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La fuerza radiante de la fe

Identidad y relevancia del ser cristiano hoy


George Augustin (ed.)

Las aportaciones de este libro pretenden mostrar perspectivas y ofrecer impulsos espirituales
que hagan posible una iglesia en salida.
El autor del libro nos hace una serie de preguntas que interpelan nuestro lugar en la iglesia y
cuál debe ser nuestra posición.

A los cristianos no une hoy el deseo de una nueva “salida” en la iglesia.


 ¿Pero cómo puede lograrse ese arranque y en qué dirección hemos de salir?
 ¿Como alcanza el mensaje de Jesús el corazón de los seres humanos y como puede
tocarlo?
 ¿Cómo podemos crear condiciones para revitalizar y profundizar la fe en un mundo
cada vez más secularizado?
 ¿Cómo llegan las personas a una relación viva con Dios?
 ¿Qué actitudes fomentan el compromiso cristiano?
 ¿Qué puede liberarnos de la apatía, el letargo y la resignación que tantas veces
experimentamos actualmente?
En este contexto multiforme alcanza una importancia central, sobre todo, la cuestión de la
identidad y relevancia de la fe cristiana. Si la fe se acomoda demasiado a las expectativas y
concepciones al uso, corre el peligro de perder su identidad, y una fe sin identidad deja de
tener, en definitiva, relevancia alguna para la vida.

Pero si, por el contrario, la fe se blinda demasiado contra la realidad de la vida de las personas
por miedo a perder esa identidad, incumple su primigenia tarea misionera y malogra su fuera
redentora y transformadora.

La identidad de la fe no esta encerrada en si misma, sino que esta abierta por principio. Hay
que determinarla cada vez de forma nueva, confrontando el mensaje de Jesús con la realidad
de la vida en cada caso. Si la fe ha de tener significado para la vida, tiene que apoyarse ella
misma en el principio encantorio del acontecimiento salvífico cristiano: “Dios se ha hecho
hombre para redimirnos y salvarnos” y “la iglesia adquiere su verdadera identidad desde
Jesucristo”.

No nos anunciamos a nosotros mismo sino a Jesucristo (Cor 4,5), la fe es un proceso dialogal
entre Dios y el ser humano, que crece en la escucha y la respuesta a la palabra de Dios. No
irradiamos nuestra propia santidad, sino la santidad de Dios. En eso consiste el envío
misionero permanente del ser cristiano.

El papa francisco nos anima hoy de nuevo a una salida misionera de la iglesia, una iglesia en
salida necesita recobrar conciencia de sus raíces. Tiene que primero salir hacia Dios para
después llegar al ser humano, es de crucial importancia que pongamos a Dios de nuevo en el
centro de nuestro pensamiento y de nuestra acción. En un mundo cada vez mas olvidado de
Dios, la iglesia se hará así cada vez perceptible nuevamente como lugar de la presencia
divina.

El papa francisco es muy claro al afirmar “No me cansare de repetir aquellas palabras de
Benedicto XVI que nos llevan al centro del evangelio: “No se comienza a ser cristiano por
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, por una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (francisco
Evangelii Gaudium 7: cf. Benedicto XVI, Deus Caritas est 1).

Solo una iglesia consciente de su origen puede ser una iglesia diaconal y misionera. La iglesia
ha de ser servidora de Dios par poder servir a los seres humanos, ser iglesia misionera
significa buscar caminos realistas para ganar de nuevo a las personas para Cristo y
entusiasmarlas con su mensaje. Debemos poner todo nuestro empeño en conseguir nuevos
creyentes para la iglesia para que surjan nuevas comunidades cristianas y eclesiales y las
comunidades cristianas existentes se vean renovadas y crezcan de nuevo en fe viva. Una
iglesia que renuncia a la exigencia de conseguir nuevas personas para Jesucristo y su iglesia
no le sirve a nadie. “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándolas a guardar todo lo que yo os
he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (cf.
Mt28,19s).

Solo a base de ejemplaridad podemos sacar a la luz la fuerza radiante de la fe.


La pregunta clave para todos nosotros es:

¿puede la gente realmente descubrir a Dios entre nosotros, en la iglesia?


