Entre el final del conflicto en 1939 y la muerte del dictador en 1975 existen pocas
obras dedicadas a la Guerra Civil española, y la producción de la época no ha sido
objeto de investigaciones específicas. En España se pueden citar: un breve
resurgimiento del tema en el falangista Clarín en 1949-50 (con unas dieciséis
historietas relacionadas con la contienda), al final de los años sesenta la hagiografía
de un cura ejecutado en 1936 y una biografía de Franco, todas obras
evidentemente al servicio de las tesis del régimen. En otros países, las escasas
obras francesas, belgas o argentinas dedicadas al conflicto proponen también tesis
franquistas, y la perspectiva de los vencidos y el punto de vista republicano no se
encuentra casi nunca en los cómics entre 1939 y 1975. A pesar de su reducido
número, los tebeos dedicados a la Guerra Civil durante esta época, y sobre todo los
españoles y los argentinos, merecerían sin duda una atención particular.
Para reunir todos estos cómics ha sido necesario consultar cientos de títulos y
hojear algo más de 12.000 revistas procedentes principalmente de España, Francia,
Bélgica, Estados Unidos y América Latina, algunas de las cuales fueron de difícil
acceso[10]. El resultado no pretende ser exhaustivo —es posible que algunas obras
vayan a ser señaladas por otros investigadores— pero tal y como se presenta aquí,
este corpus reunido puede considerarse suficiente para proporcionar una base de
análisis sólida y adecuada.
Este artículo presenta los resultados de esta investigación para los cómics
españoles realizados durante el periodo de la Transición y los diez primeros años de
democracia. Sin embargo, para situar el contexto ofreceremos una idea de la
producción en su totalidad, subrayando sobre todo su abundancia y el hecho de que
no es una producción únicamente española, sino también de otros países con
tradición historietística. Pondremos también en evidencia que el periodo
seleccionado constituye un conjunto coherente donde se construyó, utilizó y
desgastó una representación concreta de la Guerra Civil para terminar considerando
que no se podía decir nada más sobre el tema.
Entre álbumes e historias cortas, de 1976 a 2013 se han contabilizado 323 cómics,
o sea 136 álbumes y 187 historias cortas, que tratan total o parcialmente sobre la
contienda[13]. Aunque la Guerra Civil no puede rivalizar con la II Guerra Mundial en
número de cómics, ha sido tratada en igual o en mayor medida que otros conflictos
del siglo XX. Por ejemplo, Bruno Denéchère y Luc Révillon contabilizaron 120
cómics francófonos y otras tantas obras anglosajonas sobre la I Guerra Mundial en
2008 [14], y Jennifer Therese Howell ha contabilizado en 2010 unas cuarenta obras
sobre la guerra de Argelia[15]. Con cerca de 7.000 páginas dedicadas específicamente
a la contienda se puede estimar que el cómic ha tratado y sigue tratando con una
cierta profusión el tema de la Guerra Civil española.
Era lógico pensar que la desaparición del régimen franquista provocaría en España
una nueva lectura de la Guerra Civil y que esta encontraría su vía en el cómic
español, tradicionalmente prolífico y de gran calidad. Pero el tema moviliza
igualmente al cómic extranjero, de manera que el 30% de los cómics, el 50% de
los álbumes y el 45% de las páginas dedicadas a la Guerra Civil española se han
producido fuera de España, lo que demuestra un interés por el conflicto que
sobrepasa con creces las fronteras españolas.
Se han podido identificar cómics sobre la Guerra Civil en trece países fuera de
España. Entre ellos, tal y como se podía esperar, encontramos a los grandes países
del cómic y también a los que están asociados en diferentes formas a
acontecimientos de la guerra. Las producciones más importantes son, en Europa,
las de Francia e Italia, y en América, las de Argentina y Estados Unidos [16]. El
recuerdo de las Brigadas Internacionales y de la política de no intervención en
Francia y en los países anglosajones, la expiación del compromiso fascista en Italia,
y la herencia de la emigración de 1939 en Francia y América Latina hacen que la
mirada hacia la Guerra Civil sea distinta para cada país y diferente también de la
española.
Entre 1976 y 2013, la producción española de cómics cuenta con 206 obras que
tratan de la Guerra Civil, de las cuales, 68 fueron álbumes y 138 historias cortas.
