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SALUD: SUS CONDICIONES Y NECESIDADES

CAPÍTULO I

“Ni jerarquías, ni coronas, ni poder, ni riqueza


¡Valoren la importancia de la Resplandeciente Salud!”

A lo largo del tiempo el estudio de la enfermedad ha progresado. Uno a uno los


diferentes síntomas y complejos de síntomas que afectan al cuerpo humano han sido
analizados con meticuloso cuidado y encomiable minuciosidad, tanto en los cuerpos
vivos como en los muertos. La Patología ha alcanzado un grado de perfección
desconocido para la mayoría de las ciencias colaterales que conforman la llamada
ciencia de la medicina. El conocimiento de la Patología es una de las principales
asignaturas de los estudiantes de medicina. Psicología, Anatomía, Histología, Biología,
etc., todas han sido supeditadas a la Patología. El estudio de la enfermedad ha
fascinado a los estudiantes por años.
La salud en cambio ha recibido una escasa atención. Por extraño que parezca, a
la salud se ha otorgado tan poca importancia como para considerarla impropia de ser
investigada. No ha existido nunca una escuela donde se enseñe la salud. Las escuelas
de medicina existen para preparar a los estudiantes en el conocimiento de la
enfermedad y de las curas. Incluso en la actualidad no existen escuelas cuyo propósito
sea la enseñanza de las condiciones y los requerimientos de la salud. Las condiciones
de una vida saludable son poco conocidas por los especialistas de la curación y aún
menos por el público en general. La salud no reside en la trayectoria técnica y
profesional del físico. Por lo que este capítulo estará dedicado a la presentación de la
salud, sus condiciones y requerimientos.
En un principio podemos a grandes rasgos decir que las condiciones y
requerimientos de la salud son las condiciones y requerimientos de la vida. En este
sentido amplio, la vida, el estado de estar vivo, es una condición en la que animales y
plantas existen con la capacidad de ejercer sus funciones. La vida perfecta es la
condición en la cual esas funciones son ejercidas perfectamente. La muerte es la
interrupción de la vida. Entre estos dos extremos de vida perfecta, por un lado, y de
muerte, en el otro, podemos encontrar todos los niveles de salud y enfermedad que
existen hoy. Desde este punto de vista, tanto la salud como la enfermedad son estadios
o condiciones del estar vivo.
Dicho en breve, la salud consiste en la correcta condición y actividad de todas
las energías y propiedades vitales de un cuerpo vivo, y esto requiere de un adecuado
desarrollo y un funcionamiento vigoroso de todos los órganos y tejidos del cuerpo y
una estrecha adherencia a las leyes y requerimientos de la vida. Esto es el estadio
normal o natural de cualquier existencia orgánica y siempre se logra cuando se
observan las leyes y las adecuadas condiciones de vida.
La salud es espontánea. Es decir, es el resultado legítimo e inevitable de un
actuar normal de los órganos y funciones del cuerpo vivo. Cada órgano en el cuerpo
está hecho para empezar su trabajo normal y saludable desde el principio y realizarlo
espontáneamente a lo largo de la vida. Están hechos para la salud y a menos que sean
trastornados o impedidos por la violación de una ley, podrán realizar desde el
principio de la vida sus funciones con la regularidad del sol y de una manera natural y
vigorosa, porque no pueden hacerlo de otro modo.
Cada órgano del cuerpo tiene su propio trabajo que realizar. Y podrá hacerlo
hasta que tenga energía para trabajar. Si cuenta con una cantidad suficiente de energía
trabajará perfectamente. Si el abastecimiento de energía es inadecuado, hará lo mejor
que pueda. El hígado, por ejemplo, podrá segregar bilis —una buena bilis— si tiene la
suficiente energía, y la mejor que pueda si la energía es baja. Está hecho de modo que
mientras cuente con la energía para funcionar al máximo, lo hará en la dirección
correspondiente y no en otra. Lo mismo es válido para todos los otros órganos y
tejidos del cuerpo.
Entendemos, entonces, que el elemento esencial de la salud es una condición y
función saludable de los órganos del cuerpo. La salud plena del cuerpo no consiste en
el desarrollo y una actividad plenos y vigorosos de una de sus partes, sino en el
desarrollo y una actividad plenos y vigorosos de todas ellas. Estos órganos y sus
funciones son preservados en su máxima integridad por una estricta conformidad con
las leyes de la vida y son deterioradas y destruidas por cada violación a ellas. “La vida
y la salud son proporcionales entre sí”, dijo el profesor Fowler. “Considerado desde
cualquier aspecto, Salud es Vida”.
