A eme o
A eme o ere ce i te o
Andrea Echeverri
Reflexionemos y compartamos
Consultemos y debatamos
¡Ha llegado por fin! Todos están felices celebrando esta sorpresa de la vida. Todos
quieren alzarlo, tocarlo, le ven parecidos al uno o a la otra. En un instante lo
aceptaron como el nuevo miembro de la familia. Llegó un nuevo integrante que, a su
vez, hace nacer a un padre, a una madre, a los abuelos, tíos y primos, y, ¡claro!, a
los hermanos. Un ser que modifica los sonidos de la casa, en la que todos los hábitos
y los espacios cambian. Muchos padres en estos primeros días sienten que el universo
entero cambió.
Es un ser dependiente que necesita el cuidado de todos para sobrevivir. Con la llegada
del recién nacido aparecen las canciones de cuna, hablar en voz baja, los pañales y el
sonajero; la madre experimenta la llegada de la leche y multitud de sensaciones
nuevas, indescriptibles, alrededor de este pequeño que es necesario cuidar.
Junto con la madre y el niño hay otro gran protagonista, el padre. Durante mucho
tiempo, en nuestra cultura no se le dio toda la importancia que tiene, aun cuando él es
importante desde el momento de la concepción, durante el embarazo y el parto, y
ahora lo será durante la crianza de ese nuevo ser.
El vínculo de afecto se va fortaleciendo los días siguientes al parto, por medio del
embelesamiento de la madre y el padre con su hijo, con las miradas, las caricias y el
arrullo. Son justamente las voces, las miradas y las caricias las que hacen de ese
recién nacido un ser humano, son las señales de que ha sido aceptado como un ser
igual a ellos y muy importante para todos. Este periodo en que el recién nacido se
encuentra indefenso es de una gran fuerza para establecer vínculos entre el nuevo ser,
sus padres, abuelos y hermanos.
A los familiares y a los amigos debe sugerírsele que al visitar al recién nacido y
felicitar a los padres incluyan también al hermano o hermanos en ese ritual. Los
padres deben brindar mucho apoyo al hermano mayor y, sobre todo, ser muy
pacientes hasta que sea capaz de adaptarse a esta situación.
La familia con un recién nacido vive cierta zozobra pues debe estar atenta a la
supervivencia del niño. A los padres les preocupa el cuidado del ombligo, el ritmo
respiratorio, el llanto que apenas están aprendiendo a descifrar, la expulsión de gases,
la regurgitación, los vómitos, el patrón de sueño. Muchas madres se sienten
recargadas y angustiadas por los cuidados que requiere su hijo. A medida que pasan
los días, la familia del recién nacido aprende a interpretarlo y la convivencia se hace
más tranquila, la lactancia y el sueño se regulan y, al final de los treinta días que
dura este período, el nuevo ser se habrá integrado a su familia.
Comprometámonos y evaluemos