Como pone en evidencia el gráfico siguiente, hemos dividido la edición española en
dos épocas separadas. La primera se extiende entre 1976 y 1992, con una
producción que culminará a mediados de los años ochenta, y la segunda comienza
la primera década del siglo XXI para culminar en 2011. Sobre el total de páginas
específicamente dedicadas al conflicto, un 30% se ha producido entre 1976 y 1992,
menos del 5% entre 1993 y 2002, y un poco más del 60% entre 2003 y 2013.
Durante los años noventa, la producción es casi inexistente, y solo algunos autores
confirmados, como Cava, Giménez o Gallardo, lograron ser publicados con obras
sobre la Guerra Civil. A partir de la primera década de este siglo empieza una
importante oleada de obras con nuevos autores dedicados al tema que va a durar
hasta el principio de la segunda década del siglo XXI, con un aparente retroceso
estos últimos años.
Fuente: Contabilización de cómics por el autor, octubre 2014.
Esto, sin duda, refleja al menos en parte las evoluciones del mercado español del
cómic: durante los años noventa sufrió una pérdida de lectores, desaparecieron una
gran parte de las revistas y el cómic pasó del quiosco a la librería. La historia corta
casi no tuvo espacio, y la única forma de publicar era el álbum. Era una época difícil
para los autores españoles[17], que tuvieron que esperar a la primera década del
siglo XXI para volver a encontrar un lugar visible en el mercado nacional. La edición
de cómics conoció luego un fuerte crecimiento en los primeros años del siglo XXI,
que benefició tanto a la importación como a la producción nacional, y en la
siguiente década tuvo lugar un resurgimiento de la historia corta. Para terminar, la
crisis actual del sector de la edición, ligada al contexto económico español,
incrementa el retroceso después de 2011.
Pero esta explicación solo nos avanza una parte de las razones de esta división de
obras en dos épocas separadas por un periodo de silencio. Los años noventa fueron
un periodo de producción sobre la Guerra Civil relativamente menor también en la
narrativa[18] y en el cine[19], lo que señala un alejamiento temporal del tema por parte
de la creación española. Este hecho no debe interpretarse como una pérdida de
interés, sino más bien como un cambio en la representación colectiva del conflicto.
En otros términos, los dos grandes periodos de producción de cómics sobre el tema
ponen en evidencia dos representaciones distintas de la Guerra Civil. La primera se
construye en los años de la Transición, el fin de los setenta y principio de los
ochenta. Por una parte, se pretende hacer borrón y cuenta nueva de la
historiografía y la propaganda de los cuarenta años anteriores. Por otra, en una
época donde los objetivos principales son la paz social y la construcción de la nueva
democracia, el recuerdo de las fracturas de la Guerra Civil constituye una bomba de
relojería que hay que desactivar.
Entre estas dos épocas, el silencio del cómic en los años noventa aparece como la
señal de un periodo de mutación, de abandono de la primera representación por la
segunda en el cómic español. Se puede juzgar que estas evoluciones, así como la
diferencia de perspectiva sobre el conflicto entre los años 1970-1980 y 2000-2010,
no son exclusivas del cómic sino que se inscriben en los movimientos más amplios
de las representaciones colectivas de la Guerra Civil en la sociedad española.
·La primera, entre 1976 y 1982, que cubre el periodo de la Transición y constituye
una etapa pionera de construcción en el cómic. La representación de la Guerra Civil
(evidentemente diferente de la versión impuesta por el régimen franquista) valoró
en prioridad al bando republicano y omitió de manera expresa la exhibición del
adversario.
LA TRANSICIÓN, 1976-1982
Historias cortas
Hojeando Star encontramos algunos indicios que muestran la distancia que tomó
una gran parte del movimiento undergroundespañol de esta época con respecto a
la Guerra Civil. Así, en la relación de una exposición de la Bienal de Venecia de
1976 que mostraba carteles y documentos gráficos de la Guerra Civil española [21], el
periodista hablaba de «asombrosos documentos sobre dos ideologías opuestas, en
los que se manifiestan facetas y consignas alucinantes». Seguramente la Guerra
Civil, la República o el franquismo no interesaban a esta juventud en rebelión. El
equipo de Star tuvo el buen gusto de publicar una carta de un lector que en dos
páginas reprochaba la falta de interés por la política y predecía su asimilación por el
sistema[22], sin que ello cambiase ni un ápice su estrategia editorial.
