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CAPÍTULO IV.

LA OBJETIVIDAD DE LA VERDAD HISTÓRICA

Hay tres acepciones del adjetivo “objetivo”: 1. Es ‘objetivo’ lo que procede del objeto, o sea cuanto
existe fuera e independientemente de la conciencia cognoscente. Por tanto, es objetivo el
conocimiento que refleja. 2. Es ‘objetivo’ lo que es cognoscitivamente válido para todos los
individuos. 3. Es ‘objetivo’ lo que está exente de afectividad y, en consecuencia, de parcialidad.
El conocimiento es objetivo, cuando procede del objeto. El sujeto desempeña en el conocimiento
histórico un papel activo, y la objetividad de este conocimiento siempre contiene una dosis de
subjetividad. De lo contrario, este conocimiento sería ahumano o sobrehumano.
Paul Ricoeur formula la tesis de que el historiador constituye una parte de la historia. La llamada
objetividad puta es una ficción; el factor subjetivo está introducido en el conocimiento histórico
por el mismo hecho de la existencia del sujeto cognoscente. P 338.

Nunca se puede exigir del historiador la imparcialidad en el sentido estricto del término. Sólo el
hecho histórico que el historiador estudia puede ser imparcial. Pero el historiador, si quiere valorar
este hecho, debe tomar posición”. P. 339. La posición del historiador puede y debe ser científica,
puede ser elevada, pero siempre será una posición, un punto de vista.

Según Paul Ricoeur, hay dos subjetividades: una, la que está ligada naturalmente al papel activo
del sujeto en el conocimiento y por ello no puede ser eliminada por completo, aunque sus efectos
puedan ser superados en el proceso infinito del perfeccionamiento del conocimiento; otra, la
subjetividad que procede de fuentes extracientíficas, tales como el interés personal, la animosidad
hacia una persona, los prejuicios contra ciertos grupos humanos, nacionales, étnicos o sociales por
ejemplo. P. 340.

El historiados (sujeto cognoscente) es un hombre como cualquier otro y no puede librarse de sus
características humanas: no está en disposición de pensar sin las categorías de un lenguaje dado,
posee una personalidad condicionada socialmente en el marco de una realidad histórica concreta,
pertenece a una nación, a una clase, a un medio, a un grupo profesional, etc. P. 341.

El conocimiento individual siempre está limitado y gravado por el influjo del factor subjetivo;
verdad parcial que no puede ser más que relativa. En cambio, el conocimiento considerado a escala
de la humanidad, concebido como un movimiento infinito que consiste en superar los límites de
las verdades relativas mediante la formulación de verdades más completas, es un proceso tendiente
hacia el conocimiento íntegro. P. 343.

La acción del sujeto sobre el conocimiento es inevitable: eliminar el sujeto de la relación


cognoscitiva es suprimirla. A partir de esto la conclusión es evidente: si bien la tendencia a la
objetividad del conocimiento no puede consistir en la eliminación del factor subjetivo, debe ser
realizada por y en la superación del factor subjetivo de sus manifestaciones concretas y de las
deformaciones que introduce; superación que constituye necesariamente un proceso infinito. P.
344.

El sujeto cognoscente, socialmente condicionado y portador del factor subjetivo en el


conocimiento, no es un átomo aislado semejante a la ‘mónada sin ventanas’ de Leibniz, hermético
a toda acción exterior. Por el contrario, está determinado por su medio y la ciencia contemporánea
en la medida, evidentemente, en que está suficientemente instruido. Y precisamente por este canal
penetran también del modo más natural en la conciencia del sujeto cognoscente las informaciones
sobre el factor subjetivo en el conocimiento y su papel deformador. P. 348.

