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Este artículo trata sobre la revolución en Rusia de 1917. Para otros usos de este término,
véase Revolución rusa (desambiguación).
Revolución rusa
Consejo de obreros de la fábrica Putílov, que empleaba a más de 35 000 personas y que constituyó
Gobierno previo
Gobierno resultante
El término Revolución rusa (en ruso, Русская революция, Rússkaya revolyútsiya) agrupa
todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista imperial y a la
instauración preparada de otro, leninista republicano, entre febrero y octubre de 1917, que
llevó a la creación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. El zar se vio
obligado a abdicar y el antiguo régimen fue sustituido por un Gobierno Provisional tras la
primera Revolución de Febrero de 1917 (marzo en el calendario gregoriano, pues
el calendario juliano estaba en uso en Rusia en ese momento). En la posterior Revolución de
Octubre, el Gobierno Provisional fue eliminado y reemplazado con un gobierno bolchevique de
tendencia comunista conocido como el Sovnarkom.
La Revolución de Febrero se focalizó, originalmente, en torno a Petrogrado (hoy San
Petersburgo). En el caos, los miembros del parlamento imperial o Duma asumieron el control
del país, formando el Gobierno provisional ruso. La dirección del ejército sentía que no tenían
los medios para reprimir la revolución y Nicolás II, el último emperador de Rusia, abdicó.
Los sóviets (consejos de trabajadores), que fueron dirigidos por facciones socialistas más
radicales, en un principio permitieron al gobierno provisional gobernar, pero insistieron en una
prerrogativa para influir en el gobierno y controlar diversas milicias. La revolución de febrero se
llevó a cabo en el contexto de los duros reveses militares sufridos durante la Primera Guerra
Mundial (1914-1918),1 que dejó a gran parte del ejército ruso en un estado de motín.
A partir de entonces se produjo un período de poder dual, durante el cual el Gobierno
provisional ruso tenía el poder del Estado, mientras que la red nacional de sóviets (consejos),
liderados por los socialistas y siendo el Sóviet de Petrogrado el más importante, tenía la
lealtad de las clases bajas y la izquierda política. Durante este período caótico hubo motines
frecuentes, protestas y muchas huelgas. Cuando el Gobierno Provisional decidió continuar la
guerra con Alemania, los bolcheviques y otras facciones socialistas hicieron campaña para
detener el conflicto. Los bolcheviques pusieron a milicias obreras bajo su control y los
convirtieron en la Guardia Roja (más tarde, el Ejército Rojo) sobre las que ejercían un control
sustancial.
En la Revolución de Octubre (noviembre en el calendario gregoriano), el Partido bolchevique,
dirigido por Vladímir Lenin, y los trabajadores y soldados de Petrogrado, derrocaron al
gobierno provisional, formándose el gobierno del Sovnarkom. Los bolcheviques se nombraron
a sí mismos líderes de varios ministerios del gobierno y tomaron el control del campo, creando
la Checa, organización de inteligencia política y militar para aplastar cualquier tipo de
disidencia. Para poner fin a la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, los líderes
bolcheviques firmaron el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania en marzo de 1918.
Posteriormente estalló una guerra civil en Rusia entre la facción «roja» (bolchevique) y
«blanca» (antibolcheviques) —esta última contó con el apoyo de las grandes potencias—, que
iba a continuar durante varios años, en la que los bolcheviques, en última instancia, salieron
victoriosos. De esta manera, la Revolución abrió el camino para la creación de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922. Pese a que muchos acontecimientos
históricos notables tuvieron lugar en Moscú y Petrogrado, también hubo un movimiento visible
en las ciudades de todo el estado, entre las minorías nacionales de todo el Imperio ruso y en
las zonas rurales, donde los campesinos se apoderaron de la tierra y la redistribuyeron.
La Revolución rusa fue un acontecimiento decisivo y fundador del «corto siglo XX»2 abierto
por el estallido del macroconflicto europeo en 1914 y cerrado en 1991 con la disolución de la
Unión Soviética. Objeto de simpatías y de inmensas esperanzas por unos (Jules Romains la
describió como «la gran luz en el Este» y François Furet como «el encanto universal de
octubre»), también ha sido objeto de severas críticas, de miedos y de odios viscerales.3 Sigue
siendo uno de los acontecimientos más estudiados y más apasionadamente discutidos de
la historia contemporánea.45
Índice
Previamente a 1917, el antiguo Imperio ruso se regía bajo un régimen zarista, autocrático y
represivo desde hacía tres siglos cuando, en 1613, se instauró en el país la dinastía Románov.
La abolición de la servidumbre promulgada en 1861 por parte del zar Alejandro II fue la
primera muestra de las fisuras del antiguo sistema feudal. Una vez liberados, los antiguos
siervos se desplazaron a las ciudades, convirtiéndose así en mano de obra industrial.
A comienzos del siglo XX, el desarrollo de la industria rusa era cada vez mayor, favoreciendo
el crecimiento de las ciudades y una creciente efervescencia cultural: el antiguo orden social
se tambaleaba, agravando las dificultades de los más pobres. Las industrias florecían y la
creciente clase obrera se aglutinaba principalmente en las ciudades, pero la prosperidad del
país no había representado beneficio alguno para la mayoría de la población.
La economía en su conjunto seguía siendo arcaica.6 El valor de la producción industrial
en 1913 era dos veces y media menor que el de Francia, seis veces menor que el
de Alemania y catorce veces menor que el de Estados Unidos.7 La producción agrícola
continuaba siendo deficiente y la falta de transportes paralizaba cualquier intento de
modernización económica.8 El PIB per cápita en aquella época era inferior al de Hungría o al
de España y, aproximadamente, suponía una cuarta parte del de Estados Unidos.9 Además, el
país estaba dominado sobre todo por capital extranjero, poseyendo este casi la mitad de las
acciones rusas.10 El proceso de industrialización fue violento y mal aceptado por los
campesinos, que habían sido bruscamente proletarizados. La clase obrera naciente, aunque
numéricamente pequeña, se concentraba en las grandes zonas industriales, lo que facilitó la
creciente conciencia revolucionaria.11
El Imperio ruso seguía siendo un país esencialmente rural (el 85 % de la población vivía en
zonas rurales). Si bien una parte de los campesinos, los kuláks, se había enriquecido y
constituido una especie de clase media rural con el apoyo del régimen; el número de
campesinos sin tierra había aumentado, creando así un auténtico proletariado rural receptivo a
ideas revolucionarias. Incluso después de 1905, un diputado de la Duma señaló que en
muchos pueblos, la presencia de chinches y cucarachas en los hogares se percibía como
signo de riqueza.12
San Petersburgo, capital del Imperio ruso en aquella época y cuna de las tres revoluciones.
Tras la escolarización llevada a cabo unos años antes, algunos obreros habían sido
convencidos por los ideales marxistas y otros pensamientos revolucionarios. Sin embargo, el
poder zarista se mostró inmóvil. En los siglos XIX y XX, varios movimientos organizados por
miembros de todas las clases sociales (estudiantes u obreros, campesinos o nobles) trataron
de derrocar al gobierno sin éxito. Algunos recurrieron al terrorismo y a los atentados políticos,
convirtiéndose los movimientos revolucionarios en objeto de dura represión, llevada a cabo
por la todopoderosa Ojrana, la policía secreta del zar. Muchos revolucionarios fueron
encarcelados o deportados, mientras que otros lograron escapar y unirse a las filas de los
exiliados. Desde esta perspectiva, la Revolución de 1917 es la culminación de una larga
sucesión de pequeñas revueltas. Las reformas necesarias, que ni las insurrecciones
campesinas, los atentados políticos y la actividad parlamentaria de la Duma habían logrado,
desembocaron en una revolución impulsada por el proletariado.
En 1905, tuvo lugar una primera revolución tras la derrota rusa ante Japón en la guerra ruso-
japonesa. El 22 de enero, se convocó una manifestación en San Petersburgo para exigir
reformas al zar Nicolás II, siendo esta duramente reprimida, en lo que se conoce como
el Domingo Sangriento. Se trató de un intento del pueblo ruso de liberarse de su zar y se
caracterizó por los levantamientos y la huelga por parte de los trabajadores y de los
campesinos. Estos formaron los primeros órganos de poder independientes de la tutela del
Estado: los sóviets y, especialmente, el Sóviet de San Petersburgo.
Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las causas de
la Revolución de Febrero. Cuando el país entró en guerra, todos los partidos políticos se
mostraron favorables a la participación en la contienda, con la excepción del Partido Obrero
Socialdemócrata, el único partido europeo junto al Partido Socialista del Reino de Serbia que
se negó a votar los créditos de guerra, aunque advirtió que no trataría de sabotear la actividad
bélica de la nación. Tras el comienzo del conflicto y después de algunos éxitos iniciales,
el Ejército Imperial Ruso tuvo que soportar graves derrotas (en Prusia Oriental, en particular).
Las fábricas no se mostraron lo suficientemente productivas, la red ferroviaria era ineficiente y
el suministro de armas y alimentos al Ejército fallaba. En el Ejército, los partes batían todas las
marcas: 1 700 000 muertos y 5 950 000 heridos; estallaron disturbios y decayó la moral de los
soldados. Estos soportaban mes a mes la incapacidad de sus oficiales —que llegó hasta el
punto de suministrar a unidades de combate munición no correspondiente con el calibre de
sus armas— y el empleo de la intimidación y los castigos corporales.
La hambruna se extendió entre la población civil y las mercancías comenzaron a escasear. La
economía rusa, que antes de la guerra contaba con la tasa de crecimiento más alta de
Europa,13 se encontraba aislada del mercado europeo. El Parlamento ruso (la Duma),
constituida por liberales y progresistas, advirtió al zar Nicolás II de estas amenazas contra la
estabilidad del Imperio y del régimen, aconsejándole formar un nuevo Gobierno constitucional.
El zar desoyó esta advertencia y perdió el liderazgo y el contacto con la realidad del país. La
impopularidad de su esposa, la emperatriz Alejandra —de origen alemán—, aumentó el
descrédito del régimen, hecho confirmado en diciembre de 1916 con el asesinato de Rasputin,
asesor oculto de la emperatriz, por parte del príncipe Félix Yusúpov, un joven noble.
Desde 1915-1916, proliferaron diversos comités que se hicieron cargo de todo aquello que el
deficiente Estado ya no asumía (abastecimiento, encargos, intercambios comerciales...). Junto
a las cooperativas o los sindicatos, estos comités se convirtieron en órganos de poder
paralelos. El régimen ya no controlaba el «país real».14
El mes de febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una revuelta
popular: invierno duro, escasez de alimentos, hastío hacia la guerra... La revolución se inició
con la huelga espontánea de los trabajadores de las fábricas de la capital, Petrogrado, a
principios de dicho mes. El 23 de febrero (8 de marzo según el calendario gregoriano),15 Día
Internacional de la Mujer, las mujeres de Petrogrado se manifestaron para exigir pan.
Recibieron el apoyo de los obreros, encontrando estos una razón para prolongar su huelga.
Ese día, pese a que se produjeron algunos enfrentamientos con la policía, no hubo ninguna
víctima.
Funerales por las víctimas de la Revolución el 5 de abril de 1917 (23 de marzo según el calendario
juliano) en Petrogrado.
Los días siguientes, las huelgas se generalizaron por todo Petrogrado y la tensión fue en
aumento. Las consignas, hasta el momento más discretas, se politizaron: «¡Abajo la guerra!»,
«¡Abajo la autocracia!».16 En esta ocasión, los enfrentamientos con la policía se saldaron con
víctimas en ambas partes.17 Los manifestantes se armaron sustrayendo armas de los puestos
de policía. Tras tres días de manifestaciones, el zar ordenó la movilización de
la guarnición militar de la capital para sofocar la rebelión. Los soldados resistieron las primeras
tentativas de confraternización y mataron a muchos manifestantes. Sin embargo, durante la
noche, parte de una compañía se sumó progresivamente a los insurgentes, que pudieron de
esta forma armarse más convenientemente. Entre tanto, el zar, sin medios para gobernar,
ordenó disolver la Duma y nombrar un comité interino.
Todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado se unieron a la revuelta. Fue el triunfo
de la revolución. Presionado por el Estado Mayor, el zar Nicolás II abdicó el 2 de marzo: «Se
deshizo del imperio como un comandante de un escuadrón de caballería».18 Su hermano, el
gran duque Miguel Aleksándrovich, rechazó al día siguiente la corona. Fue el fin del zarismo y
se produjeron las primeras elecciones al sóviet de los trabajadores de la capital, el Sóviet de
Petrogrado. El primer episodio de la revolución se había saldado con más de un centenar de
víctimas, principalmente manifestantes,19 mas la caída rápida e inesperada del régimen, con
unas pérdidas humanas relativamente pequeñas, suscitó en el país una ola de entusiasmo y
un sentimiento de liberación.
La dualidad de poderes[editar]
El periodo posterior a la abdicación del zar fue a la vez confuso y de entusiasmo entre la
población. El Gobierno provisional sucedió al zarismo rápidamente, mientras que la revolución
ganaba profundidad y la masa de trabajadores y campesinos se politizaba.
