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Del Juguete mexicano a las miniaturas de barro en

Tlaquepaque

Por: Diego Teohuatzin Valdez Miranda*1

Atraído por los juguetes mexicanos, su colorido, amplia variedad, y por su


estética fascinante que gracias a ella ha logrado sobrevivir en el mercado si no
por su uso original (objetos para jugar) al menos sí como objeto decorativo o de
colección, llegué a incursionar en el tema de las miniaturas de barro producidas
en Jalisco, que si bien no son considerados como juguetes actualmente,
provienen de una larga tradición de prehispánica por un lado y novohispana por
otro, como explicaré más adelante. El juguete mexicano sabe a cuento, a
nostalgia, a banderilla de coco, agua de jamaica, a diversión, a ternura, a
imaginación. Es una deleite pasarse una tarde en el tianguis del juguete que se
monta temporalmente en el parque Morelos de mi ciudad (Guadalajara, México)
o darse una vuelta al mercado San Juan de Dios donde se venden muchos
juguetes de madera de Michoacán, aunque también muchos provenientes del
lejano oriente.

En el presente trabajo trataré de abordar el tema de las miniaturas de barro


producidas principalmente en los municipios de Tonalá y Tlaquepaque. Se
destacará principalmente el trabajo de dos familias del estado de Jalisco que
han consolidado un estilo particular además de preservar una tradición
generacional que ha sobrevivido al impacto de la industrialización, me refiero a
la familia Medrano de Tonalá y a la Familia Nuñez que a su vez proviene del
legendario maestro (legendario, sí, porque se ha convertido en objeto de
leyenda) Pantaleón Panduro de Tlaquepaque. Gracias a un apego a la tradición
familiar que se ha “cocinado” generación tras generación en el taller de barro,
subsisten dos valiosísimos estilos de “arte popular” en miniatura de barro, con
una estética completamente distinta entre sí. Si bien, estas miniaturas son
vendidas con fines de coleccionismo particular o de museo, se puede rastrear
una antigua tradición prehispánica en la que se producían miniaturas de barro
que más que nada los arqueólogos deducen que eran utilizados como objeto de
culto funerario. En la época novohispana se hacían soldaditos de plomo y
muñecas de porcelana, miniaturas utilizadas más que nada como juguetes.

Me baso en fuentes diversas, documentales y electrónicas para mi investigación,


sin embargo, también he decidido tomar muy en cuenta mi experiencia propia y
mi cercanía con los talleres de barro así como una entrevista hecha a la familia
Nuñez en su taller.

1
Estudiante de lic. en Historia del Arte por la Universidad de Guadalajara. Trabajo realizado para la materia:
“Artes populares en el Occidente de México” en Mayo de 2018.
Breve Contexto histórico del juguete en México

Tras la conquista, en la Nueva España los niños criollos y peninsulares solían


jugar con muñecas, carruajes miniatura y otros más elaborados, difundidos por
los evangelizadores entre los niños indígenas que, al igual que los prehispánicos,
sentían afición por el balompié. De éste había un equivalente en el medievo que
se denomina “futbol de carnaval”, en el cual se valía el uso de manos y caderas.
En las festividades aparecían matracas y tambores y, desde luego, los títeres
tradicionales —de procedencia religiosa como una forma entretenida de
aprender las nuevas costumbres. También había juguetes extranjeros, algunos
europeos o similares, como las muñecas chinas. 
La competencia mercantil es
más antigua de lo que se especula. Entre los juguetes importados había
muñecas de porcelana a las que se les atribuía facultades mágicas —Alemania
era un centro importante de su fabricación en el siglo xviii. Pero un objeto muy
especial fue la piñata, llevada por Marco Polo a Europa desde China y que ahora
forma parte de nuestra cultura. Las miniaturas pasaron a representar parte de la
vida cotidiana, había soldaditos de plomo y buques que los niños usaban para
escenificar conflictos armados.

