
chantaje, tu primera demanda suele ser una prueba. Una vez que sabes que
puedes hacer que la persona cumpla, avanzas con lo que realmente quieres. Si
algo tan brutal como matar a Samir es la prueba de cumplimiento de Vlad, no
querrás saber qué exigirán una vez que sepan que tienen a Vlad el Empalador
como su instrumento dispuesto.

—No dispuesto —dije al instante—. Forzado.

Más culpa se mezcló con el estrés, la ira y los viejos y horribles recuerdos que
aún hervían dentro de mí. Si no fuera por mí, Vlad podría decirle a quien sea que
se vaya a la mierda. En cambio, estaba a punto de traicionar no solo a un querido
amigo, sino también a toda su forma de vida. Vlad podría ser brutal con los
demás, pero hacía todo lo necesario para mantener a su gente a salvo. Todos
sabían eso. Su línea y su reputación se habían construido sobre ello.

—Entiendo por qué sufriste un colapso —dijo Maximus en ese mismo tono
suave—. Convertirse en un vampiro no significa que tengas una fuerza emocional
sobrehumana. Sólo la fuerza física sobrehumana, y en ocasiones, ese no es el
poder real. Pero eres fuerte, Leila. Y tienes razón, Vlad está siendo forzado. Es
por eso tenemos que descubrir todo lo que podamos sobre esta supuesta herencia
mágica tuya para poder estar un paso más cerca de liberarlos a los dos.

Hace varios meses, le había prometido a Vlad que nunca más me dejaría
paralizar por la culpa, el miedo o la vacilación, pero aquí estaba yo, castigándome
por circunstancias que se hallaban fuera de mi control. Todo esto puede ser por
mi culpa pero no era mi culpa, no importa si se sentía de esa manera. Tenía que
dejar de castigarme por las consecuencias del hechizo de Mircea. Él lo había
lanzado, no yo. Contra todo pronóstico, había sobrevivido, y también
sobreviviría a esto. Así lo haría Vlad. Me aseguraría de eso.

Me levanté, alejando mi cansancio con toda la fuerza de voluntad que había

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dejado en mí. Empezaría tratando de salvar a Samir. Vlad podría haberme dejado
aquí, pero eso no significaba que me encontraba indefensa.

—¿Quién tiene un teléfono celular?

Ian desapareció en la habitación de al lado antes de regresar con un celular.

—Aquí —dijo, y agarré uno de mis guantes y me lo puse antes de aceptarlo.

Maximus le lanzó una mirada de censura a Ian.

—A Vlad no le gustará que hagas eso.

Ian resopló.

—Si ella lo llama, lo hará detenerse, entonces Vlad no quiso realmente matar
a este tipo para empezar.

Dado el destello de poder que había captado del aura de Vlad, no cuestionaba
su determinación. El hecho de que mis amigos me impidieran físicamente que lo
persiguiera tampoco le hizo sentir indecisión alguna. Idiotez extrema, sí, y
tendríamos palabras sobre eso cuando lo volviera a ver, pero primero lo primero.

—No voy a llamar a Vlad —dije, marcando.

Marty ladeó la cabeza.

—¿A quién estás llamando?


—No importa quién —dijo Maximus, su mirada casi compasiva—. Vlad tiene
casi seiscientos años de experiencia en estos asuntos. Lo que estés planeando,
Leila, él tiene una contingencia.

Le di a Maximus una mirada plana.

—Ya lo veremos.

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Tres horas más tarde, estaba llena de frustración. Llamé y le envié un mensaje
de texto a Samir repetidamente, pero no había contestado. Eso podría haber sido
una coincidencia, entonces llamé y envié un mensaje de texto a cada persona en
la línea de Vlad cuyo número recordaba. Ninguno de ellos respondió. Que toda
la gente de Vlad de repente ignorara docenas de mis llamadas y mensajes de texto
no era una coincidencia. Debió haberles ordenado que no me respondieran.

Sin desanimarme, llamé a la aerolínea y traté de reservar un vuelo a Rumania.


Fue entonces cuando descubrí que todas mis tarjetas de crédito habían sido
canceladas. Cuando los chicos se negaron a dejarme usar una de sus tarjetas,
entré en el vestíbulo, agarré a la primera persona bien vestida que vi y le dije que
me dejara usar su tarjeta de crédito.

Fue entonces cuando también descubrí que mi nombre estaba ahora en la lista
de exclusión aérea. Ninguna aerolínea en el país reservaría un vuelo para mí, y
no podría pasar por alto un sistema informático nacional. Finalmente, en la
desesperación, llamé a Vlad. No es de extrañar, él no respondió.

—Te lo dije —dijo Maximus sin ninguna presunción—. Vlad ha tomado una
decisión. Cuando hace eso, no deja que nadie se interponga en su camino, ni
siquiera a alguien que ama. No es tu culpa, Leila. No puedes salvar a Samir, pero
podrías evitar que Vlad vuelva a tener que hacer esto de nuevo.
No parecía ser suficiente, sin embargo, me había quedado sin ideas y el reloj
estaba corriendo. Tal vez la única forma de detener esto era descubrir algo útil
de parte de la gente de mi madre. Ciertamente no había podido hacer nada aquí
en el casino.

—Bien —dije brevemente—. Hagámoslo.

Hicimos el registro de salida del hotel; ni siquiera la hipnosis de los vampiros


podía ocultar el hecho de que el incendio en nuestra suite había sido responsable
del cortocircuito de la electricidad en todo el hotel. Sólo hipnotizar al gerente del
hotel nos impidió ir a la cárcel. La hipnosis también había limpiado los recuerdos
de Gretchen sobre dónde había ido Vlad y por qué, una vez que nos reunimos
con ella.

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Marty hizo esa última parte. Yo odiaba alterar su memoria, pero estaba de
acuerdo con la razón detrás de eso. Gretchen tendría un ataque si recordara la
espantosa tarea de Vlad, no es que pudiera culparla. No, tenía que concentrarme
en otras formas de salvar a Samir y detener lo que sea que los captores de Mircea
habían planeado para Vlad a continuación.

Pasamos por delante del cartel de “Bienvenidos, Reservación india Cherokee”


que debe haber molestado mucho a mi madre porque era una de las pocas cosas
que había mencionado sobre su crecimiento aquí. Técnicamente, la Franja
Oriental de los cherokees no vivían en una reserva. El gobierno no les había
devuelto parte de su propia tierra, había sido comprada por la tribu como un
fideicomiso en el siglo XIX. El fideicomiso aún daba a los cherokees la misma
soberanía tribal que tenían las verdaderas reservas, de modo que cuando
cruzamos la frontera de Qualla, ahora estábamos bajo la autoridad de la tribu en
lugar del estado.

Esperaba que la parte del fideicomiso de tierras donde vivía la gente se viera
diferente del resto, y tenía razón. El hotel, el casino, el museo y otras atracciones
eran deslumbrantes, versiones turísticas de la Banda Oriental de Cherokees,
completas con más de unas pocas personas vestidas con atuendos nativos
americanos. El área residencial no tenía ninguna de esas cosas.

La desaceleración económica una vez que salimos de las zonas turísticas


también se hizo evidente, y eso fue doloroso de ver. Me pregunté cómo habría
cambiado mi vida si hubiera crecido aquí en lugar de en diferentes bases militares
debido al cambio frecuente de los lugares de destino de mi padre. Gretchen
también miró a su alrededor con los ojos muy abiertos. Cuando vio a dos niñas
pequeñas de cabello negro jugando en un patio, supe que estaba regresando a
nuestra infancia como yo.

A pesar de mi deseo de saber más acerca de nuestras raíces, necesitábamos


descubrir cosas que no se podían descubrir investigando los registros tribales.
Sin embargo, no podía simplemente llamar a las puertas y preguntar si alguien
sabía si mi madre había sido descendiente de los Ani-kutani. Tal vez nadie aquí
recordaba a mi madre. Ella y mi tía Brenda se habían ido hace más de treinta
años.

Nos detuvo un agente tribal antes de que hubiéramos llegado a la mitad de la

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primera sección del área residencial.

—Yo hablaré —dije, bajando la ventanilla.

—¿Perdidos? —preguntó el canoso oficial de cabellos blancos.

—Osiyo —dije, que era exactamente un tercio de todas las palabras cherokees
que sabía—. No, no estoy perdida. Mi madre solía vivir aquí. Estoy, ah, tratando
de ver si alguien aquí la conocía.

El oficial me lanzó una mirada cansada. Claramente, saludarlo en cherokee no


había hecho nada para ganarme su simpatía.

—Hay más de diez mil residentes aquí. ¿Sabes en qué calle vivía tu madre?

—No —dije, avergonzada. ¿Por qué nunca le había preguntado eso?

Su expresión decía que había esperado eso.

—¿Qué tal de cuál de los siete clanes era ella?

Me detuve. Mamá siempre había dicho que éramos del clan Azul, pero si el
demonio tenía razón, no lo éramos. Aun así, en algún momento, los ancestros de
mamá deben haber sido adoptados por el clan Azul para ayudarlos a esconderse,
por lo que ¿sería útil hablar con esos miembros?

Eché otro vistazo al oficial. Las arrugas múltiples le daban a su piel la


apariencia de cuero desgastado, y su cabello blanco solo tenía unas cuantas
pizcas de negro. Él podría ser lo suficientemente mayor como para recordar a mi
madre. Incluso si no la hubiera conocido, tal vez había estado alrededor el tiempo
suficiente para saber algo más útil. Claro, sería una locura salir y decir por qué
estaba realmente aquí, pero tenía una forma de evitar sonar como una loca, ¿no
es así?

—Acabo de descubrir que mi madre podría haber descendido del clan Ani-
kutani —dije, poniendo toda la fuerza del poder de los vampiros en mi mirada—
. Necesito saber si eso es cierto. ¿Puedes llevarme a alguien que sepa sobre los
sobrevivientes de los Ani-kutani y si sus descendientes hubieran heredado algún
legado mágico especial?

—Mierda. —Suspiró Gretchen. Claro, todavía no le había informado sobre eso.


Bueno, no hay tiempo como el presente.

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El oficial asintió, su expresión se volvió vidriosa.

—Puedo. Sígueme —dijo, y regresó a su vehículo.

—¿No es refrescante cortar la mierda y conseguir lo que quieres? —dijo Ian


cuando comenzamos a seguir al oficial.

Esto ahorró más tiempo y estábamos corriendo contra un reloj despiadado,


pero aun así.

—En realidad, no me gustan las personas que manipulan la mente.

Ian gruñó.

—Dale tiempo. Lo terminarás amando.

—¿Estás olvidando algo, Leila? —dijo Gretchen, inclinándose hacia delante


para pellizcarme el brazo—. ¿Cómo que mamá es una Ani-kutani?

Le conté lo que había sucedido cuando nos encontramos con el demonio


mientras seguíamos al oficial. Bueno, la mayor parte de eso. Dejé fuera la parte
en la que me habían destripado delante de todos para entregarle a Vlad una
directiva asesina que Gretchen ahora olvidaba.

Esperaba una serie de preguntas cuando terminara. En cambio, Gretchen no


dijo nada, lo que me preocupó lo suficiente como para mirarla varias veces por
el espejo retrovisor. Entonces realmente me preocupé cuando capté su olor.
Debajo de su aroma normal a limón y agua de mar, olía muy, muy molesta. ¿Qué
había causado este tipo de reacción? ¿Descubrir la verdadera razón por la que
mamá había muerto? ¿Descubrir que las dos podríamos ser brujas? ¿El legado
mágico? ¿Todo lo anterior?

—Dime qué está mal —le insté.

Me miró con ojos azul aciano brillantes de lágrimas no derramadas.

—No te preocupes por eso. Mira, el oficial se está deteniendo. Frena o le


pegarás, Leila.

Pisé los frenos a tiempo para evitar al otro auto detenido. Marty murmuró algo
acerca de que yo era una conductora terrible. Bueno, tal vez, pero había
aprendido a conducir el año pasado, y la única forma de mejorar era con la

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práctica.

—Vamos a hablar de esto más tarde —le dije a Gretchen mientras estacionaba
y salíamos.

Ella murmuró: “Lo que sea”, en voz baja.

—Aquí —dijo el oficial, señalando la casa en la que se había detenido. Era una
pequeña estructura con revestimiento de madera que necesitaba repintarse y una
sección rota en el porche envolvente. Pero su posición cerca de un precipicio le
daba una magnífica vista de las montañas, y los intrincados atrapa sueños se
balanceaban suavemente desde sus perchas sobre el porche.

—¿Quién vive aquí? —le pregunté al oficial.

—Leotie Shayne —dijo, haciendo un gesto hacia la puerta—Ve. Golpea. Ella


está en casa.

Oí un latido dentro, lento, firme y acercándose a la puerta. Leotie Shayne debe


habernos oído detenernos.

El oficial volvió a su coche. Debatí sobre decirle que se quedara, luego decidí
no hacerlo. Puede que no me guste la manipulación mental, pero me aseguró que
obtendría la verdad de Leotie Shayne.

Parpadeé sorprendida cuando la puerta se abrió y una chica que se veía años
más joven que Gretchen nos devolvió la mirada.
—¿Sí? —preguntó con una actitud inequívoca de un adolescente.

—¿Leotie Shayne? —pregunté.

—¡Abuela! —gritó en respuesta, dándose la vuelta—. ¡Algunas personas están


aquí para verte!

Sonidos de raspado precedieron a la aparición de una mujer nativa americana


encorvada. Al igual que el oficial, su cabello era casi completamente blanco y su
piel estaba marcada con arrugas. También se apoyaba pesadamente en su
andador mientras cojeaba hacia la puerta.

Nada en ella parecía amenazador, pero me puse rígida. Lo mismo hicieron


Maximus, Ian, y Marty, y Maximus empujó a Gretchen detrás de él con un

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movimiento de su mano.

—¿Cuál es tu problema? —siseó ella, sin darse cuenta de la razón de nuestra


nueva mayor tensión.

Solo había escuchado un latido de corazón, pero dos personas habían estado
dentro de la casa. Agudos e inteligentes ojos negros se encontraron con los míos
mientras la anciana marchita me miraba. Entonces la risa que sonaba décadas
más joven que su apariencia se derramó de ella.

—Lisa, ve con Toby —dijo ella en un perfecto inglés.

La adolescente dejó escapar un bufido molesto.

—¿Por qué?

Un torrente de cherokee siguió. Lo que dijo la anciana encendió un fuego bajo


el culo de la adolescente. Salió por la puerta y corrió hacia lo que supuse que era
la casa de Toby en menos de un minuto.

—Entonces —dijo Leotie Shayne, empujando su andador a un lado y


enderezándose en una postura que parecía imposible momentos antes—. ¿Qué
trae a un grupo de vampiros y brujas a mi casa?
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—¿Qué te hace decir brujas? —dije, ocultando mi sorpresa. Cómo sabía que
éramos vampiros era obvio. Esa cosa del no-latido del corazón lo decía todo,
nunca mejor dicho.

La anciana volvió a reírse, un ligero sonido de tintineo que me recordó a las


copas de champaña entrechocándose.

—Querida, sé exactamente lo que eres tú y tu hermana, y quién eres.

Intercambié una mirada rápida y mesurada con Ian.

—¿Te dijo Ashael que vendríamos? —le pregunté en un tono informal falso
mientras comenzaba a quitarme el guante derecho.

Leotie Shayne lanzó una mirada aguda a mis manos.

—No lo hagas. He escuchado cosas muy impresionantes sobre tu látigo, pero


no necesito una demostración.

—No respondiste a su pregunta, amor —dijo Ian, mostrándole una de sus


brillantes sonrisas.

Ella le devolvió la sonrisa lo suficiente como para revelar que le faltaban varios
dientes.
—No trates de quitarme las bragas, muchacho. Tu género no me tienta.

Ian se hinchó de indignación.

—¡Vieja presumida, ya quisieras tener tanta suerte! ¡Nunca disfrutarías que te


rompan más las caderas!

Ahora la risa de Leotie soltó un resoplido.

—¿Quién es este? —me preguntó—. Él no es tu marido y tampoco lo son los


otros dos.

La frustración hizo que mis puños se apretaran. Qué tan rápido Ian demostró
tener razón cuando dijo que me encantaría hipnotizar a las personas. Daría todo

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por conseguir con solo una mirada las respuestas que necesitaba de esta anciana,
pero como era imposible hipnotizar a otro vampiro, tendría que hacerlo de la
manera lenta.

—Vamos a intentar esto de nuevo —dije, dándole lo que esperaba que fuera
una sonrisa amistosa—. Soy Leila, como parece que ya sabes. Esta es mi hermana,
Gretchen; el vampiro muy alto es Maximus; el muy pequeño es Marty; y el muy
ofendido es Ian. Ahora, ¿quién eres y cómo sabes tanto sobre nosotros?

Leotie me miró con astucia.

—Tú y tu hermana pueden entrar y yo responderé a sus preguntas, pero el


resto de ellos deben irse.

—No —dijeron Marty y Maximus al unísono antes de que pudiera decir una
palabra. Gretchen se adelantó y me fulminó con la mirada cuando la agarré del
brazo para agarrarla.

—Si esta anciana tiene respuestas, entonces la vamos a escuchar. Pueden


quedarse aquí y vigilar el perímetro o algo así.

—No —dijo Maximus—. Vlad me envió para protegerte. No puedo hacer eso
si ni siquiera puedo verte.

Gretchen hizo un gesto con su mano hacia Leotie.


—¡Es sólo una vampiro vieja! Leila ha tomado mucho más que eso y salió
adelante, por lo que yo sería la única en peligro. Ya que no soy la prioridad de
nadie, solo quédense afuera y déjennos solucionar esto.

—Tu seguridad es mi prioridad —le dije de inmediato—. Y no te arriesgaré sin


más información. —A Leotie, le dije—: Estás enmascarando tu aura. Es por eso
que no pudimos sentirte cuando llegamos por primera vez. Deja caer tus escudos,
o conseguiremos por lo que vinimos aquí por la manera desagradable.

La anciana me miró con la expresión más extraña. ¿Eso fue aprobación? No


sabía por qué le gustaría ser amenazada. Entonces lo olvidé cuando liberó su
aura.

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El poder me envolvió como una avalancha ineludible. Los interminables y
afilados tonos me hicieron mirar mis brazos como si esperara ver miles de
pequeñas agujas sobresaliendo de ellos. Ese poder continuó creciendo hasta que
las aves abandonaron sus ramas en los árboles y los coyotes aullaron como si se
despertaran sobresaltados.

Eso no fue lo único que me sobresaltó. Apareció un brillo sobre la anciana,


luego, tan rápido como un parpadeo, cayó y alguien completamente diferente
estuvo ante nosotros. El cabello negro azulado colgaba en brillantes franjas
alrededor de un rostro que era sorprendentemente hermoso y joven.
Desaparecieron las arrugas y los dientes perdidos. Cremosa piel sepia, labios
rojos y boca llena de dientes blancos nacarados. Su cuerpo se llenó en
dimensiones fuertes y curvilíneas que hicieron que Ian se moviera hacia ella con
su sonrisa más encantadora. Solo su mirada permaneció igual, y me miró en un
desafío abierto.

—No más escudos ni apariencias engañosas. He cumplido tus términos, Leila.


¿Ahora honrarás el mío?

La poderosa aura de Leotie la marcaba como una vampiro maestro o una de


varios siglos de antigüedad. De cualquier manera, sería un oponente formidable.
Ella también debía estar versada en la magia para convertir su apariencia
glamorosa en el espejismo de la anciana que nos mostró por primera vez, así que,
¿quién sabía cuánta más magia era capaz de hacer? ¿Tal vez lo suficiente para
inutilizar mi látigo eléctrico contra ella?
Sin embargo, si me negaba a cumplir con sus términos, no obtendría nada de
ella. Lo veía en su acerada mirada negra tan segura como veía el peligro. Si solo
fuera yo, ya estaría en su casa, pero tenía que preocuparme por Gretchen. Una
parte de mí quería empujarla a Maximus y decirle que corriera. Pero si lo hiciera,
no solo estaría arruinando mis posibilidades de descubrir lo que Leotie sabía.
Estas también eran las respuestas de Gretchen. Si arruinara eso sin siquiera darle
a Gretchen la opción, estaría manejando otra cuña entre mi hermana y yo, y ya
tenía muchas de ellas como estaba.

Respiré lentamente para calmarme.

—Gretchen —dije en tono muy calmado—, esta mujer es muy peligrosa. Si


enviamos a los chicos lejos y entramos con ella, no puedo garantizar tu seguridad.

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¿Todavía quieres hacer esto?

—Sí. —La respuesta de Gretchen fue inmediata.

Miré de nuevo a Leotie.

—Entonces aceptamos tu invitación.

—Niña —comenzó Marty.

—Vinimos por respuestas y ella tiene algunas —interrumpí—. No saberlo


podría ser aún más peligroso. —Entonces le lancé una rápida y feroz sonrisa a
Leotie que debí haber aprendido de Vlad—. No te preocupes. Si ella saca algo, lo
sabrás porque la escucharás gritar por lo que le haré.

Ella me devolvió la sonrisa y, de nuevo, parecía contener una capa de


aprobación que no entendía.

—De acuerdo —dijo ella con suavidad.

—Espera.

Me puse rígida ante el tono inquebrantable de Maximus y me di la vuelta.

—Mira, puedes decirle a Vlad que te hice...

—No estoy hablando contigo —dijo Maximus. Luego se acercó a Gretchen,


quien le dirigió una mirada irritada.
—No te molestes. No me quedaré aquí contigo.

—No lo harás —estuvo de acuerdo Maximus, sonriendo levemente—. Pero


tampoco vas a entrar hasta que hagas esto.

Había olvidado lo rápido que era Maximus. Por supuesto, solo lo había visto
pelear un par de veces, y durante esos momentos, me había preocupado por
mantenerme viva. Ahora solo podía maravillarme de cómo había sacado su
cuchillo, se había cortado en el brazo y presionado la boca de Gretchen sobre la
herida, todo antes de que pudiera soltar un sorprendido “¿Qué demonios?”.

Parecía que Gretchen también estaba tratando de decir algo, pero sus palabras
fueron amortiguadas por el brazo musculoso que tenía en la boca. Tiré de él y no

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se movió. Todo lo que Maximus hizo fue empujarme hacia atrás con su otra
mano.

—¿Qué fue eso? —balbuceó Gretchen cuando finalmente la dejó ir. Entonces
se tocó la boca roja—. ¿Acabas de hacerme beber tu sangre?

—Sí —dijo Maximus, encontrando mi mirada sobre la cabeza de Gretchen—.


Ahora ella puede entrar contigo.

—¿Por qué harías eso? —exigió Gretchen, golpeando el grueso brazo que
había sido presionado en su cara—. ¿Olvidaste que soy la única aquí que no le
gusta la sangre?

—No lo olvidé. —Maximus se inclinó hasta que estuvieron al nivel de los ojos.
Su mirada no estaba iluminada con verde vampiro, pero Gretchen lo miró como
si la hubiera hipnotizado—. Pero te equivocas. La seguridad de Leila no es mi
única prioridad. También me preocupo por ti.

La confusión en su expresión dijo que no entendía. Yo sí lo hacía, y deseé


haberlo pensado yo misma. Con sangre de vampiro en su sistema, Gretchen sería
más fuerte, más rápida y se curaría más fácilmente. Ella ahora también tenía una
tarjeta de “Librarse De La Muerte”. Si un humano moría justo después de beber
sangre de vampiro, podrían ser reanimados como un ghoul. Ese sería nuestro
último recurso, pero me sentí aliviada de tener la opción, si sucediera lo peor.

—Gracias —le dije a Maximus. Cuando Gretchen se giró una mirada


asombrada hacia mi dirección, dije—: Te lo diré más tarde.
Esperé hasta que los chicos retrocedieron lo suficiente como para fusionarse
con el bosque. Luego Gretchen y yo seguimos a Leotie dentro de la casa. Cuando
la puerta se cerró detrás de nosotras, pareció cerrarse con una finalidad que
silenció todo más allá de ella.

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135
El interior era mucho más agradable que el exterior, como si hubiera
necesitado más confirmación de que las cosas no eran lo que parecían con Leotie
Shayne. Puede que el interior fuera pequeño pero muy limpio, y los muebles
tenían aspecto envejecido, pero también eran hogareños y acogedores.

—¿Té? —preguntó Leotie, como si fuera una visita social.

Recordé la advertencia de Ian sobre los efectos secundarios de las bebidas


mágicas.

—No, gracias.

—Me encantaría un poco —dijo Gretchen, su mirada me desafió a discutir.

Mis labios se apretaron, deteniendo las palabras que intentaron salir. ¿Por qué
no podía seguir mi ejemplo por una vez? Ahora, si no la dejara beber, estaría
causando una escena que aumentaría la tensión ya estranguladora. Peor aún,
Leotie sonrió como si se divirtiera con esta batalla de voluntades de hermanas.

—¿Qué fuiste primero, una bruja o un vampiro? —continuó Gretchen,


sorprendiéndome con su pregunta franca.

—Una bruja —respondió Leotie, afortunadamente serena—. De una larga


línea de ellas, de hecho.
—¿Qué línea? —pregunté, haciendo que la pregunta pareciera casual.

Me echó un vistazo mientras ponía una tetera en una estufa a la antigua.

—No seas tímida. Sabes cuál o no estarías aquí.

No estaba dispuesta a darle información si solo estuviera buscando.

—Quiero oírte decirlo —le contesté, mi mirada fulminante le dijo a Gretchen:


¡No te atrevas a explicar los detalles para ella!

Leotie abrió el gas debajo del hervidor y encendió la llama. Luego hizo un
gesto hacia un sofá azul descolorido adornado con almohadas de ganchillo de
colores brillantes.

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—¿No se sientan?

Gretchen lo hizo. Seguí de pie. Tendría mejor rango de movimiento de esa


manera si tuviera que manifestar mi látigo, y si eso sucediera, no quería a
Gretchen en mi vecindad inmediata.

—¿Y bien? —pregunté, ocultando mi impaciencia—. ¿Cuál línea?

—Te pareces más a tu padre que a tu madre —fue lo que Leotie respondió,
lanzándole una mirada casi despectiva a Gretchen a continuación—. Igual tú.
Caras pálidas de ojos azules, las dos.

—Lo que cuenta es lo que hay dentro —dije de inmediato—. Y tengo más que
algunas cosas interesantes de mi sangre cherokee.

Leotie gruñó.

—Muy cierto. Sin ello, no habría nada excepcional en ti, Leila Dalton.

Si ella pensaba insultarme, fallaba. Utilizaba mis poderes porque tenía que
hacerlo, no porque quería meterme en lo que Vlad una vez había llamado un
concurso sobrenatural de quién-la-tiene-más-grande.

—Otra —murmuró Gretchen.

La mirada negra de Leotie brillaba.

—¿Otra qué?
—Otra que critica lo normal —declaró Gretchen—. Lo traté toda mi vida.
Noticias de última hora: Ser normal no es un juego de niños. Intenta andar por
esta vida sin nada especial cuando estás rodeada de personas excepcionales.

Sus palabras me distrajeron.

—Pero eres especial —comencé.

Me dio una mirada.

—No seas condescendiente conmigo. Estoy bien con lo que soy. Estoy harta de
escuchar a otras personas decir que “normal” no es lo suficientemente bueno
para ellos.

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Sí, había recibido mucha atención cuando era niña debido a mis habilidades
gimnásticas, y sí, el horrible accidente de la línea eléctrica y sus consecuencias
solo habían aumentado el enfoque en mí, pero no había querido que lo hiciera.
Había anhelado lo normal que ella describía.

Hasta ahora, no había superado mi propio dolor lo suficiente como para


darme cuenta de que tal vez Gretchen también le había anhelado. La rueda
chirriante conseguía la grasa; todo el mundo sabía eso. Bueno, no solo había
chillado, había estado cargada de trofeos y elogios hasta que el accidente de la
línea de alimentación me había dejado literalmente encendida. ¿Dónde había
dejado eso a Gretchen? Quizás sintiéndose como si ella no importara tanto, lo
cual no era del todo cierto.

Necesitábamos tener una larga, larga conversación, pero ahora no era el


momento. La ironía de que sus necesidades una vez más tuvieran que esperar
porque las mías tenían prioridad no se me pasó por alto. Pronto, lo prometí en
silencio. Hablaríamos justo después de que las vidas de todos no estuvieran en
peligro.

El hervidor comenzó a emitir un silbido. Leotie apagó la llama y vertió el agua


caliente en uno de esos combo de colador de hojas de tetera.

—Las hojas se deben dejar en remojo —le dijo a Gretchen, como si ese fuera el
tema más importante del día.
—¿De qué clan cherokee eres? —dije, sin rendirme—. ¿Y te advirtió Ashael
que vendríamos? No más charla, Leotie. Nos prometiste respuestas si
cumplíamos tus términos.

Volvió esos agudos ojos negros hacia mí.

—Respuestas. ¿Para eso estás realmente aquí?

—Sí —repetí, la impaciencia endureciendo mi voz.

—¿Para qué propósito? —preguntó en un tono igualmente duro. Su mirada


me recorrió, como si midiera mi valor y encontrara algo que faltara—. Esta es tu
primera visita a la gente de tu madre, sin embargo, realmente no viniste a

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aprender. Sólo has venido a tomar. Como dije, eres mucho más hija de tu padre
que de tu madre.

La ira casi me cegó, pero incluso mientras me erizaba, reconocí el otro destello
de emoción en sus ojos. ¿Por qué me miraba como si de alguna manera
personalmente la hubiera decepcionado…?

La verdad me golpeó.

—¿Cómo debería llamarte, Leotie? ¿Mi tátara-tátara-tátara-abuela


multiplicado por diez? ¿O mi tátara-tía abuela multiplicado por diez?

Gretchen jadeó, pero una pequeña sonrisa tocó la boca de Leotie.

—¿Cómo te diste cuenta?

—Fácil —dije con una breve carcajada—. Solo un familiar puede estar tan
decepcionado con alguien, por no hablar de alguien que acaban de conocer.

Dejó escapar una risa grave.

—Supongo que eso es cierto.

A pesar de estar a siglos en la línea de mi árbol genealógico, me encontré


buscando en el rostro de Leotie los rastros de los rasgos de mi madre. No es de
extrañar, no encontré ninguno. Ella tampoco se parecía a mi tía Brenda. Aun así,
ella era familia. Podía sentir la verdad de eso en mis huesos.
Gretchen no se conformó con solo mirar a Leotie. Se levantó del sofá y se acercó
a ella, tocando la cara de Leotie como si tratara de verla con las manos. Leotie se
quedó inmóvil, dejando que Gretchen la acariciara. Solo sus ojos oscuros se
movieron mientras me miraba fijamente.

Le devolví la mirada fija y descubrí que otro rasgo de Vlad se me había


contagiado: Una sospecha casi paranoica de todos. Leotie podría decir que era
familia y podría tener una convicción interna que estaba de acuerdo con ella, pero
ninguna de esas cosas era una prueba.

—Debes tener fotos —dije, sonriendo como si fuera por curiosidad y no por
sospecha—. Me encantaría verlas. Tenemos muy pocas de mamá y tía Brenda
cuando eran pequeñas.

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Leotie resopló.

—Eres una mentirosa terrible. Espero que esto signifique que no lo hagas a
menudo. Sí, tengo pruebas de que somos familia. Aquí.

Sacó una caja de aspecto antiguo de debajo de la única vitrina de la habitación


y abrió la tapa. De inmediato, mi foto de la escuela del octavo grado me miró
fijamente.

Gretchen agarró la caja y comenzó a cavar en las fotos. Sus imágenes de la


escuela también estaban allí. Todos las nuestras estaban, todas hasta el jardín de
infantes. Luego Gretchen sacó más fotos que no podrían haberse copiado de los
anuarios o los registros escolares. Hubo un sinfín de fotos de las dos en
cumpleaños, días festivos o eventos familiares, y algunas de mi madre sonriendo
mientras sostenía sus manos sobre su vientre muy embarazado.

Luego había imágenes de la boda de mi madre con mi padre, de mi tía Brenda


en varias etapas de su vida, e incluso fotos de mi madre y de mi tía Brenda
cuando eran adolescentes y también como niñas pequeñas jugando frente a una
versión más nueva de esta casa.

También había otras fotos, incluyendo un duplicado de la única instantánea


que había visto de mis abuelos junto con otras imágenes de ellos que no había
visto. Luego había personas mayores que podrían haber estado más arriba en la
línea de mi familia, pero no las reconocí. Las imágenes continuaron, hasta que
mirar los fondos y los estilos de ropa fue como viajar en el tiempo. Finalmente,
en la parte inferior de la caja, Gretchen sacó una foto en daguerrotipo de Leotie
descolorida como se veía ahora, de pie junto a varios hombres y mujeres nativos
americanos. Estaban vestidos con ropa tribal completa, y sus expresiones eran
muy sombrías.

Leotie la miró y una sombra cruzó su rostro.

—Eso se tomó después de que la mayoría de mi gente se vio obligada a ir a la


reserva de West. Estuve entre los que se quedaron y se escondieron. Muchos de
los que se quedaron murieron, pero también muchos en el Sendero.

Me estremecí. El infame Sendero de las Lágrimas fue donde miles de mis


ancestros cherokees habían muerto de hambre, exposición y enfermedades

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cuando fueron expulsados por la fuerza de sus tierras. La historia detrás de esa
fotografía me asombró. Estaba dividida entre querer llorar por esas personas
muertas hace tiempo y querer hacerle a Leotie un millar de preguntas sobre ellos.
Sin embargo, ahora no era el momento. Tenía que mantenerme concentrada. Esas
personas se habían ido, pero aún había otras personas vivas que posiblemente
podría salvar.

—Todas nuestras fotos se detuvieron casi al mismo tiempo que mamá murió
—noté en su lugar—. ¿Por qué la tía Brenda no envió más?

—Porque ella no sabía que todavía estaba viva. Tu madre no le dijo lo que yo
era, o la verdad sobre tu verdadera herencia. —Leotie lanzó una mirada
significativa entre Gretchen y yo—. Tu madre creía que cuanto menos supiera
Brenda, más podía protegerla.

Miré hacia otro lado. Mamá también había sido la mayor. ¿Se repitieron mis
muchas omisiones de la verdad con Gretchen como otro caso de la historia?

—En cualquier caso, soy yo quien las envió lejos—continuó Leotie—. Era
demasiado peligroso para ellas quedarse, pero su madre prometió enviarme a los
hijos que tuviera para aprender sobre su verdadera herencia, una vez que
alcanzaran la mayoría de edad.

Mi voz se espesó por la emoción.

—Ella murió antes de que tuviera la oportunidad de cumplir su promesa.

—¿Por qué era demasiado peligroso? —preguntó Gretchen.


Leotie hizo un gesto hacia su andador.

—Con accesorios, asumiendo nuevas identidades y alterando mi apariencia,


he logrado ocultar mi naturaleza de vampiro durante los últimos ocho siglos.
Muy pocos entre nuestra tribu saben lo que soy. Sin embargo, de vez en cuando,
me encuentro con otro vampiro del mundo exterior. —Se encogió de hombros—
. Por lo general, no equivale a nada, pero alguien debe haberme reconocido desde
los tiempos antiguos y hablado. Hace treinta años, una Guardiana de la Ley vino
a investigar estas afirmaciones. La despedí con mentiras, pero después supe que
tenía que sacar a su madre y a Brenda de aquí. Estas tierras son pequeñas, pero
el mundo blanco es tan grande que podrían desaparecer en él. Y lo hicieron. Ni
siquiera sabía cómo encontrarlas después de que tu madre muriera y tu padre las

141
mudara.

Había dejado caer grandes pistas, pero Leotie aún no había confirmado de qué
clan era, y no estaba dispuesta a contar mis secretos hasta que ella lo hiciera.
Puede que Leotie sea familia, pero eso no la hacía confiable. Mircea era una
prueba de eso.

—¿Por qué una visita de una Guardiana de la Ley te atemorizó lo suficiente


como para alejar a mamá y tía Brenda? —le pregunté—. Ser una antigua vampiro
no es nada interesante para ellos.

Me dio una de esas miradas a medias aprobadora, a medias molesta.

—No, pero ser una bruja Ani-kutani de sangre verdadera les interesaría, como
lo demuestra el asesinato de todo mi clan.

—Y explota la dinamita —dijo Gretchen sardónicamente.


142
Cerré mis ojos. El demonio había tenido razón; era una descendiente de los
Ani-kutani y también una bruja verdadera. ¿Y si también tenía razón y la posible
clave para romper el hechizo de Mircea estaba en la magia heredada que me
habían transmitido?

—¿Qué pasa con la adolescente que vive aquí, Lisa? —pregunté


bruscamente—.Te llamó abuela. Si es tu familia, también...

—Ella no lo es —dijo Leotie—. Me llama abuela por respeto porque las acepté
a ella y a su madre cuando su casa se incendió hace unos años. Pero tú y Gretchen
son mis únicos verdaderos descendientes.

Entonces no teníamos ningún otro pariente vivo. Pensé que no, pero una parte
de mí había tenido esperanza. Eso trajo otra pregunta.

—Eres nuestro ancestro ancestral y una verdadera bruja Ani-Kutani. Pero la


magia del legado terminó siendo transmitida a mí. Eso significa que habrías
tenido que dejarlo hace mucho tiempo. ¿Por qué lo hiciste, si se supone que el
poder que contiene es legendario?

Sonrió un poco sombríamente.


—Por la misma razón que hizo tu madre. Antes, cuando era humana, mi hija
se estaba muriendo de una enfermedad por miedo-al-agua, que ahora llaman
rabia. La única forma en que podía salvarla era transferirle mi legado mágico.
Esa misma noche, mi amante vampiro me convirtió en una bebedora de sangre.

—¿Por qué, entonces? —preguntó Gretchen con su franqueza habitual.

Leotie parpadeó.

—Para traerme de vuelta de la muerte, por supuesto.

El demonio no había mencionado esta parte.

—¿Qué quieres decir?

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—Ustedes dos realmente no saben nada —murmuró Leotie—. Cuando recibes
magia heredada, se fusiona en cada parte de ti y se transforma instantáneamente
en lo que más necesitas. Cuando lo recibí como una joven humana, lo que más
necesitaba era la capacidad de esconderme de los que mataban a todo mi clan.
Por lo tanto, la magia del legado me dio la capacidad de transformarme en lo que
quisiera. La magia sabe lo que necesitas y se adapta instantáneamente para ser
esa misma cosa, es la magia más potente que existe.

Leotie se detuvo como si dejara que eso se hundiera. Cuando sus ojos oscuros
parecieron adquirir un tono negro más rico, supe que estábamos llegando a la
trampa. Con gran poder, siempre había una trampa.

No me equivoqué.

—Sin embargo, sacar esa magia para transferirla a otra persona te destroza de
la misma manera que compagina contigo —dijo—. Se lleva todo, incluso la magia
con la que naciste. Nadie que lo haya transferido a otra persona ha sobrevivido.
Esa es la razón principal por la que se llama magia heredada. Cuando la pasas,
mueres.

No dije nada por varios minutos. Mi mente estaba demasiado ocupada


corriendo a través de diferentes escenarios. Gretchen también estaba en silencio.
Entonces ella dijo:

—Pero todavía estás aquí.

Leotie levantó un hombro.


—Mi amante engañó el precio de la muerte al traerme de vuelta como un
vampiro después de mi muerte.

Justo como yo había engañado a la muerte bebiendo sangre de vampiro todas


esas veces antes de convertirme en vampiro yo misma. Entonces, casi me
arranqué la cabeza en respuesta al hechizo de Mircea. Espera…

—Dijiste que la magia heredada se transforma instantáneamente en lo que más


necesitas. Sí, me salvó al transformar el voltaje de la línea eléctrica en una parte
de mí cuando tenía trece años, pero desde entonces casi me han matado docenas
de veces y no hizo nada por ayudar.

Las cejas de Leotie se arquearon.

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—El poder que siempre se transforma en lo que necesitas no es magia; eso es
mitología. La magia heredada se transforma en lo que más necesitas en el
momento de su infusión. Eso es todo lo que obtienes, pero esa transformación
inicial contiene más poder del que se puede aprender por siglos de estudio de
hechizos.

Por supuesto que tenía que haber otra trampa. Sería demasiado fácil si la
magia heredada protegiera a su anfitrión contra todas las amenazas, en todo
momento. Así, el hechizo de inducción de suicidio de Mircea habría rebotado en
mí en lugar de fusionarse y crecer hasta que él y yo estuviéramos unidos más
estrechamente que los gemelos…

—¡Santa mierda! —estallé. Entonces comencé a caminar, tratando febrilmente


de resolver los detalles en mi mente.

—Transferir magia heredada a otra persona te quita toda la magia, incluso


cualquier magia con la que naciste. Así que, ¿transferirlo a otra persona también
no te quitaría cualquier hechizo que te haya lanzado?

—Sí —dijo Leotie, su voz desconcertada se ahogó por mi grito instantáneo.

—¡A la mierda con Ashael, tenemos nuestra solución aquí mismo!

—¿Quién es este Ashael al que sigues mencionando? —preguntó Leotie, luego


las dos nos agachamos cuando su puerta de entrada repentinamente fue
golpeada con tanta fuerza, que voló a través de la habitación.
Maximus irrumpió dentro, empujándonos a Gretchen y a mí detrás de él. En
el mismo instante, Marty e Ian rompieron las ventanas. Los tres vampiros estaban
a punto de atacar a Leotie cuando mis frenéticos gritos de “¡Retírense!”,
finalmente se registraron para ellos.

—¿Qué están haciendo? —dije, horrorizada.

—Gritaste —respondió Maximus, acompañado por un gruñido de acuerdo de


Marty.

—Hice un ruido feliz —dije, avergonzada y sin embargo también


conmovida—. La información de Leotie es un sueño hecho realidad.

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Leotie miró los vidrios rotos por todas partes y su puerta principal ahora
yaciendo junto a su mesa de café.

—Me deben dos ventanas nuevas y una puerta —dijo a los chicos. Luego miró
una pila de metal aplastado cerca de los pies de Maximus—. Y un nuevo andador.

—Espera, cambiaste de forma a una anciana —dijo Gretchen, señalando al


andador en ruinas—. ¿Cómo pudiste hacer eso si regalar tu magia heredada te
quitó toda tu magia?

La boca de Leotie se curvó hacia abajo.

—Esa no era mi antigua habilidad para cambiar de forma; fue glamour. Un


proceso tan minucioso en comparación, pero aprender un hechizo no requiere
magia innata. Solo se necesita inteligencia básica.

—Miren, chicos, cuando Leotie transfirió su legado mágico a su hija, eliminó


toda la magia que tenía. Todo ella —repetí, en caso de que no entendieran las
implicaciones.

Las dos cejas de Ian se elevaron.

—Parece que Ashael tomó una muy mala decisión al decirte que verifiques tu
herencia.

—¿Quién es este Ashael? —preguntó Leotie de nuevo, más fuerte esta vez.

Hice un gesto con la mano.


—Un demonio que se va a patear a sí mismo por ser demasiado codicioso,
pero olvídalo. No podía saber que uno de mis antiguos ancestros Ani-kutani
todavía estaba vivo. Tú misma dijiste que habías cubierto cuidadosamente tus
huellas. —Entonces, debido a que esto era demasiado importante como para
suponerlo, le pregunté directamente a Leotie—: ¿Si le diera la magia heredada a
otra persona, una maldición que está sobre mí se transferirá a esa otra persona
también?

Gretchen jadeó. De acuerdo, no le había contado eso, pero en mi defensa, hoy


era la primera vez que la veía en meses.

Leotie me dio una de sus miradas astutas e inquisitiva.

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—¿Qué tan profundo es este hechizo vinculado a ti?

—Carne a carne y sangre a sangre —le contesté—. Si me cortan, la persona en


el otro extremo de este hechizo tiene la misma lesión y viceversa, incluso si
muere, yo también muero.

—¿Qué diablos? —susurró Gretchen.

Leotie silbó entre dientes.

—Eso no es un hechizo regular. Ligar esa magia a un vampiro es nigromancia.

—Así me han dicho —dije con impaciencia—. ¿Y bien? Si le doy el legado a


otra persona, ¿ese hechizo se transferirá también?

—Sin lugar a dudas —dijo Leotie, y casi lloré de alegría.

—Necesito llamar a Vlad — dijo Maximus, girando—. No hay señal aquí, pero
hay en el hotel.

Era todo lo que podía hacer para evitar saltar como un niño en la mañana de
Navidad.

—Sí, llámalo y dile que no toque a Samir. ¡Todo lo que necesitamos para
quitarme este hechizo es encontrar a algún imbécil desagradable para transferir
este legado!

Lamentablemente, a este mundo no le faltaban asesinos, violadores de niños


u otras personas horribles. Una vez que transfiriera la magia del legado,
sacaríamos a esa persona de su miseria. Significaría el fin del legado mágico en
mi familia, pero bueno...

—No puedes transferirlo a cualquiera —dijo Leotie, cortando mi feliz


narrativa interior—. Sólo se puede transferir a un pariente cercano de sangre
matrilineal.

Fruncí el ceño.

—¿Qué es eso?

