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DANTE ALIGHIERI

Dante Alighieri, o sencillamente Dante, es


considerado no sólo el padre de la lengua
italiana, sino además, junto con William
Shakespeare y Miguel de Cervantes, uno de
los grandes de la literatura universal. Su obra
cumbre, La divina comedia, continúa siendo
uno de los poemas más trascendentales e
impactantes, por su fuerza, simbología y
belleza.
Nació en Florencia, se presume que en 1265
(según el propio Dante, en el seno de una
familia noble), y murió en Rávena en 1321. En
esa época, las distintas ciudades italianas
estaban divididas en dos facciones políticas
(los güelfos y los gibelinos), a raíz de las luchas por el control del Sacro Imperio
Romano Germánico, que involucraban tanto al Papa como al emperador. Aunque esta
confrontación no afectó al padre de Dante ( Alighiero de Bellincione), sí tendría
consecuencias para el poeta, que se involucró activamente en política. La madre de
Dante (Bella degli Abat) murió cuando este contaba con menos de 10 años. A los doce
años fue concertado su matrimonio con Gemma di Manetto Donati, perteneciente a
una poderosa familia, unión que se celebraría mucho despuésNo obstante, su amor
verdadero, aunque platónico, fue Beatriz Portinari, a la que vio por primera vez cuando
contaba nueve años. Si bien se encontraron casualmente en varias oportunidades, no
intimaron jamás. Beatriz murió en 1290 sin que Dante le confesara su profundo amor.
Beatriz sería una figura protagónica en su Divina comedia.
Dante estudió en Florencia durante su adolescencia, siendo discípulo defilósofo
Brunetto Latini y amigo del poeta Guido Cavalcanti. Ya siendo adulto se centra en la
política, y se adscribe al sector de los llamados güelfos blancos. Luego de la victoria
de éstos, ocupa varias posiciones, incluyendo la de alto magistrado. Sin embargo, la
facción contraria, los güelfos negros, termina detentando el poder. Dante es juzgado
en ausencia y condenado a pagar una alta multa. Comienza así un exilio involuntario
que durará hasta su muerte, a los 56 años, ocurrida en Rávena, donde vivió sus
últimos años bajo la protección del príncipe Guido Novello.
LA DIVINA COMEDIA
Movimiento o escuela literaria: Medieval o época edad media

Género literario: Épico

Especie literaria: Poema sacro

Estructura: La Divina Comedia es un poema alegórico estructurado en un total de


100 cantos, todos ellos escritos con la misma regla métrica, tercetos endecasílabos,
y con un cuidado considerable por la forma y la estructura.

De los 100 cánticos, 33 corresponden al Cielo, 33 al Purgatorio y 33 al Infierno, ás


un cántico introductorio. La composición del poema se ordena según el simbolismo
del número tres, que se vincula a la Trinidad:

Tres personajes principales, estrofa de tres versos y cada una de las tres partes
cuentan con treinta y tres cantos. La estructura matemática de la Divina comedia,
por otra parte, es mucho más compleja de lo que aquí se esboza. Pero semejante
armonía casi matemática puede hacer pensar en un manifiesto formal, en algo
alejado de la sensibilidad y la libertad creadora. Nada más equivocado. La piedad,
la ternura y la tristeza gobiernan esta arquitectura sagrada cuyos versos perfectos
poseen una poderosa e irrepetible emoción estética.

Lenguaje-estilo: La lengua empleada fue el "vulgar", no el latín, más adecuado para


una tragedia según las reglas clásicas.

Fuentes de la obra: Para la Divina Comedia Dante tomó inspiración de algunas


tradiciones literarias que eran ampliamente conocidas en su época: la literatura de
viaje y la de visión del otro mundo. Éstas provenían fundamentalmente de tres
fuentes: la literatura cristiana medieval, la antigüedad grecolatina y la producción
mística y legendaria del Cercano Oriente.

La literatura cristiana medieval abundó en descripciones de ultratumba cuya


intención principal era advertir sobre los peligros del pecado. El detalle de los
castigos terribles que esperaban a las almas condenadas, así como los horrores del
Infierno, debían producir espanto en las personas. Ejemplo de ello es lo que se
conoce como los bestiarios medievales: la colección de representaciones de seres
muchas veces monstruosos que se veían frecuentemente en la decoración de los
templos y las ilustraciones de diferentes libros.