(…) se puede formular el postulado realista de una búsqueda de la objetividad del conocimiento,
en el sentido de un proceso que intenta superar las influencias limitativas, constrictivas y
deformadoras del factor subjetivo. A este postulado le damos una doble interpretación: la primera,
más “primitiva”, consiste en considerar la exigencia de escribir la historia sine ira et studio como
una llamada hacer caso omiso de las animosidades y de los intereses extracientíficos que
contrarrestan la verdad histórica; la segunda, más sutil y compleja, se limita a solicitar al
historiador que proceda a una autorreflexión sobre el condicionamiento social de sus puntos de
vista, como medio para superar las influencias limitativas y deformadoras del factor subjetivo. P.
353.

Tras el camuflaje de las palabras sobre la objetividad del condicionamiento de clase, se disimula
en realidad un subjetivismo cognoscitivo que niega dogmáticamente las realidades sociales y
deforma el conocimiento de los fenómenos sociales. P. 360. La diferencia entre el pensados que
comprende la influencia de la estructura de clase de la sociedad sobre el conocimiento y el
‘objetivista’ que, negando estas realidades, no puede comprender el mecanismo de su
funcionamiento, es considerable. P. 361. La teoría marxista no sólo no implica contradicciones
entre la directriz del perfeccionamiento de la objetividad del conocimiento y la directriz a adoptar
en las posiciones de clase, un espíritu de partido, sino también el marxista al fijarse la verdad
objetiva como fin, lo realiza a través de la superación de sus límites cognoscitivos, incluidos los
límites que están ligados al punto de vista de clase que adopta. P. 361.
La verdad alcanzada en el conocimiento histórico es una verdad objetiva. El subjetivismo especula
sobre esta relatividad, confundiendo el problema de la verdad objetiva con el de la verdad absoluta.
´p. 362.
El historiador debe seleccionar los materiales históricos; es preciso, por tanto, que valore su
importancia. Se supone pues que existe un sistema de referencia con relación al cual el criterio
dado de la importancia es viable. Este sistema de referencia es un objetivo determinado, una tarea
que el historiados plantea como un deber social. Cuando este deber organiza el trabajo del
historiador, se elimina el riesgo de arbitrariedad y subjetivismo en la elección de materiales, el
trabajo del historiador se convierte en objetivo. P. 364.
De acuerdo con nuestra concepción de la verdad relativa objetiva, el problema consiste en
comparar la verdad histórica, considerada como una verdad parcial, incompleta y, en
consecuencia, relativa, con el conocimiento ideal que proporciona un saber total, exhaustivo y, por
consiguiente, absoluto sobre el objeto. P. 365.
La teoría de la relatividad objetiva insiste sobre la argumentación del relativismo cognoscitivo;
cuando emplea el término ‘objetivo’ se refiere exclusivamente a la adecuación de la selección de
los materiales históricos desde el punto de vida del fin del estudio; ‘objetivo’, en este caso, significa
‘adaptado a las necesidades dadas’ y, en consecuencia, ‘no arbitrario’. P. 367.
La teoría de la verdad relativa objetiva concibe la objetividad como la aceptación de existencia
objetiva de la realidad que el conocimiento refleja; la teoría de la relatividad objetiva concibe la
objetividad como una ‘adaptación a las necesidades dadas’, como 0la adaptación al objetivo o fin
dado’, haciendo atracción del problema de la relación entre el conocimiento y la realidad. P. 368.
El punto de vista general, considerado en realidad como un axiomna, es que el historiador empieza
por los hechos y son precisamente ellos (los hechos históricos) el objeto de su estudio y de su
conocimiento; el término “hecho” designa aquí un acontecimiento concreto del pasado. P 369.
Es falso que el historiador inicie su empresa científica con los hechos; también es falso que los
hechos constituyan el objeto de su empresa, el objeto sobre el cual ejerce su estudio y su
conocimiento- estos errores son secuelas de la fe positivista en un modelo de la historia escrita, a
partir de un mosaico de hechos constituidos que el historiados se limita a reunir y exponer. P. 370.
En su trabajo, el historiador no parte de los hechos, sino de los materiales históricos, de las fuentes,
en el más amplio sentido del término, con cuya ayuda construye lo que denominamos los hechos
históricos. P. 370.

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