Los sóviets, nacidos de la voluntad popular, no se atrevieron a contradecir de primeras al
Gobierno provisional, pese a su inmovilidad y su actuación en la guerra.20 Sin embargo, el
pequeño Partido Bolchevique, liderado por Lenin quien había vuelto del exilio en Suiza en el
mes de abril, fue quien impuso una radicalización estratégica, se hizo portavoz del creciente
descontento general y se convirtió en depositario de las aspiraciones populares, mientras que
los partidos revolucionarios rivales se desacreditaban entre ellos, alimentando así el peligro
contrarrevolucionario.
«El país más libre del mundo»[editar]
La caída de la monarquía se sintió como una liberación sin precedentes. En Rusia se abrió un
periodo de intensa alegría popular y de fermentación revolucionaria. Un frenesí por hablar y
exponer las ideas propias se instaló en todos los estratos sociales. Las reuniones fueron
diarias y los oradores se sucedían de manera casi interminable. Se multiplicaron los desfiles y
las manifestaciones. Decenas de miles de cartas, con direcciones y peticiones se enviaban
cada semana desde todos los puntos del territorio para dar a conocer el apoyo, las quejas o
las reclamaciones del pueblo. Se dirigían principalmente al nuevo Gobierno provisional y
al Sóviet de Petrogrado.
Más allá de las expectativas inmediatas, lo que dominaba era el rechazo a toda forma de
autoridad, lo que permitió a Lenin hablar de la Rusia de aquellos meses como «el país más
libre del mundo», como describió Marc Ferro:
En Moscú, los trabajadores obligan a su patrón a aprender las bases del futuro derecho obrero;
en Odesa, los estudiantes dictaban a su profesor el nuevo programa de historia de las civilizaciones;
en Petrogrado, los actores sustituyeron a su director de teatro y escogieron el próximo espectáculo; en
el ejército, los soldados invitaban al capellán a sus reuniones para que este diera sentido a sus vidas.
Incluso los niños menores de catorce años reivindicaban el derecho de aprender boxeo para hacerse
escuchar ante los mayores. Era el mundo al revés.21
Reunión de soldados rusos en Finlandia en marzo de 1917.
Estas primeras semanas llenas de esperanza y generosidad fueron muy pacíficas, tanto en las
ciudades como en las zonas rurales. Ninguna represalia, oficial o espontánea, se tomó contra
los antiguos siervos del zar, teniendo incluso derecho estos a trasladar su residencia o
exiliarse. El Gobierno provisional abolió la pena de muerte, ordenó la apertura de las prisiones,
permitiendo el retorno de los exiliados por cualquier motivo (incluido Lenin) y proclamó las
libertades fundamentales: de prensa, de reunión y de conciencia (en la práctica ya adquirida
tras la Revolución de Febrero). El antisemitismo de Estado desapareció; la Iglesia Ortodoxa
Rusa, bajo la tutela del Estado desde tiempos de Pedro I el Grande, pudo reunir libremente un
consejo que, en el verano de 1917, restableció el Patriarcado de Moscú. En el ejército,
la orden n.º 1, expedida por el Sóviet de Petrogrado, que contaba con la mayoría
de socialrevolucionarios y mencheviques, prohibió el acoso humillante de los oficiales a los
soldados e instauró los derechos de reunión, petición y prensa.22
Por último, la manifestación más clara de la emancipación de la sociedad civil fue, por
supuesto, la creación espontánea de los sóviets (consejos) de obreros, campesinos, soldados
y marineros, que cubrieron en una semana la práctica totalidad del país. Estas asambleas,
que ya habían surgido en 1905, paliaron la escasez de organizaciones habituales
en Occidente (partidos, sindicatos...) debida a la represión zarista. Fueron órganos
de democracia directa que pretendían ejercer un poder autónomo, y, ante la posibilidad de que
el Gobierno Provisional llevara a cabo una contrarrevolución, velaron por la preservación y la
ampliación de las conquistas de la Revolución de Febrero.
El Gobierno Provisional y los sóviets[editar]
La Duma eligió un Gobierno provisional encabezado por Mijaíl Rodzianko, un exoficial del zar
del Partido Octubrista, monárquico y rico terrateniente. Desde el 15 de marzo, la dirección de
dicho Gobierno fue tomada por Gueorgui Lvov, un liberal progresista del Partido Democrático
Constitucional.
Por ello, pese a que la revolución había sido encabezada por los obreros y los soldados, el
poder estaba en manos de un Gobierno provisional dirigido por políticos liberales del Partido
Democrático Constitucional (llamado KD o Kadete), el partido de la burguesía liberal. Mas, en
realidad, era preciso transigir con los sóviets. En las ciudades y pueblos, con el anuncio de la
revolución en la capital, se formaron sóviets al tiempo que los notables que regían en nombre
del zar fueron destituidos. Desde principios de marzo, los sóviets ya estaban presentes en las
principales ciudades, y en abril y mayo se extendieron a las zonas rurales. Los sóviets eran
unas asociaciones donde los trabajadores acudían a discutir sobre la situación y al mismo
tiempo un órgano de gobierno.
El programa del Sóviet de Petrogrado recogía el firmar la paz de manera inmediata y poner fin
así a la Primera Guerra Mundial, otorgar la propiedad de la tierra a los campesinos, la
implantación de la jornada laboral de ocho horas y el establecimiento de una república
democrática. Este programa resultaba inaplicable para la burguesía liberal que asumió el
poder tras la revolución, que no firmó la paz, ni revisó la propiedad de las tierras ni acortó la
jornada laboral.
Además, el Gobierno consideró (así como parte de los dirigentes de los sóviets y de los
partidos revolucionarios) que solo la futura Asamblea Constituyente elegida por sufragio
universal tenía derecho a decidir sobre la propiedad de la tierra y el sistema social. Pero la
ausencia de millones de votantes, que se encontraban combatiendo en el frente, retrasó
la celebración de las elecciones (sobre todo porque el Gobierno continuaba con la guerra). La
realización de las reformas fue continuamente aplazada sine die. La situación llegó hasta tal
punto, que el Gobierno se abstuvo de proclamar oficialmente la República antes de
septiembre. Tomó así el riesgo de decepcionar peligrosamente a la población. Por añadidura,
no podía gobernar sin el apoyo de los sóviets, que contaban con el respaldo y la confianza de
la gran masa de trabajadores.23
Los sóviets estaban dominados por los socialistas, los mencheviques y socialrevolucionarios.
Los bolcheviques, a pesar de su nombre —en ruso, «mayoritarios»—, eran una minoría. Por
aquel momento, los sóviets, incluido el de Petrogrado, demostraron un apoyo moderado al
Gobierno provisional y no continuaron reclamando las reformas más radicales, lo que obliga a
matizar la noción habitual de «dualidad de poderes». La confluencia entre el Sóviet de
Petrogrado y el Gobierno provisional cristalizó en la figura de Aleksandr
Kérenski, socialrevolucionario, vicepresidente del Sóviet de Petrogrado y ministro de Justicia y
Guerra.
Casi todos los revolucionarios, especialmente los de la escuela marxista, creían que
la revolución proletaria era prematura en un país económicamente atrasado y rural.24 En su
opinión, Rusia solo estaba preparada para una revolución burguesa, ya que el proletariado era
demasiado débil y muy reducido. La revolución debía limitarse primeramente a las tareas que
el análisis marxista asignaba a la revolución burguesa, cumplidas por la Revolución
Francesa en 1789: el fin del feudalismo y la reforma agraria. Desde este punto de vista, los
sóviets se concebían como «fortalezas proletarias» ubicadas en el corazón de la «revolución
burguesa»25 dedicadas a velar por la realización de las reivindicaciones populares, y
posteriormente, preparar la transición al socialismo, además de prevenir una posible
contrarrevolución monárquica o la ruptura con la burguesía.
Pese a ello, esto no respondió a la urgencia que las masas exigían para ver colmadas sus
aspiraciones. Los partidos revolucionarios corrían el peligro de incurrir en el mismo descrédito
popular que el Gobierno provisional.
El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio, provocó una
decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al general Alekséi Brusílov, el mejor
comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el fracaso se hizo patente y los soldados se
negaron a situarse en primera línea de combate. El Ejército entró en descomposición,
las deserciones se multiplicaron, las protestas en la retaguardia se acrecentaron y la
popularidad de Kérenski comenzó a degradarse.28
Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados situados en la
capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con los obreros, se
manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de Petrogrado tomaran el poder.
Desbordados por la situación, los bolcheviques se manifestaron en contra de un levantamiento
prematuro, argumentando que era demasiado pronto para derrocar al Gobierno provisional:
los bolcheviques solamente eran mayoritarios en Petrogrado y Moscú, mientras que los
partidos socialistas moderados mantenían una influencia importante en el resto del país.
Preferían dejar que el Gobierno prosiguiera con sus actividades para demostrar así su
incapacidad para gestionar los problemas suscitados tras la revolución: la firma de la paz, la
jornada de ocho horas y la reforma agraria.
El aumento de la reacción[editar]
La represión, sin embargo, se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue encarcelado, Lenin se
vio obligado a huir y a refugiarse en Finlandia y el periódico bolchevique Rabochi i
Soldat (Obrero y Soldado) fue prohibido. Los regimientos de artilleros que habían apoyado la
Revolución de Febrero se disolvieron, siendo enviados al frente en pequeños destacamentos,
al tiempo que los obreros eran desarmados. 90 000 hombres tuvieron que abandonar
Petrogrado; se encarceló a los «agitadores» y se restauró la pena de muerte, abolida en
febrero. En el frente, la reanudación de las hostilidades se inició tras la repentina libertad
otorgada por la Orden n.º 1 en febrero. Así, el 8 de julio, el general Kornílov, que comandaba
las operaciones del frente sudoriental, dio la orden de abrir fuego de ametralladora y artillería
contra los soldados que abandonaran el frente. Desde el 18 de junio al 6 de julio, la ofensiva
en este frente se saldó con 58 000 muertes, sin éxito.
La reacción aumentó, con el zarismo levantando la cabeza; produciéndose pogromos en las
zonas rurales. El socialrevolucionario (eser) Kérenski sucedió a Gueorgui Lvov, demócrata
constitucional (kadete), al frente del Gobierno provisional tras las Jornadas de Julio, pero fue
perdiendo progresivamente la consideración de las masas populares y parecía incapaz de
contener el crecimiento de la reacción.
El levantamiento de Kornílov[editar]
Artículo principal: Golpe de Kornílov
El general Lavr Kornílov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kérenski. Aunque el
Ejército se descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina férrea anterior: en abril,
dio órdenes de disparar a los desertores y de mostrar los cadáveres con señales en las
carreteras, amenazó con penas severas a los agricultores que osaran tomar los dominios
señoriales. Kornílov, renombrado monárquico, era en realidad un republicano indiferente a la
restauración del zar, y un hombre del pueblo (hijo de cosacos y no aristócrata), lo que era raro
en aquella época entre la casta militar. Ante todo nacionalista, deseaba la continuación de
Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del Gobierno provisional o sin él. Mucho
más bonapartista o incluso prefascista que monárquico,29 no se convirtió tan rápidamente en
la esperanza de las antiguas clases dirigentes, nobleza y alta burguesía, y de todos aquellos
que anhelaban un retorno al orden, o simplemente un castigo severo a los bolcheviques
derrotistas.
En las fábricas y en el Ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando forma. Los
sindicatos, donde los bolcheviques eran mayoría (pese a la represión), organizaron una
huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión aumentaba poco a poco, con la
radicalización de los discursos de los diferentes partidos. Así, el 20 de agosto, ante el Comité
Central del Partido KD, su líder, Pável Miliukov, dijo: «El pretexto lo proporcionarán los
motines producidos por el hambre o por la acción de los bolcheviques, en todo caso la vida
empujará a la sociedad y a la población a contemplar la inevitabilidad de una cirugía.» La
Unión de oficiales del ejército y de la marina, organización influyente en la parte superior del
cuerpo del Ejército ruso y financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento de
una dictadura militar. En el frente, el capitán Muraviov, miembro del Partido Social-
Revolucionario, formó varios batallones de la muerte y aseguró que «estos batallones no
están destinados a ir al frente, sino a Petrogrado, donde ajustarán cuentas con los
bolcheviques».30
A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado, enviando tres
regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo de aplastar los sóviets y
las organizaciones obreras para devolver a Rusia al contexto bélico. Ante la incapacidad del
Gobierno Provisional para defenderse, los bolcheviques organizaron la defensa de la capital.
Los obreros cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas,
provocando que el contingente se disolviera.