¿logramos mostrar hoy al mundo el verdadero rostro de Jesucristo?
El evangelio es el mensaje más hermoso que podemos dar al mundo. Estamos todos invitados
a no guardarnos este mensaje para nosotros mismos, sino a redescubrir de manera nueva este
tesoro como luz y vida para nuestra propia existencia y para el mundo, y anunciarlo con
alegría.
Solo puede resultar atrayente una iglesia en la que la fe cobra fuerza radiante por medio del
testimonio de los creyentes. La misión es y sigue siendo, así, el desafío decisivo y una tarea
vinculante, hoy y mañana, para una iglesia en salida (cf. Papa Francisco, Evangelii Gaudium
227).
Walter Kasper

Sacerdocio: Ordenado el 6 de abril de 1957.

Episcopado: Elegido obispo de Rottenberg-


Stuttgart, el 17 de abril de 1987. Consagrado el 17
de junio de 1989. Secretario del Pontificio Concejo
para la Promoción de la Unidad Cristiana el 16 de
marzo de 1999. Renunció al gobierno pastoral de la
diócesis.

Cardenalato: Creado Cardenal diácono el 21 de


febrero del 2001; recibió la bierreta roja y la
Diaconía de Todos los Santos en Via Appia Nuova.
Presidente del Pontificio Consejo para la unidad de los cristianos, 3 de marzo de 2001. Asistió
a la X Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos en el vaticano del 30 de setiembre al
27 de octubre de 2001. Participó en el cónclave del 18 y 19 de abril de 2005. Reasignado
presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los cristianos el 21 de
abril de 2005.

Actualmente, en la Curia vaticana, es miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe,


para las Iglesias Orientales; de los Pontificios Consejos para la Cultura, para los Textos
Legislativos y para el Diálogo Interreligioso; del Tribunal Supremo de la Signatura
Apostólica; y del X Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.
Asistió a la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Ciudad del Vaticano,
2 al 23 de octubre de 2005. Miembro del consejo post-sinodal de la XI Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Representó al Papa Benedicto XVI en la Conferencia
Internacional sobre Paz y Tolerancia - Diálogo y Entendimiento en el Sudeste europeo, el
Cáucaso y Asia Central, celebrado en Estambul, 7 a 9 de noviembre de 2005.

Evangelio de la alegría
Impulsos del papa Francisco

1. Falta fuerza radiante

El titulo de este libro hace referencia justamente al punto en el que vemos una carencia entre
nosotros (el autor hace referencia a su país Alemania), la fe de la iglesia (todos somos iglesia,
la fe de todos nosotros) no irradia realmente, la chispa si es que esta hay no salta, una iglesia
en la que se da tanta insatisfacción no atrae a nadie y por tanto no es misionera, “la misión
funciona por atracción y por irradiación” (papa Francisco).

Es nuestra fe la que no irradia, parece que a los cristianos nos ha abandonado la fuerza
profética no en los demás, también entre nosotros mismos se ha extendido lo que los antiguos
padres del desierto y toda la tradición espiritual cristiana hasta tomas de Aquino designaban
como la tentación primordial y el pecado fundamental. La acedia derivada de la palabra
griega literalmente descuido, indiferencia, con frecuencia se traduce en pereza,
pereza espiritual, una inercia de corazón, la dimensión mística parece habernos abandonado.
Ningún pueblo están rudo que no tenga reverencia ante lo divino, todos intuyen que este
mundo perceptible hace referencia a otra realidad invisible e inaprehensible en la que esta
fundado en la que está fundado una realidad a cuyo encuentro solo se puede salir con temor
reverente, por eso se habla de una prueba de la existencia de Dios basada en el consenso de
los pueblos, Agustín expresó esta convicción con la famosa frase “Nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”.

A raíz de esta premisa surge la pregunta ¿vamos acaso sin remedio hacia una época
radicalmente secularizada, en la que no ya los ateos como antes, sino los cristianos seamos
una minoría que va desapareciendo?

En estos tiempos se da un interés por enorme por el esoterismo y por el misticismo oriental
auténtico o tomado por auténtico, mientras olvidamos nuestras propias tradiciones místicas
nos traemos a casa tradiciones místicas de afuera, o bien nos creamos nuevos dioses, o ídolos,
es decir, ideologías que plantean una pretensión de absoluto y a las cuales estamos dispuestos
a sacrificar mucho o incluso todo: dinero, tiempo, carrera, fama, prestigio, fitnes, sexo, etc.
Todo esto significa que la religión no esta acabada, pero la religión cristiana, a la fe cristiana,
al cristianismo le falta fuerza de convicción y de irradiación.

