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El fin del verano había llegado, lo supe en el momento en que una ráfaga de aire frío y seco rozaba

mi rostro penetrando en él, la habitación cada vez se volvía más pequeña, sus antiguas lámparas
no lograban iluminar todos los rincones a su alrededor y ese antiguo reloj de cuerda no dejaba de
sonar a cada hora con un estruendo que me hacía estremecer sacándome de mis más profundos
pensamientos, estaba nerviosa, ¿y como no estarlo? Si aquel hombre al cual todo el mundo
admira habría aceptado la invitación de mi esposo a cenar en nuestra casa. Aquel hombre no me
provocaba admiración en lo absoluto sino todo lo contario, yo sabia muy bien lo que le había
hecho a Mileva, sí que lo sabía, sabia que era un ser repudiable, sin embargo, era eso lo que me
llamaba más la atención en él, quizá conforme fuera avanzando la noche pueda llegar a
comprender las dos caras de Albert Einstein.

André había ido por los alimentos a casa de su madre, puesto que el servicio domestico de nuestro
hogar se encontraba de vacaciones y el escaso tiempo con el que contábamos no nos permitiría
agasajar a nuestro ilustre invitado como es debido. Decidí poner la tetera, quizá un te caliente
logre relajar mi sistema nervioso a punto del colapso, fue en ese momento en que se desato la
tormenta, la ruidosa lluvia se dejo caer con tal fuerza que temía que el techo se viniera abajo, un
golpeteo en la puerta me distrajo de aquel momento y me dirigí a abrir pensando que había
llegado André, grande fue mi sorpresa al encontrarme con aquellos profundos ojos penetrantes
mirándome confusos, su frio rostro carente de emociones me abofeteo en silencio ante la
sorpresa de la anticipada llegada de nuestro invitado, sin poder sonreír le invite a pasar, intente
mostrarme amable calculando cada palabra, cada movimiento con exactitud, sus cabellos estaban
algo mojados por lo que ofrecí una toalla para secarlos y le ofrecí un te aprovechando la instancia
para comenzar a conocerle, escogí la vajilla de uso diario, esa a la que se le nota el uso, un poco
ajada por los años esperando ver su reacción, quería ver todas y cada una de ellas con detención,
pero no vi nada, el solo se sentó y con un aspecto despreocupado bebió en silencio, me frustro su
postura la cual no me brindaba la valiosa información que tanto anhelaba obtener de él, sus ojos
bailaban por la habitación, en algunas ocasiones se detenían ante algún hallazgo contemplando
minuciosamente su estructura y siempre me ganaba al momento de querer hacer algún
comentario sobre ello enfocándose en algún otro nuevo sitio.

