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involucrada sino que está directamente afectada. Esta es la idea que designa la
noción de estatuto personal.
1º. Así, los Tribunales españoles conocerán con alcance exclusivo «en
materia de validez o nulidad de las inscripciones practicadas en un Registro
español» [art. 22.1.c) LOPJ]. Una regla obvia por una razón de proximidad,
pero también de competencia, pues nadie como el juez encargado del Registro
puede conocer de tales acciones. Excluye por tanto la competencia de
cualquier otra jurisdicción nacional.
derecho aplicable.
Una primera lectura llevaría a pensar que el precepto designa todas las
cuestiones pertenecientes al estado civil, y al derecho de familia y sucesiones.
Como se ha indicado, el artículo 9.1 del Código civil experimenta un fuerte
proceso de especialización, de modo que, si se prosigue la lectura de los
artículos 9 y 10 del Código civil se puede llegar a la conclusión de que los
párrafos siguientes no hacen sino especializar el supuesto de hecho del artículo
9.1 del Código civil, dotando de soluciones particulares a ciertas cuestiones
pertenecientes al estado civil y a los derechos y deberes de familia. Ese
proceso de especialización ha venido provocado también por la proliferación de
leyes especiales y por la incorporación al ordenamiento español de Convenios
internacionales y Reglamentos de la UE, susceptibles de incidir sobre estas
materias.
De modo que el artículo 9.1 del Código civil, siendo la regla general, es
residual: solo será aplicada cuando el problema planteado no pueda
reconducirse a ninguno de los otros párrafos del artículo 9 y al Derecho
convencional o europeo. Cabe entender que el ámbito de aplicación de este
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4º. Por último, dentro del ámbito del artículo 9.1 se comprenden los supuestos
de extinción de la personalidad por declaración de ausencia y por
declaración de fallecimiento.
2º. Cabría preguntarse cuál es la razón por la que el legislador de 1974 escoge
la conexión nacionalidad, asignándole un juego tan amplio. La amplia
presencia de la conexión nacionalidad tiene un marcado componente histórico
y es típica de los países que, como el nuestro, tradicionalmente han sido países
de emigración. La sumisión de las cuestiones personales a la ley nacional
posibilitaba la permanencia del individuo bajo su ley nacional. El cambio de
signo socio-político como consecuencia de la transformación de España en un
país receptor de inmigración, desde los años noventa, unido a las dificultades
que conlleva una admisión tan amplia de la conexión nacionalidad
(tradicionalmente denunciadas), no ha provocado sin embargo la eliminación
de la nacionalidad como criterio de conexión.
Y es que parece razonable que en materias íntimamente ligadas a la persona
sea una conexión personal la que sirva para designar el derecho aplicable. La
nacionalidad es además la conexión «cultural» por excelencia, en la medida en
que, en estas materias, toda persona tiene una representación mental, o
incluso conoce las prescripciones de su derecho nacional; por ejemplo,
cualquier español sabe que en materia de sucesiones en el Derecho civil común
todos los hijos heredan (adoptivos, matrimoniales, extramatrimoniales) y, en
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principio, además, a partes iguales (legítimas) salvo las mejoras, y que solo
excepcionalmente pueden ser desheredados.
Presenta, además, ciertas ventajas. La nacionalidad es una conexión poco
variable. De ahí que dote de estabilidad a la regulación de las cuestiones
referidas fundamentalmente al estado civil y a los problemas en la esfera de
actuación personal del individuo. Además, con frecuencia todos los miembros
de la familia ostentarán la misma nacionalidad, de modo que se facilita una
cierta unidad en la solución de ciertos problemas personales y familiares.
Por lo demás, en los Estados plurilegislativos, como es el caso español, la
nacionalidad puede no expresar exactamente la vinculación de la persona con
un determinado territorio. Y es que, es precisamente en las materias incluidas
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menores los que están en el origen de este proceso de erosión. Tiene, además,
un papel central en un importante número de Convenios internacionales y
Reglamentos europeos. Hasta el punto que va desplazando a la nacionalidad
para dejarla en un segundo plano, reducida a un ordenamiento por el que la
persona puede eventualmente optar. Así ocurre, por ejemplo, en materia de
sucesiones en el R. nº 650/2012, sobre ley aplicable a las sucesiones.
En favor de la residencia habitual militan distintas razones:
1. Expresa el centro real de la vida del individuo y la familia.
2. Es una noción fáctica —aunque legalmente su adquisición por los
extranjeros pueda depender de criterios jurídicos—, resultando de fácil
prueba.
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los Estados miembros es también una de las misiones en las que se emplea el
TJUE, por vía de respuesta al recurso prejudicial en interpretación previsto por
el Derecho europeo. Una definición común a los Estados contratantes permite
una aplicación uniforme del instrumento internacional.
1º. (1) El Convenio de Munich no provoca un cambio radical, dado que sigue el
criterio de la ley nacional (art. 1.1: «los nombres y apellidos de una persona se
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determinarán por la ley del Estado del cual dicha persona sea nacional…»). (2)
Se admite el reenvío. Se entiende que la designación del ordenamiento por la
ley nacional alcanza también las normas de DIPr. De modo que puede ocurrir
que cuando la autoridad española acuda al ordenamiento extranjero, la norma
de conflicto en la materia establezca que es el país de la residencia habitual o
del domicilio el que debe regir la cuestión (reenvío de retorno), resultando
aplicable el derecho español. (3) Como quiera que el derecho al nombre puede
depender de la vinculación de la persona por otras relaciones familiares, la
cuestión previa debe resolverse asimismo conforme a las prescripciones de la
ley nacional del interesado. (4) En los supuestos de cambio de nacionalidad se
aplicará al nombre la nueva ley nacional adquirida (art. 1.2). (5) Finalmente,
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dado que la prueba del derecho extranjero puede resultar compleja, el artículo
5 dispensa al encargado del Registro civil en los supuestos de imposibilidad de
conocer el derecho aplicable, permitiéndole la aplicación de su ley interna (ley
de la autoridad interviniente). Se facilita así la labor del Encargado, aunque
ello suponga la modificación de la ley rectora del nombre.
A) Capacidades especiales
Dentro de la capacidad de obrar, el proceso de especialización de las normas
lleva a identificar ciertas capacidades especiales. La mayoría de los
ordenamientos establecen capacidades, distintas a la prevista con carácter
general, para la realización de determinados actos jurídicos (p. ej., contraer
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I. INTRODUCCIÓN
Uno de los temas más importantes, complejos y polémicos en el estudio del
DIPr es el que se refiere a la persona jurídica. La importancia de su estudio se
entiende fácilmente si convenimos en que las personas jurídicas —y, más
concretamente, las sociedades mercantiles— son el instrumento típico
mediante el cual se desarrolla la inmensa mayoría de las transacciones
comerciales internacionales. Por lo que hace a la complejidad del tema, es de
señalar que deriva fundamentalmente de la gran variedad de formas que
dichas sociedades pueden revestir para operar en el tráfico internacional —
joint venture, grupos de empresa…—. Formas societarias que demandan, en la
mayoría de los supuestos, una regulación ad hoc. Y, por fin, el carácter
polémico de este Tema surge, en el Derecho español, por el desafortunado
tenor de las normas que regulan las cuestiones a las que nos vamos a referir.
Queremos destacar, por un lado, que aun partiendo del concepto general de
personas jurídicas, a lo largo de las siguientes líneas nos referiremos
básicamente a las sociedades. Y más concretamente, a las sociedades
mercantiles.
Por otro lado, a los efectos del presente Tema, vamos a centrarnos
principalmente en las tres cuestiones clásicas que plantean las sociedades
mercantiles desde la perspectiva de nuestra disciplina: 1la competencia
internacional de los tribunales españoles para conocer de los litigios societarios;
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2
la ley aplicable a las sociedades —esto es, la determinación de su lex
societatis—; y, 3el reconocimiento en España de las sociedades extranjeras.
Ahora bien, la importancia de determinados preceptos del TFUE —en especial,
el artículo 54 TFUE—, así como la relevancia de la jurisprudencia del TJUE en
este ámbito, obligan a hacer una breve referencia a la influencia que el
Derecho europeo está operando sobre las legislaciones internas de los Estados
miembros en la materia.
1º. Del mismo modo que ocurre con otros conceptos que recoge el
Reglamento —ad ex., sucursal o agencia—, es unánimemente aceptado que la
expresión «sociedad o persona jurídica» debe ser objeto de una
interpretación autónoma, teniendo en cuenta el fin de la norma. Desde esta
perspectiva, se entiende que están incluidos en el ámbito del precepto los
diferentes tipos de sociedades, las asociaciones y las fundaciones, así como
aquellos entes sin personalidad jurídica pero con capacidad para ser parte en
un proceso.
4º. Las materias objeto del foro exclusivo en cuestión pueden plantearse con
carácter incidental en el proceso. Así, por ejemplo, en el seno de un litigio —
incoado ante los tribunales ingleses— que verse a título principal sobre el
incumplimiento de un contrato, puede plantearse con carácter incidental la
nulidad del mismo; entre otras causas, por estimar que la decisión adoptada
por los órganos de gestión de la sociedad que lo firma (alemana y con sede en
Alemania) es invalida conforme a sus estatutos. Así las cosas, se plantea si
para conocer sobre la validez de esa decisión del órgano de gestión de la
sociedad alemana (cuestión sometida a un foro exclusivo) puede conocer el
mismo juez —inglés— que conoce sobre el incumplimiento del contrato; o si,
por el contrario, ese juez —inglés— que conoce del incumplimiento contractual
debe detener el procedimiento y remitir al tribunal —alemán— exclusivamente
competente para que decida sobre la cuestión incidental (cuál es la validez de
la decisión en virtud de la cual se firma el contrato). Pues bien, sobre esta
cuestión concreta, el TJUE ha estimado que el foro exclusivo en materia de
personas jurídicas no es aplicable, y que, en consecuencia, puede conocer de
esa supuesta invalidez de la decisión el juez que conoce a título principal sobre
el incumplimiento contractual. El argumento, en palabras del TJUE, es el
siguiente: «si todos los litigios que tienen por objeto una decisión de un órgano
de una sociedad pudieran reconducirse al ámbito del artículo [24], núm. 2…
bastaría que una sociedad invocase, con carácter previo, una supuesta
invalidez de esas decisiones de sus órganos que condujeron a la celebración de
un contrato o a que se realizara un hecho supuestamente perjudicial, para que
se le atribuyese, de manera unilateral, una competencia exclusiva al foro de su
propio domicilio social» (STJCE, 12.5.2011, Berliner Verkehrsbetriebe, C-
144/10).
La interpretación así hecha parece ser una interpretación específica para este
foro exclusivo en materia de personas jurídicas, pues para el ámbito de bienes
inmateriales (patentes, marcas, diseños o dibujos y modelos y demás bienes
análogos), el artículo 24.4 del R. Bruselas I refundido consagra la competencia
exclusiva de los tribunales del Estado en que se haya solicitado, efectuado o
tenido por efectuado el depósito, «independientemente de que la cuestión se
haya suscitado por vía de acción o por vía de excepción».
