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LA ESFERA PÚBLICA Y EL ESPACIO POLÍTICO SEGÚN HANNAH ARENDT

Introducción.

Hannah Arendt es una autora que ha sido releída desde diversos ángulos y por diversas corrientes,
antagónicas a veces, sin que por ello deje de agotarse las posibilidades de comprensión de su obra. La
riqueza interpretativa que despierta esta autora radica en el esfuerzo renovador emprendido por ella
para “reconstruir” la historia de los principales conceptos empleados en el discurso político de
Occidente. A partir de este esfuerzo genealógico brota en ella una visión “sui generis” de la acción
política y de la condición humana en general que será la problemática abordada en dos de sus grandes
obras: La condición humana (Chicago, 1958) y ¿Qué es la política? (Munich, 1993).

Ambas obras se correlacionan porque en la última de ellas, publicada póstumamente, Arendt muestra el
plan orquestado para la publicación de la continuidad de las reflexiones iniciadas con “La Condición
Humana” y “Vida del Espíritu”. Sabemos que este proyecto no fue llevado a cabo, pero hay constancia
de que Arendt reflexionó durante varios años sobre el mismo, por tanto, los fragmentos que aparecen
en ¿Qué es la política?, son claves interpretativas de lo planteado en sus textos anteriores.

En el presente trabajo no nos enfocaremos en un análisis exegético de los conceptos políticos


manejados por la autora en ambas obras, ni si hay un cambio significativo en su postura; sino que
abordaremos, de forma privilegiada, el segundo capítulo de La Condición Humana, que versa sobre la
esfera pública y la privada, y retomaremos de sus fragmentos póstumos aquello que pueda brindar luz
para la comprensión de lo planteado en el capítulo objeto de estudio en torno a una problemática
fundamental que podríamos resumir así: ¿cuál es la relación entre la esfera pública, la privada y lo
social? ¿La acción política recorre las tres esferas o tiene su ámbito propio?

La tesis que mueve este trabajo es la siguiente: la esfera pública es el único espacio de la acción política
según Hannah Arendt. Para ello abordaremos tres puntos clave: las esferas de la vida humana, y en ella
la cuestión de lo público, en donde tendremos que mostrar, según la autora, cuáles son sus rasgos
constitutivos y el “lugar” que ocupa respeto a la esfera privada y a la esfera social; luego abordaremos
el significado del espacio político y las actividades humanas que le son propias en el marco de la vida
activa; más tarde, abordaremos lo político en el espacio público, la libertad como sentido de la política y
el discurso y la acción como concretización de lo político en la esfera pública. Al final, algunas reflexiones
personales (y, por tanto, modestas) sobre las opiniones de Hannah Arendt en torno a lo político y sus
repercusiones para el tema abordado en clases: el republicanismo.

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1. Las esferas de la vida humana: lo privado, lo público y lo social.
a. Caracterización de las esferas.

En ¿Qué es la política? Arendt traza en resumidas palabras cuál era el plan de su obra nunca escrita,
Introducción a la Política, y nos señala que después de realizar un examen exhaustivo sobre las
experiencias que están por detrás del origen de los principales conceptos políticos manejados en
Occidente; tenía como intención realizar “un examen más sistemático de aquellas esferas del mundo y
de la vida humana que llamamos propiamente políticas” (Arendt, 1997, pág. 152). En los fragmentos y
conferencias posteriores a estas palabras, probablemente de 1959, ese examen sistemático no se
concretizó, sino que quedaron pinceladas aquí o allá; por tanto, debemos limitarnos a lo expuesto por
ella en “La Condición Humana” para abordar su comprensión de estas esferas del mundo y de la vida
humana.

El concepto de “esferas” que precede a los vocablos “esfera familiar”, “esfera privada”, “esfera política”,
“esfera social”, no es discutido a cabalidad en “La Condición Humana”; la autora parece aceptar la
comprensión de “esfera” como un “ámbito” propio en el que se da tal o cual rasgo, acción, etc. De ahí
que sean posibles los cambios de términos en Arendt entre “esfera familiar”, “esfera doméstica” y
“esfera privada”. Las tres cosas refieren a lo mismo, pues, se trata del mismo “ámbito” en donde
concurren una serie de elementos constitutivos propios a ese espacio de la vida humana.

a.1. La esfera de lo privado o la “esfera doméstica”.