El respeto de la meticulosa labor de la naturaleza ha permitido construir el
cuerpo y sus órganos y tejidos con un grado de perfección desconocido por el trabajo
humano. Los órganos están hecho a la perfección para el trabajo que tienen que
cumplir al igual que sus funciones. De hecho, esta perfección estructural ha sido
expresamente concebida para asegurar una correspondiente perfección de funciones.
El flujo de salud de cada órgano es tan natural como el regreso al océano del agua de
los ríos.
El profesor Fowler, para explicar la espontaneidad de las funciones lo hace con
la historia del niño que sin querer chifló en la escuela y que al ser reprendido por el
maestro, contestó que él no había chiflado, sino que “chifló solo”. El profesor después
de contar esa historia suele decir acerca de los órganos del cuerpo: “Respira solo, ve
solo, se mueve solo, se duerme solo, digiere solo, piensa y siente solo, todo solo”; y
respira, ve, siente cosas, digiere, se mueve y hace todo de una manera exacta mientras
existan las condiciones adecuadas. De hecho, como a menudo señala el profesor, los
órganos del cuerpo cumplen sus funciones normales con menor dificultad que cuando
lo hacen de manera anormal.
No es difícil respirar o respirar correcta, suficiente o plenamente, pero es difícil
abstenerse de respirar o respirar un poco o respirar una atmósfera nociva. No es
complicado comer o comer a suficiencia. No es complicado consumir alimentos
saludables. Estas cosas se relizan fácilmente y lo que es cierto para la respiración y el
comer lo es para cada función del cuerpo. Cada órgano está hecho para empezar su
función normal y saludable desde el principio y cumplirla espontáneamente a lo largo
de la vida y están hechos de tal manera que pueden funcionar de una manera normal
más fácilmente y con menos desperdicio que si funcionaran de una manera anormal.
Sus poderes son asombrosos. A menudo son capaces de seguir con su funciones
saludables a pesar de ser maltratados y ultrajados de manera habitual, e, incluso
después de haber sido debilitados, pueden soportar el abuso y seguir así año tras año
hasta un punto en que es un milagro que sigan vivos todavía. Hace falta un abuso
grande y continuado del cuerpo para dañar sus funciones a un nivel suficiente para
producir el estado de salud deteriorada conocido como enfermedad. Pocos se dan
cuenta de cuánto maltrato acumulan en sus cuerpos con sus hábitos diarios. Y, aún a
pesar de estos abusos, muchas personas viven hasta los ochenta o cien años y gozan
de lo que ahora consideramos buena salud.
El alcohol, el tabaco y otras drogas que envenenan y gradualmente debilitan la
constitución humana son usadas por millones de personas. Muchos beben, a menudo
hasta el alcoholismo, por años, sin destruir su salud, aunque la perjudican
enormemente.
La naturaleza parece haber hecho lo mejor que pudo para otorgar una vigorosa
e ininterrumpida salud a todos los seres vivos. Los ha creado para la salud y los
abastece con una excelente cantidad de fuerza física y energía. No parece haber
ninguna necesidad de enfermarse —o de pasar a cualquier otro estado que no sea la
buena salud— al igual que no hay ninguna para negarse a respirar, comer o ver. La
vida está hecha para la salud y bajo las condiciones naturales la salud es tan inevitable
como el subir y bajar de las mareas. La materia viva no puede ser otra cosa que sana,
si las condiciones de salud están presentes. Es más fácil tener una buena salud que
una mala salud.
La tendencia universal de todas las existencias orgánicas —animales o
vegetales— es hacia la salud. Cada órgano y tejido en el cuerpo vivo se esfuerza
incesantemente para mantenerse en el mejor estado posible. No hay ninguna
excepción conocida a esto. La vida aspira siempre a la perfección. “Es tan natural ser
sano como lo es nacer”.
