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Necesidades y oportunidades en la familia

Alejandro nació unos meses antes; la alegría de las primeras


semanas había disminuido un poco, dejando lugar a cierto cansancio.
Julia y Pedro, sus padres, se sentían en una situación incómoda. No
tenían tiempo para ellos ni para charlar o estar en pareja.

Una noche se sentaron a conversar.


–Estoy feliz por la llegada del niño, dijo Pedro, pero a veces quisiera
que la vida fuera más tranquila, sin tanto agite.
–Te entiendo, dijo Julia, pero ¿sabes una cosa?: yo creo que la vida de
ahora, si hacemos ciertos cambios, puede ser aún más feliz que
nuestra vida de antes. Es cuestión de organizarnos y dividirnos bien
el trabajo para atender las necesidades de la familia.

Unos ruidos desde el cuarto del hijo reclamaron su presencia. Al ver


la sonrisa de Alejandro sintieron que esa alegría tan honda
compensaba ampliamente la falta de sueño y el cansancio de las
últimas semanas, tan agitadas.

Reflexionemos y compartamos

 ¿Cómo atendemos las necesidades de nuestros hijos?


 ¿Cuáles son las principales necesidades de los padres como pareja?

 ¿Cómo debe involucrarse el padre en el cuidado del hijo y de la hija?

 ¿Ustedes como padres han dedicado un tiempo para salir como pareja,
juntos?
 ¿Cuál es la principal fortaleza de ustedes como familia?
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Consultemos y debatamos

El nacimiento de un hijo o una hija es, tal vez, el encuentro más


grande, importante y trascendente que puedan tener los seres
humanos. En ese momento termina un largo periodo de espera y se inicia la
más prolongada de las relaciones, que desde el momento de la concepción
se venía dando con intensidad. Este acontecimiento va a influir mucho en la
dinámica de la vida familiar. El niño tiene sus necesidades, los padres y
parientes las suyas. Sin embargo, es posible compaginar las del pequeño con
las nuestras.

Cuando un niño nace, la madre, el padre y su hijo se ven por primera


vez y pueden sentirse, palparse y disfrutarse. También se estrecha el
vínculo afectivo, que debe basarse en nuestra aceptación incondicional.

El recién nacido tiene necesidades físicas y afectivas, es decir, siente


hambre, sed, frío o calor y necesidad de compañía y amor. Mediante la
satisfacción de estas necesidades se relaciona con el mundo exterior y esto
va a contribuir a crear una confianza básica con sus padres, su familia
y su alrededor, con los cuales se familiariza poco a poco y a los que se
adapta de manera paulatina.

De estas relaciones afectivas, el vínculo entre la madre, el padre y el


hijo es la más importante de todas, y se forma de manera básica, natural,
íntima y profunda. Este enlace significa una relación activa y recíproca que
crece cada día y garantiza que el niño alcance su independencia posterior
con mucha seguridad y sin mayores problemas. Para expresar nuestro afecto
con el niño y con nuestra pareja debemos encontrar las situaciones y
condiciones más favorables.

Después del mes de nacido, el niño crece muy rápidamente y demanda que
le dediquemos mucho tiempo, para continuar satisfaciendo sus necesidades
afectivas y físicas.
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El niño que vemos tan pequeño tiene desde ya grandes habilidades: aprende
a diferenciar afectos favorables y desfavorables y expresará su sensación de
agrado o desagrado, manifestará sus preferencias. Pronto aprende quién lo
cuida y crea un lazo especial con él.

El recién nacido tiene, además, necesidad de experimentar placer y su


boca es el mejor sitio para ello; uno de esos placeres lo representa la
succión: el recién nacido lleva las manos o los dedos a su boca y, así, logra
satisfacer su necesidad de chupar y consigue una sensación de tranquilidad y
bienestar.

Es necesario que el niño coma y duerma libremente con el apoyo de la


madre, el padre o de la persona que lo cuida. El niño pequeño necesita un
cuidado permanente y efectivo, que debe ser ofrecido de manera ágil,
oportuna, sencilla, y, sobre todo, muy amorosa.

La madre y el padre obtienen numerosas satisfacciones del cuidado


del niño, algunas de tipo físico, como las que tiene la madre con la
lactancia, porque descarga la plenitud de los senos, y otras como las caricias
que estimulan el tacto y liberan sensaciones placenteras de carácter
emocional. El hecho de verse reproducida, de ver reproducido el
objeto de su amor y de sentirse necesaria para alguien permite que
la mujer se satisfaga y goce la maternidad.

Ante la llegada del recién nacido todos sentimos cambios dentro de


nosotros mismos; el padre, por ejemplo, siente gran satisfacción al tener
un hijo, siente como si se dilatara, como si se afirmará aún más en la vida.

El niño tiene también unas necesidades para satisfacer en forma adecuada


su proceso de aprendizaje, que se estimula, sobre todo, por medio de los
sentidos, manera en que recibe estímulos a los que responde y con los que
se familiariza cada vez más; por ejemplo, busca el pezón para mamar
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girando su cabeza cuando se le estimula suavemente la mejilla. Además, a


medida que pasan los días busca la luz y sigue los objetos luminosos.

El llanto es la forma de comunicación del recién nacido para


expresar sus necesidades. Por ello la madre, el padre o el responsable
deben acudir lo más pronto posible para descubrir qué desea: si el seno
materno, una manta, el cambio de posición o, sencillamente, la revisión del
pañal.

Hacia los cuatro meses empieza a comunicarse por medio de sonidos como
gorgoreo o laleo, expresiones que más tarde se convertirán en precursores
de palabras. Es necesario hablarle al niño pequeño repitiendo una y otra vez
las palabras para que él tenga la posibilidad de repetir utilizando la imitación,
que es una gran habilidad de este periodo.

En el preescolar el lenguaje se enriquece rápidamente y cada día su


conversación tiene mayor contenido, lo que satisface enormemente su
necesidad de compartir con otras personas y expresar sus deseos y
opiniones, razón por la cual es necesario que se le tome en cuenta y se le
incluya en el dialogo familiar.

Es necesario que hagamos una división del trabajo familiar y del


cuidado del niño, ya que la madre necesita disponer de un tiempo de
descanso para recuperar las fuerzas que requiere la atención del
niño. Para ella Es bueno cuidar su figura, hacer ejercicios, preocuparse por el
cuidado de la piel y, en especial, de los senos para la lactancia. La mujer
necesita una alimentación sana, adecuada y suficiente en beneficio propio y
del niño, así como el mantenimiento de una buena imagen personal que la
haga sentirse bien y verse bonita y atractiva. Los adultos también
necesitamos cuidarnos y querernos a nosotros mismos.

En su preocupación por la crianza los padres no deben olvidar sus


necesidades como pareja. Es necesario que dediquen tiempo para estar
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juntos, hablar, consentirse y cuidarse. No hay mejor ocasión para fortalecer


la relación y expresarse el amor que la llegada de un hijo.

Así mismo, las relaciones con otros miembros de la familia extensa como
abuelos, tíos y otros parientes deben mantenerse sin temores y permitir que
todos puedan disfrutar de la llegada del niño.

Aun cuando es bueno oír los consejos de personas experimentadas, es


necesario evitar con tacto y delicadeza demasiada influencia externa en las
prácticas de crianza, ya que cada pareja debe descubrir su propia forma
de ser padres. Sin embargo, la posibilidad y necesidad de solicitar
orientación y consejo del equipo de salud debe quedar siempre abierta.

Quienes tenemos la responsabilidad de cuidar al niño debemos


entonces dedicar gran parte de nuestro tiempo a descubrir esas
necesidades, y con mucha paciencia y cariño garantizar su
satisfacción. De esta forma repetida, eficiente, tranquila y amorosa se van
formando los hábitos que necesita para desarrollarse en armonía y adquirir
independencia a medida que tiene más edad.

Cuando el niño camina se siente libre, pero al tiempo manifiesta cierto grado
de temor de estar alejado de su mamá o de su papá y se le verá angustiado
cuando se aleja, de tal manera que pronto regresa a buscarlos. Esta situación
se repite varias veces al día, pero a medida que pasa el tiempo se torna más
seguro de sí y la tensión disminuye, permitiéndole mantenerse lejos de los
padres por periodos más prolongados. Este logro en el desarrollo del
niño exige mucho cuidado y vigilancia de los lugares de la casa por
donde él quiere desplazarse y que puedan representar riesgo de
accidentes.

En esta época disminuye la necesidad de tiempo para dormir, pero aumentan


las demandas de estímulos como las voces, la música, los juegos y los
ejercicios que le permiten al niño comportarse como todo un explorador
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del mundo que lo rodea. En esta primera etapa de la niñez se vuelven


muy ágiles y necesitan espacios adecuados y seguros para desarrollar
actividades físicas.

Entre los dos y tres años, el niño generalmente logra el control de la


deposición y la orina, hecho que refleja el gran desarrollo y madurez
alcanzados con la orientación y apoyo de padres y adultos que los cuidan.

Al acercarse a los cuatro o cinco años, cualquier objeto en sus manos se


convierte en juguete y se interesan en dibujar, colorear y recortar, por lo que
se debe estar atento para facilitarle los materiales adecuados y ofrecerle la
orientación necesaria en el manejo de instrumentos como tijeras, lápices,
pinceles y pinturas.

En esta misma etapa, el niño siente gran atracción por el progenitor del
otro sexo y con frecuencia la niña desea casarse con el padre, mientras que
el niño siente especial cariño y dedicación hacia su madre. Ello no significa
que el padre no sea también importante para el hijo o la madre para la hija.

Durante estos primeros años existe la necesidad de apropiación: el niño


desea todo para él y su comportamiento es muy egoísta, lo que expresa por
medio de los juguetes y la forma de sus juegos, dirigidos únicamente a
satisfacerse él. Esta posesividad egoísta la manifiesta también con la madre.
Es, en principio, una actitud sana y normal, que luego se transformará,
lentamente, en deseo de compartir.

La imitación en esta etapa es fundamental, de tal manera que necesita


modelos que pueda imitar con facilidad entre quienes estemos a su
alrededor: el niño repite con creciente fidelidad los gestos, las palabras, los
movimientos, es decir, la conducta general de quienes lo rodean y con
quienes tiene relaciones significativas.

Esa capacidad de imitar hace necesario que estimulemos los juegos en


los que el niño tiene un papel que cumplir (juego de roles), como
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imitar el oficio de panadero, de profesora o de doctor. En estos espacios ya


se hace evidente la aplicación de patrones de comportamientos buenos y
adecuados, que ayudan a establecer las correctas relaciones entre los seres
humanos.

El respeto hacia lo que el niño es, piensa y es capaz de ejecutar es


algo indispensable que hay que ofrecerle durante todo el periodo de
crianza. El niño debe ser tenido en cuenta y tratado con respeto no sólo por
los padres y adultos que lo cuidan, sino por todas las personas que están a su
alrededor.

Es obligatorio que en forma permanente los adultos tengamos presente que


a diario el niño gana conocimientos y perfecciona su pensamiento. No puede
ni debe ser excluido de las conversaciones como si no existiera. Tampoco se
le debe criar con la creencia de que es tan chico que todavía no entiende o
no puede decidir ni siquiera lo relacionado con sus necesidades básicas.

Los padres debemos atender también la satisfacción de nuestras


propias necesidades, sin descuidar la responsabilidad con los hijos.
Debemos recordar que todas las personas tenemos la necesidad de
realizarnos y proponernos metas que nos ofrezcan satisfacción y nos
permitan ser felices. El trabajo o el ejercicio de la profesión no pueden ser
descuidados, al contrario, deben ser también puestos ante los ojos de los
niños como parte de un ejemplo de personas dignas y útiles a la familia y a la
sociedad.

La pareja necesita cuidar permanentemente su propio espacio,


amarse y respetarse y dedicar un tiempo exclusivo para estar solos
y comunicarse sincera y afectuosamente. Su intimidad debe mantener
su propio espacio, aun durante todo el periodo de la crianza de los hijos, en
el que se satisfagan las necesidades de pareja que permitan fortalecer el
vínculo amoroso.
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La vida en familia es una excelente oportunidad para que todos, los


hijos e hijas, así como los padres, podamos construir y fortalecer
nuestros vínculos afectivos, resolver nuestras necesidades y
avanzar así hacia nuestro pleno desarrollo.

En una relación de amor todos los miembros de la familia aportamos


y recibimos según nuestras capacidades y necesidades. Padres e hijos
tenemos la necesidad de vivir solidaria y afectuosamente, de sentirnos
orgullosos de nosotros mismos y satisfechos de la función cumplida, teniendo
siempre en cuenta de forma permanente a los demás.

Comprometámonos y evaluemos

 Respetemos y cumplamos las necesidades, deberes y derechos de la


familia.
 Compartamos con el padre y otros miembros de la familia los cuidados
de nuestro niño como bañarlo, vestirlo y alimentarlo.

 Regalémonos tiempo para nosotros mismos, para estar en pareja, y


respetemos estos momentos.

 Garanticemos que nuestro hijo disponga de lo necesario para


desarrollarse sano, física y emocionalmente.
 Estemos alerta para detectar las necesidades del niño, sin
sobreprotegerlo ni abandonarlo.
 Permitamos a nuestros hijos crecer y ser libres, pues no nos
pertenecen.
 Reconozcamos y estimulemos al niño por los logros alcanzados.
 Cultivemos las expresiones de afecto entre los miembros de nuestra
familia, como palabras cariñosas, abrazos y caricias.

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