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IV.

LA INTERPRETACIÓN, Y EL CONTROL CONSTITUCIONAL

Sus relaciones

17. — En el capítulo V abordaremos el tema del control constitucional. Hemos, no


obstante, de anticiparnos a él porque al hablar de interpretación descubrimos una
relación inesquivable con el control. En verdad, creemos que cuando se lleva a cabo el
control de constitucionalidad de normas infraconstitucionales y se las compara con la
constitución para decidir si son inconstitucionales (contrarias a la constitución) o si son
constitucionales (compatibles con la constitución), se verifica indudablemente una
doble interpretación: de las normas inferiores a la constitución, y de las normas de la
constitución que guardan relación con ellas.

CAPÍTULO V
LA SUPREMACÍA Y EL CONTROL DE LA CONSTITUCIÓN

1. — La supremacía de la constitución tiene dos sentidos. En un sentido fáctico,


propio de la constitución material, significa que dicha constitución o derecho
constitucional material es el fundamento y la base de todo el orden jurídico-
político de un estado. Pero el sentido con que el constitucionalismo utiliza la
noción de supremacía constitucional es otro. Apunta a la noción de que la
constitución formal, revestida de superlegalidad, obliga a que las normas y los
actos estatales y privados se ajusten a ella. Ello envuelve una formulación de
deber-ser; todo el orden jurídico-político del estado debe ser congruente o
compatible con la constitución formal.

La actualización contemporánea : 2. — Ahora bien, parece verdad que la doctrina


clásica de la supremacía de la constitución necesita traducirse a concepto y
vocabulario que sean actualmente compatibles con el derecho internacional. Por eso,
la supremacía significa —ante todo— que la constitución es la “fuente primaria y
fundante” del orden jurídico estatal. Esto, al colocar a la constitución en el vértice de
dicho orden, quiere decir que es ella —desde dicha cúspide— la que dispone cuál es la
gradación jerárquica del mismo orden, porque como fuente primaria y fundante bien
puede ocurrir que la constitución resigne el primer plano al que estamos
acostumbrados, para reconocer en dicho nivel más alto que el de ella misma al
derecho internacional —sea el general, sea el de los derechos humanos— y/o al
derecho de la integración supraestatal y su derivado, el derecho comunitario (ver
acápite II).

La jerarquía normativa

2. — La supremacía constitucional supone una gradación jerárquica del orden


jurídico derivado, que se escalona en planos distintos. Los más altos subordinan
a los inferiores, y todo el conjunto se debe subordinar a la constitución.
Cuando esa relación de coherencia se rompe, hay un vicio o defecto, que
llamamos “inconstitucionalidad” o “anti-constitucionalidad”.

El vocabulario constitucional suele usar también, como equivalente de la palabra


“inconstitucionalidad”, la voz “nulidad”. La propia constitución la emplea en el art. 29,
y la alude en el art. 36. El derecho público provincial trae ejemplos frecuentes, ya que
muchas constituciones locales declaran que son nulos las leyes, los decretos, y las
normas que contrarían a la constitución; y a menudo agregan que los jueces así deben
declararlo al desaplicarlos. No tenemos objeción que formular al empleo de la palabra
“nulidad” para desprestigiar y fulminar la inconstitucionalidad. Es posible también
vincular la inconstitucionalidad con la antijuridicidad y con la ilicitud.

3. — Nada de lo que surge de la conceptualización anterior acerca de lo que


tradicionalmente ha sido la supremacía, o de lo que es ahora, resulta
incompatible con la noción de que a la constitución en cuanto fuente primaria
se le antepone un orden suprapositivo, que para unos puede ser el derecho
natural o el sistema de valores, y para otros la ética o los valores morales.

Supremacía y reforma constitucional: 5. — El principio de supremacía se vincula con la


teoría del poder constituyente, y con la tipología de la constitución escrita y rígida. En efecto,
la constitución es establecida por un poder constituyente; el poder constituido o poder del
estado no puede ni debe sublevarse contra la constitución que deriva de un poder
constituyente, formalmente distinto y separado del poder constituido. Además de ello, si ese
poder constituyente ha creado una constitución escrita y rígida, fijando para la reforma de la
misma un procedimiento distinto al de las leyes ordinarias, ha sustraído a la constitución de las
competencias y formas propias de los órganos del poder constituido. Todo acto contrario a la
constitución implica, de hecho, y por esa sola alteración, una “reforma” a la constitución,
llevada indebidamente a cabo fuera del mecanismo que ella ha arbitrado para su enmienda. Si
tales actos valieran, se frustraría el sentido del tipo constitucional escrito y rígido. Por
consiguiente, para salvar incólume a la constitución rígida, los actos que se le oponen deben
reputarse privados de validez.

