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UNIVERSIDAD DEL NORTE DE SANTO

TOMÁS DE AQUINO
-FACULTAD DE FILOSOFÍA-

Seminario de Investigación I
Fe y razón en San Agustín

Profesores:
- Dr. Oscar H. Beltrán
- Prof. Adrián Pezzola

Alumno:
- Ignacio Lanusse
EL CAMINO DE INTERIORIDAD AGUSTINIANO
PARA UNA ARMONÍA ENTRE FE Y RAZÓN
IGNACIO LANUSSE

Introducción

El presente trabajo propone dilucidar y profundizar dos aspectos muy


arraigados en la vida de Agustín de Hipona. Desde el primer momento en que se
comienza la lectura de las obras de san Agustín, uno puede apreciar estos dos
elementos presentes en todo momento.
Uno de estos elementos es la vía de interioridad que tan marcada quedó en la
historia de la filosofía y en grandes pensadores, dejando una huella enorme en toda la
cultura occidental hasta nuestros días. Su obra más significante, las Confesiones, es
el sello personal de Agustín que ensalza este elemento. En ella, cualquiera puede
notar la gran profundidad espiritual con la que trata diferentes acontecimientos de su
vida y sus elevadas reflexiones acerca de distintos temas. Y temas, tanto teológicos
como filosóficos.
El segundo elemento es la relación entre fe y razón. Estas dos vías de
conocimiento, atraviesan transversalmente toda la obra de San Agustín. En él
encontramos sabiamente conjugados la fe revelada en Cristo con el conocimiento
natural de la razón humana. Podríamos decir que quizás no de manera tan
esquemática como podría verse, por ejemplo en Santo Tomás de Aquino, pero en los
diálogos de Casiciaco encontramos un camino ejemplar muy marcado y original.
Presentando estos dos conceptos, pretendo llegar a la cuestión principal de mi
trabajo: ¿cómo se despliega en San Agustín la vía de conocimiento a través de la
interioridad conjugada con una mirada prudente que valore tanto la fe como la razón?
¿Y acaso fue su gran profundidad espiritual la que lo llevó a concebir una armonía tal
entre fe y razón que pocos pudieron lograr? O ¿fue su gran sabiduría que supo ver
claramente la relación entre estas dos potencias la que lo llevó a ahondar su corazón?
El camino de interioridad agustiniano

Todo camino, toda vía, conduce a algún lugar. Pero ¿cómo sería un camino
que me lleve a mí mismo? Y en todo caso, ¿para qué serviría tal camino? ¿Acaso
puedo perderme de vista yo mismo? ¿Es posible encontrar algo cuando el objeto de
búsqueda es el mismo que el sujeto que busca? Si comenzamos la lectura de san
Agustín tal vez encontremos respuesta.
Este hombre recorrerá un enorme camino de experiencia personal tratando de
encontrar respuesta a estos y otros tantos interrogantes existenciales del hombre. Su
modo será la interioridad. ¿Qué es la interioridad? ¿Y cómo la considera Agustín? Se
entiende por interioridad el volverse al interior de uno mismo para conocerse, para
encontrar la propia identidad, para buscar la paz, para conocer a Dios.
Este último propósito para Agustín era indispensable. “Y tú eras interior a mi
más honda interioridad, y superior a todo cuanto había en mí de superior” (San
Agustín, Confesiones, 3, 6). La vía de interioridad agustiniense está marcada por esta
búsqueda de Dios, como mencionábamos anteriormente, y para él, esto es la
búsqueda de la verdad, o mejor dicho, de la Verdad. Esto la diferencia de los
llamados ‘ejercicios espirituales filosóficos’, que eran practicados por los
neoplatónicos de su época. A simple vista parecen todas orientadas a lo mismo con
métodos más o menos similares, pero el que conoce estas doctrinas sabe las
discrepancias tajantes con la doctrina de Agustín.
Otra de las diferencias de la interioridad de San Agustín con la vuelta al
interior para el dominio de uno mismo que proponían los neoplatónicos es el
ingrediente de la gracia. Para el obispo de Hipona uno no puede llegar a lo más
profundo de su corazón con la sola fuerza de su espíritu, sino que necesita del
Espíritu Santo, necesita del don de Dios. Como lo dice él: “Mas cierto aviso que nos
invita a pensar en Dios, a buscarlo, a desearlo sin tibieza, nos viene de la fuente
misma de la Verdad” (San Agustín, De Beata Vita, 4, 35)
Para los neoplatónicos de su tiempo, en cambio, bastaba con desapegarse de
las cosas del mundo y volverse hacia uno mismo para tratar de adquirir el dominio
sobre las pasiones, la fuerza en la virtud y la paz en la contemplación. Pero, si
tenemos en cuenta los tres momentos de la vida interior de Agustín, este sólo es el
primer paso.
(…) el obispo de Hipona, (…) habla del regreso al propio interior con la
diferencia que, mientras el regreso al interior platónico se hacía por las propias
fuerzas, para él regresar al interior será siempre una gracia. Y por otra parte, en
el interior no se encuentra una paz abstracta, sino al mismo Cristo, que es la
verdad que habita en el hombre interior. (Enrique A. Eguiarte B.)