Las consecuencias del intento de golpe fueron importantes: las masas se rearmaron, los
bolcheviques pudieron salir de su semiclandestinidad y en julio, los presos políticos, incluido
Trotski, fueron puestos en libertad por los marineros de Kronstadt. Para sofocar el golpe,
Kérenski solicitó la ayuda de todos los partidos revolucionarios, aceptando la liberación y el
rearme de los bolcheviques. Perdió el apoyo de la derecha, que no le perdonaba el haber
sofocado el intento de golpe, pero sin obtener al tiempo el de la izquierda, que lo consideraba
demasiado indulgente en cuanto a las represalias hacia los cómplices de Kornílov, y mucho
menos el apoyo de la extrema izquierda bolchevique, en la que Lenin, desde su escondite, dio
la orden de no apoyar a Kérenski y de limitarse a luchar contra Kornílov.
Ebullición popular, explosión campesina y crecimiento de los
bolcheviques[editar]
Poco a poco, los obreros y los soldados se fueron convenciendo de que no podía haber una
reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido por Kornílov y el nuevo. El golpe
y la caída del Gobierno Provisional, que dio a los sóviets la dirección de la resistencia,
fortaleció y reforzó la autoridad y la presencia en la sociedad de los bolcheviques. Su prestigio
iba en aumento: apremiados por la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los
sindicatos se alinearon con los bolcheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado ya era
mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como su presidente el 30 de septiembre.
Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: así, en las elecciones
de Moscú, entre junio y septiembre, el PSR pasó de 375 000 a 54 000 votos,
los mencheviques de 76 000 a 16 000 y el KD de 109 000 a 101 000 sufragios, mientras que
los bolcheviques aumentaron de 75 000 a 198 000 votos. El lema «Todo el poder para los
sóviets» fue utilizado más allá del ámbito bolchevique, siendo usado por obreros del PSR o
por los mencheviques. El 31 de agosto, el Sóviet de Petrogrado y otros 126 sóviets votaron
una resolución en favor del poder soviético.
La revolución continuaba y se aceleraba, especialmente en las zonas rurales. Durante el
verano de 1917, los agricultores adoptaron medidas, tomando las tierras de los señores, sin
esperar a la prometida reforma agraria y retrasada de forma constante por el Gobierno. El
campesinado ruso, de hecho, regresó a su larga tradición de grandes levantamientos
espontáneos (los bunts), que ya habían marcado el pasado nacional, como las revueltas
protagonizadas por Stenka Razin en el siglo XVII o Yemelián Pugachov en tiempos
de Catalina II. No siempre violentas, estas ocupaciones masivas de tierras fueron a menudo el
escenario de levantamientos espontáneos donde las propiedades de los maestros eran
quemadas, llegando ellos mismos a ser maltratados o asesinados. Estos inmensos
levantamientos campesinos, sin duda los más importantes de la historia europea, consiguieron
que las tierras se compartieran sin que el gobierno condenara ni ratificara el movimiento.
Sabiendo que la «repartición negra» (nombre de la antigua organización naródnik Repartición
Negra) estaba cumpliéndose en sus pueblos, los soldados, de origen mayoritariamente
campesino, desertaron en masa con el fin de poder participar a tiempo en la nueva distribución
de las tierras. La acción de la propaganda pacifista y el desaliento tras el fracaso de la última
ofensiva del verano hicieron el resto. Las trincheras se vaciaron poco a poco.
Así, los bolcheviques, a los que todavía se los calificaba en junio como «insignificante puñado
de demagogos»31 controlaban la mayor parte del país. Desde junio de 1917, en una sesión del
1.er Congreso Panruso de los Sóviets, Lenin ya había anunciado abiertamente —durante una
célebre discusión con el menchevique Irakli Tsereteli— que los bolcheviques estaban
dispuestos a tomar el poder, pero que por el momento sus palabras no habían sido tomadas
en serio.32
Octubre de 1917[editar]
Artículo principal: Revolución de Octubre
En octubre de 1917, Lenin y Trotski consideraron que había llegado el momento de terminar
con la situación de doble poder. La coyuntura les era oportuna por el gran descrédito y el
aislamiento del Gobierno provisional, ya reducido a la impotencia, así como por la impaciencia
de los propios bolcheviques.
La insurrección[editar]
Los debates en el seno del Comité central del Partido bolchevique con el objetivo de que este
organizara una insurrección armada y tomara el poder eran cada vez más intensos. Algunos
en torno a Kámenev y Zinóviev consideraban que todavía había que esperar, porque el partido
ya estaba asentado en la mayoría de los sóviets, y se encontraría, según su opinión, aislado
en Rusia y en Europa si tomaba el poder de manera individual y no dentro de una coalición de
partidos revolucionarios. Lenin y Trotski consiguieron superar estas reticencias internas y el
Comité aprobó y pasó a organizar la insurrección que Lenin fijó para la víspera del 2.º
Congreso de los Sóviets, que debía reunirse el 25 de octubre.
Se creó un Comité Militar Revolucionario en el seno del Sóviet de Petrogrado, siendo dirigido
por Trotski, presidente del mismo. Se componía de obreros armados, soldados y marineros.
Aseguraba el apoyo o neutralidad de la guarnición militar de la ciudad y la preparación
metódica de la toma de los puntos estratégicos de la ciudad. La preparación del golpe se hizo
prácticamente a la vista de todo el mundo, ya que todos los planes que se ofrecieron a
Kámenev y Zinóviev se podían encontrar disponibles en los periódicos, y el propio Kérenski
solamente esperaba que el enfrentamiento final terminara con la situación.33
Proclama del Comité Militar Revolucionario de Petrogrado anunciando la deposición del Gobierno
Provisional.
De hecho, para los bolcheviques, la reforma agraria era lo que se encontraba en el orden del
día y no la construcción de una sociedad socialista, que parecía imposible en un país tan
pobre. Conscientes de que no podían gobernar sin el apoyo de las masas rurales, la gran
mayoría del país, los bolcheviques convocaron del 10 al 16 de noviembre un congreso
campesino. A pesar de la presencia de una mayoría socialrevolucionaria hostil a los
bolcheviques, este último ratificó el Decreto sobre la Tierra y apoyó al nuevo gobierno,
consagrando la unión entre el proletariado urbano y el campesinado.
Así, en los dificilísimos meses que precedieron al Tratado de Brest-Litovsk, el nuevo poder
había conseguido evitar el peligro de enfrentarse a las masas rurales, teniendo en cuenta que
tenía que hacer frente a la hostilidad de los monárquicos, de los liberales y de la mayor parte
de los grupos socialistas. Pero el régimen heredó el catastrófico problema de abastecimiento
de las ciudades, que ya había derribado a Nicolás II y a Kérenski. La necesidad de hacer
pedidos de cereales para sobrevivir traía consigo el germen de un grave conflicto con el
campesinado. Los sóviets organizaron en la primavera de 1918 destacamentos de
trabajadores, destinados a llevar a cabo las requisas en el campo, la llamada prodrazviorstka.
La violencia era frecuente en sus métodos y en la resistencia campesina,53 produciendo a su
vez un descenso significativo de la producción agrícola. Posteriormente, los Blancos, a pesar
de proclamar el libre comercio, también se vieron obligados a recurrir a las requisas forzadas.
Primeros combates de la Guerra Civil (otoño de 1917) [editar]
Artículo principal: Guerra Civil Rusa
Si la revolución fue un éxito en Petrogrado, la tentativa de tomar Moscú del 28 de octubre al 2
de noviembre se encontró con una violenta resistencia. Los bolcheviques ocuparon el Kremlin,
pero los dirigentes locales de su partido dudaron y firmaron una tregua con la autoridad
socialrevolucionaria de la ciudad antes de evacuar el edificio. Las tropas gubernamentales
aprovecharon la oportunidad de ametrallar a los trescientos miembros de la Guardia Roja y
obreros desarmados que abandonaban el edificio, siguiendo órdenes del alcalde
socialrevolucionario Vadim Rúdnev.54 Hizo falta una semana de combates encarnizados antes
de que los bolcheviques, conducidos por el joven Nikolái Bujarin, finalmente se apoderaran del
Kremlin y tomaran el control de la ciudad. Sus opositores, socialrevolucionarios y
monárquicos, dirigieron una represión sangrienta.
El 12 de noviembre, el nuevo poder hizo fracasar la tentativa de reconquista de
Petrogrado llevada a cabo por Kérenski y los cosacos del general Krasnov. Por su parte, el
Gran Cuartel general (la stavka) del Ejército ruso anunció el 31 de octubre su voluntad de
marchar sobre Petrogrado «con el objetivo de restablecer el orden». Reunido de nuevo por los
dirigentes del Partido Social-Revolucionario, Chernov y Gots, pero abandonado por sus
tropas, el Estado Mayor debió huir el 18 de noviembre.
En las semanas siguientes, miles de junkers (cadetes) y funcionarios como Kornílov, huido, se
reunieron en la República del Don. Se formó el Ejército de Voluntarios, dirigido por el general
zarista Mijaíl Alexéyev. Reprimió con sangre los levantamientos obreros de Rostov del
Don y Taganrog, el 26 de noviembre y el 2 de enero, pero fue desmembrado por la guerrilla de
la Guardia Roja llegada a modo de refuerzos desde las dos capitales. Al conocer la derrota de
los blancos, Lenin creyó que podía exclamar, a 1 de abril de 1918, que la Guerra Civil había
terminado.
Otros combates se llevaron a cabo en Kubán, donde el poder de los sóviets se trasladó
a Krasnodar. En cuanto a la sublevación de los cosacos del Ural, se saldó con un fracaso. En
el frente rumano, el ejército se dividió en destacamentos blancos, que se unieron al ejército de
los blancos de Denikin, y en regimientos rojos.
El problema de la coalición[editar]
Artículo principal: Negociaciones Vikzhel
Desarrollo de la guerra civil rusa. Territorios bajo control bolchevique en 1918; países que obtuvieron su
independencia durante el conflicto; máximo avance de las fuerzas blancas
La guerra civil rusa no enfrentó solamente al joven Ejército Rojo contra los «ejércitos blancos»
monárquicos apoyados por los ejércitos extranjeros. Su violencia extrema no se debió
tampoco al impacto entre el «terror blanco» y el «terror rojo». Se trató de una guerra de los
campesinos contra las ciudades y contra toda autoridad exterior al pueblo y al campo. Así fue
como el «Ejército Verde», constituido por campesinos que rechazaban los reclutamientos
forzados y los requerimientos, se enfrentó al Ejército Rojo y a los blancos.
A estos combates se sobrepusieron un importante conflicto de generaciones (los jóvenes
campesinos decepcionados de las ciudades o los ejércitos deseosos de desembarazarse de la
tutela de la familia patriarcal, convirtiéndose en los agentes más determinantes de la
revolución en el campo),68 la acción de las minorías nacionales que procuraban emanciparse
de la vieja tutela rusa, la intervención de ejércitos extranjeros (como la de la nueva Segunda
República Polaca en la guerra polaco-soviética), o incluso las tentativas de los revolucionarios
antibolcheviques. Pero las expectativas de los opositores socialrevolucionarios, del comité de
los ex constituyentes, mencheviques, o incluso de los anarquistas en un tiempo dueños de
Ucrania durante la Revolución majnovista, jamás se hallaron en situación de prevalecer.
Mediante las reuniones, la fuerza o la represión, los bolcheviques impusieron su hegemonía
sobre la revolución, como los Blancos sobre la oposición a la revolución.
Confusa y caótica, la Guerra Civil Rusa se caracterizó por la desintegración del Estado y de la
sociedad bajo la acción de fuerzas centrífugas. La victoria bolchevique significó, en una Rusia
arruinada y exhausta, la reconstrucción de un Estado bajo la autoridad de un partido único sin
rivales ni enemigos y dotado de un poder absoluto. En particular, se forjó un nuevo Estado
policial en torno a la Checa en el transcurso de la Guerra Civil y del terror rojo.
Todo ello en detrimento de los sueños de las Revoluciones de Febrero y de Octubre, que
habían rechazado toda autoridad y visto confirmarse la autonomía de una sociedad civil, en lo
sucesivo muy duramente magullada, agotada y de nuevo sometida al poder.
El Ejército Rojo contra el Ejército Blanco[editar]
El 23 de febrero de 1918, Trotski fundó el Ejército Rojo. Organizador enérgico y competente,
buen orador, atravesó el país a bordo de su tren blindado y voló de un frente al otro para
restablecer por todas partes la situación militar, galvanizar las energías y desplegar un
esfuerzo enorme de propaganda destinada a los soldados y las masas. Restableció el servicio
militar y aplicó una disciplina de hierro hacia los enemigos y los desertores.
A pesar de las reacciones negativas de numerosos viejos bolcheviques, Trotski no vaciló
tampoco en reciclar por millares a los antiguos oficiales zaristas. Catorce mil de ellos (el 30 %
del total) aceptaron servir al nuevo poder a veces por fuerza (su familia respondería por su
lealtad, en virtud de la «ley de rehenes»), pero también en nombre de la continuidad del
Estado y de la salvación de un país amenazado por la anarquía y el desmembramiento.
Estaban flanqueados por comisarios políticos bolcheviques que vigilaban su acción.