6. — La doctrina de la supremacía tiene también alguna cabida en los estados de constitución


flexible. En la actualidad, hemos elaborado la idea de que una constitución flexible, al poder
reformarse mediante una ley ordinaria, impide que las “leyes” en desacuerdo con la
constitución formal sean consideradas o declaradas inconstitucionales, pues cuando están en
desacuerdo u oposición, implican una enmienda válida a esa constitución; pero, no obstante,
las normas y los actos infralegales admiten que, en caso de pugnar con la constitución, sean
reputados inconstitucionales. De tal modo la inconstitucio-nalidad en los estados con
constitución flexible funcionaría en los estratos del orden jurídico inferiores a la ley.

La supremacía en el tiempo : 7. — El viejo fallo de la Corte de 1927, en el caso “Compañía


Azucarera Tucumán c/Provincia de Tucumán” estampó el principio de que “la constitución es
un estatuto para regular y garantir las relaciones y los derechos de los hombres que viven en la
república, tanto en tiempo de paz como de guerra, y sus previsiones no podrían sus-penderse
en ninguna de las grandes emergencias de carácter financiero o de otro orden en que los
gobiernos pudieran encontrarse”. La supremacía constitucional no consiente, ni habilita, ni
tolera marginamientos, subordinaciones, condicionamientos, parálisis ni suspensiones. La
doctrina de la emergencia (que analizamos en la parte a ella dedicada) debe subsumirse en la
de la supremacía.

Por otro lado, la pretensión de futuridad y permanencia que explicamos al comentar el


preámbulo, y que surge de éste, señala la ambición constitucional de capturar en la
supremacía de la codificación todo el devenir del sistema político que ella atrapa, regula y
proyecta, dentro de su orden normológico (ver cap. II, nº 14).

El control de constitucionalidad: su significado

8. — La doctrina de la supremacía exige, para su eficacia, la existencia de un sistema


garantista que apunte a la defensa de la constitución y al control amplio de constitucionalidad.

En efecto, el principio de la supremacía llega a la conclusión de que las normas y los actos
infractorios de la constitución no valen, o lo que es lo mismo, que son inconstitucionales o
anticonstitucionales. Sin embargo, nos quedaríamos a mitad de camino si después de arribar a
esa conclusión, no estableciéramos un remedio para defender y restaurar la supremacía
constitucional violada. Por eso, la doctrina de la supremacía pasa de inmediato a forjar el
control o la revisión constitucionales.

El leading case “Marbury c/Madison”, del año 1803, ha sido el antecedente inmediato en
Estados Unidos de la doctrina de la supremacía y del control constitucionales, y con su
ejemplaridad suscitó seguimiento o imitación dentro y fuera de los Estados Unidos. De allí se
trasplantó a nuestro derecho.

9. — En el derecho constitucional argentino, la doctrina de la supremacía y del control


constitucionales ha cobrado vigencia sociológica a través de fuente judicial: la jurisprudencia o
derecho judicial la han hecho efectiva. Está pues en la constitución material, pero deriva de
principios formulados en la constitución formal. Dada la estructura federal de nuestro estado,
la supremacía constitucional reviste un doble alcance: a) la constitución prevalece sobre todo
el orden jurídico-político del estado; b) la constitución, en cuanto federal, prevalece también
sobre todo el derecho provincial (y dentro de esta segunda supremacía, prevalece juntamente
con la constitución federal todo el derecho federal —leyes, tratados, etc.—); esto se verifica
leyendo los arts. 5º y 31. El principio de supremacía se completa con los principios del art. 27
(para los tratados que sólo tienen prelación sobre las leyes), del art. 28 (para las leyes), y del
art. 99 inc. 2º (para los decretos del poder ejecutivo que reglamentan a las leyes). Después de
la reforma de 1994, es imperioso asimismo tener presente una añadidura de suma
trascendencia: en virtud del art. 75 inc. 22 hay tratados internacionales de derechos humanos
que tienen jerarquía constitucional por figurar en la enumeración que se hace en dicha norma,
y otros que pueden alcanzarla en el futuro conforme a la misma. Por consiguiente, tales
tratados revisten igual supremacía de la constitución, y aunque no forman parte del texto de la
constitución, se hallan fuera de él a su mismo nivel en el bloque de constitucionalidad federal
(ver cap. I, nº 17).
10. — El control judicial de constitucionalidad cuenta con la fórmula acuñada por la Corte
Suprema desde su fallo del 5 de diciembre de 1865, la cual, si bien se refiere expresamente a
las leyes, se torna extensiva a normas y actos distintos de las leyes. Dicha fórmula dice así:
“Que es elemento de nuestra organización constitucional, la atribución que tienen y el deber
en que se hallan los tribunales de justicia, de examinar las leyes en los casos concretos que se
traen a su decisión, comparándolas con el texto de la constitución para averiguar si guardan o
no su conformidad con ésta, y abstenerse de aplicarlas, si las encuentra en oposición con ella,
constituyendo esta atribución moderadora uno de los fines supremos y fundamentales del
poder judicial nacional y una de las mayores garantías con que se ha entendido asegurar los
derechos consignados en la constitución, contra los abusos posibles e involuntarios de los
poderes públicos”.

