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VICTORIA PARA QUIENES PERSEVERAN

Iniciar una obra es cosa relativamente fácil: basta con avivar


un poco la lumbre del entusiasmo. Perseverar en ella hasta el
éxito, es cosa diferente; eso ya es algo que requiere continuado y
persistente esfuerzo. Comenzar está al alcance de los más;
continuar distingue a los hombres de carácter. Por eso la medula
de toda obra grande, desde el punto de vista de su realización
práctica, es la perseverancia, virtud que consiste en llevar las
cosas hasta el final.

Es preciso, pues, ser perseverante; formarse un carácter no


solo intrépido, sino persistente, paciente, inquebrantable. Solo
eso es un carácter. El verdadero carácter no reconoce más que
un límite: la victoria. Y sufre con valor, con serenidad, y sin
desilusión, la más grande de las pruebas: la derrota. La lucha
tonifica el espíritu; pero cuando falta carácter, la derrota lo
deprime y desalienta. Hemos nacido para luchar. Las más grandes
victorias corresponden siempre a quienes se preparan, a quienes
luchan y a quienes perseveran.
LA PREPARACION, RESPONSABILIDAD
INDIVIDUAL

Cada uno de nosotros debe asumir su propia


responsabilidad en la gran labor de obtener preparación. Todos
nacemos con inteligencia, pero cada uno debe atender a sus
particulares inclinaciones, disposiciones, posibilidades, para de
acuerdo con ellas, aplicar voluntad persistente para encauzarlas,
afinarlas, aprovecharlas y así lograr aptitud.

La aptitud es el fruto del esfuerzo; es la voluntad aplicada a


hacer verdaderamente útiles todas nuestras cualidades. La
preparación de cada persona es proporcional al esfuerzo
desarrollado para obtenerla. La obra más grande de nuestra vida
es nuestra propia formación, y es necesario que entendamos que
lograrla en nuestra particular responsabilidad, pues sin
interesarnos personalmente, de poco o nada valen el entusiasmo
de nuestros maestros o familiares; ellos pueden dirigirnos,
encauzarnos, pero solo nuestro esfuerzo personal podrá
hacernos útiles. Toda obra grande es el resultado de una serie de
pequeños esfuerzos continuados y no solo un gran propósito.
IMPORTANCIA DE LAS PEQUEÑAS VIRTUDES

Acciones hay en la vida que brillan sobre la flor del corazón


como gotas de rocío empapadas de luz, de frescura y poesía. Y son
estos pequeños actos los que, resbalando sobre la conciencia de
los hombres, pulen su personalidad e impiden que se recubra de
escoria. Estas acciones diminutas son las que, sumadas, a la larga
integran la verdadera grandeza de los seres humanos. No es en los
hechos más brillantes, ni en las virtudes más notables, sino en los
actos en ocasiones insignificantes, en los que en realidad se da a
conocer el carácter de cada individuo.

Justa y consoladora observación para los destinos humildes


de la mayoría de los hombres: ella nos dice que nuestra oscuridad
podemos ser grandes y servir de ejemplo a los demás, si
realizamos actos impregnados de bondad y de fuerza moral. Las
vidas útiles no son otra cosa que un tejido incesante de pequeñas
virtudes, y todas las luces acumuladas en cada pueblo, surten los
manantiales de luz de la civilización.
CONFIANZA EN TI MISMO

Cada uno de los momentos que vives ha de ser para ti una


esperanza. Recoge en todos los minutos el mensaje del misterio,
que llega para animar tu alma con la ilusión que necesitas para
actuar. Penetra en tu propia intimidad para que conozcas y midas
tu fuerza. Te parecerá que inmediato pequeña para la tarea, pero
en cuanto te decidas a emprenderla, ilusión y confianza irán
agigantando esa fuerza que hallaste en principio débil, hasta
darte la sensación de que eres otro tú.

Ya iniciada tu obra, síguela hasta concluirla tendrás


dificultades sencillas de vencer, y seguramente obstáculos
mayores, a los que deberás enfrentarte con aptitud y decisión.
Pero llegarás hasta el fin, si continúas con empeño y con fe.
Insustituibles para el optimismo, ilusión y confianza te
presentarán vigor y serenidad en todas las luchas. Ilusión y
confianza deben ser en ti, arrogo y garantía, pensamiento y obra,
porque la vida premia con el triunfo a los que estudian, trabajan y
esperan.

VIVE TU SUEÑO
Seguramente, alguna noche antes de dormirte, abres de par en
par la ventana, y sueñas. Hablas a las nubes e interrogas a las
estrellas. No te sonrojes por ello. En toda alma hay un ensueño
que espera ser despertado. ¡Y las estrellas acogen, hoy como ayer,
tanto secretos de los corazones jóvenes! Sigue, pues, en la
ventana. A rachas, un dulce más sutil envuelve tu alama que
tiembla. Los labios no porqué. Y los ojos se velan de nostalgia. No
te avergüences de estas horas en las cuales el corazón es el
soberano de tu propio sueño.

Comprenderás más tarde que sólo así la vida te ofrece una


evasión de ti mismo. El sueño abrirá la dorada cancela para que
tu alama vuele más alto y más lejos. Sigue, pues, en la ventana.
Custodia tu sueño dentro de ti. Defiéndelo de un mundo vulgar,
superficial y vil. No permitas que un alma extraña cruce la
frontera de este reino tuyo. Y aunque hayas revelado un hombre
a una estrella, no temas: brillando más fuerte, te ha dicho sí.
Sigue, pues, en la ventana. A menudo, soñar es mejor que vivir.
Por lo tanto, soñar es necesario. Aunque tú, idealista o
pragmático, debes procurar vivir tu sueño y no conformarte tan
sólo con soñar tu vida.

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