El Ejército Rojo controlaba solamente un territorio del tamaño del antiguo Principado de
Moscú cercado de todas partes, pero contaba con la ventaja de su superior disciplina y
organización, de su posición central, de formar un bloque cohesionado, de disponer de ambas
capitales —Moscú y Petrogrado— y de las mejores carreteras y vías de ferrocarril.
Los Blancos de Kolchak, Yudénich, Denikin o Wrangel se encontraban divididos e incapaces
de coordinar sus ofensivas. Principalmente, no tenían nada que ofrecer a la población salvo la
vuelta a un antiguo régimen unánimemente detestado, la restitución de las tierras a los
antiguos propietarios, la negativa a toda concesión a las minorías nacionales y
los pogromos antisemitas responsables de cerca de 150 000 muertos.69 Las masas finalmente
dejaron ganar a los bolcheviques, aunque los golpes violentos tampoco faltaron entre ellas y
estos últimos.
Campañas contra las ciudades: el Ejército Verde[editar]
Artículo principal: Rebelión de Tambov
Tanto el Ejército Rojo como los Ejércitos Blancos sufrieron las acciones de guerrillas
campesinas. El llamado Ejército Verde estaba compuesto por campesinos que rechazaban el
reclutamiento en ambos ejércitos, las requisas forzadas y la restitución de las tierras a los
antiguos propietarios de bienes inmuebles deseada por los Blancos.
Los desertores de ambos ejércitos, extremadamente numerosos, fueron un vivero esencial del
Ejército Verde. En 1919-1920, había no menos de tres millones de desertores de los cinco
millones de reclutas del Ejército Rojo; entre la mitad y dos tercios consiguieron escapar de las
búsquedas, detenciones y de la reintegración forzada en el ejército, reuniéndose con
frecuencia los combatientes verdes en los bosques.70 Los Blancos generalmente fusilaban a
los desertores sin otro proceso.
Después de la derrota de los Blancos a finales de 1920, la paz volvió realmente a Rusia
solamente en 1921-1922, tras el aplastamiento de las grandes rebeliones campesinas como la
conducida por el socialrevolucionario Antonov en Tambov a mediados de 1921, la destrucción
de los ejércitos verdes (tiempo atrás dueños de territorios inmensos, como en Siberia oriental,
donde controlaron hasta un millón de km²) y el compromiso de la NEP (marzo de 1921),
aprobada por el régimen bolchevique y los campesinos.
Minorías nacionales contra los rusos[editar]
Los dirigentes de la República montañesa fundada durante la Guerra Civil. Rusia se descomponía en
decenas de gobiernos más o menos efímeros, mientras que innumerables campesinos volvían a
la autarquía.
Desde finales de 1917, animadas por el «decreto de las nacionalidades», que preveía la
posibilidad de separarse de Rusia, Finlandia y Polonia proclamaron su independencia.
En Ucrania, la Rada (consejo) de Kiev le confió desde 1917 al socialista y nacionalista Symon
Petlyura la constitución de un ejército nacional, y rompió con Moscú tras la Revolución de
Octubre. En las elecciones para elegir una asamblea constituyente, los mencheviques
obtuvieron la mayoría de los votos en Georgia, proclamando la independencia y constituyendo
un gobierno internacionalmente reconocido, incluso por Moscú, en 1920: la República
Democrática de Georgia, dirigida por Noe Jordania. Por el contrario, Letonia votó en un 72 %
por los bolcheviques. Los letones tenían una numerosa presencia en la Guardia Roja,
el Ejército Rojo y la Checa. Sin embargo, los países bálticos ya se habían independizado en el
transcurso de la Primera Guerra Mundial.71
Numerosos en todos los partidos y movimientos revolucionarios, los judíos eran abusivamente
relacionados con los bolcheviques por la contrarrevolución. Los Ejércitos Blancos o el Ejército
Petlyura realizaron pogromos antisemitas sistemáticos y a gran escala, de una violencia
mortífera y sin precedente, para entonces, en la historia europea. El número de muertos
asciende a cerca de 150 000, a los que se deben añadir numerosas violaciones, robos y
vandalismos. En cuanto a los bolcheviques, situaron el sionismo y el bundismo fuera de la ley.
Los Blancos negaban toda concesión a las minorías y combatían tanto a los ejércitos
nacionales como a las tropas bolcheviques. Entre 1920 y 1922, por su parte, el Ejército Rojo
invadió Asia Central, Armenia, Georgia e incluso Mongolia, y reforzó la influencia ruso-
soviética sobre estos territorios. Sin ir más lejos, la República Popular de Mongolia, satélite de
la URSS, se fundó en 1924. Los cosacos, que constituían el núcleo duro del antibolchevismo,
fueron deportados en bloque y vieron suprimidos sus privilegios.
En Ucrania, el Ejército Rojo también se volvió contra sus antiguos aliados, los anarquistas del
ejército de Néstor Majnó: a partir de finales de 1920, atacó brutalmente la experiencia
inédita majnovista. Este movimiento campesino de masas había conseguido dotarse de un
ejército insurrecto capaz de hacer frente durante tres años a la vez a fuerzas austro-alemanes,
a los Blancos de Denikin y Wrangel, al ejército de la República Nacional Ucraniana dirigida por
Petlyura y al Ejército Rojo.
Intervenciones extranjeras y guerra polaco-soviética[editar]
Artículos principales: Guerra Polaco-Soviética e Intervención aliada en la Guerra Civil Rusa.
Afectados por el Tratado de Brest-Litovsk, ejércitos occidentales y japoneses intervinieron
primeramente para impedir la desaparición total del frente oriental (mediados de 1918). Tras la
derrota de Alemania, su intervención tomó un carácter más hostil hacia la revolución y el
régimen bolchevique, apoyando y dotando de armamento a los Blancos por miedo al contagio
bolchevique. De 1918 a 1920, la Rusia roja se vio sometida a un drástico embargo por parte
de las potencias capitalistas. Sin embargo, las derrotas de los Blancos y la simpatía de las
clases populares de su país con respecto a la Revolución rusa obligaron a las grandes
potencias a abandonar. Así, el motín de la flota francesa estacionada en el mar Negro,
orquestado por André Marty y Charles Tillon, contribuyó en marzo de 1919 a que el Gobierno
francés renunciara a proseguir la lucha. Para el historiador Orlando Figes, «las promesas de
ayuda aliada eran simplemente palabras en el aire. El compromiso de las potencias
occidentales jamás proporcionó gran cosa desde un punto de vista material y sufrió siempre
de una falta de intención muy clara».72
En 1920, la joven Segunda República Polaca invadió Rusia para establecer sus fronteras más
allá de la línea Curzon. El contraataque victorioso del Ejército Rojo llenó de esperanza a los
bolcheviques: la toma de Varsovia abriría el camino de Berlín y permitiría exportar la
revolución por las armas. Pero el 15 de agosto de 1920, el «Milagro del Vístula» permitió al
general Piłsudski repeler la invasión. Percibiendo al Ejército Rojo como un ejército
eminentemente ruso y no revolucionario, los obreros polacos apoyaron decididamente a
Piłsudski.
Terror Blanco contra Terror Rojo[editar]
Artículos principales: Terror Rojo y Terror Blanco.
La Rusia zarista tenía la tradición más fuerte de Europa en cuanto al uso de la violencia social
y política, agravada por el «brutalización» de la sociedad durante la Primera Guerra Mundial.73
A partir de mediados de 1917, la explosión revolucionaria, hasta entonces muy poco violenta,
se tradujo entre los campesinos rebelados en la matanza de cierto número de terratenientes y
el saqueo de sus residencias. La guerra civil que estallaba iba a servir de válvula de escape
para muchos rencores fruto de siglos de opresión social, a los miedos de las antiguas élites
privilegiadas, o a los reglamentos personales de cuenta. Practicantes del terrorismo individual
desde el siglo XIX, los revolucionarios como los miembros del Partido Social-Revolucionario
no hicieron más que reutilizar las mismas armas contra los bolcheviques (Fanni Kaplán, red
de Borís Sávinkov). Rojos y Blancos rivalizaban en declaraciones incendiarias y se mostraban
preparados para la violencia radical.
Los Blancos se enajenaron rápidamente las poblaciones encarcelando y masacrando
sistemáticamente a nacionalistas, demócratas, judíos, sindicalistas, revolucionarios
moderados y, por supuesto, bolcheviques, sin olvidar a simples sospechosos, abatidos ante la
menor duda. Restituyeron las tierras a los antiguos propietarios de bienes inmuebles y no
vacilaron en quemar o destruir pueblos enteros, siendo sometidos los campesinos a castigos
corporales humillantes. Sus tropas a menudo se desacreditaban desde su llegada a fuerza de
violaciones y pillajes, mientras que muchos jefes multiplicaban los actos de arbitrariedad y
mostraban un modo de vivir fastuoso y libertino.74
El aparato policial bolchevique, dotado de poderes arbitrarios muy extensos, experimentó un
desarrollo enorme. Aunque Trotski hubiera deseado un proceso público de Nicolás II, Lenin y
una parte del Politburó decidieron en secreto la ejecución sumaria de la familia imperial.
Pretextando la aproximación de los Blancos, esta se efectúa la noche del 17 al 18 de julio de
1918 en Ekaterimburgo. Detenciones, fusilamientos en masa, tomas de rehenes e
internamientos en campos se convirtieron en prácticas comunes. La cuestión de saber si los
campos abiertos por la Checa durante la guerra civil anticiparon o no al Gulag estalinista se
mantiene abierta.
Según el historiador británico George Leggett, aproximadamente 140 000 personas perecieron
a causa del Terror Rojo.75 Mencheviques, anarquistas, social-revolucionarios, liberales o
demócratas fueron perseguidos y puestos fuera de la ley por miles, así como Blancos y
nacionalistas, o incluso pacifistas tolstoianos, sionistas, bundistas etc., junto a muchos cuyos
orígenes sociales o su marginalidad bastaban para convertirlos en sospechosos. En 1922, el
Estado soviético organizó el procesamiento de los líderes social-revolucionarios encarcelados;
varios acusados fueron condenados a muerte y ejecutados y otros deportados. El 19 de
febrero de 1919, la revolucionaria Mariya Spiridónova, arrestada tras la insurrección social-
revolucionaria de izquierda en julio de 1918, fue condenada por «locura» e internada de
diciembre de 1920 a noviembre de 1921 en un centro psiquiátrico. No obstante, con
posterioridad escribió que «durante la época soviética, las cimas del poder, los viejos
bolcheviques, Lenin incluido, cuidaron de mí y, aislándome del desarrollo de la lucha, siempre
de modo muy vigoroso, tomaron al mismo tiempo medidas para que jamás se me humillara.»76
La Iglesia ortodoxa rusa, que se situó activamente del lado de la reacción
(hubo popes delatores que pudieron ser responsables de numerosas ejecuciones sumarias),77
sufrió miles de detenciones, ejecuciones, expoliaciones y destrucciones con el fin de erradicar
no solo de su potencia anterior, sino también las creencias religiosas. Se calcula que entre
1917 y 1918 fueron asesinados 20 mil sacerdotes.78
Todos los contendientes, en diversa medida, utilizaron los mismos métodos de represión:
internamiento de adversarios militares y políticos en campos, toma de rehenes (el primer
decreto referente a rehenes fue promulgado por el general Niessel, comandante de la misión
militar francesa en Rusia)79 y ejecuciones sumarias. Según Peter Holquist «el joven Estado de
los Sóviets y sus adversarios recurrieron de igual forma a los instrumentos y métodos que
habían sido elaborados durante la Gran Guerra».80 Nikolái Melkínov, uno de los principales
miembros del gobierno de Antón Denikin, subrayó en sus memorias que la administración
blanca «había aplicado [...] en sus territorios una política profundamente soviética».81
Hasta el breve gobierno social-revolucionario de Samara, a menudo considerado como uno de
los beligerantes más moderados, utilizó este tipo de medidas. Al respecto, el historiador
británico Orlando Figes anota: «aunque las libertades de expresión y de reunión, así como
la libertad de prensa fueron restablecidas, era difícil respetarlas en las condiciones de una
guerra civil y las prisiones de Samara estuvieron pronto llenas de bolcheviques. Iván Maiski, el
ministro menchevique de trabajo, contó un total de 4000 detenidos políticos. Las dumas y
los zemstvos municipales fueron restablecidos, y los sóviets, como órganos de clase,
excluidos de la vida política».82
Asimismo, los demócratas constitucionales liberales se resignaron a soluciones dictatoriales
allí donde mantenían el control, pero con excepciones: así en Crimea mantuvieron un régimen
constitucional y parlamentario que preservaba las libertades y hasta esbozaba una tímida
reforma agraria.83
Por otro lado, ninguno de los ejércitos quiso dejar tras de sí elementos sospechosos o
peligrosos. Así, los combatientes anarquistas del ejército de Néstor Majnó respetaron más a la
población civil, perdonando y liberando a los simples combatientes hechos prisioneros, pero
eliminaron en su retirada a muchos oficiales, personas nobles, burgueses, kuláks o popes,
mientras tribunales populares surgidos espontáneamente se encargaban también de juzgar y
castigar a los implicados en las matanzas del Terror Blanco.84
Violencia alimentada desde abajo y desde arriba[editar]
Según Sabine Dullin, «los organismos de represión creados por los bolcheviques dejaban un
gran margen de acción a la iniciativa popular».85 Las Checas locales se mostraban con
frecuencia más radicales que la central. Marc Ferro insiste en el hecho de que el pequeño
partido bolchevique no contaba con los medios para suscitar la violencia generalizada que
experimentó Rusia durante la guerra civil y que los leninistas a menudo reivindicaron y
asumieron la violencia popular espontánea para dar la impresión de que ellos controlaban la
situación, así como para canalizarla e instrumentalizarla para su provecho.86
Lo mismo realizaban sus enemigos, así el muy controvertido jefe nacionalista
ucraniano Symon Petlyura pareció verse desbordado por el antisemitismo visceral de sus
tropas: habría permitido los pogromos, pese a haber intentado frenarles, pero no los ordenó
(su papel exacto sigue siendo muy debatido).