El control judicial de constitucionalidad, y la eventual declaración de inconstitucionalidad de


una norma o un acto, es un deber (u obligación) que implícitamente impone la constitución
formal a todos los tribunales del poder judicial cuando ejercen su función de administrar
justicia, o cuando deben cumplir dicha norma o dicho acto.

El control constitucional y la interpretación: 11. — Por lo que hemos explicado en el


capítulo III, es comprensible que el control de constitucionalidad va anexo a la interpretación
constitucional, porque es imposible controlar sin interpretar, ya que tanto es necesario
interpretar las normas de la constitución como las infraconstitucionales que se comparan con
ellas. A su vez, en muchos casos el control se liga asimismo a la integración, si es que se
tropieza con carencia histórica de norma o con carencia dikelógica. (Para esto, reenviamos al
acápite IV del cap. III).

La doctrina de la supremacía constitucional y la inconstitucionalidad “dentro” de la


constitución

12. — Hay doctrinas que dentro de la misma constitución efectúan una gradación o un
escalonamiento de sus contenidos en planos subordinantes y planos subordinados. Por
ejemplo, cuando a los principios y valores que contiene la constitución se los erige por encima
del resto de sus normas. Se habla, así, de relaciones intrajerárquicas. El resultado es éste: si
dentro de la constitución suprema hay cláusulas o normas que prevalecen sobre otras de su
mismo articulado, estas últimas son inconstitucionales (aunque formen parte de la
constitución) cuando infringen a las superiores. Es verdad que en nuestra constitución
reconocemos que, además de simples normas, hay, implícitamente, principios y valores (ver
cap. IV), pero tenemos hasta hoy por cierto que todos sus contenidos —en cuanto normas—
comparten la misma jerarquía suprema o, en otros términos, que dentro de la constitución no
existe un orden jerárquico de planos diferentes, por lo que no creemos que dentro de la
misma constitución una norma de ella pueda ser inconstitucional por incompatibilidad o
contradicción con algún principio o algún valor contenidos en el conjunto normativo de la
constitución.

13. — En la afirmación antecedente encaramos el tema dentro del texto unitario de la


constitución federal, pero conviene hacer algunas reservas. Así, si la constitución se reforma
transgrediendo el procedimiento ortodoxo que deriva de su art. 30, o vulnerando lo que para
nosotros son sus contenidos pétreos (suprimiéndolos o alterándolos esencialmente), las
normas que se insertan en la constitución por vía de tal reforma son inconstitucionales, pese a
haberse incorporado formalmente a la constitución. Más adelante tratamos la otra hipótesis
de la inconstitucionalidad de una norma de la constitución que mediante reforma
constitucional se incluyera en su texto en violación a un tratado internacional que, con
anterioridad, ha limitado al poder constituyente (ver nº 27).

14. — Si ahora pasamos a las constituciones provinciales, es evidente e indudable que, dentro
de nuestra estructura federal, pueden contener normas inconstitucionales cuando éstas
resultan lesivas de las pautas que desde la constitución federal se les impone a los
ordenamientos provinciales. (El tema de la relación de subordinación en virtud de la cual
acontecen tales eventuales incons-titucionalidades nos ocupará al explicar el federalismo.)

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