—Matrilineal significa un descendiente directo de la línea de sangre de tu


madre —suministró Gretchen.

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Mi alegría se desinfló como un globo reventado.

—Pero Leotie acaba de confirmar que no tenemos otra familia viva del lado de
nuestra madre. —Y a más de ochocientos años, Leotie se hallaba varios siglos
alejada de ser una relación “cercana” con la línea directa de la sangre de mi
madre.

La expresión de Gretchen cambió. De repente, tuve su atención de una manera


que nunca la había tenido antes.

—Sí, entonces la única persona a la que puedes transferir el legado mágico soy
yo.

Ella lo quería, me di cuenta conmocionada.

—¿Te perdiste la parte sobre la maldición mortal que venía con él?

—No me lo perdí —dijo Gretchen, encogiéndose de hombros como si no


estuviéramos hablando de la vida o la muerte—. Pero me arriesgaré.

Por supuesto que lo haría, pero como de costumbre, Gretchen no estaba


pensando en las cosas. Bueno, sabía lo que ella se negaba a admitir: Que no viviría
el tiempo suficiente para descubrir qué habilidad mágica le proporcionaría el
legado. No podía firmar la sentencia de muerte de mi hermana de esa manera.
Ni siquiera si eso significaba perder mi mejor oportunidad de liberarme.

Inspiré profundamente. Luego miré a Maximus, Ian y Marty.


—No le mencionarán esto a Vlad. Yo decidiré cuándo y si y qué sabe él. Si uno
de ustedes va detrás de mi espalda y se lo dice le cortaré el corazón.

—¡Leila! —gritó Gretchen—. ¡No puedes decidir por ellos o por mí sobre esto!

—Esta vez sí —dije, y desaté la luz en mi mirada—. No recuerdas nada de esta


conversación —le dije a Gretchen, mi voz vibraba por el poder vampírico—. Solo
sabes que Leotie es nuestra pariente lejana y somos descendientes directas de la
línea Ani-kutani. Eso es todo.

Una mirada vidriosa reemplazó la expresión de enojo de Gretchen, y no me


perdí la forma en que Leotie me miró con una especie de lástima. Sí, una vez más
podría estar siguiendo los pasos de mi madre escondiendo cosas de mi hermana

148
pequeña para su propia protección, pero no me importaba. Tampoco me
importaba si esto me convertía en una hipócrita por decir siempre que no me
gustaba manipular mentalmente a las personas. De lo contrario, Gretchen no
podría mantener la boca cerrada, y transferirle el poder heredado la mataría con
tanta certeza como si le disparara en la cabeza. Ella era humana y no sobreviviría
a un destripamiento como el que los captores de Mircea me habían dado, y
Gretchen realmente no sobreviviría a lo que sucedería cuando esos mismos
captores se dieran cuenta de que Vlad no cumpliría sus órdenes.

Y él no lo haría. Amaba a Vlad, pero lo conocía. Si solo la vida de Gretchen


estuviera en juego, no se dejaría chantajear por los captores de Mircea. Vlad me
consolaría y juraría vengar a Gretchen, pero también la dejaría morir. Y por
mucho que amara a Vlad, no sacrificaría la vida de mi hermana por la mía,
incluso si mi pérdida fuera devastadora para él.

Aun así, las ramificaciones del enorme secreto que estaría escondiendo de
Vlad me perforaban como plata en el corazón. Lo tomaría como la traición más
seria, y todos sabían que a Vlad no le gustaba perdonar la traición. Con un
comentario murmurado de que necesitaba unos minutos a solas, salí corriendo
de la casa. Cuando estaba lo suficientemente lejos como para que no pudieran
escucharme, incluso con sentidos vampíricos, grité mi frustración ante el cielo
gris de diciembre.

Ahora tenía más respuestas de las que había soñado, pero una parte de mí
deseó nunca haber venido aquí. Antes, había sido atormentada por mi
impotencia. Ahora, estaba aún más atormentada por mis elecciones. Si le dijera
esto a Vlad, él haría todo lo posible por hacerme transferir la maldición a
Gretchen, pero si lo hiciera, podría terminar matándola. Pero, ¿cómo podría no
decirle?

Puede que no sea hoy, pero pronto, tendría que elegir entre infinitas mentiras
para proteger la vida de mi hermana, o participar en la tortura emocional de
Vlad. Sí, Vlad era fuerte y había sobrevivido a cosas que habrían quebrado al
noventa y nueve por ciento de otras personas, pero ¿y si los captores de Mircea
exigieran algo que lo asustara para siempre? ¿Cómo podría agregar un peso
aplastante a las terribles cargas que ya llevaba?

La verdad brutal era que no sabía si podría vivir conmigo misma en cualquiera
de los dos escenarios.

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Sin embargo, no podía quedarme aquí gritando al cielo. Había prometido
nunca más dejar que cualquier agitación emocional me derrote, por muy
horribles que sean mis circunstancias. Esto me había derribado peor de lo que lo
había hecho antes, pero tenía que encontrar una manera de superar mis
sentimientos y continuar. Tal vez las cosas no eran tan sombrías como se veían.
Tal vez no tendría que elegir entre la vida de mi hermana y el alma de Vlad. Otra
solución tenía que presentarse, si luchaba lo suficiente para encontrarla.

Sí, mi voz interior se burló. ¡Y tal vez, también te encontrarás con un duende que
te llevará a una olla de oro!

Mis puños se apretaron. Maldita sea mi odiada voz interna, y maldito sea
Mircea. Si no fuera por él, nada de esto estaría sucediendo. En una furia repentina
y explosiva, me di la vuelta y golpeé el árbol más cercano. Mis huesos se
rompieron por la fuerza del golpe, pero el dolor instantáneo y desgarrador fue
extrañamente reconfortante. Durante esos breves segundos antes de que me
curara, me distrajo del dolor mucho peor en mi interior.

Me quité los dos guantes y golpeé otro árbol. Luego otro y otro, hasta que la
sangre fluyó libremente de mis manos. Cómo deseé que estos árboles fueran
Mircea. Si él estuviera aquí ahora mismo, lo desgarraría mucho peor...

¿Qué estás haciendo, Leila? ¡Para!


Como si lo hubiera convocado, el rugido de Mircea resonó en mi mente. Por
supuesto. Sentiría todo lo que estaba haciendo como si le estuviera sucediendo a
él. Ahora realmente disfrutaba el dolor.

¿Dónde estás, miserable hijo de puta?, le respondí en rugido. ¡Todo esto es tu culpa!

¡No, es tu culpa por no morir como debías!, fue su respuesta instantánea. ¡Ahora,
deja de romperte las manos!

¿Qué, así?, gruñí, y golpeé el árbol más cercano lo suficientemente fuerte como
para enviar mi mano a través de él.

¡Perra!, sonó tan fuerte que casi me di la vuelta para ver si él estaba detrás de

150
mí. Nuestra conexión era de alguna manera mucho más clara esta vez. Y más
fuerte, como si me concentrara muy duro, podría ser capaz de verlo…

Basta, dijo Mircea, la ira desapareció bruscamente de su tono. No me puedes


encontrar de esta manera, Leila.

Entonces, ¿por qué de repente pareces preocupado?, pensé en respuesta,


sorprendida al darme cuenta de que Mircea ya no se sentía como una sombra
inoportuna e invisible en mi mente. De alguna manera, ahora se sentía como un
hilo, y lo agarré con ambas manos y tiré.

¡Basta o me voy!, me espetó.

No, no lo harás, dije, una exaltación feroz me llenó cuando todavía lo sentía en
el otro extremo de nuestra conexión. De hecho, ahora estaba aún más cerca, como
si unos cuantos tirones más de esa cuerda lo pudieran enfocar. Mircea me maldijo
y continuó amenazando con irse, pero lo conocía. Si realmente pudiera irse, lo
haría. Eso significaba que las cosas no eran solo un poco diferentes con nuestra
conexión esta vez. Todo era diferente, y aunque parecía imposible, solo podía
haber una razón para eso.

Mircea no había sido el que me contactó. De alguna manera, de alguna forma,


finalmente había logrado enlazarme con él.
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Te tengo, te tengo, canté de alegría mientras continuaba tirando del hilo que nos
conectaba. Una bruma comenzó a llenar mi visión, bloqueando lentamente todos
los árboles desnudos a mí alrededor. Sabía lo que era eso, y la emoción se
encendió cuando la bruma se transformó en el aspecto inconfundible de otro
lugar.

El cielo se convirtió en una losa gruesa donde no penetraba la luz, mientras


que los árboles a mi alrededor fueron reemplazados por rocas altas y dentadas.
La débil iluminación provenía de antorchas en algún lugar fuera de mi línea de
visión, pero mostraba que la mayoría de las rocas parecían pilares formados
naturalmente. Mircea se hallaba en medio de un círculo apretado de esos pilares,
y el brillo de sus ojos atravesó la oscuridad como dos rayos láser esmeralda
gemelos.

—¡Te tengo! —canté en voz alta esta vez. Estaba tan atrapada en mi triunfo;
pasaron varios minutos antes de que me diera cuenta de que alguien me estaba
golpeando en la pierna. Fuerte.

—¡Leila, vamos, ya podría ser demasiado tarde!


Marty. Parecía molesto, pero no sabía que finalmente me había vinculado a
Mircea después de innumerables intentos fallidos. No iba a abandonar esta
conexión. ¿Quién sabía si podría recuperarla?

—Vete, Marty —murmuré.

Incluso al dividir mi atención durante unos segundos, las rocas se


desdibujaron y se formaron en los árboles de mi entorno real. Maldita sea. Volví
a enfocar mi atención, maldiciendo otra vez cuando Marty tiró de mí con la fuerza
suficiente como para perder el equilibrio.

—¡Por el amor de Dios, Leila, tienes que venir conmigo ahora!

Marty nunca maldecía, así que algo debía estar seriamente mal. La

152
preocupación rompió el hilo que me unía a Mircea, y volví a caer en el presente.
Marty parecía casi histérico mientras seguía intentando arrastrarme con él.

Lo sacudí.

—¿Qué está pasando?

—Maximus está matando a Gretchen. —Fue su sorprendente respuesta.

No hice ninguna de las preguntas conmocionadas que instantáneamente me


vinieron a la mente. En cambio, corrí tan rápido como pude de regreso a la casa
de Leotie, superando a Marty con mis piernas mucho más largas. Estallé por la
puerta abierta a tiempo para ver a Maximus arrodillado en el suelo con Gretchen
sobre su regazo.

Sus ojos estaban cerrados, su cabeza estaba hacia atrás y sangre se deslizaba
por ambos lados de su boca. Más sangre salpicaba su camiseta, así como la ropa
de Maximus, y por su olor, no era solo la sangre de Gretchen. Era de Maximus,
también, y por alguna razón incomprensible, Leotie e Ian estaban como
silenciosos centinelas detrás de ellos, sin hacer nada por la vista que casi me hizo
caer de rodillas por la rabia llena de pena.

—Qué. Demonios —grité.

La electricidad se disparó desde mi mano derecha para azotar como una


serpiente. La única razón por la que no comencé a hacer pedazos a Maximus fue
porque todavía se encontraba abrazando a mi hermana. Una bola de demolición
me golpeó cuando forcé mis oídos y aún no pude escuchar el latido de su
corazón. Oh Dios, oh Dios, estaba muerta. Más electricidad comenzó a salir
disparada de mí, hasta que fui vagamente consciente de que todo mi cuerpo
estaba empezando a brillar por una sobrecarga de voltaje.

—Apaga el poder, Leila —dijo Maximus con voz firme—. Ella no está muerta.

Le hice un gesto a Gretchen y, sin intentarlo, mi látigo abrió una zanja de un


metro y medio en el suelo.

—Entonces, ¿por qué no late su corazón, asesino?

—No está muerta —dijo Maximus de nuevo, moviendo a Gretchen en sus


brazos—. Sólo está esperando para levantarse.

153
Miré la sangre alrededor de la boca de Gretchen con un nuevo entendimiento.
Maximus no la había matado de manera permanente; había convertido a
Gretchen en un vampiro. Incluso en medio de mi alivio por no haberla perdido
para siempre, estaba tan furiosa que empezaron a surgir ruidos de las tomas de
luz cercanas. Luego empezaron a salir de ellas delgadas líneas de electricidad.

—Leila —dijo Ian con irritación—, si inicias otro fuego eléctrico, no te gustará
el siguiente hechizo que te lance.

Me encontré respirando en un esfuerzo por forzar a retroceder mi furia


peligrosa. No importaba lo que estuviera sintiendo (lo que equivalía a ¡mata a
Maximus, mátalo!) no podía volver a volverme loca por el voltaje.

—Traté de detenerlo —dijo Marty, finalmente llegando a la cabaña—. Él no


quiso escuchar, y tampoco el resto de ellos.

¿Eh? Mi mirada se posó en Leotie e Ian mientras los añadía mentalmente a mi


lista de negra. Luego continué mi lucha interior para no drenar este lugar de todo
su voltaje para poder dar rienda suelta a mi ira. ¿Era así como se sentía Vlad
cuando estaba en una rabia casi combustible? Si es así, entonces mostraba mucho
autocontrol al no tener un conteo corporal más alto que el que ya tenía.

Maximus limpió la sangre de la boca de Gretchen y la acostó. Ella se desplomó


en el suelo como si estuviera deshuesada. Verlo una vez más me golpeó como un
golpe físico. Nada parecía tan flojo como un cadáver, y en este momento, eso es
lo que Gretchen era.
Mi mirada se posó en Maximus como si pudiera destruirlo con una mirada.

—¿Qué derecho tenías para hacer esto?

—El derecho que Gretchen me dio —respondió—. Como ella dijo, sigues
decidiendo lo que quiere para ella, pero Gretchen es lo suficientemente mayor
como para hacer eso por sí misma. Así que cuando saliste y Gretchen me pidió
que la convirtiera en un vampiro, lo hice.

Dejé escapar un ruido que era más gruñido que un resoplido.

—Te hace un pedido impulsivo, ¿y sigues adelante y cambias su propia


especie? Pura mierda. No hiciste esto por ella. Apenas puedes soportar a Gretchen.

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Lo hiciste por Vlad. ¡La cambiaste porque la estás preparando para la maldición
que quieres que le transfiera!

Maximus pasó por encima de Gretchen y se movió a una distancia más cerca
de mi látigo, que brillaba con un tono más brillante de blanco.

—Lo hice por las dos —dijo bruscamente—. Sí, Gretchen puede ser un dolor
en el culo, pero eso es sobre todo cuando ella está a tu alrededor. Me di cuenta
de eso hace un par de meses, cuando Vlad me asignó a ella como protección
adicional. No dejarás de tratarla como a una niña, así que así es como actúa
contigo. El resto del tiempo, es una joven inteligente, divertida y mayormente
sensata. Y Gretchen me pidió que la cambiara muchas veces antes de hoy. Seguí
negándome y advirtiéndole de las consecuencias, pero ella no se desanimó. Los
humanos son fáciles de matar en comparación con los vampiros, por lo que
Gretchen sabía que tendría mejores probabilidades de sobrevivir a todo esto si
fuera un vampiro en lugar de un humano. Con lo que estamos enfrentando ahora,
finalmente estuve de acuerdo.

—¡Mentiroso! —Mi látigo se volvió hacia Maximus e Ian me agarró de la


muñeca para tirarla hacia atrás. Luego dejó escapar un aullido ensordecedor.

—Maldito infierno, ¡eso me frió hasta mi franco y mis frijoles!

No me sorprendió. Tocarme en cualquier lugar cerca de mi mano derecha


cuando mi poder estaba encendido era muy peligroso, como las quemaduras que
estallaron por todo Ian lo atestiguaban. Solo Vlad podía hacerlo ileso, pero Ian
continuó agarrando mi muñeca a pesar de sus crecientes quemaduras.
—Suéltame, no voy a matar a Maximus —le dije brevemente.

—¿En serio? —Ian miró mi látigo, que crepitaba y se enroscaba con una
energía candente—. Dile eso a tu pequeña chispa amiga.

—No lo voy a matar —repetí, e Ian finalmente me soltó. Sí, hace unos
momentos, habría cortado el brazo o la pierna de Maximus, pero la oleada de
rabia que me había hecho querer desmembrarlo había desaparecido. Ahora me
sentía agotada, como si perder esa rabia furiosa causara que todas mis otras
fuerzas también me abandonaran.

Mi hermana estaba en el estado intermedio de muerte y renacimiento


vampírico. Nada de lo que le hiciera a Maximus cambiaría eso, y ahora teníamos

155
otro problema además de toda la mierda que fue hoy. En las próximas pocas
horas, Gretchen se levantaría. En su estado de vampiro recién nacido,
enloquecida por sangre, mataría a cualquiera con pulso, ya sea hombre, mujer o
niño. Teníamos que alejarla lo más posible de los humanos, y también teníamos
que conseguir bolsas de sangre disponibles para saciar su hambre. Muchas y
muchas bolsas de sangre.

Más tarde, le daría a Maximus una parte más completa de mi mente sobre lo
que había hecho y por qué, pero primero lo primero.

—¿Alguno de ustedes sabe si hay una casa segura de vampiros cerca de aquí?

—Vlad tiene un lugar en Raleigh —declaró Maximus.

Ian echó un vistazo a la forma boca abajo de Gretchen.

—Muy al límite. Hay cinco horas a Raleigh con buen tráfico. Conozco una casa
segura que está a menos de tres horas de aquí, y es muy remota.

—¿La conoces, pero no es tuya? —Me gustaba la distancia más cercana, pero
Ian no había recibido una cálida bienvenida en ningún lugar en el que había
estado y no podíamos arriesgarnos a que nos echaran o algo peor.

Me lanzó una sonrisa, adivinando la razón detrás de mi pregunta.

—Está vacía. Un amigo mío pasó por una fase terriblemente aburrida en la que
quería estar solo con su esposa. Ahora están en el extranjero y tengo una llave
para su escondite en la montaña.
Eso sonaba perfecto, pero…

—¿Estás seguro de que no están allí?

Gruñó con sombría diversión.

—Apuesta tu vida en ello.

—Quiero ir con ustedes —dijo Leotie, hablando por primera vez desde que
regresé.

Me volví hacia ella con la palabra no en mis labios. Puede que esté dejando mis
sentimientos a un lado por un gran bien momentáneo, pero todavía estaba muy
molesta con todos ellos. Maximus había cambiado a Gretchen deliberadamente

156
cuando no estaba allí para detenerlo, y Leotie, como Ian, no habían hecho nada
para disuadirlo. Solo Marty había venido tras de mí en un vano intento de
detenerlo.

Pero si me estaba enfocando en el bien mayor…

—Claro —dije, contenta de no sonar malhumorada—. De todos modos, quiero


hablar más sobre nuestros antepasados.

Iba a intentar vincularme con Mircea tan pronto como Gretchen estuviera
segura y tuviera un tiempo ininterrumpido, pero si eso no funcionaba, Leotie
tenía casi mil años y sabía más sobre magia que nadie que hubiera conocido
antes.

Tal vez, solo tal vez, también sabía dónde podríamos encontrar algunos
nigromantes.
157
Bajo otras circunstancias, me hubiera encantado la cabaña a la que Ian nos
trajo. Estaba en la cima de una pequeña montaña, y además de sus amplias y
extensas vistas, también tenía una plataforma para helicópteros y un hangar. Qué
conveniente, si tuviéramos uno de esos. La cabaña de troncos se mezclaba
maravillosamente con sus alrededores boscosos, y las ventanas del piso al techo
mostraban la majestuosidad de las montañas Blue Ridge. También tenía el
número exacto de habitaciones que necesitábamos para que nadie tuviera que
compartir. Más importante aún, tenía un sótano. Uno especial.

Vlad me había enseñado la ventaja de construir una casa sobre una base de
roca. Nada vencía a toneladas y toneladas de piedra sólida si necesitabas un lugar
a prueba de vampiros. Esta casa carecía de la enorme mazmorra subterránea que
tenía el castillo de Vlad, pero tenía una pequeña habitación subterránea rodeada
por suficiente roca sólida para asegurar incluso a un nuevo vampiro sediento de
sangre.

Ahí es donde Maximus y yo pusimos a Gretchen. Maximus la depositó en el


único camastro que contenía la estrecha habitación. No hablé mientras él
aseguraba las muñecas y los tobillos de Gretchen a los grilletes de los que la
habitación también estaba equipada. Odiaba ver a Gretchen encadenada como
un animal, pero era la opción más segura.
Ian se había ido a reunir bolsas de sangre ya que conocía el área y nosotros
no. Esperaba fervientemente que volviera antes de que Gretchen se levantara.
Recordé demasiado bien la agonizante y devoradora hambre con que me había
despertado como un vampiro nuevo, y solo tuve que esperar unos segundos
antes de mi primera comida líquida. Si Gretchen tenía que esperar horas antes…
bueno, tendríamos que tenerla encadenada. De lo contrario, intentaría irrumpir
fuera de esta cámara sin pensar si se rompía todos los huesos de su cuerpo.

Cuando Maximus terminó, se sentó en el suelo y me entregó las llaves de la


habitación subterránea y de las cadenas de Gretchen.

—Necesitas encerrarme aquí con ella, Leila.

158
—Me voy a quedar —le dije a la vez.

Me lanzó una mirada cansada.

—Gretchen será peor que rabiosa cuando se despierte y estas cadenas no son
tan fuertes como preferiría.

—Es mi hermana —dije en voz baja—. Quiero estar aquí para ella.

Gruñó.

—Entiendo eso, pero no estarías ayudando. Cuando Gretchen entre en un


frenesí de alimentación, no puedo encargarme de restringirla y protegerte.
Además, debes estar agotada. Deberías descansar unas horas mientras puedas.

Quería discutir más, pero Maximus solo me estaba recordando lo que ya sabía.
Aun así, no podía dejar de sentir que estaba abandonando a mi hermana, incluso
si Maximus tenía razón. Solo estorbaría cuando Gretchen se pusiera furiosa, y
ella lo haría. Si escapaba de sus cadenas, Maximus tenía la fuerza bruta para
manejarla sin dañarla o hacerse daño a sí mismo. Mis métodos de autodefensa
podrían matarla, y ya había estado cerca de explotarla dos veces con mi voltaje
hoy. No tenía sentido tentar a un tercero.

—Bien. —Fue todo lo que dije—. Envíeme un mensaje de texto si necesita algo,
y avíseme cuando se despierte.

Me incliné y besé la frente de mi hermana. Su carne ahora era más fría que la
mía y ya no emitía el campo de baja energía que todos los humanos tenían. A
todos los efectos, estaba muerta y Maximus le había hecho esto. De repente,
entendí la ira de mi padre con Vlad por convertirme. Podría ser irracional porque
tanto Gretchen como yo habíamos pedido esto, sin embargo, la necesidad de
castigar a la persona que había matado, incluso temporalmente, a alguien a quien
amaba era tan fuerte como irrazonable.

Una vez que subí las escaleras, agarré mi maleta y fui a buscar un dormitorio
que no había sido reclamado. Al final resultó que, me habían dejado la suite
principal en el piso superior, y miré a la cómoda cama casi con lujuria.

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Podría haber aumentado mi fortaleza para que el amanecer ya no me dejara
inconsciente, pero aun así estaba agotada. La luz del día hacía que todos de
nuestro tipo se cansara. Así es como comenzó el rumor de que los vampiros no
podían salir al sol. El hecho de no ser más que medio año no-muerta solo
empeoraba el cansancio.

—Voy a tomar una siesta —le grité a Marty y a Leotie, luego cerré la puerta
del dormitorio. Pero en lugar de meterme en la cama tamaño king como quería,
me senté en el suelo frente a ella. Tenía un poco de tiempo en el que no me iban
a interrumpir, así que intentaría reconectarme con Mircea.

Estaba a punto de cerrar los ojos para aumentar mi concentración cuando una
foto en la mesita de noche cercana me llamó la atención. Mostraba a una hermosa
pelirroja con sus brazos alrededor de un hombre igualmente atractivo. Ambos se
veían tan felices y perfectos, la imagen podría haber venido con el marco, pero
los reconocí. Para empezar, estuvieron en mi boda. Más importante aún, la
pelirroja había ayudado a Vlad a sacarme de la prisión de Szilagyi hace unos
meses.

¿Podrían Bones y Cat ser los dueños de esta casa? Miré a mi alrededor,
espiando otra foto de ellos en la mesita de noche opuesta. Debía ser. Qué irónico
que fueran los amigos a los que Ian se había referido. Realmente corría en círculos
variados.
Luego lo saqué de mi mente y me concentré nuevamente en Mircea. No tenía
nada de él que tocar mientras intentaba conectarme con él, pero no había
necesitado su huella de esencia cuando lo había alcanzado antes. Tal vez el
hechizo que me unía a Mircea era suficiente enlace. Tenía sentido; tampoco
necesitaba la huella de la esencia de Vlad para alcanzarlo psíquicamente. Mi
vínculo más profundo con Vlad venía de la sangre que me había dado para
volverme vampiro.

Si lo mismo ocurría con el hechizo que me unía a Mircea, todo lo que tenía
que hacer para alcanzarlo era concentrarme en él personalmente. Volví mi mente
a los breves momentos que había pasado con Mircea, intentando reunir una
imagen de él en mi mente.

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No parecía el hechicero más peligroso que jamás hubieras conocido. Mircea
podría incluso haber sido un par de años más joven que Gretchen cuando fue
cambiado. También tenía una arrogancia que probablemente provenía de
muchas y muchas mujeres que lo dominaron. El padre biológico de Mircea había
sido llamado Radu el Guapo, y según Vlad, Mircea era la imagen de él. La cara
demasiado bonita de Mircea estaba enmarcada por rizos negros y ojos de color
cobre que habrían sido idénticos a los de Vlad, si sus iris también tuvieran anillos
de esmeralda a su alrededor.

Pero no lo hacían, y esa era la menor de sus diferencias. Claro, tanto Vlad como
Mircea podrían ser brutales y mercuriales, pero Vlad siempre tuvo una buena
razón para sus acciones. Mircea era cruel por crueldad. Había pasado menos de
una hora en su presencia, pero había sido suficiente para mostrarme que había
algo permanentemente roto dentro de él. A pesar de los siglos de guerra, muerte,
luchas de poder, traiciones y pérdidas, Vlad había logrado mantener intactos
tanto su corazón como su alma...

Y obviamente lo extrañaba porque ahora estaba pensando más en él que en


Mircea. Apreté los dientes e intenté de nuevo, forzando a todos los demás a salir
de mi mente. Vamos, Mircea. Sé que estás ahí fuera. Déjame encontrarte.

Me senté de esa manera hasta que Ian volvió con las bolsas de sangre más de
una hora después. Luego bajó y abrió la celda de piedra para dárselas a Maximus.
Gretchen todavía no se había despertado, gracias a Dios, así que después de
entregarle las bolsas a Maximus, cerró de nuevo. Ian se fue otra vez y dijo que
tenía que ir a otro hospital más lejos para obtener más sangre. Eso estaba bien
conmigo porque quería volver a mis intentos de alcanzar a Mircea. Me había
llevado mucho tiempo alcanzar a Vlad usando solo nuestra unión interna, pero
lo había hecho. Lo haría de nuevo con Mircea, ahora que sabía que podía.

Estaba profundamente en mi segundo intento cuando sonó mi teléfono


celular. Mis ojos se abrieron de golpe, y me sorprendió ver que ahora estaba
completamente oscuro afuera. Me había estado concentrando tan fuerte que las
horas debían haber pasado. Probablemente este era Maximus llamando para
decir que Gretchen se había levantado. Pero cuando puse mi guante aislante en
mi mano derecha para responder a mi teléfono, no vi el nombre de Maximus
sobre el número en la pantalla. Fue el de Vlad.

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—Um, hola. —El saludo tonto fue ridículo, pero ¿qué más podría decir? Estoy
segura de que no podía preguntar cómo había ido su día.

—El hotel me envió un correo electrónico —dijo, su tono plano e impasible no


me decía nada de lo que estaba sintiendo—. Todos ustedes salieron esta mañana
en lugar de mañana. ¿Por qué?

No quería hablar de nuestro pago anticipado-más-que-anticipado, y tampoco


podía imaginar que él realmente lo hiciera. Todo lo que quería hacer era
preguntar sobre Samir, pero no lo hice. Si Vlad finalmente estaba respondiendo
mis llamadas, entonces ya lo había matado. Punto. Mi garganta se apretó y luché
para evitar que la evidencia de eso se mostrara en mi voz. Estaba tan enojada con
él por todo lo que había hecho para impedir que intentara salvar a Samir, y aun
así no quería que escuchara mis lágrimas pujantes. Él también tenía que estar
atormentado, incluso si sonaba rígidamente frío.

—Demasiado daño a la habitación para quedarse. —Fue lo que dije, contenta


de que no hubiera grietas ni vacilaciones en mi voz.

—Ah.

Ninguno de los dos dijo nada después de eso. En cambio, el silencio se llenó
con todo lo que no pudimos decir. Una vez, lo oí respirar como si estuviera a
punto de hablar, pero luego solo hubo más silencio.

—Estoy furiosa contigo —dije finalmente cuando la tensión se hizo


insoportable—. Cuando esto termine, vamos a tener una gran pelea sobre tu más
de mano dura inaceptable, pero incluso mientras empiezo una nueva por matar
a Samir sin agotar todas nuestras otras opciones, y dejarme sola físicamente
restringida, cortarme financieramente, y poner en una lista de exclusión aérea,
para gritar en voz alta… —Respiré profundamente para sacarlo todo—. Aun así
no estoy menos enamorada de ti, y vamos a superar esto de una manera u otra.
No importa qué.

Un corto y áspero sonido se le escapó. Deseaba poder verlo o estar ligada a sus
sentimientos para saber qué emoción lo había causado.

—Me enloqueces —dijo, que era algo que había escuchado antes y sabía que
no era un cumplido—. Sin embargo, nunca amaré a nadie tanto como te amo, y
tienes razón. Superaremos esto, sin importar lo que cueste.

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Ahora fui yo quien dejó escapar un ruido sin palabras cuando un suspiro se
me escapó. Nuestros problemas actuales aún parecían insuperables y pronto
tendríamos más, pero lo más importante no había cambiado. Sin importar lo que
nuestros adversarios nos lanzaran, estaban indefensos cuando se trataba de
arruinar lo que Vlad y yo sentíamos el uno por el otro. En cuanto al resto, podría
pelearse, llorarse, decidirse y/o enfrentarse más tarde. En este momento, incluso
a través de mil kilómetros, estábamos juntos, y el silencio entre nosotros era
tranquilizador en lugar de sofocante esta vez. Ya habíamos dicho lo que más
importaba.

—Si no estás en el hotel, ¿dónde estás? —preguntó después de varios minutos


después.

—En la cabaña de Cat y Bones en las montañas Blue Ridge. Están lejos en algún
lugar e Ian tenía una llave...

—¿Esta es la cabaña en Valle Crucis? —me interrumpió, su tono volviéndose


enérgico otra vez.

—¿La conoces? —le pregunté, sorprendida.

—He estado allí. —Fue su respuesta aún más sorprendente—. Te veré en diez
horas.

Luego colgó sin decir adiós, te amo, o cualquier otra cosa. Me quedé mirando
el celular por un rato, sintiendo una pequeña sonrisa dura estirando mis labios.
Una vez más, Vlad había cambiado de marido amoroso a un conquistador
medieval más rápido de lo que podía parpadear. Agregaría eso a mi ahora muy
larga lista de tareas pendientes.

Entonces miré el teléfono y debatí llamarlo de vuelta. Había tantas cosas que
aún tenía que decirle, como que Gretchen ahora era un vampiro, o que Leotie, mi
ancestro perdida hacía tanto tiempo estaba aquí con nosotros, o que finalmente
había logrado conectar con Mircea, o mil otras cosas que había descubierto desde
la última vez que lo vi. En cambio, puse el teléfono en la mesita de noche.

Tal vez Vlad necesitaba esas diez horas para ayudarlo a recuperarse de matar
a Samir. Probablemente las necesitaba, también, por muchas razones, la mayor
de ellas era la decisión que me hacía sentir como si me estuvieran desgarrando

163
por la mitad. ¿Cómo podría decirle a Vlad sobre la transferencia del legado,
sabiendo que intentaría obligarme a dárselo a Gretchen para garantizar mi propia
seguridad? Sin embargo, ¿cómo podría seguir dejando que Vlad mate a personas
por las demandas de los captores de Mircea porque él creía que esa era su única
opción? No lo era, sin embargo, al mismo tiempo, la vida de mi hermana no era
opcional.

Mi mejor manera de evitar este terrible dilema era vincularme con Mircea y
encontrar dónde demonios se hallaba, pero por alguna razón, no había podido
hacerlo después de más horas de intentarlo. La frustración me hizo apretar los
puños. Como no me había vuelto a poner el guante izquierdo, me clavé las uñas
en la palma de la mano por la fuerza que usé. Sangre comenzó a gotear en la
alfombra y solté un grito mientras lo frotaba frenéticamente con mi camisa.
Genial, ahora estaba destrozando otra habitación. Supongo que tendría que
agregar una nueva alfombra a la lista de cosas que Mircea me había costado, ya
sea directamente a través de sus acciones o indirectamente haciéndome tan
malditamente loca...

Caí hacia adelante en una cueva como si un agujero se hubiera abierto delante
de mí.
164
El dormitorio desapareció y la oscuridad me rodeó, solo rota por débiles
destellos de antorchas lejanas. Mircea estaba aquí, aún en ese mismo círculo
apretado de piedras. No se veía cómodo. Tal vez no podía escapar del grupo de
rocas que lo rodeaban como altos obeliscos.

¿Es aquí donde te mantienen encerrado?, pensé hacia Mircea, y su cabeza se alzó
como si hubieran tirado con una cuerda.

Leila. Mi nombre era una burla. Así que, finalmente averiguaste la verdadera
manera de conectarte conmigo. Pensé que nunca juntarías lo obvio, aunque me hizo reír
al imaginarte persiguiéndome a través de enlaces de esencia que solo tienen el efecto
búmeran hacia ti.

¿Es por eso que no pude alcanzarte antes? ¿Porque el enlace que nos unía nos
siguió desviándome a mi propia ubicación? Si es así, ¿cómo lo he hecho esta vez?
No es que estuviera a punto de preguntar.

Podría ser nueva en esto, pero estoy mejorando cada día, respondí, contenta de que
mi farol sonara confiado.

Mircea levantó su mano izquierda, donde medias lunas ensangrentadas que


reflejaban la herida en mi propia palma ya estaban empezando a sanar. Me
sorprendes que fueras capaz de formar una conexión de un conducto tan débil. ¿No podías
soportar dañarte más, hmm?

¿Conducto? ¿Qué…?

Me hubiera golpeado en la cabeza si no hubiera una posibilidad de que Mircea


también lo sintiera. ¿Cuántas veces le había dicho a la gente que el hechizo que
nos unía a Mircea y a mí estaba ligado a nuestra carne y sangre? Así que la carne
y la sangre eran vínculos necesarios. Por eso pude alcanzarlo antes, cuando me
rompí las manos hasta que fueron pulpas sangrantes mientras pensaba en
Mircea. Parece que lo había hecho otra vez después de apuñalarme
accidentalmente con mis uñas.

165
Sí, bueno, no me sentí bien haciendo uno de tus cortes desmesurados, respondí, una
vez más fingiendo que había sabido todo esto de antemano.

Te arriesgas mucho al contactar conmigo, dijo Mircea frunciéndome el ceño desde


la oscuridad. ¿Quieres que nos maten?

Ellos. Ahí estaba nuestra confirmación de que más de un hechicero mantenía


cautivo a Mircea. ¿Por qué les importa?, pregunté, luego respondí a mi propia
pregunta. Ellos no saben que podemos comunicarnos telepáticamente de esta manera,
¿verdad?

¿Por qué lo harían?, dijo Mircea. Nadie ha sobrevivido a los efectos iniciales de este
hechizo antes, y ya que has entrado en contacto con mi mente, tengo algo que mostrarte.
Deberías ser capaz de revivir psíquicamente recuerdos a través del tacto, pero yo solo
puede hacerlo por voluntad. Ahora, Leila, mira lo que realmente nos trajo tanto a nuestras
actuales, y lamentables condiciones.

Mircea tocó su sien, y caí hacia adelante de nuevo, la cueva a mi alrededor se


disolvió en imágenes en blanco y negro de una memoria pasada. Me disolví,
también, y me convertí en otra persona.

Bailé delante de mi madre, ignorando sus repetidos impulsos para que me detuviera.
¡Padre finalmente estaba en casa! No podía esperar para decirle que había aprendido a leer
y escribir en dos idiomas, y también había aprendido cómo hacer deberes corteses, pero
odiaba esas cosas. Padre también los odiaba, había dicho madre. Éramos tan parecidos.
Bailé de nuevo antes de correr hacia adelante. ¡Allí estaba padre ahora, bajando de su
caballo en el patio!
—Mircea —gritó mamá—. ¡Vuelve a mí de una vez!

Seguí corriendo hacia delante. Mis hermanos mayores estaban lejos, así que esta vez,
tendría toda la atención de padre para mí. Los hombres de padre se reunieron a su
alrededor para darle la bienvenida a casa. Ellos también lo habían extrañado, pero no tanto
como yo. Estallé entre la multitud, tirando de la parte posterior de su camisa y riendo
cuando se dio la vuelta.

—¡Padre! —dije, lanzando mis brazos alrededor de él.

Él me empujó hacia atrás. Sus manos eran ásperas y con marcas, pero no me importó.
Un día, sería un gran guerrero como él y rudas manos con cicatrices, también.

166
—Mircea, ¿qué estás haciendo aquí? —dijo. Luego se enderezó y miró más allá de la
multitud—. ¡Ilona! Coge a tu hijo.

—Padre, espera —dije, luchando como uno de los hombres de mi padre cuando
comenzaron a alejarme—. Tengo que decirte…

—Ahora no —dijo padre, dándose la vuelta—. Ilona, tómalo.

—¡Padre, espera! —grité de nuevo.

Él no se dio la vuelta, y fui tirado hacia atrás hasta que mamá nos alcanzó. Ella suspiró
mientras se agachaba y secaba las lágrimas de mis mejillas que esperaba que mi padre no
hubiera visto.

—¿Por qué no me habla? —pregunté, luchando un sollozo.

—Mircea —dijo en voz baja—. Tu padre es el príncipe, y tiene muchos deberes. Te


verá más tarde.

Me di la vuelta, agachándome para que mi cabello cubriera mi cara.

—Lo dijiste la última vez, pero luego se fue.

Ella suspiró de nuevo.

—Hubo una batalla. Lo sabes.

—Siempre hay una batalla —grité—. ¡Él prefiere estar en guerra que pasar algún
tiempo conmigo!
Madre trató de alisarme el cabello, pero me aparté. ¿Qué había hecho para hacer que
me odiara tanto?

Caí de nuevo en la cueva con lágrimas por el recuerdo de Mircea aún corriendo
por mis mejillas. El recuerdo siguió aferrándome, llenándome con un dolor que
era tan conmovedor como familiar. Sabía cuánto dolía ser rechazado por tu
propio padre, y eso es lo que Mircea había creído que Vlad hizo.

Puedo mostrarte docenas de recuerdos como ese, dijo Mircea, una amargura
cansada tiñendo su tono. ¿Te gustaría ver dónde esperé cada día durante un año con
la esperanza de que Vlad visitara lo que él pensaba que era mi tumba para que pudiera
decirle que estaba realmente vivo? Sin embargo nunca vino. No le importaba lo suficiente.

167
Mircea no era de confianza, pero los recuerdos psíquicos no mentían, ni
tampoco los sentimientos que transmitían.

Después de hacerme un vampiro, Szilagyi me dijo que no era el hijo real de Vlad,
continuó Mircea. Pero pasé toda mi infancia creyendo que lo era, y me agoté tratando
de destacar en cada tarea con la esperanza de que Vlad me notara. Cuando no lo hacía, me
culpaba a mí mismo. Amaba a su primogénito, así que creí que su aversión hacia mí tenía
que ser culpa mía.

No lo fue, y Vlad fue un imbécil por tratarte así, dije, y lo decía en serio. Pero no te
des una excusa para todo lo que has hecho desde entonces, continué. Para empezar,
trataste de matarme antes de conocernos. Eres rápido para juzgar a Vlad, ¿pero qué tipo
de persona te hace eso a ti?

¡El hijo de mi padre!, me lanzó de vuelta. Pasé mis primeros veinte años como hijo
de Vlad Dracul, así que soy un despiadado belicista como él. Entonces Mihaly Szilagyi
me cambió y me convertí en su hijo para los siguientes cinco siglos, así que estoy en una
interminable búsqueda de venganza contra Vlad tal como era. Finalmente, la sangre de
Radu Dracul corre a través de mis venas, así que estoy increíblemente celoso de Vlad así
como Radu lo estaba. ¿No soy yo todos los hijos de mis padres?, terminó, la amargura
en su voz volviéndose desesperación. ¿Alguna vez tuve alguna esperanza de ser algo
diferente?

Suspiré. Sí, Mircea podría haber luchado para ser un mejor hombre ya que
otras personas habían nacido en más tragedia o peor. Aun así, las probabilidades
de hecho habían estado en su contra, y mientras que eso no era excusa de lo que
había hecho, finalmente entendí por qué lo había hecho.

Era mucho más fácil cuando creía que Vlad era incapaz de amar después de que
convertirse en un vampiro, siguió Mircea, sonando melancólico ahora. Szilagyi
hablaría sobre cómo le haría pagar a Vlad, afirmaría y seguiría jugando, pero nunca le
ayudaría de ninguna manera seria. Perdoné a Vlad en su mayoría, ya ves, ¿porque cómo
puedes odiar a alguien por no amarte cuando esa persona está tan muerta en el interior
como para amar a alguien?

Brevemente, cerré los ojos. Y luego aparecí, dije.

Luego tú, Mircea estuvo de acuerdo. Al principio pensé que Vlad estaba

168
simplemente fascinado por tener a un humano con tus habilidades notables. Luego fue a
la guerra por ti, te convirtió en vampiro, y se casó contigo. La verdad era obvia entonces.
¿Sabes la verdadera razón por la que seguí conectándome después de que ese hechizo nos
hubiera vinculado?

¿Para lastimarme de la forma en que fuiste lastimado?, pregunté francamente.

Él dejó escapar una breve carcajada. Fue parte de eso, sí. Pero aún más, quería
averiguar qué tenías que yo carecía. Vlad te amaba, una extraña, después de unos pocos
meses, sin embargo, nunca me amó a pesar de mi trabajo casi hasta la muerte durante dos
décadas. Rió de nuevo, duro y sin humor esta vez. Nada de lo que hice entonces hizo
que Vlad me notara, pero me notó cuando fui detrás de ti. Oh sí, se fijó en mí entonces.

¿Así que todo esto es sobre ti finalmente consiguiendo la atención de Vlad?, pregunté
con incredulidad.

Se encogió de hombros. Eso es una simplificación excesiva. Aun así, los


pensamientos de mí ahora consumen a Vlad de una manera que solo había soñado cuando
era niño, así que incluso debes estar de acuerdo en que él tuvo eso.

¿Por qué me cuentas todo esto?, pregunté, de repente sospechosa.

Ambos vamos a morir, dijo, como si fuera obvio.

Por instinto, miré a mi alrededor en busca de peligro, pero no vi nada más que
rocas. ¿Qué te hace decir eso?
Dio una mirada cansada en mi dirección general. Vlad no cumplirá con la
demanda de mis carceleros sin importar cuánto te quiera. Cuando no cumpla, me
matarán, y por extensión, a ti.

Mircea debía saber cuál era la segunda demanda, y sonaba tan horrible como
Maximus había predicho. ¿Qué es lo que quieren que haga?

Otra risa sin humor. ¿No lo sabes? Entonces, no me corresponde arruinar la


sorpresa.

Mira, necesitas decirme dónde estás, dije, mi agitación crecía mientras pensaba en
Vlad siendo enfrentado con lo que fuera esto. Incluso si Vlad lo hace, tú y yo no
somos de utilidad para sus captores después de que consigan lo que quieren.

169
Oh, estoy de acuerdo, dijo, con una voz tan casual como si eligiera entre vino
blanco o tinto. Pero incluso si te dijera dónde estoy, tú y Vlad no son lo suficientemente
poderosos como para rescatarme.

Aprovecha, insistí, golpeándolo donde sabía que dolería. ¿Quieres impresionar a


Vlad? Ahora es tu oportunidad. Demuéstrale que no tienes miedo a luchar por tu vida a
pesar de las probabilidades.

Sus labios se curvaron de una manera que era demasiado familiar. Bajo otras
circunstancias, podrías haberme gustado, Leila.

Vamos, Mircea, dije. Eres muchas cosas, pero no eres un cobarde, así que demuéstralo.
Luchar por vivir en lugar de esperar a morir.

Bien, dijo tan repentinamente que me sobresalté. La buena noticia es que todos
mis captores saben dónde estoy. La mala noticia es que yo no. Pero te puedo decir dónde
encontrar algunos de ellos, y si puedes mantener a uno vivo, tengo toda la confianza de
que Vlad puede sacar con tortura la información.