Entre las historias cortas aparecidas en esta época se puede citar “Dehesas” [34], de
Agustín Henche, e “Itaka”[35], del historiador Juan Antonio de Blas y Ángel de la
Calle. De “Dehesas” retendremos el tratamiento en forma de western del conflicto
local entre los habitantes de izquierdas y los “fachas“ del lugar, que testimoniaba la
extraordinaria capacidad del cómic para adaptar sus géneros a un tema como el de
la Guerra Civil, y la carga final de los toros que reducían a la nada las luchas
políticas bajos sus cascos. Una conclusión parecida a la que se llegaba en “Itaka”,
aunque esta vez con un tono poético bien diferente al del anterior: un emigrante
vuelve a España a la muerte de Franco y reflexiona sobre esos cuarenta años de
lucha y de exilio, que no tienen ningún sentido, y sobre su vida, que solo adquiere
significación a partir del momento en el que vuelve a su país.
Otra vez fue El Papus la revista que publicaría en 1980 el primer cómic humorístico
sobre el tema, “El Matías“[39], de Já (Jordi Amorós Ballester). El protagonista es un
antiguo republicano, hoy viejo invalido que tiene pesadillas de la guerra y defeca en
las sábanas. El nieto se burla del abuelo diciéndole que no le extraña que haya
perdido la guerra viendo cómo se ha «cagado de miedo». Aquí no hay intención
política, sino la afirmación de que a partir de ahora es posible reírse de todo,
incluso de las cosas más trágicas o las más sagradas.
En 1981, otra página cómica hacía de nuevo alusión a la guerra, “¡Arriba Espa...
siudadano Tarsán!”[40], de Curco (Víctor Luna), en la que el protagonista, después de
haber mantenido un discurso antifranquista sobre la Guerra Civil, se desacredita
frente a su joven interlocutor cantando el “Cara al sol” bajo la amenaza de matones
de extrema derecha. Este cómic sí tenía una fuerte carga política, al asociar la
guerra al tiempo presente: las “hordas fascistas” de Franco pretendían sanear al
país y no hicieron otra cosa que venderlo al capital y al imperialismo americano.
Nada ha cambiado con la democracia, son los mismos los que gobiernan, los
fascistas poseen la calle, y la policía les protege.
A veces, la guerra aparecía entre líneas en algunas historias cortas, sin que se la
mencionase o comentase explícitamente. Era el caso del recuerdo mudo de
“Guernica”[41], de Chanclón, o de la historia corta “El muro”[42], de Pedro Castro, que
evocaban las ejecuciones sin citar a los verdugos ni las circunstancias: una historia
que nos recuerda otra publicada aproximadamente en la misma época en Francia,
“La conscience”[43], de un autor español emigrado a ese país, Tito. Este nos habla de
ajustes de cuentas en el campo sin citar la guerra o los bandos presentes, como
una manera de subrayar el peso de la violencia sin designar explícitamente a los
responsables[44].
Esta violencia lleva a rechazar y a considerar el conflicto como una simple locura.
Así fue en “Historia de Manuel” [45], de Luis Collado, en la que un soldado arrastrado
por la guerra la juzga inútil y piensa que siempre hay otros medios para arreglar las
diferencias políticas. El protagonista muere en Belchite [46] intentando proteger a
mujeres y niños. Era también el caso en “El toro de la muerte” [47], de Cuesta y
Blues, un título derivado de una poesía de Rafael Alberti. A pesar de que la obra
inscribía la contienda española en las luchas sociales del pasado y las guerras del
presente (guerra del Líbano), la mantiene a distancia y la vacía de cualquier razón
o sentido. Al igual que la mirada sobre el conflicto libanés, el sentimiento que
dominaba aquí sobre la Guerra Civil española es la incomprensión. El conflicto es
ante todo un «horrible derramamiento de sangre hermana», un combate contra
«vecinos, seres que hablaban el mismo idioma y profesaban la misma religión».
Historias largas
Entre las historias largas de esta época, citaremos Setenta días en el infierno. La
gesta del Alcázar de Toledo, de los hermanos Fresno Crespo, editada en 1977; los
dos álbumes de El comic de la Guerra Civil española, de Manuel Díez, publicados
por la editorial Plan en 1979 y 1980; los tres primeros tomos de la saga Eloy, de
Antonio Hernández Palacios, publicados en las mismas fechas, y, finalmente, la
serie Emili Piula, de Roger y Montesol, cinco episodios publicados entre 1980 y
1982 en la revista El Víbora. Tendríamos que añadir, aunque la Guerra Civil no
fuese su tema principal, otros dos álbumes: el primer tomo de Paracuellos, de
Carlos Giménez, y Octubre 34, de Rodri (Rodrigo Hernández Cabos).
