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“QUIERO ACERCAR DOS CULTURAS EXTREMAS, UNA QUE PROMUEVE EL

HOMICIDIO Y LA OTRA EL SUICIDIO”

Lectura sacada de un artículo de la revista Semana

El colombo japonés Yokoi Kenji es famoso por esfuerzo para acercar a


dos culturas opuestas: una genera suicidios y otra que produce
homicidios. Hoy, su libro Salón 8 es uno de los más vendidos, sus
conferencias tienen lleno total y sus redes sociales cuentan con miles de
seguidores en Latinoamérica. En este diálogo con SEMANA aclaró que
su mensaje no es sobre el éxito y la riqueza sino sobre un intercambio
cultural para encontrar el equilibro entre la disciplina y la pasión.

Sobre riqueza y pobreza: “Desde niño escuché que iba a viajar a un país
llamado Japón, que era muy rico y tenía mucha riqueza, y cuando llegué
encontré un tipo de pobreza extrema que genera mucho suicidio. Luego
comparé eso con Ciudad Bolívar, uno de los lugares que se dice más
pobres de Bogotá, Colombia, y veo una riqueza, una alegría enorme en
sus calles que siempre alimentó mi ser de niño en todas mis vivencias.
Eso me hizo analizar sobre qué es riqueza y que es pobreza y entender
mejor los factores para llegar a ellas o salir de ellas”.

Sobre ser colombo japonés: “Son culturas extremas. Un extremo folclor tiene el latino y el japonés tiene una
disciplina extrema, muy estridente. Finalmente, lo que más aportan a mi vida es la búsqueda de un equilibro
entre ambas. Es lo que constantemente intentó lograr yo y transmitir a mis hijos. Yo llegué a Japón con 10 años
y me sorprendió allá que no hay señoras del aseo sino que somos los niños los que tenemos que limpiar. Me
impresiona que no haya traperos, sino un paño grueso y todos los niños limpiábamos el salón y eso era dos
veces a la semana, por grupos. Era un orgullo completo para el japonés. Enfrenté una cultura de disciplina
estridente de organización, limpieza y puntualidad y me acoplé a ella, pero como también soy latino sé convivir
con él y me fascina la improvisación del latino.

Como japonés disfruto que en Colombia yo puedo llegar tarde. Porque cuando llego tarde y no ha llegado nadie
todavía, sigo siendo el primero. Y cuando llegan los que llegan tarde están felices y si uno les reclama se ponen
bravos y le dicen a uno “pero no sea cuadriculado”. Entonces viven llenos de problemas, pero hay espacio para
una polita, jugar tejo, microfútbol, el mundo sigue girando y qué bonito cómo lo enfrenta el colombiano. No
significa que acolite estas cosas. Como trabajador social debo combatir la informalidad para tener mejor
estándar de calidad, por eso fomento la disciplina japonesa pero a nivel personal disfruto la informalidad de los
latinos. Las dos tienen su riesgo: en una cultura es el suicidio; en la otra, el homicidio. Extrema disciplina,
extremo folclor.

Sobre la mentalidad colombiana: “Son muchísimos los defectos que le veo a la mentalidad colombiana. Uno
es no entender la pobreza como un problema multifactorial donde muchos de esos factores recaen sobre mi
comportamiento y no solo sobre un Estado. La culpa no es de la política o de nacer en un hogar pobre, sino de
las costumbres que tenemos que alimentan la pobreza, de no respetar el espacio, acumular tantas cosas, no
eliminar, no durar en un trabajo. Cuando estoy en Japón mi mensaje es no vaya a la universidad. Es mejor que
un japonés viaje primero y se salga de su zona de confort y se meta en problemas, que conozca el mundo para
que así valore luego el estudio. Cuando estoy en Colombia el mensaje cambia porque es “termine al menos el
bachillerato, deje de meterse en líos”. Hay patrones negativos nocivos en cada cultura. El japonés siempre está
con un cuadernito apuntando todo, pero no puede controlar todo, por eso no son buenos improvisando. Al
colombiano hay que decirle compre un bendito cuaderno y escriba algo en la vida, no escriba en la mano, a final
del mes no saben dónde está el dinero. Finalmente pienso que el equilibro es el mensaje más importante de
estas dos culturas.

Sobre perseverar en un trabajo Vs. el todo ya: “Cuando cuento que los japoneses son así la gente
colombiana se asombra, pero cuando yo estoy en Japón pasa la misma reacción. Cuando muestro mi cultura y
les digo que los colombianos son capaces de empujar al jefe y decirle “no me tiene que echar, yo me voy solito”,
ellos dicen no puede ser. En Japón hay algo que es muerte por exceso de trabajo. El japonés se desmaya
trabajando y cuando analizan murió de tanto trabajar. Son dos culturas extremas. Nosotros nos desmayamos
pero antes de ir a trabajar. Es esa capacidad de enfrentar la vida de los latinos tan extrema y folclórica que
resulta absurda para el japonés como es absurdo para nosotros que exista un síndrome de morirse trabajando.
En Japón deben fomentar más el “relájese” mientras que aquí debe fomentarse más el “dejen el relajo”.