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por el art. 9.11 del referido texto legal por cuanto que la necesidad de
que la persona jurídica opere en el tráfico jurídico por medio de personas
físicas que actúen como órganos sociales lleva a la denominada
doctrinalmente representación orgánica que es la regida por la última
norma citada».
En el ámbito de la capacidad, la STS de 29 de mayo de 1974 estableció:
«… en armonía con lo dispuesto en el artículo 9 del Código civil, tiene
reiteradamente declarado esta Sala que tratándose de la capacidad legal
de los extranjeros —entre los que ha de encuadrarse la existencia y
constitución de las personas jurídicas y a sus órganos representativos—,
basta para acreditarla que se haya sujetado a las formalidades exigidas
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IV. RECONOCIMIENTO
El reconocimiento de sociedades extranjeras es un expediente técnico a partir
del cual se determina si una sociedad válidamente constituida en un Estado
puede ser aceptada como tal en otro Estado. Es decir, mediante este
expediente se trata de determinar si el Derecho del foro reconoce la
personalidad jurídica de una sociedad que no tiene la consideración de
española.
Sobre este último punto, la Resolución establece: «No debe, por tanto,
denegarse la inscripción de la sucursal en base al argumento de que la
entidad extranjera que crea la sucursal en España —entidad que tiene el
carácter de "higher education Corporation"— no es inscribible en el
Registro Mercantil español por no estar comprendido en ninguno de los
apartados del art. 81 del Reglamento del Registro Mercantil… Las
Sociedades extranjeras a que se refiere el ap. k) del art. 81 no han de
coincidir por tanto necesariamente con los tipos societarios reconocidos
por el ordenamiento español. Ha de partirse de un concepto amplio de
Sociedad Mercantil… Procede, por tanto, examinar si una "higher
education Corporation" tiene, según el Derecho británico, personalidad
jurídica y cuál es su finalidad. Pues bien, esta Entidad, regulada en la
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Como destaca el propio tribunal, esta última sociedad «no cuenta con
domicilio en Madrid, ni siquiera por delegación, así como que carece de
cualquier otro en el territorio español» y, sin embargo, ni se plantea la
exigencia de inscripción en el Registro Mercantil de dicha sociedad para
comparecer en el pleito.
Un segundo sector entiende, sin embargo, que el antiguo artículo 48 TCE (hoy
art. 54 TFUE) es una norma de carácter conflictual, en virtud de la cual para
que una persona jurídica pudiera beneficiarse de las libertades comunitarias
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bastaría con que se diesen las conexiones que recoge la norma. Esto es,
bastaría con que se hubiera constituido conforme al Derecho de un Estado
miembro y, además, tuviese su sede real en algún Estado miembro. En el bien
entendido de que no sería necesario una coincidencia entre ambas
circunstancias o elementos. De tal modo, que el Derecho conforme al cual se
hubiere constituido la sociedad no tendría por qué ser el Derecho del Estado en
el que la sociedad tuviera su sede real.
Esta concepción del hoy artículo 54 TFUE implicaría, además, que las
sociedades constituidas conforme a la ley de un Estado miembro con su sede
real en el seno de la Unión, deberían ser reconocidas en los demás Estados,
pues si no se reconociesen se estaría vulnerando la libertad de establecimiento
que consagra el Tratado. Desde esta perspectiva, se afirma que el artículo 54
TFUE acoge el reconocimiento mutuo de sociedades.
Pues bien, tras las sentencias del Tribunal de Justicia en los asuntos Centros
(STJCE, 9.3.1999, C-212/97) y Überserring (STJCE, 5.11.2002, C-208/00) la
balanza se ha inclinado definitivamente del lado de este segundo sector.
En la sentencia que el TJCE dicta al respecto, afirma que los actuales artículos
49 y 54 TFUE «se oponen a que un Estado miembro deniegue la inscripción de
una sucursal de una sociedad constituida de conformidad con la legislación de
otro Estado miembro, en el que tiene su domicilio social sin ejercer en él
ninguna actividad comercial, cuando la sucursal está destinada a permitir que
la sociedad controvertida ejerza toda su actividad en el Estado en que dicha
sucursal se encontrará establecida».
Ahora bien, pese a la aprobación que el Tribunal da a la «maniobra» de los
socios, advierte que «esta interpretación no excluye que las autoridades del
Estado miembro afectado puedan adoptar cualquier medida apropiada para
prevenir o sancionar fraudes, ya sea con relación a la propia sociedad…, ya sea
con respecto a los socios con relación a los cuales se haya demostrado que en
realidad lo que pretenden, mediante la constitución de una sociedad, es eludir
sus obligaciones para con los acreedores privados o públicos establecidos en el
territorio del Estado miembro afectado».
Debe señalarse que aunque parezca que exista cierta contradicción entre
la sentencia Centros y la sentencia Daily Mail —de hecho así ha sido
denunciado— en el fondo subyace una diferencia significativa. Así, en el
supuesto que dio origen a la última sentencia citada se pretendía el
traslado de la sede de dirección. En Centros, sin embargo, se pretende la
inscripción de una sucursal que en realidad operaría como el
establecimiento principal.
2. EL MATRIMONIO POLIGÁMICO
Junto al aumento en el número de las parejas de hecho otro fenómeno, esta
vez derivado de la inmigración, se está produciendo en la sociedad española.
La aparición de distintas formas de familia, entre las cuales la más relevante a
nuestros efectos, tanto por nuestra proximidad con África, como por su
sustancial diferencia con nuestro concepto de matrimonio, es la derivada del
matrimonio poligámico.
El artículo 32.2 de la Constitución, referido al matrimonio, establece una
reserva de ley para la regulación de su núcleo esencial. Es la regulación que
contiene el Código civil, acorde con derechos fundamentales tales como la
igualdad y la libertad, que se reflejan tanto en la prohibición de la poligamia,
como en la necesidad de libre consentimiento para contraer matrimonio. El
derecho a su celebración está constitucionalmente protegido, siendo el único
matrimonio existente en España, por más que, como veremos en la parte
relativa a la celebración del matrimonio, a él se pueda acceder a través de
diversas formas previstas en nuestras leyes (entre ellas la islámica).
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En el resto de Europa son muchos los casos que han llegado a los
Tribunales en materia de alimentos, pensiones o sucesiones. Las
soluciones pasan, bien por reconocer el «efecto atenuado» del orden
público, es decir, la admisión de ciertos efectos al matrimonio poligámico
(sucesión, alimentos, pensiones de la segunda esposa, por ejemplo),
bien a no admitir ninguno, en base al orden público de «proximidad»,
cuando la relación presente lazos estrechos con el país afectado (por
ejemplo, en Francia, cuando estos efectos sean negativos para el
cónyuge francés).
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1. CONSIDERACIONES PREVIAS
En el ordenamiento español, las soluciones establecidas por las normas de
DIPr sobre celebración del matrimonio están condicionadas por los valores
jurídicos reconocidos en la CE (arts. 10.1, 14, 16 y 32) que, como vamos a ver,
afectan tanto a la formas de celebración, como a la capacidad y al
consentimiento matrimonial. El derecho a contraer matrimonio es un derecho
constitucionalmente protegido y parte de la doctrina lo considera un derecho
fundamental.
El artículo 32 de la CE no está incluido en el Capítulo II Sección primera y, por
tanto, no goza de la protección especial del recurso de amparo ante el TC; no
obstante, el derecho a contraer matrimonio es considerado internacionalmente
un derecho fundamental en Convenios de derechos humanos ratificados por
España.
A) Condiciones de fondo
La acción del orden público podrá excluir algún impedimento existente en la ley
extranjera o bien exigir la aplicación de otros presentes en la ley española e
inexistentes en la extranjera (pensemos, por ejemplo, en el impedimento de
ligamen, inexistente en los matrimonios islámicos), como veremos más
adelante, ya que configura una de las excepciones a la aplicación de la ley
nacional a la capacidad.
Ahora bien, la ley que rige el divorcio, es decir, aquella en base a la cual
se dictó la sentencia y que se concretiza en ella, será la utilizada para
saber, por ejemplo, en que consiste un divorcio o un repudio o sus
condiciones en el país que dictó la sentencia. Así, el Auto del TS de 21 de
abril de 1998 otorga el exequátur a un acta de divorcio revocable de un
matrimonio celebrado en El Cairo, alegando entre otros motivos que «…
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regulada por el Código Civil o en «la forma religiosa legalmente prevista» (art.
49 CC). Las formas religiosas previstas son, por supuesto, la católica y desde
noviembre de 1992, la evangélica, la israelita y la islámica. El artículo 60 del
Código civil, en su última redacción, amplía estas formas religiosas a aquellas
otras que previstas «por las iglesias, confesiones, comunidades religiosas o
federaciones de las mismas que, inscritas en el Registro de Entidades
Religiosas, hayan obtenido el reconocimiento de notorio arraigo en España» [la
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones, 2003), los
Testigos de Jehová (2006), el Budismo (2007) y la Iglesia Ortodoxa (2010)].
Es conveniente resaltar que son éstas las únicas formas admitidas en el
supuesto del que hablamos y que, por tanto, no será válido el matrimonio
contraído de acuerdo a otras confesiones religiosas, ni tampoco el matrimonio
consular ante la Autoridad consular en España del cónyuge extranjero.
su ley personal (art. 49 CC). Por formas previstas en la ley del lugar de
celebración hay que entender todas aquellas previstas en esa ley, ya sean
civiles o religiosas; así, será válido, a efectos del ordenamiento español, el
matrimonio celebrado conforme al rito budista si éste está reconocido como
válido por la ley de la India; e igualmente sucederá con el rito hebraico en
Israel, etc.
con una forma hoy admitida en España, bien por ajustarse a la lex loci,
sería válido y produciría efectos civiles desde su celebración». Y, en la de
2 de enero de 1998, se afirma que «si no hay propiamente autorizante
del matrimonio por la Ley china y si esta no exige la intervención de
testigos, no hay motivo alguno para exigir el cumplimiento de requisitos
no exigidos por la legislación competente y para aplicar en este punto la
ley española».
Las formas permitidas por la ley personal del contrayente español son, tanto
las formas religiosas previstas en la ley española (aunque no produzcan
efectos en el país de celebración), como la forma civil del matrimonio contraído
ante la Autoridad consular española (siempre que en el país en donde nuestra
representación consular esté acreditada admita el ejercicio de esta función en
su territorio). Conviene resaltar pues, que no está permitida la celebración del
matrimonio conforme a la ley personal del contrayente extranjero; sí, ante su
Autoridad consular siempre que ésta sea una de las formas reconocidas por la
lex loci.
registral.