La serie de la editorial vasca Plan El comic de la Guerra Civil española quería dar
una visión regionalista de la Guerra Civil: Andalucía primero, con Dolores[49], la
traducción de Dolores de Villafranca, del francés Marijac, novela rosa anodina de
perspectiva franquista, seguida de dos cómics originales de Manuel Díez de
perspectiva republicana, Aquel caluroso verano del 36[50], que se desarrollaba en
Aragón y Cataluña, y ¡No pasarán![51], en Madrid. Un cuarto volumen, La menor de
la guerra, que partía del puerto de El Ferrol, en Galicia, y dedicado al conflicto entre
oficiales y marinos, no se publicó.
Para finalizar, Octubre 34[58] describía los primeros días de la revolución de Asturias,
que se consideran el primer acto de la Guerra Civil, y debería haber seguido en un
segundo tomo, lógicamente sobre la feroz represión posterior. El hecho de que no
fuese publicado jamás describe por sí mismo el cómic de la Transición, en el que
hubo un pacto para ningunear los sucesos represivos del pasado. Se podía hablar
del combatiente de izquierdas pero no del adversario.
La década de los ochenta empezó con mal pie debido al intento de golpe de Estado
del 23-F, pero demostró ser una época relativamente más calmada que la anterior
y en la que hablar de la guerra era cada vez menos arriesgado. El trabajo pionero
llevado a cabo por jóvenes autores durante la década precedente liberó la palabra
de los autores consagrados e hizo penetrar el tema en obras realizadas dentro y
fuera del campo tradicional del cómic.
El mercado del cómic conoció entonces una época de efervescencia, preludio de una
primera crisis. La década vio desaparecer un cierto número de revistas y aparecer
otras, algunas de las cuales acogieron historias sobre la Guerra Civil, desde revistas
generalistas como Cairo, Cimoc, Zona 84, el magnífico Madriz o el
marginal El Wendigo hasta revistas de terror como Creepy. Aunque el semanario
satírico El Papus desapareció en la mitad de la década, El Jueves y luego TMEO lo
remplazarían acogiendo obras sobre el mismo asunto.
Historias cortas
Globalmente, esta década estuvo marcada sobre todo por un distanciamiento con
el conflicto que se resumía en “Y el latido del mar en la garganta” [59], de Cava y
Raúl, en algunos recuerdos desgarrados y dispersos a través de la ventanilla de un
taxi. Dos obras destacaban, sin embargo, en la medida en la que subrayaron la
permanencia y la actualidad de la Guerra Civil en la sociedad española
contemporánea. La primera fue un episodio de Nova-2[60], obra muy personal de
Luis García, donde el autor ponía el acento sobre el miedo, fruto del conflicto
pasado que había marcado su juventud, como la de una mayoría de españoles. La
otra fue “Guerra Civil”[61], de OPS (Andrés Rábago García, que firma sus dibujos
actuales en El País como El Roto), que proponía una explicación política de la
Guerra Civil en una página impactante: dos hombres se encuentran uno frente a
otro. Uno pinta al otro de rojo, después se sube a su espalda y se van. Una parte
de España calificó de “roja” a la otra sólo para dominarla.
Página de Nova-2, de Luis García. "La Guerra Civil", de OPS en Madriz n° 22 (1985).
En “Ajeno-Ceremonia”[62], Josep Maria Beroy alude a la Guerra Civil como uno de los
episodios de lucha de un proceso mágico encargado de proteger a lo largo del
tiempo el orden y los privilegios de los poderosos. Aunque el conflicto se situaba en
el marco del bien (republicano) y del mal (franquista), sus razones eran muy
imprecisas y poco concretas. Algunos años más tarde, en “En todos los sitios se
cuecen… babas”[63], de Santiago Orúe, un antiguo republicano vasco comentaba una
noticia salida en la televisión: un nostálgico del franquismo, desesperado por vivir
en una sociedad en la que ya no se reconoce, ha ametrallado a los pasajeros de un
autobús. Se nos presentaba aquí la guerra como una lucha entre el franquismo de
las ciudades y la resistencia del campo, una dimensión que resultaba familiar
dentro del imaginario social del separatismo vasco.