En términos generales podemos decir que la salud de cada uno depende de la
herencia que ha recibido su cuerpo y de lo que cada quien ha hecho o está haciendo
con esta herencia. Muchos nacen heredando una debilidad estructural que no puede
ser completamente superada. Hay una tan estrecha armonía e interdependencia entre
todas las partes del cuerpo — de un parte con todas las otras y de éstas con cada
una— que si una de ellas es afectada o debilitada el entero cuerpo podrás sufrir en
mayor o menor medida.
El estudiante debería tener siempre en la mente que el cuerpo humano no es
como una muñeca hecha por partes separadas y material sin conexión vital. Ninguna
parte del cuerpo puede ser afectada independientemente de las otras. El cuerpo
humano es una unidad. Cada órgano tiene su particular función que cumplir, sin
embargo ningún órgano puede cumplir su función independientemente de los otros, y
ningún órgano puede mantenerse en sus funciones por sí solo. El aparato digestivo
digiere la comida para todo el sistema, los pulmones suministran oxígeno y expulsan
dióxido de carbono para todo el cuerpo, la piel y los riñones segregan desechos y
toxinas para todo el sistema, el corazón y el aparato circulatorio llevan sangre por la
entera economía vital. Tal es la dependencia de cada órgano del entero sistema y de
éste de cada órgano, que el funcionamiento de cada órgano no puede ser afectado sin
que esto implique consecuencias para el entero sistema. El cuerpo es una unidad, una
comunidad de órganos interdependientes, cada parte del cual es vitalmente esencial
para el conjunto y para el más alto nivel de salud y vigor.
Tan grande es la dependencia del cuerpo entero de algunas de sus partes, como
por ejemplo el cerebro, los pulmones o el corazón, etc., que si éstos son destruidos o
cesan su actividad, la muerte sobreviene al instante.
Una buena salud y un funcionamiento vigoroso del cuerpo, por lo tanto,
dependen de un desarrollo apropiado y un trabajo harmonioso de todas sus partes, y
no simplemente de una labor vigorosa de uno o dos órganos. El cuerpo es una unidad,
no una mera suma, y funciona mejor como conjunto más que por partes.
Las especialidades en la actualidad tratan a cada parte del cuerpo como si
pensaran que fuera una isonomía independiente sin un valor comunitario agregado.
En la teoría los órganos pueden ser removidos sin que el resultado de esto afecte
especialmente al resto del cuerpo. Sin embargo, no hay órganos inútiles y, mientras
algunos pueden ser extirpados con menos consecuencias graves que otros, la salud
perfecta nunca es posible después de que un órgano del cuerpo ha sido extraído. Las
consecuencia desastrosas que invariablemente siguen a la extracción de las amígdalas
o de las glándulas endocrinas deberían haber mostrado a los hombres de medicina sus
errores. En cambio, esto sólo ha llevado a la creación de otro campo de especialización
y ahora hay un grupo de médicos que trata al cuerpo humano como si fuera nomás
unas cuantas glándulas endocrinas o unas cuantas apéndices sin importancia.
La extinción natural atañe —no a aquellos cuya constitución es meramente
perjudicada, o aquellos que son simplemente degenerados en su estructura,
multitudes de los cuales actualmente sobreviven y procrean a otros con los mismos
defectos— sino solamente a aquellos cuya constitución perjudicada, o cuyas
estructuras defectuosas, son absolutamente incompatibles con una existencia
prolongada. No obstante, se infringe un castigo a cada organismo individual,
conmensurado al nivel de su desviación de lo normal. Esto es cierto tanto si la
desviación es heredada o adquirida.
La pérdida o degeneración, sea individual o a nivel de raza, de cada una de las
funciones positivas de una especie, tiene como resultado un aumento de la
predisposición a la enfermedad, un decremento de la fertilidad y un alta tasa de
mortalidad en la juventud. El mantenimiento de un normal equilibrio recíproco entre
todos los órganos y partes de una especie constituye la plena perfección fisiológica, y
cuando una parte o varias son perjudicadas o deficientes, este equilibrio es afectado.
El mal resultante de esto es mayor y por encima de la mera deficiencia en las partes,
como muestra la pérdida de fertilidad y de vigor en la constitución del individuo.
Qué tanto muchas de las debilidades constitutivas que existen hoy pueden ser
superadas con una apropiada selección de esposas o maridos, queda aún por
descubrir. Justo ahora, quienes están ocupados en la genética humana no están
interesados en este problema, excepto indirectamente. De hecho, no parecen haber
entendido su importancia.