I. INTRODUCCIÓN
La celebración del matrimonio produce el nacimiento de una serie de relaciones
o efectos entre los cónyuges. La conveniencia de uno u otro término es
discutida por la doctrina, y es que podríamos decir, que bajo el problema
terminológico subyace una diferente concepción del mismo. Para la primera de
ellas, el matrimonio no produce propiamente «efectos», sino que son los
mismos cónyuges los que libremente deciden sus relaciones, sus derechos y
deberes, de los que el derecho y el Estado han de estar prácticamente
ausentes. Esta concepción del matrimonio es propia de los países más
secularizados, más celosos de las libertades individuales, donde la primacía la
tiene el individuo frente a las instituciones sociales, incluida la familia. Por el
contrario, para la segunda de las concepciones del matrimonio, éste y la
familia a la que da lugar es una institución básica para el orden social, superior
a los individuos que la componen y su celebración genera múltiples efectos
jurídicos exhaustivamente regulados por el derecho.
En España ambos términos se utilizan indistintamente en los textos legales. Y
es que a partir de la reforma del Código civil de 1975 la vida familiar se
organizó sobre bases menos rígidas que en el pasado a través sobre todo de la
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los que lo contraen, unos efectos que, aunque a veces de difícil sanción, no por
ello pierden su condición jurídica.
«Los efectos del matrimonio se regirán por la ley personal común de los
cónyuges al tiempo de contraerlo; en defecto de esta ley, por la ley
personal o de la residencia habitual de cualquiera de ellos, elegida por
ambos en documento auténtico otorgado antes de la celebración del
matrimonio; a falta de esta elección, por la ley de residencia habitual
común inmediatamente posterior a la celebración y, a falta de dicha
residencia, por la del lugar de celebración del matrimonio».
Son dos los objetivos del legislador en este concreto párrafo del artículo 9:
1. El conseguir que la misma ley sea aplicable a todos los efectos del
matrimonio (con excepción del régimen pactado), evitando así
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Así pues, los matrimonios entre españoles de distinta vecindad civil que
residan en el extranjero, y hayan celebrado el matrimonio fuera de España,
verán regir los efectos de éste, a falta de capitulaciones, por el CC (régimen de
gananciales), a no ser que la vecindad civil distinta de uno y otro cónyuge
prevea un sistema de separación, en cuyo caso el régimen económico aplicable
al matrimonio será el de separación prevista en el Código.
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bienes con ocasión del matrimonio, será de aplicación el artículo 1327 del CC,
que exige, para la validez de las capitulaciones, escritura pública.
I. INTRODUCCIÓN
El Derecho español goza, tras las reformas llevadas a cabo en nuestro
ordenamiento jurídico interno y tras la actividad del legislador comunitario, de
una regulación casi completa del divorcio y la separación de cara al tráfico
externo. En lo que se refiere al Derecho interno:
1. El artículo 22 quáter de la LOPJ (LO 7/2015, de 21 de julio) establece los
foros de competencia judicial internacional en esta materia.
2. El artículo 107 del CC, (reformado por la Disposición final primera de la
Ley de Jurisdicción Voluntaria, Ley 15/2015, de 2 de julio) remite la
determinación de la ley aplicable a la separación y al divorcio a las
normas de DIPr, bien sean de la UE bien sean del derecho interno.
3. En materia de reconocimiento y ejecución de sentencias extranjeras, su
regulación se encuentra en la Ley de Cooperación Jurídica Internacional
en materia civil (Ley 29/2015, de 30 julio de 2015).
A esta regulación interna, relativa a la competencia judicial y al reconocimiento
de decisiones, habrá que añadir la contenida en el R. 2201/2003, del Consejo,
de 27 de noviembre de 2003, relativo a la competencia judicial, el
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1. ÁMBITO DE APLICACIÓN
El Reglamento limita su ámbito de aplicación material al efecto principal de la
Resolución, es decir, al efecto constitutivo: la modificación del vínculo. No se
aplica a cualquier otra cuestión derivada del divorcio, la separación o la nulidad
(alimentos, relaciones económicas, etc.). En España, pues, a tales cuestiones
se les aplicarán bien los Convenios multilaterales o bilaterales, o el derecho
interno dependiendo de la materia de que se trate. La dificultad de utilización
de varios textos legales es el problema más grave que plantea el Reglamento.
En relación a los procedimientos a los que se aplica el Reglamento, se incluyen
tanto los judiciales como los no judiciales, que se admiten en los países de la
Unión. Sin embargo, no se incluyen los procedimientos religiosos, si bien su
artículo 63 salvaguarda los Acuerdos de los Estados con la Santa Sede, como
es el caso del existente con el Estado español.
2. COMPETENCIA JUDICIAL
En el sector de la competencia no hay un presupuesto de aplicación. El juez
ante una demanda de nulidad, separación o divorcio con implicaciones
transfronterizas habrá de remitirse al Reglamento. Es éste el que va a decir
cuándo y cómo se aplica el Reglamento, cuando el derecho interno, en
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A) Foros de competencia
Los foros de competencia previstos en el artículo 3 son siete:
1. Residencia habitual de los cónyuges en el momento de presentación de
la demanda.
2. Última residencia habitual común cuando uno de ellos todavía resida allí.
3. Residencia habitual del demandado.
4. Residencia de uno u otro, siempre que la demanda se haya presentado
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conjuntamente.
5. Residencia habitual del demandante, siempre que se haya prolongado
durante un año antes de la presentación de la demanda.
6. Residencia habitual del demandante con seis meses previos a la
demanda, siempre que sea nacional de ese Estado.
7. Nacionalidad común de ambos cónyuges, o en el caso del Reino Unido e
Irlanda, el «domicilio» (en el sentido que a este término se le da en esos
países) conyugal fijado de manera estable (por lo demás es en este
sentido en el que se utiliza siempre el término «domicilio» en el
Reglamento).
El objetivo fundamental de estos foros es facilitar las acciones de divorcio,
pensando en que es frecuente el cambio de residencia de la pareja tras la crisis
matrimonial, y, se fundamentan en contactos suficientes de la persona con un
Estado miembro.
Si bien en España, y en relación a la acción de nulidad, que puede ejercerse
por el Ministerio Fiscal o por quien tenga un interés directo y legítimo en ella,
algunos de los foros de competencia (por ejemplo los números 5 y 6) pueden
tener muy escasa vinculación con las personas de los cónyuges.
3. RECONOCIMIENTO DE RESOLUCIONES
español.
Estas normas de reconocimiento y ejecución de resoluciones extranjeras están
comprendidas en el Título V de la Ley de Cooperación Jurídica Internacional en
materia civil. Por tanto el sistema es el mismo que el ya explicado en el Tema
VI, al que nos remitimos. Nos limitaremos aquí, por tanto, a los problemas
específicos que se han planteado en la materia que estamos tratando:
1. Respecto a cuando es necesario el exequátur de estas resoluciones.
2. Respecto al propio procedimiento de reconocimiento.
2º. En relación al segundo punto, las resoluciones a las que nos estamos
refiriendo no han encontrado en general problemas en el momento de su
reconocimiento. Los órganos encargados de ello, bien sea el Tribunal de
Primera Instancia (en el caso de reconocimiento a través de un Convenio que
así lo prevea), bien los Juzgados de Primera Instancia, han otorgado el
exequátur una vez comprobado que se cumplían las condiciones exigidas en
los Convenios bilaterales que obligan a España o, en su caso, las contempladas
en el art. 46 LCJI. De todas las condiciones del art. 46 LCJI (ver Tema VI)
vamos a resaltar aquellas más relevantes en estas materias.
Por ejemplo, es preciso destacar que cualquiera de los cónyuges puede optar
por iniciar un nuevo proceso en España o proceder al reconocimiento de una
resolución extranjera ya existente. La elección entre uno u otro sistema es
fundamental en relación al momento en que los cónyuges van a ser
considerados divorciados. Si se procede al reconocimiento, la fecha es la del
momento en que se dictó la sentencia de origen. Si se opta por un nuevo
proceso en España, la fecha será la de la sentencia española. En muchos casos
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Estos mismos divorcios revocables por el cónyuge varón, dictados por Adules
Notarios (propios de países árabes) y, en general, los divorcios dictados por
autoridades religiosas, han causado también problemas en cuanto al requisito
de la competencia del tribunal de origen. Así, se ha otorgado el exequátur
cuando se ha considerado que la Autoridad religiosa actuaba revestida de
imperium, o se ha denegado cuando no ha sido probado este extremo. En
cuanto a la competencia de los tribunales religiosos para dictar divorcios en
territorio español, se encuentra descartada, por lo que ni siquiera se plantea el
posible reconocimiento en España de las sentencias dictadas por ellos.
Finalmente, en relación al orden público, se ha denegado el reconocimiento en
el supuesto de divorcio revocable por el marido, con base en «la igualdad de
derechos y deberes del marido y de la mujer que desde el artículo 14 CE (…)
se reconoce en nuestro ordenamiento jurídico civil» (ATS de 24 de septiembre
de 1996). Sin embargo, atendiendo a consideraciones de justicia material, sí
se otorga el exequátur a un acta de divorcio revocable de matrimonio
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A) Ámbito de aplicación
El artículo 1, bajo la rúbrica «Ámbito de aplicación», incluye varios puntos
importantes. Por un lado, que el Reglamento se aplicará en todas aquellas
situaciones que impliquen un conflicto de leyes, es decir, que sean situaciones
internacionales; por ejemplo, por ser cónyuges de distinta nacionalidad, o con
residencia en distintos Estados (no únicamente intracomunitarios). Por otro
lado, que, al igual que el resto de los Reglamentos de ley aplicable, tiene
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I. INTRODUCCIÓN
La filiación tanto por naturaleza como adoptiva ha estado sujeta en los últimos
tiempos a cambios importantes.
Junto a la Constitución, importantes textos internacionales garantes del
respeto y cumplimiento de los Derechos fundamentales, han irrumpido en la
normativa reguladora de esta materia. En particular la Convención de los
Derechos del Niño, de 20 de noviembre de 1989, adoptada en el marco de la
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ONU con preceptos, entre otros, como el artículo 3 o el artículo 21, referido,
este último, a los principios que han de inspirar la filiación adoptiva.
La intervención de los poderes públicos en la filiación, institución restringida al
ámbito privado, se ha dejado notar de forma intensa en su regulación (sobre
todo, p. ej., en la filiación adoptiva, cuya constitución o reconocimiento se
somete al control o cumplimiento de una serie condiciones, ampliamente
vigiladas por los poderes públicos). Este desplazamiento de lo privado a lo
público es un rasgo que se percibe en el sistema de protección de los menores
en general.
Los movimientos migratorios, principalmente la inmigración que España ha
tenido en los últimos tiempos, aunque su descenso sea notable en este
momento, han obligado a dar respuesta a instituciones en un principio
desconocidas para el ordenamiento español. De igual forma, el surgimiento de
nuevos modelos de familia plantea retos importantes.