En cuanto al Terror Blanco, los roles de la ideología, la violencia espontánea y la orquestada
«desde arriba» por las autoridades siguen siendo muy discutidos. Así, según Nicolas Werth,
«el Terror Blanco no fue nunca organizado sistemáticamente. Fue, casi siempre, fruto de
acciones de destacamentos descontrolados que escapaban de la autoridad de un comandante
militar que trataba, sin éxito, de llevar a cabo el gobierno. [...] En la mayoría de las ocasiones
estamos ante una represión policial del nivel de un servicio de contraespionaje militar».87
Otros historiadores consideran, por el contrario, que la ideología (especialmente la asimilación
del comunismo a los judíos y el fantasma de un complot «judeobolchevique») tuvo un papel
importante en el proceso del terror dirigido desde arriba.88 Según el historiador
estadounidense Peter Holquist: «si bien es cierto que los movimientos antisoviéticos sintieron
menos la necesidad de justificar sus acciones, es completamente claro que sus actos
violentos, lejos de ser arbitrarios o fortuitos, fueron por el contrario calculados. [...] Los
prisioneros de guerra eran escogidos por los jefes blancos, que ponían de lado a aquellos a
los que consideraban como indeseables e irrecuperables (los judíos, los bálticos, los chinos y
los comunistas) y los mandaban ejecutar todos juntos».89
Posiblemente los generales blancos se vieron más desbordados aún que los bolcheviques por
la violencia de sus partidarios sobre territorios vastos donde su autoridad era limitada. El
general Piotr Wrangel describe en sus memorias la anarquía que reinaba sobre el inmenso
territorio controlado por Antón Denikin cuando se puso al frente en marzo de 1920: «el país
era dirigido por toda una serie de pequeños sátrapas, comenzando por los gobernadores para
acabar por cualquier suboficial del ejército [...] la indisciplina de las tropas, el desenfreno y la
arbitrariedad que reinaba no eran un secreto para nadie [...] El ejército, mal abastecido, se
alimentaba exclusivamente de la población, gravada con una carga insoportable».90
Sin embargo, es incontestable que las altas autoridades blancas recurrieron también al terror.
La «conferencia especial» presidida por Denikin tomó en marzo de 1919 la decisión de
condenar a muerte a «toda persona que haya colaborado con el poder del Consejo de
Comisarios del Pueblo». El servicio de propaganda del gobierno de Denikin hizo correr
numerosos rumores durante la guerra sobre la existencia de complots judíos.91 El
general Roman Ungern von Sternberg, apodado «el barón sanguinario», fue sin duda aquel
que fue más lejos en sus acciones. En su famosa «orden n.º 1592», dirigida a sus ejércitos en
marzo de 1921, ordena en su artículo 9 «exterminar a los comisarios, a los comunistas y a los
judíos con sus familias».92
A su vez, numerosos jefes de guerra y los aventureros sacaron provecho del hundimiento de
la autoridad en Rusia para realizar pillajes, masacres y autoproclamarse dirigentes de
territorios más o menos vastos. Otros se alistaron a los ejércitos regulares por oportunismo.
El atamán Nikífor Grigóriev constituyó así una milicia formada por soldados, desplazados y
mercenarios que se puso sucesivamente al servicio de Symon Petlyura, del Ejército rojo y de
los Blancos, sin renunciar en ningún momento a las matanzas y a los pillajes. Grigóriev acabó
siendo asesinado por Néstor Majnó y sus seguidores, con los que se había aliado brevemente.
Tras la derrota de los blancos, los levantamientos campesinos antibolcheviques
experimentaron su apogeo. Numerosos segadores fueron asesinados, y los bolcheviques y
sus seguidores hostigados, cuando no torturados.93 La respuesta del Ejército Rojo fue
despiadada, con centenares de pueblos íntegramente deportados, miles de insurgentes
fusilados, mujeres e hijos de partisanos secuestrados o asesinados y el uso de armamento
químico por parte de Mijaíl Tujachevski para sofocar la Rebelión de Tambov.94
Tras la victoria final bolchevique, el terror represivo se redujo, pero el aparato policial se
mantuvo intacto.
Victoria y crisis del «comunismo de guerra»[editar]
Artículos principales: Comunismo de guerra y Hambruna rusa de 1921.
La guerra radicalizó espectacularmente al régimen. Para dirigir la guerra total contra los
enemigos, el gobierno de Lenin procedió a nacionalizar la práctica totalidad de los comercios,
la banca, la industria y el artesanado. Las viviendas de las clases acomodadas fueron
colectivizadas, entrando así los apartamentos colectivos en la vida de los rusos. Mientras la
moneda se hundía y el país vivía del trueque y de salarios pagados en especie, el régimen
instauró la gratuidad de las viviendas, los transportes, del agua, de la electricidad y de los
servicios públicos, todos ellos en manos del Estado. Ciertos bolcheviques llegaron a soñar con
abolir el dinero, o por lo menos limitar drásticamente su uso. El «comunismo de guerra»
(término creado a posteriori, aparecido tras el final de la guerra civil) que había surgido por las
difíciles circunstancias, pasó a ser un medio útil para guiar a Rusia hacia el socialismo.
El poder instauró también un potente dirigismo sobre la economía y los obreros. Para hacerlo,
no vaciló en restablecer una férrea disciplina en las fábricas o en hacer reaparecer prácticas
deshonrosas como el salario a destajo, la libreta de trabajo, el cierre patronal, la retirada de las
cartillas de racionamiento y la detención y deportación de los dirigentes de huelgas.
Centenares de huelguistas fueron fusilados. Los sindicatos fueron depurados,
bolcheviquizados y transformados en correa de transmisión del sistema, las cooperativas
absorbidas y los sóviets transformados en entidades vacías. En 1920, Trotski generó una
vasta controversia proponiendo la «militarización» del trabajo. En el campo, destacamentos
armados procedieron violentamente a realizar requisiciones forzadas de cereales para
abastecer a las ciudades y al Ejército Rojo.
El poder realizó asimismo un enorme esfuerzo para alfabetizar y proporcionar educación a la
población, al tiempo que dirigía sus esfuerzos propagandísticos sobre los soldados y las
masas populares. Animó la efervescencia artística y puso a los creadores vanguardistas al
servicio de la revolución, lo que generó una vasta producción de obras y carteles que
contribuyeron a la adhesión colectiva a los bolcheviques.95
Estas políticas salvaron al régimen, pero contribuyeron al enorme descontento popular y al
hundimiento radical de la producción, de la moneda y del nivel de vida. La economía era una
ruina y la red de transportes había sido destruida. El mercado negro y el trueque florecieron.96
La desigualdad institucional del racionamiento en favor de los soldados y los burócratas
suscitó protestas populares. Las ciudades perdieron población, con multitud de obreros y
ciudadanos hambrientos que regresaron al campo. Moscú y Petrogrado perdieron de esta
forma la mitad de su población, mientras que la clase obrera se descomponía: menos de un
millón de activos en 1921, frente a los tres millones de 1917.
Entre 1921 y 1922, la hambruna, unida a una grave epidemia de tifus, acabó con la vida de
millones de campesinos rusos.
La Rebelión de Kronstadt y la NEP[editar]
Artículos principales: Rebelión de Kronstadt y Nueva Política Económica.
Hastiados por el monopolio del poder adquirido por los bolcheviques, así como por la violencia
y la represión desplegadas en el campo o contra los obreros huelguistas, los marinos
de Kronstadt se rebelaron en marzo de 1921 y exigieron la vuelta al poder de los sóviets,
elecciones libres, libertad del mercado nacional y el fin de la policía política. En la práctica la
insurrección consistió en la disolución del sóviet de Kronstadt y el nombramiento de un
«comité revolucionario provisional» en su lugar.97 Su levantamiento fue repelido por Trotski
y Tujachevski.
Al mismo tiempo, el poder puso a los mencheviques fuera de la ley, reprimió las últimas
grandes olas de protestas obreras y empezó una campaña violenta de «pacificación» contra
los campesinos insurrectos. El X Congreso del Partido, celebrado a la vez que ocurría la
insurrección de Kronstadt, abolió también el derecho de tendencia en el seno del Partido por la
instauración del «centralismo democrático».
Pero ante el callejón sin salida del «comunismo de guerra» y el hundimiento de la economía,
Lenin decidió volver de manera limitada y provisional al capitalismo de mercado: se adoptó
la Nueva Política Económica (NEP) en el mismo congreso. Esta liberalización económica
permitió enderezar la economía.
Consecuencias[editar]
Consecuencias culturales[editar]
Liberación de las costumbres y emancipación de la mujer[editar]
Tras la guerra civil, tuvo lugar un cambio muy importante en las costumbres sexuales. La
crítica marxista a la familia burguesa ya había conducido a los bolcheviques a modificar la
legislación concerniente al divorcio, el matrimonio y la interrupción voluntaria del embarazo.98
En 1922, la homosexualidad se vio despenalizada.99 A lo largo de la década de 1920, el deseo
de acceder a una sexualidad más libre puso en marcha un movimiento social calificado
por Wilhelm Reich de «revolución sexual». Impuesto por las bases, no tuvo tantos apoyos por
parte de los responsables del régimen, y progresivamente fue perdiendo importancia.100
Más generalmente el poder bolchevique, en particular bajo el impulso de Aleksandra Kolontái,
tomó medidas importantes para mejorar el estatus social de la mujer. Además de las
legislaciones en materia de costumbres, una serie de decretos comenzaron a reconocer desde
finales de 1917 el derecho de las mujeres a la jornada de 8 horas, el de negociar el importe de
los salarios, la preservación del empleo en caso de embarazo, posibilidad de asegurar
cuidados a sus hijos durante las horas de trabajo, así como derechos políticos idénticos a los
hombres. Se fomentó el trabajo de las mujeres, tanto desde una perspectiva emancipadora (el
régimen declaró que «encadenada al hogar, la mujer no podía ser igual al hombre») como
para paliar el déficit de mano de obra provocado por la guerra y las hambrunas.101
La lucha contra el analfabetismo y el acceso de las capas populares a la cultura[editar]
Dado que la RSFS de Rusia, al final de la guerra civil, contaba con decenas de miles de
huérfanos, se procedió a crear comunidades educativas con niños de todas las edades a
cargo de maestros voluntarios, educándolos en el espíritu socialista. En la misma época, se
abolieron los grados en el ejército y las reglas académicas en el arte. La gramática y la
ortografía se simplificaron y la lucha ideológica contra los prejuicios y las convicciones de
origen religioso alcanzaron su apogeo.
El régimen inició rápidamente un importante esfuerzo en materia de instrucción pública. Bajo
la dirección de Anatoli Lunacharski, el comisariado del pueblo para la instrucción publicó un
decreto declarando la apertura de un «frente contra el analfabetismo» el 10 de diciembre de
1919. El alcalde de Boulogne-Billancourt, el socialista André Morizet, en un resumen de su
viaje a la Unión Soviética afirmó: «podemos pensar lo que queramos de los jefes del
bolchevismo. Podemos criticar sus métodos, condenar sus actos en general o en detalle [...].
Pero hay un punto en el que me parece imposible que no aprobemos unánimemente sus
esfuerzos, que no apreciemos sin reservas los resultados ya obtenidos: en materia de
instrucción pública».102
Desde el comienzo de 1918, el régimen impone el triple principio de laicidad, gratuidad y
obligación de la educación. El número de escuelas pasó de 38387 en 1917, a 52274 en 1918
y 62238 en 1919. Asimismo, el presupuesto de educación pasó de 195 millones de rublos en
1916 a 2914 millones en 1918.103 Se crearon alfabetos nacionales para las nacionalidades sin
escritura, al tiempo que se creaban comisiones de instructores.104 Debe considerarse además
que este incremento presupuestario se produjo en un contexto de posguerra y de escaso
desarrollo económico de las repúblicas integrantes de la Unión Soviética, lo que derivaba en
carencias en el material escolar y en el profesorado, lo que explica la mediocridad de la
instrucción en los primeros años del régimen.
