Anda di halaman 1dari 4

Lo digo porque te quiero…

Es muy importante considerar que tanto las normas como los límites son una demostración de
cariño hacia los niños/as, pues les hace sentir protegidos y cuidados. Es una forma de reconocer
sus Derechos, pues es responsabilidad de los adultos mostrarles las cosas que pueden o no
pueden hacer. Además, les permite saber de manera explícita qué esperan los adultos de
ellos/as y así ir prediciendo sus reacciones, lo cual favorece el aprendizaje del autocontrol y la
convivencia con sus pares.
Si entendemos de esta forma las normas y límites, podremos entonces evitar sentirnos
culpables o que estamos haciendo algún tipo de daño a los niños/as, sentimiento muy común
que surge cuando al intentar establecer normas y obtenemos una reacción de desaprobación
fuerte, expresada a través de llantos y enojos que, comprensiblemente, no les son indiferentes
a padres y madres.
En busca del equilibrio y el sentido…
Establecer normas y límites no es una tarea fácil ya que requiere paciencia y constancia. Es
usual, por ejemplo, que los adultos sean en algunos momentos permisivos y en otros autoritarios
con los niños/as. El problema es que ambos estilos de crianza hacen que niños y niñas no se
sientan queridos o protegidos por los adultos, pues, por una parte, al ser permisivos se les
transmite “da lo mismo como te portes, no me interesa lo que hagas o dejes de hacer”; y, por
otra, al ser autoritario se les comunica “no quiero que crezcas, no quiero que te equivoques ni
que aprendas de tus errores”.
Por esta razón, es importante que al momento de establecer normas y límites, los adultos
encuentren un equilibrio que permita que niños y niñas se sientan dentro de un marco que les
dé seguridad, pero que a la vez les entregue alternativas de acción y que promueva su
autonomía. En términos sencillos es “rayarles la cancha”, es decirles “dentro de este espacio te
puedes mover, pero con ciertas reglas”.
Otro aspecto importante es que el adulto se pregunte por el sentido que tendrán las normas y
los límites para su hijo/a. Si para el adulto no hay un sentido claro, menos lo tendrán para el
niño o niña y, por ende, hay menor probabilidad de que las respete. Por ejemplo, la norma
“quédate tranquilo” ¿cuál es el sentido que tiene? ¿le hará sentido a su hijo/a?
Aspectos a considerar:
Antes de instalar normas y límites con su hijo/a es importante acoger lo que siente ante éstos,
pues le permite sentirse comprendido por los adultos.
Para que su hijo/a entienda normas y límites, es necesario que se les transmitan de manera
clara. En este sentido, es importante que evite frases como “pórtate bien”, pues es probable que
lo que para usted significa portarse bien, para su hijo/a signifique algo distinto.
Transmítale las normas y los límites en términos positivos “mantén tu pieza ordenada” y no en
términos negativos “no desordenes tu pieza”, pues de esta manera su hijo/a aprenderá mejor
las cosas que puede hacer y no las que no puede hacer.
Los “no” sin un sentido, pueden provocar que su hijo/a sienta que las normas y los límites son
imposiciones arbitrarias, ante lo cual es esperable que sienta rabia y frustración. Esto no
significa que no pueda usar la palabra “no” con su hijo/a, pues hay situaciones en las cuales es
necesario.
Considere que, tanto para usted como para su hijo/a, el establecimiento de normas y límites es
un proceso de continuo aprendizaje donde es esperable que ocurran retrocesos. En este
sentido, es importante que usted como adulto sea consistente con las normas y los límites que
establece en el transcurso del tiempo, es decir que no cambien ante factores externos como su
estado de ánimo, su sobrecarga laboral, etc., pues esto confundirá a su hijo/a.
Es importante que su hijo/a aprenda a respetar las normas y los límites, no porque las dice un
adulto y “debe hacerle caso”, sino porque el sentido que éstas tienen para él/ella. Cuando los/as
niños/as aprenden a respetar una norma sólo porque lo dice un adulto, es muy esperable que
cuando ese adulto no esté a su lado no la respete.
Establezca con anterioridad las consecuencias de no cumplir una norma, pues esto le permite
a su hijo/a ir aprendiendo a autorregularse. Las consecuencias deben ser coherentes con el
sentido de la norma, pues así evitará que su hijo/a aprenda a respetarla sólo por el temor a las
consecuencias.
Las consecuencias de no cumplir una norma deben ser posibles de cumplir por los adultos.
Muchas veces desde el enojo, la rabia y la impotencia, los adultos imponen consecuencias
exageradas para niños y niñas (“no vas a ver nunca más televisión”, por ejemplo). El problema
de esta situación es que niños y niñas aprenden que da lo mismo como se porten, pues las
consecuencias de transgredir una norma no se cumplen.
Ponga atención también al cumplimiento de las normas, muchas veces estas situaciones pasan
inadvertidas, pero si las hacemos notar niños y niñas sentirán que vale la pena aprender a
autoregularse.
Priorice la cantidad de normas que quiere establecer con su hijo/a, pues cuando son muchas
es muy probable que se agobie y confunda, no permitiéndole distinguir qué es lo efectivamente
importante.
Considere la edad y la etapa de desarrollo en la cual se encuentra su hijo/a, pues dependiendo
de esto hay cosas que puede o no comprender. Si bien hay cosas que puede comprender es
esperable que no siempre actúe en función de éstas. Éstas deben ir cambiando según las
necesidades de niños y niñas, pues a medida que éstos crecen van aprendiendo a tomar
decisiones y asumir responsabilidades distintas.
Es importante que los adultos a cargo del cuidado de niños y niñas, estén de acuerdo respecto
a las normas y límites que establecen y eviten contradecirse delante de ellos/as, pues cuando
esto ocurre se sienten confundidos respecto de lo que se espera de ellos/as.
Evite emitir juicios como “siempre te portas mal”; “eres porfiado/a”; “nunca me haces caso”, pues
este tipo de frases hace que su hijo/a se sienta valorado/a más por lo que hace o no hace, y no,
por lo que es.