En Agustín el primer paso para la interioridad es la aversio, que consiste en


retirarse hacia el interior despegándose de las cosas materiales y los vicios carnales.
El segundo paso es el de la introversio, que sería la vuelta al propio corazón para
intentar buscar el silencio, para así poder conocer mi alma y con ello a Dios mismo.
Este paso requiere de gran humildad. El último paso es el de la conversio, que se
manifiesta porque el gozo de encontrarse con Dios dentro de uno es tan inmenso que
necesariamente quiere salir fuera para comunicar y compartir lo que se ha
descubierto.
Si ahora vamos a la pregunta de cómo se desarrolla la interioridad en san
Agustín, podemos decir que fue fuertemente influenciado por las obras de varios
autores neoplatónicos, como por ejemplo Plotino y Porfirio. Él mismo dice en las
Confesiones:

(…) me procuraste, por medio de cierta persona excesivamente hinchada y fatua,


algunos libros platónicos vertidos del griego al latín. En ellos leí, no
precisamente con estos términos pero sí con el mismo sentido, que en el
principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. (San
Agustín, Confesiones, 7, 9)

La filosofía platónica no sólo le introdujo a Agustín una forma distinta de


entender ciertas verdades, sino que también fue un pilar fundamental para su
conversión definitiva al cristianismo más tarde en su vida. A través de ella es que
Agustín descubre que el conocimiento de la propia alma es el único modo para la
sabiduría, es decir para la felicidad. ¿Y qué entiende por felicidad? En palabras de él
mismo: “Por tanto, ser feliz no es otra cosa que no padecer necesidad, esto es, ser
sabio” (San Agustín, De Beata Vita, 1.4). Tenía, pues, la misma idea que los
antiguos: la felicidad es la sabiduría que se logra haciendo uso de la razón y en
última instancia, mediante la contemplación, principio y fin de la sabiduría. Para
Plotino, es la contemplación de lo Uno. Para San Agustín, la contemplación de la
Santísima Trinidad. Gracias a este conocimiento es que Agustín se termina de alejar
de la doctrina de los maniqueos, a la cual perteneció durante nueve años. Descubre
aquí que la vía de interioridad y el conocimiento de uno mismo es a la vez el mismo
conocimiento de Dios, porque el hombre es la imagen y semejanza de Dios. No
como lo entendían los maniqueos literalmente, sino que es imagen y semejanza de
Dios por ser espiritual, y por ello inmortal.

