En la métrica observamos que es una composición de arte mayor y que casi todos
los versos son alejandrinos o tetradecasílabos, es decir, que se encuentran
acentuados en la decimotercera sílaba, incluso en el verso 15, donde las sílabas
suman 13, pero el autor se da la licencia tras el acento de la palabra Qué de hacer
una dialefa[ii] para conservar el ritmo y en el verso 21, que tiene una sílaba más
pero que al ser esdrújula la última palabra se le resta una sílaba al conteo final. En
el verso 28, también hay una dialefa entre las palabras corto y el que ayuda a
conservar el alejandrino. La excepción es el verso 25, donde al hacer dialefa en los
pares de palabras de y otro y conservar la sinalefa[iii]entre las
palabras como y antes, resulta un pentadecasílabo.
Tiene 17 estrofas y la rima está encadenada entre ellas. La estructura de la rima es
la siguiente: A, B C, B, A D, E D, F D, A D, G D, H D, I D, J D, A D, K D, C D, C D,
E D, L D. Es asonante en su mayoría pero también hay muchas rimas consonantes.
Esta manera de conformar su creación, revela a un Neruda conocedor de la esencia
de la poesía, la música, la cual parece llevar por dentro. Juega con los ritmos, cada
sílaba cuenta y su acomodamiento no es casual. Depende siempre del sentimiento
al que quiere acompañar.
Desde el primer verso el poeta se reafirma como yo y como poeta, en una doble
configuración de la persona. Es un poeta el que va a hablar. Y al mismo tiempo o
quizás más pronto, comienza a anunciar la especial tristeza que será el punto de
partida del poema. Lo importante, será tan sólo la expresión de esos motivos. Y
juega con el lector el poeta, abre comillas en el segundo verso y utiliza una forma
ya conocida, desea emplear el simbolismo popular como primer intento de expresar
su amor. Llena de aliteración el verso con la fricativa sorda, la s, que da un
sentimiento de sorna, como si cada palabra costara trabajo ser pronunciada. Cada
vocablo tiene mucho peso. Introduce una imagen tan falsa como cierta, y es que los
astros no son azules, pero a todo el mundo le evoca el mismo sentimiento escuchar
esas palabras. En nuestra mente tiene todo sentido.
Para el cuarto verso, el protagonista termina por lanzarse al cielo, acción que
empezó desde que, lleno de añoranza, volteara a verlo. Ahora el viento, vuelve ese
movimiento verdad.
Sin embargo, para el quinto verso el poeta ya ha abandonado esa figura retórica del
cielo y las estrellas lastimeramente, se ha dado cuenta de que su sentimiento no
puede enmascarase bajo el mismo simbolismo típico. Regresa a sus profundidades,
para darnos su sentimiento más subjetivamente.
Los grandes ojos fijos. Pudieron haber sido de otras características, evocar otras
emociones. Pero el poeta quiere que sean grandes y fijos. Grandes, como el
epítome de belleza femenina para la occidentalidad, pero fijos, como una imagen
de terror, como una fuerza que permanece quieta. Como si en vez de reflejar el
alma, escaparan a la mirada.
Para el verso 13 parece que el poeta ha vuelto a iniciar el poema. Las imágenes
son retomadas en su secuencia original pero con una diferencia: la melancolía gana
terreno y ahora la noche del principio se ha vuelto doblemente inmensa, doblemente
aplastante y la razón es el viejo tópico de la ausencia de la amada.
Remacha este cuarteto de versos con una imagen hermosa, acogiéndose al canon
de belleza de la poesía, a la poesía como salvadora pues convierte el sentimiento
inaguantable en una imagen preciosa. La poesía vuelve como en los primeros
versos a ser el instrumento dentro del propio poema para expresar la melancolía. El
verso 14 es un verso metapoético, como lo son también los primeros y cada verso
donde se menciona el poeta a sí mismo como tal.
Con el “eso es todo” en el verso 17, vuelve a abandonar el mundo objetivo, pero
esta vez con más fuerza. Desde su nuevo ensimismamiento crea la imagen de
alejamiento, reforzando el sentimiento de ausencia. Incluso parece un final, una
especie de despedida.
Pero nos recuerda que no se resigna. Como volviendo a contestarle a la Nada del
verso 15, en el 18 deja bien en claro que no piensa abandonar el sentimiento de
melancolía por la pérdida de la amada.
Este poema, como a mí, ha cautivado a millones de personas alrededor del mundo.
La explicación es más sencilla de lo que parece. El poder del Poema XX de Pablo
Neruda radica en la sinceridad y transparencia con la que crea un mundo dinámico
y ardiente de pasiones, donde el romanticismo puro ataca de una forma existencial,
vivaz, cada expresión del lenguaje. Toda persona que haya sentido la pérdida de
un ser amado es capaz de identificarse con estos versos. Eso sería común y
corriente si no se diera en varios niveles, en la profundidad y en la superficie, en el
pasado y en el futuro, en la seguridad y en la duda, en la rabia y en la añoranza. Y
más aún: toda persona cuyo motor y cuya razón de vida sean el amor, cuyo espacio
sea ocupado en su mayoría o totalmente por este sentimiento, sabrá ver en este
poema, reducido a 32 versos, la luz cegadora e inmortal, infinita que uno descubre
que crea, mueve y quema al mundo cuando se ama.
México, 2013.