Pero en este momento se hacía alusión a la Guerra Civil sobre todo para deplorarla:
la denuncia del exilio en “Noches de agua” [64], un episodio de Cava, Del Barrio y
Fernández que describía el aislamiento progresivo de un niño exiliado en Rusia, en
el que la derrota republicana haría que el mapa de España desapareciera de sus
cursos de geografía. La denuncia de los sufrimientos se aprecia en “La broma” [65], de
Alfonso Font, un cómic de fuerte carga emocional que describía la miserable sopa
de los combatientes republicanos, hecha con cuatro cereales encontrados en un
campo. Los soldados se burlan de la calidad de la carne, evidentemente ausente del
brebaje. Pasa por allí una pequeña campesina que les oye y les ofrece su cuerpo a
cambio de un plato de sopa para su hermanito.
Como todos los 18 de julio, Buitaker se cree en 1936 y revive con entusiasmo el
alzamiento militar. Julio Buitaker de Tordesillas es otro avatar de los nostálgicos del
franquismo, menos rancio y burgués que Martínez el Facha y también menos
duradero (Martínez ocultará progresivamente su nostalgia franquista detrás de un
discurso neoliberal, al igual que los verdaderos nostálgicos del régimen franquista),
más bien el equivalente de extrema derecha de otro héroe de Gallardo, Ramón, el
anarquista y “yonqui del espacio”, héroe efímero tan “chungo” como Buitaker (su
grito de guerrilla urbana favorito es “Durruti”).
De hecho, en esta época no quedaban más que los anarquistas para reivindicar
sin matices la herencia republicana, como testimonia “1936. Imágenes de la
revolución española”[73], una obra provocativa por militante y anticlerical que fue
publicada en el especial Anarkomiks de la revista anarquista mallorquina Estel
Negre. Pero sobre todo fue por Carlos Azagra por quien fue reivindicada y se
mantuvo esta herencia.
Página de “1936 - Imágenes de la revolución Página de la serie de Azagra Pedro Pico y Pico
española”, en Estel Negre. Anarkomiks. Vena enEl Jueves nº 507.
En Makoki, Carlos Azagra nos ofreció una primera evocación de la Guerra Civil en
“Asalto al cielo”[74], con las memorias de un borracho que pretendía ser un ángel
capturado por los anarquistas en el frente de Aragón en 1937, un boceto de poca
importancia. Más tarde, en su serie “Pedro Pico y Pico Vena”, publicada en El
Jueves, el autor afirmó repetidas veces la correspondencia entre la Guerra Civil y
las luchas anarquistas contemporáneas. En un episodio [75] que celebraba los treinta
años del principio de la contienda, Azagra establecía la filiación entre los
anarquistas de la Guerra Civil y el “Partido
de la Gente del Bar” (PGB), fundado por
sus héroes, oponiéndose al derrotismo
encubierto de realismo de la generación
que había vivido la contienda. En otro
episodio de la misma serie[76], Pedro,
después de haber recibido un golpe en la
cabeza durante una manifestación
estudiantil, sueña que los anarquistas
históricos le salvan de una pandilla de
matones de extrema derecha. Después de
haber «puesto a Dios a trabajar» en el
cielo, Durruti y sus compañeros regresan
para poner orden en la tierra.
Pero sobre todo Mora deploraba una contienda que ha separado inútilmente a los
españoles: “El cordel de los tebeos” es un relato intimista de dos niños separados
por la guerra y por las convicciones de sus padres, en el que uno de ellos muere en
los bombardeos de Barcelona. “Y tú, ¿qué has hecho para la victoria?” (título
copiado de un famoso cartel republicano) muestra las fechorías cometidas contra
las mujeres republicanas en la retaguardia conquistada por los franquistas y narra
un amor separado por la guerra. “La loca de Brunete” [78] cuenta la historia de una
madre cuyos hijos participan en el conflicto mientras que ella lleva comida a los
soldados de los dos bandos en medio de la violencia y la muerte. La guerra termina
por borrar las diferencias entre combatientes.
Mora nos mostraba también una guerra que había perdido todo límite o toda regla
en dos historias vistas desde la perspectiva de los aviadores alemanes que
participaron en el conflicto: “Un tiempo del führer” muestra el bombardeo de
Guernica visto por un aviador alemán y las dudas que le asaltan frente a la
violencia contra los civiles. “La guerra de siempre” cuenta el final de una guerra “de
caballeros”, la guerra cortés de los ases de la I Guerra Mundial, que ya no existe.
Ahora se dispara a los pilotos mientras saltan de sus aviones abatidos y se
ametralla a las columnas de civiles.