Bien, dije igual de rápido. No confiaba en Mircea en absoluto, pero confiaba en


que no quería morir, y realmente éramos su mejor oportunidad para sobrevivir.

Ahora, dije, preparándome para lo que estaba por venir, dime dónde podemos
encontrar a estos nigromantes.
170
Varias horas después, me sorprendió escuchar el inconfundible sonido de un
helicóptero acercándose a la casa. Intercambié una mirada preocupada con
Marty, quien se había quedado en la sala conmigo. Leotie e Ian se habían retirado
a sus habitaciones hace poco desde que el amanecer no estaba muy lejos, y por
supuesto, Maximus todavía estaba abajo con Gretchen. Él había tenido una noche
muy ocupada ya que ella se había levantado en mal estado de ánimo enloquecido
por la sangre. Maximus tenía que estar contando los segundos hasta que el alba
la noqueara.

—¿Vlad tiene un helicóptero? —me preguntó Marty.

—No —dije, yendo a la ventana. Bastante seguro, el helicóptero de alguien


estaba aterrizando en la plataforma cerca de la casa—. Tal vez Ian estaba
equivocado y Cat y Bones ya no están en el extranjero.

—Lo están, confía en mí —gritó Ian desde su habitación.

Ignoré eso, agarrando un abrigo y saliendo. Marty me siguió, ahora con dos
grandes cuchillos de plata.

—Guarda eso —siseé. Si Ian estaba equivocado y eran Cat y Bones, no estarían
felices de encontrar invitados armados no invitados que se alojaran en su casa.
—No hasta que vea quién es —respondió Marty obstinadamente

El único piloto tenía un casco integral, así que no podía decir nada de eso.
Entonces la puerta del pasajero se abrió y Vlad saltó. Su cabello soplaba
salvajemente alrededor de su cara de los aún agitados rotores, y su larga y oscura
gabardina aleteaba detrás de él como alas batiéndose.

Sus rasgos eran tan duros que podían haber pertenecido a una estatua, y había
bloqueado sus emociones detrás de un muro impenetrable. Peor, cuando me
encontré con su mirada, no había nada del amor que había expresado
anteriormente por teléfono. En cambio, su mirada me pasó por encima como si
no mereciera más. Se lanzó sobre Marty con aún más desprecio, aunque su boca
se curvó cuando vio los cuchillos.

171
—¿Solo dos? —preguntó.

Marty se puso rígido ante la implicación de que había fallado en protegerme


adecuadamente.

—Si hubiera sabido que eras tú el que aterrizaba, me hubiera traído más.

Me estremecí. Los dos nunca habían estado muy encariñados uno del otro,
pero eso no había sido un problema antes. Sin embargo, con el estado de ánimo
actual de Vlad, así como los nervios estirados de Marty, un concurso de meadas
entre ellos ahora no daría lugar a nada bueno.

—No me di cuenta de que tenías un helicóptero —dije, tratando de distraer de


su creciente tensión.

—No lo hago —respondió Vlad, afortunadamente girando su atención de


nuevo a mí—. Esto es un préstamo de Mencheres.

Fingí una risa.

—Dijiste que habías estado aquí antes. Supongo que recordaste que este lugar
tenía una plataforma de helicóptero. Me alegra que hayas pensado por
adelantado y que hubieras pedido prestado el helicóptero. Volar seguro que
supera tener que conducir despacio en las carreteras de estas montañas estrechas
y sinuosas. Vamos, te mostraré nuestra habitación —dije, tomando la mano de
Vlad.
Su comportamiento podía ser frío, pero no me sorprendió que su carne se
sintiera cualquier cosa menos fría. Podría engañar a algunas personas con ese
acto de ¡No-me-importa-nada! pero no a mí. Solo sentía este calor cuando estaba
desatando sus increíbles habilidades, en medio de la pasión, o realmente, muy
molesto.

Tampoco me sorprendió cuando él inmediatamente se alejó.

—Luego. Necesito hablar con Maximus primero.

Oh no, no lo haría. Podría querer continuar envolviéndose en mala actitud y


falsa apatía, pero no iba a dejarlo.

—Maximus está ocupado —dije—. Convirtió a Gretchen en un vampiro ayer,

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y ella se despertó loca como el infierno por estar hambrienta. Tendrás que esperar
hasta el amanecer para hablar con él.

Sus dos cejas se levantaron al oír que Gretchen ahora era un vampiro, entonces
esa escultórica dureza recuperó su rostro mientras miraba por encima de mi
hombro.

—¿Y quién es ese?

Me di la vuelta, viendo a Leotie delineada en la puerta abierta de la cabaña.

—Mi tatatara-tropecientos bisabuela. Tengo mucho que contarte, Vlad, así


que, si quieres escucharlo a tiempo para hablar con Maximus al amanecer, ven
conmigo. Además, hace mucho frío aquí.

Lo hacía, no es que ninguno estuviera en peligro de atrapar un resfriado. Aun


así, quería que estuviera solo para que pudiéramos hablar de cómo se sentía
realmente. Como si supiera lo que quería, Vlad me miró lo suficiente como para
formular varios convincentes argumentos si se negaba.

Pero al fin, con un gesto arrogante, hizo un gesto hacia el helicóptero detrás de
él.

—El piloto se irá pronto para devolver el helicóptero de Mencheres. Antes de


que lo haga, vela porque tenga alguna comida decente, Martin.

Marty se erizó al ser ordenado como un sirviente, pero agarré la mano de Vlad
y empecé a caminar hacia la casa. Me disculparía con Marty más tarde por la
rudeza de Vlad. En ese momento, tenía que aprovechar mi oportunidad de
romper sus paredes antes de que las reforzara, o las construyera más altas.

—Por aquí, querido.

Después de la introducción más breve posible a Leotie, tenía a Vlad solo arriba
en la habitación principal de la cabaña. Por supuesto, las paredes no eran lo
suficientemente gruesas para que esto fuera una conversación verdaderamente
privada, pero a veces la ilusión de privacidad era todo lo que importaba. Para
impulsar esa ilusión, cerré la puerta detrás de nosotros.

Me dio una mirada sardónica.

—Si quisiera irme, una cerradura débil no podría detenerme.

173
—No, ni puede excluir a nadie que quiera entrar, considerando que estamos
en una casa llena de vampiros —respondí, encogiéndome de hombros—. Aun
así, como una corbata en el pomo de la puerta, esta es una señal de “No molestar”
para el resto.

Su resoplido logró ser elegante y desdeñoso.

—¿Una corbata en el pomo de la puerta? Cómo si me hubieras traído aquí para


sexo.

No lo había hecho, pero si esa era la forma más rápida de romper a través de
sus nuevas paredes preocupantes…

—¿Y si dijera que lo he hecho? —pregunté, sosteniendo su mirada cuando me


acerqué a él.

Sus ojos eran puros, de cobre bruñido, el único verde en ellos procedente de la
banda natural alrededor de sus iris.

—Entonces diría que eres una pobre mentirosa, como siempre has sido.

—Tal vez necesito sentirte de esa manera para olvidar todo lo demás por un
rato —dije desafiándolo, empujando su abrigo fuera de sus hombros—. Después
de todo, he tenido un día horrible y sabes que el tuyo ha sido mucho peor.

—¿Sabes? —Su mirada se volvió feroz—. ¿Crees que nunca he matado a un


buen hombre antes? He matado a miles de ellos.
¿Realmente iba a actuar como si Samir fuera justo otra casualidad en una de
las innumerables guerras en las que había luchado? No estaba comprando eso.
Había visto cómo actuaba Vlad cuando perdía a alguien que solo le importaba en
términos generales porque esa persona había pertenecido a su línea. No se había
parecido en nada a esto.

—Cuando pensabas que negaba la violación de Maximus, me dijiste que no


podía seguir mintiendo a ti o a mí misma al respecto, o la pretensión me
destruiría. —Sostuve su rostro entre mis manos de la misma manera que él había
sostenido el mío hace todos esos meses—. Ahora te lo digo a ti. Deja de mentir
sobre lo que esto te está haciendo, Vlad. Si no lo haces, esa mentira crecerá hasta
que te envenene.

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Todavía no dijo nada, y sus escudos permanecieron igual de alto e
impenetrables. Mi mandíbula se apretó. ¿Por qué era tan difícil para él admitir lo
que ambos sabíamos ya?

—¿O me estás culpando por esto? —pregunté de repente. ¿Era eso lo que no
quería decirme?—. Si lo estás haciendo, está bien —continué apresuradamente—
. Puedo manejar lo que sea que sientas, incluso si me hace responsable porque
esto más que nada prueba tu punto sobre tus enemigos usando tu amor por mí
contra ti. Probablemente yo también me enojaría si fuera tú, así que…

—No te culpo —me interrumpió, apartándome para pasear la corta distancia


que la longitud de la habitación proporcionaba—. No tuve que anunciar
públicamente mi amor por ti al casarme contigo, pero lo hice, así que toda la culpa
de esto cae sobre mí.

—No toda —dije en voz baja, con el corazón roto—. Samir murió por mi culpa.
Eso lo hace mío, también, y si me hace daño y solo le conocí durante unos meses,
sé lo que te está haciendo.

—Oh, pero no lo haces —dijo, y mi subconsciente se sintió momentáneamente


chamuscado como una grieta que se formó en sus muros, permitiendo escapar
un trozo de sus sentimientos. Demasiado rápido, se había ido, y a pesar de no
poder descifrar lo que estaba sintiendo, ese breve destello probó que estaba ni
mucho menos tan distante como él pretendía ser.
—Sé que estás molesto —dije, yendo hacia él—. Si no lo estuvieras, no estarías
intentando tan duro de mantenerte cerrado. Necesitas parar. Esta es la parte del
“para lo malo” de nuestros votos matrimoniales, y he firmado para eso, también.
Si vamos a pasar esto, tenemos que hacerlo juntos.

—Crees que quieres que te diga lo que estoy sintiendo, pero no lo quieres
saber. —Mientras hablaba, el verde rodó sobre su mirada—. Aun así, ya que
sigues insistiendo, bien. Más que nada, me siento aliviado.

Jadeé de sorpresa ante eso, y su boca se retorció.

—No espero que lo entiendas porque nunca has matado a nadie, excepto en
defensa propia. Es muy diferente tomar una vida cuando no tienes tu propia

175
supervivencia como motivación. Alejar la ira o la venganza como factores
motivadores también, y no solo es diferente, puede ser difícil. Añade realmente
preocuparte de la persona, y no solo es difícil; se necesita un grado especial de
frialdad que la mayoría de la gente no tiene. Tengo esa frialdad, Leila. La he
tenido durante siglos, y el tiempo me ha enseñado que cuando tengo que hacer
algo necesario todavía desagradable, es mejor terminar con esto tan pronto como
sea posible.

Luego su voz se endureció y comenzó a pasear otra vez.

—Sin embargo, no es por eso que estoy aliviado de que esta parte haya
terminado. Tampoco es por eso que tuviera tanta prisa para salir como para luego
volver. Era porque cada hora que estuve lejos de ti, sabía que podías ser torturada
o peor para incentivarme a hacer lo que ordenaron los captores de Mircea. Por
eso lo que más siento ahora es alivio. Puedo ver con mis propios ojos que no estás
lastimada, y mi alivio sobre eso supera todo lo demás, incluyendo cualquier
sentimiento que pueda tener por un amigo perdido.

Me quedé boquiabierta mientras procesaba todo eso. Mis emociones


turbulentas debieron haber sido mostradas en mi cara porque dejó escapar un
resoplido burlón.

—Como dije, realmente no querías saber qué estaba sintiendo. Quizás la


próxima vez, simplemente tomes mi palabra para eso.
176
—No —susurré—. Es la verdad, así que no importa qué, lo quiero.

—¿Oh? —Se giró, tirando de mí hacia él, sus manos tan calientes como las
marcas en mi espalda—. ¿Qué hay de esta verdad? Solo me importa mantenerte
a salvo, no importa a quién tenga que matar. Sin embargo, ese tipo de egoísmo
me hace el mismo monstruo del que mis enemigos a menudo me acusaban de
ser, ¿así que realmente querías saber esto de mí?

Con la misma rapidez, él me empujó lejos, su boca curvándose con una


crueldad que desmentía el diluvio de emociones que empezaban a descomponer
sus paredes.

—¿O en su lugar, estás tan horrorizada como sabía que estarías cuando
intentara ahorrarte este conocimiento?

Lo miré fijamente, tratando de no articular mis pensamientos a través de mi


propia tormenta de emociones. No, no estaba horrorizada por su mentalidad
brutalmente práctica cuando se trataba de matar a Samir. Debería haberme dado
cuenta de la misma dureza que le había permitido a Vlad superar siglos de
tragedia también le evitaría estar afectado por el dolor, incluso si llorase a Samir
más tarde, como había insinuado.
Pero tenía miedo de lo que esto significaba para Gretchen. Vlad acababa de
confirmar mis peores sospechas sobre lo que haría si supiera que podría transferir
el hechizo sobre ella. Lo vería como mi vida contra la de Gretchen, y para él, la
elección sería obvia.

Pero si encontrábamos a Mircea, todos podríamos ganar, y ahora teníamos una


oportunidad real de hacerlo. Todo lo que tenía que hacer era evitar que Vlad se
enterara de la opción de transferencia de hechizos mientras tanto. Una vez
tuviéramos a Mircea a salvo de sus captores, se lo diría a Vlad, pero hasta
entonces…

Me acerqué a él, moviéndome deliberadamente despacio para que pudiera


leer la emoción en mis ojos cuando hablé.

177
—Te lo dije antes; sé que eres el dragón en lugar del caballero. Y no me
importa. En tu mejor o en tu peor momento, siempre te amaré, Vlad. —Puse mis
brazos alrededor de él y me puse de puntillas para que mi cara estuviera más
cerca de la suya—. Si no puedes lamentarte por Samir, hasta que esto termine, yo
lo lamentaré lo suficiente por los dos, pero no importa qué, nunca dejaré de
amarte.

Se agachó, superando esos últimos centímetros entre nosotros.

—Bien —gruñó contra mis labios—. Porque me niego a vivir sin ti.

Me besó, duro, hambriento y exigente. Al mismo tiempo, todas sus paredes


cayeron y en el instante que cayeron todas sus emociones sin filtrar me habrían
hecho tambalear si sus brazos no hubieran estado a mi alrededor. Alivio y rabia,
lujuria y amor, desesperación y necesidad, amargura y venganza; todo me
inundó, hasta que sentí que me estaba ahogando debajo del diluvio.

Le devolví el beso, de repente arañando su ropa con una urgencia que podría
haber sido mía o suya. No podía decir. Todo lo que sabía era que le necesitaba,
no podía soportar esperar un minuto más para sentir su piel sobre la mía, o para
que nuestros cuerpos estuvieran tan completamente entrelazados como estaban
nuestras emociones ahora.

Muy pronto, estaba desnuda en la cama, la desnuda y abrasadora longitud de


su cuerpo sobre el mío. Estaba demasiado consumida por el deseo para soportar
un retraso, por lo que abrí mis piernas con más demanda que invitación. Gimió
en mi boca mientras me frotaba contra él, incitándolo a perder lo último de su
control.

Lo hizo, agarrando mis caderas mientras una profunda embestida arrancaba


un grito de mí. Lo sostuve más fuerte, arqueándome contra él por más a pesar
del destello caprichoso de dolor por su tamaño y nuestra falta de juego previo.
Todavía, eso no era nada comparado con el eufórico ardor de sentirle dentro de
mí, o la sacudida que quemó mis terminaciones nerviosas más sensibles cuando
eróticamente golpeó contra mi clítoris después de completamente envolverse
dentro de mis profundidades.

Mis uñas rastrillaron su espalda mientras me arqueaba más fuerte contra él.
Hizo un ruido gutural y bajo y me levantó, saliendo todo el camino antes de

178
empujar para penetrar aún más profundo. La afilada intensidad del placer hizo
brotar chispas como perlas de sudor en mi piel, y se rió con sensualidad oscura
cuando las vio.

—Me encanta lo apasionada que eres —murmuró mientras su boca quemaba


un camino hasta mi cuello. Entonces los colmillos presionaron contra el lugar
donde mi pulso solía estar. Él lo lamió antes de hundir esos afilados puntos en
mi carne y empujó hacia adelante de nuevo, haciendo que me estremeciera por
el doble impacto de placer. Continuó en ese ritmo devastador, sus duros golpes
combinados con succiones profundas y sensuales, hasta que mi mente fue
borrada de todo excepto el placer abrumador y la urgente necesidad de más.

Mis manos comenzaron a correr alrededor de su cuerpo, alternativamente


agarrando su cabeza o sus caderas. No podía dejar de intentar acercarme a él a
pesar de no haber aire entre nosotros. Sin embargo, pronto, incluso eso no fue
suficiente. Perdida en las sensaciones primarias, hundí mis colmillos en su cuello,
queriendo llenarme de él de esa manera, también. De la punta de placer que cayó
a través de nuestra conexión, le gustó eso, y hundí mis colmillos más
profundamente en él en respuesta, gimiendo mientras tragaba su sangre.

Ese rico líquido despertó una nueva hambre en mí. Su sangre no era comida,
pero aún era embriagadora, intoxicante, y sobre todo, parte de él. Hundí más
profundo en los pinchazos, deslizando mis colmillos de nuevo cuando se
cerraron mientras él sanaba con la sobrenatural rapidez, luego sentí su risa baja
y áspera contra mi cuello.
—No seas amable. Muérdeme más fuerte.

Lo hice, un jadeo escapó de mí mientras él aumentaba su ritmo y sus dientes


se hundieron con una áspera rugosidad en mi garganta. Pronto, mi cuello
palpitaba tanto como mis entrañas y estaba meciéndome contra él con un
desprecio imprudente para cualquier cosa excepto el éxtasis que se extendía a
ambos lados de un cuchillo entre demasiado placer y una pizca de dolor. Me
consumió, hasta que no me importó que las chispas que rebosaban de mí tuvieran
las hojas ahumadas, o que la cabecera golpeara lo bastante fuerte contra la pared
para sacudir los cristales de las ventanas.

Necesito más, sí, más, muy bien, por favor, sí, ¡sí, sí!

179
Mi grito coincidió con ese increíble placer que se alzó dentro de mí. Entonces
grité de nuevo en la ola adicional, instantánea de éxtasis cuando Vlad se
estremeció contra mí, su agarre se convirtió en hierro. Mis colmillos salieron de
él cuando mi cabeza cayó hacia atrás, ese chisporroteo reemplazado por una
languidez profunda que hizo que mis extremidades se sintieran pesadas de
saciedad.

Momentos después, los colmillos de Vlad dejaron mi cuello y salió de mí.


Luego se movió hasta que me acosté a su lado en lugar de debajo de él. Sus
manos, solo un poco menos calientes que antes, comenzaron a apartar el enredo
de cabello salvaje de mi cara mientras me miraba fijamente, con una leve sonrisa
curvando su boca.

—Parece que tenías razón. Ambos necesitábamos esto para olvidar durante un
rato.

Dejé escapar una risa entrecortada.

—Deberías escuchar sin discutir la próxima vez.

Él se rió entre dientes, continuando para apartar los errantes mechones negros
de mi cara, pero lloré cuando vi que la tensión anterior comenzaba a llenar sus
rasgos de nuevo. No quería renunciar a nuestro momento de paz tan pronto, pero
ninguno podía esconderse de la realidad. Lista o no, estaba aquí, para saltar.

Sin embargo, no me faltaban buenas noticias para compartir para ayudar a


mantener esos pensamientos oscuros a raya un poco más.
—Averigüé cómo vincular a Mircea.

Se incorporó tan bruscamente que me sobresaltó.

—¿Sabes dónde está?

—No —dije con un suspiro pequeño, frustrado—. Y él tampoco lo sabe. Sus


captores lo tienen en una cueva subterránea, por lo que no hay puntos de
referencia o estructuras identificativas. Aunque pude hablar con él, como si
hubiera sido capaz de hablar contigo y está dispuesto a decirnos cómo encontrar
a personas que saben dónde está.

Ahora la cara de Vlad era completamente de piedra otra vez. Interiormente,

180
suspiré. Tanto para nuestro interludio pacífico.

—¿Por qué debemos creer una palabra de lo que te dice?

—Él sabe que sus captores lo matarán de todos modos una vez hayan
terminado de darte tareas espantosas para realizar —contesté—. También sabe
que con el hechizo que nos une, no puedes matarlo, así que se dio cuenta de que
eres su mejor oportunidad para sobrevivir.

—Por ahora —murmuró Vlad oscuramente—. Él debe saber que lo mataré en


el momento en que encontremos una manera de romper tu hechizo.

Dejé eso y elegí mis siguientes palabras con cuidado, no queriendo arruinarlo
por los pecados que había cometido hace más de quinientos años, pero tampoco
quería dejarlo inconsciente de la situación de las otras motivaciones de Mircea.

—También todavía anhela tu respeto, Vlad, incluso si sabe que tu aprobación


está fuera de discusión.

—¿Mi aprobación? —repitió con incredulidad—. ¿Está loco?

—Tal vez un poco —contesté, encogiéndome de hombros—. Pero fue un niño


pequeño que te amó e idolatró una vez, y parte de ese niño pequeño todavía está
enterrado dentro del hombre odioso en el que se ha convertido. Él sabe que
desprecias la cobardía más que cualquier otra cosa, así que dado que tienes la
oportunidad de encontrarlo, te demostrará que es hombre suficiente para luchar
por su vida a pesar de que sus probabilidades están muy en contra.

Me miró fijamente, una expresión de incredulidad superó sus rasgos.


—¿Crees esa manipulación ridícula? Leila, él está mintiendo para tendernos
una trampa.

¿Cómo podía explicar la horrible, cicatrizada alma rechazada que Mircea me


había obligado a revivir sin golpear a Vlad en la cara con eso? No había manera,
y sin mi explicación, Vlad no creería que la oferta de Mircea fuera real. No podía
perder nuestra mejor oportunidad de encontrarlo por evitar los sentimientos de
Vlad, por lo que tendría que conformarme con la metafórica cachetada.

—Fuiste un padre terrible para él —dije francamente—. Mircea no sabía que


no era tu hijo, así que todo lo que sabía era que te amaba completamente y no
podías tolerar estar cerca de él. Eso rompió algo en él que nunca se ha curado, y
sé que no está fingiendo porque los continuos rechazos de mi padre también

181
rompieron algo en mí. Pero al igual que una parte nunca crecida de mí todavía
anhela el respeto de mi padre, Mircea todavía anhela el tuyo, y esta es su última
oportunidad de ganárselo.

Él se alejó aún más.

—¿Crees que fui un padre terrible? Mi padre me envió a vivir con su peor
enemigo a cambio de seguridad política, resultando en mi tortura, violación,
inanición y abuso durante más de una década. A pesar de que no eran mis hijos,
nunca maltraté a Mircea ni al otro hijo de Ilona. En cambio, los chicos estaban
protegidos, bien alimentados, y bien educados.

—Sí, claro que lo tuviste mucho peor.

Y lo tuvo, por mucho. Sin embargo, eso no negaba lo que Mircea había pasado.
¿Cómo podría hacerle entender eso? Con su propia horrenda infancia, no era de
extrañar que estuviera teniendo problemas familiares. Añade que Vlad es de una
tiránica cultura medieval en general, y podías ver por qué encontraba el
verdadero dolor de Mircea sin sentido.

—Pero el daño emocional a veces puede ser tan marcado como el abuso físico
—continué—. En aquel momento, lo que describes podría haber sido considerado
crianza estelar, pero Mircea todavía estaba realmente herido. Y si lo piensas bien,
sabes que el rechazo de un padre puede ser devastador para una persona incluso
durante mucho tiempo más allá de su infancia. Incluso le dijiste a mi padre que
no tenía derecho a juzgarte tan duramente porque tu hijo primogénito nunca
tuvo que rogar por el amor que mi padre seguía ocultándome, ¿recuerdas?

—Eso no es lo mismo —murmuró Vlad, pero apartó la mirada un poco


demasiado rápido.

Me acerqué más, hasta que tuvo que encontrar mi mirada o girar la cabeza
para evitarlo.

—Lo siento, pero lo es. Sí, las cosas fueron increíblemente difíciles para ti y
todo tu enfoque estaba en salvar tu país, pero aún dejaste a un niño que creía que
era tu hijo atrás. A veces los niños actúan porque la atención negativa es mejor
que ninguna atención. Eso es básicamente lo que Mircea ha hecho, si se agregan

182
siglos siendo retorcido por la venganza obsesiva de tu enemigo Szilagyi, mientras
que también aprendes mucha magia desagradable de quién-sabe-quién. No estoy
diciendo que está bien, pero estoy diciendo que creo cien por cien que lo hizo
todo porque prefería que lo odiases a seguir ignorándole.

Vlad se levantó de la cama, haciendo una pausa para dar una frustrada mirada
a la pequeña habitación antes de que sus pasos comenzaran a comerse el espacio
limitado del suelo. Tal vez por eso su habitación en el castillo era tan grande. Allí
tenía mucho espacio para alejarse de su frustración.

—Mircea podría haber venido a mí —dijo finalmente, dagas de su frustración


comenzaron a clavarse en mis propias emocione—. Si lo hubiera hecho de
antemano, si hubiera explicado por qué se puso del lado de Szilagyi y fingió estar
muerto… Podría haberle perdonado.

—¿Lo harías? —pregunté con más franqueza brutal—. Eres conocido por
muchas cosas, pero el perdón no es una de ellas.

Me lanzó una mirada cansada.

—Es cierto, pero al final, no importa. Mircea intentó matarte. Incluso si fuera
un alma más indulgente, no lo habría perdonado por eso.

—No te estoy pidiendo que lo hagas —dije, saliendo de la cama también—.


Pero te estoy pidiendo que creas que Mircea quiere tu respeto. Ya que no podías
dárselo como tu hijastro, él está dispuesto a que lo respetes como tu enemigo.
Toma eso, y el hecho de que quiere una oportunidad de vivir frente a la certeza
de la muerte de sus captores, y no creo que esté mintiendo con esta ventaja.

Me acerqué a Vlad, pasando ligeramente las manos sobre la espalda que había
vuelto hacia mí. Había cerrado sus sentimientos de nuevo. Tal vez todavía estaba
consumido por la rabia, o tal vez estaba recordando de nuevo cuando había sido
el único padre que Mircea había conocido, y estaba volviendo a pensar su
tratamiento anterior hacia él.

—¿Cuál fue la pista? —preguntó Vlad después de un largo silencio.

Cerré los ojos con alivio.

183
—Acabar con algunos nigromantes en el grupo que lo retiene cautivo. Al
parecer son miembros de un culto que se llaman a sí mismos Acólitos de Imhotep,
y todos los miembros saben dónde está Mircea. Si podemos mantener a uno vivo,
podremos sacarle la ubicación.
184
Tan pronto como amaneció, Vlad y yo fuimos a la celda en el sótano. Gretchen,
como era de esperar, estaba ahora desmayada en el catre, su camisa tan
manchada de rojo que no pude recordar cuál había sido su color original. Oler la
sangre de sus desordenadas alimentaciones me recordó que no había comido en
más de un día. Tampoco había dormido en más de un día, y tenía que hacer
ambas cosas si iba a luchar contra un grupo de poderosos nigromantes esta
noche.

Pero primero…

—La llevaré arriba y la limpiaré —le dije a Maximus, comenzando a


desbloquear las muñequeras y las tobilleras de Gretchen—. No se despertará
hasta el anochecer, así que será seguro. Deberías conseguir descansar algo,
también, mientras puedas.

Maximus se veía tan cansado como yo, y él también estaba en la mala


necesidad de una ducha y ropa nueva. Su camisa y pantalones estaban casi tan
manchados como los de Gretchen, y su cabello era ahora del mismo color
pelirrojo que el de Ian con toda la sangre en él. Pero su mirada no era cansada.
Era como un pedernal cuando miró más allá de mí a Vlad.

—¿Qué hiciste con Samir?


—Lo enterré en la cresta —respondió Vlad.

Maximus asintió brevemente.

—Me alegro. Cuando llegue el momento también quiero pasar mi descanso


final con nuestros otros hermanos caídos. —Luego hizo una pausa, y la risa que
salió de él sonaba forzada—. A no ser que eso ya no es una opción. He sido
expulsado de tu línea. Supongo que eso significa que tienes que cambiar de
opinión acerca de enterrarme con el resto de tu gente después de que me haya
ido.

Vlad no respondió. Solo miró a Maximus. La asombrosa cantidad de años


entre ellos, tanto buenos como malos, parecía llenar el espacio y el silencio,

185
añadiendo un peso a la atmósfera que no había estado allí momentos antes.

—No —dijo Vlad por fin, su voz más áspera, casi ronca—. No he cambiado de
opinión acerca de eso.

Tuve que apartar la mirada, parpadeando las lágrimas que estaban llenando
mis ojos. Este año pasado habían empujado su amistad más allá del punto de
ruptura varias veces. No hace mucho tiempo, Maximus había estado en las
mazmorras de Vlad, y no mucho después de eso, el enemigo ahora muerto de
Vlad, Szilagyi le había enviado a Vlad un video de lo que parecía Maximus
violándome. Ninguno pensó que Vlad pudiera superar eso incluso cuando
descubrió que no era real, pero lo había hecho. Él y Maximus todavía no habían
vuelto a donde habían estado antes, pero tal vez esto les estaba llevando un paso
más cerca.

Entonces Maximus dijo:

—Leila puede transferir el hechizo sobre ella a Gretchen. —Y mi ánimo


optimista fue destrozado.

Vlad se giró para mirarme.

—¿Qué? —preguntó en un tono que podría haber dividido la roca.

Me quedé mirando a Maximus mientras mi mente iba brevemente de en


blanco a rabia. Me miró fijamente, sin parpadear.

—Adelante, corta mi corazón. No temo a la muerte, y morir por mi príncipe es


un gran honor.
Estaba desgarrada entre esa rabia que me adormecía la mente y una frustrada
admiración. Odiaba a Maximus por decirle a Vlad cómo estaba en peligro
Gretchen, y lo respetaba porque su ferviente lealtad significaba que no podía
hacer nada más excepto decírselo a Vlad.

—Nadie morirá por mí hoy —dijo Vlad, su tono de repente traicionando un


cansancio de la que su aura chisporroteante no daba ninguna indicación—. Pero
me dirás qué quiere decir, Leila.

Y así, mucho antes de lo que pretendía, me encontré diciéndole a Vlad sobre


la magia del legado en mi línea cherokee, que Gretchen era el único pariente
matrilineal al que podría transferirse, y lo que eso hacía tanto a la persona que lo
daba como al que lo recibía. Con cada palabra, la mirada de Vlad se hizo más

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verde, más brillante, hasta que al final, sentía como si estuviera mirando a los
soles gemelos esmeralda.

—Hazlo —fueron sus primeras palabras una vez terminé.

Le di una mirada furiosa a Maximus antes de volver a enfocar mi atención de


nuevo en Vlad. A veces fastidiaba estar en lo cierto.

—Mira, odio que estés siendo sacudido por los captores de Mircea por mi
culpa. Lo odio hasta mi núcleo, y llevaré la culpa de la muerte de Samir durante
el resto de mi vida porque lo hiciste para salvarme. Pero no puedo transferir este
hechizo a Gretchen. Para empezar, ni siquiera sé cómo, y…

—¡Leotie! —gruñó Vlad, girando sobre sus talones para enfrentar la puerta de
la celda abierta—. ¡Sé que estás escuchando, baja aquí!

—Y no puedo condenar a Gretchen a muerte de esa manera —continué como


si no me hubiera interrumpido—. ¡Admítelo, Vlad! Ayer, si tu elección hubiera
sido la vida de Gretchen o la de Samir, habrías elegido a Samir. Entiendo por qué;
él fue tu leal amigo durante cientos de años y acabas de conocer a Gretchen hace
unos meses. —Tomé aire, forzándome a seguir—. El problema es, que por la
razón que lo entiendo es porque me siento de la misma manera. Me gustaba
Samir y me siento muy mal por su muerte, pero solo lo conocí durante unos
meses. Gretchen nació cuando yo tenía tres años, así que no tengo ni un solo
recuerdo donde ella no sea parte de mi vida. Demonios, cuando éramos pequeñas
y teníamos que cruzar una calle, mamá tomaba mi mano y yo sostenía la de
Gretchen. Yo era su hermana mayor, así que por supuesto que sabía que era mi
trabajo cuidarla…

Hice una pausa para alejar las lágrimas que comenzaron a fugarse de mis ojos.
¡Maldita sea, no tenía tiempo para eso más de lo que tenía tiempo para otra fusión
eléctrica! Mis emociones tendrían que esperar hasta que las cosas se calmaran lo
suficiente para que pudiera tomar el volante.

—Ella es mi hermana pequeña y la amo —resumí, luchando por sonar enérgica


en lugar de rota, lo cual era como me sentía en esta siguiente admisión—. Y
sacrificaría mi vida y la vida de todos los demás por ella… excepto tu vida.

Lágrimas más traicioneras se escaparon. Esta vez no las limpié. Estaba


demasiado ocupada mirando a Vlad cuando desnudé la parte más vulnerable,

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egoísta de mi alma.

—Esa es la verdadera razón por la que no iba a hablarte sobre la transferencia


de hechizos hasta después de que tuviéramos a salvo y recuperado a Mircea. No
importa cuánto ame a Gretchen, te quiero más, así que si de alguna manera
llegara hasta tu vida o arriesgara la de ella por darle a Gretchen el hexágono, te
elegiría.

Las lágrimas cayeron más rápido ahora, hasta que todo en la habitación
pareció vacilar de mi mirada a través de una lente líquida.

—Y sé que me elegirías. Por eso no quería que supieras que podía transferir el
hechizo a Gretchen. Sabía lo que dirías. No hay nada que ninguno de nosotros
hiciera para salvar al otro, pero a menos que esté tu vida en la línea, no lo haré.
No puedo, así que ponte furioso conmigo porque elegí a Gretchen sobre Samir,
pero por favor, no me pidas que transfiera el hechizo de nuevo.

Vlad no dijo nada. Él simplemente me encerró en sus brazos y me sostuvieron


lo suficientemente fuerte como para forzar el aire restante de mis pulmones.
Cuando sentí que algo quemaba en mi frente, supe que eran sus labios.

—No estoy furioso contigo —murmuró contra mi piel—. Ni siquiera estoy


enojado. Estás luchando por los que más amas. ¿Cómo podría, de entre toda la
gente, no entender eso?

—Puede que no tengas que elegir entre Vlad y tu hermana. —Noté una voz
fría detrás de nosotros—. Conozco una manera de darle a Gretchen el hechizo sin
ponerla en peligro.
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Levanté la cabeza y los brazos a mi alrededor se tensaron. No había notado
que Leotie venía aquí, pero ahora estaba en la puerta abierta de la celda.

—¿Cómo? —preguntó Vlad antes de que yo pudiera.

Leotie levantó una graciosa ceja.

—La magia del legado se transforma en lo que más necesita la persona en el


momento de la transferencia. Cuando lo recibí, lo que más necesitaba era
esconderme de mis perseguidores, así que me dio el don de cambiar de forma.
Cuando Leila lo recibió, lo que más necesitaba era sobrevivir a una dosis letal de
voltaje, por lo que le dio el don de hacer de esa electricidad una parte funcional
de su cuerpo. En este momento, Gretchen lo que más necesita es sangre, pero en
unas pocas semanas…

Leotie dejó colgar la frase. Yo la recogí con una sensación de alivio casi
aplastante.

—Ella superará el peor de sus deseos, así que si espero para transferirle el
legado, entonces lo que más necesitará es ser protegida de los efectos letales de mi
hechizo.
Leotie asintió, y yo quería llorar de pura alegría esta vez. ¿Podría realmente la
solución ser tan sencilla? ¿Estaba el descanso que tan desesperadamente
necesitábamos finalmente a nuestro alcance?

—Pero tendrás que esperar hasta entonces —dijo Leotie, mirando a Vlad ahora
en lugar de a mí—. De otra manera, el deseo incontrolable de sangre de Gretchen
engañará a la magia, haciéndola creer que la sangre es lo que más necesita. No
solo perderías la oportunidad de protegerla del hechizo, su don podría volverse
oscuro para proporcionar formas para que Gretchen satisfaga su insaciable
hambre.

Un truco. Por supuesto que había una trampa.

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—¿Se puede hacer eso?

La sonrisa de Leotie era sombría con el tipo de conocimiento de primera mano


que no quería tener.

—Oh, sí. Magia tan poderosa puede ser tan terrible como es genial.

—Está bien, así que esperamos —dije, mirando a Vlad—. ¿Cierto? —Cuando
él no dijo nada, yo dije—: ¿Verdad? —Más enfáticamente

—Correcto —respondió en un tono ligero. Luego le lanzó una sonrisa a Leotie


que causó que todos mis músculos se tensaran. ¿Por qué le estaba dando su
encantadora sonrisa de la muerte-pronto-seguirá?—. Pero todavía le mostrarás a
Leila cómo transferir la magia ahora.

El aura de Leotie se encendió, enviando ondas de poder sobre el cuarto. El


aroma que acompañaba la ira era casi redundante en comparación.

—¿Intentas darme ordenes, Empalador?

—No, él no —dije rápidamente, dándole a Vlad una mirada de no te atrevas—


. Pero después de que Gretchen atraviese su locura de hambre, podríamos
necesitar hacer la transferencia inmediatamente. Si no estás disponible para dar
las instrucciones, estaríamos en problemas.

Leotie sonrió, aunque su poder continuó llenando el aire.

—Desprecio la mayoría de los coloquialismos americanos modernos, pero “No


mientas una mierda” es apropiado para este momento.
—Así que “No me pongas a prueba” —respondió Vlad, su aura estalló para
bañar la habitación con peligrosos niveles de calor.

—¿Pueden parar? —espeté, abandonando mi intento para suavizar las cosas—


. Vlad, mejor que no vea tanto como una chispa de ti. Leotie es familia, así que el
acuerdo que tú y yo hicimos hace mucho sobre que nunca le harás daño a
ninguno de mi familia se aplica a ella, también. —Luego me volví hacia Leotie—
. Sí, tienes ochocientos años, y en tu poder obvio, también estoy segura de que
todavía tienes algunos trucos mágicos bajo la manga. Pero sacudiste la mano de
Vlad cuando lo conociste, por lo que le diste la capacidad de tostarte antes de que
puedas decir abracadabra. ¿Y ahora que hemos confirmado que todo el mundo
aquí es un tipo duro, pero estamos de acuerdo en que nadie va a lastimar a nadie,

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podemos seguir adelante ya?

La sonrisa de Leotie se convirtió en esa extraña forma de orgullo molesto


mientras me miraba. Entonces miró a Vlad, quien murmuró algo en rumano que
esperaba que ella no entendiera. Aun así, su aura se replegó como un dragón
escondiendo sus alas gigantescas, y el aura de Leotie se disipó hasta que ya no
me sentía como si tuviera unas diminutas bolas de púas medievales rodando
sobre mi piel.

—Bien, todos somos razonables —dije, soplando un suspiro. Honestamente,


los viejos vampiros eran el equivalente sobrenatural de destellos humanos
algunas veces.

Simplemente no podían parar de mostrar a otras personas lo que tenían y cuán


capaces eran de usarlo.

—Ahora, Leotie —continué—, por favor, muéstrame cómo transferir mi


legado mágico a Gretchen, aunque no lo haré hasta que sea seguro —dije,
destacando esas últimas palabras.

Como si ella no hubiera estado en un punto muerto peligroso momentos antes,


Leotie levantó su hombro en algo demasiado descuidado para encogerse de
hombros.

—Sellas tu boca sobre la de ella y respiras el poder en ella mientras que


simultáneamente lo quieres fuera de ti.
—¿Eso es todo? —dije, mi sorpresa se hizo eco en las expresiones dudosas
tanto de Vlad como de la cara de Maximus.

Otra inclinación casual del hombro.

—Los mecanismos no son complicados. Solo se requiere la familia matrilineal.

Eso era seguro. Si no fuera así, podría estar transfiriendo este legado y su
hechizo de autoestop mortal a la primera persona malvada que encontrara.
Entonces otra vez, tal vez no podíamos matar a esa persona después. La magia
lo protegería, haciéndonos culpables de dar a un monstruo súper poderes.
Supongo que esperar a que Gretchen superara la locura por la sangre era el mejor
juego posible para una variedad de razones.

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—Está bien, bueno, ahora sabemos cómo hacerlo —dije. Todavía sonaba
demasiado fácil, pero de nuevo, ¿qué había esperado que implicara? ¿Sacrificar
un unicornio?—. Así que ahora voy a hacer lo que vine hacer aquí, que es
conseguir que Gretchen se limpie.

Leotie se fue sin otra palabra. La mirada de Vlad la siguió, pero él no dijo nada.
Si todavía tenía dudas de que ella nos había dicho la verdad sobre la transferencia
del hechizo, obviamente estaba dispuesto a esperar hasta más tarde para
enfrentarla. Bueno. No estaba lista para arbitrar otro concurso de meadas entre
ellos.

Recogí a Gretchen, tratando de no notar cómo mi estómago se apretó ante el


fuerte olor de la sangre emanando de ella. Eché un vistazo a uno de las bolsas de
sangre no utilizadas en el suelo, luego me di una bofetada mental. No podía
tomar eso. Gretchen necesitaba todas, y yo podría salir a buscar mi propia
comida. Me estaba volviendo bastante buena alimentándome de la muñeca sin
cortar la arteria equivocada, de hecho. Me graduaría en el cuello pronto…

Los puntos gemelos de repente atravesaron mi labio inferior, y chupé las gotas
de sangre que lo acompañaron, esperando que nadie más se diera cuenta. ¿Que
una especie de vampiro se apuñalara en el labio con sus propios colmillos?
Algunos días, todavía era una novata en esto.

—Tráela de vuelta aquí cuando hayas terminado. Usaré uno de los otros baños
arriba para limpiarme —dijo Maximus, afortunadamente no pareció ver lo que
había hecho. Tampoco Vlad. Todavía estaba mirando a la puerta abierta a pesar
de que Leotie ahora estaba arriba de las escaleras y fuera de la vista.

—Ella está escondiendo algo —dijo, su voz tan baja que no llegaría más allá
de esta habitación.

—Probablemente —estuve de acuerdo, manteniendo mi voz igual de suave.


La ventaja de tener más de ochocientos años, Leotie tenía que tener muchos
secretos que aún no había revelado—. Pero no creo que sean los detalles de la
transferencia, y tampoco creo que quiera hacernos algún daño.

La mirada que me dio Vlad era cansada hasta el extremo.

—A veces dañamos a los que amamos si queremos o no.

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No podía discutir ese punto, así que con una ligera sacudida de mi cabeza para
indicar que discutiríamos esto más tarde, volví arriba con Vlad y Maximus
siguiéndonos. Cuando llegamos al nivel principal de la casa, vi que Leotie ya
había desaparecido en su dormitorio. Eso era muy bueno, ya que el radar de Vlad
estaba claramente configurado en modo descubrir y destruir. Ian y Marty estaban
ahora fuera de sus habitaciones, y no habían estado antes.

Ambos estaban sentados en sillones opuestos en el salón, y ambos parecían


cansados. Apenas estando a una hora después del amanecer, había estado segura
de que estarían dormidos. Tal vez nuestra discusión a continuación los había
despertado. Con lo tensas que se habían puesto las cosas podrían haber pensado
que necesitaban mantenerse despiertos en caso de que tuvieran que bajar las
escaleras para saltar y romper las cosas. O unirse.

—No te levantes. Solo llevo a Gretchen a mi habitación para limpiarla —le dije
a Marty, saludándolo con la mano cuando se levantó para ayudar.

Ian se puso de pie y dio un estiramiento perezoso con todo el cuerpo.

—No es que estuviera escuchando a escondidas, pero ahora que tienes a tu


pariente bruja asistiéndote con cualquier magia futura importante y tienes una
manera de sacar de ti el hechizo ruin, me parece que he cumplido mi juramento
y puedo despedirme. Ha sido una gran diversión, y con eso quiero decir más
aburrida que una versión extendida de la misa de medianoche, pero tenía que
terminar alguna vez…
—No has terminado todavía —lo interrumpió Vlad—. Vamos tras un grupo
de nigromantes esta noche y necesitamos tus habilidades.

La boca de Ian se curvó hacia abajo.

—Por supuesto que lo harán. ¿Por qué querría sobrevivir a la tarea que
Mencheres me obligó a entrar?

Vlad soltó un gruñido desdeñoso.

—Guarda tus quejas para él. Estos nigromantes se supone que son los acólitos
mágicos de Imhotep, y Mencheres era un contemporáneo suyo, por lo que podría
saber más sobre ellos de lo que se da cuenta. Por eso le envié un mensaje de texto

193
antes y le dije que me llamara.

Esperaba que Mencheres supiera sobre Imhotep y su culto. Solo reconocí su


nombre porque Imhotep fue el villano en los noventa en el remake de la película
La momia, sin embargo, dudaba que eso ayudara.

—Genial —dijo Ian en un tono que implicaba que sentía lo contrario—.


¿Alguien más siente la repentina necesidad de un peluche?