En consecuencia, el legislador español se ha topado con un escenario diferente
que demanda una respuesta desde el ámbito jurídico y, en particular, desde
las normas de DIPr (p. ej., las situaciones que se están presentando con el
desarrollo y presencia en cada vez más casos de la denominada gestación por
sustitución o el tratamiento de instituciones que no están presentes en el
ordenamiento español, como la institución de la «kafala»).
los que, en consecuencia, les resulta aplicable el artículo 9.4 del CC, y aquellos
otros que se someten a la lex fori, al tener una calificación puramente procesal.
A grandes rasgos, la lex causae que resulte al operar la conexión prevista en la
norma de conflicto regulará: 1la legitimación de quienes pueden ejercer la
acción, así como 2los plazos vigentes y a 3las presunciones. Aplicándose la lex
fori, por ejemplo, a la intervención del Ministerio Fiscal (cuestión que queda
totalmente cerrada para los litigios abiertos en España).
Mención particular, por la polémica que plantea, merece el principio de prueba
de los hechos en el que se funda la admisión de la demanda sobre
determinación o impugnación de la filiación, previsto en el artículo 767 de la
LEC. Su tratamiento como cuestión procesal, sujeta por tanto a la lex fori, o
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bien, por su vinculación con el fondo, sujeta a la lex causae, puede llevar a
resultados distintos. La diferencia entre una u otra opción es clara, en el
primero de los casos —cuestión procesal— llevaría a que todos los litigios sobre
esta materia, con independencia de la existencia o no de un elemento
extranjero, quedarían sujetos al cumplimiento de la obligación de aportar ese
principio de prueba; mientras que en la segunda opción —aplicación de la lex
causae—, se podría sortear su cumplimiento cuando la ley aplicable al fondo no
lo estableciera. Partiendo de la división doctrinal al respecto nos inclinamos por
la primera de las opciones, tratamiento como cuestión procesal, aun
reconociendo que el incumplimiento de la exigencia impuesta por el legislador
ordinario impide el derecho fundamental de acceso a la jurisdicción española.
Igual calificación, aunque no aceptada unánimemente por la doctrina, se
confiere al artículo 764.2 del mismo cuerpo legal. Este precepto impide una
nueva acción de filiación cuando esta ha sido establecida por sentencia firme.
Una última materia a la que se refiere el artículo 9.4 del Código civil es al
ejercicio de la responsabilidad parental. Este concepto, incluido en el
Convenio de La Haya de 1996 —así como en el R. 2201/2003— comprende:
«la autoridad parental o cualquier otra relación de autoridad análoga que
determine los derechos, poderes y obligaciones de los padres, tutores o de
otro representante legal respecto a la persona o los bienes del niño». Así la
determinación del ordenamiento aplicable a tales aspectos quedará bajo la
regulación de la citada norma convencional.
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A) Ámbito de aplicación
Antes de comenzar, es muy útil distinguir entre dos momentos en la adopción:
1. La fase de la constitución del vínculo adoptivo.
2. La fase del reconocimiento de la adopción ya constituida.
La constitución de la adopción, conforme al Convenio sobre adopción, puede
producirse en el Estado de origen del menor o en el Estado de recepción, y una
vez establecido dicho vínculo, el momento siguiente es el reconocimiento de
este último. Pues bien, las normas del Convenio de La Haya de 1993 sobre
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Por lo tanto, hay dos elementos a tener en cuenta para que el régimen del
Convenio de La Haya de 1993 sobre adopción sea aplicable:
1. La relación de filiación tiene que establecerse entre personas con
residencia habitual en dos Estados partes distintos.
2. La necesidad de que exista un desplazamiento del niño de un Estado
parte a otro.
Junto a lo anterior hay que apuntar que el texto sólo resulta aplicable a las
adopciones que establecen vínculo de filiación (artículo 2.2).
A) Ámbito de aplicación
La LAI no sólo resulta aplicable cuando el asunto escape del ámbito de
aplicación del Convenio de La Haya de 1993 sobre adopción, sino también para
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2º. Además hay otros supuestos en los que se proyecta la normativa recogida
en la LAI pero que quedan al margen de las prerrogativas del Título I. Se trata
de adopciones para las que, por ejemplo, no resulta adecuado que su
tramitación dependa de las autoridades extranjeras del Estado del menor.
Estos dos serían los controles generales a los que la LAI suma otros requisitos
en función de los datos del supuesto.
6º) Una novedad importante que incorporó la LAI fue el tratamiento de las
adopciones simples, o menos plenas, constituidas en el extranjero. El sistema
español adolecía de un procedimiento de conversión de tales adopciones.
De conformidad con el artículo 30, la adopción simple o menos plena
constituida por autoridad extranjera tendrá efectos en España, como tal
adopción simple o menos plena, si se ajusta a la ley designada por el artículo
9.4 del CC. Esta ley determina su existencia, validez y efectos así como la
atribución de la patria potestad (art. 30.1 y apartado 2). Dichas adopciones no
tendrán acceso al Registro civil como adopción ni comportarán la adquisición
de la nacionalidad (art. 30.3).
En el apartado 4 del artículo 30 de la LAI se articula el mecanismo de
conversión de las adopciones simples, constituidas en el extranjero, en la
adopción plena española (para los casos en los que se quiera transformar). La
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Los casos más comunes han sido aquellos en los que se ha pretendido la
inscripción de la filiación presentado una resolución extranjera en la que consta
el nacimiento del hijo y la paternidad de quienes contrataron, surgiendo en
consecuencia problemas de reconocimiento a la hora de inscribir en el Registro
civil español. Pronunciamientos judiciales, Resoluciones de la DGRN e
Instrucciones de la misma Dirección han tratado este asunto.
era posible transcribir al Registro Civil español las actas registrales de los
nacimientos de dos niños nacidos en Estados Unidos a través de gestación por
sustitución, puesto que ello contravenía el orden público internacional español.
Entendía el Tribunal que el interés del menor estaba protegido en la medida
que había posibilidad de adoptar medidas alternativas de protección, como la
constitución de una adopción u otras medidas de asistencia.
Unos meses más tarde es el TEDH quien se pronuncia, condenando a Francia
por vulnerar el derecho a la vida privada y familiar protegido en el artículo 8
del CEDH en dos decisiones el 26 de junio de 2014 [Mennesson c. Francia (nº
65192/11) y Lavase c. Francia (nº 65941/11)]. Su razonamiento se centró en
que se había impedido a dos niños nacidos por gestación por sustitución la
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I. INTRODUCCIÓN
La propia CE, en los apartados segundo y tercero de su artículo 39, proyecta
un doble sistema de protección de los menores. De un lado, los poderes
públicos aseguran la protección integral de los hijos, y, de otro, los
progenitores son los encargados de prestarles asistencia de todo orden, y ello,
con independencia de su filiación, durante su minoría de edad y en los demás
casos que legalmente proceda. En consecuencia la familia y los poderes
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públicos son los dos pilares en los que se asienta el sistema protector español
de menores. La proyección de este sistema consagrado en la Constitución se
refleja en España en normas de gran calado para la materia, entre otras, la
Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor,
modificada por la Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio, de Modificación del
Sistema de Protección a la Infancia y a la Adolescencia.
En el ámbito internacional, la protección de los menores ha sido objeto de
regulación en textos de gran importancia. En particular, en la Organización de
las Naciones Unidas destaca la Declaración de los Derechos del Niño de 1956 y
la posterior Convención sobre los Derechos del Niño, de 20 de noviembre de
1989, instrumento cuyos principios han inspirado la legislación que, de origen
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diverso, se ha promulgado.
De igual forma, organismos de codificación de ámbito universal o regional se
han ocupado de regular distintas materias que afectan a la protección de los
menores. Por ejemplo, de entre los primeros destaca la labor de la Conferencia
de La Haya de Derecho Internacional Privado a través del Convenio de La Haya,
de 19 de octubre de 1996, relativo a la competencia y la ley aplicable al
reconocimiento, la ejecución y la cooperación en materia de responsabilidad
parental y medidas de protección de menores (en adelante Convenio de La
Haya de 1996 de protección de menores). Este último Convenio ha sustituido
al Convenio de La Haya, de 5 de octubre de 1961, sobre competencia de
autoridades y la ley aplicable en materia de protección de menores (en lo que
hace a España, este texto continúa aplicándose con China, Macao, Suiza y
Turquía). En lo referente a la protección de los derechos de custodia y de visita
destaca el Convenio de La Haya, 25 de octubre de 1980, sobre los aspectos
civiles de la sustracción internacional de menores. En este ámbito material es
imprescindible tener en cuenta la labor de la Unión Europea, sobre todo a
través del Reglamento (CE) nº 2201/2003 del Consejo, de 27 de noviembre de
2003, relativo a la competencia, el reconocimiento y la ejecución de
resoluciones judiciales en materia matrimonial y de responsabilidad parental,
por el que se deroga el Reglamento (CE) nº 1347/2000 (en adelante R.
2201/2003)
1. ASPECTOS PROCESALES
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B) Reconocimiento de decisiones
El país de origen de la decisión es el criterio principal para determinar el
instrumento que resultará aplicable a la hora de reconocer y en su caso
ejecutar una medida de protección prevista en los instrumentos de fuente
convencional o internacional que se están analizando.
4º. En cuanto a los requisitos para que las decisiones surtan efectos:
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Resulta de gran interés la configuración que del derecho del menor a ser
oído realiza el art. 9 de la LO 1/1996 de Protección Jurídica del Menor, en
particular el apartado 3 del mencionado precepto, así «la denegación de
la comparecencia o audiencia del menor habrá de realizarse mediante
resolución motivada (…). En las resoluciones sobre el fondo habrá de
hacerse constar, en su caso, el resultado de la audiencia del menor, así
como su valoración».
2. LEY APLICABLE
El segundo de los sectores tratados por el Convenio de La Haya de 1996 de
protección de menores es el de la ley aplicable. El R. 2201/2003 no regula la
determinación de la ley aplicable.
Por lo tanto, podemos decir que cuando las autoridades españolas tienen
competencia para adoptar medidas de protección, bien vía R. 2201/2003, o
bien vía Convenio de La Haya de 1996 de protección de menores, la
determinación del derecho aplicable se hará siempre a través de las
previsiones que al respecto hace el instrumento convencional, cuya aplicación
de carácter universal vendrá a desplazar a la normativa interna que hubiera al
respecto.
visita.
En relación al ámbito de aplicación espacial, delimita la aplicación de las
soluciones previstas sólo a los supuestos en los que el menor, con residencia
habitual en un Estado miembro es trasladado de este Estado al territorio de
otro Estado miembro.
En relación al ámbito de aplicación personal, la normativa prevista en
materia de sustracción únicamente será aplicable a los menores de dieciséis
años.
En aplicación del R. 2201/2003, cuando un menor ha sido trasladado o
retenido de forma ilícita en un Estado miembro distinto de aquel que tenía su
residencia habitual, y se solicita su devolución, la petición de devolución habrá
de formularse de conformidad con lo previsto en el Convenio de La Haya de
1980.