Había oído y leído mucho sobe el y solo pensaba en decirle en su cara lo despreciable que me
resultaba su existencia, hasta que por fin su boca se abrió y dejo salir esa voz que tanto escondió
desde su llegada, me sorprendió al instante el delicado tono con el cual inundo la habitación,
sonaba tan apacible y honesto que en ese instante dude hasta de mi propia existencia en ese
cuarto semi alumbrado y comenzamos a intercambiar opiniones sobre temas cotidianos, en algún
sitio en mis adentros temí que se hubiese percatado de mis intenciones de indagar sobre su
persona y decidí relajarme en la conversación, sobre su ojo derecho se dejaba caer un mechón aun
húmedo por la lluvia y su desgreñado cabello me recordaba un viejo arbusto que yace en el patio
trasero, las comisuras de sus labios marcadas por los años se acentuaban aún más al traer al
presente algún viejo recuerdo y su tez pálida me decía que no solía salir mucho a disfrutar de los
días soleados como el resto de los mortales, vestía un viejo sweater color gris sobre una camisa
blanca algo percudida y pantalones de un gris un poco mas obscuro que su sweater, estaba claro
que le importaba muy poco su aspecto, el cómo le vieran resultaba algo que no le era
preocupante, quizá en su mente existen otras preocupaciones mas importantes que el hecho de
prestar atención a la necesidad básica del vestir, sonreí ante la idea de haberle recibido en pijamas
lo cual no pasó inadvertido para él, quien también sonrió ante mi leve cambio de humor, mentí al
justificar aquella sonrisa y mencione una anécdota de la universidad en su lugar para distraerle, lo
cual funciono puesto que el también menciono algunas suyas, me sorprendió que en ninguno de
sus relatos mencionara a Mileva luego de más de 20 años de relación y esto me frustro pues era
en aquel aspecto de su vida en el cual me esperaba centrar, su voz y su rostro se me hacían mas
cercanos con cada palabra y todo el odio que solía reprimir en su contra se disipo como un
mensaje escrito en la arena a la orilla del mar. Quise mencionar a su ex esposa en innumerables
ocasiones pero su voz no denotaba un solo atisbo de querer hacerlo y no quería cambiar su
humor, realmente me encontraba disfrutando la conversación, el como me explicaba acerca de
sus teorías, varias de las cuales yo sabía que habían sido robadas, pero ame la pasión con que lo
hacía, sin duda me recordó a André hablándome de temas similares, sus conjeturas eran limpias y
su mirada se iluminaba al ver que yo le comprendía y realizaba preguntas que le resultaban
interesantes. Al cabo de un par de horas André llego a casa empapado y frio como un cadáver, le
ayude con la cena y a cambiarse rápidamente mientras el sr. Einstein cargaba la estufa con los
leños que se encontraban aun lado de esta, disfrutamos de la velada, el pavo asado estaba
delicioso al igual que las guarniciones y el Baumkuchen que preparo la madre de André este último
nos dejó sin palabras, Albert y André se preocuparon de llevar las conversaciones a un idioma que
yo pudiera comprender lo cual agradecí, termine el café de sobremesa y decidí retírame a mi
habitación dejando atrás a los dos hombres ensimismados en sus conversaciones. Al cruzar el
umbral de mi cuarto me quede petrificada observando el reflejo en el espejo del tocador, mirando
mi rostro que por un segundo desconocí, mis ojos grandes llenos de satisfacción , la sonrisa
dibujada en mi rostro como si hubiese cruzado la meta, nada estaba mas alejado de la realidad,
me senté en la cama pensando con tristeza en Mileva, sin duda ella no merecía el trato que este
hombre le dio, la frialdad con la cual le alejo de su hija y el hecho de que nunca quisiera hacerse
cargo de su paternidad con esta, recordé que el no quiso ir a despedir el pequeño cuerpo inerte de
su pequeña hija de tan solo unos meses cuando esta murió, la teoría de la relatividad era de
Mileva Maric y fua a causa de aquel lamentable suceso que ella habría sacado adelante aquella
investigación en función del dolor que le provoco la perdida de su pequeña hija y Albert se lo
habría arrebatado en beneficio propio, incluso gano un premio Novel que no merecía. No pude ver
ese egoísmo esta noche, tampoco pude ver al Albert que no permitía a su esposa caminar a su
lado relegándola a ir un metro y medio detrás de él, no pude ver al Albert violento capaz de
abofetear el rostro de su esposa frente a sus dos pequeños hijos, pero si vi la tristeza que le
provoco de por vida la separación de ellos, los cuales lloro como un niño en la estación de trenes
al verlos partir cuando Mileva decidió dejarle, en su rostro quedaron grabadas esas lagrimas que
nunca podrá borrar y la vergüenza luego de que su colega vislumbrara en los escritos la teoría de
Mileva y la reconociera como autora de esta, Albert era brillante pero no a la altura de ella, ella lo
era mucho mas y el le corto las alas para no ser menos, Marie Curie lo presencio con sus propios
ojos cuando aun estaban juntos, supo que Albert solo la utilizaba como una herramienta, supo lo
brillante que era y lamento que Albert la hubiera alejado de la vida que merecía, si tan solo él le
hubiera apoyado como lo hizo Pier Curie juntos hubieran logrado fortalecer el mundo con nuevos
conocimientos, pero prevaleció el egoísmo en Albert quien brillo con luz ajena, dependiente de
sufrimiento, engaños, abandono y degradaciones hacia quien le amo incondicionalmente.

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