En opinión de muchos, vivimos hoy de modo nuevo en una situación de sincretismo similar
a la de los siglos en torno al cambio de era, entonces se derrumbó en Roma yen su imperio
el antiguo mundo de las divinidades paganas, pero desde Oriente irrumpieron múltiples
corrientes religiosas entre ellas el naciente cristianismo que por entonces se gano respeto y
estima a raíz de todos los mártires, su fe irradiaba, la sangre de los mártires se convirtió en
semilla de nuevos cristianos (Tertuliano), cuantos más cristianos eran asesinados, a menudo
de la forma más cruel, tanto más crecían en número, de modo que a la postre no quedo más
remedio que reconocer políticamente a los cristianos y convertirlos finalmente en religión
oficial y por decir así ponerlos a tirar el carro del Estado. Con esto llevaron una vida una vida
más fácil y por decirlo así se acomodaron y se dejaron corromper perdiendo así su fuerza de
irradiación.

Hoy se da de nuevo un sincretismo religioso hasta ahora en Europa no hay señal de que de
ahí el cristianismo vaya a salir victoriosamente radiante, lo que se ha instalado en Europa y
en las iglesias europeas es el cansancio, en ocasiones un derrotismo que se inclina con
resignación al destino al parecer irremediable decadencia insoslayable. La acedia se ha
convertido en nuestro problema fundamental.

2. El efecto Francisco

Tras la sorpréndete y valerosa, generosa y humilde renuncia al cargo del papa Benedicto el
ambiente no era animoso, por el contrario, era más bien plomizo y cubría la iglesia como
moho, las irregularidades financieras, y, sobre todo, los escándalos de los abusos habían
sacudido a la iglesia hasta la médula y nos habían costado mucho prestigio.

Esa es la razón por la cual se considera adecuada la elección de un papa del hemisferio sur
donde viven dos terceras partes del total de los cristianos. A pesar de las dificultades de
pobreza, persecución y problemas internos, esta viva y mira al futuro con esperanza. Es una
iglesia alegre. Por eso tras la renuncia de Benedicto se esperaba desde allí una bocanada de
aire fresco para la cansada Europa. Tras la elección recayera tras un cónclave en el arzobispo
de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, fue, sin embargo, una sorpresa para la gran mayoría de
los observadores y para los que estaban en el cónclave.

Fue sorprendente la primera aparición del nuevo papa en el balcón central de San Pedro, la
plaza estaba abarrotada de gente, que enseguida captó y comprendió que estaba ocurriendo
algo nuevo, la chispa terminó de saltar en los días y semanas siguientes. La aprobación de la
gran mayoría del pueblo de Dios se sigue manteniendo hasta hoy. Resulta sorpréndete sobre
todo como reaccionaron cristianos no católicos, e incluso personas tradicionalmente alejadas
de la iglesia y ambientes más bien críticos con ella.

Con este papa el mensaje cristiano parece haber recuperado su fascinación. El papa y con él
la iglesia han vuelto a estar en el candelero, ya no produce solo titulares negativos sino
provoca de nuevo interés. Este papa ha logrado o mejor dicho a él y a nosotros se nos ha
regalado poner de relieve de una forma nueva la fuerza radiante del evangelio para
innumerables personas.

3. La fuerza radiante del evangelio

El papa Francisco es un papa evangélico, lo que le importa es el evangelio y el evangelio es


para él evangelio de la alegría. Por eso el título de su exhortación apostólica es “Evangelii
Gaudium”, “La alegría del evangelio”, esta alegría es para él la respuesta a la acedia, a la
falta de alegría y de impulso, a la melancolía que han invadido nuestra fe. La nueva fuerza
radiante no la podemos hacer nosotros en absoluto; una nueva fuerza radiante solo nos puede
ser regalada por medio del evangelio.

La palabra evangelio quiere decir originariamente un mensaje que es proclamado y que con
la proclamación entra en vigor, crea una situación nueva y significa un nuevo comienzo,
semejante a la proclamación pública del nacimiento de un heredero al trono, o de la elevación
al trono de un nuevo soberano que se proclama como comienzo de una nueva época de paz.

En este sentido el profeta Isaías el mensajero de alegría anuncia la caída de la poderosa


Babilonia, el fin del periodo del exilio judío y la pronta irrupción del reinado de Dios (Is
52,7), de modo similar se presenta Jesús según el evangelista Marcos, anunciando el
“Evangelio de Dios”: “el tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y
creed en el evangelio” (Mc 1,14).