I. INTRODUCCIÓN
El objetivo de este tema es el estudio de las obligaciones de alimentos
derivadas de las relaciones de familia, parentesco, matrimonio o afinidad. De
manera amplia, se entiende por «alimentos» el derecho que tiene una persona
(alimentista o acreedor de los alimentos) a reclamar a otra persona
(alimentante o deudor de los alimentos) con la que le une un vínculo de
parentesco, matrimonio o afinidad, lo necesario para satisfacer sus
necesidades vitales. A partir de esta definición amplia se deducen los requisitos
para la existencia de este derecho: una relación de parentesco, matrimonio o
afinidad entre alimentista y alimentante; una situación de necesidad del
alimentista (parte débil de la relación jurídica y, por ende, necesitada de
mayor protección); y, suficiente capacidad económica del alimentante que le
permita, sin detrimento de su sustento propio, hacer frente a la obligación de
alimentos.
La evolución del Derecho de familia así como los cambios sociales, económicos
y jurídicos tienen un marcado reflejo en la regulación jurídica de la obligación
alimenticia en supuestos de tráfico externo. Por un lado, piénsese en los
factores que pueden «internacionalizar» el cobro de los alimentos: el aumento
cuantitativo de familias cuyos miembros poseen distinta nacionalidad o son
doble nacionales; las familias con domicilio o residencia habitual en diferentes
países; el incremento de crisis matrimoniales internacionales; las diferentes
concepciones jurídicas de la familia o del matrimonio. Y, por otro lado,
piénsese también que, en un contexto como el descrito, los desplazamientos
transfronterizos pueden representar un obstáculo adicional para el cobro de los
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alimentos y ser un factor que permita al deudor sustraerse con mayor facilidad
de sus obligaciones, lo que justifica una mayor intervención de los poderes
públicos en un campo tradicionalmente reservado a la esfera privada familiar.
la responsabilidad parental.
residencia habitual del acreedor, salvo que el propio texto normativo disponga
lo contrario. En caso de cambio de residencia, se aplicará la ley del Estado de
la nueva residencia desde el momento en que se produce el cambio (art. 3). El
Protocolo establece una única conexión general y, a continuación, señala unas
normas especiales a favor de determinados acreedores, como veremos a
continuación.
2
siempre que la ley de otro Estado presente una vinculación más estrecha con
el matrimonio.
aquella que tenga por efecto modificar una resolución anterior de obligación de
alimentos debido a un cambio de circunstancias. En cuanto a la suspensión
de la ejecución, cabe su solicitud, igualmente a instancias de deudor, ante la
autoridad competente del Estado miembro de ejecución. Procede pedirla
cuando en el Estado miembro de origen se suspenda la fuerza ejecutiva de la
resolución.
La solicitud de un reexamen o revisión es posible, también a instancia del
deudor, ante la autoridad competente del Estado de origen de la resolución.
Esta solicitud procede en casos tasados:
1. Bien cuando en el proceso se haya vulnerado el derecho de defensa, por
falta de notificación de la demanda o por insuficiente tiempo para la
defensa.
2. Bien, cuando el deudor no haya podido impugnar la demanda por causa
mayor o circunstancias extraordinarias ajenas a su responsabilidad, a
menos que no hubiere recurrido cuando hubiere podido hacerlo.
I. INTRODUCCIÓN
La diversidad en el tratamiento de los problemas en materia sucesoria se
proyecta en las soluciones adoptadas, tanto a nivel sustantivo en los
ordenamientos de cada Estado, como a nivel de DIPr. Tradicionalmente han
sido dos los modelos en los que podía subsumirse las distintas opciones: un
modelo monista, en el que la respuesta jurídica se centra en una única
conexión con alcance universal; o un modelo pluralista en el que en la norma
se contienen distintas conexiones en función de los bienes que integran la
masa hereditaria. En el ordenamiento español el legislador se decantó,
claramente, por un sistema personalista y universalista, tal y como se reflejaba
en las respuestas contenidas en las normas de fuente interna.
En el ámbito europeo, y con el objetivo puesto en la construcción del Espacio
de libertad, seguridad y justicia, se ha dictado el 27 de julio de 2012 en el DO
[Diario Oficial de la Unión Europea] el Reglamento (UE) n. 650/2012, del
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La normativa de fuente interna —en particular el artículo 9.8 del Código civil—
seguirá vigente, incluso después de la fecha de aplicación del instrumento
europeo, dado que resolverá los supuestos de conflictos internos, a menos que
las autoridades españolas decidan la aplicación del texto a los conflictos
interregionales. En consecuencia, haremos las referencias que creemos más
esenciales a las previsiones de las normas de fuente interna, junto al régimen
que el R. 650/2012 incluye en su articulado.
B) Intervención notarial
La actuación de los notarios en materia sucesoria es muy amplia, con
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Así entiende «que ni la LEC ni las normas del Título Preliminar del Código
Civil ni la legislación notarial establecen limitación competencial de la
autoridad española para tal tipo de declaraciones hereditarias, ni
tampoco puede decirse que lo haga, como destaca el Colegio Notarial de
Madrid en su informe, que la nueva distribución de competencias, entre
la función judicial y la notarial, que estableció la Ley 30 de abril de 1992,
entrañe restricción alguna, respecto del techo competencial anterior, en
el ámbito que se le atribuye al notario».
3. Los documentos que los notarios expidan, circularán de acuerdo con las
previsiones del R. 650/2012. Ahora bien, la diferencia entre autoridades
que ejercen o no funciones jurisdiccionales condiciona el régimen de
reconocimiento. Como es el caso español, cuando los notarios no ejercen
funciones jurisdiccionales los documentos públicos que expidan deben
circular de acuerdo con las disposiciones sobre la eficacia extraterritorial
de los documentos públicos extranjeros (Capítulo V). Cuando la
autoridad notarial ejerce funciones jurisdiccionales, las resoluciones que
dicta deben circular de acuerdo con las disposiciones de reconocimiento,
fuerza ejecutiva y ejecución de resoluciones (Capítulo IV).
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650/2012 (art. 75) (en adelante Convenio de La Haya de 1961 sobre forma de
los testamentos).
La aplicación universal de las disposiciones del Convenio de La Haya de 1961
sobre forma de los testamentos (art. 6) sustituye, con alguna excepción, a las
previsiones del artículo 11 del Código civil relativo a la forma de los actos y
negocios jurídicos (así como de otros preceptos del Código civil español, como
los arts. 732.1, 732.3 y 733). El texto convencional califica como cuestiones de
forma: el testamento mancomunado, regulando su posibilidad así como las
formalidades (art. 4); incluye también, dentro de la ley aplicable a la forma,
las prescripciones que limitan las formas admitidas de disposiciones
testamentarias referidas a la edad, nacionalidad u otras circunstancias
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personales del testador, así como las circunstancias que deben de poseer los
testigos requeridos para la validez de una disposición testamentaria (art. 5). El
texto también se aplica para determinar la ley aplicable a una disposición
testamentaria que revoque una disposición testamentaria anterior (art. 2).
La búsqueda de la validez formal del testamento inspira las soluciones
convencionales, recurriendo para ello a una norma de conflicto multilateral en
la que las conexiones funcionan de forma alternativa. De manera que,
conforme a su artículo 1, una disposición testamentaria será formalmente
válida si se ajusta a alguna de las siguientes leyes internas (con exclusión, por
tanto, del reenvío):
1. A la ley del lugar en que el testador hizo la disposición.
2. A la ley de la nacionalidad poseída por el testador, sea en el momento en
que dispuso, sea en el momento de su fallecimiento.
3. A la ley del lugar en el cual el testador tenía su domicilio, sea en el
momento en que dispuso, sea en el momento de su fallecimiento.
4. A la ley del lugar en el cual el testador tenía su residencia habitual, sea
en el momento en que dispuso, sea en el momento de su fallecimiento.
5. Respecto a los inmuebles, a la ley del lugar en que estén situados.
En relación a los testamentos ológrafos y mancomunados, y ante la ausencia
de reservas por parte del Estado español, que el Convenio de La Haya de 1961
sobre forma de los testamentos permite, las previsiones convencionales
conllevan: que sean válidos los testamentos ológrafos otorgados por
extranjeros en España, aunque su ley nacional lo prohíba, o la validez de los
realizados por españoles aunque no lo admita la ley local siempre que se
ajuste a una de las leyes a las que el Convenio remite. Así como la validez de
los testamentos mancomunados, otorgados por españoles en el extranjero,
conforme a alguna de las leyes indicadas en el artículo 1 del Convenio (art.
699 y 733 del CC).
En otro orden de cosas, hay que hacer una mención especial a un aspecto
importante en el marco de las sucesiones testamentarias, nos referimos al
registro de los testamentos. Sobre este aspecto, en el marco del Consejo de
Europa, se ratificó por España el Convenio de Basilea de 16 de mayo de 1972
relativo al establecimiento de un sistema de inscripción de testamentos. Los
Estados se comprometen a tener un sistema de inscripción de testamentos,
con objeto de facilitar, tras el fallecimiento del testador, el descubrimiento de
su testamento (art. 1). La designación de uno o varios organismos en cada
Estado para transmitir, recibir información, así como para registrar la
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I. INTRODUCCIÓN
En este tema nos vamos a ocupar del régimen jurídico internacional de los
derechos reales. Es decir, de aquellos derechos que recaen sobre cosas con
valor patrimonial (o bienes) sobre los que se pueden establecer vínculos
jurídicos, que sean oponibles frente a todos, y exclusivos, ya que su titular
puede impedir a los demás cualquier acceso a la cosa en perjuicio de su
derecho. Las cosas o bienes en este contexto son consideradas individualmente
y no como parte de una masa patrimonial en cuya regulación pueden incidir
otras leyes (los bienes incluidos en un régimen matrimonial, una sucesión o
una quiebra). Los elementos que conforman el objeto de los bienes son muy
variados y en gran parte dependen de exigencias económicas concretas y de la
percepción que de ellas tenga el legislador estatal.
Una clasificación elemental de las cosas nos hace diferenciar entre bienes
corporales e incorporales, y dentro de los primeros entre bienes muebles e
inmuebles. En esta Tema haremos referencia a la competencia judicial
internacional en materia de derechos reales para estudiar, seguidamente, la
ley aplicable a los bienes corporales. En cuanto a los bienes incorporales, su
existencia a partir del reconocimiento por los distintos sistemas jurídicos de las
denominadas propiedades especiales —concretamente, la propiedad intelectual
e industrial— los dota de una nota artificial de creación del Derecho, que abona
por su tratamiento fuera del contexto del estatuto real.
