Fecha: 05/06/2019.
INTRODUCCIÓN:
Este capítulo no expone un desarrollo de la historia de la pobreza, sino que aborda una relación
estrecha que se estableció entre el fenómeno de la indigencia y el funcionamiento del sistema
económico y su expresión más destacada en entre los pensamiento de varios economistas. Vale
destacar que distingue dos diferentes concepciones sobre pobreza, por un lado una concepción
con una mirada economista y por otro lado, con una mirada cultural.
Cabe señalar que expresiones actuales de las ideas sobre “pobres”, “marginales” y “excluidos” se
remontan a varios siglos; cuando la religión comenzaba a expresar que era preferible ser “pobre”
para salvarse y contar con un lugar en el paraíso, que ser “rico” en la tierra pero sin contar con ese
beneficio en el cielo. Bajo esta promesa, la iglesia tuvo el control en la edad media. Según la
autora, dichas expresiones se aproximan a transformaciones sustantivas desde la conformación de
la sociedad capitalista en adelante, que se han producido en los modelos y prácticas sociales en
relación con la miseria. Por ejemplo, para el economista liberal ingles A. Smith, los pobres son
aquellos que no poseen lo indispensable para vivir y además carecen de todo aquello con lo que
deben contar las personas honestas, la decencia. El capitalismo para éste pensador tendría una
“matriz inclusora”. De la misma manera, otro economista; David Ricardo se inscribe en la
tendencia de una homogeneización orientada a un estilo de producción en el cual el “pobre”
podría intercambiar su mercancía; el trabajo. La soberbia teoría liberal clásica, su egoísmo, su falta
de solidaridad, su competencia desleal y el libre ejercicio del interés individual por encima del
institucional son elementos que se asemejan a las posturas neoliberales actuales en América
Latina.
El filósofo Hegel tuvo una enorme influencia en los siglos XIX y el XX al sentar las bases de un
tiempo filosófico en el cual, “la modernización es básicamente un proceso de autonomía de la
razón y la libertad del sujeto.”. Para él, la pobreza es parte del desarrollo de la sociedad moderna.
Las teorías de Marx y Engels reivindican las clases explotadas, se vinculan con la desnaturalización
de la pobreza en tanto producto de un modo de producción capitalista, creada por esa sociedad y
no por decisiones individuales. Marx no hace referencia a la pobreza como tal, sino, a la
“pauperización progresiva”, a la conformación del “ejército industrial de reserva”, obreros
excedentes, y al “lumpenproletariado”, considerado la “putrefacción de las capas más bajas de la
sociedad”. Ya en el siglo XX, durante la década del 30, el economista ingles J. Keynes, afianza sus
postulados de integración a través del pleno empleo; cuya misión era contrarrestar los ciclos y
perjuicios del mercado, asegurar el bienestar colectivo reduciendo las desigualdades. Dicha teoría
económica fueron empleados por distintos países de América; aunque no pudieron durar mucho
tiempo. A mitad del siglo surgió la figura de Hayek, en polémica con Keynes y en oposición a ese
Estado a cual caracterizó como burocrático e insuficiente, enunciando su propuesta neoliberal
clásica. En los años 50 y 60, en pleno desarrollismo, O. Lewis, quien nos habla de una “cultura de la
pobreza”; entendiéndola como una forma de vida que incluye una escala de valores familiares y
comunitarios que se transmiten de generación en generación y que una vez internalizados
difícilmente pueden ser modificados. Además, contribuyó desde la antropología una perspectiva
cualitativa de la pobreza una investigación a partir de los relatos e historia de la vida de los
sujetos. El problema que se planteó es que a partir de las concepciones teóricas de la “cultura de
la pobreza”, predominó una perspectiva culpabilizadora de los pobres por su persistente condición
de tales, distanciada de sus causas y su situación económica. Como el desarrollo y la pauperización
de este concepto se produjo en un momento de opulencia del desarrollo capitalista y que, por eso
mismo, se justificaba que las causas de la pobreza solo se explicaban y se encontraban en los
mismos pobres, en sus formas de vida y en sus valores.
Los “pobres”, negados como sujetos atraviesan todo el pensamiento contemporáneo. Los
encontraremos como “locos”, “marginales”, “peligrosos”, “indigentes”; pero nunca como sujetos
políticos de derechos. En palabras de Foucault: “La “peligrosidad social” de determinadas
categorías de individuos y de la necesidad de la sociedad de defenderse organizo en los diferentes
siglos teorías y dispositivos que se formaron “en correlación con un conjunto de instituciones de
control, una serie de mecanismos de vigilancia y de distribución.” La categoría de “vagabundo” es
una construcción asociada a “un ser totalmente asocial y peligroso” y represento claramente “un
discurso de poder”. De la misma manera, la “vagancia” significo en un primer momento, el repudio
y la persecución para conservar el orden urbano, trasladados al área rural; luego la ejemplificación
de las medidas como dispositivos de coacción para el trabajo y por último, obtener brazos para las
obras públicas y el servicio de armas. Esta construcción histórica y cultural de la pobreza como
peligrosidad y anomalía se ve reflejada en nuestra sociedad actual condenando a las víctimas del
capitalismo.
Las implicancias políticas y por lo tanto, educativas que tienen las diferentes concepciones sobre
pobreza nos permiten distinguir entre dos tipos: “la absoluta y la relativa”. Ambas se relacionan
con dos formas de tratar la pobreza: cuantitativa o cualitativamente. En primera predominan las
visiones de los economistas quienes ven como un simple número a los pobres, reduciendo el
análisis y dejando fuera otras dimensiones más profundas sobre esta problemática. La pobreza
absoluta está relacionada con los niveles de ingresos económicos que una persona recibe. La
individualización de dicha concepción oculta la verdadera dimensión social de la pobreza,
ubicando y cualificando a los individuos por debajo o por encima de la línea de pobreza;
reduciéndola a un problema individual antes que sobre actores colectivos.
CONCLUSIÓN:
A modo de conclusión, puedo destacar que la autora, Patricia Redondo, se interesa notablemente
exponiendo en su obra, la problemática del impacto de la pobreza y la marginalidad, en la
educación y el rol docente en las escuelas postergadas; y la evidente relación con los grupos de
poder.
Si bien no hace un desarrollo de la historia de la pobreza, sino que aborda la relación estrecha que
se estableció entre el fenómeno de la indigencia y el funcionamiento del sistema
económico/político; pude comprender claramente dicha correlación entre ambas y su impacto
nefasto en la sociedad que hasta hoy en día la sufrimos todos, o al menos, la gran mayoría.
A su vez, pone de manifiesto la distribución territorial del país y el impacto de esto sobre el
sentido social y cultural; viéndolo reflejado en cada jurisdicción. Por ejemplo en nuestra ciudad,
aislados del casco céntrico e incluso de muchos barrios, ubicados en las periferias; sin igualdad de
oportunidades, tanto educativas como sociopolíticas, excluidos culturalmente, etc. A quienes
lamentablemente llamamos muchas veces “los otros”. De tal manera, pienso que es muy oportuna
la invitación a reconocer a los “sujetos de pobreza”, como sujetos políticos y sociales con
DERECHOS, como personas que somos todos; sin caer en ese error de calificación.
Particularmente, también considero que el Estado como la evolución del capitalismo, fueron y son
motores claves para que la brecha de desigualdad, no solo económica, también social, política,
tecnológica, educativa, cultural, entre otros; siga desarrollándose cada vez más; aunque el
discurso político de siempre ya lo sepamos de memoria.
BIBLIOGRAFÍA: