Sobre lo anterior es posible observar, por ejemplo, en casos como el sistema de educación
escolar, donde en colegios municipales o públicos se les está enseñando mapudungun, donde
las señaléticas también están escritas con esta misma lengua, para que, de alguna manera, se
de cuenta y se visibilice la cultura mapuche desde temprana edad. Otro caso de inclusión es
que se está dando, es en las instituciones como la Corporación Nacional de Pueblos Indígenas
(CONADI) y los departamentos indígenas en las municipalidades, que dan cuenta del trabajo
y proyectos de inclusividad de la cultura Mapuche en la capital, como una manera de
retribución de reintegración a practicas y tradiciones que existen, para fomentar un poco más
el significado de la cultura mapuche en la ciudad.
Reconstruir la historia del pueblo nación mapuche en Santiago, tiene una larga historia,
si bien, diferentes documentos sobre todo de historia dan cuenta que estos no se establecieron
primigeniamente en esta zona a diferencia de todo el sector centro sur, estos luego de
diferentes procesos de usurpaciones y empobrecimiento, tuvieron que emigrar a zonas
urbanas para su subsistencia, fue en ese momento cuando se erradican un gran numero de
este pueblo nación en la capital. Se puede evidenciar, no solo a través de estudios, sino por
medio de la experiencia personal, como habitante de Santiago, que los Mapuches y la
percepción de estos ha ido mutando, desde procesos de discriminación y negación de un
pueblo que hasta el día de hoy a luchado y resistido, con una visión poco integradora y llena
de prejuicios, donde “en la medida de lo posible” se ha tratado de generar políticas y procesos
más inclusivos, en lo social y cultural.
Una de las causas que más influyó en la migración campo ciudad (específicamente
Santiago), fue el empobrecimiento de las comunidades, que se remonta a finales del siglo
XIX y fue originada por un sistema de tenencia de tierra que provocó usurpaciones y ventas
irregulares, así como por la reconversión de la economía rural regional. Este proceso se
intensificó en la segunda mitad del siglo XX (Bello, 2002) tras la promulgación del Decreto
de Ley 2.568 de 1979, que hace referencia a la división de las tierras indiǵ enas y la
liquidación de las comunidades, bajo la dictadura civ́ ico militar, determinando que muchos
mapuche llegasen a vivir a los sectores periféricos de la ciudad durante la década de 1980
(Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, 1979). De este modo, actualmente la Región
Metropolitana acoge a uno de los grupos más grandes de mapuche con dos y tres
generaciones nacidas en la ciudad (INE, 1992, 2002).
En Santiago, los mapuche migrantes se enfrentaron a una ciudad racista, con escasez de
viviendas y una oferta de trabajos mal remunerados y de gran demanda horaria. Este contexto
promovió una serie de tomas de terreno en las comunas periféricas de la ciudad organizadas
por vecinos de diversas procedencias, que fueron gestando un sentido de pertenencia y
promoviendo la asociatividad en torno, fundamentalmente, a la organización barrial. Aunque
una conciencia étnica no estaba tan presente durante los primeros años (Campos, 2002),
producto de la discriminación hacia lo indiǵ ena, sí primaba una enorme sensación de soledad
y desamparo que fue impulsando la búsqueda de la comunidad perdida en la ciudad.
Si bien es importante dejar en claro mencionar que las problemáticas del pueblo Mapuche
son de tipo históricas, como se ha mencionado anteriormente, apuntan a una discriminación
y transgresión de derechos, que se traducen en problemas asociados a la toma de sus
territorios o usurpación de los terrenos, militarización, pobreza e infertilidad de las tierras, el
cual la gran mayoría se debe a la ocupación de las grandes empresas en territorio ancestral.
Esto también conlleva a otras problemáticas que tienen que ver con factores socioculturales,
como es el caso de la pobreza y la introducción de prácticas que no son propias de los pueblos
indígenas.
Dentro de este contexto, se hace necesario comprende que uno de los fenómenos que el
Mapuche urbano fue experimentado fue un proceso de aculturación que es muy propio del
fenomeno de la migración, indudablemente son temas que se vinculan entre sí, ya que implica
una serie de procesos que pueden afectar su adaptación a la nueva sociedad que viven, por
tanto, es de gran importancia estudiar este fenómeno en distintas disciplinas del área social.
Por una parte el proceso de aculturación, se debe entender como una construcción de
identidad, a partir de “un proceso dinámico que ocurre cuando se pone en contacto entre
distintas culturas, donde uno u otro busca provocar un cambio hacia una cultura o ambas que
ocurre a nivel de grupo o individuo (Berry; 1980: 2), al relacionar esto con el fenómeno de
la migración, se puede entender como un cambio sustancial en los individuos al tener que
adaptarse a una cultura diferente y en este caso también por medio de la violencia, mediante
la discriminación de manera sistemática y reiterada que fuenon viviendo, como también a las
sociedades; incluir e integrar nuevas costumbres y creencias. En la actualidad, dicho
fenómeno se ha ido problematizando aún más, esto, porque lo social se agudiza debido al
“entramado de interacciones sociales tejidas entre los actores” (Pérez; 2010: 2). Esto surge
entre la relación de los Mapuches en su nuevo entorno y de todas las consecuencias que esto
conlleva (social, cultural, económico, político, etc.).
En el caso de Santiago, en ese periodo donde hubo un mayor flujo de migración campo
ciudad, mayoritariamente fue una gran oleada de población de Mapuches empobrecidos que
llegan al país en busca de nuevas oportunidades, como también buscando mejorar sus
condiciones de vida. Sin embargo esto ha conllevado a una serie de problemáticas y que esto
no es solo de Desde el punto de vista del Estado, una de sus motivaciones en relación a los
pueblos originarios es la búsqueda del reconocimiento de sus derechos, si bien a lo largo de
la historia se han realizado una serie de leyes y decretos, como también el proyecto de la
creación de un departamento ministerial de pueblos originarios. Estos quedan completamente
al debe con dicho reconocimiento, ya que sus leyes trabajan básicamente en pos de empresas,
haciendo tratos injustos sobretodo en relación con el territorio indígena, como también es el
caso de los estados de derecho y la criminalización de los pueblos originarios, puntualmente
el que ha vivido en pueblo mapuche. Esto, ha llevado una serie de eventos terribles, como es
el caso de asesinatos (paradójicamente ocurridos en democracias) de activistas políticos.
Otro de los temas que se relacionan con el hecho de no existir con una autonomía, es el
caso de la gobernanza para controlar, como es el caso de la racionalidad practica que trata de
dialogar con representantes mapuches en mesas de diálogos, al igual que el caso de la
gobernabilidad, puesto que hace o bien construye una idea de la estabilidad política es
fundamental para el desarrollo de un país, de este modo, los aparatos del estado quedan
totalmente limitado a formas institucionales formales y que -como consecuencia- Apelan a
esta adherencia popular de creer que la resistencia que ha vivido el pueblo mapuche no es
más que actos de tipo criminal, lo que con mayor razón les ha implicado la imposibilidad de
autogobernarse y sobre todo siguendo la tematica del Mapuche Urbano en Santiago, estar
aún más distanciado y diferenciado de los otros que viven en regiones como el Biobìo o la
araucania, que coinciden en una lucha de resistencia histórica pero vivida de modos
diferentes.