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1. BIENES INMUEBLES
La competencia judicial internacional en materia de bienes en el sistema
español está regulada en distintas fuentes. Normas institucionales
(Reglamento Bruselas I refundido), normas convencionales (Convenio de
Lugano y Bruselas) y, en el derecho interno español, la LOPJ. Respecto a su
ámbito de aplicación respectivo nos remitimos al tema III. En realidad, al ser la
misma norma tanto en los Convenios señalados como en el Reglamento, nos
referiremos únicamente a este último y a la LOPJ.
inmueble, etc.).
La situación del inmueble no suscita de ordinario problemas. El más frecuente
es el supuesto de que el inmueble esté situado entre dos Estados fronterizos,
problema que se soluciona generalmente disponiendo que los Tribunales de
cada Estado serán competentes respecto a la parte situada en su territorio.
En cuanto a la validez de las inscripciones realizadas en los registros públicos
el R. Bruselas I refundido en su artículo 24 dispone:
2. BIENES MUEBLES
Respecto de los derechos reales sobre bienes muebles, el Reglamento europeo
no prevé ningún foro de competencia exclusivo ni especial. En consecuencia,
cuando sea aplicable el Reglamento —recordemos que la condición de
aplicación es el domicilio del demandado en la UE—, será el foro general del
domicilio del demandado el que resulte aplicable. En relación a las acciones
civiles, basadas en el derecho de propiedad, y dirigidas a recuperar un bien
cultural, el Reglamento sí incluye en su artículo 7.4 un foro especial de
competencia «…el órgano jurisdiccional del lugar en que se encuentre el bien
cultural en el momento de interponerse la demanda».
Si el Reglamento no resultare aplicable, se estará a la LOPJ, el artículo 22
quinquies f) dispone que en cuanto a «las acciones relativas a bienes muebles»,
y en defecto de los foros generales (domicilio del demandado en España y
sumisión expresa o tácita a los tribunales españoles), los tribunales españoles
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Además de las ventajas que tiene la conexión «situación del bien», de las que
ya hemos hablado, existe otra de carácter general; y es que, si la mejor
localización de una relación jurídica es la que señala su objeto material,
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cuando este objeto existe, parece claro que, en el caso de los bienes, su
situación ofrece una localización material, evidente, fáctica, que no plantea, en
principio, problemas de determinación.
Ahora bien, si esto es así respecto de los bienes inmuebles, esta ventaja se
atenúa en el caso de los bienes muebles. En efecto, si bien éstos tienen
también una localización material (de ahí que se sometan a la misma ley que
los inmuebles), su movilidad plantea numerosos problemas. El primero de ellos,
el de fijar el momento en que la situación del bien es relevante, problema que
nos conduce al conflicto móvil. El segundo, el de determinar la concreta
situación de los bienes; una problemática que se agudiza en relación con las
cosas en tránsito y los medios de transporte, supuestos ambos para los que,
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B) El conflicto móvil
En el tema que nos ocupa, la posibilidad de un conflicto móvil surge del hecho
de que, por su misma naturaleza, los bienes muebles pueden cambiar de
situación, haciendo necesaria una distribución de las competencias respectivas
de las dos leyes sucesivamente aplicables. En principio, jurisprudencia y
doctrina parecen acordes en la aplicabilidad de los criterios imperantes en el
derecho transitorio interno: la ley del país en que el bien mueble acaba de ser
introducido, se aplicará en el futuro en la misma medida en que se aplicaría
una nueva ley que modificara la legislación del país en que el bien mueble
hubiera permanecido (esto es, la ley del país en el que el bien acaba de ser
introducido se aplicará a los hechos jurídicos que en un futuro puedan surgir
sobre el bien mueble). Ahora bien, esta opción debe llevarnos a incorporar a la
solución del conflicto móvil en el ámbito del tráfico jurídico externo la distinción,
acuñada en el Derecho interno, entre 1el contenido de los derechos y 2los
modos de adquisición de los mismos. En el primero de los planos señalados,
las prerrogativas de la propiedad o del usufructo, por ejemplo, quedarían
entonces sometidas a la aplicación general de la ley del nuevo lugar de
situación.
Por el contrario, en cuanto a los modos de adquisición de los derechos reales,
el imperio de la ley de situación del bien mueble en el momento en que se
produjo el hecho generador de su nacimiento o extinción, no deberá resultar
afectado por lo dispuesto en una nueva ley, cuya aplicación debería carecer de
efectos retroactivos.
Respecto al segundo plano señalado (modo de adquisición de los derechos
reales) la importancia de la elección del lugar de situación de la cosa es obvia:
los comerciantes tratarán de que el hecho generador de la adquisición o
transferencia del derecho real, bien sea contrato, bien entrega de la cosa, se
lleve a cabo en el momento en que el bien esté situado en el lugar que más
convenga a sus intereses. Esta elección les permitirá acogerse a un sistema
que admita o no con largueza la reivindicación de los bienes muebles, que
proteja en mayor o menor medida al adquiriente de buena fe, etc.
Ahora bien, la vinculación existente entre el Estado egipcio y este litigio, así
como el interés primordial de este Estado hacen conveniente arbitrar algún
mecanismo que permita tomar en consideración sus normas imperativas. El
juez español debería aplicar las normas de protección del patrimonio cultural
del Estado de origen del bien, basándose tanto en la consecución de una
reciprocidad importante para España —que, como veremos, tiene normas de
este tipo, cuya aplicación hubiera permitido la devolución de objetos de arte
ilegalmente sacados de nuestro país—, como en atención a las políticas que,
en esta materia, siguen las Organizaciones internacionales. De hecho, la
protección de los bienes culturales podría ser erigida en una cuestión de orden
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tienen su fuente en un acto jurídico sometido a una ley propia (una sucesión,
un régimen matrimonial o un contrato). Pensemos en el supuesto de un
derecho real, que constituye la causa de una obligación contractual, en un
ordenamiento jurídico en que la transferencia de la propiedad se regule
separadamente del contrato, como es el caso del Derecho español (contrato, R.
Roma I; y transferencia, art. 10.1 CC). En un supuesto semejante, será
necesario coordinar la ley de situación del bien con la contractual, aunque
pueda resultar difícil la separación de materias pertenecientes a uno u otro de
los sectores indicados. Si concretamos nuestro ejemplo en la adquisición de la
propiedad por un contrato de compraventa, la lex rei sitae debe decir si el
contrato en cuestión tiene o no efecto adquisitivo, es decir, si es o no el
contrato el único requisito para la transferencia del título; igualmente regulará
el acto de la entrega de la cosa, así como los requisitos de publicidad. Por el
contrario, será la ley del contrato la que regule la validez del mismo, su posible
anulación, rescisión, etc., y también la transmisión de riesgos.
Para evitar posibles contradicciones entre ambas leyes se ha tratado en
Derecho español, en el caso de los bienes inmuebles, de que sea la lex sitae la
que rija ambos aspectos: los derechos reales y el contrato. Así, el artículo 10.5
del CC declara aplicable, a falta de sometimiento expreso de las partes, la ley
del lugar de situación para los contratos relativos a bienes inmuebles. El
Reglamento Roma I, que ha derogado casi totalmente este artículo de nuestro
CC, en su artículo 3 dispone, que cuando el contrato tenga por objeto un
derecho real inmobiliario, «se presumirá que el contrato presenta los vínculos
más estrechos con el país en que estuviera situado el inmueble».
La regulación, independiente o no, de ciertas materias dentro de una
determinada institución jurídica no se limita a las cuestiones vistas hasta aquí.
También sucede, y es tradicionalmente admitido, que cuestiones como la
capacidad y la forma se regulen por normas de conflicto distintas, que pueden
conducir a ordenamientos diferentes. Ahora bien, si esto sucede tanto en
obligaciones contractuales, como extracontractuales, regímenes matrimoniales,
etc., en el sector que tratamos, la atracción de la lex sitae también se deja
notar. Así, la capacidad será regulada por la ley personal, ahora bien, si
existen prohibiciones especiales para salvaguardar los intereses del Estado, por
ejemplo, la lex sitae será aplicable. Tal situación resulta especialmente clara en
relación con la propiedad de bienes inmuebles adquiridos por extranjeros,
sujeta a limitaciones por la lex sitae que primarán frente a la ley personal.
En relación a la forma de los actos relativos a bienes muebles o inmuebles,
ésta puede no coincidir tampoco con la ley de situación, ya que el artículo 11
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Para terminar, hay que recordar que la aplicación de la ley española, como lex
rei sitae, no agota sus posibilidades con la puesta en marcha de la norma de
conflicto. Aún más que en otras instituciones, el régimen de los bienes se
arbitra en buena medida al margen de la técnica conflictual; junto a ella,
destaca la utilización de normas materiales de DIPr, especialmente en
problemas conexos con el derecho de extranjería. En el contexto del acceso de
los extranjeros a la propiedad en España, a veces la técnica sustantiva
utilizada responde muy directamente a intereses vinculados con la seguridad
del Estado y sus normas tienen las notas características del derecho público,
en otros casos, con normativa de naturaleza cuasi administrativa, ya que lo
que se intenta es conservar el control de la vida económica del país en manos
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nacionales.
En cualquier caso, la prioridad con que se configuran los intereses estatales
que estas normas reflejan, determina que, en ocasiones, los criterios
incorporados en ella se impongan de modo expreso sobre las consecuencias a
que conduciría nuestro sistema conflictual.
En tal sentido, resulta significativo que, en virtud de los artículos 25 de la Ley
de zonas e instalaciones de interés para la Defensa Nacional de 12 de marzo
de 1975, y 46 de su Reglamento, de 10 de febrero de 1978, se haga primar la
lex rei sitae sobre la ley sucesoria, al margen de que dicha ley sea la española
o una extranjera. En efecto, en ambos textos se establece la necesidad de
autorización militar —y las consecuencias que se derivan de su no obtención:
obligación de vender o expropiación— incluso cuando la adquisición o
constitución de derechos reales sobre fincas sitas en las zonas contempladas
se verifique a título hereditario; igual sistema se prevé cuando las fincas en
cuestión pertenecían a quien hubiere perdido su nacionalidad española y
cuando por disolución de una sociedad se adjudiquen derechos reales sobre
tales bienes inmuebles a un titular extranjero.
Por último, hay que mencionar la importancia en esta materia de la Ley del
Patrimonio histórico español (Ley 16/1985, de 25 de junio), muchas de cuyas
normas han de ser consideradas de carácter imperativo. Así las que clasifican
los bienes, las que declaran inalienables o imprescriptibles algunos de ellos, las
que prohíben su exportación o exigen autorización previa y, finalmente, las
que atribuyen al Estado la propiedad de objetos de arte exportados sin
autorización.
I. INTRODUCCIÓN
El contrato es fuente de las obligaciones, aunque no la única, pues la ley hace
nacer otro tipo de obligaciones, las extracontractuales a que se refieren los
artículos 1902 y siguientes del Código civil, de las que nos ocupamos en el
Tema siguiente. Dentro de las relaciones privadas de tráfico externo de
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3º. En materia contractual pueden incidir otros foros especiales. Por una parte,
si la materia litigiosa deriva de la actividad de una sucursal, cabe que el
demandante interponga la demanda ante el llamado foro de la sucursal (art.
