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El fetichismo de la mercancía es un concepto creado por Karl Marx en su obra El
Capital que lo denomina como algo mental donde, en una sociedad productora de mercancías,
éstas aparentan tener una voluntad independiente de sus jefes, es decir, fantasmagórica.1 Es
la ocultación de la explotación de que son objeto los obreros, al presentarse las mercancías
ante los consumidores sin que ellos la vean.
El resultado del fetichismo es la apariencia de una relación directa entre las cosas y no entre
las personas, lo cual significa que las cosas (en este caso, las mercancías) asumirían el papel
subjetivo que corresponde a las personas (en este caso, los productores de mercancías)y
viceversa.
Índice
1Explicación
2Casos no fetichistas de producción
3Referencias
4Véase también
Explicación[editar]
En una sociedad productora de mercancías y servicios, el intercambio de las mismas es la
única manera en que los diferentes productores aislados se relacionan entre sí. De esta
manera, el valor de las mercancías es determinado de manera independiente de los
productores individuales, y cada productor debe producir su mercancía en términos de la
satisfacción de necesidades ajenas. De esto resulta que la mercancía misma (o el mercado)
parece determinar la voluntad del productor y no al revés.
Marx afirma que el fetichismo de la mercancía es algo intrínseco a las sociedades productoras
de mercancías, ya que en ellas el proceso de producción se autonomiza de la voluntad del ser
humano.
El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta
ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los
propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación
social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social
establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores
Marx también argumenta que la economía política clásica no puede salir del fetichismo de la
mercancía, pues considera a la producción de mercancías como un hecho natural y no como
un modo de producción histórico y, por lo tanto, transitorio. De este fetichismo que se da
prácticamente en la producción y el intercambio de mercancías viene la sobreestimación
teórica del proceso de intercambio sobre el proceso de producción. De ahí el culto al mercado
de parte de algunos economistas, que consideran a la oferta y la demanda como
determinaciones fundamentales del movimiento de la economía (ley de la oferta y la
demanda).