Si el hombre puede llegar a conocer algo de Dios conociéndose a sí mismo es


precisamente porque ha sido creado a imagen y semejanza. Imagen y semejanza
que se reflejan de modo especialmente claro en el alma incorpórea. Por ello, el
camino más claro, la vía más expedita para ir a Dios es el alma humana. Y por
ello, para tratar de Dios y del alma hay que rechazar el testimonio de los
sentidos, pues, lo que se indaga es de naturaleza intelectual. (Cervio P.)

Para San Agustín, la interioridad es el camino de entrada a la felicidad. La


interioridad es el conocimiento del alma, por lo tanto de Dios mismo, y quien conoce
a Dios lo ama de mejor manera, y quien contempla a Dios es aquél que alcanza la
bienaventuranza eterna.

Por investigar es sabio, y por ser sabio, dichoso, pues él aparta su mente de todos
los lazos corporales y se concentra en sí mismo. No se deja lacerar por las
pasiones, sino con ánimo tranquilo se consagra al estudio de sí mismo y de Dios,
para gozar aun aquí del dominio de la razón, en que, según va convinimos,
consiste la beatitud, y cuando suena para él la última hora de la vida, se halla
dispuesto para recibir lo que ha deseado, y gozar con justicia de la divina
bienaventuranza, después de haber gozado anteriormente de la humana. (San
Agustín, Contra Académicos, 1, 8, 23)

De lo exterior a lo interior, y de allí a lo superior.


Crede ut intelligas. Intellige ut credas.

En la mayoría de los escritos de san Agustín se da una combinación continua


entre el conocimiento natural y el conocimiento revelado. A veces se vuelve difícil
distinguir precisamente si habla como teólogo o filósofo porque en su concepción
misma de filosofía, estas dos ciencias, se encuentran íntegramente conciliadas.
¿Qué le aporta la fe a San Agustín? En primer lugar le aporta conocimientos
nuevos sobre varios temas. Por ejemplo el de creación, el cual usa como gran base
metafísica.
¿Y qué le aporta la razón? Si pensamos en lo que venimos diciendo sobre la
interioridad, podemos ver un claro influjo de los neoplatónicos que le ayudan a
Agustín a explicar ciertos contenidos de orden teológico. Al respecto Pedro Cervio
dice:

(…) Agustín modifica profundamente el planteamiento neoplatónico (…). El


decisivo aporte del cristianismo, (…) determina que su lectura de los textos
plotinianos y porfirianos sea conforme con la regla de la fe recién recuperada.
(…) las tesis neoplatónicas se suavizan y quedan integradas en la nueva visión
que propone Agustín. Visión que conjuga, ciertamente, elementos de fe y razón
(…). (Cervio P.)

Teniendo en cuenta que Agustín considera la filosofía a la manera


neoplatónica, es decir, como forma de vida y como medio del hombre para alcanzar
la felicidad, se vuelve perfectamente lógico que para él el cristianismo sea la
verdadera filosofía.
Ahora bien, para Agustín, ¿cómo es una filosofía que contiene el dato
revelado? Estas palabras de Calabrese lo expresan de manera concreta y sintética:

Desde el comienzo se puede advertir que para Agustín la razón se constituye en


la exigencia de la fe. De los seres creados, el hombre es el único que puede creer
porque es el único dotado de razón. (…) hay en el pensamiento de san Agustín
una fundamental indistinción entre saber filosófico y teológico. (Calabrese C.)
El obispo de Hipona sabe que el conocimiento puramente racional tampoco le
alcanza para llegar a aquellas verdades inmutables, porque toda verdad está fundada
en la verdad de Cristo y en la Santísima Trinidad. Y para conocer esa verdad
suprema, es necesaria la fe. De esta manera, la fe se presenta tanto como auxiliadora
y como coronación del conocimiento natural racional; auxiliadora por brindarle
verdades y dogmas de fe fundamentales que sin la revelación no podrían conocerse y
por guiar a la razón ante el misterio. Y coronaria porque la fe da sentido y
perfecciona conocimientos ya adquiridos por la razón. La fe fundamenta la razón.
Siguiendo a Calabrese en su desarrollo:

Llegamos así a uno de los fundamentos del pensamiento de san Agustín: la


verdadera filosofía presupone un acto de adhesión al orden sobrenatural, que
libera a la voluntad de la carnalidad por la gracia y al pensamiento del
escepticismo por la Revelación. (Calabrese C.)