Algunos relatos cristiano medievales de viajes y visiones que Dante posiblemente


debió conocer son: Jerusalén celestial de Fray Giacomino de Verona, la Visión de
fray Albérico y el Viaje de Saint Brendand.

Más próximo a la formación de Dante está el Tesoretto de su maestro Brunetto


Latini, donde se narra en forma alegórica un viaje al más allá.

También la literatura grecolatina desarrolló relatos de viajes al inframundo y


encuentros con seres sobrenaturales. Por ejemplo, las aventuras de Ulises en la
Odisea y los viajes de Eneas por el Mediterráneo y su descenso al Hades en el canto
VI de la Eneida.

Otras fuentes y antecedentes del viaje de Dante son las visiones del trasmundo en
la literatura árabe. Entre ellas, por ejemplo, figuran las Revelaciones de la Meca del
filósofo árabe Ibn Arabi. y el relato del recorrido místico del profeta Mahoma en el
Viaje nocturno (o Libro de la escala). Además de los relatos mencionados, hay otro
antecedente anterior en la tradición iraní del Arda Viraf. Son muchas las similitudes
que hay entre la Divina Comedia y el Arda Viraf y por eso se lo considera como la
fuente más antigua: en los dos el protagonista realiza un viaje de aprendizaje por el
más allá; aparecen guías espirituales que le revelan verdades trascendentes; el
recorrido se hace a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso y culmina con la
contemplación de la verdad suprema; se repiten algunos detalles simbólicos,
especialmente los relacionados con los números 3 y 7; se describen con gran detalle
los tormentos a que son sometidas las almas condenadas, según la gravedad de
sus culpas.

Es muy probable que Dante haya tenido conocimiento del Arda Viraf gracias a la
vinculación de los Fedeli d"amore con la orden de los Templarios (quienes
estuvieron en contacto con las tradiciones del Cercano Oriente desde tiempos de
las Cruzadas).

La Divina Comedia sobresale de entre la extensa obra poética y doctrinal de Dante,


siendo sin duda su obra máxima. Es considerada la obra maestra de la literatura
italiana y una de las obras cumbre de la literatura universal.

La Divina comedia se compone de tres canticas o capítulos, el infierno, el Purgatorio


y el Paraíso; los dos últimos constan de 33 cantos y el último de 34, lo que hace un
total de 100. Los versos del poema son endecasílabos y están ordenados en
tercetos, es decir, estrofas de tres versos.
La Comedia es un poema alegórico que consta de tres partes: Infierno, Purgatorio y
Paraíso. Para llegar a la felicidad humana y religiosa (paraíso) es preciso seguir un
camino que obliga a pasar por el rechazo del pecado (infierno) y la purificación del
arrepentimiento (purgatorio).
Dante, acompañado por el poeta romano Virgilio, el cual simboliza la razón y el amor
humanos, y, posteriormente, por Beatriz la amada del poeta la cual simboliza a la
Divina Sabiduría y el Amor Divino realiza este peregrinaje por los distintos círculos
del Infierno y Purgatorio hasta llegar al Paraíso donde se encuentran todos los
bienaventurados para alabar eternamente al Creador y gozar de su revelación plena.
Síntesis de la filosofía y pensamiento medieval, La Divina Comedia es una obra
excepcional (y compleja) que reúne todo el saber de la humanidad occidental hasta
el momento de ser escrita y lleva al lector a recorrer mil y una historias maravillosas
y a la vez, asombrosas.
INFIERNO
Comienza con un Dante que, a la mitad del camino de la vida, se ve perdido. La
selva oscura, asediada por fieras, en la que inicia el camino del poeta, refleja la
confusión del alma que ya no encuentra el sentido de la vida conforme al bien y tan
sólo haya un débil apoyo en la sensibilidad y las apariencias.