La llamada selección natural es, a lo mejor, solamente una lucha en contra de la
degeneración. Puede ser demostrado que las condiciones adversas que ocasionan la
selección natural, hacen más que eliminar el eslabón más débil, sino que también
provocan una degeneración, tanto en los que a duras penas escaparon de la extinción
como en los más fuertes y vigorosos. Por ejemplo, si Darwin dijo que la “prejudicial
acción directa del clima” elimina a los menos fuertes y menos adaptados, también
puede producir degeneración en los más vigorosos y adaptados. Esto Darwin lo
percibió al decir: “Yendo hacia el Norte, o subiendo una montaña, podemos encontrar
con una frecuencia mayor formas atrofiadas, debido a la acción perjudicial directa del
clima, que si lo hiciéramos hacia el Sur o bajando una montaña”.
Debería resultar evidente que la salud y la fuerza no dependen solamente de la
perfección del organismo sino de la idoneidad de las condiciones bajo las cuales la
vida existe. En resumen, si la semilla, el huevo o el óvulo de una planta o un animal
está por desarrollar la existencia que potencialmente existe en él, ciertas condiciones
son esenciales. Éstas son la humedad, el calor, el aire, el agua, la comida y la protección
de la violencia. Cuando el pájaro joven sale del caparazón, deberá de tener calor, aire,
comida y protección de la violencia además de luz para crecer plenamente como
pájaro.
Esto es válido para los seres humanos. Necesitamos luz, aire, agua, comida y
protección de la violencia. Al igual que los pájaros, necesitamos ejercicio y descanso,
dormir e higiene. Dado todo lo anterior como se requiere, el bebé se desarrolla en un
saludable y bien formado hombre o mujer; siempre y cuando otros elementos no se
involucren para retrasar, subvertir y pervertir su desarrollo. La salud es potencial en
la vida y bajo condiciones naturales es, salvo algún accidente, tan inevitable como el
subir y bajar de las mareas. El hecho de vivir no puede ser sino saludable si las
condiciones de salud están presentes. Pero algo engaña a las fuerzas del hombre, que
lo coloca bajo condiciones diferentes a las saludables y esto afecta a su salud.
La tendencia hacia la salud es universal y tan incesante como el avanzar del
propio tiempo. Esta tendencia es una propiedad heredada del principio de la vida o
protoplasma. Es una necesidad de la existencia. Es inseparable de la vida.
Si las leyes de la vida se cumplen —y si las condiciones para una vida saludable
son presentes— no existe ninguna fuerza conocida por el hombre que pueda
impedirle manifestar una salud soberbia. Si estas condiciones no están presentes, el
cuerpo manifestará tanta salud cuanta las condiciones presentes le permitirán. Si la
salud ya está perjudicada, y las leyes y condiciones de vida sana son cumplidas, no
hay nada que impida al organismo vivo volver a una salud normal, a menos que la
destrucción de partes vitales o el agotamiento de fuerza vital haya progresado más
allá de la capacidad del cuerpo para restaurarse y recuperarse. Sus inclinaciones hacia
la salud serán tan inevitables y espontáneas como el ascenso de un corcho hacia la
superficie del agua después de remover el peso que lo mantenía abajo.
La salud es potencial en la vida. Su cumplimiento depende totalmente de la
observancia de las simples leyes y condiciones de las que depende la vida. Los
requerimientos de la vida son pocos y sencillos, y si son cumplidos y todas las
influencias adversas eliminadas, la salud, en virtud de ese esfuerzo heredado por los
organismos vivos de preservar su integridad funcional y estructural, siempre será el
resultado. También puede ser la consecuencia de hechos fortuitos o circunstancias
favorables o de una vida ordenada inteligentemente. La dirección inteligente es
preferible.
“Como desde raíces extendidas, profundas y resistentes brota el roble como un
fuerte pilar”, así de los más básicos principios de la existencia orgánica brota la
condición de los organismos vivos llamada salud. El doctor Emmet Densmore resume
muy bien el asunto con las siguientes palabras:
“La salud es la recta expresión de la vida animal (y por supuesto orgánica), y
siempre resulta así cuando las condiciones naturales del animal son inalteradas”.