La familia es la comunidad natural en la que “las necesidades de la vida” para la reproducción y la


conservación de los individuos, y de ahí de la especie, se ven expuestas de modo claro, de tal forma que
la función básica de esta esfera “doméstica” o “familiar” es agrupar a los individuos bajo el imperio de
la “necesidad”.

“El rasgo distintivo de la esfera doméstica era que en dicha esfera los hombre vivían juntos
llevados por sus necesidades y exigencias. Esa fuerza que los unía era la propia vida (…) que, por su
mantenimiento individual y supervivencia de la especie, necesita la compañía de los demás” (Arendt, La
Condición Humana, 2005, pág. 56).

El estar juntos no es propiamente humano, no es una condición exclusiva de los hombres; de ahí que
Arendt entienda que hay un equívoco en la traducción realizada por Santo Tomás de Aquino del zoo
politikon de Aristóteles como “animal político y social”. Los animales viven juntos, en manadas, y ello les
facilita el arreglárselas para la supervivencia del individuo y la especie. Ahora bien, el estar juntos, si bien
no es un rasgo diferenciador, es un elemento posibilitador de la realidad humana. No hay realidad
humana sin este “estar” juntos. El problema reside bajo qué orden se da este “estar juntos” y cómo
interviene el hombre en él, qué actividades realiza y cuál es la permanencia o separación de estas obras
del productor de las mismas., su sentido, su fin y el medio de su realización.

En este sentido, el actuar y el estar juntos, parecen elementos constitutivos de la esfera doméstica; pero
con la nota distintiva de que las actividades humanas realizadas en el marco de esta esfera están regidas
por la necesidad (Arendt, La Condición Humana, 2005, p. 56), por la apremiante condición de

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sobrevivencia. De ahí que la labor tenga esa connotación de fatiga, de ciclo repetitivo, de incomodidad,
de ser algo efímero que está muy cercano a la naturaleza por eso no nos distingue del animal ni genera
nada perdurable “entre” los hombres (Estrada Rebull, 2008, pág. 141).

Arendt, en una conferencia dictada en 1957, ya nos planteaba que “la labor es una actividad que
corresponde a los procesos biológicos del cuerpo, esto es, como dijo el joven Marx, el metabolismo que
compartidos con todos los organismos vivos” (Arendt, Labor, Trabajo y Acción, 1957). En este sentido, la
labor, en tanto que actividad humana, es la nota constitutiva de la esfera doméstica o familiar.

a.2. La esfera pública

La comunidad política griega es la que Arendt toma como paradigma para recuperar el significado de los
conceptos políticos usados en Occidente. Lo arquetípico de aquella experiencia humana e histórica está
en la significatividad diferenciadora respecto al “Mundo Moderno”, ante todo, y que será la piedra
angular del surgimiento conceptual en el discurso político de Occidente. Por ello es importante, en el
proyecto de búsqueda genealógica de los conceptos, remontarse a la experiencia matriz de la que todos
ellos surgen y cobran vida para el discurso político.

La comunidad política griega surge en oposición a la vida familiar, aquel espacio de las necesidades para
mantener la vida, y sobre esta última se sostiene. Al respecto nos dice nuestra autora que
“históricamente, es muy probable que el nacimiento de la ciudad-estado y la esfera pública ocurriera a
expensas de la esfera privada familiar” (Arendt, La Condición Humana, 2005, pág. 55). Por tanto, la
comprensión de la esfera pública se hará en base a su distinción con la esfera privada o familiar.

Ahora bien, es de rigor, en la comprensión de la distinción que establece Arendt entre la polis y la esfera
pública, establecer una diferenciación que se desliza sutilmente en los textos que estamos trabajando y
que la autora parece suponer que es de consenso común, porque no amerita una discusión mayor. Es la
distinción entre el “mundo en común” y la esfera pública.

Los hombres viven juntos y al hacerlo no solo construyen cosas para su propio sustento, sino que
pueden construirlas de modo que permanezcan de forma independiente a su “constructor”. Es la tarea
del trabajo como actividad humana. A partir de esta actividad se construye un “mundo artificial”,
distinto al mundo natural, es el mundo de las cosas caracterizado por la durabilidad que permite su uso
de parte del hombre. Esta durabilidad de “las cosas del mundo” brinda objetividad al hombre al
posibilitar la estabilidad y la solidez de un mundo distinto a la Tierra y a la naturaleza en sí misma y que
es “artificio” de las manos humanas, producto del trabajo.

