El sentido de la imaginación y la génesis del neuma sineciano
La vitalización de la imaginación en el Renacimiento patentaba un
grado de libertad en torno a ella. En efecto, siguiendo las huellas de Culianu, el advenimiento de un nuevo paradigma que concibe la realidad sin imágenes, y que finalmente se consolidaría con el sujeto cartesiano, como matriz de todo conocimiento, erosionarían lo que una determinada tradición reivindicó respecto a la raíz que ha posibilitado una apertura ontológica respecto a la realidad. En este sentido, el sentido de la imaginación es precisamente el dar luz a una cesura ontológica entre el ser humano con lo divino; esa luz que permite el eterno vínculo entre lo terrenal y lo espiritual. No obstante, la imaginación no sólo es una entrada al mundo de lo invisible, sino que además contribuye a dar un sentido y una orientación hermenéutica de la realidad. Robert Klein en su maravilloso libro «la forma y lo inteligible», muestra a la tradición que no olvidó a la imaginación como articulador entre lo sensible e inteligible, que no desemboca en la razón, sino en la memoria. “Una tradición arraigada, proveniente de Aristóteles y que dominó hasta el siglo VII, consideraba a la imaginación como la facultad del conocimiento insertada entre la sensibilidad y el entendimiento. Formaba parte de los «sentidos internos», grupo, o mejor, serie de funciones que comienzan con el sentido común y desembocan en la memoria, si seguimos el orden de transformaciones internas de las imágenes, o en el juicio, si seguimos el orden abstracción siguiente. Sería además mucho más exacto, en muchos casos, decir que la imaginación, identificada con la ratio en sentido amplio, es el nombre genérico de los sentidos internos en su conjunto”. 1 La tradición de la imaginación ratificaba a la fantasƒa como el fundamento del conocimiento en la psicología medieval y sobre todo en el Renacimiento. Del mismo modo, en la filosofía de Giordano bruno, en muchas ocasiones identificaba a la «imaginatio» como «ratio», y pensaba a la imaginación como el conjunto de los «sentidos internos». Esta consideración en torno a la imaginación le otorgaba no sólo un estatuto cognoscitivo, sino que a la vez ontológico, dado que se creía en el Renacimiento que el alma sólo se ve afectada por las imágenes, y que es por medio de ellas como el alma conoce. La idea del «fantasma» en el Renacimiento le otorgaba una real autonomía, en el sentido de que la imaginación es una facultad que es capaz de crear realidades, incluso no siendo afectada ni dependiente exclusivamente de los sentidos, puesto que la 1 Klein, Robert. La forma y lo inteligible. Pag. 60 imaginación era considerada incluso como una «réplica» de la razón. Radicalizando aún más el estatuto de la imaginación en desmedro de la razón, Klein plantea que en el Renacimiento se patenta un fenómeno en donde la imaginación incluso sustituye a la razón; es ahora la imaginación una facultad excelsa y autónoma. “la concepción clásica de la facultad imaginativa como conocimiento intermediario cambia profundamente en cuanto se interpreta desde el punto de vista neoplatónico, en cuanto el Nous de Plotino sustituye, en la escala de las funciones, al intelecto poseedor de los universales. Se trata entonces de un movimiento real de conversión y ascensión en el que la fantasía desempeña un papel eminente. […] Plotino había escrito que si la posibilidad de conversión es propia de alma humana individual, y no, por ejemplo, de las inteligencias superiores, es porque sólo esta alma posee la fantasƒa”. Por otro lado,