Jesus se sabe expresamente enviado a anunciar el evangelio (Lc 4,43), su mensaje exige
un cambio fundamental de mentalidad, no esta dirigido a los rocos y poderosos sino a los
pobres (Mt5, 3-6; Lc 6, 20), en consonancia, la alegría por el nacimiento del salvador
esperado se le anuncia primero a los pobres y despreciados pastores (Lc 2, 10), a la vez
provoca angustia y terror en el rey Herodes (Mt 2, 3).

Muy pocos entienden el significado del evangelio como Tomas de Aquino, que procedía de
los movimientos de reforma de evangélica de Domingo y Francisco. En su Summa
Theologiae se halla un articulo de sorprendente originalidad, que cita el papa Francisco (EG
37). El evangelio dice Tomás “no es ninguna ley escrita”, y por tanto tampoco un libro, ni un
código de doctrinas y preceptos, sino el don interior del Espíritu Santo que se nos regala
mediante la fe que obra por el amor (Gal 5, 6). El evangelio es don del Espíritu en la fe, que
a su vez procede del anuncio.

El modo que el concilio de Trento y luego el Vaticano II asumieron el tema y como en la


historia reciente de la iglesia la evangelización y la nueva evangelización se convierten en
con Pablo VI, Juan Pablo II, y Benedicto XVI en programa pastoral fundamental. El papa
Francisco se sitúa con su programa en una gran tradición de continuidad con sus inmediatos
predecesores. No defiende una doctrina nueva, sino que renueva la antigua, él dice que
siempre es nueva, que una y otra vez nos sorprende de manera nueva, que nunca deja de estar
de moda.

No es un papa liberal, es un papa Radical, en el sentido originario de la palabra “alguien que


se remonta y acude a la raíz (radix), el papa Francisco quiere “una Iglesia en Salida” (EG 17,
20, 24, 46, etc.).

El papa Francisco ha entendido este latido en la iglesia actual y en el mundo y ha captado lo


esencial de él, su programa no es la acomodación del Statu quo, al contrario, rechaza con
duras palabras una mundanidad espiritual (EG 93 – 97), con su programa evangélico expresa
el mensaje originario de la iglesia y a la vez sale al encuentro de una necesidad básica de un
presente que necesita orientación, no se ajusta a un esquema tradicionalista ni a uno
progresista, esta construyendo puentes hacia el futuro, el anuncia el evangelio no como un
mensaje amenazante sino como un mensaje de alegría, alegría no es lo mismo que gusto,
placer o diversión.

Alegría es la plenitud integral del ser humano que solo es posible en Dios, solo Dios es todo
en todos, solo él puede colmar por entero al ser humano, todo lo demás nos deja un sabor
amargo, hambre o sed de más; en cambio la alegría en Dios nos regala paz interior en él,
según Tomas de Aquino, “la alegría brota del amor de Dios”. El núcleo del evangelio de
Jesús es para Francisco la “Misericordia”, misericordia es la palabra clave de este
pontificado, significa que Dios, que es el amor es fiel a sí mismo y a nosotros y en cada
situación por muy bloqueada que esté, no deja a nadie igual que como estaba. Con esta alegría
y este mensaje el papa ha alcanzado y tocado el corazón de muchas personas, pues ¿Quién
no querría vivir orientado a un Dios misericordioso y a unos prójimos misericordiosos?

La nueva fuerza radiante de la fe proviene del origen y del núcleo de la propia fe, nos ha de
hacer radiantes a nosotros mismos, los anunciadores de la fe, que de una u otra forma somos
todos, no ha de poner cara oscura y sombría como de entierro sino anunciar la fe desde un
convencimiento interior: invitando pero sin querer camelar; con benevolencia, pero sin
rebajas; dando la bienvenida a todos, pero anunciando con exigencia; sobre todo dando
testimonio de ella ante los demás, no con dureza de corazón, sino con misericordia, solo a
partir de su núcleo y de sus raíces puede nuestra fe suscitar la alegría de forma nueva y ganar
en fuerza radiante.