El “mundo en común” no sólo está constituido por la obra producto del trabajo y que posee un valor de
uso, sino también por la acción que se da entre los hombres. De ahí los dos sentidos del término
“público”: primero, como todo lo que puede ser visto y oído por todos, con la mayor publicidad posible;
segundo, el propio mundo en cuanto es común a todos los hombres y se diferencia de lo privado, es
decir, de la esfera familiar. El “mundo en común” es el segundo sentido del término “público”, la “esfera
pública”, es el primer sentido del término “público”.

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La esfera pública está constituida por la acción como actividad humana factible de ser vista y oída por
todos los que viven juntos. Ahora bien, entre todos los que viven juntos, frente a esta pluralidad
humana, se levanta un “mundo de cosas” construido por las manos humanas que “nos junta y no
obstante impide que caigamos uno sobre otro, por decirlo así” (Ibíd., pág73). En este sentido se
comprende mejor las siguientes palabras de Arentd en La Condición Humana:

“…el mundo común es algo en que nos adentramos al nacer y dejamos al morir. (…) Pero tal
mundo común sólo puede sobrevivir al paso de las generaciones en la medida en que aparezca en
público” (pág.75).

La natalidad y la muerte serán, pues, dos momentos cruciales en este “habitar el mundo” de los
hombres y la capacidad de trascender estará en la medida en que “la obra” y la acción humana se hagan
públicas, es decir, puedan ser vista y oída por todos, pasen a la esfera pública.

a.3. La esfera social

La esfera social, según Arendt, es una construcción del Mundo Moderno y surge con la emergencia de la
sociedad de masas. Una vez que las sociedades antiguas fueron complejizándose y llegaron a tal grado
de organización administrativa que la cuestión de la sobrevivencia se hizo dominio público en la nación-
estado, allí surge la sociedad de masas constituida por “trabajadores” en la que lo importante es
legitimar el aumento de la riqueza.

En la sociedad de masas, la acción como actividad humana que busca la excelencia en la esfera pública
se excluye y se espera de los hombres una serie de conductas pautadas y normalizadas según
determinado modelo social. Al excluir la acción como actividad humana pública y sustituirla por la
conducta social reglamentada y esperada, el Mundo Moderno mata la espontaneidad, en tanto que
libertad, y la originalidad que trae consigo una vida humana que se incorpora al vivir juntos. En este
sentido, la excelencia de la vida humana no está en trascender en la esfera pública, sino que constituye
una cuestión privada remitida a la acumulación de riquezas. Ello evidencia que la sociedad de masas
constituye una “organización pública del propio proceso de la vida”. Al respecto nos dice Arendt:

“Tal vez la indicación más clara de que la sociedad constituye la organización pública del propio
proceso de la vida, pueda hallarse en el hecho de que en un tiempo relativamente corto la nueva esfera
social transformó todas las comunidades modernas en sociedades de trabajadores y empleados; en
otras palabras, quedaron enseguida centradas en una actividad necesaria para mantener la vida (…). La
sociedad es la forma en que la mutua dependencia en beneficio de la vida y nada más adquiere público
significado, donde las actividades relacionadas con la pura supervivencia se permiten aparecer en
público” (Ibíd. Pág. 68).

De ahí que la denominada “economía política” para el genio griego sería una pura contradicción; pues,
era impensado que en la ciudad-estado las cosas gobernadas por la necesidad, ajenas a la libertad,
aparecieran en el ámbito en el que pueden ser vistas y oídas por todos. Pero en las sociedades

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modernas, en el Mundo Moderno para Arendt, la esfera social y política tiende a confundirse de tal
modo que:

“La esfera social, donde el proceso de la vida ha establecido su propio dominio público, ha
desatado un crecimiento no natural, por decirlo de alguna manera, y contra este constante crecimiento
de la esfera social, no contra la sociedad, lo privado y lo íntimo, por un lado, y lo político (en el más
reducido sentido de la palabra), por el otro, se han mostrado incapaces de defenderse” (Ibíd. Pág. 69).

