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La familia con un hijo o hija recién nacido

A eme o

Desde que naciste soy mejor amante


Como si hubieras destapado mis conductos
Me han crecido los senos, el vientre y las caderas.
Mi cuerpo expandido encontró su motivo.

Tú circulaste por mí, hiciste un camino divino,


abriste un túnel, destapaste mi destino.
Tú me has dado el soplo de la creación,
eres energía, luz del sol,
tú me has deletreado la palabra amor.

A eme o ere ce i te o

Desde que naciste me siento flamante,


como si me hubieras prendido,
mi cuerpo desinhibido de vanidad eximido,
mi cuerpo valiente parió a su pariente

Tú me has dado el soplo de la creación…

Andrea Echeverri

Reflexionemos y compartamos

 ¿Qué le han contado sus padres de su llegada a este mundo?


 ¿Cuál cree que es la importancia del padre en esta etapa del recién nacido?
 ¿Cuáles fueron sus sentimientos cuando en su niñez llegó un nuevo
hermano/hermana?
 Si han sido padres, ¿cómo han involucrado al hijo en la espera de este nuevo
hermano?

Consultemos y debatamos

¡Ha llegado por fin! Todos están felices celebrando esta sorpresa de la vida. Todos
quieren alzarlo, tocarlo, le ven parecidos al uno o a la otra. En un instante lo
aceptaron como el nuevo miembro de la familia. Llegó un nuevo integrante que, a su
vez, hace nacer a un padre, a una madre, a los abuelos, tíos y primos, y, ¡claro!, a
los hermanos. Un ser que modifica los sonidos de la casa, en la que todos los hábitos
y los espacios cambian. Muchos padres en estos primeros días sienten que el universo
entero cambió.

Es un ser dependiente que necesita el cuidado de todos para sobrevivir. Con la llegada
del recién nacido aparecen las canciones de cuna, hablar en voz baja, los pañales y el
sonajero; la madre experimenta la llegada de la leche y multitud de sensaciones
nuevas, indescriptibles, alrededor de este pequeño que es necesario cuidar.

Junto con la madre y el niño hay otro gran protagonista, el padre. Durante mucho
tiempo, en nuestra cultura no se le dio toda la importancia que tiene, aun cuando él es
importante desde el momento de la concepción, durante el embarazo y el parto, y
ahora lo será durante la crianza de ese nuevo ser.

En los instantes posteriores al nacimiento se afirma el llamado vínculo afectivo o


apego, es decir, el puente o unión entre madre, padre e hijo recién nacido,
mediante el contacto entre los tres, piel con piel, durante la primera hora después del
parto. También, en el padre se reafirma ese hermoso vínculo de afecto. El niño tendrá
contacto físico con él, oirá su voz y sus arrullos. Esta relación se va a construir, día
a día, con el tiempo. Pero estos son los cimientos de un vínculo indestructible.

Si este primer contacto con el cuerpo de la madre y el padre no puede tenerse en el


momento del parto, puede establecerse cuando reciban al niño en la habitación o,
incluso, después en la casa, aun si el niño es producto de adopción.

El vínculo de afecto se va fortaleciendo los días siguientes al parto, por medio del
embelesamiento de la madre y el padre con su hijo, con las miradas, las caricias y el
arrullo. Son justamente las voces, las miradas y las caricias las que hacen de ese
recién nacido un ser humano, son las señales de que ha sido aceptado como un ser
igual a ellos y muy importante para todos. Este periodo en que el recién nacido se
encuentra indefenso es de una gran fuerza para establecer vínculos entre el nuevo ser,
sus padres, abuelos y hermanos.

El desarrollo de un niño que ha tenido el apoyo de ambos padres es diferente al de uno


que no lo ha tenido, ya que, así, crecerá más seguro de sí mismo y con lazos firmes con
el grupo familiar que lo acoge. Pero el padre no es una segunda madre, su amor es
diferente, es presencia masculina, es afecto, es solidaridad y es compañía y mucho
más, pero muy importante también.

Al recién nacido se le va casi todo el tiempo en recibir la leche materna y dormir,


funciones que necesita para crecer a un ritmo acelerado. El ritmo del sueño lo regula
la sensación de hambre. No distingue entre el día y la noche. Poco a poco, permitiendo
la entrada de luz a la habitación, irá desarrollando su ciclo de sueño. Este nuevo
miembro de la familia, mediante su propio lenguaje, que consiste en gran parte en el
llanto, confunde inicialmente a los padres inexpertos, quienes poco a poco, con
paciencia y amor, aprenderán a descifrarlo.

Al sentirse desplazados por el nacimiento del nuevo miembro de la familia, el


hermano mayor o los hermanos en general pueden tener comportamientos muy
variados como, por ejemplo, agresividad en la casa, el jardín o el colegio; pataletas
para llamar la atención; conductas infantiles, como orinarse en la cama o hablar como
niños pequeños; así como tener terrores nocturnos o cambios en el apetito.

Todos estos comportamientos pueden considerarse parte del proceso de adaptación y


aceptación del nuevo miembro familiar. No debe haber reprensiones por ello; por el
contrario, es conveniente hablar abiertamente al respecto. Y los padres deben, más
bien, tener en cuenta a los otros hermanos, no desatenderlos e involucrarlos en el
cuidado del recién nacido, en la medida de sus capacidades.

Es necesario involucrar a los hermanos mayores en el cuidado del recién nacido,


como, por ejemplo, en el cambio de pañales, el baño, los arrullos, etcétera, pues
así se van sintiendo muy importantes y útiles y adquieren sentido de pertenencia por
el hogar y por el hermano. Sin embargo, no hay que caer en el otro extremo,
sobrecargando a un niño pequeño con responsabilidades excesivas. Uno de los padres
puede salir con el hijo mayor y hablarle, con delicadeza, de las ventajas de ser un niño
grande: tú eres un niño grande y por eso puedes acompañarme y jugar en el columpio.

A los familiares y a los amigos debe sugerírsele que al visitar al recién nacido y
felicitar a los padres incluyan también al hermano o hermanos en ese ritual. Los
padres deben brindar mucho apoyo al hermano mayor y, sobre todo, ser muy
pacientes hasta que sea capaz de adaptarse a esta situación.

La familia con un recién nacido vive cierta zozobra pues debe estar atenta a la
supervivencia del niño. A los padres les preocupa el cuidado del ombligo, el ritmo
respiratorio, el llanto que apenas están aprendiendo a descifrar, la expulsión de gases,
la regurgitación, los vómitos, el patrón de sueño. Muchas madres se sienten
recargadas y angustiadas por los cuidados que requiere su hijo. A medida que pasan
los días, la familia del recién nacido aprende a interpretarlo y la convivencia se hace
más tranquila, la lactancia y el sueño se regulan y, al final de los treinta días que
dura este período, el nuevo ser se habrá integrado a su familia.

Comprometámonos y evaluemos

 Preparémonos para la llegada de nuestro recién nacido.


 Hablemos entre nosotros sobre los sentimientos que genera la llegada del
nuevo hijo o hija.
 Permitamos que los hermanos participen en los rituales de asear, vestir y
alimentar al recién nacido.
 Acariciemos a nuestro hijo recién nacido y a nuestros otros hijos.
 Arrullemos y hablemos a nuestro hijo recién nacido.
 No nos desesperemos ante los miedos que sintamos y solicitemos ayuda
cuando la necesitemos.

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