La ira, por un lado, es definida como una emoción negativa intensa, donde
predomina el sentimiento de cólera e indignación inducido por un desagrado
intenso. Las personas que se enojan fácilmente experimentan una angustia
considerable o un impedimento significativo en sus relaciones sociales laborales y
familiares. Altos niveles de ira llevan, por lo general, a una limitación en la capacidad
de resolver problemas, a decisiones impulsivas, y a acciones insensatas. La ira nos
hace menos perceptivos de los pensamientos y sentimientos de los demás. Todos
confrontamos situaciones desagradables y nos encontramos con personas que no
sean de nuestro total agrado, por ende es necesario poder controlarla.
El modelo psicológico que explica la ira reconoce que la reacción emocional es una
parte muy importante de la respuesta de ira, pero no es la única. Para entender la
ira debemos ser capaces de definir bien los otros factores que la componen y
entender de qué manera interactúa entre sí. La ira puede dividirse en: la reacción
emocional, los pensamientos de la ira, las reacciones corporales y el
comportamiento agresivo. Además, también tenemos que tener en cuenta la
influencia de nuestro entorno. Debemos ser capaces de definir de qué manera nos
influyen las cosas que pasan a nuestro alrededor, cuáles de ellas nos provocan ira
y de qué manera podemos cambiar nuestro comportamiento para que nuestro
entorno responda de otra manera.
Por otro lado, el estrés es considerado como una respuesta adaptable del
organismo humano, es la reacción del cuerpo frente a un evento emocionalmente
perturbador, inquietante o amenazante.
“El estrés es uno de los factores de riesgo más importante para la mayoría de las
enfermedades que se manifiestan en este siglo, que se presentan, como
hipertensión arterial, cáncer, diabetes, alteraciones metabólicas y hormonales”.
La Organización Internacional del Trabajo OIT, se refiere al estrés laboral en los
siguientes términos: “esta enfermedad es un peligro para las economías de los
países industrializados y en vías de desarrollo reciente la productividad, al atacar la
salud física y mental de los trabajadores.”
Los trabajadores que están sometidos al estrés, en algunas ocasiones abandonan
sus puestos de trabajo como una reacción instantánea, como una huida a sus
problemas psicolaborales y esto muchas veces obliga en las empresas a que los
jefes trasladen o cambien de puesto al personal, pues si un trabajador falta a sus
labores o se ausenta frecuentemente tiende a bajar la productividad de la empresa.
Actualmente se identifican tres tipos de estrés laboral, el episódico, crónico y por
subestimación
Un estrés laboral episódico es algo que se puede manejar y que será por poco
tiempo, este tipo de estrés ayuda al empleado a permanecer más alerta, enérgico y
motivado, o sea que por poco tiempo el estrés trabaja a favor del cuerpo humano,
pero si se está mucho tiempo estresado, este tipo se convierte en un estrés crónico
o dañino, que si no se logra controlar puede llegar a causar la muerte.
En los estresores extraorganizacionales, son los que se plantean fuera del ambiente
de la empresa. La inadecuada relación hogar–trabajo, genera conflictos
psicológicos y fatiga mental, cuando las relaciones familiares no son lo que un
trabajador desearía (buenas) o si existe algún tipo de problema emocional (con la
pareja), inconscientemente el trabajador desea estar más tiempo en el trabajo para
evadir el verdadero problema.
Los síntomas y signos que se presentan de manera común en las personas que
pasan por un episodio de estrés son: “cansancio o agotamiento, tensión muscular,
ansiedad, indigestión, nerviosismo / estreñimiento, onicofagia (comerse las uñas),
insomnio, cambios de humor, manos sudorosas, aumento o pérdida del apetito,
presión de dientes o mandíbulas, descomposición general del cuerpo, como
debilidad, vértigo, dolor de cabeza, dolor de estómago, dolor de espalda o músculos,
incremento en el uso del alcohol y uso de drogas y pérdida de energía.
Para reducir las situaciones que provocan el estrés, los trabajadores deben tomar
conciencia de las medidas de protección, capacitarse, mejorar los vínculos
interpersonales, manejar adecuado del tiempo libre, modificación de la conducta
laboral, ser realista, organización del tiempo, modificación del estilo de vida, realizar
ejercicios y relajarse, no permitir que las emociones se encierren sobre ti mismo,
compartir los sentimientos con otros.