Un hecho desconocido por igual por los físicos y los hombres de ley, es que
todas las funciones del cuerpo son cumplidas con cuanta prontitud, regularidad y
eficiencia como, bajo ciertas condiciones, son compatibles con la seguridad y el
máximo bienestar del cuerpo. En la “enfermedad” y la “salud”, eso es: hasta que la vida
sigue, cada órgano y tejido del cuerpo estará en su lugar, listo y dispuesto a cumplir su
particular función, en la plena extensión de sus habilidades. Ellos van a hacer un buen
trabajo mientras tengan la energía para hacerlo, y cuando carecerán de la energía para
realizar un trabajo perfecto, harán lo mejor que puedan. Nunca harán una acción
equivocada. Cuando las leyes de la gravedad se vuelvan confusas y el cauce del agua se
revertirá y empezará a subir por los cerros, entonces podremos ver que las leyes de la
vida permitan a los órganos del cuerpo emprender una acción equivocada.
Una salud perjudicada, o la enfermedad, es simplemente una disminución de
nivel en la acción de los órganos del cuerpo, entendido como un todo que está hecho
por los mismos órganos en un estado de salud, junto con las deficiencias de las
estructuras y secreciones que fluyen naturalmente por cada actividad deprimida.
El estándar de salud actual es falso. En efecto, representa nada más el estado de
las cosas descrita anteriormente. Un verdadero estándar de salud tendría que ser el
máximo nivel de actividad sana posible en un organismo perfecto. Lo que no se
acerque a eso es salud debilidad o enfermedad. En este sentido, la máxima acción en el
más perfecto organismo humano que conocemos ahora, es una condición de
enfermedad. Eso es, la humanidad está enferma, está lejos de acercarse a la
perfección, y aquel al que llamamos sano es apenas un poco meno enfermo de aquel
otro que llamamos enfermo, o, para ponerlo de una forma más sencilla, aquel al que
llamamos enfermo es sólo un poco menos sano de aquel que llamamos saludable.
La salud es la condición natural de la vida. La salud perfecta es un estado ideal.
La condición del cuerpo no es fija o estática. Fluctúa continuamente. La salud puede
ser representada por una línea ondulada, cuyas ondas ascienden hacia una buena
salud o decaen a una mala salud al cambiar las condiciones de vida. El estándar de
salud de un hombre civilizado es decididamente bajo, si comparado con el de los
animales salvajes en su estado natural, o también cuando se compara con el del
llamado hombre primitivo cuya existencia estaba alejada de los tormentos y
contaminaciones de la civilización. Hay muchas razones para creer que el estado de
salud del hombre moderno es muy inferior del que disfrutaba el hombre primitivo.
Una vida larga, músculos bien desarrollados, una potente estructura ósea,
grande fuerza, una salud vigorosa, y dientes sanos también sin la ayuda de cepillos o
pasta de dientes durante toda la vida, son cualidades que parecen haber pertenecido
al hombre primitivo. Muchos de los llamados primitivos en la actualidad poseen
dientes sanos y fuertes a lo largo de toda su vida. Cushman nos dice que “las
enfermedades mentales y nerviosas eran desconocidas entre los antiguos indios
Choctaws; y la idiotez y la deformidad se veían rara vez”. Catlin dice lo mismo de los
indígenas que visitó tanto en el Norte como en el Sur de América.
Todas las autoridades coinciden en que el sarampión, la viruela, la escarlatina,
las paperas y la tos ferina eran desconocidas por los Indios hasta después de que el
hombre blanco cambiara su estilo de vida. Las muertes prematuras también eran más
insignificantes.
Entre las personas civilizadas, las deformidades y defectos de todo tipo se
pueden encontrar en cualquier lugar. Fuerza, belleza y simetría son ausentes en
ambos sexos. El hombre civilizado se convirtió rápidamente en una raza con cabezas
calvas, dientes falsos, ojos de vidrio y piernas de madera. Cada recurso de los sastres y
los cosmetólogos son intentos para dar una apariencia de salud, fuerza, simetría y
belleza. Ambos sexos parecen estar satisfechos con la imitación. Hombres y mujeres
en los países civilizados podrían casi decirse caricaturas del hombre. Incluso nuestras
llamadas mujeres hermosas son como piezas maestras dibujadas al óleo: se ven mejor
de lejos. No podrían superar una inspección de cerca.