Objetividad. Es frecuente escuchar en nosotros mismos y en otros padres expresiones


como 'Pórtate bien', 'sé bueno', o 'no hagas eso'. Nuestros hijos nos entenderán mejor si
marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado
con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño. 'Habla bajito en una
biblioteca'; 'agarra mi mano para cruzar la calle' son algunos ejemplos de formas que
pueden aumentar sustancialmente la relación de complicidad con tu hijo.

2. Opciones. En muchos casos, podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada para
decidir como cumplir sus órdenes. La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una
sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: 'Es la hora del baño.
¿Te quieres duchar o prefieres bañarte?'. 'Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje o lo
hago yo?' Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que
haga exactamente lo que queremos.

3. Firmeza. En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la


obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: 'Vete a tu
habitación ahora' o '¡Para!, los juguetes no son para tirar' son una muestra de ello. Los
límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el
rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no.
Ejemplos de ligeros límites: '¿Por qué no te llevas los juguetes fuera de aquí?'; 'Debes hacer
las tareas de la escuela ahora'; 'Vente a casa ahora, ¿vale?''. Esos límites son apropiados
para cuando se desea que el niño tome un cierto camino. De cualquier modo, para esas
pocas obligaciones 'debe estar hecho', serás mejor cómplice de tu hijo si aplicas un firme
mandato. La firmeza está entre lo ligero y lo autoritario.

PUBLICIDAD

4. Acentúa lo positivo. Los niños son más receptivos al hacer lo que se les ordena cuando
reciben refuerzos positivos. Algunas represiones directas como el 'no', dicen a un niño que
es inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En
general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer ('habla bajo') antes de lo que no debe
hacer ('No grites'). Los padres autoritarios tienden a dar más órdenes y a decir 'no', mientras
los demás suelen cambiar las órdenes por las frases claras que comienzan con el verbo
'hacer'.

5. Guarda distancias. Cuando decimos 'quiero que te vayas a la cama ahora mismo',
estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es
hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: 'Son las 8, hora de acostarse' y
le enseñas el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el
reloj.

6. Explica el porqué. Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de
prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a
obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué
tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de
conducta o comportamiento y crear su propia conciencia. Antes de dar una larga
explicación que puede distraer a los niños, manifiesta la razón en pocas palabras. Por
ejemplo: 'No muerdas a las personas. Eso les hará daño'.

7. Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un


niño, intenta indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo se
sentirá compensado. De este modo, puedes decir: 'ese es mi pintalabios y no es para jugar.
Aquí tienes un lápiz y papel para pintar'. Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que
sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcto.

8. Firmeza en el cumplimiento. Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en
práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la
próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir.
Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés
cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos
seguramente intentarán resistir.

9. Desaprueba la conducta, no al niño. Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está
relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. No muestres rechazo
hacia los niños. Antes de decir 'eres malo', deberíamos decir 'eso está mal hecho'
(desaprobación de la conducta).

10. Controla las emociones. Los investigadores señalan que cuando los padres están muy
enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente
abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y
contar hasta diez antes de reaccionar. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es
contar un minuto con calma, y después preguntar con tranquilidad, '¿que ha sucedido
aquí?'.

Anda mungkin juga menyukai