Parpadeé.

—¿Qué?

Él saludó con desdén.

—Por supuesto que no. Tú y Tepesh ya tienen el suyo. Aunque los dos
golpearon la cama a través del suelo, y aquí tuve que escuchar eso mientras me
esforzaba a entrar en un estado antinatural de celibato.

Ahora estaba boquiabierta ante su audacia, sin mencionar sus prioridades


cuestionables si realmente creía que iba a morir esta noche. Ian no prestó ninguna
atención a eso. Su mirada se iluminó cuando llegó Leotie de vuelta al salón.

—Ah, Leotie, mi bella marioneta, retiro todo lo que dije acerca de ti siendo una
criada superior. Llévame a tu cama, te prometo infinitas delicias. Incluso me
limitaré a la lengua solamente. Siempre feliz de acomodar una preferencia.

—No —dijo Leotie, su tono se volvió marchito—. Y si me haces decir no otra


vez, tu sangre estará en el suelo.
La boca de Ian se curvó en un puchero.

—Desearía que estuvieras hablando de los juegos previos, pero claramente no


lo haces. Muy bien, puedo tomar un rechazo honesto, así que no me molestaré de
nuevo contigo. —Entonces su tono se aligeró—. ¿Pero ofreceré una última
oportunidad para cualquier participante entre el resto de ustedes?

Cuando todo lo que recibió fue miradas, Ian suspiró como si estuviera herido.

—Montón de acaparadores sexuales, ustedes. ¿No tienen piedad de la última


petición de un hombre moribundo? Caramba, si vivo a través de esta noche, no
seré responsable de lo que haga a continuación en mi camino que no requiera
consentimiento. Toma esa silla de allí. Mmmm, se ve suave, ¿no es así? Robusta,

194
también. Porque, si eso fuera un La-ZBoy, podría estar golpeando el relleno justo
ahora…

—Ten, mira esto —dijo Leotie con molestia, sosteniendo un objeto pequeño
hacia arriba. Un espejo, me di cuenta. ¿Por qué ella…?

Mi entorno se desvaneció y de repente fui bombardeada por miles de visiones


de mi propio reflejo. Sentí como si hubiera sido de alguna manera transportada
dentro de la magia más grande del mundo en la casa de los espejos. A la vez, dejé
a Gretchen y traté de encontrar la salida, pero con cada movimiento que hacía,
nuestros reflejos solo aumentaban, hasta que no pude ver nada excepto las
infinitas versiones de mí misma con Gretchen tumbada boca abajo a mis pies.
195
No podía encontrar un camino alrededor de los espejos, así que empecé a
golpearlos con todas mis fuerzas. Todavía de alguna manera, no pude romper ni
uno solo. Intenté azotarlos con mi látigo a continuación, con el mismo resultado
sombrío. Desesperada, comencé a desear la electricidad en mí a niveles cada vez
más altos, hasta que estuve preocupada por convertirme en un peligro para
Gretchen, sin embargo, mi látigo todavía no tenía absolutamente ningún efecto
en los espejos. Una horrible comprensión me llenó. Ninguna de mis habilidades
podría liberarme de esta trampa.

—No te asustes, Leila.

La voz de Leotie resonó a mi alrededor, aunque no podía verla. Todo lo que


pude ver fue interminables versiones de mí misma en las paredes espejadas de
nuestra prisión. Entonces grité de repente cuando Gretchen desapareció de esos
reflejos.

—No te asustes —repitió Leotie—. El hechizo se disipará después de que haya


tenido tiempo de alejar a Gretchen a salvo.

—¿Por qué estás haciendo esto? —escupí, maldiciéndome por siempre por
confiar en ella.
—Tengo un sentido de la gente. Nunca se equivoca y me está diciendo que tu
esposo está escondiendo algo.

Mi resoplido fue amargo.

—Vlad dijo lo mismo acerca de ti.

—Puede que no me creas ahora, pero estoy haciendo esto para ayudar —
respondió Leotie, esos ecos extraños desvaneciéndose un poco—. Cuando Vlad
dijo que esperaría para transferir el hechizo a Gretchen, podía decir que estaba
mintiendo. Confirmaste qué harías cualquier cosa por él, así que tampoco puedo
confiar en ti. Es por eso que me llevaré a Gretchen hasta que ella haya superado
su sed de sangre.

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No dije nada por un momento. Nunca la perdonaría por engañarnos y
atraparnos de esta manera, pero también entendía por qué lo hizo hasta mi
misma alma.

—Vlad irá por ti —dije finalmente. Él no tendría ningún conflicto de


emociones sobre lo que Leotie había hecho. Ella había atrapado a Vlad, también,
o él ya la habría quemado hasta la muerte por hacerme esto. Cuando finalmente
saliera, querría venganza por esta traición.

La risa ligera de Leotie se escurrió por los espejos infinitos.

—Perdería mi respeto por él si no lo hiciera. Pero yo era vieja mucho antes de


que él naciera, Leila, y he tenido siglos para volver a aprender toda la magia que
me fue quitada. Tu marido no me encontrará a menos que yo quiera que lo haga.

Su voz fue mucho más cercana durante esa última parte, esperaba que
apareciera en los innumerables reflejos desde los espejos. No lo hizo, todavía de
alguna manera, sus siguientes palabras sonaban como si fueran susurradas justo
en mi oído.

—Te dejé el secreto de este hechizo debajo de mi colchón. Llévatelo contigo


esta noche. Es tan antiguo que los nigromantes podrían no conocerlo, y si les
atrapas en él, estarán tan indefensos como tú ahora. También escuché que el
hombre que estás buscando está en una cueva. El cuarzo negro absorbe la magia,
por lo que es el único tipo de cueva en el que los nigromantes pondrían a un
compañero hechicero. Adiós, Leila. Espero verte otra vez un día.
—¡Leotie, espera! —grité.

Ella no respondió. Seguí llamándola, pero solo escuché un sinfín de ecos de mi


propia voz en respuesta. Entonces, a pesar de mis anteriores fracasados intentos,
reanudé mis esfuerzos para romper los espejos. Tal vez Leotie solo había estado
diciendo que estábamos todos indefensos, así que no saldría antes de que ella
quisiera que lo hiciera.

Lo que sentí como varias horas después, me senté en derrota. También cerré
los ojos para no tener que seguir viendo innumerables versiones de mi propio
reflejo. Si hubiera sido humana, habría tenido una migraña vomitando por todos
los cegadores y repetidos destellos de luz de mi látigo mientras seguía azotando
los espejos en un inútil intento de romperlos. No había funcionado. Ni siquiera

197
había arañado su superficie. Leotie no había estado mintiendo sobre la
efectividad de esta trampa, eso era malditamente seguro.

Me esforcé por mis esfuerzos, pero estaba tan cansada que pensé que podría
desmayarme. Probablemente sería una buena idea si intentara dormir. Eso era al
menos un beneficio que podría hacer mientras estaba atrapada en este hechizo
inquebrantable. Pero las preguntas, miedos, corrientes eléctricas elevadas, y
hambre no me permitirían relajarme, y mucho menos dormir. Sí, Leotie había
dicho que el hechizo se disiparía una vez que ella y Gretchen estuvieran a salvo,
pero no había dicho cuánto tiempo tomaría.

¿Qué pasaba si el hechizo no se desactivaba durante días? Peor aún, ¿y si


hubiera un fallo mágico y no se desactivaba en absoluto? ¿Eso nos dejaría a Vlad,
Marty, Maximus y a mí atrapados en nuestras prisiones espejadas, hasta que
Gretchen finalmente pasara su sed de sangre y Leotie nos la devolviera en una
semana o dos?

Traté de hacer retroceder mi pánico creciente por el pensamiento. No solo me


volvería loca de hambre por entonces, sino que si los captores de Mircea le daban
a Vlad una nueva demanda, él no sería capaz de llevarla a cabo incluso si era algo
tan simple como quemar una casa. Entonces me matarían en represalia, y
ninguno de nosotros podríamos hacer nada para detenerlos. Incluso si no nos
enviaban nuevas demandas, no estábamos seguros aquí.

Esta era la casa de Cat y Bones, no una de Vlad. En cualquier momento, alguien
más podría venir. No me preocupaba que fuera de Cat o Bones, pero ¿y si uno de
sus otros amigos aparecía? ¿Tal vez alguien con un rencor contra Vlad? Él
ciertamente no tenía escasez de enemigos…

Un fuerte sonido se estrelló en mi cabeza a tiempo para ver los espejos


destrozándose, innumerables piezas de cristal desaparecieron en cuanto
golpearon el suelo. En el momento siguiente, estaba mirando a Vlad, Ian,
Maximus, y Marty. Todos estábamos todavía en el salón, de pie exactamente
donde estábamos antes, y todos teníamos grados similares de sorpresa en
nuestras expresiones.

Entonces Vlad me alcanzó en dos largos pasos, sus dedos se hundieron casi
dolorosamente mientras me aferraba por los hombros.

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—¿Estás bien?

—Sí —dije, parpadeando porque ver las cosas en una sola forma de repente
parecía extraña.

—Esa pequeña bruja asquerosa. —Suspiró Ian, mirando alrededor con cautela
como si esperara que aparecieran espejos y lo encerraran de nuevo—. Nos
engañó bien y adecuado, ¿verdad?

Maximus comenzó a caminar alrededor de la casa. No sabía por qué hasta que
gritó:

—¡Gretchen no está! —En un tono frenético.

Sí, ya lo sabía. Entonces encontré la mirada de Vlad. Una mirada a sus


profundidades cobrizas a fuego lento, y supe que Leotie le había dicho por qué
hizo esto, también. Sus emociones estaban encerradas, pero su olor a canela
ahumada se agudizó con una furia apenas controlada, y si sus manos se ponían
algo más calientes, mi ropa se prendería en fuego.

—Leotie dijo que no nos molestáramos en vincular a cualquiera de ellos


porque bloquearía sus intentos —dijo Vlad, confirmando mis sospechas de que
había hablado con él también—. Todavía tienes que intentarlo. Es innecesario
decir que no confío en su palabra en nada ahora.

Marty se acercó y sentí el temblor que no mostraba cuando me dio una


palmadita reconfortante y luego deslizó su mano en la mía.
—No pretendo ser grosero porque Leotie es tu familia —dijo en tono
lacónico—. Pero si veo a esa bruja de nuevo, patearé cada centímetro de su culo
lanza hechizos…

Dejó de hablar cuando algo golpeó bastante fuerte para hacer que toda la casa
temblara. Fuera lo que fuera, había aterrizado justo fuera de la cabaña. Vlad me
soltó, sus manos estallaron en llamas. Traté de sacar un látigo, entonces maldije
cuando no pasó nada. Me había agotado en esos malditos espejos irrompibles y
ahora ¡quién sabía qué peligro había aparecido afuera!

—¡Cuchillo! —siseé. Marty todavía tenía esas dos largas dagas de plata sobre
él. Me tiró una y lo agarré en el aire cuando las llamas en las manos de Vlad se
extinguieron bruscamente.

199
—Está bien —dijo lacónicamente.

En el mismo momento, la puerta de entrada se desgarró de las bisagras como


tiradas por enormes, invisibles manos. Luego fue arrojada lejos y Mencheres
barrió en la habitación. Su aura estalló con la intensidad de las múltiples mareas,
lo que me hizo tambalear hacia atrás. Nunca antes había sentido algo tan fuerte.
Mencheres debía estar siempre enmascarando su aura, pero no ahora, y esas
corrientes siguieron creciendo hasta que esperé caer completamente o comenzar
espontáneamente a arder. ¡Dios mío, se sentía como la línea de poder que había
tocado cuando tenía trece años!

La oscura y penetrante mirada de Mencheres recorrió la habitación antes de


tocar a cada uno de nosotros con rapidez, evaluando las miradas. Luego se relajó
visiblemente y ese poder incalculable volvió a él como si lo succionara con un
vórtice invisible. Por fin, su mirada se instaló en Vlad y él arqueó una sola e
indignada ceja.

—Entonces —dijo Mencheres en un tono casual—. ¿Qué me perdí?


200
Entendía la razón de su manera dramática de entrar cuando bajé para ver si
Leotie había tomado todas las bolsas de sangre con ella. Aparentemente,
Mencheres había estado llamando a Vlad una y otra vez y se había preocupado
cuando no obtuvo respuesta. Era por eso que optó por su repentina llegada
explosiva en lugar de simplemente aparecer en coche o helicóptero. No es que
pudiera culpar a Mencheres por estar preocupado. Hacía pocos minutos, todos
habíamos estado atrapados en la trampa de una bruja.

Una mirada al reloj mostró que habíamos estado en nuestras cárceles


espejadas durante más de seis horas. Se había sentido mucho más largo que eso,
y ahora estaba tan hambrienta que no confiaba en mí misma para alimentarme
de un humano. Afortunadamente, encontré una bolsa de sangre que Leotie había
dejado atrás por accidente o porque sabía cuán hambrienta estaría una vez que
finalmente estuviera fuera de su trampa. La drené, sintiéndome extrañamente
culpable aunque Gretchen ya se había ido.

Intenté no preocuparme por ella mientras escuchaba a Vlad poner al día a


Mencheres en todo lo que había sucedido desde la última vez que hablaron.
Leotie no haría daño a Gretchen, recordé. Ella había ido a longitudes bastante
extremas para demostrarlo, de hecho, pero odiaba que mi hermana todavía
estuviera con un virtual desconocido en el más emocionalmente vulnerable y
turbulento punto de su vida.

Y, querido Dios, ni siquiera quería pensar en qué pasaría cuando mi padre


descubriera que Gretchen era ahora un vampiro y había dejado que alguien me
la arrebatara a sitios desconocidos. Decir que estaría enojado era un eufemismo.
Solo recientemente comencé a hablar con él de nuevo después de mi propia
transición de humano a no-muerto hace varios meses. Una vez que mi padre
descubriera que Gretchen había elegido convertirse en una criatura de la noche
completa, también, podría estallarle un vaso sanguíneo.

Por otra parte, mi padre también podría ir a buscar un cuchillo de plata para
apuñalarme. Consideraría el cambio de Gretchen y su posterior secuestro culpa

201
mía ya que fue la que expuso a Gretchen a los vampiros en primer lugar. Dudaba
que hablarle sobre nuestro linaje de bruja más raro tranquilizaría a mi padre,
también. Familia. ¿Por qué no era nada fácil con ellos?

—¿Imhotep? —Escuché a Mencheres decir, y mis oídos se animaron—. Pero


Imhotep ha estado muerto durante más de mil años.

—Parece que sus seguidores viven —respondió Vlad en tono brusco—. ¿Qué
sabes a cerca de ellos?

Me deslicé al piso de arriba mientras Mencheres reflexionaba en silencio.


Cuando llegué a la sala principal, estaba mirando por la ventana y Vlad estaba
de pie junto a la chimenea.

—Imhotep era inusual —dijo Mencheres—. La historia lo recuerda como uno


de los primeros arquitectos, médicos e ingenieros conocidos. Era un vampiro, por
supuesto, o nunca lo hubiéramos conocido porque nació cien años completos
antes de mí. También fue la persona que me enseñó la mayor parte de la magia
que conozco.

Ahora estábamos llegando a la carne de la misma. Me moví más cerca, no


queriendo perderme una palabra de esto. Mencheres se dio la vuelta, su oscura
mirada se movió entre Vlad y yo.

—Pero a pesar de que Imhotep sabía mucho más de las artes oscuras de lo que
le enseñó a nadie, incluso a mí, no veía la magia como un arma. En cambio,
buscaba usarla para el conocimiento, para la curación, y para asegurar a Egipto
contra sus enemigos. Tenía muchos seguidores, sí, pero enseñó magia a muy
pocos de ellos porque estaba preocupado de que fuera mal utilizada. Si todos los
practicantes de magia hubieran sido discípulos de Imhotep, los Guardianes de la
Ley nunca podrían haberlo prohibido en primer lugar.

—Pero lo hicieron, y si nuestra información es correcta, sus seguidores se


alejaron muy lejos del ejemplo de Imhotep —dijo Vlad, sonando impaciente
ahora—. ¿Conoces a alguno que aún esté vivo?

—Nadie. —La expresión de Mencheres se oscureció—. Aparte de Patra, la


única otra que conocí murió en el siglo XV.

—¿Quién es Patra? —Nunca antes había escuchado ese nombre.

202
—La ex esposa de Mencheres —dijo Vlad en breve—. Afortunadamente
muerta, por lo que la perra no tiene parte en esto.

—Oye, duro —murmuré.

Vlad me lanzó una mirada cansada.

—Si hubieras conocido a Patra, habrías considerado “perra” como una


descripción caritativa.

Mencheres parecía comprensiblemente enfermo sobre el tema, así que


aproveché el otro pertinente punto.

—El otro hombre murió en el siglo XV, ¿eh? —Miré de reojo a Vlad—. Ese es
el mismo período de tiempo que Szilagyi reclutó a Mircea y alguien le enseñó un
montón de magia súper poderosa que incluso Mencheres no conoce.
¿Coincidencia?

—Tal vez no —respondió Vlad, el verde empezó a llenar sus ojos—. Hemos
sido engañados más de una vez por alguien fingiendo estar muerto que no lo
estaba. ¿Quién era esta persona, Mencheres? Más importante, ¿qué tipo de
habilidades o poderes mágicos especiales tiene?

—Ella —dijo Mencheres, su expresión oscureciéndose de nuevo—. Y ella solo


tenía uno, pero era más que suficiente.
Esta noche, íbamos contra tres miembros del culto secreto de los nigromantes
de Imhotep, uno de quien podría ser la hechicera que solía conocer Mencheres.
Pero antes teníamos que volar más de doce horas para llegar a Bielorrusia, el país
en el este de Europa donde Mircea dijo que los otros nigromantes estaban. No
me importó el largo vuelo, en verdad. Después de varios intentos inútiles de
vincular a Leotie o Gretchen —Leotie no había estado mintiendo; me encontré
bloqueada cada vez— usé el resto de nuestro vuelo para tomar unas pocas horas
de sueño. Eso era lo cansada que estaba. Incluso los nervios antes de la batalla y

203
todas mis preocupaciones no pudieron mantenerme despierta todo el tiempo.

Mencheres vino con nosotros. Vlad había discutido sobre esto, diciendo algo
sobre la necesidad de luchar sus propias batallas, pero Mencheres había insistido.
Casi nadie podía hacer que Vlad cambiara de opinión una vez que lo hacía, así
que solo pude adivinar que el amor de Vlad por Mencheres combinado con su
estatus de “padre honorario” en la vida de Vlad había sido la causa de su inusual
cesión.

Cualquiera que fuera la razón, me alegré. La telekinesis de Mencheres sería


muy útil contra los nigromantes, si eran tan duros como Mircea me advirtió.
Combina eso con el poder de fuego de Vlad, la fuerza bruta de Maximus, la
valentía de Marty, mis propias habilidades eléctricas, y lo que sea que Ian podía
hacer, y teníamos muchas más esperanzas sobre nuestras posibilidades, incluso
si uno de los nigromantes resultaba ser la antigua conocida de Mencheres.

Aterrizamos en Minsk, Bielorrusia, poco después de mediodía, su tiempo. La


brillante luz del sol estaba intensificada por toda la nieve en el suelo, y la
explosión instantánea de aire congelado cuando salimos del avión me hizo
moldear mi abrigo más apretado a mi alrededor. El invierno estaba plenamente
aquí en esta parte del este de Europa. Aun así, Bielorrusia no estaba tan lejos de
Rumania, y al ver la nieve me recordó que también había sido invierno cuando
Vlad y yo nos conocimos. ¿Cómo fue eso hace menos de un año? Algunos días se
sentía como hace varias vidas.
Necesitábamos dos coches para todos nosotros y nuestros equipajes, que
consistía principalmente en armas. Incluso con las habilidades sobrenaturales de
todos, Vlad no quería arriesgarse, y yo era todo para la precaución extra. Marty
y yo montamos en el primer coche con Vlad mientras Ian y Maximus montaban
detrás de nosotros con Mencheres. Vlad habló en ruso al conductor de nuestro
vehículo, lo que significaba que no entendía ni una palabra que estaba diciendo.

Asumí que íbamos a un hotel o la residencia de alguien ya que esos lugares


eran la norma de Vlad cuando viajábamos. En cambio, un poco más de una hora
después, nos detuvimos en una destartalada granja completa con un granero que
parecía que se doblaría por el peso de los carámbanos colgando de su techo.

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—¿Es aquí donde nos alojamos? —pregunté sorprendida. Literalmente podía
ver a través del otro lado de la granja, había tantos agujeros en el marco del
edificio.

Los labios de Vlad se curvaron.

—Lo sé, está muy por debajo de mi norma habitual, pero ese es el punto. Mis
caros gustos son bien conocidos, por lo que pocos esperan encontrarme aquí,
incluso si la noticia de nuestra llegada a Minsk logró hacer las rondas.

—De hecho, pocos —dije, reprimiendo una sonrisa. Había vivido en la calle
durante un tiempo antes de que conociera a Marty, así que esto no me
desconcertó, pero Vlad estaba acostumbrado a vivir en un castillo real. No pude
esperar a ver su expresión si teníamos que sentarnos en pilas de heno frente a
muebles reales—. Tengo que hacerte una foto tuya junto a ese granero —
continué, sofocando una carcajada ante el ceño fruncido que me dio—. Si
pudieras encontrar una horquilla y sostenerla, también…

—No en esta vida —me cortó.

—Príncipes —le dije a Marty, con un exagerado giro de ojos. Él solo gruñó en
respuesta, pero el lado de su boca se levantó. Podría no ser el fan más grande de
Vlad, pero no era inmune a divertirse por mis juguetonas bromas a Vlad.

Todos podríamos usar algo para sonreír ahora. En pocas horas, estaríamos en
una pelea a vida o muerte, y no sabíamos si nuestras ventajas eran suficientes ya
que la magia era el mejor comodín. Algunos de nosotros no pasaríamos de esta
noche. Esperaba que lo hiciéramos, pero en caso de que estos fueran las últimas
horas de nuestras vidas, no tenía la intención de que pasaran bajo una nube de
preocupación o arrepentimiento.

Por eso, tan pronto como el coche se detuvo, salí y fui directa al ventisquero
más cercano. Luego me agaché y empecé a empacar la nieve en esferas de formas
toscas.

—¿Qué estás haciendo? —gritó Vlad.

Mi respuesta fue lanzar una bola de nieve que lo golpeó justo en su pecho.
Miró al blanco que permanecía en su abrigo de cachemira, y sus cejas casi
desaparecieron en su línea del cabello.

205
La incredulidad en su rostro no tenía precio. Mi siguiente bola de nieve lo
golpeó en el pecho de nuevo. Entonces Marty rió a carcajadas mientras mi tercera
bola subía y golpeaba a Vlad justo en la nariz.

—¡Muy bien, niña! —gritó Marty, saliendo del coche. Corrió hacia mí y
comenzó a formar sus propias bolas de nieve mientras miraba a Vlad con abierta
intención.

—No te atrevas, Martin —gruñó Vlad, formando una bola de fuego puro sobre
su palma en advertencia. Luego me miró con exasperación—. Ven ahora, Leila,
basta de esto.

—No lo creo —dije, sonriéndole—. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que has
estado en una pelea de bolas de nieve?

Ahora su frente se arqueó con perceptible altanería.

—Nunca.

—¿Nunca? —pregunté, y lancé otro esponjoso misil blanco hacia él. Se agachó,
así que navegó por encima de su cabeza en lugar de golpearlo—. ¿Ni siquiera
jugar en la nieve cuando eras niño?

—Estaba en una mazmorra a los diez años, ¿recuerdas?

No dejaría que su tono cortante o recuerdos pasados arruinaran esto.

—Eso te dio nueve años para hacerlo. ¿Estás diciendo que no lo hiciste?
—No. —Pero había habido la más mínima vacilación ante esa única palabra, y
me abalancé.

—¡Vamos, Vlad, no me mientas!

Se incorporó hasta su altura máxima.

—Cómo has notado, soy un príncipe. Por lo tanto, mi padre no me permitió ni


a mí ni a mis hermanos degradarnos con travesuras necias en la nieve.

Permitir. Le arrebaté la inferencia.

—Así que querías hacerlo, pero no pudiste.

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—Mis hermanos se negaron a desobedecer a padre, y no tenía sentido jugar
afuera solo —murmuró Vlad.

Por una fracción de segundo, pude verlo como un niño tratando de incitar a
sus hermanos a romper las reglas por unos minutos de diversión ilícita. Mi
corazón se hinchó, pero Vlad no querría que estuviera triste por todas las formas
en que su juventud había sido contaminada. En cambio, deliberadamente
comencé a formar otro puñado de nieve.

—Entonces no te voy a dejar pasar otro día sin estar en una pelea de bolas de
nieve. Apaga el fuego, Vlad, y recoge algunas cosas blancas. Estoy jugando para
ganar, ¡así que será mejor que vigiles!

Dicho esto, le lancé mi última bola de nieve. Marty se unió y lanzó su pila de
bolas de nieve apresuradamente hecha hacia él, también, hasta que Vlad tuvo
que girar y agacharse para evitar todas ellas. Su ceño se desvaneció. Con una
sonrisa lobuna que tanto me advertía como me encantaba, Vlad finalmente se
inclinó y comenzó a agarrar puñados de nieve.

—¿Sabes qué es realmente útil para elevar la temperatura corporal? —


preguntó en tono de conversación—. Fundir cosas.

Luego nos arrojó cinco bolas de nieve en veloz sucesión, golpeándonos a


Marty y a mí. Cuando aterrizaron en nosotros con mucho más peso y fuerza de
lo normal, me reí.

—¡Tramposo!
Él solo sonrió más ampliamente.

—Tú eres la que dice que juegas para ganar, Leila.

Volví a reír, lanzando bolas de nieve tan rápido como podía hacerlas. Vlad usó
el lado del coche como escudo mientras formaba bolas de nieve más especiales
que tenían sus exteriores fundidos por sus manos calientes hasta que habían
formado conchas heladas. Eso las hacía más rápidas y más duras, y para alguien
quien nunca había hecho esto antes, Vlad era un natural en peleas de bolas de
nieve. Se las arregló para igualar la misma cantidad de bolas de nieve que Marty
y yo le lanzábamos, y cuando el segundo coche finalmente se detuvo, los tres
estábamos cubiertos de nieve y hielo.

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Mencheres salió y miró a su alrededor. Vlad aún estaba agachado detrás del
otro coche, y Marty y yo estábamos detrás de nuestra barrera improvisada de un
volcado barril.

—¿Estás haciendo lo que creo que estás haciendo? —preguntó Mencheres,


volviendo su mirada a Vlad con abierta incredulidad.

Vlad se puso rígido e hizo un ruido que, a alguien más, habría llamado parte
desafiante y parte avergonzado.

—Sí.

El verdadero padre de Vlad le había prohibido jugar en la nieve con el pretexto


de que era degradante. Esperaba que Mencheres, el padre honorario de Vlad y
figura paterna secundaria, no estuviera a punto de ser igualmente de
despreciable ahora, incluso si Vlad había pasado varios siglos cuando esta
actividad había sido un comportamiento normal.

Por fin, muy formalmente, Mencheres extendió sus manos.

—Adelante —dijo en una impresión sorprendentemente de charla callejera.


Entonces docenas de bolas de nieve comenzaron a formarse por su cuenta antes
de ascender para girar como misiles apuntados, suspendidos.

Ian salió del coche como un cachorro que finalmente se le había soltado la
correa.
—¡Por fin, un poco de diversión! —cantó, y comenzó a formar bolas de nieve
al lado de nosotros.

Grité de risa cuando la primera ronda de bolas de nieve que Mencheres había
creado telekineticamente comenzaron a atacarme a mí, a Marty, a Ian y a Vlad.
Entonces todos hicimos a Mencheres el foco de nuestro ataque cuando
empezamos a devolver ese fuego nevado tan rápido como podíamos. Incluso con
probabilidades de cuatro contra uno, las habilidades de Mencheres lo hicieron
fácilmente capaz de mantenerse. Pronto, tanta nieve estaba volando entre
nosotros que parecía una ventisca concentrada.

—¡Vamos, Maximus, te necesitamos, Mencheres nos está matando! —grité.

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Después de una mirada final e incrédula a Vlad, Maximus salió del coche y se
unió a nosotros.

—Esta no es el tipo de pelea en el que esperaba estar hoy —murmuró mientras


comenzaba a formar bolas de nieve.

Yo solo le sonreí.

—Siempre espera lo inesperado con los vampiros, ¿verdad?


209
Cuando Mircea me había dicho dónde encontrar a los nigromantes, no había
dicho que necesitábamos aparecer en cualquier momento particular. Vlad
escogió la medianoche para hacer nuestra aparición, y no olvidé mi aviso de que
esto también era conocido como la hora de la brujería. Si eso era coincidencia,
estrategia, o Vlad ejercitando su racha de humor oscuro era lo que cualquiera
podía imaginar.

Ian nos camufló para disfrazar nuestras apariencias y todos, excepto yo,
escondieron todo menos las astillas más débiles de sus auras. Ahora, el poder
colectivo de nuestro grupo se redujo hasta que se sintiera como si fueran
simplemente un grupo de vampiros nuevos buscando un poco de diversión
después de las horas, que era la fachada con la que iríamos.

Por supuesto, Ian tenía su propio sentido del humor, todos parecíamos un
grupo de mujeres vampiros sexys que buscaban algo de diversión después del
horario de trabajo. Ian dijo que era porque las mujeres eran universalmente
subestimadas y por lo tanto despertaría la mínima cantidad de sospecha. Es por
eso que ahora parecía una diosa nubia de uno ochenta de altura y Vlad era una
rubia de uno cincuenta, con el cabello esponjado. Maximus ahora parecía ser una
sensual pelirroja sureña, Marty una belleza de piel oscura, cabello negro, y no me
hagas empezar con Mencheres. Ahora parecía como una chica asiática de apenas
edad legal, completa con un uniforme de colegiala y medias hasta la rodilla.

—Las mujeres reales no hacen eso —le susurré a Ian mientras jugaba con sus
nuevas tetas.

—Entonces deberían —respondió Ian, dando a su busto amplio otro apretón a


dos palmas—. Podría acariciar a estas queridas durante días. Debería haber
pensado en hacer esto antes de esta noche…

—Basta —dijo Mencheres, la única palabra no más que un susurro, pero


afortunadamente detuvo a Ian en mitad del tren de pensamiento.

Le sonreí a Ian por su instante, aunque un poco hosco, conforme. Solo

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Mencheres parecía capaz de mandar su respeto tan efectivamente. Un día, me
encantaría descubrir la historia entre los dos, pero ahora no era el momento.

Ian captó mi sonrisa, adivinó la razón detrás de esta, y me sacó el dedo. Le


devolví el saludo con el dedo, pero solté la mano cuando Vlad dijo:

—Ya hemos llegado.

Después de la grandeza del hotel de temática elemental y la mística de la


clandestinidad clandestina, me sorprendí por la calle más bien monótona de los
edificios frente a nosotros. Incluso comprobé la dirección para ver si Vlad lo había
entendido mal. No, este era el lugar.

—¿Ves algo que nosotros no? —murmuré a Ian.

Él ya nos había administrado el mismo brilloso polvo que nos permitió ver el
hotel escondido en Savannah, pero ¿y si este lugar requería cosas más potentes?
Por todo lo que sabía, allí podría haber un castillo encantado entero encima de
esta línea degradada de almacenes.

—No ves nada más que un lúgubre almacén, cielo —susurró Ian—. Aun así,
sientes vibraciones, ¿verdad?

Lo hacía, aunque pensé que eran de los coches en la carretera cercana. Podía
ser tarde, pero difícilmente éramos las únicas personas en esta sección de Minsk
a esta hora. Ahora me concentré y me di cuenta de que las vibraciones venían
tanto de la carretera detrás de mí como de esta supuestamente vacía franja de
almacenes.

—Vamos —dijo Vlad, la fría determinación en su voz completamente en


desacuerdo con su glamour de tonos femeninos tenues.

Al aumentar mi concentración, me di cuenta de que las vibraciones no eran


aleatorias, sino rítmicas. Alguien estaba tocando música en el edificio delante de
nosotros. Era posible que no pudiéramos escucharlo debido a la insonorización
o un hechizo de silencio, pero estaba allí.

Por eso, cuando entramos en el edificio y vi a dos hombres de aspecto


corpulento a cada lado de una puerta al otro lado de la habitación, mi primer

211
pensamiento fue Gorilas. A medida que nos acercábamos a ellos a lo largo del
espacio vacío, uno de ellos nos habló en ruso.

—¿Contraseña? —repitió Vlad en inglés, con una risa femenina a la que nunca
me acostumbraría—. ¿Conseguiste una contraseña, Sylvie?

Mi nombre falso. Me reí como si fuera una broma, mientras pensaba, ¡Maldita
seas, Mircea! ¡Podrías haber mencionado esta parte!

—No, pero estaba trabajando, así que realmente no estaba prestando atención
cuando el chico mencionó este lugar antes. ¿Alguien más lo captó?

Ian respondió amasando sus tetas hasta que su volumen casi escapó del
sujetador demasiado pequeño que había llenado con ellas. Marty hizo girar un
mechón de su sedoso cabello negro y Maximus soltó una risita tensa que estaba
en desacuerdo con su sensual disfraz sur belle. Mencheres, sin embargo, se acercó
como si hubiera nacido para parecer una colegiala sexy y traviesa.

—Esta es mi contraseña —dijo, dándose la vuelta en un círculo lento,


provocativo.

Los guardias echaron largas y lujuriosas miradas.

—Bastante bien para mí —dijo uno con mucho acento inglés, y abrió la puerta.

Di un leve asentimiento de reconocimiento en respuesta a la mirada arqueada


de Ian. Bien, entonces Ian había tenido razón sobre su elección de los disfraces de
los chicos, a pesar de las subsiguientes caricias a sus tetas.
—Espero verlos más tarde —susurró Ian mientras pasaba a los guardias,
acariciando sus carnosos bíceps con toques breves, burlones. No sabía si Ian
estaba actuando o iba en serio. Con él, tampoco era una posibilidad.

La música nos golpeó como un boom sónico en el momento en que cruzamos


el umbral hacia la habitación de al lado. Este lugar no solo tenía insonorización,
tenía magia de insonorización. De lo contrario, habríamos oído la música apenas
los guardias abrieron la puerta.

No me sorprendió que la sobrenatural insonorización no fuera la única cosa


inusual sobre este lugar. Puede que no fuera una experta en discotecas porque
había tenido que evitarlas desde que me sobresaltaba cuando alguien entraba en
contacto cercano conmigo, pero no necesitaba una vasta experiencia para saber

212
que este era único.

Para empezar, el aire estaba lleno de diminutas luces flotando que se


asentaban debajo de la piel de las personas cuando eran inhaladas, haciendo que
todos parecieran como si tuvieran estrellas dentro de ellos. Las luces interiores
eran muy bajas, destacando el interior de los orbes ocupantes resplandecientes,
hasta que parecía como si la gente fuera la que iluminaba la habitación más que
cualquier iluminación artificial.

Lo siguiente era la música en sí misma. Parecía usar el humo de la máquina de


niebla visualmente de formas deslumbrante. Cuando el bajo estaba en auge, se
formaba la niebla en nubes de tormenta que colgaban pesadas sobre los bailarines
y los envolvían dentro de las vibraciones. Cuando los segmentos agudos de tono
más alto llegaban al crescendo, la niebla se convertía en rayas parecidas a cometas
que se lanzaba entre los clientes girando antes de golpear a ciertos bailarines y
los enviara a espasmos dichosos. Y dentro de cada manifestación de la niebla,
esos diminutos orbes guiñaban con su extraña luz.

—No los respires —advirtió Ian, su tono bajo pero urgente—. Conozco ese tipo
de magia. Aleja el glamour.

Cerré los labios para asegurarme de que inadvertidamente las luces no


encontraran su camino en mi boca. Gracias a Dios, todos éramos vampiros y no
necesitábamos respirar. Aun así, eso nos quitaba nuestra ventaja del disfraz, y
eso no era poca pérdida.
—¿Cómo encontramos a estas personas? —murmuró Vlad mientras se
inclinaba y fingía arreglar una pinza de cabello en mi cabeza.

¿Cómo de hecho? Cuando le pregunté a Mircea cómo se veían los


nigromantes, él solo había respondido con un críptico: “Los conocerás cuando los
veas”. No había mencionado la parte en la que teníamos que elegir entre una
multitud de cientos en un club de baile mágicamente mejorado. Quería encontrar
la esquina más cercana y cortar mi mano para enlazar a Mircea y exigir una
descripción más completa, sin embargo, si lo hacía, ya sabía lo que Mircea diría.

—Mircea nos está probando —susurré de vuelta, maldiciendo a Mircea una


vez más—. No solo tenemos que ser lo suficientemente fuertes como para
derrotar a estas personas. También tenemos que ser capaces de encontrarlos.

213
—Serán vampiros —dijo Mencheres, dando un pequeño saludo a un grupo de
chicos que abiertamente le miraron de reojo—. No pueden haber acumulado
semejante gran poder de lo contrario. No hay muchos de nuestra raza aquí, así
que empezaremos con eso.

—Y deben ser asiduos, trabajar aquí, o poseer el lugar —agregué, tratando de


llenar más de las piezas perdidas—. O si no, tú sabes quién nos habría dicho que
fuéramos en una noche específica.

No diría el nombre de Mircea en voz alta aquí. Al igual que el villano ficticio
Voldemort, estaba segura de que cosas malas podrían pasar si llegaba a las orejas
equivocadas.

—Nos separamos —murmuró Vlad, gesticulando a Mencheres y Ian—.


ustedes dos tomen esta habitación. Leila y yo buscaremos las otras secciones.
Maximus y Marty, miren si hay una habitación trasera.

—¿Cuál es la señal si encontramos algo? —pregunté bajo.

Ian resopló.

—Espero que el resto de nosotros simplemente siga los gritos subsiguientes.

Vlad se encogió de hombros en concurrencia. En esa nota tan ominosa, nos


fuimos en parejas para comenzar nuestra búsqueda.
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La elección de nuestros disfraces por parte de Ian nos había llevado más allá
de los gorilas, pero no tardaron en descubrir sus inconvenientes. Debería
haberme dado cuenta de que verme como una diosa africana mientras bailaba
con el buen disfraz rubio de Vlad resultaría en una gran cantidad de cabezas
giradas, por no mencionar una tonelada de tentaciones.

—No —le dije a otra oferta para bailar cuando Vlad y yo continuamos nuestro
camino hacia la parte trasera del club.

—Ah, americano, ¿sí? —preguntó el amigo del chico, sonriendo a un Vlad


ahora mucho más corto—. Adoro a los americanos. Especialmente a las rubias.
—Luego el chico agarró las caderas de Vlad y apretó con fuerza su pelvis contra
él—. ¡Baila, bebé, te gusta conmigo!

Él podría estar usando la cara y el cuerpo de una pequeña hembra rubia, pero
su sonrisa era puro Vlad el Empalador cuando se dio la vuelta, agarró al chico
justo en la entrepierna, y apretó.

Un grito agudo cortó incluso el perforante crescendo de una canción de Adele


remix. Cada cabeza a nuestro alrededor se volvió. El chico cayó sobre sus rodillas
mientras jadeaba, lloraba y seguía gritando al mismo tiempo.
—Los testículos rotos pueden ser serios —dijo Vlad, las palabras frías en
desacuerdo con su nueva y tenue voz—. Mejor buscar atención médica.

Su amigo comenzó a gritarnos en polaco, que no hablaba, pero Vlad sí lo hizo.


Lo que sea que dijo en respuesta calló al tipo. Con una última mirada furiosa,
ayudó a su compañero que todavía sollozaba a ponerse de rodillas y comenzó a
medio apoyar, medio arrastrándolo lejos.

—¿Hay algún problema? —preguntó una acentuada voz detrás de nosotros.

Giré. Si hubiera sido mi estatura normal, habría necesitado inclinar mi cabeza


para encontrar la mirada de nuestro interrogador. La mujer tenía que medir uno
ochenta de alto en sus pies descalzos. En sus tacones de aguja, era casi la altura

215
de Maximus, y era hermosa de una manera que desafiaba la convención.
Pensarías que su nariz prominente y boca ancha y completa tendrían mejor
simetría con cejas gruesas, pero los suyos eran delgados y sus pómulos eran
delicados en comparación con su línea de la mandíbula fuerte. La forma de
almendra de sus ojos eran una sombra llamativa de madera quemada y su grueso
cabello rubio estaba peinado en trenzas entrecruzadas, elaboradas.

Más importante aún, desde el aura que flotaba de ella y agregaba un


chisporroteo al aire que no había estado allí antes, era un vampiro viejo, no
importaba que su apariencia humana pareciera congelada en el lado sur de los
cuarenta.

—No hay problema —le dije a la vez—. Alguien necesitaba un nuevo conjunto
de modales, y eso sucedió con un par de bolas dañadas.

Ella se rió de una manera ronca, gutural que denotaba una mezcla de
sofisticación, diversión… y advertencia.

—Tal vez, pero todavía se excedieron. Se supone que nuestros empleados


gestionan a los clientes si así lo requieren. No otros clientes.

Por el rabillo del ojo, vi a Vlad sacudir su cabeza y hacer un movimiento


rápido, desdeñoso. Sin duda advirtiendo al resto de nuestro grupo que no se
reuniera después de que los gritos del chico hubieran llamado su atención. Luego
se volvió hacia la alta y llamativa vampiro.
—Lo siento —dijo, abriendo los ojos para que coincidiera con su nuevo tono,
demasiado dramático—. No me importa ser manoseada un poco, pero hay una
línea, ¿sabes?

Apreté los labios para no sonreír a su impecable acento americano, por no


mencionar su manera nasal, de mal humor. Él era dueño de su rubia bomba
disfrazada con este acto.

La vampiro ladeó la cabeza.

—¿Cuántos años tienes?

—Veintidós —respondió Vlad en ese altanero, lo siento, no lo siento, que me


hizo preguntarme si estaba canalizando a Gretchen por la motivación.

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—¿En años combinados? —ronroneó la vampiro casi completamente.

Vlad resopló de una manera que hubiera orgullecido a Gretchen.

—Noooo, tengo veinticinco años en años combinados, pero eso es, como, no
lo mismo, ¿verdad?

Si la situación no fuera tan grave, podría haber agarrado algunas palomitas y


observado este acto toda la noche. En su lugar, estaba tratando de no mostrar
cuán tensa estaba mientras discretamente clasificaba a la mujer. Antigua vampiro.
Sonaba como si fuera un gerente o supervisor aquí. Piel cremosa, dorada. Era posible
que ella fuera la vampiro egipcia bruja que Mencheres había conocido antes.

Cualquiera podría teñirse el cabello rubio, después de todo. Por otra parte, ella
podría ser un vampiro que trabajaba aquí y que no tenía nada que ver con Mircea
o los nigromantes. De cualquier manera, teníamos que averiguarlo.

—¿A qué línea perteneces? —preguntó la vampiro, estrechando esos ojos


profundamente coloreados hacia nosotros.

—¿Por qué, estamos en problemas? —preguntó Vlad, en realidad logrando


hacer su voz temblorosa esta vez.

—Preferiríamos no decirlo —intervine, mirando de reojo alrededor como si


estuviera preocupada por ser escuchada—. No queremos que nuestro señor lo
sepa. Mira, conocimos a algunos chicos antes que nos hablaron sobre este lugar,
y dijeron que había formas especiales en que un vampiro podía estar de fiesta
aquí.

—¿Lo hicieron? —soltó la mujer.

Vlad asintió. Lo estaba matando.

—Sí, ¿como, en formas mágicas? —dijo, diciendo las dos últimas palabras de
una manera no tan obvia.

Ahora su bruñida mirada realmente se estrechó.

—Vengan conmigo —dijo secamente ella.

Seguimos sus pasos rápidos, Vlad y yo intercambiamos una mirada que no

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requería palabras. Tiré de mi electricidad hasta que no hubo indicios de que se
emitiera desde mí. Ahora, además de ser indetectable, también estaría más
concentrada si tenía que liberarlo para golpear. O bien estábamos a punto de ser
el espectáculo de una versión mágica de las drogas del club, o estábamos a punto
de ser interrogados por lo que la gestión podía averiguar quién había sido lo
suficientemente flojo como para hablarle a un par de vampiros extraños sobre
este lugar.

De cualquier manera, descubriríamos quiénes eran los superiores, y si nuestras


sospechas eran correctas, al menos uno de ellos debería ser parte del grupo de
nigromantes por el que estábamos aquí.

Esperaba ser conducida a una habitación trasera en el mismo piso. En su lugar,


nos llevaron arriba a una habitación donde grandes paneles de vidrio dominaban
la pista de baile principal. Debía ser un espejo de dos vías. Desde nuestro antiguo
punto de vista en la pista de baile, esto había sido una pared de cristal negro que
reflejaba débilmente todas las luces brillantes que la gente había absorbido,
aumentando el efecto etéreo del ambiente del club.

