Al mundo civilizado.
Como representantes de la ciencia y del arte alemán, los abajo firmantes protestamos solemnemente
ante el mundo civilizado por las mentiras y calumnias con que nuestros enemigos intentan ensuciar la
justa y noble causa de Alemania en la dura lucha que nos han impuesto y que amenaza nada menos
que nuestra existencia. La marcha de los acontecimientos se ha encargado de refutar la mentirosa
propaganda que no anunciaba sino derrotas alemanas, aunque ahora se emplean con mucho más
ardor para falsear la verdad y hacernos odiosos. Contra esto protestamos levantando nuestra voz, que
es la voz de la verdad.
No es verdad que nuestros soldados hayan atentado contra la vida y los bienes de un solo ciudadano
belga sin haberse visto forzados a ello en legítima defensa, porque una y otra vez, a pesar de las
advertencias, la población ha disparado a traición sobre nuestras tropas, ha mutilado a heridos y
asesinado a médicos que ejercían su humanitaria profesión. No hay infamia mayor que ocultar las
atrocidades de estos asesinos y acusar de un crimen a los alemanes por los castigos que se han visto
obligados a infligir a estos bandidos.
No es verdad que nuestras tropas hayan destruido Lovaina brutalmente. Asaltadas sus posiciones por
una población furiosa, a su pesar, nuestras tropas han tenido que tomar represalias y bombardear una
parte de la ciudad. La mayor parte de Lovaina se mantiene intacta. El famoso Ayuntamiento ha
quedado intacto porque, a riesgo de su vida, nuestros soldados lo han protegido de las llamas. Por
supuesto, todos los alemanes lamentarían la destrucción presente o futura de obras de arte en el curso
de esta terrible guerra. Pero, pese a nuestro gran amor por el arte, que no puede ser superado por
ninguna otra nación, debemos rechazar decididamente que el coste de salvar una obra de arte
suponga una derrota de nuestros ejércitos.
No es verdad que hagamos la guerra sin respetar las leyes internacionales. Nuestros soldados no
cometen ni actos de indisciplina, ni crueldades. Sin embargo, al Este de nuestra patria, la tierra se
empapa con la sangre de las mujeres y los niños masacrados sin piedad por las salvajes tropas rusas,
y en el Oeste, las balas explosivas de nuestros adversarios destrozan los pechos de nuestros soldados.
Quienes se han aliado con rusos y serbios y no temen alentar a mongoles y negros contra la raza
blanca, ofreciendo así al mundo civilizado el espectáculo más vergonzoso que se pueda imaginar, no
tienen ningún derecho a llamarse a sí mismos defensores de la civilización europea.
No es verdad que la lucha contra el llamado militarismo alemán no sea también una lucha contra
nuestra cultura, como pretenden nuestros hipócritas enemigos. Si no fuese por nuestro militarismo,
nuestra civilización habría sido aniquilada hace tiempo. Ha sido para protegerla por lo que ha surgido
este militarismo en nuestro país, expuesto como ningún otro a continuas invasiones a lo largo de los
siglos. El Ejército alemán y el Pueblo alemán no son sino uno y este sentimiento une fraternalmente
a 70 millones de alemanes sin distinción de cultura, clase o partido.
La mentira es el arma envenenada que no podemos arrancar de las manos de nuestros enemigos. Lo
único que podemos hacer es declarar, levantando la voz ante el mundo entero, que nuestros enemigos
dan falso testimonio contra nosotros. A quienes nos conocen y han sido, como nosotros, guardianes
de los bienes más preciados de la humanidad, les decimos:
¡Créannos! Sepan que llegaremos hasta el final de esta lucha como nación civilizada, como pueblo
para el que el legado de Goethe, Beethoven y Kant es tan sagrado como su tierra y su hogar.
Aloïs Knoepfler, profesor de historia del Wilhelm Wien, Premio Nobel de Física
cristianismo. 1911.
https://www.uv.es/ivorra/Historia/SXX/Manifiesto.html