Los “veteranos” del cómic publicaron también algunas otras historias: Víctor Mora y
Víctor de la Fuente elaboraron “Carta desde España” [79], un episodio inédito de
aventuras de sus héroes de Los ángeles de acero. El enemigo, una vez más, es
alemán, y la turbulenta Ice intentará colaborar con los nazis, aunque con poco
éxito.... Por su parte, con “La fotografía” [80], Florenci Clavé volvía a tomar el tema de
los dos hermanos separados por el azar de las adopciones y que combatirían en
líneas enemigas. Uno de ellos perece en la ofensiva del Ebro, quizás muerto por su
propio hermano.
Historias largas
La Guerra Civil en España. 1936-1939 (1983). Tomo tercero de Historia de Andalucía (1983).
En paralelo vieron la luz diversos cómics que trataban parcialmente sobre la Guerra
Civil, financiados por organismos públicos regionales o locales: citemos aquí el
tomo 3 de Historia de Andalucía[88], con dibujos de Hernández Palacios; La Guerra
Civil. La repressió i l`exili [89], tomo 17 de Historia de Catalunya, producto derivado
de una serie animada realizada por la televisión catalana TV3; el tomo 8 de Historia
de Nuestro Pueblo[90], del vasco Gabaí; Barcelona. La aventura de una ciudad [91], o
tambiénL`Hospitalet, una ciudad en marcha[92].
En el mejor de los casos, se trata de volver a escribir la Guerra Civil con una
supuesta objetividad y oponerse a los objetivos propagandísticos del pasado, tanto
del régimen franquista como de la diáspora republicana. Pero también se trata de
volver a escribirla para servir a los objetivos de paz social de la nueva sociedad
española[93].
NACIMIENTO, VIDA Y MUERTE DE UNA REPRESENTACIÓN DE LA GUERRA
El paso de los años setenta a los ochenta marcó una externalización de la mirada al
conflicto, desde un “nosotros los republicanos” a un “ellos los republicanos”, que se
formalizó y sistematizó en los cómics históricos de los años ochenta, con el fin de
enviar a los combatientes de los dos bandos y a la Guerra Civil al pasado. La
violencia contra los civiles, generalmente ausente de las obras de la Transición,
apareció más a menudo —y más aún la violencia republicana que la franquista—
pero no tanto para denunciar a los culpables como para desacreditar a las partes
presentes y deslegitimar sus razones para combatir. Finalmente, los herederos de
ambos bandos (o sea los pocos anarquistas fieles al pasado o los rancios
nostálgicos de la extrema derecha) tendían a ser presentados como unos
marginales extremistas, como si la sociedad española de la época en su mayoría
renegaba de la herencia de la guerra.
La producción de los años setenta fue más reflexiva, la de los años ochenta estuvo
más destinada a contar, pero el enfoque sobre la guerra era el mismo al final. Se
puede considerar que la década de los ochenta recuperó de forma consensualizada
las reflexiones y los discursos pioneros del cómic marginal de la Transición y los
destinó a un más amplio espectro de público, preocupado sobre todo por que no se
reprodujesen acontecimientos análogos a los de la Guerra Civil. La multiplicación de
obras históricas nacionales y regionales tuvo probablemente otro objetivo: se
trataba de contar la guerra bajo una forma definitiva para no tener que volver a
hablar de ella más tarde y así neutralizar los efectos negativos de su evocación en
el seno de la sociedad española[97].
Los cómics del final de la década de los ochenta nos enviaron un claro mensaje de
que todo estaba dicho sobre la Guerra Civil, de manera satisfactoria y de la forma
menos polémica posible. En eso El Jueves no se equivocaba: en su número de la
semana del 18 de julio de 1986, el semanario satírico anunciaba en portada un
“especial cuadragésimo aniversario” y dedicaba su dossier a festejar el nacimiento
del biquini en 1946. Habría que esperar al número siguiente para que se hiciese
una alusión menor a la contienda.
No hay nada más que decir, y los años noventa, con muy pocos cómics dedicados a
la Guerra Civil, serían una prueba adicional de que no había quedado nada en el
tintero. Y sin embargo, tanto en España como en el extranjero, el siglo XXI estuvo
marcado por una vuelta espectacular del tema en el cómic, con múltiples obras,
nuevos autores y una representación diferente de la contienda con el retorno del
franquista y un tono distinto, mucho más polémico. Finalmente, quizá no estaba
todo dicho.