Surge entonces la razón y, más que la sola razón, la sabiduría del arte encarnada
por Virgilio. El poeta latino salvará a Dante del asedio de las bestias, una pantera,
un león y una loba, en las que algunos intérpretes ven la representación de los
pecados de incontinencia, violencia y malicia. Después le hablará de un viaje que
se ha planeado desde el cielo y que le servirá para reencontrarse con el fin auténtico,
el único al cual debe dedicarse la existencia.

La jornada no será sencilla. Habrá que descender hasta lo más profundo del infierno,
para ver cómo los vicios aniquilan a las almas. Después, será testigo de la expiación
de los pecados en el purgatorio y, finalmente, deberá contemplar la luz de Dios,
visión que tampoco es fácil de sostener (Canto I).

Dante, como es de esperarse, se siente aterrado. Pero Virgilio le rebela quién


intercedió por él para que tal oportunidad le fuese concedida. Se trata de su amada
Beatriz; en adelante, el solo nombre de la dama le dará la seguridad y el aliento
necesarios para llevar a cabo cualquier empresa, incluyendo el descenso a los
nueve círculos infernales (Canto II).

Avanzan, pues, hasta las puertas del infierno, franqueadas por el río Arqueronte.
Hay, sin embargo, un vestíbulo que precede al río y en el que un grupo de almas
profiere graves lamentos. Aquí – relata Virgilio – están confinadas las almas de
quienes no conquistaron ningún tipo de gloria, pero tampoco merecieron algún
reproche; no fueron fieles a Dios ni se rebelaron contra Él; no ganaron ni amigos ni
enemigos; vivieron sólo para sí mismos, sin dejar huella en el mundo. Fue tal su
indiferencia que no hay sitio para ellas ni en el cielo ni en el infierno y deben
conformarse con permanecer a las puertas de este último lugar (Canto III).

Dante y Virgilio no se detendrán aquí. Ambos suben a la barca del demonio Caronte,
quien los llevará del otro lado del río, hasta el Limbo, primer recinto infernal. En este
lugar se encuentran las almas que no recibieron el bautismo y que no cometieron
ninguna falta grave, salvo el haber vivido en una época pagana. Aquí están Homero
y Horacio; Héctor y Eneas; Sócrates, Platón y Aristóteles; y el propio Virgilio, junto
con otros sabios, poetas y héroes a quienes no les fue revelado el verdadero Dios.
Permanecerán ahí mientras el mundo guarde su recuerdo. Sin embargo, están
condenados a vivir sin la esperanza de alcanzar alguna vez la gloria divina (Canto
IV).

Luego de cruzar el Limbo, los dos poetas descienden al siguiente círculo, no sin
toparse primero con el juez Minos. Con su larga cola, este demonio azota el suelo,
marcando el número de círculos que deberá bajar el alma (Canto V). Es hasta el
segundo círculo donde inicia el castigo de los pecados de incontinencia, violencia y
malicia. Conviene aclarar que esta clasificación de los vicios proviene de Aristóteles;
sin embargo, no todos los pecados que Dante ubica en el infierno se ajustan a ella;
la herejía no cabía en el catálogo del filósofo griego, pero sí encuentra un lugar
dentro de las faltas condenadas por el cristianismo.
A partir del segundo círculo, el infierno se ordena de la siguiente forma:

Vicios de incontinencia. Castigo al dominio inadecuado de la voluntad

• Segundo círculo. Un torbellino lleva las almas de los lujuriosos (Canto V).
• Tercer círculo. Los golosos avanzan bajo una lluvia de agua negruzca, nieve y
granizo. El recito es custodiado por Cerbero, monstruo con tres cabezas de perro
que desgarra con sus enormes colmillos a las almas que intentan evadir la lluvia
(Canto VI).
• Cuarto círculo. Avaros y pródigos caminan en dos filas, arrojándose bultos unos a
otros y repitiendo: “¿Por qué guardas? ¿Por qué tiras?” Su apego desordenado al
dinero los somete a tal castigo. Plutón, monstruo de grandes labios hinchados, vigila
que lo cumplan (Canto VII).
• Quinto círculo. Los iracundos pelean y arremeten unos contra otros, mientras están
sumergidos en las aguas pantanosas de la laguna Estigia (Canto VIII).