Sobre el suicidio en Japón y la terapia de vivir a Colombia: En realidad las cifras más altas de suicidio las
tienen los países ricos y más exitosos, los más desarrollados como Japón, Suiza, Noruega y Canadá. Conforme
un país se hace más rico comienzan a aumentar estas cifras. Esto sucede, según los estudios, porque un país
así desarrolla exceso de paz y cuando eso pasa, cuando todo es calma, no hay guerrilla, no hay robos, el ser
humano se estresa porque necesita una dosis de acción y si no la tiene se la inventa y surge algo llamado crisis
existencial. Yo mismo me estresé y ese estrés se me quitaba cuando me mandaban a Colombia.

En Japón reflexiona mucho en la muerte por vía de la crisis existencial. El colombiano también desde niño
piensa en la muerte pero por una vía contraria a la del japonés: O lo mata ese perro o lo matan por quitarle el
celular o lo mata un carro. Todo el mundo lo quiere matar. Eso genera unas ganas de vivir horrorosas. Y cuando
me traen a Colombia quiero vivir. Y descubro que no me perdoné el no haber rescatado a mis amigos (se
suicidaron 7), no haberles dicho “si se va a morir más bien vámonos para Colombia”. De ahí comenzó la idea
de decirle a los japoneses “si está triste vámonos para Colombia”. Es interesante porque me decían ¿y si me
matan? Era paradójico porque solo con nombrarles Colombia ya querían vivir. Con un amigo logramos traer al
primer grupo en 2010.

Sobre los maestros en mi vida: “Mis mentores van por etapas de vida, pero creo que los de mi infancia me
marcaron. Mujeres en mi entorno y por eso admiro la tenacidad de la mujer. Pero tengo que resaltar por un lado
a mi abuelo Jaime Gómez, un paisa emprendedor que se encargaba de buscar sobrantes en las empresas y
los reciclaba y los convertía en productos para vender. Decía frases como “al dinero hay que hacerle zancadilla,
“la amistad cura la maldad”, “la gente muere porque no habla”. Por otro lado está mi padre, Yokoi Toro, que no
habla. No dice nada, no me da abrazos pero respeta la disciplina y las jerarquías. Es también exitoso en su
entorno. Me puse a pensar por qué tiene tanto éxito si es tan pesimista. Porque yo venía de estar con un abuelo
optimista y él es una persona que siempre decía la palabra imposible. Como puede ser un país así, exitoso. Y
ahí descubro que Japón ve belleza en lo imposible mientras que en Colombia no aceptamos lo imposible. Solo
por enamorarse de alguien, así sea un amor imposible, el japonés dice “qué lindo”, pero nosotros decimos “cuál
que lindo, me voy a vivir con ella”. Nada es imposible, por eso nos metemos en tantos líos. Son dos papás que
me generaron esa búsqueda incesante de equilibrio.

Sobre turismo con propósito: “Este tipo de turismo no se enfoca en personas que se están suicidando. Se
conoce en todo el mundo como turismo social. Yo no lo inventé. La idea es venir a un país y ver el paquete
completo no solo los pedazos bonitos. Es hospedarse en una comuna es ver fundaciones, hospitales, y
empaparse un poco de la realidad de esa zona para conocer lo bueno pero también la realidad de las personas.
El turismo más importante es el social lo llamamos turismo con propósito porque es una ruta que va desde
Yokohama Japón a ciudad Bolívar.

Sobre el aprendizaje que da viajar: Todo ser humano que sale de su entorno y visita un país completamente
distinto cambia, independientemente de si es Colombia o si es un colombiano que va a Japón. Viajar es un de
las experiencias, universidades, doctorados más importantes que debe hacer el ser humano, incluso antes de
tomar decisiones tan importantes en la vida como escoger una carrera y tener hijos porque nos
aclara conceptos. La idea es no viajar a lugares donde están los mismos hoteles y el mismo entorno o donde
me preparan el entorno como turista, sino lugares que me desafíen, que me quiten los miedos. Perderse en
Tokio es de las experiencias más hermosas que hay porque implica una cultura y un lenguaje diferentes que te
hacen hablar por señas. Hacer como una gallina para pedir un huevo es algo fascinante.

