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HABILIDAD DE MANEJO DE EMOCIONES

Las emociones son expresiones de lo que sentimos internamente. Pueden estar


provocadas por pensamientos, recuerdos o acontecimientos que conducen a actuar
en función de lo que sentimos en ese momento. (Bar-On, 2006)
Para actuar inteligentemente, es necesario identificar el origen y la naturaleza de
las emociones en nosotros mismos, para poder controlarlas de manera reflexiva,
siendo coherentes con nuestro pensamiento y comportamiento. De esa manera
vamos orientando nuestra vida personal y nuestro desempeño social.
Saber convivir con las emociones negativas dando paso a las positivas es una
muestra de inteligencia emocional. Para ello podemos aprender a sustituir unas por
otras y a expresarlas adecuadamente, respetando nuestros propios derechos y los
derechos de los demás.

El manejo de emociones es básico en el desarrollo profesional y para la vida


personal en tanto facilitan el trato interpersonal. Se apoya en la habilidad de
comprenderse bien a sí mismo. Por ello se ha considerado cuatro aspectos a
desarrollar en el presente taller.

La autoconciencia emocional es la habilidad para identificar y reconocer tanto los


propios sentimientos como los de aquellos que te rodean. Implica prestar atención
y decodificar con precisión las señales emocionales de la expresión facial,
movimientos corporales y tono de voz, y así tener un profundo entendimiento de
nuestras emociones fortalezas, debilidades, necesidades e impulsos. Se refiere al
grado en que las personas pueden identificar convenientemente sus propias
emociones, así como los estados y sensaciones fisiológicas y cognitivas que estas
conllevan. Por tanto, implicaría la facultad para discriminar acertadamente la
honestidad y sinceridad de las emociones expresadas por los demás o por otros
estímulos como el arte, la música, etc.

La regulación emocional consiste en la habilidad para moderar o manejar las


propias reacciones emocionales ante situaciones intensas, ya sean positivas o
negativas; aunque habitualmente la regulación emocional se ha considerado como
la capacidad de evitar respuestas incontroladas en situaciones de enfado, ira,
estrés, entre otros. También se refiere a la potenciación de las emociones positivas.
Así mismo, contempla la capacidad para regular las emociones de los demás.

Podemos entrenarnos en el manejo de nuestros propios sentimientos. Y es que la


habilidad para suavizar determinadas expresiones de enfado, ira o irritabilidad
resulta fundamental en las relaciones personales y laborales. Para ello se ha
considerado el manejo de estrategias para regular la emoción en situaciones de ira
y de estrés.

La ira, por un lado, es definida como una emoción negativa intensa, donde
predomina el sentimiento de cólera e indignación inducido por un desagrado
intenso. Las personas que se enojan fácilmente experimentan una angustia
considerable o un impedimento significativo en sus relaciones sociales laborales y
familiares. Altos niveles de ira llevan, por lo general, a una limitación en la capacidad
de resolver problemas, a decisiones impulsivas, y a acciones insensatas. La ira nos
hace menos perceptivos de los pensamientos y sentimientos de los demás. Todos
confrontamos situaciones desagradables y nos encontramos con personas que no
sean de nuestro total agrado, por ende es necesario poder controlarla.

A menudo, cuando alguien se enfada únicamente se da cuenta de que está


enfadado. La reacción emocional puede ir desde sentirse un poco irritado hasta
sufrir un ataque de furia. Cuando la reacción emocional es de máxima intensidad es
muy difícil que la persona sea consciente de otra cosa que no sea su rabia. Sin
embargo, si nos fijamos en las causas de la ira nos daremos cuenta de que siempre
tienen que ver con cosas que pasan fuera de nosotros (con cosas que nos están
sucediendo o con el comportamiento de los demás).
La ira puede estar dirigida a dos objetivos: a uno mismo y a los demás. La ira con
uno mismo se presenta cuando violamos nuestras propias reglas o el estándar de
conducta que nos hemos fijado y exigimos que eso no haya ocurrido. A menudo nos
exigimos a nosotros mismo y cuando no respondemos a esa exigencia, solemos
condenarnos y agredirnos de una u otra manera. La ira hacia los otros suele estar
originada por las percepciones erróneas que tenemos sobre las acciones de los
otros. El ver a los otros como frustrantes o amenazantes a nuestra autoestima son
provocaciones comunes de nuestra ira; por ello, las personas con las que
comúnmente nos enojamos son nuestros compañeros de trabajo, nuestros jefes o
nuestros familiares y otras personas cercanas.

El modelo psicológico que explica la ira reconoce que la reacción emocional es una
parte muy importante de la respuesta de ira, pero no es la única. Para entender la
ira debemos ser capaces de definir bien los otros factores que la componen y
entender de qué manera interactúa entre sí. La ira puede dividirse en: la reacción
emocional, los pensamientos de la ira, las reacciones corporales y el
comportamiento agresivo. Además, también tenemos que tener en cuenta la
influencia de nuestro entorno. Debemos ser capaces de definir de qué manera nos
influyen las cosas que pasan a nuestro alrededor, cuáles de ellas nos provocan ira
y de qué manera podemos cambiar nuestro comportamiento para que nuestro
entorno responda de otra manera.