Los círculos más profundos del infierno, aquellos donde se castigan la herejía y los
vicios de violencia y malicia, están dentro de la ciudad de Dite. Esta región infernal
se encuentra del otro lado de la laguna Estigia y se halla bajo el resguardo de
gigantes y demonios.

• Sexto círculo. Sepulcros abrazados en llamas contienen a las almas de los herejes.
Papas y clérigos destacan entre los condenados a este suplicio (Cantos IX, X y XI).

Vicios de violencia. Castigo a las ofensas cometidas contra Dios, contra el prójimo y
contra la propia persona

• Séptimo círculo. Dividido en tres recintos, que castigan tres grados de violencia:
– Los que agredieron al prójimo están dentro de un río de sangre hirviendo (Canto
XII).
– Los suicidas, violentos contra sí mismos, fueron convertidos en zarzas y su destino
es ser destrozados por las arpías que anidan en ellos. Son las únicas almas que no
recuperarán sus cuerpos después del juicio final (Canto XIII).
– Los violentos contra Dios. Hay tres formas de incurrir en este vicio: Violencia contra
la naturaleza, hija de Dios; violencia contra el arte, sobrino de Dios, y blasfemia, es
decir, violencia contra el propio Dios. Todos estos pecadores caminan bajo una lluvia
de fuego (Cantos XIV- XVII).

Vicios de malicia. La ejecución deliberada del mal se castiga en la llanura de


Malebolge

• Octavo círculo. Aquí reciben su castigo los fraudulentos, quienes en vida


engañaron al prójimo mediante la seducción, la simonía (el soborno para adquirir
oficios o cargos dentro de la jerarquía de la Iglesia), la hechicería, la estafa, la
hipocresía, el robo, los malos consejos, la discordia y la suplantación de personas
(Cantos XVIII a XXXI).
• Noveno círculo. Contrariamente a lo que imaginamos, la región más terrible del
infierno es helada. Tal es la condena para los traidores. En lo más profundo del
infierno y sumergido en el hielo hasta la cintura, está Lucifer. El demonio tiene tres
rostros y en cada una de sus fauces mastica a un traidor: Judas, traidor de Cristo, y
Bruto y Casio, traidores de César (Cantos XXXII a XXXIV).
Hay que notar los rasgos simbólicos de los castigos infernales, mismos que obligan
a pagar a las almas por las virtudes que no cultivaron. Los lujuriosos, incapaces de
contener el torbellino de sus pasiones, ahora son arrastrados por él. Los suicidas,
que atentaron contra su cuerpo, jamás volverán a recuperarlo. Magos y adivinos,
que trataron de adelantarse a los acontecimientos, tienen el cuerpo torcido y están
obligados a mirar y a caminar siempre hacia atrás. Los traidores son castigados con
la misma frialdad con la que tramaron males contra otros.

Penetrando hasta el fondo del último círculo y luego de trepar por las espaldas de
Lucifer, Dante y Virgilio salen del infierno y vuelven a contemplar la luz de las
estrellas. No hay mucho tiempo para recobrar el aliento. Cerca de ahí se levanta el
monte del purgatorio, que también deberán escalar.

PURGATORIO
Si el viaje al Infierno implica un descenso continuo y cada vez más profundo, el
Purgatorio demanda un esfuerzo en dirección contraria. En adelante, el camino
conducirá siempre hacia arriba y cada nuevo estrato significará, no ya la decadencia,
sino la conquista de un mayor grado de virtud.

Antes de ascender por los siete círculos del Purgatorio, uno por cada pecado capital,
los poetas atraviesan el Antepurgatorio, una llanura en donde aguardan las almas
de quienes murieron violentamente, mostraron demasiado apego a las cosas
terrenas o fueron lentos para el arrepentimiento (Cantos I a IX).

La voluntad de Dante vuelve a flaquear al contemplar una nueva índole de tristezas,


la de las almas que, si bien no han perdido toda esperanza, tampoco están indemnes
y deben curarse a sí mismas. Una vez más, es Virgilio quien le infunde ánimos, pero
esta vez no invoca la imagen Beatriz; apela, en cambio, a la virtud del poeta: “Sé
como una torre sólida, que no inclina sus almenas aunque los vientos arremetan
contra ella” (Canto V).