4. La fuerza radiante de la iglesia

El papa francisco es un pastor que conoce la vida y está con los dos pies puestos en el suelo
de la realidad, sabe que en la fe nadie esta solo, cada cual recibe la fe de otros, sobre todo de
sus padres, y comparte la fe con otros en su familia, en la parroquia o en su comunidad. “Un
cristiano solo no es cristiano” (Tertuliano). Por esta razón, aunque la fuerza radiante de la fe
dependa de ciertamente de cada uno, cada uno está también referido a la fe viva de la
comunidad de los creyentes. De ahí que la recuperación de la fuerza radiante de la fe exija
recuperar la fuerza radiante de la iglesia como comunidad de los creyentes.

El papa Francisco defiende una eclesiología explicita del pueblo de Dios que parte de la
concepción del pueblo de Dios en la biblia, en la tradición y en el Vaticano II, Francisco es
reacio a todo clericalismo, los laicos son para él la mayoría; los ministros consagrados son
una minoría. Los pastores no deben de hacer de señores exquisitos, sino acoger el “olor a
oveja”. En virtud del bautismo todos pertenecemos a la iglesia y todos deben ser escuchados,
Francisco quiere un magisterio que escuche.

Los laicos no son meros objetos del anuncio y de la pastoral eclesial; son sujetos activos,
quiere una iglesia como una casa abierta, no una iglesia de “ven aquí”, sino de “voy allá”,
una iglesia en salida, no autorreferencial sino misionera, una persona autorreferencial es una
persona enferma, una iglesia autorreferencial es una iglesia enferma. Quiere salir del aire
viciado de una iglesia referida así misma, sufriendo y lamentándose por sí misma, o
celebrándose e incensándose a sí misma. No quiere un catolicismo sedente, sino una iglesia
misionera, en salida, que va no solo a las periferias de las ciudades, sino a las periferias de la
existencia humana (EG 20-23, 27-31, 78-86, etc.).

Para ser misionera ha de ponerse en camino de renovación, esa es la tarea para la cual fue
elegido el papa Francisco, para ayudar a salir de la crisis que se hizo perceptible con el
vatileaks y otros escándalos, una tarea que asumió con decisión tomando medidas decisivas.
Pero es un gran error buscar la renovación solo en la reforma de las instituciones en especial
de la curia romana, la renovación desde el evangelio va mucho mas al fondo, el habla de una
conversión pastoral, una conversión de los obispos, incluso una conversión del papado,
estose hizo patente en la primera noche de su papado cuando apareció en el balcón de la
basílica de San Pedro como obispo de Roma, que preside en la caridad, ser obispo de Roma
no es un apéndice del ministerio petrino sino su fundamento.

5. La fuerza radiante del amor y de la misericordia

Son importantes las reformas que el santo papa desea hacer a nivel intraeclesiales, pero no
son las más importantes, el papa quiere una iglesia en salida, misionera que no solo de si
misma, sino que más bien salga a las periferias, aquí recoge un importante impulso del
concilio, que definió a la iglesia como “sacramento para el mundo” (Lumen Gentium 1).
Esta afirmación es una afirmación que vuelve a llenar la iglesia de vida, del mundo de donde
procede y en el que están más de dos tercios de todos los cristianos, es el mundo de los pobres,
una iglesia pobre para los pobres.

La fe cobra fuerza radiante cuando se vuelve concreta, y cuando realiza la verdad en el amor,
sabe que el amor es digno de fe (Hans Urs von Balthasar). “La fe irradia cuando se la hace
irradiar en la vida y en las obras del amor”.

Para Francisco se trata de algo mas que un objeto ético y sociopolítico, lo que le importa es
un tema bíblico, es un tema cristológico, Jesús vino a anunciar el evangelio a los pobres (Lc
4,18).
El papa ha sido criticado repetidas veces por sus claras palabras que son un desafio para una
iglesia comparativamente rica, con sus palabras “esta economía mata”, el papa critica una
forma muy determinada de economía, a saber, la que tiende a reducir a lo económico todos
los ámbitos vitales, haciendo que el ritmo e la sociedad dependa de los intereses de
explotación del capital.

A lo largo de la historia de la iglesia han jugado siempre un papel importante los movimientos
de pobreza, comenzando por la comunidad primitiva de Jerusalén (Hch 2,44. Cuando después
la iglesia se volvió rica y poderosa, surgió el monacato de la iglesia antigua a manera de
protesta. San Antonio abad escucho la palabra: “Si quieres ser perfecto y da el dinero a los
pobres; luego ven y sígueme” (Mt 19,21); la escucho y la puso en práctica. En la edad media
hubo diversos movimientos en contra de una iglesia poderosa y rica, uno de esos es el
movimiento pauperista desencadenado por Francisco de Asís, cuya espiritualidad irradio
también a los laicos en la llamada “tercera orden”, en el XIX el movimiento social católico,
las encíclicas sociales de los papas León XIII hasta Benedicto XVI, que representan la
reacción de la iglesia a la pobreza no solo individual sino también estructural provocada por
la industrialización.