En cuanto a la presencia de situaciones de ira es necesario el control de impulsos:


capacidad para resistir o controlar un impulso, arranque o tentación para actuar.
Esto implica la capacidad de aceptar los impulsos agresivos de uno mismo, estando
sereno y controlando la agresión, la hostilidad y la conducta irresponsable.

Por otro lado, el estrés es considerado como una respuesta adaptable del
organismo humano, es la reacción del cuerpo frente a un evento emocionalmente
perturbador, inquietante o amenazante.
“El estrés es uno de los factores de riesgo más importante para la mayoría de las
enfermedades que se manifiestan en este siglo, que se presentan, como
hipertensión arterial, cáncer, diabetes, alteraciones metabólicas y hormonales”.
La Organización Internacional del Trabajo OIT, se refiere al estrés laboral en los
siguientes términos: “esta enfermedad es un peligro para las economías de los
países industrializados y en vías de desarrollo reciente la productividad, al atacar la
salud física y mental de los trabajadores.”
Los trabajadores que están sometidos al estrés, en algunas ocasiones abandonan
sus puestos de trabajo como una reacción instantánea, como una huida a sus
problemas psicolaborales y esto muchas veces obliga en las empresas a que los
jefes trasladen o cambien de puesto al personal, pues si un trabajador falta a sus
labores o se ausenta frecuentemente tiende a bajar la productividad de la empresa.
Actualmente se identifican tres tipos de estrés laboral, el episódico, crónico y por
subestimación

El estrés laboral crónico, se puede presentar “cuando la persona se encuentra en


una situación de estrés y constante actividad, que puede guiarnos hacia una alta
presión arterial, dolencias cardiovasculares o accidentes vasculares, úlceras
sangrantes, etc.” Este tipo de estrés también puede ser una reacción del estrés
episódico.

Un estrés laboral episódico es algo que se puede manejar y que será por poco
tiempo, este tipo de estrés ayuda al empleado a permanecer más alerta, enérgico y
motivado, o sea que por poco tiempo el estrés trabaja a favor del cuerpo humano,
pero si se está mucho tiempo estresado, este tipo se convierte en un estrés crónico
o dañino, que si no se logra controlar puede llegar a causar la muerte.

El estrés por subestimación, se produce por la falta de estímulo normalmente físico


y fisiológico de los sentidos del pensamiento. “Este tipo de estrés se presenta en los
trabajadores que realizan un trabajo rutinario automatizado que no permite la
creatividad, trabajo lento y monótono como atención en cajas, jubilaciones bruscas,
esto genera distracción y un bajo rendimiento laboral y accidentes de trabajo” por
ello se dice que el estrés es el causante de muchas manifestaciones que inciden en
el bajo rendimiento laboral.

Entre los estresores organizacionales, está el clima de la organización, que puede


ser tenso, relajado o cordial; estos producen un buen o mal desempeño de los
trabajadores, dependiendo de la susceptibilidad que tenga cada trabajador; en
adición a estos factores se interrelacionan otros de carácter más específico que van
perjudicando la salud de los trabajadores,

En los estresores extraorganizacionales, son los que se plantean fuera del ambiente
de la empresa. La inadecuada relación hogar–trabajo, genera conflictos
psicológicos y fatiga mental, cuando las relaciones familiares no son lo que un
trabajador desearía (buenas) o si existe algún tipo de problema emocional (con la
pareja), inconscientemente el trabajador desea estar más tiempo en el trabajo para
evadir el verdadero problema.

Los síntomas y signos que se presentan de manera común en las personas que
pasan por un episodio de estrés son: “cansancio o agotamiento, tensión muscular,
ansiedad, indigestión, nerviosismo / estreñimiento, onicofagia (comerse las uñas),
insomnio, cambios de humor, manos sudorosas, aumento o pérdida del apetito,
presión de dientes o mandíbulas, descomposición general del cuerpo, como
debilidad, vértigo, dolor de cabeza, dolor de estómago, dolor de espalda o músculos,
incremento en el uso del alcohol y uso de drogas y pérdida de energía.

Para reducir las situaciones que provocan el estrés, los trabajadores deben tomar
conciencia de las medidas de protección, capacitarse, mejorar los vínculos
interpersonales, manejar adecuado del tiempo libre, modificación de la conducta
laboral, ser realista, organización del tiempo, modificación del estilo de vida, realizar
ejercicios y relajarse, no permitir que las emociones se encierren sobre ti mismo,
compartir los sentimientos con otros.

En cuanto a la presencia de situaciones de estrés es necesario el manejo del


estrés: capacidad para resistir circunstancias adversas y situaciones de tensión sin
sentirse demasiado abrumado, enfrentando activa y positivamente el estrés. Se
asocia a la capacidad para mantenerse relajado y sereno para afrontar de manera
calmada las dificultades sin ser manejado por las emociones fuertes.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Abanto, Z., Higueras, L., y Cueto, J. (2000). Inventario de Cociente Emocional de


BarOn. Manual Técnico. Lima: Grafimag.

Bar-On, R. (2006). The Bar-On Model of Emotional-Social Intelligence (ESI).


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Fecha de consulta: 06 de enero de 2014.

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