No es que haya una pérdida del espacio público, en las sociedades de masas, sino que el espacio público
como esfera privilegiada para la acción política ha perdido se naturaleza y se confunde entre esfera
social y esfera política.

b. Lo público: notas constitutivas.

En el marco de la comunidad griega, la esfera pública coincidía con la esfera política dado que las
actividades humanas dignas estaban en el ámbito de lo público. La labor como actividad humana, estaba
destinada a procurar la sobrevivencia del individuo y estaba relegada a la esfera familiar o doméstica en
donde ocurre lo que “no puede ser visto y oído por todos”, por tanto, posee un carácter de inapropiado
para el mundo griego.

Dentro de la esfera privada, el jefe de familia ejercía su autoridad y la violencia le era connatural a este
tipo de organización. Aunque para el genio griego la esfera privada constituía el reino de la necesidad y
se oponía radicalmente a la vida en la polis, ella era la posibilidad de sustentación de una acción política,
dígase, una acción libre capaz de ser vista y oída por todos. En otras palabras, la esfera prepolítica, la
esfera privada, era condición de posibilidad de la esfera política, la esfera pública.

“Según el pensamiento griego, la capacidad del hombre para organización política no es sólo
diferente, sino que se halla en directa oposición a la asociación natural cuyo centro es el hogar (oikía) y
la familia” (Arendt, La Condición Humana, pág. 52).

Para la cultura griega esta distinción, entre estas dos posibles “vidas” enmarcadas en sendas esferas, le
resultaba connatural. El problema viene con el surgimiento de las sociedades modernas en donde la
esfera social invade lo público, pues, como hemos visto anteriormente, las cuestiones en torno a las
preocupaciones de la vida se harán una cuestión pública. La esfera social invade la esfera pública y lo
político pierde su nota esencial, en tanto que actividad humana para la excelencia en la esfera pública.
En este sentido, el componente de violencia y fuerza que impregnaba a la esfera privada pasa a la esfera
política como un rasgo distintivo de la acción política. Por tanto, la política se verá como una antipolítica,
de ahí el surgimiento de lo que Arendt denomina como “prejuicios contra la política” (Cf. ¿Qué es la
política? Pág. 49ss.).

Entonces, restaurar lo público es restaurar la política. El proyecto arendtiano con la “Introducción a la


política” (nunca completado desafortunadamente) estaba bajo este presupuesto. ¿Cuáles son las notas
constitutivas de lo público? Las resumo de este modo:

1. Espacio o esfera en el que se da la acción como actividad humana de excelencia.

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2. Espacio constitutivo por el vivir juntos, por tanto, se da “entre” hombres.
3. Espacio en donde, porque hay un “entre”, se da una pluralidad entre los hombres.
4. Espacio en donde la violencia y la fuerza no constituyen un rasgo distintivo, sino todo lo
contrario, un elemento distorsionar de la propia esencia de lo público.
5. Espacio donde “se dan las cosas”, espacio del artificio humano en donde se colocan los
productos del trabajo, adquiriendo su objetividad y perennidad conforme al uso dado por el
consumo del hombre.
6. Espacio en el que la acción, en tanto que actividad humana por excelencia, concurre a la
vista y el oído de todos.
7. Espacio para lo apropiado, lo inapropiado es su negación.

Aclaradas las notas constitutivas de lo público, debemos avanzar hacia la caracterización discursiva de la
acción política según la autora.

2. El espacio político como libertad de la acción.


2.1. La vida activa y la vida contemplativa

Aristóteles había distinguido, según Arendt, tres tipos de vida que puede ser vivida por los hombres que
se habían independizado de las necesidades impuestas por la sobrevivencia. Estas tres formas de vida
tienen en común, a parte de que se desarrollan en el reino de la libertad, la búsqueda de lo “bello” o
aquellas cosas que escapan a la utilidad de la vida privada: la vida dedicada a los placeres, la vida
dedicada a la polis y la vida dedicada a la contemplación.

El primer tipo de vida, la vida de placeres, estaba sujeto a desaparición por el objeto mismo de su
búsqueda: el placer es efímero, se agota en la posesión del objeto deseado. No hay manera de
trascender ni permanecer en la vida hedonista.