La habitación estaba vacía, lo cual era una decepción, pero Vlad se aseguró de
acariciar su mano contra la vampiro cuando ella nos dirigió rápidamente para
sentarnos en una de las varias sillas que daba al cristal. Nos sentamos, y fingí
torcer mis dedos con nerviosismo cuando en realidad, me estaba aflojando los
guantes.

—Este lugar es solo para humanos, no vampiros —comenzó sin preámbulos—


. Si alguno quiere ver salir el sol otra vez, me dirán quién les contó.

—¿Por qué? No hemos hecho nada malo —dijo Vlad en seguida.

La había tocado, por lo que podría quemarla ahora si quería. Debía estar
retrasándolo para que la hembra vampiro pidiera refuerzos para ayudar con su
interrogatorio.

—Sí, esto es una tontería —intervine para mover eso más allá—. Eres un
vampiro y estás aquí, ¿por qué no podemos estar?

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Ella comenzó a tararear algo mientras frotaba sus dedos juntos. Al principio,
pensé que se estaba burlando de mi queja haciendo un mimo del violín más
pequeño del mundo. Entonces, a medida que la luz comenzó a formarse entre
sus dedos, me di cuenta de que no se estaba burlando de mí. Ella estaba formando
un hechizo.

—Puedo hacerte hablar —casi nos ronroneó—. Pero no te gustará lo que


pasará si lo hago.

—¡Ahí están! —dijo de repente un chillido femenino mientras se abría la


puerta y Mencheres entraba en la habitación.

La vampiro giró tan rápido, que su cabello intrincadamente trenzado se


levantó de su espalda para golpear alrededor como un látigo grueso.

—¡Vete a menos que quieras estar en tantos problemas como ellos!

Me sorprendió cuando Mencheres se detuvo a medio camino, todo su cuerpo


se congeló mientras miraba a la vampiro. A pesar de llevar la cara y el cuerpo de
una niña, su antigua naturaleza parecía verterse a través de la mirada, miró a la
vampiro de vuelta.

—Que tatuaje tan inusual tienes. Si no estoy equivocada, eso es un cartucho


egipcio, ¿sí?

Me puse rígida. Mencheres no se equivocaría. No cuando una de las tres


pirámides más famosas de Egipto era suya. Este era un mensaje destinado a
nosotros. Vlad se encontró con mi mirada, y esa sola mirada dijo que la lucha
estaba por comenzar. Me quité los guantes.

La vampiro colocó su cabello en su lugar de nuevo, cubriendo la serie de


formas e imágenes dentro de dos líneas paralelas que estaban entintadas en el
lado derecho de su espalda.

—Eres otro vampiro. ¿Estás aquí con ellos?

Ella de repente sonó nerviosa en lugar de enojada. No sabía la importancia del


tatuaje, pero obviamente ella no había esperado revelarlo, mucho menos que
alguien lo comentara.

—Yo también tengo uno —dijo Mencheres, ignorando su pregunta. Abrió sus

219
palmas, revelando que había atrapado algunos de esos extraños orbes flotantes
en sus manos. Luego se los puso en la boca y los inhaló, levantando la parte de
atrás de su camisa al mismo tiempo. Fiel a la advertencia de Ian, tan pronto como
inhaló las luces, su glamour se desvaneció y su musculoso y muy masculino
pecho irrumpió en su antiguo espejismo escolar.

Él tenía un tatuaje en su espalda con otra serie de formas extrañas contenidas


dentro de dos líneas paralelas. La vampiro jadeó más con eso de lo que hizo en
él de repente transformándose de una adolescente asiática en un egipcio mayor
e imponente hombre.

—El mío es la marca de Menkaure, mi nombre de nacimiento —le dijo


Mencheres oscuramente—. Y el tuyo es la marca de Imhotep… nigromante.
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Lo que sucedió después pasó muy rápido. El poder de Mencheres se disparó,
llenando la habitación con la fuerza de una docena de bolas de demolición. Este
golpeó levantándome de mis pies e incluso Vlad se tambaleó, pero la mujer
nigromante no se inmutó. Ella se dio la vuelta y luego salió disparada hacia
adelante como si hubiera sido despedida con un arma, lanzándose directamente
a la pared de cristal detrás de nosotros.

—¡Detenla! —gritó Vlad, sus manos estallando en llamas.

Increíblemente, Mencheres no la congeló con sus habilidades telequinéticas, y


el fuego que Vlad desató en la nigromante parecía saltar de su cuerpo en lugar
de quemarla. La sorpresa por eso combinado con ser golpeada en mi culo por la
fuerza de la energía de Mencheres me costó un precioso segundo de inacción que
la vampiro aprovechó para saltar a través de la pared de cristal.

Luego salté a través de la pared de cristal detrás de ella. Los fragmentos me


cortaron en varios lugares, pero ignoré el dolor. También ignoré los gritos de los
bailarines cuando la mujer nigromante y yo de repente caímos encima de ellos.
Ella empujó a las personas con fuerza suficiente como para lanzarlos al aire
mientras huía, y yo golpeé a más de uno por accidente cuando la perseguí.
Más gritos sonaron detrás de nosotros. No me volví mientras luchaba por
mantenerla a la vista. Ella se dirigía a la puerta y no necesitaba el grito de Vlad
de “¡Detenla!”, para saber que no podía dejar que hiciera eso.

El fuego estalló a lo largo de toda la pared donde estaba la salida, y la gente


dentro naturalmente comenzó a gritar en pánico. La nigromante lanzó una
mirada tensa sobre su hombro, gritando algo que podría haber sido ruso o
polaco. Recordé el gran hechizo de hundimiento de Elena y me lancé hacia ella,
ahora empujando a un lado a las personas con el mismo desprecio que ella había
mostrado. No podía dejarla activar un hechizo a prueba de fallos.

Dos formas saltaron sobre mi cabeza. Vlad y Mencheres volaron sobre la


multitud, su camino despejado haciendo que alcanzaran a la nigromante antes

221
de que ella llegara a la pared de llamas bloqueando la puerta. Se perdieron de
vista cuando la abordaron, y eso hizo que dejara de hacer lo que había estado
diciendo. Segundos después, pasé a través de la gente para alcanzarlos.

Vlad la tenía en un agarre estrangulador, un brazo cerrado alrededor de su


garganta, el otro sobre su boca para evitar que completara el hechizo que había
estado pronunciando. Sus manos seguían encendidas con llamas, una vez más,
ella no se prendió fuego de la manera que debería haber hecho. Sin embargo, las
paredes del club estaban ardiendo muy bien, y de las innumerables toses y el
caos, se estaba volviendo peligroso.

—Haz algo; la gente no puede respirar —le dije a Vlad.

El fuego desapareció instantáneamente, aunque nubes de humo se


mantuvieron. Vlad y Mencheres arrastraron a la nigromante lejos de la puerta y
Mencheres telequinéticamente la abrió de golpe. A la vez, un enjambre de gente
se dirigía hacia la salida.

—Tus poderes no funcionaron en ella. ¿Por qué? —pregunté, buscando a Ian,


Marty y Maximus en la aglomeración de cuerpos.

—Debe estar infundida con magia de tumba —respondió Mencheres,


refiriéndose a la más formidable forma de magia porque llegó su poder venía de
aprovechar las energías más oscuras de los muertos—. Es lo único inmune a mis
habilidades tan bien como resistente a Vlad.
Resistente. No del todo inmune. Es por eso que el cuerpo de la nigromante
ahora humeaba como un tronco húmedo arrojado al fuego bajo las manos de
Vlad. Aun así, no teníamos mucho tiempo para obtener las respuestas que
necesitábamos ya que nuestra tapadera había sido más que descubierta.

—¿Dónde están los otros nigromantes? —exigí—. Y si pronuncias una palabra


más de un hechizo, te arrepentirás.

Vlad retiró el brazo de su boca para que ella pudiera responder.

—Nos mentiste, Empalador —escupió ella, solo para ser silenciada


inmediatamente por Vlad antes de que pudiera decir cualquier otra cosa.

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—¿Mintió? No sé a qué juego estás jugando, pero será mejor que te detengas
—dije lacónicamente—. Podrías estar desperdiciando su poder, pero mis
habilidades no están afectadas.

No estaba tirándome un farol. Vlad una vez había comparado mi aparente


inmunidad a la magia de tumba como si fuera “Tierra quemada” para esas
energías oscuras debido a todas las corrientes eléctricas en mi cuerpo.

—Así que habla ahora, o habla después de que te corte en trozos con esto —
terminé, enviando corrientes desde mi mano derecha. Cuando vio el látigo que
salió mientras llovían chispas, sus ojos se ensancharon. Entonces un estruendoso
boom sacudió el club detrás de nosotros. Alarmada, me di la vuelta para ver qué
lo había causado.

Dos vampiros desconocidos se levantaron sobre la multitud aterrada de


personas pululando hacia lo que supuse era una salida al otro lado del club. Sus
manos se extendieron, y lo que parecía una creciente red de luz misteriosa creció
entre ellos.

Los conocerás cuando los veas, había dicho Mircea acerca de los nigromantes.
Esto parecía prueba suficiente, aunque el comentario críptico de Mircea
probablemente había sido una alusión a los tatuajes que marcaban a los
nigromantes con el nombre de Imhotep. No podía ver si estos dos los tenían, pero
no iba a esperar hasta que asumiera que eran los otros nigromantes.

Luego tres formas se lanzaron hacia ellos, causando que la red de nigromantes
se rompiera mientras avanzaban a toda velocidad por el impacto antes de
estrellarse contra la pared al otro extremo del club. Ian, Maximus y Marty
finalmente se había unido a la lucha.

Me di la vuelta.

—No hay necesidad de que nos digas algo ahora…

Dejé de hablar cuando vi que el ex débil brillo en los dedos de la nigromante


se había vuelto de un profundo azul brillante y se extendía por toda su mano.
Vlad no podía verlo desde detrás de ella, y Mencheres estaba concentrado en usar
su poder para ayudar a las personas que habían sido pisoteadas por los
desesperados patrones de escape. En un instante, supe lo que significaba. Ella no
debería haber podido terminar su hechizo sin la capacidad de hablar, sin

223
embargo, lo hizo.

—Vlad, ¡cuidado! —grité, chasqueando mi látigo hacia ella.

Le cortó el brazo por encima de la muñeca, pero no antes de que ella tocara su
mano infundida de índigo en el brazo de Vlad. Entonces su mano cortada
aguantó a pesar de que el resto de ella cayó mientras Mencheres se giraba y
violentamente tiraba de ella hacia atrás. Horrorizada, observé como ese brillo
azul parecía fundirse en el brazo de Vlad.

Vlad le arrebató la mano cortada y la arrojó a un lado. Entonces Mencheres la


sacó de los brazos de Vlad y la empujó lejos antes de que pudiera tocarnos con
su otra mano, que también se volvió azul brillante por la magia.

—¡No la toques! —dijo Mencheres cuando Vlad se acercó a ella para agarrarla
de nuevo.

—Eso es correcto —siseó ella—. U obtendrás otra dosis de la maldición del


arrepentimiento infinito.

No estaba segura de ser inmune a ese tipo de magia, así que miré a la
nigromante con cautela cuando la rodeé. No necesitaba tocarla con mis manos
para eliminarla. Todo lo que necesitaba era acercarme lo suficiente dentro de un
espacio despejado para golpear.

Entonces un repentino, horrible jadeo vino de Vlad. Le eché un vistazo a


tiempo para verle caer bruscamente al suelo. Eso me asustó como para correr
hacia él. En lugar de acorralar a la nigromante. Mencheres se apresuró, también,
y la expresión de su rostro era casi tan aterradora cuando vio a Vlad jadear como
si estuviera siendo asfixiado por algo que no tenía forma.

Mencheres parecía indefenso y asustado. ¿Qué tipo de hechizo era esta


“maldición de arrepentimiento sin fin”?

—¿Qué hacemos? —grité.

—No podemos ayudarlo. —La voz de Mencheres era dura—. Este hechizo está
diseñado para atrapar a su víctima dentro de su peor recuerdo, y si a Vlad le lleva
donde creo que irá, tenemos que sacar a todos de aquí o todos moriremos.

—No puedo. —Vlad logró hablar pero su voz era confusa, como si estuviera

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siendo estrangulado por el hechizo—. No puedo dejarla… vivir.

—La conseguiremos más tarde —comencé.

—¡Ahora! —rugió, su voz agonizaba—. No… ¡importa qué!

Luego sus ojos se pusieron en blanco y se quedó completamente flojo. Antes


de que pudiera agarrarlo, de repente se quedó como si tirara hacia arriba, y sus
ojos parecían ciegos mientras extendía su mano.

—Dámelo —dijo en un gruñido visceral.

Yo lo miré boquiabierto.

—¿Darte qué?

Mencheres me arrastró lejos antes de que pudiera alcanzarle, y su fuerte


sacudida casi me sacudió los dientes fuera de mi cabeza.

—No puedes ayudarlo ahora —espetó—. Pero eres la única que puede detener
a la hechicera sin ser infectada por su hechizo. Encuéntrala y mátala, Leila. Hazlo
ahora.

Cada parte de mí quería gritar una negativa. No podía dejar a Vlad así, ¡no
podía! Todavía quizás matarla terminaría este hechizo de la manera que matar al
mago hechicero de la tierra había terminado el hechizo que casi había terminado
con Ian. Eso tenía que ser, y una parte viciosa de mí necesitaba venganza por lo
que le había hecho a Vlad.
Levanté su mano cortada y tomé una gran respiración. Las luces flotantes que
también inhalé causaron que mi glamour cayera como una serpiente derramando
su piel, pero ahora tenía su olor.

—Cuida a Vlad —le dije a Mencheres, entonces giré y perseguí a la


nigromante.

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226
El poder de Mencheres no funcionó para controlar a la nigromante, pero lo
utilizó para mantener las puertas del club cerrado en un intento de evitar que ella
se fuera. Incluso en medio del humo y los olores de las docenas de personas que
aún no habían sido evacuadas, logré rastrearla y descubrí que había hecho su
propia salida. El almacén solo tenía unas pocas ventanas y estaban tan altas, que
ninguno de los humanos podía alcanzarlas. Eso me facilitó encontrar el roto que
había hecho la nigromante para escapar, y salté tras ella con una única intención
en mente.

¡Estás muerta, perra! Estás muerta.

Multitudes de personas estaban fuera del almacén, algunos llorando, otros


acurrucados conmocionados. No les di importancia mientras perseguía el rastro
de olor de la nigromante. Me condujo a través de la intersección de tráfico
cercano, y la parte de mí que no estaba enloquecida con la necesidad de matar,
se sintió aliviada de que todavía estuviera solo su olor, lo que significaba que no
había agarrado a un rehén o dos de entre los clientes. También estaba agradecida
a mis afortunadas estrellas de que la nigromante no tuviera la capacidad de volar
o lo habría hecho ya, y no podría seguir su olor si estaba volando.

Sin embargo, una fuerte brisa de invierno dispersó su aroma cuando doblé la
siguiente esquina. Tuve un momento de pánico hasta que escuché chirriar
neumáticos y los sonidos de un choque en la carretera por delante. Algo había
causado que un montón de coches golpearan repentinamente sus frenos, y
apostaba que era ella.

Aumenté mi velocidad mientras corría hacia los sonidos. Cuando me acerqué,


los faros cegaron momentáneamente mi visión cuando uno de los coches giró
bruscamente en el camino equivocado y me enfrentó en lugar del flujo del tráfico.
Culpaba a las carreteras heladas y heladas de invierno hasta que el coche de
repente se elevó y vino a toda velocidad justo hacia mí. ¡Santo infierno, la perra
me quería atropellar con un coche! Salí del camino justo a tiempo. El coche
aterrizó con un tremendo choque solo a unos pocos metros de distancia, seguido
al instante por una explosión que me arrojó llamas y vidrios voladores. Solo paré

227
para ahorrar una sola mirada compasiva a los restos en llamas antes de
levantarme e ir detrás de la nigromante de nuevo. Ningún humano podría
sobrevivir a esa explosión, pero podría salvar a Vlad, si no dejaba que su horrible
táctica defensiva funcionara desperdiciando tiempo tratando de ayudar a las
personas que ya estaban muertas.

Cuando estuve lo suficientemente cerca para verla, ella ya estaba levantando


otro coche para tirarme. Esta vez, no me sorprendí por la sorpresa, así que en vez
de agacharme, corrí hacia ella, apuntando al aterrorizado conductor gritando.
Rompí a través del parabrisas justo cuando el coche salía volando. En unos
segundos antes de que cayera al suelo, utilicé una maniobra de giro que había
aprendido de mis pruebas en los Juegos Olímpicos para girar en el aire con el fin
de tirar al conductor fuera de su cinturón de seguridad. Nuestra continua
velocidad hacia atrás combinada con el impulso de la delantera del coche nos
envió a ambos a través del parabrisas trasero. Me giré de nuevo así que mi
cuerpo sufrió la mayor parte del impacto, pero el conductor todavía estaba
sangrando y herido cuando salimos por el otro lado.

Lo dejé caer tan pronto como salimos de la destrucción. Él podría tener


lesiones graves, pero estaba vivo, que era más de lo que podía decir por el otro
pobre conductor. Ahora tenía que detener a esa perra antes de que siguiera
arrojando más coches con personas inocentes en ellos.

Salté y agarré la farola más cercana, metiendo mi mano derecha en ella. Eso
tiro la electricidad en mí en una carrera vertiginosa, sin embargo, no me detuve
para saborear la sensación. Usé el polo como un trampolín para lanzarme a la
nigromante, y golpeé en su derecha mientras evitaba que alcanzara otro coche
nuevo para lanzármelo.

Caímos en una masa de miembros agitados por el terraplén junto a la carretera,


y disparé todo ese exceso de electricidad en ella mientras rodábamos. Su otra
mano había vuelto a crecer, y me golpeó con ferocidad agonizante. Su edad
significaba que era más fuerte que yo, también. No podía ganar esta pelea con
colmillos o puños y estábamos demasiado cerca para usar mi látigo, así que tomé
el castigo mientras la agarraba con mi mano derecha y forzaba más electricidad
en ella. Después de unos momentos más dolorosos, ella dejó de atacarme y
empezó a luchar para alejarse en su lugar.

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No la dejé ir, incluso cuando vi sus manos ponerse azules. Ella me agarró,
tratando de enviar ese horrible hechizo en mí mientras siseaba una maldición. Yo
seguía encendida, esperando la misma inmunidad alimentada por la electricidad
que previamente me había protegido de los Remanentes, otra manifestación de
las energías oscuras de magia de tumba que me protegería ahora. Incluso si no lo
hacía, matarla negaría cualquier hechizo que me lanzara, así que todo lo que tenía
que hacer era no sucumbir a ello antes de que pudiera acabar con ella.

Pronto, las palabras de su hechizo se convirtieron en gritos cuando su carne


comenzó a dividirse y ennegrecerse, incapaz de curar lo suficientemente rápido
para contrarrestar los efectos devastadores de la electricidad incesante que seguía
forzando en ella. Su agarre en mí se aflojó y sus ojos crecieron increíblemente
anchos, luego se abrieron como si fueran huevos rotos.

En otro estado de ánimo, habría encontrado eso asqueroso. En cambio, estaba


llena de despiadada alegría mientras seguía empujando más corriente hacia ella.
Su rostro ennegrecido y dividido, exponiendo tendones y hueso. Entonces sus
extremidades comenzaron a estallar mientras partes de ella se incendiaron. Mis
manos y mi ropa también. Se incendiaron por el contacto, sin embargo, todavía
no la dejé ir. Seguía llenándola de corriente, vagamente consciente de que estaba
sonriendo con un salvajismo del que no había sabido que era capaz. ¡Intentaste
matar a Vlad! ¡Muere gritando por ello, perra, muere!

Con una explosión que era música dulce y espantosa para mis oídos, todo su
cuerpo se separó por la sobrecarga de corrientes. Caí hacia adelante sobre lo que
quedaba de su torso, observando con oscura satisfacción que su cráneo comenzó
a rodar por el terraplén.

Quería tomarme un segundo para saborear mi victoria tan bien como


metafóricamente recuperar el aliento, pero los chicos podrían necesitar ayuda
con los otros dos nigromantes. No estaba atrapada en un terrible recuerdo, así
que había demostrado ser inmune al hechizo de manos azules al que este
nigromante había intentado llevarme. Si el primer instinto de los demás
nigromantes era usar magia de tumba, también, entonces tenía la mejor
posibilidad ante todos de no ser afectada por ella.

Me levanté de un salto, quitando los trozos carbonizados del cuerpo de la

229
nigromante muerta cuando comencé a correr de vuelta hacia el almacén. Cuando
pasé la carretera, una mirada rápida mostró que otros conductores se habían
detenido para ayudar al hombre herido del segundo accidente, y noté con una
mezcla de alivio y preocupación que oí las sirenas que venían hacia aquí. Alguien
también había llamado a la policía. Eso era bueno para el conductor que
necesitaba atención médica, sin embargo, no tomaría mucho tiempo que los
antiguos clientes del club de baile escucharan esas sirenas y corrieran hacia ellos
para contarles a las autoridades sobre el caos en el almacén cercano.

Realmente no necesitamos interferencia de la policía mientras intentábamos


enfrentarnos a los otros dos nigromantes. Sin embargo, con suerte, Vlad ya estaba
saliendo del hechizo ahora que había matado a la mujer nigromante. Con suerte,
la magia de los otros dos no era tan potente como la suya y los chicos ya los
habían subyugado. Por si no lo habían hecho, corrí de vuelta hacia el almacén tan
rápido como lo había dejado.

Cuando doblé una esquina, pude ver un indicador naranja brillante en el cielo
sobre lo que supuestamente era el almacén. ¿Por qué estaría en llamas otra vez?
Vlad había apagado las llamas para que ninguna persona que todavía estuviera
atrapada en el interior se lastimara.

Mi vuelta a la siguiente esquina trajo al almacén a la vista. La multitud anterior


de clientes espantados se había dispersado, dejando solo un puñado de personas
que estaban huyendo activamente. La razón era obvia. Enormes grupos de llamas
salían disparadas desde la parte superior del almacén en rayas verticales, como
si estuvieran bailando tornados de fuego a lo largo del techo.
—¿Qué está pasando? —grité cuando vi a Mencheres, Ian, Maximus y Marty
sobre un bloque lejos del almacén. Todos habían derramado su glamour, por lo
que eran fáciles de ver.

—Quédate atrás —dijo Mencheres en respuesta.

Sus manos estaban extendidas, y mientras miraba, un contenedor de metal


voló por la siguiente calle y aterrizó en el lateral del almacén, uniéndose a las
otras piezas de restos urbanos que estaban pegados a un lado como si hubieran
sido soldados por un gigante. Entonces los gritos y repetidos ruidos de golpes
me alcanzaron a pesar de que todavía estaba lejos en la calle.

—¿Qué estás haciendo? ¿Dónde está Vlad? —dije, corriendo e ignorando la

230
demanda de Mencheres para quedarme atrás.

—Dentro —dijo Maximus, su expresión severa.

Yo estaba horrorizada.

—¿Lo dejaron solo allí con los dos nigromantes? —El fuego no podía herirlo,
pero podrían...

—Todos, váyanse ahora —dijo Mencheres, aturdiéndome—. Me aseguraré de


que los nigromantes no escapen.

Así que eso es lo que estaba gritando en el interior. Supongo que eso también
explicaba por qué Mencheres seguía telequinéticamente transportando más y
más objetos pesados al exterior del edificio. Él podría no ser capaz de usar sus
poderes directamente sobre los nigromantes, pero Mencheres podía usarlo para
evitar que rasgaran su camino a la libertad a través de las paredes del edificio y
las ventanas.

Ahora esta escena tenía sentido. Ser semi-resistente al fuego debido a la magia
de tumba era una cosa. Sobrevivir a un infierno ardiente era otra.

—¿Así que cuando el hechizo de Vlad se rompió, se quedó dentro para quemar
a uno de ellos hasta matarlo mientras te aseguras de que el otro no sale hasta que
Vlad lo atrape?

Nadie dijo nada por un momento cargado. Entonces Marty se acercó y puso
su brazo alrededor de mi cintura.
—Niña —dijo, con la voz quebrada—. No sé cómo decirte esto, pero…

—El hechizo no se rompió —dijo Ian sin rodeos.

—Y él está tan loco por estar atrapado dentro de su peor recuerdo que lo está
quemando todo y a todos cerca de él, incluyéndonos a nosotros.

Estaba tan sorprendida que comencé a discutir.

—Eso no puede ser. ¡Maté a la nigromante que lo hechizó, entonces debería


estar bien ahora!

—No lo está —dijo Mencheres con tanta pena que sentí el frío toque de
desesperación a pesar del calor que salía del cercano almacén—. Este nigromante

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conocía la maldición del arrepentimiento infinito. Está impregnado de magia de
tumba, y las maldiciones mágicas graves no terminan con la muerte del lanzador
como la magia habitual o incluso la necromancia. Solo terminan con la
destrucción del objeto maldito.

—¡Pero el objeto maldito es Vlad! —grité.

Los rasgos de Mencheres se retorcieron de dolor.

—Sí.
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Mencheres no podía decir lo que parecía decir. Él simplemente no podía. E
incluso si lo hacía, me negaba a aceptarlo.

—Todo esto está mal —espeté—. Sé cuál es el peor recuerdo de Vlad porque
lo vi la primera vez que le toqué. Es de él gritando en un río mientras sujetaba a
su primera esposa muerta, ¡no de él quemando todo a su alrededor!

—Ese podría haber sido su peor recuerdo cuando se conocieron —dijo


Mencheres en un doloroso tono suave—, pero desde entonces, ha sido superado.
Antes de que las cosas se volvieran demasiado peligrosas para permanecer cerca
de él, vi a Vlad repetidamente extender su mano y decir, “Dámelo” antes de
imitar la apariencia de poner un objeto en una ranura. Él miró en silencio durante
varios minutos, luego entró en erupción con rabia y manifestó cada vez ráfagas
de fuego más poderosas.

¿Por qué eso me sonaba familiar? Cuando Maximus miró hacia otro lado, su
rostro arrugado, lo entendí.

—Está reviviendo el recuerdo de cuando recibió el video de Szilagyi de mi


supuesta violación —dije, angustia aferrándoseme.

Quería matar a esa perra mil veces más por atrapar a Vlad dentro de ese
hechizo, y también quería llorar. Conocía la agonía que Vlad había sentido hace
siglos, cuando encontró el cuerpo roto de su esposa porque lo había aliviado
cuando le toqué por primera vez con mi mano derecha. Saber que su alma había
sido marcada aún más por los brutales videos que Szilagyi le había enviado…

Mencheres dejó escapar un suspiro que sonaba como si fuera un sollozo


ahogado.

—El recuerdo sigue repitiéndose, impidiendo que Vlad acceda a su fuerza


completa, sin embargo, eventualmente, hará más que quemar este almacén. Él
habrá destruido todo este bloque para mañana, y estará sin control, la destrucción
continuará.

—Se cansará con el tiempo —dije, agarrando las pajitas—. Tiene que hacerlo.

233
¡No puede quemar todo para siempre!

Mencheres me dio otra mirada compasiva.

—Sí, pero con su fuerza, para entonces será demasiado tarde. Semejante
despliegue público de poder sobrehumano llamará la atención de cada Guardián
de la Ley. Ya fuera porque Vlad fuera mágicamente obligado o no, seguramente
será ejecutado por poner en peligro el secreto de toda nuestra raza.

—¡Entonces tienes que detenerlo! —Rabia y pena hizo de mi demanda un


grito—. ¡Él no está cubierto de magia de tumba, así que haz algo!

—No puedo —dijo Mencheres con tal ferviente frustración; su poder estalló y
las palabras me golpearon como una bofetada literal—. El fuego es un elemento
natural. No obedece mi telekinesis más que el aire o el agua. Sus poderes también
han crecido hasta donde no puede sofocar sus llamas con objetos exteriores. Él
simplemente los derretiría de la misma manera que derritió su castillo el día que
recibió ese video.

—Debe haber algo más —gruñí—. Ian —dije, abruptamente volviéndome


hacia él—. ¿Y ese hechizo de realidad con el que me golpeaste el otro día? ¿No
funcionaría para sacarlo de este recuerdo?

No me dio una mirada compasiva, lo cual era bueno porque no podía soportar
una más de esas. Sin embargo, por su expresión, obviamente no pensó que fuera
muy inteligente.

—¿Enfrentar un hechizo de nivel medio contra esta forma de magia avanzada?


Un chihuahua tendría mejor suerte sobreviviendo a un combate a muerte contra
un hombre-lobo.

Eso fue un firme no, pero maldita fuera si me rendía. Giré de vuelta a
Mencheres.

—Vamos, ¿no conoces ninguna magia que pueda romper esto? ¡Tienes más de
cuatro mil quinientos años, tienes que saber algo que pueda ayudar!

Respiró hondo para contestar, y mi grito de: “¡Espera!”, lo detuvo. La


respuesta era de repente muy clara, debí haberlo pensado primero.

—Déjame entrar en el almacén. Puedo romper esto.

234
—¿Cómo? —preguntaron cuatro voces al unísono.

Ya me dirigía al almacén, haciendo una mueca por el calor que se derramaba


del edificio. Esto podría funcionar, si no me quemaba hasta morir antes de llegar
a Vlad.

—El nigromante trató de lanzarme el mismo hechizo, agarre con las manos
azules y todo, pero no funcionó por la misma razón por la que el ataque del
Remanente no me hizo nada hace meses. La magia regular y la magia infundida
en la necromancia podrían pegarse a mí, pero por alguna razón, la energía
natural de mi voltaje me hace inmune a las oscuras energías de la magia de
tumba. Eso significa que todo lo que tengo que hacer es llenar a Vlad con
suficiente de mi voltaje para hacerlo inmune a él, ¡y romper el hechizo!

La expresión de Mencheres pasó de compasivamente sombría a


cautelosamente esperanzado, entonces de vuelta a compasivamente sombrío.

—Incluso si tu teoría es correcta, no podrías sobrevivir para hacer esto. El


fuego crece en intensidad con cada nuevo ciclo de recuerdo. Además, tengo una
barricada alrededor de Vlad para protegerlo contra los nigromantes atrapados
dentro del edificio, pero no podré hacer lo mismo por ti, y ellos seguramente
tratarán de matarte si entras.

—Dime algo que no sé —murmuré—. También tengo un plan para eso, pero
no podemos perder más tiempo para que se los explique. Solo confía en mí,
Mencheres, y déjame entrar para que pueda romper este hechizo antes de que
maten a Vlad.
—Leila. —Marty me alcanzó y agarró mi mano—. No entres allí, por favor. —
Su mirada comenzó a brillar con lágrimas rosas—. Ya perdí a una hija. No puedo
soportar perderte a ti también.

Maximus no dijo nada, pero se veía igual de pesimista sobre mis posibilidades
de supervivencia, y la expresión de Ian decía que estaba degradando su opinión
de mí de estúpida a desquiciada.

—No voy a morir —dije, y esperaba que fuera verdad—. Pero esta es la única
solución que no termina con la muerte garantizada de Vlad. Sí, es peligroso, pero
no podría vivir conmigo misma si no lo intento, así que… —Le lancé una sonrisa
torcida a Ian—… Probabilidades de Chihuahua contra hombre lobo o no, haré
esto.

235
—Sabes que es una locura —dijo en respuesta.

—Y Vlad no quiere que sacrifiques tu vida por la suya —agregó Maximus,


finalmente rompiendo su silencio.

Terminé de debatir con ellos. Cada segundo que pasaba aquí descendían mis
posibilidades peor de lo que ya eran.

—Suficiente. Esta es mi decisión, y la he tomado. Mencheres, o abres una


puerta para mí o cortaré una apertura yo misma.

Se encontró con mi mirada. Por un momento tenso, me preparé para golpearle


con todo el voltaje que tenía si intentaba detenerme. Luego dijo:

—Avísame cuando hayas tratado con los nigromantes y soltaré la barricada


alrededor de Vlad. —Y una abertura apareció en el lateral del almacén como si el
metal se hubiera convertido en cortinas que alguien retiraba. A pesar de la
explosión instantánea de calor, corrí a través sin una mirada atrás.

—Eso es amor para ti. —Oí decir a Ian—. Me alegro de que sea demasiado
corrupto para ser víctima de esa forma de lobotomía de inteligencia.

—¡Espero que caigas de cabeza por alguien quien insista en la monogamia! —


dije antes de que Mencheres cerrara la ranura de metal detrás de mí. Entonces un
rugido de fuego reclamó toda mi atención cuando una enorme franja de llamas
salió por la puerta del otro lado de la habitación y se dirigió directamente hacia
mí.
236
Caía al suelo, manteniéndome lo suficientemente agachada para que el fuego
pasara por encima de mí en lugar de golpearme. Aunque las llamas no me
tocaron directamente, su calor era tan intenso que mi piel comenzó a ampollarse.
Después de unos pocos minutos, tuve que luchar contra el impulso instintivo de
gatear de regreso a la misma pared por la que había entrado y golpearla hasta
que Mencheres me dejara salir.

Sin embargo, no lo hice. La gran franja de fuego se disipó después de otro


minuto, lo que significaba que el recuerdo de Vlad ahora debía estar en el lado
de “mirar en silencio” del bucle sin fin. Eso me daba unos minutos antes de que
comenzara a quemar cosas otra vez. Me levanté y me dirigí hacia el interior de la
habitación larga y vacía que conducía a la puerta que marcaba la entrada oficial
del club.

Los dos porteros que lo habían vigilado previamente hace mucho que se
habían ido, pero algunos cuerpos carbonizados permanecían cerca de la entrada.
Estos no podrían ser los nigromantes que habían estado golpeando las paredes
hace apenas unos minutos, aún estaban vivos. Debían ser algunos clientes pobres
que, o bien fueron pisoteados en la estampida para escapar, o quedaron
atrapados por uno de esos extintores de la manguera de fuego que, hacía unos
momentos, había salido corriendo por la puerta abierta. El fuego solo
empeoraría, como Mencheres había dicho, pero me consolaba en el hecho de que
había secciones de esta sala que estaban todavía sin tocar por las llamas.

Tal vez no era solo el constante reinicio cuando el recuerdo de Vlad rebobinaba
al principio de ese momento horrible e interrumpía su poder de alcanzar su
máximo potencial. Tal vez, solo tal vez, un hilo de la conciencia de Vlad se
mantenía, y estaba luchando contra el hechizo.

Esperaba fervientemente que fuera así. De lo contrario, Mencheres tenía razón


y pronto, no habría un solo centímetro de este lugar que no estuviera cubierto de
llamas. Entonces todo el almacén sería una pila derretida de escombros por la
mañana, y las cosas solo conseguirían empeorar desde ahí.

237
Pero Vlad no había desatado completamente sus poderes todavía, así que
todavía había una posibilidad de que pudiera interrumpir el hechizo antes de
que eso pasara. Antes de que pudiera alcanzarle y tratar de cortocircuitar el
control del hechizo por darle una sobrecarga de electricidad, tenía que llegar
primero más allá de dos nigromantes atrapados y desesperados.

Saqué un pequeño objeto cuadrado de mi sostén y pasé mis dedos sobre él,
procurando no mirarlo. Ninguna sensación de grietas, bien. La única razón por
la que no se había roto era a causa del chaleco Kevlar que Vlad había insistido en
que me pusiera debajo de mi camiseta. Lo había hecho por preocupación sobre
cuchillos de plata o balas de plata. En cambio, el chaleco había terminado
protegiendo el espejo de Leotie.

Ahora, solo esperaba no haber arruinado el hechizo que Leotie me había dado,
porque esta era mi mejor oportunidad de superar los nigromantes sin que me
mataran (en el peor de los casos) o perdiera mucho tiempo (segundo peor).

—Conozco una salida —los llamé tan alto como pude. Con suerte, asumirían
que era una sobreviviente inocente tratando de ayudar en lugar de su enemigo
atacándolos en una trampa—. ¡Si alguien más está todavía vivo aquí, que me siga!

Nada más que los crujidos del sobrecalentamiento, sobrecargado metal por
unos momentos, entonces oí otro ruido apresurado. Al principio, pensé que
juzgué mal la cantidad de tiempo entre las erupciones de fuego de Vlad. Entonces
oí ruidos de choque y eso aumentó el sonido de prisa. Se dirigía en esta dirección,
sin embargo, no hubo una explosión intensa de calor precediéndolo.
Esto no era más fuego de Vlad. Eran los nigromantes golpeando su camino
fuera de cualquier escombro en el que habían estado en su camino para volar
hacia el sonido de mi voz.

No podía esperar a actuar hasta que los viera. Para entonces, podría ser
demasiado tarde. Levanté el espejo que Leotie había utilizado para atraparnos a
todos anteriormente y otra vez grité en voz alta.

—Conozco una salida. ¡Vengan conmigo si quieren vivir!

Dos formas grandes salieron de repente a través de la puerta estrecha, volando


tan rápido que tardé unos pocos momentos registrar que estaban completamente
desnudos excepto por el hollín que los cubría. Su velocidad me hizo jadear, al

238
igual que sus asesinas expresiones cuando me vieron y claramente me fijaron
como su enemigo, no amigo.

Tal vez me reconocieron por quien era, ahora que mi apariencia ya no estaba
disfrazada por el glamour. Tal vez fue suficiente que fuera un vampiro y
pensaron que estaba con el grupo de vampiros que habían hecho todo este daño
esta noche. Ya fuera así, descubrieron sus colmillos y se inclinaron hacia mí como
si pretendieran destrozarme con el impacto de sus cuerpos. No podía romper mi
látigo para defenderme. Si lo hacía, entonces ellos mirarían eso en lugar de lo que
necesitaba que miraran. Sin embargo, el espejo era difícil de ver con todo el humo
y su talla pequeña. Vamos, mírenlo, insté silenciosamente hacia ellos.

Ellos no lo hicieron. En cambio, en el momento justo antes de que estuvieran


por golpear, gruñeron algo en un lenguaje gutural que era probablemente el
comienzo de un hechizo. Me preparé, tratando de reunir el poder en mi mano sin
soltar ninguna chispa incriminatoria, y agité el espejo para que atrapara cualquier
diminuto destello de luz que aún quedara.

¡Mírenlo, maldita sea, mírenlo!, grité silenciosamente.

A pocos metros de golpearme, de repente cayeron del aire como si hubieran


sido derribados por misiles. Sus cuerpos cayeron al suelo, y salté hacia atrás justo
a tiempo para evitar que uno de ellos me golpeara mientras se deslizaba de su
velocidad. Cuando se detuvieron, estaban completamente flojos pero todavía
estirados en esa forma arqueada y torpedeada que habían usado cuando habían
estado a punto de golpearse a sí mismos contra mí.
Saqué mi látigo por fin. No se movieron y sus ojos miraron ciegamente hacia
delante de la extraña forma en que lo hizo Vlad cuando al principio el hechizo
tomó fuerza de él. No estaba segura si se trataba de un acto, por lo que arremetí
contra el más cercano con la pierna. Mi cable eléctrico cortó todo el camino y cortó
su extremidad por la rodilla, sin embargo, él no hizo más que temblar.

Si los atrapas en él, estarán tan indefensos como tú ahora, me había prometido
Leotie cuando estaba atrapada en el espejo del hechizo. Dios mío, no había estado
bromeando. Los dos parecían más que impotentes; era como si estuvieran
catatónicos. ¿Era eso lo que me había pasado? ¿Solo había pensado que estaba
aporreando los espejos y golpeándolos con mi látigo cuando todo el tiempo,
estaba tan inmóvil como estos dos?

239
Tenía que ser. De lo contrario, podría haber accidentalmente cortado a la gente
cerca de mí mientras pensaba que estaba azotando los espejos. Ahora que lo
pienso, Vlad probablemente también habría quemado la casa porque su primera
reacción al estar atrapado, sin duda, habría sido tratar de fundir los espejos.
Todos debíamos haber estado tan inmóviles e inconsciente como estos dos. El
poder de la trampa del espejo era realmente impresionante, pero no tenía tiempo
de quedarme allí y seguir admirándolo. Tampoco tenía tiempo de cumplir con
las reglas “justas” de la lucha.

Se necesitaba una frialdad especial para matar cuando tu vida no está en


peligro y no está impulsado por la ira o la venganza, había dicho Vlad. Resulta
que tenía la misma frialdad, porque rompí mi látigo y una de las cabezas del
nigromante se cortó de sus hombros mientras su cuerpo comenzaba a
marchitarse por los efectos de la verdadera muerte. Al otro lo mantuve vivo.
Necesitábamos interrogarle por la ubicación de Mircea más tarde, si todavía
estábamos vivos más tarde.

—Los nigromantes han sido tratados —dije en voz alta a Mencheres—. ¡Ahora,
baja cualquier barricada que tengas alrededor de Vlad para que pueda llegar a
él!
240
Otra explosión de advertencia de calor me hizo caer al suelo. Esta vez, las
llamas que siguieron fueron tan intensas que a pesar de estar agachada, dolor y
un hedor horrible, me dejó saber que acababa de perder mi cabello. Cubrí mi
cabeza con mis brazos y sentí la quemadura de las llamas. El fuego rasgó un
camino por mi espalda, convirtiendo los cierres metálicos en mis zapatos en
marcas, y me hizo presionarme contra el suelo como si tratara de hacer un túnel
en él.

Solo fue un par de minutos, pero la agonía lo hizo sentir como horas antes de
que el fuego se detuviera. Tan pronto como lo hizo, traté de levantarme e
inmediatamente grité cuando la carne carbonizada a lo largo de la parte de atrás
de mí se partió por el movimiento repentino. El dolor era casi tan horrible como
ser quemado, y apreté mis dientes para evitar gritar mientras esperaba que mi
cuerpo sanara.

¿Qué mierda?, aulló una voz enfurecida de repente en mi mente.

Mircea. No me había vinculado a él, pero la respuesta de vuelta por mis


quemaduras debió haberle alarmada como para ponerse en contacto conmigo.
Apreté mis dientes otra vez, tratando de ignorarlo mientras corría a la habitación
más allá. Solo tenía unos minutos antes de la siguiente explosión de fuego.
Apenas tiempo suficiente para encontrar a Vlad, menos para romper el hechizo
sobre él.

¿Por qué estamos en llamas?, exigió Mircea cuando entré en la habitación,


tropezando con un cuerpo que no había visto debido al humo espeso. Me
encontré con varios más que la bruma asfixiante ocultó mientras rápidamente
avanzaba más profundo en la habitación. El humo era casi cegador, pero pensé
que había vislumbrado un destello de verde entre esas capas pesadas, de olor
nocivo. ¿Podría ser el brillo de los ojos de Vlad?

¡Respóndeme!, rugió Mircea lo suficientemente fuerte como para hacer que me


doliera el cerebro.

241
¡Estamos en llamas por tu culpa!, gruñí de vuelta, aun haciendo esa cosa de correr
y tropezar de nuevo cuando me dirigí a lo que esperaba que era Vlad y no
algunas luces restantes al azar. Matamos a los nigromantes a los que nos enviaste, pero
no antes de que uno de ellos lanzara un hechizo de memoria sobre Vlad que NO está de
acuerdo con él.

¿Un hechizo de memoria? ¿Te refieres a la maldición del arrepentimiento sin fin?,
preguntó Mircea, sonando sorprendido.

Ganador, ganador, cena de pollo, respondí sarcásticamente.

Ahora estaba lo suficientemente cerca como para estar segura de que había
encontrado a Vlad. Sin embargo, no podía ver mucho de él a excepción de su
mirada, cortando el humo como un diminuto laser verde. Cuando un cambio en
el aire despejó brevemente el humo que lo rodeaba, vi que había montones de
objetos grandes, quemados en un círculo a su alrededor, como si cada pieza de
equipo pesado, muebles, vigas no estructurales, y piezas de chapa se hubieran
acurrucado en una súplica muda para que hicieran de cortafuego.

Tengo una barricada alrededor de Vlad para protegerlo contra los nigromantes, dijo
Mencheres. Parecía que había despojado este club telequinéticamente para
formarlo. También explicaba la extraña desnudez de los nigromantes. Incapaces
de salir, debieron haber dirigido su atención hacia el intento de matar al objeto
maldito para detener el hechizo y las consecuencias de su fuego. Tenían que
haber atacado esa barricada una y otra vez para conseguir que toda su ropa se
quemara en esos bucles de fuego. Sin el poder de Mencheres para mantener estos
objetos juntos como una fortaleza improvisada alrededor de Vlad, habrían tenido
éxito en matarlo, también.

Ah, maldito con una repetición sin fin de horribles recuerdos, siguió Mircea con
viciosa satisfacción. No podría haberle pasado a una persona que se lo mereciera más.

Una satisfacción viciosa propia viajó a través de mí cuando una explosión de


calor revelador comenzó a llenar el aire. Antes de continuar regodeándote, podrías
querer apoyarte. Probablemente casi nos van a freír de nuevo.

Dicho esto, me tiré al suelo, agarrando cada objeto grande que pude tener en
mis manos y apilándolo encima de mí. Por el hedor, algunos eran cuerpos, sin
embargo, algunos eran muebles y partes de la antigua barrera de Mencheres. De

242
cualquier manera, todos eran protección contra las llamas que ahora iluminaban
el humo con sombras aterradoras de naranja justo antes de que otra explosión de
fuego rugiera con el sonido de un tren de carga que se aproximaba.