7.5); incluso si el establecimiento principal radica fuera de la UE: en tal caso,
la presencia de una sucursal se tiene por un «pequeño» domicilio y en tal foro
se podrán enjuiciar los contratos derivados de la actividad de la sucursal.
4º. Por otro lado, en los supuestos de pluralidad de demandados por una
misma causa, cabe que el demandante active el foro especial del artículo 8,
regla de competencia conforme a la cual podrá demandar a todos ellos ante los
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5º. Pero en la materia que nos ocupa, qué duda cabe que el interés básico de
las partes es la previsibilidad. Interés que se traduce en la necesidad de
conocer de antemano ante qué jurisdicción nacional sería preciso hacer valer
los derechos, si surgieran las diferencias. Y es relevante dada la existencia de
foros alternativos para el demandante en el propio R. Bruselas I refundido que,
al fomentar su iniciativa, pueden desembocar en sorpresas poco agradables
para el demandado, al verse atraído a una jurisdicción nacional inicialmente no
prevista y, quizá, lejana. El objetivo de previsibilidad, consustancial a la
actividad comercial internacional, se satisface preferentemente incluyendo
cláusulas de jurisdicción en el contrato o pactando la jurisdicción en un
momento posterior a la celebración del mismo. A éstas dedica el R. Bruselas I
refundido el artículo 25 (prorrogación expresa), norma relevante sobre todo en
cuanto a la validez formal y material (como se vio en el Tema IV).
6º. Finalmente, en las situaciones litigiosas en las que el legislador estima que
hay una situación digna de tutela por la especial posición de inferioridad de
una de las partes (p. ej. el trabajador en el contrato individual de trabajo, o, el
consumidor frente a su contratante), ese desequilibrio contractual se ve
compensado a través de otras reglas particulares de protección (como se vio
en el Tema IV).
1º. Los jueces nacionales (cuya competencia judicial queda decidida de modo
uniforme por el Reglamento Bruselas I refundido) van a aplicar un mismo
régimen jurídico internacional cuando el litigio tenga por objeto los contratos
contemplados. Esa uniformidad está además asegurada por la interpretación
uniforme que garantiza la intervención del TJUE, por la vía del recurso
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4º. Hay que tener en cuenta otras fuentes de origen internacional. En primer
término, las normas que resultan de la unificación material: esto es, Convenios
internacionales que dotan a una institución de derecho privado de una
regulación material para los supuestos internacionales. En materia contractual,
el exponente paradigmático es la Convención de las Naciones Unidas sobre los
contratos de compraventa internacional de mercaderías, hecha en Viena el 11
de abril de 1980. Su incidencia sobre los supuestos de venta internacional
contemplados es doble: por una parte, constituye una regulación uniforme casi
exhaustiva de la modalidad contractual contemplada. Por otra, al disponer su
artículo 9 que «las partes quedarán obligadas por cualquier uso en que hayan
convenido y por cualquier práctica que hayan establecido entre ellas», la
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Convención está dando entrada a otras «fuentes» de Derecho, a las que nos
referimos a continuación.
6º. Pues bien, la precisión técnica con que fue elaborado el Convenio de Roma,
y que ha heredado el R. Roma I, permite la combinación y aplicación de los
distintos tipos de normas a un mismo supuesto. El R. Roma I se asienta sobre
tres pilares:
1. La más amplia libertad de las partes en la designación del derecho
aplicable, permitiendo la entrada de cualquiera de las fuentes señaladas.
2. Un decidido juego de las normas imperativas contenidas en los
ordenamientos (nacionales) con los que el contrato se halle conectado de
un modo u otro, particularmente las del país de ejecución del contrato.
3. La concreción de regímenes especiales, particularmente respecto de
aquellos contratos en los que una de las partes está especialmente
necesitada de tutela (p. ej. consumidores).
1. ÁMBITO ESPACIAL
Aunque lo apliquen los particulares, el R. Roma I va dirigido a las autoridades
nacionales en el territorio de los Estados miembros. Como ya se ha dicho,
opera con alcance universal (art. 2).
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2. ÁMBITO MATERIAL
Es de aplicación a los contratos internacionales, aunque no a todos. Es
necesario despejar, con carácter previo, que ha de entenderse por contrato
internacional y a qué obligaciones nacidas del contrato se aplica.
elección de foro (art. 1.2.e). Podría haberse admitido que los efectos
procesales se sujetarán a la ley del árbitro-juez, mientras que la validez
contractual de la cláusula quedará sujeta, bien a la lex contractus, bien a los
convenios internacionales vigentes en la materia. Pero se optó por una
exclusión radical de la materia, no sin cierta controversia previa.
Más compleja resulta la explicación de la exclusión de las obligaciones nacidas
en el ámbito de la prueba y el proceso (art. 1.3); en efecto, «sin perjuicio de lo
dispuesto en el art. 18»; se exceptúan las posibles presunciones legales que
pudieran contenerse en la lex causae.
3. ÁMBITO TEMPORAL
Desbrozado el ámbito material de aplicación del R. Roma I, todavía el artículo
10.5 CC resulta aplicable:
1. A los contratos celebrados con anterioridad a la entrada en vigor en
España del Convenio de Roma de 1980 (julio 1993).
2. A los que se suscitan en el ámbito interno por la coexistencia de
unidades legislativas susceptibles de incidir sobre esta materia (art. 16
CC).
3. A las obligaciones contractuales excluidas, por razón de la materia, del
ámbito del R. Roma I, a menos que caigan bajo el ámbito de otros
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Convenios internacionales.
personal de quien la invoca), a menos que la otra parte «hubiera conocido tal
incapacidad o la hubiera ignorado en virtud de negligencia por su parte». Por
ejemplo, la celebración de una compraventa en España entre español y
marroquí de 19 años, cuya validez podría ser impugnada si, tras la celebración
del contrato, el marroquí alega que la mayoría de edad en Marruecos (ley
nacional) se fija a los 20 años y que por tanto era incapaz para celebrar el
contrato (causa de invalidez), a menos que la otra parte demuestre que no la
conoció. Se trata con ello de no frustrar las expectativas generadas por un
operador económico en el país en el que desarrolla su actividad y,
eventualmente, ha contratado.
4º. Alcance de la elección. Las partes pueden designar una ley que rija la
totalidad del contrato o sólo una parte del mismo. Cabe la elección de una ley
única y una elección de varias leyes estatales. Técnicamente, el «dépéçage» es
la expresión con la que se designa el poder de las partes para «despedazar» o
«descuartizar» el contrato, sometiendo una parte o partes diversas a leyes
también diversas, lo cual requiere establecer ciertos límites. Así, esta potestad
encuentra su límite en el respeto a la coherencia interna del contrato. No
admitir, por ejemplo, que la resolución de un contrato por incumplimiento de
alguna de las obligaciones en una compraventa quede al tiempo sujeta a la ley
del vendedor y a la ley del comprador, siendo lógico que las consecuencias de
la resolución por incumplimiento sean gobernadas por una ley única.
6º. Por último, en referencia a los efectos, la cláusula de elección tiene como
principal efecto la localización del contrato bajo el ámbito de un ordenamiento
jurídico.
equívocas que impiden afirmar con certeza cuál es el derecho rector del
contrato, o si, finalmente, sólo fue una elección parcial, el artículo 4 R. Roma I
coloca al juez nacional en una posición central, a los fines de decidir el derecho
aplicable al contrato. Labor para la que la norma suministra tres guías.
(art. 3. R. Roma I), con los riesgos que entrañaría la imposición de una ley de
un país tercero por parte del empresario, indujo a tomar medidas de
protección orientadas a recortar ese poder de autorreglamentación. De ahí que
no pueda privarse al consumidor-adquirente de la protección que le dispensa
esta Ley si el inmueble está situado en cualquier Estado miembro del EEE
[Espacio Económico Europeo]; o cuando el contrato entre dentro de las
actividades desarrolladas por un empresario en un Estado miembro (art. 17 RD
8/2012).
1º. Entre las primeras, hay que hacer referencia a la forma del contrato,
sujeta alternativamente bien a la lex contractus, bien a la ley del lugar de
celebración (ex art. 11). El contrato es formalmente válido si lo es, bien
conforme a la ley rectora del mismo, bien conforme a la ley del lugar de
celebración. El carácter alternativo con que intervienen estas conexiones
responde al favor negotii.
2º. También estás excluidas de la ley rectora del contrato las formas de
ejecución, esto es, las «medidas que deba tomar el acreedor en caso de
cumplimiento defectuoso» (art. 12.2), necesariamente sujetas a la ley del
lugar de ejecución, en el entendimiento de que la ley rectora del contrato y la
ley del país de ejecución pueden no coincidir. Ahora bien ¿a qué medidas de
ejecución se refiere la norma? Así, por ejemplo, en el pago habría que
distinguir, de una parte, el lugar previsto para el pago, la moneda de pago, los
problemas temporales del pago (p. ej., la mora del deudor), sujetos todos a la
ley del contrato, frente al lugar de pago efectivo o reclamación judicial del
mismo, sujetos a la ley del lugar de ejecución.
3º. Otras cuestiones, aunque muy vinculadas con los contratos, quedaron
excluidas del ámbito del Reglamento: La capacidad, sujeta a la ley personal
de los contratantes (ex art. 9.1 CC), con la excepción mencionada en lo que se
refiere a la llamada teoría de interés nacional (art. 13).
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I. INTRODUCCIÓN
Un tema de particular interés en el estudio del DIPr es el que se refiere a las
obligaciones extracontractuales. La importancia de su estudio se debe,
principalmente, al extenso abanico de supuestos que quedan comprendidos en
este ámbito del Derecho; supuestos que, en muchas ocasiones, alcanzan
repercusión transfronteriza —piénsese, por ejemplo, en los vertidos
contaminantes a un río que cruza varios Estados—. Por otro lado, la
complejidad que plantean algunos de estos supuestos —accidentes nucleares,
pero también responsabilidad por productos defectuosos o accidentes de
circulación por carretera—, así como la necesidad de brindar un marco legal
homogéneo a los supuestos de tráfico jurídico externo, ha provocado que su
codificación se haya llevado a cabo desde diversos foros internacionales.
El legislador europeo, consciente también de la importancia del tema para el
correcto funcionamiento del mercado interior, ha promulgado una serie de
reglamentos que lo regulan desde las dos perspectivas clásicas del DIPr: la
competencia judicial internacional y la ley aplicable.
Partiendo entonces de esta tradicional distinción, a lo largo de las siguientes
líneas centraremos nuestra atención en el estudio de las normas más
importantes —tanto internacionales como europeas y de fuente interna— que
regulan estos aspectos. Sin embargo, con el fin de no desbordar el objeto de
esta obra, no incidiremos en el estudio de supuestos particularmente
específicos (daños nucleares, contaminación por hidrocarburos, transporte por
ferrocarril y carretera…).