El segundo tipo de vida, la vida de la polis, es lo que Arendt denomina como vida activa y está
compuesta por las tres actividades humanas que hemos abordado anteriormente en las dos primeras
esferas, la privada y la pública, a saber: la labor, el trabajo y la acción. Sólo la acción constituye la
actividad política por antonomasia.

El tercer tipo de vida es la vida contemplativa o vida del espíritu en términos de Arendt. Esta vida se
opone a la vida activa, pues, si la vida activa requiere la presencia de las cosas y de los otros para darse;
la vida contemplativa ocurre en el sujeto mismo, en su interior. Tiene como actividades el pensamiento,
la voluntad y el juicio. Como vemos son tres actividades mentales que “por sí mismas no llevan a la
acción, pero la desensorización de lo meramente aprehendido que llevan a cabo es imprescindible para
hacer cualquier cosa que se escape de la inmediatez y la indiferencia” (Estrada Rebull, 2008, pág. 145).

En el mundo filosófico, la vida contemplativa fue honrada como la excelsa virtud, en oposición a la vida
activa de la polis. Ello no significaba que la vida activa había perdido su “naturaleza”, sino que, tomando
como criterio las necesidades de la vida, la vida contemplativa suponía, para su efectiva realización, de

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un poder de bienestar que sólo lo daban la vida privada, de ahí la necesidad de la propiedad, y de una
paz que sólo lo aseguraba la vida en la polis, la vida pública.

Ahora bien, para Arendt “el enorme peso de la contemplación en la jerarquía tradicional ha borrado las
distinciones y articulaciones dentro de la vida activa y que, a pesar de las apariencias, esta condición no
ha sufrido cambio esencial por la moderna ruptura con la tradición y la inversión final de su orden
jerárquico en Marx y Nietzsche” (La Condición Humana, pág. 42). Por ello su oposición a la comprensión
tradicional de la vida activa que la distancia respecto a la vida contemplativa.

La vida activa está enraizada en el mundo y está condicionada por el hecho de que los hombres viven
juntos, como hemos señalado anteriormente. La separación realizada por los filósofos y el cristianismo
medieval en la que se amplió el sentido de vida activa para todos los asuntos humanos, públicos o no,
Arendt propone restituirla por el sentido original aristotélico de bios politikos, devolviéndole su sentido
político. De esta forma, de las actividades de la vida activa, sólo la acción humana es política; ni la labor
ni el trabajo forman parte de la esfera política, propiamente hablando en términos arendtiano. Tampoco
las actividades de la vida del espíritu son políticas o forman la acción política, aunque tienen su origen
en ella:

“La acción política corresponde a la vida activa. Sin embargo, su origen está en la vida del
espíritu, pues es en ella donde radica la libertad que permite “echar una mano a la esencia del Ser”; es
decir, contribuir a crear el mundo y no sólo a padecerlo. También es en la vida espiritual en la que
nuestra acción puede tener algún sentido. La vida del espíritu es el sustento de lo humano de nuestro
actuar” (Estrada Rebull, 2008, pág. 149).

De esta forma, la reinterpretación que hace Arendt de la vida activa y de la vida del espíritu se opone a
la comprensión tradicional que veía en ambas una oposición irreductible en beneficio de la
contemplación como actividad exclusiva de unos cuantos, para los griegos, o de todos, para los
cristianos; pero alejada de los avatares de la vida mundana. Vida activa y vida contemplativa no se
oponen, en Arendt, sino que se fundamentan una a la otra. El modo de fundamentación reside en la
libertad de la acción política que brota de las actividades propias al pensamiento, la voluntad y el juicio.

2.2. La libertad como sentido de la política.

En el fragmento 3A de ¿Qué es la política? Arendt quiere responder una pregunta crucial para el
momento en que escribe, pues la amenaza de un posible uso de la bomba atómica ha llevado a la idea
de que para una permanencia de la humanidad en la Tierra, la política debe de desaparecer. Esta
pregunta da título al fragmento: ¿Tiene la política todavía algún sentido? Para Arendt la única respuesta
contundente es, a su vez, simple: “El sentido de la política es la libertad” (Arendt, ¿Qué es la Política?,
1997, pág. 61). ¿Qué significa que el sentido de la política es la libertad?