“Como Cristo realizo la obra de la redención en pobreza y en persecución de igual modo la


iglesia está destinada a recorrer el mismo camino, aunque la iglesia necesite de medios
humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para
proclamar la humildad y la abnegación también con su propio ejemplo” (Lumen Gentium
8,3).

En este espíritu 40 obispos firmaron algunas semanas antes de la conclusión del concilio el
llamado pacto de las catatumbas por una iglesia servidora y pobre en el se obligaban
personalmente a una serie de actitudes con respecto al estilo de vida, a los títulos, al
compromiso en favor de los pobres entro del cual estaba como testigo el arzobispo de San
Salvador Oscar Romero, quien fue asesinado por un grupo de soldados que actuaban por
encargo el 24 de Marzo de 1.980 mientras celebraba la eucaristía por haber defendido los
derechos de los campesinos.

La opción por los pobres no ha quedado en un tema puramente latinoamericano; Juan Pablo
II y Benedicto XVI la han hecho suya convirtiéndola en programa de la iglesia universal.

El papa Francisco quiere comunicar la fuerza radiante haciendo que cobre vigor las
situaciones concretas de necesidad, de miseria, de los refugiados, de los enfermos, ante el
escandalo que clama al cielo, de la pobreza y la miseria en el hemisferio sur presta su voz al
grito de los pobres.

Francisco quiere alzar su voz contra la globalización de la indiferencia, no trata de un análisis


económico científico (EG 51), sino alzar un grito profético en vista de los millones de seres
humanos considerados simplemente desechos “sobrantes” (EG 53).

A Francisco lo mueve en definitiva una preocupación cristológica y mística, se trata de


encontrar a Cristo, incluso de tocar a Cristo en los pobres (EG 270), la iglesia es el cuerpo de
Cristo en las llagas de los otros tocamos las llagas de Cristo, no es la tradicional mística con
los ojos cerrados, sino una mística de ojos abiertos (Johann Baptist Metz).
6. El papa Francisco un desafío

Con todo esto Francisco concreta el centro del evangelio: el mensaje de la misericordia. No
lo hace solo con sus palabras, sino también con sus gestos y con su propia actitud.

La misericordia dice que cualquier persona en cualquier situación, por muy bloqueada que
esté, esta afirmada y aceptada por el amor siempre mayor de Dios, a todo el que se lo pide
Dios le da otra oportunidad este mensaje permite respirar y fundamenta la alegría del
evangelio (EG 2-8) proporcionando a la fe una fuerza radiante en el mundo.

Con el mensaje de la alegría del evangelio, la iglesia ya no se entiende a sí misma como una
fortaleza inexpugnable en estado de defensa permanente frente a un mundo ajeno a ella y a
menudo hostil, quiere ser compañera de camino de los hombres en su recorrido muchas veces
pedregoso y fatigoso; no dueña de la fe, sino servidora de la alegría (2Cor 1,24).

¿Puede el papa imponerse con su visión? ¿Conseguirá introducir una gran reforma?

Las respuestas no solo dependen del papa sino también de si y en qué medida recogen sus
impulsos los colaboradores de la curia romana, las iglesias locales, las congregaciones
religiosas, lo movimientos, las asociaciones, las facultades de teología, y también los
cristianos particulares. No podemos quedarnos esperando a ver que nos trae el nuevo papa,
nosotros tenemos que aventurarnos y ponernos en camino: “Soy una misión en esta tierra y
para eso estoy en este mundo”. (EG 273).

El papa Francisco es un desafío para cada uno de nosotros, lo que propone el papa es el
camino humilde de las personas creyentes, un poquito de misericordia dice él puede cambiar
el mundo.

Esta es una revolución muy distinta a lo que normalmente se entiende por tal, es una
revolución de la ternura y del amor, el retorno al origen del evangelio como camino hacia el
futuro, a esta revolución estamos llamados todos, ella puede otorgar a la fe fuerza radiante.

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