Entre los juegos que vieron la luz en dicho periodo están las canicas, el balero, el
yoyo, el trompo, los huesecillos de chabacano pintados con los que se juega la
matatena, reguiletes que giran con el viento, pajarillos de péndulo, maromeros y
muñecas de trapo destinadas a las clases bajas. La mayoría de los juegos de
mesa, populares en Egipto, la Antigüedad clásica, China, India y posiblemente
Mesopotamia, fueron traídos por los colonizadores, y entre ellos se destaca la
lotería. Los juegos de azar también empezaron a proliferar, los indígenas tenían
el patolli, con caracteres propios de este tipo de juegos, pero los que atrajeron a
los apostadores fueron naipes y ruletas. En 
los de mayor edad, el juego pasó a
ser una obsesión como el pulque.

Walter Benjamin dice que: “en el siglo xix comienza la definitiva decadencia de
esas cosas, observamos como los juguetes se agrandan y pierden sencillez y
belleza”, postulado que refleja el final de la imaginación ante los proyectos de
los comerciantes. Dicho siglo representó la entrada de las artes al mundo
mercantil, con la reproducción de artefactos, facilitando la manufactura, pero
restando el toque artístico que le daba simbolismo a las cosas.

Finalmente, el siglo xx marcó el uso de la tecnología y los materiales sintéticos


en el uso de la vida cotidiana. En 1903 se celebró la primera feria interamericana
del juguete, donde se mostraron los prototipos de lo que serían los juguetes
modernos, como las muñecas tipo Barbie. Desde los años cincuenta se
construyeron juguetes de baterías alcalinas y en los setentas se empezaron a
desarrollar los primeros electrónicos, los ya célebres videojuegos, junto con las
primeras computadoras domésticas.Un país lleno de juguetesSiguiendo los
cánones originales, algunos juegos se realizan por temporadas como la quema
de los llamados “judas” durante los días santos —costumbre llevada a cabo en la
Colonia como parte del programa evangelizador—, las piñatas en navidad o los
esqueletos de cartón durante los Días de muertos. En zonas donde estas
festividades conservan vigor, aún son motivo de diversión y en ellas se lleva a
cabo la venta de juguetes comerciales y tradicionales tematizados de acuerdo
con la festividad. Existen locales y pueblos donde se especializan en ciertos
materiales y técnicas: juguetería de barro de Teloapan, de palma en Santa María
Chagmecatitlan miniaturas de Amozoc, de barro alumbrado en Tlaquepaque,
instrumentos en Ixmiquilpan, alcancías zoomorfas en Aca-tlán y juguetes de
madera en comunidades de todo el país.
Los juguetes populares son testimonio de un tipo de mentalidad inmerso en una
cultura que posee un largo periodo de vida, en donde lo simbólico ocupa un
lugar preponderante, ya que permite a los niños llevar a cabo sus aventuras sin
necesidad de cables y luces, dando rienda suelta a su inagotable imaginación.
Carlos Espejel lo expresa con claridad: “los juguetes populares han perdido
terreno en el aprecio de los niños; hace unas cuatro o cinco décadas, los
juguetes populares constituían verdaderos instrumentos de juego, diversión y
entretenimiento; por sus propias limitaciones técnicas, el juguete permitía a la
imaginación infantil complementar y dar sentido a su existencia”. Es esto último
lo que está en riesgo ante la amenaza de la propagación del juguete industrial y
la imposición de fuertes intereses económicos. Es la razón por la cual es
fundamental trabajar en pro de la preservación de esta invaluable tradición.

Aspectos sobre los Juguetes

Los juguetes son objetos culturales desde el punto de vista de que en sí mismos
encierran cualidades estéticas, formas de pensamiento, el imaginario colectivo,
formas de producción y consumo que son a su vez reflejos de la cultura que los
produce. Ya desde el siglo pasado B. Walter en su libro The Cultural History of
Toys (1928) había dedicado un trabajo especial a una retrospectiva de los
juguetes como objetos culturales.