Anteriormente hemos visto que la esfera pública se distingue de la esfera privada en que en la primera
se dan las acciones propiamente humanas y alejadas estas últimas del reino de la necesidad al que están
condenados la labor y el trabajo. La acción constituye la actividad de la vida activa que permite al
hombre proyectarse bajo la luz de la apariencia pública. Esta acción no es conducta, como en las

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sociedades de masas del Mundo Moderno, pues está regida por principios y su sentido no está fuera de
ella, sino inherente a ella misma; por tanto, la acción política posee un rasgo de impredecibilidad y de no
repetición que la hacen única, por tanto, vinculada con un comienzo que es espontaneidad.

De esta forma, Arendt recupera el concepto kantiano de libertad como “posibilidad de iniciar cadenas”
independiente a la cadena causal del mundo natural:

“A la acción le es peculiar poner en marcha procesos cuyo automatismo parece muy similar al
de los procesos naturales, y le es peculiar sentar un nuevo comienzo, empezar algo nuevo, tomar la
iniciativa o, hablando kantianamente, comenzar por sí mismo una cadena. El milagro de la libertad yace
en este poder-comenzar (Anfangen-Können) que a su vez estriba en el factum de que todo hombre en
cuanto por nacimiento viene al mundo –que ya estaba antes y continuará después- es él mismo un
nuevo comienzo” (Ibíd. Pág. 65-66).

Aunque en el Mundo Moderno, la relación entre política y libertad se entiende como que la política es
un medio para alcanzar la libertad o que, después de la experiencia totalitaria, la libertad inicia cuando
termina la política (Sklarevich, s.f., pág. 4); la comprensión de Arendt de ambas se sitúa en un ámbito
más revelador de la propia esencia de ambos conceptos, tomando siempre a la comunidad griega de la
polis como paradigmática: La política es el espacio de ejercicio de la libertad en sus dos formas posibles:
la libertad de palabra y la libertad de acción.

No es que política y libertad se igualen o se identifiquen sin más; la libertad sólo se da en la esfera
política, es decir, necesita de un espacio “políticamente organizado” en donde el discurso y la acción
muestren al agente de la misma; pero la libertad es el rasgo esencial de la acción política (Vargas
Bejarano, 2009, pág. 102).

3. La acción política: lo político en lo público

El mundo político es un “estar juntos siendo distintos” (Oro Tapia, 2008, pág. 244); en la esfera política
no tienen cabida ni la violencia ni el mundo de la necesidad por mantener la vida del individuo y de la
especie. El reino de la libertad es el rasgo esencial del mundo político, la acción política presupone ese
espacio común entre los hombres, que se da al vivir juntos. Ese “entre” del espacio público está
habitado por las cosas productos del trabajo de los hombres y, en ella, se mueve la ejecución de la
acción libre del hombre que presenta a la vista de todos, su propia originalidad como agente de una
acción mediada por el discurso. Por tanto, acción y discurso parecen ser una y misma cosa para Arendt.

La libertad es un elemento estructural de la acción política (Vargas Bejarano, 2009, pág. 105). Ella se
patentiza en la capacidad humana de iniciar, de ahí lo impredecible de la acción humana que, distinta a
la conducta, no está reglada ni pautada. En la esfera pública, que no necesariamente es totalmente
política, se da el espacio de la apariencia en la que “iguales” tienden a comunicarse y argumentar sobre
los intereses que le son propios a la comunidad “políticamente organizada”. La pluralidad de las
perspectivas es condición para la acción política. Hay acción política porque se da este marco común que
une y separa a la vez y que se distingue de lo privado, en tanto que ámbito doméstico regido por la
necesidades del mantenimiento de la vida.

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El espacio público es el espacio propio a la acción política puesto que esta última está constituida por el
inicio de una acción que se presenta a la vista y al oído de todos y a través de la cual se busca la
excelencia humana. El espacio público es el espacio de aparición en el que se constituye la realidad
objetiva del mundo común de las cosas y del mundo de la acción humana. El poder sólo se da en este
espacio de aparición, en la esfera pública; por ello, la política es diametralmente opuesta a la violencia.
La política constituye el espacio organizado de la vida en común en el que, a través del discurso y la
acción, el hombre alcanza su plenitud humana.