Sobre la mentalidad de pobreza: Yo llegué a Ciudad Bolívar, al barrio san Francisco, porque tuve un accidente
y me dejaron en recuperación donde mis abuelos que vivían allí. En esa experiencia me aferré a la localidad.
Era una jungla de casas de ladrillo, sin rejas, y uno salía y conectaba con otros barrios y a mí me gustaba porque
había vivido como hijo de un japonés en Panamá y Costa Rica en edificios donde no dejan salir a los niños.
Ciudad Bolívar era un laberinto de barrios donde yo podía escaparme y conocer. Mis amigos me decían vamos
a la panadería, usted hace cara de que tiene hambre para que nos regalen pan. Cuando descubrimos eso, uno
agarraba un pan y la cantidad de perros que nos seguía era increíble y esa era una alegría. Algo que no se vive
en Japón ni en Costa Rica, ni Panamá. Eran experiencias buenas y yo me fui a Japón con esa riqueza. Y cuando
llego me dicen en Japón, “pobrecito, usted viene de Colombia. ¿Pasó mucha hambre? y yo les contesto “no, le
dábamos panes a los perros”. Siempre tuve la perspectiva de que en ciudad Bolívar no se pasa hambre. Hay
mentalidad de pobreza que es diferente. Siempre tuve claro lo que era la pobreza en mi localidad y lo que era
la riqueza por experiencia propia.

Sobre lo peor que ha tenido que vivir: Viví durante 15 años en Ciudad Bolívar con mi esposa y mis niños.
Siempre fue inevitable tener problemas, pero la única cosa que no he superado es entregarle todos los
elementos a una familia para que logre salir de la pobreza -y no solo los elementos, sino los recursos- y que no
lo hagan, que no escuchen, que les gane la inclinación natural a solo hacer fiesta y gastarse el dinero, a disfrutar
sin trabajar, a saltarse los procesos. Becas, ayudas, llegan oportunidades y no las toman. Ver como la
universidad distrital está en Ciudad Bolívar a precios económicos para nuestra localidad y ellos no la
aprovechan. Algunos lo logran, pero muchos deciden continuar con la pobreza, la violencia. En el caso de Japón
es lo mismo. Esa extrema pobreza de que se quiten la vida es algo que no supero. Me duele ver cómo el ser
humano está tan aferrado a sus patrones culturales

Sobre lo que le falta al colombiano para salir de la pobreza: “Hay dos formas de aprender, a los totazos y a
los totazos de otro, pero hay cosas que se aprenden a los golpes propios por eso no se puede acelerar el
aprendizaje. Se debe esperar a que aprenda la lección. Todo lo que los papás nos dicen lo aprende uno cuando
sale a vivir solo. Lo importante es no dejar de aprender la lección, es decir que los golpes enseñen algo y no
cometer el mismo error una y otra vez. Hay que cambiar muchos patrones. Por ejemplo, la frase de no hay
oportunidad es una que justifica mi pereza para continuar. Uno debe crear la oportunidad, hay muchas frases
como “nací pobre”, “el país va mal” que son negativas y se convierten en principios, luego en hábitos y luego
en cultura y desarraigarlas toma mucho tiempo.

Sobre la educación: La escuela no me hace exitoso pero estudiar me da cultura. Cuando se unen la educación
con el éxito se pierde la belleza de la educación. Las personas pueden encontrar el éxito sin educación, esta
es necesaria e importante para el bienestar del ser, sentir que todos los días aprendo algo nuevo y crezco y
nunca me voy a graduar. Educarme para ser exitoso es un problema de la sociedad.

Sobre el éxito: “La zona de confort del japonés es el orden, la del colombiano es el caos. Por eso no sabemos
trabajar en equipo y por eso creo que combinar las dos culturas es una interesante propuesta. El latino explota
a todo momento. El japonés dura haciendo una letra en una hora. Ellos son individuos que se controlan. “Me
siento a correr”, dice el japonés. Esa disciplina los ha llevado a donde están. Pero en Japón, un país exitoso,
tiene 32 mil muertes al año por suicidios. Es decir cobran más vidas que la violencia en Colombia, eso hace
que un líder social le tenga adversidad a pasos para el éxito. Pero los colombianos somos inmediatos y tenemos
un gran afán por tener éxito. El éxito está sobrevalorado. Cada persona tiene éxito diferente. Mi mensaje no
tiene que ver con el éxito ni la riqueza. En términos de economía debemos emular el éxito japonés pero esas
no son estrategias sino un tema cultural. En Japón hay una gran cultura por el respeto del otro, por no fumar en
sitios públicos, por hacer silencio. No hay leyes, lo hacen por cultura. Mi mensaje no es promover el éxito y la
riqueza; es sobre cómo entender el caos del colombiano y la necesidad de controlarlo todo del japonés”.

Responder:

1. Cuáles de los puntos de la lectura le pareció más impactante y ¿Por qué?


2. Según su criterio, que otro aspecto negativo tiene el colombiano en su comportamiento que le impiden salir
adelante, explique su respuesta.
3. ¿Está de acuerdo con lo que dice la lectura en cuanto a Colombia, por qué?
4. Escriba detalladamente alguna idea que pueda aportar al cambio positivo de Colombia.

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