Yo no quise ya nada
fue el desprecio quien quiso
ser náusea y palabra
de amor, roto por odios,
que nunca me habitaron…
¡Sólo lo quise todo,
el mar el fuego extraño
la vida en un gran astro!...
Atronador destino
el del poeta erguido
en el yermo y los escombros
de su mundo altivo.
Destino de viajero,
sin reposo, su hogar
son los colores cálidos
de su pobre atuendo.
Y su raído aliento
viene desde del sepulcro,
del Sheol y el Gehena
para incendiar el mundo;
con su ágil mirada
mira a la tierranada,
hacia su promontorio
como un recio matojo.
No hay ya camino
Señor del desierto,
y el aire levanta
la canción de un cuento
que brota en las flores
y a alas del viento,
surca en un siseo
la sed y el deseo
de aquél gran mar muerto
que es tu último beso
de amor y de fuego
sin ningún consuelo,
tan sólo más fuego
sueños y deseos
templos, soles yermos
por la sed del mar,
con los pies hundidos
del gran Leviatán.