Las mujeres están perdiendo rápidamente sus habilidades para dar a luz y criar
hijos. El embarazo es una enfermedad y parir una operación quirúrgica. Sus hermanos
no son mejores. Las vergonzosas revelaciones de algunos estudios, muestran los
lamentables estándares de salud de los varones en la vida civilizada.
¿Qué significan todas estas deformidades y fealdades y órganos defectuosos y
funciones debilitadas? Significan que el género humano ha degenerado hasta muy por
debajo del estándar natural de salud. La salud tanto del hombre primitivo como del
animal salvaje está muy por encima de la del hombre civilizado. Revisa a un millar de
bacalaos, de antílopes, leones o águilas y verás que todos ellos serán fuertes y sanos.
Serán hermosos, simétricamente desarrollados y presentarán un tipo uniforme. Ellos
no sólo no sufrirán de las varias y diferentes formas de enfermedades que aquejan al
hombre, sino que no habrá deformidad entre ellos. La salud es el camino; la
enfermedad es la excepción. Entre los animales no existe un “sexo débil”.
Hasta que el hombre promedio sea capaz de salir de la cama en la mañana, y,
con la ayuda de varios condimentos, salsas y aderezos, despierte un harto apetito que
le permita comer tres abundantes comidas al día, y, que con un baño frío, café, tabaco,
alcohol y otros estimulantes aguante todo un día de trabajo, él siente que cuenta con
un buen estado de salud. Sus amigos están satisfechos con sus apariencias
“saludables”. Si, no obstante, se enferma y muere repentinamente, exclamarán: “!Qué
inesperado! Si era la imagen de la perfecta salud”.
Una imagen, ¡de hecho! Una imagen y poco más. Lo llamaban sano. Y eso según
sus estándares. ¡Qué estándares tan bajos!
Lo anterior es un triste comentario acerca de la inteligencia del género humano
que considera normal un tal estándar de salud y de que una manera de vivir que
resulta en tan bajo estado de salud siga siendo tolerada e incluso defendida por las
mentes esclarecidas de las escuelas de medicina dominantes.
Piense por un instante en la belleza y perfección de la naturaleza y la constante
tendencia hacia la normalidad tanto en el reino vegetal como en el animal, y, con base
en eso, si puede, considere si la teoría de la enfermedad es más o menos ineludible. Y
también junto a esto tome en cuenta la extraña anomalía de que el cuerpo humano, la
obra maestra de la creación, es sujeto más que ningún otro animal en la naturaleza a la
enfermedad.
Más de la mitad de la raza muere en la infancia, niñez o juventud, antes de los
dieciocho años. El resto es víctima de dolores y sufrimientos más o menos
constantemente. De aquellos que llegan a la madurez, la mayor parte tiene un destello
más de vida y luego muere prematuramente. Si examinamos, de cerca, aquellos que
parecen fuertes y sanos, los encontraremos defectuosos en algunos o muchos
sentidos, o que sufrirán de algunos secretos malestares que afectan su presente y
aumentan su ansiedad y aprensiones hacia el futuro. El mundo entero del género
humano está enfermo. Incluso aquellos que se dicen sanos, si no están sufriendo de
nada hoy, lo harán mañana. La salud, se ha dicho, puede ser representada por una
onda más que por una línea. Se puede agregar que al menos en la actualidad, la onda,
mientras seguido baja bastante, rara vez o nunca sube muy alto. Esta es una fiel
descripción de la condición normal del género humano. De hecho, hemos dulcificado
la imagen más que exagerar.
No hay razones para andarse con rodeos. El género humano, hecho para la
salud perfecta, dista mucho de tenerla. Cada dolor y molestia, cada defecto, tanto
ligero como importante, es una evidencia de esta falla. Cabezas calvas, ojos de vidrio,
piernas de madera, dientes falsos, granos, manchas, obesidad, emaciación, debilidad,
pérdida de resistencia, “predisposición a la enfermedad”, miedo, preocupación,
irritabilidad, insomnio, guerra, crimen, lascivia, vicios: esto y más representa un
estándar de salud que está muy por debajo del que goza el más bajo de los animales de
la selva o el campo.
Cada consultorio médico, cada hospital, sanatorio, asilo, casa de reclusión,
burdel, cada tienda de grog o café, cada iglesia cristiana, cada farmacia y cada fábrica
de drogas o sueros, cada revista o libro que tiene que ver con la salud, son
singularmente, o combinados, una prueba de que el género humano está trabajando
bajo un estándar de salud que raya perpetuamente en la muerte.
