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Docentes de Educación Física...

¿en verdad FORMADORES?

Muy pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre la relación existente entre la
actuación del docente y sus resultados en la formación de la personalidad del
educando; este es el tema que aborda de manera general el presente artículo,
exponiendo las causas por las cuales la errónea intervención del maestro provoca
frecuentemente que el alumno se forje una imagen negativa de sí mismo,
evidenciada por la falta de interés en lo que realiza.

El programa de Educación Física para la educación básica señala que esta


materia de estudios, como disciplina pedagógica, está "orientada a proporcionar al
educando en formación, elementos y satisfactores motrices para la capacidad, el
interés y a la necesidad de movimiento corporal que posee, con la intención
específica de lograr el estímulo y desarrollo de habilidades, hábitos y actitudes que
se manifiestan en la calidad de la participación en los diferentes ámbitos de su
vida familiar, social y productiva."

De la misma forma, el programa contempla como uno de sus propósitos


generales, el propiciar en el niño la seguridad y confianza en sí mismo mediante la
realización de actividades físicas, por medio de las cuales sea capaz de controlar
el manejo de su cuerpo en diferentes situaciones.

Para Sylvia Shmelkes, la escuela debe convertirse en un espacio donde el


maestro colabore a la formación de la identidad del niño, fundada en el respeto y
en la dignidad de su persona. Y dado que la autoestima e identidad son elementos
recíprocos e indisolubles, la escuela deberá brindar al niño amplias oportunidades
para la construcción de una autoestima que le permita interactuar sin
complicaciones y con todas las ventajas posibles en la sociedad en que se
desenvuelve.

Pero... ¿Qué tanto aporta el profesor de educación física en su práctica cotidiana


para la consecución de tal empresa? Y... ¿hasta qué punto la relación maestro-
alumno y maestro-grupo da pie a la conformación de una identidad personal,
basada en el sentido de autosuficiencia y seguridad?

Investigaciones recientes señalan que en el campo de la educación física se


repiten los mismos patrones de conducta que en el aula, respecto a las
debilidades que el niño presenta en ciertas áreas del conocimiento o en el
desempeño de sus capacidades. Si bien es cierto que a través de las actividades
físicas y deportivas es posible contribuir al desarrollo integral del alumno, en la
realidad no siempre sucede así, dado que la intervención del maestro frente al
grupo frecuentemente se halla salpicada de comparaciones constantes, pasando
muchas de ellas desapercibidas por el carácter mismo de los deportes de
competencia.
En el ámbito de la educación física estamos acostumbrados a evaluar al alumno
en forma cuantitativa; es decir, hay una escala de valores cuyos parámetros se
encuentran comprendidos entre quien corre más y quien corre menos; quién lanza
más lejos, nada más rápido, levanta más peso; entre quien mete más goles, anota
más canastas y hace más puntos; en suma, quien gana o quien pierde, sin tomar
en cuenta que ello puede repercutir en el crecimiento y la salud física e incluso
mental del niño, ya que nada resulta tan dañino para el ser humano que sentirse
en desventaja y en comparación constante.

Si las observaciones que realiza el maestro en su clase, permiten subrayar las


fortalezas y debilidades de cada individuo, deberían servir de instrumento para
apoyar y alentar al alumno en la superación de sus propias carencias; sin
embargo, sucede lo contrario ya que las medidas con que se evalúa responden
más bien a un paradigma cuantitativo que a la cualificación imprescindible para
todos aquellos procesos en que se valoran sujetos.

Evidenciar carencias frente a los compañeros de grupo, va en detrimento de la


percepción de las posibilidades propias de pensamiento y acción, propiciando
atribuciones de incompetencia. Este hecho se presenta cuando un alumno fracasa
en repetidas ocasiones en el intento de realizar una actividad, pudiendo señalar
como causa, su falta de capacidad y aceptándola como producto de su
incompetencia; por tanto, el niño imagina que saldrían sobrando las veces que
intentara realizar tal o cual actividad, dado que el resultado sería
consecutivamente negativo.

Carol Dweck explica que a manera de defensa (ego protección), el alumno se


volverá apático, se ausentará de la clase o utilizará cualquier tipo de estrategia
para no volver a ejecutar lo encomendado, puesto que desde la infancia hasta
adolescencia se tienden a exagerar los problemas cuando se saben en desventaja
frente a los compañeros.