Mis tácticas cubrieron la mayor parte de mi cuerpo, pero mis pies quedaron
expuestos. El grito de Mircea se hizo eco en mi mente cuando fueron envueltos
por las llamas que recorrían la habitación. Yo también grité y luché contra
acurrucarme en posición fetal porque no quería cambiar más mi barrera
protectora de mí.

¡Sal de ahí, sal, sal, sal, sal!, chilló Mircea, las palabras frenéticas, sin sentido
repitiéndose.

Quería hacerlo. ¡Oh, tan desesperadamente! Aparte del dolor que avergonzaba
cada tortura previa que había experimentado, cada instinto de supervivencia que
tenía estaba gritando tan fuerte como Mircea, instándome a correr hacia la salida
más cercana tan pronto como las llamas se detuvieran. Sin embargo, no lo haría.
Mi necesidad de llegar a Vlad era mayor que incluso el terrible dolor y mi miedo
de saber que solo empeoraría.

Esa necesidad me llevó a empujar los ahora carbonizados cuerpos y escombros


fuera de mí tan pronto como el fuego se detuvo. No había esperado hasta
curarme, así que cada movimiento que hice se sentía como si estuviera
dividiendo mis pies hasta el hueso. Pero no me detuve. Tenía que salvarlo. Es por
eso que corrí hacia Vlad en lugar de hacia la mayor seguridad de la otra
habitación, e ignoré las continuas maldiciones y gritos de Mircea cuando sintió
todo el mismo dolor que yo.

Vlad acababa de enderezarse de su mimo de poner el DVD en el reproductor.


Tenía que haber respirado en algunos de esos orbes brillantes desde la última vez
que lo vi porque su glamour se había desvanecido. Las llamas en sus manos
ahora estaban fuera, también, pero eso solo duraría unos minutos. Aproveché mi
oportunidad, agarrándolo por los hombros y disparando la electricidad en él
mientras trataba de hacerle verme en lugar de ese horrible recuerdo en repetición
sin fin.

—Vlad, escúchame, ¡nada de esto es real! —dije, sacudiéndolo mientras seguía

243
enviando más electricidad en él.

Nada. Su postura forzada recta no cambió y su mirada esmeralda parecía


mirar fijamente y directamente a través de mí. Aumenté el voltaje, agradecida de
que fuera incombustible y las corrientes no pudieran hacerle daño de la manera
que lo hice con los nigromantes que había destrozado antes.

¿Qué estás haciendo? ¡Necesitas escapar de él, no te acerques más a él!, chilló Mircea
a través de mi mente.

¡Cállate!, pensé de vuelta a él. A Vlad, le dije:

—Estoy aquí; necesitas detener esto. ¡Mírame, Vlad! ¡Estoy aquí!

¡Él no puede verte, imbécil!, gritó Mircea. ¡Ahora vete, antes de que nos fría a las dos
hasta las cenizas!

—No me voy —grité de vuelta, en voz alta esta vez. Entonces aumenté el
voltaje que estaba enviando a Vlad—. ¡Venga! No quieres quemarme hasta morir.

¡Sí lo hace, mira a tu alrededor! La voz de Mircea era demasiado alta como para
ignorarlo a pesar de lo mucho que lo intentaba. ¡Él obviamente quiere quemarlo
TODO, y eres parte de todo, Leila!

¡Cállate para que pueda concentrarme!, pensé de nuevo salvajemente. Esto


funcionará. Mis corrientes me hacen inmune a la magia de tumba, así que pueden hacerlo
inmune, también, si puedo entrar lo suficiente en él.
¿Eres inmune a la magia de tumba? Mircea sonó sorprendido, pero una repentina
explosión de calor de Vlad me hizo dejar caer mis manos, girando alrededor, y
buscando la pila de escombros más cercana.

Me cubrí justo a tiempo. El nuevo bombardeo de llamas se estrelló sobre mí


con aún más ferocidad que antes. Derritieron la parte menos resistente al fuego
de mi barrera improvisada hasta que no fue más que un chorreante trozo de
metal encima carbonizando rápidamente la madera. Grité con indecible angustia
mientras varias partes de mi cuerpo fueron expuestas a las llamas brutales.
Entonces me moví hacia delante para enterrarme debajo de otra sección de mi
barricada aunque era peligroso moverse.

244
Cuando el fuego finalmente se detuvo, me obligué a alejar lo que quedaba de
mi barricada. Cada movimiento era la peor forma de agonía y trozos de mi piel
quedaba fusionada a partes de los restos fundidos, lo que significa que tenía que
arrancarlos para liberarme.

No vuelvas a hacer eso, Leila. Esta vez, Mircea no estaba gritando y no parecía
enojado. En su lugar, sonaba asustado. Moriremos si lo haces. Debes saberlo.

Probablemente tenía razón. Todavía no podía ver mucho con el humo, pero
no era necesario un genio para calcular que las piezas de la barricada que
Mencheres había formado alrededor de Vlad estaban siendo quemados hasta el
suelo cuando el fuego de Vlad creció en tamaño e intensidad. Tendría que
esconderme debajo de montones de cosas en el siguiente espacio para sobrevivir
al siguiente ataque de llamas. Después de eso, tendría que alejarme, hasta que
eventualmente, no tuviera suficiente tiempo entre los ciclos de ráfagas de fuego
para alcanzar a Vlad en absoluto.

El humo cambió de nuevo, soplado hacia atrás debido al agujero encima de él


donde su fuego había consumido esa sección entera del techo. Me quedé mirando
a Vlad, llena de la desgarradora comprensión de que yo probablemente nunca lo
volvería a ver. Ya fuera porque moriría si me quedaba, o él eventualmente sería
matado si me iba.

Después de todo lo que habíamos pasado, ¿cómo podía haber caído en esto?
245
Después de otro momento de dolor, parpadeé sorprendida mientras una
nueva ráfaga de viento despejó el humo alrededor de sus pies. ¿Podía ser real?
Parecía que allí había un estrecho radio de treinta centímetros que rodeaba a Vlad
que ni siquiera estaba manchado, y mucho menos quemado. ¿Cómo?

Un segundo después, respondí a mi propia pregunta. Con todo el poder que


estaba desatando, el aura de Vlad también se habría quemado, haciendo ese
estrecho radio tan incombustible como era. Miré el círculo con nueva esperanza.
Sería apretado, pero podría ser lo suficientemente ancho para protegerme de las
llamas.

Era mi única oportunidad, y corrí tan rápido como mis extremidades aún
curándose podían llevarme. Si crees en Dios, le dije a Mircea mientras me
presionaba tan cerca de Vlad como podía, entonces es mejor que empieces a rezar.

Genial, todos vamos a morir ahora, comentó mi odiada voz interior, apareciendo
para unirse a la fiesta mental. Parece que finalmente has tenido éxito en matarte, Leila.

¡Váyanse a la mierda, todos!, espeté de vuelta mientras disparaba el voltaje


alimentado por el dolor y la desesperación en Vlad. ¡No estamos muertos todavía!

Lo estaremos si no detienes esto y corres, replicó Mircea.


Lo ignoré mientras seguía tirando corrientes en Vlad mientras le decía una y
otra vez que estaba allí y nada de esto era real. Todo el tiempo él me miró con
esos ojos vacíos, viendo lo que la magia le obligaba a ver en lugar de lo que estaba
justo delante de él.

Cuando su poder estalló y sentí esa mortal erupción de calor otra vez, envolví
todo mi cuerpo a su alrededor, las lágrimas brotaron de mis ojos. No había
funcionado. ¿Cómo podía mi voltaje salvarme de ese hechizo, pero no era
suficiente para salvarlo?

¡Leila, corre, esta es nuestra última oportunidad!, gritó Mircea con desesperación
casi enloquecida.

246
¡No huiré!, le grité de nuevo, tensándome. Si no puedo salvarlo, al menos sabré que
morí intentándolo.

La verdad de eso me dio consuelo incluso en medio del dolor terrible que
comenzó a lo largo de toda mi espalda. Estaba tan cerca de Vlad como podía, sin
embargo, no debía ser suficiente, y acababa de empezar esta nueva ola de llamas.
Al final, estaría acabada, e incluso si cambiaba de opinión, lo cual no haría, ya era
demasiado tarde para correr.

Al menos también tuve la satisfacción de saber que me estaba llevando a


Mircea conmigo. De hecho, casi lamenté que Mircea no pudiera ver mi sonrisa
dolorida porque mi cara estaba enterrada en el pecho de Vlad cuando lo abracé
por última vez.

Apuesto a que estás lamentando lanzar ese hechizo sobre mí ahora, ¿verdad?, pensé
con la oscura diversión de los condenados.

Bien. ¿Insistes en quedarte? Entonces me niego a dejar que Vlad me mate por medios
de segunda mano, gruñó Mircea, su anterior tono de miedo se había ido. ¡Si voy a
morir por su mano, él muy bien me mostrará el respeto de matarme en persona! Ahora
escúchame, ignorante aficionada. Esta magia poderosa no puede romperse, pero PUEDE
ser engañada en cesar por su cuenta. Si tu voltaje te hace inmune a la magia de tumba, lo
que necesitas hacer es interrumpir la magia de tumba en Vlad con tu electricidad mientras
llegas a su mente para decirle que lo que está viendo no es real.
¿Crees que no lo he intentado?, le devolví el tiro porque responderle era mejor
que concentrarse en el dolor espantoso. Esas llamas estaban aumentando,
envolviendo mis piernas, espalda y cabeza.

No lo intentes, hazlo, subrayó Mircea, la palabra terminó en un grito cuando ese


dolor lo desgarró también. El voltaje no hará que Vlad sea inmune como lo hace
contigo, pero debería darte una breve ventana. Usa esa ventana para llegar a su mente y
hacerle vernos.

Otro grito hizo que Mircea dejara de hablar, luego siguió rápidamente.

Una vez que la mente de Vlad te vea en lugar del recuerdo de su maldición, la maldición
se considerará completa y se detendrá. ¡Si no dudases tanto de ti misma, ya podrías haber

247
terminado con esto porque eres lo bastante poderosa como para alcanzarlo!

Si no hubiera estado en agonía, se habría reído. ¿De repente crees en mí?

Otra ráfaga de fuego llamó nuestra atención. Traté de abrirme paso a través de
él hablando con Vlad y centrándome en el voltaje que seguía empujando en él,
pero siguió creciendo, hasta que fue todo lo que pude hacer sin entrar en pánico
puro y sin sentido.

Tus habilidades te han salvado más veces de lo que nunca creí que pudieran hacer, dijo
Mircea, el dolor haciendo de su voz un rugido irregular. Te vinculaste a mí a través
de este hechizo a pesar de que requiere la habilidad del nivel de una hechicera poderosa,
no un psíquico de segunda clase. No sé cómo tienes ese poder, pero lo haces…

Nuestros gritos combinados lo cortaron cuando las llamas siguieron comiendo


a través de mi piel más rápido de lo que podía curar. El dolor era horrible, todo
lo consumía, e implacable, hasta que estuve convulsionando contra Vlad y
apenas capaz de pensar. Sin embargo, la voz de Mircea todavía me alcanzó
porque era un rugido de desafío.

¡Tú tienes el poder, Leila! ¡Ahora, por nuestras miserables vidas, deja de dudar de ti y
jodidamente úsalo!

Me aferré a la confianza de Mircea porque mis fallos repetidos habían drenado


todo de mí. Entonces traté de empujar más allá de la paralización, la locura
inducida por la agonía de intentarlo una última vez desde que había hecho todas
esas otras cosas y pedía que no fuera demasiado tarde para hacer esto también.
Con el último trozo de fuerza y coherencia que tenía, puse mis manos
ardientes en la cara de Vlad y obligué a retroceder los gritos que continuaban
saliendo de mi garganta. En su lugar, usé mi mente para liberar la agonía que
causó que todo en mi cuerpo se contorsionase viciosamente mientras mis
músculos comenzaban lo que sabía que eran contracciones de la muerte.

Estoy aquí, estoy aquí, grité con mis pensamientos en lugar de mi voz. ¡Nada de
lo que estás viendo es real! Es el hechizo, y tienes que dejar de quemar todo. ¡También me
estás quemando, así que apaga el fuego, Vlad! Sácalo, fuera, fuera, fuera. ¡FUERA!

Mis pensamientos perdieron cohesión en el siguiente destello de fuego. Me


quemó hasta mis huesos, y caí hacia atrás, mis piernas carbonizadas rompiéndose

248
debajo de mí. Por un momento tortuoso que parecía extenderse una eternidad,
todo lo que conocía era dolor, y ya no podía ver el fuego porque mi visión se
había vuelto negra.

Entonces, como si saliera de una pesadilla, oí mi nombre y sentí el increíble


alivio de algo cálido, no agonizante, corriendo por mi cuerpo.

—Vamos, Leila, necesitas curarte. Cura, mi amor, ¡cura, por favor! —bramó
una voz angustiada.

Abrí mis ojos. La cara de Vlad era un borrón del hollín en mi mirada o mis ojos
todavía sanando, sin embargo, cuando esa bruma finalmente se aclaró después
de seguir parpadeando, me di cuenta de que me estaba mirando y viéndome, no
solo mirándome. Eso, además de no estar en llamas ya, me dejó saber que el
agarre del hechizo sobre él finalmente había cesado.

—Dijiste por favor —susurré, sonriendo cuando su alivio inundó mis


emociones con la fuerza de mil presas rompiéndose—. Nunca voy a dejarte vivir
eso.
249
Vlad no soltó mi mano. No cuando se quitó la camisa para cubrirme porque
mi ropa se había quemado, y no cuando Marty, Maximus y Mencheres me
envolvieron en abrazos después de que entraron corriendo en la habitación,
sabiendo por la repentina falta de fuego que mis esfuerzos habían tenido éxito.

—Eres notable —dijo Mencheres, rozando mi otra mano con un beso formal
después de que me soltó de su abrazo.

—Tuve ayuda —respondí, todavía sintiéndome aturdida por todo.

Mircea, quien había sido la razón detrás de las innumerables cosas horribles
que nos habían atormentado tanto a Vlad como a mí el año pasado, también había
sido fundamental para salvarnos. Sí, lo había hecho porque también había
salvado su propia piel, pero el hecho era que le debía mi vida y la de Vlad a él.
No estaba segura de cómo me sentía al respecto, así que por ahora no quería
insistir en eso.

Ian fue el único que no me dio un abrazo de celebración. En su lugar, me miró


fijamente, con una sonrisa en sus labios.

—Parece que la próxima vez, sabré apostar por el Chihuahua en lugar del
hombre lobo.
—¿Sí? Bueno, “aunque sea pequeña, es feroz” —cité con una sonrisa en
respuesta, aunque mucho más cansada.

Ian se echó a reír, pero la mirada que me dio fue evaluadora, como si me
estuviera clasificando mentalmente en una categoría completamente nueva.

—Han llegado más autoridades —observó Mencheres innecesariamente


cuando un nuevo gemido de sirenas se unió a los otros ruidos fuera del
almacén—. Todos deben irse. El nigromante debe asegurarse antes de que
desaparezca el hechizo de espejo. Me quedaré atrás para reforzar la historia de
que la defectuosa exhibición pirotécnica de una banda causó este incendio.

Estaba muy feliz de salir de aquí, así que no necesitaba decírmelo dos veces.

250
Cuando llegamos a la otra habitación, Maximus recogió al nigromante y lo
levantó sobre su hombro como si fuera un saco de papas. Tan pronto como
salimos, una ráfaga de viento helado atravesó la delgada camisa que llevaba
puesta y sentí que formaba cristales de hielo en mi cabeza recién calva. Me
estremecí incluso cuando la ironía me golpeó. Qué extraño sentir frío ahora,
cuando hace unos minutos, me estaba quemando hasta morir.

Vlad sintió mi escalofrío y detuvo al oficial de policía más cercano a nosotros,


dándole una mirada de ojos verde para que se quitara el abrigo.

—No, él necesita eso —protesté.

—Conseguirá otro —dijo Vlad brevemente.

Por su mirada intratable, no iba a aceptar un no por respuesta. Después de una


mirada de disculpa al policía, me puse el abrigo. Puede que esté helada, pero este
lugar ahora estaba lleno de autoridades, ambulancias y camiones de bomberos,
por lo que había muchas mantas y abrigos adicionales para él. La mayoría de los
rescatistas hablaban ruso o polaco, pero por los pocos fragmentos de inglés que
capté, quedaron estupefactos de que el enorme incendio en el almacén se hubiera
extinguido sin que se usara una gota de agua.

Mencheres tendría un gran trabajo explicando eso.

Nos amontonamos en ambos autos ya que no había forma de que todos


pudiéramos caber en uno. Estábamos dejando a Mencheres sin un aventón, pero
él podía hipnotizar a alguien para que lo llevara de regreso o simplemente podía
volar, lo que probablemente sería más rápido. Maximus viajó con Vlad y
conmigo, sin lugar a dudas, tomando el asiento del conductor. Vlad me apretó
contra él cuando nos acomodamos en el asiento trasero. El nigromante fue
arrojado sin ceremonias en el maletero del coche de Ian y Marty, y fuimos detrás
de ellos para vigilar el maletero en el improbable caso de que el hechizo se
rompiera antes y él intentara escapar.

Los primeros veinte minutos del viaje transcurrieron en absoluto silencio. Me


vislumbré en el espejo retrovisor y luego me aseguré de no volver a mirar. Cada
mechón de cabello en mi cabeza había sido quemado, y estaba tan cubierta de
hollín; parecía como si hubiera buceado en una piscina de ello a propósito.

Mencheres conoce un hechizo de crecimiento de cabello, me recordé. Esta era la

251
segunda vez este año que necesitaría usar uno. Entre las torturas, la explosión de
la línea de gas, el desollado, los disparos, y ahora esto, si mi cuerpo pudiera
hablar, probablemente me diría que quería un divorcio.

Curiosamente, no estaba devastada por esta pérdida de la forma en que lo


había estado después de que el secuaz de Szilagyi me hubiera quitado toda la
piel. Tal vez sea porque esta fue mi elección frente al cruel capricho de alguien.
De hecho, Vlad probablemente estaba más molesto por eso que yo. No es que
pudiera decirlo por sus emociones. Las había ocultado detrás de la pared que
había colocado en su lugar tan pronto como el resto de los chicos habían entrado
en el almacén.

No lo presioné para que hablara. Por un lado, teníamos una audiencia, y por
otro, podría ser demasiado pronto. Solo podía imaginar lo traumático que debió
haber sido salir del horrible bucle de memoria solo para encontrarme casi
quemada a sus pies por su propio fuego.

Y solo habría tardado unos minutos más en estar expuesta a ese fuego antes
de que me hubiera quemado hasta el final. Si Mircea no me hubiera dicho que
engañara al hechizo para que pensara que se había completado invadiendo
psíquicamente la mente de Vlad e interrumpiendo el ciclo...

—Mircea —dije en voz alta, de repente me senté derecha en lugar de


inclinarme contra Vlad—. No me ha contactado desde que salimos de esto.

Vlad me lanzó una mirada inescrutable.


—¿Por qué lo haría?

Para restregarme de que había ayudado a salvarnos, para insultarme por no haber
descubierto el secreto de interrumpir el hechizo antes, para quejarse por ser repetidamente
incendiado…

—Para asegurarse de que hubiéramos logrado mantener vivo a uno de los


nigromantes —dije, yendo con la razón más pertinente.

Otra mirada ilegible.

—¿Por qué sabría que los atacaríamos esta noche?

—Vamos, ¿crees que no se acercaría a mí para averiguar por qué lo quemaron

252
casi hasta matarlo? —Su expresión se nubló, y al instante lamenté haberle
recordado eso—. Quiero decir, um…

—Leila. —Ahora la mirada que me dio Vlad era cansada, aunque sus
sentimientos reventaron brevemente sus paredes para escaldarme con un géiser
de arrepentimiento—. No hay que pasar por alto lo que hice.

—Lo que hizo el hechizo —corregí al instante.

Su boca se tensó cuando otra emoción más oscura ensombreció su rostro, pero
cuando habló, su tono era engañosamente ligero.

—Por supuesto. Ahora dime, ¿escapó la nigromante que lo lanzó?

Una oleada de profunda satisfacción me llenó al recordar su cabeza rodando


por el terraplén.

—No. La maté.

Sus escudos se deslizaron de nuevo y me sorprendió el alivio que fluía a través


de nuestra conexión antes de que sus paredes se levantaran. Alegría que podía
entender. Demonios, si yo fuera Vlad, querría bailar sobre sus huesos por
atraparme en ese hechizo de pesadilla. Pero ¿por qué estaría aliviado por su
muerte? Tenía que saber que matarla no había funcionado para detener el
hechizo.

O tal vez, él no lo sabía. Todo lo que sabía desde que salió del hechizo era que,
en algún momento, casi me había quemado hasta morir. Tal vez no recordaba
cómo se había roto, o más exactamente, cómo lo había engañado para que se
detuviera.

Le diría todo eso más tarde. En este momento, teníamos cosas más importantes
en las que centrarnos.

—Voy a conectarme con Mircea y me aseguraré de que todavía esté donde


estaba antes. Sería una pena que pasáramos todo esto, solo para descubrir que lo
habían trasladado a una nueva ubicación que nuestro cautivo no sabe.

Pasé mi palma por mis colmillos, cortando una línea profunda en mi piel. A
medida que la sangre brotaba, me concentré en los pensamientos de Mircea,
reuniendo su rostro en mi mente y bloqueando los pensamientos de todo lo

253
demás.

Nada. Fruncí el ceño, cortándome de nuevo después de que la herida sanara.


Ninguna neblina indicadora indicaba que mi entorno se estaba alejando, ningún
hilo apareció en mi mente para que pudiera jalarlo y encontrarlo en el otro
extremo… No había absolutamente nada. Era como si mis habilidades psíquicas
repentinamente tuvieran un letrero de “Salí a almorzar” en ellas.

Vlad me detuvo al tomar mi mano cuando estaba a punto de cortarme la palma


para intentarlo de nuevo.

—¿Qué pasa?

—Debo estar cansada —murmuré—. O tal vez, maximicé mis habilidades


antes porque parece que no puedo alcanzarlo... ¡oye!

Traté de arrebatar mi mano hacia atrás cuando de repente se incendió. La


sostuvo, apretando su boca cuando una corriente impulsada por el miedo surgió
de él como respuesta. No había pensado que me había afectado lo que había
sucedido, pero al parecer, ahora tenía miedo al fuego. Qué irónico, considerando
con quién estaba casada...

—No me estoy quemando —dije sorprendida, sin sentir dolor mientras las
llamas acariciaban mi piel en lugar de quemarla—. ¿Por qué?

—Debo haberte cubierto con mi aura cuando te estaba apagando las llamas.
No tenía la intención de hacerlo, pero no es como si estuviera pensando con
claridad en ese momento.
—Joder —dije con sentimiento.

Ahora no solo me hallaba hecho a prueba de fuego; ¡también fui dejada


psíquicamente impotente!

—¿Quieres decir que nos quedamos con la esperanza de que no haya


cambiado nada con la ubicación de Mircea?

Entonces me sentí instantáneamente culpable por ser tan vehemente por mi


consternación.

—Quiero decir, no es tu culpa, por supuesto...

—Deja de preocuparte por mí —me interrumpió, y sus ojos brillaron de color

254
verde—. Llevaré dolor esta noche, ya sea que lo desees o no. Sin embargo, no me
romperá, Leila, por lo que no es necesario que andes con cuidado alrededor del
tema. Soy más fuerte de lo que siento, y más que eso, es mi dolor. No trates de
protegerme de eso.

—No puedo hacer eso —dije con una frustración desnuda—. Entiendo lo que
dices. Lo hago, y tienes razón. No eres una pequeña cosa frágil que necesita ser
mimada, pero al igual que no pudiste evitar reaccionar de forma exagerada y
recubrirme de tu aura antes, no puedo verte con dolor y no tratar de aliviarlo. No
significa que crea que eres menos un vampiro rudo o incluso menos hombre.
Significa que te quiero.

Dejó escapar un sonido áspero incluso mientras me besaba.

—Incluso si no hubiera sabido eso antes —dijo contra mis labios—,


ciertamente lo sabría después de esta noche.

Cuando su boca finalmente dejó la mía, se apartó para poder mirarme a los
ojos. No habló, pero dejó caer sus escudos, y sus emociones desnudas y sin
vigilancia me inundaron. De inmediato, me sentí ahogada por su amor,
escaldada por su arrepentimiento, humillada por su orgullo y abrumada por su
determinación de mantenerme a salvo a cualquier costo. Esas emociones
crecieron hasta que las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, y sostuve
su rostro mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas para decirle que
lo amaba de la misma manera imprudentemente feroz.
—Desearía que pudieras sentirme como te siento —susurré, finalmente
dándome por vencida porque las palabras nunca serían adecuadas para
transmitir lo que él significaba para mí—. Entonces sabrías que volvería a pasar
esta noche otra vez, mil veces si tuviera que hacerlo, si eso significara estar en tus
brazos así.

La más leve sonrisa curvó su boca y, más profundamente, más franjas de


emociones comenzaron a deslizarse a través de la mía.

—No necesito sentirte para saberlo, Leila —murmuró, inclinándose hacia


adelante hasta que su frente tocó la mía—. Todos los días, veo la verdad en tus
ojos.

255
256
Debería haber adivinado que había más en la destartalada granja de lo que las
apariencias sugerían por primera vez. Sí, el marco exterior parecía sostenido por
las termitas congeladas y no me atrevería a caminar en el segundo piso por temor
a caer por el techo. Pero, como había descubierto antes, tenía un sótano
completamente equipado, de dos habitaciones y muy bien equipado. Aún mejor,
el suelo helado a su alrededor actuaba como una barrera natural reforzada.

Antes de que comenzaran a lidiar con el nigromante que aún estaba


inconsciente, todos los chicos se quitaron los atuendos femeninos que llevaban
puestos y se pusieron ropa que protegía contra la atmósfera congelada. Estaba
esperando para cambiarme hasta que me duchara, pero primero, quería
asegurarme de que no tenía que sacar el espejo para volver a ponerme al hechizo.
No estaba segura si las instrucciones que Leotie me había dejado estaban
programadas para el mismo período de seis horas que ella había usado para
mantenernos a todos atrapados en el hechizo del espejo.

Después de cambiarse, Vlad pasó unos cinco minutos enviando mensajes de


texto que asumí que eran para Mencheres, ya que ¿con quién más necesitaría
hablar urgentemente ahora? Finalmente, llevamos al nigromante a la bodega del
sótano, ya que esa habitación estaba rodeada por todos lados con la tierra dura y
compacta.
Esperaba las cadenas con las que Vlad y Maximus comenzaran a restringir al
nigromante, pero me sorprendí cuando Vlad comenzó a derretir algunos
cuchillos de plata que también había traído aquí con él.

—¿Por qué estás haciendo eso?

—Así puedo hacer esto —respondió, y mantuvo abierta la boca del


nigromante. Luego vertió la plata ahora liquidada en la garganta del vampiro.

No pude detener mi estremecimiento, ya que me imaginé cuánto dolería tener


una barriga llena de plata que se endurece lentamente. Si el hechizo no estuviera
convirtiendo al vampiro en un estado comatoso, se estaría volviendo loco en este
momento. Tal como estaba, se estremeció, su cuerpo registrando el dolor incluso

257
si su mente estaba adormecida.

Luego Vlad calentó otro puñado de cuchillos de plata. No los derritió en


líquido esta vez, pero dejó sus puntas puntiagudas intactas mientras moldeaba
sus asas y más de la mitad de sus hojas en algo que parecía una versión
espeluznante de una de las bolas de nieve que había hecho hoy. Una vez que la
masa similar a una esfera se había endurecido, la empujó dentro de la boca del
nigromante, donde todo el haz brutal ahora se duplicaba como una mordaza de
bola de plata con púas.

—Ahora no tendremos que preocuparnos de que él intente hechizos una vez


que se despierte —dijo Vlad.

Estaba empezando a sentir un poco de pena por el nigromante. Claro, había


intentado matarnos y teníamos la intención de matarlo tan pronto como
supiéramos lo que sabía, pero no me sentía cómoda con la tortura.

Ian, sin embargo, consideraba la obra de Vlad con su habitual mentalidad


retorcida.

—Vaya, si sus tuberías siguieran funcionando, estaría cagando plata durante


una semana.

—Ahora sángralo —le dijo Vlad a Maximus, ignorando eso.

Maximus tomó un cuchillo de plata de repuesto y luego abrió todas las arterias
que tenía el vampiro y las reabrió después de que se curaron. Si hubiera tenido
algo parecido a un latido normal, la sangre habría brotado del nigromante. En su
lugar, lentas gotas rojas comenzaron a acumularse en el suelo. Esto era para
debilitarlo aún más una vez que el hechizo de espejo se rompiera, y eso podría
hacer la diferencia entre escapar o no. Aun así, ya había visto suficiente.

—Voy a subir las escaleras para tomar un poco de aire fresco —murmuré.

Vlad me lanzó una mirada que no pude leer y luego dijo:

—Terminaré aquí pronto. Ian, quédate con ella.

No le recordé que Marty también estaba aquí, o que “aquí” estaba en medio
de la nieve en ninguna parte. O mencione el hecho de que anteriormente, el
mismo Vlad había instalado cámaras en todo el perímetro para asegurarse de que

258
nadie se nos acercara. Todos habíamos tenido una noche estresante y todos
nuestros nervios estaban al límite. Si hacía que Vlad se sintiera mejor tener dos
vampiros encargados de mantenerme a salvo además de todo lo anterior, que así
sea.

Sin embargo, algunas cosas iba a hacerlas sola. Cuando salimos del sótano y
entramos en la sala principal del sótano, me dirigí a Ian y le dije:

—Me voy a bañar para lavar este hollín, así que puedes retirarte hasta que
termine.

No sonrió, ni guiñó un ojo, ni se ofreció a ayudar, lo cual habría esperado. En


cambio, se encogió de hombros.

—Me quedaré afuera de la puerta.

Resoplé.

—No tienes que seguir las instrucciones de Vlad literalmente. Además, Marty
está vigilando el perímetro y nuestro único hostil interior todavía está hechizado.

—Si se despierta temprano, tú eres la que lo atrapó, así que eres la que más
querrá matar —señaló Ian—. Además, no lo estoy haciendo por Tepesh —agregó,
un movimiento de ojos indicando a Vlad en el sótano—. Me sorprendiste esta
noche. Muy pocas personas hacen eso, así que tiendo a respetar a los que lo hacen,
y lo que respeto, también los protejo de buena gana.

Parecía ser sincero, pero eso era algo que no había visto de Ian antes.
—¿Me respetas, pero no a Vlad?

Ahora fue su turno de resoplar.

—Dije que respeto a las personas que me sorprenden. La brutalidad, crueldad


y astucia de tu esposo no son sorprendentes. Son lo que espero de él.

—Hay más en Vlad que eso —dije en voz baja.

Me miró a los ojos con una franqueza que me seguía sorprendiendo porque
era muy inusual viniendo de él.

—Hay más para todos nosotros. Sin embargo, la mayoría de las veces, solo
vemos lo que esperamos ver.

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Luego su tono se iluminó y su expresión se convirtió en ese arco, en parte
burlón, al que yo estaba acostumbrada.

—Ahora, si insistes en que te trate como el delicioso bocado que eres, estoy
muy feliz de complacerte...

—Me quedaré con respeto —interrumpí.

Guiñó. Allí estaba el Ian que conocía.

—Tu pérdida, muñeca.

Me tomé mi tiempo en la ducha, diciéndome que mantenía el agua fría porque


éramos seis y no debería ser codiciosa al tomar toda el agua caliente.

Claro, por eso lo estás haciendo, se burló mi voz interior. No es totalmente porque
estás más afectada por casi morir de lo que dejas ver, hasta el punto en que no quieres
sentir nada caliente que te toque.

Odiaba a esa perra, pero las pocas veces que ella tenía razón, realmente tenía
razón.

Bien, entonces podría estar lidiando con un poco de estrés postraumático leve
después de lo que había sucedido esta noche. Admitir eso no significaba que era
débil; significaba que era lo suficientemente fuerte como para reconocer mis
verdaderos sentimientos, incluso los traumáticos. Este nuevo problema podría
terminar causándome tropezar o caer varias veces, pero no me rompería. E
incluso si lo hiciera, no me quedaría destrozada para siempre. Me curaría.

Hasta entonces, no tenía que consentirme con una discusión imaginaria con
mi odiada voz interior. Necesitaba una conversación real con el nigromante que
aún no había aparecido en mi mente para hacer una reverencia o decirme que
estaba bien.

Mircea tuvo que haber sobrevivido. No estaría aquí si él no lo hubiera hecho.


Entonces, ¿por qué de repente estaba tan silencioso?

260
—Alguien se acerca. —Escuché a Marty gritar a través del video que se
alimentaba desde las cámaras exteriores.

Me puse un suéter y unos pantalones para correr y salí del baño. Ian ya estaba
subiendo las escaleras, con un cuchillo de plata en cada mano. Agarré uno de
nuestro escondite de armas en la sala principal y grité hacia el sótano:

—¡Vlad, compañía!

—Escuché —respondió él—. Sabes qué hacer —dijo a Maximus antes de que
ambos salieran del sótano.

—¿Quieres que me quede y lo vigile? —le pregunté, sorprendida de que


dejaran al nigromante desatendido.

Vlad me agarró la mano.

—Él está bien. Ven conmigo.

Ahora estaba realmente sorprendida. Esperaba que él insistiera en que me


quedara en el sótano, no arrastrarme por las escaleras con él para encontrar a
quien sea esta nueva amenaza. Una vez que llegamos al nivel principal, los
agujeros en el marco de la casa revelaron que un automóvil se dirigía hacia la
granja.

Nadie tropezaría accidentalmente con este lugar. Vlad lo había elegido por su
lejanía. Comencé a poner electricidad en mi mano. Mis poderes psíquicos
podrían estar sofocados por el aura de Vlad, pero mi voltaje funcionaba bien.
—Puedo ver el conductor… ¡Es Mencheres! —gritó Marty.

Me relajé y dejé de cargar mi mano. Ian metió sus cuchillos en el bolsillo


trasero.

—Eso fue rápido —comentó.

Cierto, pero con sus habilidades de manipulación mental, supuse que a


Mencheres no le tomaría mucho tiempo hipnotizar a un grupo de policías y
bomberos para creer su historia. Además, una exhibición pirotécnica que salió
mal estaba bastante cerca de la verdad, de todos modos.

Mencheres se detuvo frente a la casa y salió. Además de obligar a alguien a


darle un auto, también debe haber hipnotizado a alguien para darle un cambio

261
de ropa. Ahora, en lugar de su anterior atuendo femenino de club, llevaba
pantalones negros, un suéter verde oscuro y un abrigo largo y negro.

—Mencheres —dijo Vlad, caminando hacia él. Luego, comenzó a acariciar su


rostro en una muestra pública de ternura que generalmente reservaba para mí—
. Necesito que sepas que lo siento.

—¿Por qué? —dijo Mencheres, tomando la mano de Vlad y apretándola con


igual afecto.

—Por esto —dijo Vlad suavemente.

Sonó un fuerte estallido, como lo que oirías si un globo estallara por la fuerza
en lugar de por un pinchazo. Pero no había globo. En vez de eso, observé con
asombrada incredulidad cuando la cabeza de Mencheres explotó justo sobre sus
hombros.
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—¡NO!

El grito agonizante de Ian coincidió con Maximus agarrándolo por detrás. No


había notado que se acercó a Ian, pero debió hacerlo, y ahora abrazaba a Ian con
fuerza bruta.

Mi boca se abrió y se cerró, pero no hubo palabras. Solo pude mirar aturdida
por la conmoción que me paralizaba mientras las manos ahora en llamas de Vlad
bajaban lentamente a sus costados al mismo ritmo que el cuerpo sin cabeza de
Mencheres se desplomaba en el suelo. Luego Vlad se arrodilló en la nieve, las
llamas en sus manos se extinguieron cuando levantó la pieza más grande y
ardiente de lo que solía ser la cabeza de Mencheres y la colocó suavemente junto
a su cuerpo lentamente marchito.

—¿Qué demonios? —espetó Marty, su mirada se movía de un lado a otro como


si no pudiera creer lo que estaba viendo.

Eso nos hacía a dos de nosotros. Mis ojos registraron que acababa de ver a Vlad
matar a Mencheres, pero mi mente se negaba a aceptarlo.

—¿Cómo pudiste? —aulló Ian, luchando ferozmente contra Maximus—. ¡Él te


amaba!
—Y yo lo amaba. —La voz de Vlad sonó como una espada golpeando contra
un escudo—. Sin embargo, no fue el nombre de Samir que los captores de Mircea
quemaron en la carne de Leila cuando hicieron su demanda. Era el de Mencheres,
y si no lo mataba, iban a matarla a ella.

Pero eso… eso es… eso… Mi mente se estremeció como el motor de un automóvil
que no encendería. Entonces, como para compensarlo, una gran cantidad de
imágenes y recuerdos comenzaron a bombardearme.

La mirada en la cara de Vlad cuando leyó ese mensaje por primera vez. Cómo se había
detenido antes de decir que Samir era el objetivo. El huracán de rabia y arrepentimiento
que había sentido de él antes de que me excluyera. La advertencia de Mircea de que los

263
dos estábamos muertos porque Vlad nunca estaría de acuerdo con las demandas de sus
captores. La sorpresa de la nigromante femenina cuando Mencheres reveló quién era él, y
su extraña acusación de “Nos mentiste, Empalador” después. La insistencia de Vlad de
que la matemos sin importar qué, y su extraño y ferviente alivio cuando le dije que estaba
muerta…

Es por eso que él había sido tan enfático en matar a la mujer nigromante. Ella
había visto a Vlad con Mencheres y había razonado que Vlad se estaba asociando
con Mencheres en lugar de llevar a cabo sus demandas para matarlo. Si ella
hubiera vivido, sin duda habría compartido esa revelación con los captores de
Mircea.

Y mi muerte probablemente habría seguido.

Me hundí en la nieve porque mis piernas ya no me mantenían en posición


vertical.

—Lo amabas como a un padre.

—Sí. —Una palabra que vibraba con el dolor de los seiscientos años de
recuerdos—. Pero te amo más.

Maximus repentinamente voló hacia atrás con tal fuerza que atravesó la
totalidad de la casa detrás de él y siguió adelante. No sabía cómo Ian logró hacer
eso, y me alarmé aún más cuando Ian sacó uno de sus cuchillos de plata de su
bolsillo trasero.

—No —dijo Vlad en un tono mortal.


—Oh, no voy a matarte —siseó Ian, y para mi incredulidad, comenzó a
quitarse los pantalones—. Voy a dejar que Mencheres haga eso.

Entonces Ian agarró un lado de su entrepierna y cortó algo.

—¿Qué demonios? —Jadeé al mismo tiempo que Ian gritaba:

—¡Dagon, te invoco!

Vlad levantó las manos y el fuego se extendió sobre ellas…

Y todo se congeló. No en la forma normal en que el tiempo se sentía relativo


porque la sorpresa o el miedo hacían que todo aparentemente se ralentizara. Se
congeló como si este momento se hubiera transformado en una imagen viva de

264
la que aún formaba parte.

Vlad estaba parado a una docena de metros de mí. Sus brazos aún estaban a
medio levantamiento, y el fuego que había estado surgiendo de sus manos ni
siquiera parpadeaba. En cambio, ahora se parecía a cintas de color naranja pálido
y azul alrededor de sus dedos. Marty estaba frente a mí, a treinta centímetros del
suelo, como si hubiera estado en el proceso de saltar en mi ayuda. Ian todavía
tenía el cuchillo en la mano y los pantalones bajados alrededor de los tobillos.
Una herida abierta entre su ingle y el pliegue en su muslo mostraba donde había
cortado un gran trozo de carne. Increíblemente, parte de la sangre de la herida
todavía colgaba en el aire en lugar de salpicar el suelo. Incluso los copos de nieve
que habían estado arremolinándose hace un momento estaban ahora en el mismo
estado misterioso de animación suspendida.

Yo era la única que parecía no estar afectada. Avancé unos pasos para
demostrar que todavía podía moverme por mi propia voluntad. Sí, funcionaba.
Esto tenía que ser el resultado de un hechizo, pero ¿por qué no estaba congelada
en el lugar también?

Una ramita se rompió, interrumpiendo el nuevo y completo silencio. Me giré,


esperando ver a Leotie ya que ella era la única que había sido lo suficientemente
poderosa como para hacernos a todos a la vez indefensos. En su lugar, un hombre
alto, de mandíbula cuadrada y cabello rubio champán, inclinó su cabeza hacia
mí, con una sonrisa torcida mientras me miraba de arriba abajo.

—¿Y quién eres tú, linda?


—¿Quién eres? —contesté, poniendo mi mano derecha detrás de mí mientras
la llenaba con tanta electricidad como podía.

Se rio, tirando ese ligero cabello dorado.

—Soy Dagon, por supuesto.

Por supuesto, Ian había gritado, ¡Dagon, te convoco! justo antes de que todo se
hubiera congelado. La palabra convocar junto con todo se está volviendo
realmente extraño y un tipo que aparece de la nada me dijo quién era el rubio
desconocido. Le di a sus ojos azules islandeses una mirada cautelosa. No estaban
rojos ahora, pero apostaría mi brazo derecho electrificado a que era un demonio.

265
—Hiciste esto —dije, con un gesto brusco que indicaba el mundo
artificialmente suspendido que nos rodeaba.

Saltó hacia adelante con el tipo de alegría generalmente reservado para los
niños.

—¿No es hermoso? Apuesto a que a menudo has deseado poder presionar un


botón de pausa en la vida. He aquí —se dio la vuelta en un círculo de felicidad,
su sonrisa radiante—, se detuvo.

Tan abruptamente, esa sonrisa y su alegría infantil se desvanecieron, y se


volvió tan amenazador como una pesadilla.

—Sin embargo, por mucho que disfrute esto, es hora de comenzar el asesinato
ahora—dijo, pasando a mi lado mientras se dirigía hacia Vlad y los demás.

Saqué el látigo que había estado escondiendo, golpeándolo contra él. El miedo
enfocó mi objetivo y siguió mi camino previsto, cortando a través del cuello del
demonio y saliendo por el otro extremo.

—¡Sí! —grité con una abrumadora sensación de alivio.

Pero la cabeza del extraño no se cayó. Increíblemente, se mantuvo. Luego, para


mi completo y absoluta conmoción, Dagon se dio la vuelta y me lanzó una mirada
de reproche.

—Nunca celebres a menos que tu oponente esté realmente muerto, y no debes


saber mucho sobre los demonios si crees que eso podría matarme. La
decapitación no funciona en mi clase.
—Yo... puedo ver eso —me las arreglé para tartamudear, aturdida.

Me dio una sonrisa alegre.

—Pasaré por alto tu rudeza esta vez, pero aquí está tu segunda lección sobre
los demonios: No nos enojes. Ian no aprendió esa lección, por lo que voy a
matarlo ahora. No interrumpas, o me harás enfadar, y como te acabo de enseñar,
no quieres hacer eso.

Dicho esto, chasqueó los dedos e Ian de repente cobró vida. Después de un
breve estremecimiento cuando sus ojos se encontraron con los del demonio, bajó
la mirada, luego se subió los pantalones con indiferencia mientras le hacía a
Dagon un gesto con una sola mano.

266
—Esperaba que fueras rápido, y no decepcionaste.

—Oh, he estado esperando mucho tiempo para que tu tatuaje protector se


dañara lo suficiente como para que te encontrara. —El tono tranquilo de Dagon
estaba en desacuerdo con su expresión verdaderamente asesina—. No sé por qué
parece como si te lo hubieras cortado, y mucho menos por qué me convocaste,
pero no importa. Voy a disfrutar matarte.

—Matar siempre es divertido, pero tengo una oferta aún más placentera —dijo
Ian, saltando hacia atrás cuando Dagon lo golpeó con una mano que de alguna
manera se había transformado en una pata monstruosa.

—Nada podría ser más placentero que tu muerte —gruñó Dagon con una voz
que de repente sonaba más animal que humana.

Ian continuó apartándose mientras movía su dedo hacia Dagon.

—La prisa es un desperdicio. ¿Por qué matarme solo una vez cuando puedes
hacerlo innumerables veces a lo largo de la eternidad?

Dagon se detuvo en medio de su última carga de el-gato-jugando-con-el-ratón.


Su mano volvió a la normalidad, y la tiró hacia arriba. Inmediatamente, Ian fue
impulsado hacia adelante como si fuera arrastrado por un rayo tractor.

—¿Me estás ofreciendo tu alma? —preguntó Dagon, sonando sorprendido e


intrigado.
—No ofrecer, negociar —corrigió Ian, con una sonrisa pícara que estaba
completamente fuera de lugar para el tema—. Nada de lo que este corrupto debe
ser regalado de forma gratuita.

—Ian, no —dije con un jadeo.

—Cállala, ¿quieres? —dijo Ian en un tono casual—. No sé por qué la animaste


en primer lugar.