La Revolución y el arte[editar]
Las consecuencias de la revolución se dejaron sentir igualmente en el arte.105 Desde finales
del siglo XIX, Rusia se abrió a las nuevas corrientes artísticas que se desarrollaban en
Europa: el impresionismo (con pintores como Leonid Pasternak y Constantin Kousnetzoff),
el fovismo (con Mijaíl Lariónov o Natalia Goncharova) y el cubismo (con Vladímir Burliuk).
Otras corrientes emergieron en Rusia, como el supremacismo, que proclamaba la supremacía
de la forma pura en la pintura. En la poesía, Nikolai Gumilev inició en 1911 el acmeísmo. El
estreno de la ópera futurista Victoria sobre el sol, de Alekséi Kruchónyj y Velimir Jlébnikov se
produjo el 3 de diciembre de 1913 en San Petersburgo.
Tras la Revolución de Octubre, si bien los bolcheviques prohibieron las obras abiertamente
hostiles hacia el régimen, el nuevo poder no dio sin embargo directivas en materia de arte;
Trotski declaró: «el arte no es un dominio donde el Partido deba ser líder»106 y animó el
florecimiento de las corrientes de vanguardia. Según el historiador del arte Jean-Michel
Palmier, «hay pocos países que dedicasen tanto dinero a las bellas artes, al teatro, a la
literatura o a la pintura como la URSS en el período más difícil que conoció. Mientras que el
hambre reinaba y la contrarrevolución levantaba la cabeza sobre todos los frentes -interior y
exterior-, la joven república de los sóviets gastaba sumas enormes para desarrollar el arte —y
ni siquiera como instrumento de propaganda—.107
Desde los primeros días posteriores a la Revolución de Octubre, el gobierno bolchevique puso
en marcha una serie de medidas destinadas a asegurar la preservación, el inventario y la
nacionalización del patrimonio cultural nacional.108 La colección privada del comerciante y
mecenas Serguéi Shchukin fue requisada para abrir el «primer museo del arte
occidental». Vasili Kandinski fue nombrado director del Museo de la Cultura Artística, creado
en 1919, y abrió una veintena de museos fuera de la capital. Aquí todavía, las penurias
limitaban las ambiciones del régimen. Por falta de créditos para la reconstrucción, la inmensa
mayoría de los proyectos innovadores de arquitectura no pudieron efectuarse.109
El nuevo entorno político y cultural favoreció el nacimiento de corrientes nuevas y de debates
de escuelas. Según Anatole Kopp, «dentro de esta nueva visión, es posible distinguir dos
orientaciones, de hecho dos vanguardias: una vanguardia esencialmente formal, que, a pesar
del recurso a formas de expresiones inéditas, no asignará al arte una misión nueva, y una
vanguardia social y políticamente consciente, que intentará, a la luz del marxismo, poner a las
técnicas artísticas al servicio de la transformación de la humanidad».110 Los miembros de esta
última corriente, los partidarios del alumbramiento de una nueva «cultura proletaria», se
reagruparon en el seno de la Proletkult, que tuvo su primer congreso en 1920. Este grupo
efectuó rápidamente una agresiva campaña contra los «compañeros de camino» del partido y
todo lo que se apartaba del «arte proletario»,111 pero no obtuvo medidas políticas del aparato
estatal.112 A finales de la década de 1920, Iósif Stalin se apoyó sin embargo en las teorías de
la Proletkult para reprimir a los artistas e imponer la línea del realismo socialista.
Consecuencias económicas y sociales[editar]
Rusos partiendo al exilio en un vagón plataforma.
La Revolución de Febrero de 1917 fue leída por los occidentales con arreglo a la Gran Guerra
en curso, y en general sin gran conocimiento de las realidades rusas.
Las democracias de la Triple Entente (Francia y el Reino Unido) se libraron de un gravoso
aliado como Nicolás II, ya que la continuidad de la autocracia zarista entraba en contradicción
con su propia propaganda sobre la «guerra de derecho». La prensa (sometida a censura
o autocensura) no dio noticia del creciente y robusto rechazo que la guerra despertaba en la
opinión rusa. La revolución se interpretó de forma contraria, como una voluntad popular de
llevar la guerra hasta el fin con un gobierno más competente.122
No hubo consciencia de la amplitud de la rebelión social. El historiador monárquico Jacques
Bainville se expresaba así en L'Action française: «hace falta que la renovación rusa no se
haga lo que hasta aquí no quiso ser, una revolución».123 El socialista nacionalista Gustave
Hervé escribió: «¡Qué son Verdún y el Marne mismo al lado de la inconmensurable victoria
moral que han alcanzado los aliados en Petrogrado!».124
Sin embargo, en septiembre de 1917, el motín de los soldados rusos de La Courtine en
el Lemosín hubo de ser sofocado por fuerzas francesas, dejando varios muertos. Se
sucedieron huelgas importantes y prácticamente insurreccionales que apelaban abiertamente
al ejemplo de los sóviets de trabajadores de Rusia en abril de 1917 en Leipzig, en mayo-junio
en Leeds y en agosto en Turín. En Italia o incluso en España, país no beligerante, aparecieron
pintadas con «viva Lenin», más por rechazo simbólico a la guerra y las condiciones sociales
que por un conocimiento efectivo del programa bolchevique.125 No obstante, el patriotismo
obligó a que ninguna tentativa revolucionaria se efectuara antes del fin de la Gran Guerra.
Varias delegaciones oficiales fueron a Rusia en tiempos del gobierno provisional y
descubrieron la amplitud de la revolución. Volvieron de allí en ocasiones estremecidas, como
fue el caso de los socialistas franceses Albert Thomas y Marcel Cachin, el ministro laborista
inglés Arthur Anderson o la feminista británica Emmeline Pankhurst. Un puñado de extranjeros
presentes en Rusia se adhirió activamente a la Revolución de Octubre, como el futuro
historiador y periodista estadounidense John Reed, o el filósofo cristiano francés Pierre
Pascal. En marzo de 1919, André Marty y Charles Tillon dirigieron el motín de la flota francesa
en mar Negro contra la intervención. Ciertos prisioneros de guerra de los Imperios centrales,
convertidos al bolchevismo durante su cautividad en Rusia, se hicieron propagadores de la
revolución al regresar a sus países, como es el caso del yugoslavo Josip Broz Tito.
La Alemania de Guillermo II dejó a diversos revolucionarios exiliados en Suiza, entre los que
estaba Lenin, atravesar su territorio para volver a Rusia, considerando que el pacifismo
contribuiría a la retirada de Rusia del conflicto. Ya en esta época circulaba en Rusia y
Occidente la idea de un Lenin «agente alemán», o incluso el rumor de que los «maximalistas»
(traducción inexacta difundida del término bolcheviques) estaban financiados por «el oro
alemán». La Revolución de Octubre fue percibida inicialmente solo como una peripecia política
después de mucha otras, y ni la Entente ni las potencias centrales creían que el nuevo poder
fuera duradero. Tras el tratado de Brest-Litovsk (contra cuya ratificación votó el SPD en
el Reichstag), el Kaiser pasó a ser un objetivo y paradójico aliado de un régimen bolchevique
interesado en jugar a divisiones «interimperialistas» y en no añadirse un enemigo más. La
Entente intervino primeramente sobre el territorio ruso para evitar la desaparición del Frente
Oriental, siendo el reproche principal hecho a los bolcheviques su «traición» a la alianza. Tras
el armisticio de Compiègne de 1918, fue la revolución como tal lo que se empezó a combatir.
El pacifismo y la crisis económica de la posguerra, así como el rechazo a ver una revolución
fracasada, suscitaron simpatías fuertes y activas en las capas populares de Europa hacia la
Revolución de Octubre. Los excesos del Terror Rojo fueron ignorados, negados, minimizados
o justificados como una respuesta simple al Terror Blanco.
En Francia, la Revolución rusa se ha interpretado al prisma de la memoria de la Revolución
francesa de 1789: los bolcheviques son asimilados así a los jacobinos, Aleksandr Kérenski a
la Gironda, los blancos a los vandeanos, León Trotski a Lazare Carnot, etc. Un historiador
simpatizante con el proceso ruso como Albert Mathiez trazó desde 1920 la analogía
entre Maximilien Robespierre y Lenin, el Terror Rojo y el Terror de 1793.126 El poeta André
Bretón no fue el único que leyó también la Revolución rusa como una revancha de la
fracasada Comuna de París. Pero la «gran luz en el Este» (título de una obra de Jules
Romains) no fue acogida tan bien por todo el mundo. La clase media se vio afectada por la
pérdida del empréstito ruso, que Lenin dejó de reconocer a comienzos de 1918.
El anticomunismo era muy fuerte entre los socialistas fieles a la «vieja escuela» en el
momento del congreso de Tours de 1920, entre los anarquistas, entre ciertos intelectuales
humanistas hostiles hacia los métodos de los bolcheviques (por ejemplo Romain Rolland,
amigo de Gorki) y por supuesto entre las derechas. Desde 1919, un cartel célebre estigmatiza
al bolchevique «el hombre con el cuchillo entre los dientes».
En Estados Unidos, el red scare o el miedo a los «Rojos» marcó los años inmediatos de
posguerra y contribuyó a las reacciones autoritarias, puritanas y xenófobas (los emigrantes
fueron percibidos como portadores potenciales del «virus» bolchevique) que marcaron la
década de 1920. En Alemania, Hungría e Italia las fuerzas conservadoras, nacionalistas o
fascistas, a veces aliadas por un tiempo a socialdemócratas como Gustav Noske en Berlín,
pelearon para reprimir violentamente el «bolchevismo» (una palabra por otra parte elástica,
bajo la cual acabó por incluirse abusivamente a todo partidario de un cambio social, incluso
cualquier adversario). En 1919, el miedo y el odio al bolchevismo y a la Revolución de
Octubre, de sus transformaciones y de su posible extensión desempeñan un papel para nada
despreciable en la formación de las ideologías y de los movimientos fascistas de Benito
Mussolini en Italia y de Adolf Hitler en Alemania.
En los países colonizados, la Revolución de Octubre también suscitó esperanzas importantes.
En 1920, en Bakú, los bolcheviques convocaron un «congreso de los pueblos de Oriente» (del
1 al 8 de septiembre) que intentaba ejercer de unión entre los nacionalismos de los
colonizados y el movimiento comunista mundial.
Posterioridad y fin[editar]
La ruina económica y moral que sucedió a la guerra civil dejó paso a una élite de burócratas,
que en el mismo seno del partido bolchevique van a conseguir imponerse al frente del país.
Para eso, debieron deportar y masacrar a todos sus opositores, tanto «contrarrevolucionarios»
como revolucionarios. Millares de militantes comunistas, entre los que estaba la mayoría de la
«vieja guardia» bolchevique, héroes de octubre y de la guerra civil, fueron de esta forma
deportados y posteriormente fusilados. Los más célebres de estos fueron humillados y
desacreditados en público en el momento de los procesos de Moscú en 1936-1938.
Para asentar su poder, y también para hacer olvidar el muy limitado papel que desempeñó en
la Revolución de Octubre, Iósif Stalin se propuso también liquidar, en el momento de la Gran
Purga de 1936-1938, a toda una generación de militantes, cargos políticos y económicos,
militares, escritores e incluso policías que conocían la situación previa a 1917, la revolución y
la posterior guerra civil. En 1930, la mitad de los cargos del Estado y hasta de la policía había
servido bajo el antiguo régimen.127 La «generación de 1937» que los reemplazó gracias a las
purgas, conoció únicamente a Stalin y le debía todo: fue esta nomenklatura sin pasado
revolucionario la que dirigió en lo sucesivo la URSS hasta casi su disolución.
El régimen «totalitario» de Stalin terminó de asfixiar los ideales de la Revolución de Octubre.
Desde mediados de la década de 1930, restableció un cierto número de valores deshonrados
en tiempos de Lenin y Trotski: exaltación de la familia y de la patria «socialistas», restauración
de títulos militares como el grado de mariscal, venta libre de vodka por el
Estado, academicismo en el arte, rusificación forzada de las minorías y «chauvinismo de la
Gran Rusia», antisemitismo oficial cada vez menos disimulado... La Segunda Guerra
Mundial acabó con esta evolución, La Internacional dejó por ejemplo de ser el himno soviético
en 1943, y los grados y los uniformes del Antiguo Régimen fueron espectacularmente
restablecidos.
Muy poco sensible al internacionalismo de los primeros dirigentes bolcheviques, Stalin
abandonó toda idea de exportar la revolución mediante la Komintern. En su opinión, esta
debía extenderse solo gracias al Ejército Rojo, bajo control estricto de Moscú y como una
extensión del imperio soviético. Fue lo que ocurrió a partir de 1939 con las anexiones
permitidas por el Pacto germano-soviético (mediante las que la URSS recuperó los territorios
perdidos en el momento de la guerra civil rusa) y a continuación con la victoria de 1945.