Por otro lado, no puede olvidarse en este punto la perspectiva europea del
tema en cuestión. Y es que, cuando los reglamentos europeos sean de
aplicación, la interpretación de lo que debe entenderse por obligaciones
extracontractuales debe hacerse de forma autónoma: caso a caso y teniendo
en cuenta los objetivos de estos instrumentos (a este respecto, véanse los
siguientes epígrafes).
del concepto que cada ordenamiento jurídico de los Estados miembros tenga
sobre las obligaciones extracontractuales, aporta mayor seguridad jurídica,
pues consigue que el precepto se aplique e intérprete de manera uniforme por
los distintos operadores jurídicos de los distintos Estados miembros.
A la luz de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia sobre este particular,
puede afirmarse que el concepto de materia delictual o cuasidelictual debe
interpretarse de manera amplia: abarca tanto las demandas dirigidas a exigir
la responsabilidad de un demandado, que no estén relacionadas con la materia
contractual en el sentido del artículo 7.1 del Reglamento, como las demandas
declarativas negativas que tengan por objeto declarar la inexistencia de
responsabilidad delictual o cuasidelictual.
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esos contenidos, bien ante los órganos jurisdiccionales del Estado miembro en
el que se encuentra su centro de intereses. Esa persona puede también, en vez
de ejercitar una acción de responsabilidad por la totalidad del daño causado,
ejercitar su acción ante los tribunales de cada Estado miembro en cuyo
territorio el contenido publicado en Internet sea, o haya sido, accesible. Dichos
órganos son competentes únicamente para conocer del daño causado en el
territorio del Estado miembro del órgano jurisdiccional al que se haya acudido».
Por fin, en el supuesto de que sean varios los presuntos autores de un daño,
no puede demandarse a uno de ellos ante los tribunales de un Estado cuando
quien efectuó el daño fue, exclusivamente, otro autor (STJUE, 16.5.2013,
Melzer, C-228/11).
territorio español».
1. EL REGLAMENTO ROMA II
La finalidad del R. Roma II es clara. Pretende limitar los supuestos del forum
shopping y potenciar la seguridad jurídica. En efecto, en la medida en que el R.
Bruselas I refundido prevé expresamente la posibilidad de que el demandante
elija el foro ante el que presentar su demanda (fuero general versus fuero
especial), implícitamente se le está concediendo la posibilidad de que elija el
Derecho aplicable al fondo de la controversia. Así, por ejemplo, si plantea la
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demanda ante el Estado del domicilio del demandado, serán las normas de
conflicto en vigor en ese Estado las que determinen el Derecho aplicable al
fondo de la controversia. Si, por el contrario, presenta la demanda ante los
tribunales del lugar donde se hubiera producido el daño (ex art. 7.2 R.
Bruselas I refundido), puede que el Derecho designado por la norma de
conflicto del ordenamiento de ese Estado no coincida con el Derecho designado
por la norma de conflicto del ordenamiento del lugar de residencia del
demandado. Un estudio prospectivo de esta cuestión permite al demandante
indagar en el Derecho más favorable a su pretensión.
Pues bien, para conjurar estos riesgos, el R. Roma II impone una norma de
conflicto uniforme a todos los Estados miembros de la UE (excepto Dinamarca).
De tal forma que el Derecho aplicable al fondo de la controversia será el mismo,
sea cual fuere el foro elegido por el demandante: en cualquiera de los Estados
donde hipotéticamente puede presentar su demanda, se aplicará la norma de
conflicto prevista en el R. Roma II. Como es fácilmente entendible, esta
circunstancia eleva la seguridad jurídica en términos de previsibilidad, pues el
operador jurídico sabe cuál es el Derecho aplicable al fondo de la controversia,
con independencia de los tribunales que conozcan de la cuestión.
Pero aun teniendo en cuenta las ventajas que aporta al espacio judicial
europeo, debe advertirse que el R. Roma II es un instrumento complejo:
plantea numerosas interrogantes en cuanto al alcance de su ámbito de
aplicación material y prevé un importante abanico de soluciones ad hoc para
supuestos concretos de responsabilidad extracontractual. Además, en la
medida en que no es aplicable a todos los supuestos de este tipo de
obligaciones (art. 1), no excluye totalmente la aplicación de la norma de
conflicto de fuente interna (art. 10.9 CC), lo que obliga al operador jurídico a
plantearse cuándo debe aplicar el Reglamento y cuándo debe aplicar el citado
artículo del CC.
tasas que debe abonar una persona de Derecho privado por la utilización
de instalaciones y servicios del mismo, actúa en ejercicio del poder
público; en particular, cuando esta utilización sea obligatoria y exclusiva
y cuando la cuantía de las tasas, las modalidades de cálculo y los
procedimientos de percepción se determinen de forma unilateral para los
usuarios.
La exclusión de estos supuestos —reclamaciones derivadas del ejercicio
de la autoridad soberana (recuérdese, actos iure imperii)— del ámbito de
aplicación material del Reglamento alcanza también a las reclamaciones
contra el personal que actúe en nombre del Estado y la responsabilidad
por actos de los poderes públicos, incluida la responsabilidad de los
cargos públicos (Considerando 9).
Junto a estos actos iure imperii, el Reglamento tampoco se aplica a las
materias fiscales, aduaneras y administrativas.
Esto es, el Reglamento excluye expresamente el reenvío (art. 24). Para los
supuestos en que la remisión se haga a un Estado plurilegislativo —con
unidades territoriales con sus propias normas en materia de obligaciones
extracontractuales—, y a los efectos de determinar la ley aplicable designada
por el Reglamento, cada una de esas unidades se considerará como un
país (art. 25).
Además, podrá excluirse la aplicación de una disposición de la ley designada
por las normas de conflicto del Reglamento si esa aplicación es
manifiestamente incompatible con el orden público del foro (art. 26).
de la lex loci. Sin embargo, no parece que ésta sea la mejor solución. Y mucho
menos desde la entrada en vigor del Reglamento Roma II, pues, en aras a una
armonía de soluciones del sistema español de DIPr, en supuestos de daños a
distancia se impone la aplicación de la lex damni, a la que, a mayor
abundamiento, podría llegarse con una interpretación finalista de la lex loci.
A) R. Roma II
El Reglamento no prevé una norma específica para regular estos supuestos. Su
regulación en clave conflictual queda, en consecuencia, sometida al régimen
general (supra Ep. IV.1.D).
alterada por el R. Roma II (art. 28), tanto el régimen conflictual general como
las normas de interpretación previstas en este texto no son de aplicación.
Estado en cuyo territorio haya ocurrido el accidente (art. 3). Esta conexión no
opera en ciertos supuestos en los que el accidente presenta una mayor
vinculación con otro ordenamiento jurídico.
Así, para los accidentes en los que sólo intervenga un vehículo, la ley del lugar
de matriculación del vehículo será la ley aplicable para determinar la
responsabilidad: 1respecto del conductor y persona con derecho sobre el
vehículo; 2respecto de una víctima que viajaba como pasajero, si tenía su
residencia habitual en un Estado distinto de aquel en cuyo territorio haya
ocurrido el accidente; y, 3respecto de una víctima que se encontraba en el
lugar del accidente fuera del vehículo, si tenía su residencia habitual en el
Estado en que dicho vehículo estuviere matriculado. 4En caso de ser varias
víctimas, la ley aplicable se determinará por separado con respecto a cada una
de ellas.
Si el accidente tiene lugar entre dos o más vehículos matriculados en el mismo
Estado, se aplicará la ley del Estado de matriculación. También se aplicará esta
conexión respecto de las víctimas no transportadas si éstas tuviesen su
residencia habitual en el Estado de la matriculación del vehículo. Y si el
accidente tiene lugar entre dos o más vehículos matriculados en distintos
Estados, se aplicará la lex loci.
Por fin, interesa señalar que el ámbito de aplicación de la ley determinada por
el Convenio es muy amplio. Rige, entre otras cuestiones, las condiciones y la
extensión de la responsabilidad, sus causas de exoneración, limitación y
reparto, la existencia y la naturaleza del daño susceptible de reparación, las
modalidades y la extensión de la reparación, así como su transmisibilidad.
A) R. Roma II
La ley aplicable a la responsabilidad del fabricante por sus productos está
regulada en una norma de conflicto ad hoc en el R. Roma II (art. 5). La
justificación de esta regla específica se debe, en palabras del legislador, a una
serie de objetivos que deben cumplirse en este ámbito, a saber: (1) el justo
reparto de los riesgos inherentes a una sociedad moderna caracterizada por un
alto grado de tecnicidad; (2) la protección de la salud de los consumidores; (3)
el incentivo a la innovación; (4) la garantía de una competencia no falseada; y,
(5) la simplificación de los intercambios comerciales. Por ello, la norma de
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ley del país en que se produjo el daño, siempre que en ese país se
comercialice el producto.
Como puede observarse, la aplicación de las tres últimas conexiones está
condicionada a que el producto defectuoso se comercialice en el país designado
por el punto de conexión. Esta exigencia tiene sentido, pues con ella se
pretende que el fabricante (responsable) pueda medir los riesgos en los que
incurre comercializando el producto en uno u otro país. De este modo, además,
se asegura una respuesta previsible —en términos de ley aplicable— en caso
de incurrir en responsabilidad.
Por ello, si finalmente la comercialización del producto defectuoso se produce
en un país que no pudiera haber sido razonablemente previsto por el
fabricante, en vez de aplicarse alguna de las leyes previstas en las conexiones
anteriormente citadas, se aplicará la ley de la residencia habitual del fabricante.
Pese a todo lo anterior, si del conjunto de circunstancias se desprende que el
hecho dañoso presenta vínculos manifiestamente más estrechos con otro país,
se aplicará la ley de ese otro país. El mismo ejemplo de vínculos
manifiestamente más estrechos que utiliza la cláusula de escape, prevista para
los supuestos generales, es válido en este ámbito (supra Ep. IV.1.D).
8. CULPA IN CONTRAHENDO
El Reglamento contiene también una norma especial para regular en clave
conflictual los daños que puedan derivarse o producirse en el seno de las
negociaciones previas a la celebración de un contrato (art. 12).
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La primera conexión que utiliza el precepto es 1la ley que hubiese regido el
contrato de haberse celebrado. Esta hipotética ley se determinará conforme a
lo dispuesto en el R. Roma I (supra, Tema anterior). Sólo para el supuesto en
el que no pudiera concretarse esa ley, el texto remite a las conexiones que
rigen para los supuestos generales: 2residencia habitual común de las partes,
3
lex damni y 4cláusula de escape.
extinción. Podría concluirse, por tanto, que, en principio, todos los elementos
que configuran la obligación extracontractual deben regirse por la ley señalada.
De este modo se evita la fragmentación de su tratamiento jurídico.
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