Para Luis Ruiz, la incompetencia aprendida es el hecho de sentirse incapaz de


realizar consecutivamente las tareas que se le proponen, aceptando que su falta
de capacidad o su incompetencia es lo que le impide realizar un avance exitoso en
alguna actividad, por lo que a manera de defensa evitará a toda costa llevar a
cabo aquello que le incomoda.

Martinek y Griffith (1993), comentan que éste el resultado de hábitos cristalizados


a lo largo del tiempo por los profesores en la clase de educación física, al
hipervaluar las capacidades frente a otras cualidades; errando recurrentemente al
hipervalorar la competitividad frente a la cooperación; la forma de organizar las
sesiones, así como el hecho de publicar resultados sobre tests de aptitud física y
competencias deportivas en las cuales el profesor enfatiza con su actitud, que el
mejor individuo es aquél que tiene mayor capacidad física y no quién presenta
mayor compromiso y espíritu de trabajo, cuando en la realidad esto último es
verdaderamente importante.
Ya antes Martinek se había referido a esta situación (1981), al describir el
fenómeno Pigmalión, el cual asienta que ciertas conductas del profesor pueden
conducir a que el alumno manifieste atribuciones de incompetencia hacia sus
errores. El autor refiere que las prácticas docentes son el núcleo de relaciones
psicosociales en las que las expectativas de profesores y alumnos entran en
interacción y pueden llevar a resultados nada deseados si no se trata de manera
adecuada al niño.

Por lo anterior, es de gran importancia que el profesor de educación física tenga


presente la dinámica de este fenómeno; el cómo y el porque su actitud frente al
grupo contribuye a reforzar o disminuir la seguridad personal del educando, a fin
de evitar ser él mismo, la fuente que origine esta disfunción en la conducta y
personalidad del niño.

En orden de superar esta problemática, será necesario que el maestro genere


dentro de su clase un clima afectivo y favorable que permita al educando vivenciar
la experiencia educativa como una experiencia enriquecedora.

De igual forma, deberá manifestar a los alumnos que la competencia motriz es


susceptible de ser mejorada por medio de la práctica y que el esfuerzo y la
perseverancia son herramientas valiosas para progresar, por lo que la misión de
cada uno de ellos radica en esforzarse y hacer de la constancia un hábito
perdurable.

Asimismo el maestro, al evaluar al alumno, deberá cualificar el grado de avance


de cada niño comparado con su propia condición anterior y no con relación a los
demás compañeros de grupo como sucede frecuentemente en la escuela.

Otro elemento que deberá retomar el docente, será el de implementar un


aprendizaje más equitativo en el que todos los niños puedan percibir su propio
progreso, logrando con ello una reafirmación de su personalidad, manteniendo la
confianza y seguridad en sí mismos.

Sería por ende conveniente, tener presente que mientras no transformemos


nuestra forma de objetivar la realidad educativa estaremos formando a un solo
individuo con posibilidades de sobresalir y a cientos más que lanzaremos sin timón
ni remo a navegar contracorriente; puesto de otra manera, cooperando a la
formación de un ganador y cientos de perdedores para la competencia más
importante de todo ser humano: "la carrera de la vida".

Finalmente, cuando el profesor de educación física comprenda que es, ante


todo, un educador cuya principal función radica en facilitar, apoyar y orientar
al niño en su desarrollo y en el descubrimiento de una personalidad propia,
íntegra e integrada, estará en camino de transformar sus prácticas
educativas en favor de una educación verdaderamente formativa.
BIBLIOGRAFÍA

DWECK, Carol.S., y Leggett, E.L. (1988). A social-cognitive approach to


motivation and personality. En: Psychological Review. Núm. 95 Pp. 256-273.

LOZA, Jorge. (2000). Notas sobre la educación continua, abierta y a distancia.


Universidad Autónoma del Estado de México. http://www.anuies.com

RUIZ, Pérez Luis. (1995). Competencia Motriz; elementos para comprender el


aprendizaje motor en Educación Física Escolar. Editorial Gymnos, España.
Pág. 123- 130.

SEP. (1993). "Programa de Educación Física para preescolar, primaria y


secundaria". SEP: México. Pág. 3, 11. Y en : http://mx.geocities.com/dgefdf/
(Apoyos Didácticos).

SCHMELKES, Sylvia. (1997). "Educación para la vida: algunas reflexiones en


torno al concepto de relevancia de la educación". En: Ensayos sobre
educación básica. DIE-Cinvestav-IPN (Doc. DIE 50), pp. 49-53.

María de Lourdes Sánchez Franyuti


lourdessfranyuti@yahoo.com
Dirección General de Educación Física en el Distrito Federal
Oficina de Investigación Educativa
México

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