Todos estos hechos fueron caracterizados por León Trotski como el «Termidor» de la
Revolución rusa (comparación con la reacción que siguió a la caída de Robespierre durante la
Revolución francesa). El símil presenta, no obstante, ciertos límites. En efecto, la era stalinista
se señala también por una vuelta, contra los campesinos, a los métodos del «comunismo de
guerra». Coincide también con una época de purgas sin precedentes. Por otra parte, el
advenimiento de Stalin significó también una reactivación espectacular de la transformación
económica de Rusia, pudiéndose hablar de la «segunda revolución» de
1930: nacionalización íntegra de las tierras y plan quinquenal, que sacó bruscamente a la
URSS del atraso. Todo ello al pesado y disimulado precio de millones de víctimas,
consecuencia de la ambición totalitaria del poder estatal.
Interpretaciones[editar]
Las causas de esta «degeneración» han sido explicado de diversas formas. Para los
anarquistas, se debió a los principios «autoritarios» del partido bolchevique. Para otros, como
ciertos liberales, se inscribe en las mismas ideas de Karl Marx. Para un cierto número de
marxistas no bolcheviques, Lenin cometió el fatal error de querer poner en marcha una
revolución obrera en un país masivamente campesino y sobrestimó las potencialidades
revolucionarias en los países occidentales. Para los comunistas marxistas antileninistas, como
los comunistas consejistas, los bolcheviques instauraron de golpe un capitalismo de Estado y
se burlaron de los principios comunistas y marxistas.
Ya desde esa época hubo comentarios sobre los acontecimientos de octubre y de la guerra
civil, con marxistas como el teórico Karl Kautsky o la revolucionaria Rosa Luxemburgo que
criticaron la naturaleza del partido bolchevique y su organización leninista (que el mismo
Trotski había denunciado como un peligro ya en 1904). En su opinión, la asimilación abusiva
del partido al pueblo, su desprecio por la democracia y su culto a la violencia transformaron las
purgas y la dictadura impuestas por las circunstancias en un sistema permanente. El poder del
partido sobre el proletariado sustituyó de forma duradera al poder de los sóviets y de la clase
obrera. Se señaló también su carácter jerarquizado, centralizado, militarizado y monolítico que
provocó una concentración de todos sus poderes dictatoriales en manos de un pequeño grupo
en la cúspide (el Politburó, fundado en 1917)128 y más tarde, en manos de un solo hombre.
Este análisis crítico se repitió en la década de 1930 por un cierto número de antiguos
compañeros de la Revolución de Octubre, como Boris Souvarine, pionero en la crítica
al estalinismo.129
Para Trotski y los trotskistas, las causas de la dictadura totalitaria debían buscarse en el
nacimiento de la burocracia, así como en el aislamiento de la revolución en un país pobre y
poco desarrollado. Puede no obstante subrayarse que precisamente en ningún país rico e
industrial estalló una revolución «marxista» en todo el siglo XX, sino en países agrarios o
subdesarrollados (China, Vietnam, Etiopía, Mozambique, etc.). Por otro lado, ninguno de los
regímenes que apelaba a una revolución comunista evitó el orientarse con rapidez hacia una
dictadura policial y burocrática, lo que puede explicarse en parte porque la inmensa mayoría
de los movimientos comunistas eran satélites de Moscú y por la influencia de Stalin y la URSS
en esos países, tanto en materia militar como económica o política.
La Segunda Guerra Mundial dio paso a la Guerra Fría, enfrentando al Bloque del Este y
a Occidente (principalmente Estados Unidos) con una carrera armamentística que nunca
desembocó en un conflicto directo, hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991.
Referencias[editar]
1. ↑
La Première Guerre mondiale aggrave les facteurs de fragilité de la Russie. Les défaites
précipitent la désagrégation du régime impérial.
Serge Berstein, Pierre Milza, Histoire du XXe siècle, Tome 1 (1900-1945), p. 88.
2. ↑ Esta expresión fue popularizada por el historiador británico Eric Hobsbawn en su obra La era
de los extremos.
3. ↑ El historiador Eric Hobsbawn escribió: "La Revolución de Octubre fue universalmente
reconocida como un suceso que conmocionó al mundo." en La era de los extremos, Complexe,
2003, pág. 99.
4. ↑ Debate sobre la Revolución de 1917, Josep Fontana y otros, Público (España), espacio
público, ágora política,2017
5. ↑ Centenary of the Russian Revolution. International Online Lecture Series, WSWS, 2017, en
inglés
6. ↑ Marc Ferro,La Révolution de 1917, Aubier, Paris, 1967, p. 36.
7. ↑ René Girault y Marc Ferro, De la Russie à l’URSS. L’histoire de la Russie de 1850 à nos
jours, Nathan, 1989.
8. ↑ Marc Ferro,La Révolution de 1917, Aubier, Paris, 1967, p. 39.
9. ↑ 3593 dólares per cápita en Rusia en 1913 y 13 327 dólares en EE. UU.
10. ↑ Richard Pipes, La Révolution russe, PUF, 1993, p. 71.
11. ↑ León Trotski, «Particularités du développement de la Russie.» En Histoire de la révolution
russe. 1.Février, Paris, Éditions du Seuil, 1950, pp. 39-52.
12. ↑ François-Xavier Coquin, La Révolution russe, PUF, coll. «Que sais-je?», 1974, p. 14.
13. ↑ Para la década de 1890, Richard Pipes afirma: «la productivité industrielle russe s'est accrue
de 126 pour cent, le double du taux de croissance allemand et le triple de celui des États-Unis».
Traducción: «La productividad industrial rusa aumentó en un 126 %, el doble de la tasa de
crecimiento de Alemania y tres veces mayor que la de los Estados Unidos». La Révolution
russe, op. cit., p. 72.
14. ↑ Roger Portal, La Russie de 1894 à 1914, Paris, Centre de documentation universitaire, 1966,
p. 78.
15. ↑ Hasta el año 1918, Rusia utilizó el calendario juliano, cuyas fechas iban trece días por detrás
a las del calendario gregoriano.
16. ↑ Jean Elleinstein, D’une Russie à l’autre, vie et mort de l’URSS, Éditions Sociales, 1992, 68 p.
17. ↑ Louis Aragon et André Maurois, Les Deux Géants. Histoire des États-Unis et de l’URSS de
1917 à nos jours. Tome 3: Histoire de l’URSS de 1917 à 1929. Tome 4: Histoire de l’URSS De
1929 à nos jours, Paris, Éditions du Pont Royal, 1963, p. 30.
18. ↑ Marc Ferro, La Grande Guerre, 1914-1918, Gallimard, coll. «Idées», Paris, 1969, p. 318.
19. ↑ Richard Pipes afirma: «le nombre total des blessés et des morts [de la Révolution de Février]
se situait entre 1300 et 1450 dont 169 tués». La Révolution russe, op. cit., p. 284.
20. ↑ Michel Heller et Aleksandr Nekrich, L’Utopie au pouvoir. Histoire de l’URSS de 1917 à nos
jours, Calmann-Lévy, coll. «Liberté de l’esprit», Paris, 1985, p. 22.
21. ↑ Marc Ferro, La Révolution d’Octobre, L’Humanité en marche, Éd. du Burrin, 1972, p. 49.
22. ↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, Albin Michel, 1997, pp. 94-95.
23. ↑ Léo Figuères, Octobre 17. La révolution en débat, éditions Le Temps des cerises, Paris,
1995, p. 253.
24. ↑ Esta tesis encuentra su origen en el discurso de los mencheviques rusos y en los análisis del
teórico marxista alemán Karl Kautsky. Rosa Luxemburgo, La Révolution russe, Éditions de
l’Aube, coll. «l’Aube poche essai», 2007, pp. 8-9.
25. ↑ Marc Ferro, «Pourquoi Février? Pourquoi Octobre?», en La Révolution d’Octobre et le
Mouvement ouvrier européen, EDI, Paris, 1967, p. 17.
26. ↑ «Les thèses d’avril de Lénine et la chute de Milioukov», encyclopédie Encarta.
27. ↑ Marc Ferro (con Jean Ellenstein), La Révolution d’Octobre, L’Humanité en Marche, Éd. des
Burins, 1972.
28. ↑ John Keegan, La Grande Guerre, Perrin, 1989.
29. ↑ John Keegan, La Grande Guerre, op. cit., et Marc Ferro, Nazisme et communisme. Deux
régimes dans le siècle, Hachette, coll. «Pluriel», 1999, p. 16. Cependant, selon Robert O.
Paxton, Referencia vacía (ayuda), Le fascisme en action, Seuil, p. 196.
30. ↑ Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, p. 17.
31. ↑ León Trotski, «Marée montante.» En Histoire de la révolution russe.
32. ↑ Michel Heller et Aleksandr Nekrich, L’Utopie au pouvoir, op. cit., p. 25. Marc Ferro, d’après le
compte rendu des débats, précise qu’en «revendiquant le pouvoir pour son parti, très
minoritaire, Lénine ne provoqua pas l’indignation des députés mais un immense éclat de
rire». La Révolution de 1917, op. cit., p. 473.
33. ↑ 1917, documental emitido en el canal Arte el 7 de noviembre de 2007.
34. ↑ Richard Pipes, La Révolution russe, op. cit., p. 457.
35. ↑ Richard Pipes, La Révolution russe, op. cit., p. 463-464.
36. ↑ Marc Ferro añade que «no deberíamos dar mucha significación a estas cifras». La Révolution
de 1917, op. cit., p. 849.
37. ↑ Jean-Jacques Marie, Lénine, Paris, Balland, 2004, p. 215.
38. ↑ Jean-Jacques Marie, Lénine, p. 217.
39. ↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, op. cit., p. 851.
40. ↑ Lénine, Œuvres complètes, tome 35, p. 36.
41. ↑ Michael Löwy, «La révolution d’Octobre et la question nationale: Lénine contre
Staline.» Critique communiste, n° 150, automne 1997. (En francés.)
42. ↑ «Regardez la Commune de Paris. C’était la dictature du prolétariat.» Engels, préface à La
Guerre civile en France de Karl Marx, citado por Kostas Papaioannou en Marx et les marxistes,
Flammarion, 1972, p. 223.
43. ↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, op. cit., p. 307.
44. ↑ Título de un capítulo de la obra de Hélène Carrère d'Encausse, Lénine, Fayard, 1997.
45. ↑ Alessandro Mongili, Staline et le stalinisme, Casterman, 1995.
46. ↑ León Trotski, Ma vie, Gallimard, coll. «Folio», Paris, 2004, pp. 403-408.
47. ↑ Rosa Luxemburgo, La Révolution russe, op. cit., p. 15.
48. ↑ Marc Ferro (junto a Jean Elleinstein), La Révolution d’Octobre, L’Humanité en Marche, Éd. du
Burin, 1972, p. 95.
49. ↑ Nicolas Werth, «Paradoxes et malentendus d’Octobre», en El libro negro del comunismo,
Robert Laffont, 1997, pp. 49-51.
50. ↑ Nicolas Werth, L’URSS de Lénine à Staline, Que Sais-Je?, 1998, p. 17.
51. ↑ Nicolas Werth comenta: «Étant donné le retard économique de la Russie, le passage
économique au communisme ne se fera pas, contrairement aux prévisions de Marx, par le
«dépérissement» de l’État, mais au contraire, par le contrôle étatique sur toutes les sphères de
l’économie.» Histoire de l’Union soviétique de Lénine à Staline, PUF, coll. «Que sais-je?»,
1998, p. 17. Il ajoute que les Bolcheviks n’avaient pas de programme économique précis,
s’inspirant dès lors de l’exemple allemand, et que dans l’état où ils trouvent l’industrie,
l’autogestion eût été catastrophique.
52. ↑ Boris Souvarine, Staline. Aperçu historique du bolchevisme, Plon, 1935, sobre los primeros
días del régimen.
53. ↑ Nicolas Werth, Histoire de l’Union soviétique de Lénine à Staline (1917-1953), op. cit., p. 18.
54. ↑ Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, 1917-1922, p. 19.
55. ↑ Nóvaia Zhizn, 7 de diciembre de 1917.
56. ↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, 1967, p. 863. Los periódicos fueron: Rech [La Palabra],
periódico del Partido Democrático Constitucional que siguió publicándose con otros nombres
hasta 1918; Dien [El Día], de tendencia liberalburguesa y financiado por los
bancos; Bírzhevka o Birzhevýie Viédomosti [La Gaceta de la Bolsa], diario burgués fundado en
1880 en dirigido a comerciantes. Según Nicolas Werth, algunos de ellos serían socialistas, algo
que discuten Marc Ferro y Victor Serge. En La Révolution russe, op. cit., Richard Pipes califica
a Dien de periódico menchevique y habla de la prohibición de Nashe óbscheie delo,
«totalmente antibolchevique» de Nóvoie Vremia, «de derechas» (p. 479). Añade además «la
mayor parte de los periódicos prohibidos reaparecieron rápidamente bajo nombres diferentes».