NOTAS
MARTÍN, Antonio. (2000), Apuntes para una historia de los tebeos, Glénat, 212
[1]
pp., y MARTÍN, Antonio (1978), Historia del comic español: 1875-1939, Editorial
Gustavo Gili, S. A., 245 pp.
Este trabajo de recolección no hubiera sido tan completo sin el apoyo de muchos
[10]
especialistas del cómic, entre los cuales una gran parte de los investigadores y un
número notable de autores se encuentran citados aquí. El autor del presente
artículo expresa su sincero agradecimiento a todos.
[11]
MORA, Víctor. et al. (2008), Tormenta sobre España, Barcelona, Glénat.
[12]
GÁLVEZ, Pepe, y FERNÁNDEZ, Norman (2006), Historias rotas, (op.cit.), p.3.
Alrededor del 60% de dichas obras hacen de la guerra su tema central, y el resto
[13]
Japón, otro gran país del cómic, presenta una sola obra, pero con una eminente
[16]
datos sobre el cómic: en primer lugar la de Tebeosfera, con cerca de 13.000 títulos
editados en España entre 1880 y 2010, muestra una baja significativa de la edición
en primera mitad de los años noventa seguida de un lanzamiento no menos
significativo en la segunda mitad de la década.
TEBEOSFERA, http://www.tebeosfera.com/catalogos/, datos procesados por el
autor en 2012. En segundo lugar, la base del Instituto Cervantes, con cerca de
1.200 títulos destacados de cómics de autores españoles entre 1975 y 2009,
señala una baja de la producción nacional en la segunda mitad de los años
noventa. INSTITUTO CERVANTES - Biblioteca Mario Vargas Llosa de Berlín,
Memoria histórica, bibliografía en PDF, 36 p., disponible
en http://www.cervantes.de/nueva/es/biblioteca/ bibliografien.php, consultado el 12
de octubre de 2011.
Bertrand de Muñoz, que censa 42.000 obras sobre la Guerra Civil entre 1936 y
2006, y que muestra un descenso en la edición de novelas sobre el tema en los
años noventa, sito entre una fuerte producción de los años 1975-1990 y un
resurgimiento después del año 2000. BERTRAND DE MUÑOZ, Maryse
(2007), Bibliografía de la Guerra Civil española de 1936-1939, Madrid, Universidad
Nacional de Educación a Distancia, CD, 2307 pp 103 pp (anexos).
Ferreyra, que censa 119 largometrajes entre 1975 y 2011 y pone en evidencia una
producción menor entre 1990 y 1995. MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, Enrique,
y FERREYRA PERALTA,
Ilda, http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/historia_guerracivil.htm,
consultado el 01 de febrero de 2012.
[20]
Star nº 21, Barcelona, p. 20, 3-1.
[21]
Star nº 21, p. 56.
[22]
Star nº 27, pp. 37-38.
[23]
ABADIE, Alberto (1981), “Huida”, Bilbao, Metacrilato nº 2. pp.23-25.
novelas del escritor italiano Emilio Salgari, muy popular entonces gracias a una
serie de televisión difundida en la época por RTVE.
Iniciativas Editoriales.
Barcelona.
Colectivo de la Historieta.
Torrego”, Totem extra 02, especial mujeres, pp. 35-42, Madrid, Nueva Frontera.
[33]
EL CUBRI (1979), “Sueños de plomo”, Diario 16, Madrid.
Ediciones.
USERO, Adolfo (1978), “Aquel lejano 18 de julio”, El Papus nº 218, pp. 28-29,
[36]
Ediciones Amaika.
[39]
JÁ (1980), “El Matías”, El Papus nº 308, p. 23, Barcelona, Ediciones Amaika.
[41]
CHANCLÓN (1982), “Guernica”, El Wendigo nº 22, p.17, Gijón, GAIRNI.
CASTRO, Pedro (1982), “El muro”, Cairo nº 9, pp. 58-61, Barcelona, Norma
[42]
Editorial.
París, Casterman.
Tito trataría más tarde de la Guerra Civil en forma explícita en los dos álbumes
[44]
Hitpress.
CUESTA, M. C., y BLUES, L. (1984), “El toro de la muerte”, Rampa nº 7, pp. 38-
[47]
[52]
HERNÁNDEZ PALACIOS, Antonio (1979), Eloy, Vitoria, Ikusager.
[53]
HERNÁNDEZ PALACIOS, Antonio (1980), Río Manzanares, Vitoria, Ikusager.
[54]
HERNÁNDEZ PALACIOS, Antonio (1981), Euskadi en llamas, Vitoria, Ikusager.