La fe y la razón en san Agustín, por lo tanto, no son contrarias. No se oponen.


Una es continuación de la otra. Y ambas son soporte y fundamento de la otra. Para él,
el conocimiento viene por la autoridad y la razón, siendo la autoridad Cristo. Pero ni
es sabio el que solamente cree en la palabra sin saber qué significa, ni tampoco es
sabio aquél que conoce un poco de filosofía sin reunirla con las verdades últimas y
primeras. “Agustín propone, entonces, creer en Cristo y en su Iglesia, pero también
investigar con la razón el dato de fe. Esta es la única vía para alcanzar el
conocimiento que acarrea la felicidad” (Cervio P., 2006, p. 161). Y en palabras de
Agustín:

Dos caminos hay que nos llevan al conocimiento: la autoridad y la razón. La


autoridad precede en el orden del tiempo, pero en realidad tiene preferencia la
razón. (…) Mas (…) resulta que a todos cuantos desean llegar al conocimiento
de las grandes y ocultas cuestiones, la autoridad les abre la puerta. (San Agustín,
Del Orden, 2, 9, 26)
La interioridad como instrumento armonioso entre fe y razón

Hemos visto cómo la vía de interioridad agustiniense trata de alcanzar la


felicidad por medio del conocimiento de Dios en uno mismo. Ahora bien, esto no
sería posible si no se conociese, por revelación, que el Espíritu Santo es el que está
dentro de cada uno y que nos llama a su encuentro. Podríamos decir que la
interioridad es un método filosófico, pero sólo si lo entendemos a la manera de San
Agustín. Para él la interioridad implica necesariamente conjugar todo el tiempo
conceptos tanto filosóficos como teológicos. Si Dios es la felicidad y para conocerlo
tenemos su palabra y nuestra razón, san Agustín no descartará ninguna de las dos
vías.

Lo que sí está claro es que Agustín considera necesario que el hombre creyente
aplique su razón a la fe. Para Agustín es siempre más saber que creer. Es posible
que el hombre nunca alcance en esta vida la posesión perfecta de Dios (…), pero
nada lo excusa de profundizar más y más en el misterio divino. Para esto el
hombre cuenta con un poderoso instrumento: la razón. Si son pocos los que
hacen uso de ella para este fin, es por la dificultad de abandonar el mundo
exterior para concentrarse en sí mismo. (Cervio P.)

Es por tanto tarea del que quiera ser sabio, conocer la verdad revelada en
Cristo, pero no sin iluminar ese conocimiento con la razón.
Agustín, gracias a sus experiencias de vida, se conoce muy bien y por lo tanto
conoce muy bien al hombre. En él, no hay una delimitación clara entre filosofía y
teología porque en el corazón del hombre fe y razón se implican mutuamente. El
alma humana se encuentra entre el mundo material y el mundo espiritual, y su
naturaleza los une. Por eso aspira a la eternidad y a la trascendencia de su origen,
pero estando atada al mundo donde fue llamada a reinar.
Para ser feliz debo conocer a Dios. Para conocer a Dios debo conocerme a mí
mismo. Y para conocer, debo hacerlo por medio de la autoridad y de mi razón. Fe y
razón son una condición para conocer mejor. La interioridad es un camino de
conocimiento, que según Agustín es el único posible si queremos ser felices.
Podríamos decir entonces que mientras que la interioridad es una vía de
conocimiento hacia Dios, la fe y la razón son las luces que guían ese camino.
Veamos en este párrafo de las Confesiones, como todos los elementos están
presentes:

Advertido quedé con todo esto que debía entrar en mí mismo; y pude
conseguirlo porque tú, mi auxiliador, me ayudaste. Entré pues; y de algún modo,
con la mirada del alma y por encima del alma y de mi entendimiento, vi la luz
inmutable del Señor. No era como la luz ordinaria, accesible a toda carne (…).
Era una luz del todo diferente, muchísimo más fuerte que toda luz natural. (…)
era superior a mí, porque ella me hizo; y yo le era inferior porque fui hecho por
ella. Quien conoce esta luz conoce la Verdad, y con la Verdad la eternidad. Y es
la caridad quien la conoce. (San Agustín, Confesiones, 7, 10)

Vemos aquí, el camino a seguir; el de la interioridad. . Vemos también el


elemento de la gracia. Vemos fe y razón conjugadas íntimamente, y cómo ambas son
vías de conocimiento. Vemos la concepción que tiene Agustín del alma humana.
Vemos, además, el deseo inagotable de verdad, de sabiduría y de felicidad. Y vemos
también como todo termina en el amor de caridad.

Conclusión

El profundo camino de interioridad lo llevó al joven Agustín a ir elaborando


una gran síntesis entre fe y razón. A través de sus propias vivencias personales,
entendió que en el conocerse a sí mismo se encontraba la verdadera sabiduría del
desapego de las cosas materiales y a la vez el encuentro con Dios.
Es por esto que Agustín puede ser considerado de dos maneras. Es tanto un
gran maestro espiritual como un hombre de inmensa capacidad intelectual. Agustín
no se esforzó por lograr un sistema de ideas que se ajuste a su pensamiento aferrado
a una idea particular. Agustín es el buscador incansable de la verdad porque abrió las
puertas del misterio insondable del hombre y se puso a indagar humildemente su
propia alma, y no lo hizo sin antes tener siempre en cuenta la capacidad de la
inteligencia del hombre por llegar a verdades superiores e inmutables, y la luz de la
revelación, de la palabra de Cristo que siempre lo impulsó a seguir adelante y no
conformarse con el mundo exterior. La verdad lo llamaba incesantemente. Tardó
todo una vida para darse cuenta que esta se hallaba dentro suyo y que a ella se iba
por el amor.

Bibliografía

Calabrese, C. (2000) “El espejo de agua profunda: La razón ante el misterio


en Agustín de Hipona” Revista Espíritu, 49 (122), 281 – 285.

Cervio, P. (2007) “La interioridad en los primeros diálogos de San Agustín”.


Cuadernos de filosofía, 17 (2), 110-197. Extracto de tesis doctoral

Dolby, M. del C. (2004) “El escepticismo agustiniano en las búsqueda de la


verdad”. Cuadernos del Anuario Filosófico, (168), 27-37.

Eguiarte B. E. (2016) “San Agustín y la interioridad. Preámbulos y dos textos


de los diálogos de Casiciaco”. Annuarium historicum augustinianum,
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Lazcano, R. (2010) “El amor a la verdad según Agustín de Hipona”. Revista


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Portalié, E. (1907) "Life of St. Augustine of Hippo". Nueva York. La


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Traducción por Antonio Bambrilla Z.

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http://www.augustinus.it/spagnolo/fede_nelle_cose/index2.htm

San Agustín, “De la utilidad de creer”


http://www.augustinus.it/spagnolo/utilita_credere/index2.htm
San Agustín, “De la vida feliz”
http://www.augustinus.it/spagnolo/felicita/index2.htm

San Agustín, “Soliloquios”


http://www.augustinus.it/spagnolo/soliloqui/index2.htm

San Agustín, “Contra Académicos”


http://www.augustinus.it/spagnolo/contr_acc/index2.htm

San Agustín, “El orden”


http://www.augustinus.it/spagnolo/ordine/index2.htm

San Agustín, “Carta 120”


http://www.augustinus.it/spagnolo/lettere/index2.htm

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Verdú Berganza I. (2012) “La humildad y el acceso a la verdad en el


pensamiento de Agustín de Hipona”. Cauriensia, 7, 385-395

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