Molt aclaridores resulten també les notes del treball de Maria Jesús Lacruz
Perez, notària de Sant Boi de Llobregat, publicades a la pàgina web
www.notariosyregistradores.org, en la mesura que reflecteixen el que és la
pràctica notarial en aquests casos. Així a “ Notas prácticas sobre algunos
aspectos de los préstamos y créditos hipotecarios, tras la Ley 41/2007, de 7
de diciembre, que modifica la Ley sobre subrogación y modificación de
préstamos hipotecarios”, assenyala “ ¿Pueden subrogarse también los
créditos? La ley 2/94 sólo se refería en origen a préstamos. Las Resoluciones
de la DGRN de 18 de junio y 17 de julio 2001 admitieron también la
subrogación en créditos, pero porque se trataba de créditos a promotor que,
tras ser subrogados por el comprador de la finca con comparecencia de la
entidad acreedora, se habían asimilado a préstamos. Tras la ley 41/07 yo
entiendo que la subrogación sigue siendo posible sólo en préstamos, con una
única excepción, la del artº 2 párrafo 2 de la ley 2/94 que dice “cuando sobre
la finca exista más de un crédito o préstamo hipotecario inscrito a favor de la
misma entidad acreedora, la nueva entidad deberá subrogarse respecto de
todos ellos”. Sin embargo, el resto del artº 2, y el artº 4, de la ley 2/94,
ambos reformados, se refieren repetidamente a préstamos, y nunca a créditos,
por lo que me parece prudente no admitir subrogaciones en créditos, salvo la
excepción dicha, que no estaba en el anteproyecto. Creo por tanto que la
voluntad legislativa ha sido clara en el sentido de limitar las subrogaciones a
los préstamos. Véase los arts. 6, 7 y 8 de la ley 41/07, cómo repetidamente
hablan de “créditos o préstamos” cuando tratan las comisiones, mientras que
los arts, 2 y 4 hablan sólo de “préstamos”, salvo la excepción dicha, y ello no
puede ser un olvido, sino una clara voluntad legislativa.
Dicho esto, aclaro que cuando he hablado de créditos me he estado refiriendo
a verdaderos créditos, no a ciertos créditos hipotecarios que con tanta
frecuencia estamos firmando, y que en realidad por su funcionamiento son
préstamos, ya que se dispone casi siempre el total capital desde el primer
momento, y las disposiciones, sea la primera o posteriores, si las hay, se
articulan de hecho como préstamos, amortizados con cuotas mixtas periódicas,
sin que exista una cuenta corriente contra la que el acreditado pueda disponer
a voluntad mediante cheques u otras órdenes de pago, como ocurre en los
verdaderos créditos. Pues bien, para este tipo de operaciones que se asimilan
a préstamos parece lógico entender que no hay razón para no aplicarles el
procedimiento de subrogación. Ahora bien, una cosa es opinar que la
subrogación regulada en la ley 2/94 deba extenderse a los créditos que
funcionan como préstamos, y otra cosa es poder asegurar a una entidad
bancaria que el procedimiento de subrogación que pretende iniciar con nuestra
intervención será inscrito y su derecho por tanto plenamente eficaz. Por ello,
sólo me decidiría a iniciar una subrogación de crédito si en la oferta vinculante
aceptada por la parte acreditada figurara una renuncia de dicha parte a futuras
disposiciones, o bien si se tratara de un crédito que por sus condiciones
hubiera agotado ya la posibilidad de nuevas disposiciones. En tal caso, veo
defendible iniciar el proceso de subrogación, al amparo de las dos Resoluciones
antes citadas, que hicieron hincapié en que en los casos que trataron ya no
había posibilidad de nuevas disposiciones.”
Conclusions finals