A partir de lo anterior, la historia del Mapuche urbano establecido en Santiago, en
relación al significado del proceso de la percepción que las personas habitantes del territorio
poseen respecto los pueblos originarios, también se puede comprender desde un prisma más
histórico, esto, porque toca profundamente a todos los individuos de manera transversal
durante diferentes periodos, no sólo a nivel país, sino que, a nivel global, ya que es parte de
la acción social que realizamos y construimos día a día los unos con los otros, en distintas
formas. es relevante estudiar el cómo vemos o persivimos al otro -diferente-. También como
una acción social. Se debe tener eco en la población de manera positiva, pero también de
manera negativa, como es el caso de la discriminación y segregación. En este sentido, los
individuos tienden a la negación del otro Mapuche más que al entendimiento y/o a la apertura
sociocultural que esto implica, donde se aloja mayormente -en el comportamiento de la
población-, un actuar muchas veces negador e invalidante que se traducen en base a
relaciones de poder, ya sea por parte de grupos a nivel macro, organizaciones e instituciones
dominantes y desde lo privado o más bien un nivel micro en barrios, en el trabajo o vínculos,
lo que hace que el proceso de aculturación en este caso haya sido algo primordias en la
subsitencia y resistencia, sobre todo en Santiago, donde se pueda entender como “Un proceso
continuo de interacción entre grupos de diferente cultura. Los individuos y las comunidades
son los que reaccionan ante el contacto, no las costumbres” (Guissi, 2004:17). En este caso
el nivel de reacción de los Mapuches puede ser mayor o menor al tratar de adaptarse a
patrones culturales y perder parte de su propia identidad.
Fueron factores como los señalados que hicieron de alguna manera compartir estructuras
de significado (Larraín, 2003) y que los hace convertirse en miembros de una comunidad
particular y por lo tanto identificable; somos individuos cuya identidad se ha configurado en
términos de estos significados y relaciones. Finalmente, el aspecto cultural que media la
construcción de identidad (y como este imprime en estas un sentido de pertenencia y
localidad) hace sentido a la hora de establecer una implicación del Mapuche urbano en cuanto
una identidad migrante campo ciudad, entendiendo esto como un proceso mediante el cual la
adopción de nuevos rasgos culturales reconfigura las identidades bajo nuevas estructuras y
patrones simbólicos, es decir, bajo una cultura foránea.
El problema de fondo asociado al choque cultural tiene que ver precisamente con la alta
capacidad que tiene el contexto socio-cultural a la hora de generar cambios profundos en la
estructura mental e interpersonal del inmigrante, lo que puede llegar incluso a suprimir de
manera total las expectativas que en algún momento le condujeron a tener como lugar de
referencia el país de destino. Luego, dependiendo del desenvolvimiento del sujeto, la autora
recopila un modelo que señala los distintos tipos de manifestaciones asociados al choque
cultural; entendiéndose como acciones que guían el comportamiento del inmigrante; entre
los que encontramos.
Sin embargo, es importante considerar que, las cosas cambiaron recién a partir del año
1992, cuando se incorporó oficialmente, por primera vez, la pertenencia étnica como variable
dentro del Censo de Población. Los resultados del Censo de 1992 dejaron entonces en
evidencia una realidad que contrastaba fuertemente con la representación que la sociedad
chilena se había forjado de los pueblos indígenas. Contrarrestando el imaginario de un
mapuche rural, ligado a la vida en reducción y una cultura tradicional casi inmutable, el
Censo de 1992 develó una insospechada tasa de urbanización -cerca 80%-, resultante de un
importante y antiguo flujo migratorio desde las comunidades del sur hacia los principales
centros urbanos del país. Al dejar que los individuos, independientemente de su lugar de
residencia, se identificaran libremente con uno de los tres grupos indígenas entonces
formalmente reconocidos por el Estado chileno. (Sepulveda & Zuñiga, 2015, p.6)
Ocurre así también con los procesos que vive el Mapuche, en este caso ya inserto en una
nueva sociedad. El “¿cómo me adaptaré?”, y por lo tanto, “¿cómo me asentaré?” viene dado
en sus inicios -y lastimosamente para algunos en el total de su experiencia- por los rasgos
constituyentes del individuo, por un lado la suerte de “carta de presentación” que deviene
muchas veces por sus rasgos, y por otro las particularidades del emigrado: costumbres, su
situación económica, entre otros. Todo el trasfondo de la experiencia de haber sido en un
principio configura un sentido de pertenencia, que muchas veces es problemático, en el
sentido de no sentirse ni de aquí, ni de allá, en el sentido de haber perdido el sentido de
pertenencia del lugar de origen, como también al que ya se está establecido.
Bibliografía