El demonio se encogió de hombros.

—No lo hice. Este poder no funciona en uno de los nuestros, sin embargo, muy
distantes en relación.

267
—¿Uno de los tuyos? No soy un demonio —dije, horrorizada.

Ian soltó un resoplido impaciente.

—Captaste la parte de toda la magia que se origina en los demonios y tu siendo


una bruja verdadera, ¿verdad? “Verdadera” significa exactamente eso: Nacido
de la línea de origen. ¿Cuál es la línea de origen? Demonios.

Cuando se ponía así, sonaba obvio. Sin embargo, pensé que los demonios solo
habían enseñado magia a las primeras brujas y brujos, y la magia se había
infundido de alguna manera en ellos, similar a la transferencia de legado. Sí, se
había infundido, de acuerdo, pero no de la forma en que había pensado.

—Ahora que lo hemos aclarado, amablemente quédate fuera de esto, Leila. —


A Dagon, Ian le dijo—: Su pedazo de mierda de marido mató a mi amigo, pero
tienes el poder de deshacerlo. Por lo tanto, a cambio de revivir a Mencheres, te
daré mi alma… después del período de espera habitual, por supuesto.

Dagon miró el cuerpo arrugado en la nieve, luego se echó a reír con tanto
entusiasmo que se dobló, extendiendo la mano como si no pudiera soportar
escuchar algo más tan divertido.

—¿El precio que quieres para tu alma es que Mencheres esté vivo? —Salió
entre risotadas.

—¡Ian, por favor, no hagas esto! Mencheres nunca querría esto para ti —lo
intenté de nuevo.
Me lanzó una mirada que me hizo retroceder un paso.

—Ninguna otra palabra, Leila. Me gustas, pero te mataré si arruinas esto para
Mencheres. Ahora, Dagon, estoy de acuerdo en que esto es estúpidamente,
hilarantemente sentimental de mí. Sin embargo, si ya terminaste con tus risitas,
¿tenemos un trato?

Dagon se enderezó, su alegría se había ido. Ahora una mirada depredadora,


escalofriante y anticipadora se apoderó de su rostro.

—No obtienes el período de espera habitual antes de que yo recoja. Eso es para
las personas que nunca me han enfadado. Me hiciste reír, así que solo recibes un
año antes de que venga por tu alma.

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—¿Uno? —Ian palideció, luego se recuperó rápidamente—. Sí, tienes derecho
a estar enojado, así que vamos a hacer que sea una veintena, y eso es un mero
tictac del reloj para un vampiro.

—Uno —repitió Dagon.

Quería hacer algo para detener esto, especialmente considerando la sonrisa


que Dagon le lanzó a Ian. Si el mal pudiera formarse en carne, se vería así. Pero,
¿qué podía hacer? Ya había cortado la cabeza del demonio, y no había hecho
nada, excepto que me regañara. Además, Ian amenazó con matarme él mismo si
interfería de nuevo.

Ian hizo un ruido exasperado.

—Está bien, manejas un trato difícil. Diez años, ni un momento menos, y ese
es un acuerdo del que puedes presumir al infierno en sí mismo.

Dagon empujó a Ian hacia adelante hasta que sus bocas estuvieron lo
suficientemente cerca para besarse.

—Mi mejor oferta son dos años. Tómalo o te mato ahora sin trato.

—¡No lo hagas! —grité a pesar de la amenaza de Ian.

—Hecho —respondió Ian en un tono sorprendentemente tranquilo.

Aspiré por el horror. Tan pronto como Ian dijo esa única palabra, algo brilló
alrededor de Dagon, como si su aura se hubiera vuelto visible y su color fuera
negro puro. Luego cayó a sus pies y comenzó a correr hacia Ian como si fueran
pequeñas serpientes incandescentes. Se enroscaron alrededor de los pies de Ian
hasta que se estiraron y se levantaron en la misma masa brillante, brillando
alrededor de Ian en la forma en que habían rodeado a Dagon.

Toda la masa vaciló por un momento, como si luchara contra algo invisible,
luego comenzó a girar hasta formar una larga y continua franja. Esa franja se
elevó repentinamente y luego se hundió en el lado derecho de la entrepierna de
Ian. Ian se estremeció, sus labios se aplanaron como si estuviera tratando de no
gritar.

—Duele, ¿no? —La voz de Dagon volvió a ese ronroneo mortal y acariciante—

269
. Ese dolor es solo una muestra de lo que vendrá cuando regrese por ti en dos
años. Hasta entonces, sonreiré cada vez que piense que mi marca está donde solía
estar el tatuaje protector.

Lo último de esa corriente oscura desapareció en el cuerpo de Ian. Se


estremeció violentamente antes de inclinarse hacia adelante, como si toda su
fuerza lo hubiera dejado. Luego, se obligó a levantarse y mostró sus dientes en
algo que no era una sonrisa.

—Tu turno —dijo Ian, gesticulando hacia el cuerpo de Mencheres.

Dagon se echó a reír. No esas carcajadas que lo habían doblado a la mitad o


incluso esas risitas infantiles. No, estas eran risitas bajas y satisfechas que
rebosaban de malevolencia. Mi piel comenzó a ponerse de gallina y descubrí que
había comenzado a retroceder de nuevo.

—Mi parte en este trato era que Mencheres estuviera vivo —dijo Dagon con
un odio exuberante—. Ya lo hice, porque el hombre muerto de allí no es
Mencheres.

—¿Qué? —exclamé.

La mandíbula de Ian cayó con incredulidad. El demonio le dio un golpecito


amistoso debajo de la barbilla.

—Nos vemos en dos años.

Con eso, Dagon desapareció.


270
Todo fue un borrón de movimiento en el siguiente momento. Marty se
abalanzó en mi dirección, el fuego salió de las manos de Vlad y, a través del gran
agujero a ambos lados de la granja, vi a Maximus corriendo hacia nosotros, su
cabeza rubia sangrienta.

Pero lo que más registré fue la cara de Ian. Estaba llena de la conmoción que
sentía, por no mencionar una creciente sensación de temor que ni siquiera podía
comenzar a entender porque no tenía nada con qué relacionarlo. Después de
todo, ¿qué podría compararse con descubrir que has regateado tu alma por nada?

—Apaga tu fuego, Vlad —dije con voz ronca—. Y mientras estás en eso, dime
a quién diablos acabas de matar, porque seguro que no era Mencheres.

Vlad lanzó una mirada asombrada en mi dirección. Marty se detuvo justo


antes de alcanzarme. Maximus estaba tan aturdido, que se tropezó y rodó para
evitar caer de cara en la nieve.

—¿Cómo lo averiguaste? —preguntó Vlad con voz ronca—. Su glamour no ha


comenzado a desvanecerse.

Glamour. ¡Así fue como nos engañó haciéndonos creer que el hombre que
había llegado era Mencheres! ¿Pero por qué?
—¿Cómo lo descubrimos? —gruñó Ian, caminando hacia Vlad y levantándolo
por el cuello de la camisa—. ¡A costa de mi alma, así es cómo!

—¡No! —grité cuando Vlad sonrió de una manera peligrosamente agradable—


. ¡Tiene una muy buena razón para estar molesto, confía en mí!

Vlad me miró, luego de nuevo a Ian.

—Explícalo —exigió.

Ian lo dejó ir disgustado.

—¿Por qué? No nos explicaste nada. No, tenías todo un sangriento plan para
engañar a los captores de Mircea para que creyeran que habías cumplido sus

271
órdenes cuando no tenías intención de cumplirlas. ¡Y debería haberlo sabido!
Esta no es la primera vez que presencio una ejecución manipulada. De ahí es de
donde conseguiste la idea, ¿no es así? ¿Esa es Denise allá? Maldita seas, Denise,
¿eres tú?

No sabía de quién estaba hablando Ian, pero Vlad debía de hacerlo porque
dijo:

—No. Denise tiene un latido del corazón y la cinta podría haber recogido eso.
Esa es una de las razones por las que necesitaba un vampiro en lugar de un
cambiaformas.

—Y no te molestaste en compartir tu plan con cualquiera de nosotros primero.


—Luego la mirada de Ian se posó en mí—. ¿O lo hizo?

—No lo sabía —le dije, sintiéndome enferma—. ¡Lo juro, nunca te hubiera
dejado negociar tu alma a ese demonio si lo hubiera hecho!

—¿Hiciste qué? —La mirada de Vlad se estrechó y miró a su alrededor con


cautela, como si esperara que un demonio apareciera—. ¿Cuándo?

Ian murmuró una serie de blasfemias y no respondió. En cambio, caminó hacia


la granja, pateando la nieve mientras avanzaba como si también estuviera furioso
con ella. No intenté detenerlo. Después de todo lo que había sucedido, también
estaría en un estado de ánimo inconteniblemente desagradable.

—Aparentemente, un demonio llamado Dagon ha estado detrás de Ian, pero


Ian lo mantuvo alejado con un tatuaje en la ingle —le dije a Vlad—. No me
preguntes cómo… no tengo claro eso. De todos modos, cuando Ian lo cortó,
Dagon apareció y de alguna manera se congeló el tiempo en este lugar, excepto
que no me afectó. —Más adelante analizaría por qué—. Es por eso que ninguno
de ustedes estuvo al tanto de lo que estaba ocurriendo, pero Ian le ofreció su alma
a Dagon a cambio de la vida de Mencheres. El demonio estuvo de acuerdo, y
después de que cerró el trato, le dijo a Ian que Mencheres ya estaba vivo porque
el cuerpo de allí no era el suyo. Luego desapareció y el tiempo se descongeló, o
lo que sea.

La frente de Vlad siguió subiendo mientras hablaba hasta que, por fin, casi se
fundió con su línea de cabello. Finalmente, dijo:

—Si alguien más me hubiera dicho esto, juraría que estaban mintiendo o locos.

272
—No estoy mintiendo, pero tú sí —dije, mi dolor se mostraba en mi voz
cuando recordé haber intentado consolar a Vlad después de creer que estaba
destrozado por haber matado a Samir—. Mentiste en cada momento desde que
los captores de Mircea grabaron ese mensaje en mí. ¿Por qué?

Vlad me dio una mirada ilegible.

—Por un lado, necesitaba la grabación que acabo de hacer para parecer


auténtica. Tienes una cara de póquer terrible. Martin también. Y los captores de
Mircea tenían que creer que yo había matado a Mencheres como me habían
ordenado, especialmente cuando se enteraran de que tres de sus miembros están
desaparecidos y uno de sus clubes nocturnos se quemó. Peor aún, si vieron a
Mircea quemarse al mismo tiempo que tuvo lugar el incendio en el almacén,
sabrán que fui yo, por lo que solo mi supuesta obediencia con la muerte de
Mencheres salvará su vida.

No había pensado en eso. Mircea había estado gritando mientras se quemaba


a través de mí. Sus captores eran vampiros; nuestra única posibilidad de que no
lo hubieran escuchado era si no habían estado cerca de él en ese momento.

Sin embargo, si lo hubieran estado, tendrían que ser estúpidos para no suponer
que Mircea siendo quemado a través de su conexión conmigo con el incendio del
club. Tal vez por eso no había sabido nada de él desde entonces. No quería que
ellos supieran que nosotros también teníamos un vínculo mental a través de
nuestra carne. Si lo estuvieran mirando como un halcón ahora, no podría
arriesgarse a lastimarse a sí mismo para vincularse a mí.
—Bien, soy una mala mentirosa, Marty también lo es, y necesitabas que
nuestras reacciones se vieran reales en la cinta. —Y chico, ¿lo harían alguna
vez?—. Pero Ian no es un mal mentiroso —continué—. De hecho, probablemente
miente para ganarse la vida. ¿Por qué no le dijiste lo que ibas a hacer?

—Exactamente por esa razón —dijo Vlad suavemente, mirando la casa en la


que Ian había desaparecido—. No confiaba en él.

Cerré mis ojos. ¿Culpo a Vlad por eso? No. ¿Lo lamentaba tanto por la falta de
confianza? Sí.

—Entonces, ¿por qué fuiste a Rumania, si no para matar a Samir? ¿O fue todo
ese viaje una mentira también? —pregunté, abriendo los ojos.

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Vlad echó un vistazo al cuerpo, que todavía estaba a unos pocos metros del
coche.

—No fue una mentira. —La tristeza que no era mía revoloteaba en mis
emociones—. Fui a Rumania para pedir un voluntario de entre mi gente con este
propósito. —Ahora, el orgullo y el arrepentimiento envolvieron mis
sentimientos—. Todos se ofrecieron como voluntarios, sin embargo, elegí a Henri
porque no formaba parte de mi fuerza de combate. Puede que recuerdes a Henri;
trabajaba con Isa en las cocinas.

Comencé a pasar una mano por mi cabello antes de recordar que no tenía
ninguno. Me sentí tan aliviada al saber que Samir todavía estaba vivo, pero no
recordaba a Henri, y me sentí muy mal por eso. Él voluntariamente había dado
su vida en una treta diseñada para salvar la mía. Nunca debería olvidar a alguien
tan leal, valiente y abnegado como eso.

—¿Cómo pudiste hacer el hechizo de glamour para empezar? —Ian no lo


había ayudado con ello. Eso era obvio.

Vlad me lanzó una mirada cansada.

—Lo aprendí en mi vuelo a Rumania y lo practiqué en mi vuelo de regreso.


Sin embargo, el glamour que altera la apariencia por sí solo no sería suficiente.
También tenía que mostrar que un cuerpo se marchitaba o los captores de Mircea
sabrían que no era Mencheres. Es por eso que no pude usar el cambiaformas que
Ian mencionó anteriormente. También es la razón por la que no podía usar un
humano. Además, hice que mi gente obtuviera huesos tan viejos como
Mencheres, si los captores de Mircea exigen una prueba adicional de su muerte.

Él había sido minucioso en sus maquinaciones, y no tenía ni idea. Por la falta


de sorpresa en el rostro de Maximus, él sí lo sabía.

—Le dijiste, ¿verdad? —pregunté acusadoramente.

Vlad no dijo nada y un aumento de su irritación picó mis emociones. Me lancé


sobre ellas.

—No te atrevas a empezar con todo el “He estado burlando a mis enemigos
durante varios cientos de años, y no necesito que alguien esté cuestionando mis
decisiones ahora.” Soy tu esposa, no uno de tus sirvientes, así que, como no te
pareció oportuno decirme todo esto antes, está muy malditamente seguro de que

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me lo vas a decir ahora.

—Iba a decírtelo —dijo Vlad, con un toque de actitud defensiva coloreando su


tono—. Iba a decirles a todos. Todo lo que necesitaba eran unos minutos de
imágenes con reacciones auténticas primero. Solo se lo dije a Maximus por
adelantado porque sabía que Ian reaccionaría violentamente y no quería
detenerlo por medios letales. Sin embargo, no esperaba que él hiciera eso.

Ninguno de nosotros lo había hecho. Si no hubiera visto a Ian negociar su alma


por la vida de Mencheres con mis propios ojos, ni siquiera podría creerlo.

—Tampoco tenía la intención de hacer esto hoy, a pesar de que monté las
cámaras alrededor del exterior antes por si acaso —continuó Vlad, sonando
frustrado ahora—. Cuando los captores de Mircea me dieron su pedido, les
respondí “Diez días” porque tenía la intención de encontrarlos y matarlos para
ese entonces. La muerte de Henri y este truco solo era un último recurso, pero el
fuego del club me obligó a hacerlo. Ahora este video debería comprarnos unos
días más para buscarlos...

—Están en Pleystein, Baviera, debajo de una iglesia construida sobre una


montaña llena de cuarzo.

Todos nos volvimos. Ian estaba frente a la granja, una bolsa colgada sobre su
hombro y sangre cubriéndolo de la cintura para arriba. Me sorprendió su
declaración, sin mencionar toda la sangre en él, pero Vlad le dirigió una mirada
fríamente evaluadora.
—¿Cómo sabes eso de repente?

Ian sonrió. O al menos, eso era lo más cercano que podía llamar al frío tirón de
sus labios.

—Hasta que no tengas que pagar con la condenación eterna, una marca de
demonio que intercambias por un alma tiene sus ventajas de poder. Agrega esos
beneficios a un siglo de aprendizaje de toda la magia oscura que podrías
memorizar, además de cortar a nuestro prisionero lo suficiente como para llamar
su atención a pesar del hechizo del espejo, y pude sacar la ubicación de Mircea
del cerebro del bastardo. Donde él esté, también estarán sus captores. Y ahora, ya
que he cumplido con creces mi juramento, me voy. Solo me quedan dos años
más, y me parece que no voy a pasar un minuto más con tu gente.

275
Me quedé momentáneamente sin palabras. Habíamos pasado por mucho para
obtener la ubicación de Mircea, para que ahora Ian nos la diera cuando aún había
tiempo suficiente para salvar más vidas… bueno, decir gracias sería
insultantemente trivial. Sin embargo, ¿cómo podría no decirlo?

—Ian, muchas gracias. De verdad.

Hizo un gesto con su mano como si no fuera nada.

—Espero sinceramente que sobrevivas enfrentándote a estos nigromantes,


Leila. Tepesh —ahora su voz se endureció—, no te atrevas a decirle a Mencheres
lo que he hecho. Él no necesita lamentar mi decisión cuando no hay nada que
pueda hacer para cambiarla. Maximus… —una inclinación de cabeza en su
dirección—, espero que tu lealtad no te mate, y Marty —otro saludo con la
mano—, pareces un buen chico, así que mantente fuera de problemas a menos
que sea divertido.

Con eso, Ian caminó sobre el cuerpo sin cabeza de Henri, sacó las llaves del
auto de los bolsillos del hombre muerto y se metió en el coche de Henri.

—¡Espera! —grité, corriendo hacia él.

Me lanzó una mirada irritada, pero se detuvo en medio de retroceder.

—¿Qué pasa?

—Es solo que… Lo siento mucho. —Una vez más, las palabras eran más que
inadecuadas en estas circunstancias, pero nadie había dicho eso todavía y alguien
necesitaba hacerlo—. ¿No hay algo que podamos hacer para sacarte de esto?

Su boca se torció.

—Si Dagon estuviera muerto, sería libre, pero eso es imposible. Podría matarlo
yo mismo si él fuera solo un demonio normal, sin embargo, puede detener el
tiempo. Se mearía a sí mismo riéndose mientras yo me quedo congelado en
medio de un intento por apuñalar sus ojos.

Aproveché la oportunidad.

—No me afectó su interrupción del tiempo, por lo que podría matarlo.

Se rió, luego se detuvo cuando vio que hablaba en serio.

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—La congelación del tiempo no es el único truco de Dagon, encanto. Te
rompería en pedazos antes de que incluso te acercaras lo suficiente para matarlo.
Gracias por la oferta, pero no es necesario que desperdicies tu vida por nada.

Un destello de rabia inundado con inconmensurables grados de ¡Oh,


INFIERNOS no! también me dijo que Vlad nunca permitiría esto tampoco. Bien,
no lo haría, pero tal vez había alguien lo suficientemente fuerte e inmune a la
cosa de detener el tiempo que podía hacer Dagon.

—Hace unas horas, te dije que la gente solo ve lo que espera ver —dijo Ian, su
tono de reflexión ahora—. Sin embargo, no le creí a Vlad que se preocupara por
Mencheres lo suficiente como para ser incapaz de matarlo. En cambio, vi lo que
esperaba ver, alguien tan despiadado que asesinaría a Mencheres a pesar de su
larga historia juntos.

—Eso es lo que pensé que también vi —dije suavemente, con el corazón roto
por él y por mi falta de fe en Vlad.

Resopló.

—Sí, pero si no hubiera tomado la decisión de que Tepesh era un bastardo


asesino de corazón frío, habría sentido la presencia de la magia por el glamour
de ese otro tipo. No lo hice, y eso está en mí. Es por eso que no estoy matando a
tu esposo por lo que su truco me costó —agregó de una manera casi
despreocupada.

Me ericé a pesar de que todavía me sentía horrible por él.


—Quieres decir, por qué no trataste de matarlo —dije, mi tono dejando claro
que no habría tenido éxito.

Ian resopló de nuevo.

—Entre muchas otras cosas para enumerar, logré evitar a uno de los demonios
más poderosos del inframundo durante más de cinco décadas. ¿Piensas que un
vampiro normal puede hacer eso? No, amor. Tú, de todas las personas, debes
saber que a veces, lo que parece un Chihuahua común es realmente un hombre
lobo disfrazado.

Luego, con una clara sonrisa de lobo, Ian comenzó a retroceder el vehículo
nuevamente. Esta vez, no intenté detenerlo.

277
Momentos después, apareció otro auto, este se dirigía hacia nosotros. Ian tocó
la bocina dos veces cuando lo pasó, pero no se detuvo. Cuando el otro coche se
acercó lo suficiente, vi que era Mencheres. El original. Cuando finalmente se
estacionó y salió, miró el cuerpo sin cabeza en el suelo con más exasperación que
preocupación.

—Ahora, ¿qué me perdí?

Las emociones de Vlad rompieron sus paredes, y los destellos que sentí me
hicieron darme cuenta de otra verdad sorprendente: Ian, Marty y yo no habíamos
sido los únicos que habían sido mantenidos en la oscuridad.

—¿Por qué no le dijiste? —susurré.

Un destello de crueldad helada rozó mis emociones, tan rápido como un rayo
y tan sombrío como la tumba. Eso, combinado con la elección de Vlad de
responderme de esta manera en lugar de en voz alta, me dijo otra verdad
impactante. No le había dicho a Mencheres en caso de que tuviera que matarlo
de verdad para salvar mi vida.

Y no quería que nadie lo supiera, especialmente Mencheres.

—No hay tiempo para informarte ahora —respondió Vlad, sus emociones
cerrándose de nuevo—. Te lo diré mientras nos dirigimos a Baviera.
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Los vientos dispersaban los copos de nieve que caían al aire, haciendo que la
iglesia que rodeaban pareciera un globo de nieve que alguien había sacudido. El
solitario edificio blanco se encontraba en lo alto de un promontorio rocoso de la
montaña rica en cuarzo, por lo que se alzaba sobre el paisaje y la ciudad
circundantes. Una manta blanca bañaba el terreno más plano que había debajo
de él antes de abatir los árboles desnudos y aterrizar en pesadas copas en los
árboles de hoja perenne.

Si no estuviéramos aquí para pelear a muerte, me hubiera encantado el


hermoso paisaje de invierno. Me recordó que faltaba solo una semana para
Navidad, si sobrevivíamos para verla.

Tal como estaban las cosas, examiné la iglesia y el paisaje circundante con solo
apreciación táctica. La última hora y las bajas temperaturas, combinadas con
Pleystein como una ciudad escasamente poblada, hicieron que no tuviéramos
que preocuparnos por muchos espectadores. Eso era bueno porque a los
nigromantes no les importaría el daño colateral, y si bien nos importaba, Vlad
todavía no estaría tirando de ninguno de sus golpes.

Ni yo tampoco. Esta era nuestra única oportunidad de terminar esto antes de


que alguien más por el que nos preocupábamos saliera herido o peor. Vlad había
subido su video truncado a Internet antes de que abandonáramos Minsk,
diciéndole a su gente que lo difundiera entre todos sus aliados para que
finalmente llegara a los captores de Mircea. No pensé que eso llevaría mucho
tiempo. Las olas de conmoción atravesarían el mundo de los no muertos ante la
supuesta visión de Vlad volando la cabeza de uno de los vampiros más
poderosos que existen.

¡Espera a que Mencheres lo vea!, mi voz interior se burló. Entonces realmente


estarás listo para ello.

Quería que Vlad le dijera a Mencheres lo que había hecho en el vuelo a


Pleystein, pero no lo había hecho. Hizo un repaso al explicar quién era el hombre
muerto con un “más tarde” y también pasó por alto cómo Ian había tenido el

279
poder de obtener la ubicación de Mircea de nuestro rehén ahora muerto.

Sin embargo, le envié un mensaje a Ian que esperaba que se molestara en leer.
No podía dejar que la esposa de Mencheres pensara que lo habían matado. Eso
sería demasiado cruel.

Además, Mencheres sin duda estaría más inclinado a superar la artimaña de


Vlad y las razones detrás de esto si supiera que Kira no había sido perjudicada
por ello. Vlad se había dicho a sí mismo que no perdonaría a nadie por lastimar
a su esposa, incluso si él fuera del tipo perdonador. Mencheres era
probablemente igual.

Por supuesto, una vez que estos nigromantes se dieran cuenta de quién los
estaba atacando, el engaño se terminaba. Probablemente matarían a Mircea
primero como represalia, lo que también sería el final para mí. Es por eso que no
podíamos atacar con una gran fuerza. No, teníamos que ser sigilosos sobre todo,
así que Vlad solo había llamado a una persona adicional, y me había sorprendido
cuando dijo que era una Guardiana de la Ley.

—¿No hemos estado evitando a los Guardianes de la Ley porque hemos estado
infringiendo las leyes mágicas de izquierda a derecha? —Había discutido—.
¡Usamos más magia hace una hora para que me volviera a crecer el cabello!

—Eso es trivial en comparación con el premio de descubrir un nido viejo e


ilegal de nigromantes poderosos —había contrarrestado Vlad—. También es el
punto. Entregamos estos nigromantes a la Guardiana de la Ley con el
entendimiento de que su juicio será una ejecución inmediata. Ella tiene el poder
para terminar con un abuso tan flagrante de la ley de vampiros, y a cambio,
obtenemos inmunidad por cualquier infracción menor que cometimos para hacer
esto.

Como un video que muestra que usas glamour para engañar al mundo y hacer que
piensen que asesinaste a Mencheres, me di cuenta. Vlad estaba cubriendo todas sus
bases con la misma brutalidad, crueldad y astucia por las que era famoso.

Así es como terminamos agachados debajo de una cornisa rocosa a kilómetro


y medio de la iglesia a la que íbamos a atacar. Aquí era donde nos íbamos a
encontrar con nuestra Guardiana de la Ley de respaldo. No escuché ningún ruido
y nada molestó el aire que nos rodeaba, pero Mencheres de repente dijo:

280
“Veritas”, en voz baja.

Miré detrás de nosotros, sorprendida de ver una forma delgada vestida con
ropa de esquí blanca a no más de veinte metros de distancia de nosotros.

—Imagínate —continuó Mencheres, con una corriente oculta de humor en su


voz—. La última vez que tú, yo y Vlad nos encontramos en circunstancias
clandestinas, estuviste amenazando con arrestarme.

¿Eh? Luego le eché un vistazo más de cerca a la persona que se movía en


cuclillas para que no se destacara contra el fondo más allá de ella. Espera un
minuto. Esta joven belleza esbelta, de cabello rubio y piel dulce, no podía ser
nuestro único respaldo.

—¿La Guardiana de la Ley es una maldita adolescente? —espeté.

Ojos de color océano se encontraron con los míos, y al instante me di cuenta


de mi error. Su mirada tenía un peso extraño que solo había visto antes de
vampiros realmente antiguos, y el aura indetectable que había desprendido de
repente se encendió. En lugar de llenar el espacio que nos rodeaba, la suya de
alguna manera logró dirigirse en una línea delgada y con forma de láser que me
perforó justo en la sección media.

No solo me golpeó para tirarme de culo como el aura desatada de Mencheres.


Esta me hundió varios centímetros en la tierra como si me hubiera caído de un
avión.
—Lo que quería decir era, un placer conocerte —Jadeé, aturdida. ¡Maldita sea!
La nena bonita era feroz.

Se movió en un borrón de velocidad para vencer a Vlad para ofrecer una mano,
devolviéndole fríamente la mirada fulminante que él le dirigió a ella.

—Nadie te llama Drácula sin lamentarlo, y nadie me falta el respeto sin


recordarlo.

—Oh, lo recordaré —estuve de acuerdo, aceptando su mano.

Además de lamentar mis palabras por razones obvias, también me sentí mal
porque mi comentario grosero la había golpeado en lo que debía ser un punto
delicado. El mundo de los vampiros podría ser un lugar muy sexista a veces, muy

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parecido al humano. En general, debe ser difícil para una mujer alcanzar la
posición exaltada de Guardián de la Ley. Hacerlo y al mismo tiempo verse como
si estuvieras mejor preparada para ser una reina del baile de graduación de la
escuela secundaria, tenía que haber sido aún más difícil.

—Lo siento —dije mientras me levantaba—. No quise...

Eso es todo lo que logré decir antes de que sus rasgos ridículamente bonitos
se endurecieran y tiró de mí con fuerza, olfateando profundamente.

—Dagon —siseó—. Has estado con Dagon.

De inmediato, Vlad me sacó de su agarre. Veritas tiró de nuevo. Pronto, me


estaban tirando de un lado a otro entre ellos como si fuera un juguete y eran dos
perros jugando al tira y afloja.

—¡Paren! —espeté, con una mirada preocupada hacia la iglesia. ¡No podíamos
ser atrapados discutiendo cerca del lugar que pretendíamos atacar en unos
minutos!— Sí, estuve con Dagon, pero...

—¿Dónde? —Veritas interrumpió de nuevo, su mirada azul brillaba con mil


luces esmeraldas—. Necesito encontrarlo.

¿Por qué?

—Sabes que es un demonio, ¿verdad?


—Oh, lo sé —dijo con un ronroneo malévolo que sonaba incómodamente
como el de él.

¿Por qué alguien querría ver a un demonio?

—No estás tratando de deshacerte de tu alma por algo, ¿verdad?

—No, lo voy a matar —espetó, y luego pareció inestable, como si no hubiera


querido revelar eso.

Le di a Veritas una mirada aguda. Ian había dicho que Dagon era demasiado
poderoso para matar, incluso para alguien que no fuera afectado por su truco de
detener el tiempo. Veritas conocía al demonio lo suficientemente bien como para

282
reconocer su olor, por lo que ella también tenía que saber de qué era capaz. Ella
o era suicida por ir tras él, o…

—Pausa el tiempo como Dagon puede, y te diré lo que quieres saber —le dije,
dando un gran salto de fe.

Sus ojos se ensancharon. Luego, antes de que tuviera la oportunidad de


sentirme estúpida por mi error, los copos de nieve se detuvieron en el aire, todo
el sonido desapareció, y todos los que nos rodeaban se detuvieron como si
estuvieran haciendo las mejores impresiones del mundo de estatuas vivientes. Y
Veritas entrecerró los ojos cuando vio que eso no me afectó.

—Pariente de demonio —dijo después de un momento de silencio de sorpresa.

No tenía sentido negarlo, incluso si el cuerpo gobernante de vampiros hubiera


sido responsable de eliminar a la mayoría de las brujas verdaderas, también
conocidas como descendientes de demonios.

—Prefiero Leila, gracias.

—¿Cómo supiste que podía hacer esto? —Su gesto de mano indicó el mundo
sobrenaturalmente pausado que nos rodeaba—. Nadie lo sabe, ni siquiera
Mencheres, y él es mi contemporáneo más antiguo.

Le di una mirada cansada.

—Mencheres no sabe que pausar el tiempo es uno de los muchos trucos de


Dagon. Tú sí, y eres demasiado antigua y poderosa para ser una idiota, así que
para mí, eso solo dejaba una explicación: También puedes detener el tiempo. No
sé cómo y no me importa. Lo que sí me importa es que Dagon engañó a un amigo
mío para quitarle su alma. Si matas a Dagon, él es libre, y ya que tienen algo de
mala sangre entre ellos, apuesto a que él sabe cómo encontrar a Dagon.

Veritas se inclinó hacia delante y luego se contuvo, como si no quisiera revelar


lo ansiosa que estaba.

—¿Quién es este amigo?

—Su nombre es Ian, y si vivimos esta noche, te diré dónde está. —Follando en
todas las casas de putas entre Minsk y hacia donde sea que se dirigía, supongo,
pero estoy segura de que podría reducirlo más que eso.

283
Veritas me dio una mirada mesurada.

—He esperado milenios para encontrar a Dagon. Esta pequeña pelea no me


detendrá.

¿Eso es lo que ella llamaba un combate a muerte contra un número


desconocido de nigromantes? Será mejor que sea tan buena como era arrogante.

—Entonces vamos a hacerlo, y siéntete libre de usar tu truco de detener el


tiempo. Eso hará las cosas mucho más fáciles.

Frunció el ceño.

—Requiere demasiado poder. Me llevará días antes de que pueda hacer esto
otra vez.

La miré boquiabierta.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste antes de la pelea?

—Porque insististe en que lo hiciera ahora —respondió.

—Si hubiera sabido que solo podías hacerlo una vez... —Comencé, luego me
detuve—. Como sea, ya es demasiado tarde. Pulsa el botón de inicio de nuevo;
tenemos una batalla que luchar.

Su mirada se volvió tan dura, sus ojos parecían zafiros incrustados de hielo.

—No le revelarás a nadie que puedo hacer esto.


—Bien —dije, luchando contra un repentino escalofrío.

Sonrió, revelando que tenía un hoyuelo junto a su boca. Ella no podría haber
tenido más de dieciocho o diecinueve años cuando fue cambiada, y aquí pensé
que Gretchen había sido demasiado joven a los veintitrés años.

—Bien —dijo—. Me habría disgustado matarte.

Con esa afirmación dubitativamente reconfortante, nuestro entorno volvió


abruptamente a la normalidad.

—No hay necesidad de pruebas imposibles, Leila —dijo Vlad, sin darse cuenta
de que Veritas ya había pasado con gran éxito—. Veritas, después de que esto

284
termine, puedes preguntarle a Leila todo lo que quieras sobre Dagon, pero hasta
entonces —le dio una mirada depredadora a la iglesia a través de la brecha del
valle—, tenemos trabajo que hacer.
285
Nos agachamos debajo de las ramas que cubrían los árboles de hoja perenne
en la base de la montaña sobre la que se alzaba la iglesia. A pesar de las muchas
peleas en las que había estado, esta era mi primera gran emboscada. Había
mucho montada en ella; me alegraba de no tener más pulso. Si lo hiciera, habría
estado resonando.

—Conoces tus prioridades —le susurró Vlad a Mencheres.

Él asintió, su mirada de carbón dura. Luego cerró los ojos y estiró las manos.
El más leve zumbido resonó a través de la montaña y me tensé. Si los nigromantes
dentro descubrían cuál era la causa de ese leve ruido, estaba a punto de morir.

—Puedo sentir a la gente dentro —dijo Mencheres, su voz no era más alta que
el sonido que la nieve hacía al caer al suelo—. La mayoría de ellos están
empapados de magia de tumba.

Vlad intercambió una mirada sombría conmigo. Esperábamos eso, pero aun
así apestaba. Ahora ninguno de sus poderes sería efectivo contra los captores de
Mircea, ya sea para luchar contra ellos o evitar que maten a Mircea. Tendríamos
que confiar solo en la rapidez y la suerte.

Eché un vistazo a la montaña debajo de la iglesia. Tenía tanto cuarzo lechoso


como humo ahumado; lo sabía por una rápida búsqueda en Google. Pero lo que
Google no sabía era que también había un gran bolsillo que contenía enormes
pilares de morión pura, o cuarzo negro, y Mircea estaba justo en el medio.

Tal vez había otra manera.

—El cuarzo negro absorbe y niega toda la magia —susurré—. Es por eso que
es la única prisión que puede albergar a un hechicero o nigromante. Si puedes
encontrar una manera de proteger a Mircea, el resto de nosotros puede forzarlos
dentro del área que contiene todo ese cuarzo negro. Una vez que estén allí, su
magia ya no funcionará.

La sonrisa de Vlad fue un corte salvaje.

286
—Hazlo —le dijo a Mencheres.

Mencheres volvió a cerrar los ojos. Después de varios minutos que me


atravesaron los nervios como si alguien patinara sobre ellos, Vlad se volvió hacia
Maximus y Marty.

—Estén preparados tan pronto como lo encuentre.

Asintieron, sus expresiones calmadas y mortales. Deseé sentirme de la forma


en que se veían.

—Leila, quédate atrás.

Fruncí los labios, pero asentí. Si no fuera por mi necesaria inmunidad a la


magia de tumba, Vlad se habría negado a dejarme aquí.

La mirada de Vlad se detuvo en mí, y aunque sus sentimientos estaban más


cerrados que Fort Knox, su mirada me dijo todo lo que nuestras circunstancias
no podían permitirle decir.

Yo también te amo, respondí sin palabras. Si mis poderes psíquicos no hubieran


sido sofocados por su aura, las palabras habrían resonado en su mente por lo
mucho que me refería a ellos.

La sonrisa más leve tocó sus labios, luego se desvaneció cuando se volvió hacia
Veritas.

—Estás conmigo. Y recuerda… no importa qué, necesito al chico de cabello


negro vivo.
—Por milésima vez, sí —murmuró.

Ahogué una risa. Captó mi risa ahogada, y arqueó una ceja, como si dijera:
Más tarde pagarás por burlarte de mi preocupación por ti.

Mencheres abrió los ojos y dijo:

—Lo tengo. —Luego sus manos se juntaron en una palmada firme y


silenciosa—. Si tengo razón, ahora he creado una barrera protectora alrededor de
Mircea.

El aire se me escapó como si me hubieran golpeado en el pecho. Antes de que


pudiera procesar el alivio, un conjunto de vibraciones siniestras vinieron de las

287
profundidades de la montaña. Entonces la campana en la parte superior de la
iglesia comenzó a sonar.

—O nos han sentido o nos han visto —dijo Vlad sombríamente.

Sin otra palabra, él y Veritas se alzaron al aire. Se estrellaron en la iglesia antes


de mi próximo pensamiento. De inmediato, llovió una lluvia de yeso en llamas,
madera y piedra. Por la forma en que la iglesia se derrumbó bajo su asalto, Vlad
no solo estaba incendiando las cosas; él y Veritas también usaban sus cuerpos
como bolas de demolición vivientes.

Maximus agarró a Marty y lo llevó allí. Esperé con impaciencia a que


Mencheres hiciera lo mismo conmigo, pero él solo se quedó allí, con las manos
aún juntas.

—En cualquier momento ahora —dije.

—No, a menos que Vlad dé la señal —respondió—. Mantener a Mircea a salvo


y mantenerte aquí conmigo son mis principales prioridades.

La furia corrió a través de mí. Acepté quedarme atrás, no quedarme atrás por
completo.

—¡Oh, Vlad no está tirando de esta mierda otra vez!

Algo como un resoplido salió de Mencheres.

—Si esperabas algo más, solo tienes que culparte a ti misma.


Luego, un lazo invisible se sintió como si se envolviera alrededor de mi
cintura, deteniéndome antes de que avanzara dos pasos hacia mi furioso ascenso
hacia la montaña. Me giré, chispas salieron de mis manos.

—Olvidemos el hecho de que, si los golpean con un hechizo, todos están


muertos porque no son inmunes a la magia de tumba como yo —grité—. Si están
en lo profundo de una montaña, ¿cómo verás la señal que se supone que Vlad
debe darte?

Mencheres arqueó una ceja.

—Así.

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Un agujero repentinamente se formó de la montaña como si una bomba
hubiera explotado. Enormes piezas de roca se dirigieron hacia nosotros. Levanté
mis brazos, pero luego desafiaron a la gravedad girando a nuestra izquierda y
derecha en su lugar. El suelo se estremeció una y otra vez a medida que enormes
bloques de piedra continuaban cayendo, hasta que Mencheres y yo estuvimos
rodeados por las enormes piezas.

—Los enemigos de Vlad destruyeron parte de la montaña debajo de su casa


hace unos meses —dijo Mencheres, con una sonrisa fría en sus labios—. Quería
que les devolviera el favor esta noche.

Me quedé sin palabras mientras observaba la destrucción que había provocado


sin moverse una vez de su lugar. Sí, sabía que Mencheres era poderoso, y lo había
visto mover cosas a través de su telequinesis antes. Pero no sabía que él podía
hacer esto. No sabía que ningún vampiro en el mundo pudiera.

Sí, veríamos la señal de Vlad ahora, pensé, mirando los múltiples túneles que
ahora se revelaron desde el hoyo de cien metros que Mencheres había arrancado
en la montaña. Pronto, probablemente veríamos muchas cosas. El color del
cuarzo que veteaba la montaña parecía oscurecerse a medida que avanzaba, por
lo que Vlad obligaría a los nigromantes a adentrarse más en la montaña.

Mi suposición fue acertada momentos después, cuando un hombre


desconocido corrió por uno de los túneles que el poder de Mencheres había
expuesto. Se dio la vuelta con incredulidad cuando vio el enorme agujero donde
solía estar el lado de la montaña. Luego corrió directo a él, en lugar de adentrarse
más en la montaña. Lo miré con frustración. ¿Cómo podría Vlad forzar a alguien
a entrar en la prisión de Mircea si ahora había una gran salida por la que podían
escapar?

—¡Alerta! —le grité a Mencheres, sacando mi látigo.

El hombre estuvo en el aire el tiempo suficiente para que yo viera que tenía
cabello castaño claro y tatuajes que serpenteaban por los lados de su cara.
Entonces dos enormes trozos de roca se dispararon y lo aplastaron entre ellas. El
impacto fue tan increíble que convirtió las rocas en grava y a él en nada más que
una pulpa sin huesos y pegajosa.

—Lo aplastaste con esas piedras —dije, admirada y disgustada cuando los
restos rojos comenzaron a salpicarme.

289
Mencheres se dio cuenta y los apartó antes de que más me golpearan.

—Puede que no sea capaz de usar mis habilidades directamente con los
nigromantes, pero puedo usarlas en todo lo demás.

—Hablando de hacer lo mejor con lo que estás trabajando —murmuré.

No sé por qué tenía mi látigo listo para disparar durante los siguientes minutos
mientras esperábamos para ver si alguien más intentaría salir corriendo del
agujero. Mencheres podía más que manejarlos por su cuenta, como lo había
demostrado con su truco de destrozar con rocas. Aun así, estaba demasiado
concentrada para evitar que las corrientes se acumulen en mi mano derecha, así
que me mantuve tensa, lista para entrar en acción si alguien más intentaba huir.

De repente, fuego rugió a lo largo del borde del agujero en la montaña. En


lugar de crecer para cubrir el espacio abierto con suficientes llamas para evitar
que alguien más use el enorme agujero como salida, las llamas se extinguieron
repentinamente.

La cara de Mencheres se oscureció.

—Esa es la señal de Vlad —dijo, y se acercó y me abrazó—. Necesitan ayuda.

Antes de que pudiera hablar, nos elevó en el aire. Mientras volábamos, los
pedazos caídos de la montaña también comenzaron a volar. Tuve un segundo
para verlos sellando el enorme agujero como si fueran enormes piezas de
rompecabezas puestas de nuevo en su lugar, luego esa vista se cortó cuando
Mencheres nos dejó caer sobre los restos destrozados de la iglesia.

Para mi sorpresa, Mencheres retrocedió tan pronto como me puso en el suelo.

—Vlad me ordenó que no entrara. Si la magia me golpea, perderé mi control


sobre la barrera que protege a Mircea. Independientemente de los poderes que
tengas, Leila, necesitas desatarlos. Vlad no habría enviado esa señal a menos que
la situación fuera grave.

Mi alarma se convirtió en pánico apenas controlado. ¡Solo habían entrado allí


hace menos de diez minutos! ¿Qué tan poderosos eran estos nigromantes si las
cosas se pusieron tan mal, tan rápido?

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Corrí hacia la iglesia desplomada, Mencheres usó su poder para apartar las
pilas de escombros en llamas frente a mí. Una vez retiradas, no tardé mucho en
encontrar la trampilla que conducía a la entrada del túnel debajo de la iglesia, y
salté a ella mientras enviaba más corrientes a mi mano derecha.
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Cuerpos esparcidos por el túnel. A algunos les habían arrancado la cabeza,
pero algunos estaban en montones carbonizados, por lo que Mencheres había
tenido razón y no todos estaban cubiertos de magia de tumba. Asumí que los que
no habían sido guardias promedio en lugar de nigromantes, no es que eso me
haya hecho sentir mejor. El ardiente SOS de Vlad no fue enviado porque la pelea
era demasiado fácil. Algo iba muy, muy mal.

Seguí cargando mi látigo mientras corría más profundo en los túneles,


cuidando de no perder el equilibrio cuando se inclinaban hacia abajo. También
se bifurcaron una o dos veces, pero era terriblemente fácil saber qué camino
tomar. Solo tenía que seguir los sonidos de cantos extraños y gritos intermitentes.

Un resplandor naranja iluminó la siguiente sección después de que


redondeara una esquina, y mi ritmo se aceleró. Fuego significaba Vlad. Este largo
tramo de túnel no tenía ningún cuerpo, y por la forma en que los ecos se hicieron
más fuertes, la fuente de los gritos y los cantos estaban al final.

Envié tanto voltaje a mi látigo que estaba lloviendo chispas y enroscándose


como una serpiente enojada cuando llegué a la abertura con forma de puerta al
final del túnel. Quería atacar de inmediato, especialmente cuando me di cuenta
de que los gritos provenían de Marty, pero me obligué a frenar. Puede que no sea
una profesional, pero no era lo suficientemente aficionada como para correr y ser
emboscada por mi lado ciego por lo que estaba haciendo gritar a Marty.