En cuanto a la estética del juguete considero evidente que es un elemento


intrínseco ya que toda forma de producción, sea artística o no, tiene una
intención estética que encierra códigos del gusto de una sociedad para poder
ser aceptados por ésta, y el juguete, aunque va dirigido a un sector muy
específico como los son los infantes, no puede dejar pasarse de largo, que son
los adultos quienes generalmente los producen. Así, los juguetes tienen que
agradar a los niños a quienes van dirigidos. Su estética puede denotar cierta
“inocencia” en los rasgos del juguete como suele suceder en los artesanales, al
ser estos elaborados sin demasiado realismo y evocan la fantasía, la
imaginación. También sucede esto en muchos juguetes producidos en serie de
forma industrial, sin embargo en la era posmoderna, con la era de los
videojuegos, estos suelen estar cargados de un hiperrealismo que no deja nada
a la imaginación (piénsese en la evolución de éstos, desde las gráficas de los
primeros videojuegos hasta los actuales en tercera dimensión), pero si algo
sigue conservando, es su invitación a la “acción” ya sea en el plano virtual o en el
plano físico e imaginario del niño. Cabe destacar, que los videojuegos, por más
fantástica o cargada de fantasía que revele su estética, el plano de la
imaginación del niño (o el adulto) que los juegue pasa a otro plano, pues el
universo propio del videojuego es algo dado, con sus reglas y sus límites. No es
la intención de este trabajo pasar a una seria discusión al respecto, por más
fructífera que pudiera ser, ya que el interés central de este ensayo son los
juguetes artesanales producidos en México, en particular en el occidente, y los
comentarios anteriores son con la finalidad de ponerlos en comparación en el
panorama actual de los juguetes.
Por otro lado, los juguetes no son tan inocentes como podríamos pensar, ya que
a la hora de ser creados pasan primero por la mente de un adulto y consciente o
inconscientemente se traduce en su estética el imaginario de los adultos, su
concepción de la infancia y también sus expectativas de lo que se convertirán
un día los niños: por ejemplo, una muñeca, enseñará a las niñas a ser madres (el
rol de género), un carrito enseñará a niños y niñas a conducir carros de verdad,
una pistola, un arco y una flecha enseñará a usar uno de verdad, el carrito de
bomberos, de policía, enseña a los niños y niñas formas de introducción a los
oficios útiles en la sociedad de la que forman parte. Más interesante aún, serían
analizar los juguetes que tienen una forma más abstracta o geométrica como
son el trompo, el yoyo o las canicas, pero evidentemente también enseñan, en el
sentido de que formarán en el niño habilidades psicomotrices que le servirán en
su etapa adulta. En este sentido se ha develado otro aspecto importante de los
juguetes, y es su aspecto formativo. Los juguetes están hechos para enseñar, ya
sea un videojuego en las sociedades superindustrializadas o una muñeca
artesanal, ambos tienen la misión, además de entretener a los niños, formarlos
de acuerdo a las necesidades de una sociedad. Sin embargo, no quisiera
centrarme en este aspecto, sino mi intención es meramente mostrar cómo se
insertan los juguetes en el rol cultural.

En cuanto al consumo y producción del juguete en México, Susana Sossenski en


su artículo
“Producciones culturales para la infancia mexicana: los juguetes (1950-
1960)”(2012) señala que a partir de la década de los cincuenta, se dio un cambio
social y económico conocido como el “milagro mexicano” en el que muchas
familias mexicanas de clase media y media baja ascendieron de nivel económico
y tenían recursos para gastar. Esto aunado al desenfrenado impulso industrial en
el país que se venía dando desde principios de siglo XX y a las nuevas políticas
en las que se veía la infancia como un “derecho” que el estado debía proteger,
los medios de comunicación aprovecharon para bombardear a la sociedad con
la idea de que para “hacer feliz a un niño, había que comprarle juguetes”, la
industria empezó una oleada de producción de juguetes de plástico que
vendrían a sustituir a los artesanales. Cabe mencionar, que estos juguetes tenían
una marcada tendencia bélica: pistolas, soldados, tanques de guerra etc., que
provenía de las recientes guerras mundiales.

Durante el Porfiriato, gracias a la liberación de contribuciones a la industria y el


acceso libre de circulación de mercancías en Jalisco (Martínez, 1992:131, en
Mariscal 2012: 4),se expandió la práctica artesanal con la ayuda de
inversionistas tapatíos que tenían la visión de hacer crecer esta “industria”, y así
se iniciaron muchos aprendices en el arte de modelar que lograrían dominar con
el paso del tiempo y denotar una gran habilidad. Con esto, la actividad alfarera,
con el impulso económico, dejó de ser una práctica secundaria y logró
posicionarse en una actividad predominante en la zona, creciendo enormemente
el número de talleres y de alfareros. Desde entonces, la alfarería en Tlaquepaque
se convirtió en un sello identitario.
Sobre la Forma de Producción

En cuanto a las formas de producción, los juguetes tradicionales mexicanos, es


decir, aquellos que han sido artesanalmente y ¿por qué no? Artísticamente,
fueron y siguen siendo elaborados con base en materiales primarios obtenidos
de primera mano de acuerdo a las condiciones ambientales en que son
producidos. Para ser más claro, resulta evidente que en el estado de Michoacán
hayan destacado los juguetes de madera, por ser abundante esta materia en la
sierra michoacana donde se cultiva el pino y otros árboles aprovechables para el
trabajo en madera. En Jalisco, a diferencia de Michoacán, larga es la tradición
alfarera, ya que las arcillas y los minerales encontrados en esta zona son de
primera calidad para la elaboración desde ladrillos, vacijas, platos, jarros,
jarrones, macetas, objetos decorativos, silbatos, y miniaturas en barro.

El barro en Jalisco se sigue trabajando en los talleres de forma casi gremial


donde se pasa de generación en generación el conocimiento, el arte de
preparar, modelar, cocinar y decorar el barro. De esta manera, se consolida un
estilo propio de cada taller, que lleva el apellido familiar como firma o sello de
distinción y garantía. Personalmente, acudí un tiempo como aprendiz al taller de
don Guillermo Valdivia, que se especializa en la técnica del vidriado y trabajan
con molde o con hormas para los platos. En él me di cuenta que aceptan
muchos aprendices, sin embargo, luego de un tiempo, estos aprendices se van
por diferentes motivos (como me sucedió a mí) y el taller sigue siendo un
asunto familiar en el que el sello del apellido como firma en cada plato es un
motivo de reconocimiento y distinción para ser lanzado al mercado. Así mismo,
los talleres son reconocidos por el apellido que proviene de una genealogía por
lo menos de unas 4 generaciones o más atrás.

Proceso del Barro

Para explicar el proceso del barro, mi fuente será el artesano Guillermo Valdivia
que vive en Tonalá, del cual, como menciono arriba, por una temporada fui su
aprendiz. Me explicaba que el proceso del barro, tiene distintas etapas, y se
requiere dominio y conocimiento de cada una de ellas.

La extracción: La extracción del barro procede tal cual de la tierra, de zonas


muy específicas que los artesanos conocen bien, y que lamentan que han tenido
problemas por un lado por una merma en la existencia de la materia y también,
muy importantemente, por cuestiones políticas que van desde privatización de
áreas, o restricción de las mismas. Este punto de partida que es la extracción, es
sumamente importante, ya que sólo un verdadero conocedor, sabe a pura vista
reconocer las tierras buenas de las que no. Además reconoce la variedad de
arcillas y las cualidades que tiene cada una como dureza, plasticidad,
adherencia, etc. Coloquialmente ignoramos que un plato, un ladrillo o una
escultura en barro está preparada no sólo con una sino con varios tipos de
tierras o arcillas, que según su combinación o “receta” dice Don Memo, produce
diferencias muy significativas en las cualidades del barro. De modo que según
los fines que se le vayan a dar, se utilizará un combinación distinta de arcillas.

Molido: La carga de barro extraída puede llegar en camiones o camionetas


llenas de costales. Estos costales llegan llenos de piedras de barro compactado
que necesitan ser molidos finamente para su utilización. Don Memo utiliza un
método bastante rústico pero ingenioso y que requiere de una habilidad
magistral. Sobre el suelo, dispuesta la materia recolectada sobre una lona o
directamente sobre el suelo, Don Memo hace girar con el pie, cual si estuviera
jugando con un balón, una piedra redonda como una bola irregular de gran peso
(difícilmente se puede levantar en brazos) y de un diámetro de unos 40 cm
aproximadamente. Esta pasa por encima del barro y lo pulveriza. Este proceso
es entretenido y arduo, pero la maestría de un artesano lo hace parecer un
simple juego.

Cercenado: Una vez molido el barro, se coloca sobre una malla de acero de
agujero muy pequeño que sirve para filtrar el barro más fino que quedó de la
molienda. Esta malla es colocada sobre una estructura de madera que permite
tensarla y poder aplicar una vigorosa mano que empuja distribuye el barro
dispuesto encima de ella para ayudar a filtrarlo. Los restos de barro que quedan
por encima de la malla, vuelven a pasar al proceso de molido

Amasado: Una vez colado el barro fino, se procede a hacer el amasado, que
consiste en mezclarlo con una porción de agua que debe ser exacta. Esto en
realidad no se hace con las manos ya que se amasan grandes cantidades de
barro, de modo que la solución que se aplica es hacerlo sobre el suelo y con los
pies, de manera similar como se aplastaban las uvas para la producción del vino.

Obtenido ahora sí el barro amasado se procede a trabajarlo según las técnicas


que empleé cada artesano que puede ser el modelado o el vaciado en moldes.

Breve Contexto Histórico de la alfarería en San Pedro Tlaquepaque y Tonalá

Se tienen registros de la alfarería en San Pedro Tlaquepaque desde el siglo XVIII


en documentos como el Theatro Americano de Joseph Villaseñor y en el mapa
del pueblo de Tonalá y su jurisdicción de Agapito Martínez en los que se
mencionan algunas familias (32 dice el texto de Agapito) dedicadas la
fabricación de loza vidriada y ladrillos2. No se menciona que hicieran piezas con
otros fines, menos aún decorativos en esta localidad. Sin embargo en el texto de
José Menéndez, visitador de Santa Cruz tierras señala que en Tonalá y al
poniente de este pueblo se fabrica loza muy fina: “la industria en que se ocupan
estas gentes es la fábrica de loza que es la mejor que se hace en el reino,

2
Los datos obtenidos para este apartado del contexto históricos están basados en la investigación realizada
por José Luis Mariscal Orozco (Estudiante del Doctorado en Antropología Social de El Colegio de Michoacán
y profesor investigador del Sistema de Universidad Virtual de la Universidad de Guadalajara) quien realizó
una ponencia sobre el tema en el VI Congreso de la Asociación Mexicana de Estudios Rurales. Veracruz,
México 22-26 de octubre de 2007
vendiéndola ya en el lugar de su fábrica, ya sacándola fuera con más
estimación” (1980:121).

Resulta curioso y contrastante con el panorama actual como lo señala José Luis
Mariscal, que en aquellos tiempos fuera Tonalá y no Tlaquepaque quien se
dedicara a un trabajo más fino de la loza, cuando hoy en día, se podría
considerar, salvo excepciones, lo contrario. Basta con recorrer la calle principal
de San Pedro y dar una vuelta por las tiendas y observar la manufactura de las
piezas que se venden a nivel internacional. No quiero menospreciar para nada el
trabajo de los tonaltecas, que se han dedicado con maestría a la alfarería, sin
embargo, las circunstancias los han orillado a una producción de menor costo
para vender en otro sector.

Para el siglo XIX la alfarería en san Pedro todavía era una actividad, por así
decirlo secundaria y que estaba ligada más que nada al temporal de verano
antes de las lluvias. Sin embargo para la segunda mitad de este siglo la
producción se comenzó a especializar en las figurillas de arcilla y en los bustos o
retratos. Desde este contexto se podría rastrear la aparición de Pantaleón
Panduro, famoso por su retrato de Porfirio Díaz.

Por otro lado, gracias a los relatos de viajeros anglosajones sabemos que la
mayoría de piezas de Tonalá y Tlaquepaque (ya desde entonces) se vendían en
Guadalajara, curiosamente en la Plaza de Toros donde “tienen carretas llenas de
estas piezas de barro de todo tipo, desde una taza de juguete hasta un florero
de tres pies de alto, para vender. Las venden más caras que en el pueblo donde
las hacen, pero aún así son muy baratas”. (Muriá, 1992: 247).

Las miniaturas en Tonalá y Tlaquepaque

A continuación, trataré de hacer un acercamiento desde el punto de vista


estético que parte de mi experiencia y mi acercamiento con la obra el taller
familiar de los Núñez. La familia Núñez, que es de ascendencia de Pantaleón
Panduro, al gran ícono de la cerámica San Pedrense, se dedica actualmente a la
elaboración de “tipos mexicanos” y retratos de cuerpo completo de todos los
presidentes mexicanos de la historia en miniatura. Además hacen “nacimientos
mexicanos” y pequeñas reproducciones de “juguetes” en miniatura que pueden
terminar colgados en un árbol navideño en vez de las esferas tradicionales. En
contraste, otra familia que me gustaría mucho mencionar es la de los Medrano
de Tonalá, cultivando la tradición de Don Candelario Medrano, son famosos por
su estilo fantástico en el que destaca la figura de nagual y seres fantásticos,
escenas de la vida cotidiana con un estilo que se aleja totalmente del realismo.

La Familia Núñez:

Como mencioné arriba, la familia Núñez se especializa en realizar “monitos” o


miniaturas de personajes mexicanos que representan oficios antiguos (“los tipos
mexicanos”) como pueden ser: La tamalera, el jimador, la frutera, el carbonero,
el pajarero, entre otros muchos más. Estas figuras rondan los diez centímetros y
están hechos con un detalle impresionante, sobre todo en sus ropas o elementos
que cargan. La otra línea que trabajan es la de los presidentes, que abarca toda
la genealogía de los presidentes mexicanos. La colección de presidentes rondan
los 90, y la de los “tipos” aunque no pude obtener un número exacto, me dijeron
que son más de 50. Estos, al igual que los otros, a pesar de ser caricaturizados,
denotan un cierto realismo y sobre todo un esmero en el detalle. Más adelante
me enfocaré al aspecto estético. Estas figuras son trabajadas con moldes
hechos originalmente por Margarito Núñez, su padre quien falleció
recientemente y quien les legó su conocimiento y amor por la tradición de las
figurillas.

El día 3 de Mayo del presente año, tuve la oportunidad de presentarme en el


Taller de Pilar Núñez ubicado en el centro de Tlaquepaque. Me recibió una de
sus hermanas con una amabilidad que se extraña ver hoy en día en una ciudad
como Guadalajara, especialmente cuando se trata de recibir a un desconocido.
Por casualidad llegué en el día de las crucitas, algo muy festejado en
Tlaquepaque donde se lleva a cabo una carrera y se llevan ofrendas al templo.
Pilar, una mujer de gran temperamento pero de igual cordialidad me pidió que la
esperara a que terminara un escrito y me invitó a pasar a tomar fotos de su
taller y a hablar con sus hermanas quienes también trabajaban. Esto por
supuesto después de explicar mis intenciones de entrevistarla para un trabajo
escolar.