El saludo nacional en varios países, que es sustancialmente: “¿Cómo estás?”, es
una muestra constante de la pobre salud con que cuenta habitualmente el hombre. Y
aquellos que pretenden ostentar una buena salud normalmente sólo están fingiendo.
La duración promedio de la vida en la actualidad es un tercio de lo que debería
ser y este corto periodo está normalmente lleno de un sinnúmero de achaques y
dolores, debilidades y enfermedades. Esto es tan universal que el género humano ha
adquirido el hábito de aceptar el promedio de humanidad enferma como
representación del hombre o mujer normal.
Los estándares “normales” de peso corporal, presión sanguínea, ritmo cardiaco,
acidez en las orinas, etc., son todas un mero promedio de un montón de hombres y
mujeres anormales y sobrestimulados que presentan estos factores. Ellos no encarnan
un acercamiento a lo ideal. La normalidad no se puede hallar haciendo un promedio
de la anormalidad. Esto coloca el estándar de salud demasiado abajo.
Mucho se ha dicho al día de hoy sobre el incremento de la esperanza de vida.
Sin embargo, este incremento es nada más aparente y no real. Relativamente menos
personas están logrando hoy alcanzar la vejez que incluso en el pasado. La duración
promedio de la vida ha aumentando, pero no su actual duración. La mortandad infantil
ha sido enormemente disminuida. Más niños crecen y alcanzan la madurez que en el
pasado.
El California State Journal of Medicine de noviembre de 1922, sentencia: “Nunca
en la historia del mundo había habido tanta enfermedad como en la actualidad”. Se
estima que en Estados Unidos aproximadamente 148,650 personas mueren
anualmente por influenza o neumonía; 49,585 por otras enfermedades respiratorias;
15,100 por trastornos del hígado; 10,915 de bronquitis; 10,400 por trastornos
estomacales; 10.185 por trastornos intestinales; 4,000 por anemia y muchos miles
más por otras innumerables afecciones. Es conocido que relativamente menos
personas alcanzan hoy los 100, 80, 60 o incluso 50 años,que antes. Las estadísticas
sobre la vida revelan que cada año 366,000 personas mueren en este país antes de
cumplir los 30; 449,000 antes de los 40; 543,000 antes de los 50; 655,000 antes de los
60; 786,000 antes de los 70; y 919,000 antes de los 80. Muy pocos superan la edad de
80, que difícilmente su valor se toma en cuenta. Aún los 80 años distan mucho de la
edad a la que el hombre debería naturalmente esperar alcanzar, si juzgado tan solo
con los estándares animales. Un animal vive, en promedio, de cinco a siete veces la
cantidad de tiempo que necesita para alcanzar la completa madurez física. Juzgado
con estos estándares, la expectativa de vida de un hombre debería ser al menos de
120 años. El promedio no alcanza ni la mitad de esto.
El profesor Irving Fisher, de Yale, hizo los siguientes comentarios en su
participación, hace algunos años, en el Twentieth Century Club:
“La verdad es que estamos presenciando una carrera entre dos tendencias: la
reducción de enfermedades infecciosas o agudas, como es la tifoidea, y un incremento
en las enfermedades crónicas y degenerativas, como el endurecimiento de las arterias
o las enfermedades del cerebro.
“Este proceso nos llevará dentro de poco a cambiar nuestra ganancia neta en el
promedio de esperanza de vida a una netamente inferior si no atacamos los
problemas degenerativos muy pronto. Esta situación es especialmente alarmante para
nosotros en Estados Unidos porque la tendencia hacia la degeneración es más
evidente aquí que en cualquier otro lugar.
“El número de personas que ahora mueren por enfermedades de los vasos
sanguíneos (arterioesclerosis) es casi cuatro veces mayor que hace diez años. La
mortalidad por esta enfermedad constitutiva en tres décadas ha incrementado del 86
por ciento en Massachusetts y 94 por ciento en quince ciudades americanas”.
En este país 132,000 personas mueren actualmente de tuberculosis; 120,400
de enfermedades del corazón; 90,000 de cáncer; y 77,500 de enfermedades del riñón.