En cada uno de los círculos del purgatorio se expía un pecado capital. Tal como
vimos en el infierno, el castigo de las almas tiene una correspondencia simbólica
con sus faltas.

• Primer círculo. Expiación de la soberbia. Las almas cargan enormes peñas sobre
sus espaldas, mismas que las obligan a mirar siempre hacia abajo (Cantos X a XII).

• Segundo círculo. Las almas de los envidiosos portan unas vestiduras de silicio y
sus ojos, que miraron con enojo y desprecio la felicidad y el bien de otros, están
cocidos con alambres (Cantos XIII a XV).

• Tercer círculo. En medio de una densa niebla, los espíritus que habitan este círculo,
desatan el nudo de la ira, para liberarse y ascender (Canto XVI).

• Cuarto círculo. Castigo al “amor del bien que no ha cumplido con su deber”, la
pereza. Aquí las almas corren, impulsadas por un gran fervor, para compensar la
tibieza con la que vivieron (Cantos XVII a XIX).

• Quinto círculo. Los avaros y pródigos cantan alabanzas a quienes cultivaron la


moderación y la pobreza (Cantos XX y XXI).
• Sexto círculo. En este lugar del monte, donde pagan sus culpas los golosos, crece
el árbol de la templanza. Un árbol con frutos de aroma delicioso, junto al cual corre
un arroyo; ambos excitan el hambre y la sed de las almas que, al no poder comer ni
beber, conquistan la abstinencia que no ganaron en vida (Cantos XXII a XXIV).

• Séptimo círculo. El fuego abraza las almas de los lujuriosos (Cantos XXV a XXVII).

En la cima del monte del purgatorio descansa el paraíso terrenal, el lugar donde
vivieron los primeros hombres creados. Este es el último punto al que llegará Virgilio,
pues al ser un espíritu pagano tiene prohibida la contemplación del Paraíso. A partir
de entonces la guía de Dante será Beatriz (Cantos XXVIII a XXXII).

PARAÍSO
El viaje por las esferas celestes, que culmina con la visión de Dios, es el más
complejo de todos. La sensibilidad va quedando atrás, cediendo paso a lo
puramente inteligible. El poema simboliza este tránsito con una luz de intensidad
creciente. Al final, es una luz cegadora que hace de la visión algo imposible; no
obstante, convoca con mayor fuerza a la intuición y al pensamiento.

El Paraíso es una región dividida en nueve cielos y cada uno de ellos participa, en
cierto grado, del bien. De igual forma, las almas ocupan un orden conforme a la
naturaleza de sus acciones virtuosas (Canto I).

• Primer cielo. De la Luna. Están aquí las almas que se consagraron a la vida
monástica, pero que después se vieron obligadas a romper sus votos (Cantos II a
V).

• Segundo cielo. De Mercurio. Aquí están los espíritus que hicieron acciones buenas
mientras buscaban el honor y la gloria (Cantos VI a VII).

• Tercer cielo. De Venus. Las almas que hicieron el bien movidas por el amor (Cantos
VIII y IX).

• Cuarto cielo. Del Sol. El recinto para las almas de los sabios. Ellas explican a Dante
que, cuando resuciten en cuerpo y alma, serán más gratas a Dios, pues al fin
gozarán de un ser completo (Cantos X a XIV).

• Quinto cielo. De Marte. En este lugar reciben su recompensa quienes pelearon y


murieron por defender la religión (Cantos XV a XVIII).

• Sexto cielo. De Júpiter. Las almas que fueron modelo de justicia (Cantos XIX y
XX).

• Séptimo cielo. De Saturno. Las almas de los contemplativos (Cantos XXI y XXII).

• Octavo cielo. Estrellado. Este es el cielo de los bienaventurados y aquí Dante,


convocado por san Pedro, san Jaime y san Juan, examina el modo en que ha vivido
las virtudes de fe, esperanza y caridad (Cantos XXIII a XXVII).
• Noveno cielo. Cristalino. Aquí están las almas que lograron un mayor conocimiento
de Dios y, por tanto, manifiestan el máximo amor hacia Él (Cantos XXVIII y XXIX).

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