En dos mesas estaban trabajando unas cinco mujeres de edad media y un poco
avanzada (también había una muy joven) en la elaboración de “tipos mexicanos”
y en retratos de presidentes. Llegué a la hora indicada, pues pude apreciar el
proceso de elaboración mientras ellas me explicaban lo que hacían.

Durante mi estancia me gustaría destacar algunos puntos de interés:

 Concepción Núñez “Concha” (hermana de Pilar), quien fue una de las que
más colaboró con la entrevista, me explicaba que para realizar el retrato
de un presidente, tenían que conocer primero algo de su historia, saber
del personaje, su personalidad, y algo de su “iconografía” para poderlo
representar. En pocas palabras, me hizo notar que parte de una
documentación previa, y de una observación rigurosa antes de elaborar al
personaje. Así, conseguirán un gesto en la cara, un ademán, la posición
del pie, o del brazo, algún rasgo particular de la cara, algún elemento de
la vestidura característico, que logre dar con una representación
caricaturizada del personaje.
 Otro aspecto que llamó mi atención es que a pesar de que trabajan con
moldes, la mitad del trabajo es modelado, es decir, que el acabado y
muchos detalles que se le adhieren a la figura los hacen totalmente a
mano o con instrumentos muy finos, por ejemplo para hacer la textura del
tejido de la ropa o los sombreros.
 Todavía Don Margarito, alcanzó a hacer el molde del último presidente
Enrique Peña Nieto, a quien pasaba ratos observando en televisión para
poder capturar sus gestos, su postura, su forma de hablar, y su
personalidad. Al respecto me comentaron una anécdota curiosa: por asar
del destino, la figurilla del presidente actual llegó a sus manos junto con la
de la Dama de Honor (Su esposa, mejor conocida como “La Gaviota” por
su nombre artístico) y a éste no le pareció que la de ella resultaba ser
mayor en tamaño que la de él. Un cliente que se lo había regalado, fue el
que les avisó, y entonces Pilar, volvió a hacer el molde para que quedaran
de la misma estatura o acaso, la del presidente más grande que la de la
Dama.
 Concha Núñez me comentó acerca del barro que utilizan, que
evidentemente requiere una combinación de arcillas especial para que le
dé una gran plasticidad al barro, dejando en segundo término la dureza,
como el que se utilizaría por ejemplo para la elaboración de ladrillos.
 En cuanto al horneado, utilizan hornos de gas recubiertos de fibra de
vidrio, y se cosen a menos de 1000°, lo cual es una temperatura baja.
 Su principal comercio es con el turismo nacional y extranjero, y para el
coleccionismo. “A veces tenemos que acelerar el secado que
normalmente dura de un día para otro, para poder sacar el pedido. En ese
caso los secamos “artificialmente”, para acelerar el proceso” me
comentaba Concepción Núñez.

En cuanto a la estética:

Lejos de cualquier intención academicista o clasicista para realizar un juicio


estético de las piezas del taller Núñez, lo cual estaría fuera de lugar, es de
llamar la atención el manejo de la proporción en los cuerpos de las figurillas
que se crean en este taller. A ojo dede Policleto (7 cabezas y media), y la
posición de estos casi siempre es recta con los pies separados, ya sea hacia
los lados o con un paso al frente. Lo que le da dinamismo a las figuras, suele
ser la posición de la cabeza, en la que casi nunca es horizontal, casi siempre
suele tener una inclinación hacia a un lado o hacia arriba, denotando cierto
estado de ánimo o de carácter de personalidad en el personaje. También hay
personajes agachados, o sentados, pero en todo caso, la torsión del cuerpo
sigue siendo frontal, manteniendo el eje del cuerpo en línea recta. En el caso
especial de los presidentes, siempre miran al frente, aunque su mentón
pueda estar ligeramente levantado. Al respecto, Concepción me comentaba
que su padre les decía “un presidente nunca mira hacia abajo, siempre al
frente”. He aquí un detalle de idealización por parte de Margarito, en el que
quiere destacar al presidente haciéndolo parecer como una figura fuerte y
estoica. Los rostros no tienen prácticamente gestos, más bien, son rostros
neutros, denotando cierta atemporalidad. Cabe mencionar que se equiparan
también las proporciones del rostro, al de un ensayo académico donde el ojo
es la medida de las demás partes de la cara. Sin embargo, todos son
personajes que cargan un gran dinamismo y vitalidad, pero una vitalidad
condensada en su figura, encerrada y no desperdigada hacia afuera. Es un
asunto verdaderamente significativo.
Por otro lado, encontré muchos rasgos en común con las tipificaciones
mexicanas de la pintura del siglo XIX y del nacionalismo. La constante
representación del mexicano proveniente del ámbito rural es algo que ha
sobrevivido hasta nuestro siglo en muchas manifestaciones plásticas, y
artísticas, y en este caso, se toma como “tipos mexicanos” aquellos que
visten de calzón de manta o huipil, y se dedican a labores hoy arcaicas y
fuera de nuestro contexto, aun del de San Pedro Tlaquepaque. Incluso, hay
una cierta intención de “mexicanizar” hasta los nacimientos en miniatura. Se
puede ver a la virgen maría vestida de tepehuana, al señor San José con
guaraches del occidente de México y sombrero de palma. El diablo “Es un
nagual”, me decía Concha, porque en “México no había diablos, sino
naguales”. Esta idealización de lo mexicano es un asunto interesante, acaso
una reminiscencia del muralismo.

Por último me gustaría destacar el lujo de detalle con el que está hecha cada
prenda de la vestimenta de las figuras, la textura de la ropa es
impresionantemente reproducida, especialmente porque el barro no es
precisamente el material más dócil ante el detalle. Los detalles de los
párpados, la nariz, los labios son impecables, y qué decir de los bigotes, las
barbas o el cabello. Sin duda, esta parte que es la que precisamente se hace
en modelado, denota la gran maestría de la familia Núñez.

Pero, por si fuera poco, Pilar Núñez tiene una gran versatilidad para trabajar
otro estilo de piezas que son las “miniaturas de juguete”. Estos, lejos del
detalle y el realismo, son de gran expresividad por la “inocencia” que
encierran. Representaciones de aviones de madera (que son producidos en
Michoacán) pero claramente, en miniatura de barro, planchas, molcajetes,
resorteras, trompos, baleros, matracas y muñecas de cartón, pueden ser
encontrados en el taller de Pilar. Ella me cuenta que se adapta a las
peticiones de los clientes y que puede manejar distintos estilos. Al parecer,
son elaborados más burdamente, pero no se podría catalogar precisamente
así puesto que ellos son creados así no por falta de capacidad en el detalle
como evidentemente se muestra en las figurillas de personaje, sino con toda
la intención de crear una pieza inocente, que nos evoque la infancia. También
de este tipo, se encuentran en una obra de pilar que consiste en la alegoría
del día de las crucitas. Esta pieza consiste en una cruz formada por ramos de
flores. En el centro de la cruz se encuentra la capilla y en el brazo izquierdo
de la cruz, un grupo de peregrinos, del lado contrario un grupo de danzantes
y perpendicularmente a estos, vienen desde abajo recorriendo un camino
serpenteante un grupo de corredores van ascendiendo a la capilla. Es una
obra ingeniosa y elaborada con esta intención “inocente” que se ve en los
juguetes.

Como un anexo, me gustaría agregar que Pilar Núñez trabaja también por
encargo otro tipo de obras que trabaja de manera más conceptual, en el que
de manera muy inspirada hace alegorías de la familia, de la salud o de la
mujer, u otro tema que se le encargue. En especial hay una obra titulada
“prejuicios” que valdría la pena estudiar. Personalmente ella me contó que le
gusta mucho trabajar en el tema de la familia.

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