Los últimos tres metros, me deslicé y envié mi látigo delante de mí. Mi


pequeño empuje por el impulso y la pendiente descendente me hicieron
lanzarme hacia adelante y me recliné, haciéndome lo más baja posible.

Había tenido razón en preocuparme. Algo grande se estrelló en el aire en lugar


de en mi cabeza cuando un guardia que se escondía en el lado derecho de la
puerta atacó. Me deslicé justo delante de él, enviando mi látigo a sus piernas.
Cortó a través de ellas y él cayó como un árbol caído. Volví a agitar mi látigo
cuando golpeó el suelo, apuntando a su cuello. Le arrancó la cabeza y la envió

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volando por el aire, pero mi primera mirada clara a la gran antesala no me hizo
ni siquiera notar cuando su cabeza rebotó como una bola cuando aterrizó.

Vlad, Maximus, Veritas y Marty estaban todos en la habitación, pero ninguno


de ellos parecía notarme.

Veritas estaba arrodillada en el suelo, arañando algo en la piedra, y el resto de


ellos miraba la enorme y pálida cosa que se alzaba desde lo que parecía un pozo
de fuego en el centro de la habitación.

A primera vista, pensé que era una especie de humo extraño. Llegaba hasta el
techo de seis metros, pero no se extendía como el humo normal. En cambio, tenía
casi forma de hombre, si existían gigantes. Aún más extraño, parecía como si
senderos de humo individuales y separados estuvieran saliendo lentamente de
Vlad, Maximus y Marty. Esos senderos alimentaban a la masa de humo, y aunque
Marty era el único que gritaba, Vlad y Maximus también parecían tener mucho
dolor.

—¿Qué está pasando? —dije, corriendo hacia Vlad.

No se movió ni siquiera cuando sacudí su brazo bruscamente, pero la cabeza


de Veritas se levantó.

—Leila —dijo ella con alivio—. Eres una familiar de demonios, así que el
hechizo de alma no funcionará en ti. He intentado contrarrestar la magia, pero
incluso con el beneficio sobrenatural agregado de la convergencia de las líneas
ley en este lugar, no tengo lo que necesito para hacerlo. Tengo que matar a los
nigromantes que lo lanzaron para detenerlo. Hasta entonces, tu electricidad
debería ganarnos tiempo.

Veritas se levantó de un salto, pero yo grité:

—¡Espera! —Antes de que ella desapareciera por la puerta en el otro extremo


de la habitación—. ¿Cómo se supone que debo electrocutarlos a todos a la vez?

—No a ellos —dijo, con un hizo un gesto a la cosa enorme y llena de humo—.
A eso. Cada vez que una vida es tomada por la fuerza, un rastro de energía oscura
de la persona asesinada permanece sobre su asesino. Este hechizo extrae esa
energía y magnifica a la criatura que ves ante ti. Sin embargo, estás llena de
energía natural y eléctrica, por lo que deberías contrarrestar la fuerza de la

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criatura. Debes darte prisa, Leila. Una vez que los últimos restos de energía
oscura sean extraídos de tus amigos, sus propias almas seguirán.

Miré los senderos que dejaban a Vlad, Marty y Maximus con una nueva
comprensión horrorizada. Esas no eran delgadas, como bocanadas de humo.
Esos eran fragmentos de energía oscura de todas las personas que Vlad, Marty y
Maximus habían matado durante sus largas vidas.

Azoté con mi látigo a la criatura. Volvió su cuerpo sin rostro hacia mí y dejó
escapar un rugido que golpeó mis tímpanos y me hizo agarrar la cabeza. Si cada
voz silenciada por la tumba pudiera gritar repentinamente, sonaría así.

Luego me obligué a bajar los brazos y golpear de nuevo a la criatura. Otro


rugido hizo que me sangraran los oídos, pero no me detuve para agarrar mi
cabeza esta vez. En vez de eso, continué azotándolo, notando con una esperanza
temerosa que cada vez que lo hacía, parecía ralentizar la progresión de las
esencias oscuras que estaban saliendo de Vlad, Marty y Maximus. Por una vez,
me alegré de que el pasado de Vlad hubiera sido una serie casi ininterrumpida
de batallas brutales. Tenía una gran cantidad de energía oscura muerta en él, y
Maximus era un antiguo caballero templario de mil años, por lo que también lo
tenía.

Pero Marty no. Aparte de cuando había estado inconsciente del hambre como
un nuevo vampiro, solo había matado en defensa propia, y casi no había llevado
una vida violenta en el circo. Sus gritos se intensificaron, y el temor por él me
hizo azotar a la criatura con más fuerza. Mi látigo no podía cortarlo, sin embargo.
Navegaba a través de la cosa, y esas esencias de energía oscura que se retorcían,
volvieron a tomar su forma de hombre.

Esto no estaba funcionando. Necesitaba más electricidad. Eché un vistazo


rápido a la antecámara. Debía haber sido el sitio de muchos rituales de magia
oscura porque sus paredes estaban cubiertas de símbolos, y ahora que la criatura
se había alejado del foso, vi que estaba llena de varios huesos y otros objetos
extraños y de aspecto amenazador. Pero no parecía tener ningún enchufe de luz
o cableado eléctrico del que pudiera extraer más voltaje. Independientemente de
los rituales que los nigromantes habían celebrado aquí, debían haber usado solo
antorchas para la iluminación.

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El grito de Marty se volvió de angustia y cayó de rodillas.

—¡Aguanta! —grité, azotando a la criatura con tanta locura que me golpeó a


mí. Me estrellé contra las paredes de piedra. El dolor explotó en mi cabeza y
escuché el crujir de los huesos cuando mi cráneo se fracturó.

Sangre llenó mi visión y el dolor era tan intenso, que quería vomitar. Sin
embargo, me puse de pie, usando la pared para mantener el equilibrio, ya que
todo parecía tambalearse. Luego tropecé hacia la criatura, mi látigo se estaba
cargando cuando mi cuerpo comenzó a sanar. Lo levanté, bajándolo una vez más.

Los gritos de Marty se detuvieron abruptamente. Cayó hacia adelante, algo


brillante levantándose de su cuerpo. Luego se liberó y voló hacia la criatura. El
peor tipo de horror me llenó cuando vi que lo que había salido volando de Marty
era una imagen de espejo de él, excepto en una forma vaporosa y diáfana.

—¡No!

Mi grito salió con más fuerza que el que la criatura había usado para arrancar
el alma de Marty de su cuerpo. La rabia y el dolor se estrellaron contra mí,
llenándome hasta que mi piel se sintió como si fuera a estallar. Al mismo tiempo,
una determinación feroz envió una oleada de energía a mi voltaje que no sabía
que tenía en mí.

No solo mataría a la cosa que había matado a Marty y todavía estaba tratando
de matar a Vlad. Lo destruiría.
Mi visión se volvió borrosa por las enormes oleadas de electricidad que se
acumulaban en mí. Esta vez, no retuve ninguna de ellas. Los dejé venir, usando
mis emociones furiosas para alimentarlas, hasta que estaba temblando de la
sobrecarga de electricidad que tenía chispas volando desde cada parte de mi
cuerpo.

La criatura me lanzó de nuevo el puño del tamaño de un sofá. Esta vez, corrí
hacia él, lanzándome en el aire con tanta fuerza que mi salto me hizo evitarlo.
Aterricé en el torso de la criatura en su lugar.

Inmediatamente, despegué todo ese furioso voltaje, aullando como una


banshee rodeada de muerte en un campo de batalla. El fuerte aroma del ozono

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llenó el aire como un rayo tras otro de pura electricidad disparado de mí, tan
rápido y mortal como un rayo. La criatura gritó, explotando mis tímpanos, pero
amaba el dolor. Alimentó mi voltaje, uniendo todas mis otras emociones y
haciendo que disparara más electricidad. Nunca antes me había permitido
abrazar completamente mi poder, pero lo hice ahora, y fue brutalmente glorioso.
Pronto, me di cuenta de que me había entregado, y la electricidad seguía saliendo
de mí para golpear al monstruo horrible y mágico que se había atrevido a herir y
matar a los que amaba.

Un boom penetró en la bruma de mi lujuria de batalla empapada de dolor, y


mi visión se aclaró lo suficiente como para ver que las energías oscuras de la
criatura comenzaron a desmoronarse. Me llevaron con ellas antes de derramarse
en el suelo como si la estructura interna que les había permitido estar de pie se
hubiera roto. Me caí al suelo junto con ellas, aterrizando a pocos metros de Marty,
y algo se rompió dentro de mí cuando vi que su cuerpo ya había comenzado a
marchitarse.

Luego forcé a retroceder ese dolor y corrí hacia Vlad cuando él también se
desplomó en el suelo. El terror me paralizó y una bola de pura agonía se disparó
en mi garganta. ¡No, no, NO!

Pero él no comenzó a marchitarse. Sacudió la cabeza como si la aclarara y su


mirada cobriza registró la habitación de inmediato.

—¿Dónde están los nigromantes? Eran seis; tres cantando en círculo y tres
peleando con nosotros.
—Se habían ido cuando llegué aquí —dije, lanzando mis brazos alrededor de
él—. ¡Dios, Vlad, pensé que estabas muerto!

Me devolvió el abrazo por solo un segundo antes de alejarse.

—Todavía no, y tengo la intención de... —Dejó de hablar y un sonido ronco se


le escapó.

Seguí su mirada hacia donde yacía Marty, su cuerpo encogiéndose, ya que se


descomponía rápidamente para adaptarse a su verdadera edad de ciento treinta
y nueve años. Otra bola dolorosa se abrió camino en mi garganta y casi me
atraganto tragándola.

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—Lo sé. —Luego me obligué a apartar la mirada de él. Querría que termine
esto y vengar su muerte. No que mirara fijamente su cuerpo mientras sus
asesinos tenían la oportunidad de escapar—. Veritas fue tras ellos —dije,
haciendo un gesto hacia la puerta—. Debe haber matado a los tres que lanzaron
el hechizo que creó a la criatura, pero eso significa que hay tres más que aún
podrían estar vivos.

Vlad no corrió; voló por la puerta por la que ella había desaparecido. Maximus
caminó hacia ella, dándole al cuerpo de Marty una rápida y simpática mirada,
luego me tendió la mano.

La tomé, luchando contra las lágrimas que amenazaban con nublar mi visión
por una razón diferente esta vez. En cambio, alimenté la rabia que me había
permitido debilitar a la criatura lo suficiente como para comprarle a Veritas el
tiempo que había necesitado para matar a sus creadores de hechizos. Para ser
sincera, ni siquiera estaba segura si lo había hecho tan rápido como parecía, o si
me había perdido por la ira, el dolor y el poder durante más tiempo del que me
había dado cuenta.

—Quédate detrás de mí —dijo Maximus, corriendo hacia la puerta después de


recoger dos cuchillos de plata que debían haber caído en algún momento.

—¿Quién acaba de salvar a quién? —murmuré, pero lo seguí.

La puerta se abría a una bifurcación, pero fue fácil ver qué camino tomar. Vlad
había dejado atrás un rastro de fuego, y lo seguimos, cuidando de no pisar las
llamas y quemarnos. Maximus podría haber volado, por lo que debía estar
corriendo para permanecer lo suficientemente cerca como para protegerme.

Un grito más adelante hizo que me agarrara y nos llevara a los dos volando el
resto del camino. El túnel era estrecho y él era grande, por lo que los dos
golpeamos los lados unas cuantas veces, y segundos más tarde, habíamos
descendido a la sección más oscura de la montaña. Una enorme piedra que
parecía ser cuarzo morión puro estaba apoyada contra el costado de una puerta
abierta, y los gritos provenían de su interior.

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Lo primero que vi fueron las partes de cuerpos. Estaban esparcidas alrededor
de la caverna de cuarzo negro en la que entramos como si las personas a las que
pertenecían hubieran sido asesinadas por un tornado. Luego vi a Veritas
rodeando a un hombre alto de cabello negro que intentaba pasar junto a ella. Vlad
se encontraba más allá de ella, y aunque no podía verlo todo alrededor del sólido
trozo negro de roca que interrumpía esta sección de la caverna de la siguiente, a
juzgar por los gritos y el repentino hedor de la carne quemada, estaba quemando
a alguien.

—No lo intentes —le advirtió Veritas al hombre de cabello negro cuando


volvió a amagar a su derecha.

Lo miré con una morbosa fascinación. Formaba parte del grupo de


nigromantes que había hecho la cosa más horrible que jamás había visto, pero al
mismo tiempo su celda de cuarzo negro usada para encarcelar a Mircea lo había
despojado de su poder de lanzar hechizos. Parecía tan impotentemente normal.

Pero él estaba aquí, así que había ayudado a matar a Marty. La furia se estrelló
a través de mí cuando pensé en el cuerpo de mi mejor amigo marchitándose
lentamente en la habitación más allá de este túnel, y empujé a Veritas mientras
azotaba mi látigo.
—No —dije con un gruñido—. Inténtalo.

Cargó al mismo tiempo que Veritas me hizo retroceder. A pesar de que ella
fue increíblemente rápida, mi látigo envolvió al vampiro de cabello negro como
si hubieran sido amantes separados hace mucho tiempo. Luego lo rasgué al
retrocederlo, y todo, desde sus hombros hacia arriba, se lanzó hacia adelante
mientras su parte inferior del cuerpo formaba un círculo corto y loco que brotaba
sangre por todas partes antes de caer al suelo.

—¡Deja de quemarlo! ¡Necesito al otro vivo! —le gritó Veritas a Vlad.

No le presté atención. Seguí azotando al hombre, no satisfecha cuando estuvo


en más pedazos de los que nunca podría sanar. Marty estaba muerto. Se fue para

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siempre. Él no fue solo mi mejor amigo; durante años, había sido mi único amigo
después de que me había acogido cuando nadie más me quería. Y había muerto
gritando porque no había podido salvarlo de la forma en que me había salvado
todos esos años.

—¡Leila!

La voz de Mencheres causó que me detuviera en mis frenéticos azotes y me


girara. No lo había escuchado entrar. Por otra parte, había estado muy
concentrada en convertir al nigromante en pequeños y sangrientos pedazos.

—Detente ahora —dijo Mencheres en un tono suave—. Ya no puede sentirlo.

No, él no podía, y aun así todavía podía sentir todo el dolor que me había
llevado a cortar en juliana a una persona.

Luego, como si me moviera en un aturdimiento, hice retroceder mi látigo en


mi interior con más velocidad y control de lo que había podido emplear antes y
caminé por delante de la roca de cuarzo negro que había aislado la otra parte de
la caverna.

Vlad se hallaba de pie frente a una mujer de cabello azabache que estaba de
rodillas, con fuego que la rodeaba en olas cada vez más grandes. Si se moviera,
se quemaría y, debido al estado carbonizado de su cabello y ropa, no sería la
primera vez.

Entonces vi algo más que me hizo seguir caminando, hasta que se reveló el
rincón más alejado de la cueva. Una mirada a Mircea y entendí por qué no había
podido contactarme. Ahora estaba completamente encerrado en vidrio, lo que le
impedía incluso contraerse, y mucho menos forjar una conexión a través de
nuestra carne cortándose a sí mismo. El apretado racimo de cuarzo negro que lo
había rodeado antes ahora rodeaba el cristal, y aunque no estaba dispuesta a tocar
eso, ya que negaba las habilidades de Mircea, golpeé el cristal alrededor de su
cabeza con la fuerza suficiente para hacer que se rompiera y cayera.

—Me encontraste. —Fueron sus primeras palabras.

—Un amigo me ayudó —dije, pensando en lo que le había costado a Ian


obtener el poder que había usado para sacar de la mente del otro nigromante la
ubicación de Mircea.

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Mircea lanzó una mirada medio desafiante, medio cautelosa por encima de mi
hombro, donde sentí a Vlad detrás de mí.

—Bien, bien, mi queridísimo padrastro. Ha pasado mucho tiempo, ¿no es así?

—Demasiado tiempo y no lo suficiente —dijo Vlad, sus ojos se volvieron


verdes mientras miraba a Mircea.

Un escalofrío seguido de un grito hizo que ambos giráramos de nuevo, luego


Vlad soltó una risa peligrosamente encantadora al ver a la mujer nigromante
apagar las nuevas llamas en sus brazos y piernas.

—¿Realmente pensaste que podrías escapar de esas si simplemente te daba la


espalda?

Ella le siseó algo rápidamente en un idioma diferente. Podría haber sido un


hechizo, porque su cara se arrugó un segundo después cuando no caímos
muertos ni nos convertimos en ranas o algo igualmente horrible.

—Tu magia no funciona aquí, Neryre —dijo Mencheres al entrar a esta sección
de la caverna.

Su oscura mirada se volvió hacia él.

—Menkaure —dijo en un tono venenoso, llamándolo por su nombre de


nacimiento egipcio.

—¿Es la hechicera que conociste hace tiempo? —le pregunté.


—Sí —dijo Mencheres, sacudiendo la cabeza casi con tristeza—. ¿Por qué te
alineaste con este grupo, Neryre? No son verdaderos acólitos de Imhotep.
Distorsionan todo lo que él defendió.

—Luchan por lo que él renunció —espetó ella—. A lo que renunciaste. Tus


poderes podrían haber sido grandiosos, Menkaure.

—Lo son —respondió él sin sonar arrogante—. Pero no en magia. Son geniales
en lo que me he perfeccionado. Ahora dime, Neryre, ¿por qué tu aquelarre trató
de obligar a Vlad a asesinarme?

La cabeza de Vlad giró, aunque la prisión de fuego alrededor de la nigromante


no vaciló.

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—¿Sabías?

Mencheres me miró y una sonrisa apareció en sus labios.

—Mi esposa me acaba de enviar un mensaje de texto para asegurarme que no


le diría a nadie que el video que se estaba volviendo viral en el mundo de los
vampiros era falso.

Vlad me miró incrédulo a continuación.

—¿Le dijiste?

—Algo así. No tenía su número de celular, así que le dije a Ian que se lo dijera.
—Supongo que él había revisado sus mensajes de texto después de todo.

—No solo me ocultaste esto, Vlad. Me mentiste. ¿Por qué? —Las palabras,
suavemente habladas, todavía cayeron con el peso de mil ladrillos.

Vlad se encontró con la mirada de Mencheres, y aunque sus escudos se


agrietaron y una tristeza conmovedora atravesó nuestra conexión, su mirada fue
inquebrantable.

—Sabes por qué.

Mencheres le devolvió la mirada y su increíble aura comenzó a estallar.


Alarma me atravesó, cubriendo incluso mi dolor abrumador sobre Marty. El
significado de Vlad no podía haber sido más claro. ¿Mencheres estaba a punto
de tomar represalias por Vlad admitiendo que lo habría matado si su truco de
glamour no hubiera funcionado? Dios mío, ¿podríamos pelear con él si él tomaba
represalias?

—Habrías enviudado a Kira. —Las palabras de Mencheres fueron dichas con


voz ronca—. Habrías traído la guerra entre nuestras dos líneas, obligando a
Bones a luchar contra tu gente que habría resultado en muchas muertes. Nuestros
aliados también se habrían visto obligados a elegir bandos, provocando más
muertes, hasta podrías haber destruido la paz que hemos tenido desde que
Appollyon incitó a una guerra entre vampiros y ghouls...

Dejó de hablar, y vi que la comprensión en su cara y la de Vlad aparecía al


mismo tiempo que yo también lo entendía.

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—Hijo de perra —susurré, volviéndome hacia la nigromante.

La expresión de Neryre era tan pétrea como la de nuestro entorno, pero sus
ojos se movieron un poco demasiado rápido entre Vlad y Mencheres. Su olor
también cambió. Ahora sabía cómo olía “fracasada”.

—Intentaste desestabilizar el mundo de los vampiros al enfrentar a dos de las


más poderosas líneas de no-muertos —dijo Veritas, entrando en esta sección
también—. ¿Por qué?

—Mi gente habría restaurado el orden. —La mirada de Neryre manifestó un


odio puro mientras miraba a Veritas—. Habríamos sido los únicos lo
suficientemente poderosos como para lograr la paz entre todas estas partes en
guerra, entonces la regla que prohíbe la magia habría tenido suficiente apoyo
para finalmente ser derrocada.

Me sorprendió lo cruelmente que ella admitió haber planeado tantas muertes.


Sin embargo, en el fondo, la parte de mí que cada día se hacía más dura también
admiraba la simplicidad de su plan. Todo lo que necesitaban para lanzar esa bola
desastrosa era la muerte de un vampiro poderoso debido a la traición de otro.

Entonces Neryre lanzó un dedo en dirección a Mircea.

—Se había comprometido a liberar a nuestra gente, sin embargo, dejó nuestra
orden para perseguir una pequeña venganza. Por eso lo cazamos, y por qué
íbamos a matarlo hasta que descubrimos su vínculo con ella y el Empalador. Sin
intentarlo, Mircea nos dio los medios más fáciles para poner en práctica nuestro
caos.

—¿Cuántos más hay en tu orden? —preguntó Veritas, ignorando la última


parte.

Neryre sonrió de una manera extrañamente soñadora.

—No lo sé, y si me torturas durante cien años, todavía obtendrás la misma


respuesta. Hace mucho tiempo, nuestros líderes determinaron que no sabríamos
nada el uno del otro, de modo que si atrapaban a un aquelarre, no pondrían en
peligro a los demás. Nuestra causa triunfará. Si no es hoy, entonces otro día.

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—Oh, estoy a favor de las personas que están libres de la opresión —dije—,
pero no se puede construir ninguna libertad real sobre pilas de huesos. Los
vampiros estaban equivocados al cazar y asesinar a las brujas, pero admitiste que
tu orden sería igual de brutal, si tuvieras la oportunidad.

—Se lo merecían —espetó ella.

—Estás equivocada —dije en voz baja—. Sin embargo, no vas a vivir lo


suficiente como para ver eso, porque el buen hombre al que ayudaste a asesinar
en la otra habitación será vengado.

Entonces mi látigo salió disparado, pero antes de que pudiera azotarlo, Neryre
explotó como si se hubiera tragado una cabeza nuclear. Vlad se quedó mirando
los restos llameantes un momento antes de que su mirada se encontrara con la
mía.

—Ahora tienes tu venganza, Leila, y si hay consecuencias por su muerte,


caerán sobre mí.

Veritas le dio a Vlad una mirada realmente exasperada, como si no supiera si


gritarle o comenzar a darle un puñetazo.

—No importa lo que Neryre afirmara, podría haber obtenido más información
de ella.

—No es nada que no puedas aprender por ti misma con un poco de diligencia
debida —respondió Vlad—. Acordamos que no habría sobrevivientes excepto
uno, y él vendrá conmigo.
—No ha dicho si va a dejar que te vayas —dijo Veritas, con una mirada
significativa a Mencheres.

Me puse rígida. Ella tenía razón; Mencheres no había dicho qué iba a hacer con
las intenciones potencialmente letales de Vlad hacia él.

—¿Y bien? —le preguntó Vlad a Mencheres.

Sus emociones se cerraron bruscamente, sin darme idea si se estaba


preparando para luchar por su vida, o si amaba a Mencheres lo suficiente como
para estar dispuesto a enfrentar lo que fuera que iba a pasar sin contraatacar.

Yo no estaba dispuesta, y pese a saber que Mencheres podría arrancarme la

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cabeza con solo pensarlo, comencé a enviar electricidad a mi látigo. Pase lo que
pase, nunca me quedaría allí mientras alguien intentara herir a Vlad.

Maximus se acercó, su cuerpo se relajó, pero sabía que no había elegido ese
momento exacto para simplemente estirar las piernas. Él no estaba dispuesto a
quedarse quieto y permitir que alguien lastimara a Vlad, tampoco.

Mencheres no dijo nada durante tanto tiempo, mis nervios gritaban por la
tensión. Entonces, por fin, su boca se estiró en una delgada sonrisa.

—No cumpliré los planes de los nigromantes atacándote y causando el mismo


caos que intentaron provocar cuando usaron el vínculo de Leila con Mircea
contra ti.

Casi me hundí de alivio, pero los escudos de Vlad cayeron y la tristeza se


derramó a través de nuestra conexión a pesar de que su mirada permaneció
estable.

—No pediré tu perdón. Mis intenciones fueron imperdonables, pero espero


que sepas que si hubiera sido cualquier otra vida, excepto la de ella, que hayan
usado contra mí, nunca hubiera considerado lastimarte.

La más leve sonrisa curvó los labios de Mencheres.

—Lo sé, porque si alguna vez me obligaran a elegir entre la vida de Kira y la
de alguien más, ella viviría y ellos morirían. Además —allí su voz se volvió
ronca—… podría estar enojado contigo, pero un padre siempre perdona a sus
hijos, incluso si esos hijos no son de su propia sangre.
Un sonido ahogado vino del otro lado de la habitación, y las lágrimas
pincharon mis ojos cuando entendí el subtexto. Vlad también lo hizo, y la
sorpresa se reflejó en sus emociones. Luego miró hacia atrás y adelante entre la
prisión de Mircea y la cara de Mencheres.

—¿Quieres que lo perdone? ¡Todavía amaría matarme!

Mencheres se acercó.

—Hace siglos, decidí tomar a un joven amargado y violento bajo mi ala,


aunque sabía que en ese momento me mataría si pudiera. Si estás agradecido por
mi elección, honrarás mis deseos con Mircea ahora.

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—¡No me hagas ningún favor, maldita excusa de padre y hombre! —gritó
Mircea.

La boca de Mencheres se curvó.

—Niños. Dicen las cosas más dulces, ¿no es así?

La molestia, la ira y la admiración se filtraron a través de mi conexión con Vlad.

—Si este es tu castigo por mis acciones anteriores, entonces te felicito por tu
crueldad.

Mencheres palmeó el costado de la cara de Vlad.

—Sabía que de todas las personas lo apreciarías.

Entonces Vlad me miró.

—Mircea no se quedará en nuestra casa. Después de todo lo que ha hecho, no


necesitas tenerlo cerca de ti.

—Está bien —le dije. Sí, Mircea me había ayudado mucho, pero él había estado
actuando por su propio dolor, y también nos había salvado a nosotros—.
Simplemente cambiaremos el nombre de la mazmorra a sala de descanso.

—¡No voy a ir con ustedes! —Mircea continuó furioso—. ¡Tan pronto como
esté libre de este cuarzo, desapareceré!
—Excelente punto —dijo Vlad secamente—. Necesitarás mantenerlo
encerrado en ese cuarzo negro todo el camino de regreso a mi castillo, o usará su
truco de desmaterialización para escapar.

Mencheres sonrió.

—Eso puede ser arreglado.

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Me encontré caminando muy lentamente de vuelta a través los túneles. He
podido contener lo peor de mi pena por la lujuria de venganza y el miedo por la
seguridad de todos, pero ahora no tenía eso. Cuando llegáramos a la antecámara
y viera la forma sin vida de Marty otra vez, me arruinaría.

—No me voy contigo —anunció Veritas, dando una mirada crítica alrededor
del túnel—. Podría no tener prisioneros para el consejo, pero otros Guardianes
de la Ley querrán ver este nido. Podría guardar las pistas a los demás en este
culto. Los símbolos en el hoyo que se usaba para manifestar la criatura retiene
suficiente magia para justificar una mayor investigación en y de ellos mismos.

Vlad se detuvo a mitad de un paso, casi haciéndome chocar con su espalda.

—Sí, la criatura que casi nos mató. Dime, ¿cómo no estabas atrapada en ese
hechizo junto con el resto de nosotros?

Mi mirada se dirigió a Veritas. Había estado tan envuelta en todo lo demás,


no había tenido tiempo de preguntar eso, pero fue una muy buena pregunta.

Ella arqueó una ceja.


—Me escondí detrás de la puerta cuando los vi comenzando a lanzar el
hechizo. ¿No viste todos los símbolos de protección pintados en las paredes?
Estaban allí para contener cualquier magia dentro de la antecámara solamente.

Su explicación era plausible, pero de alguna manera, no lo estaba comprando.


Claro, eso explicaría cómo ella no había sido afectada por este hechizo, pero no
explicaba cómo pudo acorralar a cinco nigromantes en la prisión de Mircea sin
ser afectada por algún hechizo y ellos tendrían que haber estado lanzándolos.
Tampoco explicaba cómo podía pausar el tiempo de la misma manera que un
súper-poderoso demonio podría. No, Veritas tenía secretos. Grandes.

Pero no tenía interés en descubrirlos. Ella podría mantenerlos, sobre todo

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porque yo quería que ella guardara mis secretos, también. No la necesitaba
compartiendo mi verdadero nacimiento brujo, condición de especie demonio con
el resto de los Guardianes de la Ley. Habían demostrado ser mucho menos que
receptivos a mi tipo en el pasado.

Entramos en la antecámara, y me preparé para el dolor que estaba a punto de


vérselas conmigo en un nocaut. Sin embargo, cuando vi el cuerpo de Marty,
parpadeé con sorpresa, preguntándome por qué estaba viendo a dos de él.

Un Marty todavía estaba tirado en el suelo, su cabeza echada hacia atrás y su


cuerpo ahora se marchitó lo suficiente para parecerse a una momia antigua. El
otro Marty flotaba al lado del cuerpo, girándose a mirar fijamente de una manera
desconcertada, mientras que también miraba su mano como si admirara cómo
podía ver el suelo a través de ella.

—¡Marty! —grité, y corrí hacia él. Aún cuando traté de abrazarlo, corrí a través
de él, mis brazos aún extendidos. Entonces me di la vuelta para encontrarlo
sacudiendo su cabeza hacia mí.

—No puedes abrazar a un fantasma, Leila, y a menos que esto sea la versión
realmente barata del cielo, eso es lo que soy ahora.

Sabía que él tenía razón. Su ser transparente mientras su cuerpo muerto yacía
frente a nosotros hizo eso abundantemente claro, sin embargo, todavía me
encontré luchando para procesarlo.

—Pero eres, sigues siendo tú —dije con voz entrecortada.


Él gruñó.

—Sí, parece que sí. La mayoría de los fantasmas que me he cruzado no lo son,
pero hay algunos que mantienen sus bolas.

Estaba dividida entre estar muy contenta de verlo y estar preocupada por él,
bueno, sigue estando aquí.

—¿No, ah, viste una luz o un túnel o cualquier cosa?

Incluso transparente, logró sacar una mirada muy hastiada.

—¿Crees que todavía estaría aquí si lo hubiera hecho?

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—Algunos fantasmas se quedan para hacer una última cosa —dijo Vlad,
avanzando lentamente—. Algunos permanecen más tiempo para asegurarse de
que sus seres queridos están seguros. Algunos nunca se van. He conocido
algunos de esos. Ellos forman nuevas vidas en el más allá

Marty le dio una leve sonrisa.

—Nueva vida, ¿eh? Supongo que si puedo atravesar las paredes, no puedes
amenazarme para alejarme de Leila si vuelvo al circuito de carnaval durante la
temporada.

—No —dijo Vlad en voz baja—. No puedo evitar que hagas cualquier cosa
ahora.

Marty me miró.

—Hay incluso un lado brillante de estar muerto. ¿Quién lo sabría?

No podía creer que estuviera tomando esto con una actitud tan indiferente.
Apenas entenderlo y no era la que acababa de ser asesinada y vuelto como
fantasma.

—Marty, yo… —Traté de sacar las palabras sin llorar, y fallé miserablemente—
. Lo siento, fallé. Ojalá hubiera podido salvarte.

—Oh chica —Comenzó a poner sus brazos alrededor de mí, luego se detuvo
cuando pasaron por mi cintura.
—Vamos a intentar esto —le dije, sorbiendo mis lágrimas mientras me puse
de rodillas, así estábamos al nivel de los ojos. Entonces levanté mis manos. Él
sonrió torcidamente, poniendo la suya arriba, también, y sentí un ligero
cosquilleo cuando sus palmas se fusionaron en las mías.

—No me has fallado —dijo con voz ronca—. Luchaste duro. Eso es todo lo que
cualquiera de nosotros puede hacer, y a veces, las cosas no salen como queremos.
Eso no significa que tengas que sentirte mal. Es solo la vida.

—Lo sé —le dije, tratando de sonreír—. No tienes que preocuparme por mí. —
Tal vez su" una última cosa "era asegurarse de que estaría bien. Eso era tan como
él—. Estaré bien, Marty.

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—Sé que lo harás, niña —dijo, tirando mi barbilla sin tocarla—. Eres dura.
Siempre lo has sido.

—Tú también, y te quiero mucho —le dije, ahogando las lágrimas.

Él sonrió.

—También te amo. —Luego levantó la vista hacia el techo. Yo también lo hice,


pero no vi ninguna cosa excepto más símbolos de protección, así que estaba
sorprendida cuando me palmeó la mejilla lo mejor que pudo y dijo—: Yo, uh,
creo que mi transporte está aquí, niña.

¡Espera no!, pensé, pero forcé otra sonrisa. No llores ¡No te atrevas a dejar el último
recuerdo que tendrá de ti rompiendo en llanto!

—Entonces será mejor que te vayas. Saluda a tu hija por mí, y dile que tiene el
mejor padre de todos ¿bien?

Comenzó a flotar, y con cada metro ascendido, comenzó a desvanecerse aún


más.

—Lo haré. —Lo escuché decir, su voz cada vez más débil—. Y voy a decirle
que un día se encontrará con su otra hermana, también…

Eso es todo lo que escuché antes de que desapareciera. Esperé varios minutos,
mirando tan duro que mis ojos quemaron. Entonces, por fin, sentí la mano de
Vlad en mi hombro.

—Se ha ido, Leila.


—Lo sé —dije, mis lágrimas se liberaron porque decirlo lo hizo real.

Me dio la vuelta y me atrajo hacia sus brazos, dejando caer sus escudos para
que el calor de sus sentimientos coincidieran con el reconfortante capullo de sus
brazos.

—Estoy aquí —murmuró—. Y siempre lo estaré.

Lo agarré de regreso, contenta cuando sus brazos apretaron aún más.

—Te voy a sostener por el resto de nuestras vidas.

311
,
EPILOGO

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—La casa está hermosa —dije, mirando los innumerables hilos de guirnaldas
que colgaban a lo largo de las paredes y las ramas de muérdago que colgaban de
cada araña de cristal, por no mencionar al gigantesco árbol en el gran salón.
Nunca había visto el castillo de Vlad decorado para las fiestas antes, pero lo hizo
como hacía todo lo demás: impresionantemente.

—Todavía parece difícil creer que esta es nuestra primera Navidad juntos —
continué, una punzada me golpeó cuando me di cuenta de que también sería la
primera Navidad en muchos años que pasaría sin Marty. Al menos Leotie había
llamado, prometiendo dejar a Gretchen en nuestra casa mañana por la mañana.
Ya sea que ella había superado su hambre, o Leotie sabía que el peligro de
transferirle el legado antes de que Gretchen estuviera lista había pasado. No es
que pretendiera transferirlo ahora. No había querido este poder, pero en algún
lugar del camino, se había convertido en parte de mí.

Al igual que Marty siempre sería parte de mí, no importa que se haya ido. A
mi pedido, Vlad había incinerado sus huesos en un fino polvo y dividí los restos
en pequeñas urnas que envié a algunos de los viejos amigos de Marty en el
circuito de carnaval. Prometieron llevarlo con ellos cuando viajaran la próxima
temporada. Era lo más cerca que podía estar de volver al trabajo que tanto había
amado.

Las cejas de Vlad se juntaron.


—Eso parece imposible.

Dejó escapar una risita seca.

—Bueno, el tiempo vuela cuando alguien está constantemente tratando de


matarnos, ¿verdad?

—Eso no es lo que quise decir —respondió, llevándome a sus brazos. Entonces


una franja cálida y rica de emociones rozaron las mías, creciendo en intensidad,
hasta que se sentía como si me estuviera hundiendo en un charco de seda
caliente—. No puedo amarte solo por menos de un año. Cada día estoy más y
más convencido de que siempre has sido parte de mi alma.

Deslicé mis brazos alrededor de él, mirando dentro del profundo color

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cobrizo de sus ojos.

—No —le susurré—. Siempre has sido parte de la mía, incluso antes de
conocernos.

Me besó, su boca, labios y lengua causando mucho más calor para construir
en mí, entonces retrocedió con una lenta sonrisa.

—Desde que es Nochebuena, te voy a dar uno de tus regalos Te debería gustar
este. Es un secreto que no te he contado antes.

—Déjame adivinar; eres la inspiración detrás de la novela de Frankenstein,


también —bromeé.

Él arqueó una ceja con familiar arrogancia.

—Las estupideces que inspiré es al menos mucho más exitoso que eso. —
Después de mi risa, se puso serio—. Sé que me resistí a decirte que te amo hasta
el punto de dejarte ir, pero en lo profundo, creo que lo supe desde casi el primero
momento.

No pude sofocar mi leve resoplido, recordando lo que me había dicho la


primera vez que dormimos juntos. Te puedo dar honestidad, monogamia, y más
pasión de la que puedas soportar, pero no amor…

—Entonces seguro que tenías una forma extraña de mostrarlo.


—¿Recuerdas mi convocatoria a Mencheres casi inmediatamente después de
que te traje a mi castillo?

Fruncí el ceño.

—Sí, para ayudarte a encontrar algunos artefactos para mí y sacar huellas de


esencia para que pudiera rastrear quién me había secuestrado e intentar hacer
que los encuentre para ellos.

—Y para hacerle una pregunta a Mencheres —respondió Vlad, su tono


profundizándose—. ¿No te acuerdas esa parte?

Pensé de nuevo, una vez más asombrada de que once meses o así se sintieran

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como años.

—Recuerdo vagamente algo sobre una pregunta que no quería escuchar


Bones…

Él resopló.

—De hecho no lo hice —Entonces su expresión cambió, y los sentimientos que


rozaban los míos estaban teñidos con la dolorosa picadura de la pérdida—.
Después de que mi esposa y mi hijo murieron, fui consumido por la rabia y la
necesidad de venganza. Sin embargo, después de que maté a todos los que creí
responsables, no me sentí mejor. En cambio, sentí que el peor tipo de vacío me
llenaba. Siguió creciendo, invadiendo las más profundas partes de mí, hasta que
finalmente, cualquier cosa parecía mejor que la nada sin fondo que había tomado
residencia en mi alma Cualquier cosa.

Yo sabía lo que quería decir. Oh, cómo lo sabía. No tengo más las cicatrices
físicas en mis muñecas, pero el recuerdo del dolor que me había llevado a
semejante acto era una cicatriz que nunca se desvanecería.

—Entiendo —dije, las lágrimas pinchaban mis ojos. Me dio una mirada
cansada incluso mientras sus dedos rozaban mis muñecas con una suave caricia.

—Te conozco. Mencheres lo sintió en mí, y me dijo algo que inmediatamente


desestimé como una mentira sin sentido, compasiva.

—¿Qué te dijo? —le pregunté en voz baja.


Sus manos se deslizaron de mis muñecas, una levantándose para agarrar mi
cabello recién crecido, la otra extendida posesivamente en mi espalda y
presionándome más cerca de él.

—Me dijo que un día, conocería a alguien que llenaría todo ese vacío. —Su
boca se torció—. Como dije, no le creí, así que puse todos mis esfuerzos en
consolidarme a mí y a mi gente en un reino que nunca podría ser invadido por
los codiciosos o los corruptos, como mi país y mi familia habían sido. De hecho,
hacía mucho que me había olvidado de la mentira delirante y bienintencionada
de Mencheres… hasta que te conocí.

Otra oleada de sus sentimientos me llenó, causando que cierre los ojos. Sí,
todavía nos enfrentaríamos a luchas, pena, e incluso peleas entre nosotros en el

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futuro, pero este enlace irrompible e indescriptiblemente hermoso entre nosotros
hizo que todo valiera la pena.

—No puedo decir que fue amor a primera vista —dijo Vlad, su boca se curvó
sardónicamente cuando abrí mis ojos—. Especialmente desde que eras solo una
voz en mi cabeza en nuestro encuentro inicial y me electrocutaste a los cinco
minutos de nuestra primera reunión en persona.

—Oye, una chica tiene que jugar duro para conseguirlo —dije, mi risa
temblorosa cuando mis propias emociones se hincharon dentro. Sus dientes
brillaron en una sonrisa que era a la vez seductora y un toque salvaje.

—Si esa fuera tu intención, fallaste porque estabas en mi cama en una semana.

Mis brazos se apretaron alrededor de él.

—Sí, bueno, eso fue mi mejor esfuerzo. Fuiste un loco bastardo aterrador con
un ego aún más grande que tu castillo medieval, pero a pesar de todo eso, me
atrajiste de una manera que nunca había sentido antes.

—Como yo —susurró—. Es por eso que llame a Mencheres, porque después


de siglos de no sentir nada por ninguna de mis antiguas amantes, de repente me
consumieron pensamientos de una mujer que apenas conocía. Nada fue
suficiente cuando viene de ti. No estar cerca de ti, tener una de nuestras
enfurecidas conversaciones, leyendo tu mente, que tomes mi sangre, y cuando te
toqué. —Su voz se convirtió en un gruñido, y una oleada caliente de lujuria se
derramó a través de nuestra conexión—. No solo quería follarte. Quería hacerte
gritar hasta que mi nombre fuera la única palabra que fueras capaz de recordar.

Si él seguía enviando esas olas de lujuria hacia mí mientras su cuerpo caliente


y duro moldeaba el mío y su mirada prometía noches interminables de gritos de
éxtasis, no podría terminar mi pensamiento, dejar solamente esta conversación,
antes de exigir que él cumpliera con esas promesas.

—¿Y luego? —logré decir, mi voz entrecortada de pasión apenas contenida—


. ¿Mencheres te dijo que yo era la que él predijo que terminaría tu vacío?

La cabeza de Vlad bajó hasta que su boca se detuvo sobre la mía.

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—No, no lo hizo.

A mi asombrado jadeo, su risa se burló de mis labios.

—Como el mítico Yoda, Mencheres rara vez da una respuesta directa cuando
se trata mayormente de preguntas importantes. En cambio, me preguntó por qué
de repente exigiría saber si la predicción que había hecho hacía tanto tiempo era
realmente una visión del futuro, o había sido nada más que una especie de
mentira.

Nada que Mencheres creyera, o no creyera, acerca de que nuestra relación


cambiaría lo que Vlad y yo se refería el uno al otro, pero tenía que admitir que
era curiosa.

—¿Y qué dijiste tú?

Vlad cerró los ojos como si recordara sus exactas palabras.

—Le dije que me sentía atraído por ti de una manera que me preocupaba
porque sabía muy poco de ti. Le dije que debería querer matarte por
experimentar mi más profundo pecado a través de tus habilidades, sin embargo,
de alguna manera, me sentí conectado contigo. Le dije que te quería con una
lujuria irracional porque normalmente esperaba meses antes de elegir a alguien
como mi amante, sin embargo, apenas podía mantener mis manos fuera ti. Y le
dije —sonrió aquí—, que tú me irritabas casi tanto como me intrigabas, así que
sabía que sería una decisión terrible tomarte como amante.
Lo empujé de una manera burlona incluso mientras mi corazón restringido
absorbía todo esto. Abrió sus ojos, verde rondando sobre su mirada mientras me
miraba fijamente.

—Entonces pregunté: “¿Significa esto que tu predicción era real? ¿Es ella la
única?”, y él dijo: “¿Conoces las palabras que acabas de usar y más?”, yo dije:
“Siento”.

Su mirada se hizo más brillante, hasta que parpadeé por las emociones
abrumadoras que me estaban llenando y de la ardiente intensidad de su mirada.

—No necesitaba escuchar nada más. —Terminó suavemente—. No me


importaba si lo había predicho o no. Sentí de nuevo, por primera vez en siglos, y

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de una manera que nunca lo hice antes.

Lo besé con todo el amor, la pasión y la devoción feroz que tenía en mí. Lo
devolvió con todo lo que le di y más, hasta que mi mente quedó girando y me
llevó varios momentos darme cuenta que, durante nuestro beso, me había subido
cuatro tramos de escaleras y ahora estábamos en nuestro dormitorio en lugar del
gran salón del castillo.

—También tengo un regalo para ti esta noche —susurró, su sonrisa prometía


mil cosas diferentes, todas ellas decadentemente sensuales y algunas
francamente malvadas.

—Luego.

FIN
SOBRE LA AUTORA

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Jeaniene Frost es una de las autoras más
vendidas del New York Times y USA
Today, cuyos trabajos incluyen las series
Night Huntress, the Night Prince, Night
Rebel y Broken Destiny.

Aunque Jeaniene Frost no es un


vampiro, confiesa tener la piel blanca,
vestirse habitualmente de negro y
acostarse tarde siempre que puede. Y, aunque no ve fantasmas, le encanta pasear
por los viejos cementerios.

Jeaniene vive en Florida con su esposo Matthew, quien hace mucho tiempo
aceptó que ella rara vez cocina y siempre duerme los fines de semana. Además
de ser escritora, Jeaniene es también una feminista y una mamá canina. Le gusta
leer, escribir, la poesía, ver películas, explorar viejos cementerios, la espeleología
y viajar en automóvil. Los aviones, los niños y los libros de cocina la asustan.
SAGA
NIGHT PRINCE

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1.- Once Burned (2012)

2.- Twice Tempted (2013)

3.- Bound by Flames (2015)

4.- Into the Fire (2017)

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