Aleluya: antecedente lejano del cómic que presenta una serie de estampas
[55]
ROGER y MONTESOL, “Arago” (El Víbora nº 12, pp. 31-38, 1980), “Madrid” (El
[56]
Víbora nº 16, pp. 48-55, y nº 17, pp. 59-66, 1981), “Guadalajara” (El Víbora nº 19,
pp. 31-38, 1981), “Mayo” (El Víbora nº 22, pp. 61-67, y nº 23, pp. 57-65, 1981),
“Una historia de silencios” (El Víbora nº 26, pp. 65-74 ,1982), Barcelona, La
Cúpula.
[57]
GIMÉNEZ, Carlos (1970), Paracuellos, Barcelona, Amaika.
[58]
HERNÁNDEZ CABOS, Rodrigo, (1980), Octubre 34, Madrid, De la Torre.
HERNÁNDEZ CAVA, Felipe, y RAÚL (1984), “Y el latido del mar en la
[59]
Barcelona, Distrinovel.
[61]
OPS (1985), “Guerra Civil”, Madriz nº 22, p. 36, Madrid, Ayuntamiento de Madrid.
ORÚE, Santiago (1991), “En todos los sitios se cuecen … babas”, TMEO nº 12,
[63]
(1991), “Noches de agua”, Los derechos del niño, pp. 63-70, Vitoria, Ikusager.
FONT, Alfonso (1984), “La broma”, Cimoc extra 04, especial aventuras, pp. 27-
[65]
Notemos que Carlos Sampayo ha sido, junto con José Muñoz, el primero en
[67]
publicar en 1976, justo después de la muerte de Franco, una historia que trata de
la Guerra Civil, “Constancio y Manolo”, aparecida por primera vez en Italia en la
revista Linus. Se volvería a editar esta historia en Totem censurando la última
página, que mostraba un Franco agonizante.
Kultur Tadea.
GALLARDO, Miguel Ángel (1986), “18 de Julio en Colón”, El Víbora nº 79, p. 86,
[72]
Barcelona, La Cúpula.
Cúpula.
AZAGRA, Carlos (1986), “Pedro Pico y Pico Vena. 50 años después... 1936-
[75]
AZAGRA, Carlos (1987), “Pedro Pico y Pico Vena”, El Jueves nº 507, pp. 34-35,
[76]
MORA ,Víctor, y CLAVÉ, Florenci (1986), “Un tiempo del führer”, Cimoc nº 66,
[77]
pp. 63-72. MORA, Víctor, y BLASCO, Jesús (1986), “La loca de Brunete”, Cimoc nº
67, pp. 69-72. MORA, Víctor, y GOETZINGER, Annie (1986), “El cordel de los
tebeos”, Cimoc nº 68, pp. 64-72. MORA, Víctor, y ORTIZ, José (1986), “La batalla
más fea”, Cimoc nº 69, pp. 61-69. MORA, Víctor, y DE LA FUENTE, Víctor (1986),
“Los voluntarios”, Cimoc nº 70, pp. 78-81. MORA, Víctor, y FONT, Alfonso (1987),
“Y tú, ¿qué has hecho para la victoria?”, Cimoc nº 72, pp. 74-81. MORA, Víctor, y
MICHELUZZI, Attilio (1987), “La guerra de siempre”, Cimoc nº 75, pp. 73-80.
MORA, Víctor, y THA (1987), “Cincuenta años después…”, Cimoc nº 77, pp. 78-81,
Barcelona, Norma Editorial.
El guión de “La loca de Brunete” fue enviado a dos dibujantes: Jesús Blasco,
[78]
cuya versión fue editada en 1986 por Cimoc, y Antonio Parras, cuya versión
volverá a editarse en 2008 en Tormenta sobre España. El caso nos proporciona
informaciones sobre el trabajo de Mora, autor de los dibujos (indicando qué dibujar
y cómo dibujarlo) tanto como del guión y de los textos.
CLAVÉ, Florenci (1985), “La fotografía”, Creepy nº 75, pp. 51-55, Barcelona,
[80]
Toutain.
[82]
HERNÁNDEZ PALACIOS, Antonio (1987), Gorka Gudari, Vitoria, Ikusager.
[83]
FORGES (1984), Historia Forgesporánea, Madrid, Zinco.
Editorial Roasa.
Argitaletxea.
Véase MATLY, Michel (2013), “La guerra de las palabras - Análisis lexicométrico
[95]