57. ↑ «Par le passé […] Lénine s’était fait alors le chantre de la liberté de la presse […] moins de
trois mois plus tard, il oublie ce texte intitulé «Comment assurer le succès de l’Assemblée
constituante?». Une fois le pouvoir acquis, il est devenu hostile et à la presse libre, et à la
Constituante». Hélène Carrère d'Encausse, Lénine, Fayard, 1998, p. 350. Lénine répond ainsi
le 7 novembre aux SR de gauche qui protestent contre l’interdiction de journaux bourgeois:
«N'avait-on pas interdit les journaux tsaristes après le renversement du tsarisme?».
58. ↑ Iouri Larine propose ainsi au comité exécutif central une motion réclamant l’abolition des
mesures contre la liberté de la presse, motion qui n’est rejetée qu’à deux voix près.
59. ↑ Marc Ferro, La Révolution de 1917, 1967, p. 863.
60. ↑ El decreto de arresto de los jefes de la guerra civil contra la revolución (Pravda, n° 23, 12 de
diciembre (29 de noviembre) de 1917) declara que «Los miembros de los organismos
dirigentes del partido KD son merecedores de ser arrestados y llevados ante los tribunales
revolucionarios».
61. ↑ Arno Joseph Mayer, Les Furies: Violence, vengeance, terreur, aux temps de la révolution
française et de la révolution russe, pp. 215-219: «Si no había "pruebas" de una resistencia
implacable a la toma de poder, los bolcheviques probablemente habían renunciado al terror [...]
Aún en noviembre de 1918, Lenin pretendía no sin razón, lo siguiente: «procedamos a las
detenciones pero no recurramos al terror» particularmente contra los hermanos enemigos». Ver
también Pierre Broué, «Les débuts du régime soviétique et la paix de Brest-Litovsk», en Le
Parti bolchevique; o Edward Hallett Carr, La Révolution russe.
62. ↑ Nicolas Werth, L'URSS de Lénine à Staline, Que sais-je?, 1995, p. 8.
63. ↑ Isaac Steinberg, In the Workshop of the Revolution, Rinehart, 1955, p. 145.
64. ↑ La Terreur sous Lénine, Le Livre de Poche, 1998.
65. ↑ La Vérité, 26 janvier 1918.
66. ↑ Le Journal du peuple, 24 janvier 1918.
67. ↑ Martin Malia, La Tragédie soviétique. Histoire du socialisme en Russie, 1917-1991, Seuil, p.
158. Asimismo, de acuerdo con Moshe Lewin: «las fuerzas que habían apoyado al Gobierno
Provisional no fueron capaces de producir un equipo dirigente en enero de 1918 como no lo
fueron en septiembre de 1917.», Le Siècle soviétique, Fayard, p. 359.
68. ↑ Nicolas Werth, Histoire de l'URSS de Lénine à Staline, op. cit., 1998.
69. ↑ Nicolas Werth, Le Livre Noir du Communisme, Robert Laffont, p. 95.
70. ↑ Nicolas Werth, «Un État contre son peuple», Le Livre noir du communisme, op. cit., p. 106.
71. ↑ Marc Ferro, Les tabous de l'Histoire, 2005.
72. ↑ Orlando Figes, La révolution russe. La tragédie d'un peuple, Robert Laffont, 2007, p. 708.
73. ↑ George Mosse, De la Grande Guerre au totalitarisme. La brutalisation des sociétés
européennes, Hachette, Pluriel.
74. ↑ Voline, La Révolution inconnue. Russie 1917-1921, Belfond, 1986.
75. ↑ v, The Cheka: Lenin's Political Police, Oxford Clarendon Press, 1981.
76. ↑ Carta del 13 de noviembre de 1937 recogida en Maria Spiridonova, terroriste et victime de la
Terreur, V. L. Lavrov, 1996 (reproducida en Les cahiers du mouvement ouvrier, n°3, pp. 89-92).
77. ↑ El anarquista Voline muestra en La Révolution inconnue (Belfand, 1986, p. 593) [1] el proceso
de un sacerdote ucraniano culpado de delator por la comunidad de su pueblo.
78. ↑ «20,000 priests were executed during first two years after the October Revolution, hundred of
60,000 churches still worked in 1920.» (25 de enero de 2017).
79. ↑ Jean-Jacques Marie, De l'inventeur du «décret des otages".
80. ↑ Peter Holquist, op. cit., p. 191.
81. ↑ Peter Holquist, op. cit., p. 193.
82. ↑ Orlando Figes, La Révolution russe. 1891-1924: la tragédie d'un peuple, Éditions Denoël,
2007, pp. 713-714.
83. ↑ Larousse de la Grande Guerre, 2007, dir. por Alain Cabanes, p. 326. El exministro de justicia
Vladímir Dmítrievich Nabókov, padre del escritor Vladímir Nabókov, fue uno de los autores de
la tentativa.
84. ↑ Según Voline, participante activo de la Majnóvschina, en La Révolution inconnue, op. cit., p.
580: «Tous ceux que l'on savait être des ennemis actifs de la paysannerie et des ouvriers
étaient voués à la mort. De gros propriétaires fonciers et des koulaks périrent en grand
nombre.» Describe (p. 593) la persecución, el proceso popular y la ejecución de un sacerdote,
convencidos por el testimonio de los aldeanos de haber denunciado a varias decenas de
personas a los blancos, quienes los habían fusilado.
85. ↑ Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, La Découverte, coll. «Repères», p. 8.
86. ↑ Marc Ferro, Des soviets au communisme bureaucratique, Julliard, 1980, introduction.
87. ↑ Nicolas Werth, «Un État contre son peuple», op. cit., p. 95.
88. ↑ Peter Kenez, «The ideology of the White Movement.» En Soviet Studies, 1980, pp. 58-
83; Civil War in South Russia, 1919-1920: The Defeat of the Whites, 1977. Véase
también Moshe Lewin, «The Civil War.» En Party, State and Society, pp. 399-423.
89. ↑ Le Siècle des communismes, Éditions de l'Atelier, «Points Seuil», 2004, pp. 190-191.
90. ↑ Citado por Jean-Jacques Marie, La Guerre civile russe, 1917-1922, p. 88.
91. ↑ Peter Kenez, Civil war in South Russia, 1919-1920, pp. 173-174.
92. ↑ Léonid Youzévofitch, ibid, p. 224.
93. ↑ «Lorsqu'ils [les insurgés] capturent des soldats de l'Armée rouge, ils séparent les
communistes des autres et laissent les premiers nus dehors, dans le froid, jusqu'à ce qu'ils
meurent gelés […]. Quant aux hommes des détachements de réquisition capturés, les paysans
leur découpent le ventre, leur arrachent les intestins, leur remplissent le ventre de paille ou de
foin et plantent sur la victime un écriteau proclamant "réquisition terminée!"». Jean-Jacques
Marie, La Guerre civile russe, p. 200.
94. ↑ Nicolas Werth, «Un État contre son peuple.» En Le Livre noir du communisme, Robert
Laffont, 1997.
95. ↑ Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, op. cit., «3700 affiches sont ainsi créées pendant la guerre
civile».
96. ↑ Nicolas Werth, Histoire de l'URSS de Lénine à Staline, op. cit., la moitié du ravitaillement
urbain en 1920 est assurée par le marché noir.
97. ↑ La vérité sur Kronstadt
98. ↑
À la fin de l'année 1920, le gouvernement bolchevique autorise l'avortement. La même année,
la France renforce sa répression et criminalise l'avortement.
, Alain Blum, Naitre, vivre et mourir en URSS, Payot, Paris, 2004, p. 173.
99. ↑ Dan Healey, Homosexual Desire in Revolutionary Russia The Regulation of Sexual and
Gender Dissent, Chicago, Londres: The University of Chicago Press, 2001, p. 392.
100. ↑ Radu Clit, La Sexualité collective: de la révolution bolchevique à nos jours, Paris,
Éditions du Cygne, 2007.
101. ↑ Marc Ferro, «Octobre, tournant dans l'histoire de l'émancipation de la femme.» En La
Révolution de 1917, pp. 354-355.
102. ↑ André Morizet, Chez Lénine et Trotsky, Édition La Renaissance du Livre, 1919. Voir
aussi reproduction du témoignage dans Les Cahiers du CERMTRI, n° 92.
103. ↑ André Morizet, op. cit.
104. ↑ Sous le tsarisme, deux écoles seulement formaient des instituteurs non russes. Leur
nombre est passé à vingt-sept en 1920. André Morizet, op. cit.
105. ↑ «La culture et l'art au lendemain de la révolution d'octobre 1917», en Les Cahiers du
mouvement ouvrier, n° 37, primerr trimestre de 2008.
106. ↑ Referencia vacía (ayuda), León Trostki, La politique du parti en art, 1924.
107. ↑ Jean-Michel Palmier, «Histoire de l'art et marxisme.» En Esthétique et marxisme,
UGE-10/18, 1974.
108. ↑ Jean-Michel Palmier in Sur l'art et la littérature, recueil de textes de Lénine, volume 3,
UGE-10/18, 1976, p. 245.
109. ↑ Jean-Michel Palmier. En Sur l'art et la littérature, recueil de textes de Lénine, volume
1, UGE-10/18, p. 81.
110. ↑ Anatole Kopp, «Avant-garde.» En Art Russe, Encyclopaedia Universalis éditeur,
1977, p. 530.
111. ↑ Kirinov, miembro de la Proletkult:
En el nombre de nuestro futuro, quemaremos a Rafael, destruiremos los museos y
plantaremos las flores del arte.
112. ↑ León Trotski mantuvo polémicas importantes contra los miembros de la Proletkult,
véase La politique du parti en art, 1924.
113. ↑ Saltar a:a b Nicolas Werth, coll. «Que sais-je?», op. cit., p. 22.
114. ↑ A. G. Volkov, citado por Jean-Jacques Marie en La guerre civile russe, 1917-1922, p.
6.
115. ↑ Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, op. cit., p. 19, menciona que el 40 % de la
población de las dos capitales está empleada en la burocracia para 1920.
116. ↑ Sabine Dullin, Histoire de l'URSS, op. cit., p. 19, muestra que el nuevo «Estado
obrero» se construyó paradójicamente con burócratas de origen intelectual o pequeño burgués.
La pequeña burguesía representaba el 57 % de los ejecutivos de los sóviets de provincias.
117. ↑ Marc Ferro, Des Soviets au communisme bureaucratique, Julliard, 1980.
118. ↑ Nicolas Werth, «Un État contre son peuple.» En Le Livre noir du communisme,
Robert Laffont, 1997.
119. ↑ Arno J. Mayer, Les Furies : Violence, vengeance, terreur aux temps de la Révolution
française et de la révolution russe, Fayard, 2002. Según el autor: «La Terreur est interactive, et
l'on peut affirmer sans risque que dans le sillage des révoltes de 1789 et de 1917, il n'y aurait
pas eu de terreur si la résistance intérieure et extérieure ne s'était montrée aussi opiniâtre et
aussi intransigeante», p. 86.
120. ↑ Marc Ferro, Des soviets au communisme bureaucratique. Les mécanismes d'une
subversion, op. cit.,passim.
121. ↑ «Dans une phase supérieure de la société communiste, quand auront disparu
l'asservissante subordination des individus à la division du travail et, avec elle, l'opposition entre
le travail intellectuel et le travail manuel [...], alors seulement l'horizon borné du droit bourgeois
pourra être définitivement dépassé et la société pourra écrire sur ses drapeaux «De chacun
selon ses capacités, à chacun selon ses besoins!» Karl Marx, Critique du programme de Gotha,
1875.
122. ↑ Marc Ferro, L'Occident devant la révolution russe, 1969.
123. ↑ Jacques Bainville, «Journées révolutionnaires à Pétrograd.» En L'Action française, 17
de marzo de 1917.
124. ↑ Chronique du XXe siècle, Ed. Chroniques, «Le tsar abdique face à la révolution de
Février», p. 221.
125. ↑ Pierre Broué, Histoire de la IIIe Internationale, Fayard, 1999.
126. ↑ L'importance de la mémoire de la Révolution française dans l'accueil et l'interprétation
de 1917 a été soulignée par le livre de François Furet, Le Passé d'une Illusion, Robert Laffont,
1995.
127. ↑ Nicolas Werth, «Que reste-il de la révolution d’Octobre?» Tribune libre
dans L’Humanité, 7 de noviembre 2007.
128. ↑ USSR: Communist Party: 1917-1952 (Politburo) - Archontology.org
129. ↑ Boris Souvarine, Staline. Aperçu historique du bolchevisme, Plon, 1935, toujours
réédité et utilisé, reprend explicitement en bonne part les thèses du jeune Trotsky, de Karl
Kautsky et de Rosa Luxembourg pour décrire les continuités entre le bolchevisme d’avant 1917,
celui de la révolution et de la guerre civile, et l’ère stalinienne.
Bibliografía[editar]
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(edición original: A People's Tragedy: Russian Revolution 1891-1924, 1996).
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Éditions de l'Aube, coll. «l'Aube poche essai», 2007, 72 p.
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blanches et vertes, Éditions Autrement, coll. «Mémoires», Paris, 2005, 276 p.
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