En las sociedades del Mundo Moderno, las sociedades de masas, la esfera social se ha impuesto frente a
lo privado, lo íntimo y lo público, por tanto, lo político se ve desvirtuado de su lugar más propio y
connatural; de ahí la presencia de la violencia en el ámbito de la política. Las preocupaciones por el
mantenimiento de la vida, propio a la esfera privada o doméstica, se han trasladado a la esfera social,
aniquilando así todo espacio a la acción espontánea y libre por la conducta reglamentada o pautada.

Para recuperar el sentido de lo político en la vida moderna, es necesario entender que ni lo íntimo, ni lo
privado, ni lo social constituyen propiamente lo político. El lugar propio de la acción política, de lo
político, se juega en el “entre” de la esfera pública, allí donde el encuentro intersubjetivo de los agentes
libres requiere el acuerdo común sobre las cosas comunes.

4. Consideraciones finales

Si entendemos que el republicanismo es un sistema de gobierno en el que la comunidad política regula


su “estar entre” a través de una constitución, es decir, lo público en sentido arendtiano es regulado por
la constitución que se dan a sí mismos los miembros de la comunidad política; podríamos decir que las
reflexiones filosóficas de Hannah Arendt en torno a la política, como rasgo esencial a la condición
humana, pueden nutrir la comprensión republicana de lo público y lo social. El republicanismo busca
que el ciudadano asuma la participación en el espacio público, es decir, que haya una acción política
libre y autónoma. Bajo esta comprensión podríamos decir que Hannah Arendt es republicana.

De igual forma, la libertad como sentido de la política que enarbola Arendt está más cercana a la
libertad republicana que a la libertad del liberalismo. Sabemos que Arendt critica del liberalismo el
impulso dado a lo social sobre lo político: para el liberalismo, la administración pública es garante de la
libertad y la propiedad privada. La administración pública tiene como fin la protección de la propiedad
privada y garantizar el libre ejercicio comercial, vía inmediata para la acumulación de riquezas. Con ello,
la administración del Estado se embarca en cuestiones de índole privada y pierde el norte de lo
realmente público, a juicio de Arendt, el mundo en común de las cosas y la acción humana.

Sobre esta esfera pública, el mundo de lo político, la acción política es su nota constitutiva y la libertad
que se juega en ella es la libertad de acción y la libertad de palabras; contraria a la libertad negativa del
liberalismo, Hannah Arendt propone la libertad positiva, propia al republicanismo, como sentido de la
política.

Ciertamente que las reflexiones políticas de Hannah Arendt tiene una nota de originalidad que hay que
reconocer. Su interés por buscar las experiencias subyacentes a los conceptos políticos fundamentales

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en Occidente, ha dado su fruto; pero esos frutos se mantienen a un nivel de exigencia de “virtudes”, que
rayan en el elitismo idealista. No es que Arendt, como Platón y otros, se refugie en la vida contemplativa
en detrimento de la vida activa; no, sino que dada la practicidad del mundo de la vida, en donde los
sujetos están sometidos a los avatares cotidianos por el sustento y las necesidades de la vida, en algunos
casos en carencia absoluta de las mínimas condiciones para la vida, la acción política no es el horizonte
más cercano, sino que se está sometido al mundo de la labor y el trabajo. ¿Significa esto que estas
personas son plenamente humanas? En términos de Aredntiano en modo alguno: la acción política
constituye la excelencia humana en la vida activa. No podemos estar de acuerdo, la complejidad del
mundo actual, moderno o postmoderno, si bien es cierto que demanda de mayor “empoderamiento”
del ciudadano en la vida política; no siempre permite la participación activa en la discusión en común
sobre las cuestiones comunes.

Bibliografía
Arendt, H. (1957). Labor, Trabajo y Acción. Arendt Sobre Arendt.

Arendt, H. (1997). ¿Qué es la Política? Barcelona: Paidós.

Arendt, H. (2005). La Condición Humana. Barcelona: Paidós.

Estrada Rebull, M. d. (2008). Política en Hannah Arendt. Estudios Sociales. Nueva Epoca, 137-158.

Oro Tapia, L. R. (2008). La idea de la política en Hannah Arendt. Enfoques, 235-246.

Sklarevich, S. (s.f.). Un recorrido por la obra de Hannah Arendt. La Trama de la Comunicación, 1-20.

Vargas Bejarano, J. C. (2009). El concepto de acción política en el pensamiento de Hannah Arendt. Eidos:
Revista de filosofía de la Universidad del Norte, 82-107.

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