Un hombre de cada diez muere de cáncer. Una de cada siete mujeres muere de cáncer
en el útero. Se estima que 25 millones de personas de la actual población de las
naciones civilizadas morirán de cáncer. 75,000 personas murieron de cáncer en los
Estados Unidos en 1913; 110,000 en 1923, un incremento en diez años de cerca del 47
por ciento. En 1900 la tasa de mortalidad en 23 ciudades, que aglutinaban a 20
millones 839 mil 737 personas, fue del 62.9; en 1923 fue de arriba del 108.5 por cada
100 mil personas, un aumento de más del 72 por ciento en poco más de dos décadas.
25 por ciento de este incremento ocurrió de 1900 a 1913, y 47 por ciento de 1913 a
1923, haciendo que el incremento en los últimos 10 años fuera mayor que los
precedentes 13 años en un 88 por ciento.
Cáncer, agotamiento, enfermedades circulatorias y del corazón, enfermedades
del cerebro, diabetes, enfermedades mentales y nerviosas y otras crónicas y
degenerativas están aumentando rápidamente. Hay en la actualidad en Gran Bretaña
una persona enferma de cada doscientos en contraste con una cada seiscientos
cincuenta en 1870.
Este estado de la cuestión es un triste análisis sobre nuestra pretenciosa
civilización. Todas estas enfermedades son prácticamente desconocidas entre los
llamados salvajes, a quienes solemos despreciar como nuestros inferiores. Estas
enfermedades son totalmente desconocidas entre los animales salvajes en su estado
natural.
Que el moderno estándar de salud sea muy bajo se evidencia por el hecho de
que, como regla, los soldados en todas las guerras “caen víctima de enfermedad” de
tres a diez veces más que por herida o por ser matados, y cuatro veces más “mueren
por enfermedad” que por causas de guerra.
Un estilo de vida y un sistema de tratamientos que, juntos, son más mortales
que la guerra, puede provocar que las personas reflexivas se detengan a considerar
cuidadosamente los problemas de la salud y la enfermedad. Nadie puede ser lo
suficientemente audaz para afirmar que un estilo de vida y un sistema de tratamientos
que producen resultados tan desastrosos están en armonía con las leyes naturales o
las necesidades de una vida saludable.
La conclusión final es que el hombre está avanzando regido por un estándar
muy bajo de salud, que representa un deterioro universal del cuerpo y la mente. Y aun
así no hay nada más cierto de que la salud —la buena salud— es su estado natural o
normal. No hay nada más cierto de que la buena salud es el único resultado legítimo
de una irreprochable actividad de todo y cada uno de los órganos y funciones del
cuerpo humano. La buena salud es un derecho del hombre. Lo que hace que no lo goce
no es una falla de su estructuras y funciones; ni una falta a las leyes que gobiernan su
devenir, ni tampoco un fallo en las fuerzas y condiciones naturales que lo rodean. Las
verdaderas causas de una salud deteriorada se tienen que buscar en su fracaso en el
cumplimiento de las leyes y necesidades de la vida. Todos sus males derivan de un mal
uso de sus energías naturales, y no del uso correcto y apropiado de cualquiera de ellas.
Si un hombre está enfermo no es porque ha sido creado así. El Creador lo
fundió en el más noble molde. En el aspecto y la forma y la fuerza, está en la cumbre de
la creación, es un brillante tributo al eterno Arquitecto. Está hecho para la salud y la
felicidad y la intención divina está impresa en cada uno de sus órganos y es expresada
por cada función ejecutada por ellos. Bien decía Adolph Just:
“El hombre procede en origen de la mano del Creador absolutamente sano y
bueno, sin ninguna mancha en el cuerpo y en el alma. La obra del Creador
Todopoderoso e Infinitamente Sabio no puede en efecto tener, desde el principio, un
imperfecto y defectuoso, un enfermizo y pecaminoso, un miserable e infeliz devenir”.
“De la fuente primigenia del amor eterno todo el Universo fue creado: Dios ha creado
el mundo desde el amor y desde el amor lo mantiene. Desde el infinito amor de Dios,
de su omnipotencia y omnisciencia, sólo lo bueno, hermoso y noble puede crecer,
hasta que el hombre no de pasos para perturbarlo, mientras que el dolor, la
enfermedad, la angustia, la miseria, lo malo y lo peor no pueden originalmente emanar
de la eterna bondad”.

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